Conferencia General de Octubre 1959
Vida Eterna—Matrimonio Eterno

por el Élder George Q. Morris
Del Consejo de los Doce Apóstoles
Mis queridos hermanos y hermanas, dependo completamente de las bendiciones del Señor y oro para que su Santo Espíritu me dirija a decir aquello que Él desea que diga.
Ayer escuchamos algo sobre matrimonios juveniles, el noventa por ciento de los cuales terminan en divorcio. [Ver el discurso del élder Mark E. Petersen]. Se reportó una condición muy lamentable que prevalece en algunos lugares entre ciertas personas. Me gustaría, si el Señor me bendice para ese fin, hablar sobre una forma de matrimonio en la que nuestro pueblo, jóvenes y mayores, puede entrar. Este tipo de matrimonio es algo para lo que nuestro pueblo debería prepararse y valorar adecuadamente, ya que estoy convencido de que, debido a que muchos no están preparados, existe una falta de entendimiento entre padres e hijos y una falta de aprecio adecuado por la gran importancia de este matrimonio, que está relacionado con la salvación y la vida eterna de nuestro pueblo.
Hablamos de salvación, y me pregunto si realmente entendemos lo que significa. El Señor hizo esta maravillosa declaración entre las cosas gloriosas que nos ha revelado:
“Porque he aquí, esta es mi obra y mi gloria: llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39).
¿Qué es la vida eterna? ¿Qué es la inmortalidad? ¿Qué es la exaltación y la salvación? El Señor dice:
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
El Señor Jesucristo dijo, como encontramos en el Nuevo Testamento:
“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado;
“Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:14-15).
Esto se entiende como la salvación a través del evangelio de Jesucristo.
Primero, ¿qué es la inmortalidad? En la sección 29 de Doctrina y Convenios, el Señor dijo:
“Y así ordené yo, el Señor Dios, a los hombres los días de su probación, para que mediante su muerte natural se levantasen en inmortalidad”—la muerte es la puerta a la inmortalidad—”y luego a vida eterna, aun tantos como creyeran;
“Y los que no creyeran, a condenación eterna” (D. y C. 29:43-44).
Así que, mediante la expiación de Jesucristo, la inmortalidad viene, y ha venido para cada alma humana y siempre vendrá. El Señor también dice en la sección 29 que la trompeta sonará para la resurrección:
“y entonces todos los muertos despertarán, porque sus sepulcros se abrirán, y saldrán, sí, aun todos” (D. y C. 29:26).
Esto está en armonía con las enseñanzas del Nuevo Testamento que declaran:
“No os maravilléis de esto, porque viene la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;
“Y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida; pero los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5:28-29).
Entonces, todos saldrán de la tumba. ¿Y luego qué? El Profeta Amulek dice:
“Ahora bien, he hablado a vosotros acerca de la muerte del cuerpo mortal y también acerca de la resurrección del cuerpo mortal. Os digo que este cuerpo mortal se levanta a un cuerpo inmortal, es decir, de la muerte, aun de la primera muerte a la vida, para que no puedan morir más; sus espíritus uniéndose a sus cuerpos, para nunca más ser divididos; convirtiéndose así todo en espiritual e inmortal, para que no puedan ya ver corrupción” (Alma 11:45).
Esto es la inmortalidad. Llega a cada alma, sea buena o mala, creyente o incrédula. Ya se ha establecido para todas las almas de los hombres que han vivido o que vivirán en el futuro.
Ahora, ¿qué es la vida eterna? Al intentar abordar este gran tema y dado lo breve del tiempo, pensé que podría traerles las palabras del mismo Señor sobre este tema para que las mediten cuando tengan oportunidad. El Señor define la vida eterna de manera muy clara en la sección 88 de Doctrina y Convenios, versículo 4:
“Este Consolador es la promesa que os doy de vida eterna, sí, la gloria del reino celestial.”
Para dejar claro que la vida eterna es la plenitud de la gloria celestial, él explica aún más:
“La cual gloria es la de la iglesia del Primogénito, sí, de Dios, el más santo de todos, por medio de Jesucristo su Hijo” (D. y C. 88:4-5).
