Desarrollo de la Doctrina del Templo

Capítulo 4
Bautismos por los muertos y rebautismos.


Al igual que otros conversos, el deseo de Wilford de compartir las bendiciones del Evangelio restaurado con sus familiares abarcaba no solo a los que vivían, sino también a los que ya habían fallecido. Las revelaciones recibidas en Kirtland, hicieron posible que los santos brindaran la oportunidad de la salvación a sus seres amados al otro lado del velo. No obstante, la predicación del Evangelio a seres queridos que se encontraban en el mundo de los espíritus, no iba a ser efectiva al menos que se efectuaran las ordenanzas salvadoras por ellos. Fue en Nauvoo donde el Señor reveló la manera de hacer dichas ordenanzas y de cómo los vivos podrían actuar en representación de los muertos.

En 1842, José Smith enseñó a los santos que, “Si podemos bautizar a un hombre en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo para la remisión de sus pecados, de igual manera tenemos el privilegio de actuar como agentes y ser bautizados por nuestros antepasados quienes no pudieron aceptar el Evangelio o la plenitud del mismo”. También, hablando a los incrédulos, José dijo, “Es igual de increíble el hecho de que Dios salve a los muertos y que los reviva también”.

BAUTISMO VICARIO.

Wilford junto con otros siete miembros del cuórum de los doce apóstoles estaban sirviendo una misión en Inglaterra en agosto de 1840 cuando José Smith dio su primer discurso público en cuanto al bautismo por los muertos. Phebe estaba presente cuando José explicó a detalle dicha doctrina durante la conferencia general del 5 de octubre de 1840 y al día siguiente, Phebe escribió una carta para compartir las maravillosas noticias con Wilford. En su carta, describió el bautismo por los muertos como “carne dura;” una de esas “doctrinas extrañas” que José había sacado a la luz. Sin embargo, dijo que lo había explicado de manera simple y que era consistente con el Evangelio.

Phebe hizo una pregunta sencilla, escribió, “¿Cómo se puede bautizar un espíritu… Por qué no delegar a un amigo en la tierra para que lo haga por ellos? Y añadió que, según las instrucciones de José, miembros de la iglesia podían bautizarse por cualquiera de sus familiares: padres, abuelos, hermanos, hermanas, hijos, tías y tíos quienes no tuvieron el privilegio de recibir el Evangelio, “pero no se podían hacer por conocidos, a menos que enviaran un espíritu ministrante a sus amigos en la tierra”. Phebe mencionó una enseñanza de José diciendo que en el momento en el que los santos se bautizan por sus seres amados, sus espíritus son liberados de la prisión y que los santos podrán “reclamarlos el día de la resurrección y traerlos al reino Celestial”.

La doctrina fue aceptada por los santos con entusiasmo. Tendrían que ser bautizados y ser confirmados de manera separada por cada persona y Phebe escribió que “iban en multitudes” y algunos se bautizaban vicariamente “hasta 16 veces”. Ciertamente, cientos se bautizaron en el rio Misisipi y otros arroyos cercanos a Nauvoo por sus familiares y amigos fallecidos.

José Smith compartió con mucha naturalidad la doctrina y su desarrollo con los apóstoles en Inglaterra, por medio de una carta escrita por su propia mano el 15 de diciembre de 1840. Suponiendo que los apóstoles ya habían escuchado la noticia de su anuncio a través de amigos o familiares tal como era el caso de Wilford quien se había enterado gracias a Phebe, y sabiendo que quizás habían surgido preguntas al respecto, tomó a bien escribir y explicarla a detalle. José sabía que el bautismo por los muertos se había practicado en la antigüedad y tenía un conocimiento independiente de la doctrina.

Primero, citó a Pablo en Corintios 15:29 aludiendo a la referencia que se hace al bautismo por los muertos tratando de comprobar la doctrina de la resurrección. Posteriormente, al final de su carta declara lo siguiente, “Los santos tienen el privilegio de bautizarse por aquellos familiares quienes… habrían recibido el Evangelio por medio de la ayuda de aquellos que han sido comisionados para predicarles el Evangelio en la prisión espiritual. Sin expandir en el tema, no tengo duda de que ustedes reconocerán su consistencia y sabiduría. Presenta… el Evangelio de Jesucristo en una escala más amplia de lo que muchos han recibido”.

Wilford reconoció la sabiduría y consistencia de los bautismos por los muertos y expresó que en el momento en que se enteró, su alma saltó de gozo. La doctrina del bautismo vicario fue evidencia para Wilford de que Dios era un ser razonable, sabio, justo y que “poseía los atributos más elevados, sabiduría y conocimiento… consistentes con el amor, misericordia, justicia y juicio”. Consecuentemente, Wilford amaba al Señor más que nunca. Más adelante testificó que la revelación era como un “rayo de luz que venía del trono de Dios” y que “permitió que nuestras mentes pudieran contemplar un campo tan vasto como las eternidades”.

En el pasado, Wilford había escuchado doctrinas de otras fuentes, con las cuales no estaba de acuerdo, en cuanto a la salvación de aquellos que no tuvieron la oportunidad de aceptar el Evangelio en su vida. No había quedado satisfecho con las doctrinas enseñadas por otros, por la razón de que había millones de personas que fallecieron sin ser bautizados y “por lo tanto, no deberían ser castigados por no obedecer una ley que no conocían”. La restauración del Evangelio hasta ese momento, era tal y como Wilford anticipaba que sería: un reflejo de la expiación de Jesucristo, donde los santos podían actuar vicariamente para satisfacer la ley de la justicia.

EL PRINCIPIO DE LA OBRA.

Wilford sintió que todas las piezas finalmente estaban en su lugar. El bautismo por inmersión para la remisión de pecados y el bautismo del espíritu son piezas fundamentales para ser aceptado en la iglesia de Dios sobre la tierra y para entrar en el reino de Dios en los cielos. Por tanto, las verdades del Evangelio deben enseñarse a todas las personas con el fin de que tengan la oportunidad de creer y aceptar las ordenanzas salvadoras. Wilford sabía que Dios no hace acepción de personas, por lo tanto, no daría el privilegio de aceptar el Evangelio a una generación y no a otras. Los que murieron sin conocer la ley y no tuvieron la oportunidad de aprender en cuanto al Evangelio en la carne, no serían responsables ante Dios por no haber obedecido, ni estarían bajo condenación por ”rechazar una ley que nunca vieron ni entendieron”.

Wilford confiaba en que tales individuos serían enseñados en el “mundo de los espíritus”. Sus familiares en la tierra tendrían el privilegio y la responsabilidad de hacer la ordenanzas necesarias por ellos, para que “puedan ser juzgados según los hombres en la carne (en vida) y según Dios en espíritu”. El llevar a cabo ésta obra por los espíritus en la prisión era algo vital, ya que, “Se necesita lo mismo para salvar a un muerto que nunca recibió el Evangelio que lo que se necesita para salvar a un vivo. Y todos los que han fallecido sin el Evangelio tienen el derecho de esperar que una persona viva efectué esta obra por ellos”. Inmediatamente los santos comenzaron a escribir cartas a sus familias solicitando información de parientes fallecidos y empezaron a compilar listas de todos aquellos por los que harían la obra vicariamente.

Al principio, la instrucción de José era que los miembros de la iglesia representaran a sus familiares fallecidos, pero añadió que también podían bautizarse por personas con las que tuvieran “una profunda amistad”. También inició una tradición que usaría en ordenanzas vicarias futuras, al anunciar que “Cada hombre que se haya bautizado y sea parte del reino, tiene el derecho de bautizarse por otros que ya hayan pasado al otro lado del velo”. Por lo tanto, sólo aquellos que califican para hacer la ordenanza para sí mismos, pueden hacer ordenanzas en representación de otros.

Los registros bautismales de este periodo contienen información como la fecha, el nombre tanto de la persona por la que se había hecho la ordenanza como el de la persona que hizo la ordenanza y también el parentesco entre la persona fallecida y la persona que lo representaba. La mayoría de los bautismos por los muertos, eran por familiares y muy pocos se bautizaban por amigos con los que tuvieron una relación cercana o por alguien a quien respetaban mucho. Por ejemplo, el hermano de José Smith, Don Carlos, se bautizó por George Washington; Sarah M. Cleveland se bautizó por Martha Washington; Stephen Jones por Thomas Jefferson; y George Adams por John Adams.

En los bautismos de los que no eran parientes, el parentesco en los registros indicaba que eran “amigos”. Por otra parte, había algunos que se les había catalogado como amigos pero en realidad eran familiares. Por ejemplo, cuando Wilford y Phebe se bautizaron vicariamente en 1844 Wilford escribió lo siguiente: “Me dirigí al rio acompañado por la señora Woodruff para bautizarme por algunos amigos fallecidos”. Ese día, George A. Smith los bautizó y Willard Richards los confirmó. Las ordenanzas fueron hechas por cinco parientes de las familias Hart, Thompson, Cárter y Woodruff.

REVELACIÓN REFINANTE.

Aunque el requisito del bautismo era absoluto, tuvieron que pasar años para la refinación de la administración de las ordenanzas. Al reflexionar en dicha realidad, Wilford explicó, ”No se reveló todo a la vez, sino que el Señor le mostraba al profeta un principio y la gente actuaba de acuerdo al principio según su entendimiento. No se revelaba el principio en su gloria y perfección, más bien, tan pronto se revelaba, el pueblo se esforzaba por obedecerlo”. Añadió que a causa de su optimismo por el privilegio de actuar por sus familiares, no esperaban “para saber cuál sería el resultado o que consecuencias habría”. Este es un adelanto de lo que sería un ciclo en el que se recibía revelación en cuanto a una doctrina en particular, la implementación y observancia de los principios por parte de los santos y la cuidadosa consideración de experiencias — lo cual llevó a líderes de la iglesia a buscar revelación adicional.

Por ejemplo, a pesar de que los bautismos vicarios se habían llevado a cabo bajo la autoridad del sacerdocio, no todos los bautismos habían tenido testigos ni se habían registrado. Esto cambió después que Dios revelara la importancia de tener testigos en las ordenanzas. Las cartas enviadas por José Smith a los santos en 1842, las cuales ahora forman parte de Doctrina y Convenios, detallan que todos los bautismos por los muertos deben tener testigos quienes den testimonio de la validez del registro. “A fin de que todo lo que registréis, sea registrado en los cielos… [y se] guarden en memoria de generación en generación”.

Más adelante ocurrió otro refinamiento después de que se decidiera que los hombres solo podían representar a familiares varones y las mujeres solo a mujeres. Wilford recuenta que al principio, él y otros se habían bautizado por ambos, familiares que eran hombres y mujeres. “Pero, después, obtuvimos más luz al respecto, y el presidente Young enseñó, que los hombres deberían atender las necesidades de los hombres que hayan fallecido en su familia y las mujeres debían ocuparse de las mujeres. Manifestando el orden en el cual se debían administrar aquellas ordenanzas que ya se habían revelado, también nos enseña que estamos todos en una escuela en la cual aprenderemos cosas nuevas a menudo”.

Como ejemplo, en agosto de 1844 Wilford y Phebe repitieron los bautismos vicarios que habían efectuado en 1842. Tras registrar las ordenanzas en su diario, explicó que se tenían que bautizar de nuevo, “Como consecuencia de que no había un registro [oficial] por los mencionados bautismos…y había mujeres que se habían bautizado por hombres lo cual no es reglamentario”.

El motivo del cambio en cuanto al género, no se anunció hasta que hubo nuevas ordenanzas reveladas que anunciar. A medida que los santos representaban a sus antepasados en todas las ordenanzas vicarias, fueron entendiendo que a pesar de que una mujer se podía bautizar por un antepasado varón, no podría representarlo en el resto de las ordenanzas tales como la ordenación al sacerdocio, la investidura o la ordenanza del sellamiento. Brigham Young enseñó, “Sería muy extraño…el ser llamados a comenzar una obra que no podamos terminar… Por consiguiente, las hermanas deben bautizarse solamente por personas de su mismo sexo”. De esta manera, un hombre comenzaría y terminaría todas las ordenanzas necesarias — bautismo, confirmación, ordenación, lavamientos, unciones, investiduras y sellamientos— en nombre de otros hombres, y una mujer haría lo mismo por otras mujeres.

SE DEBE CONSTRUIR OTRO TEMPLO.

En agosto de 1840, el mismo mes en el que José Smith ensenó en cuanto al bautismo por los muertos por primera vez, los santos empezaron a hacer planes para la construcción de un nuevo templo. La Primera Presidencia emitió una carta a los ”santos en el extranjero” que decía, “Es necesario levantar una casa de oración, una casa de orden, una casa de adoración a Dios, en la que se puedan efectuar las ordenanzas necesarias, según Su voluntad divina”. Posteriormente se dieron a la tarea de encontrar una cantera de piedra y eligieron a William Weeks como arquitecto.

Justamente al principio de los preparativos para la construcción del templo hubo una nueva revelación el 19 de enero de 1841, cuatro meses después de que los primeros bautismos vicarios de llevaran a cabo, el Señor declaró que la ordenanza del bautismo por los muertos debía efectuarse en Su casa, en una pila construida especialmente con ese propósito. El Señor también dijo que aceptaría bautismos vicarios efectuados en ríos o arroyos hasta que se completara el templo.

Tras compartir la nueva revelación con los santos, José Smith hizo hincapié en la necesidad imperiosa de construir un templo en el que se pudieran ejercer todas las funciones del sacerdocio y donde se pudiera recibir instrucción divina y sagrada de Dios. Pidió a los santos que concentraran sus energías en aquellas cosas que “son de vital importancia para ésta y futuras generaciones”. El entusiasmo de los santos y su fe en la salvación de todos los hombres se manifestó al poner inmediatamente manos a la obra en una tarea monumental. La ciudad estaba dividida en cuatro barrios y era requerido de todos los hombres el diezmar su salario o mano de obra, trabajando un día de cada diez y las mujeres aportaban proveyendo alimentos, ropa y materiales para los obreros.

A pesar del hecho de que, a duras penas luchaban por construir sus propias casas y por atender a los miles que estaban reunidos en Nauvoo, comenzaron la excavación para sentar la fundación y el sótano el día 18 de febrero de 1841 y la completaron en diez días. En un periodo de siete semanas ya habían levantado las paredes principales del sótano al nivel del suelo utilizando piedras con un grosor de un metro y medio. En ese entonces, la población de Chicago era de menos de 6,000 habitantes y se estima que asistieron alrededor de 10,000 personas a la ceremonia de la piedra angular el 6 de abril de 1841. En julio, William Weeks inicio la construcción de una pila de madera que se utilizaría temporalmente mientras se terminaba la pila de piedra. El diseño reflejaba el modelo de un océano como en el templo de Salomón, el cual estaba colocado sobre los lomos de los doce bueyes que representaban a las doce tribus de Israel. En agosto, Elias Fordham comenzó a esculpir los doce bueyes sobre los que la pila descansaría.

SALVADORES EN EL MONTE DE SION.

Al regreso de Wilford y los apóstoles de Inglaterra en octubre de 1841, solicitaron a José que les diera más instrucción en cuanto a la doctrina del bautismo por los muertos ya que deseaban saber cómo llegar a ser instrumentos en las manos de Dios para ayudar a sus familiares a unirse al reino de Dios. Citando la profecía de Abdías, José les enseñó que la única manera en la que el hombre puede llegar a ser un “salvador en el monte de Sion” es a través del bautismo por los muertos. También ratificó que la fe, el arrepentimiento, el bautismo por inmersión y la recepción del Espíritu Santo, eran necesarios para lograr la salvación individual. El servir en representación de familiares para llevar a cabo su bautismo significaba que estaban ”participando activamente en ritos de salvación por sustitución”. No obstante, José recalcó que aunque se requería que hombres y mujeres sobre la tierra llevaran a cabo la ordenanza, era la aceptación de las verdades del Evangelio, lo que salvaría a aquellos por quienes se hacen las ordenanzas.

El 3 de octubre de 1841, diez meses después de que el Señor revelara que la ordenanza del bautismo por los muertos se debe efectuar en Su casa, José anunció que no iban a aceptar más bautismos por los muertos hasta que se pudieran realizar en la pila bautismal del templo. La pila ya terminada tenía dimensiones de aproximadamente 5 por 3.5 por 2 metros, fue colocada sobre los doce bueyes y fue dedicada el 8 de noviembre de 1841. Dos semanas después, la pila bautismal estaba preparada para la, “recepción de los candidatos”. El 21 de noviembre, Wilford registro 40 bautismos por personas fallecidas en esta, la primera pila “creada con un propósito maravilloso en la última dispensación”. Wilford ayudó a confirmar a todos los que se habían bautizado y expresó que fue una experiencia, “verdaderamente interesante”.

Para poder actuar en nombre de otras personas, los santos debían prepararse y permanecer dignos de poder entrar a la casa de Dios. El pago de un diezmo íntegro era un requisito para poder hacer bautismos en el templo de Nauvoo. Por lo tanto, para poder bautizarse por los muertos, los vivos debían estar a la altura de sus propios convenios bautismales. El bautismo por los muertos se consideraba como un nuevo bautismo para la persona que representaba a un familiar fallecido. Los certificados bautismales de esa época, indicaban que la persona que se bautizaba por los muertos, renovaba sus propios convenios con Dios. Palabras como “para la remisión de tus pecados” o “para la renovación de tus convenios” fueron añadidas a la ordenanza. Después de haber bautizado alrededor de 100 personas el día 7 de mayo, Wilford registró que los había bautizado para la “remisión de sus pecados, la sanación del cuerpo y por los muertos”.

BAUTISMOS PARA LA SALUD Y PARA SANAR.

El principio de los bautismos por los muertos en la nueva pila bautismal en 1841, dio paso a otro tipo de bautismo: el bautismo para sanar o para restaurar la salud. Al igual que con la reanudación de otras ordenanzas que conectan a la iglesia restaurada con la iglesia antigua, el precedente canónico que José Smith mostro para esta práctica, se encuentra en el Antiguo y Nuevo Testamento. El vínculo entre el agua o lavamiento y la sanación es evidente en la instrucción de Eliseo a Naaman, de que se lavara en el rio Jordán, también la instrucción del Salvador al hombre ciego de que se lavara en el estanque de Siloé.

La primera referencia escrita que alude a los bautismos de sanación en Nauvoo, se encuentra en una epístola del cuórum de los doce. En octubre de 1841, poco después de su regreso de la misión en Inglaterra, Wilford y el resto de los apóstoles redactaron una epístola para los santos que estaban fuera de Nauvoo, en la cual hacían hincapié en la importancia del templo y solicitaban la ayuda de los santos para completarlo. Su carta hacía mención de los poderes sanadores del estanque de Betesda. Una parte decía, “Ha llegado el momento en que el gran Jehová tendrá un lugar de descanso sobre la tierra, una morada para sus elegidos, donde su ley será revelada y sus siervos serán [investidos] de lo alto…donde los santos puedan efectuar bautismos por familiares fallecidos… un lugar resguardado por ángeles ministrantes como en tiempos antiguos, para que cuando el enfermo se sumerja en sus aguas, sea sanado”.

El primer milagro registrado de una sanación, ocurrió durante la dedicación de la pila bautismal del templo el 8 de noviembre de 1841. Samuel Rolfe, estaba presente en la dedicación y tenía una infección en un dedo, la cual los doctores le habían dicho que no sanaría durante varios meses. José Smith le prometió a Samuel que su dedo sanaría si se lavaba las manos en la pila. Samuel lo hizo y en menos de una semana, su mano estaba “totalmente sanada” A pesar de que el “lavamiento” no había sido un bautismo, se inició la práctica que duro más de ochenta años, de usar las pilas bautismales del templo para la sanación y restauración de la salud.

BAUTISMO PARA LA REMISIÓN DE PECADOS.

Entre 1841 y 1842 hubo una iniciativa comprensiva de reformación en la iglesia en Nauvoo. José Smith y los líderes de la iglesia exhortaron a los santos a bautizarse de nuevo para la remisión de sus pecados y para renovar los convenios que habían hecho. Cabe mencionar que no era la primera vez que se repetían bautismos para la remisión de pecados. La práctica de repetir bautismos para el perdón de pecados se inició poco después de la organización de la iglesia. El primer registro de un bautismo repetido para la remisión de pecados, es de David Johnson y se llevó a cabo el 7 de mayo de 1832. En la mayoría de los casos, los bautismos no se efectuaban por pecados específicos, más bien, para la remisión de todos los pecados. Los bautismos repetidos no eran considerados necesarios para la salvación; eran simplemente una indicación pública, de un compromiso personal.

En su diario, Wilford registró cientos de bautismos repetidos y los colocó junto con discursos que hablaban del tema, por ejemplo, el 20 de marzo de 1842, escribió que José Smith enseñó en cuanto a la importancia del bautismo y que después, exhortó a la congregación a que oraran para recibir el espíritu y que fuesen más humildes. Posteriormente se dirigieron a un rio para efectuar la ordenanza. José bautizó a ochenta individuos en esa ocasión en el rio y ayudó a confirmarlos. El mismo día, Wilford acompañado por otros miembros del cuórum de los doce, bautizaron a otras ochenta personas en la pila bautismal del templo.

Una semana después, el 27 de marzo de 1842, Wilford volvió a bautizarse para la remisión de sus pecados. El mismo día, el profeta José enseñó del tema del bautismo para la remisión de pecados. Después de la reunión, la congregación se dirigió al rio Misisipi, donde José bautizó “a todos los que le acompañaron” incluso a Wilford. De ésta experiencia, Wilford escribió que era un privilegio el volverse a bautizar para lavar sus pecados al igual que lo había hecho nueve años atrás, cuando se unió a la iglesia.

El próximo mes, durante la conferencia de la iglesia en el mes de abril de 1842, José Smith estableció un precedente para las generaciones futuras declarando que los bautismos por los muertos y para sanar deberían efectuarse en la pila del templo; y que los bautismos de los que se unen a la iglesia y bautismos repetidos, podían efectuarse en ríos. Wilford hace referencia al hecho de que se bautizó en múltiples ocasiones y que a través de los años bautizo a muchos para restaurarles la salud. Tanto Wilford como Brigham Young fueron bautizados al menos en seis ocasiones.

ADOPCIÓN EN LA FAMILIA DE DIOS.

Aquellos individuos que aceptaron el Evangelio de Jesucristo por medio del bautismo, entendían que el bautismo en el agua era para la remisión de pecados y que podían nacer de nuevo como hijos de Dios. También que el bautismo del espíritu era principalmente para la recepción del Espíritu Santo y era la admisión a la iglesia y reino de Dios. El bautismo corregía la falta de privilegios en el reino de Dios, “el defecto de no poder reclamar una herencia, de manera legítima o natural”.

Las primeras referencias escritas, de la adopción al reino de Dios por medio del bautismo, fueron escritas por Parley P. Pratt en una publicación en 1837 titulada Una voz de Alerta. En ella, Parley presentó el ejemplo de los apóstoles de Dios, quienes debían “abrir la puerta del reino y adoptar a extranjeros y advenedizos, convirtiéndolos en conciudadanos por medio de la administración de las ordenanzas”. También indicó que los conversos serian recogidos y “adoptados a la familia de Israel… y serían participes del mismo convenio y promesa”. José Smith explicó —Tal como Pablo escribió en sus epístolas a los santos en la antigüedad— que solo a través del bautismo podemos “legítimamente decir que Dios es nuestro padre y acercarnos a Él con la confianza de que somos hijos del altísimo”.

En una carta dirigida a la iglesia el 6 de septiembre de 1842, José Smith enseñó que los vivos estarían conectados con o sellados a sus antepasados gracias al bautismo vicario, lo cual haría posible la adopción de ellos al reino de Dios. Haciendo referencia a la misión de Elías, José les recordó a los santos que la tierra sería desolada a menos que hubiese algún tipo de eslabón uniendo a padres e hijos. “Porque es necesaria”, continuó, “…una unión entera, total y perfecta; y una continuación de las dispensaciones, donde las llaves, poderes y glorias existan… desde los días de Adán, hasta nuestros días”. José declaro en su carta que el eslabón entre padres e hijos era el bautismo vicario.

La adopción a la familia de Dios, une a los santos con a aquellos que están en el cielo, por quien se efectúa la ordenanza del bautismo, convirtiéndose en hermanos y hermanas, una conexión creada por la autoridad del sacerdocio, la cual se reconoce tanto en la tierra como en el cielo. Al declarar José, que Dios no aceptaría más bautismos por los muertos, efectuados fuera de las paredes del templo, la doctrina naciente de atar a generaciones por medio del bautismo vicario, se convirtió en el motor que aceleró la construcción del templo de Nauvoo.

La relación entre el bautismo y la salvación, fue establecida de manera clara por Jesucristo. Por otra parte, la relación del bautismo y el poder sellador que Elías restauró era un concepto nuevo. Por consiguiente, al aprender Wilford en cuanto al bautismo por los muertos, dijo, “Lo primero que acudió a mi mente, fue que mi madre estaba en el mundo de los espíritus. Falleció cuando yo tenía 14 meses de edad. No conocí a mi madre. Me pregunté si tenía el poder de sellar a mis padres, la respuesta fue, si”. Wilford acepto de su propia voluntad, la responsabilidad de representar a sus familiares y registró en su diario todos los nombres de aquellos por quienes se había bautizado. Incluyó, a muchos aparte de su madre Beulah, sus hermanos Philo y Asahel, tías, tíos, abuelos y sus bisabuelos Josiah y Sarah Woodruff.

A pesar de que no se guardaron registros de los cientos de bautismos vicarios que se efectuaron al principio, gracias a diarios y a otros registros, sabemos que se efectuaron alrededor de 6,800 bautismos vicarios antes de que se recibiera la revelación de los testigos, la cual se recibió en septiembre de 1842. El hecho de que, solo había más o menos 4,000 miembros de la iglesia residiendo en Nauvoo, indica el nivel de devoción por sus familiares fallecidos y su aceptación de la doctrina. Antes de ser expulsados de Nauvoo en 1846, los santos efectuaron más de 15,700 bautismos vicarios.

La doctrina del bautismo por los muertos fue inclusiva e iluminadora. Guiaba a los vivos hacia sus antepasados y abrió las puertas de la salvación a todas las personas sin importar sus circunstancias en la mortalidad. José Smith, Wilford y otros santos creían entender ahora su función en el cumplimiento de la misión de Elías. No se habían percatado de que el bautismo por los muertos era solo la primera pieza del rompecabezas. La visión completa, la tendrían una vez que consideraran el bautismo en relación a revelaciones futuras en cuanto a la investidura y el sellamiento por los vivos y por los muertos. La obra de redención de toda la raza humana apenas empezaba.

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