Capítulo 39
LA EXPIACION
La caída del hombre
“Según la sabiduría de aquel que todo lo sabe”, Adán fue preordinado para iniciar la vida sobre la tierra como la conocemos.1 Hallándose en el Jardín de Edén donde no había imperfección2, tocó a Adán introducir la imperfección, cosa que logró transgrediendo en una esfera perfecta de existencia.3 La transgresión de Adán consistió en desobedecer el mandamiento que su Padre le dio. El mandamiento que menospreció era de una naturaleza muy diferente de cualquier otro que se ha dado a los hijos de los hombres. El Señor, habiéndole hecho saber su disposición, concluyó, diciendo: “No obstante, podrás escoger según tu voluntad, porque te es concedido.”4
Adán y Eva fueron nuestros primeros padres,5 y al ser colocados sobre la tierra eran seres inmortales. Si Adán hubiera querido, “habría permanecido para siempre, sin tener fin”.6 En el Jardín de Edén Adán se hallaba en la presencia de Dios.7 A fin de llevar a efecto el plan de salvación, Adán voluntariamente se apartó de la presencia de Dios. Este paso suele ser conocido como la caída del hombre, porque cayó de la presencia de Dios; de una condición inmortal a mortal. La caída del hombre trajo la muerte al mundo.8 Todo esto se efectuó de acuerdo con un plan “porque. . . la muerte ha pasado a todo hombre para cumplir el misericordioso designio del gran Creador.”9
Habiendo violado la ley bajo la cual vivía antes de su caída en el Jardín de Edén, Adán quedó sujeto a Satanás, es decir, conociendo el bien y el mal, quedó sujeto al pecado y la tentación. El Señor nos ha dicho que este paso era esencial para el progreso del hombre.
La posteridad de Adán ha heredado la misma condición que le sobrevino a él, y en vista de que tienen que padecer la muerte corporal, todos se hallaban bajo el dominio de Satanás.10
Con la caída, el hombre quedó completamente establecido en su estado de probación. Conociendo el bien y el mal, llegó a adquirir una naturaleza carnal y sensual.11 “Adán . . . vino a quedar sujeto a la voluntad del diablo . . . Por lo tanto, yo, el Señor Dios causé que fuese echado … de mi presencia . . . por lo que vino a morir espiritualmente, la cual muerte es la primera muerte . . . que es espiritual.”12 Por esto podemos ver que la caída trajo una muerte espiritual así como una muerte física o corporal.
Esta existencia carnal es un estado de probación para el hombre caído. En él conocemos las enfermedades y flaquezas de la carne; aquí “llegamos a participar de miseria y de aflicción”.13 El Señor ha preparado un camino para que nos libremos de todo esto, incluso de las nocivas consecuencias de la muerte.
La expiación de Cristo
Jacob, profeta del Libro de Mormón, explica las temibles circunstancias en que se hallaba el hombre, y en las cuales habría continuado para siempre, si no hubiera sido por la obra de Jesús.
Porque como la muerte ha pasado a todo hombre para cumplir el misericordioso designio del gran Creador, también es necesario que haya un poder de resurrección, y la resurrección debe venir al hombre por motivo de la caída; y la caída vino a causa de la transgresión; y por haber caído el hombre, fue desterrado de la presencia del Señor.
Por tanto, deberá ser una expiación infinita, porque si no fuera infinita, esta corrupción no podría revestirse de incorrupción. De modo que el primer juicio que cayó sobre el hombre habría durado eternamente. Y siendo así, esta carne tendría que pudrirse y desmenuzarse en su madre tierra, para no levantarse jamás.
¡Oh la sabiduría de Dios! ¡Su misericordia y gracia! Porque he aquí, si la carne no se levantara más, nuestros espíritus quedarían sujetos a aquel ángel que cayó de la presencia del Dios Eterno, y se convirtió en diablo, para no levantarse más.
Y nuestros espíritus habrían llegado a ser como él, y nosotros seríamos diablos, ángeles de un diablo, separados de la presencia de nuestro Dios para quedar con el padre de las mentiras, en miseria como él; sí, semejantes a aquel ser que engañó a nuestros primeros padres, quien se hace aparecer como un ángel de luz, e incita a los hijos de los hombres a combinaciones secretas de asesinatos y a toda especie de obras secretas de tinieblas.
