Capítulo 15
Templos y el Manifiesto.
Brigham Young pretendía aislar a los santos para que se reagruparan, reorganizaran y se comprometieran de nuevo a vivir los principios del Evangelio y la iglesia. El plan resultó ser efectivo. Entre las décadas de 1850 y 1870, Brigham trazó una línea clara entre los santos y los gentiles por medio de la repetición de bautismos, la obra de misioneros de casa, el catecismo de reformación, requisitos para recomendaciones para el templo y las órdenes unidas.
No obstante, Wilford reconocía que el plan de salvación de Dios para toda la familia humana, requería que los santos estuviesen “en el mundo”. No podían efectuar la obra del ministerio estando aislados del mundo; y era prácticamente imposible evitar que el mundo llegara a las comunidades de los santos en la década de 1880. Para poder tener influencias con los líderes del país, para tener representación en el congreso, para cambiar leyes y volver a tener libertad de religión, era necesario que se salieran del capullo que los aislaba. Para tener voz y voto en el rumbo que sus destinos tomarían, debían ser parte del proceso electoral, el cual consistía de dos partidos políticos.
La declaración política emitida el 12 de diciembre de 1889 declaraba enfáticamente que los santos respetaban a las autoridades civiles, que honraban la constitución, que deseaban el derecho a votar y que se apegarían estrictamente a la separación de funciones entre la iglesia y el estado823. Esta declaración junto con la admonición a los santos de unirse a los partidos demócrata y republicano en vez de al partido Mormón o el partido de la gente, no frenaron la campaña del gobierno en contra de la poligamia. En 1890, había cerca de 12,000 ciudadanos de Utah quienes no tenían derecho a votar. En Idaho, la ley requería que los santos hicieran un juramento diciendo que no pertenecían a una iglesia que creía en el matrimonio plural, y a los que se negaban a jurar, se les privaba de sus derechos. Todos los candidatos que eran apoyados por la iglesia perdían las elecciones y la iglesia perdió el control del sistema de educación.
Wilford había expresado su frustración con las decisiones tomadas por el Tribunal Supremo y el Congreso. Su interpretación de las decisiones tomadas por la Corte Suprema era que los santos eran libres de creer en lo que bien les parezca, pero sin poder actuar. Wilford preguntó si eso era lo que los padres fundadores tenían en mente cuando redactaron la constitución. “Si la intención era que se pensara pero no se actuara, ¿por qué no escribirlo en el documento? ¿Cuál es propósito de declarar que ‘el Congreso no hará leyes con respecto al establecimiento de religiones ni prohibirá la práctica de las mismas’, si el hombre no tiene permitido actuar?” Concluyó que el Congreso estaba sobrepasando los límites establecidos por la Constitución con el fin de aprobar leyes con las cuales controlar los derechos y privilegios de personas cuya religión “no concuerda con la de sus vecinos”.
No obstante, el 19 de mayo de 1890 la Corte Suprema confirmó que las leyes aprobadas por el Congreso eran constitucionales y que por defecto, el gobierno federal tenía derecho a confiscar las propiedades de la iglesia. También había un proyecto de ley llamado Cullom-Struble, el cual fue presentado al Congreso en abril de 1890. Dicho proyecto de ley pretendía privar de sus derechos como ciudadanos a todos los miembros de la iglesia en cualquier territorio del país. Parte del proyecto de ley estipulaba que, cualquier persona que sea parte o miembro de cualquier organización que enseñe a sus seguidores a “practicar la bigamia, poligamia, matrimonios patriarcales o plurales” perdería su derecho a votar, servir en un jurado y a servir en oficios civiles.
De haberse aprobado el proyecto de ley Cullom-Struble, el cual proponía una legislación similar a la de Idaho, hubiese afectado a todos los miembros de la iglesia independientemente de si practicaban el matrimonio plural o no. También iba a afectar tanto a miembros como a no miembros que cooperaran de cualquier modo con la iglesia. El Acta Edmunds-Tucker privaba a quienes practicaban el matrimonio plural de sus derechos civiles independientemente de lo que el Congreso determinara; la nueva legislación pretendía castigar a quienes no habían violado la ley.
DEBEMOS SALVAR NUESTROS TEMPLOS.
Finalmente, en agosto de 1890, se nombró a un comisionado para que evaluara las acciones de Frank Dyer, quien había confiscado las propiedades de la iglesia. Dyer fue criticado entre otras cosas, por llegar a un acuerdo con la iglesia en 1888, en el que se estipulaba que el gobierno no podía confiscar los templos. Se efectuaron audiencias con el fin de determinar si la aprobación dada por la Suprema Corte del territorio de Utah había sido un error. De haber sido así, el nuevo receptor y ex miembro de la iglesia Henry W. Lawrence, hubiese podido inmediatamente confiscar templos y otras propiedades protegidas bajo el acuerdo.
