Parte Tres
Enseñado Principios y Relaciones
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Enseñando los Principios del Evangelio
Implícitos en todas las enseñanzas del evangelio son los principios que forman su fundación. Ellos proveen las guías que constituyen las reglas fundamentales de la instrucción de Cristo. El enseñó estos principios en todo lo que hizo. Sus actividades diarias los ejemplificaron, su amor por los niños los enfatizó, sus discursos los describieron, y sus milagros proveyeron pruebas de su importancia, verdad, y divinidad.
Los principios del evangelio fueron los asuntos más “importantes» de la ley, y habían sido olvidados o habían sido ignorados por medio de la observancia ritualistica de la Ley de Moisés. Por medio de estos principios el Señor enseñó la importancia del espíritu de la ley, así como la ley escrita. Este capítulo trata con las parábolas que enseñaron estos principios importantes.
ORACIÓN
La Viuda Importuna (El Juez Injusto)
Lucas 18:1-5
1 Y Jesús les relató también una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar,
2 diciendo: Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a hombre.
3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia contra mi adversario.
4 Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto, dijo dentro de sí: Aunque no temo a Dios ni tengo respeto a hombre,
5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que, viniendo de continuo, me agote la paciencia.
Lucas indica que esta parábola fue dada para mostrar “que los hombres deben orar siempre, y no desmayar.” Enseña el principio de la oración. Sin embargo, no es una parábola de cómo orar, pero nos dice que debemos orar – no por deber, sino por necesidad. Los personajes en la parábola perfectamente enfatizan este principio.
El primer personaje es el juez. El Señor recalcó su independencia, de todas las normales influencias que afectan las actividades diarias, indicando que este juez “ni tenía Dios, ni respetaba hombre.” Estas palabras debieron haber sido reconocidas por los judíos, describiendo a una persona “completamente de carácter escrupuloso.”1 Por esto fue evidente que el juez, daría sólo aquellos juicios que él deseara dar, o que realzaran su posición elegida. El no temía a la retribución de Dios por sus juicios injustos, y su poder estaba tan fuertemente consolidado que él no temía a ningún hombre. Aunque él sea el personaje principal en la parábola, su posición no debe ser comparada con la de Cristo, ni a la del Padre.2 Él es simplemente un adorno parabólico para acentuar el principio que se está enseñando.
El segundo personaje es la viuda. Ella le suplica al juez que le haga justicia de un adversario. Ella también es un adorno parabólico y no correlaciona con ningún significado. Ella no es nada para el juez. Ella enfatiza el poder de él, y representa al más indefenso e impotente de los individuos en las situaciones de la vida diaria en el tiempo de Jesús.3 (Véase Isaías 1:23; Mateo 23:14). Lo más injusto el juez, lo más impotente la viuda. Entre más indiferente a Dios y al hombre sea el juez, lo menos propensa está la viuda para recibir la petición de él. Estas comparaciones ayudan ha acentuar el énfasis de la parábola.
La primera petición de la viuda pobre al juez no fue contestada, pero eventualmente él cedió y llegó a la conclusión que le debía contestar, no porque le temiera a Dios ni por respeto al hombre, sino “porque esta viuda me es molesta… no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.” No era que su petición era justa, ni que el juez necesariamente debiera responderle; pero estaba cansado de sus interminables quejas. Por lo tanto, para deshacerse de la viuda, él decidió otorgar su petición.
El escenario en esta parábola acentuó las siguientes enseñanzas sobre la oración.
Persistencia. Es obvio por la historia, que la viuda persistió en su petición al juez injusto. No se nos dice si su petición era justa, aunque se puede asumir que tal fue el caso. De este podemos concluir que nuestras propias oraciones a Dios deben ser persistentes con propósitos justos. No es la intención de la parábola enseñar que la persistencia en la oración siempre traerá la respuesta que buscamos; pero que debemos orar persistentemente y continuamente a nuestro Padre Celestial.4
Puede haber ocasiones cuando la oración es más ferviente o intensa que otras, pero se puede deducir por la parábola que nuestras oraciones no deben ser limitadas a esos tiempos intensos cuando nuestra necesidad de ayuda celestial es crucial y urgente. Por ejemplo, nosotros también debemos ser persistentes en buscar las bendiciones a largo plazo y en dar gracias por bendiciones otorgadas. Oraciones de este tipo son un ejercicio apropiado de nuestra fe en nuestro Padre Celestial,5 y cumple con las instrucciones del Salvador que debemos preguntar si deseamos recibir, debemos de buscar si deseamos encontrar, y debemos tocar si deseamos tener la puerta abierta (véase Mateo 7:8; 3 Nefi 14:8; Moroni 7:26).
Parece ser por la parábola, que si somos persistentes en la oración, automáticamente nos conducirá a la recompensa buscada. Pero es más probable que la idea de la persistencia fue enseñada para provocar al hombre a reconocer su constante necesidad de depender en su Padre Celestial, “aún cuando todo alrededor parece prohibir la esperanza a una respuesta.”6
Paciencia. La viuda continuamente pedía por una restitución. Ella fue paciente en su petición, esperando su eventual otorgación, aunque las circunstancias y el poder del juez parecieran desalentar la esperanza de tal. El Señor espera que continuemos en oración paciente sin importar el tiempo que tome para recibir la respuesta que necesitamos,7 aunque pueda parecer que Dios es sordo a nuestras suplicaciones y peticiones.8 En esta manera evidenciamos nuestra fe al Dios viviente y verdadero.
Un milagro interesante ocurrió en el ministerio del Señor que acentuó estos dos principios de persistencia y paciencia. Este fue el milagro de la curación de la hija de la mujer sirofenicia.9
En este milagro una mujer, que era pagana, pidió al Señor que curara a su hija que estaba gravemente posesionada con un demonio.
Pero el Señor no le contestó inmediatamente. Sus peticiones continuaron y los Apóstoles vinieron al Señor y suplicaron que la despidiera, ya que ella seguía llorando detrás de ellos y era aparentemente una vergüenza para ellos. El Señor entonces giró su atención hacia la mujer y le dijo que solamente había sido mandado a las ovejas perdidas de la casa de Israel. No se dio por vencida, ella inmediatamente lo adoró y siguió buscando seriamente su ayuda. El Señor entonces volteó y dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos” (Mateo 15:26). Pero la mujer no sería rechazada. Ella persistió y respondió: “Pero aun los perrillos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos” (Mateo 15:27). Jesús reconoció inmediatamente la gran fe de la mujer, y otorgó su petición.
La mujer en el milagro de la hija sirofenicia, es comparable a la viuda inoportuna. Su petición fue justa. Ella deseaba una curación para su hija. Ella persistió en su petición y por hacerlo, demostró la gran fe y paciencia que ella tenía en el Señor. Los discípulos no reconocieron inmediatamente esto, y el Señor los instruyó, así como a la mujer cuando El concedió su petición.
El Señor mismo concluyó la parábola de la viuda inoportuna enfatizando el principio que contenía. El declaró: “Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:6-8). Un Dios amoroso concederá los deseos de aquellas almas fíeles quiénes piden con persistencia sus necesidades justas ante El y esperan con paciencia su respuesta.10
El Amigo a Medianoche (El Amigo Importuno)
Lucas 11:5-10
5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes,
6 porque un amigo mío ha venido a mí de camino, y no tengo qué ofrecerle;
7 y el de dentro, respondiendo, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme para dártelos?
8 Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.
9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá,
10 porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Esta parábola, fue dada como resultado por la petición de los discípulos que Jesús les enseñara como orar. El Señor comenzó su instrucción dándoles el ejemplo de la oración del Señor, y luego Él les enseñó esta parábola, que otra vez enfatiza la necesidad de perseverar en oración persistente.
A diferencia de la viuda importuna (en la cual los participantes eran antagonistas el uno hacia el otro), aquí los participantes son amigos. El principio que el Señor está enseñando ocurre dentro del marco de la parábola más bien que en la conversación entre los partidos.
Un hombre le pide a su amigo que le preste tres barras de pan. ¿Con qué frecuencia hemos ido a vecinos y amigos para tomar prestado lo que carecemos en tiempos de necesidad? Pero la importancia de la parábola no estaba simplemente en el préstamo, sino en las altas horas de la noche en que la petición fue hecha. El hombre no va a pedir prestado durante las horas normales del día, sino extiende su súplica a la medianoche, mucho después que su amigo se había retirado. De modo que la petición parece irrazonable, y el hombre no podía estar seguro que su amigo le ayudaría.11
La petición por sí misma no era injusta. La hospitalidad del sistema social judío de ese tiempo requería que un amigo pusiera el alimento ante su invitado, y que un vecino ayudara en dicha cortesía si era necesario.12 Pero estas reglas normales de hospitalidad fueron suspendidas en esta parábola debido a la hora irrazonable.
El vecino, se despertó al oír el llamado de la puerta, se negó a la petición del hombre, indicando que sus puertas estaban cerradas y sus niños y familia estaban en cama.
El hombre continuó implorando su justa causa. Finalmente, el amigo se levantó y desatrancó la puerta, no sólo porque él era un amigo, sino porque él estaba siendo fuertemente persuadido. El dio al hombre no sólo lo que él solicitó, sino todo lo necesario. “La lección que el Señor quiso enseñar fue, que si el hombre, con lodo su egoísmo y falta de inclinación para dar, le concede a su vecino lo que pide y sigue pidiendo para un propósito adecuado, a pesar de las objeciones y desprecios momentáneos, entonces con doble seguridad otorgará Dios lo que persistentemente se pide con fe y con justo deseo.”13
Por medio de esta parábola, el Señor nos instruye que “pidamos” con persistencia, creyendo que recibiremos una respuesta. Él espera que nosotros “busquemos,” no sin entusiasmo, sino con energía y persistentemente, “y llamemos” intencionalmente y fuertemente.14
Muchas cosas pueden ponerse en nuestro camino en recibir una respuesta a nuestras oraciones. A veces el Padre demora la concesión, a fin de que la súplica sea más ferviente.15 En esta parábola, la persistencia del hombre venció la negación de su amigo descortés. Cuanto más prevalecerá nuestra persistencia con nuestro Padre Celestial, “quién nos ama mejor que nosotros mismos, y quién está más listo para oír que nosotros para orar.”16
Un ejemplo del Antiguo Testamento ilustra esta justa petición al Señor.17 El Señor se paró ante Abraham y declaró que él destruiría Sodoma y Gomorra a causa de sus pecados graves delante de Él. Abraham, sabiendo que su sobrino Lot y la familia de Lot estaban en la ciudad, se acercaron al Señor y preguntaron si Él destruiría al justo junto con el impío. Su sincera persistencia vino en la forma de negociación. Él preguntó al Señor si Él preservaría la ciudad si él pudiera encontrar cincuenta almas justas. El Señor estuvo de acuerdo que si cincuenta almas justas pudieran ser encontradas dentro de la ciudad, Él la preservaría para su bien. Pero no había cincuenta miembros en la familia de Lot, entonces Abraham una vez más preguntó al Señor si cuarenta y cinco almas justas serían suficientes. Otra vez el Señor estuvo de acuerdo, pero cuarenta y cinco no se podían encontrar; entonces la negociación continúa de cuarenta justos a treinta, hasta veinte, e incluso diez. Pero no se pudieron encontrar diez almas justas en todos los alrededores de Sodoma y Gomorra, de modo que el Señor sacó a Lot y su familia de la ciudad antes de que Él la destruyera. (Génesis 18:20-33; 19:15-25).
Aunque no hubiera un número suficiente de almas justas para convencer al Señor de preservar la ciudad, este incidente todavía ejemplifica el principio enseñado en la parábola del amigo en la medianoche. Una petición fue honradamente hecha, y con persistencia se le dio seguimiento. Habría sido concedida si la condición hubiera sido encontrada.
La parábola del amigo a medianoche les enseñó a los discípulos una lección sencilla sobre la oración. La oración no debía ser meramente repetitiva; las almas creyentes necesitan la sinceridad y la perseverancia para adquirir respuestas y bendiciones, tanto para ellos como para otros. Si son expresados con fe y confianza. Dios oirá ciertamente nuestras peticiones.18 El Señor totalmente enfatizó este punto a sus discípulos cuando declaró: “¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro Padre Celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:11-13).
OBEDIENCIA
Los Dos Hijos
Mateo 21:28-32
28 Mas, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña.
29 Y respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue.
30 Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Pero no fue.
31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios.
32 Porque Juan vino a vosotros en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; pero vosotros, aunque visteis esto, no os arrepentisteis después para creerle.
Esta es una de esas parábolas que describe su importancia y significando, debido a las circunstancias que fueron establecidas. Es una parábola sobre la crítica moral, dada durante la última semana del ministerio de Jesús, mientras El enseñaba clases en el templo.
Varios acontecimientos importantes habían ocurrido poco antes de que Jesús diera esta parábola. Había vuelto a Jerusalén por última vez. En su trayecto, Él había pasado por Jericó, donde dos ciegos estaban sentados al borde de la carretera, ellos lo habían aclamado públicamente como el Hijo de David (Mateo 20:29-34; Marcos 10:46-52; Lucas 18:35-43).19 Entonces vino su entrada triunfante en Jerusalén, donde las multitudes igualmente lo proclamaron como rey (Mateo 21:1-11; Marcos 11:1-10; Lucas 19:29-38). Después de entrar a Jerusalén, Él limpió el templo por segunda y última vez (Mateo 21:12-13; Marcos 11:15-18; Lucas 19:45-48). Estas demostraciones públicas indignaron mucho a los fariseos, y ellos vinieron a Él buscando un público que lo desmintiera, pero Él no los complacería (Mateo 21:15-16). Ellos previamente le habían preguntado: “Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente” (Juan 10:24). Él había confirmado que era el Mesías, y ellos “tomaron piedras otra vez para apedrearle” (Juan 10:31).
Nuevamente los sacerdotes principales y los ancianos vinieron a Él mientras enseñaba en el templo y le preguntaron sobre su autoridad. Ellos dijeron: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad?” (Mateo 21:23).
Jesús tomó esta última oportunidad para ofrecer el reino de Dios a los gobernantes de los judíos que tan abiertamente lo habían rechazado y luchado contra su ministerio. Él negoció con ellos, estando de acuerdo en revelar el origen de su autoridad si ellos contestaban una pregunta. El bautismo de Juan, Él preguntó: “¿de dónde era? ¿del cielo, o de hombres?” (Mateo 21:25).
Los obstinados gobernantes razonaron entre sí, notando que si ellos contestaban que la autoridad de Juan era de los cielos, Jesús les preguntaría por qué ellos no lo habían creído; sin embargo, si ellos reclamaban que la autoridad de Juan era del hombre, ellos temían la reacción de la gente, porque la gente aceptaba a Juan como un profeta. De esta manera se protegieron y contestaron: “No sabemos.” Jesús entonces contestó: “Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas” (Mateo 21:27).
La parábola de los dos hijos estaba dirigida a los incrédulos y rebeldes gobernantes de Israel, para que pudieran tener una oportunidad más, de abrir sus ojos, y reconocer su falsa posición, y aceptar a Jesús como el Mesías.20 Ellos estuvieron al borde de rechazarlo totalmente, un pecado de proporciones monumentales, y por medio de esta parábola, el Señor les dio la oportunidad de ver la seriedad de lo que ellos estaban haciendo y se arrepintieran de sus transgresiones.
Esta fue una parábola sencilla. Un padre tenía dos hijos. Él pidió al primero que fuera y trabajara en su viña y el muchacho al principio se negó, pero después se arrepintió y fue a hacer el trabajo que su padre le solicitó. Al segundo hijo se le pidió hacer el mismo trabajo. El respondió fácilmente que él iría, pero no fue.
El primer hijo en la parábola representaba a los publícanos y a las rameras, a aquellos de la gente escogida que se les había dado la Ley Mosaica, pero abiertamente la transgredieron. Ellos se negaron al llamado del Padre, debido a su descuidada e imprudente vida de pecado. Sin embargo, en la parábola ellos reconocieron su pecado, se arrepintieron de sus transgresiones, y fueron a trabajar en la viña como el Padre les había solicitado. El segundo hijo representaba a los fariseos y a otros gobernantes de los judíos, aquellos que profesaban un celo justo por la Ley. Pero negaron la verdad cuando fue ofrecida a ellos.21 Su celo por la Ley los había hecho santurrones al punto que el Señor se refirió a ellos como sepulcros blanqueados, que por fuera, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos muertos y de toda inmundicia. (Mateo 23:27).
Jesús no declaró inmediatamente la moraleja de su parábola, pero primero les hizo otra pregunta. “¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?” El no estar acostumbrados a tal interrogatorio sincero ante la gente, los fariseos fueron dejados con sólo una posible respuesta, y cayeron en su propia trampa respondiendo: “El primero.”22 Después Jesús directamente aplicó la parábola a su situación. Él les dijo que los publícanos y las rameras entrarían al reino de Dios antes que los fariseos y los gobernantes judíos. Él entonces se refirió a la pregunta sobre la autoridad de Juan, que había incitado la parábola en el primer lugar. Juan vino por la causa de rectitud, Él declaró, y los fariseos y gobernantes no le creyeron. Ellos, los protectores del convenio, habían visto la rectitud de las enseñanzas de Juan, pero lo habían rechazado y no se arrepintieron. Mas los publicanos, las rameras, y los pecadores habían aceptado y habían creído. La parábola indica que los pecados tanto de comisión como de omisión, son posibles. Aquellos que se arrepienten y aceptan el evangelio, son fácilmente aceptados por Dios en su reino. Aquellos que no se arrepienten, pero que profesan obediencia al llamado del Padre, pero se niegan a hacer las cosas sencillas requeridas, es rechazado (aunque ellos puedan ser poseedores del convenio).23
Mientras Jesús continuó su enseñanza, los sacerdotes y los fariseos principales “percibieron que Él hablaba de ellos” (Mateo 21:45). Ellos quisieron echarle mano a Jesús pero tuvieron miedo, ya que la gente lo tenía por profeta.
La lección de esta parábola está clara. Debemos ser obedientes al Señor si debemos recobrar su reino. Unos pueden rechazar inicialmente el evangelio, pero más tarde aceptarlo, si ellos se arrepienten sinceramente pueden lograr todavía la meta de la salvación. Sin embargo, aquellos que profesan la obediencia y la aceptación del llamado del Señor, pero no lo magnifican, serán seguramente rechazados.
PERDÓN
Los Dos Deudores
Lucas 7:36-50
36 Y le rogó uno de los fariseos que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
37 Y he aquí una mujer que había sido pecadora en la ciudad, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa de aquel fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume,
38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza, y besaba sus pies y los ungía con el perfume.
39 Y cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Si este fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que lo toca, porque es pecadora.
40 Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él dijo: Di, Maestro.
41 Un acreedor tenía dos deudores: Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de estos le amará más?
43 Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
44 Entonces, mirando a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; pero ella ha regado mis pies con lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos.
45 No me diste beso, pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
46 No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella ha ungido mis pies con perfume.
47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero al que se le perdona poco, poco ama.
48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es este, que también perdona pecados?
50 Y Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.
Esta historia sencilla a menudo es pasada por alto como una parábola. Es generalmente pensada como una ilustración utilizada por el Señor con su discusión con Simón. Pero a causa de su forma parabólica y la aplicación espiritual, yo la he clasificado como una de las parábolas del Señor.
Esta es otra parábola que deriva su significado debido a su escenario. Jesús había sido invitado al hogar de un fariseo cuyo nombre era Simón. Esta situación era común en su tiempo.24 Sin embargo, cuando Jesús vino al banquete, las observancias tradicionales y las costumbres de hospitalidad para honrar a tal invitado no fueron observadas. Simón no había proporcionado las cortesías elementales, no se había preparado el agua para que el Señor se lavara los pies y las manos (Génesis 18:4); ni tuvo la cortesía de darle un beso para que la paz le fuera dada (2 Samuel 15:5); ni aceite fue proporcionado para la cabeza como era la costumbre en tales fiestas (Salmos 23:5). Aparentemente se vio intencionalmente, algo desprovisto de calor, hospitalidad y atención respetuosa.25
Las casas en ese tiempo eran construidas para permitir un acceso fácil, y era común de que alguien entrara en una casa a la hora de la comida, observaran lo que estaba sucediendo o que el pobre actualmente participara de la comida. Era, sin embargo, poco común que una mujer participara.26 Una mujer, sin nombre en la escritura, vino al banquete porque ella sabía que Jesús estaba en la casa.
En las escrituras, la mujer es designada como «una pecadora».27 Esta clasificación usualmente significaba que ella había sido inmoral, pero en ningún lugar está específicamente mencionado. Ella había traído con ella “una caja de alabastro con perfume” y se paró a los pies de Jesús, cuando se recostaba en el método de la tradición de comer, medio sentarse y medio recostarse, los pies de la persona quedaban fuera de la mesa.28
Simón observó que la mujer tocó a Jesús, y él demostró una actitud de ser «más santo que usted» cuando él pensó para sí mismo, “Este, si fuera profeta, conocería a quién y qué clase de mujer es la que le toca: que es pecadora.” Los judíos creían que la marca de un gran profeta, y ciertamente el Mesías, era la habilidad de discernir espíritus,29 una creencia basada en la escritura. (Véase Isaías 11:3-4). La conclusión de Simón fue que Jesús no pudo discernir que la mujer era pecadora y así carecía de uno de los requisitos de un profeta. Jesús percibió sus pensamientos, y contradijo con la parábola de los dos deudores, como una explicación de su aceptación por la mujer.
Había dos deudores, uno con una gran deuda y uno con una pequeña. Los dos tenían al mismo acreedor, y debido a su condición de no tener dinero, el acreedor les perdonó sus deudas. El Señor preguntó a Simón: “¿Cuál de ellos le amará más?” Respondiendo Simón: “Pienso que aquel a quien perdonó más.” Jesús reconoció inmediatamente que esta fue la respuesta correcta. Entonces El aplicó la parábola a la mujer pecadora y a Simón. Simón no le había ofrecido al Salvador agua, pero la mujer había lavado los pies del Salvador con sus lágrimas y los limpió con su pelo. Simón no le había dado a Jesús un beso de salutación, mas la mujer no había dejado de besar sus pies. Simón no había proporcionado aceite, aún ella había untado los pies de Jesús con ungüento. El Señor fácilmente perdonó sus pecados, concluyendo, “porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.” Simón entendió dolorosamente la aplicación de la parábola.
Varias preguntas planteadas por la parábola necesitan una discusión adicional:
Primero: a habido mucha especulación sobre quién sería la mujer sin nombre en esta parábola. Muchos piensan que fue María, la hermana de Lázaro, una especulación parcialmente derivada del hecho que ella había dado a Jesús una unción similar (Mateol3; Marcos 14:3-9; Juan 12:1-8), o María Magdalena. Pero no hay evidencia para sostener ninguna teoría, y no se debe llegar a ninguna conclusión.30
Aunque quizás parezca excepcional tener dos unciones reportadas en las escrituras, claramente parece ser así debido al registro que tal fue el caso. Considere lo siguiente:
- Aunque una ofensa fue recibida en las dos unciones, en Lucas la ofensa fue recibida por Simón, el anfitrión, y fue dirigido hacia el Señor. La ofensa en los otros Evangelios fue recibida por Judas, y fue dirigida hacia María.
- Aunque Simón sea el nombre del anfitrión en ambos casos, es “quizás el nombre más común entre los judíos.”31
- Las razones para llevar acabo las unciones son diferentes. En Lucas, la mujer ungió a Jesús a causa del amor que ella tiene para el Salvador y el perdón que ella busca. Según Jesús, María lo ungió en muestra de su entierro (TJS Juan 12:7).
- La mujer en Lucas está presentada como pecadora. Tal pecaminosidad nunca fue imputada a María, la hermana de Lázaro.
E Las dos unciones están registradas en diferentes fases en ministerio del Señor. En Lucas, la unción ocurrió temprano, en alguna ocasión durante el ministerio galileo del Señor,32 mientras que la unción de María ocurrió durante los últimos días del ministerio de Cristo. Ambas unciones fueron registradas por algún propósito por los escritores del Evangelio para edificar las enseñanzas que los rodean.33
Segundo: La parábola de los dos deudores utilizó la analogía de un acreedor para referirse a Dios, el deudor para referirse a pecadores, y deudor para representar los pecados. En la parábola, el deudor que debía más, representaba a la mujer y el deudor que debía menos representaba a Simón. Cuándo el Señor aplicó la parábola a Simón y la mujer, Él indicó que ella amaba mucho, porque ella había sido perdonada mucho; pero el que había sido perdonado poseía poco amor por Dios. Parece ser por la parábola, que entre más pecados uno tiene, es capaz de amar más. Pero es más probable que la palabra pecador como es utilizada aquí, no se refiere a la cantidad de nuestras transgresiones, tanto como el grado de conocimiento que uno tiene de sus pecados y su deseo para el perdón. Si Simón había tenido un gran deseo para el perdón de sus transgresiones (aunque ellos no puedan haber sido tan graves o numerosos como la mujer), él también habría sentido el gran amor por el Señor.
Este gran deseo para el perdón fue producido por la fe de la mujer en Jesús, el cual Él reconoció cuando Él la perdonó (Lucas 7:50). Esto es exactamente lo que Simón, el fariseo orgulloso, no tenía. El derivó poco o ningún bien de su reunión con el Cristo, mientras que la mujer, en su breve encuentro, se llevó las bendiciones del perdón.
Tercero: No hay ninguna indicación que la mujer en la parábola sabía o fue enseñada por Jesús antes de esta ocasión; sin embargo, es evidente que estaba profundamente arrepentida y contrita. En una ocasión previa Jesús había enseñado: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os are descansar” (Mateo 11:28), y las acciones de la mujer indican que quizás ella había oído esta enseñanza de Jesús o de otros, porque ella pareció venir a Jesús por esta específica razón.34
El principio del perdón sería enseñado por el Señor en otras maneras y en otros tiempos, pero no podía haber sido más maravillosamente ejemplificado, por esta parábola sencilla.
