Capítulo 5
Cómo se obtiene la Fe
Hace algunos años visité Machu Picchu, las famosas ruinas incas, cerca de Cuzco, Perú. Antes de regresar a Cuzco, arriba en la montaña conocí a un hombre que, según supe, era un arqueólogo bastante erudito. El estaba fascinado por las ruinas; era la primera vez que visitaba Machu Picchu, aunque había estado en muchas otras ruinas. Me citó lugares de los que yo nunca había oído —y creía yo haber visitado bastantes. E¡ había estado en “ruinas de ruinas”. Hablamos un poco sobre Machu Picchu, y luego lo fui introduciendo en una charla sobre el evangelio. Le pregunté: “¿Quiénes eran los de este pueblo, y qué hacían aquí?” Sin embargo, en cuanto mencioné el Libro de Mormón, endureció su corazón. Dijo: “Sr. Cook, no quiero que me hable sobre iglesias o religión”. Un rechazo tan claro como ése requiere abordar el tema desde un ángulo diferente, por lo que le dije: “Sé que usted es un científico, así que no le hablaré acerca de las formas espirituales de conocer la verdad. Pero quisiera que me contestara sólo dos o tres preguntas”. Y dije para mis adentros: “¿Cuáles preguntas, hermano Cook? Que el Espíritu me ayude, pues de otra manera, ¿cuáles son las dos o tres preguntas que le voy a hacer a este hombre?” Y una de ellas fue: “El libro Lo que el Viento se llevó está lleno de anacronismos o errores históricos. Escribirlo le llevó al autor diez años. ¿Cómo se explica el hecho de que José Smith tradujera el Libro de Mormón en sólo sesenta días?” Entonces guardé silencio, y me dispuse a escuchar. “Pues”, dijo él, “no lo sé. Primero que nada, tendría yo que suponer que es cierto lo que usted dice”. Y le dije: “Lo es. Está históricamente comprobado”. Y añadió: “Pues no sé. la respuesta”. Entonces dije: “Veamos la siguiente pregunta: Usted sabe tan bien como yo que hace unos diez o quince años los arqueólogos decían que el cemento fue descubierto únicamente en Europa, y que los antiguos americanos no conocían el cobre. El mundo no cuando José Smith publicó el Libro de Mormón, que dice que en las Américas había caminos de cemento, utensilios de cobre, caballos y elefantes. Hoy, como usted sabe, ya los arqueólogos han encontrado todas esas cosas en este continente. Yo he andado en caminos de cemento, y he visto cientos de cuchillos de cobre, y los huesos de caballos y elefantes. Cortés trajo caballos cuando vino, pero ya había habido caballos aquí mucho tiempo antes de Cortés. ¿Cómo supo José Smith, en el año 1830, que estaba bien poner esas cosas en Libro de Mormón?” ¿Qué podía decir este hombre? Y como Alma le dijo a Korihor, le dije: “La única evidencia que usted tiene de que no hay Dios, es su propia palabra” (véase Alma 30:40). ¿Podemos ver el poder de tal argumento? Entonces el hombre emprendió la retirada, pues la presión era mucha. Mas en la retirada llegó nadamás hasta donde acostumbran llegar los agnósticos, así que me dijo: “Sr. Cook, no puedo afirmar que haya un Dios, o que no lo haya; no lo sé”. ¿Se dan cuenta en qué posición estaba?. Estaba exactamente en el punto medio, y eso no sirve para nada. Una persona tiene que moverse de ese punto. Tiene que tener al menos el deseo de creer. Si tan sólo cuenta con eso, puede empezar a tener fe. Si no, no llegará a ninguna parte.
Al analizar cómo se obtiene la fe, debemos estudiar los principios que podemos aprender de las Escrituras. Discutiremos aquí algunos de esos principios bajo los siguientes subtemas. Al ir leyendo estas seis secciones, debemos referimos continuamente al diagrama de la página 54
1. Un deseo de creer
Alma explicó la manera de obtener la fe: Pues como dije acerca de la fe, que no era un conocimiento perfecto, así es con mis palabras. No podéis, al principio, saber a perfección acerca de su veracidad, así como tampoco la fe es un conocimiento perfecto.
Mas he aquí, si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta poner a prueba mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que que este deseo obre en vosotros, sí, hasta que de algún modo creáis que podéis dar cabida a una porción de mis palabras (Alma 32:26, 27).
El Señor no espera que creamos sin contar con alguna evidencia. Eso puede cambiar después, pero al principio El proporciona la evidencia. Al aparecerse a José Smith, el Señor proporcionó la evidencia más grande de que El existe. Y en el Libro de Mormón tenemos grandes evidencias, por millares. Tenemos los testimonios de los profetas y de otros. Y tenemos los susurros del Espíritu Santo. Al ir creciendo espiritualmente, necesitaremos cada vez menos evidencia para creer, pero al principio requerimos de alguna.’ Sin embargo, aun con evidencia, debemos tener el deseo de creer. Sin ese deseo no creeríamos aun con mucha evidencia. Pero teniendo el deseo, hemos iniciado el proceso de obtener la fe, y el Espíritu Santo nos ayuda a llegar al punto en que podemos creer las palabras del Señor.
2. Creer en la palabra del Señor
Compararemos, pues, la palabra a una semilla. Ahora, si dais lugar para que sea plantada una semilla en vuestro corazón, he aquí, si es una semilla verdadera, o semilla buena, y no la echáis fuera por vuestra incredulidad, resistiendo al Espíritu del Señor, he aquí, empezará a germinar en vuestro pecho…(Alma 32:28).
Si damos lugar a que una semilla buena (una porción de la palabra del Señor) sea plantada en nuestro corazón, debemos tener cuidado de no echarla fuera por incredulidad. Esto se aplica no sólo a la obtención de un testimonio; se aplica también al ejercer la fe como padre, como madre, como líder del sacerdocio, o como misionero, o en cualquier otro aspecto de la vida. Por causa de nuestra incredulidad todos los días desechamos grandes cosas. Mas si no arrojamos de nuestro corazón esa porción de la palabra del Señor, empezará a crecer dentro de nosotros, ensanchándose en nuestro pecho. Es así como describe Alma el fuego en nuestro pecho, o el testimonio del Espíritu de la veracidad de la palabra del Señor.
… y al percibir esta sensación de crecimiento, empezaréis a decir dentro de vosotros: Debe ser que ésta es una semilla buena, o que la palabra es buena, porque [1] empieza a ensanchar mi alma; sí, [2] empieza a iluminar mi inteligencia; sí, [3] empieza a ser deliciosa para mí (versículo 28).
3. Experimentar y recibir evidencias espirituales
A esas alturas ya disponemos de evidencias: sabemos que sentimos algo, pues hemos tenido esa “sensación de crecimiento”. Sin embargo, en forma inspirada, Alma no terminó ahí su explicación, y estoy agradecido por eso, ya que es posible que diferentes personas tengan ideas diferentes sobre lo que es un sentimiento espiritual y lo que significa. De modo que, ¿cómo podemos reconocer correctamente ese sentimiento, y saber que la semilla (la palabra) es de Dios? Alma proporciona tres evidencias definitivas que nos indican que la semilla viene del Señor;
- Empieza a ensanchar nuestra alma.
- Empieza a iluminar nuestra inteligencia.
- Empieza a ser deliciosa para nosotros.
Hace varios años, unos misioneros de estaca estaban enseñando en nuestro barrio a un hombre que ya entendía el evangelio, pero que por alguna razón no deseaba ingresar a la Iglesia. Vino a verme uno de los misioneros, y me dijo: “Eider Cook, estoy seguro de que si usted fuera con nosotros a visitar a este hombre, podríamos persuadirlo a que se bautizara”. Yo me sentía fuera de práctica, pues había terminado mi misión hacía ya algunos años. ¿Qué podía hacer?. Es evidente que había algo de incredulidad en mi corazón. Pero el misionero manifestó fe en mí, diciendo una vez más: “Eider Cook, estoy seguro de que si usted visita a ese hombre, podrá persuadirlo para que se bautice”. El tenía fe en que el Señor podía obrar por medid de nosotros para ayudar a este hombre a entrar a la Iglesia; ¿qué me restaba? Oramos pidiendo que se hiciera la voluntad del Señor, y salimos a visitar al hombre. El ya había escuchado las charlas misionales tantas veces, que probablemente las sabía mejor que yo. En los primeros quince minutos de nuestra plática, supe que no estaba evitando el bautismo por falta de conocimiento o comprensión. También me di cuenta que estaba guardando los mandamientos. Por lo que rápidamente llegamos al fondo del asunto. El hombre dijo: “Élder Cook, creo que lo que pasa es que no sé que la Iglesia es verdadera. Si supiera que es verdadera, me uniría a ella, pero no lo sé”.
Yo ya había sentido que él sí lo sabía, pero no sabía que lo sabía. Y le dije: “Hermano, quisiera pedirle algo. Tome esta hoja de papel, y anote todas las razones que se le ocurran por las que no deba bautizarse. Nosotros le ayudaremos a pensar”. Su esposa, que era miembro de la Iglesia, estaba ahí sentada, y también le dije: “Ayúdenos usted. Vamos a tratar de pensar en toda razón imaginable por la que su esposo no deba bautizarse”.
El hombre procuró pensar en algunas razones, pero la única que se le ocurría era que no estaba seguro de que la Iglesia fuera verdadera. No podía decir que no se ajustaría a esa clase de vida, pues ya la estaba viviendo. Por lo tanto, le dije: “Si le ayudáramos a eliminar esa razón, ¿se bautizaría? Contestó que sí, así que quedó comprometido. Entonces sentí que a mi mente venían unas palabras del Señor, y le dije: “Hermano, ¿quisiera usted contarnos alguna experiencia que haya tenido con los misioneros, en la que haya sentido que su alma se ensanchaba?” Nunca antes había yo dicho esas palabras; brotaron de mí automáticamente. El dijo: “Bien, cuando estos élderes comenzaron a venir, yo tenía la costumbre de maldecir, no tiene ¡dea cuánto. Era algo terrible. Pero siento que mi alma ha crecido porque me enseñaron a no maldecir, y desde entonces no lo he hecho”. Luego nos dio otros ejemplos de cómo había crecido su alma, y le dije: “Ahora, ¿quiere contarnos de las veces que haya sentido que se le ha iluminado la mente?” Desde luego que estábamos escribiendo sus respuestas, conforme las decía. Y nos contó de cuando se iluminó su mente: “¿Saben?, yo tenía un problema que me había estado preocupando por mucho tiempo, y cuando tos élderes vinieron a enseñarme, desapareció por completo”. Y otra vez vinieron a mí las palabras, y dije: “¿Le parece el evangelio corno algo delicioso? ¿Lo disfruta? ¿Le parece que tiene algo así como un sabor agradable?” “Sí, efectivamente”, dijo él. Y nos relató unas cuantas experiencias que indicaban que le era delicioso. Sólo entonces recordé el pasaje sobre la fe, que está en Alma 32. Yo ni siquiera sabía exactamente lo que decía; a grandes rasgos sí, pero no palabra por palabra. Abrí el Libro de Mormón en ese pasaje, y dije: “Vamos a leer”, y empezamos a leer; y cuando llegamos a las tres pruebas de la verdad, ese buen hermano no solamente supo que el evangelio era verdadero, sino supo que lo sabía, El sábado siguiente se bautizó como miembro de La Iglesia de Jesucristo de tos Santos de ios Últimos Días.
Comparto este relato para ejemplificar un poquito cómo obtener la fe en la palabra del Señor. Ya sea que la palabra venga por medio de las Escrituras, el obispo, el presidente de estaca, o el profeta, el procedimiento es el mismo. Por ejemplo: el Presidente Kimbal nos pidió que realizáramos la Noche de Hogar —bueno, ya recibimos la palabra del Señor. Si la experimentamos, haciendo lo que el profeta ha pedido, recibiremos las tres evidencias mencionadas por Alma, de que la petición del Presidente Kimball viene del Señor. Y, como dijo Alma: “¿No aumentaría esto vuestra fe?” (Alma 32:29). Por supuesto que sí.
4. La fe aumenta y se fortalece
Alma sigue diciendo: Os digo que sí; sin embargo, no ha llegado a ser un conocimiento perfecto.
Mas he aquí, al paso que la semilla se hincha y brota y empieza a crecer, entonces no podéis menos que decir que la semilla es buena; pues he aquí, se hincha y brota y empieza a crecer.
Y he aquí, ¿estáis seguros ahora de que es una semilla buena? Os digo que sí; porque toda semilla produce según su propia especie.
Por tanto, si una semilla crece, es semilla buena; pero si no crece, he aquí que no es buena; por lo tanto, es desechada.
Y he aquí, por haber probado el experimento y sembrado la semilla, y porque ésta se hincha, y brota, y empieza a crecer, sabéis por fuerza que la semilla es buena.
5. Se obtiene un conocimiento perfecto en esa cosa
Y ahora, he aquí, ¿es perfecto vuestro conocimiento? Sí, vuestro conocimiento es perfecto en esta cosa, y vuestra fe queda inactiva; y esto porque sabéis, pues sabéis que la palabra ha ensanchado vuestras almas, y también sabéis que ha germinado, que vuestra inteligencia empieza a iluminarse y vuestro entendimiento comienza a ensancharse.
Luego, ¿no es esto verdadero? Os digo que sí, porque es luz; y lo que es luz, es bueno, porque se puede discernir; por tanto, debéis saber que es bueno (versículos 29-35).
6. Nutriendo la palabra
Tras haber obtenido esta fe y este conocimiento, no debemos detenernos, sino que debemos seguir nutriendo la palabra hasta que podamos alcanzar la vida eterna. Alma dice:
Y ahora, he aquí, ¿es perfecto vuestro conocimiento después de haber gustado esta luz?
He aquí, os digo que no; ni tampoco debéis dejar a un lado vuestra fe, porque tan sólo habéis ejercitado vuestra fe para sembrar la semilla, a fin de llevar a cabo el experimento para saber si la semilla era buena.
Y he aquí, a medida que el árbol empieza a crecer, diréis: Nutrámoslo con
gran cuidado para que eche raíz, crezca y nos produzca fruto. Y he aquí, si lo cultiváis con mucho cuidado, echará raíz, y crecerá, y dará fruto.
Mas sí desatendéis el árbol, y sois negligentes en nutrirlo, he aquí, no echará raíz; y cuando el calor del sol llega y lo abrasa, se seca porque no tiene raíz, y lo arrancáis y lo echáis fuera.
- esto no es porque la semilla no sea buena, ni tampoco es porque su fruto no sería deseable; sino porque vuestro terreno es estéril y no queréis nutrir el árbol; por tanto, no podréis obtener su fruto.
- por lo mismo, si no cultiváis la palabra, mirando adelante con el ojo de la fe hacia su fruto, nunca podréis recoger el fruto del árbol de la vida.
Pero si cultiváis la palabra, sí, y nutrís el árbol mientras empieza a crecer, mediante vuestra fe, con gran diligencia y con paciencia, mirando adelante a su fruto, echará raíz; y he aquí, será un árbol que brotará para vida eterna.
Y a causa de vuestra diligencia, vuestra fe y vuestra paciencia con la palabra, nutriéndola para que eche raíz en vosotros, he aquí que con el tiempo recogeréis su fruto, el cual es sumamente precioso, y el cual es más dulce que todo lo dulce, y más blanco que todo lo blanco, sí, y más puro que todo lo puro; y comeréis de este fruto hasta quedar satisfechos, de modo que no tendréis hambre ni tendréis sed.
Entonces, hermanos míos, segaréis el galardón de vuestra fe, y vuestra diligencia, y paciencia, y longanimidad, esperando que el árbol os dé fruto (versículos 35-43).
Al llegar a este punto, ya hemos pasado por un proceso muy importante. Hemos oído la palabra del Señor. Hemos tenido el deseo de creer. Hemos experimentado con la palabra. Y por último, hemos obtenido no sólo ¡a fe en la palabra, sino un conocimiento sobre ella y sobre cómo nutrirla (véase el diagrama de la página 54). No obstante, en el proceso da obtener la fe hay otros factores que hay que tener en mente.
Además de los seis elementos que acabamos de considerar, debernos tenar presente que la fe es un don de Dios; que debemos centrar nuestra fe en Jesucristo; que debemos usar el poder del Espíritu Santo; y que debemos reconocer y agradecer por la fe que ya hayamos logrado.
La Fe es un don de Dios
La fe es verdaderamente un don d8 Dios. Y podemos obtener este don de El, si lo buscamos. Moroni dijo:
A uno le es dado por el Espíritu de Dios que pueda enseñar la palabra de sabiduría;
y a otro, que pueda enseñar la palabra de conocimiento por el mismo Espíritu;
y a otro, una fe sumamanta grande… Y todos estos dones vienen por el Espíritu de Cristo; y vienen a todo hombre, respectivamente, da acuerdo con su voiuntad (Moroni 10:9-11, 17).
De Moroni aprendemos que una forma de obtener la fe es procurar ese don del Señor. Eso me indica que si en verdad queremos tener más fe, sería provechoso orar con todo nuestro corazón, para obtenerla, y luego estar dispuestos a recibir lo que el Señor desee darnos para que la desarrollemos. No debemos esperar que la fe nos caiga del cielo. Nunca sucede así. La fe viene conforme el Señor nos proporciona experiencias y desafíos que nos fortalecen, sí vivimos rectamente. La fe viene a través de mucho trabajo, mucha paciencia, y mucho tiempo. Al orar por el don de la fe, recordemos que debemos prepararnos para recibir lo que el Señor nos mande.
Centrando nuestra Fe en el Señor Jesucristo
Otro principio fundamental que tiene que ver con la fe y cómo obtenerla, es la necesidad de centrar nuestra fe en alguien. Debemos centrar nuestra fe en el Señor Jesucristo, de la manera que El ha indicado.
Nefi nos dijo:
- hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras propias profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados.
- ahora, he aquí, os digo que la senda verdadera es creer en Cristo y no negarlo; y Cristo es el Santo de Israel; por tanto, debéis inclinaros ante El y adorarlo con todo vuestro poder, mente y fuerza, y con toda vuestra alma; y si hacéis esto, de ninguna manera seréis desechados (2 Nefi 25:26, 29).
Recuerdo una entrevista que tuve en una ocasión, con un joven que había quebrantado la ley de castidad, siendo militar en el Japón. En el proceso de sacar las cosas a la luz y aclarar todo, le pregunté por qué lo hizo. Su contestación fue interesante, y en contraste directo con el consejo dado en las Escrituras. Dijo: “La razón por la que he guardado la ley de castidad toda mi vida hasta ahora, es mi madre. Nunca hubiera podido hacer nada que la ofendiera a ella, ni a su bondad y pureza. Por ella guardé la ley de castidad. Y cuando me encontré a doce mil kilómetros de ella, mi fe flaqueó porque estaba centrada en un ser mortal. Por eso caí”. Al oír esas palabras, supe que yo nunca podría permitirme el basar mi fe en nada ni en nadie que no fuera el Señor Jesucristo. El es la roca de nuestra salvación. El es inmutable. Su curso es un giro eterno, y podemos depender de El dondequiera que nos encontremos, en cualquier momento de nuestra vida, por toda la eternidad. El siempre será el mismo.
El profeta Alma hizo una serie de preguntas profundas, en las que haríamos bien en reflexionar: Y ahora os pregunto, hermanos míos de la Iglesia: ¿Habéis nacido espíritualmente de Dios? ¿Habéis recibido su imagen en vuestros rostros? ¿Habéis experimentado este gran cambio en vuestros corazones?
¿Ejercéis la fe en la redención de aquél que os creó? ¿Miráis hacia lo futuro con el ojo de la fe y veis este cuerpo mortal levantado en inmortalidad, y esta corrupción levantada en incorrupción, para presentaros ante Dios, y ser juzgados de acuerdo con las obras que se han hecho en el cuerpo mortal? (Alma 5:14, 15).
Alma nos enseñó que todo lo debemos centrar en el Señor. Mediante el Señor debemos tener esperanza, y mediante El debemos esperar el tiempo de la resurrección de nuestros cuerpos, pues, como dijo Mormón: “En Cristo habría de venir toda cosa buena” (Moroni 7:22).
Usando el poder del Espíritu Santo
El poder del Espíritu Santo es otro elemento clave para obtener la fe. El Espíritu Santo es un revelador; revela todas las cosas, incluso los atributos de Dios, sobre los que se basa la fe. Las verdades que recibiremos espiritualmente, como miembros de la Iglesia, vendrán a través del Espíritu Santo. El Señor le dijo a Adán: De manera que se da para que permanezca en vosotros; el testimonio del cielo; el Consolador; las cosas pacíficas de la gloria inmortal; la verdad de todas las cosas; lo que vivifica todas las cosas; lo que conoce todas las cosas y tiene todo poder de acuerdo con la sabiduría, la misericordia, verdad, justicia y juicio (Moisés 6:61).
Ese versículo menciona algunos de los atributos de Dios que son revelados por medio del Espíritu Santo para que podamos tener fe en Dios.
El Élder Bruce R. McConkie declaró lo siguiente: La fe se basa en la verdad, y es precedida por el conocimiento: hasta que una persona adquiera el conocimiento de la verdad, no puede tener fe… La fe y la verdad son inseparables; si ha de haber fe, fe salvadora, fe para vida y salvación, la fe que conduce al mundo celestial, primero debe tenerse la verdad.
No únicamente es el conocimiento verdadero de Dios un prerrequisito para tener fe, sino que ¡a fe sólo pueden ejercerla aquéllos que se sujetan a los principios de verdad procedentes del Dios verdadero (Mormón Doctrine, p. 262).
Tal como yo lo entiendo, lo que el Élder McConkie está diciendo es que la fe se fundamenta en la verdad. Si una persona tiene un falso concepto de Dios, aunque puede realizar algunos cambios en su vida, por su fe o creencia, y puede recibir respuesta a sus oraciones, no obstante, no tiene una fe salvadora, la fe que lo llevará al reino celestial. La única manera en que puede ejercerse esa clase de fe es basándose en un conocimiento verdadero de Dios, y no hay otra. Y el conocimiento verdadero de Dios viene por el ministerio del Espíritu Santo.
Los Discursos sobre la Fe establecen: ¿Cómo reciben los hombres al conocimiento de la gloria de Dios, sus perfecciones y atributos? Consagrándose a su servicio, fortaleciendo su fe en El mediante la oración y súplica incesantes hasta que, como a Enoc, el hermano de Jared y Moisés, Dios se les manifiesta( Preguntas y respuestas del Segundo Discurso).
Como resultado de nuestro servicio, paciencia y oración constante, el Señor se nos revelará, y obtendremos la clase de fe necesaria para alcanzar la vida eterna. Tales manifestaciones y revelaciones vienen por medio del Espíritu Santo. Al examinar nuestra vida debemos preguntarnos: ¿Estamos obrando consciente y diligentemente con la ayuda del Señor para ser dignos de la compañía del Espíritu Santo?
Los Discursas sobre la Fe nos dicen también: El grado de entendimiento sobre el carácter y la gloria de Dios que puede obtener cualquier parte del género humano, después de saber que Dios existe y que ha creado y que sostiene todas las cosas, ese grado de entendimiento depende del empeño y fidelidad en buscarlo a El, hasta que, como Enoc y el hermano de Jared, y Moisés, obtengan fe en Dios y el poder de verlo cara a cara (Discursos sobra la Fe 2:55).
Esa es una invitación justa y abierta para seguir purificándonos y santificándonos hasta que, buscando al Señor fiel y diligentemente, podamos verlo cara a cara.
Reconociendo la Fe que ya tenemos
¿Tiene usted fe, o no la tiene? Yo diría que sí la tiene, o de lo contrario no estaría leyendo este libro. Hemos de cuidarnos de no ser demasiado duros con nosotros mismos, y pensar que no tenemos fe. Puede que tengamos muy poca, en comparación con el Señor, pero tenemos algo, cuando menos en forma elemental.
Los anti-nefi-lehitas, convertidos por Arrimón, Aarón y sus hermanos, eran lamanitas excepcionales que fueron bautizados por agua y por el Espíritu. Cuando el Señor visitó a los nefitas, dijo las siguientes palabras en cuanto a esos lamanitas: Y al que venga a mí con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, lo bautizaré con fuego y con el Espíritu Santo, así como los lamanitas fueron bautizados con fuego y con el Espíritu Santo al tiempo de su conversión, por motivo de su fe en mí, y no lo supieron (3 Nefi 9:20).
Interesante, ¿verdad? Fueron bautizados con fuego y con el Espíritu Santo, pero no lo supieron, posiblemente porque todavía no estaban completamente a tono espiritualmente. En igual manera quisiera preguntar: ¿Tenemos fe? Sí, pero quizás “no lo sabemos”. ¿Hemos sido bautizados por fuego y por el Espíritu Santo? Estoy seguro que sí, en cierto grado, pero quizás “no lo sabemos”. Al volvernos más sensibles espirituaimente, comenzamos a darnos cuenta que espirituaimente nos están sucediendo grandes cosas, las cuales no se perciben con el ojo natural.
Cuando era yo más joven y dudaba ciertas cosas porque todavía no había recibido un testimonio por mí mismo, las palabras de Mormón me matuvieron firme en el evangelio, pues no podía negarlas. Dijo Mormón: Ahora llegamos a esa fe de la cual dije que hablaría; y os indicaré la manera en que podéis recoger toda cosa buena.
Eso suena como algo digno de aprenderse, ¿verdad? A mí me gustaría saber cómo puedo recoger toda cosa buena.
Porque he aquí, sabiendo Dios todas las cosas, dado que existe de eternidad en eternidad, he aquí, El envió ángeles para ministrar a los hijos de los hombres, para manifestar concerniente a la venida de Cristo; y que en Cristo habría de venir toda cosa buena (Moroni 7:22).
En otras palabras, todo lo que es bueno viene a través de Jesucristo.
Porque El ha cumplido los fines de la ley, y reclama a todos los que tienen fe en El…
El nos reclamará si tenemos fe en El. Si no la tenemos, nos reclamará alguien que no nos va a gustar. … y los que tienen fe en El se allegarán a toda cosa buena… He ahí una gran clave espiritual!
Por consiguiente, toda cosa que es buena viene de Dios, y lo que es malo viene del diablo; porque el diablo es enemigo de Dios, y lucha contra El continuamente, e invita e incita a pecar y a hacer lo que es malo sin cesar.
Cuando yo era joven, y examinaba ios principios que se enseñan en el Libro de Mormón, o que oía que se enseñaban en la Iglesia, supe que todos ellos me encaminaban a hacer el bien. No había nada que me incitara a hacer el mal. Las enseñanzas siempre tendían a convertirme en una mejor persona. Si algo me incita a hacer el bien, debe ser del Señor, porque todas las cosas buenas vienen de El.
Mormón añadió: Pues he aquí, mis hermanos, os es concedido juzgar, a fin de que podáis discernir el bien del mal; y la manera de juzgar es tan clara, a fin de que sepáis con perfecto conocimiento, como la luz del día lo es de la obscuridad de la noche.
Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que pueda distinguir el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque toda cosa que invita a hacer lo bueno, y persuade a creer en Cristo, es enviada por el poder y el don de Cristo, por lo que podréis saber con un conocimiento perfecto, que es de Dios.
Pero cualquier cosa que persuade a los hombres a hacer lo malo, y a no creer en Cristo, y a negarlo, y a no servir a Dios, entonces podréis saber, con un conocimiento perfecto, que es del diablo, porque él no persuade a ningún hombre a hacer lo bueno, no, ni a uno solo; ni lo hacen sus ángeles; ni los que a él se sujetan (Moroni 7:12, 15-17, 22, 28).
Necesitamos tener cuidado de no juzgamos mal a nosotros mismos. Tenemos fe en el Señor. En ocasiones no es tan fácil saber cuánta. Nos acongojamos muchas veces al ver cuánta fe parecen tener otras personas, o la que el Señor, en su perfección, tiene; y nos sentimos muy humildes ai percibir que tenemos muy poca. Pero podemos obtener la fe que deseamos al paso que oramos continuamente, estudiamos las Escrituras, y aplicamos las enseñanzas del Señor en nuestras vidas.
El Salvador dijo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).
Preguntas para meditar
- ¿Cuál es el punto de partida para desarrollar la fe?
- ¿Qué relación hay entre la fe y la evidencia?
- ¿Cuáles son las tres evidencias de que algo viene de Dios, que menciona Alma?
- ¿Qué evidencias da Mormón de que algo viene de Dios?
- ¿Qué podemos hacer para obtener el don de la fe?
- ¿En quién debemos centrar nuestra fe? ¿Qué podemos hacer para ello?
- ¿Cómo puede ayudarnos el Espíritu Santo a obtener la fe? ¿Qué podemos hacer hoy para atraer al Espíritu Santo más plenamente a nuestra vida?
























