Capítulo 5
Ordenanzas del templo en Nauvoo.
El 30 de marzo de 1836, después de administrar las primeras ordenanzas de lavamiento y unciones en el templo de Kirtland, José Smith declaró ante los cuórums del sacerdocio que ya les había proporcionado todas las instrucciones que requerían; habiendo pasado por todas las ceremonias necesarias para el establecimiento del reino de Dios. Lo que José aun no sabía, era que las revelaciones y ordenanzas de Kirtland, solamente sentaban las bases sobre las cuales Dios aun edificaría. Cuatro años después, la ordenanza del bautismo por los muertos fue introducida, lo cual causó un cambio significativo en el enfoque de la iglesia ya que, dicha ordenanza fue la primera en marcar el inicio de un periodo intenso de desarrollo doctrinal. En enero de 1841, Dios prometió a los santos que, una vez que se completara el templo, revelaría todas las cosas pertinentes al templo y al sacerdocio e incluso ordenanzas adicionales.
En el transcurso de los siguientes tres años, las revelaciones prometidas llegaron abundantemente una tras otra. En 1842, José comenzó a enseñar a algunos líderes de la iglesia en cuanto a los principios sagrados y la administración de las ordenanzas del lavamiento y la unción así como de la ordenanza de la investidura. La ceremonia de la investidura contenía los detalles del plan de Dios para Sus hijos, incluyendo su existencia como espíritus, la vida mortal sobre la tierra y su futuro en las eternidades. Detallaba el camino que debían seguir, después de haber pasado por la “puerta del bautismo”. La ordenanza del sellamiento, la cual es un requisito para poder continuar en el camino y obtener la exaltación en el grado más alto de gloria del reino celestial, se revelo al año siguiente.
En los últimos diez meses de su vida, José compartió con los apóstoles y sus esposas y otras personas de confianza, las ordenanzas más elevadas disponibles a los hijos de Dios en la tierra. Wilford escribió en cuanto a esta ocasión extraordinaria, “Ciertamente el Señor ha llamado a José, el vidente… y le ha conferido gran poder y sabiduría y conocimiento, los cuales se manifiestan y pueden percibirse más plenamente en compañía de sus amigos más cercanos que con cualquier otro tipo de personas”.
EL LIBRO DE ABRAHAM.
Al regresar los apóstoles de sus misiones en el mes de octubre de 1841, se les pidió que tomaran responsabilidad de las necesidades temporales de la iglesia con el fin de aligerar la pesada carga que llevaba José Smith. Tras muchos años de éxito en el campo misional, a Wilford se le complicó un poco hacer la transición pero a la misma vez, estaba agradecido por la oportunidad de estar con su familia en “la ciudad con los santos, rodeado de paz y amor”. Wilford inició a acarrear bloques de piedra de la cantera a los terrenos del templo en octubre y posteriormente, en noviembre, se le asignó trabajar en la tienda de provisiones. En enero de 1842, Wilford y John Taylor fueron asignados a administrar una oficina de imprenta en Nauvoo y a publicar el periódico Times and Seasons.
John Taylor era quien editaba las publicaciones y Wilford administraba el aspecto empresarial de la oficina. El 19 de febrero de 1842, Wilford escribió que se sentía privilegiado por poder ensamblar la máquina para la primera publicación del Libro de Abraham en el periódico Times and Seasons. En ese entonces, solamente José sabía que las verdades encontradas en el Libro de Abraham constituirían la mayor parte de la narrativa de las instrucciones que más adelante daría en la ceremonia de la investidura. Lo único que Wilford escribió en su diario, fue su solemne testimonio de que “El Señor está bendiciendo a José con el poder para revelar los misterios del reino de Dios; para traducir registros antiguos y jeroglíficos de la época de Abraham o Adán con la ayuda del Urim y el Tumim, lo cual es causa que nuestros corazones ardan dentro de nosotros al contemplar las verdades gloriosas que están ante nosotros”.
Los santos aprendieron de este libro de escritura, cuál era su lugar entre los nobles y grandes en la existencia premortal, su oportunidad de demostrar su obediencia en la mortalidad y el impacto que las decisiones tomadas en la mortalidad, tendrían en su vida eterna. El “don del conocimiento” que Wilford y otros líderes de la iglesia recibirían a través de la investidura, ensancharía su entendimiento de los conceptos y los prepararía para recibir luz y conocimiento adicionales de Dios.
