
Reciban Su don
Por el élder Patrick Kearon
Conferencia General Abril 2025
Resumen: El élder Patrick Kearon reflexiona sobre la importancia de recibir y apreciar los dones que Dios nos ha dado, siendo el más grande de estos el don de Su Hijo, Jesucristo. Comienza hablando sobre la costumbre humana de dar regalos, un acto que refleja amor y aprecio. Luego, ilustra la diferencia entre recibir un regalo de manera superficial y realmente aceptarlo y valorarlo en lo profundo de nuestro ser.
El élder Kearon comparte su experiencia personal con un regalo de su padre cuando era niño, un auto de juguete inspirado en la película Chitty Chitty Bang Bang. Este regalo le recordó el amor de su padre y la importancia de recibir un obsequio con gratitud. De manera similar, Dios, en Su generosidad infinita, nos da regalos, especialmente el regalo de la verdad eterna de que somos hijos de Dios. Este conocimiento es el don más grande, ya que da propósito y dirección a nuestras vidas.
El élder Kearon destaca que la aceptación de este don divino, que implica comprender profundamente nuestra identidad como hijos de Dios, es fundamental para recibir las bendiciones de la vida eterna. A través del sacrificio de Jesucristo, este don es posible. A pesar de que no merecemos estos regalos, Dios nos los ofrece gratuitamente. El élder Kearon exhorta a los oyentes a recibir este don, aceptarlo de corazón y permitir que transforme su vida, ya sea por primera vez o de manera más profunda que antes.
Este discurso nos invita a reflexionar sobre cómo recibimos los dones de Dios. No basta con aceptar estos regalos de manera superficial; debemos internalizarlos y permitir que transformen nuestra forma de vivir. El don de conocer que somos hijos de Dios es profundamente revelador y, cuando lo aceptamos plenamente, cambia nuestra perspectiva de la vida, nuestras dificultades y nuestras bendiciones. Al recordar el amor generoso de Dios y Su sacrificio por nosotros, podemos vivir con gratitud y esperanza. Al recibir estos dones con humildad, nuestra vida se llena de propósito y gozo. Este llamado a recibir el don de conocer nuestra identidad divina es una invitación a vivir plenamente en la luz del amor y la gracia de nuestro Padre Celestial.
Palabras clave: Don de Dios, Jesucristo, Identidad divina, Gratitud, Transformación
Reciban Su don
Por el élder Patrick Kearon
Del Cuórum de los Doce Apóstoles
Eres una hija amada de Dios; eres un hijo querido de Dios; y Él les ha dado a Su Hijo Perfecto y Santo.
Dar regalos
Dar regalos es una costumbre social presente en todas las culturas, civilizaciones y épocas. A través de la historia, las personas se han dado regalos unos a otros para fortalecer relaciones, expresar amor y gratitud, y marcar acontecimientos importantes como bodas, cumpleaños y días festivos. ¡Y los seres humanos no son los únicos entre las creaciones de Dios que se dan regalos unos a otros! Entre los muchos ejemplos que podríamos señalar, se sabe que los pingüinos dan piedritas brillantes a sus posibles parejas y los bonobos (primos del chimpancé) dan frutas para ampliar su círculo de amistad.
¿Qué regalos han dado ustedes? Piensen en alguna ocasión en que hayan encontrado, o hecho, el regalo perfecto para alguien a quien aman. Ustedes solo sabían que el regalo era exactamente lo que este ser querido deseaba y que era algo que valoraría. ¿Cuál fue el regalo?, ¿fue para una madre?, ¿un amigo?, ¿un hijo?, ¿algún maestro?, ¿para un abuelo? ¿Cómo se sintieron cuando encontraron ese regalo? ¿Cómo se sintieron cuando pensaron en ese ser querido abriendo el regalo? Del mismo modo, ¿cuándo han recibido ustedes un regalo perfecto y cómo se sintieron al recibirlo?
El regalo de mi padre para mí
Cuando tenía unos siete años, y vivía con mis padres en Arabia, se estrenó una película para niños llamada Chitty Chitty Bang Bang. La película trataba sobre un auto mágico que puede conducirse solo, flotar en el agua ¡e incluso volar! Sabía que en mi tierra, en Inglaterra, hacían un auto de juguete en miniatura como el de Chitty Chitty Bang Bang, y ¡cuánto quería yo tener uno! ¡Tú podías tirar de una palanca y salían las alas del auto! Mi padre hizo un viaje de negocios a Inglaterra y me preguntó si quería que él me trajera algo. Le dije que me gustaría mucho tener uno de esos autos Chitty Chitty Bang Bang.
Al regresar de su viaje, no vi ningún auto. Yo estaba muy triste y pensé que se le había olvidado. Pero unos diez días después fue mi cumpleaños, y hallé un regalito envuelto hermosamente para mí. Con muchas ansias, y apenas atreviéndome a ilusionarme demasiado, abrí el regalo y vi mi auto. Me puse tan feliz que lloré. Tiré de la palanca y las alas salieron, ¡igual que el auto de la película! ¡Le agradecí tanto a mi padre ese regalo tan querido! Jugué con ese auto durante años y lo conservé aún muchos años más. Creo que a mi papá le encantó regalarme ese auto tanto como a mí me encantó recibirlo.
Dar, aceptar y abrir, y recibir
Podemos pensar que dar regalos consta de tres partes:
- Dar el regalo; que es cuando quien lo da selecciona, confecciona o prepara el regalo y lo presenta a su ser querido. Esto conlleva una reflexión deliberada por su parte para poder dar algo significativo.
- Aceptar y abrir el regalo; es cuando el que recibe acepta el regalo de quien lo da —a menudo con expresiones de sorpresa, gratitud y emoción— antes de abrirlo; para luego, a veces, desatar un lazo, desenvolver el paquete y descubrir cuál es el regalo.
- Y luego viene quizás la parte más importante: recibir el regalo. Recibir un regalo que se ha dado con sinceridad es mucho más que aceptarlo y abrirlo. Es más, incluso, que reconocer el valor del regalo y expresar gratitud a quien lo dio. Recibimos verdaderamente un regalo, cuando llegamos a valorarlo por nosotros mismos, le damos un uso pleno en nuestra vida y luego recordamos con gratitud a quien lo dio.
Recibir un regalo no es un acto pasivo sino un proceso significativo hecho con intención, que va mucho más allá de solo abrir un paquete. Recibir es apreciar y conectarse tanto con el regalo como con el corazón de quien lo dio, de un modo que se refuercen los lazos entre el que lo da y el que lo recibe. Pensar en ese auto de juguete me trae muchos recuerdos dorados, ya que siento una vez más el profundo amor y cuidado de mi padre, representado en ese regalo y en otros innumerables actos de generosidad para conmigo.
Los regalos de nuestro Padre Celestial
Nuestro Padre Celestial ha preparado innumerables regalos o dones de luz y verdad para derramar sobre cada uno de nosotros, Sus hijos amados. Fluyen de nuestro Generoso Dador, de Su corazón benevolente, como un manantial en el desierto. “Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, y desciende del Padre de las luces”. En nuestro vínculo por convenio con el Padre, Él es siempre el Dador y nosotros, los que recibimos humildemente.
El más grande de todos los dones del Padre, por el cual fluyen todos los demás
Pero no podríamos recibir nada si no fuese por el más grande de todos los dones del Padre, Su Cordero amado, Su Hijo Jesucristo. Todos los dones de nuestro Padre fluyen y se activan por la ofrenda voluntaria del Salvador en Getsemaní y en la cruz, y por Su triunfante Resurrección. Jesucristo, nuestro misericordioso Redentor, es el don supremo de nuestro Padre de las luces. “En el don de su Hijo, Dios ha preparado [para nosotros] un camino más excelente”.
Un don de verdad eterna que lo abarca todo
Me gustaría hablar de un don de verdad eterna que lo abarca todo y que sustenta nuestra capacidad de recibir todo lo demás que nuestro Padre desea otorgarnos; un don vital de conocimiento que, cuando se acepta plenamente y se recibe en lo profundo del alma, pone en contexto las alegrías y las dificultades de la vida, y nuestras preguntas sin respuesta: y ese don es que somos realmente hijos de Dios. ¡Esa verdad es impresionante! ¡Es asombrosa! Y no es en sentido figurado.
¡Imagínense que están escuchando esta verdad por primera vez! Eres realmente Su hija amada. Eres realmente Su hijo querido. Y la senda en que se encuentran es Su plan de felicidad. Con Su amor omnisciente, Él sabe exactamente quiénes eran ustedes antes de que fueran enviados a la tierra, lo que han experimentado hasta ahora en su vida terrenal, y lo que Él ha planeado de forma misericordiosa para ustedes en el futuro. Y oh, ¡cuánto anhela que algún día regresen a Él para recibir el propósito supremo de todos Sus hermosos dones: la vida eterna con Él!.
La pregunta no es si es real el don de esta verdad, sino si lo descubriremos y lo recibiremos. El Padre ya confirió ese don sobre nosotros. El precio del propósito supremo de ese don ya ha sido pagado por el Salvador. Pero si durante años se les ha enseñado esta verdad, han hablado de ella y la han cantado, tal vez su maravilloso asombro se haya desvanecido hace mucho tiempo y ya no sientan su poder y su paz.
Pero si no se acepta, ni se abre ni se recibe este don inestimable de entendimiento —y toda la bondad, la paz y la esperanza que fluyen de él— ¡qué terrible pérdida para nosotros! ¡Qué tristeza para el Dador! “Porque, ¿en qué se beneficia el hombre a quien se le confiere un don, si no lo recibe? He aquí, ni se regocija con lo que le es dado, ni se regocija en aquel que le dio la dádiva”.
Los invito a recibir, ya sea por primera vez o en una medida mayor que hasta ahora, la gloriosa comprensión de que verdaderamente son hijos amados de Dios. Ustedes deben desatar el lazo, romper el papel de regalo, abrir la caja y recibir activamente, con gratitud y humildad, una comprensión real y pura de esta verdad fundamental. El Santo Espíritu puede testificar a su corazón que efectivamente son hijos del Altísimo.
Cuando reciban esta realidad majestuosa en su alma misma, y sientan tanto su consuelo como su gozo, ¡toda su manera de ver el mundo cambia! Ustedes pueden sentir Su amor, escuchar Su voz y reconocer Su mano, sin importar lo que esté o no esté pasando en su vida. Ustedes pueden redefinir cómo se ven a sí mismos y a los demás. Su vínculo por convenio con su Salvador se volverá aún más fuerte y, a través del lente de este dulce don, la vida adquirirá un nuevo brillo, belleza y esperanza.
Por favor, ¿orarán para entender si realmente están recibiendo este conocimiento transformador en lo profundo de su alma? ¿Podrían aceptar el don? ¿Lo harán de manera más profunda, más libre y abundantemente de lo que lo hayan hecho antes, a fin de que al hacerlo sean colmados con todos esos dones que provienen de ello?
Cómo recibir este don de verdad eterna
Puede que se estén preguntando: “¿Qué tengo que hacer para recibir este don de Dios? Pues, en realidad, nada. Se trata de un don que Él nos da. Es simplemente un hecho. Solo acéptenlo. Ustedes son Sus hijos. Él los ama a ustedes. No lo compliquen; no bloqueen la recepción de este don pensando que de alguna manera no lo merecen. La realidad es que ninguno de nosotros lo merecemos; todos los dones del Padre se reciben solo por medio de los méritos, la misericordia y la gracia del Santo Mesías, pero ¡cuánto anhela Su generoso corazón que cada uno de Sus hijos los reciba! Entonces, a medida que esta renovada comprensión se hace evidente, regocíjense en gratitud al Dador por este don.
Desde que descubrí mi fe a los veintitantos años, ha ido creciendo en mí la comprensión de que verdaderamente soy un hijo de Dios. Mientras más asimilo en mi interior este don, sé con más intensidad quién soy y cuán plenamente soy amado. Algunas de las cosas que me han ayudado a aumentar mi entendimiento son las palabras de las Escrituras, mi bendición patriarcal, la adoración en el templo, prestar servicio a los demás, expresar gratitud y la oración sagrada a mi Padre. Me maravillo al pensar en cómo mis anteriores pesares, dolores y aflicciones en la vida se habrían redefinido, mitigado y, muchos de ellos, superado si yo hubiera conocido esta hermosa verdad.
Venir a Cristo y recibir
Moroni nos exhorta: “No neguéis los dones de Dios”, sino “[venid] a Cristo, y procura[d] toda buena dádiva”. Pueden venir a Cristo con confianza en Su amorosa bondad y recibir todos Sus dones de gozo, paz, esperanza, luz, verdad, revelación, conocimiento y sabiduría, con la cabeza en alto, los brazos extendidos y las manos abiertas, listos para recibir. Pueden recibir esos dones, debido a que ustedes están seguros y cimentados en el conocimiento de que son hijas amadas de Dios, o son hijos queridos de Dios y que Él les ha concedido el don de Su Santo y Perfecto Hijo para redimirlos, justificarlos y santificarlos.
Ustedes son hijos de Dios. Esto no es solo una hermosa canción que cantamos. ¿Aceptarán ustedes, por favor, y abrirán y recibirán este don de conocimiento y comprensión de Él? ¿Lo mantendrán cerca de su corazón por ser el tesoro precioso que es? Reciban este don nuevamente, o tal vez recíbanlo realmente por primera vez, y permitan que transforme cada aspecto de su vida. Este es el camino más excelente que Dios ha preparado para ustedes por medio del don de Su Hijo. ¡Ustedes existen para que tengan gozo!. En el nombre de Jesucristo. Amén.
























