La virtud de la obediencia

por Joseph Fielding Smith
de la Primera Presidencia
(Discurso pronunciado en la Reunión de Oficiales de la
Conferencia de la Sociedad de Socorro, 27 de septiembre de 1967)
Mis queridas hermanas y también hermanos, siendo que tenemos algunos entre nosotros. Es un placer estar ante ustedes esta mañana, y ruego que el Señor me bendiga para que pueda darles las cosas que ustedes desean. Me gustaría hablarles de la obediencia. Desearía que todos los Santos de los Últimos Días sintiesen en sus corazones que el trabajo en el que están comprometidos no es sólo el trabajo que Dios ha instituido en estos últimos días, sino que es una obra en la cual cada miembro, en forma individual, está profunda y vitalmente interesado. Cada hombre y mujer debería sentir un profundo y perdurable interés en la obra del Señor. Es solamente la posesión y observancia de la verdad que nos hará libres.
Dios ha establecido todas las cosas en su orden. La casa de Dios es una casa de orden y no de confusión. Debemos caminar por su sendero y guardar sus preceptos y cumplirlos o seremos desarraigados.
Es solamente por la observancia a las leyes de Dios que los hombres y mujeres pueden levantarse sobre las mezquinas flaquezas del estado mortal y ejercitar esa potencia efectiva, esa caridad y amor que debe impulsar el corazón y mover a los hombres. No se requiere un valor especial por parte de los hombres y mujeres para dejarse arrastrar por las corrientes mundanas. Para que los hombres y mujeres se decidan a abandonar el mundo y sus frivolidades y se edifiquen con el pueblo del Señor, se requiere valor, carácter y una inteligencia superior.
El hombre y la mujer de esta Iglesia quienes deseen enriquecer su fe en el más alto grado posible, desearán observar cada rito y ordenanza de la Iglesia en conformidad con la ley de la obediencia a la voluntad de Dios. En estas cosas y a través de ellas, ganamos un conocimiento más perfecto de nuestro Creador, y una fe más rica significa un poder mayor; y aunque no tengamos en esta vida oportunidad para ejercer todos los poderes que vengan a nosotros a través del enriquecimiento de nuestra lo, esos mismos poderes serán aumentados hasta alcanzar su plenitud en la eternidad. Sin embargo, aquel Santo de los Últimos Días, que no sienta la necesidad de realizar ordenanzas en la casa del Señor, que no responda a los requerimientos del evangelio y todos sus ritos y ordenanzas, carece de la visión de la gran obra que los Santos de los Últimos Días han sido llamados a realizar en esta época, y tampoco puede regocijarse con las bendiciones que vienen en virtud de la obediencia a una ley más alta que la humana.
El evangelio es muy sencillo cuando lo interpretamos correctamente. Nos enseña a perdonar, a superar el egoísmo, la ira, el enojo, la crítica, las quejas, y el espíritu de contención y rivalidad. También nos enseña a que hagamos aquí las mismas cosas que nos será requerido hacer en los cielos, junto con Dios y sus ángeles. Si escucháramos sus enseñanzas y las obedeciéramos, y las pusiéramos en práctica, no habría codicia en el corazón de los hijos de los hombres. Poseerían el Espíritu de Jesucristo y entenderían los preceptos del evangelio tal como El enseñó y demostró a todos los hombres para que los observasen. Me gustaría citar el siguiente pasaje:
Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. (Santiago 1:17)
Para complacer al Señor, debemos no sólo adorarle y darle gracias y alabanzas, sino obedecer gustosamente sus mandamientos. Por medio de esto, Él está obligado a darnos sus bendiciones; porque es sobre este principio (de obediencia a la ley) que todas las cosas son predicadas.
Vemos entonces hermanas, lo que la obediencia puede hacer por nosotros si seguimos las enseñanzas del Señor.
Ahora me gustaría decires, a la Sociedad de Socorro, y al resto de las organizaciones de la Iglesia, que ninguna de ellas es independiente del Sacerdocio del
Hijo de Dios, que ninguna de ellas puede existir ni un solo momento en la aceptación del Señor cuando se apartan de la voz, y del consejo de aquellos que poseen el Sacerdocio y presiden sobre ellos. Todas están sujetas a los poderes y autoridad de la Iglesia, y no son independientes, ni pueden ejercer ningún derecho en sus organizaciones independientemente del Sacerdocio y de la Iglesia.
Además, los oficiales de estas organizaciones son debidamente presentados en las conferencias generales o locales, según sea el caso, ellos deben ser respetados en sus llamamientos y se les debe reconocer y apoyar en el curso de sus deberes en todo lo relacionado con la organización que representan.
Me gustaría decir a la Sociedad de Socorro, que es la única gran organización de la Iglesia que se encarga de velar por los intereses de las mujeres de Sión. Y debo recordar que fue organizada por el profeta José Smith, y espero ansiosamente el día cuando esta organización sea la más perfecta, la más eficiente y perfeccionada de las organizaciones, para el bien de la Iglesia. Pero este día será cuando tengamos mujeres no sólo imbuidas con el espíritu y testimonio de Jesucristo en sus corazones, sino con el vigor e inteligencia de la juventud, que les permita descargar sus importantes deberes y responsabilidades sobre ellas.
Sabemos que es imposible para mujeres débiles físicamente a causa de su edad o de sus achaques el responder a todos los requerimientos; pero esperamos que cada mujer a la que le ha sido conferida una responsabilidad en la Iglesia cumpla con su deber en la plenitud de su habilidad. Que busquemos, oremos y trabajemos en la plenitud de la habilidad y fuerza que poseemos, y confiamos que de ahora en adelante, cuando ustedes buenas hermanas vuelvan a sus barrios y estacas con renovada energía, juicio y sabiduría, cumplan los deberes que les han sido asignados, aun aquellas que han sido llamadas para cuidar la gran obra de la Sociedad de Socorro.
Seamos obedientes a los mandamientos que el Señor nos ha dado. Y si lo hacemos, Él nos bendecirá y magnificará nuestros llamamientos.
El presidente McKay me ha pedido que les comunique su amor, y que les diga cómo aprecia el trabajo que están haciendo en esta grandiosa organización, y también expresó su deseo de dejar con ustedes su bendición.
Quiero felicitarlas por el maravilloso trabajo que están haciendo en esta gran causa, y ruego que el Señor les bendiga con todas las cosas que necesiten, y dejo mi bendición con ustedes, en el nombre de Jesucristo, nuestro Redentor, Amén.
























Gracias por la bendición que recibimos del sacerdocio y en lo personal me siento muy humilde de pertenecer a la sociedad social pues mi conocimiento del Evangelio creció y mi formación como hija de mi gran Dios me hizo prepararme como made abuela y hoy bisabuela gracias soy muy bendecida y lo dejo en el sagrado nombre de mi Salvador Jesucristo Amen gracias por este lindo recordatorio bendiciones
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