Desarrollo de la Doctrina del Templo

Capítulo 12
Templos y pruebas.


Los diez años que sucedieron al fallecimiento de Brigham Young, fueron de los más difíciles para los miembros de la iglesia. Surgieron legislaciones federales sumamente hostiles que demandaban castigos a quienes practicaran la poligamia incluso a quienes profesaran creer en la doctrina del matrimonio plural y mermaron la libertad de los santos de poder socializar, de llevar a cabo deberes religiosos y ganarse un sustento económico. Para Wilford, la oposición debía ser causa de motivación para los santos, de enfocarse en las cosas que realmente importan: cosas tales como la fortaleza espiritual y la obra del templo para la salvación de los vivos y de los muertos. Sin embargo, ante una carga creciente de responsabilidades dentro de la iglesia, aparte de las diferencias que existían entre la iglesia y el gobierno federal, le era difícil mantenerse firme en su determinación.

LIBERTAD RELIGIOSA.

En 1879, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos denegó la petición de la iglesia de impugnar la legalidad de la ley Morril anti-bigamia de 1862. (Este fue el primero de dieciocho casos relacionados con la poligamia, llevados al Tribunal Supremo de Justicia entre 1879 y 1891; tres de los cuales se resolvieron a favor de la iglesia.) Los santos quedaron consternados con la decisión de la corte, ya que implicaba que ningún miembro de la iglesia, incluso los líderes, podrían practicar libremente la poligamia, ni escudarse contra esta ley. Para poder enjuiciar a alguien por practicar la poligamia, debían comprobar que las ceremonias matrimoniales habían sucedido, pero dado que los sellamientos no se encontraban en registros públicos, era casi imposible comprobar la solemnización de dichos matrimonios.

La presión sobre la iglesia seguía aumentando y en el año 1882, el congreso aprobó el Acta Edmunds, en la que se clasificaba al matrimonio plural como un delito punible con una sentencia de cinco años en prisión y una multa de $500 dólares. Definía a la “cohabitación ilícita” como el acto de vivir con más de una mujer y contaba con un estándar de pruebas menos exigente. En calidad de delito menor, el castigo era menos severo, seis meses en prisión y una multa de $300 dólares. Además, en cuanto a recolectar evidencia para enjuiciar a la iglesia y arrebatarle la habilidad de regular casamientos y divorcios, el Acta Edmunds incluía una provisión que requería que todos los casamientos —dentro o fuera del templo o casa de investiduras— se registraran públicamente.

El gobierno con sus constantes cambios y tácticas llenaban la vida de los santos de incertidumbre. Tanto Wilford como otros se veían obligados a abandonar a sus familias periódicamente para esconderse y evitar ser arrestados por policías federales. La habilidad de los santos de cumplir con sus responsabilidades dentro de la iglesia se vio afectada al igual que la comunicación con sus familias y comunidades. Mientras los esposos huían para evitar ser arrestados, sus esposas padecían acosos y se les forzaba a testificar en contra de sus maridos. Aquellas que se rehusaban, eran encarceladas por desacato a la corte. Encarcelaron a más de 1.300 personas por quebrantar las leyes o por desacato a la corte. La mayoría de los presos eran hombres, pero también había mujeres encarceladas junto con sus hijos por rehusarse a testificar en contra de sus maridos.

La influencia que poseía la iglesia en el ámbito político fue desapareciendo poco a poco. Había oficiales electos que fueron reemplazados por personas designadas por el gobierno. Se impedía que hombres que practicaran la poligamia tuvieran cargos públicos y que votaran, incluso les rescindieron sus derechos al voto, los cuales recién se habían otorgado a las mujeres en 1870. Cuando el Acta Edmunds-Tucker se convirtió en ley en marzo de 1887, inició la disolución de la iglesia como entidad legal y la incautación de sus bienes. Los bienes inmuebles, oficinas, incluso el mobiliario pasaron a ser del gobierno y la iglesia tuvo que empezar a pagar renta por el uso de dichos bienes. La disolución del fondo perpetuo de emigración y la incautación de las cuentas bancarias del mismo, impidieron que la mayoría de los conversos pudieran viajar y se unieran a los santos. Hijos nacidos en matrimonios polígamos eran considerados ilegítimos, sin la oportunidad de heredar bienes de sus padres. El gobierno federal tomó control de las escuelas de la iglesia y sus currículos de estudio.