MISERICORDIA
El Sirviente Despiadado
Mateo 18:23-35
23 Por lo cual, el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos.
24 Y cuando comenzó a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.
25 Mas como este no podía pagar, mandó su señor venderlo a él, y a su mujer e hijos, con todo lo que tenía, para que se le pagase.
26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
27 El señor, movido a misericordia por aquel siervo, le soltó y le perdonó la deuda.
28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios; y tomándole del cuello, le ahogaba, diciendo: ¡Págame lo que me debes!
29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba, diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
30 Mas él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagase la deuda.
31 Y viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y declararon a su señor todo lo que había pasado.
32 Entonces llamándole su señor, le dijo: ¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste.
33 ¿No debías tú también haber tenido misericordia de tu consiervo, así como yo tuve misericordia de ti?
34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía.
35 Así también hará con vosotros mi Padre Celestial, si no perdona de corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
Sería imposible derivar el impacto completo y significado de esta parábola sin discutir las enseñanzas del Señor anterior a la parábola. Sus apóstoles habían venido a Él preguntando quién sería el mayor en el reino de los cielos, y en la respuesta a estas pruebas verbales sobre la ambición, Jesús había utilizado el ejemplo de un niño pequeño, (Mateo 18:1-6), para indicar que sus esfuerzos en el auto agrandamiento no eran aceptables en el reino de Dios. El enfatizó esto con la parábola de la oveja perdida.35 Él entonces les enseñó acerca del Segundo gran mandamiento y su responsabilidad con respecto a ofensas de su prójimo (Mateo 18:15-17).
En la conclusión de éstas instrucciones, Pedro siguió preguntando al Señor sobre las relaciones, “¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?” Sin esperar una respuesta del Señor, él agregó, “hasta siete” (Mateo 18:21). La pregunta, con su respuesta de auto proclamación, quizás indique muy bien que Pedro había sido influido por el espíritu del Señor.36 Los maestros judíos requerían que un ofensor fuera perdonado sólo tres veces.37 Este requisito estaba basado sobre las instrucciones de Jehová a Amos (Amos 1:3; 2:6). Aún así, Pedro duplicó el requisito legal en su comentario al Señor, y él indudablemente pensó que él había obtenido el espíritu verdadero de las enseñanzas del Maestro. Pero Jesús procedió a levantar la visión terrenal limitada de Pedro a las alturas eternas del reino de Dios. El aparente error en la pregunta de Pedro vino de la implicación que al perdonar, un hombre renunciaba a su derecho que él puede, bajo ciertas circunstancias ejercer, eso es, no perdonar. Aparentemente el propósito de la respuesta del Señor “poner en claro que cuando Dios pide a un miembro de Su reino que perdone, Él no le pide que renuncie un derecho, sino que él no tiene ahora ningún derecho de ejercitar esa materia; pidiendo y aceptando perdón, El implícitamente ha prometido hacerlo por nosotros.”38
Así el Señor respondió que perdonar sólo siete veces no era suficiente, pero que una persona debería perdonar “hasta setenta veces siete” (Mateo 18:22). La respuesta indicó la responsabilidad del justo, perdonar, no sólo de vez en cuando, sino siempre (D y C 64:10). En aquel momento el Señor dio la parábola del sirviente despiadado.
La parábola empieza con un cierto rey que estaba determinado a tomar responsabilidad de sus sirvientes. El rey representa a Dios y los sirvientes representan a sus hijos, o al hombre.39 Uno de los sirvientes fue traído ante el rey para dar cuenta de su deuda. Note que él fue «traído» ante el rey más bien que venir por su propia voluntad. Aunque algunos puedan reportar espontáneamente su mayordomía, otros deben ser forzados a hacerlo. “Los mensajeros que nos presentan el requerimiento pueden ser la adversidad, la enfermedad, quizás la proximidad de la muerte,” o alguna otra catástrofe o calamidad. “Pero pese a lo que fueren, nos obligan a rendir cuentas,”40 sin importar su disfraz.
El siervo debía una enorme deuda de diez mil talentos al rey. Era una deuda tan grande, que era obvio que el siervo nunca la podría devolver.41
En su ira el rey ordenó al siervo que vendiera a la esposa a sus hijos y todo lo que él tenía para que él pagara su deuda. Este era una circunstancia bastante familiar en el tiempo de Jesús,42 pero fue un adorno parabólico en la parábola, indicando la desesperación completa del hombre sin el perdón de Dios. Aún el siervo imploró su caso, postrándose y adorando al rey. En su posición postrada, él pidió que el rey tuviera paciencia con él, y devolvería la deuda entera.
La parábola representa al hombre como un deudor a Dios (Mosíah 1:23-24), un mayordomo sobre las bendiciones abundantes de Dios. Si empleamos mal esas bendiciones o desobedecemos los mandamientos, nosotros contraemos una enorme deuda con el Señor.
La justicia puede exigir retribución y castigo.43 Sin embargo, por la fe, humildad, y por el arrepentimiento, nosotros podemos, digamos, postramos a los pies del Rey e invocar su infinita compasión para salvamos del castigo. Y por medio del cumplimiento a las leyes del arrepentimiento, nosotros podemos ser aliviados de la deuda que hemos contraído. Ahora el segundo punto de la parábola se despliega.
El siervo deja la presencia del rey y encuentra a un consiervo que le debe una pequeña cantidad de dinero (comparado a la enorme deuda por la cual él había sido perdonado recientemente). El primer siervo ahora tiene la oportunidad de extender hacia su consiervo la misma misericordia que él acaba de recibir del rey.
Cuando el primer siervo demanda pago de su consiervo, el consiervo le pide que tenga paciencia y él le pagará todo. Pero el primer siervo ignora la gran misericordia recientemente extendida a él por el rey, y toma a su consiervo por la garganta, lo arrastra a la cárcel y lo echa hasta que pueda pagar la deuda.
Sus acciones son totalmente incompatibles con esas del rey, y se colocan en la parábola para enfatizar la moraleja del cuento parabólico. Las acciones del siervo despiadado son informadas al rey, y otra vez es traído ante él. El rey le recuerda del gran perdón y misericordia que él ha recibido, y le pregunta por qué él no mostró la misma compasión a su consiervo.
La parábola ahora llega a una conclusión. Toda la deuda previa que había sido perdonada, ahora es restaurada. Porque el siervo no la puede pagar, es entregado a los torturadores hasta que él pague todo lo que debe. Pero él no puede sufrir lo suficiente para pagar la deuda, ni tampoco podría enmendarse lo suficiente para absolverse de su culpabilidad; por lo tanto, el castigo es interminable.44
El requisito en la pregunta de Pedro de “¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?” no era las siete veces ofrecidas por Pedro, ni las amplificadas siete veces setenta expresadas por el Señor. Porque el Señor, en la explicación de la parábola, declaró: “Así también mi Padre Celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.”
En el Sermón del Monte, el Señor había declarado: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7). Después extendió el principio por medio de esta parábola. Si debemos obtener la misericordia de nuestro Padre Celestial, se nos requiere extender misericordia a nuestro prójimo; claramente debemos perdonar sin retribución o venganza, y “debemos perdonar aún cuando nuestros ofensores no [sé] hayan arrepentido ni nos hayan pedido perdón.”45
Esteban ejemplificó este principio. Cuando él fue apedreado por predicar sobre el Cristo resucitado, él se puso de rodillas, clamó a gran voz: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado” (Hechos 7:60). Como está demostrado en la parábola, el primer siervo llega a estar bajo condenación no por estar en falta con su deuda, sino por no mostrar misericordia a un consiervo después de que el rey había extendido gran misericordia hacia él. Su pecado fue que él no tenía misericordia después de haber recibido misericordia.
Santiago enseñó este principio en sus amonestaciones a los Santos cuando él declaró: “porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia” (Santiago 2:13). Falta de misericordia por nuestro semejante es un pecado de proporciones graves.46 Al pecar nuevamente y no extender la misma misericordia que él tan fácilmente había recibido, el siervo en la parábola retrocedió a la oscuridad de la cual él había sido liberado. Toda su deuda previa (sus males anteriores), ahora sería añadida a la oscuridad en que sería echado.
Pablo después amonestó a los colosenses que se pusieran al nuevo hombre (espiritual), “soportándoos unos a otros, y perdonados unos a otros, si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13). Y a los efesianos el declaró: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:32). “El que no perdona a otros destruye el Puente sobre el cual él mismo debe viajar.”
Los que extienden a otros el perdón divino que ellos han experimentado caracterizan el amor verdadero de Cristo. En una ocasión los discípulos le pidieron al Salvador que les enseñase a orar. El respondió con lo que es llamada la oración del Señor, que contiene la frase, “Y Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12). Por medio de la parábola del siervo despiadado, el Señor enseñó a sus discípulos este principio divino de misericordia con claridad sin precedentes.
La misericordia es para el misericordioso.
























