Obligaciones de los miembros de la Sociedad de Socorro

Obligaciones de los
miembros de la Sociedad de Socorro

harold b. lee

por Harold B. Lee
(Discurso pronunciado en la sesión de Mesas de Estaca en la Conferencia General
Anual de la Sociedad de Socorro, el 3 de octubre de 1968)


Como podéis haber observado, creo que casi he escrito de nuevo lo que había planeado deciros. Después de la presentación que hemos tenido, el canto de este hermoso coro, la complacencia del Señor, con su fe y oraciones, y sintiéndome humilde ante lo que de mí ha dicho hermana Spafford en una inmerecida presentación, debo intentar hablar acerca del tema que la Presidencia de la Sociedad de Socorro me ha sugerido.

Tengo aquí la carta de la Sociedad de Socorro, que dice: “Sentimos la necesidad de una declaración autorizada en cuanto a las obligaciones de los miembros de la Sociedad de Socorro, se­gún lo establecido en un mensaje de la Primera Presidencia en conmemoración del 100a. aniver­sario de la Sociedad de Socorro, que se publicó en A Centenary of Relief Society (El Centenario de la Sociedad de Socorro.) La declaración fue la siguiente:

Esta organización fie origen divina­mente inspirado implica una corres­pondiente responsabilidad en consa­gración al servicio y en la más alta lealtad mutua de sus integrantes, y al Sacerdocio de Dios. Los miembros no deben permitir ninguna hostilidad ni interés de competencia de ninguna clase que desvirtúe los deberes y obligaciones, los privilegios y honores, las oportuni­dades y logros de los mismos en esta gran Sociedad. (A Centenary of Relief Society, página 7).

Estoy seguro de que vosotras reconoceréis que es un inmenso cometido dirigir la palabra en esta gran conferencia.

Cuando estudiaba esa declara­ción de la Primera Presidencia, vino a mi memoria una declara­ción que debe haber hecho un maestro extraordinario que cono­cía la importancia de la repeti­ción como el alma del aprendiza­je. Sus palabras son muy signifi­cativas y quiero mencionarlas en esta oportunidad:

“La frecuente repetición de sucesos es fundamental para la perpetuidad.” Pensemos en esas palabras: “la frecuente repeti­ción de sucesos es fundamental para la perpetuidad.” Al con­tinuar analizando la declaración de la Primera Presidencia, me di cuenta de que había cuatro partes importantes, y es en cuanto a estas cuatro partes que intentaré hacer algunos comentarios.

PRIMERO: LA RESPONSABILIDAD DE LA SOCIEDAD DE SOCORRO EN LA CONSAGRACION AL SERVICIO

Consagración significa dedi­carse al servicio o adoración de Dios, y servicio significa efectuar una labor para el beneficio de otros; servicio espiritual, tal co­mo se demuestra por la obedien­cia, buenas obras y amor cuan­do se dedica al servicio de Dios.

Cuando escuchaba el mensaje de la obediencia, que recibimos en esta presentación, la obedien­cia que han aconsejado los her­manos, sobre las que han dado instrucciones y que nos han ro­gado consideremos con respecto a las reuniones familiares, sentí deseos de repetir algo de lo que os dijera el año pasado, de por lo menos, recordaros unas pocas cosas vinculándolas con esta parte específica del mensaje de la Presidencia.

EL PAPEL DE LA MADRE ES ENSEÑAR EL EVANGELIO

Entonces, ¿cuál es el papel de la madre en el gran servicio del reino? Su papel principal y más importante, es el de recordar las enseñanzas del evangelio a la familia, tal como se expresó en las primeras revelaciones que se encuentran en la primera sección de las Doctrinas y Convenios, a las que se les ha llamado el Prefacio de las revelaciones modernas. En ellas encontramos cuatro propósitos importantes de la revelación del evangelio que se aplican particularmente al hogar.

