Mi bendición patriarcal: La guía de Dios para edificar la vida que yo esperaba
Por el élder Isaac K. Morrison
De los Setenta
Revista Liahona Agosto 2025
Cada paso que doy está guiado por mi fe en las promesas que recibí.
Durante mi adolescencia en Ghana, mi paso por la escuela secundaria estuvo plagado de obstáculos.
La mayoría de las escuelas secundarias de esa época exigían el pago de la matrícula y mi familia tenía dificultades económicas. Mi tío, amablemente, se ofreció a costear mi educación, me permitió mudarme con él y continuar mis estudios. Sin embargo, las dificultades económicas eran habituales y mi tío no siempre podía cubrir mis gastos escolares. La falta de pago llevó a que me enviaran a casa, lo que desafortunadamente se convirtió en mi realidad varias veces, junto con otras sanciones.
En medio de mis dificultades, a menudo me sentía desanimado al ver a otros niños con mejores oportunidades. Sin embargo, esos desafíos se convirtieron en el telón de fondo de una experiencia transformadora en mi vida.
Mientras vivía con mi tío y su familia, ellos me dieron a conocer La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Dedicaban tiempo cada semana a la noche de hogar, al estudio de las Escrituras y a la oración diaria. Después de un año de asistir a las reuniones y a Seminario con ellos, a la edad de diecisiete años tomé la sagrada decisión de ser bautizado.
Guiado por mi bendición patriarcal
Años más tarde, mientras asistía a la Escuela Dominical, aprendí acerca de las bendiciones patriarcales y sentí la necesidad urgente de recibir una. El patriarca, Joseph William “Billy” Johnson, era un discípulo respetado en la comunidad de la Iglesia y fue uno de los primeros conversos de Ghana. Viajé dos horas para pedir mi bendición y regresé un mes después con el corazón abierto para recibirla.
Durante la bendición me sentí abrumado cuando el patriarca compartió reflexiones personales que resonaron profundamente dentro de mí, revelando una conexión con mi vida que solo Dios podía conocer. Sentí Su amor y la certeza de que tenía un propósito. Cada lectura subsiguiente de mi bendición realzaba el conocimiento íntimo que Dios tenía de mí y de la obra divina que yo debía llevar a cabo.
Llegué a darme cuenta de que Dios está profundamente interesado en nuestra vida, que somos Sus hijos (véase Romanos 8:16) y que tenemos un propósito divino. Esa comprensión me inspiró a mantener la bendición patriarcal en la mente y recordarme los mandamientos y las promesas relacionados con ella. Mi bendición patriarcal motivó mi decisión de servir en una misión. Esa experiencia transformó profundamente mi vida y fui testigo de cómo las bendiciones que el patriarca pronunció sobre mí se materializaron a lo largo de mi servicio.
No te des por vencido
Al regresar de la misión estaba decidido a seguir el camino trazado en mi bendición patriarcal. Cada paso que daba estaba guiado por mi fe en las promesas que había recibido y mi deseo de verlas cumplidas. Sabía que si obedecía a Dios y trataba de vivir de la manera en que deseaba que lo hiciera, Él me guiaría. A pesar de las dificultades que tuve durante la universidad, sentí que el Padre Celestial me fortalecía y me guiaba.
A aquellos que luchan con la educación o lidian con dificultades (particularmente en África), sepan que empatizo con ustedes. He transitado esa senda. Entiendo el peso de la incertidumbre, pero les imploro: no se den por vencidos. El Señor siempre está presente, listo para ayudarlos a pesar de las pruebas que puedan afrontar. Él dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
La ayuda puede provenir de fuentes inesperadas —como familiares, amigos o líderes de la Iglesia— y testifico que el Señor inspira a los demás a apoyar a Sus hijos. Es esencial mantener la fe en uno mismo y en el potencial que hay en ti. Con trabajo arduo y determinación, puedes superar tus circunstancias.
Mi bendición patriarcal, una Liahona personal para mi vida, me recordaba continuamente que debía esperar días mejores. En Alma 37 se describe la Liahona de una manera muy hermosa: “Obró por [la familia de Lehi] según su fe en Dios” (versículo 40). Esto demuestra cómo la bendición patriarcal puede guiarnos si mantenemos nuestra fe en las promesas del Señor.
Si bien es posible que no todas las bendiciones se reciban en esta vida, podemos tener la esperanza de que algunas sí se manifiesten y de que nuestra fiel búsqueda de deseos justos nos conducirá hacia el gozo y la realización.
Un testamento de fe y perseverancia
A lo largo de mi travesía he aprendido que, aunque la vida no siempre sea sencilla, confiar en el plan del Padre Celestial conduce a milagros personales. Cuando me enfrenté a obstáculos, me apoyé en esa verdad y fui fortalecido por la fe. Cuando actuamos con fe y tomamos decisiones sabias, el Señor prepara un camino para nosotros. Cada vez que me sentía abrumado o inseguro, recordaba esa promesa y se me recordaba que la fe es la clave (véase Mateo 17:20).
En momentos de duda, a menudo me hallo reflexionando sobre el aliento que encuentro al leer mi bendición patriarcal. Me inspira a seguir adelante, sabiendo que todo esfuerzo que haga con fe no pasará desapercibido para el Señor.
Si mantenemos nuestro corazón abierto a la inspiración, descubriremos que Dios está constantemente brindando oportunidades de crecimiento. No estamos solos al llevar a cabo Su obra y edificar Su reino.
Al continuar aceptando la guía que se encuentra en mi bendición patriarcal, me mantengo firme en mi compromiso de seguir al Salvador. A medida que avanzamos juntos, los animo a aferrarse a sus bendiciones y a la esperanza que representan. Nuestra bendición patriarcal hace las veces de un recordatorio divino de nuestro valor y potencial a los ojos de Dios.
























