Viviendo según el Evangelio

Capítulo 33
LA VIDA DE FAMILIA DE
LOS SANTOS DE LOS ULTIMOS DIAS

(Conclusión)


El presidente José F. Smith explicó en qué sentido el hogar es el fundamento de todo lo bueno. En el Juvenile Instructor, tomo 51. pág, 739, hallamos lo siguiente:

“Los fundamentos mismos del reino de Dios, de la justicia, el progreso, desarrollo, vida eterna y aumento eterno en ese reino, se hallan en el hogar divinamente ordenado; y no debe ser difícil brindar al hogar la más alta estimación, si puede ser establecido sobre los principios de pureza, de cariño verdadero , de rectitud y de justicia. El hombre y su esposa que tienen completa confianza el uno en el otro, y que se resuelven a seguir las leyes de Dios durante su vida y cumplen la medida de su misión en la tierra, no pueden estar ni jamás estarán contentos sin el hogar, Su corazón, sus sentimientos, su mente, sus deseos, naturalmente se inclinarían hacia la formación de un hogar y familia y un reino propio; hacia el establecimiento del fundamento de eterno aumento, poder, gloria, exaltación y dominio por los siglos de los siglos”.

También hallamos una de sus descripciones más completas del hogar ideal en la revista Improvement Era, tomo 8, págs. 385-388: ¿Cuál, pues, es el hogar ideal, por ejemplo, el que desearía establecer para sí un joven que está principiando su propia vida? Y esta fue la respuesta que me vino: Uno en el cual toda consideración mundana es de importancia secundaria. Uno en que el padre ama a su familia que Dios le ha dado, anteponiéndolos a todas las cosas, mientras que ellos a su vez le entregan el corazón. Uno en el que hay confianza, unión, amor, devoción sagrada entre el padre y la madre, y los padres y los hijos. Uno en el que la madre halla todo gozo en sus hijos, apoyada por el padre; y todos son morales, puros, temerosos de Dios. Así como es juzgado el árbol por la fruta que da, así también nosotros juzgamos a la familia por los hijos.

En el hogar ideal los padres crían hijos amorosos y considerados, leales hasta la muerte a su padre, su madre y el hogar. En él mora el espíritu religioso, porque los padres y los hijos tienen fe en Dios, y sus acciones marchan de conformidad con esa fe. Los miembros de ese hogar se hallan libres de los vicios y contaminaciones del mundo: son de moralidad intachable, sus corazones íntegros resisten todo cohecho y tentación, son el tipo más elevado de hombres y mujeres. La paz, el orden y el contentamiento reinan en el corazón de los que allí habitan, ya sean ricos o pobres en cuanto a cosas materiales. No hay remordimientos vanos, ni expresiones de disconformidad contra el padre por parte de los hijos o hijas; nadie dice: ‘Si tuviéramos esto o aquello; o fuéramos como esta familia o esa otra; o pudiésemos hacer lo que fulano o mengano’ quejas que han causado a los padres muchos dolores de cabeza, noches de desvelos y ansiedad indecible. En su lugar hallamos la cariñosa consideración hacia el padre y la madre, con la cual los hijos y las hijas trabajan con anhelo y determinación a fin de llevar parte de la carga que ha agobiado a los padres por tantos años. En él siempre hay un beso para la madre, un cariño para el padre, considerando que ambos han sacrificado sus propias esperanzas y ambiciones, su fuerza, aun la vida misma en bien de sus hijos; hay agradecimiento como pago de todo lo que se les ha dado,

“En el hogar ideal, el alma no padece de hambre, ni se encuentran paralizados el crecimiento y desarrollo de los sentimientos más finos para ceder el paso a los placeres ordinarios y sensuales. El objeto principal no es amontonar bienes material es, que generalmente nos aleja más y más de la vida verdadera, ideal, espiritual; sino es más bien acumular tesoros para el alma, estar conscientes de haber realizado algo noble, irradiar el amor y el servicio”.

Casados los padres por esta vida y la eternidad en la Casa del Señor, se establece una base para el espíritu debido de un hogar digno de un santo de los últimos días, cuya influencia fortificante los hijos no pueden menos que sentir. Se admite tácitamente por todos los interesados, que entienden perfectamente bien que lo que hacemos aquí nos afectará benéfica o maléficamente por todas las eternidades. El presidente David O. McKay felizmente ha logrado captar y expresar este espíritu verdadero del hogar:

“Todo hogar tiene un cuerpo así como un espíritu. Se puede tener una casa hermosa, con todos los adornos que el arte moderno le puede tributar o el dinero comprar. Se pueden tener todas las cosas externas que agradan a la vista, y sin embargo no ser un hogar. No es un hogar si le falta el amor. Podrá ser una choza, una cabaña, una tienda o carpa, pero si dentro de él existe el espíritu verdadero, el amor de Cristo y amor del uno para con el otro ―los padres para con los hijos, los hijos para con los padres, el marido y su mujer el uno para con el otro― allí habrá la verdadera vida del hogar que los santos de los últimos días establecen. No importa lo que sean vuestras casas por fuera, ¿son puras por dentro? ¿Se acostumbra orar allí con regularidad cada mañana, o permitís que las cosas de este mundo os alejen de vuestros hogares y os priven de tener oraciones con vuestros hijos por la mañana? ¡Ay de aquel hogar donde la madre abandona su santa misión o descuida los deberes esenciales de su propia casa en su entusiasmo por impulsar reformas públicas! Debemos reconocer el hogar; es el manantial de la vida de nuestras condiciones sociales de la actualidad.

“Santos de los últimos días, cuan agradecido estoy porque los hogares verdaderamente ‘mormones’ son hogares puros: vosotros lo sabéis; si no son puros no son hogares de santos de los últimos días, pese a lo que el mundo crea. Conocemos la vida de los santos de los últimos días y sabemos que su influencia consiste en criar hijos e hijas puros. Mi corazón se llena de gozo porque podemos testificar al mundo que nuestros hogares son hogares santos. Si hay entre nosotros algunos que se contaminan con las cosas del mundo o se aprovechan de sus prójimos, podemos con toda verdad decir que no están obrando bajo la influencia del verdadero hogar ‘mormón’, sino bajo influencias que han conocido fuera del hogar. Padres, vosotros que sois santos de los últimos días, demos belleza a nuestros hogares. Está bien que los hagamos lo más atractivo que nos sea posible, pero vivamos en ellos, vivamos en ellos, Si las madres se sienten incompetentes para criar a sus hijos, si creen que hay condiciones externas que están contrarrestando su influencia dentro del hogar, vayan a las clases para los padres, y allí obren con sus vecinos para vencer las condiciones sociales que estén contaminando a vuestros hijos” (Inspirational Talks for Youth, por Preston Nibley, págs. 91, 92).

Una de las actitudes indispensables que deben distinguir el hogar es la reverencia; no como algo que se ha añadido o sobrepuesto, sino como algo que es fundamental para su espíritu. Esta sensación, que todos los miembros de la familia comparten, es una reverencia hacia todo lo que es santo y elevado. No debe confundirse con la santurronería, porque el espíritu religioso que domina la vida y hogar de los santos de los últimos días no es de esa clase, sino más bien exhala el ánimo y felicidad, sin los cuales no se puede concebir el evangelio del Señor. La reverencia que caracteriza a tantos hogares suele hallar expresión especial periódica en la “hora familiar”, así llamada, en la cual todos los miembros de la familia se reúnen como grupo para disfrutar de la lectura de las escrituras u otro estudio religioso y de las presentaciones musicales o literarias de algunos de ellos. En la preparación seria de la juventud, la observancia regular de esta “hora familiar” es un complemento impresionante, agradable y de mucho valor. El espíritu de la familia mejora notable y grandemente por medio de esta “hora familiar”.

Las visitas regulares de los “maestros visitantes” ayudan materialmente a mantener el espíritu debido del hogar de los santos de los últimos días. En igual manera producen ion buen efecto en el hogar las visitas de las maestras de la Sociedad de Socorro. Debe haber en todo hogar las publicaciones de la Iglesia, entre los miembros de habla española la revista Liahona, pues en toda casa en que se estima el evangelio, esta revista y otras producen mucho bien.

La bendición de los alimentos es una práctica cristiana muy común que se observa en todos los hogares “mormones. Entre los santos de los últimos días, cualquiera de los miembros de la familia puede ser llamado para pedir la bendición de los alimentos, Para los que son llamados a hacer la oración, esta práctica de orar por todo el grupo en voz alta es de valor inestimable.

La misma cosa se puede decir de lo que es llamada la “oración familiar”, observancia religiosa que ciertamente no es una práctica común entre el mundo cristiano en general, pero que es uno de los rasgos sobresalientes de la vida de familia bien ordenada de los santos de los últimos días. En muchos de estos hogares, las familias se reúnen en la mañana y en la tarde, se ponen de rodillas y toman parte en la oración que pronuncia el jefe de la familia o cualquiera de los que él designe. Los beneficios que vienen al hogar en donde este rito se observa con regularidad, son inestimables. Más que cualquiera otra práctica, ayudará a los miembros de la familia a sentir la reverencia y devoción apropiadas, y también hacerlas sentir que verdaderamente se están allegando a Dios más y más todos los días.

Psicológicamente, la oración familiar da a los padres mayor facilidad para dirigir a sus hijos, y engendra un espíritu y unidad de familia que es de valor incalculable. “Estoy convencido ―dijo el presidente Heber J. Grant― de que una de las cosas más grandes y mejores para conservar a un hombre fiel al evangelio del Señor Jesucristo, es suplicar a Dios secretamente, en el nombre de Jesucristo, que se le conceda la orientación de su Santo Espíritu. Estoy convencido de que una de las cosas de mayor valía qué pueden entrar en el hogar y causar que los hijos de esa familia crezcan amando a Dios y el evangelio de Jesucristo, es hacer oración con toda la familia. No tiene el padre la única prerrogativa de orar, sino también la madre y los hijos, a fin de que participen del espíritu de la oración y estén en armonía, en comunicación con el Espíritu del Señor. Creo que son muy pocos los que se desvían, muy pocos que pierden la fe después de conocer el evangelio, si nunca descuidan sus oraciones con la familia y sus súplicas secretas a Dios”.

Todas las familias que han descuidado este asunto de la oración familiar no pueden dar otro paso más rápido y seguro hacia la intensificación de la espiritualidad en el hogar en estos tiempos de caos e incertidumbre, que ver de qué de hoy en adelante se observen con regularidad las oraciones de familia en el hogar.

“Y además, si hubiere en Sion o en cualquiera de sus estacas organizadas, padres que tuvieren hijos y no les enseñaren a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo de Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos, cuando éstos tuvieren ocho años de edad, el pecado recaerá sobre la cabeza de los padres.

“Porque ésta será una ley para los habitantes de Sion. . . Y también han de enseñar a sus hijos a orar y a andar rectamente delante del Señor” (D. y C. 68:25, 26, 28).

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