De esta manera, leí en la Primera Sección de las Doctrinas y Convenios:

  1. “Para que también se aumente la fe en la tierra . . . Para que si errasen fuese manifestado;
  2. Y si buscasen sabiduría se les instru­yera;
  3. Y si pecasen se les castigara para que se arrepintieran;
  4. Y siendo humildes, fuesen hechos fuertes y bendecidos de lo alto, reci­biendo conocimiento de cuando en cuando.” (Doc. y Con. 1:21, 25-28).

Ahora, el papel de la madre está muy claro en esta enseñanza vital del evangelio, centrada en el hogar. Me gustaría hablar ahora acerca de algunas cosas que recalquen lo que acabáis de oír y apreciar en esta excelente presen­tación. Pongan al padre a la cabeza del hogar, y como se dijo, aun cuando parezca no mere­cerlo.

Estimulad a vuestros esposos para que honren el sacerdocio, cuando no lo hacen; conseguid la ayuda del sacerdocio en cuanto a vuestros problemas familiares, podéis acudir a. los maestros orientadores para realizar vues­tras reuniones familiares y haced­las aun cuando el padre no se encuentre en casa o aun cuando no se encuentren algunos de los hijos; mas, haced el esfuerzo de preocuparos por adelantado de que todos estén alertas al hecho de que es la noche familiar y que no debe haber nada que in­terfiera.

Las madres se encuentran en el punto crítico del hogar. Hace algún tiempo asistí a una con­ferencia trimestral de estaca—de una estaca que no identificaré— y los nombres que usaré no serán los Verdaderos.

LA IMPORTANCIA DEL MATRIMONIO EN EL TEMPLO

Al mirar las estadísticas descubrí un porcentaje muy po­bre de parejas casadas en el tem­plo. Durante la conferencia, en la sesión de la tarde, le dije al presidente de la estaca pensando en algo que se pudiera hacer y decir para despertar la conciencia de la congregación en cuanto a la necesidad de este asunto vital: “¿Hay aquí alguna madre mayor que haya tenido una familia grande y que haya experimenta­do el gozo de ver a todos sus hijos casarse en el templo?”

Después de mirar la congrega­ción, dijo: “Hay una hermana (a quien llamaré hermana Jones), tuvo once hijos, y todos se han casado en el templo, pero me imagino que no la llamará al púlpito para que hable, pues nunca se le ha llamado a hablar ante una congregación como ésta.”

Yo le dije: “Me imagino que no, si ha criado once hijos. No tengo la intención de llamarla para que hable, sólo quiero que venga aquí adelante, para hacerle unas preguntas.”

Y cuando aquella encantadora madre de pelo blanco se encontró junto a mí frente al micrófono, le dije: “¿Nos daría usted una lección al decirnos, qué ha hecho para alcanzar tan maravilloso logro?”

Y ella contestó: “Bueno, nun­ca he pensado en eso.” Pero yo la urgí para que se expresara más ampliamente. “Podría darle dos sugerencias. En primer lugar, siempre me mantuve alerta a las salidas y llegadas de mis hijos, estando siempre lista para aten­derlos mientras crecían, y segun­do, cualquier cosa que hacíamos, la realizábamos todos juntos, como familia. Jugábamos juntos, orábamos juntos, trabajábamos juntos, hacíamos todo junto. Creo que eso es todo lo que se me ocurre.”

A mi vez, le dije: “Ha pro­nunciado usted, dos grandes ser­mones.” Después miré nueva­mente la congregación y vi allí a una madre joven que tenía un bebé en sus brazos, el que supuse era su primer hijo; en­tonces le pregunté al presidente de la estaca si aquella joven se había casado en el templo y él me contestó afirmativamente, así que la invité a que subiera al púlpito y le pedí que dijera algo acerca de cuán importante con­sideraba su matrimonio en el templo.

PARTE DE UN CIRCULO FAMILIAR ETERNO

Cuando recobró el aliento, dijo: “Bueno, resulta que soy la décimo primera hija de la her­mana que acaba de hablar; y cuando usted le hacía esas pre­guntas, yo me preguntaba, ¿por qué no nos hará esas preguntas a nosotros? Nosotros sabemos lo que hace la influencia maternal, lo que nos hizo desear hacer lo que ella quería que hiciéramos en el hogar.”

