Capítulo 27
El Patriotismo verdadero
No hay nacionalidades en la Iglesia
No hay nacionalidades, todos entendemos o debíamos entender, que en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no hay ni escandinavos, ni suizos, ni alemanes, ni rusos, ni ingleses ni ninguna otra nacionalidad. Hemos llegado a ser hermanos en la casa de fe, y debemos tratar a la gente de estas naciones que están en guerra unas con otras, con la debida bondad y consideración. Es lógico y natural que aquellos que nacen en un país, aunque han emigrado del mismo y han dejado allí a sus parientes sigan abrigando, muchos de ellos, un sentimiento de ternura hacia su madre patria. Por lo que toca a los Santos de los Últimos Días que han venido a este país procedentes de Inglaterra, Francia, Alemania, Escandinavia y Holanda, pese a las cosas en que esté involucrada su patria, no corresponde a nosotros distinguirlos en manera alguna, criticándolos o quejándonos de ellos o condenándolos por motivo del sitio en que nacieron. Nada tuvieron que ver con el lugar donde nacieron, y han venido aquí para ser Santos de los Últimos Días, no para ser alemanes, escandinavos, ni ingleses, ni franceses, ni pertenecer a ningún otro país del mundo. Han venido aquí para ser miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y buenos y leales ciudadanos de los Estados Unidos y de los varios estados donde viven, y en otros lugares por todo el mundo, donde los Santos de los Últimos Días están estableciendo hogares para sí mismos (CR, abril de 1917, pág. 11).
Los Santos de los Últimos Días son leales a los Estados Unidos
Siempre debemos tener presente que no sólo somos ciudadanos del reino de Dios, sino ciudadanos de los Estados Unidos y de los estados donde moramos. Siempre hemos sido leales, tanto a nuestro estado y nación, como a la Iglesia de Dios y desafiamos al mundo que compruebe lo contrario. Hemos estado dispuestos a luchar en los combates de nuestro país, defender su honor, apoyar y sostener su buen nombre, y es nuestro propósito preservar en esta lealtad a nuestra nación y a nuestro pueblo hasta el fin (CR, abril de 1905, pág. 46).
Lealtad a la Constitución de los Estados Unidos
Espero con toda el alma que los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días sean leales, con todo su corazón y toda su alma, a los principios de la Constitución de este país. De ellos procede la libertad de que gozamos. Han sido los medios para garantizar, al extranjero que ha llegado dentro de nuestra puerta, así como a todos los ciudadanos de este país, la libertad que poseemos. No podemos volver las espaldas a principios como éstos. Podremos faltarles a aquellos que dejan de aplicar la ley como debían; podremos estar descontentos con el fallo de los jueces y desear que fuesen quitados de su lugar; pero la ley dispone modos y medios para que se hagan todas estas cosas de acuerdo con la Constitución de nuestro país, y nos será mejor soportar los males que tenemos más bien que precipitarnos hacia cosas peores cuyos resultados no conocemos (CR, octubre de 1912, pág. 8).
Orgulloso de los Estados Unidos
Me siento orgulloso de la nación de la cual somos parte, porque estoy convencido en mi propia mente que no hay otra nación sobre la faz del globo donde el Señor Todopoderoso pudiese haber establecido su Iglesia con tan poca dificultad y oposición como lo hizo aquí en los Estados Unidos. Era un país libre, y la tolerancia religiosa era el sentir de los habitantes del país. Era el asilo de los oprimidos; se invitaba a todos los pueblos del mundo a venir aquí para establecer hogares libres para sí mismos, y en estas circunstancias tolerantes el Señor pudo establecer su Iglesia y ha podido conservarla y preservarla hasta este tiempo, de modo que ha crecido y se ha extendido hasta llegar a ser respetada, no solo por sus miembros, no solo por los pocos años de edad que ha cumplido, sino respetada por motivo de su inteligencia, respetada a causa de su honradez, su pureza, unión e industria, y todas sus virtudes (CR, abril de 1905, pág. 6).