Wilford creía que las revelaciones dadas a los santos, eran revelaciones nunca antes dadas a ninguna generación en la historia de la tierra y que los templos eran el pináculo de la restauración. En 1843, el Señor le dijo a José que si los santos no completaban el templo de Nauvoo, serian rechazados “junto con sus muertos”. Para Wilford esto significaba que su fe, sus obras y esperanzas habrían sido en vano. Casi cincuenta años después, en el año 1890, los santos tenían mucho más que perder. Ya habían terminado los templos de Saint George, Logan, Manti y el templo de Salt Lake estaba casi terminado. El 16 de agosto de 1890, bajo la incertidumbre de la decisión de la Corte Territorial, Wilford declaró, “Debemos hacer algo para salvar nuestros templos”.
Wilford buscó consejo de parte de asesores de confianza tanto dentro como fuera de la iglesia. Tras reunirse la Primera Presidencia con los abogados de la iglesia, viajaron a California el 3 de septiembre de 1890 para evitar tener que testificar en los procedimientos legales que se avecinaban. En San Francisco, se reunieron con los mismos asesores políticos que habían abogado a favor de la iglesia en el pasado. Los consejos que Wilford recibió eran claros y obvios: El gobierno no restauraría a los santos sus derechos civiles ni la habilidad de administrar sus propios asuntos mientras continuaran la práctica de la poligamia.
El 14 de septiembre de 1890, El Salt Lake Tribune, imprimió un reporte reciente de la Comisión de Utah, la cual fue nombrada por el gobierno federal. El reporte resaltaba que se habían solemnizado cuarenta nuevos matrimonios plurales y parecía ser la justificación perfecta que el Congreso necesitaba para aprobar el proyecto de ley Cullom-Struble. La Primera Presidencia regresó a Salt Lake el 21 de septiembre en medio de acusaciones nuevas y la misma disyuntiva de siempre. Si intentaban resolver el dilema de la poligamia por sí mismos, los santos se resistirían. La revelación era necesaria ya que, como lo dijo George Q. Cannon, Dios nos dio el mandamiento de vivir la ley del matrimonio plural y solamente bajo mandato de Dios la dejaremos de practicar. Wilford Woodruff poseía la misma autoridad que José Smith cuando recibió la revelación de instituir el matrimonio plural, “Se necesita la misma autoridad [en Wilford Woodruff] para que se nos diga, ‘Es suficiente. Dios ha aceptado su sacrificio’”.
La Primera Presidencia y los abogados de la iglesia se reunieron nuevamente el 22 de septiembre de 1890 y después de la reunión, Wilford convocó una reunión con los doce apóstoles para el 24 de septiembre. Pasó toda esa noche orando en preparación para la reunión. Hubo una intervención divina por medio de una visión en la que Dios le reveló lo que sucedería si no cesaba la práctica de la poligamia. Se le mostró la pérdida de todos los templos y la interrupción de las ordenanzas que en ellos se efectúan, vio la encarcelación de líderes de la iglesia y cabezas de familias, también vio que todas las propiedades de la iglesia serian confiscadas, “lo cual en si haría cesar la práctica”.
Pero Dios también le reveló una alternativa. Si los santos dejaban de practicar la poligamia, los “Profetas, Apóstoles y padres” permanecerían en sus hogares y podrían seguir instruyendo a los santos, atendiendo sus responsabilidades en la iglesia y los templos permanecerían en las manos de los santos para “llevar a cabo las ordenanzas del Evangelio por los vivos y por los muertos”. Recibió una respuesta y en su diario escribió que estaba “preparado para tomar acción”.
El apóstol Marriner W. Merrill quien presidía el templo de Logan, estaba entre los que se reunieron el 24 de septiembre y escucharon a Wilford hablar de la respuesta a su oración y de la decisión de presentar el Manifiesto. Después de la reunión, Marriner escribió en su diario que estaba de acuerdo con la decisión de Wilford. Al igual que Wilford, consideraba que el Manifiesto era “la única manera de retener nuestros templos y continuar efectuando las ordenanzas por los vivos y por los muertos, lo cual es más importante en este momento que la práctica del matrimonio plural”.
EL MANIFESTO.
