El Hogar, centro
de educación del Niño

por Belle S. Spafford
(Discurso pronunciado en la sesión general de la Conferencia General
Anual de la Sociedad de Socorro, 30 de septiembre de 1964)
“La sabiduría de las edades”, es una frase usada frecuentemente que indica que las experiencias de las diferentes épocas han probado que ciertas afirmaciones son verdaderas y que algunos cursos de acción son prudentes, juiciosos, sensibles y buenos. En la historia del mundo no hay ninguno que sea tan bien conocido por su sabiduría (aparte del Salvador mismo), como el rey Salomón que reinó sobre Israel. Las Escrituras nos dicen que en Gabaón el Señor se apareció en sueños a Salomón, que había sucedido al rey David como director de Israel, y Dios dijo: “Pide lo que quieras que te dé.” Y Salomón contestó:
Da, pues, a tu siervo corazón con entendimiento para juzgar a tu pueblo, para discernir entre lo bueno y lo malo, porque, ¿quién podrá gobernar a este pueblo tuyo tan grande?
Y le agradó al Señor que Salomón pidiese esto.
Y le dijo Dios: Porque has pedido esto, y no has pedido para ti muchos días, ni has pedido para ti riquezas ni has pedido la vida de tus enemigos, sino que has pedido para ti entendimiento para discernir juicio,
he aquí, he hecho conforme a tus palabras. He aquí que te he dado un corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. (1 Reyes 3:5; 9-12)
La importancia de un corazón entendido para aquellos que gobiernan a otros, y las palabras sabias del rey Salomón constituyen una parte importante de la sabiduría de las edades. De entre las palabras de Salomón que merecen la meditación de las madres de la Iglesia están éstas: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” (Proverbios 22:6)
La vida social de la actualidad se ha vuelto complicada y se han profundizado sus males. Las madres se han preguntado algunas veces si es posible criar al niño de manera de poder asegurar que sea un hombre justo durante su madurez.
Permanentemente ante nosotros aparecen informes y relatos de tentaciones y la existencia de males que acosan a los jóvenes y señoritas. Demasiados niños están siendo instruidos en la tela de la destrucción.
En vista de las condiciones existentes, están creciendo con gran rapidez los estudios sociales y el desarrollo de programa para el bienestar, haciéndose especial énfasis en las medidas a tomar y las técnicas para el trabajo social que sean más efectivas con los problemas. Las medidas que se toman para remediar los problemas, son administradas en gran parte por las instituciones de bienestar social. Por muy eficaces que sean para el tratamiento cuando un niño se ha desviado del camino, ¿no son acaso más eficaces las medidas disciplinarias impartidas durante la instrucción temprana del niño por sus padres sabios y justos?
Los líderes de la Iglesia nos han enseñado, hace mucho tiempo, que el carácter de nuestros hogares, y las enseñanzas que debemos dar a nuestros niños pequeños tiene una gran importancia en el carácter y comportamiento del adolescente y posteriormente del hombre o mujer. De tiempo en tiempo escuchamos un eco de esto de parte de las personas que consideramos autorizadas. En el Deseret News del 19 de agosto apareció un informe sobre una presentación que hizo la Dra. Eleonor Glueck, eminente criminalista de la Facultad de Abogacía de Harvard en el Primer Congreso Internacional de Psiquiatría Social. En esta presentación la Dra. Glueck dijo que la madre juega un papel decisivo en el hecho de que un niño se vuelva un delincuente y más tarde, tal vez, un criminal. La Dra. Glueck declaró que hay tres factores vitales que determinan la influencia de la madre sobre el niño, y son, la supervisión dada, la disciplina que pueda imponer y la unidad que puede crear en la familia.
La Iglesia nos da una visión más amplia, el concepto mayor de nuestra responsabilidad hacia nuestros hijos. Nos da primero una comprensión de lo que quiso decir Salomón cuando dijo: “Instruye al niño en su camino”. “Su camino” se ha marcado claramente. La Iglesia nos da un consejo específico de cómo guiarlo en nuestras enseñanzas en el hogar día a día y entonces nos ciñe con un maravilloso quorum del sacerdocio y con el programa de las organizaciones auxiliares.
Aunque por medio de circunstancias desafortunadas o tal vez la acción injusta por parte de los padres, un niño puede no recibir la dirección firme y sabía que se requiere para evitar las trampas de la vida, creo que nuestra Iglesia tiene una vasta mayoría de madres competentes, y, nuestra gente joven, por lo general, merece nuestra confianza. A veces, aunque alguno se aparta de las enseñanzas de sus padres vuelve nuevamente arrepentido por causa de esas enseñanzas. No hace mucho, un hombre de ochenta y cuatro años de edad que había sido enseñado en su niñez por padres justos, me relató la fascinante historia de su arrepentimiento. Me dijo: “Durante los recalcitrantes días de mi niñez y juventud, las enseñanzas de mis padres permanecieron conmigo como una fuerza restringente y evitaban hasta cierto punto que hiciera algunas cosas. Nunca pude separarme completamente de ellas, y finalmente me guiaron de vuelta a la vida recta y la felicidad.”
Parece natural que se hable del que se ha apartado y prestemos poca atención a los innumerables que siguen el camino justo.
El presidente McKay ha hecho referencia a este hecho, y al mismo tiempo ha expresado su confianza en la juventud de la Iglesia en las siguientes palabras:
Mientras llamamos la atención solícita a las tragedias en el manantial de la vida humana, no nos olvidemos del grupo mucho mayor que so dirige reclámenlo y con éxito, evitando los bancos de arena y los rápidos de la indulgencia pecaminosa y de la decadencia espiritual, cuyas vidas nobles conforman y aumentan la confianza en la generación creciente. Al buscar la oveja perdida apreciemos las “noventa y nueve” que están a salvo en el rebaño. (Motherhood—A Partnership With God, compilado por Harold Lundstrom, págs. 4-5)
Hace poco asistí a una cena ofrecida por un grupo de mujeres no miembros de la iglesia que eran activas en programas de bienestar cívico y social. Durante la reunión se expresó una preocupación por el creciente comportamiento antisocial de la juventud. El grupo en general parecía estar de acuerdo en la necesidad de fortalecer el hogar como una fuente para mejorar la situación. Una mujer que estaba sentada cerca de mí me dirigió dos preguntas: (1) “¿Tienen delincuencia juvenil entre los miembros de la Iglesia?, si la respuesta es afirmativa, ¿tiene algunas estadísticas que comparen el porcentaje de delincuencia entre ustedes y el porcentaje nacional?” (2) “Ustedes tienen normas muy altas de vida de hogar y familiar al igual que normas rígidas de disciplina, ¿cuán efectivas son estas normas en la vida de su juventud?”
No tenía ninguna estadística para mostrarles, y honestamente no pude decir que no tenemos delincuencia, pero me sentí confiada en decir que nuestras normas de enseñanza dan buenos frutos. Sin ninguna duda les dije que estas normas producen hombres y mujeres sujetos a las leyes.
Tenía presentes en mi mente a 11.000 jóvenes misioneros que están sirviendo al Señor en el campo misional; pensé en las decenas de miles que lo han hecho en los años anteriores. Vino a mi mente una visión impresionante que había visto recientemente cuando miles de jóvenes y señoritas se reunieron en el Tabernáculo para asistir a la conferencia de la Asociación de Mejoramiento Mutuo; estos jóvenes habían sido elegidos para ser líderes por su valor en este maravilloso programa de la juventud. Pensé en los muchos jóvenes que están sirviendo en obispados y presidencias de estaca; pensé en un joven que es el ejemplo de lo que hace la instrucción en el hogar; que fue nombrado por el Señor por medio de su profeta para que sea un apóstol, un testigo de Cristo en el mundo. Pensé en otros muchos que fueron enseñados de la misma manera y llamados a posiciones semejantes, y que en la actualidad, son baluartes de justicia entre las naciones de la tierra. Pensé en el incontable número de mujeres jóvenes e inteligentes de gran fe y testimonio que presiden sobre la Sociedad de Socorro en toda la Iglesia. El visitar una Sociedad de Socorro de universidad es una experiencia maravillosa y de gran inspiración.
Pensé en una conversación que había sostenido en una gran ciudad del este con un scout de doce años que había sido instruido cuidadosamente por una madre justa y hermosa que recientemente había fallecido. El niño había estado en un campamento durante el fin de semana. Con cara brillante de entusiasmo me dijo que el grupo al que pertenecía había sido escogido por un director nacional para un reconocimiento especial. Este director nacional de los boys scouts había dicho: “¿Cómo es que tantos buenos muchachos pertenecen a este grupo?” Con la certeza de que sabía la respuesta el niño me dijo, “todos éramos mormones”.
Por mi mente pasaron infinidad de casos de los frutos de las enseñanzas de la Iglesia impartidas por los padres en el hogar. Sentí la efectividad de nuestras normas y que la disciplina está mejor medida como fue enseñada por el Señor y registrada por San Mateo: “Así que, por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:20)
Las enseñanzas impartidas por el Señor y por los profetas de los últimos días por medio de la inspiración del Señor, y registradas para que las estudiemos y usemos, son de gran ayuda para enseñar a nuestros hijos el camino por el que deben andar. Quisiera presentar algunas de estas escrituras. La amonestación del Señor registrada en las Doctrinas y Convenios 68:25-28 es muy familiar y considero que no es necesario que la lea, a aquellos que no la conocen muy bien les recomiendo que la lean.
Siempre se ha enseñado a los miembros de la Iglesia que el matrimonio fue divinamente instituido y que el efectuado en el templo es la fundación firme sobre la que se construye un hogar bueno y eterno. El profeta José Smith ha declarado que “el matrimonio fue una institución del cielo, instituida en el jardín del Edén y que era necesario que fuera solemnizada por la autoridad del Sacerdocio eterno.” (Jospeh Smith’s Teachings, edición de 1912, página 103)
El presidente McKay hizo esta súplica ferviente:
Oh, que pueda nuestra juventud en toda la tierra, comprender que tiene a su alcance la posibilidad de esta forma de matrimonio, que contribuirá más que cualquier otra cosa que se pueda obtener, a su felicidad en este mundo y su unión eterna y felicidad en el otro. (Molherhood—A Partnership With Godo. página 119)
El presidente J. Reuben Clark nos recuerda las relaciones fundamentales y eternas de la familia en esta forma:
La familia, mirada ampliamente, es casi tan básica para los principios y plan del evangelio restaurado como cualquier otro principio que conozco. Tenemos Padres Celestiales, los padres eternos de los espíritus que estamos aquí, y estos espíritus fueron creados para que pudieran venir a esta tierra y recibir tabernáculos mortales que a su tiempo podamos dejar; después nos volveremos a reunir a ellos y llegaremos a ser el alma perfecta, el cuerpo y el espíritu reunidos. . . La relación familiar es fundamental, sin ella no podemos alcanzar el destino del cual nuestro Padre Celestial nos ha provisto. (Ibid., págs. 10-11)
El presidente José Fielding Smith nos presenta el deber de los padres al criar a sus hijos:
Es el deber de los padres enseñar a sus hijos los principios salvadores del evangelio de Jesucristo para que sepan porqué han de ser bautizados y para que mantengan en su corazón el deseo de cumplir los mandamientos de Dios después de haber sido bautizados, para que puedan volver a su presencia. (Ibid., pág. 149)
La disciplina comprendida en el evangelio de Cristo, es fundamental para la buena crianza de los hijos, pero debe ejercerse sabiamente.
Brigham Young enseñó a los padres de la Iglesia principios sabios para la enseñanza de los niños: “Críen a sus hijos con amor”, dijo el presidente Young. . . estudien sus disposiciones y temperamentos, y trátenlos de acuerdo; nunca deben corregirlos bajo el calor de la pasión.” (Ibid., página 23)
El élder Orson Pratt nos da otros consejos sobre este asunto, que desafortunadamente necesitamos en algunas circunstancias:
No disciplinéis a vuestros hijos con enojo. Sed deliberados y calmos al dar consejos o reproches, pero al mismo tiempo usad ansiedad y decisión. . . No busquéis faltas en cualquier error pequeño que hagan, porque desanimará a vuestras familias y empezarán a pensar que es imposible complaceros, y después de un tiempo se harán indiferentes a si os complacen o no . . . No seáis demasiado severos en el gobierno de la familia, hasta el punto de que seáis un objeto de miedo y temor. (Ibid., pág. 29)
El élder Harold B. Lee hace hincapié en la importancia del toque espiritual: “El mantenimiento espiritual, el ejercicio de las oraciones familiares, la constante atención a los deberes de la Iglesia, son algunas de las cosas que han ayudado a estos (Santos de los Últimos Días) hogares para que tengan éxito.” (Ibid., página 159)
La Iglesia siempre nos ha enseñado la importancia de aprender, y desde los días de los pioneros nos ha provisto de escuelas. Los padres han sido urgidos para que animen a sus hijos a lograr una educación. Esto parece ser aún más importante en este mundo actual de gran competencia.
El presidente John Taylor ha hablado de la necesidad de educar a nuestros hijos, de darles oportunidades para que se instruyan y aprendan de la siguiente manera:
No queremos que nuestra posteridad crezca siendo ignorante . . . sino que sea inteligente y sabia, que logre conocimiento sobre literatura y ciencia, y de todo lo que es bueno, digno de alabanza, intelectual y de beneficio para el mundo . . . (Ibid., pág. 26)
Es digno de notar que en este día cuando la libertad individual está amenazada en tantas formas, el presidente McKay pone sobre el hogar la responsabilidad de enseñar este principio divino. Dice el presidente McKay:
El hogar es el mejor lugar en el mundo para enseñar el ideal más alto en la vida social y política del hombre, o sea la perfecta libertad de acción siempre que no pase sobre los derechos y privilegios de los demás. (Ibid., pág. 6)
Muchos de nuestros líderes nos han dado el mismo consejo sobre la manera de enseñar más efectivamente a nuestros hijos. El élder Howard Hunter lo dice en estas palabras: “Debemos ser buenos ejemplos para nuestros hijos, porque la enseñanza más grande se da por medio del ejemplo. . . Este es el gran desafío de los padres.” (Ibid., pág. 51)
Los Santos de los Últimos Días se han referido a sí mismos como un pueblo peculiar, aceptando la definición de peculiar, no como algo raro, sino distinto. El élder Richard L. Evans ha declarado:
La palabra peculiar no es una palabra propia de nosotros sino de las escrituras. Es una palabra que el Señor ha usado para describir la generación que él tendrá, peculiar en pureza, honor y en justicia como se indica en el Nuevo y Antiguo Testamentos. (Ibid.. pág. 45)
En nuestras actividades domésticas y en la crianza de nuestros hijos, como en otras cosas, debemos ser peculiares. En un mundo en que las normas domésticas y el papel de la mujer están marcados por el cambio de lo que ha sido tradicional, no seguimos las tendencias modernas a menos que estén de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia. Es cierto que el mundo actual requiere una eterna vigilancia para mantener a los niños en la senda de la virtud y verdad; podemos consolarnos al saber que esto no es sólo posible sino algo que se logra generalmente entre los miembros de la Iglesia si se adhieren a sus enseñanzas; este hecho está atestiguado por miles de jóvenes entre nosotros.
Felicito a las madres en nuestra Sociedad de Socorro, en especial estoy agradecida por las madres jóvenes, muchas de las cuales tienen varios niños pequeños. Su valentía, amor por la verdad, deseo de escuchar, seguir los consejos y fidelidad en la Iglesia, son buenas maestras para la nueva generación. Es maravilloso verlas asistir a las reuniones de la Sociedad de Socorro junto con sus pequeños, buscando la manera de aprender cómo deben actuar.
Ruego que el Señor bendiga a las madres con corazones comprensivos y con la sabiduría para enseñar a sus niños el camino por el que deben ir para que cuando sean adultos no se aparten de él. Que sus temores con respecto a la crianza de los hijos en este mundo de cambios y problemas sea suplantado por la paz de corazón que se obtiene por medio de la adhesión al consejo de la Iglesia, lo ruego sinceramente.























