Capítulo 2
TEOLOGÍA Y RELIGIÓN
Los términos teología y religión, que abundan en las discusiones mantenidas por nuestros grupos de estudio de la Iglesia, son frecuentemente usados con ligereza y muy a menudo como si su significado fuese intercambiable. El propósito de la presente comparación de los términos teología y religión es destacar las diferencias en sus significados y ayudarnos a usarlas con un poco más de discriminación. Cuando se hace en forma adecuada la distinción entre ellas, nuestra teorización en discusiones “teológicas” y “religiosas” tiene más significado y muchos de nuestros argumentos, inútiles al final, pueden ser reemplazados por discusiones que son más adecuadas y prácticas.
La teología es una ciencia. El sufijo ―ología se deriva de la palabra griega “logos” (palabra, lenguaje). En el uso actual esta forma de combinación viene a significar tratado, conocimiento, o ciencia. Los nombres de muchas otras ciencias se forman con el uso del mismo sufijo; comparemos, por ejemplo, geología, antropología, zoología, genealogía y muchas otras. La parte principal de la palabra “teología” proviene de la palabra griega “teos” que significa Dios. Así la teología es la ciencia que trata de Dios y los temas relativos a la divinidad o, en otras palabras, la explicación sistemática que damos de Dios con respecto al hombre.
La palabra religión se deriva de la palabra latina religio, la cual se relaciona con relegere (releer) o con religare (atar). Hablando con propiedad, la religión, a diferencia de la teología, no es una ciencia sino un arte. Esta designación se vuelve más significativa cuando recordamos la distinción fundamental implicada cada vez que las palabras arte y ciencia aparecen juntas, como en los nombres de numerosas escuelas de “artes y ciencias”. En tales casos las ciencias destacan la adquisición de conocimiento en determinados campos, mientras que las artes se ocupan principalmente del desarrollo de habilidades específicas. La diferencia entre teología y religión es muy similar a la diferencia entre conocer y hacer. La teología es esencialmente teoría, mientras que la religión es práctica en su propia naturaleza. La teología representa lo que sabemos y decimos con respecto a Dios y sus planes acerca de nosotros; la religión es lo que hacemos en nuestras vidas diarias como resultado del pensamiento teológico que hemos tenido, el cual es usual y mayormente el resultado de la enseñanza que recibimos en el hogar y en la Iglesia. La teología representa nuestras creencias; la religión represéntala forma en que vivimos regularmente nuestras creencias. Por lo tanto, una buena definición del término religión sería: un modo de vida que es el resultado de la creencia en un ser superior.
Hay muchas personas eruditas y bien versadas en teología cuyas vidas casi no podrían considerarse religiosas. Por la otra parte, muchas personas que viven una vida realmente religiosa, aparentemente conocen muy poco de teología formal. Parecería que el ideal que todos los miembros de la Iglesia deberían alcanzar es estudiar todo lo posible en el campo de la teología aprovechando plenamente las numerosas oportunidades que ofrece la Iglesia para aprender más acerca de la Teología y la religión para poder ser lo más inteligentes posibles en nuestro intento por vivir una vida religiosa. En breve, deberíamos realizar esfuerzos consistentes para conocer el Evangelio y así vivirlo inteligentemente día tras día.
La teología aplicada.
Hay otra buena razón para tratar de dar circulación a la distinción entre teología y religión expuesta en el párrafo anterior. Muchas personas parecen creer que su participación activa en las discusiones teológicas, tales como las que son típicas de las clases de nuestra Escuela Dominical, reuniones del quorum del sacerdocio, Asociaciones de Mejoramiento Mutuo, y otros grupos de estudio patrocinados por la Iglesia, da en sí evidencia de que estas personas están viviendo su religión. Naturalmente es verdad que tomar parte en las discusiones de las organizaciones de nuestra Iglesia y hacer esfuerzos por acrecentar nuestra información acerca de las cosas teológicas tiene un gran valor. Pero no debe olvidarse que aun estos esfuerzos por estudiar no son un fin en sí mismos, sino más bien medios importantes para un fin mucho más importante. Mientras no vayamos más allá del estado de discusión de los principios teológicos y religiosos, todavía estaremos en el campo de la teología. No es sino hasta que traducimos a un modelo consistente de vida lo que aprendemos en la teología que entramos en algún sentido en el campo de la religión. No es sino hasta que aplicamos completa y persistentemente los principios teológicos aprendidos que puede decirse que estamos viviendo según nuestra religión.
