Un Apóstol habla a Juan y María del Matrimonio.

Un Apóstol habla a
Juan y María del Matrimonio.

Spencer W. Kimball

Por Spencer W. Kimball
Liahona Junio 1949


Al otro lado de mi escritorio se sienta una pareja joven y agradable. Han venido a pedirme que verificase para ellos la ceremonia matrimonial, mañana en el templo del Señor. Él es alto, joven, con ojos oscuros y penetrantes, cabello quebrado y una sonrisa cautivadora. La señorita es pequeña, viva y bonita, su cabello rubio haciendo juego con su bello rostro, y viendo con frecuencia y con adoración a su guapo compañero. Aquí se encuentra el amor de la juventud en su apogeo y dulzura. Y cuando se encuentran cómodamente sentados el uno junto al otro de tal manera que las manos de ambos de vez en cuando se tocan, yo les digo:

— ¡Así es que se van a casar, Juan y María! ¡Y mañana será el gran día! ¡Cuánto gozo tengo para vosotros al acercarse esta hora sacra! Os felicito y os deseo eternidades de felicidad. Esto queréis, esto podréis tener si hicieseis las cosas de las cuales os diré este día.

—Sin embargo, la felicidad es una cosa fugaz. Es un poco como el jarro de oro al fin del arco iris. Si vosotros os dedicáis para encontrarla, con trabajo la encontraréis. Pero si cuidadosamente seguís las instrucciones, no necesitaréis perseguirla. Os alcanzará y permanecerá con vosotros.

—La felicidad es una extraña comodidad. No se puede comprar con dinero; sin embargo, tiene un precio. No depende de casas, ni terrenos, ni rebaños, ni diplomas, ni posición, ni comodidades, porque muchas de las personas más infelices del mundo tienen todas estas cosas. El millonario tiene comodidades y lujos pero no tiene felicidad a menos que haya pagado el mismo precio que vosotros también podéis pagar. Frecuentemente los ricos son los más infelices.

—Si vosotros pensáis que el ocio, comodidad y dinero son necesarios para vuestra felicidad, preguntad a vuestros padres u otros quienes están en el otoño de la vida. Generalmente os dirán que sus días de más gozo no fueron cuando ya se habían retirado del trabajo con una gran mansión, dos coches en el garaje y dinero suficiente para hacer un viaje alrededor del mundo; pero sus días gozosos fueron aquellos cuando ellos también planearon y buscaron la manera por la cual pudiesen obtener lo esencial, cuando estaban rodeados con sus niños y completamente entregados a la vida familiar y trabajo de la Iglesia.

—Así es que vosotros podéis vivir en una sola pieza o en un choza o casa humilde y ser felices. Podéis pasear en camión o ir a pie en vez de pasear en un coche lujoso y aún ser felices. Podéis usar vuestra ropa más de un año y aun ser felices.

—Preguntáis ¿qué es el precio de la felicidad? Os sorprenderá por la sencillez de la respuesta. La tesorería del gozo está sin candado y permanece abierta para aquellos que usen las siguientes dos llaves: la primera, tendréis que vivir el evangelio de Jesucristo en su pureza y sencillez, no un cumplimiento des animado, pero siempre trabajando duro. Y esto quiere decir una consagración completamente dedicada al gran programa de salvación y exaltación de una manera pura. La segunda, tendréis que amar a vuestro compañero más que a vos misma Si hacéis estas cosas, la felicidad será vuestra en una grande e inagotable abundancia.

— Ahora, el vivir el evangelio no es una cosa solo escrita, sino del espíritu, y vuestras actitudes hacia ello son de mucha más importancia que la mecánica de ello; pero una combinación de hacer y sentir traerá adelanto y desarrollo espiritual, mental y temporal.

—María y Juan, os felicito por vuestra visión y fe y vuestra disposición en olvidar el laberinto de una boda mundanal por una sencilla pero bella; el evitar el encanto de una boda espectacular por una quieta y humilde; el pasar por alto la farsa y pompa casi siempre asociada con la apariencia de una boda de la pantalla, por una eterna y dulce ceremonia que será  modesta o sencilla y sagrada como vuestro nacimiento, bendición, bautismo, administración en enfermedad, o aún muerte.