FAMILIAS SEGÚN LA LEY FEDERAL.

El estilo de vida de Wilford en la década de 1880 era un microcosmos de la iglesia en general en ese mismo periodo de tiempo. La persecución del gobierno federal interfirió con sus relaciones familiares, le impidió llevar a cabo sus deberes en la iglesia y le afectó tanto física como psicológicamente.

Hubo un tiempo en la década de 1860 en el que Wilford tuvo a cuatro generaciones de sus familiares bajo un mismo techo, su padre, cuatro de sus esposas (Phebe, Sarah, Emma. y Delight) y a sus niños. Su hija casada, Susan, su esposo y su hija Eugenia, la cuarta generación, todos vivían en la “Casa del Valle”.

Más adelante, Wilford alojó a sus familias por separado. En 1871 compró un rancho en Randolph Utah y se mudó junto con su esposa Sarah y sus hijos, también se mudaron al rancho su hijo Wilford hijo y su nuera Elizabeth. Estableció a su esposa Delight y sus hijos en una finca de diez acres en Salt Lake en 1875. Mary Ann, quien se había divorciado de Wilford en 1848, volvió a sellarse con él. Pero no vivían en la misma casa, Mary Ann continuó viviendo con su hijo James y su nuera Fanny. Eudora viajó con Wilford de Saint George a Salt Lake pero lo dejó después de unos años y se fue de Utah.

Después de construir casas separadas para Phebe al lado de la casa del valle en el centro de Salt Lake City, y para Emma en su granja de veinte acres en el sur de la ciudad, Wilford se fue a vivir a la casa del valle el primero de enero de 1879 y la rentó como hotel.

EL ELEMENTO DE LA OPOSICIÓN.

Wilford veía la oposición con la siguiente perspectiva. Si pusiéramos en el extremo de una báscula los intereses económicos y políticos de los santos en la década de 1880, y en el otro extremo sus intereses espirituales, el peso abrumador de la oposición temporal, eleva a la parte espiritual. Wilford veía una luz de esperanza en medio de una situación sumamente desequilibrada. Así se lo dijo a los santos de la ciudad de Nephi Utah, “El elemento de la oposición acelera el cumplimiento de los propósitos de Dios”.

En vez de aislar a los santos del resto del mundo o de forzar un equilibrio entre las cosas temporales y espirituales, Wilford decidió ayudar a los santos a enfocarse en su bienestar espiritual personal. Era posible vivir en el mundo sin ser “del” mundo, que busca a toda costa invadir a Sion. Su consejo para los santos era que no desperdiciaran sus energías en busca de logros económicos para evitar caer en la negligencia de la obra del templo, porque “hay millones en el mundo de los espíritus que nos observan con un interés y una ansiedad que no somos capaces de concebir”. Les recordó que, “Se nos ha dado algo mayor que el amor al oro, plata, casas y propiedades; tenemos la promesa de la vida eterna”.

En medio de un océano de pruebas, Wilford continuó sirviendo en la iglesia y en el templo. El 16 de septiembre de 1877, tuvo la oportunidad de dirigirse a los santos después de regresar a Saint George. Recordando el funeral de Brigham dos semanas antes, Wilford dijo que Brigham dejó una obra sin terminar que los santos debían completar, dijo, “Es nuestro deber levantarnos y edificar templos . . . [como] el Dios del cielo lo ha mandado”.

Procedió después a compartirles las experiencias que tuvo en el templo de Saint George, habló de revelaciones y visiones que habían ocurrido desde el mes de enero. Habló a detalle de cómo el Señor “despertó” sus mentes y reveló muchas cosas ”concernientes a los muertos”. “Los muertos … los buscarán como lo hicieron con nosotros en Saint George”. “Nos llaman sabiendo que tenemos las llaves y el poder para redimirlos”. Después de identificar a los espíritus que le rodearon, continuó diciendo “Eran los firmantes de la Declaración de Independencia, ya me habían esperado durante dos días y dos noches”. Dándose cuenta de que algunos oyentes en la congregación no eran miembros de la iglesia y que sus comentarios podían parecer extraños, les testificó que llegarían a saber que sus palabras eran verdad cuando pasaran al otro lado del velo.

