El Reino de Dios

Capítulo 4

DIOS EL PADRE

Introducción

Dado que la creencia en Dios es el fundamento de cualquier religión, la creencia en el Dios verdadero debe ser esencial para la religión verdadera. Examinemos las Santas Escrituras para conocer al único Dios verdadero.

En su gran oración intercesora, Jesús rogó: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.”1 El profeta José Smith enseñó: “El primer principio del evangelio es saber con certeza la naturale­za de Dios.”2 También explicó la razón porque el conocimiento de Dios constituye el primer principio del evangelio, diciendo: “Si tenemos conocimiento de Dios, comenzamos a entender cómo alle­garnos a Él, y cómo hemos de pedir a fin de recibir una respuesta. Cuando entendemos la naturaleza de Dios, y aprendemos cómo allegarnos a Él, entonces El empieza a manifestar los cielos y a explicar todas las cosas. Cuando estemos dispuestos a venir a Él, también El estará dispuesto a venir a nosotros.”3

La Trinidad se compone de tres miembros: Dios el Padre; Dios el Hijo; y Dios el Espíritu Santo.4 El Padre y el Hijo tienen las mismas características personales;5 los mismos atributos y personalidad perfectos;6 más con todo, personajes separados e individuales.7 El Espíritu Santo tiene forma de persona, pero es espíritu.8

Los tres miembros de la Trinidad son personajes separados. ¿Qué, pues, significan las referencias de las Escrituras que indican que son uno?9 Cuando se lee todo el contexto, se pone de relieve el significado. Son uno en propósito y perfección, así como el Señor rogó que nosotros fuésemos uno.10 Por motivo de que los tres obran en esta forma, se les llama la Santa Trinidad.

Muchos de los profetas han visto a Dios, entre ellos, Moisés;11 Aarón, Nadab, Abiú y setenta de los ancianos de Israel;12 Isaías;13 Enoc;14 Noé;15 Abrahán;16 Isaac;17 Jacob;18 Esteban.19 Se ha prometido a los justos que “verán su rostro.”20

Cuando Dios nos informó acerca de la creación del hombre, nos enseñó a la vez, acerca de sí mismo. La narración que hallamos en Génesis dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza… y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”21

Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados. Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set.22

Así que Adán fue creado a imagen y semejanza de Dios, en la misma forma en que Set fue creado a imagen y semejanza de Adán.

En cuanto a forma, el hombre es semejante a Dios; y Dios, en cuanto a forma, es como el hombre. Ambos tienen cuerpo; ambos tienen tamaño y dimensiones.

Por motivo de que los hombres se dejan fascinar por los mis­terios y debido a las incertidumbres que existen en todas las doc­trinas cuando no se presta atención a los profetas, el mundo pervir­tió la doctrina del conocimiento de Dios. En el año 325 de nuestra era, el emperador romano, Constantino, dio instrucciones a un con­cilio de delegados del Imperio Romano para que formulara un credo acerca de Dios. La doctrina que produjeron y otras que se es­cribieron posteriormente enseñan el falso concepto de que Dios es una esencia espiritual que llena todo el universo; sin cuerpo; enteramente incomprensible.23

Dios el Padre

“Padre Nuestro que estás en los cielos”24 es el Padre literal de toda persona que nace en el mundo. El apóstol Pablo enseñó esta doctrina a los santos hebreos cuando les dijo: “Tuvimos a nuestros padres terrenales, que nos disciplinaban y los venerá­bamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?”25

Con elocuencia sencilla el mismo apóstol declaró: “Linaje suyo somos.”26

Nuestro nacimiento en esta vida no fue nuestro principio. Nacimos de nuestro Padre Celestial “antes que el mundo fuese.”27

Allí nos conoció,28 como conoció a Jeremías.29 De hecho, Dios el Padre creó todas las cosas espiritualmente, “antes que existiesen físicamente sobre la faz de la tierra”.30 Las Escrituras llaman “primer estado” a nuestra existencia preterrenal.81

Dios el Padre no sólo fue el Padre de todos los espíritus en nuestro primer estado, sino también el Padre de Cristo según la carne.32

El plan entero de salvación es de nuestro Padre. Se formó de acuerdo con su voluntad. En los escritos de Moisés, revelados a José Smith, leemos acerca del proyecto para rescatar a “todo el género humano”; y que el Unigénito dijo: “Padre, hágase tu voluntad.”33 Según esto, podemos ver que el plan de salvación concuerda con la voluntad del Padre.

Nosotros reverenciamos a nuestro eterno Padre Celestial, y nos maravillamos de Él. A Él le debemos nuestra creación espiritual o nacimiento en la vida anterior a la terrenal. A Él también le debemos la preparación de nuestro Señor y Salvador, así como el plan que puede conducirnos nuevamente a su presencia y todas las cosas buenas.

Repitamos con Jesús, nuestro Hermano Mayor en el primer estado: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.”34

Estamos sumamente agradecidos a José Smith por ayudarnos a conocer a Dios y así poder allegarnos a Él. En esta dispensación él vio al Padre y al Hijo.35 En una discusión inspirada acerca de Dios y sus atributos, José Smith indica que éstos son: Conoci­miento; fe o poder; justicia; misericordia y verdad. La perfección de Dios consiste en poseer en estado perfecto cada uno de estos atributos. Por consiguiente, tiene todo conocimiento, todo poder, administra justicia perfecta, etc.36


(1) Juan 17:3. (2) Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 427. (3) Ibid., página 433. (4) Doc. y Con. 130:22. (5) Heb. 1:1-4; Filip. 2:6, 7; Col. 1:15; 2 Cor. 4:4. (6) Juan 14:8, 9. (7) Juan 14:28; 20:17; 17:4-6; Doc. y Con. 130:22. (8) Doc. y Con. 130:22. (9) Juan 1.0:30, 36-38. (10) Juan 17:4-6, 8, 11, 18, 20-23, 26; 1 Juan 2:5, 6; 3:24; 4:12-14. (11) Exo. 33:9-11. 33. (12) Exo. 24:9-11. (13) Isa. 6:1, 5. (14) Gén 5:24. (15) Gén. 26:2, 24. (16) Gén. 17:1; 18:1. (17) Gén. 26:2, 24. (18) Gén. 28:13; 32:30; 35:9; 46:2, 3. (19) Hech. 7:55-56. (20) Apo. 22:3, 4. (21) Gén. 1:26, 27 . (22) Gén. 5:1-3. (Cursiva del autor). (23) Símbolo de Nicea; Credo de los Apóstoles. (24) Mat. 6:9. (25) Heb. 12:9. (Cursiva del autor.) (26) Hech. 17:29. (Cursiva del autor). (27) P. de G. P., Abrahán 3:22. (28) P. de G. P., Abrahán 3:23. (29) Jer. 1:5. (30) P. de G. P., Moisés 3:5. (31) Apo. 12:7-9; P. de G. P., Abrahán 3:26. (32) Luc. 1:30-37. (33) P. de G. P., Moisés 4:1, 2. (34) Juan 17:3. (35) P. de G. P., José Smith 2:17. (36) Lectures on Faith, por José Smith.

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