LLAVES DEL SACERDOCIO.
A medida que la persecución aumentó fuera de la iglesia y la discordia dentro de ella se infiltraba hasta los niveles más altos del liderazgo, José Smith quería cerciorarse de que las llaves del sacerdocio que él poseía, se preservaran y utilizaran de manera apropiada. El 28 de abril de 1842, durante su discurso a la recién organizada Sociedad de Socorro, explicó que las llaves estaban a punto de ser dadas a la iglesia, tanto a los Élderes como a las hermanas de la Sociedad de Socorro.
El 3 de mayo, José preparó el salón de asambleas en el piso superior de la tienda, intentando que reflejara la apariencia del templo. Al día siguiente, juntó a nueve hombres, en los cuales sentía que podía confiar —su hermano y patriarca Hyrum Smith; al segundo consejero de la Primera Presidencia William Law; los apóstoles Brigham Young, Heber C. Kimball y Willard Richards; al presidente de la estaca Nauvoo William Marks; a los obispos Newel K. Whitney y George Miller; y al presidente de la rama Springfield, James Adams— y les dio instrucción en cuanto a los “principios del orden del sacerdocio”.
José registró que también se administraron, “lavamientos, unciones, investiduras y la comunicación de llaves del sacerdocio Aarónico y de Melquisedec, estableciendo el orden de los días antiguos y todos los planes y principios a través de los cuales, todos pueden asegurar para sí mismos la plenitud de las bendiciones que se han preparado”. En ese momento eran finalmente aptos para administrar las ordenanzas sagradas a José y a Hyrum al día siguiente. José también explicó que todo lo que había enseñado a los hombres en esa ocasión, no era nada que los santos no pudieran también saber, tan pronto estuvieran listos y se preparara un lugar apropiado.
El hecho de que la Logia Masónica se estableció el 15 de marzo de 1842 y que muchos miembros de la iglesia se convirtieron en masones —incluso José Smith, Brigham Young, John Taylor y Wilford Woodruff— se menciona como evidencia de que las ordenanzas del templo que José instituyó, provienen de rituales masónicos. Otras similitudes con la masonería se evidenciaban en partes especificas del método ceremonial empleado por José Smith. Por ejemplo, algunos símbolos y señas que se hacen con las manos durante la presentación de convenios en el templo, son también utilizados en ceremonias masónicas. Sin embargo, los símbolos que se usan en ambas ceremonias tales como el compás y la escuadra, son universales y representan conceptos universales. También, algunos elementos que José incorporó se encuentran en rituales antiguos cristianos; y en el Antiguo Testamento se encuentran rituales relacionados con los sacerdotes que servían en el tabernáculo — por ejemplo, lavamientos, unciones y ropa ceremonial— los cuales no tienen conexión alguna con la masonería del siglo diecinueve.
Sin embargo, declaraciones de que las ordenanzas del templo fueron tomadas en su totalidad de la masonería —y no reveladas por Dios a Su profeta— no era algo que incomodara a Wilford u otros quienes adoptaron la masonería y fueron investidos en Nauvoo. Los santos distinguían la diferencia entre las ordenanzas y los convenios en sí y la manera en que se presentaban en las ceremonias. Aunque los rituales masónicos y de la investidura tienen ciertos aspectos similares, los convenios y ordenanzas reveladas a través de José Smith no tenían equivalentes en la masonería ya que fueron instrucciones religiosas únicas de José. La masonería se enfoca y mantiene un hermanamiento fraterno entre hombres; la instrucción dada en el templo incluía al hombre y a la mujer junto con Dios, sin ser partes incompatibles o exclusivas.
Desde el punto de vista de algunos contemporáneos de Wilford dentro de la iglesia, la masonería era una tradición, similar a lo que se veía en otras iglesias cristianas en los años de 1840, las cuales tenían fragmentos de la verdad que se habían preservado de las doctrinas inalteradas antiguas. Aun así, dentro de las 7,000 páginas de su diario, Wilford toca el tema de la masonería solamente en trece ocasiones y no hace referencia al templo en ninguna de esas trece ocasiones. Aparentemente, no le incomodaba el participar en ambas ceremonias individual o simultáneamente.