Dijo que lo logrado hasta ese momento era solo el principio y compartió su convicción de que en el milenio, “se dedicarán mil años a la obra de redención; aparecerán templos en todos los rincones de la tierra de José, —Norte y Suramérica— y también en Europa y en todo lugar; y todos los descendientes de Sem, Cam y Jafet que no hayan recibido el Evangelio en la carne, recibirán las ordenanzas vicariamente en los templos de Dios, antes de que el Salvador entregue el reino al Padre, diciendo, ‘Consumado es.”’

CASAS DEL SEÑOR.

Wilford y otros apóstoles salieron al día siguiente a Logan para presenciar la ceremonia de la colocación de la piedra angular del templo cuya excavación de los cimientos había iniciado en junio. Establecieron un aserradero y un horno de cal en el cañón de Logan, también varias canteras de las cuales sacaban calizas silíceas de color gris oscuro. La obra progresó tan rápido que para el 19 de septiembre 1877, todo estaba listo para colocar las piedras angulares. Se estima que asistieron cerca de 10,000 santos a la ceremonia. Wilford se dirigió a los presentes y dijo que existía gran regocijo en el mundo de los espíritus. Deseaba que los ojos de santos pudiesen ver las “huestes de espíritus” alrededor de ellos presenciando la ceremonia ansiosa y atentamente.

Al mes siguiente, cinco semanas después del fallecimiento de Brigham, se llevó a cabo una asamblea solemne durante la conferencia de octubre para sostener a los doce apóstoles como autoridades de la iglesia y a John Taylor como presidente del cuórum. Un total de 12,000 personas participaron de la santa cena ese día.

En noviembre, Wilford se reunió con los demás líderes de la iglesia en Manti y juntos presenciaron el trabajo de creación de minas usando explosivos, para iniciar la construcción de los cimientos del nuevo templo. Escribió en su diario que cavaron una zanja al lado de la montaña y enterraron 170 kilos de polvo explosivo seis metros y medio bajo tierra. “La explosión lazó un sinfín de rocas a casi cuatro metros de altura y caían en fragmentos pequeños. Se estima que las piedras cubrieron más 2,700 metros de tierra, estaban listas para ser recogidas y transportadas en carretas”. Se tomó la decisión al día siguiente, de construir el templo de Manti con piedras y posteriormente pintarlo, en vez de cubrirlo con ladrillo y yeso y tener que blanquear el interior, como lo habían hecho en Saint George.

Durante la construcción de los tres templos de Utah, los apóstoles decidieron abrir de nuevo la casa de investiduras. Se necesitaba para efectuar sellamientos de personas que se habían casado civilmente el año previo (mientras la casa de investiduras estaba cerrada), y para que las personas que no podían viajar a Saint George tuviesen un lugar para sellarse. También decidieron administrar investiduras a personas “de edad avanzada y a enfermos o débiles” que no podían viajar a Saint George o que no vivirían lo suficiente para recibir la ordenanza de la investidura en el templo de Manti, Logan o Salt Lake City.

El 29 de noviembre fue el primer día en el que se administraron ordenanzas, Wilford estuvo un día entero en la casa de investiduras ayudando en las cuarenta ordenanzas de investiduras y cinco sellamientos de parejas que se efectuaron ese día. (Continuaron usando la casa de investiduras aun después de haberse construido los templos de Logan y Manti en 1884 y 1888 respectivamente).

COSECHA EN AMBOS LADOS DEL VELO.

Después de ayudar a resolver asuntos pendientes de inversiones de Brigham, Wilford regresó a Saint George en enero de 1878 y trabajó en el templo los siguientes dos meses. Llegó el 22 de enero y se alegró al ver que en su ausencia de cinco meses, los santos habían llevado a cabo “una gran cantidad de ordenanzas de investidura en el templo”. Al día siguiente, después de inspeccionar el templo, empezó a oficiar en las ordenanzas. Una vez más, se le presentaba la oportunidad de pasar cinco días a la semana en el templo efectuando ordenanzas o preparando nombres de familiares para hacer ordenanzas adicionales por ellos.

Con Wilford como presidente, se registraron números récord de bautismos e investiduras en el templo de Saint George. El día martes 5 de febrero de 1878, registró el número más alto de bautismos en un día en el templo, un total de 1,132 bautismos. Al día siguiente registró investiduras, ordenaciones, sellamientos de parejas, adopciones, sellamientos de hijos a padres y segundas unciones. En febrero de 1878 supervisó la obra que había empezado la semana previa al fallecimiento de Brigham, de investir vicariamente a las personas prominentes que había seleccionado.

El primero de marzo de 1878, durante su cumpleaños número 71, tuvo otra experiencia especial en el templo. Escribió, “Estuve hace exactamente un año en este templo de Saint George efectuando ordenanzas de investidura por mis familiares con la ayuda de 154 hermanas. Hoy vinieron 214 personas a recibir investiduras; 167 fueron por mis antepasados, 56 hombres y 111 mujeres. … El espíritu del Señor reinó en la casa [del Señor]”

Dos semanas después, el 15 de marzo, le prepararon otra “fiesta sorpresa en el templo”. De las 173 investiduras efectuadas ese día, 134 eran de sus antepasados. Según sus registros, de las 13,168 investiduras que se efectuaron desde la dedicación del templo, 1,062 se habían efectuado a favor de familiares de Wilford, con la ayuda de los santos. Se quedó en Saint George cuatro días más para servir en los sellamientos de sus parientes de apellido Hart, por quienes no se habían efectuado las ordenanzas de investidura.

LA GRAN CAUSA DE LA SALVACIÓN.

Tras su regreso a Saint George en 1877, después de diez meses de ausencia, Wilford reconoció que, “Cuando se me da la oportunidad de dirigirme a los santos, siento que debo decirles que deben esforzarse por completar los templos que están en construcción, no hay nada más de que hablarles”.

En 1878, después de estar dos meses en Saint George, Llego a Salt Lake el 2 de abril. El 6 de abril, durante su discurso en la conferencia de la iglesia, volvió a hablar del deber de los santos en la “gran causa de salvación”. Compartió que el templo de Saint George funcionaba a plena capacidad y que el espíritu de la obra “no se queda atrás”. Los alentó a terminar el templo de Salt Lake con la promesa de que el Señor proveería la manera de hacerlo. Hizo hincapié en el hecho de que cada minuto contaba y debía emplearse en los asuntos de relevancia eterna. Incluso declaró lo siguiente: “Tanto mi destino eterno como el de todos ustedes, si, nuestro futuro en las eternidades depende de los que hacemos con las pocas horas, los pocos días y las pocas semanas que vivimos en la carne”.

El objetivo de animar a los santos a centrar sus energías y esfuerzos en su bienestar espiritual y en la obra de salvación, en vez de en los problemas económicos y políticos que se vivían en Utah, era de enfocarlos en hacer lo “esencial y necesario”. “Se necesita lo mismo para salvar a un muerto que nunca recibió el Evangelio que lo que se necesita para salvar a un vivo. Todos los que han fallecido sin el Evangelio tienen el derecho de esperar que una persona viva efectué esta obra por ellos”. Prometió que a medida que enfocaran su atención en el templo, llegarían a percibir cuán importante y trascendente es la obra.

GUERRA CONTRA EL SACERDOCIO.

El 6 de enero de 1879, la Corte Suprema sostuvo la propuesta de George Reynolds en cuanto a la poligamia. En ella se proveía que independientemente de que existiera libertad de religión, el congreso podía hacer leyes que prohíban prácticas perjudiciales para la sociedad. Una vez que la defensa de la “libertad de religión” se vio desvanecida, el gobierno federal arreció sus esfuerzos en contra de los polígamos.

Wilford salió de la ciudad de Salt Lake hacia el sur de Utah el 3 de enero de 1879, un día después de que su esposa Emma diera a luz a su hija Mary Alice, la última de 34 hijos. Se detuvo en Manti para supervisar el progreso de la construcción del templo y llegó a Saint George el 20 de enero. Llevaba dos semanas oficiando en el templo cuando el Agente Stokes se presentó buscando a Wilford. Se mantuvo escondido en el templo durante días y el 7 de febrero escribió, “Por primera vez en mi vida me he visto obligado a huir de enemigos a causa del Evangelio.. .. Intentan arrestarme bajo cargos de poligamia, salí del templo de Saint George, y a las 7 pm me subí a una carreta junto con David H. Cannon y viajamos toda la noche”.

Se quedó en Bunkerville, Nevada y una semana después regresó secretamente a Saint George. Solitario en su habitación en el templo, compuso una declaración y un testimonio para los santos y “para todo el mundo”. Condenó a todos los que ”convierten en ofensa, la obediencia a las leyes de nuestro Dios”. Después hace esta pregunta, “¿A quién hemos de obedecer, a Dios o al hombre?” Continua diciendo, “no voy a desamparar a mis esposas e hijos ni a quebrantar las leyes de Dios a petición de una generación que se ahoga en la iniquidad cuyo destino es un infierno eterno. Prefiero la cárcel o la muerte”. Su mensaje a los santos en todo el mundo era: ”[Sean] fieles y leales a su Dios, a su religión, a sus familias y a ustedes mismos”.

Por tercera vez consecutiva, el 1 de marzo tuvo la oportunidad de pasar su cumpleaños en el templo de Saint George, haciendo ordenanzas por sus familiares. Dijo que al entrar a la sala de investiduras, “los presentes se sorprendieron” porque no se habían percatado de su regreso a Saint George. En honor a su cumpleaños, se congregaron 148 hombres y mujeres para servir vicariamente representando a familiares de Wilford. El saludo de Wilford a los presentes fue, “¡Gloria Aleluya! Dios bendiga a Sion. Dios bendiga a los santos que están aquí”. Estuvo oficiando en ordenanzas adicionales todo el día, setenta y cuatro hermanas se sellaron a él y participó en el sellamiento de otras sesenta y cinco parejas de los antepasados de la familia Hart.

Días después, mientras revisaba su registro de ordenanzas, concluyó que un total de 2,703 familiares habían sido bautizados y confirmados vicariamente y que 1,639 de ellos, habían recibido la investidura vicariamente. Además, había sellado a más de 400 parejas de las familias Hart, Woodruff y Thompson. Deseaba poder efectuar el resto de las ordenanzas pero tuvo que salir de la ciudad de Saint George y del estado de Utah el 6 de marzo y esta ocasión lo acompañó Erastus Snow. A pesar de que su objetivo principal al salir de Utah, era de evitar ser arrestado por agentes federales, predicó el Evangelio durante su estadía en Arizona y Nuevo México, les predicó a los indios nativos de las tribus Navajo y Moqui. Después de hablar en cuanto al Libro de Mormón y la Biblia a un grupo de indios navajos, les compartió las “experiencias y revelaciones que le fueron dadas en el templo”.

ESPERANZA EN EL REINADO MILENARIO.

Wilford intercambiaba correspondencia a menudo con líderes de la iglesia y con su familia, estuvo escondido desde marzo de 1878 hasta abril de 1880. Presidía la obra del templo a través de cartas con la ayuda de Erastus Snow, Moses Farnsworth, James Godson Bleak y John D. T. McAllister, entre otros. También pasó muchas horas ponderando su futuro y el de la iglesia. Sus creencias en que la segunda venida era inminente y que Dios destruiría a los que se empeñen en destruir Su reino, son un tema común en su diario. De hecho, en 1879 escribió que la Unión se desintegraría en 1890. Semanas después escribió una carta a A. Milton Musser en la que expresó que si Ulysses S. Grant ganaba las elecciones, “sería el último presidente y la nación se hundiría bajo su mando”.

Con la misma mentalidad apocalíptica, en enero de 1880, Wilford recibió lo que tituló “revelación del desierto”. Además de contener detalles de la destrucción de los enemigos de la iglesia antes de la segunda venida de Cristo, confirmaba el orden patriarcal del matrimonio y la necesidad de que los santos continuaran viviendo vidas santas y apartadas para lograr los propósitos de Dios. Mencionó de manera específica que los santos iban a ser recompensados por sus esfuerzos para completar la construcción de templos.

Al dirigirse a los santos un año después, Wilford repitió la moción de que si cumplen con los mandamientos del Señor, recibirán una confirmación de que Dios “defenderá los derechos de los santos”. Les prometió, “[S]eremos sostenidos desde ahora hasta que venga de entre las nubes del cielo, siempre y cuando seamos inmutables en el cumplimiento de nuestros deberes. Dios es el único a quien debemos complacer, el Dios del cielo tiene nuestros destinos en sus manos; tiene el destino de esta nación y todas las demás en sus manos”. Les recordó que la persecución en contra de la iglesia no era algo nuevo; sino que se inició antes de que el orden patriarcal del matrimonio fuese revelado y era contrario a los principios mismos del Evangelio.

Prosiguió a darles la misma respuesta dada por John Taylor al respecto, diciéndoles que para frenar la persecución, era necesario abandonar no solo la práctica del matrimonio plural sino que todos los principios del Evangelio que causaron persecución durante los inicios de la iglesia. Les dijo que renunciar al matrimonio plural significaba renunciar a su creencia en la revelación, en profetas y “eliminar la idea de construir templos para la administración de ordenanzas para la exaltación de los vivos y la redención de los muertos; finalmente, tendríamos que renunciar a la organización de la iglesia, unirnos al mundo y ser parte de ellos”. Les instruyó que no renunciaran a ningún principio o mandamiento y que se mantuvieran fieles.

El 29 de febrero de 1880, Wilford recibió una carta de John Taylor pidiéndole que regresara a Salt Lake City para la conferencia de abril. Tras quince meses de aislamiento, pudo regresar a casa. Al reunirse con los demás apóstoles el 4 de abril de 1880, les compartió la revelación del desierto. La respaldaron como “la voluntad de Dios” y más adelante llevaron a cabo lo que se había revelado, para lavar sus pies como testamento a los que derramaron la sangre de los profetas y persiguieron a los santos.

NO HAY TIEMPO QUE PERDER.

Los diarios de Wilford reflejan que percibía que faltaba poco tiempo para la segunda venida, y la obra se tornó más urgente dada la presión de fuerzas externas. También lo recalcaba en sus discursos junto con la importancia de la redención de los muertos. El envejecimiento y los fallecimientos de otros líderes de la iglesia le recordaban que también él estaba entrando al ocaso de sus días. El 6 de junio, Wilford habló de los miembros fieles que habían “pasado al otro lado del velo”. Reconociendo que él y muchos conversos de su época pronto partirían, dijo que no quería llegar al mundo de los espíritus y escuchar de sus familiares, “‘Tuviste el poder para hacer la obra de redención por los muertos, pero fuiste negligente.’”

Wilford deseaba que la nueva generación reconociera y valorara lo que era suyo gracias a aquellos que establecieron la iglesia, y que conocieran sus deberes. En agosto de 1880, mientras hablaba de la importancia de terminar de construir el templo, dijo, “Si pudieran comprender los sentimientos del profeta José Smith, y los de las personas que se asociaron con él . . . obraríamos incansablemente con toda nuestra alma hasta terminar y dedicar el [templo], y después, trabajaríamos en la redención de nuestros muertos”. Expresó su deseo de que el velo fuese levantado para que los santos viesen y entendieran las cosas de Dios, como los que están en el mundo de los espíritus ”trabajando en la salvación de la familia humana”. Si los santos realmente entendieran, “todos sus deseos y obras los llevarían a redimir a sus muertos”.

En otra ocasión, Wilford les dijo a los santos, “creo que muchos de nosotros, quizás todos, no comprendemos nuestras responsabilidades ante Dios cabalmente. Nunca ha existido una dispensación ni un generación encomendada con una obra mayor que la nuestra”. La obra de la que hablaba incluía predicar el Evangelio a todas las naciones de la tierra, el recogimiento de los santos y la construcción de templos. También hizo hincapié en la importancia de la obra del templo diciendo, “Grandes son nuestras responsabilidades; grande es nuestra obra. . . . Debemos ir a los templos y redimir a nuestros muertos —no solamente los de nuestras familias, sino todos los muertos en el mundo de los espíritus … y si cumplimos con nuestro deber, no hay poder capaz de detener esta obra, porque el Señor está con nosotros”.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario