La Misión de Jesús el Mesías

Parte Una
“Heme aquí, envíame a mí”


1
En el Principio


Antes de que el Mundo Fuese—El Plan

Juan 1:1-5

En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.
Este estaba en el principio con Dios.
Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron.

Juan empieza su evangelio con la declaración, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”, El principio, del que Juan habla, fue el tiempo y ubicación en donde todos los hijos espirituales de Dios vivían antes de esta tierra. Este tiempo es conocido como la preexistencia, o nuestra vida premortal, y es el lugar en donde como espíritus “éramos en muchos aspectos como somos ahora excepto que no teníamos cuerpos mortales”.1 El Verbo del que se habla es en realidad Jesucristo,2 quien fue el primer Hijo espiritual del Dios viviente, nuestro Padre Celestial.

Pablo declaró con fervor a los hebreos que nosotros “tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos: ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?”(Hebreos 12:9). Por lo tanto, Dios el Padre Eterno, “a quien conocemos por el exaltado nombre ‘Elohím’, es el padre literal de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y de [todos] los espíritus de la raza humana”.3 En este estado premortal la entera raza humana existía como seres espirituales en la presencia de Nuestro Padre Celestial quien, en algún tiempo previo, había pasado por una vida mortal propia, incluyendo la muerte y resurrección.4

El orden de nacimiento en la vida premortal es desconocido para nosotros y no es importante, pero Cristo es designado como el primogénito del Padre. Indudablemente todos los hijos espirituales de Dios llegaron a ser identidades consientes en su propio orden designado5 y, durante el periodo de su existencia espiritual, desarrollaron una variedad y grados infinitos de talentos.6

Nuestro fin como espíritus era llegar a ser como el Padre,7 y para este propósito El decretó y estableció ciertas leyes para nuestro propio desarrollo y progreso. Nosotros, por medio de nuestra obediencia, avanzamos por el camino designado por nuestro Padre Celestial hacia su meta final, porque Él ha declarado que esta es su obra y su gloria “llevar acabo la inmortalidad y vida eterna del hombre” (Moisés 1:39).

En la existencia espiritual, como en la vida mortal, unos eran más inteligentes que otros con distintos grados de habilidad y poder.9 Sin embargo, en lo que concierne a habilidades o inteligencia, cada espíritu poseía su propio albedrío—un poder dado a cada individuo por el Padre.10 La ley eterna del libre albedrío era el patrimonio de cada hijo espiritual de nuestro Padre Celestial. El libre albedrío les daba la habilidad de actuar por sí mismos.”

De nuestra existencia en este estado premortal sabemos muy poco, y aunque ciertos específicos han sido revelados, aún estos son limitados. En donde se ha dado tal revelación parece ser que su propósito principal es emitir luz sobre la divinidad premortal de Jesucristo.12

Juan el Revelador contempló en una visión abierta, escenas limitadas de esta vida premortal. Por esta descripción sabemos que no todo era felicidad y paz en nuestra existencia premortal, porque él miró y describió una gran contención, aún una gran “batalla” en el cielo (Apocalipsis 12:7-9).

Aparentemente este conflicto celestial fue después de un gran concilio llevado acabo por los espíritus y por el Padre antes de la creación de esta tierra. En este concilio nuestro Padre Celestial presentó Su plan para el progreso continúo de Sus hijos espirituales. Por la mayor parte, el plan fue recibido con gozo y jubilo (Job 38:4- 7); sin embargo, estuvo allí en el concilio uno que fue descrito como hijo de la mañana (Isaías 14:12-15) y quién, deseando engrandecerse a sí mismo,13 quería la gloria del Padre Eterno para él mismo (Moisés 4:1-4; Abraham 3:27-28). El no solamente se opuso al plan del Padre sino también presentó una modificación que repercutiría en su exaltación (entre tanto destruía el albedrío del hombre). En este tiempo Jesucristo, quién tenía gloria con el Padre Celestial antes de que el mundo fuese (Juan 17:5), dio un paso hacia delante y se ofreció en conformidad con el plan del Padre, declarando “Padre, hágase tu voluntad, y sea tuya la gloria para siempre” (Moisés 4:2). El plan de Satanás fue rechazado y Jesús fue escogido y ordenado “sacrificándose a sí mismo, por medio del afán, la humillación y el padecimiento hasta la muerte”.14 Su sacrificio hizo posible para el hombre ser redimidos de los efectos del pecado y recibir la exaltación por medio de obras justas y por la gracia de Dios.

En los versículos citados, el principio de la historia escrita de Jesucristo comenzó.15 Debido a que Satanás se rebeló y no aceptó el plan del Padre; fue echado fuera. Su expulsión y caída está gráficamente registrada por el profeta Isaías del Antiguo Testamento, que fue testigo de este acontecimiento en una visión del Señor (Isaías 14:12-15).16 Sobre este acontecimiento Moisés registró las palabras del Señor, “Y llegó a ser Satanás, sí, el diablo, el padre de todas las mentiras, para engañar y cegar a los hombres y llevarlos cautivos según la voluntad de él, sí, a cuantos no quieran escuchar mi voz” (Moisés 4:4).

Jesús ayudó a echar fuera a Satanás (Moisés 4:3), y bajo la dirección del Padre y de acuerdo con el plan aceptado por el concilio, Él creó esta tierra y todas las cosas sobre ella. “El Padre participó en la obra de la creación por medio del Hijo, el cual, por tal motivo, llegó a ser el Administrador por quien la voluntad, mandamiento o palabra del Padre se llevó a efecto… La parte que Jesucristo desempeñó en la creación, parte tan prominente que justifica que lo llamemos el Creador como se aclara en muchas escrituras”.17

Hablando de Jesús, Pablo declaró con valor y claridad, “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean pricipados, sean potestades: todo fue creado por medio de él y para él: Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:16-17).

Aunque la existencia premortal y el papel importante que Jesucristo jugó en ella fueron débilmente percibidas por las multitudes que vivieron en los tiempos del Antiguo Testamento,18 los santos Profetas de ese tiempo indudablemente sabían la verdad sobre la gloria y misión premortal del Hijo (Isaías 6:8; Salmos 25:14; Amos 3:7). La prueba presentada en las Santas Escrituras (la cual incluye la oración del Salvador en el Getsemaní a Su Padre): “Glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” [Juan 17:5], confirma que el hombre que es conocido como Jesús de Nazaret existió con el Padre antes de Su nacimiento en la carne y que cuando estuvo en el estado premortal Él fue llamado y ordenado por el Padre (y aceptado por cada uno de nosotros), como el Salvador y Redentor del mundo.

En Los Tiempos del Antiguo Testamento—Jehová

El octavo artículo de fe empieza, “Creemos que la Biblia es la palabra de Dios, hasta donde está traducida correctamente”. Aunque algunos han utilizado esta expresión para sugerir la utilización limitada de la Biblia, no hay duda que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días acepta la Santa Biblia como el libro principal de sus libros canónicos, primero entre los libros que han sido proclamados como guías escritas sobre la fe y doctrina”.19

Los eruditos están de acuerdo que la Biblia es una colección de libros escritos por muchos diferentes autores y que, en muchos ejemplos, la escritura de esos libros fue separada ampliamente con el tiempo. Además, no hay duda que los judíos en el tiempo de la misión terrenal del Señor tenían en su poder casi todas, si no es que todas, las escrituras del Antiguo Testamento y las consideraban autoritarias. En adición, porque Jesús y los Apóstoles citaban de estos registros frecuentemente y las designaron como escritura (Juan 5:39), se suponía que eran auténticas en la estructura que al corriente.”

Los primeros cinco libros de la Biblia eran conocidos entre los judíos como el Tora y fueron designados como Ley escrita. También se refiere a ellos como Pentateuco y su autoridad es (y siempre ha sido) atribuida a Moisés (Esdras 6:17; 7:6, Nehemías 8:1; Juan 7:19). Los judíos también tenían los escritos de los otros profetas, libros poéticos, y otros libros históricos.

Cuando Moisés finalizó su ministerio profètico en la tierra, él mandó a los presbíteros y a los Levitas que preservaran los pergaminos que contenían la Ley (los cuales se les habían dado a ellos por el Señor), en el arca del pacto (Deuteronomio 31:9). Los antiguos israelitas consiguieron mantener este registro de una forma u otra al principio de la historia durante sus independientes imperios y cautiverio. Sin embargo, parece ser que los libros escritos sobre la Ley se habían perdido o habían sido desechados antes del reinado de Josías (como 640 A.C.). Hilcías (un sacerdote en el templo durante el reinado de Josías) encontró un “libro de la ley” (2 Crónicas 34:14) y ordenó que se le leyera al rey. En el sexto siglo A.C. Ciro, rey de Persia, permitió a los judíos en su reino que regresaran a Jerusalén y reconstruyeran el templo de acuerdo a la ley de Dios (Esdras 1:1-6; 7:1-7). Esdras regresó a Jerusalén después de que el templo fue terminado y se le había dado el crédito de recopilar los libros del Antiguo Testamento en existencia en su tiempo.20

Desde Esdras hasta Cristo la Ley permaneció esencialmente intacta y solamente se le añadió por los profetas quienes vivieron durante ese tiempo. En adición, muchos otros libros (considerados menos autoritarios), estaban disponibles en el tiempo de Jesús.21 Es por medio de estas enseñanzas que se encuentran en todas estas obras- la Ley, los Profetas, los libros poéticos y las obras históricas – que la gente escogida adquirió su anticipación de la venida del Mesías. Pudieron estar en desacuerdo entre ellos sobre el tiempo y la forma en que iba aparecer, pero no hay duda alguna que la certeza de la venida del Mesías estaba bien establecida en las esperanzas y creencias de los judíos en el tiempo de Cristo.22 En verdad, se puede decir que el Antiguo Testamento y la historia de la gente escogida en su totalidad eran “simbólicos y típicos del futuro – el cristal del Antiguo testamento por donde las bendiciones universales de los días [Mesiánicos] fueron vistos.23

Debido a la caída de Adán, la muerte vino al mundo, y el hombre por sí mismo no la podría vencer. El plan de salvación, por el cual los hijos del Padre votaron y estuvieron de acuerdo en el gran concilio del cielo, decretó que un futuro Redentor vencería la muerte y haría posible que la humanidad pudiera regresar a la presencia del Padre. En su estado caído, Adán y Eva habían sido expulsados del Jardín de Edén y no pudieron seguir disfrutando de la continua asociación personal con el Padre. En alguna ocasión después de dejar el Jardín de Edén, se le instruyó a Adán que ofreciera sacrificio al Señor. En una de esas ocasiones de sacrificio un ángel del señor se le apareció a Adán y le dijo, “¿Por qué ofreces sacrificios al Señor?” Adán respondió, “No sé, sino que el Señor me lo mandó”. Su respuesta indicaba que aún no había sido completamente instruido concerniente al propósito del sacrificio, entonces el ángel procedió a resumir claramente el propósito del mandamiento sobre el sacrificio declarando: “Esto es una semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre, el cual es lleno de gracia y de verdad. Por consiguiente, harás todo cuanto hicieres en el nombre del Hijo, y te arrepentirás e invocaras a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás”. (Moisés 5:6-9).

El sacrificio, como un prototipo de la muerte del futuro Mesías, no solamente se practicó en el tiempo de Moisés (como fue ordenado por la Ley), sino también desde el principio de la historia humana.24 La Biblia no designa específicamente el origen del sacrificio como requisito propiciatorio que simbolizaba la muerte expiatoria de Jesucristo,25 pero podemos encontrar ejemplos significantes en las historias bíblicas de Caín y Abel (Génesis 4: 3-4), sobre él sacrifico de Noé después del diluvio (Génesis 8: 20), sobre la historia de Abraham e Isaac (Génesis 22: 2, 13), y sobre la historia de Jacob, el padre de la casa de Israel (Génesis 31: 54; 46: 1).

El “significado del requisito divinamente establecido [sacrificio] le fue explicado detalladamente al patriarca de la raza humana [Adán]”.26 Su origen está basado en revelación específica (Moisés 5:5-8). Además, los profetas del Antiguo Testamento entendieron las doctrinas circundantes a la venida del Mesías. Job se regocijó sobre la anticipada venida de Cristo (Job 19:25-27), y los Salmos están repletos con anticipación sobre Su advenimiento.27 Su venida fue atestiguada mas adelante por Enoc (el padre de Matusalén) (Moisés 6:21, 52) y por el convenio de Abraham (el cual prometió que por medio de la semilla del padre Abraham todas las naciones de la tierra serían bendecidas) (Génesis 12:3; 18; 18; 22:18, 26:4; 28:14). Además, la bendición dada a Judá por su padre, Israel, pronosticó la línea de linaje del Salvador (Génesis 49:10).

Isaías predijo el virgen nacimiento del Mesías (Isaías 7:14) y entonó su alabanza como si ya hubiera ocurrido (Isaías 9:6-7). Él declaró el linaje del Salvador como una vara de Isaí (Isaías 11:1, 10); lo glorificó como la piedra angular de Sión (Isaías 28:16), el pastor de la casa de Israel (Isaías 40:9-11), y como la luz del mundo (Isaías 42:6); profetizó sobre Juan como Su precursor (Isaías 40:3); y alabó al Señor Jehová como jefe y maestro de los judíos y los gentiles (Isaías 55:4). Finalmente, en un capítulo sublime, él vaticinó sobre el ministerio del Mesías de Israel y describió Su expiación y muerte (véase Isaías 53).

Otros profetas del Antiguo Testamento también recibieron revelación y aclaración perteneciente al advenimiento del Mesías. Jeremías estaba al corriente de esto y por medio de revelación se le aseguró de Su seguro advenimiento (Jeremías 23:5-6; 33:14-16). Ezequiel profetizó de Él (Ezequiel 34:23; 37: 24-25), como lo hizo también Óseas (Óseas 11:1) y Miqueas (Miqueas 5:2). Zacarías observó la entrada triunfal a Jerusalén (Zacarías 9:9), anotando que su propia gente “traspasará” a su Salvador (Zacarías 12:10), observó a los judíos sufriendo por siglos debido a sus problemas y tribulaciones mientras esperaban a su Mesías, y después escuchar como cuestionaban al Salvador concerniente a Sus heridas (Zacarías 13:6).

Moisés, el gran otorgador de la Ley de Israel, profetizó de Cristo y de la condenación que Él recibiría por aquellos que no lo aceptarían (Deuteronomio 18:15-19). Desde el gran éxodo en adelante, cada cordero pascual matado durante la Pascua esperaba con ansia a Jesús como el Cordero de Dios.28 Pablo afirmó esta conclusión a los corintios cuando dijo él, “nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 de Corintios 5:7). Todas estas grandes visiones y profecías del Antiguo Testamento fueron dadas por el señor Jehová a sus antiguos profetas.

Cuando Moisés habló con el Dios de Abraham, Isaac, y Jacob en el santo monte, Moisés le preguntó que declarara su nombre para que pudiera propiamente identificar a Dios para los hijos de Israel. En respuesta Dios dijo, “YO SOY EL QUE SOY” Y Él dijo, “Así dirás a los hijos de Israel, “YO SOY me envió a vosotros” (Éxodo 3:14).

Durante Su ministerio terrenal Jesús utilizó este nombre como propio, declarando a los incrédulos judíos, “Antes de que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58),29 y así atestiguando de Su divinidad y revelando Su identidad a ellos. Él era el mismo Dios que se había comunicado con Adán después del Jardín de Edén, y con todos los profetas: Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Isaías, Jeremías, Zacarías, y otros – un hecho del cual Pablo también dio testimonio cuando (hablando de aquellos que vivieron durante el tiempo de Moisés) él declaró a los Corintios que ellos “bebían de la Roca espiritual que los seguía: y aquella Roca era Cristo (1 Corintios 10:4).

Los gobernantes judíos del día de Cristo entendían su reclamo. Ellos sabían que Él reclamaba ser el gran Jehová, Dios del Antiguo Testamento, y en su ira y repugnancia, ellos tomaron “piedras para arrojárselas” (Juan 8:59).

Es la convicción incondicional de la Iglesia de Jesucristo de Santos de los Últimos Días que Jehová, Dios del Antiguo Testamento, es y era Jesucristo. “Él fue escogido y ordenado para ser el Salvador de la raza de seres humanos aún por nacer, el Redentor de un mundo que entonces se encontraba en el estado formativo de su desarrollo”. Él era “el Dios por cuyo mandato los profetas de todas las edades han hablado, el Dios de todas las naciones, que aún tendrá que reinar sobre la tierra como Rey de reyes, y Señor de señores.

→ Capítulo 2

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1 Response to La Misión de Jesús el Mesías

  1. Avatar de Pedro Morales Sánchez Pedro Morales Sánchez dice:

    Me gusta, pero hay personas como yo que le cuesta mucho ser espiritual y aprender como se puede conseguir

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