El Espíritu Santo

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El Espíritu de Revelación Restaurada

Y sucederá que derramaré mi Espíritu sobre toda carne y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños, vuestros jóvenes verán visiones y también sobre vuestros siervos y vuestras siervos en aquellos días derramaré mi espíritu. ―Joel 2:28-29


Cuando el espíritu de revelación se pierde, el conocimiento de cómo llega a nosotros también se pierde.

Así hemos sido bendecidos en la apertura de esta dispensación con una serie de revelaciones destinadas a reunir nuevamente a los hijos de los hombres con el Espíritu por el cual llegarían a conocer a Dios y a través del cual buscarían la sabiduría de los cielos. Un profeta es primeramente y ante todo un maestro y hasta donde nuestro conocimiento alcanza, ningún profeta ha hecho más para enseñar a los hombres cómo deben obtener el espíritu de revelación que José Smith. Su obra en este sentido lo erige como perfecta evidencia de que ha sido un siervo fiel del Señor Jesucristo y el gran Profeta de la Restauración.

Revelaciones bajo el Espíritu de Revelación

Para el profeta José Smith, los cielos eran un libro abierto. Dio a nuestro mundo presente más escrituras que ningún otro profeta de ninguna época; preservó más de la mente, voluntad y voz del Señor que el total de los Doce más grandes proféticos autores del pasado. A través del don y poder de Dios nos dio el Libro de Mormón, publicó muchas visiones y revelaciones de su propia autoría en una compilación conocida como Doctrina y Convenios. Revisó y agregó a la versión del rey Santiago de la Biblia, por el espíritu de inspiración, haciendo más perfecto el volumen de las escrituras sagradas y volviéndolo a su estado de prístina perfección. (Bruce McConkie, Conference Report, Abril 1976, p. 142). José Smith no era un novicio cuando recibió la compañía del Espíritu Santo, la visita de ángeles o tuvo visiones.

En una reunión llevada a cabo en octubre de 1831, Hyrum Smith llevó a su hermano para que explicara cómo había sido traducido el Libro de Mormón. José respondió: “que no era intención suya contar al mundo las particularidades de la aparición del Libro de Mormón”. Observó que no era necesario para él relatar tales cosas (Far West Record, p.23). El Señor había brevemente dicho a José que si la gente no creía en el Libro de Mormón por sí mismo, no sé convertirían por un conocimiento de los detalles del proceso de traducción (D y C 5:7).

La conversión vendría por el testimonio del Espíritu. Hay un sentimiento, un poder asociado con las doctrinas del cielo que no se encuentra en las musitaciones filosóficas de los hombres. Un pasaje común a las revelaciones anunciando la venida del Libro de Mormón, atestigua que la palabra de Dios es “viva y eficaz, más filosa que una espada de dos filos” (D y C 6:12; 11:2; 12:2; 14:2). La palabra de Dios es “viva” significando “con vida y activa” (ver nueva Biblia Inglesa. Hebreos 4:12). La idea que se sugiere es que no viene como un vagabundeo casual del rayo sino con la rapidez y certeza de una flecha: Tiene el poder de expandir la mente, iluminar el entendimiento y dar nacimiento a la fe. Tal es el poder que penetra en las profundidades del alma y eleva a los hombres por sobre los pantanos de lo carnal y mundano, a las alturas de las sagradas montañas, donde puedan tener visiones de la eternidad.

Aún antes de que la Iglesia fuera organizada, el Señor estableció el hecho de que el espíritu de convicción, aquél espíritu que confirma la verdad, se centra en el mensaje preferentemente que en el mensajero, en la palabra, preferentemente que en el medio por el cual la palabra es transmitida. Esto no quiere decir que el Señor retiene para sí todo el conocimiento de cómo el Libro de Mormón fue traducido. Por el contrario, hemos aprendido mucho de la experiencia de Oliverio Cowdery cuando intentó traducir.

Verdaderamente Oliverio llegó a ser un clásico caso de estudio de cómo funciona el Espíritu de Revelación. Una serie de revelaciones develan la historia de cómo él creció en el conocimiento del Espíritu Santo. Comienzan cuando él preguntó al Profeta que pidiera al Señor en su beneficio a través del Urim y Tumim que le permitiera traducir el Libro de Mormón. Oliverio quería una revelación. Quería hacer contacto con los cielos.