—María, tu gente es próspera, y creo que podías haber tenido todo lo que el mundo pudiese dar para una boda encantadora, con velas y flores, damas y pompa. Pero escogiste la manera sencilla y sagrada, la manera del Señor. ¡Te felicito! —Podíais haber sido casados en un “tío vivo” como una pareja recientemente, se encontraron, cambiando convenios, montados en caballos pintados y de madera, por el cual iban a recibir todos los gastos, incluyendo ropa vaquera y un viaje de boda. Vosotros, María y Juan, no estabais dispuestos a comercializar por vía de esta ordenanza sagrada y vender vuestra primogenitura por un montón de potaje. También podíais haber sido una de dos mil parejas que cada día escriben a una compañía radiodifusora pidiendo que durante cierto programa sean casados, y si hubieseis sido escogidos, podíais haber recibido regalos lujosos y un viaje de luna de miel completamente libre de todos los gastos, incluyendo tales cosas como radios, muebles y coches nuevos. Pero sois como muchas otras parejas fieles de los Santos de los Últimos Días, quienes prefieren ser casados en la Casa del Señor. Y os encomiendo:

—Podéis desear una recepción en seguida de la boda. Ofrece una oportunidad agradable para que los parientes y amigos puedan traer regalos y desearles bien, pero aquí de nuevo viene la tentación de irse al extremo en seguir al mundo en pompa vistosa. Hay peligro que la manifestación ostentosa pueda destruir y sombrear la boda sencilla. Con buen juicio y pensamiento despejado, yo sé que graciosamente festejareis a vuestros huéspedes en una recepción sana, amigable y digna, sin los excesos que a menudo se ven.

—Ahora, María, ya comprenderás que Juan no te podrá soportar como tu padre, quien ha estado acumulando por un cuarto de siglo, Juan apenas principia.

—Y además, con tu actitud sana hacia la vida familiar, yo sé que desearas dedicar tu vida a tu hogar y familia, así que cuando renuncies de tu trabajo y jamás tengas aquel sueldo para gastar en tí misma, significará muchos ajustes para tí; pero tú has considerado todas estas cosas y estás dispuesta. Ves, el Señor nunca intentó que las mujeres casadas compitieran con los hombres en empleo. Ellas tienen un servicio mucho más grande e importante que rendir, así es que renuncia de tu empleo y dedícate para ser la reina del pequeño hogar nuevo que tu procederás a transformar en un cielo para Juan, este hombre a quien adoras. Juan trabajará duro y se esforzará hasta donde pueda para proveerte con comodidades y aún lujos más tarde, pero esta es la manera perfecta, “principiar de la nada” juntos.

— Y tú tienes mucho qué hacer durante estos meses de espera. Tal vez tú, como muchas de las demás señoritas de la nación, te has preparado para una carrera que no seguirás. Un rector de un colegio dijo que como el noventa y dos por ciento de las señoritas de su colegio estudiaron latín, matemáticas y comercio, y cuando se casaron vieron que no solamente el uso de su entrenamiento especial fue limitado, pero que también habían olvidado entrenarse para la gran carrera que ahora iban a dedicar sus vidas. María, tú ya estás para ser una señora de carrera en la carrera más grande sobre la tierra: la de ser ama de casa, esposa y madre. Por lo tanto, si has faltado en prepararte para la maternidad y el cuidado de tu casa cuando podías, puedes reponerlo un poco si te dedicas a esas materias ahora. Durante tu tiempo desocupado ya puedes estudiar psicología y disciplina de niños, los rudimentos de la enfermería, el arte de enseñar, particularmente en cómo contar cuentos y enseñar a los niños; y ahora querrás obtener toda la teoría tanto como la práctica en la cocina, costura, formar el presupuesto de los gastos de la casa y compras. El sueldo limitado de Juan llegará lejos si puedes aprender a comprar eficazmente y cocinar expertamente para que nunca haya desperdicio. Y su pequeña compensación puede llegar lejos si puedes aprender a hacer tu propia ropa y la de los niños y utilizar pedazos y aprovechar en las gangas. Y si aprendes los rudimentos de la enfermería podrás ahorrar mucho en gastos de doctor y hospital al reconocer síntomas y atendiendo aflicciones de menos gravedad, y también puedes tener la satisfacción aún de salvar las vidas de tu propia preciosa familia al poder desempeñar la enfermería práctica. Así es que tus propias economías en gran manera podrán reponer la pérdida de tu propio sueldo. De todas maneras no querrás trabajar por otro lado, porque de las señoras se espera que busquen la vida nada más en casos de emergencia, y ya sabrás que muchos son los hogares rotos que resultan cuando las señoras dejan sus lugares en el hogar. Si ambos, esposo y esposa, trabajan afuera de la casa y llegan cansados, puedes ver que es cosa fácil que se levanten el desagrado y desacuerdo. Por lo tanto, permanecerás en casa, haciéndola atractiva y celestial, y cuando Juan llegue cansado, tu estarás fresca y agradable, la casa estará en orden, la comida será deliciosa y la vida tendrá un significado verídico.

