Desarrollo de la Doctrina del Templo

Capítulo 3
Kirtland y el poder de Elías.


El mandamiento inequívoco del bautismo para poder entrar en el reino de Dios, ha sido tema de debate entre teólogos durante cientos de años y para muchos, dicho requisito presenta un dilema por la razón de que hay millones de hijos de Dios, quienes han muerto sin haber tenido la oportunidad de aprender, aceptar y cumplir con el mandato universal del bautismo.

Al estar Wilford buscando una iglesia que fuese consistente con las enseñanzas de las escrituras del Nuevo Testamento, se encontró con dos opciones. Una constaba de religiones que ignoraban la doctrina del bautismo y enseñaban que era posible entrar en el reino de Dios sin ser bautizado. La segunda opción incluía religiones que demeritaban la misericordia de Dios y declaraban que sin el bautismo, incluso la gente inocente, está sujeta a la condenación eterna.

En 1857 Wilford declaró que ninguna de las dos opciones le parecía aceptable, ya que no le era concebible que los que vivieron una vida de libertinaje y los que simplemente no habían sido religiosos, fuesen consignados al mismo infierno. Confiado en que los que fallecieron sin haber escuchado y aceptado el mensaje del Evangelio, no serían castigados por un padre misericordioso, Wilford enseñó el siguiente principio: “Millones han nacido en la carne, y han vivido y fallecido sin poder ver a un… hombre llamado por Dios, investido con la autoridad para administrar ordenanzas en la casa del Señor. ¿Los castigará el Señor por el hecho de no haber recibido el Evangelio? De ninguna manera”.

La cuestión del bautismo, no presentaba ningún dilema ya que en 1823 el Señor envió a Moroni para que instruyera a José Smith, en cuanto a la redención de los niños inocentes. Moroni enseñó “como se administrarían los asuntos de su reino. Qué cosas hacer, cuándo hacerlo y las formas específicas de llevarlo a cabo”. En su primera visita, Moroni instruyó a José Smith en cuanto a Elías y el poder sellador: “He aquí, yo os envío a Elías el profeta. … El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”.

El significado y la aplicación de la escritura en Malaquías, así como la respuesta al dilema del bautismo, se aclararon en 1840 cuando el Señor reveló el bautismo por los muertos. A través de la ordenanza vicaria, se les daría la oportunidad a los que no habían recibido el Evangelio en la vida mortal, de aceptar el Evangelio y cumplir con la ordenanza salvadora del bautismo.

Es evidente la importancia de la misión de Elías, ya que fue la primera de muchas instrucciones divinas que recibió el profeta José, después de tener la visión en la cual habló con Dios y Jesucristo en 1820. No obstante, José Smith no obtuvo un entendimiento inmediato de la misión de Elías y el papel fundamental que dicha misión tendría en el Evangelio restaurado. La doctrina del sellamiento generacional, se recibió después de la visita de Moroni a José Smith en 1823 y su desarrollo tardó un lapso de aproximadamente veintiún años. Primero se restauró la autoridad del sacerdocio y posteriormente las llaves del sacerdocio fueron restauradas. Después de la restauración del sacerdocio, siguieron más revelaciones pertinentes a cada una de las ordenanzas preliminares, lo cual dio lugar a que se pudieran revelar las ordenanzas del sellamiento y el cómo administrarlas. El conocimiento del papel del hombre en el plan de salvación se recibió en el año 1894, cincuenta años después de la muerte de José Smith. Wilford Woodruff recibió la revelación en cuanto al sellamiento generacional de familias.

REDENCIÓN DEL GÉNERO HUMANO.

Wilford se unió a la iglesia un año después de que Dios le había revelado a José Smith, que la vida de todos los seres humanos continuaba después de la muerte y que el Evangelio se predicaba a espíritus en la “prisión espiritual” y también a aquellos que habían muerto “sin conocer la ley”. Para Wilford, dicha doctrina fue una respuesta a sus oraciones ya que abordaba el tema que le había preocupado durante mucho tiempo, la salvación de personas como su madre, quienes habían partido de esta tierra, sin tener la oportunidad de aceptar el Evangelio. Revelaciones posteriores —relativas a la obra vicaria por los muertos, la investidura y el sellamiento de familias tanto en la tierra como el cielo— harían posible la salvación y exaltación de todo el género humano.

En enero de 1836, José Smith vio el reino celestial en una visión, también vio a Adán, Abraham, sus padres y a su hermano Alvin entre otros. La presencia de Alvin sorprendió a José ya que Alvin había fallecido sin haberse bautizado. El Señor le explicó que, ‘“Todos los que han muerto sin el conocimiento de este Evangelio, quienes lo habrían recibido si se les hubiese permitido permanecer, serán herederos del reino celestial de Dios; también todos aquellos que de aquí en adelante mueran sin un conocimiento de él, quienes lo habrían recibido de todo corazón, serán herederos de este reino; pues yo, el Señor, juzgaré a todos los hombres según sus obras, según el deseo de sus corazones’”.

La luz y conocimiento que José compartió con los santos, era de relevancia personal y eterna, dejaba en claro que los hijos de Dios tendrían la oportunidad de elegir su lugar en las eternidades sin ser pre-destinados o limitados. En aquel entonces, estas creencias eran consideradas radicales a pesar de que derivan de las escrituras mismas.

Wilford reconoció que tales verdades eran consistentes con lo que se encontraba en la Biblia y con sus creencias personales. Destacó Wilford que la visión del reino celestial que tuvo José Smith “expandió mi entendimiento y sacudió las cadenas que me sujetaban. Era distinto a las nociones enseñadas por otras sectas —era algo que barrió con la idea de que sólo existe un cielo y un infierno y que los que no van a uno, obligatoriamente van al otro. También que todos los que van al cielo, reciben la misma gloria y los que van al infierno, están condenados a la misma miseria”. Wilford declaró, “Tan pronto aprendí en cuanto a la visión de José, vi más luz, más consistencia y reconocí la justicia y misericordia de Dios, tal como lo había sentido durante toda mi vida”. También dijo que ésta revelación, junto con otras concernientes a los grados de gloria, le brindaron más gozo y consuelo que cualquier otra.

La doctrina del bautismo por los muertos se recibió cuatro años después en el año 1840 y fue entonces que el profeta José Smith comprendió que su hermano Alvin y otros que habían fallecido sin haber recibido la ordenanza del bautismo, podrían entrar en el reino de Dios. De la misma manera, las tantas escrituras que Wilford había leído y releído a lo largo de su vida, finalmente cobraban vida, los santos recibirían un mejor entendimiento de su función en la obra de salvación, de aquellos espíritus que estaban en la prisión espiritual y que la expiación de Jesucristo estaba a disposición de todos.

El papel de los vivos en la salvación de los muertos iba a definir y refinar a la incipiente Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; sería el distintivo entre la iglesia de Jesucristo y otras religiones, tanto en esa época como en épocas futuras. La redención de los muertos también sería el catalizador que causaría cambios importantes en las prácticas de la iglesia e influenciaría a Wilford a hacer declaraciones controversiales, siendo presidente de la iglesia, incluyendo el cese de la poligamia.

ORDENANZAS DEL SACERDOCIO EN KIRTLAND.

Las primeras ordenanzas del templo fueron administradas en 1836. Las ordenanzas del lavamiento y la unción se introdujeron después de que el profeta pasara varios meses recibiendo instrucción en la escuela de los profetas. Dichas ordenanzas, seguían el mismo patrón que se describe en el Antiguo Testamento y eran efectuadas en preparación para que los sacerdotes como Aarón, iniciaran sus labores en el Tabernáculo. José Smith enseñó a los hombres en Kirtland que la participación en las ordenanzas del templo, los prepararía no solamente para predicar el Evangelio, sino para poder también ministrar las ordenanzas del mismo.

El 21 de enero de 1836, un grupo de hombres se congregó en las oficinas de una imprenta y posteriormente fueron al templo de Kirüand para que sus cuerpos fuesen lavados con agua pura “en el nombre del Señor”. A la ceremonia del lavamiento le seguía, una semana después, la ordenanza de la unción. El Padre de José Smith y miembros de la Primera Presidencia y otros, se ungieron y bendijeron utilizando el aceite que habían consagrado para esa ocasión.

El 6 de febrero, José congregó a todos los ungidos para que “todas sus bendiciones fuesen selladas”. Poco después, durante la dedicación del templo de Kirtland en marzo y abril, el “poder de la investidura” se manifestó por medio de dones del espíritu, como el hablar en lenguas, ver visiones y el don de profecía. De acuerdo con la promesa, todos los que se congregaron, fueron instruidos por el espíritu “para lograr un entendimiento perfecto… en teoría, principio, doctrinas y en todas las cosas concernientes al reino de Dios”.

Previamente, en junio de 1834 en el campamento de Sion, el Señor reveló que la investidura de lo alto, haría posible que los Élderes de la iglesia, entendieran cabalmente sus deberes y aquellas cosas que serían requeridas de ellos. Wilford llevaba ya dos años esperando recibir la “gran bendición” que Dios le había prometido una vez que el templo hiera construido. Sin embargo, una vez que el templo de Kirdand fue dedicado el 27 de marzo de 1836, Wilford no estuvo presente ya que José Smith le había pedido que permaneciera en Kentucky para presidir la obra misional ahí y para que los apóstoles pudiesen regresar a Kirtland y participar en la ordenanza de la investidura. José le prometió a Wilford que no se privaría de bendición alguna por estar ausente en esta ocasión tan especial.

Al percatarse Wilford de lo sucedido en Kirtland y en cuanto a la investidura, dijo que lo ocurrido era “de lo más glorioso”. Abraham O. Smoot fue quien le trajo las noticias de la reunión de los santos en el templo, de la cual Wilford escribió, “Los cielos se abrieron ante ellos. Ángeles y Jesucristo fueron vistos… bendiciones verdaderamente grandiosas”.

LLAVES DEL SACERDOCIO.

El 3 de abril de 1836, una semana antes de la dedicación del templo de Kirtland, ocurrieron dos eventos cruciales, que formarían parte de la historia de la iglesia. El primero, fue la aparición de Jesucristo en el templo para aceptar la ofrenda de los santos. La máxima bendición de contemplar el rostro de Dios en la mortalidad. El segundo evento fue el otorgamiento de las llaves del sacerdocio por tres profetas de dispensaciones anteriores —el conocimiento, poder y autoridad para presidir y dirigir en el nombre de Dios. Moisés, Elías y Elías el profeta confirieron a José Smith y a Oliverio Cowdery las llaves del recogimiento de Israel y del Convenio Abrahámico y el poder para sellar en la tierra y en el cielo.

En ese momento, se daba el cumplimiento de la promesa de Dios a Malaquías más dos mil años atrás y a José Smith en 1823, con la declaración de Elías el profeta: “He aquí, ha llegado plenamente el tiempo del cual se habló por boca de Malaquías…  Por tanto, se entregan en vuestras manos las llaves de esta dispensación”. En Mateo 16:19, Jesucristo describió el poder sellador que Elías confirió, definiéndolo como “Las llaves del reino de los cielos”. Dicho poder, era un elemento esencial para que las ordenanzas del sacerdocio fuesen efectivas tanto en la tierra como en el cielo por las eternidades. Tales llaves harían posible el sellamiento de hijos a sus padres terrenales y de toda la humanidad a nuestro Padre Celestial; estas eran cosas que los santos aun no comprendían.

Las tres llaves que se entregaron en abril de 1836 —las llaves del recogimiento de Israel, las llaves de las bendiciones del convenio Abrahámico y el poder para sellar en la tierra y en el cielo— fueron las bases para llevar a cabo la obra en el templo. En la misión de la iglesia de predicar el Evangelio, perfeccionar a los santos y redimir a los muertos, se dejan ver esas mismas cosas. El recogimiento literal de Israel, se lograría a través de la predicación del Evangelio a todas las naciones. El perfeccionamiento de los santos prepararía a nuevos conversos, para hacer convenios que los calificarían para las bendiciones de Abraham. El sellamiento de bendiciones en el templo —para los vivos y en forma vicaria para los muertos— estaría disponible para todos aquellos que estuvieran dispuestos a recibir las ordenanzas.

Cuando el Señor apareció a José Smith y a Oliverio Cowdery en el templo de Kirtland, aludió en cuanto al uso futuro de las llaves del sacerdocio diciendo que, “Si, el corazón de millares y decenas de millares se regocijará en gran manera como consecuencia de las bendiciones que han de ser derramadas… en esta casa”. Está claro que, las llaves conferidas en Kirtland no solamente hicieron la administración de las ordenanzas del lavamiento y la unción posible, sino que bendijeron a miles de personas en Nauvoo —gracias a que se habían administrado todas las ordenanzas para vivos y en forma vicaria para los muertos— y llegarían a bendecir a millones una vez que las ordenanzas para vivos y muertos se administraran en templos futuros.

LA CASA DEL SEÑOR.

Cinco meses después de todos estos increíbles eventos, Wilford regresó a Kirtland llevando consigo a un grupo de veintidós nuevos conversos, para juntarse con los santos que estaban en Ohio. Después de predicar el Evangelio en los estados del sur durante su viaje de casi 16,000 kilómetros, fue relevado de sus labores misionales y se dirigió a Kirtland para recibir su investidura. Su pequeño grupo llego a pie durante la tormenta de nieve del 25 de noviembre de 1836.

El gozo que sintió al ver el templo fue tal que antes de llegar a su pueblo, escribió lo siguiente en su diario, “He pasado uno de los días más felices de mi vida en esta visita a Kirtland y a la casa del Señor… Debo confesar que el paisaje es realmente indescriptible”. Al entrar a la sala de asambleas del piso inferior, se sintió abrumado con asombro; sintió que caminaba sobre tierra santa. Escribió también que los pulpitos y el diseño del templo reflejaban la grandeza, solemnidad, orden y sabiduría de Dios; lo cual comprobaba que había sido edificado por revelación bajo la inspiración de Dios.

El nivel principal del templo de Kirtland se utilizaba para realizar diferentes servicios religiosos y el segundo nivel, se utilizaba para la escuela de los profetas. En el tercer nivel, había un cuarto que José Smith utilizaba como oficina y también había otros cuartos que se usaban de día como la “secundaria de Kirtland” y para reuniones de cuórums de la iglesia por la noche. El mismo patrón de diseño de este templo se utilizaría en templos subsiguientes. Además de proporcionar un espacio dedicado a la administración de ordenanzas, los templos servían como lugares de reunión para los santos en el siglo diecinueve.

La estancia de Wilford en Kirtland sería corta, no obstante, ocurrieron tres eventos significativos mientras estuvo allí. El 3 de enero de 1837, fue llamado como miembro del primer Cuórum de los Setenta. Wilford se reunía con su cuórum cada semana en la escuela de los profetas y aprovechó la oportunidad de aprender latín y griego en la escuela Kirtland. También, conoció a su futura esposa, Phebe Whittemore Cárter, en enero de 1837. Esa primavera, tuvo el anhelado privilegio de participar de las ordenanzas del lavamiento y unción en la Casa del Señor.

INVESTIDO CON PODER.

El 3 de abril, Wilford ayudó a conseguir perfumes y aceites que se utilizarían en las ceremonias del templo. Al día siguiente, en la reunión de la escuela de los profetas, estuvo con los que recibieron una “investidura con poder”. En Kirtland, este tipo de investidura, era una experiencia espiritual, no era como la ceremonia y narración usadas en los templos actuales. Los presentes compartían dones del espíritu: Hablaban en lenguas e interpretaban las lenguas. Wilford escribió que algunos fueron ministrados por ángeles durante estas reuniones y que los santos reflejaban la imagen de Dios en sus rostros.

La primera semana de abril de 1837, Wilford se congregó con otros hombres en el templo para recibir instrucción y prepararse para las ordenanzas del lavamiento y la unción. Siguiendo las indicaciones de José dadas el año anterior, se congregaron el 3 y 4 de abril y siguieron el patrón mostrado en el Antiguo Testamento lavando sus cuerpos con agua y usando perfumes, en preparación para la ceremonia de unciones y bendiciones.

Al escribir en cuanto a su experiencia, Wilford utilizó las palabras del himno “El Espíritu de Dios”, el cual se entonó en la dedicación del templo. El compositor, W. W. Phelps, incluyó referencias de una parábola en el Nuevo Testamento, para resaltar, que aquellos que reciben el sacerdocio, son llamados a ser obreros en la viña: “Lavaremos y seremos lavados, con aceites seremos ungidos hasta los pies: Pues quien recibe lo que le fue prometido, limpio será en la siega del trigo”.

Wilford recibió y administró lavamientos esa misma tarde del 4 de abril por la noche y todos se reunieron en el templo para recibir unciones de nuevo. Zebedeo Coltrin ungió a Wilford y lo consagró a Dios, lo bendijo y selló las bendiciones de la unción.

Dos días después, el 6 de abril, Wilford asistió a la segunda Asamblea Solemne anual, que se efectuaba en el templo de Kirtland. Wilford explicó que el propósito era que “todos los miembros de la iglesia que pudieran, se reunieran en la casa del SEÑOR anualmente, con el fin de participar de las ordenanzas del templo y recibir visiones y muchas cosas grandiosas del cielo”. El propósito de las ceremonias de lavamiento, la purificación y la unción, era de preparar físicamente a los santos para recibir el espíritu y a través de intensas experiencias espirituales era que el espíritu se manifestaba. Todo con el propósito de santificarse y prepararse para conocer a Dios, ése era el deseo de José, que todos los santos llegaran a conocer a Dios en la mortalidad.

Al igual que en años anteriores, la presidencia de la iglesia, los apóstoles y otros cuórums del sacerdocio, se reunieron en la planta alta del templo de Kirtland para sellar las ordenanzas, lavamientos, unciones y bendiciones y en esta ocasión, Wilford era parte del primer Cuórum de los Setenta. Después de los sellamientos, mientras hacían el “lavamiento de los pies de los ungidos”, Heber C. Kimball lavó los pies de Wilford y pronunció grandes bendiciones sobre él antes de iniciar la reunión con la congregación.

Wilford explicó que la instrucción que José Smith le había dado era de suma importancia. También escribió que el lenguaje usado por José, el sentimiento y espíritu con el que le habló fue tan poderoso que, “toda partícula de incredulidad e incertidumbre se perdían en el olvido”. De acuerdo a lo escrito por Wilford, los santos vivieron momentos gloriosos todo el día y toda la noche ya que la reunión continuó hasta la mañana siguiente y regresaron a sus hogares llenos de “gozo y consolación”.

Wilford continuó su noviazgo con Phebe Cárter durante ese invierno. En 1836, a la edad de veintiocho años, Phebe salió de la casa de sus padres en Scarborough, Maine, y se unió a los santos en Kirtland. Wilford y Phebe se casaron el 13 de abril, Frederick G. Williams ofició en el casamiento que se llevó a cabo en la casa de José Smith.

Dos días después, el 15 de abril, Wilford recibió su bendición patriarcal de parte de José Smith padre; se le prometió en dicha bendición, que sería ministrado por ángeles y que sería instruido por el espíritu de Dios. También se le dijo que tenía una gran obra que hacer y que a través de su fe, traería a sus familiares al reino de Dios.

El 31 de mayo, Wilford se despidió de su esposa para servir por segunda ocasión en una misión, porque, “El señor me mando que saliera, salí”. Fue llamado como apóstol mientras servía su misión y vio cumplirse algunas de las promesas de su bendición patriarcal en cuanto a su familia.

SALVACIÓN DE LOS VIVOS Y LOS MUERTOS.

El mayor anhelo de Wilford durante su misión, era el poder compartir el Evangelio a sus familiares. Estaba acostumbrado a intercambiar puntos de vista religiosos con ellos, algunos eran miembros de iglesias diferentes y otros se rehusaban a unirse a cualquier fe organizada. Cuando estaba en la misión, escribió que desde el día en que se unió a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y entró en el nuevo y sempiterno convenio, su preocupación por la salvación de su padre era más profunda. Deseaba enseñarle el mensaje del Evangelio restaurado a su padre, para que pudiera salvarse junto con el resto de su familia. En una carta a su hermano Asahel, Wilford expresó que, “Uno de los deseos más grandes de mi alma es que veas, comprendas, creas y te aferres a la obra… pues siento un interés profundo por la salvación de tu alma y te ruego me concedas el privilegio de tu compañía en el reino celestial”.

En julio de 1838 predicó el Evangelio en su tierra natal, Farmington, Connecticut, en donde tuvo el privilegio de bautizar a miembros de su propia familia. Mencionó que la escena de ese momento era una “escena de fantasía” y explicó que gracias a la misericordia de Dios, le fue permitido compartir la palabra de Dios con sus familiares con el poder del sacerdocio y “ver que mi padre, mi madre y mi única hermana… Recibieran bendiciones de Dios, por medio de [mis] manos”. Llegó justo a tiempo a Scarborough, Maine para estar con su esposa Phebe y ver nacer a su primera hija, a quien llamaron Sarah Emma el 14 de julio de 1838.

Entre 1837 y 1839, mientras predicaba el Evangelio en los estados del este y las islas Fox cerca de la costa de Maine, los problemas crecientes en Kirtland obligaron a los santos a salir de Ohio. Habiendo pasado menos de un año desde la partida de Wilford, muchos líderes de la iglesia se desmotivaron e inactivaron, otros fueron excomulgados, entre ellos había miembros de la Primera Presidencia y cuatro que eran del cuórum de los doce apóstoles. Aquellos que permanecieron fieles, siguieron a José Smith a la ciudad de Far West, Misuri y allí colocaron las piedras angulares para la construcción de un nuevo templo e hicieron planes para una nueva ciudad.

Los proyectos de los santos no fueron recibidos con buenos ojos por la gente de Far West y las tensiones aumentaron al punto de conflictos armados en el otoño de 1838. Wilford se enteró de las tragedias en Crooked River, en Haun’s Mill y de la expulsión de los santos de Misuri por medio de noticias en periódicos y a través de cartas. Durante la encarcelación de José Smith y otros líderes de la iglesia entre octubre de 1838 y abril de 1839 en la cárcel de Liberty, los santos comenzaron a congregarse en Quincy y posteriormente en Commerce (se le cambio el nombre a Nauvoo), Illinois.

LA FUNDACIÓN.

Habían pasado veinte años desde la primera visión de José Smith y como el Señor lo había prometido, la autoridad del sacerdocio se había restaurado. La organización de la iglesia consistía de diáconos, maestros, presbíteros, élderes, setentas, apóstoles y patriarcas. El liderazgo de la iglesia estaba organizado en presidencias y en cuórums. Había misioneros predicando el Evangelio a los confines de la tierra y aquellos que aceptaban sus enseñanzas eran bautizados en la iglesia y reino de Dios sobre la tierra. Se había construido el primer templo, el cual proveía un refugio y lugar santo para experiencias espirituales sagradas. Elías había visitado al hombre y entregado las llaves para sellar, según la profecía de Moroni en 1823.

Las revelaciones recibidas en Kirdand en cuanto al mundo de los espíritus y los grados de gloria prepararon la vía para el desarrollo doctrinal. En los años finales de la vida de José, Dios reveló la ordenanza del bautismo y de la investidura y sellamiento, ambas necesarias para ser exaltados.

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