No es nada difícil provocar discusiones, porque la mayoría de la gente tiene un cierto afecto por la discusión y el debate especialmente cuando los temas a discutir son vitales. La antigua pero no anticuada filosofía escolástica que predominaba en la época medieval se basaba principalmente en el gusto innato del hombre por la discusión. Se perdían horas y horas discutiendo “cuántos ángeles podrían bailar en la punta de una aguja” y otros asuntos puramente académicos de esa clase. Generaciones tras generaciones vivieron y murieron sin llegar a comprender que ocuparse de cosas tan obtusas no era una evidencia a priori de estar viviendo su religión,
Los santos de los últimos días parecen haber desarrollado mucho amor por la discusión religiosa. No sería difícil explicar y aun justificar este rasgo que distingue al pueblo mormón. Muchos de los dogmas que hoy sostiene la Iglesia moderna eran considerados tan sorprendentes en los primeros tiempos que requerían explicación y defensa frecuente de parte de todo el que profesaba creer en la misión de José Smith. Aun la mera consideración favorable de cualquiera de las enseñanzas del profeta moderno requería que una persona diese una explicación convincente para poder escapar al ridículo y a la persecución. En ese período de disturbios algunos hombres hasta perdieron sus vidas por no retractarse de sus nuevas creencias.
Desde ese temprano desafío de “defender” el Evangelio, los mormones han continuado estudiando su teología diligentemente y se han preparado para estar listos en cualquier momento para ofrecer una explicación coherente de sus creencias. No es extraño que ahora cuando “defender” el Evangelio no es necesario como lo era en aquellos días, los santos de los últimos días persistan aun en almacenar en sus mentes información teológica, la cual a su vez estimula el desarrollo de lo que parece ser un amor excesivo por la discusión.
Teología y práctica.
Es evidente que el propósito final de la discusión es acercar un poco más a la verdad a todos los participantes, Pero desagraciadamente muchas personas participan en las discusiones solo para mostrar que ellas tienen razón y que cualquiera que defienda puntos de vista diferentes de los suyos están por necesidad equivocado. Esta actitud es probablemente la razón principal por la cual muchas discusiones se hacen, vehementes y a menudo se convierten en disputas que muestran el espíritu de intolerancia y enojo. Los participantes en discusiones realizadas bajo los auspicios de las varias organizaciones de la Iglesia quizá tienen más razón que los demás para adherirse estrictamente al propósito declarado de sacar a luz la verdad en lugar de solamente vencer a un oponente en una discusión. Se espera que todos los que participan activamente y todos los que escuchan tales discusiones las aprovechen aplicando los principios teológicos aprendidos a la vida religiosa diaria.
Naturalmente, es deseable y provechoso tener discusiones animadas (en nuestras clases de la Escuela Dominical), grupos de la Asociación de Mejoramiento Mutuo, reuniones del quorum del sacerdocio, y todas las otras que se realizan bajo los auspicios de las organizaciones de la Iglesia), en las cuales participa y contribuye el número máximo de personas. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días proporciona muchas más oportunidades de estudio organizado, especialmente para sus jóvenes, que los que dan las otras Iglesias. Cualquier miembro de la Iglesia que aprecie su calidad de tal y se dé cuenta de sus posibilidades no dejará de aprovechar plenamente esas oportunidades de estudio designadas especialmente para él. Pero otra vez, no es sino hasta que resolvemos vivir todas las leyes que aprendemos en esa forma, aplicar todas las verdades adquiridas, en una palabra, traducir nuestra teología teórica a una religión práctica, que podemos esperar que estas oportunidades de estudio y discusión logren el bien duradero que se supone deben producir.
Por ejemplo:
Hemos dicho que es relativamente fácil hacer que un grupo de mormones participen en una discusión teológica o religiosa. Pero, dirán algunos, no pueden quedar muchos temas que ya no hayan sido analizados y discutidos plenamente. La cosa interesante acerca de este asunto es que son precisamente esos conceptos que son considerados como particularmente mormones, fundamentales para una creencia en el Evangelio tal como es enseñado por la Iglesia en la actualidad, los que llegan a ser los tópicos de las discusiones más serías e inquisitivas, y dan lugar a diferencias de interpretación.