¡Oh cuán grande es la bondad de nuestro Dios, que nos prepara el camino para que escapemos de las garras de ese terrible monstruo! Sí, ese monstruo, muerte e infierno, que llamo la muerte del cuerpo, y también la muerte del espíritu.14
El significado de expiación
Expiar quiere decir, entre otras cosas: Rescatar; reconciliar; redimir; reclamar; absolver; propiciar; reparar por medio de un sacrificio; pagar el castigo.
La palabra expiación significa absolución de la pena o castigo de una ley quebrada, mediante la ofrenda de un rescate. Este concepto queda expresado en Job 33:24: “Que le diga que Dios tuvo de él misericordia, que lo libró de descender al sepulcro, que halló redención.” De la manera en que la efectuó Jesucristo, significa que mediante su muerte y resurrección viene la liberación de la tierra y todo lo que con ella se relaciona, del poder de la muerte que ha regido al hombre por causa de la transgresión de Adán,13
El más importante de todos los acontecimientos
El sacrificio expiatorio de nuestro Señor es el acontecimiento más importante de la historia del mundo; porque en él estriban todas las demás actividades del plan de salvación. A fin de poder efectuar la inmortalidad y la vida eterna, el paso necesario y esencial es el sacrificio expiatorio de Jesucristo. José Smith declaró que “todas las otras cosas que pertenecen a nuestra religión son únicamente dependencias de esto”.18
En igual manera, la doctrina que pertenece a la expiación de Cristo es el tema fundamental del evangelio. Es la verdad básica que da vida a todas las demás enseñanzas, y todas las otras doctrinas reciben su fuerza y están en vigor por causa de la doctrina de la expiación.
Y éste es el evangelio, las buenas nuevas, que la voz de los cielos nos testificó:
Que vino al mundo, aun Jesús, para ser crucificado por él, y llevar los pecados del mundo, y para santificarlo y limpiarlo de toda injusticia;
Para que por él pudiesen ser salvos todos.17
Y en otro lugar leemos:
Vine al mundo a cumplir la voluntad de mi Padre, porque él me envió.
Y mi Padre me envió para que fuese levantado sobre la cruz; y que después de ser levantado sobre la cruz, pudiese atraer a mí mismo a todos los hombres.18
La expiación fue preordinada
Las Escrituras declaran que nuestro Señor es “el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo”.19 Esto quiere decir que en los concilios efectuados en los cielos antes que existiera el mundo, se dispuso el sacrificio expiatorio de Jesús. El rey Benjamín se refirió a esto cuando dijo: “Digo que éste es el hombre que recibe la salvación, por medio de la expiación que fue preparada desde el principio del mundo para todo el género humano.”20 Jesús se ofreció a sí mismo en nuestro estado preexistente para esta misión fundamental.21
Los niños son salvos por causa de la expiación
Satanás no tiene el poder para tentar a los niños pequeños antes que lleguen a la edad de responsabilidad.22 Moroni nos comunica las palabras de nuestro Señor en las que dice que los niños se salvan por motivo de la expiación.
Escucha las palabras de Cristo, tu Redentor, tu Señor y tu Dios: He aquí, no vine al mundo para llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores; los sanos no necesitan de médico, sino los enfermos; por tanto, los niños pequeños son puros, porque son incapaces de pecar; así pues, la maldición les ha sido quitada en mí, de modo que no tiene poder sobre ellos.23
La justicia demanda una expiación
Uno de los atributos divinos de Dios es justicia perfecta.24 En la balanza de la justicia los hombres serán juzgados según sus obras,25 sus palabras y pensamientos. Cuando se quebranta la ley, la justicia decreta que debe haber una pena por esa violación. Desde la transgresión de Adán, el género humano ha estado bajo el dominio del pecado en un estado carnal. Por medio de la expiación de Cristo llegan al hombre la resurrección y la inmortalidad.
Por tanto, la redención viene en y por el santo Mesías. . .
He aquí, él se ofrece a sí mismo en sacrificio por el pecado, para satisfacer las demandas de la ley.26
También está escrito: “La expiación satisface lo que su justicia demanda.”27 Efectivamente se expió la caída del hombre.
