Capítulo 38
EL NACIMIENTO DE CRISTO
Jesús es el centro del pensamiento religioso
El centro de todo pensamiento religioso es Jesucristo, el Hijo de Dios. De Él han emanado toda buena dádiva y toda verdad salvadora en todas las edades. Es Jehová Dios, el Mesías prometido, nuestro Salvador. La mente finita del hombre entiende muy poco del dominio, exaltación y preeminencia de nuestro Señor en la preexistencia, durante su ministerio terrenal y ahora que ha vuelto a su Padre.1 El aspecto más fundamental de la obra y gloria de Dios consiste en que el hombre se esfuerce por conocer a Jesucristo.2
Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.3
Profecías mesiánicas
La naturaleza misma del llamamiento de un profeta es profetizar y testificar de Cristo y que la salvación puede lograrse por medio de Él. Por consiguiente, todos los profetas desde Abrahán hasta Juan el Bautista profetizaron la venida de Cristo, su ministerio y muerte significativa, y resurrección. Por cierto, esto es lo que los ha constituido en profetas. Ningún acontecimiento ha sido anunciado en forma semejante, y se dio a conocer desde el principio de la existencia terrenal.
Y pasados muchos días, un ángel del Señor se apareció a Adán, y le dijo: ¿Por qué ofreces sacrificios al Señor? Y Adán le contestó: No sé, sino que el Señor me lo mandó.
Entonces el ángel le habló, diciendo: Esto es a semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Por consiguiente, harás cuanto hicieres en el nombre del Hijo; y te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás.
Y ese día descendió sobre Adán el Espíritu Santo que da testimonio del Padre y del Hijo, diciendo: Soy el Unigénito del Padre desde el principio, desde ahora y para siempre, para que así como has caído puedas ser redimido; también todo el género humano, aun cuantos quisieren.
Y Adán bendijo a Dios ese día, y fue lleno, y empezó a profetizar.4
El Señor reveló a Lehi, el tiempo, lugar y manera de la entonces futura venida de Jesucristo, junto con muchos detalles importantes de su ministerio, muerte y resurrección, así como la misión preparatoria de Juan el Bautista.5 Isaías y Nefi anunciaron que nacería de una virgen.6 A Isaías le fue revelado el poder y potestad que recibiría.7 El rey Benjamín y Alma aun sabían cómo se llamaría su madre.8 Miqueas y Alma predijeron el lugar de su nacimiento.9 Moisés indicó que el futuro Mesías sería un profeta semejante a él.10 Se bosquejó su ministerio,11 y se anunciaron muchos de los detalles, tales como su categoría de Hijo de Dios;12 su rechazamiento por parte del pueblo ;13 su bautismo ;14 su autoridad divina como Rey;15 sus prerrogativas reales;16 el sacerdocio que poseería;17 su posición como la luz del mundo;18 sería piedra de tropiezo ;19 la piedra rechazada por los edificadores ;20 su ministerio entre los espíritus encarcelados;21 su muerte22 sobre la cruz;23 su resurrección.24
Lo anterior en ningún sentido pretende constituir una lista completa de las profecías que se refieren al Señor; son más bien ejemplos típicos de las declaraciones de los profetas del continente oriental así como occidental.
La concepción
Las profecías sobre el nacimiento de Cristo van acompañadas de las que se refieren a uno que había de precederlo para prepararle el camino. Aproximadamente quince meses antes del nacimiento del Salvador, Zacarías, sacerdote del orden levítico oficiaba en su llamamiento dentro del templo de Jerusalén. Él y su esposa eran de edad avanzada, y su unión jamás había sido bendecida con hijos. El ángel Gabriel le apareció al sacerdote, anunciándole que venía de la presencia de Dios y que tenía buenas nuevas para él porque tendría un hijo que habría de llamarse Juan. Este habría de estar lleno del Espíritu Santo y haría volver a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios.25 Oportunamente nació el niño; y “crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel”.26 Fue conocido como Juan el Bautista, y de él Jesús dijo que había sido enviado para preparar el camino.
Seis meses después de la visión de Zacarías, el mismo mensajero celestial, Gabriel, fue enviado a una mujer joven llamada María que vivía en Nazaret de Galilea. No estaba casada, pero se había desposado con un hombre llamado José. La salutación del ángel, aunque expresada con palabras de honor y bendición, causaron que María se perturbara y asombrara.
¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.27
Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
Y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? Pues no conozco varón.
Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por la cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.28
La respuesta de María al mensaje del ángel nos da un indicio de su nobleza. Es un ejemplo de las dos respuestas perfectas a un llamado divino que hallamos en las Santas Escrituras.29
Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra.30
Tal como el ángel lo había anunciado, el poder de Dios descendió sobre María “porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso”,31 y ella fue la madre del Hijo de Dios.32
Mientras el profeta Nefi meditaba las maravillosas cosas que su padre, Lehi, le había enseñado, anheló ver y sentir la misma manifestación espiritual que su padre. Elevó sus justos deseos a Dios en oración, y como respuesta recibió una visión que aumentó grandemente su conocimiento del advenimiento de Jesús.
Y sucedió que mirando, vi la gran ciudad de Jerusalén y también otras ciudades. Y vi la ciudad de Nazaret, y en ella vi a una virgen; y era blanca y hermosa en extremo.
Y ocurrió que vi abrirse los cielos, y un ángel descendió y se puso delante de mí, y dijo: Nefi, ¿qué es lo que ves?
Y le contesté: Veo a una bellísima virgen, de una hermosura superior a la de toda otra virgen.
Y me dijo: ¿Comprendes la condescendencia de Dios?
Y le respondí: Sé que ama a sus hijos; sin embargo, no sé el significado de todas las cosas.
Y me dijo: He aquí, la virgen que tú ves será, según la carne, la madre del Hijo de Dios.
Y aconteció que vi que fue llevada en el Espíritu; y después de haber sido llevada en el Espíritu por cierto espacio de tiempo, me habló el ángel, diciendo: ¡Mira!
Y al mirar, vi de nuevo a la virgen, y llevaba a un niño en sus brazos.
Entonces me dijo el ángel: ¡He aquí, el Cordero de Dios, sí, el Hijo del Padre Eterno!33
De modo que de acuerdo con la información del ángel, se nos enseña que Dios el Padre fue el Padre literal de Jesús según la carne.
Hallándose María embarazada antes de contraer matrimonio con José, éste, “como era justo”, no quiso perjudicarla en ninguna forma. Sin embargo, determinó no casarse con ella, sino “dejarla secretamente”.34 Entonces un ángel le reveló la forma en que María había concebido, y que el nombre del niño habría de ser Jesús, y que sería llamado Emanuel, “que traducido es Dios con nosotros”.35
José contrajo matrimonio con María, pero no vivió con ella como esposo “hasta que dio a luz a su Hijo primogénito”.36
La Natividad
No hay literatura que iguale la relación del nacimiento de nuestro Señor cual se halla en las Escrituras.
Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado.
Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.
E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.
Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David;
Para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta.
Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento.
Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.
Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.
Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!37
(1) Véase el capítulo 2 de esta obra. (2) P. de G. P., Moisés 1:39. (3) Juan 17:3. (4) P. de G. P., Moisés 5:6-10. (5) 1 Nefi 10:4-11. (6) Isa. 7:14; 1 Nefi 11:14-21; 2 Nefi 17:14. (7) Isa. 9:6, 7. (8) Mosiah 3:8; Alma 7:10. (9) Miq. 5:1-3; Alma 7:10. (10) Deut. 18:15-22; Hech. 3:22- 26; 7:37. (11) Isa. 42:1-7; 52:13, 14; 53; 61:1-3; 1 Nefi 11:28-36; Mosiah 3:5-10. (12) Alma 33; Sal. 2; Helamán 8:14-24. (13) Isa. 8:13-17; 1 Nefi 19:7-13; 2 Nefi 18:13-17; Mosiah 3:5-17. (14) 1 Nefi 10:7-10; 11:27. (15) Isa. 32:1; 33:17. (16) Isa. 9:6, 7; 16:5. (17) Sal. 110. (18) Isa. 9:2; 2 Nefi 19:2. (19) Isa. 28:16; Rom. 9:33. (20) Sal. 118:72. (21) Isa. 24:22; 42:7; 61:1-3; P. de G. P., Moisés 7:38, 39. (22) Sal. 16:10; Isa. 26:19-21. (23) Isa. 22:21-25; P. de G. P., Moisés 7:55; 1 Nefi 11:32. (24) Isa. 25:8, 9; 26:19-21; Helamán 14. (25) Luc. 1:11-19. (26) Luc. 1:80. (27) Luc. 1:28. (28) Luc. 1:30-37. (29) Adán dió la otra respuesta perfecta cuando el ángel le preguntó: “¿Por qué ofreces sacrificios al Señor? Y Adán le contestó: No sé, sino que el Señor me lo mandó.” (Moisés 5:6). (30) Luc. 1:38. (31) Luc. 1:49. (32) Mat. 1:20. (33) 1 Nefi 11:13-21. (34) Mat. 1:19. (35) Mat. 1:23. (36) Mat. 1:24, 25. (37) Luc. 2:1-14.
























