La Juventud de la Promesa: Preparación y Liderazgo en el Sacerdocio

La Juventud de la Promesa:
Preparación y Liderazgo en el Sacerdocio

Neal A. Maxwell

Élder Neal A. Maxwell
Comisionado de Educación
Conferencia General de Área para México y Centroamérica, 26 agosto de 1972.


Vosotros, juventud de la pro­mesa, tenéis una cita con la historia, ya que Dios tan frecuentemente ha efectuado su obra por medio de jóvenes y profetas jóvenes. Pese a lo poco que seamos en número o a lo consciente que estemos de nuestros defectos, depende de vosotros y de mí, alumbrar a lo largo del camino hacia la salvación. ¡No debemos de­jar que nuestra vela se apague!

Las metas requieren orientación.

Hace unos años, un explorador del ártico estaba tratando de llegar al Polo Norte. Condujo a su traílla de perros a través del hielo, sola­mente para descubrir al fin del día que se encontraba a 48 kilómetros más al sur que cuando empezó. ¡Se dirigía hacia el norte sobre una masa de hielo que fluía hacia el sur!

Con frecuencia los esfuerzos de los hombres sin Dios terminan de la misma manera. Nuestros semejantes son sinceros y se esfuerzan, pero también se van alejando de sus metas porque sus valores, a semejanza de esa masa de hielo, andan flotando y sin dirección, en vez de estar anclados.

El sacerdocio y la habilidad para dirigir.

Vosotros tenéis en el Sacerdocio Aarónico la oportunidad para apren­der la habilidad para dirigir que os será útil en la vida y en la eternidad.

Tenéis la oportunidad de apren­der a escuchar, ya que escuchar es una forma de amor. Nuestros profe­tas vivientes escuchan al Señor, y de­bemos escucharlos a ellos para reci­bir su orientación. Algunas veces nos encontramos tan ocupados en hablar, que nos olvidamos de escuchar. ¡Me siento agradecido de que José Smith supo escuchar cuando fue a la Arbo­leda Sagrada, y que sus padres se dieron tiempo para escuchar a su hi­jo, el joven José, cuando les contó lo que había visto y oído en la Arbo­leda!

Necesitamos aprender la manera de delegar y no tratar de controlar todo solamente para satisfacer nuestro egotismo. Dios nos permite com­partir su obra, que Él podría hacer rápida y perfectamente, pero El desea que crezcamos y la comparte con nosotros.

Necesitamos aprender a seguir. Todo buen dirigente ha tenido que aprender a seguir, a fin de aprender a dirigir. Esto es especialmente cierto en la Iglesia, donde nuestras asigna­ciones cambian con tanta frecuencia.

Necesitamos aprender a forjar relaciones mutuas que estén llenas de amor, bondad y candor, y no tratar de manipularnos unos a otros, por­que estas son las maneras de los hom­bres, no de Dios.

Necesitamos aprender a ayudar­nos unos a otros, sin ser condescen­dientes o ingenuos.

Busquemos destrezas particulares.

Preparaos con destrezas par­ticulares tales como éstas, a fin de que podáis acudir a vuestra cita con la historia.

Jonás trató de huir de su cita con la historia y dejó que su propio orgullo se interpusiera entre él y su asignación del Señor. José en Egipto, porque fue casto, porque se negó a sentirse desanimado cuando fue fal­samente acusado, y porque escuchó al Espíritu del Señor, llegó a ser “pri­mer ministro” de Egipto, y sirvió a un pueblo que no estaba de acuerdo con sus creencias, pero puso su con­fianza en José, y así los ayudó a hacer frente a los problemas de la abundancia y la escasez. Si José no se hubiera preparado espiritual­mente, habría sido simplemente otra boca hambrienta más que alimentar, y millones habrían muerto de ham­bre. Así que vosotros también podéis prepararos para servir mejor a México, conservándoos cerca del Señor.

La perfección es nuestra meta.

Dios procura ensanchar nuestras almas para ayudarnos a crecer, y esto involucrará algo de dolor y tribula­ciones. Un escritor británico, C. S. Lewis, lo expresa aptamente:

“Imaginaos que sois una casa viviente. Dios viene a reedificar esa casa. Al principio tal vez, podéis comprender lo que Él está haciendo. Está poniendo en orden el desagüe y arreglando las goteras en el techo, etc. Sabíais que esas tareas necesi­taban hacerse, así que no causa sor­presa. Pero de repente comienza a derribar la casa de una manera que duele tremendamente y no parece tener sentido. ¿Qué es lo que se propone? La explicación es que Él está edificando una casa completa­mente diferente de la que pensabais, construyendo una nueva ala aquí, haciendo un piso adicional allá, erigiendo torres, haciendo patios. Pensabais que iba a convertiros en una pequeña y decente casita; pero Él está construyendo un palacio. (Mere Christianity.)

¡El sacerdocio está edificando palacios!

El Libro de Mormón nos habla de una sociedad que floreció (no lejos de aquí) en la cual no existía el crimen, porque el pueblo era casto, y por tanto, no podía haber pros­titutas; se abstenían del alcohol, y por tanto, no podía haber contra­bando de licores; no jugaban, y por tanto, no había garitos. Debemos go­bernarnos a nosotros mismos y a nuestros apetitos, o ninguna fuerza policíaca, pese a su número, puede preservar el orden.

Dios os bendiga. Esta es la Iglesia de Jesucristo, guiada por profetas vivientes que son hombres sabios, pero que son más sabios aún porque reciben revelaciones. Lo he visto suceder, y así testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.


Resumen:

Elder Neal A. Maxwell, se dirige a la juventud, resaltando su papel crucial en la historia y en la obra de Dios. Subraya la importancia de fijar metas claras y tener valores anclados en la fe para no desviarse del camino correcto. Maxwell enfatiza el valor del Sacerdocio Aarónico como una oportunidad para desarrollar habilidades de liderazgo, la importancia de saber escuchar y la necesidad de aprender a delegar y seguir instrucciones. Utiliza ejemplos bíblicos como Jonás y José en Egipto para ilustrar la importancia de estar preparados espiritualmente y cumplir con nuestras asignaciones divinas. También menciona la necesidad de aspirar a la perfección, a pesar de las tribulaciones, y cómo Dios trabaja en nosotros para construir algo más grande de lo que imaginamos. Finalmente, resalta la importancia del autocontrol y la castidad, citando una sociedad del Libro de Mormón como modelo. Concluye testificando la veracidad de la Iglesia y la guía de profetas vivientes.

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