La expiación de Cristo cumple con dos funciones
Primera: Resurrección y salvación universales
La primera función del sacrificio expiatorio se aplica a todo el género humano. En vista de que todos los hombres estaban sujetos a las consecuencias del pecado de Adán sin tener responsabilidad en él, la balanza de la justicia no estaba equilibrada. Por haber traído Adán la muerte, todos los hombres estaban sujetos a ella. Jesús preparó el camino para que todo el género humano pudiera resucitar y alcanzar un estado de inmortalidad. El hombre no determina si ha de morir; tampoco decide si ha de resucitar. La resurrección es universal, y todos los hombres que han nacido sobre la tierra tendrán que salir de la tumba.
Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.
Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.28
La naturaleza de la resurrección que recibamos corresponderá con lo que merezcamos; pero el hecho de la resurrección es algo que está completamente fuera del dominio del hombre. Todos resucitarán: los buenos, los malos, los indiferentes.
No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;
Y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; más lo que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.29
La gracia de Dios
Mucho se ha escrito acerca de la importancia de la doctrina de la gracia de Dios. El apóstol Pablo escribió a los santos de Éfeso:
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.30
Lo anterior es una afirmación exacta de la doctrina verdadera. A todos los hombres se concede resucitar por la bondad y gracia de nuestro Señor. Nosotros no podríamos resucitarnos a nosotros mismos, y es por medio de Jesús que tenemos la esperanza “de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos”.31 De manera que todos finalmente quedarán salvos de sus dos grandes enemigos, la muerte y el infierno. Somos salvos de estos enemigos por la gracia, y no de nosotros mismos. Los profetas de todas las edades han alabado al Señor por su gracia hacia nosotros, y fue por esta razón que el Salmista cantó: “Cautivaste la cautividad”.32 Mormón propiamente dijo: “Son redimidos todos los hombres, porque la muerte de Cristo efectúa la resurrección, por medio de la cual viene una redención de un sueño eterno.”33
El apóstol Pablo repetidamente dice que hemos sido “comprados por precio”,34 dando a entender que realmente somos de Aquel que nos compró. Se refiere a la bondad y gracia de nuestro Señor en este respecto.33 Jacob alaba la prudencia, misericordia y gracia de Dios por haber preparado y llevado a efecto el plan de la resurrección.36
La gracia de Dios comprende todo su amor y las innumerables ayudas que ha proporcionado a los hijos de los hombres. La resurrección universal es un don gratuito de la salvación. Todos los hombres disfrutarán de la inmortalidad por la gracia de Dios.
Segunda: Expiación para los que se arrepienten
Todos los hombres son bendecidos por la gracia de Dios mediante el gran sacrificio expiatorio de nuestro Señor. Sin embargo, este hecho transcendental surte un efecto más grande en las vidas de ciertas personas que en las de otras. La expiación comprende una segunda función que depende de su aplicación en las vidas y hechos de los hombres. Esta segunda parte de la expiación surte sus efectos en las vidas de los hombres sólo al grado que se arrepienten y aceptan los principios del evangelio. Es a éstos que el Señor concede el perdón y cuyos pecados individuales Él toma sobre sí. Es decir, si un hombre se arrepiente de sus pecados—y para hacerlo debe aceptar a Cristo—entonces no será castigado por sus transgresiones porque El perdonará a los que se arrepientan.37 Por causa de sus sufrimientos se satisfacen las exigencias de la ley y el que se arrepiente es absuelto. Así es como nuestro Señor toma sobre sí los pecados del mundo. Es el Cordero del sacrificio. “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”38 En este respecto Jesús literalmente tomó sobre sí la tremenda carga del pecado. Padeció el efecto de las transgresiones de todo aquel que quiera arrepentirse y venir a Él. El rey Benjamín profetizó la expiación en esta forma:
Y he aquí, sufrirá tentaciones, y dolor del cuerpo, hambre, sed y fatiga, aún más de lo que el hombre puede sufrir, sin morir; porque he aquí, la sangre emanará de cada poro, tan grande será su angustia por las maldades y abominaciones de su pueblo.39
Esta profecía se cumplió en el Jardín de Getsemaní, cuando Cristo padeció por todos.40
Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten.
