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Enseñando Relaciones
Mientras el Señor enseñaba el evangelio, Él dio instrucciones dirigentes a las relaciones entre el hombre y Dios, el hombre y sus posesiones terrenales, y el hombre y sus compatriotas.
La ley de Moisés había sido una ley preparatoria. Todas las cosas contenidas en esta ley esperaban con impaciencia la venida del Mesías y su reino he intentaban preparar a los hijos de Israel para este gran evento. Pero ahora el Mesías había venido, y una nueva ley se había dado. La antigua ley estaba en proceso de cumplirse; la nueva ley era capaz de dar al hombre exaltación en el reino de Dios. La relación del hombre con Dios, con el mundo, y con sus compatriotas, no sería por más tiempo estrictamente prescrita, pero debía fluir desde el interior del amor humano y el entendimiento. Las parábolas en este capítulo enseñan estas relaciones.
EL HOMBRE A DIOS
El Deber del Siervo
Lucas 17:7-10
7 ¿Y quién de vosotros, que tiene un siervo que ara o apacienta, al volver él del campo le dice enseguida: Pasa, siéntate a la mesa?
8 ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, y cíñete y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de eso, come y bebe tú?
9 ¿Da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
10 Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: Siervos inútiles somos, porque solo hicimos lo que debíamos hacer.
La parábola no está uniformemente tratada como una parábola por todos los escritores, y quizás se puede referir como un sermón parabólico.1 El señor utilizó esta parábola como una analogía en sus instrucciones a sus discípulos cuando Él les amonestó de ser diligentes y llenos de abnegada devoción, tolerancia y perdón.2 Al el concluir, sus discípulos le imploran, “Auméntanos la fe.” No es que no tuvieran fe en Dios y en Jesús como el Mesías, pero ellos querían más instrucción. Habían escuchado sus admoniciones de su divinidad; ahora querían que Jesús explicara su relación con su Padre Celestial. En esta parábola el Señor comparó a los Apóstoles y a Dios a un siervo y su amo. La parábola pudiera haber reflejado las incorrectas creencias religiosas del día, esto es, que las recompensas recibidas estaban en proporción directa a exactitud en obras y obediencia a la Ley.3
En esta parábola, el amo tenía un siervo que había trabajado todo el día. El siervo no esperaba, inmediatamente después de completar su trabajo, comer y descansar. Cuando terminaba con su trabajo normal, se le requería hacer más. Primero tenía que servir la cena a su amo antes que él pudiera comer. El amo no le daba las gracias al siervo, porque era su deber hacer lo que se le mandaba, era su obligación como siervo. Estaba obligado hacer lo que se le mandaba, y el amo tenía derecho a exigir esto de él. El siervo no tenía derecho a exigir compensación por sus servicios.4 La estimación de su valor era solamente la responsabilidad de su amo. El Señor estaba tratando de enseñar a sus discípulos que la calidad de su fe sería medida por su obediencia y servicio incansable a su amo.5
Cuando el siervo hubo cumplido con todos sus deberes que se le habían mandado, todavía debía considerarse un siervo inútil, porque solamente había cumplido con lo que se le había requerido hacer.6 El Rey Benjamín, en su discurso final a su gente, enumeró claramente el principio enseñado en esta parábola cuando declaró:
Os digo, mis hermanos, que si diereis todas las gracias y alabanza que vuestra alma entera es capaz de poseer, a ese Dios que os ha creado, y os ha creado, y os ha guardado y preservado, y ha hecho que os regocijéis, y os ha concedido que viváis en paz unos con otros, os digo que si sirvieseis a aquel que os ha creado desde el principio, y os está preservando día tras día, dándoos aliento para que podáis vivir, moveros y obrar según vuestra propia voluntad, y aun sustentándoos momento tras momento, digo que si lo sirvieseis con toda vuestra alma, todavía seríais servidores inútiles. (Mosiah 2:20-21).
Las instrucciones del Salvador dejaron a los Apóstoles con el claro entendimiento de su relación con Él y su Padre. Su obligación como discípulos y Apóstoles era como la del siervo con su amo. Se esperaba que ellos cumplieran con sus obligaciones sin interés de compensación; esto debería ser su sencilla y sincera fe. La fe debería ser la semilla plantada y nutrida hasta que brotara y empezara a crecer; no debería tener un conocimiento perfecto de las cosas, pero era la sustancia de tener esperanza en cosas que no se ven (Alma 32:21-30; Hebreos 11:1).
Los Apóstoles no deberían ofender ni pecar contra su amo. Dios era su amo, y continuamente los apoyaría, dándoles todo lo que necesitaban en orden de llevar acabo sus obligaciones que ellos, como siervos, estaban obligados de hacer. Todavía aun serían siervos inútiles, “y aún le sois deudores; y lo sois y lo seréis para siempre jamás” (Mosiah 2:24). Las bendiciones de Dios a su gente son muchas que jamás serán capaces de pagarle.
LOS TESOROS MUNDANOS
El Mayordomo Infiel
Lucas 16:1-9
1 Y Jesús dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y este fue acusado delante de él como disipador de sus bienes.
2 Entonces le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.
3 Entonces el mayordomo dijo dentro de sí: ¿Qué haré? Porque mi señor me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.
4 Ya sé lo que haré para que, cuando se me quite la mayordomía, me reciban en sus casas.
5 Y llamando a cada uno de los deudores de su señor, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor?
6 Y él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate enseguida y escribe cincuenta.
7 Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Y él le dijo: Toma tu cuenta y escribe ochenta.
8 Y alabó el señor al mayordomo malo por haber hecho sagazmente, porque los hijos de este mundo son en su generación más sagaces que los hijos de luz.
9 Y yo os digo: Haceos amigos mediante las riquezas de maldad, para que cuando os falten, os reciban en las moradas eternas.
Todas las parábolas en el capítulo dieciséis de Lucas, están registradas solamente por Lucas. Contienen una filosofía común involucrando el efecto debilitador de las cosas del mundo (o aquellas cosas altamente apreciadas por el hombre), sobre los requisitos espirituales del reino de Dios. El evangelio de Lucas está cargado grandemente con este énfasis.7 “El amor al dinero había llegado a ser una característica de [la] decadencia de religión” de los fariseos y de los gobernantes de los judíos, aun hasta el grado que el rico debería utilizar sus riquezas “para hacer amigos en la otra vida, en lugar de disfrutarlo aquí.”8 Esta enseñanza debería de haber sido muy conocida para los Apóstoles, y parece ser que, hasta cierto grado, ellos la creían. La historia del rico joven gobernante y las instrucciones de Cristo a él, como las preguntas que fueron planteadas después por los Apóstoles, parece confirmar esto.
El joven rico gobernante vino a Jesús antes de su entrada final a Jerusalén y preguntó: “¿Qué haré para heredar la vida eterna?” (Lucas 18:18). No fue una pregunta inusual,9 y Jesús le contestó enumerando algunos mandamientos. A esto el hombre respondió que él había cumplido con todos estos mandamientos desde su juventud. Jesús aceptó esta respuesta, pero deseaba que el joven procediera más allá de la ley de Moisés. Entonces le mandó que vendiera todo lo que tenía, y lo distribuyera entre los pobres, y lo siguiera. El joven rico recibió estas instrucciones tristemente, porque era muy rico, y no cumpliría con la petición del Señor. Reconociendo los problemas del joven, Jesús comentó: “Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Lucas 18:25).
Los Apóstoles habían escuchado todo lo que Él había dicho. Estaban asombrados sobre el comentario del Señor, y la relación que Él había presentado sobre la posesión de las cosas del mundo y el obtener una posición espiritual. Después que el Señor hubo concluido estas instrucciones ellos preguntaron: “¿Quién pues, podrá ser salvo?” (Lucas 18:26).
La relación entre riquezas terrenales y bendiciones celestiales, tan claramente enseñadas en el discurso del rico gobernante, habían sido expresadas anteriormente por la parábola del mayordomo infiel y las instrucciones que la rodeaban. Esta parábola trataba con la relación del hombre sobre las riquezas terrenales, y fue dada para ayudar a la humanidad ha administrar “los asuntos, intereses y posesiones de esta vida para no perder de allí en adelante su herencia de riquezas eternas.”10 Y ahora a la parábola.
Un hombre rico tenía un mayordomo el cual había acusado de disipar sus bienes. El hombre rico llamó al mayordomo ante él y le pidió que diera cuenta de su mayordomía, y le pidió un informe y este le informó que ya no sería más su mayordomo.
El mayordomo, sabiendo que pronto perdería su mayordomía, determinó que debía proveer para él y para su futuro. Él decidió hacer esto por disipar aún más los bienes de su amo, para que aquellos a quienes les diera su ayuda, estuvieran en deuda con él en las cosas del mundo y por lo tanto “lo recibieran en sus casas.” Él llamó primero a un deudor y después a otro y redujo la cantidad que le debían al hombre rico, nuevamente disipando los bienes del amo. Después el amo hace lo que aparentemente fue un inusual comentario: “Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz”.
Todos los puntos sobresalientes de la parábola apoyan esta declaración como la moraleja de la historia.11 A menos que esta moraleja sea claramente entendida, puede levantarse fácilmente la confusión de porqué el amo alabó lo que aparentemente era una actividad poco ética y poco honesta. El mayordomo fue acusado de gastar mal los bienes de su amo, y aparentemente era culpable de esta fechoría, porque no hizo ningún intento de defenderse.12 Como mayordomo, él tenía autoridad de actuar como lo hizo, pero sus acciones fueron totalmente poco honradas.
Después de ser atrapado de emplear mal los bienes de su amo, el mayordomo no hizo ningún intento de arrepentirse; solamente demostró temor y preocupación sobre la pobreza potencial y la ruina que vendría sobre él. Él determinó que continuaría en su trabajo de deshonestidad en orden de asegurar su existencia mundana.
La alabanza al mayordomo infiel es el momento decisivo de la parábola y el punto en el cual el amo empezó a hablar. Él alabó al mayordomo por su prudencia y previsión en preservar su existencia terrenal.13 Al mismo tiempo, Él amonestó a los hijos de luz (o los santos de Dios) por no ser prudentes como el mayordomo infiel en preservar sus riquezas espirituales.14 Él propuso que los santos imitaran la prudencia del mayordomo. Él declaró con franqueza y claridad que los santos de Dios están “en la misma posición que el mayordomo que vio el desastre eminente; que la crisis que los amenaza, en la cual, en verdad, [ellos] ya están involucrados es incomparablemente más terrible.”15 El mayordomo infiel reconoció su circunstancia, y audazmente tomó acción para protegerse. Que él incorrectamente escogió las cosas del mundo sobre las cosas de la eternidad es obvio, pero dada la circunstancia, sus acciones por protegerse fueron alabadoras.
El Señor enfatizó el punto que Él estaba tratando de hacer cuando Él declaró: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro? Ningún siervo puede servir a dos señores.” (Lucas 16:10-13). Las cosas del mundo con frecuencia crean oposición a las cosas de Dios. El no utilizar sabiamente las riquezas puede causar que perdamos las riquezas eternas, mientras que el poner las riquezas en buenos propósitos puede aumentar nuestras recompensas eternas.
Las posesiones terrenales son gobernadas por uno de los dos amos. Uno de estos son las riquezas: El hombre puede escoger invertir su tiempo en gratificaciones terrenales y ceder a las tentaciones sensuales de inrrectitud. El otro es Dios: El amo requiere que el hombre ponga las cosas del mundo en una perspectiva apropiada con requisitos eternos, utilizando las posesiones terrenales de tal manera de glorificar a Dios y poner los tesoros terrenales en el cielo.16
La reacción de los fariseos que escucharon la parábola del mayordomo infiel, indica que la entendieron claramente, porque “se burlaban de él” (Lucas 16:14). Jesús inmediatamente los amonestó por ser “más sagaces” que los hijos de “luz,” y dijo, “Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación” (Lucas 16:15).
Y así terminó una de las más inusuales parábolas, la única en donde una declaración negativa enseñó las cosas positivas de Dios. Sin embargo, la conclusión de la parábola es clara. Las cosas del mundo, altamente estimadas por el hombre, tienen poco valor para Dios.
Para ganar exaltación en el reino de Dios, las cosas de este mundo (las riquezas injustas), deben de ser subordinadas a las cosas de Dios. El hombre debe “aprended aun de las personas fraudulentas y malvadas, pues si tienen la sagacidad suficiente para proveer de lo necesario para el único futuro que conocen.”17
Las cosas de este mundo no deben llegar a hacer nuestro amo, sino nuestro siervo.
AL PRÓJIMO
Los Convidados a las Bodas
Lucas 14:7-11
7 Y observando cómo los convidados escogían los primeros asientos a la mesa, relató una parábola, diciéndoles:
8 Cuando seas convidado por alguno a una boda, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más honorable que tú esté convidado por él,
9 y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a este; y entonces tengas, con vergüenza, que ocupar el último lugar.
10 Mas cuando seas convidado, ve y siéntate en el postrer lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa.
11 Porque cualquiera que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado.
El escenario de esta parábola es similar a esa de los dos deudores.18 Jesús había sido invitado al hogar de uno de los jefes fariseos para participar de la cena del día de reposo. El día de reposo en el tiempo de Jesús era utilizado por los rabinos como entretenimiento social.19 La invitación no era anormal, pero los que la extendieron en este caso tenían intenciones siniestras. Lucas reporta que ellos “le asechaban” (Lucas 14:1), y aparentemente parece ser que el único propósito de la invitación era atraparlo para que hiciera el mal, a su parecer (Fue en esta cena que el milagro del hombre hidrópico fue llevado acabo).20
Como era la tradición en ese tiempo, los lugares en la mesa eran asignados de acuerdo a la reputación y estatus social de aquellos que asistían, los huéspedes más “importantes” recibían la mejor posición.
La costumbre de los fariseos se había deteriorado al punto que estaban totalmente dándose superioridad, aún en su hospitalidad.21 Jesús utilizó su costumbre para instruir a los fariseos en humildad. “No te sientes en el primer lugar,” Él les amonestó, a menos que otro mas distinguido que tu sea invitado. Pero “cuando seas convidado, ve y siéntate en el último lugar” para que tu anfitrión pueda convidarte a una posición más alta, “entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa.” Sirve a tu prójimo, Él enseñó, y espera que tu recompensa te sea dada por Dios “en la resurrección de los justos.” (Lucas 14:14).
Las enseñanzas de Cristo estaban dando nuevos ánimos a la vida, en las costumbres y tradiciones de los judíos22 al Él enseñarles del segundo gran mandamiento: Ama a tu prójimo.
























