Advertencia por la noche
Finalmente el barco comenzó a moverse. ¡Nuestra partida de Niuatoputapu ya era realidad! Todavía no podía creerlo. Me daba cuenta de que físicamente nos estábamos alejando, pero una parte de mi ser espiritual y emocional se quedaba y se quedaría allí para siempre. Permanecí junto a la baranda durante horas mirando con nostalgia a la gente y la isla, hasta que ésta se escondió tras el horizonte.
¿Volvería en alguna oportunidad? ¿Llegaría a olvidarlos? ¿Volvería a ser el mismo alguna vez? ¿Podría volver a encontrar en tal abundancia el amor y la benignidad de Dios y tanta bondad en el ser humano? Sentí que volvería a hallarlo en algún lugar, en algún momento, al menos en el reino celestial. Me alegraba de tener esa esperanza, pero sentía que estaba perdiendo algo, ya que sabía que sería difícil que se repitieran aquellas emociones en un lugar y momento cercanos. Cuando hemos experimentado dichos sentimientos de amor profundo, uno no quiere nada que sea menos que eso. Esperaba poder perseverar hasta el fin fielmente y sentir ese amor indescriptible por la eternidad.
La promesa de nuevas aventuras parecía un poco vana cuando se la comparaba con la pérdida del amor y la aceptación conocidos y de la seguridad de que a uno lo necesitan y lo quieren. La certeza de que estaba siguiendo las instrucciones de un presidente de misión inspirado, aunque nuevo, me dio la fortaleza para seguir adelante.
El día estaba hermoso y el océano tranquilo; había un tanto de oleaje y el mar estaba un poco picado, pero nada fuera de lo normal. Solo nos llevó tres días viajar directamente hasta Nuku’alofa, ya que el barco era mucho más grande que aquel en el que había llegado yo. Dormíamos en la cubierta junto con muchas otras personas, la mayoría de ellos estudiantes. Hablamos, cantamos y disfrutamos de la travesía; bebimos de los cocos y comimos las galletas, el taro y el ufi que nos habían dado los miembros. Intenté recordar el tamaño y la forma que tenían los platos y los vasos y me pregunté cómo sería volver a usar cuchillo, tenedor y cuchara, ya que sólo había comido con las manos durante los últimos doce meses.
Aunque parecía raro estar en un barco tan grande con las cubiertas abarrotadas de gente, Feki y yo nos apropiamos de un lugar en la cubierta superior para nuestras esteras, canastas y tela de tapa (la cual se usa para dar calor, como las cobijas). Todos se ayudaban mutuamente y disfrutaban de la compañía de los demás. No hubo muchas personas que se marearan, y era muy agradable charlar con buenos amigos; los días pasaron gratamente.
La última noche de la travesía nos dijeron que llegaríamos a Nuku’alofa a la mañana siguiente. Era una noche hermosa y nos balanceábamos con el movimiento suave y ondulante del barco. Me maravillaban las brillantes estrellas del cielo y me causaban admiración las nubes que jugaban a las escondidas con la luna; sentía la calma brisa del mar que me acariciaba y escuchaba el suave murmullo de las conversaciones placenteras. Me embelesaba el armonioso rasguear de guitarras y el canto melodioso de algunas de las mejores voces del mundo. Era casi embriagador. Todo esto y más se combinó para adormecerme y transportarme a un estado de asombro ante la bondad que Dios tiene para con todos nosotros. Finalmente, me quedé dormido pensando en esos hermosos sentimientos. Feki estaba cerca de mí y al día siguiente comenzaría una nueva aventura.
En seguida aprendí que nunca debemos ser demasiado autocompla- cientes. Mientras dormía, mi mano había quedado fuera de la tela de tapa que me cubría. En algún momento de la noche, sentí que algo me movía la mano ligeramente; hice un movimiento pero no le presté atención. Un momento después, sentí que algo me rozaba la mano y volví a moverme. Mientras una parte de mí me decía: «¡Relájate!», la otra insistía: Peligro! ¡despiértate! Me debatí entre ambas unos momentos y luego, repentinamente, sentí la fortaleza y la seguridad de lo que debía hacer.
