Capítulo 40
José Smith el joven
Cumplimiento de la profecía de José Smith José Smith el joven
El libro de Doctrinas y Convenios, así como el Libro de Mormón, contienen evidencias irrefutables del divino llamamiento y misión de José Smith. Por ejemplo, referiré a los congregados la revelación dada el 25 de diciembre de 1832 concerniente a la gran guerra de la rebelión (la Guerra Civil), con la cual todos estamos más o menos familiarizados (Doc. y Con. Sección 87). Parte de esa revelación se ha cumplido literalmente, y hasta el lugar preciso indicado en la profecía donde habría de comenzar la guerra, y de la cual, como en ella dice, finalmente resultaría la muerte y miseria de muchas almas.
Además de esto, en la revelación dada en marzo de 1831 a Parley P. Pratt y Leman Copley, se encuentra esta notable profecía:
“Pero antes que venga el gran día del Señor, Jacob prosperará en el desierto, y los lamanitas florecerán como la rosa. Sion prosperará en los collados y se regocijará en las montañas, y será congregada en el lugar que he señalado.” (Doc. y Con. 49:24, 25)
¿Quién —yo quisiera preguntar— a menos que fuera inspirado del Señor y hablara por el don y poder de Dios, en esa remota época de la historia de la Iglesia, cuando nuestros miembros eran pocos, cuando no teníamos influencia, nombre ni posición en el mundo — quién, vuelvo a repetir, en las circunstancias en que os encontrábamos cuando se declaró esa profecía, pudiera haber pronunciado tales palabras, a menos que Dios lo inspirase? Sion ciertamente está floreciendo en los collados y regocijándose en las montañas, y nosotros que la constituimos nos estamos recogiendo y reuniendo en el lugar señalado. Ahora pregunto a esta congregación si no pueden ver que esta profecía, proferida muchos años antes que prevaleciera entre este pueblo el concepto de que habíamos de emigrar y recogernos en estos valles de las montañas: ¿No se ha estado y está cumpliéndose literalmente? Si no existiese ninguna otra profecía declarada por José Smith, cuyo cumplimiento pudiera señalarse sólo esto bastaría para dar apoyo a su afirmación de ser un Profeta verdadero.
Además, en la revelación dada en febrero de 1834 se encuentra esta notable promesa y profecía:
“Pero de cierto os digo, que he promulgado un decreto que han de realizar los de mi pueblo, si desde esta misma hora escuchan el consejo que yo, el Señor su Dios, les daré.
“He aquí, empezarán a prevalecer en contra de mis enemigos desde esta misma hora, porque yo lo he decretado.
“Y esforzándose por observar todas las palabras que yo, el Señor su Dios, les declaré, jamás cesarán de prevalecer, hasta que los reinos del mundo queden subyugados debajo de mis pies, y sea dada la tierra a los santos para poseerla perpetuamente.” (D. y C. 103: 5, 6, 7).
¿Hay persona alguna al alcance de mi voz, o en cualquier otra parte sobre la faz de la extensa tierra, que pueda decir que esta promesa ha fallado, que está profecía no está fundada en la verdad, que hasta ahora no se ha cumplido? Me paro ante esta numerosa congregación y desafío a cualquier ser humano a que diga que no se ha cumplido y se está cumpliendo, y esto frente a la más enconada oposición, y lo que resta se cumplirá literal y completamente. Y es el temor que existe en el corazón de Satanás, de que tal cosa suceda, lo que lo provoca a incitar a sus emisarios a combatir el reino de Dios e intentar, de ser posible, destruir esta grande y gloriosa obra. Porque es un hecho viviente —un hecho que llena de gozo inefable el corazón de los justos y los que temen a Dios, y de consternación y temor celoso el corazón de los impíos y malvados— que va avanzando esta obra de Dios, esta obra de redención y salvación que hemos emprendido, y está destinada a continuar su marcha hacia adelante hasta que sean subyugados los reinos del mundo y queden bajo la ley de Dios Omnipotente. Y os puedo asegurar que el enemigo de toda justicia sabe tan bien como nosotros, que esto acontecerá. Sí, él lo sabe mejor que muchos que profesan haber recibido el Espíritu Santo en su corazón, que así sucederá finalmente; y por tanto, está procurando diligentemente incitar el corazón de los impíos a combatir contra los Santos de Dios, hasta que aquéllos sean derrotados y Sion sea libre .
José Smith declaró en su juventud las profecías concernientes al triunfo de la causa de Dios en la batalla con los inicuos que luchan en contra de ellos, en los primeros años de la Iglesia cuando, de acuerdo con toda indicación humana, era absolutamente imposible su cumplimiento. En esa época eran muy pocos los que podían creer, los que se atrevían a creer la verdad de estas profecías. Los comparativamente pocos que creyeron cuando oyeron fueron aquellos cuyas mentes el Santo Espíritu de la promesa había iluminado, y por tanto, estaban preparados para recibirlas. Así como se han cumplido estas profecías, así serán realizadas en el debido tiempo del Señor las que todavía no se han cumplido; y así como esta obra de los Últimos Días hasta ahora ha crecido y logrado fuerza y poder sobre la tierra, así continuará, y no hay poder bajo el reino celestial que pueda impedir su crecimiento o la consumación de todo lo que se ha predicho concerniente a ella (JD, 25: 97, 98).