—Ahora, Juan y María, vendrá una tentación para ir a vivir con los padres del uno u otro, debido a la escasos de casas. No cometáis este error terrible. Mañana los dos constituiréis una familia nueva. Muchos hogares han resultado rotos por causa de parientes con buenos pensamientos. Numerosos divorcios se atribuyen a la interposición de los padres quienes pensaron que nada más estaban protegiendo a sus queridos hijos. Vivid en vuestra propia casa aunque sea nada más una humilde casucha o tienda de campaña. Vivid vuestra propia vida. María, es menester que no vayáis con tus padres en visitas largas ele varias semanas o meses.

—Y tú, Juan, por supuesto harás lo mejor posible para proveer el hogar y la vida. Pero no recibirás dos o tres empleos para darle a María lujos, porque María ya ha hecho los ajustes mentales y está dispuesta para seguir adelante con lo que tu razonablemente puedes producir. Y obtendrás empleo que sea compatible a buena vida familiar. Juan, no aceptarás un trabajo viajante que te quitará de tu hogar, solo en casos ele emergencia. Ambos, tú y María preferiréis tener menos sueldo y que puedas estar en tu casa en vez de tener más lujos y tener un trabajo que te quite de tu hogar. Y si tu trabajo te obliga a mudar permanentemente a otra localidad, tu esposa irá contigo, aunque signifique estar fuera de la familia y amigos y aún en lugares menos deseables y con menos oportunidades. Seréis casados por esa razón, que siempre podáis estar juntos.

Vuestro amor tendrá que ser nutrido, como una flor. Vendrán un gran amor e interdependencia entre ambos, porque vuestro amor es un amor divino. Es sagaz, inclusivo de todo, profundamente comprensivo. No es como esa asociación mundana que se mal ― llama amor, pero que bien a bien es pura atracción física. Cuando el matrimonio se basa nada más en esto, los individuos muy pronto se cansan el uno del otro. Viene la rotura y el divorcio, y una atracción física más nueva y fresca viene con otro matrimonio, el cual a la vez permanecerá hasta que igualmente enrancie. El amor del cual habla el Señor no es nada más una atracción física, sino también fe, confianza, comprensión, y consorcio. Es devoción y compañerismo, paternidad, ideales y normas comunes. Significa limpieza de vida y sacrificio y nada de egoísmo. Esta clase de amor nunca se cansa ni se mengua. Sigue viviendo través de enfermedades y tristezas, a través de prosperidad o pobreza, y través de acontecimientos o desilusiones, través de tiempo y eternidad. Juan y María, yo siento que este es el amor que estáis trayendo el uno al otro, pero aún este amor más rico y abundante se agotará y morirá si no se le da alimento, así es que tendréis que vivir y tratar el uno al otro de tal manera que vuestro amor crezca. Ahora es un amor demostrativo, pero en los mañanas de diez, treinta, cincuenta años será un amor mucho más grande e intensificado, hecho más quieto y digno con los años de sacrificio, sufrimientos, gozos, y consagración mutua, a vuestra familia, y al reino de Dios.

Para que vuestro amor madure tan gloriosamente, tendrá que haber un aumento de confianza y comprensión, una menuda y sincera expresión de aprecio mutuo. Tendréis que olvidaros del yo y obtener una preocupación constante del otro. Tendrá que haber un enfoca miento de intereses, esperanzas, y objetivos hacia una sola vía.

Ahora, muchas personas jóvenes piensan posponer su vida espiritual, actividad religiosa, y el tener familia hasta que hayan recibido su bachillerato doctorado o se establezcan financieramente; pero para cuando están preparados, según sus propias normas ambiciosas, ya han perdido mucha de la inclinación, poderes y tiempo.

Juan, tú eres la cabeza de la familia. Tú tienes el sacerdocio. Dale a esta familia pequeña dirección recta. Mañana al fin de vuestro primer día perfecto de matrimonio, ambos deberéis hincaros al lado de vuestra cama antes de acostaros para celebrar vuestra primera oración familiar y darle gracias al Señor por el amor que os ha unido el uno hacia el otro, por todas vuestras ricas bendiciones, y pedirle que os asista en permanecer fieles a vuestros convenios y guardaros limpios, dignos, y activos. Nunca dejes pasar un día sin vuestras devociones matutinas y vespertinas. Ahora es el tiempo de planear la ruta de vuestras vidas. Determinaréis en asistir a vuestros cultos de sacerdocio y sacramento cada día sábado, fielmente pagar vuestros diezmos, sostener hasta en el último hecho a las autoridades y soportar el programa de la Iglesia, visitar el templo a menudo, rendir servicio en las organizaciones, y en guardar vuestros pensamientos limpios, vuestras acciones constructivas, y vuestras actitudes sanas.

Mañana cuando repita las frases que os ligará por toda eternidad, os diré las mismas palabras impresionantes que dijo el Señor a aquel joven guapo y su novia bella en el Jardín del Edén: “Fructificad y multiplicad y henchid la tierra”. El Señor no desperdicia palabras. Dio a entender lo que dijo. No vinisteis nada más para “comer, beber y divertiros.” Vinisteis conociendo bien vuestras responsabilidades. Vinisteis para obtener para sí mismos un cuerpo mortal que puede ser perfeccionado e inmortalizado, y entendisteis que habíais de actuar en sociedad con Dios para proveer cuerpos para otros espíritus igualmente ansiosos de venir a la tierra para propósitos rectos. Así es que no pospondréis la paternidad y maternidad. Habrá racionalistas que citarán numerosas razones para posponer este privilegio. Por supuesto, será más difícil obtener vuestros títulos del colegio a principios financieros con una familia, pero fuerza como la que vosotros tenéis no será derrumbada al frente de obstáculos dificultosos. Tendréis vuestra familia tal como el Señor lo intentó. Por supuesto es caro, pero encontraréis la manera, y además, son aquellos hijos quienes crecen enfrentados con responsabilidades y dificultades quienes con frecuencia llegan a manejar al mundo y su trabajo. Tampoco limitaréis vuestra familia como lo suele hacer el mundo. Ahora pienso el por donde me hubiese encontrado si mis padres hubiesen decidido arbitrariamente que uno o dos hijos bastarían, o que tres o cuatro serían todos los que pudiesen soportar, o aún hasta cinco sería el límite ; porque yo fui el sexto de once hijos. No vayáis a pensar que amaréis menos a los últimos ni que tendréis menos cosas materiales que darles. Tal vez como Jacob, amaréis el onceavo, más. Jóvenes, tendréis vuestra familia, amarla, os sacrificaréis por ellos, enseñándoles la rectitud, y seréis bendecidos y gozosos todos los días de vuestras eternas vidas.

Ahora, María y Juan, hay un elemento indispensable en esta felicidad que vosotros deseáis. Tendrá que haber fidelidad y confianza. Juan, tú has tenido una oportunidad legítima y propia en estos últimos años para buscar por todo el mundo una esposa, de citar numerosas señoritas, y de comparar y contrastarlas a una con las otras, considerando sus virtudes y atracciones, y por fin, de todas ellas, has escogido a María como la más bonita, con la cual deseas ser asociado para siempre, aquella quien alcanza a tal altura de perfección en tus ojos que es digna de ser no nada más tu idónea sino también la madre de tu posteridad. Has erigido un pedestal para María, y al ponerla sobre él, nunca permitirás a cualquiera otra compartir el lugar con ella. Ella es tu reina, tu contraparte, tu amor a través de las eternidades. Y tú María, has tenido el mismo privilegio de comparar todos los jóvenes que vinieron a verte, y tú has escogido a Juan como el mejor ejemplar de virilidad joven, y el compañero más deseable para ser tu esposo y el padre de tus hijos, y ahora habiendo hecho tu elección, esto será la conclusión de tu búsqueda. Tú has erigido un pedestal sobre el cual has puesto a Juan, y ningún otro jamás puede compartir el lugar con él. Nunca jamás llegarás a ver a otro hombre como has visto a Juan, porque ahora él es tu compañero, novio y esposo por las eternidades.

