“Llevad mi yogo sobre vosotros”

por Marianne C. Sharp
(Discurso pronunciado en la sesión general de la Conferencia General Anual
de la Sociedad de Socorro, el 30 de septiembre de 1964)
El otro día, mientras leía en Mateo, me impresionaron unos versículos que estoy segura muchos de nosotros podríamos repetir de memoria:
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.
Al leer esta invitación, me pregunté ¿cuál es el yugo del Señor para mí, una mujer miembro de la Iglesia, y que todos debemos tomar sobre nosotros, y qué es lo que hace que nuestra carga sea ligera?
Al pensar en el yugo del Señor, decidí que para una mujer casada sería, en primer lugar, el luchar para lograr la perfección como esposa y madre. Ninguna mujer puede encontrar descanso para su alma si no busca diariamente el llegar a ser mejor en estas dos responsabilidades de tanta importancia. Las cargas de la vida están siempre sobre nosotros, y si nos mantenemos firmes en estos dos deberes fundamentales, nuestras almas no tienen descanso, cargas injustas aplastan nuestro gozo y dejan en su lugar aburrimiento, frustración e infelicidad.
Para ser esposas alegres debemos honrar el Sacerdocio en nuestros hogares y apoyar a nuestros esposos en sus esfuerzos justos. Debemos mantener nuestros hogares en orden y hacerlos que sean un cielo de paz y amor.
Para ser madres alegres debemos dedicarnos a nuestros hijos; enseñarles el respeto por el sacerdocio, a ser obedientes a sus padres y guiarlos en la luz y la verdad.
Al considerar más el yugo del Salvador para la mujer, naturalmente consideré las actividades a las que he dedicado mi tiempo. Pensé en el tiempo que he trabajado en la Sociedad de Socorro. ¿Es eso parte de mi yugo?
Rápidamente decidí que la Sociedad de Socorro ofrece la oportunidad de ayudar a la mujer a tomar sobre sí el yugo del Señor y encontrar que la carga es ligera. ¿Qué es lo que ofrece la Sociedad de Socorro a la mujer para dar descanso a su alma?
Las respuestas vinieron tan rápidas que casi no pude separarlas. Pasaron por mi mente las enseñanzas e instrucciones que había recibido en la Sociedad de Socorro desde que me asocié antes de casarme. Decidí que la Sociedad de Socorro es el instrumento que usa el Señor para dar a sus hijas en el momento apropiado verdades, y la práctica que necesita de esas verdades.
Como esposas y madres en nuestros hogares, actuamos individualmente al enfrentar nuestros problemas, y buscar la solución por medio de la oración. Cuando nos hacemos socias de la Sociedad de Socorro, sin embargo, aprendemos en medio de nuestras hermanas, tenemos una base para comparar. Por ejemplo, podemos pensar que nuestras cargas son demasiado pesadas para poder soportarlas, entonces conocemos a hermanas cuyas cargas son mucho más pesadas que las nuestras. Por otra parte podemos escuchar a una hermana que se queja de sus problemas, los cuales nos parecen triviales, Aprendemos una lección, muchas lecciones, de la asociación con nuestras hermanas; las cargas de una persona pueden parecer sin importancia para otra, pero todos tenemos cargas. Cuando estamos en la Sociedad de Socorro ya no estamos solas con nuestros problemas, estamos unidas a las hermanas de la Iglesia y nuestra visión se amplía.
¿Qué pasa si una hermana es llamada para trabajar en la Escuela Dominical, en la Asociación de Mejoramiento Mutuo o en la Primaria? Como mujeres, aceptamos gozosas estos llamamientos y por ellos recibimos grandes bendiciones y gozo, pero en ninguna otra organización el servicio da a la mujer, como mujer, la luz y verdad que puede obtener personalmente por su dedicación en la Sociedad de Socorro. Esto es cierto porque la Sociedad de Socorro fue organizada por nuestro Padre Celestial para sus hijas.
¿En qué forma nos ayuda la Sociedad de Socorro a tomar sobre nosotras el yugo del Salvador?
La ayuda que recibimos es múltiple. En primer lugar, comenzamos a estudiar las escrituras en un nivel adulto, estudiamos lecciones que han sido escrituras especialmente para las mujeres. Desde los años que he estado en la presidencia hemos estudiado detenida y cuidadosamente la vida de Cristo, El Libro de Mormón y las Doctrinas y Convenios. Al estudiar hemos escudriñado las escrituras. Al estudiar y discutir las cosas bajo el espíritu de la oración, recibimos una mayor comprensión dentro de nosotras. Tratamos de seguir la admonición del profeta José: “Cuando lleguéis a casa, no volváis a hablar una palabra enojada o áspera a vuestros maridos, sino que de hoy un adelante sean adornadas vuestras obras con bondad, caridad y amor.” Se nos ayuda a decidir si debemos darle a Juan el dinero que pide o si debemos permitir que María vaya a la fiesta. Todas las instrucciones que recibimos en la Sociedad de Socorro nos ayudan a tomar nuestras decisiones diarias. Aprendemos a servir a otros y aumentar nuestros talentos. La Sociedad de Socorro debe actuar sobre estas palabras, como el profeta José instruyó: “Jesús dijo: “Haréis las obras que me habéis visto hacer.” El servicio que prestamos a la Sociedad de Socorro edifica y fortalece muchas facetas de nuestros caracteres. Aprendemos a. obedecer a los que nos presiden y prestarles toda nuestra lealtad. Nuestros propios deseos personales pasan a ocupar un lugar secundario, dejamos el egoísmo y ejercitamos la humildad.
Aprendemos a aceptar la responsabilidad. Muchas veces se nos pide que hagamos tareas que sentimos están más allá de nuestras posibilidades, sin embargo aceptamos hacerlas, y al cumplirlas con la ayuda del Señor, el yugo se vuelve más liviano.
Aprendemos a cuidar a los enfermos, confortar a los que tienen pesares, discernir las necesidades de nuestras hermanas. La Sociedad de Socorro nos provee una gran oportunidad para aumentar nuestra fe y para probarla por nuestras obras, para buscar nuestros propios caminos y emular el ejemplo del Maestro que hizo tanto bien entre las gentes. El Salvador no limitó sus servicios a los miembros de su propia familia, recuerden que preguntó: “¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?” y respondió: “todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.”
¿Puede acaso una mujer miembro de la Iglesia tomar sobre sí el yugo de Cristo y negar obstinadamente a la Sociedad de Socorro? El Salvador dice: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.” ¿Hay alguna manera mejor para aprender a ser mansos y humildes de corazón que el servir a nuestro prójimo como nos lo indican los que tienen autoridad? ¿Hay alguna manera mejor de aumentar nuestros testimonios que el estudiar esta organización divina cuyo lema es “El amor nunca deja de ser?”
Si no tenemos caridad, el amor puro de Cristo, que dé motivo a nuestros pensamientos y acciones, no somos nada. El estar encerrados en torres de marfil para estudiar y aprender las escrituras no es tomar el yugo de Cristo sobre nosotros; tampoco podemos amar al Salvador, orar por los enfermos y afligidos si les damos la espalda. Él nos ha dicho: “Si me amáis, guardad mis mandamientos.”
Al acercarnos cada vez más al Salvador, mientras hacemos el tipo de obras que él hizo, nuestras almas son probadas. Si tomamos el yugo sobre nosotros, encontramos que es ligero; el gozo del logro, la satisfacción del servicio, el aumento de nuestro amor por el Salvador hace que nuestras cargas sean ligeras.
Ruego que todos vivamos para conocer la verdad de su promesa: “porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”

























La mejor manera de acercarme al Salvador, es esforzarme al máximo a vivir sus leyes. Conocerlo a través de la lectura de los libros canónicos para aprender a ser como él
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