José Smith el joven
Es para mí una dulce fascinación contemplar su niñez y juventud. Me deleito en contemplar la inocencia y la ingenua sencillez de su mocedad. Esto testifica que fue honrado, que lo guio el Espíritu de Dios para cumplir su misión maravillosa. ¿Cómo podía un niño de esa edad ser impelido por otros motivos sino honrados en el cumplimiento de su alto y santo llamamiento? Fue conducido a hacer lo que hizo por la inspiración de su Padre Celestial; de esto estoy seguro.
Fue igual que tantos otros niños; sus juegos, los de sus compañeros; sus pensamientos igual que los de la mayoría de los niños, fueron inocentes y consiguientemente, era incapaz de las pilladas y confabulación que le achacan sus enemigos. Aunque pobre, sus padres fueron honrados y buenos; se deleitaban en la verdad y sus deseos sinceros eran vivir de acuerdo con la mejor luz que había en ellos. En sus corazones y hechos expresaban el amor y la buena voluntad hacia todos, e inculcaron sentimientos parecidos en sus hijos. Eran firmes creyentes en Dios y confiaban en que El velaría por sus hijos. Frecuentemente habían recibido manifestaciones de su amorosa bondad en sueños, visiones e inspiraciones, y Dios había sanado, a sus pequeñitos, respondiendo a sus oraciones cuando estaban casi a punto de morir. En tal ambiente se crio José. Fue un niño notablemente quieto y de buenos modales que ocasionó poca o ninguna dificultad a sus padres. Desde la temprana edad de ocho años manifestó que además de ser considerado, dócil y de carácter dulce y amoroso, también poseía los principios fundamentales de un buen carácter: afecto filial, paciencia, resignación y valor.
Concerniente a sus manifestaciones espirituales, ¿será razonable suponer que pudo haber habido engaño premeditado por parte del jovencito, tan destacado jovencito, en su sencilla afirmación de lo que vio y oyó? No; ni tampoco pudo haberse fabricado en la propia mente del joven la respuesta que le comunicó el mensajero celestial. En años posteriores el testimonio de José Smith, concerniente a su manifestación celestial, fue tan sencillo, franco, claro y verdadero como lo había sido en su juventud; la fidelidad, valor y amor inculcados en su juventud, que caracterizaron esa época de su vida, ni fluctuaron ni cambiaron al llegar a la edad madura. Su sabiduría vino de las revelaciones que recibió de Dios.
Una manifestación notable de su carácter, era su amor por los niños. Nunca veía a un niño sin sentir el deseo de tomarlo en sus brazos y bendecirlo, y a muchos bendijo de esta manera, tomándolos en sus brazos y sobre sus rodillas. Yo mismo me he sentado sobre sus rodillas. A tal grado quería a los niños, que se tomaba toda molestia para hablarle a un pequeñito, y esto para mí es una característica notable del hombre verdadero. También sentía un amor igualmente verdadero por la raza humana. Yo sé y he sabido desde mi niñez que era un Profeta de Dios, y creo en su misión divina con todo el corazón, así como en la autenticidad e inspiración de las revelaciones que recibió, y el Libro de Mormón que él ayudó a sacar a luz (IE, diciembre de 1917, 21:167).
José Smith como restaurador
Me parece que no es correcto considerar a José el Profeta como uno que combatió antiguos conceptos, en el sentido que estableció nuevos principios y doctrinas. Es cierto que luchó contra las formas religiosas existentes, pero fue meramente el instrumento, en la providencia de Dios, para restaurar las antiguas verdades del evangelio eterno de Jesucristo, el plan de salvación, que es más antiguo que la raza humana. También es cierto que sus enseñanzas fueron nuevas para los de su época, porque habían apostatado de la verdad; pero los principios del evangelio son las verdades más antiguas que existen. Fueron nuevas para la generación de José, como lo son en parte para la nuestra, porque los hombres se habían extraviado, andaban al garete, echados acá y allá por todo viento nuevo de doctrina propuesta por hombres astutos, progresistas así llamados. Por esto es que el Profeta José fue un restaurador, no destructor de verdades antiguas; [y esto no nos justifica en descartar los principios sencillos y fundamentales del evangelio, para correr en pos de novedades y caprichos doctrinales modernos (IE, junio de 1912, 15:137)].