De hoy en adelante vuestros ojos jamás vagarán; vuestros pensamientos jamás se extraviarán; en un sentido muy literal os guardaréis el uno para el otro, tanto en mente como en cuerpo y espíritu. Recordaréis que el Señor Jesucristo dijo:

Oísteis que fue dicho: No adulterarás:

“Más yo os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”.

También se puede poner en paráfrasis y decir “. . . aquella que mira a un hombre para codiciarlo, ya adulteró con él en su corazón.” Y también os quiero decir que el coquetear entre personas casadas, aunque ellos lo crean inocente y limitado, es un pecado peligroso y es el camino que con el tiempo os puede llevar al fracaso. Según los reportes el noventa por ciento de todos los divorcios tienen su origen en la infidelidad de uno o ambos esposos, así es que podéis ver la importancia que existe para oír ésta advertencia y evitar estrictamente aun la aparición o proximidad hacia el mal.

Juan y María, siendo humanos, algún día podéis tener diferencia de opinión que hasta pueda dar por resultado contenciones pequeñas. Ninguno de vosotros será tan infiel si otro para ir con vuestros padres o amigos a discutir con ellos vuestras diferencias pequeñas. Esto sería deslealtad estúpida. Vuestra vida íntima es vuestra propia y no debe ser compartida con, ni confiada en otros. No iréis con vuestra gente en busca de simpatía pero batiréis vuestras dificultades hasta que todo camine bien otra vez.

Supongamos que se ha infligido una injuria; palabras mal sonantes se han dicho; los corazones se han roto; y cada uno siente que el otro es el de la culpa. Nada se hace para subsanar la herida. Las horas pasan. Hay palpitación de corazones través de la noche, un día de malhumor e infidelidad y más mal entendimientos. Injuria se hecha sobre injuria hasta que se emplea el abogado, se rompe el hogar, y las vidas de los padres e hijos son arruinadas.

Pero hay un bálsamo curador, el cual, si se aplica temprano, en unos cuantos minutos os regresará a pensamientos sanos; sepan que con tanto qué perder —vuestro amor, vosotros mismos, vuestra familia, vuestros ideales, vuestra exaltación, vuestras eternidades— no os conviene arriesgaros. Tendréis que tragaros vuestro orgullo y con valor, tú Juan dirás: “María, preciosa, lo siento. No intenté lastimarte. Perdóname, por favor”. Y tú María, responderás: “Juan, mi vida, fui yo la de la culpa más que tú.

Favor de perdonarme.” Y os abrazaréis mutuamente, y la vida de nuevo se pone al nivel. Y cuando os acostéis esa noche, todo se ha olvidado y ya no existe esa grieta entre los dos al tener vuestra oración familiar. Esta vez podréis darle gracias al Señor por el valor y fuerza que os ayudó en lograr para evitar la calamidad que os amenazaba. Y así con esta fortaleza y determinación, podréis ver que los mal entendimientos se reducirán en número; y mientras antes habían ocurrido en intervalos de semanas, los intervalos llegarán a ser meses y años, y por fin aprenderéis a enlazar vuestras vidas completamente, para siempre excluyendo la trivialidad que es tan desastrosa.

Ahora, mañana será el día grande y glorioso. Os encontraré en el templo, en el bello cuarto decorado en blanco, simbolizando la pureza. Las paredes del templo encerrarán todos los sonidos del mundo de abajo. Aquí en dulce compostura se celebrará la ceremonia que a ambos os unirá por toda la eternidad. Vuestras familias y amigos más íntimos estarán ahí y con vosotros se levantarán a alturas espirituales en este cielo sobre la tierra.

Y cuando la ceremonia se haya terminado, vosotros dos saldréis de esos sagrados recintos, vuestros pensamientos puestos en un alto nivel espiritual un “poco más bajo que los ángeles.” Mano a mano, con vuestros ojos a la luz, saldréis a conquistar y edificar y amar y exaltaros a sí mismos y a vuestra familia.

Adiós, hasta mañana, Juan y María, y que Dios siempre os bendiga.

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