Capítulo 41
EL SACRAMENTO DE LA SANTA CENA
Introducción
Después que el Señor hubo expulsado a Adán y Eva del Jardín de Edén, “les mandó que adorasen al Señor su Dios, y que ofreciesen las primicias de sus rebaños como ofrenda al Señor”. Adán fue obediente y cumplió el mandato. Subsiguientemente le apareció un ángel y le preguntó: “¿Por qué ofreces sacrificios al Señor?” La respuesta de Adán constituye una de las más notables de todas las épocas: “No sé, sino que el Señor me lo mandó.” Habiendo cumplido fielmente la ley, Adán ahora estaba capacitado para que se le explicara, y el ángel le declaró la teoría de la ley del sacrificio. “Esto es a semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Por consiguiente, harás cuanto hicieres en el nombre del Hijo; y te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás.”1 La ley de sacrificio se dio en el principio para fijar la atención del hombre en el futuro sacrificio expiatorio de Jesús. Como previamente dijimos, éste es el acontecimiento más transcendental de la historia del mundo. En vista de que así es, uno de los objetos principales de la religión ha de ser conmemorarlo simbólicamente para que surta su facultad y efectos en nuestras vidas.
Durante su ministerio terrenal nuestro Señor estableció la ordenanza de la Santa Cena para llamar la atención de los miembros de su Iglesia al gran sacrificio expiatorio que estaba a punto de realizar. En esta forma se reemplazó la antigua ordenanza de los sacrificios.
La Santa Cena
En la época en que los judíos celebraban la fiesta de la Pascua (ceremonia con que conmemoraban la ocasión en que el ángel destructor pasó de los fieles hijos de Israel, cuando perecieron los primogénitos de todas las familias de Egipto)2, Jesús dio instrucciones a sus apóstoles de que se reunieran en un lugar señalado para comer juntos la Pascua.
Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a. sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.3
Otro de los evangelistas, Lucas, añade estas palabras al anterior relato de la institución de la ordenanza: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.”4 Así fue como nuestro Señor estableció la ordenanza de la Santa Cena en memoria de Él y lo que iba a hacer.
De allí en adelante los fieles no debían celebrar ya la fiesta de la Pascua, sino la Cena del Señor. La observación de la Pascua con sus consiguientes formas de sacrificio y panes sin levadura cesó con el sacrificio de “Cristo nuestra pascua”. Esta pascua habría de observarse espiritualmente. “Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia ni maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad.”5
Con el espíritu de revelación el profeta José Smith corrigió y revisó parte de la versión inglesa de la Biblia para formar lo que comúnmente se conoce como la Versión Inspirada de la Biblia.0 Esta relación inspirada nos provee un concepto más claro de la institución de la Santa Cena.
Y mientras comían, Jesús tomó pan, lo partió, y lo bendijo y dio a sus discípulos, diciendo: Tomad, comed; esto es en memoria de mi cuerpo que doy como rescate por vosotros.
Y tomó la copa y dio gracias, y se la dio, diciendo: Bebed de ella todos.
Porque esto es en memoria de mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por cuantos creyeren en mi nombre, para la remisión de sus pecados.7
Esta narración es de importancia particular por motivo de su última frase. Los que participan dignamente del sacramento de la Santa Cena pueden recibir “la remisión de sus pecados”. Pocas son las ordenanzas activas de la Iglesia que nos proporcionan tan gran aliciente para lograr la justicia personal, que el participar dignamente de la Santa Cena.
Convenio del sacramento
Durante su visita a las Américas, en la época del Libro de Mormón, nuestro Señor resucitado instruyó a sus discípulos que le llevaran pan y vino.
Y habiendo llegado sus discípulos con pan y vino, tomó el pan, lo partió y lo bendijo; y dio a sus discípulos y les mandó que comiesen.
Y cuando hubieron comido y se sintieron satisfechos, les mandó que dieran a la multitud.
Y cuando la multitud comió y fue satisfecha, dijo a los discípulos: He aquí, uno de vosotros será ordenado; y le daré poder para partir pan, y bendecirlo y darlo a los de mi iglesia, a todos los que crean y se bauticen en mi nombre.
Y siempre veréis de hacer esto, tal como yo he hecho, así como he partido pan, y lo he bendecido y os lo he dado.
Y haréis esto en memoria de mi cuerpo que os he mostrado. Y será un testimonio al Padre de que siempre os acordáis de mí.
Y si os acordáis siempre de mí, tendréis mi Espíritu con vosotros.
El Señor dio las mismas instrucciones y obró en la misma forma al bendecir el vino antes de darlo a los discípulos y al pueblo. Habiéndolo hecho, dijo: “Benditos sois por esto que habéis hecho; porque esto cumple mis mandamientos y testifica al Padre que estáis dispuestos a hacer lo que os he mandado.”8
De este relato de la institución de la ordenanza de la Santa Cena entre los nefitas, así como de la oración sacramental que se ha revelado en nuestros tiempos9, nos enteramos de que aquellos que participan debidamente de la Santa Cena hacen el siguiente convenio con el Señor:
- Siempre recordar el cuerpo quebrantado y sangre derramada de Aquel que fue crucificado por los pecados del mundo;
- Tomar sobre ellos el nombre de Cristo y acordarse siempre de Él;
- “Hacer lo que os he mandado”, es decir, guardar los mandamientos de Dios.
Tomando en consideración estas sagradas promesas, el Señor por su parte promete:
- Que sus santos que participen dignamente tendrán su Espíritu con ellos;
- Que estos santos finalmente heredarán la vida eterna, porque está escrito: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”10
Estas son las condiciones del maravilloso convenio de la Santa Cena. Representan una renovación de los convenios que uno hizo al bautizarse.11
Ofrecerás tus sacramentos
Entendiendo las bendiciones y promesas comprendidas en la Cena del Señor, uno empieza a darse cuenta del significado del mandamiento que El decreto sobre la santificación de su día de reposo:
Y para que to conserves más limpio de las manchas del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo.12
Así como lo prometió a los nefitas, el Señor ha comisionado hombres en nuestra época, para que puedan administrar la Santa Cena a su Iglesia. Tienen esta facultad los varones que poseen el Sacerdocio de Melquisedec, así como los presbíteros del orden aarónico.13 Siempre que sea posible, se debe nombrar a los presbíteros para que administren la Cena del Señor.14 Existiendo estos administradores legales, el Señor manda: “Conviene que la Iglesia se junte a menudo para participar del pan y vino en memoria del Señor Jesús.”15
A fin de obedecer estas revelaciones, la Iglesia ha dado instrucciones de que todo barrió, rama o unidad, por pequeña que sea, verifique reuniones sacramentales cada semana. Estos servicios tienen por objeto que los miembros participen de la Santa Cena y renueven sus convenios correspondientes. Otro propósito de estas reuniones es adorar a Dios por medio de sermones, himnos y oraciones.
Los niños pueden participar de los emblemas
Las reuniones sacramentales, “son para todos los miembros del barrio, incluso los niños”.16 Se espera que los niños coman la Santa Cena como representación del convenio que tomarán sobre sí mismos al llegar a la edad de responsabilidad. Constituye una parte importante de su instrucción y es eficaz para ellos.
Deben participar los que son dignos
En vista de que es una ordenanza tan sagrada, el sacramento de la Santa Cena no es para los incrédulos o los indignos.
Y he aquí, éste es el mandamiento que yo os doy: No permitiréis que ninguno a sabiendas participe indignamente de mi carne y de mi sangre, cuando los administréis.
Porque quienes comen mi carne y beben mi sangre indignamente, comen y beben condenación para sus almas.17
El apóstol Pablo hizo la misma amonestación, y añadió: “Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.”18
Uno de los grandes derechos de que disfrutan los ciudadanos del reino de Dios es poder participar de los emblemas de la Santa Cena. Los presbíteros que los administran son los agentes principales en este servicio básico de adoración en la Iglesia y Reino de Dios. El pan y el vino o agua son los emblemas de la carne y sangre de Cristo.19 Aunque son figurativos, constituyen el tema central de nuestra adoración formal.
(1) P. de G. P., Moisés 5:5-8. (2) Exo. capítulo 12. (3) Mat. 26:26-28. (4) Luc. 22:19. (5) 1 Cor. 5:8. (6) Doc. y Con. 45:60, 61; Documentary History of the Church, tomo 1, pág. 324. (7) Versión Inspirada de la Biblia, Mat. 26:22-25. (8) 3 Nefi 18:1-11. (9) Doc. y Con. 20:77, 79. (10) Juan 6:54. (11) Mosíah 18:7-10, (12) Doc. y Con. 59:9. (13) Doc. y Con. 20:76. (14) General Handbook of Instructions, pág. 45. (15) Doc. y Con. 20:75. (16) General Handbook of Instructions, pág. 42. (17) 3 Nefi 18:28, 29. (18) 1 Cor. 11:30. 19) Doc. y Con. 20:40.
