Más si no se arrepienten, tendrán que padecer aun como yo he padecido;
Padecimiento que hizo que yo, Dios, el más grande de todos, temblara a causa del dolor, y echara sangre por cada poro, y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga copa y desmayar.
Sin embargo, gloria sea al Padre, participé, y acabé mis preparaciones para con los hijos de los hombres.41
Para poder participar en estos grandes beneficios del sacrificio expiatorio de Jesús los hombres deben efectuar obras buenas, o como lo dice el Señor, deben arrepentirse. Después de hacer cuanto podemos, es por la gracia de Dios que somos salvos de las consecuencias del pecado.
Pues sabemos que es por la gracia que nos salvamos, después de hacer todo lo que podemos.42
De manera que son dos los efectos de la expiación: (1) Todos los hombres reciben la inmortalidad gratuitamente a causa de ella; (2) todos los que se arrepienten son perdonados y reciben la oportunidad de lograr la exaltación en los mundos eternos.
La fe cristiana
Por tanto, nada que no sea una expiación infinita puede responder por los pecados del mundo.43
Es imposible que la mente finita del hombre comprenda lo infinito; y esto se aplica a la expiación infinita. Nadie puede en tender cómo Jesús pudo padecer en forma vicaria por todo el género humano. Esta es la base fundamental de la fe cristiana.
A fin de aproximarnos a un entendimiento de esta importante doctrina debemos saber algo acerca de la caída del hombre y la naturaleza divina de Cristo como Hijo de Dios. Jesús fue el único que pudo expiar nuestros pecados, porque era a la vez Dios y hombre. Su padre literal, según la carne, fue el Eterno Dios; su madre humana, María. De su Padre recibió ciertos atributos de inmortalidad; de su madre atributos terrenales. Sin embargo, Jesús tenía vida en sí mismo; por eso podía decir: “Yo pongo mi vida. . . nadie me la quita.”44 Ningún otro ser tuvo esta facultad.
Esta expiación infinita surtió su efecto en todas las cosas que pueden venir a nuestra comprensión: la tierra misma; toda forma de vida; todas las creaciones ;45 todos sus habitantes.46
No hay otro concepto en el cual se manifiestan tan plenamente la condescendencia y gloria de Dios.
(1) 2 Nefi 2:22-25. (2) Gén. 1:25. (3) 2 Nefi 2:22-25. (4) P. de G. P., Moisés 3:17. (5) 1 Nefi 5:11. (6) 2 Nefi 2:22. (7) Gén. 2; P. de G. P., Moisés 3; Doc. y Con. 29:40-42. (8) 2 Nefi 9:5, 6; 1 Cor. 15:22; Moisés 6:48. (9) 2 Nefi 9:6. (10) Man: His Origin and Destiny, por José Fielding Smith, págs. 365, 366. (11) Alma 42:3-14. (12) Doc. y Con. 29:40-42. (13) P. de G. P., Moisés 6:48. (14) 2 Nefi 9:6-10. (15) Compendium, por Richards y Little, págs. 8, 9. (16) Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 141. (17) Doc. y Con. 76:40-42. (18) 3 Nefi 27:13, 14. (19) Apo. 13:8. (20) Mosíah 4:7. (21) P. de G. P., Moisés 4:1, 2; Abrahán 3:27. (22) Doc. y Con. 29:47. (23) Moroni 8:8. (24) Véase el capítulo 4 de esta obra. (25) 2 Nefi 9:44. (26) 2 Nefi 2:6, 7. (27) 2 Nefi 9:26. (28) 1 Cor. 15:21, 22. (29) Juan 5:28, 29. (30) Efe. 2:8, 9. (31) Hech. 24:15. (32) Sal. 68:18. (33) Mormón 9:13. (34) 1 Cor. 6:20; 7:23. (35) Efe. 1:7. (36) 2 Nefi 9:6-13. (37) Efe. 4:32; 1 Juan 1:9. (38) Juan 1:29. (39) Mosíah 3:7. (40) Mat. 26:36-40. (41) Doc. y Con. 19:16-19. (42) 2 Nefi 25:23. (43) Alma 34:12. (44) Juan 10:10-18. (45) P. de G. P. Moisés 1:33. (46) Doc. y Con. 76:24; 93:9, 10.
