El propósito de las ceremonias en el templo de Kirtland, en las cuales Wilford participó, era de recibir “las visiones y cosas maravillosas de los cielos”. El “poder de la investidura” en Kirtland —no relacionado con tradición masónica alguna— conllevaba experiencias espirituales intensas, las cuales tenían como propósito traer a los santos a la presencia de Dios; para que realmente lo vieran, al igual que José. La “investidura” en Nauvoo constaba de rituales para, en sentido figurado, lograr la misma meta. La instrucción asociada con las ordenanzas, ayudaron a que los santos comprendieran lo que debían hacer en la mortalidad para morar con Dios eternamente.
EL HOMBRE NO ES SIN LA MUJER.
El 16 de mayo de 1843, un año después de la introducción de la ceremonia de la investidura, José Smith tuvo una visión en la que aprendió que dentro del reino celestial existen tres niveles de gloria distintos. También aprendió que el hombre debe entrar en el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio para recibir la gloria más alta, la promesa de aumento. Previo a la revelación, solamente los hombres participaban en las ceremonias de lavamiento, unción e investidura y se les había instruido en cuanto a las llaves del sacerdocio Aarónico de Melquisedec. El hecho de que el matrimonio eterno era un requisito para recibir la “plenitud de las bendiciones”, lo cual se mencionaba en las ceremonias de investidura, significa que las esposas debían ser copartícipes en todas las ceremonias242. Tal como el apóstol Pablo enseñó siglos atrás, en el hombre ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón.
Por consiguiente, el 28 de mayo, José y Emma fueron sellados por la eternidad. Hyrum y Brigham también se sellaron a sus esposas el siguiente día. Seis semanas después, el 12 de julio de 1843, José escribió los detalles de las doctrinas y principios pertenecientes al matrimonio eterno y la necesidad de que todos los convenios matrimoniales fuesen sellados “por el tiempo y la eternidad”. Los principios a los que se hace referencia fueron revelados años antes, pero debido al impacto que tendría en el matrimonio plural, José decidió no compartirlo ni con sus familiares ni amigos más cercanos.
La revelación recibida en 1843, hace referencia al convenio eterno que se hace entre un esposo y una esposa y al sellamiento de la ordenanza del matrimonio, no el sellamiento del esposo a la esposa. Si “un hombre se casa con una mujer y hace convenio con ella… [y] ese convenio no se efectúa por mí ni por mi palabra, que es mi ley, ni es sellado por el santo espíritu de la promesa, por medio del aquel a quien he ungido y nombrado a ese poder, entonces no es válido, ni está en vigor cuando salen del mundo”. Sus vidas eternas concluyen y no heredan la exaltación. En el transcurso de su vida, José selló matrimonios y habilitó a otros para que pudiesen efectuar sellamientos, como fue el caso de Brigham Young y de Hyrum Smith.
SOMOS RESPONSABLES ANTE EL SEÑOR.
El poder ejercer el poder del sacerdocio y administrar ordenanzas que afectarían su existencia eterna, era algo difícil de digerir para los santos. El 6 de septiembre de 1842, citando el capítulo 16 de Mateo, versículo 19, José explicó, “Puede que para algunos, la doctrina de la que hablamos parezca demasiado intrépida —un poder que ata o registra tanto en la tierra como en el cielo. Sin embargo, en todas las épocas del mundo en las que el Señor ha permitido una dispensación del sacerdocio, ya sea por medio de un hombre o grupo de hombres a través de revelación, el sacerdocio se ha conferido. Por tanto, todo lo que se hizo bajo esa autoridad, en el nombre del Señor… se convirtió en ley tanto en la tierra como en el cielo y no puede ser anulado, según los decretos del gran Jehová”.
Al principio, los santos comprendían y validaban el concepto del “sellamiento” con la ayuda de las escrituras, las cuales sancionaban las ordenanzas del sacerdocio para que fuesen reconocidas en el cielo. En otras palabras, si se sellaba o confirmaba alguna ordenanza por medio de alguien con la autoridad del sacerdocio, Dios reconoce la ordenanza y la hace valida en esta vida y en la vida venidera. Por ejemplo, en 1836 las ordenanzas de lavamiento y unción que se administraban en el templo de Kirtland, se sellaban a aquellos que las recibían. También se utilizaba la autoridad del sacerdocio para sellar a un individuo a un estatus espiritual, por ejemplo, el sellar a una persona inicua a la condenación o a una persona recta a la vida eterna.
No obstante, el sellamiento o ratificación de ordenanzas específicas para que fueran válidas después de la muerte y el sellamiento de individuos unos a otros —tal como el de esposos a esposas o hijos a padres— son muy diferentes. Wilford explicó la importancia de que las ordenanzas fuesen selladas por el sacerdocio con las siguientes: “El Señor nos ha revelado que… ninguna ordenanza de matrimonio, ni alguna otra ordenanza efectuada por el hombre desde los tiempos de nuestro padre Adán, tendrán validez después de la muerte, excepto aquellas que se efectúen por hombres que posean el sacerdocio eterno…. Cualquier hombre que contraiga matrimonio con su esposa a través de cualquier autoridad que no sea el santo sacerdocio, solamente se unen por el tiempo mortal, ‘hasta que la muerte los separe.’ Al ir al mundo espiritual no se podrá reclamar el derecho de estar con su esposa e hijos. La ordenanza que los sella como familia por medio de la autoridad del santo sacerdocio, debe efectuarse en este mundo”.
El bautismo vicario ha tornado el corazón de los hijos hacia sus padres y ha proveído un enlace para la familia de Dios, pero, el sellamiento de esposos y esposas, implica que tales relaciones sobrevivirán el paso de la muerte y que los lazos familiares serán reconocidos en el cielo.
Wilford y Phebe se sellaron el 11 de noviembre de 1843. Wilford que escribió que Hyrum Smith “selló el convenio del matrimonio con mi esposa Phebe W. Cárter por tiempo y eternidad”. Su lenguaje refleja su conocimiento de que, el poder del sellamiento efectuado bajo la autoridad del sacerdocio, es parte de los convenios y ordenanzas. El sellamiento de una persona a otra, era un concepto nuevo que se reflejaría meses más adelante. La descripción del concepto de su sellamiento, se encuentra en su diario, en el cual incluyó conversaciones que tuvo con John Taylor en cuanto al “principio del mundo celestial” y la instrucción de Hyrum Smith en cuanto a la exaltación por medio del nuevo y sempiterno convenio el cual “se extiende al mundo eterno”. Las nociones mencionadas eran nuevas e increíbles.
EL ORDEN PATRIARCAL DEL MATRIMONIO.
La introducción de las ordenanzas relacionadas al matrimonio en cierta manera forzó la introducción del matrimonio plural, al menos desde el punto de vista eterno. En el siglo diecinueve, muchos hombres y mujeres se casaban más una vez durante el transcurso de su vida, debido a fallecimientos prematuros. Brigham Young y Hyrum Smith estuvieron entre los primeros en aprender la doctrina del sellamiento y ambos se habían vuelto a casar tras el fallecimiento de sus esposas. Por lo tanto, una vez que se habían sellado con su esposa actual, se sellaban también con sus esposas fallecidas, actuando la mujer actual en representación de la fallecida. Sin embargo, el aceptar la posibilidad del matrimonio plural en las eternidades, era algo mucho más abstracto que el aceptar la realidad del matrimonio plural en sus vidas diarias.
Aun cuando el matrimonio con más de una esposa se puede trazar a enseñanzas de las escrituras, no se había practicado de manera universal en ninguna época y mucho menos en la cultura Americana en el siglo diecinueve. Mientras José traducía partes de la Biblia, preguntó a Dios porque permitió que patriarcas profetas, del Antiguo Testamento practicaran el matrimonio plural, hombres como Abraham, Moisés, David y Salomón. La simple respuesta de Dios a la pregunta de José se encuentra registrada en la sección 132 de Doctrina y Convenios. Dios explica en esta revelación, que los profetas del Antiguo Testamento no estaban bajo condenación por tener más de una esposa por que habían hecho lo que el Señor había mandado, por tanto, “[les] es contado por justicia”. La condenación entraba en efecto cuando tomaban esposas sin la aprobación del Señor.
La explicación de Jacob que se encuentra en el Libro de Mormón, enseña que, el matrimonio plural es la excepción al mandamiento de que el hombre debe tener solo una esposa, y el Señor lo aprueba cuando Él requiere que forme una posteridad justa.
El sacrificio que el Señor requería de los santos los tenía atónitos, ya que no había precedente alguno que se asemejara. Con el fin de tranquilizar a los santos y ayudarles a entender, el Señor comparó este mandamiento, con el mandato dado a Abraham de sacrificar a su hijo Isaac. La disposición de Abraham de sacrificar a su hijo Isaac iba en contra de la ley universal de no matar, sin embargo, les era “contado por justicia”. De forma similar, el mandamiento dado a José Smith y a profetas de la antigüedad de casarse con más una mujer, estaba en conflicto directo con otro mandamiento: “Amarás a tu esposa con todo tu corazón, y te allegaras a ella y a ninguna otra”. No obstante, Dios, el autor de la ley y juez supremo, hace excepciones a sus propias leyes y remplaza la condenación con bendiciones para aquellos que lo obedecen.
Por lo tanto, se le pidió a José que aceptara y enseñara el principio patriarcal del matrimonio, como parte de la restauración de todas las cosas: la iglesia del Nuevo Testamento y las prácticas del Antiguo Testamento. Tal principio implicaría que el hombre no solo se podría sellar a múltiples esposas, lo cual resultaría en matrimonio plural en la vida venidera, sino que también, podrían sellarse a más de una mujer en vida y vivir el principio en su vida cotidiana. Obedeciendo el mandamiento de Dios, José comenzó a enseñar, al principio a pocos individuos, en cuanto al matrimonio patriarcal en 1840 y a medida que los miembros del cuórum de los doce apóstoles regresaban de sus misiones en Inglaterra en 1841, les enseñó la doctrina uno por uno. Al igual que con otras doctrinas, José exhortaba a los santos a acudir a Dios, en busca de la confirmación de la verdad. Prometió a los hombres y a las mujeres que las uniones selladas por el sacerdocio harían posible su progreso eterno, no solo para ellos, sino también para sus hijos. No obstante la doctrina sorprendió a los santos y al público en general.
LA CONVICCIÓN DE WILFORD Y PHEBE.
Aun con las promesas hechas, a Wilford y Phebe se les dificultó aceptar la doctrina del matrimonio plural, pero tras recibir la confirmación de Dios de que era su voluntad, después de un tiempo, aceptaron vivirla plena y fielmente por el resto de sus vidas. Phebe lo explicó de esta manera, “Cuando se enseñó por primera vez el principio de la poligamia, lo consideraba el acto más inicuo que jamás había escuchado; por lo tanto, me opuse con todas mis fuerzas hasta quedar enferma y en un estado de miseria. Sin embargo, tan pronto me convencí de que era una revelación dada por Dios a través de José, y sabiendo que era un profeta, acudí a Dios en oración ferviente para que me guiara en tan crucial momento de mi vida. La respuesta llegó, sentí paz en mi alma y supe que era la voluntad de Dios; desde ese momento hasta el presente, he procurado honrar fielmente la ley patriarcal”.
Más adelante, Phebe abogaría a favor del matrimonio plural púbicamente y también por su derecho constitucional de ejercitar su libertad de religión. En 1870 se organizó un mitin en el cual hizo la siguiente pregunta: “Cómo madres, ¿permaneceremos quietas observando mientras nuestros esposos e hijos, quienes sabemos están obedeciendo la ley más elevada del cielo, sufren a causa de su religión sin hacer todo lo que esté a nuestro alcance para liberarlos?” Respondiendo a su propia pregunta, dijo, “¡No; ciertamente no! El Señor nos ha revelado el orden patriarcal del matrimonio y nos mandó que lo obedezcamos. Estamos selladas a nuestros esposos por tiempo y la eternidad con el fin de poder morar con ellos y con nuestros hijos en el mundo venidero; y nos garantiza el poder recibir la bendición suprema por la cual hemos sido creados”.
Wilford de igual manera, obtuvo un gran testimonio de la ley del matrimonio patriarcal y le encontró paralelos en las escrituras. Dijo, “Nuestro padre Abraham obedeció la ley del orden patriarcal del matrimonio. Sus esposas fueron selladas a él por tiempo y eternidad, y lo mismo ocurrió con las esposas de todos los patriarcas y profetas que obedecieron la ley”. En 1867 describió el matrimonio patriarcal como una gran bendición y dijo a los santos que le daban el valor que se merecía. Posteriormente testificó: “Yo sé que Dios ha revelado ésta ley para su pueblo. Sé que si no hubiésemos obedecido dicha ley, hubiéramos sido condenados…. El reino de Dios se hubiera detenido en este preciso lugar, en el que nos reveló Su ley”.
Para Wilford, los que realmente aspiraban a la salvación deseaban una continuación de los lazos familiares más allá de la muerte. Sin el principio del matrimonio patriarcal, los santos no serían diferentes que el resto del mundo —sin esperanza alguna. Por la razón de que, previo a la restauración total del Evangelio y del sacerdocio, ningún hombre tenía la opción de “reclamar a una esposa” en la resurrección. Todos los matrimonios que hayan sido solemnizados sin la autoridad del sacerdocio acaban en la tumba. No obstante, gracias a las ordenanzas selladoras que fueron reveladas, esposos y esposas, padres e hijos tienen la oportunidad de unirse eternamente en la organización de la familia hasta Adán y Eva. Después añadió, “No era posible obtener la plenitud de la gloria celestial sin la ordenanza del sellamiento o la institución del orden del matrimonio patriarcal, el cual es uno de los principios más gloriosos de nuestra religión”.
Más adelante, en respuesta a las frecuentes críticas por el matrimonio plural, Wilford dio un discurso que consistía de motivos personales en los que basaba su obediencia. Dijo, “Hay hombres que suponen que obedecemos la ley para satisfacer nuestros apetitos carnales. Cuan inocentes son, si en realidad ese hubiera sido nuestro propósito, hubiésemos seguido el ejemplo del mundo cristiano —cometiendo fornicaciones y adulterio— sin asumir las preocupaciones, penas y dolores impuestos sobre nosotros por obedecer dicha ley…. Yo la obedezco por que deseo que mis… esposas e hijos estén conmigo en el día de la resurrección… organizados como familia, para poder morar con ellos y ellos conmigo por las eternidades”. Concluyó diciendo, “Hemos obedecido la ley porque Dios nos lo ha mandado y doy testimonio de su veracidad”.
ESPOSAS DE WILFORD.
Wilford consideró tomar a la sobrina de Phebe, Rhoda Foss como esposa. Dos años después de que se introdujo la doctrina del matrimonio patriarcal, durante una visita a su familia en Connecticut en septiembre de 1843, Wilford registró la conversación que tuvo con sus padres. Habló con su padre en cuanto a la posibilidad de tomar a Rhoda como esposa y traerla con él a Nauvoo, ya que ella deseaba unirse a los santos allí. Su padre le dijo que “está bien, si [estás] preparado para ello”. Aun así, Wilford expresó preocupación ya que no estaba seguro de como reaccionaria Phebe, su madre también le advirtió que “no debía tomar a Rhoda Foss como esposa por ahora, “porque ya tienes a una buena mujer y no te puedes llevar a las mejores”.
Después de tres años de espera, Wilford se casó con Mary Ann Jackson el 2 de agosto de 1846 y tuvieron un hijo, James Jackson Woodruff quien nació el 25 de mayo de 1847. Es probable, que Wilford se haya sellado a Sarah Elinor Brown y a Mary Caroline Barton el 2 de agosto de 1846. Posteriormente, entre 1852 y 1857, Wilford se casó con cuatro mujeres más: Mary Meek Giles Webster, Sarah Brown, Emma Smith y Sarah Deüght Stocking. Sarah Brown tuvo ocho hijos con Wilford y tanto Emma como Delight tuvieron siete hijos respectivamente. Su último matrimonio plural, fue Eudora Lo vina Young en 1877.
A pesar de la determinación y empeño de Wilford y Phebe por obedecer la ley patriarcal, la tensión se hacía presente en su relación a menudo y también fue la causa de descontentos con sus demás esposas. Soportaron separaciones, privaciones, dificultades financieras, persecuciones y soledad. Su esposa plural Mary Ann se divorció de él después de estar separados durante un año mientras Wilford servía en una misión. Dos de las mujeres más jóvenes que se habían sellado a Wilford en el mismo día que se sellaron Mary Ann —Mary C. Barton y Sarah Elinor Brown— decidieron abandonar a la familia menos de cuatro semanas después de sus sellamientos. Su esposa plural Mary Webster, sucumbió ante una infección después de tan sólo seis meses de su sellamiento, a la edad de cincuenta años. Eudora Young, de veinticinco años de edad, lo dejó después de menos de dos años de su sellamiento y se casó con Albert Hagen. La primera esposa de Wilford, Phebe, falleció trece años antes que él y catorce de sus treinta y cuatro hijos también fallecieron antes que él.
En vista de tales dificultades, Wilford se esmeró por cuidar a sus esposas y familias. Les construyó casas y estableció mejores relaciones con sus hijos y nietos. Durante sus ausencias, las cuales eran frecuentes, se mantenía en contacto con sus esposas e hijos por medio de cartas. En una de las cartas que envió a su hija Blanche, compartió su filosofía en cuanto a la vida familiar diciendo: “Todos esperamos vivir juntos para siempre después de la muerte. Creo que, como padres e hijos, debemos asumir cualquier dolor con tal de hacernos felices los unos a los otros durante toda la vida, para no tener nada de que lamentarnos”.
A la edad de ochenta y dos, después de vivir la ley patriarcal del matrimonio durante cuarenta y tres años, Wilford habló de la naturaleza eterna de las familias diciendo, “¡Que pensamiento tan glorioso! He sentido que, al irme de este mundo en el que he pasado muchas tribulaciones y aflicciones junto con mis esposas e hijos, solamente los puedo tener conmigo en la próxima vida, con cuerpos inmortales, juntos en la presencia de Dios y el Salvador, de patriarcas y profetas, se me recompensará por todas mis obras aunque llegue a vivir tanto como Matusalén”. Invitó a los santos a que valoren más a sus familias y las relaciones familiares, “recordando que si somos fieles, heredaremos gloria, inmortalidad y vida eterna”.
LA PLENITUD DEL SACERDOCIO.
Para el año 1843, los ritos del templo revelados a José Smith incluían bautismos, lavamientos y unciones, la ceremonia de la investidura, círculos de oración y sellamientos. Entre 1843 y 1844 José administró o dirigió dichas ceremonias y ordenanzas a hombres y mujeres. El 2 de diciembre de 1843, el día en que Wilford recibió su investidura e instrucción de parte de José, registró en su diario parte de la conversación, “Sión, la luz, las bendiciones y la gloria te esperan”. Emma Smith fue la primera mujer que recibió la investidura, Phebe recibió el lavamiento, unciones e investidura bajo la dirección de Emma y Mary Fielding Smith tres semanas después de Wilford. Wilford hablaba a menudo del recibimiento de las ordenanzas del templo y en 1882, testificó que José le reveló por primera vez “las mismas ordenanzas” que se administrarían a los Santos de Últimos Días cincuenta años después.
La última ordenanza administrada por José Smith, fue la segunda unción, en la que se confieren las bendiciones de la primera unción durante la ceremonia de la investidura. Es por medio de la segunda unción que hombres y mujeres pueden asegurar la plenitud de las bendiciones que el Padre tiene para, no solamente morar en Su presencia, sino llegar a ser Dioses. La promesa en las unciones iniciales, es que aquellos que demuestren su fidelidad a los convenios, llegaran a ser reyes y reinas, en la segunda unción, son ungidos siendo reyes y reinas.
Tal como se explicó más adelante, en el periódico llamado juvenile Instructor, ”Los poderes adicionales de los que se hace mención, incluyen todas las llaves pertenecientes al santo sacerdocio en la tierra, no habían sido revelados al hombre en ninguna dispensación y admiten tanto a hombres como a mujeres, al otro lado del velo…. Los convierten en reyes y sacerdotes, reinas y sacerdotisas ante Dios”. Si los santos reunían las condiciones para recibir la mayor y más sagrada ordenanza, entonces podían ser sellados a la vida eterna, recibir la garantía incondicional de la exaltación y hacer firme su llamamiento y elección.
José Smith había hecho mención de dicho concepto tiempo atrás en junio de 1839, sin embargo no indicó en ese momento que el hacer firme el llamado y elección, involucraba una ordenanza específica. Las enseñanzas de Pedro en el Nuevo Testamento detallan ciertos pre-requisitos como la fe, la virtud, la devoción y la caridad entre otros, para llegar a obtener la plenitud de las bendiciones de Dios. En mayo de 1843, José explicó que aparte de los mencionados pre-requisitos, se requerían otros más, específicamente “el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio”290. Después, en agosto de 1843, aclaró de nuevo que las ordenanzas del templo se clasifican bajo las “tres órdenes del sacerdocio”: el Levítico o Aarónico, el patriarcal y el de Melquisedec. Era la primera vez que declaraba de forma explícita que aquellos “que posean la plenitud del sacerdocio de Melquisedec son reyes y sacerdotes del más alto Dios”. Y que a través de la segunda y última unción, serían “llamados, elegidos y afirmados”.
Wilford tenía confianza en que la segunda unción, reflejaba la instrucción que se encuentra en el Libro de Abraham. El capítulo tres del relato de Abraham, contiene la descripción de su conversación con Dios en cuanto a la creación y al primer estado mortal del hombre. Dios le mostró a Abraham los espíritus nobles que existían desde “antes de la fundación del mundo” y le dijo a Abraham que esos individuos serían enviados a la tierra con el fin de demostrar su obediencia. Si eran obedientes a los mandamientos de Dios, entonces serían encontrados dignos de heredar el reino de Dios. Wilford enseñó a los santos que, “Estamos aquí para ser probados y para ser educados”. Después exclamó diciendo, “¿Quién puede realmente comprender que, al obedecer la ley celestial, todo lo que el Padre tiene, nos será dado —exaltaciones, tronos, principados, poder, dominio— quien lo puede comprender?”
José y Emma fueron los primeros en recibir sus segundas unciones el 28 de septiembre de 1843. Otras seis parejas también recibieron su segunda unción ese mismo año, entre ellos, Brigham Young y su esposa Mary Ann, recibieron su segunda unción el 22 de noviembre de 1843. Después de administrar la segunda unción a Brigham, José le pidió que ungiera al resto de los doce que estaban en Nauvoo. En enero de 1844, ocho de los doce apóstoles junto con sus esposas, recibieron la segunda unción, entre ellos Wilford y Phebe. Wilford describió ambas partes de la unción en su diario. La primera, se efectuó el 28 de enero en la cual, él y Phebe recibieron instrucción y bendiciones por la imposición de manos. La segunda parte de la ceremonia fue administrada por Phebe en su casa el 5 de mayo de 1844.
Estas ordenanzas mayores del sellamiento y unción, dieron lugar al “reino de sacerdotes” al que José se había referido y cumplió la promesa hecha a las mujeres de la Sociedad de Socorro el 30 de mayo de 1842. En similitud al relato encontrado en el Antiguo Testamento en el libro de Éxodo, cuando el Señor le promete a los hijos de Israel que si lo obedecían y guardaban el convenio hecho con Él, serían “un reino de sacerdotes y una nación santa”. Un mes después, en abril de 1842, José afirmó a las hermanas que “llegarían a poseer los privilegios, bendiciones y dones del sacerdocio” los cuales habían sido establecidos por Dios, también, que las llaves del sacerdocio les serían entregadas. Previo a la muerte de José dos meses más adelante, fueron ungidos sesenta y seis hombres y mujeres como sacerdotes y sacerdotisas de Dios, recibieron la plenitud del sacerdocio y se les prometió la vida eterna.
EXALTACIÓN PARA LAS FAMILIAS.
Las ordenanzas finales fueron la culminación de todo lo que se había revelado a José Smith: los fieles, coherederos con Jesucristo, además de poder vivir en la presencia de Dios, tendrían la capacidad de llegar a ser Dioses. Las “ordenanzas finales y de mayor importancia” son muy relevantes por varias razones. Primero, los sellamientos y segundas unciones, solamente se podían administrar a parejas, hombre y mujer como partes iguales. Segundo, establecieron el principio de que un individuo sólo, no puede alcanzar la exaltación en el grado más alto del reino celestial. De modo que el progreso eterno solo se puede lograr gracias a un esfuerzo en conjunto, se necesita el aporte de ambos, esposo y esposa.
