Los apóstoles dedicaron muchas horas a la redacción del Manifiesto y eligieron cuidadosamente cada palabra para no decir ni más, ni menos de lo que querían expresar. No obstante Wilford estaba convencido de la inspiración que había recibido y testificó, “[Ll]egado el momento … pude ver claramente y escribí lo que el Señor quiso que escribiera”. Al día siguiente, periódicos de todo el país publicaron la versión final de Manifiesto firmado por Wilford Woodruff.
Los funcionarios del gobierno demandaban más que una simple declaración por parte del líder de la iglesia. Pedían que el Manifiesto fuese aceptado públicamente por los miembros de la iglesia en todo el mundo. Por lo tanto, diez días después de la publicación del Manifiesto, fue presentado durante la conferencia general del 6 de octubre de 1890. Lorenzo Snow, presidente del cuórum de los doce, pidió el voto de los miembros aceptando el Manifiesto como un documento de carácter legítimo y vinculante en lo que al matrimonio plural se refiere. Algunos se abstuvieron de votar, pero la mayoría sostuvo la decisión del profeta. George Q. Cannon testificó que el Manifiesto era la voluntad de Dios y que los apóstoles estaban de acuerdo con el documento. Añadió que el espíritu no había aun “confirmado que esto es lo que se debía hacer. Esperamos a que el Señor se involucrara”. Sabiendo que había santos cuya fe flaquearía tras el anuncio, les pidió hacer lo que sus líderes habían hecho, orar para recibir una confirmación personal de que era la voluntad de Dios.
Wilford concluyó la conferencia reafirmando su convicción: “Declaro a todo Israel que la decisión de publicar el Manifiesto no fúe tomada sin primero haber orado fervientemente al Señor. La hora de mi partida al mundo de los espíritus está cerca al igual que la de otros hombres de mi edad. Espero encontrarme cara a cara con mi Padre Celestial … y antes de tomar una decisión desagradable ante Dios y los cielos, prefiero dejarme matar … Estoy consciente de los sentimientos que se han engendrado por las decisiones que he tomado. Pero he cumplido con mi deber, y el país en el que vivimos debe dar cuentas por lo que ha hecho con este principio”.
Muchos santos se sintieron traicionados y confusos ya que casi exactamente un año antes del Manifiesto, el Señor había respondido las oraciones de Wilford diciéndole que no negara Su ley ni Su palabra. Los santos se preguntaban porque habían luchado durante tanto tiempo, si al final los líderes accederían a los términos del gobierno.
Los apóstoles fueron acusados de intercambio de la poligamia por el estatus del estado, lo cual iba en contra de las declaraciones hechas el 27 de noviembre de 1882 de que “no se puede cambiar el reino de Dios ni sus leyes o principios por un gobierno estatal”. Aun así, Wilford no compartía la opinión de que se había cambiado la poligamia por el estatus del estado. El Manifiesto no negaba el hecho de que el orden patriarcal del matrimonio había sido revelado por Dios, ni el hecho de que era una ley eterna. No obstante, declaraciones de que el Manifiesto se había escrito para cambiar el estatus del estado eran razonables.
Los matrimonios plurales eran más restringidos bajo el liderazgo de los presidentes Taylor y Woodruff. El anuncio público del Manifiesto fue estratégico. Las palabras cuidadosamente seleccionadas en el Manifiesto mostraban la intención de Wilford de obedecer las leyes del país, lo cual era un requisito del gobierno para considerar la petición de que Utah fuese un estado. Las autoridades gubernamentales querían que los santos obedeciesen la ley y Wilford declaró en el Manifiesto, “Declaro públicamente que mi consejo a los Santos de los Ultimos Días es que se abstengan de contraer matrimonios que vayan en contra de la ley”.
FE O TEMOR.
Aquellos que decían que Wilford escribió el Manifiesto por desesperación, estaban en lo correcto desde un punto de vista espiritual. Wilford había acudido en muchas ocasiones a Dios en oración concerniente al matrimonio plural. Sin embargo, en el otoño de 1890, las peticiones de Wilford eran distintas. Su preocupación era los templos y la obra sagrada que solamente podía efectuarse en lugares dedicados a ese propósito. La respuesta de Dios en esa ocasión también fue diferente. Le mostró a Wilford una visión que no era de una destrucción apocalíptica del gobierno de los Estados Unidos como él esperaba, sino del fin de las ordenanzas en ambos lados del velo. Wilford dijo que aunque no sabía porque el Manifiesto era la respuesta, confiaba en que Dios lo sabía.