Un ejemplo clásico de lo que podría clasificarse como una discusión completamente inútil es el esfuerzo por responder a la pregunta de si la Palabra de Sabiduría es un mandamiento o no. Porque, dicen, sí no es un mandamiento, la obediencia a la Palabra de Sabiduría no es obligatoria y por lo tanto, es un asunto de elección individual. Por otra parte, aquellos que reclaman que esta revelación pertenece a la categoría, de los mandamientos, desearían implicar que cumplir con él no es un asunto de elección sino que es obligatorio.
Supongamos ahora que se puede demostrar con exactitud que la Palabra de Sabiduría es, o no es, un mandamiento. ¿Qué diferencia práctica haría para cualquier persona? Ambos argumentos pasan por alto por lo menos una verdad importante: que ningún mandamiento, ni aun un mandamiento divino, debe ser obedecido necesariamente. En otras palabras, aun en aquellos casos en que estamos acostumbrados a considerar la palabra específica del Señor como un mandamiento, ninguno de nosotros está bajo obligación alguna de obedecer. Cuando obedecemos un mandamiento del Señor, lo hacemos por voluntad propia. Si hiciera una diferencia real establecer las condiciones de la Palabra de Sabiduría, podríamos leer las” palabras “no por mandamiento ni compulsión” y descubrir que esta revelación muestra “el orden y la voluntad de Dios con respecto a la salvación temporal de todos los santos en los últimos días”. Eso sería suficiente para convencer a cualquier santo de los últimos días honesto y sincero de que es sensible vivir de acuerdo con las sugestiones expresadas para nuestro beneficio en la Palabra de Sabiduría. Esta convicción produciría beneficios mucho más prácticos y duraderos que el ganar una batalla teológica verbal acerca de esta sección de las Doctrinas y Convenios.
Espíritu contra letra.
Otra expresión en la Palabra de Sabiduría que ha causado numerosos y prolongados debates, especialmente en nuestras clases de adultos, es la frase “bebidas calientes”. Muchos interpretan estas palabras pensando que significan específicamente café y té, mientras que para otros se refieren a cualquier cosa que se tome caliente. Hace algunos años las disputas acerca de este asunto se volvieron tan persistentes y desagradables que el presidente de la Iglesia pidió al Dr. James E. Talmage, entonces miembro del Concilio de los Doce, que estudiase el asunto e informase a qué se referían realmente las palabras “bebidas calientes”, así se pondría fin a los sentimientos desagradables creados por este argumento siempre presente.
El resolvió el problema bien e inteligentemente. Su razonamiento puede resumirse en la siguiente forma: En el esfuerzo por interpretar “bebidas calientes”, no nos conciernen las palabras “bebidas calientes” como palabras sino que nos interesa lo que pensó el profeta José Smith cuando escribió estas palabras. Por lo tanto, debemos descubrir lo que significaban para el profeta las palabras “bebidas calientes” cuando las escribió. En ese tiempo las bebidas populares, té y café, eran llamadas regularmente “bebidas calientes”. Por lo tanto, razonó el Dr. Talmage, José Smith debe haber pensado que se estaba refiriendo al café y al te cuando usó las palabras “bebidas calientes”. Esto lo hizo posiblemente no tanto porque usualmente se beben calientes sino porque contienen ingredientes que dañan al cuerpo. A no ser por esta interpretación, el uso habitual de café o té helado no sería censurable.
Esta forma de solucionar el asunto no debe suponerse que significa que no corremos peligro al tomar la comida y la bebida excesivamente calientes – el precepto de abstención de las “bebidas calientes” no dice nada acerca de esa fase particular del problema, a pesar de que aparece la palabra “calientes”. La decisión del Dr. Talmage tampoco significa que podemos tomar impunemente otras bebidas que no sean té o café. Debemos leer y estudiar la Palabra de Sabiduría para saber qué es lo que dice nuestro Padre Celestial con respecto a nuestra dieta. Así nuestros cuerpos y mentes pueden ser lo más fuertes posibles y así tendremos la menor cantidad posible de problemas con nuestra salud. Deberíamos hacer esto en lugar de buscar puntos técnicos sobre los cuales construir un argumento teológico convincente. A nuestra lista de comidas y bebidas que deben evitarse, debemos agregar cualquier cosa que haya salido a la venta desde 1833 si sabemos o sospechamos que es nociva.