La revelación que José Smith recibió debe haber sido algo sorpresiva para Oliverio: “Tan rápido como tú preguntaste” dijo el Señor “recibiste instrucción de mi Espíritu”. Esto significa: “Oliverio, cada vez que tú preguntaste, yo te respondí”. Por este hecho el Señor dijo: “Si no hubiera sido así, no estarías en el lugar que estás en este momento. De cierto, tú sabes que me has preguntado y yo iluminé tu mente, y ahora te digo que estas cosas debes saberlas para que seas iluminado por el Espíritu de la Verdad” (D y C 6:14-15).

Así Oliverio recibió una revelación que le decía que había estado recibiendo revelación. Obviamente, él no sabía que las contestaciones a sus oraciones habían llegado; presumiblemente esperaba alguna clase de experiencia eufórica o de éxtasis.

Aún hallamos al Señor recordándole acerca de “la noche que me imploraste en tu corazón, a fin de poder saber tocante a la verdad de estas cosas. ¿No hablé paz a tu mente, en cuanto al asunto? ¿Qué mayor testimonio puedes tener de Dios? (D y C 6:22-23). No es necesario que Dios eleve su voz para contestar las oraciones, la “callada y pequeña voz”, es justamente eso: “callada” y “pequeña”. El lenguaje de paz, tal como es expresado por el Señor, incluye un sentimiento de callada confianza, de confort, de calor. Es gentil y calmado, amable y dulce; es moderado y bueno; frecuentemente se puede identificar con la felicidad, la alegría y los sentimientos de amor. Aquél había sido el espíritu que había causado que Oliverio saboreara las verdades reveladas a él, y que había provocado que quisiera formar parte de la gran tarea de la traducción del Libro de Mormón. Describiendo este deseo de estar involucrado en la traducción del Libro de Mormón, Oliverio observó que aquellos sentimientos eran tan fuertes que parecían “estar tocando en sus propios huesos” (Lucy Mack Smith, History of Joseph Smith, p. 139).

Oliverio Cowdery había buscado y había obtenido la promesa a la manera del Señor, de que podría actuar como traductor del Libro de Mormón.

Así que era esencial que estuviera familiarizado con el Espíritu de Revelación. Preparando a Oliverio para esta experiencia el Señor explicó: Sí, he aquí, hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre tí y morará en tu corazón. “Esto, dijo el Señor, es el Espíritu de Revelación” (D y C 8:2-3). Oliverio comenzó a traducir y entonces falló. Él no había reconocido plenamente el requerimiento del Señor acerca de la parte que él debía poner para obtener y retener el Espíritu de Revelación. Nuevamente pidió dirección y ayuda para comprender su inhabilidad de recibir revelación.

“No has entendido” dijo el Señor; “has supuesto que yo te lo concedería cuando no pensaste sino en pedirme. Pero he aquí, te digo que debes estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien; y si así fuere, haré que tu pecho arda dentro de tí; por tanto, sentirás que está bien” (D y C 9:7-8).

El Libro de Mormón abre los cielos

El Salmista, mirando el futuro profetizó que “la verdad brotará de la tierra y la justicia mirará de los cielos” (Salmos 85:11).

Esto significa que el Libro de Mormón saldría de la tierra y aquéllos que aceptaren su testimonio serían bendecidos con las revelaciones del cielo. Esto, explicó José Smith, fue la interpretación de la parábola de la semilla de mostaza. Recordemos que Cristo comparaba el reino de los cielos a una semilla de mostaza, que el hombre había plantado en su campo (la cual verdaderamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece es la mayor de las hierbas y llega a ser un árbol sobre el cual los pájaros del aire vienen y anidan en sus ramas) (Mateo 13:31-32). Comentando esta parábola José Smith dijo: “Tomemos el Libro de Mormón, el cual un hombre tomó y escondió en su campo y lo aseguró por su fe, para que sea dado en los últimos días, en su debido tiempo. Veámoslo salir de la tierra, como la menor de las semillas, pero creciendo fuerte, retoñando, como una torre, con ramas majestuosas, así como la semilla de mostaza llega a ser la más grande de las hierbas. Y es la verdad y ha sido recibido nuevamente de la tierra, y la justicia comienza a mirar desde los cielos, y Dios envía sus poderes, dones y ángeles para que aniden en sus ramas. (Enseñanzas del Profeta José Smith).

La aceptación del Libro de Mormón y la obtención del espíritu de profecía y revelación, son inseparables. Como dijo el Profeta, los dones y los poderes de Dios anidan en sus ramas. Brigham Young aseguró: “No hay hombre o mujer que ame la verdad, que haya escuchado acerca del Libro de Mormón, al cual el Espíritu del Todopoderoso no haya testificado acerca de sus verdades.” (Journal of Discourses, 1:93). No podemos rechazar las escrituras dadas para enseñar el evangelio de salvación en esta dispensación (las revelaciones canónicas o institucionales) y al mismo tiempo aspirar a la compañía del Espíritu Santo (el medio de la revelación individual). Por el contrario, no podemos estudiar las escrituras canónicas sin recibir revelación personal, si lo hacemos bajo la influencia del Espíritu.

Si nosotros dijéramos a los restantes miembros del mundo cristiano que es imposible rechazar la Biblia, su testimonio y sus enseñanzas y al mismo tiempo tener la compañía del Espíritu Santo estarían de acuerdo; si por el contrario les decimos que es imposible rechazar nuestro testimonio de José Smith y del Libro de Mormón y tener al mismo tiempo el espíritu de profecía y revelación, rápidamente estarían en desacuerdo (Ver 2 Nefi 33:10; Mormón 7:8-9).

Aún cuando el principio es el mismo, no obstante el hecho de que las iglesias del mundo cristiano estén sin el espíritu de profecía y revelación es evidente. Por eso parece más natural para nosotros leer que el Señor prometió a aquellos que creen las doctrinas del Libro de Mormón, que tendrán la oportunidad de gozar las manifestaciones de su Espíritu (D y C 5:16).

El Espíritu de Revelación

Describiendo con qué podemos comparar el espíritu de revelación, José Smith dijo que “el Espíritu Santo no tiene otro efecto más que la pura inteligencia”, expande la mente, ilumina el entendimiento y ayuda a formar nuestro intelecto con conocimiento. Es, dijo José Smith, “calmo y sereno”.

“Una persona podrá beneficiarse si percibe la primera impresión del espíritu de revelación; por ejemplo, cuando sentís que la inteligencia pura fluye en vosotros, podrá repentinamente despertar en vosotros una corriente de ideas, de manera que por atenderlo, veréis que se cumplen el mismo día o poco después; (es decir) se verificarán las cosas que el Espíritu de Dios ha divulgado a vuestras mentes; y así, por conocer y entender el Espíritu de Dios, podréis crecer en el principio de la revelación hasta que lleguéis a ser perfectos en Cristo Jesús.

El mismo espíritu es el que hace que comprendamos una revelación así como que la obtengamos. Si la pureza de corazón y la fe son esenciales para solicitar revelaciones del cielo, la pureza de corazón y la fe son igualmente esenciales para comprenderlas. El sistema por el cual la revelación es dispensada fue y será eternamente el mismo. Un hombre no puede adquirirla “más barato” que otro. Si vamos a entender lo mismo que entiende el profeta, debemos obtener ese entendimiento de la misma forma que la obtuvo el profeta. El Libro de Mormón testifica que muchas cosas sencillas y preciosas han sido tomadas de la Biblia, las cuales en su momento han causado que muchos tambalearan. ¿Por qué, preguntamos, el Señor permitiría que sucediera esto? ¿Por qué permitiría que ciertas verdades de salvación fueran retiradas del mundo? En respuesta, debemos observar que solamente aquellas personas que obtuvieron estas verdades en la antigüedad eran aquellas que aceptaban a los profetas y las revelaciones dadas en sus días; todos los demás no las tenían; como fue entonces, es ahora: el aceptar a los profetas vivientes es abrir las puertas de la salvación y las ventanas de la revelación. Aquellos que rehúsan escuchar a los profetas vivientes también han cerrado los ojos del entendimiento a las palabras de los profetas muertos.

En la última Cena, Cristo enseñó a los Doce, que Él había enseñado por proverbios (parábolas) pero que vendría el tiempo en que serían comprendidos (Juan 16: 25). También les dio la promesa de otro Consolador, aún el Espíritu Santo que les enseñaría todas las cosas y les traería todas las cosas a su memoria (Juan 14:26; 16:1314). Pero pocos en los días de Jesús comprendieron su mensaje. El conocimiento viene sólo por el espíritu de revelación. (Ver Mateo 16:17). Ahora, si pocos pudieron comprender el Evangelio, aún cuando venía de los propios labios del Salvador, debería maravillarme como muchos en nuestros tiempos lo comprenden cómo está representado en la Biblia, la cual es, en la mejor de las concepciones, un pequeño fragmento de todo lo que fue enseñado y hecho. Verdaderamente, los Evangelios cuentan sólo algunos de los eventos de la vida de Jesús de Nazaret; el total de números de días identificados en los registros es un poco mayor que un mes y las palabras registradas son cerca de media hora. Si el entendimiento viniese de la Biblia, vendría de la misma manera que a aquellos que estaban directamente enseñados por el Salvador, y esto es por el espíritu de revelación. Sencillamente sin el Espíritu Santo no hay comprensión significativa en la esfera de las cosas espirituales.

Todos estamos invitados a permanecer en la luz

Cuando José Smith partió las nubes de la obscuridad teológica que en ese entonces cubrían toda la tierra, lo hizo para que todos pudiéramos permanecer bajo la luz del cielo. “Dios no ha revelado nada a José”, dijo “que no hiciera conocer a los Doce y aún al último Santo en la medida que sea capaz de soportarlas (Enseñanzas del Profeta José Smith). Sólo hay un plan de salvación, sólo hay una senda a su divina presencia. Todo lo que los profetas han comprobado por sí mismos, todo aquello deberemos comprobar por nosotros mismos. A la declaración de Pedro de que “ninguna de las profecías de las escrituras es de interpretación privada” (2 Pedro 1:20), debemos agregar que no hay “doctrinas privadas de salvación”. Dado que las bendiciones del templo están disponibles para todos aquellos que se preparan para entrar por sus sagrados portales, así los misterios del reino de los Cielos están disponibles para todos aquellos cuyos ojos están dispuestos a ver y sus oídos a oír.

La compañía del Espíritu Santo, o el espíritu de inspiración y revelación, no está confinado a aquellos que tienen determinada posición o cargo en el Reino de Dios. Tal como observó el Élder Bruce R. McConkie: “Las visiones de la eternidad no están reservadas a los Apóstoles, ni siquiera a las Autoridades Generales. Las revelación es algo que debe recibir cada individuo. Dios no hace acepción de personas y cada alma, en el último de los sentidos, es tan preciosa a su vista, como las almas de aquellos que están llamados a posiciones de liderazgo.”

Debido a que Dios opera sobre “principios de leyes eternas, universales, inmutables”, cualquiera que permanece en la ley, está autorizado para obtener revelaciones y saber exactamente lo mismo que sabe el Presidente de la Iglesia; “puede recibir visitas de ángeles, de la misma manera que José Smith las recibió, y puede estar en sintonía completa con todas las cosas del Espíritu” (“How to get Personal Revelation”, pp. 46,48).

Es fundamental para el plan del evangelio que cada alma tenga la capacidad y la oportunidad de conocer las verdades de salvación por revelación personal. Verdaderamente, no puede haber revelaciones impersonales en cuanto concierne a la salvación. Todas las cosas deben ser aprendidas por manifestación o por confirmación del Espíritu. Enseñando este principio, José Smith observó: “Leyendo acerca de las experiencias de otros o de las revelaciones dadas a ellos no obtendremos una visión comprensible de nuestra condición y de nuestra verdadera relación con Dios. El conocimiento de estas cosas sólo puede ser obtenido por la experiencia a través de las ordenanzas de Dios, las cuales han sido establecidas para ese propósito. Si pudiéramos ver dentro de los cielos por cinco minutos, sabríamos más de lo que pudiéramos haber aprendido por leer acerca de la materia”. (Enseñanzas del Profeta José Smith).

Debemos conocer las verdades de salvación por nosotros mismos. Así como estaremos solos en el día del juicio, así nuestro conocimiento de las verdades del evangelio son independientes.

Críticas de la revelación moderna

La crítica de la revelación moderna nace de la ignorancia de cómo llega esta revelación. Dicho sencillamente, los críticos de José Smith y del Libro de Mormón, no reconocerían la revelación aunque la tuviesen. Por esta causa las personas que basan sus creencias en la Biblia y sólo aceptan ese libro de escrituras no pueden estar nunca de acuerdo entre ellos acerca de qué pertenece a la Biblia y de qué no. Lutero hizo poco uso de los Evangelios y aún menos de los libros de Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis, el cual él inclusive excluyó de escrituras canónicas. (E.J. Goodspeed, How Carne the Bible? p. 89). También halló necesario en su biblia de lenguaje alemán, agregar la palabra “solamente” a la declaración de Pablo, para que el antiguo profeta pudiera ser citado como una autoridad en la doctrina de la salvación por gracia “solamente” (R.L. anderson, Comprendiendo a Pablo, p. 178).

Eusebio de Cesárea, conocido como el padre de la historia de la iglesia, escribiendo tempranamente en el siglo IV, dividió los libros canónicos en tres categorías: escritos reconocidos, escritos discutidos y apócrifos. Judas, Santiago, 2 Pedro y 2 y 3 Juan, fueron considerados generalmente discutidos, mientras muchos consideraron el Apocalipsis de Juan o Libro de las Revelaciones como apócrifo. (Eusebio, Historia Eclesiástica, iii 25.1-4, p. 87).

José Smith consideró el Cantar de los Cantares como un escrito no inspirado (R.J. Matheus, “A Plainer Traslation”, p. 87), mientras que el famoso Rabit Akiba dijo que si las escrituras eran sagradas, el Cantar de los Cantares era la más sagrada de todas (R.K. Harrison, Introducción al Antiguo Testamento, p. 1051).

El mundo no solamente está incapacitado para ponerse de acuerdo acerca de lo que debe ser considerado escritura, sino que está también igualmente incapacitado para ponerse de acuerdo acerca de su interpretación, y esto lo ha dividido virtualmente en incontables denominaciones. No termina aquí el abuso sobre la materia de escrituras; históricamente las pruebas bíblicas para discernir los profetas han sido constantemente usadas para rechazar a los profetas, y los argumentos escritúrales han sido constantemente usados para rechazar las escrituras. Por todo esto, sacamos la conclusión de que ningún test de discernimiento puede superar la integridad y la sabiduría de aquéllos que lo usan. Como testimonio de nuestro Profeta José Smith, estamos completamente satisfechos de dejarle hablar por sí mismo, lo cual hizo de la siguiente manera:

“Por el poder de Dios, traduje el ‘Libro de Mormón de jeroglíficos, conocimiento que estaba perdido para el mundo, en cuyo evento maravilloso permanecí solo, un joven sin instrucción, para combatir la sabiduría del mundo y la ignorancia multiplicada de dieciocho siglos, con una nueva revelación, la cual (si es que recibís el Evangelio sempiterno) abrirá los ojos de más de ochocientos millones de personas y hará “sencillas las viejas sendas” en las cuales si un hombre camina bajo las ordenanzas de Dios, sin culpa, sin mancha, será heredero de la vida eterna; y Jesucristo, quien fue, es y será, me ha mantenido salvo sobre cada trampa, sobre cada plan secreto o abierto en mi contra a través de la hipocresía sacerdotal, los prejuicios sectarios, la filosofía popular, el poder ejecutivo y la chusma contraria a la ley, para destruirme. Si entonces la mano de Dios en todas estas cosas que he cumplido hacia la salvación de una generación sin sacerdocio, en el corto espacio de dos años a través de la tarea del plan de predicar el Evangelio y la tarea de declarar el arrepentimiento y el bautismo para la remisión de los pecados, y la recepción del Espíritu Santo por la imposición de manos, de acuerdo a la autoridad del sacerdocio y la aún más maravillosa tarea de recibir revelación directa de Dios a través del Consolador como fue prometido y por cuyo medio todos los hombres santos de la antigüedad hasta ahora han escrito y revelado su voluntad a los hombres con el consecuente “éxito” de la congregación de los santos, si todo esto derrama algún “encanto” sobre mi persona y “me señala como el más extraordinario hombre de la época” demuestra el hecho de que la verdad es poderosa y prevalecerá y que un hombre, con el poder de Jehová tiene más influencia sobre los hijos del Reino que ochocientos millones llevados de preceptos de hombres. Dios exalta al humilde, y destruye al soberbio (Historia de la Iglesia, 6:74).

Conclusión

La aceptación fiel de los profetas y sus revelaciones en nuestra dispensación, más específicamente en nuestros propios días es la llave para obtener revelación personal. Sería en contra de los designios de Dios, responder a los requerimientos personales de todos los individuos acerca de obtener conocimientos revelados, si esas personas no están deseosas de aceptar para su dirección y salvación a aquellos que el Señor ha elegido como sus voceros y las revelaciones que han venido a través de ellos. Si Dios otorgara revelación a aquellos que han ignorado o negado su testimonio o el de sus siervos escogidos estaría recompensando al obstinado y al rebelde, haciéndolos independientes de la disciplina de la verdadera membresía. Aquellos contemporáneos con Cristo, que escucharon y rechazaron la profesión de su divino linaje, difícilmente puedan clamar por el espíritu de revelación; así es con quienes rechazan a los siervos que vienen hoy en nombre del Maestro. Por otro lado, aquellos que aceptan a Cristo o quienes acepten el mensaje que él ha dejado siempre serán bendecidos con el poder de abrir los cielos y obtener revelación personal.

→ 3. Falsos Espíritus

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