La Gran Obra Misionera de la Iglesia

Conferencia General Octubre 1949

La Gran Obra
Misionera de la Iglesia

David O. McKay

Discurso del Presidente David O. McKay.
Segundo consejero en la Primera Presidencia.


Siempre constituye para mi una obra trabajosa dirigir la palabra a un auditorio, y particularmente una congregación en este histórico Tabernáculo.

Desde hace algunos años he abrigado la esperanza de que algún día se me quitaría este sentimiento, pero todavía tengo que pensar, estudiar y orar de antemano; tiemblo al ponerme delante de vosotros sintiéndome incapaz de comunicaros un mensaje oportuno en la manera en que debería hacerse ; y a la conclusión, la autocrítica por no haber cumplido debidamente el cometido. Me supongo que todos vosotros habéis tenido estos mismos sentimientos; de manera que pido vuestra simpatía, vuestra ayuda esta mañana. Particularmente ruego por la orientación del Espíritu Santo.

Dijo el Salvador a sus apóstoles: “Por tanto, id y doctrinad a todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado : y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. . . (Mateo 28:18-20).

Casi cada uno de los miembros de la Iglesia entiende que hay dos grandes divisiones eclesiásticas en la Iglesia de Jesucristo : una que se compone de las estacas y barrios organizados; la otra, de la obra misionera.

Sobre esta segunda división deseo hablar esta mañana.

Me parece que muchos de nosotros no comprendemos el valor y potentes posibilidades de esta gran rama de las actividades de la Iglesia.

  1. Como ejemplo de servicio voluntario en la causa del Maestro, nada lo sobrepuja.
  2. Como aliciente a vidas puras entre la juventud, como factor valioso a la formación del carácter, su influencia no se puede medir.
  3. Su fuerza educativa e influencia benéfica en nuestras comunidades claramente se manifiesta.
  4. En cuanto a un acercamiento mayor entre naciones y el establecimiento de una amistad internacional, es un factor de no poca importancia.
  5. El propósito del Omnipotente es dar servicio al individuo, no convertirlo en una simple rueda de la maquinaria del Estado. “Recordad —dice él— que el valor de las almas es grande en la vista de Dios. Y si fuere que trabajareis todos vuestros días proclamando el arrepentimiento a este pueblo, y me trajereis, aun cuando fuere una sola alma, ¡ cuan grande no será vuestro gozo con ella en el reino de mi Padre !Y ahora, si vuestro gozo será grande con un alma que me hayáis traído al reino de mi Padre, ¡cuan grande será vuestro gozo si me trajereis muchas almas!” (D. y C. 18:10, 15-16).

El servicio misionero obra con mucha armonía en la consumación de este plan eterno.

Puede uno darse cuenta de su importancia y significado, su magnitud, cuando os digo que el número total de misioneros que han sido llamados por la Primera Presidencia hasta el martes próximo pasado ha llegado a 5.001. El martes próximo, durante la junta regular, indudablemente se presentarán 50 o 60 más que vosotros los obispos v presidencias de las estacas habéis recomendado.

Además de éstos, hay aproximadamente, no pude informarme exactamente cuántos, unos 1200 o 1500 misioneros más que los presidentes de las misiones han nombrado, y un número regular de ellos está dedicando todo su tiempo a la predicación del evangelio en las misiones mientras que los demás están trabajando parte del tiempo. De manera que hay un total aproximado de 6,500 misioneros en el mundo actualmente. En este número no se cuentan los 2,900 misioneros que trabajan en las estacas de Sión. Con éstos asciende aproximadamente a 10,000.

En términos monetarios, aplicándolo únicamente a los 5,000 misioneros que la Primera Presidencia ha nombrado oficialmente, esto significa que los misioneros y sus padres en los barrios y estacas están gastando en la actualidad, en efectivo, $275.000 cada mes o $3,300.000 por año.

Sus gastos ascienden a un promedio de $55.00 por mes, incluyendo el costo del pasaje de sus hogares a sus respectivos campos. Los últimos informes que tengo dan una cantidad de poco menos de $55.00.

Las palabras que cité hace unos momentos, »id por todo el mundo”, es realmente la instrucción dada por el Cristo resucitado a sus apóstoles. Les dice en efecto:

Considerad incompleta esta obra hasta que todas las naciones hayan aceptado el evangelio y se hayan convertido en mis discípulos.

Hay que ver que no se dio este mandamiento sin discriminación a todos los hombres; porque aun a los Doce, a quienes dio esta comisión, más tarde hizo un llamamiento formal y les dio una bendición diciendo:

“Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y como hubo dicho esto, sopló, y díjoles: Tomad el Espíritu Santo”. (Juan 20:21-22).

Con la misma comisión directa del Señor resucitado, cuando junto con el Padre apareció en persona a principios del siglo XIX, la Iglesia de los Santos de los Últimos Días está proclamando el evangelio “a toda nación y tribu y lengua y pueblo” tan rápidamente como los medios y el personal se lo permite.

Aunque la Iglesia es joven en cuanto a años y comparativamente pequeña en cuanto a números, existen hoy, contando la gran misión sobre la manzana del Templo, 46 misiones organizadas en Europa, los Estados Unidos, Canadá, México, Sur América, las Islas del Pacífico, Japón y China.

En estas misiones hay 1470 ramas; si incluímos las Escuelas Dominicales independientes, sube el número a . . 1780. Esto sin contar los barrios y, las ramas en estacas organizadas.

Los 46 hombres que presiden estas misiones generalmente vienen de entre los miembros “de fila”, por decirlo así, de la Iglesia. Son comerciantes, contratistas, agricultores, profesores en los colegios, abogados, médicos, cirujanos, dentistas, y de otras profesiones. Cuando a cualquiera de ellos le llega su llamamiento, no importa cuáles sean sus responsabilidades o circunstancias, rara vez ofrece una excusa, sino al contrario, como Samuel en la antigüedad, responde: “Habla, que tu siervo oye”, aunque dicha aceptación represente un sacrificio económico y a veces la pérdida de alguna posición política.

Los misioneros son generalmente jóvenes de 20 a 30 años, y aquí y allí un hombre o una mujer de más años y experiencia.

Conviene decir aquí que la responsabilidad directa de predicar el evangelio descansa sobre el sacerdocio de la Iglesia, no sobre las mujeres, aunque la eficiencia de éstas en las reuniones que se celebran en casa, en las Primarias y Escuela Dominal y otras fases de trabajo misionero es de la mayor calidad, y su voluntad, aun ansiedad, de trabajar no la sobrepuja la de los jóvenes.

¿Quiénes son estos jóvenes a quienes se escoge para representar la Iglesia? Igual que los presidentes de las misiones, ellos también son los miembros “de fila”. Son agricultores, artesanos, trabajadores en las fábricas, dependientes, oficinistas y de odas profesiones. Algunos que son casados dejan a sus esposas e hijos, quienes ayudan a sostenerlos en su obra. Todos esperan el tiempo, cuando hayan terminado, en que volverán para buscar un compañero amante y cariñoso y fundar hogares felices.

Como ya se ha dicho, en la mayoría de los casos cada uno de ellos paga sus propios gastos, por supuesto, con la ayuda de sus padres. El cristianismo verdadero es el amor en acción. No hay mejor manera de manifestar el amor hacia Dios que indicar un amor abnegado a sus semejantes. Este es el espíritu de la obra misionera. Estos hombres salen con el espíritu de amor sin buscar nada de la nación a la cual fueren enviados. Ninguna aclamación personal. Ningún beneficio monetario. Hace dos o tres años muchos de estos misioneros acababan de salir del ejército. No pocos habían ahorrado de lo que el gobierno les pagaba lo suficiente para costear sus gastos en el campo misionero, si algún día eran llamados.

Relacionado con esto, podemos ver la benéfica influencia del sistema misionero en la juventud. Todo diácono, maestro y presbítero, todo eider de la Iglesia entiende que para poder ser digno de representar la Iglesia de Cristo, debe ser templado en sus hábitos y moralmente limpio. Se le enseña que no hay más que una sola norma de castidad, que todo joven, así como toda señorita, debe conservarse limpio de la impureza sexual.

Una ocasión leí una de las cartas más impresionantes que en mi opinión jamás ha escrito una madre a su hijo. No contenía sino tres palabras, aparte de la firma. Estas palabras eran: “Andrés, consérvate limpio”. Y acababa diciendo: “Con cariño, tu madre”. Por consiguiente, los jóvenes del ejército que abrigaban la esperanza de servir como misioneros, y ahorraban su dinero para ese propósito, se guiaban por ideales más elevados que los de sus compañeros, quienes pródigamente gastaban su dinero en cantinas, salones de juego y casas de prostitución.

En más de un caso los jóvenes enviaban su dinero a casa para que sus padres lo depositaran en el banco a fin de que después de la guerra les sirviera para pagar sus gastos misioneros. Y sabemos de dos o tres que así lo hicieron, cada uno de los cuales también decía en sustancia : “En caso de que no se me conceda volver a verlos, usen el dinero para pagar los gastos de algún joven que salga como misionero”.

Se dice a estos jóvenes que ellos van a salir como representantes de la Iglesia, y que como representante de cualquier organización, sea económica o sea religiosa, debe poseer cuando menos una virtud sobresaliente, y esa es que se le tenga confianza. Tuvo razón aquel que dijo: “El que se confíe en uno es mayor encomio que ser amado”. ¿Y a quién representan nuestros misioneros? En primer lugar, representan a sus padres: llevan sobre sí la responsabilidad de guardar sin mancha su buen nombre. En segundo, representan la Iglesia, particularmente el barrio o rama en que viven. Y en tercero, representan al Señor Jesucristo, cuyos siervos ellos son.

Estos embajadores, porque es precisamente lo que son, representan estos tres grupos, y en esa representación llevan una de las mayores responsabilidades de sus vidas.

¿Qué es el mensaje sobresaliente que tienen para los países cristianos así como los no cristianos ? Ciertamente debe ser algo notable para justificar su presencia en todas partes del mundo.

Primero: (Y lo hemos oído repetirse varias veces en esta conferencia). Su mensaje es que Jesucristo es el Hijo de Dios, el Redentor y Salvador de la raza humana. Para estos misioneros Jesús no representa un “personaje legendario de la historia” — parafraseando una pregunta que hizo Hall Caine al mundo cristiano — “no es solamente un santo que se ha de pintar en los cristales de las ventanas de la Iglesia como una especie de hada sagrada a quien no se puede acudir y apenas se puede llamar por nombre. Pero todavía es lo que fué en la carne, una realidad, un hombre de pasiones semejantes a las nuestras, un guía, un consejero, un consolador, una gran voz que nos anima a vivir noblemente, a morir valientemente y a conservar nuestro valor hasta el fin”.

Estos misioneros declaran, como Pedro en la antigüedad : “No hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. (Hechos 4:2).

El segundo mensaje sobresaliente es éste : Todo misionero debe entender claramente y declararlo en palabras que no puedan malentenderse — la relación de esta Iglesia respecto de otras organizaciones religiosas: que ni es una consecuencia, ni una división de cualquiera de ellas. Es cierto que generalmente se clasifica la Iglesia entre los protestantes; pero el protestantismo empezó con los grandes reformadores, Martín Lutero, Felipe Melanchton, Ulrico Zwinglio, Juan Knox y otros. Estos grandes reformadores denunciaron las corruptas prácticas de la Iglesia Romana, particularmente la venta de indulgencias, mediante las cuales los delincuentes podían satisfacer la justicia contribuyendo dinero, una práctica que, bajo este pretexto y aquel se continuó hasta que se convirtió en una entrada regular de los ingresos papales, cada vez mayores. Llegó a extenderse aun a las almas en el purgatorio.

Los grandes hombres que he nombrado se rebelaron contra esta práctica y otras, y organizaron iglesias como protesta.

Así pues, cuando la Segunda Dieta de Espira de 1529 resolvió no sancionar “otras inovaciones religiosas en los estados luteranos, mientras prohibía la profesión de las formas anabautista y zwinglista de la fe reformada, la minoría luterana protestó, y dicha protesta fué firmada por catorce ciudades así como por el elector de Sajonia, el langrave de Hesse y otras cuatro provincias. Y de allí nació el nombre protestante como designación de los partidos evangélicos.

El protestantismo, bajo muchos nombres diferentes, se extendió por Europa y más tarde entre las colonias americanas; y la libertad de adorar como uno sinceramente quisiera más y más llegó a ser el derecho del individuo. Pero en los corazones de muchos verdaderos creyentes en Jesús de Nazaret existía un sentimiento de que la autoridad para representarlo había sido quitada de la tierra y que no podría haber escape de esta apostasía hasta que Cristo enviara nuevos apóstoles para empezar de nuevo la Iglesia.

Esto es en sustancia lo que el Señor declaró a José Smith cuando éste a la edad de quince años preguntó cuál de todas las sectas era la verdadera y a cuál debería de unirse. Se le dijo a José que no se uniera a ninguna, porque, como se ha repetido antes, “con los labios me honran, mas su corazón lejos está de mí; enseñan como doctrinas mandamientos de hombres, teniendo apariencia de piedad mas negando la eficacia de ella”. (José Smith cap. 2:19).

Unos cuantos años después, precisamente el 6 de abril de 1830, José Smith recibió, por el espíritu de profecía y revelación, instrucciones del Salvador para organizar su Iglesia una vez más aquí sobre la tierra.

Así fué como se estableció por revelación directa y autoridad divina del Eterno Padre y Jesucristo, quienes fundaron la Iglesia en el Meridiano de los Tiempos, la Iglesia de los últimos días que se ha establecido como precursor, por decirlo así, del establecimiento del reino de Dios sobre la tierra. Y según lo expresó el presidente Juan Taylor: “A menos que el Padre tuviese una Iglesia y un pueblo que se había sometido a su ley y estaba dispuesto a someterse a ella, y con una organización de estas personas recogidas de entre las naciones de la tierra bajo la dirección de un hombre inspirado de Dios, el portavoz de su pueblo, digo que con semejante organización existe ,la oportunidad para que el Señor Dios se revele. Hay oportunidad para que sea manifestada la ley de la vida; para que Dios traiga los principios del cielo a la tierra y sea hecha la voluntad de Dios en la tierra así como en el cielo”.

Formando estas dos grandes verdades el centro y alma de su mensaje, a saber, (1) la divinidad de la misión del Señor Jesucristo, el Salvador del mundo, y (2) la restauración del evangelio en esta época, los misioneros están cumpliendo lo mejor que pueden el mandamiento de predicar el evangelio a toda criatura, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a que observen todas las cosas que el Señor ha mandado.

Así pues, hermanos, ésta es una Iglesia de todo el mundo, organizada para preparar el establecimiento del reino de Dios sobre la tierra por medio del cual “el Señor Dios se revelará y habrá oportunidad para que se manifiesten las leyes de la vida”.

Estos miles de misioneros y hombres en todas partes que poseen el sacerdocio son embajadores de buena voluntad, cuyo servicio no tiene más objeto que tornar los corazones de los hombres en todo lugar del egoísmo y envidia a la tolerancia, compasión y hermandad . . .

Que el corazón de todo misionero sea inspirado por el espíritu de su Señor, cuyo siervo autorizado es, a fin de que el egoísmo y la violencia que tanto influyen hoy en el mundo sean reemplazados por el servicio leal, la verdad y hermandad, ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

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