Entonces contó acerca de al­gunas experiencias que había tenido cuando crecía; fue así como dijo que había obtenido un empleo de un hombre que era “un lobo”, que trataba de aprove­charse de todas las jóvenes que trabajaban en ese lugar. Ella resistió, pero él se burló de los padres de ella; todo lo que le dijo era contrario a las normas de su hogar, a las enseñanzas de sus padres. Entre otras cosas, el hombre le había dicho: “¿Por qué no creces y te diviertes, por qué tienes que estar atada a lo de tu anticuada gente?”

Entonces ella pensó que quizás estaba demasiado res­tringida y al domingo siguiente le dijo a su madre: “Mamá, no iré a la Escuela Dominical.” La madre la había mirado un tanto alarmada y le había dicho: “Es­tá bien, querida, tienes la edad suficiente como para saber lo que haces,” y la joven continuó diciendo en su relato que se ha­bía sentado junto a la ventana y que desde allí había visto los ca­rruajes cargados de gente que salían de todas partes de la granja camino a la Iglesia, y en la tarde, nuevamente lo mismo, para la reunión sacramental, que­dándose en casa todo el día com­pletamente sola. Dijo que había sido el día más solitario de su vida, y que durante el mismo había resuelto que nunca más haría cosa alguna en forma consciente que la privara del derecho de pertenecer a su mara­villosa familia.

A vosotras, madres, os digo que lo que disuadirá a vuestros hijos de ir contra vuestros consejos, será el temor de perder su lugar en el círculo familiar eterno.

Ellos no habrán perdido su lugar en el reino, si vosotras construís una maravillosa vida familiar realizando vuestras reuniones familiares.

LEALTAD AL SACERDOCIO

El segundo punto en que la Presidencia hace hincapié, es la lealtad al Sacerdocio de Dios. He estado leyendo algunas historias interesantes de fuentes seculares, como Dr. Mosheim’s Ecclesiasti­cal History (La Historia Eclesiás­tica del doctor Mosheim), y me pareció interesante que estos escritos se refirieran a muchas de las facetas de la organización actual en que la autoridad apos­tólica se halla definida, citando organizaciones comparables a nuestras estacas que fueron presididas por líderes como los nuestros, en que el sistema de diezmos estaba claramente ex­puesto, el trato de “hermano” y “hermana” era el mismo, los vigilantes del sacerdocio estaban claramente definidos, había es­tacas que llamaban diócesis y toda la Iglesia estaba sujeta a los apóstoles. Las sagradas escri­turas eran guías para la cristian­dad y entonces los apóstatas empezaron a usurpar la autori­dad, a denominarse con títulos de Iglesias y a atribuir el pro­greso de la Iglesia a los medios humanos y no al poder divino. Cuando pensaba en esta asigna­ción traté de encontrar algo que se igualara a la Sociedad de So­corro.

El Señor ha dicho por medio del apóstol Pablo:

Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen el don de lenguas. (1 Corintios 12:28)

Dummelow, en su Bible Commentary, explica que los que ayudan, como dicen las escri­turas, se podría interpretar como “lo que incluye la obra original de los diáconos, administraciones a los pobres y enfermos.” (página 913)

Y en Ecclesiastical History, de Mosheim, encontramos:

La gente ofrecía grandes y generosas contribuciones cuando la protección e intereses de la comunidad les brindaban lo necesario. . . cada uno daba una parte de acuerdo a sus disponibilidades. . .

Llevaban estas a las asambleas y se llamaban “ofrendas”.

Reinaba entre los miembros de la Iglesia Cristiana una igualdad perfecta, lo que se demostraba en las fiestas de caridad en las que todos se reunían in­distintamente, tratándose de hermanos y hermanas. (Ecclesiastical History, de Mosheim, página 104)

Entonces continúa:

Algunas de las iglesias orientales en particular, elegían diaconisas, y escogían para ese propósito, matronas o viudas de eminente santidad que administraban las necesidades de los pobres y efectua­ban varios otros oficios, que se rela­cionaban con el mantenimiento del orden y la decencia en la Iglesia.

