Viviendo según el Evangelio

Capítulo 28
EL USO DE NUESTRO
TIEMPO DESOCUPADO


¿Cuántas personas saben aprovechar regular y juiciosamente su tiempo desocupado? ¿Cuántos son los que planean cómo han de usar su tiempo libre, el tiempo que les queda después que han atendido a las necesidades prácticas de la vida? Para ser felices y gozar de salud, todos deben efectuar cierta cantidad de trabajo. Sin embargo, no pueden estar trabajando continuamente y sin interrupciones. Deben descansar periódicamente sus energías y buscar recreo si quieren proteger su salud física y mental y conservar la buena cualidad de su trabajo. Es imposible hacer trabajo fino continuamente sin el descanso y el recreo debidos.

Debe haber recreo y diversión apropiados, no sólo desde el punto de vista de mejorar nuestro trabajo en nuestras ocupaciones diarias, sino también porque se trata del desarrollo de nuestro carácter. Los sociólogos solían decirnos que las tres necesidades de la vida eran alimento, ropa y abrigo. Sin embargo, en la actualidad es significante el hecho de que en la historia no se menciona ningún individuo o pueblo que se distinguió solamente porque se proveyó de estas tres cosas, Todos comieron, se vistieron y vivieron en alguna clase de casa; pero fue el uso que hicieron del tiempo, luego que hubieron atendido a estas necesidades, lo que indicó o señaló lo que contribuyeron a la civilización, ya para bien o para mal. Es cierto que ningún grupo ha podido existir sin trabajar, pero su cultura siempre fue el producto de sus actividades durante su tiempo desocupado.

El recreo es una necesidad.

Desde hace tiempo el recreo ha llegado a ser una de las necesidades verdaderas de la vida feliz, pero el que queramos admitirlo y obrar de acuerdo con las implicaciones consiguientes es otra cosa. Si es importante el papel que el recreo y la diversión desempeñan en nuestras vidas, lógicamente se deduce que se debe preparar con cuidado el programa que gobernará el uso de nuestro tiempo desocupado. Se dice que el tiempo es dinero, pero es el uso que damos a este tiempo libre lo que determina su verdadero valor.

Algunos creen que el tiempo desocupado es para estar descansando completamente inactivos. Sin embargo, el recreo sano, aun cuando puede considerarse como la antítesis de nuestro trabajo regular, no significa inactividad completa. De hecho, podemos lograr un contraste mejor si nos dedicamos a alguna actividad física o mental que sea esencialmente distinta de la naturaleza del trabajo regular. Podemos decir que el cambio de actividad equivale al descanso en este caso. La razón principal por la cual muchos que necesitan urgentemente algún recreo o diversión convierten su tiempo desocupado en tiempo de ocio, es porque les falta imaginación. No saben qué hacer. Otros pasan su tiempo, y muchas veces su dinero, en formas de diversión destructivas que no les traen más que la tristeza y la degradación. Las juergas, los desvelos y otras formas de comportamiento indecoroso suelen constituir su «diversión». Por otra parte, hay algunos que, obrando con más prudencia, buscan la manera de recrearse hallando y cultivando por afición algún arte u otra actividad. Esto produce en ellos el efecto deseado, descansándolos, distrayéndolos, recuperándolos y desarrollando su carácter.

Aficiones.

La actividad a que una persona se dedica por afición quizá será muy distinta de la que otro aficionado prefiere. Lo que nos ponemos a hacer durante el tiempo que estamos libres de los deberes de nuestro empleo regular será variado en extremo, pues dependerá de la naturaleza de nuestro trabajo regular, nuestra personalidad, nuestro temperamento y educación. Lo que para una persona es distracción tal vez no es sino trabajo para otra, mientras que la ocupación o trabajo cotidiano de otro puede ser el pasatiempo ideal para un tercero. Casi cualquiera actividad sana, no requerida para proveer las necesidades básicas de la vida, puede a veces ser precisamente lo que se necesita para ocupar nuestro tiempo libre, si es que verdaderamente nos gusta hacer aquello. En estas circunstancias, muchas veces lo que se hace por afición llega a ser una carrera o profesión. En muchos otros casos, es por medio de sus actividades como aficionado que la persona hace su mayor contribución individual a su época y civilización. Sea cual fuere la circunstancia, la juiciosa participación en toda recreación y diversión sana tiende a ensanchar el aprecio y simpatías humanos, y esto a su vez resulta en un entendimiento más completo de la vida y la felicidad.

Las actividades a que nos dedicamos durante nuestras horas desocupadas deben ser de valor físico, social y espiritual. Descansando físicamente, olvidándonos por completo de nuestras ocupaciones diarias, recibiremos la fuerza corporal y la energía mental suficiente para emprender nuestras tareas diarias como si fueran parte de nuestro recreo. En cuanto a lo social, nuestras actividades durante nuestro tiempo libre deberían asociarnos más estrecha y placenteramente con los miembros de nuestras familias, amigos y vecinos y los miembros de nuestras ramas y comunidades. Una reunión de toda la familia, bien organizada, sirve excelentemente para este propósito. Espiritualmente, nuestras actividades durante este período libre deben proveernos la oportunidad para estudiar y reflexionar las cosas que nos beneficiarán cultural y religiosamente. Todo el que tiene algún talento en lo que toca a temas generalmente culturales como la pintura, varias formas de música, poesía, etc., debería dedicar parte de su tiempo al cultivo de estos talentos.

Debe haber moderación.

Se debe hacer una advertencia en el asunto de buscar diversión en exceso o sin distinción. Hablando generalmente, el cine provee excelente entretenimiento y distracción, pero el ir al cine no debe ser la actividad predominante, y en ningún sentido la única de nuestro programa de diversión. Entregarse a una sola actividad, por buena que sea intrínsecamente, excluyendo otros pasatiempos y diversiones benéficos, sería malo en sí mismo. Por otra parte, nadie debe jactarse de nunca ir a un cine. Debemos esforzarnos por ver únicamente, y hasta donde sea posible, películas de la mejor calidad. Es tan imprudente comprar diversión indistintamente (especialmente tratándose del cine) como lo es comprar cualquier otro artículo sin fijarnos en su calidad. Además, necesitamos otras formas de actividad si deseamos sacar todos los beneficios de nuestra participación.

El escuchar la radio y ver televisión se está convirtiendo en cosa tan rutinaria en muchos hogares, sin consideración a la clase de programas presentados, que muchas de las horas dedicadas a esta forma de entretenimiento son una pérdida completa. Ninguna persona debe pasar un número excesivo de horas en esta clase de diversión. Debe haber mejor selección en cuanto a la radio, televisión y el cine si es que van a contribuir al desarrollo cultural de jóvenes así como de adultos.

Hay también muchas clases de deportes en los cuales los individuos son meramente espectadores. Estos espectáculos no nos permiten ninguna participación física. Quizá se encuentra muy arraigada en nosotros la idea de que nuestra diversión se puede comprar igual que cualquier otro artículo, organizada, desarrollada y actuada por otros para nuestra diversión. Aparte de robarnos de la participación, esta clase comercial de entretenimiento tiende definitivamente a alejarnos del hogar, y así aumenta las numerosas influencias que ya están tratando de destruirlo. Quizá nuestra esperanza más grande de hacer que nuestro tiempo desocupado nos produzca los beneficios y resultados que buscamos consiste en depender más de nuestra propia ingeniosidad y efectuar más de las actividades de nuestro tiempo libre en el hogar. Para lograrlo se requeriría un esfuerzo considerable, pero bien valdría la pena.

La Iglesia lo aprueba.

La Iglesia siempre ha apoyado firmemente la fomentación de actividades provechosas y recreo sano durante las horas desocupadas. En la mayoría de las casas de oración hay un salón de recreo contiguo a la capilla. Se ha dado a algunas organizaciones, como la Asociación de Mejoramiento Mutuo, la responsabilidad de proveer recreo y diversión sanos para los miembros de la Iglesia. La Asociación Primaria hace la misma cosa con los niños menores de 12 años de edad. También se han edificado gimnasios en varios lugares con el mismo fin.

El profeta José Smith enseñó que era cosa buena participar en el drama, el baile, la música y los deportes, y el mismo puso el ejemplo. (Se notará que esta doctrina era muy diferente de la que aceptaba la gente “religiosa” de su época). Le gustaba luchar, brincar, partir leña y otros deportes. Todos los presidentes de la Iglesia han estado interesados en el recreo sano y han animado a los santos de los últimos días a tomar parte. Brigham Young expreso de esta manera sus ideas sobre los valores culturales y recreativos: «Frecuentemente he oído a mis hermanos mayores de edad, en el mundo cristiano, hablar de la impropiedad de tomar parte en los pasatiempos y diversiones. El Señor nunca me mandó que bailara, sin embargo, he bailado; todos vosotros lo sabéis, porque mi vida se halla ante el mundo. Más aun cuando el Señor nunca me lo ha mandado hacer, lo ha permitido. No sé si en alguna ocasión dio el mandamiento a los muchachos de jugar a la pelota, sin embargo, lo permite, No sé qué nos haya mandado edificar un teatro, más lo ha permitido y puede daros la razón por ello. El recreo y la diversión son tan necesarios para nuestro bienestar como las cosas de mayor seriedad, No hay ningún hombre en el mundo que no se convierta en maquina si no hace más que una sola cosa todo el tiempo, o se dedica a un sólo ramo de los negocios. Nuestras actividades deben tener la variedad suficiente para desarrollar todo rasgo de carácter y diversidad de talento que tenemos. Si queremos desarrollar toda la potencia y facultad que poseen nuestros hijos, éstos deben tener el privilegio de dedicarse a diversas formas de distracciones y estudios; para alcanzar una excelencia superior, no se les puede restringir a todos a un sólo curso individual de estudio.

“Hay muchos de nuestros hermanos y hermanas de edad avanzada que, debido a las tradiciones de sus padres y las exigencias de una religión falsa, jamás entraron en un salón de baile o un teatro hasta que se hicieron santos de los últimos días, y ahora parecen tener más sed de esta forma de diversión que sus propios hijos. Esto se debe al hecho de que por varios años han tenido hambre de esta distracción que tiene por objeto animar sus espíritus y vigorizar y fortalecer sus cuerpos, y decenas de miles han muerto antes de tiempo por falta de estos ejercicios del cuerpo y la mente. Necesitan ser alimentados para conservarse sanos y saludables. Toda facultad y fuerza, así del cuerpo como de la mente, es un don de Dios. Nunca digamos que los medios que se usan para criar y continuar la actividad saludable del cuerpo y la mente viene del infierno” (Discourses of Brigham Young, páginas 238-242). Todos estamos bien familiarizados con la determinación del presidente Heber J. Grant de aprender a cantar, y en su juventud, aprender a jugar al béisbol.

Para que la vida mantenga el equilibrio deseado y prodúzcala satisfacción anhelada, se requiere que pongamos mayor atención a la proporción de trabajo y diversión, y la clase y cualidades de uno y otro. Si descuidamos cualquiera de los dos, perdemos la oportunidad de vivir una vida en abundancia y completa.

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