Debe destacarse que en este capítulo no estamos examinando en principio por qué o cómo debe guardarse la Palabra de Sabiduría sino que estamos eligiendo estas controversias sobre la Palabra de Sabiduría como ejemplo típico de muchas otras que fácilmente podrían llevarnos a discusiones largas y a menudo inútiles. Lo que va a salvarnos temporal y espiritualmente no es lo que conozcamos técnicamente acerca de la sección ochenta y nueve de las Doctrinas y Convenios, sino la obediencia diligente y constante a las instrucciones dadas en esta revelación.
Otros ejemplos.
Podría haberse elegido cualquier otro tema teológico para mostrar que hay diferencias de largo alcance en las interpretaciones de tales temas. Por ejemplo está el asunto de santificar el domingo. Lo que podemos hacer los domingos que sea apropiado. Lo que no debemos hacer los domingos. Si uno tiene que asistir a todas las reuniones que tienen lugar en día domingo. Se puede ver en seguida que tales preguntas pueden conducir a discusiones animadas e interesantes. Pero la discusión de estas preguntas no nos aprovechara mucho, si es que nos aprovecha algo, hasta que nos determinemos a santificar el domingo de acuerdo con lo que sabemos acerca de ese tema, en lugar de tratar de convencernos de que debemos cerrar nuestros ojos y corazones a aquellas partes de la información concerniente al día de descanso del Señor con las cuales no estamos de acuerdo individualmente.
Igualmente podríamos haber elegido el pago de diezmos como un ejemplo de temas que conducen a discusiones animadas y, a veces, calurosas. Pero ustedes se preguntarán, ¿No se ha aclarado una y otra vez todo lo concerniente al pago de los diezmos? ¿Cómo pueden existir aun diferencias de opinión sobre tal tema? Cada vez que se hace un experimento en este sentido, es realmente sorprendente descubrir cuántos problemas existen aún sin resolver con respecto al principio y pago de los diezmos, aun en la mente de aquellos que pagan diezmos seria y honestamente. ¿Cuánto deberá pagarse? ¿Sobre qué deberá pagarse diezmos? ¿Quiénes deben pagar diezmos? ¿Está alguien realmente exento del pago de diezmos? ¿Debería pagarse el diezmo de acuerdo con una escala graduada en lugar de hacerlo en base a un porcentaje fijo sobre la ganancia de uno?
Pero, nuevamente, si deseamos las bendiciones particulares que vienen como resultado del pago de los diezmos, no podemos perder siendo generosos en lugar de tratar de planear y calcular u na reducción de la cantidad que debemos. Porque en este asunto, como en todos los otros, no es tan importante definir la letra de la ley como tratar de descubrir y participar del espíritu de la ley. «Los santos de los últimos días declaran aceptar una religión práctica», escribió el Dr. Talmage en el Capítulo 24 de sus “Artículos de Fe”, una religión que debe consistir no sólo en profesar cosas espirituales y creer en las condiciones de la vida venidera, la doctrina, del pecado original y la realidad de un cielo o infierno futuros, sino también, y con más particularidad, en las obligaciones de hoy y de todos los días, en las que el debido respeto hacia uno mismo, el amor para con el prójimo y la devoción a Dios, son los principios orientadores. Religión sin moralidad, profesar santidad sin caridad, ser miembro de una Iglesia sin responsabilidad adecuada, en lo que atañe a la conducta individual en la vida diaria, son como metal que resuena y címbalo que retiñe: ruido sin música, palabras sin el espíritu de la oración. “La religión pura y sin mácula delante de Dios y Padre es ésta: Visitar los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha de este mundo. (Santiago 1:27). La sinceridad de propósito, la integridad del alma, la pureza individual, la libertad de conciencia, el deseo de hacer bien a todos los hombres, aún a los enemigos, la benevolencia pura, estas cosas son algunos de los frutos que distinguen la religión de Cristo; y sobrepujan en importancia y valor la promulgación de dogmas, y la declaración de teorías”.
En la vida del que quiere ser un santo de los últimos días progresista y devota, hay una gran necesidad de teología, de estudio técnico y analítico. Pero, en el análisis final, es su religión, su modelo de conducta diaria, el que le proporciona una entrada en el reino sempiterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
