Origen y destino de los Estados Unidos
El Todopoderoso levantó esta gran nación americana por el poder de su mano omnipotente, a fin de que fuera posible establecer el reino de Dios sobre la tierra en los últimos días. Si el Señor no hubiese preparado todo el camino estableciendo los fundamentos de esta nación gloriosa, habría sido imposible (bajo las leyes estrictas y el fanatismo de los gobiernos monárquicos del mundo) haber puesto los cimientos para la venida de su gran reino. El Señor ha hecho esto; su mano ha estado sobre esta nación, y es su propósito y plan engrandecerla, hacerla más gloriosa que todas las otras y darle dominio y poder sobre la tierra, a fin de que todos los que se encuentren en la servidumbre y en la esclavitud puedan ser traídos a gozar de la más completa independencia y libertad de conciencia que los hombres inteligentes pueden ejercer en la tierra. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días será un fuerte apoyo de la nación de la cual somos parte en el cumplimiento de este gran propósito. No hay, sobre la tierra de Dios, personas más leales a su país que los Santos de los Últimos Días a esta nación. No pueden encontrarse mejores, más puros y más honorables ciudadanos de los Estados Unidos, que los que se hallan dentro del ámbito de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Testifico de esto y sé de lo que hablo. Jamás hemos sido enemigos de nuestra nación; siempre hemos sido fieles a ella. Aun cuando hemos sido perseguidos, hemos dicho: Pondremos en ti nuestra confianza. Hemos sido echados y calumniados, no por la nación, sino por insidiosos, impíos, infames, hipócritas, mentirosos y engañosos lobos vestidos de ovejas, y quienes celosa y constantemente están alzando la voz de indignación contra el pueblo del convenio de Dios. Nuestro gobierno nos habría amparado y protegido, habría preservado nuestros derechos y libertades y nos habría defendido para poder disfrutar de nuestras posesiones, de no haber sido por estos canallas infernales que son enemigos de la moralidad y la verdad. Si acaso hay algo despreciable si puede haber cosa alguna que nunca jamás entrará en el reino de Dios, es aquel que miente deliberadamente; y si se afirma que no se ha mentido en cuanto a nosotros ni se nos ha vituperado y calumniado en estas últimas fechas, entonces no sé qué cosa es mentir. Pues bien, sigan con sus mentiras los falsificadores ya que aparentemente hay personas que están condenadas a mentir. El presidente Woodruff solía decir que había algunos en su época que habían nacido para mentir, y fueron fieles a su misión. Todavía tenemos con nosotros algunos de estos que nacen mentirosos y aún siguen fieles a su misión. Tal parece que no pueden decir la verdad; a menudo no lo hacen ni para su propio provecho. Sigan, pues, mintiendo cuanto deseen. Sin embargo, hagamos nosotros lo recto; obedezcamos las leyes del hombre, honremos nuestra afiliación con el reino de Dios y nuestra más amplia ciudadanía en la nación de la cual somos parte, y entonces Dios nos sostendrá y preservará y seguiremos creciendo como lo hemos hecho desde el principio, sólo que nuestro crecimiento futuro será acelerado y llegará a ser mucho mayor que en lo pasado. Estas calumnias y falsedades que se hacen circular por todas partes con la mira de provocar el enojo de la nación contra nosotros serán barridas con el tiempo, y por causa de estas falsas representaciones, la verdad se manifestará con mayor claridad y sencillez al mundo. Así se cumplirá la palabra del Señor, de que no pueden hacer nada en contra, sino a favor, del reino de Dios. Esta es la obra del Señor, no del hombre; y El la hará triunfar. La está extendiendo en el mundo y arraigándola profundamente en la tierra, a fin de que sus ramas crezcan y se extiendan y se vea su fruto por toda la extensión de la tierra (CR, abril de 1903, págs. 73, 74).
Los santos deben servir a Dios
Los Santos de los Últimos Días se encuentran en medio de estas montañas con el propósito expreso de servir a Dios Omnipotente. No hemos venido aquí para servirnos a nosotros mismos, ni para servir al mundo. Estamos aquí porque hemos creído en el evangelio que se ha restaurado en los postreros días por intermedio del profeta José Smith. Estamos aquí porque creemos que Dios Omnipotente ha organizado su Iglesia y ha restaurado la plenitud del evangelio y el santo sacerdocio. Estamos aquí porque hemos recibido el testimonio del Espíritu de Dios de que el curso que hemos seguido a este respecto, es recto y aceptable a la vista del Señor. Estamos aquí porque hemos venido a obedecer el mandamiento del Omnipotente (CR, octubre de 1899, pág. 43).
Guiados por Dios al oeste
Siguiendo un paralelo, nuestros miembros podrían hacer volver su memoria hasta Ohio, Missouri o Illinois, y evocar acontecimientos y condiciones que existieron en esos primeros días, a causa de los cuales nuestro pueblo fue molestado, acometido por el populacho, perseguido, aborrecido y desahuciado de sus posesiones en Ohio, Missouri e Illinois. Les fue difícil a nuestros miembros en aquella época, y en las condiciones que entonces existían, ver como Dios en su providencia disponía cosas buenas para su pueblo, permitiendo que existiesen tales condiciones. Pero en la actualidad, ¿quién disputará el hecho de que, aun cuando fuimos compelidos a salir de Ohio, Missouri e Illinois contra nuestra voluntad, nuestros deseos, nuestros intereses temporales, esto habría de redundar finalmente en provecho nuestro? ¿Quién de nosotros sostendrá ahora que la Providencia imperante que nos trajo a este lugar cometió un error? ¡Ninguno de nosotros! Cuando lo examinamos retrospectivamente, vemos con toda claridad, fuera de toda posibilidad de dudas, que la mano de Dios intervino en ello; y aun cuando fue necesario que nos desalojaran de los lugares en donde habíamos plantado los pies, en terrenos que nuestros padres adquirieron del gobierno de los Estados Unidos y de los antiguos colonos, y aunque nos vimos obligados a hacerlo en contra de nuestros supuestos intereses, ahora vemos que el resultado ha sido la mayor bendición posible para nosotros y la Iglesia.
¿Qué pudimos haber hecho en Ohio? ¿Qué lugar había en el condado de Caldwell, para que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días creciera y se desarrollara, o en el de Jackson, o en el de Clay en Missouri? ¿Dónde tenía esta Iglesia la oportunidad, en el estado de Illinois —un estado populoso, sus tierras ocupadas por habitantes más antiguos, hostiles y poco amistosos— para extenderse, crecer y plantar los pies en la tierra, como hoy la poseemos? No creían en nuestras buenas intenciones ni en la divinidad de nuestra causa. Nos temían porque los santos eran progresistas. El espíritu de crecimiento, desarrollo y adelanto distinguió la vida, obras y existencia de las comunidades de los Santos de los Últimos Días, así como ha sucedido con nuestros miembros en México (CR, octubre de 1912, pág. 6).
El patriotismo verdadero
Quien busque el patriotismo lo encontrará en la vida recta y no en frases o palabras altisonantes. El verdadero patriotismo es parte de la solemne obligación que se tiene para la nación, para el individuo y para el hogar. La reputación de nuestra nación debe protegerse tan sagradamente como el buen nombre de nuestra familia. Todo ciudadano debe defender esa reputación, y debe enseñarse a nuestros hijos a defender el honor de su patria en toda circunstancia. Un espíritu verdaderamente patriótico en el individuo engendra un interés y simpatía públicos que deben estar a la altura de la grandeza de nuestra nación. El ser un ciudadano verdadero de un gran país nada le quita a la grandeza individual, antes la aumenta. Mientras que un pueblo grande y bueno necesariamente añade grandeza y bondad a la vida nacional, la grandeza de la nación reacciona en sus ciudadanos y les trae honor y les asegura su bienestar y felicidad. Los ciudadanos leales probablemente serán los últimos en quejarse de las faltas y fracasos de nuestros administradores nacionales. Preferirán ocultar las fallas que existen e intentar persuadirse a sí mismos que son provisionales, y que con el tiempo pueden ser y serán corregidos. No obstante, es un deber patriótico proteger a nuestra nación cuando y dondequiera que podamos, de esas tendencias inconstantes y revolucionarias que destruyen la prosperidad y estabilidad de una nación (JI, julio de 1912, 47:388, 389).
Importancia del patriotismo
El bienestar nacional siempre debe ser un tema que debe estar hondamente arraigado en nuestras mentes y ejemplificarse en nuestras vidas individuales, el anhelo hacia el bienestar de nuestra nación debe ser más fuerte que la afiliación con el partido político. El bienestar de la nación significa el bienestar de cada uno de sus ciudadanos. Para ser una nación digna y próspera, debe poseer las cualidades que corresponden a las virtudes individuales. La actitud de nuestro país hacia otras naciones siempre debe ser honrada y libre de sospechas, y todo buen ciudadano debe sentirse celoso de la reputación de nuestro país, tanto aquí como en el extranjero. De modo que el patriotismo es algo más que una simple expresión de estar dispuestos a ir a la lucha, en caso necesario julio de 1912, 47:388).
La Iglesia no es partidarista
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no es una Iglesia partidaria. No es una secta; es La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Es la única que existe hoy en el mundo que puede llevar y que legítimamente lleva el nombre de Jesucristo y su autoridad divina. Hago esta afirmación con toda sencillez y candor delante de vosotros y de todo el mundo, por amarga que parezca la verdad a quienes se oponen, y no tienen motivos para tal oposición. No obstante, es cierto y permanecerá cierto hasta que venga aquél que tiene derecho de regir entre las naciones de la tierra y entre los hijos individuales de Dios en todo el mundo, y tome las riendas del gobierno y reciba a la desposada que estará dispuesta para la venida del Esposo (IE, mayo de 1918, 21:639).
La Iglesia es leal
Todas las iglesias afirman haber sido nombradas divinamente, y anteponen a Dios a la patria; cualquier hombre que rinde homenaje verdadero a Dios no puede violar la ley, porque su vida no lo permite. Nadie puede ser un buen Santo de los Últimos Días y no ser leal a los mejores intereses y el bienestar general de su país. Después de todos estos años, es una necedad decir que la Iglesia siente antagonismo hacia el gobierno nacional. La parte que nuestros miembros desempeñaron en las guerras contra México y España debería ser suficiente para tachar de falsas estas afirmaciones para siempre. El homenaje que la Iglesia requiere de sus miembros no les impide que sean fieles ciudadanos del país sino más bien les ayuda; la fidelidad a la Iglesia habilita al hombre para dar mejor cabida al homenaje patriótico hacia su nación y patria. Nada se requiere a un Santo de los Últimos Días que en manera alguna pueda interpretarse como oposición a la lealtad hacia el país, y por tal razón el senador [Reed] Smoot [uno de los apóstoles] no tiene obligaciones con la Iglesia que puedan entrar en conflicto con su lealtad al país. Está claro pues, que no hay justificación para la campaña de los ministros (IE, mayo de 1904, 7:382).
Los Santos de los Últimos Días son buenos ciudadanos
Un buen Santo de los Últimos Días es un buen ciudadano en todos los aspectos. Deseo decir a los jóvenes de nuestra comunidad, sed Santos de los Últimos Días ejemplares y no permitáis que nada os impida aspirar a los puestos más altos que nuestra nación puede ofrecer. Habiendo logrado un puesto, dejad que vuestra virtud, vuestra integridad, honradez, habilidad, vuestras enseñanzas religiosas, inculcadas en vuestro corazón sobre las rodillas de vuestras devotas madres mormonas, “alumbren delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16) (IE, abril de 1905, 6:469).
La Iglesia no responde por los partidos políticos
[La Iglesia de Cristo no es responsable de los hechos de ninguno de los partidos políticos en sentido o forma alguna. Si lo fuera,] cesarían sus riñas y contiendas y dejaría de existir el rencor y animosidad que manifiestan unos contra otros. Si algo tuviésemos que ver con ellos, pondríamos fin a sus disputas, y tendríamos paz en sus filas. El hecho de que riñan en la forma que lo hacen es prueba positiva de que nada tenemos que ver con ellos (CR, abril de 1899, pág. 41).
La Iglesia no tiene que ver con la política
La Iglesia no interviene en la política; sus miembros pertenecen a los partidos políticos de su elección: a los republicanos, a los demócratas o a ningún partido. No se les pide y mucho menos se les requiere, que voten de este o de aquel modo; cosa que los ministros protestantes le manifiestan a sus miembros, contra los Santos de los Últimos Días. Pero no puede negárseles justamente sus derechos como ciudadanos, y no hay razón para ello, pues por regla general son tan leales, tan sobrios, tan bien educados, tan honrados, industriosos, virtuosos, morales, frugales y dignos en todo otro respecto, como cualquier otro pueblo de este país o de la tierra, en lo que a esto corresponde. Creo que son un poco mejor en estas cosas que la mayor parte de las demás comunidades o individuos.
A los jóvenes que se sienten desalentados por estos ataques infundados contra los miembros y los misioneros que en el mundo son rechazados y perseguidos, quisiera decir: No temáis; no disminuyáis vuestras obras en bien de la verdad; vivid como corresponde a los santos. Estáis en el camino verdadero y el Señor no permitirá que vuestros esfuerzos fracasen. Esta Iglesia no corre ningún peligro de la oposición y persecución que viene de afuera. Hay más razón para temer el descuido, el pecado y la indiferencia internas; más peligro en que el individuo deje de hacer lo recto y de conformar su vida con las doctrinas reveladas de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Si hacemos lo recto, todo saldrá bien, el Dios de nuestros padres nos sostendrá y toda oposición sólo redundará en una difusión mayor del conocimiento de la verdad (IE, junio de 1903, 6:625).
























