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Yo Soy
Pasando Sin Ser Visto (Después de la Resurrección)
Este capítulo contiene tres ejemplos mas del milagro de pasar sin ser visto, discutido primero en el capitulo 4. Estos ejemplos ocurrieron después de la resurrección, mientras que los previos ejemplos fueron antes de la resurrección. Las previas utilizaciones de este milagro fueron para sacar a Jesús de la presión de la turba dispuestos a matarlo. Estos últimos milagros envolvían a seres amados, amigos, y discípulos. Estas personas conocían a Jesús personalmente, pero aun en cada caso ellos no pudieron reconocerlo hasta que El quiso que lo hicieran. Dos de los milagros están anotados en Juan, y el tercero en Lucas con una contra-referencia en Marcos.
Jesús enseña a los discípulos de su próxima resurrección, era difícil para ellos entender. “Después de todo lo que Cristo les había enseñado concerniente a su resurrección de los muertos al tercer día, los Apóstoles no eran capaces de aceptar la realidad de lo ocurrido; en sus pensamientos la resurrección era un acontecimiento misterioso y remoto, no una posibilidad actual.”1 Aunque Jesús había levantado a otros de los muertos, era para una renovación de mortalidad. Ahora sus discípulos debían comprender su inmortalidad. Aparentemente este milagro fue utilizado para aumentar el entendimiento de sus discípulos para que pudieran testificar mejor de su resurrección.
Maria en la Tumba
Juan 20:14-17
14 Y cuando hubo dicho esto, se volvió y vio a Jesús que estaba allí; pero no sabía que era Jesús.
15 Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
16 Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni!, que quiere decir, Maestro.
17 Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
Contra-referencias:
Lucas 24:10 TJS Lucas 24:14
Después de la crucifixión, el cuerpo de Jesús fue apresuradamente bajado de la cruz, rápidamente preparado par el entierro, y colocado en la tumba. Algunos discípulos habían intentado reabrir la tumba después del día de reposo para adornar más el cuerpo del Señor; aun todavía este acto de amor expuso su falta de entendimiento concerniente a la resurrección. Si hubieran entendido su resurrección no hubieran anticipado la necesidad para adornar mas su cuerpo.
En el primer día de la semana, uno de los discípulos femeninos de Cristo vino al sepulcro. Su nombre era María Magdalena. Estaba sola, de acuerdo a Juan, pero en la versión de Lucas otros la acompañaban. Trayendo especies aromáticas para adornar aun más el cuerpo del Señor. Cuando llegaron al sepulcro, hallaron la piedra del sepulcro removida. Dos Ángeles sentados en la entrada del sepulcro les hablaron a las mujeres. Y preguntaron por qué buscaban entre los muertos al que vive. Los Ángeles les declararon que Jesús había resucitado y que debían regresar y decírselo a los Apóstoles. María ahora sola, meditaba esta noticia. Lloraba, y cuando los Ángeles le preguntaron porque, ella respondió, “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé a dónde le han puesto.” (Juan 20:13). Se volvió, y vio a Jesús, “mas no sabía que era Jesús.” Conversaron por poco tiempo, pero todavía aún no lo reconoció.
Jesús se dirigió a ella personalmente y la llamo por su nombre. Fue entonces que lo reconoció y respondió, “¡Raboni!” Aparentemente ella se le acerca, quizás para abrazarlo, pero el Señor la amonesta que no lo toque y le dijo que fuera y les dijera a los Apóstoles que Él había resucitado.
El Camino a Emaús
Lucas 24:13-16, 31
13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba como a sesenta estadios de Jerusalén.
14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acaecido.
15 Y aconteció que, mientras hablaban entre sí y se preguntaban el uno al otro, Jesús mismo se acercó e iba con ellos juntamente.
16 Pero los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.
31 Entonces fueron abiertos los ojos de ellos y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.
Contra-Referencia
Marcos 16:12-13
Dos discípulos caminaban hacia Emaús, “estaban a sesenta estadios de Jerusalén.” Discutían los acontecimientos monumentales concernientes a Jesús. Sin duda algunos de ellos hablaban sobre el reciente juicio y crucifixión de Cristo. Probablemente recontaban las historias sobre la desaparición del cuerpo de Jesús, y meditaban sobre el testimonio de aquellos que dijeron haberlo visto.
Jesús mismo se les acercó y caminó con ellos. Quizás sé junto con ellos de una forma normal, porque nada milagroso esta anotado concerniente a esto. “Los ojos de ellos estaban velados para que no lo reconocieran.” Jesús les habló, les preguntó preguntas sobre el tema de su conversación, y se dio cuenta que estaban tristes. Uno de los discípulos se llamaba Cleofás; al otro no se le conoce el nombre, pero generalmente se piensa que fue Lucas.2 Cleofás respondió a la pregunta y preguntó a Jesús “¿Eres tú el único forastero de Jemsalén?” (Lucas 24:14-18). Mientras continuaban su viaje, ellos le recitaron los acontecimientos sobre la crucifixión, y en poco tiempo llegaron a Jerusalén. Le pidieron a Jesús que se quedara a comer con ellos, todavía aún sin reconocerlo. Jesús estuvo de acuerdo. Tomó el pan y lo bendijo, y les dio. “Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas Él se desapareció de su vista.”
En la playa de Galilea
Juan 21:4
4 Y cuando ya amanecía, Jesús se presentó en la orilla, mas los discípulos no sabían que era Jesús.
El último de estos milagros se menciona brevemente anteriormente (véase capitulo 7) en conexión con el milagro de la pesca milagrosa. Pedro y otros seis habían estado esperando en Galilea para recibir mas instrucciones del Señor. Ya lo habían visto después de su resurrección. Decidieron ir a pescar, y estuvieron toda la noche lanzando sus redes sin ningún éxito. Cuando estaba amaneciendo frieron rumbo a la playa. Una figura estaba parada en la playa, “mas los discípulos no sabían que era Jesús.” Conversaron con Él, y Él después les proveyó el milagro de la pesca. En ese momento Juan reconoció que era el Señor y le informó a Pedro. El grupo bajo a tierra, comieron la cena que el Señor les preparó, y recibieron sus instrucciones.
Las personas involucradas en estos milagros eran todos discípulos del Señor. María había sido convertida y perdonada de sus pecados. Los Apóstoles estuvieron con Él continuamente durante tres años durante su ministerio. En el caso de Cleofás y el otro discípulo, no se conoce de una previa relación con el Señor, pero por su discusión es obvio que ya lo conocían. En estos ejemplos el Señor simplemente no quería que los discípulos lo reconocieran.
Aparentemente Él utiliza este milagro para aclarar y para dar testimonio. No habia ocurrido ninguna resurrección previamente a la de Jesús. Consiguientemente, sus discípulos, incluyendo a los Apóstoles, debían entender claramente dos cosas: Primero, que Él había resucitado; y segundo, exactamente lo que la resurrección significaba. Él les había dicho previo a su muerte que Él iba a resucitar, pero ellos no habían entendido. Cuando María y las mujeres les dijeron a los Apóstoles que Jesucristo había resucitado, “Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no les creían” (Lucas 24:11). Pedro corrió al sepulcro y miró dentro. Vio los lienzos solos; el cuerpo no estaba. Se fue a casa “maravillándose de lo que había sucedido.” Claramente él no había entendido completamente. Él Señor utilizaría este milagro para traer a la memoria de los Apóstoles y sus discípulos enseñanzas preciosas e instrucciones que previamente habían recibido. Hizo esto para fortalecer su testimonio de Él.
Animados por las preguntas del Señor, los discípulos en el camino a Emanús meditaron sobre las circunstancias de su relación con el hombre llamado Jesús. Le pidieron que comiera con ellos, y después Jesús lleva acabo la ordenanza de partir y bendecir el pan. Con esto ellos lo conocieron. Sus ojos se abrieron y el espíritu les dio testimonio; sus corazones ardían, y ellos recibieron un testimonio del Cristo resucitado.
Los Apóstoles habían ido a Galilea para esperar otra aparición del Señor. Mas bien que simplemente aparecérseles y darles instrucciones, Jesús duplica el milagro que había utilizado cuando llamo primeramente a los Apóstoles que le siguieran. Juan inmediatamente reconoció la circunstancia; entonces todos reconocieron al Señor y recibieron sus enseñanzas.
En el caso de María es un tanto diferente. Fue la primera en ver al Señor resucitado. Ella, también, no había entendido completamente las enseñanzas concernientes a su resurrección. Las preguntas del Señor invocaron sus sentimientos más íntimos concernientes a Él. Cuando la llama por su nombre, la forma personal en que lo hizo fue muy familiar para ella. Lo reconoció, aunque no lo podía tocar. Ella ahora podía testificar que Él había resucitado y se le ordenó que así lo hiciera.
El milagro en cada caso permitió a los Apóstoles de Jesús y a otros discípulos tiempo para recordar su anterior asociación con Él. En el futuro cuando testificaran de su resurrección, se les pediría que explicaran como sabían que así fue. Gracias a la utilización del Señor sobre este milagro, la experiencia era clara para ellos, y podrían testificar con seguridad que el Señor había resucitado. María podía decir que lo había visto, pero lo más importante fue, que se había dirigido a ella como siempre lo había hecho, de la misma forma, en el mismo tono generando los mismos sentimientos.3 Los discípulos en el camino recordarían su conversación con Él y reportarían que Él tomó el pan y lo bendigo como la había hecho antes.4 Los Apóstoles lo vieron algunas veces, pero después de este milagro su testimonio era aun más seguro.
El Señor declara a sus discípulos sobre su resurrección de diferentes fonnas. Conversa con ellos, camina con ellos, permite que lo toquen, y permitió que lo vieran con sus propios ojos. En una de estas ocasiones Él declara que Él no era un “espíritu” como se suponía, pero que su cuerpo resucitado era de “ carne y hueso” (Lucas 24:36-39). Estas físicas y sentidas experiencias agregan fortaleza a su testimonio. Pero el testimonio invocado por este milagro (a María, los discípulos en el camino, y a los Apóstoles) fue un testimonio espiritual y emocional de Él, fue dado para que los discípulos no solamente creyeran pero que supieran, y que fueran testigos que Él en verdad Él era el Cristo.
