Durante los siguientes años, Wilford sintió que era necesario defender y explicar su decisión de redactar el Manifiesto. Esto se debía en parte a que Wilford, al igual que su antecesor John Taylor, habían declarado con todas sus energías en repetidas ocasiones durante décadas que la iglesia no renunciaría a la poligamia. Le echaban en cara las mismas razones que Wilford mismo había dado en el pasado para no suspender o cesar la práctica de la poligamia y para no renunciar ni negar el principio del matrimonio plural. Enfrentó y soportó incontables acusaciones de parte de miembros de la iglesia que lo acusaban de haber perdido el espíritu, de haber traicionado a quienes permanecieron fieles durante muchos años y hasta de haber apostatado.
La contestación de Wilford a las acusaciones provenía de la misma revelación que recibió el 24 de Noviembre de 1889, previo a la oposición de los apóstoles a la suspensión la poligamia. En aquella ocasión, el Señor había prometido, “Si los santos escuchan mi voz y el consejo de mis siervos, los malvados no prevalecerán … Yo el Señor libraré a mis santos de la opresión de los malvados en mi propio tiempo y en mi propia manera”. No dependía de los disidentes dentro de la iglesia, ni de la persecución afuera de la misma, ni de la mayoría monógama que eran miembros de la iglesia, ni de John Taylor, ni de Wilford Woodruff. “Nosotros no lo revelamos”, dijo Wilford, “no podemos demandar ni removerla”. Solamente Dios puede dar órdenes. Wilford testificó que el estilo del Señor era muy distinto al de él, que 1890 era el tiempo del Señor y que el Manifiesto era la manera en la que Dios libraría a los santos de sus enemigos los cuales pretendían destruir no solamente la poligamia sino el reino de Dios. Si tuviera que elegir entre complacer a Dios o al hombre, dijo que elegiría hacer lo que Dios le mandara.
Incluso Charles S. Varian, el abogado que representaba al gobierno de los Estados Unidos, entendió que el cambio en las prácticas de la iglesia según el Manifiesto, no implicaba que los miembros de la iglesia iban a obedecer las leyes del hombre en vez de las leyes de Dios. Reconoció que la decisión de los santos se basaba en la creencia de que Wilford Woodruff era el profeta de Dios y que las palabras de Wilford eran la voluntad de Dios. Además, “a pesar de que la práctica de la poligamia había cesado, el principio era de naturaleza eterna”.
Según el testimonio de la corte el 28 de octubre de 1891, Varian dijo: “No obedecen las leyes del país en lo absoluto . . . solamente el consejo de los líderes de la iglesia. Las leyes del país con su poder incalculable y con sus incesantes presiones que podían imponer por medio de la fuerza sobre esta gente para hacerlos volver al polvo, no pudieron hacer lo que este hombre hizo en una hora durante la asamblea de su gente. Estaban dispuestos a ir a la cárcel; y no dudo que muchos estaban dispuestos a morir e ir a la tumba de un mártir antes de acceder un solo ápice”.
Cada vez que Wilford hablaba del proceso por el que paso hasta tomar tan importante decisión para la historia de la iglesia, su explicación no variaba: Dios lo dirigió a suspender la práctica del matrimonio plural para salvar los templos y el sacerdocio y así continuar con la obra de salvación de los vivos y de los muertos. También declaró con autoridad diciendo, “Hubiese dejado que los templos se perdieran, hubiera ido a la cárcel con los apóstoles y los cabezas de familia, hubiera permitido que tomaran las propiedades de la iglesia y dejado que me maten si no hubiera hecho lo que Dios me mandó”. Wilford entendía que la salvación de los vivos estaba intrínsecamente entrelazada con la salvación de los muertos y ambas dependían de los templos y del sacerdocio.
Wilford creía en que Dios había mandado a José Smith iniciar la práctica de la poligamia y que a él se le había mandado suspenderla. Como lo explicó Dios por medio del profeta Jacob 2,300 años antes, “Pues entre vosotros ningún hombre tendrá sino una esposa” a menos que Dios mande a su pueblo a ”levantar posteridad” para Él. El principio no se cambió en el Manifiesto. El Manifiesto no revocó la ley del matrimonio plural ni negó su origen. De hecho, durante las deliberaciones en cuanto a la publicación del Manifiesto, los apóstoles llegaron al acuerdo de solamente suspender la práctica de la poligamia. Wilford también suponía que la adversidad duraría poco tiempo hasta la venida de Jesucristo, tras la cual no estarían sujetos a las leyes del hombre, sino a las de Dios.
Ni Jesucristo vino tan pronto como suponía, ni tampoco la estadidad.
