José Smith: Un Verdadera Profeta de Dios

Dios Habla con
los Profetas en la Actualidad


La Biblia es importante para mí. Es un registro de los tratados de Dios con su pueblo a lo largo de casi cuatro mil años, y nos sirve como guía para mostrarnos la forma en la cual Dios planea asociarse con nosotros en la actu­alidad.

En el antiguo testamento encontramos muchos pasajes referentes a la naturaleza de Dios. En Malaquías 3: 6, al estar hablando con Malaquías, el Señor le dice “Porque yo Jehová no cambio”. Creo que esa declaración expresa un principio muy importante. Como Dios era en las épocas Bíblicas, es así en la actualidad. En Hebreos 13:8 en el Nuevo Testamento, Pablo expresa el mismo concepto: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y para siempre”.

El Salmista en sus días, hablaba acerca de Dios y de sus grandes creaciones. Observó que la tierra y las crea­ciones de Dios—hechas por sus manos—habrían de pere­cer, pero expresó a Dios su conocimiento: “mas tú per­manecerás”. Y después le dice a Dios, “Tú eres el mismo, y tus años no se acabarán” (Salmos 102:25-27). En el Nuevo Testamento, Pablo se refiere al mismo salmo y escribió estas palabras, en Hebreos 1:10-12:

Y Tú Oh Señor en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obras de tus manos: Ellos perecerán, mas tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán.

Por tanto, la Biblia enseña en diferentes ocasiones que la naturaleza y las actitudes de Dios no cambian. Quisiera aplicar este principio y demostrar que entendiendo la nat­uraleza de Dios, tal como él trató con el pueblo del Antiguo y Nuevo Testamento, nos ayuda a reconocer cómo se relacionará con la humanidad hoy en día.


Dos Preguntas Claves Hechas por Alguien que
Busca la Verdad Diligentemente

Tengo en mi poder una carta de una mujer que—pien­so yo—es una persona que busca la verdad diligente­mente. Ella hace preguntas que son de suma importancia para que cualquier Cristiano las medite.

Primeramente pregunta si hay profetas en funciones y si hay una necesidad de ellos en la tierra hoy en día.

Su iglesia no tiene profetas, y profesan que Dios ya no habla con el hombre. Ella está preocupada, dado que siente la necesidad de recibir orientación divina respecto a la relación entre los hombres y las naciones hoy en día, y cree que sería injusto que Dios revelara su voluntad en otras épocas y se negara a hacerlo en la actualidad. La razón le dice que existe la necesidad de tener profetas que sirvan como portavoces de Dios hoy en día, tal como lo fueron en las épocas de la Biblia, pero esta idea crea un conflicto con las ideas de su iglesia.

Su segunda pregunta tiene que ver con la gran can­tidad de iglesias que existen en la actualidad. Ella se pre­gunta si realmente es necesario ser parte de una iglesia. ¿Es acaso la iglesia solamente una organización social a la cual los Cristianos podemos ó no asistir, o acaso hay ordenanzas vitales que obtenemos por medio de la iglesia y que son esenciales para nuestro bienestar per­sonal eterno? En caso de que estas ordenanzas sean esen­ciales, ¿puede efectuarlas cualquier iglesia, o acaso hay una sola iglesia en la cual radica la autoridad para actuar en el nombre de Jesucristo? En resumen, las ordenanzas de la iglesia son necesarias para la salvación, pero ¿hay acaso una sola iglesia verdadera de Jesucristo, que tenga el poder ó la autoridad del sacerdocio para actuar en el nombre de Dios?

Dios Ministró a su Pueblo
por medio de Profetas en las Épocas
del Antiguo Testamento

Consideremos primeramente la pregunta en cuanto a los profetas, y veamos algunos pasajes de las escrituras que nos indican que el plan de Dios siempre ha sido comu­nicarse con su pueblo y con la gente en toda la tierra, por medio de profetas. Quiero mostrarles que Dios dijo que Él ministraría a su pueblo por medio de profetas, que lo hizo tanto en la época del Antiguo como del Nuevo Testamento, y que sus planes siempre han sido hablar con sus hijos aún en la actualidad, por medio de profetas. La Biblia hace mención de todos estos profetas y literalmente existen cientos de pasajes bíblicos que nos hablan acerca de ellos. Aunque no hay forma de considerarlos a todos, examinemos a un buen número de ellos que nos muestran claramente el tema de esa sección.

Primeramente veamos Amos 3:7. En este pasaje el pro­feta Amos nos expresa la seguridad que él tiene de que: “Porque no hará nada Jehová el Señor sin que revele sus secretos a sus siervos los profetas”. Este pasaje nos enseña que Dios se vale de profetas para decirle a la gente de todo el mundo lo que piensa hacer.

Otro pasaje con un significado parecido se encuentra en Oseas 12:10. En este pasaje el Señor dice, “Y he hablado a los profetas y aumenté la profecía y por medio de los profetas usé parábolas”.

Aún en la antigüedad, en los tiempos de Moisés, el Señor claramente dijo a su pueblo que les enseñaría y guiaría por medio de profetas. Volvamos a Deuteronomio

18 y leamos varios versículos de un pasaje extenso acer­ca de los profetas. El versículo 15 dice. “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis”. Después en el versículo 18 y

19 El dijo, “Profeta les levantaré de en medio de sus her­manos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandaré”. “Mas cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta”.

Aquí el Señor nos esta diciendo que pondrá profetas sobre la tierra, que hablará a su pueblo por medio de ellos, y que espera que la gente obedezca a estos profetas; y si no se obedece, se pagará por esa desobediencia.

El principio de un profeta vigente para el beneficio de la gente, fue dado a conocer mucho antes de las épocas de las cuales hemos estado hablado. En el libro de Génesis, capítulo 20, leemos la historia de Abraham. El se encontraba viajando hacia el sur y se encontró en el dominio de Abimelec, rey de Gerar. Abimelec, sin saber que Sara era la esposa de Abraham, la tomó para hacerla su esposa. Leemos en el capítulo 20, versículo 7, que el Señor habló a Abimelec en un sueño y dijo concerniente a Abraham: “Ahora, pues, devuelve la mujer a su marido; porque es profeta y orará por ti, y vivirás. Y si no la devolvieres, sabe que de cierto morirás tú, y todos los tuyos”. Y así, porque Abraham era un profeta, tenía el poder para orar por Abimelec y Abimelec no fue destrui­do. El Señor con su sabiduría y misericordia juzgó nece­sario hablar con Abimelec y decirle que tenía que respetar el papel de profeta que Abraham tenía, y que tenía que respetar a su esposa también.

Una de las historias más interesantes en el Antiguo Testamento es la historia de Josafat, un rey de Juda, y como se enfrentaba a los problemas en sus días. En una ocasión Josafat quería saber cual sería la voluntad de Dios concerniente a su pueblo. Encontramos esta historia en 2 Reyes 3:11. Ya que el había querido saber la voluntad de Dios en cierta circunstancia, Josafat dijo, “¿A/o hay aquí profeta de Jehová, para que consultemos a Jehová por medio de él?” Y uno de los sirvientes del rey respondió y dijo: “Aquí esta Elíseo hijo de Safat”.

Era el mismo Josafat del que leemos en 2 Crónicas 20:20, quien dijo, “Creed en Jehová vuestro Dios y estaréis seguros; creed en sus profetas y seréis prospera­dos”.

Aprendemos más del papel que un profeta juega, al leer acerca de Samuel, quien fue llamado a ser un siervo del Señor cuando era un jovencito. Regresemos a lo de Samuel 3:19-21, y veamos lo que dijo el Señor acerca de cómo servir un profeta. El pasaje dice: “Y Samuel creció y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová. Y Jehová volvió a aparecer en Silo; porque Jehová se manifestó a Samuel en Silo por la palabra de Jehová’‘. Podemos apre­ciar que en aquéllos tiempos se respetaba mucho a un pro­feta porque era aceptado como portavoz de Dios para todo el mundo.

Los profetas declaran la palabra de Dios a su pueblo, y representan su voluntad hacia ellos. Sin embargo, frecuentemente no son aceptado por la gente. Un pasaje interesante que ejemplifica estos principios se encuentra en el Libro de Jueces, capitulo 6, versículos 8-10. El pasaje dice Jehová envió a los hijos de Israel un varón profeta el cual les dijo: Así ha dicho Jehová Dios de Israel: Yo os hice salir de Egipto y os saqué de la casa de servidumbre. Os libré de la mano de los egipcios, y de mano de todos lo que os afligieron, a los cuales eché de delante de vosotros y os di su tierra; y os dije Yo soy Jehová vuestro Dios; no temáis a los dioses de los amorreos, en cuya tierra habitáis; pero no habéis obe­decido mi voz.

Un profeta no sólo sirve para testificar de la existencia de Dios y para declarar su palabra a la gente, sino también a veces testifica en contra de la gente en el nombre de Dios. Vemos un pasaje donde esto sucede, en el Antiguo Testamento, en 2 Reyes 17:13-14. Que dice lo siguiente

Jehová amonestó entonces a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y de todos los videntes, diciendo: Volveos de vuestros malos caminos, y guardad mis mandamientos, y mis ordenanzas con­forme a todas las leyes que yo prescribí a vuestros padres y que os he enviado por medio de mis siervos los profetas. Mas ellos no obedecieron, antes endurecieron su cerviz, como la cerviz de sus padres, los cuales no creyeron en Jehová su Dios.

El profeta Daniel nos enseña otro principio respecto a los profetas, que un profeta establece la ley del Dios ante su pueblo. En Daniel 9:10 leemos la oración de Daniel, confesando los pecados y debilidades de su pueblo, al reconocer que “No obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en sus leyes que él puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas.” Los profetas son hombres llamados de Dios y escogidos como sus portavoces.

Un pasaje interesante habla acerca de Jeremías, un pro­feta escogido por Dios aún antes de su nacimiento en esta tierra, y fue instruido a pesar de que era tímido y tenía miedo a declarar todo lo que el Señor le mandara. Leamos Jeremías 1:5-7 cuando el Señor le dice a Jeremías

Antes que te formaste en el vientre te conocí, y antes de que naciste te santifiqué, te di por profeta a las naciones. Y yo dije ¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! He aquí no sé hablar, porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envié iras tú, y dirás todo lo que te mande.

Fue Jeremías quien nos enseñó que Dios llama a la gente al arrepentimiento por medio de sus profetas, y también Dios nos advierte de cosas por venir si no las obedecemos. Leamos dos pasajes de Jeremías capítulos 25 y 26. Jeremías 25:4-7 Dice.

Y envió Jehová a vosotros todos sus siervos los pro­fetas, enviándoles desde temprano y sin cesar; pero no oísteis, ni inclinasteis vuestro oído para escuchar cuan­do decían: Volveos ahora de vuestro mal camino y de la maldad de vuestras obras, y moraréis en la tierra que os dio Jehová a vosotros y a vuestros padres para siempre. Y no vayáis en pos de Dioses ajenos sirvién­doles y adorándoles, ni me provoquéis a ira con la obra de vuestras manos; y no os haré mal. Pero no me habéis oído, dice Jehová, para provocarme a ira con la obra de vuestras manos para vuestro mal.

El segundo pasaje, Jeremías 26:4-6, dice:

Les dirás pues: Así ha dicho Jehová: Si no me oyereis para andar en mi ley la cual puse ante vosotros, para atender a las palabras de mis siervos los profe­tas, que yo os envío desde temprano y sin cesar, a los cuales no habéis oído, yo pondré esta casa como Silo, y esta cuidad la pondré por maldición a todas las naciones de la tierra.

En el capítulo 42 de Jeremías leemos como un profeta intercede ante el Señor por el bienestar del pueblo.

Capitulo 42, versículos 4-6 dice,

Y el Profeta Jeremías les dijo: He oído. He aquí que voy a orar a Jehová vuestro Dios, como habéis dicho, y todo lo que Jehová os respondiere, os enseñaré; no os reservaré palabra. Y ellos dijeron a Jeremías: Jehová sea entre nosotros testigo de la verdad y de la lealtad si no hiciéremos conforme a todo aquello para lo cual Jehová tu Dios te enviare a nosotros. Sea bueno, sea malo a la voz de Jehová nuestro Dios al cual te enviamos, obedeceremos, para que obedeciendo a la voz de Jehová nuestro Dios, nos vaya bien.

Y entonces Jeremías fué y oró al Señor intercediendo por ellos.

Varios pasajes nos dicen qué sucede cuando la gente se vuelve inicua; Dios retira a sus profetas de entre ellos, y no permite que les prediquen o profeticen. Uno de estos pasajes se encuentra en Isaías 29:9-10, en el que se dio la advertencia que el pueblo perdería a sus profetas y visiones. La advertencia decía,

Deteneos y maravillaos; ofuscaos y cegaos; embriagaos y no de vino; tambalead y no de sidra. Porque Jehová derramó sobre vosotros espíritu de sueño y cerró los ojos de vuestros profetas y puso velos sobre las cabezas de vuestros videntes.

Ezequiel habló de este mismo problema. En Ezequiel capítulo 7, versículos 25-26 leemos:

Destrucción viene: y buscarán la paz y no la habrá. Quebrantamiento vendrá sobre quebrantamiento, y habrá rumor sobre rumor; y buscarán respuesta del profeta mas la ley se alejará del sacerdote, y de los ancianos el consejo.

Ser un profeta con la autoridad del Señor, requiere un llamamiento especial de por Dios. Tal como Dios dijo a Jeremías que lo había ordenado para ser profeta, leemos de otros que les fue dada autoridad de Dios para ser profetas. 1 Samuel, capitulo 10, nos dice como Samuel ungió a Saúl para ser rey, y también le dio el poder para ser un profeta de Dios. En los versículos 5 a 7 leemos de las instrucciones que Samuel le dio a Saúl diciendo:

Después de esto llegarás al collado de Dios donde está la guarnición de los filisteos; y cuando entres allá en la cuidad encontrarás una compañía de profetas que descienden del lugar alto, y delante de ellos salterio, pandero, flauta, y arpa, y ellos profetizando. Entonces el espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y pro­fetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre. Y cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que te viniere a la mano, porque Dios estará contigo.

Y en los versículos 9 y 10 leemos,

Aconteció luego que al volver él la espalda para apartarse de Samuel, se conmovió Dios su corazón; y todas estas señales acontecieron en aquel día. Y cuan­do llegaron allá al collado, he aquí la compañía de los profetas que venía a encontrarse con él; y el espíritu de Dios vino sobre él con poder, y profetizó entre ellos. Y cuando la gente se dio cuenta que Saúl había recibido un llamamiento profético, se hicieron la siguiente pre­gunta, ¿Está Saúl también entre los profetas?

Mucho antes en el Antiguo Testamento, leemos acerca de otras personas a quienes se les ha dado la responsabili­dad de ser profetas de Dios. Por ejemplo Moisés estaba sumamente ocupado y no disponía del tiempo suficiente para administrar de manera adecuada los asuntos de su pueblo. En el capítulo once de Números leemos cómo el Señor le mandó llamar a 70 hombres para que sirvieran como líderes a su pueblo. En el versículo 17 del Capítulo 11 de Números el Señor dice: “Y yo descenderé y hablaré allí contigo y tomaré del espíritu que esta en ti, y lo pon­dré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo y no la llevarás tú sólo.” Y después derramó su espíritu sobre ellos. En el versículo 25 dice “Entonces Jehová descendió en la nube, y le habló; y tomó del espíritu que estaba en él y lo puso en los setenta varones y ancianos; y cuando posó sobre ellos el espíritu, profetizaron y no cesaron”.

Pero dos de los hombres que estaban profetizando se encontraban fuera del campamento. Esto preocupó a Josué y le sugirió a Moisés que prohibiera que estos hom­bres profetizaran, pero Moisés no estaba de acuerdo con Josué. En el versículo 29 leemos su respuesta: “¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profe­ta y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos.” Así vemos que el Señor escoge el delegar a otros poder para ser profetas y les daba a ellos así como a Moisés el poder para hablar en su nombre. Estos siervos a quienes se les confirió autoridad para ser profetas recibieron poder de Dios para ejercer en su nombre y Dios manifestó a Israel que esos hombre eran sus siervos y profetas autorizados.

Otra experiencia interesante se efectúa en la época de Elías, cuando el desafió a 450 de los sacerdotes de Baal en el Monte Carmel. Recuerden que estos sacerdotes colo­caron madera en un altar y trataron de hacer caer fuego del cielo pero no pudieron. Y después Elías tomó sus materi­ales y buscó hacer caer fuego del cielo para quemar el sac­rificio y probar así que él era un profeta del Dios ver­dadero y viviente. Primera de Reyes capitulo 18 cuenta la historia. En los versículos 36-38 explica exactamente lo que sucedió: “Cuando llegó la hora de ofrecerse el holo­causto, se acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas”, y continuó orando, “Respóndeme, Jehová, respóndeme para que conozca este pueblo que tú oh Jehová eres el Dios y que tú vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Jehová y consumió el holocausto la leña, las piedras, y el polvo, y aún lamió el agua que estaba en la zanja”. Viéndolo, todo el pueblo se postraron y dijeron: Jehová es el Dios, Jehová es el Dios.” Por tanto la prueba de que Jehová el Jesucristo premortal era realmente Dios, tam­bién demostró que Elías era su siervo y que sus actos eran realmente autorizados de Dios.

He citado mas de 20 pasajes del antiguo testamento demostrando cómo Dios obraba por medio de sus profetas en aquéllos días. Encontramos miles de ejemplos; lo único que tenemos que hacer es buscar la palabra profeta en la concordancia y examinar los pasajes allí enumerados, para darnos cuenta que siempre Dios ministró por medio de sus profetas para dar testimonio al pueblo de su divinidad, para llamarlos al arrepentimiento, para darles leyes, para darles un medio por el cual ellos pudiesen saber la volun­tad de Dios y finalmente para instruirles y guiarles en jus­ticia.

Tal vez podamos resumir todos estos pasajes al repetir lo que dijo Josafat en 2 Crónicas 20:20, “Creed en Jehová vuestro Dios y estaréis seguros; creed a su profetas, y seréis prosperados”.

Dios Ministró a Su Gente
por medio de Profetas
en los Tiempos del Nuevo Testamento

También aprendemos mucho acerca de los profetas en el Nuevo Testamento. Jesucristo dio autoridad a sus doce apóstoles para que pudieran ser profetas y apóstoles.

Leemos un comentario concerniente a la autoridad que les otorgó en Juan 15:15-16

Ya no os llamaré siervos, por que el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, por que todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado ha conocer. Ato me elegisteis vosotros a mí sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo de.

Mateo, capítulo 10, menciona cómo el Señor instruyó a sus doce apóstoles en cuanto a la manera de usar el poder del sacerdocio y su llamamiento profético. Y después de mucha instrucción, les instruyó en cuanto a su papel como profetas, y les explicó cómo debían ser recibidos por la gente. En Mateo 10: 40-41 dijo: “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envío. El que recibe a un profeta en el nombre de un pro­feta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo en el nombre de un justo, recompensa de un justo recibirá.” Por lo tanto estos profetas y apóstoles fueron instruidos en recompensar a aquéllos que los recibiesen, y permitirles participar de las ricas bendiciones que ven­drían al aceptar a los profetas elegidos de Dios.

Jesús sabía el tremendo sufrimiento que sus profetas tenían que padecer. En Mateo 23:34-35 y 37, leemos cómo Cristo habló de los profetas que él había enviado:

Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre nosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tier­ra desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuantas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, y no quisisteis!

Poco después del día de Pentecostés, Pedro hizo una declaración muy profunda relacionada al papel que jugaría un profeta. Leemos esto en Hechos 3:18-24. Pedro acababa de sanar a un hombre que estaba inválido y habla­ba a la gente de Jerusalén cuando dijo estas palabras:

Pero Dios ha cumplido asilo que había antes anun­ciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo que os fue anunciado a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo. Porque Moisés dijo a los padres: el Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vue­stros hermanos como a mí; a el oiréis en todas la cosas que os hable; y toda alma que no oiga a aquel profeta será desarraigada del pueblo. Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado tam­bién han anunciado estos días.

Y cuando Pablo escribió a los Efesios, recalcó la impor­tancia de los profetas en la iglesia y en el reino de Dios. Comparó a la iglesia con un edificio y mencionó que había sido construido sobre el fundamento de los apóstoles y profetas. El pasaje se encuentra en Efesios 2:19-20:

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los após­toles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo.

Si los apóstoles y profetas eran el fundamento de la iglesia entonces, ¿no serían una parte indispensable del plan de Dios? En el siguiente versículo Pablo continúa explicando cómo la organización completa de la iglesia era esencial. “En quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor.” ¿Podría la iglesia ser un templo santo si no estuviera com­pleta? ¿Podría crecer en el Señor si no tuviera el funda­mento de apóstoles y profetas? ¿Y puede una iglesia ser la iglesia verdadera de Dios hoy día sin este fundamento?

La Biblia Profetiza de Futuros Profetas Que
Ministrarán en los Últimos Días

Finalmente consideremos las menciones proféticas que la Biblia hace acerca de los profetas futuros en los últimos días. El libro del Apocalipsis contiene varias referencias sobre este tema. Una de ellas se refiere a una temporada terrible de pesar y desorden que sucederá en la misma época de la batalla de Armagedón. En el capitulo 11 del Libro de Apocalipsis leemos sobre dos profetas que serán testigos de Dios en la ciudad de Jerusalén, justo cuando la batalla esté por empezar. Los versículos 3, 5, y 6 dicen:

Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de silicio … Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera. Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran.

Aquí tenemos un pasaje que menciona el gran don otor­gado por Dios que tendrán estos profetas del futuro. Después, en el mismo capitulo 11 leemos lo que se dirá en el cielo después de que estos profetas sean llevados de la tierra. Los versículos 17 y 18 nos dicen que habrá un grupo de 24 élderes que darán gracias a Dios y dirán, “Tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas.”

Y en el capítulo 18 de Apocalipsis leemos acerca de la futura destrucción de una ciudad que será el centro de toda iniquidad. Leemos que en aquel día habrá profetas y após­toles que se regocijarán por la caída de esta cuidad tan inicua. Apocalipsis 18:20 dice que después que la ciudad haya caído habrá razón para: “Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros santos, apóstoles y profetas; porque Dios os ha hecho justicia en ella.’“

Así que leemos que la Biblia menciona a profetas que vivirán en un futuro. Vemos una secuencia de que Jesucristo siendo el mismo ayer, hoy, y para siempre, guió a su pueblo en el Antiguo Testamento por medio de pro­fetas. También dirigió su iglesia por medio de profetas en tiempos del Antiguo Testamento. Y estos profetas dijeron que también habría profetas en estos últimos días.

Estos son algunos de los pasajes que nos llevan a creer que Dios opera en este mundo por medio de profetas, y que Dios mismo los utiliza como sus siervos para dar tes­timonio de sus obras, de sus palabras, y para advertir y preparar a la gente. El revela su voluntad a la iglesia y a todo el mundo por medio de los profetas.

Creemos que la existencia y aceptación de profetas es una prueba por medio de la cual podemos valorar si una iglesia es en realidad, la iglesia verdadera de Jesucristo en la actualidad. La iglesia verdadera de Jesucristo aceptará esta doctrina Bíblica, de que un profe­ta debe de actuar y desempeñarse como profeta en el nom­bre de Dios. La Iglesia verdadera de Jesucristo en la actu­alidad deberá tener profetas que la guíen y dirijan y que hablen a todo el mundo. Un verdadero creyente de Cristo aceptará a sus profetas y los reconocerá como portavoces autorizados de Dios y prestará oídos al mensaje inspirado de ellos.

Habrá algunas personas que rechacen toda esta serie de pasajes Bíblicos los cuales muestran que Dios revela su voluntad a su pueblo y al mundo por medio de profetas, debido al hecho de que sus iglesias no tienen profetas, por lo tanto dicen que los profetas no son necesarios. Sus igle­sias no reciben revelación, por lo tanto dicen que Dios ha cesado de revelar su voluntad a sus hijos.

Ciertamente, el reconocimiento de que no tienen profe­tas ni revelaciones viene a raíz de la gran apostasía que sucedió poco después de la muerte de los apóstoles de Cristo, en la época del Nuevo Testamento. El poder y la autoridad para actuar en nombre de Dios, desapareció de la tierra, y lo que quedó fueron las iglesias de los hombres. Ciertamente si esos hombres no tenían la autoridad para hablar en el nombre de Dios, entonces tampoco podían recibir revelación de él. Con razón llegaron muy pronto a la conclusión de que los profetas no eran necesarios, y que Dios ya no revelaba su voluntad a los hombres.

Apocalipsis 22:18-19 Se Refiere Sólo al Libro
de Apocalipsis, no a la Biblia en General

Durante la Reforma Protestante, mientras los reformis­tas buscaban contrarrestar el poder y control del Catolicismo, comenzaron a predicar que la Biblia es un libro cerrado y que no puede ser añadida ninguna rev­elación o doctrina nueva. Ellos no tenían ninguna base doctrinal sólida sobre la cual apoyar esta enseñanza. Todo lo que sabían era que no había profetas autorizados entre ellos, y que no estaban recibiendo ninguna revelación de Dios.

Finalmente, en Apocalipsis capitulo 22, versículos 18 y 19 encontraron un pasaje que comenzaron a usar con fre­cuencia. Su interpretación era tan superficial y tan contra­dictoria a la verdad y a la razón, que realmente no merece ningún comentario. Pero como la razón fundamental de este pasaje sigue utilizándose para refutar los cientos de pasajes que dicen la forma en la cual Dios habla por medio de sus profetas, considerémoslo por un instante. Los ver­sículos se encuentran casi al final del último capítulo del libro de Apocalipsis. Algunas personas irreflexivas leen este pasaje y dicen:

¿Ves?, No debe haber ninguna otra escritura o rev­elación, sólo las que se encuentran en la Biblia. Estos versículos concluyen todo.

Y esto es lo que dice el pasaje:

Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.

Déjenme compartir con ustedes cuatro razones por las cuales esta forma de pensar es incorrecta, porque sólo son malas interpretaciones basadas en principios falsos, y expresar esta objeción bíblica es una vergüenza para cualquier persona conocedora de la Biblia. Primeramente deben saber que cuando Juan escribió el libro del Apocalipsis, aproximadamente en el año 96 D. C, no existía ninguna Biblia. Las epístolas y recuentos del Nuevo Testamento que entonces había, no fueron canonizados hasta después del Tercer Concilio de Cartagena en el año 397 D.C. No había forma de que el párrafo final de Juan hubiese sido escrito con la intención de que incluyera a toda la Biblia, ni siquiera sabía que los libros del Nuevo Testamento serían compilados, ni de que su libro sería puesto al final de esta compilación.

Segundo, se escribieron otros libros del Nuevo Testamento después que se escribió el Apocalipsis. Si el Apocalipsis hubiese tenido que ser el último libro de escrituras, entonces esta lógica nos invita a pensar que todos los otros libros escritos con posterioridad fuesen excluidos del Nuevo Testamento y catalogados como obras falsas de los hombres. Eusebio nos indica que los dos libros de Segunda y Tercera de Juan fueron escritos después del Apocalipsis de Juan, y como Juan es el autor de estos otros dos libros, queda claro que él sintió sería correcto escribirlos aún tomando en cuenta la forma en la que había concluido el libro de Apocalipsis.

Tercero, otros pasajes similares a los de Juan suceden en otras partes de la Biblia—en Deuteronomio, por ejem­plo. Si la lógica dice que no se debe recibir ni registrar mas revelación después del libro de Apocalipsis, entonces la misma lógica aplicaría para después del libro de Deuteronomio. Deuteronomio 4:2 contiene el man­damiento de Dios que dice: “No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella”. Deuteronomio 12:32 dice lo mismo. Si aceptamos que la advertencia de Dios en Deuteronomio se aplica solamente a este libro, que obviamente es lo que tenemos que hacer o en su defecto tendríamos que deshacernos de casi toda la Biblia; asimismo, si estamos real y honestamente buscando la verdad, entonces debemos aceptar que la advertencia de Juan en el libro del Apocalipsis solamente se aplica a ese libro.

Cuarto, Juan dice que si hombre alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en el libro de Apocalipsis. El pasaje no esta impidiendo a Dios enviar revelaciones; sólo advierte que los hombres no deberán escribir palabras no inspiradas y utilizarlas como parte del libro de Juan.

Y nuevas revelaciones han sido dadas al mundo por medio de profetas Santos de los Últimos Días, y han sido registradas como escrituras. Si la típica interpretación Protestante que hemos discutido es válida y si estas nuevas revelaciones no fueron realmente inspiradas, más inventadas por el hombre, entonces sin duda alguna, los Santos de los Últimos Días habrían sido azotados durante los últimos 150 años por las plagas a las que se refiere Juan. Pero, ¿dónde están estas plagas? Qué nos dice este hecho acerca de la frágil validez de esta interpretación de Apocalipsis 22; y ¿qué nos dice de la desacertada enseñanza de que no puede haber más revelación o escrit­uras sólo las que se encuentran en la Biblia? Aquéllos que usan esta frágil e inválida interpretación, sólo demuestran una falta de conocimiento personal, así como muy poco deseo por conocer y discernir la verdad. No desean incre­mentar su conocimiento acerca de cómo Dios se comuni­ca con el hombre.

La Existencia y la Aceptación de los Profetas
es una Prueba por Medio de la cual
Podemos Identificar a la Verdadera Iglesia de Jesucristo

Vayamos ahora a nuestro segundo tema, y hablemos de la Iglesia que Jesucristo mismo organizó. En el cuarto capitulo de su epístola a los Efesios, Pablo compara a la Iglesia con un cuerpo humano, y enfatiza la importancia de unidad en este cuerpo. Empezando con el versículo 11, él nos dice que el Señor “ Constituyó a unos apóstoles; a otros profetas; a otros evangelistas; a otros pastores y maestros”. Y después Pablo nos da tres razones para la existencia de esta Iglesia: “A fin de perfeccionar a los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.”

Y luego, Pablo menciona por cuanto tiempo sería nece­saria esta Iglesia: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” ¿Acaso hemos llegado a esta unidad? ¿Existe todavía la necesidad de una Iglesia verdadera de Jesucristo? Es obvio que esta necesidad es mas fuerte hoy que nunca. La Cristiandad no está unida; está dividida en cientos de denominaciones, cada cual con sus propias creencias y prácticas.

Leamos ahora los versículos 14 y 15, donde Pablo explica porqué es necesario encontrar la Iglesia verdadera de Jesucristo:

Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina por estratage­ma de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo.

Pablo sabía que la organización de la Iglesia de Jesucristo era necesaria, que sirve para perfeccionar a los santos, y que los protege de falsas doctrinas y de las artimañas de los hombres. También sabía que las ordenanzas efectuadas por los poseedores del sacerdocio, con la autoridad para actuar en el nombre de Dios, eran esenciales para los Santos. Entre estas ordenanzas se encuentran el Bautismo, y conferir el don del Espíritu Santo, para que podamos tener el derecho, si somos dignos, de tener su guía en forma continua. En una de mis cintas entitulada “Pruebas Bíblicas de la Iglesia Restaurada”, se discute en forma cuidadosa la gran apostasía profetizada en la Biblia. Esta cinta explica cómo los Líderes de la Iglesia primitiva Cristiana fueron asesinados, explica también como la cadena continua del sacerdocio fue interrumpida, perdién­dose así la autoridad para actuar en el nombre de Dios, y en consecuencia, desaparecieron los apóstoles, profetas y las revelaciones. Habla de falsas doctrinas que tomaron fuerza: cómo el hombre, debido al hecho de que no tenía la autoridad para obrar en nombre de Dios, comienza a predicar que la autoridad no era necesaria; cómo los hom­bres sin el poder y autoridad del sacerdocio para bautizar en el nombre de Jesucristo comienzan a predicar que el bautismo no es necesario; cómo los hombres sin la autori­dad para conferir el don del Espíritu Santo por la imposi­ción de manos, comienzan a predicar que el don del espíritu santo viene sin la necesidad de la imposición de manos; cómo los hombres sin la autoridad debida predi­can que la organización de una iglesia autorizada no era esencial; que la iglesia es sólo una organización social que sirve para unir a la gente en una congregación; y que uno puede salvarse sin formar parte de la Iglesia. Todas estas doctrinas falsas aún permanecen en el mundo hoy día, y si el hombre en la actualidad acepta y cree en estas doctrinas falsas, podrían quitarles su salvación.

La Biblia Enseña que el Bautismo es Esencial para la
Salvación y Debe de Ser Administrado
por Poseedores Autorizados del Sacerdocio

Examinemos algunos pasajes Bíblicos que nos dicen acerca de una de estas ordenanzas esenciales como el Bautismo. En el tercer capítulo de Juan, leemos como uno de los mandatarios Judíos llamado Nicodemo, vino a Jesús durante la noche y le preguntó qué debería hacer. Y comenzando en el versículo 3 de Juan capítulo 3, Jesús le dijo: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” Nicodemo no entendió, y preguntó: ¿Entonces tiene un hombre que entrar otra vez en el vientre de su madre y nacer de nuevo? Jesús le respondió: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”

El bautismo por inmersión para la remisión de los peca­dos, llevado a cabo por alguien con la debida autoridad, es una ordenanza esencial en el plan de salvación que Dios ha revelado. Jesucristo nos puso el ejemplo. Aún cuando era limpio de pecado, se bautizó para darnos el ejemplo. Mateo, capitulo 3 versículos 13-15, nos dicen de su bautismo:

“Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia.

Juan lo bautizó, aun cuando Jesús no tenía pecado.

Si el Salvador siendo limpio de pecado fue bautizado para cumplir con toda justicia, cuanta más necesidad ten­emos nosotros, con todas nuestras imperfecciones, de ser bautizados por alguien con la debida autoridad, y cumplir así con toda Justicia?

Juan 4:1-2 nos dice que Jesús envió a sus discípulos para que fueran bautizados. Si creemos que Jesús es el mismo ayer, hoy, y para siempre y sabemos que envió a sus discípulos a que se bautizaran, ¿no deberíamos reconocer que en la actualidad es necesario ser bautizados por alguien con la debida autoridad? Jesús envió a sus dis­cípulos que poseían la autoridad, para que realizaran esta ordenanza. Mateo 28:18-19 nos dice el mandamiento que Jesús dio a sus discípulos al término de su ministerio en la tierra, y dijo:

Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

En la versión de Marcos acerca este último man­damiento, se agrega una frase muy importante. En Marcos capítulo 16, versículos 15 y 16 leemos que Jesús les dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo; mas el que no creyere, será condenador Aquí el Señor hace hincapié que el bautismo es el resultado necesario de una creencia verdadera y fe en Cristo. Y unió el creer y ser bautizado con un eslabón inseparable.

El apóstol Pedro sabía a ciencia cierta la necesidad que tienen aquéllos que creen en Cristo, de ser bautizados por alguien con autoridad para hacerlo. Cuando dio el gran sermón del día de Pentecostés, la gente que lo escuchaba realmente se conmovió en sus corazones y dijeron: “Varones hermanos que haremos?” Hechos 2:38 y 41 nos dice de la respuesta que dio Pedro:

Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo… Así los que reci­bieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.

¿Alguna vez se han puesto ustedes a reflexionar el des­gaste físico que significa sumergir a tres mil personas? Si el bautismo no hubiese sido una ordenanza necesaria, ¿creen ustedes que se hubiesen molestado en hacer todos estos bautismos? Claro que no. Pero Pedro y sus com­pañeros sabían que el bautismo por inmersión, efectuado por aquéllos que tienen la autoridad, era una ordenanza necesaria que sus conversos tenían que recibir, si querían cumplir con toda Justicia. Así que efectuaron esta sagrada ordenanza tres mil veces.

Y fue Pedro quien vivió esa gran experiencia con Cornelio. El Espíritu Santo fue derramado sobre Cornelio y su casa, como una señal para Pedro de que los gentiles también podían recibir el evangelio. Pero aún cuando esta gran señal fue manifestada por medio de ellos, Pedro sabía que Cornelio y su casa tenían que ser bautizados por alguien con la autoridad. En Hechos 10, versículos 47 y 48 leemos la instrucción de Pedro a Cornelio en la que dijo: “¿Puede acaso alguno impedir el agua para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo tam­bién como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús”.

En Primera de Pedro 3:21, Pedro nos dice que el bautismo es esencial como el medio por lo cual nos con­vertimos en candidatos para la salvación y para cosechar los frutos de la expiación de Jesucristo, al darnos la gran bendición de tener una conciencia libre de pecado. Él dijo: “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la res­urrección de Jesucristo. Él sabía que el bautismo efectua­do por alguien con la debida autoridad era una ordenanza esencial que el hombre necesita para poder ser salvo en el reino de Dios.

El apóstol Pablo vio al Jesucristo resucitado en el camino a Damasco. Ciertamente, si el bautismo no hubiese sido un requerimiento necesario del plan del Evangelio de Cristo, esa gran visión hubiese sido sufi­ciente para que Pablo fuese un candidato a la salvación. Pero todavía, el Señor mandó a Ananías, su siervo autor­izado a Pablo. Ananías puso sus manos sobre la cabeza de Pablo y le quitó su ceguera, y después, bajo la dirección de Ananías, Pablo fue bautizado. Leemos en Hechos 9:18 que después de que Pablo recibió la administración cura­tiva de Ananias: “Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantán­dosele bautizado”.

En sus sermones Pablo hacia referencia a la estrecha relación entre el bautismo autorizado y el principio de creer en Cristo para la salvación. Por ejemplo, durante su segundo viaje misional, cuando estaba en Macedonia, él y su compañero fueron encarcelados. El Señor mandó un temblor que les permitió quedar libres. El carcelero se les acercó y les suplicó, pensando que estaba a punto de ser destruido por los prisioneros. Leemos acerca de este inci­dente en Hechos capitulo 16, versículos 30 al 33.

Sacándolos les dijo: ¿Señores que debo hacer para ser salvo? Ellos le dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos lo que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos.

Pablo enseñó que el Bautismo es el acto por medio del cual aceptamos a Cristo. Leemos las enseñanzas de Pablo en Gálatas 3:27: “porque todos los que habéis sido bauti­zados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.” Pablo con­tinúa con este tema en su epístola a los Romanos diciendo en el Capitulo 6, versículos 3 y 4:

¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautiza­dos en Cristo Jesús hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así tam­bién nosotros andemos en vida nueva.

Pablo con frecuencia recalcaba que sólo había una sola iglesia de Jesucristo y un sólo bautismo válido. Decía que los santos tendrían que venir a esa Iglesia y ser unificados en ella para ser merecedores de la salvación por medio de Cristo. En Efesios 4:3 al 5 Pablo escribió que los santos estarían: “Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo.”

Hechos 19:1-6 nos dice de un suceso importante que sucedió durante el tercer viaje misional de Pablo. Pablo encontró a un grupo de personas que habían sido bauti­zadas, pero no en la Iglesia de Jesucristo, sino sólo en el bautismo de Juan. Pablo sabía que el bautismo de Juan no les permitía tener el don del Espíritu Santo, así que insis­tió en que deberían de ser bautizados nuevamente. Leamos juntos esta historia:

Aconteció que mientras tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo después de recorrer las regiones superi­ores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: M siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautiza­dos? Ellos dijeron: en el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, dicien­do al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaron en lenguas y profetizaron.

Aquí vemos pues a un grupo de personas que había recibido el bautismo sin la debida autoridad, o la debida preparación o instrucción. No habían sido bautizados den­tro de la Iglesia verdadera de Jesucristo. Pablo sabía que era necesario que ellos fuesen bautizados nuevamente por alguien que tuviera la autoridad de un representante de la Iglesia de Jesucristo. Los bautizó con esa autoridad y después por medio de la imposición de manos recibieron el don del Espíritu Santo.

La Autoridad Verdadera del Sacerdocio es
Necesaria Para que el Hombre Pueda Realizar
Ordenanzas que Son Aceptadas por Dios

Revisemos algunos de estos pasajes Bíblicos que nos muestran la necesidad de la autoridad para obrar en el ministerio de Cristo. Recuerdan lo que el libro de Hebreos capitulo 5 versículo 4 nos dice: “Y nadie toma para siesta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón.” El capitulo 28 de Éxodo nos dice la manera en que Aarón fue llamado al ministerio. En el versículo 41 leemos como se le otorgó la autoridad del Sacerdocio.

Nótese las implicaciones del mandamiento en Hebreos 5:4 que ningún hombre puede tomar esta autoridad por sí mismo, sino que se le debe ser conferida por alguien que ya posea esta autoridad, tal como Aarón tuvo que ser orde­nado por Moisés. Por ejemplo, un hombre no puede decidir que al asistir a una universidad teológica y estudi­ar arduamente, y por este sólo hecho, tiene la autoridad para convertirse en un ministro autorizado del evangelio de Jesucristo. Se tiene que recibir esa autoridad de alguien que ya posee el sacerdocio y que tiene la autoridad para obrar en nombre de Dios. Este poder se encuentra sola­mente en la Iglesia de Jesucristo, no la encontraremos en ninguna escuela teológica del mundo.

Recuerden lo que Pablo dijo a Timoteo cuando escribió en Primera de Timoteo 4:14, “No descuides el don que hay en tí, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio.  Pablo sabía que la ordenación al sacerdocio era una ordenanza sagra­da y necesaria y que no debía tomárselo ligeramente. Le dijo a Timoteo en el capitulo 5, versículo 22 de primera de Timoteo: “No impongas con ligereza las manos a ninguno…” En Segunda de Timoteo 1:6, Pablo le recuer­da a su discípulo la necesidad de utilizar el poder del sac­erdocio con cuidado y efectividad, diciendo: “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del Don de Dios que está en tí por la imposición de mis manos.” Por lo tanto, Timoteo había sido ordenado por Pablo. Había recibido la autoridad para actuar en el nombre de Dios, de alguien que ya poseía esta autoridad y esta es la única manera de obtener el poder del sacerdocio. No se recibe por el sólo hecho de haberse graduado en una escuela ministerial.

El libro de los Hechos menciona diferentes ejemplos donde los hombres que no poseían el sacerdocio inten­taron usar el poder de Dios y fueron reprendidos fuerte­mente. Hechos 19:13 al 16, por ejemplo, habla de los siete hijos de Esceva:

Pero algunos de los Judíos exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús el que predica Pablo. Y había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes que nacían esto. Pero respondiendo el espíritu malo dijo: a Jesús conozco, y sé quien es Pablo; pero ¿vosotros quienes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.

En el capítulo 8 de Hechos, nos habla de Simón, un hechicero que se había convertido a la iglesia. La historia dice que el ya era miembro pero que no poseía el sacer­docio. Cuando Simón vio a dos de los Apóstoles llegar a Samaría y poner sus manos sobre la cabeza de las per­sonas a fin de conferirles el Espíritu Santo, quiso con gran anhelo poder hacer lo mismo. Simón les ofreció dinero a los apóstoles intentando comprar el poder del Sacerdocio.

La historia de cómo Pedro lo reprendió comienza en Hechos 8 versículo 18, que dice:

Cuando vio Simón que por la imposición de manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero; diciendo: Dadme también a mí este poder, para que a cualquiera a quien yo impusiere las manos reci­ba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete pues de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en la hiel de amargura y en prisión de maldad creo que estás.

Entonces Simón, pensó que podía pagar dinero y así obtener el privilegio de ser un siervo autorizado; pero aprendemos de este recuento que esta no es la manera en la que se delega este sacerdocio al hombre.

El Señor Jesucristo enseñó que habría muchos que intentarían actuar en su nombre, sin la debida autoridad del sacerdocio, y advirtió que éstos no serían parte de su reino. Mateo 7:21-23 contiene la advertencia que dice:

No todo el que me dice Señor, Señor entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que esta en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, no profetizamos en tu nombre y en tu nombre echamos fuera demonios y en tu nom­bre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hace­dores de maldad.

Lucas 13:23-28 dice cómo Jesús se reunió con algunos de sus adversarios, los cuales lo provocaron y le tentaron diciendo, Señor, ¿son pocos los que se salvarán? Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondi­endo os dirá: No sé de dónde sois. Entonces comen­zaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad. Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.

Tal y como hemos visto, el Señor ha dicho que la única manera en que uno puede entrar en su rebaño—es decir su Iglesia—es por medio del bautismo efectuado por una persona que tenga la autoridad del Sacerdocio. Y la forma en que uno llega a estar autorizado para trabajar en el min­isterio de Cristo y llegar a ser poseedor de la autoridad del Sacerdocio para actuar en el nombre de Dios, es a través de la ordenación al sacerdocio por otro que ya previa­mente tiene dicha autoridad.

En Juan 10:1-5, el Señor dijo:

De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas: y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

Hebreos 13:8 nos dice que Jesucristo es el mismo “ayer, hoy y por los siglos.” Podemos regresar a los días del Antiguo Testamento y saber lo que piensa Dios respecto de las ministraciones sin autorización por aquellos que intentan obrar en su nombre pero no tienen autoridad. El capítulo 16 de Números nos habla acerca de la rebelión de Coré y de sus 250 seguidores. Ellos se unieron en contra de Moisés y Aarón y dice, “Basta ya de vosotros”. Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿porqué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?” Moisés les dijo que fueran hasta él y desafiaran su poder. Él hizo que todos los seguidores de Coré se reunieran en el campamento y todo el resto del pueblo de Israel se reunieron para ver. Y luego en los versículos 32 y 33 nos dice que

abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes. Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación.

Y continúa diciendo que “también salió fuego delante de Jehová, y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso.” El Señor estableció claramente a Moisés como su representante autorizado, y se libró de aquéllos que se rebelaron contra su poder del sacerdocio.

Primera de Crónicas 13:10 habla sobre lo que le sucedió a Uza, quien intentó mantener firme el arca del convenio. Cuando los bueyes tambalearon mientras el arca estaba siendo transportada, Uza, quien no tenía autoridad para hacerlo, se estiró y sostuvo el arca “Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió, porque había extendi­do su mano al arca; y murió allí delante de Dios”. Ustedes recordarán que en Números 4:15 Jehová había advertido a su pueblo que “no tocarán cosa santa, no sea que mueran.” Uza, quien no tenía autoridad de Dios, violó este sagrado mandamiento.

El capítulo 13 de primera de Samuel, nos dice como Saúl que había sido ungido rey sobre Israel, usurpó autori­dad del sacerdocio y realizó una ofrenda de sacrificio, la cual el no estaba autorizado a hacer. Los versículos 13 y 14 nos dicen que Samuel reprendió a Saúl diciendo:

Locamente has hecho; no guardaste el man­damiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón, conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guarda­do lo que Jehová te mandó.

Así Saúl cayó de la posición de rey que tenia, por haber usurpado la autoridad del sacerdocio.

Segunda de Crónicas 26 habla de Uzías el rey de Judá que fue un rey muy valiente, pero el Señor lo hirió con lepra por haber intentado oficiar en ordenanzas del sacer­docio sin la debida autoridad. El recuento comienza en el versículo 16 diciendo:

Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina: porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar del incienso. Y entró tras el sacerdote Azarías y con el ochenta sacerdotes de Jehová, varones valientes. Y se pusieron contra el rey Uzías, y le dijeron: no te corresponde a ti, oh Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal de santuario, porque has prevaricado, y no te será para gloria delante de Jehová Dios. Entonces Uzías, teniendo en la mano un incensario, para ofrecer incienso, se llenó de ira; y en su ira contra los sacerdotes, la lepra le brotó de la frente, delante de los sacerdotes en la casa de Jehová, junto al altar del incienso. Y le miró el sumo sacerdote Azarías, y todos los sacerdotes, y he aquí la lepra esta­ba en su frente; y le hicieron salir apresuradamente de aquel lugar; y él también se dio prisa a salir, porque Jehová lo había herido. Así el rey Uzías fue leproso hasta el día de su muerte, y habitó leproso en una casa apartada, por lo cual fue excluido de la casa de Jehová; y Jotam su hijo tuvo cargo de la casa real, gobernado al pueblo de la tierra.

Aquí vemos pues otro ejemplo de lo que les sucede a aquéllas personas que intentan hacer uso del sacerdocio sin la debida autorización de Dios. Lo mismo sucedió en el Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento y aún hoy en día. Y aún cuando hay muchos que dicen ser predi­cadores, o ministros o simples obreros de Dios, si ellos no tienen el sacerdocio, y no han sido ordenados por alguien que ya tiene esta autoridad, son usurpadores y no tendrán lugar en el reino de Dios en el último día. Por lo tanto, no son intérpretes autorizados de las escrituras, ni tienen la autoridad para enseñar la doctrina correcta de Dios, y mucho menos para conceder la salvación.

Quizá mi mensaje puede resumirse de una mejor forma si cito las palabras de Jesucristo mismo en el Sermón del Monte, cuando habló acerca de aquéllos que obrarán sin autoridad. Él invitó a la multitud a entrar por la puerta estrecha, la estrecha puerta que conduce a la vida eterna. Él dijo, comenzando con el versículo 13 del capítulo 7 de Mateo:

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida y pocos son los que la hallan. Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis; ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que por sus frutos los cono­ceréis.

En otro cassette, Pruebas Bíblicas de la Iglesia Restaurada, cito una gran variedad de profecías canóni­cas, que muestran que habría una apostasía, una sepa­ración o caída, en la cual la autoridad para obrar en nom­bre de Dios sería retirada de la tierra. Muestro que la autoridad sería retirada por completo, y que la única forma de que este poder pudiera volver a la tierra sería por medio de una restauración. Y después, muestro una cantidad importante de profecías que nos llevan paso a paso por todo el proceso de la restauración. Indico cómo se efectuó la restauración en estos últimos días, y que sólo La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tiene el poder del sacerdocio restaurado y por ende, el poder para obrar en el nombre de Dios.

Les Hago una Invitación: Entren por la Puerta
Estrecha que Lleva la Vida Eterna

Hemos hablado extensamente de la necesidad de tener la autoridad y de la necesidad de encontrar la Iglesia de Jesucristo. Las sagradas ordenanzas que se efectúan en esta iglesia son esenciales para todos los hombres si desean algún día morar en el reino de Dios. Espero que consideren seriamente los pasajes de las escrituras que hemos visto. Mediten sobre la necesidad de recibir aquéllas ordenanzas esenciales, por personas que tengan la autoridad para ministrar en el nombre de Dios.

Cuídense de las falsedades que existen. Cuídense de los hombres que no tienen la autoridad, que dicen que ésta no es necesaria, que no hay necesidad de ser bautizado por alguien con la debida autoridad, y que no es necesario recibir la imposición de manos para recibir el Espíritu Santo por alguien que posee la autoridad del sacerdocio. Estas son doctrinas falsas que pueden apartarles de su sal­vación. Cuídense de esa doctrina apóstata que dice que la Iglesia no es esencial, que la iglesia es sólo una organi­zación social, y que hay muchas Iglesias que son acep­tadas ante los ojos de Cristo. Pablo dijo: “Un Señor, una fe, un bautismo”. Y él verdaderamente declaraba la doc­trina del Señor Jesucristo.

Mediten profundamente sobre lo que he hablado y con­sidérenlas total- y plenamente. Oren y busquen la guía del Señor para que puedan comprender que son verdaderas y las apliquen en sus vidas diarias. Busquen a aquéllos que tengan el poder para obrar en el nombre de Dios, o sea, el sacerdocio mencionado en las escrituras con tanta fre­cuencia.

Les dejo mi testimonio, que el sacerdocio lo pueden encontrar en los representantes autorizados de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Si ustedes les permiten guiarles y dirigirles, encontrarán la salvación que tanto desean encontrar. De esto testifico en el nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Amen.

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1 Response to José Smith: Un Verdadera Profeta de Dios

  1. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Esto es el peso de las consecuencias de la verdead sobre la tierra hoy en dia.

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