Miembros de la
Casa Real del Señor

Presidente Harold B. Lee
Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Conferencia General de Area para Mexico y centroamerica, 26 agosto de 1972.
Mis queridos hermanos del Sacerdocio Aarónico. No puedo pensar en nada que me dé tanto gozo como el veros a vosotros jóvenes del Sacerdocio Aarónico
Enseñanzas del evangelio
Deseo relatar uno o dos acontecimientos para inculcar ciertos he ellos durante los pocos momentos que os hable. Alguien ha dicho que “la escuela es un ejercicio en la batalla de la vida; pero si fracasamos en el ejercicio, se fracasa en la batalla”. En igual manera las enseñanzas del evangelio de Jesucristo son ejercicios en la batalla de la vida; pero si fracasamos en guardar los mandamientos de Dios, perdemos la batalla. Podríamos perder la oportunidad de volver algún día a la presencia de nuestro Padre Celestial y recibir las bendiciones mayores que el Señor tiene para quienes son fieles.
El segundo pensamiento que quisiera inculcaros vino a mí en una tarjeta que colocaron sobre mi escritorio. La tarjeta decía: “La vida es frágil y, por tanto, debe manejarse con oración.” Este pensamiento significa que la oración es una fuente a la cual siempre podemos recurrir para obtener orientación. Una de las cosas más importantes que podéis aprender cómo jóvenes del Sacerdocio Aarónico es que el Señor escucha y contesta las oraciones. Cuando hayáis aprendido esto, habréis recibido el primer testimonio que puede venir a vosotros en esta vida.
Soy de la Casa Real.
Teníamos a un joven miembro de la Iglesia que era oficial del ejército canadiense durante la guerra. Un día fue al club de oficiales donde se estaba efectuando una fiesta algo “indecorosa”. Nuestro joven miembro no sintió deseos de unirse a esta clase de fiesta, pero al caminar alrededor del grupo vio sentado aparte a un joven oficial británico. Se acercó a él y dijo: “Aparentemente a usted no le gusta este tipo de fiestas.” El joven se puso de pie ufanamente y contestó: “No puedo unirme a este género de fiestas porque soy miembro de la Casa Real de Inglaterra.”
Y nuestro joven Santo de los Últimos Días se dijo a sí mismo al apartarse: «Tampoco yo, porque soy miembro de la Casa Real del Señor y Maestro Jesucristo.” Esto debería grabarse en la mente de cada uno de vosotros. No podéis hacer lo que la gente del mundo hace, porque vosotros también sois miembros de la casa real de Dios.
Orientación celestial.
Deseo relataros un suceso que me ocurrió cuando apenas era joven, que muestra cómo pueden venir cosas a vosotros aun siendo jóvenes. Tendría yo probablemente ocho años de edad, o menos, cuando me llevó mi padre a una hacienda algo distante. Mientras él trabajaba, intenté ocuparme en cosas que un joven podía hacer. Era un día caliente y polvoroso y jugué hasta que me cansé. Más allá de la cerca había un cobertizo abandonado que me pareció muy interesante. Me imaginé esta cabaña carcomida como un castillo que me gustaría explorar, así que fui a la cerca y comencé a escalarla para llegar al cobertizo. Entonces me llegó una voz que dijo estas palabras significativas: “Harold, no vayas allá.” Miré alrededor para ver quién me llamaba. Mi padre estaba en el otro lado del campo, y no podía ver lo que yo estaba haciendo. No había nadie alrededor. Entonces me di cuenta de que alguien que yo no podía ver estaba advirtiéndome que no fuera allá. Qué había allá, nunca podré saberlo; pero aprendí desde joven que hay alguien, a quien no podemos ver, que puede hablarnos. Tal vez sean ángeles guardianes. Quizá un ser amado del otro lado del velo que puede acercarse a nosotros en tiempos de peligro. Al pensar en ese suceso, me preguntaba qué habría allá. Tal vez las vigas se caerían y me aplastarían. Posiblemente había serpientes venenosas o un clavo enmohecido que pudiera pisar. Yo no sabía, pero alguien debe haberlo sabido.
Cuando crecí escuché el testimonio del profeta José Smith, de que, como respuesta a su oración, vino una de las revelaciones más poderosas que jamás ha venido a hombre alguno, y que no solamente oyó, sino que los vio y habló con ellos como habla un hombre a otro. Así que él aprendió en su tierna juventud cómo puede hablar el cielo a una persona sobre la tierra.
Preparaos para el espíritu de revelación.
Este es el mensaje que quisiera comunicaros a vosotros jóvenes esta noche. Como miembros bautizados de la Iglesia, se os ha dado una gran bendición. Sois bendecidos con haber recibido el don del Espíritu Santo, que será como lámpara a vuestros pies y guía en vuestro camino, y que os enseñará todas las cosas y os hará recordar todas las cosas. Una de las mayores verdades que os puede traer es el conocimiento del Señor Jesucristo. El saber tal cosa, por testimonio del Espíritu, es estar uno preparado para entrar en la presencia del Señor. Vivid, pues, de tal manera que podáis disfrutar de esa bendición.
Os digo que yo sé que hay quienes nos hablan a nosotros hoy día. No siempre podemos ver ni siempre podemos oír. El Maestro, al describir cómo acontecería esto, dijo que era como el viento. “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:8). Así también vosotros podéis tener ese gran testimonio en vuestro corazón.
Cuando vengan a vosotros cosas que vuestra mente no sabe; cuando acuda un pensamiento repentino a vuestra mente, si aprendéis a obedecer estas cosas que vienen del Señor, aprenderéis a caminar por el espíritu de revelación. Vosotros jóvenes, poseéis el sacerdocio. Es la manera en que el Señor obra por medio de vosotros como jóvenes; pero a fin de que tengáis ese espíritu y esc poder, debéis eouserviir’linipio vuestro cuerpo. Debéis tener buena salud. Debéis tener buenos pensamientos para que, suponiendo que os encontraseis en la presencia del Señor, no os sintierais avergonzados.
Así que os doy mi testimonio, mis admirables jóvenes amigos. Os llamo amigos, como dijo el Maestro, “no siervos” porque vosotros y yo pertenecemos a la Casa Real de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Os dejo mi bendición y doy este testimonio en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Resumen:
En su discurso dirigido a los jóvenes del Sacerdocio Aarónico, el Presidente Harold B. Lee enfatiza la importancia de vivir de acuerdo con las enseñanzas del evangelio de Jesucristo. Relata varios acontecimientos para ilustrar sus puntos clave:
- La importancia de la obediencia: Compara la vida con una batalla y las enseñanzas del evangelio con ejercicios preparatorios, subrayando que fracasar en estos ejercicios es perder la batalla de la vida y las bendiciones eternas.
- La fragilidad de la vida y la oración: Recuerda que la vida es frágil y debe manejarse con oración, destacando que el Señor escucha y contesta las oraciones, lo cual es una lección vital para los jóvenes.
- Identidad real: Relata la historia de un joven miembro de la Iglesia que, al rechazar participar en una fiesta indebida, se sintió inspirado por otro joven oficial británico que se abstuvo debido a su pertenencia a la Casa Real de Inglaterra. Lee exhorta a los jóvenes a recordar que ellos también pertenecen a la Casa Real del Señor y deben vivir en consecuencia.
- Orientación celestial: Comparte una experiencia personal de su juventud cuando escuchó una advertencia que le salvó de un posible peligro, ilustrando cómo el Señor puede comunicarse con nosotros a través de ángeles o seres queridos.
- Preparación para el espíritu de revelación: Insta a los jóvenes a vivir de manera digna del don del Espíritu Santo, que les guiará y enseñará. Les recuerda que al seguir estas inspiraciones, pueden caminar por el espíritu de revelación y servir eficazmente en su sacerdocio.
El discurso concluye con el testimonio del Presidente Lee sobre la realidad de la comunicación divina y la importancia de vivir en santidad, recordando a los jóvenes que pertenecen a la Casa Real de Jesucristo y deben estar preparados para recibir sus bendiciones.

























Gracias
El sáb., 15 de jun. de 2024 8:22 p. m., Discursos y Enseñanzas de
Me gustaMe gusta