De modo que Wilford se vio obligado a modificar sus planes y a buscar soluciones a largo plazo para los problemas
que la iglesia enfrentaba. No para su propio beneficio, porque sabía que su partida al mundo de los espíritus estaba cerca. Sus expectativas milenarias se tornaron más sencillas y les dijo a los santos que simple y sencillamente hicieran lo que fuese requerido. Para Wilford, el espíritu haría que todos pudiesen comprender su papel en esta vida. Les dijo, “Su responsabilidad por como desempeñan sus llamamientos ante Dios es mayor; no está jugando con nosotros ni con esta generación”.
CONVENIOS SAGRADOS.
Muchas personas tanto dentro como fuera de la iglesia suponían que después del Manifiesto habría más matrimonios plurales y que los esposos y padres mantendrían relaciones con sus diferentes familias. Tuvieron que pasar décadas y toda una generación para cambiar la dinámica, economía y las circunstancias. El hecho de que habían hecho convenios eternos unos con otros, era un consuelo y una complicación a la misma vez. Wilford había expresado sus sentimientos muchos años antes cuando dijo, “La naturaleza de nuestro convenio matrimonial es sagrado y nos une por el tiempo y por la eternidad, y el pensar en dañar la relación que tengo con mis esposas y mis hijos sería como pensar en negar a mi Dios”. Pero dada su edad y dado el momento en que tanto él como sus familias se encontraban, Wilford no enfrentaba la mismas incógnitas que otros hombres tenían, como el decidir cuál sería su esposa “legitima”, el proveerles un lugar en donde vivir y proveer sostén económico.
El 1 de noviembre de 1891, al dirigirse a los miembros de la estaca Cache, en el valle de Logan, Wilford percibió que aún había muchos miembros de la iglesia “en toda Sion, quienes son intensamente probados en sus corazones por causa del Manifiesto”. Sus comentarios tuvieron como enfoque el templo y el propósito por el cual se emitió el Manifiesto. Les dijo que ”no necesitaría” a ninguno de los obreros del templo de Logan si las ordenanzas hubiesen cesado. También les explicó las circunstancias y opciones que tenían a su disposición y les testificó que hizo lo que Dios le mostró por medio de manifestaciones, dejando a los “Profetas, apóstoles y padres libres y los templos en las manos del pueblo para que los muertos puedan ser redimidos”.
Fueron necesarios muchos consejos disciplinarios y cortes para solucionar los problemas que se suscitaron por causa del Manifiesto y a la misma vez, la persecución federal continuaba. La legislación anti-poligamia final concluyó en la creación del Acta de Inmigración de 1891, la cual negaba la admisión a polígamos a los Estados Unidos de Norteamérica. El presidente Benjamin Harrison —quien se reunió con Wilford, fue a Utah en 1891 y en 1892 pidió a los líderes de la iglesia que oraran por su esposa quien estaba delicada de salud— autorizó una amnistía limitada en enero de 1893 a todos los que cesaron la práctica del matrimonio plural tras la publicación del Manifiesto. Pero para Wilford era de “muy poco beneficio”.
EL TEMPLO DE NUESTRO DIOS.
El entendimiento que Wilford tenía en cuanto a la importancia de las ordenanzas del templo, aumentaba su deseo por terminar el templo de Salt Lake y dedicarlo el 6 de abril de 1893. Lo había soñado, ayudó en su construcción y vio el progreso de la construcción del templo de Salt Lake durante más de cuarenta y seis años. Wilford deseaba vivir lo suficiente para ver el templo de Salt Lake terminado, al igual que Brigham con el templo de Saint George. A pesar de la crisis económica por la que atravesaba la iglesia, pidió a los santos apoyar en la construcción del templo dando de su tiempo y les pidió que renovaran su compromiso con la construcción del templo.
Wilford colocó la piedra de culminación en presencia de 50,000 personas el 6 de abril de 1892. En su discurso dijo, ”Deseamos completar el templo lo más pronto posible para dedicarlo a Dios y poder usarlo para la obra de redención de los muertos”. Tras las palabras de Wilford, Lorenzo Snow inició la exclamación de Hosanna, “la escena más impresionante del día”, más de 40,000 pañuelos blancos se movían a la vez868. Después de Lorenzo Snow, Francis M. Lyman reiteró el deseo expresado por Wilford de vivir para ver la dedicación del templo. Pidió que los santos se comprometiesen tanto individual como colectivamente a proveer el dinero necesario y la mano de obra para que la dedicación ocurriera el 6 de abril de 1893, exactamente cuarenta años después de la colocación de las piedras angulares. El desafío fue aceptado “levantando las manos y exclamando al unísono”.
Gracias a dicho compromiso, Wilford dedicó el templo de Salt Lake un año después. En su oración dedicatoria le dio gracias a Dios “con todo el fervor y con gratitud desbordante” por haber revelado los poderes por los cuales los corazones de los hijos se tornan a sus padres y los corazones de los padres hacia los hijos. Le pidió a Dios que confirmara en los santos el espíritu de Elias para que “los hijos de los hombres de todas las generaciones puedan participar de las glorias y gozos del reino de los cielos”. Continuó, “Te alabamos porque nuestros padres desde el primero hasta el último, desde el presente hasta el principio de los tiempos, pueden unirse a nosotros con un lazo indisociable por el poder del santo sacerdocio y porque unidos por Tu poder como una gran familia, podremos estar frente a Ti y ser libres de todo mal mediante el poder de la sangre expiatoria de Tu hijo y ser salvos, santificados y exaltados”. También le pidió a Dios, “permite que mensajeros santos nos visiten dentro de estas paredes sagradas y que nos manifiesten la obra que ha de llevarse a cabo a favor de nuestros muertos”.
Al día siguiente, Wilford dijo que estuvieron presentes “huestes celestiales” durante el servicio dedicatorio y que si los ojos de la congregación hubiesen sido abiertos, hubiesen visto a José y Hyrum Smith, a Brigham Young, John Taylor y a “todos los hombres justos que han vivido en esta dispensación, también a Isaías, Jeremías y todos los santos profetas y apóstoles quienes profetizaron en cuanto a la obra de los últimos días”. Después añadió, “Se regocijaban junto con nosotros en este edificio el cual ha sido aceptado por el Señor, y [cuando] la exclamación [de Hosanna] resonó en el trono del todopoderoso”, unieron sus voces a la de los santos.
Mientras celebraban la conclusión de su lucha de cuarenta años por construir el templo de Salt Lake, Wilford testificó que Dios había superado los designios de satanás de destruir la obra y de mermar los esfuerzos de los santos durante la construcción del templo. En la cuarta sesión dedicatoria, Wilford habló de la visión que precipitó la elaboración del Manifiesto en 1890. Les dijo, “Si, vi en una visión a este templo en manos de gente perversa. Vi nuestra ciudad bajo control de personas perversas. Vi todos los templos de estos valles en manos de gente perversa. Vi destrucción entre los de este pueblo. Y vive Dios que sin el Manifiesto, todo esto habría ocurrido. Por lo tanto, el Hijo de Dios dispuso que el documento se presentara ante la iglesia y ante el mundo para Sus propósitos”.
También testificó que el propósito que Dios tenía en mente era la salvación de Sus hijos en ambos lados del velo: “El Señor decretó el establecimiento de Sion. Decretó la construcción del templo. Decretó que la salvación de los vivos y de los muertos se daría en los valles de estas montañas”.
RECONCILIACIÓN Y RECONOCIMIENTO.
En un resumen del año 1893, Wilford analizó los cambios significantes que ocurrieron concerniente a la relación de la iglesia con el gobierno y con el país: “Una ley para la admisión de Utah a la Unión como estado, fue aprobada por la casa de representantes con solamente cinco votos en contra. El coro Mormón obtuvo el segundo premio de la feria mundial de Chicago”. La Primera Presidencia de la iglesia, Wilford Woodruff, George Q. Cannon y Joseph F. Smith, fueron ”recibidos con brazos abiertos en la feria mundial de Chicago por líderes de todo el mundo”. “Incluso el alcalde y los ciudadanos del condado Jackson se tomaron el tiempo para darnos la bienvenida. Y todos nuestros oponentes han bajado sus armas de guerra y solicitado un gobierno estatal”. Concluyó con el resumen anual diciendo lo siguiente: “Nuestro templo se ha dedicado”.
El 17 de julio de 1894, el presidente Cleveland firmó el Utah Enabling Act, el cual permitía que Utah fuese admitido a la Unión como un estado. Los escritos de Wilford en sus diarios reflejan su alivio, “Ha sido una lucha durante años en la que parecía que toda la tierra y el infierno se combinaban en contra de que los Santos de los Ultimos Días tuviesen un gobierno estatal. Ahora debemos darle la gloria a Dios por nuestra admisión a la Unión”. La Convención Constitucional se llevó a cabo en la primavera de 1895 y la nueva constitución se ratificó el 5 de noviembre.
Dos meses después, el 4 de enero de 1896, mientras Wilford trabajaba en su casa, lo visitó el gobernador Wells junto con un grupo de personas para felicitarlo por la admisión de Utah a la Unión. Se escuchaba “un gran ruido” en la ciudad que no cesaba, se oían disparos y campanas y supuso que las noticias de la proclamación del presidente Cleveland habían llegado a la ciudad por telégrafo. Esa noche escribió, “Desee agradecer a Dios el haber vivido para ver la admisión de Utah a la familia de estados. Un acontecimiento por el que se había trabajado durante toda una generación”. El 6 de enero de 1896 fue ”celebrado como ningún otro día en Utah”. Los santos decoraron sus casas y Wilford y la Primera Presidencia desfilaron “desfilaron al frente de la procesión”.
ARMONIZACIÓN DE CEREMONIAS.
La relevancia del templo de Salt Lake y su simbolismo eran reconocidos a través del mundo como un testamento del compromiso y dedicación de los santos. Sin embargo, para ese entonces, el papel del templo en el desarrollo de doctrina y prácticas ya no era prominente. Los procedimientos que se usaban en el templo de Saint George y el patrón que se implemento en el mismo en 1877, se emplearon en templos subsiguientes.
Después de la dedicación del templo de Salt Lake, Wilford les pidió a los cuatro presidentes de templo que armonizaran ”los diferentes modos de efectuar ceremonias”. El apóstol Lorenzo Snow había sido llamado a servir como presidente del templo de Salt Lake y el apóstol Marriner W. Merrill presidia el templo de Logan. Los consejeros que habían servido con Wilford anteriormente en el templo de Saint George presidian los templos de Saint George y Manti respectivamente. El 17 de octubre de 1893, la Primera Presidencia se reunió con todos los presidentes para analizar los cambios que debían ocurrir para que las ceremonias se efectuaran de manera uniforme.
En los dieciséis años que transcurrieron después de que se registraran todas las ceremonias del templo en Saint George en 1877, la presentación de las ordenanzas en los diferentes templos divergía muy poco. Por ejemplo, en uno de los templos se usaba la palabra “dedo señalador” y en otro templo se usaba la palabra “dedo índice”, también se insertaban las palabras “en representación de” después de la tirase “este hombre”. El siguiente año, la Primera Presidencia emitió una carta en la se explicaban los cambios en las palabras que usaban y en la presentación de las ceremonias. Wilford atendió a la primera ceremonia de investidura en el templo de Salt Lake el 18 de abril de 1894. Las prácticas y ceremonias seguían las indicaciones de los registros que él había ayudado a crear bajo la dirección de Brigham Young diecisiete años antes.
VESTIMENTA DEL TEMPLO.
La dedicación del templo de Salt Lake trajo consigo la oportunidad de armonizar la hechura de la ropa del templo y de asegurar que los símbolos estuviesen correctos. El vestir ropa blanca al oficiar o participar en las ordenanzas del templo es ahora un requisito en los templos modernos. De la misma manera, la naturaleza simbólica de la ropa interior blanca conocida oficialmente como “el garment del santo sacerdocio” o el garment del templo, es aceptado como parte de la adoración en el templo. No obstante, estos aspectos importantes de la adoración en el templo se revisaban periódicamente.
José Smith introdujo el garment y la ropa ceremonial del templo a aquellos que participaron en la primera ceremonia de investidura en mayo de 1842. El garment se usaba como prenda interior. También se usaba ropa común junto con la ropa ceremonial al participar de las ordenanzas en las diferentes partes del templo de Nauvoo. Sin embargo, al acercarse el año 1845, el año en el que se dedicó el templo de Nauvoo, Brigham Young observó que no había “dos delantales lejanamente similares, ni dos garments cortados o marcados correctamente”. Con el fin de restaurar el orden con respecto a la vestimenta, Brigham Young pidió que toda ropa que los santos quisieran coser y usar como ropa de templo, fuese traída al templo. Quería que los garments fuesen confeccionados correctamente bajo la supervisión de quienes sabían hacerlo.
El 16 de diciembre de 1846 Brigham notó lo ocupadas que estaban Elizabeth Whitney y Vilate Kimball enseñando a otras hermanas a cortar y a hacer los mantos y los garments. Una semana después, Wilford anunció que con el fin de darse abasto con la demanda de garments, no era necesario que esperaran a que hubiese lino o algodón blanqueado para hacer sus garments. Les dijo que “se pueden usar otras telas para los garments. Las hermanas pueden cortar los suyos con los cortes de sus maridos”.
En 1893, casi cincuenta años después de la instrucción de Brigham Young en el templo de Nauvoo, los santos todavía cosían sus propios garments y sus ropas para el templo. A pesar de que al principio los garments se hacían con muselina de algodón, hubo una variedad de colores y materiales como el lino, el algodón y la lana. En diciembre de 1893, la Primera Presidencia y los doce apóstoles dieron instrucción de que los garments debían ser blancos. “No deben usarse garments de color”.
El garment del templo representa los convenios concertados durante la ceremonia de la investidura. Las marcas en el garment —símbolos de los principios del Evangelio de discipulado, verdad, dirección y obediencia— se cortaban junto con la capa de ropa externa durante la primera parte de la ceremonia de la investidura. Después de volver a casa, ya investidos, volvían a coser las marcas en sus garments y en su ropa. En 1894, Wilford y sus consejeros dieron instrucciones de que no era necesario cortar y marcar la ropa externa, dijeron que era suficiente con marcar los garments solamente. Más adelante la iglesia comenzó a producir garments con las marcas incluidas.
Lo que había sido costumbre en el pasado con respecto a la vestimenta durante las ceremonias, se convirtió en un requisito bajo la presidencia de Wilford Woodruff. En 1877, siendo Wilford el presidente del templo de Saint George y Lucy Bigelow Young quien encabezaba a las obreras del templo, fueron los primeros en vestir ropa blanca para oficiar en el templo. En la década de 1890, se requería que todos los que oficiaban en los templos y los que atendían al templo para participar en las ordenanzas vistieran ropa blanca.
PROBADOS Y COMPROBADOS.
En la década de 1890 el crecimiento de la iglesia precipitó otro cambio en la preparación para asistir al templo. Elasta el año 1891, toda persona debía recibir aprobación del presidente de la iglesia para asistir al templo a pesar de haber sido recomendados por obispos y presidentes de estaca para participar de las ordenanzas. Después de ser sostenido como presidente de la iglesia, Wilford firmó 3,944 recomendaciones en 1889, 3,992 en 1890 y 3,898 en 1891. Había ocasiones en las firmaba más de ochenta por día lo cual no era practico y se tornó en una tarea onerosa. Más importante aún, a medida que la cantidad de miembros incrementaba, Wilford consideraba inapropiado el tener que verificar la dignidad de individuos a quienes no conocía y delego la responsabilidad a los obispos y presidentes de misión y estaca.
La única ordenanza que continuó requiriendo la firma de Wilford como el presidente de la iglesia, eran las segundas unciones. Las recomendaciones para segundas unciones eran limitadas y basadas en la edad y la experiencia. En respuesta a una petición de administrar una segunda unción vicaria en 1888, Wilford explicó que sentía que no era apropiado administrar la ordenanza a hombres jóvenes, vivos o muertos. Explicó su carta que “En los días del profeta José Smith y de Brigham Young, esta ordenanza no era procurada y no se hubiese administrado a quien la buscara. Se administraba a personas de mayor edad . . . quienes habían sido probados y comprobados”. Se les recordó a los santos que esta ordenanza no se solicitaba para uno mismo o para un pariente fallecido. Wilford explicó que debían recibir una recomendación de su obispo, presidente de estaca o del presidente de un templo.
Igualmente, la idea de que los conversos debían madurar en el Evangelio y tener la oportunidad de “veranear e invernar” en la iglesia antes de recibir la investidura en el templo se hizo parte de las prácticas de la iglesia a principios de la década de 1880. Dicha práctica se ha formalizado y actualmente, dentro de la iglesia se requiere que las personas se preparen durante un año después de su bautismo para poder recibir su investidura.
SENTANDO LAS BASES.
La dedicación del templo de Salt Lake destaca como el máximo logro en la vida de Wilford. Al final, con el poder del sacerdocio para oficiar en las ordenanzas, con cuatro templos construidos en los cuales las ordenanzas se podían administrar y con generaciones de santos sirviendo en los templos, Wilford creía que la obra avanzaría rápidamente. Sin embargo, había cosas que le preocupaban. Por lo tanto, Wilford efectuó cambios significativos a las ordenanzas y prácticas, los cuales consideraba necesarios para cumplir con “las promesas hechas a los padres” de acuerdo con la misión de Elias. El cambio más importante fue el remplazar las adopciones del sacerdocio con los sellamientos generacionales. La revelación que recibió en 1894, transformó la obra del templo y la definió para las generaciones futuras.
