Me desperté y me incorporé sobresaltado. La luna resplandecía y me permitía ver bastante bien. Miré a mi alrededor. ¿Dónde estaba Feki? ¿Dónde estaba el resto de las personas? Yo me encontraba en el mismo lugar donde me había ido a dormir junto a muchos otros; sin embargo, en ese momento sólo había cerca de mí una joven, que había puesto su estera junto a la mía. Al incorporarme y comenzar a mirar a mi alrededor, oí que algunas personas que se encontraban detrás de una gran pila de chapas se reían por lo bajo y noté que la joven estaba poniéndose de nuevo la camisa que se había quitado. ¿A dónde se habían ido los demás?
Le pregunté dónde estaba Feki y me respondió que se hallaba hablando con alguien «por allá»; luego me preguntó si no quería quedarme donde estaba. «Acuéstate y vuélvete a dormir; no te preocupes», me dijo. Para ese entonces, ya estaba completamente despierto y era bastante sencillo darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Me limité a decirle que debía estar con mi compañero. A continuación, se oyeron unos susurros, y poco después Feki regresó. Le pregunté adonde se había ido y él me dijo que varias personas le habían pedido que se acercara y les hablara más de la Iglesia; como había muchos durmiendo cerca de mí, fue con ellos. Cuando regresó, se sorprendió al ver que había tan poca gente alrededor. Le pedí que no volviera a alejarse y él estuvo de acuerdo. La joven y otros estudiantes se fueron y nosotros volvimos a dormirnos.
A la mañana siguiente, la misma joven me preguntó: «¿Koeha na‘a ke hola ai anepo?» («¿Por qué saliste corriendo anoche?»). Por supuesto, en seguida supe a qué se refería. Le respondí que yo era misionero y que los misioneros no se relacionan de esa manera con otras personas. No era tanto que estuviera enojado sino más bien que deseaba establecer los hechos; sentí gran compasión por ella y por la vasta multitud de la humanidad que han sido engañados por Satanás, ya que buscan el placer o el gozo en lugares y formas en que no pueden encontrarlo.
Pensé en las lecciones que había aprendido, especialmente que en lo que respecta a lo físico nuestra imaginación o nuestras expectativas son mucho más agradables que la realidad; por el contrario, en lo espiritual, sea lo que sea que nos imaginemos o las expectativas que tengamos, la realidad siempre es más grandiosa y profunda y más satisfactoria. Cuánto agradecimiento sentí hacia Dios por Su protección, por el Evangelio de Jesucristo y sus enseñanzas, y por Sus leyes que dan gozo eterno cuando se cumple con ellas.
Muchas veces he meditado acerca de aquella noche. Era una noche templada, hermosa y llena de sensibilidad. El movimiento ondulante del barco, sumado al largo viaje, la brisa tropical, la música hermosa y los tiernos sentimientos se combinaron para producir emociones profundas y sencillas que quizás añoren más en esas circunstancias que en otras situaciones. Estaba agradecido por la ayuda que me había dado el Señor en aquel momento y también por la impresión que me advirtió del peligro. Nunca volví a ver a aquella joven.
Más tarde durante la mañana, alguien gritó y señaló hacia el sur donde se podía divisar, aunque con dificultad, la vaga silueta de la gran isla de Tongatapu. En pocas horas comenzaría una nueva etapa de mi misión y me preguntaba cómo sería. ¿Adonde me mandarán y qué tendré que hacer? ¿Qué aspecto tendrá y cómo será el nuevo presidente de la misión? Me parecía que nada podría llegar a ser mejor que el tiempo que había pasado en Niuatoputapu, pero al mismo tiempo estaba dispuesto a ir a donde fuera que el presidente de la misión deseara enviarme y hacer lo que él quisiera que hiciese. Estaba seguro de que él recibiría inspiración, tal como había sucedido con el primer presidente. Sabía que con la ayuda de Dios, se puede cumplir cualquier asignación que se reciba; también sabía que habría pruebas y dificultades, ya que son parte de las asignaciones misionales. Pero, a pesar de eso, sabía que si las cumplía con la ayuda de Dios, fueran cuales fueran las dificultades, sentiría felicidad, gozo y profunda satisfacción.
Esperaba no olvidar nunca a Niuatoputapu. Además, esperaba estar preparado para el próximo paso.
