¿Escucharon alguna vez una descripción tan acertada de la Sociedad de Socorro?

LOS OBISPOS TRABAJAN CON LA SOCIEDAD DE SOCORRO

Y después describe la obra de los obispos, refiriéndose a esta organización:

Sin embargo, no se permita que se confunda a los obispos de este primitivo período de oro de la iglesia con aquellos sobre quienes leeremos en las páginas siguientes, porque aunque se les dis­tinguió con el mismo nombre, difieren en gran manera en muchos aspectos. Du­rante el primer y segundo siglos, el obispo era la persona que se encargaba de una congregación cristiana, la que hablando en términos generales, era lo suficientemente pequeña como para caber en una casa privada. En esta con­gregación, no actuaba tanto con la autoridad de maestro como con el celo y diligencia de un siervo fiel. Instruía a la  gente, efectuaba las diversas partes de la adoración divina, ayudaba a los en­fermos, e inspeccionaba las circunstancias y provisiones de los pobres.

Encargaba a los presbíteros (élderes) que efectuaran aquellos deberes y ser­vicios que la multiplicidad de sus respon­sabilidades le impedían cumplir; pero no tenía la autoridad para decidir cosa alguna sin el consentimiento de los presbíteros (élderes) y de la gente.

Los beneficios eran sumamente pe­queños, siendo que la iglesia no tenía ingreso alguno, y dependían de las ofren­das de la gente, las que sin’ dudas, eran insignificantes. (Ibid., páginas 105-106)

Como ven, la Sociedad de So­corro ayuda en el gobierno de la Iglesia, y como ninguna otra or­ganización, es la “criada de mano” del sacerdocio de Dios; en su responsabilidad de rendir servicio caritativo, presentan una especie de “Imagen de padre y madre” en el Reino de Dios, que se preocupa por los necesitados y los infortunados.

LEALTAD MUTUA

A continuación, la Presidencia llama la atención sobre la lealtad mutua. Las Maestras Visitantes tienen su lugar en la enseñanza de las madres que no conocen los métodos para enseñar a sus hijos. Al decir esto, recuerdo que al­guien dijo: “Si quieres mante­nerte joven, vete donde la ju­ventud y si quieres envejecer, vete con los ancianos.” Hay algo que me dijo un amigo banquero hace poco tiempo cuando se halla­ba visitando la ciudad. Me llevó hacia un lado y me dijo: “Tengo una hija que tiene serios proble­mas de disciplina con sus hijos; hace poco le dije que quería que se relacionara con los mormones para que le enseñaran la manera de disciplinar a sus hijos; ella me miró y replicó: “¿Quieres decir que deseas que me una a la Igle­sia?” y yo le contesté que eso era exactamente lo que quería.

Le pregunté si sabía algo acerca del programa de la noche de hogar y me contestó que nun­ca había escuchado nada acerca de él.

Entonces le di dos manuales del programa de la noche de hogar, uno del año pasado y otro de este año y le sugerí que se los diera a su hija para que le sirvie­ran de ayuda. Después, le sugerí que él y su esposa también reali­zaran las reuniones.

LA EDUCACION SEXUAL EN LAS ESCUELAS

Hay algo más que preocupa mucho a las madres en la actuali­dad y es el asunto de la educa­ción sexual en las escuelas. Re­cuerdo unas madres muy preo­cupadas que participaron en una conferencia de estaca, hace poco tiempo, a la que asistí en Cali­fornia; estaban preocupadas pol­las cosas perversas que se están inmiscuyendo en la educación sexual, las que en su opinión, van más allá de los límites de la propiedad, dando peligrosas ins­trucciones a los niños y a los jóvenes. Ahora, ¿qué tiene esto que ver con la Sociedad de So­corro?

En cierta ocasión recibí la visita de una dama que estaba escribiendo un libro; ella quería que yo leyera el manuscrito, y le di una mirada. Trataba acerca del sexo, y le dije que no tenía tiempo de leerlo, a lo que ella me dijo “¿quiere leer sólo un capítu­lo?” Resultó ser uno de los más osados, más crudos, y con las descripciones más amplias que es posible leer. Cuando lo cerré ella me preguntó, “Y bien, ¿qué opina de él?” Entonces le con­testé: “Hablando francamente, le diré que nunca le daría mi con­sentimiento para que publicara esta clase de libro.”

Ella me miró un tanto asus­tada; evidentemente no le había agradado mi opinión. Un poco después, una de las hermanas me llevó a un lado y me preguntó por qué le había dicho tal cosa a su amiga. Yo le dije que me gus­taría que supiera lo que una vez dijo el presidente Clark, lo mismo que ahora quiero leeros; también lo recordé después de escuchar a aquellas hermanas de Cali­fornia. Sus palabras fueron las siguientes:

La falta de castidad es demasiado común. Yace en los grados superiores de nuestras escuelas, en nuestras casas comerciales y plantas industriales ocupa gran parte de la vida social. Los padres tratan por todos los medios de sostener a sus hijos. Se eleva un clamor, la Igle­sia necesita un libro sobre el sexo, pero ¿qué debe decir este libro? Todo lo que las escuelas han enseñado acerca del sexo. . . todas sus enseñanzas han despo­jado la modestia que una vez envolvió lo relacionado con el sexo; sus conver­saciones tienden a hacer animales sexua­les de la juventud. Las enseñanzas hacen poco, pero pican la curiosidad en cuanto a la experiencia. Se dice que estos cursos dicen lo suficiente acerca de la generación de los seres humanos como para estimularlos a evitar la paternidad. Se han escrito libros, se han dictado cur­sos acerca del noviazgo y matrimonio, ¿hasta qué punto? No tenemos que ir demasiado lejos para que se practique y predique lo que el Señor censuró una y otra vez al antiguo Israel y a los primeros cristianos.

La cruzada en cuanto a la castidad, puede empezar con una frase: Sed castos. Eso lo dice todo. No es necesario conocer todo el proceso de la reproducción para mantenerse limpio. Sed castos porque el Señor lo mandó, eso es todo. “No come­terás adulterio” dijo en el Sinaí, y no hizo minuciosas distinciones, como al­gunos desean saber, entre adulterio y fornicación. El Señor usó las palabras intercambiablemente.

ES IMPORTANTE MANTENER UNA FE FIRME EN DIOS

Leí la opinión de otro escritor en cuanto a este mismo tema. Decía que la razón de la desvia­ción sexual era la pérdida de la creencia en Dios, porque cuando se pierde a Dios, se pierde el propósito de la vida y cuando este se olvida, el universo pierde todo su significado. Entonces, esto estampa la importancia de las visitas a las hermanas de la So­ciedad de Socorro. Cuando visitéis un hogar en el que los padres no tienen el talento de enseñar a sus hijos, es vuestra la tarea de ayudar a estas madres en ésta, la parte más vital de la educación familiar. Id con vuestra intui­ción maternal, sintiendo en el corazón lo que la mente no sabe.

En cuanto al lugar que ocupáis en el Programa de Bienestar, se referirá más ampliamente el élder Taylor, así que sólo mencionaré una o dos ideas. La enseñanza del éxito de la mujer como madre, es parte del programa de bien­estar; demostrar la efectividad de la mujer como dueña de casa; preparar a una madre para reci­bir a su nuevo bebé; analizar con exactitud, por medio de los ojos de las leales hermanas las necesi­dades que los hermanos pueden no percibir. No murmuréis acerca de asuntos relacionados con vues­tras hermanas. No recordéis ni publiquéis jamás lo que habéis hecho por los demás, mas nunca olvidéis los favores que las her­manas os han hecho. Si, sed leales unas con otras, como her­manas en el evangelio del reino.

Podemos desterrar las hostili­dades e intereses de competencia que desvirtúan los deberes, obligaciones, privilegios y honores de la Sociedad de Socorro, las opor­tunidades y logros de los miembros. Mientras asistía a la re­unión de una organización de damas, que no mencionaré, me alarmé cuando presentaron a una de nuestras presidentas de la Sociedad de Socorro como ora­dora en aquella ocasión. En la presentación la persona que dirigía dijo: “Ahora, ella se ha graduado de la Sociedad de So­corro en esta organización fe­menina.” ¡Graduada de la Socie­dad de Socorro!

LA SOCIEDAD DE SOCORRO SUPLE LAS NECESIDADES

Debe haber una constante fijación de lo que la Sociedad de Socorro proporciona para suplir las necesidades de las madres jóvenes y de las abuelas, para cumplir el propósito de la Socie­dad de Socorro según lo definió el profeta José Smith. Mantened presente lo que os dije cuando empecé: “La frecuente repeti­ción de sucesos es fundamental para la perpetuidad.”

Leed una y otra vez las pri­meras instrucciones y llevad a la Sociedad de Socorro las normas que necesita; la Sociedad de Socorro no es una organización más de las que hay en el mundo, tal como los clubes sociales, o sociedades literarias, sino que ella debe hacer una contribución tan importante que no se pueda obtener en ningún otro lugar.

En cuanto a asuntos de almacenaje de hogar, también se referirá el hermano Taylor; por mi parte, quiero hacer nada más que una advertencia. No promováis la competencia en la adquisición de mercancías ni proyectos de naturaleza comercial bajo el nombre de la Sociedad de Socorro ni de cualquier otra entidad de la Iglesia.

Aconsejad a las madres que están descuidando a sus hijos en algunos detalles importantes. Y hablando de estas madres, de lo que las escuelas están haciendo por enseñar a los niños acerca de las cosas íntimas de la vida, es un hecho que las madres del mundo exterior están preocupadas. Acabo de leer en el diario del domingo, que en 1970, uno de cada diez nacimientos, será ilegítimo. ¡Alarmante! El cuarenta por ciento de nuestras madres solteras menores de veinte años, proceden de familias que perciben auxilio social; el cincuenta por ciento ya tenían uno o más hijos ilegítimos. Escriben, que para detener la marcha de la ilegitimidad, las agencias públicas y privadas están enfocando su atención en la educación. Entre las medidas que han tomado liara evitar la ilegitimidad están los cursos de educación sexual en las escuelas públicas, las escindas especiales para madres solteras, el control de la natalidad, ayudas de bienestar para las reincidentes, etc., pero ni una palabra acerca de lo que el Señor ha dicho “No cometerás. . .” ni de las cosas positivas que nos dijo el presidente Clark. ¡Sed castos porque el Señor lo manda!

LA VALENTIA ES EL VALOR EN LA ACCION

Leí algo de la definición de valentía del general Ornar Bradley, que fue un famoso General bajo el mando del general Dwight D. Eisenhower en la segunda guerra mundial. Decía: “Valentía es el valor en la acción. Es aquella cualidad que hace al hombre capaz de enfrentar un reto con decisión y propósito, sea este reto, de eminente peligro o la defensa de un principio moral, o el esfuerzo pionero en un nuevo campo del progreso. Eso es lo que coloca al héroe sobre el cobarde.” Hoy en día tenemos el reto de estas cosas que hemos hablado. Vosotras madres, debéis poneros de pie cada vez que veáis las horribles cabezas de la iniquidad, y aseguraros de que no llegará a vuestras puertas.

La valentía es el valor en acción, es lo que eleva al héroe sobre el cobarde, como ya lo he dicho. Sí, recordad lo que dijo la Primera Presidencia en su mensaje del Centenario de la Sociedad de Socorro, y los mandamientos sobre los que he hecho algunos comentarios.

Que el Señor os bendiga para que así lo hagáis y os conceda el valor en cuanto a vuestras convicciones en estos días turbulentos y tiempos difíciles en que vivimos, ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario