Doctrina del Evangelio

Capítulo 24

Cualidades principales de un maestro de la Escuela Dominical


El objeto de las Escuelas Dominicales y las escuelas de la Iglesia

El objeto de nuestras Escuelas Dominicales y el de nuestras escuelas de la Iglesia, el gran, el supremo ob­jeto, consiste en enseñar la verdad a nuestros hijos; ense­ñarles a ser honorables, puros de mente, virtuosos, hon­rados y rectos; habilitarlos, mediante nuestro consejo y observaciones, y ejercitar nuestra tutela en ellos hasta que lleguen a los años de responsabilidad, para que pue­dan llegar a ser los honorables de la tierra, los buenos y puros entre el género humano, los virtuosos y rectos, los que serán dignos de entrar en la casa de Dios y no aver­gonzarse en la presencia de ángeles, si éstos los visitaran (CR, abril de 1903, pág. 82).

El buen maestro es esencial en la obra de la Escuela Dominical

Una de las cosas esenciales de una buena Escuela Do­minical es tener maestros buenos, de mentes puras, inte­ligentes, nobles, leales y fieles. Si queréis que un niño se desarrolle hasta llegar a lo que debe ser, el que enseña al niño debe haberse desarrollado hasta llegar a lo que él debe ser; y basta que no se haya desarrollado en inte­ligencia, en fe, en obras de rectitud, en pureza de corazón y mente y espíritu, no está en muy buena posición para elevar a otros hasta ese grado (CR, octubre de 1903, pág. 99).

La cualidad principal de un maestro de la Escuela Dominical

La cualidad principal de un maestro en nuestras Es­cuelas Dominicales es que sea un Santo de los Últimos Días de corazón y de alma. Debe creer y aceptar sin reserva las doctrinas de la Iglesia. De lo contrario, sus enseñanzas subvertirán el propósito mismo para el cual se mantienen estas escuelas.

Es una verdad de por sí evidente que nadie puede dar lo que no posee y el maestro que carece de un testimonio del evangelio jamás podrá inspirar este testimonio en sus discípulos.

La medida de libertad personal, emanada de nuestra organización liberal de la Iglesia en el asunto de impar­tir instrucciones, es grande; pero no debe abusarse de tal libertad al grado de convertirla en licencia para enseñar como doctrina de la Iglesia lo que sólo es una creencia personal del individuo. El maestro que descubre que no cree cualquiera de los principios o preceptos de la Igle­sia, si es verdaderamente honorable, pedirá voluntaria­mente que sea relevado de su puesto. No puede, justamente, pedirse a nadie que enseñe lo que no cree ni acepta como verdad; ni lo intentará aquel que es sincero en sus convicciones. Menos aún deslustrará su posición cualquier maestro que ama la verdad, aprovechando sus oportunidades para inculcar ideas personales que no con­cuerden con las enseñanzas de la Iglesia (JI, abril de 1904, 39:210).

El principio de la instrucción en la Escuela Dominical

Hay un asunto que pesa sobre mi mente con referen­cia a las Escuelas Dominicales, y es éste: Creo que no hay cosa alguna en la obra de la Escuela Dominical más necesaria o esencial que el que todos los maestros de las Escuelas Dominicales se ganen el amor y la confianza de sus discípulos. Creo que los maestros podrán lograr mayor beneficio en las Escuelas Dominicales, si cuentan con el absoluto afecto y confianza de sus discípulos, que con cualquier otra actitud. A los niños, por ejemplo, podréis hacer que aprendan de memoria y trabajen en cuanta obra sea necesaria para realizar el bien que de­seáis para ellos; pero en mi opinión nada puede lograr el éxito, como cuando contáis con su íntegro amor y confianza. Si el niño cree que el maestro es áspero con él o ella, o que no lo trata con bondad, o no siente un amor verdadero y genuino por él, si le parece que el maestro no está sintiendo por él un interés verdadero, producto del amor desinteresado, tal niño nunca podrá ser inducido a poseer el espíritu debido. Pero cuando siente que el maestro lo ama, que está tratando de hacerle un beneficio y de enseñarle lo que será para su bienestar eterno, entonces el maestro sí influye en el niño de modo que cuando estudia, estudiará con un propósito, con un deseo sincero de beneficiarse y complacer al maestro, por­que sabe y siente en su pequeño corazón que el maestro lo ama y está tratando de beneficiarlo. He tenido este pensamiento desde el principio con relación a la instruc­ción de los niños pequeños. Es un principio que se aplica en el hogar así como en la Escuela Dominical. Si sólo podéis convencer a vuestros hijos de que los amáis, que vuestra alma anhela su bienestar, que sois su amigo más fiel, ellos, a su vez, depositarán su confianza en vosotros y os amarán, y procurarán hacer lo que les decís y cum­plir vuestros deseos con vuestro amor. Más si sois egoístas y ásperos con ellos, y no están seguro de que cuentan con todo vuestro cariño, ellos serán egoístas y no les im­portará si os complacen o cumplen con vuestros deseos o no; y el resultado será que llegarán a ser rebeldes, insensibles y descuidados, y aun cuando les enseñéis a repetir versos y a hablar en concierto y todas esas cosas, lo harán mecánicamente, sin interés y sin que surta en sus almas ese efecto que deseáis (CR, abril de 1902, pág. 97, 98).

La importancia de la obra de la AMM

Quiero decir algunas palabras a las Asociaciones de Mejoramiento Mutuo. Os imploro a vosotros, hombres y mujeres jóvenes, oficiales de las Asociaciones de Mejo­ramiento Mutuo, que vayáis de esta conferencia [octu­bre de 1902] y cumpláis con vuestro deber. Velad por los rebeldes, los desobedientes, los irreflexivos y los in­diferentes. Es necesario que sean protegidos y cuidados. Como se ha expresado aquí una vez tras otra, nos es más urgente salvar a nuestros propios jóvenes que se están extraviando aquí en casa, que ir al mundo y dedicar años de nuestro tiempo y de medios sin fin para recoger a unos pocos de los del mundo, mientras que algunos de nuestros propios hijos e hijas necesitan la redención tanto como ellos; además, cuando estas personas del mundo se allegan a Sion vienen tan llenas de las tradiciones y su­persticiones heredadas de sus padres, que les es difícil, cuando no imposible, abandonarlas por completo y lograr una comprensión plena del evangelio y una recepción completa de la verdad. Sin embargo, un alma que salve­mos en el mundo es tan preciosa a los ojos de Dios como un alma que salvemos en casa; pero hay una obra por realizar aquí mismo en casa, en nuestras propias puer­tas, dentro de nuestros propios umbrales, que no conviene abandonar para salir al mundo a realizar una obra que de ninguna manera puede ser más urgente. Cumplamos con nuestro deber en todas partes (CR, octubre de 1920, pág. 87).

El campo de la Asociación de Mejoramiento Mutuo de Hombres Jóvenes

La obra sistemática que actualmente están efectuando los quórumes del sacerdocio proporciona a nuestros jó­venes las enseñanzas necesarias en cuanto a teología for­mal y los habilita en los deberes que corresponden a su llamamiento en el sacerdocio.

Sin embargo, existe la necesidad imperiosa entre los jóvenes de la Iglesia, de una organización y reuniones que ellos mismos puedan dirigir, y en las cuales puedan aprender a presidir asambleas públicas, lograr la prác­tica necesaria para expresarse ante el público y regoci­jarse estudiando y practicando asuntos cívicos, sociales, científicos, religiosos y educativos.

Por tanto, debe fortalecerse la Asociación de Mejora­miento Mutuo de Hombres Jóvenes y aumentar su efica­cia con objeto de compensar y contrarrestar la tendencia tan prevaleciente en la actualidad de establecer clubes particulares, organizaciones secretas y sociales y socieda­des educativas exclusivas.

Puede hacérseles abarcar todos estos requisitos, y con­vendría concederles la más amplia libertad, de confor­midad con el orden y sistema de la Iglesia, en la selec­ción de sus oficiales, el manejo y la dirección de sus asociaciones.

Es de importancia vital que no sólo los jóvenes varones de nuestra Iglesia, sino también sus oficiales debidamen­te constituidos en las estacas y barrios, tengan un enten­dimiento claro en cuanto al lugar y privilegios que las Asociaciones de Mejoramiento Mutuo ocupan entre los Santos de los Últimos Días, con objeto de impulsar la armonía, la unión de propósito y el mejor beneficio de todos los interesados.

Con el objeto de definir este campo y dar un mayor entendimiento del mismo a nuestros jóvenes y a todos los que estén interesados, nos parece prudente formular una declaración en esta conferencia de junio [1909], la de que en la actualidad hay tanta oportunidad, como en cualquier otra ocasión anterior, para estas organizacio­nes, y que el aumento de actividad en otros departamen­tos no debe ocasionar una merma en el esfuerzo o efi­cacia de nuestras asociaciones, sino al contrario, los obreros de la Asociación de Mejoramiento deben renovar sus esfuerzos, y las autoridades de estaca y de barrio deben proporcionarles todas las facilidades para efectuar su gloriosa misión entre la juventud de Sion.

El campo en el que han de obrar es religioso, social y educativo. La obra religiosa no ha de ser de una natu­raleza formalmente teológica, sino más bien se ajustará a los límites expuestos por el presidente Brigham Young cuando inicialmente se establecieron las organizaciones: “Sea la nota tónica de vuestra obra la inculcación en la juventud de un testimonio individual de la verdad y mag­nitud de la gran obra de los últimos días; y el desarrollo de los dones que hay en ellos.” En otras palabras, obtener un testimonio de la verdad, aprender a declarar y ex­presar ese testimonio y a desarrollar todos los dones nobles en ellos.

El aspecto social comprende la dirección de varias diversiones públicas y particulares; entretenimientos y festivales musicales, drama y otros, deportes de campo, competencias atléticas, excursiones y otras reuniones so­ciales.

La parte educativa debe incluir clases ordinarias de ética y religión práctica, literatura, ciencia, historia, bio­grafía, artes, música, gobierno civil complementado con debates, certámenes de oratoria y música, conferencias, ensayos, artículos para publicación, lectura y expresión bajo el patrocinio de la organización, y si es necesario pueden presentarse en departamentos bajo instructores capaces de especializar en su ramo particular.

Hemos indicado a la Mesa General (AMMHJ) que nombre comités que bajo la dirección de toda la mesa directiva se hagan cargo de estos varios estudios, comi­tés que posean un conocimiento completo de la obra y congenien con nuestros jóvenes varones.

Estos comités pueden subdividirse o ampliarse de acuerdo con el criterio de la directiva o según lo requie­ran las exigencias de la obra, también podrán instituirse organizaciones similares en las varias estacas y barrios, en tanto que sea práctico o necesario. En las reuniones de la directiva, se requerirá que estos comités den sus informes como parte del orden del día.

Creemos que este lineamiento impulsará el bienestar de todos, así como el buen sentimiento entre nuestros jóvenes, y evitará que busquen otras organizaciones e intereses, los cuales tengan que dedicar su tiempo y atención.

No hay excelencia o satisfacción mental, social o físi­ca que la Iglesia no impulse y desee fomentar entre los hombres jóvenes de nuestra comunidad, y su objeto en apoyar a las Asociaciones de Mejoramiento Mutuo y darles la responsabilidad de velar por nuestros jóvenes es el de satisfacer todo deseo de esta naturaleza y pro­porcionar dentro de nosotros mismos la manera de satis­facer toda ambición legítima e impulsar la excelencia en estos campos sin tener que buscar oportunidades en otras partes.

Por consiguiente, en bien de nuestra juventud solici­tamos del sacerdocio presidente de la Iglesia en las esta­cas de Sion, así como en los barrios y misiones, su sim­patía y apoyo para mantener y sostener a las Asociacio­nes de Mejoramiento Mutuo de Hombres jóvenes en la esfera de utilidad que aquí hemos bosquejado brevemen­te, y les proporcionen lugares donde puedan reunirse y recrearse.

Pedimos que se permita a las asociaciones seleccionar hombres con educación y habilidad para que sean los maestros en las clases especiales, hombres apropiados, agradables y capaces que amen a la juventud y simpaticen completamente con ellos y sus conceptos.

El concederles la más amplia libertad, de conformi­dad con el orden y sistema de la Iglesia, los alentará en la fe, y no serán ni un ápice menos responsable a las autoridades de la Iglesia, antes aumentará su entusiasmo en todo respecto hacia el crecimiento de la obra del Señor. Desde el principio las Asociaciones de Mejora­miento Mutuo para Hombres Jóvenes han sido una ver­dadera ayuda al sacerdocio, y por parte de sus miem­bros nos comprometemos nosotros junto con ellos a con­tinuar este plan en lo futuro, con la certeza de que no será violada ninguna confianza o responsabilidad adi­cional impuesta a nuestros jóvenes, antes probarán ser leales a las autoridades y la obra del Señor.

Respetuosamente, Joseph F. Smith Heber J. Grant B. H. Roberts Superintendencia General

La anterior “Declaración del Lugar y Privilegios de la Asociación de Mejoramiento Mutuo para Hombres Jóvenes” se leyó y adoptó en la Conferencia Anual, el 5 de junio de 1909 (IE, agosto de 1909, 12:819-822).

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