Esposas plurales de José Smith el Profeta
Puedo afirmar positivamente, basado en evidencia irrebatible, que José Smith fue el autor, bajo Dios, de la revelación sobre el matrimonio plural. Tenemos al respecto la deposición de William Clayton, secretario particular de José Smith, de que él escribió la revelación tal como salió de la boca del Profeta, y que él mismo selló a Lucy Walker como esposa plural de José Smith en la propia residencia de éste, el día primero de mayo de 1843. Esta dama aún vive (1902) en Salt Lake City, y está dispuesta a testificar de este hecho en cualquier momento. Siguen los nombres de otras jóvenes que fueron selladas al profeta José Smith en Nauvoo como lo testifican ellas mismas bajo juramento, y esto fue durante la vida del Profeta: Eliza R. Snow, Sarah Ann Whitney, Helen Mar Kimball, Fanny Young (hermana de Brigham Young) y Rhoda Richards (hermana de Willard Richards, el mismo que se hallaba con el Profeta al tiempo de su martirio en la cárcel de Carthage). Todas estas nobles mujeres han testificado, bajo juramento, dando nombres y fechas, que fueron selladas al Profeta José Smith durante su vida. Estos hechos se han publicado en Historical Records de (Andrew) Jenson, así como en Deseret News en años pasados; y yo sé, por el carácter estable y virtuoso de estas nobles mujeres, que sus testimonios son verdaderos.
Un examen cuidadoso de la revelación sobre el matrimonio plural, debería convencer a cualquier hombre sincero que Brigham Young nunca la escribió, pues contiene referencias al propio José Smith y a su familia, cosa que habría sido totalmente absurda e inútil si el Presidente Young la hubiese escrito. El hecho es que tenemos la deposición de Joseph C. Kingsbury, en la que certifica que él copió el manuscrito original de la revelación a los tres días de haberse escrito. Yo conocí bien a Joseph C. Kingsbury. Además, Hyrum Smith leyó la revelación a una mayoría de los miembros del sumo consejo en Nauvoo, aproximadamente al tiempo en que se dio, y este hecho lo han afirmado bajo juramento los miembros del mismo. (IE, octubre de 1902, 5:988).
¿Qué aprendemos del martirio de José y Hyrum?
¿Qué nos enseña el martirio? La importante lección de que “donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador” (Hebreos 9:16), para darle vigencia. Además, la sangre de los mártires es verdaderamente la semilla de la Iglesia. El Señor permitió el sacrificio para que el testimonio de esos hombres virtuosos y justos, se levantara como testigo en contra de un mundo perverso e injusto. Por otra parte, fueron ejemplos del maravilloso amor de que habló el Redentor: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13). Manifestaron este amor maravilloso a los santos así como al mundo; porque antes de emprender el viaje a Carthage, ambos comprendieron y expresaron su convicción de que iban a su muerte. Pudieron haber escapado; de hecho, pocos días antes, habían salido para las Montañas Rocosas, pero volvieron a causa de los temores infundados de falsos amigos, quienes los acusaron de estar huyendo de peligros igualmente graves para la paz y felicidad de los miembros de la Iglesia, como posiblemente para ellos mismos. En Job leemos estas palabras de Satanás: “Todo lo que el hombre tiene dará por su vida” (Job 2:4). En lo que concierne al siervo verdadero, y donde mora el amor perfecto, ¡esto no es verdad! José y Hyrum regresaron y tranquilamente fueron a la muerte, considerando que sus vidas ningún valor tenían para ellos si eran desestimadas por sus amigos, o si era menester sacrificarlas para la protección de sus dignos discípulos. Su valor, su fe y su amor por el pueblo no tenían límite, y dieron cuanto tenían por los miembros. Esta devoción y amor quitaron toda duda de los pensamientos de aquellos que gozaban del compañerismo del Espíritu Santo, en cuanto a si estos buenos y leales hombres efectivamente eran siervos autorizados del Señor.
Este martirio siempre ha sido una inspiración para el pueblo del Señor. Les ha ayudado en sus pruebas individuales, les ha dado el valor para seguir el camino de la rectitud, conocer la verdad y vivir de acuerdo con ella; y siempre deben retenerlo como memoria sagrada los Santos de los Últimos Días, que han aprendido las grandes verdades que Dios reveló por medio de su siervo José Smith (JI, junio de 1916, 51:381).
Autoridad divina de José Smith y sus sucesores
Doy mi testimonio a vosotros y al mundo de que José Smith fue levantado por el poder de Dios para poner los fundamentos de esta gran obra de los últimos días, para revelar la plenitud del evangelio al mundo en esta dispensación, para restaurar el sacerdocio de Dios al mundo, mediante el cual los hombres puedan obrar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y sea aceptado por Dios; ha de ser por su autoridad. Doy mi testimonio de ello; sé que es verdad.
Doy mi testimonio de la autoridad divina de los que han sucedido al Profeta José Smith en la presidencia de la Iglesia. Fueron hombres de Dios; yo los conocí; me asocié íntimamente con ellos y como un hombre puede conocer a otro mediante el conocimiento íntimo que tiene de él; de modo que puedo dar testimonio de la integridad, el honor, la pureza de vida, la inteligencia y la divinidad de la misión y llamamiento de Brigham, John, Wilford y Lorenzo. Fueron inspirados de Dios para cumplir la misión a la cual fueron llamados, y yo lo sé. Doy gracias a Dios por ese testimonio y por el espíritu que me inspira y me impele a estos hombres, a su misión, a este pueblo, y también a mi Dios y Redentor. Doy las gracias al Señor por ello, y sinceramente ruego que nunca se aparte de mí, por los siglos de los siglos (IE, noviembre de 1910, 14:74).
