Les remito a la sección 76:53-70 de Doctrina y Convenios, que explica con más detalle la plenitud de la gloria del reino celestial, que el Señor dice es la vida eterna, lo cual confirma aún más cuando declara:
“si guardáis mis mandamientos y perseveráis hasta el fin, tendréis la vida eterna, que es el mayor de todos los dones de Dios” (D. y C. 14:7).
Esto, entonces, es la vida eterna.
¿Cómo obtenemos la vida eterna?
Solo a través del evangelio de Jesucristo. No hay otro camino, y como el Presidente Smith enfatizó ayer, la salvación de la que hablamos como siervos de Dios y como el pueblo de Dios en esta dispensación del evangelio que se nos ha dado para el mundo, es exaltación: la plenitud del don de Dios, la vida eterna.
El Señor reveló los gloriosos principios del evangelio en el Libro de Mormón, restaurado a través del Profeta José Smith. Durante catorce años, el Señor reveló principios de vida y salvación al Profeta José Smith. Una de estas revelaciones es la sección 132 de Doctrina y Convenios, sobre el “nuevo y sempiterno convenio del matrimonio,” que es muy específico en su carácter. Al mencionar e introducir este tema al Profeta, el Señor hace estas declaraciones impactantes y significativas:
“Porque he aquí, os revelo un convenio nuevo y sempiterno; y si no guardáis ese convenio, entonces sois condenados; porque nadie puede rechazar este convenio y ser admitido en mi gloria” (D. y C. 132:4).
Recuerden esa declaración: el convenio del matrimonio celestial o celestial, si lo rechazamos, nos excluye de su gloria.
“Porque todos los que han de recibir una bendición de mis manos deberán cumplir la ley que fue instituida para esa bendición y las condiciones de la misma, tal como fueron establecidas desde antes de la fundación del mundo.
“Y en cuanto al convenio nuevo y sempiterno, fue instituido para la plenitud de mi gloria; y aquel que reciba esa plenitud debe y habrá de cumplir la ley, o será condenado” (D. y C. 132:5-6).
Esto es tan explícito y claro como puede ser. La plenitud de la gloria de Dios es la vida eterna, el mayor don que Dios puede dar, y está intrínsecamente ligada al principio del matrimonio, tal como fue instituido por Dios mediante la autoridad de Dios, y en ser fiel a los convenios de ese matrimonio.
El Señor, para explicar el principio con mayor claridad, se refiere al matrimonio ordinario. Él dice:
“Y todo lo que hay en el mundo, ya sea ordenado por los hombres, por tronos, principados, poderes o cosas de renombre, cualesquiera que sean, que no sean por mí ni por mi palabra, dice el Señor, será derribado y no permanecerá después de que los hombres mueran, ni en la resurrección ni después de ella, dice el Señor vuestro Dios.
“Porque todas las cosas que permanecen son por mí; y todas las cosas que no son por mí serán conmovidas y destruidas.
“Por tanto, si un hombre se casa con una mujer en el mundo y no la toma por mí ni por mi palabra, y hace convenio con ella mientras esté en el mundo, y ella con él, su convenio y matrimonio no tienen fuerza cuando están muertos y cuando están fuera del mundo; por tanto, no están sujetos a ninguna ley cuando están fuera del mundo” (D. y C. 132:13-15).
Entonces, noten lo que sigue:
“Por tanto, cuando están fuera del mundo ni se casan ni se dan en casamiento, sino que son designados ángeles en el cielo, ángeles que son siervos ministrantes para ministrar a aquellos que son dignos de mucho más, de una gloria muy grande y eterna” (D. y C. 132:16).
El estado de estas personas cambia. El Señor continúa:
“Porque estos ángeles no cumplieron mi ley; por tanto, no pueden ser engrandecidos, sino que permanecen separados y solos, sin exaltación, en su condición de salvados, por toda la eternidad; y de ahora en adelante no son dioses, sino ángeles de Dios para siempre jamás” (D. y C. 132:17).
Pueden ser salvados en el reino celestial, pero no pueden ser engrandecidos. Por siempre permanecen como seres de un grado inferior—de un orden más bajo de existencia, desprovistos del mayor poder: el aumento eterno.
El Señor declara:
“Porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la exaltación y a la continuación de las vidas, y pocos son los que la hallan, porque no me recibís en el mundo ni me conocéis.
“Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a las muertes; y muchos son los que entran por ella, porque no me reciben, ni cumplen mi ley” (D. y C. 132:22, 25).
Por lo tanto, vemos que la vida eterna, que Dios declara como su gloria y honor al otorgarla a la humanidad, se obtiene mediante la obediencia a la ley del matrimonio eterno. Este matrimonio fue instituido antes de la fundación del mundo para traer la plenitud de la exaltación.
En la sección 132 de Doctrina y Convenios, versículos 19-21, el Señor explica el convenio y las bendiciones del matrimonio celestial de la siguiente manera:
“Y además, de cierto os digo, que si un hombre se casa con una mujer por mi palabra, que es mi ley, y por el nuevo y sempiterno convenio, y se les sella por el Santo Espíritu de la promesa, por aquel que ha sido ungido, al cual he nombrado este poder y las llaves de este sacerdocio; y les será dicho: Saldréis en la primera resurrección; y si es después de la primera resurrección, en la siguiente resurrección, y heredaréis tronos, reinos, principados y potestades, dominios, todas las alturas y profundidades; entonces será escrito en el libro de la vida del Cordero que no cometerán asesinato que derrame sangre inocente; y si permanecéis en mi convenio y no cometéis asesinato que derrame sangre inocente, se hará con ellos en todas las cosas que mi siervo les haya impuesto, en el tiempo y a través de toda la eternidad, y será de plena fuerza cuando estén fuera del mundo; y pasarán por los ángeles y los dioses que están allí, a su exaltación y gloria en todas las cosas, como se haya sellado sobre sus cabezas, la cual gloria será una plenitud y una continuación de las simientes para siempre jamás.
“Entonces serán dioses, porque no tendrán fin; por tanto, serán de eternidad en eternidad, porque continúan; entonces estarán por encima de todo, porque todas las cosas les están sujetas. Entonces serán dioses, porque tienen todo poder, y los ángeles les están sujetos.
“De cierto, de cierto os digo, si no guardáis mi ley, no podéis alcanzar esta gloria” (D. y C. 132:19-21).
Creo que nuestros maestros, líderes y padres deben ser instruidos y deben enseñar estos principios. Son tan claros como las palabras pueden expresarlo, tal como el Señor los ha explicado. No puedo evitar sentir que muchos no están contrayendo matrimonios adecuados porque no han sido correctamente enseñados. No basta con instar a un matrimonio en el templo; deben comprender lo que significa el matrimonio en el templo. Es una cuestión de vida eterna y exaltación en la presencia de Dios por siempre jamás.
Cierro con una declaración del Profeta José Smith:
“En la gloria celestial hay tres cielos o grados;
“Y para obtener el más alto, un hombre debe entrar en este orden del sacerdocio [que significa el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio];
“Y si no lo hace, no puede obtenerlo.
“Puede entrar en otro, pero ese es el fin de su reino; no puede tener un aumento” (D. y C. 131:1-4).
Que el Señor nos ayude a despertar a nuestra juventud, a los padres y a todos nosotros sobre la necesidad de comprender qué es este matrimonio, vivir dignos de él, estar preparados para él, y que nuestra juventud entre en este convenio cuando sean lo suficientemente maduros y preparados. Asimismo, que aquellos que se han casado solo por tiempo se preparen para este glorioso convenio, porque en este matrimonio instituido por Dios hay tres partes involucradas. Dios es la parte principal, y la unión se consuma mediante su poder y autoridad, y sus promesas están ligadas a esa unión. Si en ella somos fieles y verdaderos al evangelio de Jesucristo, seremos exaltados en su presencia y moraremos con Él para siempre.
Que Dios nos conceda el poder de explicar claramente estas gloriosas revelaciones, ahora disponibles para el mundo, porque el evangelio ha sido restaurado en su plenitud para la completa salvación del alma humana.
En el nombre de Jesucristo. Amén.
























