Sacerdocio

El Cuórum

Élder Boyd K. Packer


En la antigüedad, cuando un hombre era nombrado para formar parte de un cuerpo selecto, su comisión —siempre redactada en latín— detallaba la responsabilidad de la organización, definía quiénes debían ser sus miembros, y luego contenía invariablemente las palabras “quorum vos unum”, que significan “de quienes queremos que seáis uno”.

La palabra cuórum, que no aparece ni en el Antiguo Testamento ni en el Nuevo Testamento, desde ese origen llegó a significar aquel grupo selecto sin cuyo consentimiento no se podía realizar ningún negocio ni proceder con autoridad.

En la dispensación del cumplimiento de los tiempos, el Señor instruyó que el sacerdocio se organizara en cuórums, es decir, asambleas seleccionadas de hermanos investidos de autoridad para que Su obra pudiera llevarse a cabo y Sus asuntos fueran atendidos.

El Diccionario Webster reconoce la palabra cuórum como “un cuerpo mormón que comprende a aquellos del mismo grado de sacerdocio”.

El gobierno de los asuntos del Señor en esta dispensación recae en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, la cual, por Su propia declaración, es “la única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra, con la cual yo, el Señor, me complazco, al hablar a la iglesia como un todo y no individualmente” (DyC 1:30).

El sacerdocio, que siempre está asociado con la obra de Dios, “permanece en la iglesia de Dios en todas las generaciones, y no tiene principio de días ni fin de años” (DyC 84:17).

Permanece en nuestros días. Hombres, tanto jóvenes como mayores, son llamados del mundo y recibidos en la Iglesia por medio del bautismo. Conforme a las limitaciones y normas de dignidad establecidas por el Señor, los hombres pueden calificar, haciéndose dignos, para ser ordenados en ese cuerpo comparativamente pequeño de hombres en la tierra que han sido comisionados para tener autoridad y llevar a cabo los asuntos del Señor en este tiempo.

El Sacerdocio de Melquisedec

“Hay, en la Iglesia, dos sacerdocios, a saber: el de Melquisedec y el Aarónico, incluyendo el Sacerdocio Levítico.

“La razón por la que el primero se llama el Sacerdocio de Melquisedec es porque Melquisedec fue un gran sumo sacerdote.

“Antes de su época se llamaba el Santo Sacerdocio, según el Orden del Hijo de Dios.

“Pero, por respeto o reverencia al nombre del Ser Supremo, para evitar repetir con demasiada frecuencia su nombre, ellos, la iglesia, en los días antiguos, llamaron a ese sacerdocio según Melquisedec, o el Sacerdocio de Melquisedec.” (DyC 107:1–4)

“El Sacerdocio de Melquisedec tiene el derecho de presidencia y posee el poder y la autoridad sobre todos los oficios en la iglesia en todas las épocas del mundo, para administrar en cosas espirituales.” (DyC 107:8)

“Todas las demás autoridades u oficios en la iglesia son añadiduras a este sacerdocio.” (DyC 107:5)

“Y este sacerdocio mayor administra el evangelio y posee la llave de los misterios del reino, sí, la llave del conocimiento de Dios.

“Por tanto, en las ordenanzas de este sacerdocio, se manifiesta el poder de la divinidad.

“Y sin las ordenanzas de este sacerdocio, y la autoridad del sacerdocio, el poder de la divinidad no se manifiesta a los hombres en la carne.” (DyC 84:19–21)

En el sacerdocio mayor existen los siguientes oficios:

  1. El élder, quien es un ministro residente.
  2. El setenta, quien es un ministro viajante.
  3. El sumo sacerdote, quien administra en cosas espirituales y preside según lo requiera su llamamiento en la Iglesia.
  4. El patriarca, quien confiere bendiciones sobre los miembros de la Iglesia.
  5. El apóstol, quien es un consejero viajante y testigo especial del nombre de Cristo en todo el mundo.
  6. La presidencia del sumo sacerdocio, quienes tienen el derecho de oficiar en todos los oficios del sacerdocio.
    (Véase A Guide for Quorums of the Melchizedek Priesthood, Consejo de los Doce, 1930, p. 13.)

Hay cinco cuórums mencionados en Doctrina y Convenios relacionados con el sacerdocio mayor. Estos son:

  1. Los cuórums de élderes, “el cual cuórum se instituye para ministros residentes; sin embargo, pueden viajar, pero han sido ordenados para ser ministros residentes” (DyC 124:137).
    Un cuórum completo consiste en noventa y seis élderes, presididos por una presidencia de cuórum llamada por el presidente de estaca.
    Aquellos hermanos que actualmente se designan como élderes prospectivos se integran con los cuórums de élderes.
  2. Los cuórums de setentas, “el cual cuórum se instituye para élderes viajeros a fin de dar testimonio de mi nombre en todo el mundo” (DyC 124:139).
    Este cuórum está compuesto por setenta hermanos, presididos por siete presidentes llamados por el presidente de estaca tras consultar con el Primer Cuórum de los Setenta.
    Su asignación principal es la obra misional, en la cual reciben cierta orientación del Primer Cuórum de los Setenta.
  3. Los cuórums de sumos sacerdotes, cada uno compuesto por todos los sumos sacerdotes que residen dentro de los límites de una estaca, incluyendo patriarcas y obispos.
    El presidente de estaca y sus consejeros forman la presidencia de este cuórum.
  4. El Cuórum de los Doce Apóstoles, compuesto por aquellos hombres ordenados como apóstoles y sostenidos como miembros de ese cuórum (DyC 107:23–24).
  5. El Cuórum de la Primera Presidencia de la Iglesia, compuesto por el presidente y sus dos consejeros (DyC 107:22).

El Sacerdocio Aarónico

“El segundo sacerdocio se llama el Sacerdocio de Aarón, porque fue conferido a Aarón y a su descendencia, por todas sus generaciones.” (DyC 107:13)

Este sacerdocio “posee las llaves del ministerio de ángeles, y del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados.” (DyC 13:1)

“La razón por la cual se le llama el sacerdocio menor es porque es una añadidura al mayor, o sea, al Sacerdocio de Melquisedec, y tiene poder para administrar ordenanzas exteriores.” (DyC 107:14)

Hay cuatro oficios en el Sacerdocio Aarónico:

  1. El diácono, que debe “velar por la iglesia” y ser un ministro residente para la iglesia. (DyC 84:111; véase también DyC 20:57–59)
  2. El maestro, que debe “velar siempre por la iglesia, y estar con los miembros y fortalecerlos.” (DyC 20:53)
  3. El sacerdote, que debe “predicar, enseñar, explicar, exhortar, y bautizar, y administrar la Santa Cena. Y visitar la casa de cada miembro.” (DyC 20:46–47)
  4. El obispo, quien preside el Sacerdocio Aarónico y “administra en todas las cosas temporales.” (DyC 107:68, 71)

Hay tres cuórums del Sacerdocio Aarónico:

  1. El cuórum de diáconos, que debe consistir en doce diáconos (DyC 107:85), con una presidencia llamada por el obispo de entre sus miembros.
  2. El cuórum de maestros, compuesto por veinticuatro maestros (DyC 107:86), con una presidencia llamada por el obispo de entre sus miembros.
  3. El cuórum de sacerdotes, compuesto por cuarenta y ocho sacerdotes (DyC 107:87), presidido por el obispo del barrio al cual pertenece el cuórum. (DyC 107:88)

El obispo es un sumo sacerdote y pertenece al cuórum de sumos sacerdotes.

En ambos sacerdocios, una mayoría del número requerido puede constituir un cuórum. Cuando se supera el número especificado para un cuórum, este puede —y quizá generalmente debería— ser dividido.

Se espera que todo poseedor del sacerdocio tenga membresía en un cuórum. Es un privilegio sagrado que viene con la concesión del sacerdocio. El sacerdocio y la membresía en un cuórum son prácticamente sinónimos.

En algunos casos, un hombre puede ser ordenado en un lugar donde no haya suficientes hermanos para constituir un cuórum. Aun así, tiene un líder de archivo del sacerdocio, y su canal de autoridad conduce, al igual que con quienes pertenecen a cuórums, al profeta y presidente de la Iglesia.

Cuando un joven alcanza la edad de doce años, se le confiere el Sacerdocio Aarónico y es ordenado al oficio de diácono. Automáticamente e inmediatamente, se convierte en miembro de un cuórum de diáconos. Desde ese momento y a lo largo de su vida, se contempla que mantendrá membresía en un cuórum del sacerdocio.

La membresía en un cuórum no es opcional. Un hombre no puede presentarse para ser ordenado a un oficio del sacerdocio y, al mismo tiempo, elegir no pertenecer a un cuórum, o elegir afiliarse a un cuórum compuesto por hermanos que poseen un oficio diferente en el sacerdocio. Es miembro del cuórum correspondiente y, mediante sus acciones, o lo sostiene o lo degrada. Mantiene su membresía en ese cuórum hasta que es ordenado a otro oficio del sacerdocio y, automáticamente, pasa a ser miembro de otro cuórum. Si se muda del área de su cuórum, inmediatamente es elegible para ser miembro del cuórum correspondiente en el área donde se encuentre su membresía en la Iglesia.

Un hombre que se vuelve inactivo no pierde su membresía en el cuórum. Puede perder el interés en el cuórum, pero el cuórum nunca debe perder el interés en él. El cuórum es responsable siempre y continuamente de cada uno de sus miembros. Ignorar a un miembro inactivo, o dejar de interesarse por él y de tener contacto con él, es una abdicación de sus derechos como poseedor del sacerdocio. No se le puede negar la membresía ni la participación en un cuórum excepto mediante una acción formal de un consejo disciplinario.

Un hombre culpable de transgresión está sujeto a acción disciplinaria. Puede ser suspendido de sus privilegios, en cuyo caso se le aplican sanciones que le impiden ejercer su sacerdocio hasta que complete su arrepentimiento y se le restituyan esos privilegios. Si es excomulgado de la Iglesia, ya no posee el sacerdocio ni la membresía en un cuórum.

Si un miembro del cuórum es culpable de transgresión, no tomar las acciones disciplinarias adecuadas cuando se justifiquen es ofender sus privilegios. Cada uno de nosotros debe tener el derecho a recibir la disciplina apropiada. La disciplina es una expresión de amor. En el sacerdocio, puede convertirse en una expresión sublime de amor, pues la palabra “disciplina” proviene de la palabra “discípulo”.

Si el cuórum del sacerdocio de un hombre funciona correctamente, es casi imposible que un hombre, sostenido por los hermanos de su cuórum, fracase en cualquier aspecto de las responsabilidades de la vida.

Repito: todas las demás autoridades u oficios en la Iglesia son añadiduras al sacerdocio mayor.

Un digno poseedor del sacerdocio puede ser llamado a servir como oficial eclesiástico en la Iglesia, como presidente de estaca, sumo consejero u obispo; o puede ser llamado como oficial, maestro o miembro de junta en una organización auxiliar, sin que esto altere su condición como miembro del cuórum. Tal servicio ni aumenta ni puede disminuir su membresía en un cuórum. Aunque sea llamado y relevado de tales asignaciones, su membresía en su cuórum es una ciudadanía constante y sostenida, que se convierte en su derecho como poseedor del sacerdocio. Y el poseer el sacerdocio, incluyendo la membresía correspondiente en el cuórum, debe considerarse un privilegio sagrado.

Ser llamado a presidir un cuórum, ser llamado como secretario de un cuórum, o ser asignado a cualquier otra responsabilidad para apoyar al cuórum, es en sí mismo una señal de honra espiritual. Y al mismo tiempo, es una responsabilidad monumental.

Cada persona que posea el sacerdocio debe determinarse enérgicamente a mantener sus normas a fin de ser digno de tal membresía. Sus prioridades deben estar tan bien organizadas en su pensamiento que considere al sacerdocio que posee —del cual todos los demás oficios y autoridades deben derivar su poder— como la preferencia y prioridad en sus sentimientos y atenciones.

Puedo pensar fácilmente, por ejemplo, que nuestra Escuela Dominical es una Escuela Dominical del sacerdocio. Está presidida por un presidente de Escuela Dominical que es poseedor del sacerdocio y es miembro de un cuórum. Su llamamiento, que es relativamente temporal, es un servicio honorable que él presta por un tiempo y una temporada. Él es un crédito para su cuórum al prestar ese servicio. Por supuesto, algún día será relevado, pero no se contempla que pase un solo día en esta tierra sin ser miembro de un cuórum.

Cuando un poseedor del sacerdocio es llamado a un cargo en una organización auxiliar, está representando a su cuórum en esa sagrada responsabilidad. No es separado de su cuórum para cumplir esa asignación.

Estos servicios auxiliares completan una vida plena y brindan a los miembros de los cuórums y a sus familias una experiencia completa de vida, actividad y capacitación. Son, en un sentido muy real, funciones y actividades del sacerdocio.

Tales llamamientos en la Iglesia son importantes y deben ser estimados como tales. Sin embargo, su importancia relativa no debe ni puede asumir preeminencia sobre los oficios del sacerdocio ni sobre los llamamientos para presidir los cuórums del sacerdocio. El sacerdocio es la fuente de toda fuerza y autoridad para todas las organizaciones y oficios de la Iglesia.

Uno puede llegar a descuidar su membresía en el cuórum. Así como la pertenencia a una familia o el patriotismo hacia la patria pueden debilitarse y fallar, también puede fallar la lealtad al cuórum si se da por sentada. En nuestros días hay una necesidad urgente de que cada poseedor del sacerdocio refuerce su patriotismo espiritual o lealtad a su cuórum.

Los presidentes de estaca no pueden dedicar su tiempo y atención a las organizaciones auxiliares en detrimento del sacerdocio y los cuórums del sacerdocio, y aun así tener éxito en establecer la divinidad entre nuestro pueblo.

No pueden abastecer esas organizaciones auxiliares con una cantidad desproporcionada de tiempo, talento o fondos, y aun así tener éxito en llevar divinidad al pueblo.

La fortaleza del cuórum es la clave para la fortaleza de la estaca. El cuórum será tan fuerte como lo sea cada miembro individual. Todos tenemos la obligación y la responsabilidad de honrar nuestro sacerdocio, de ser ciudadanos dignos del cuórum del sacerdocio.

“Porque todo aquel que sea fiel en obtener estos dos sacerdocios de los que he hablado, y en magnificar su llamamiento, será santificado por el Espíritu para la renovación de su cuerpo.” (Doctrina y Convenios 84:33)

“Llegan a ser los hijos de Moisés y de Aarón, y la descendencia de Abraham, y la iglesia y el reino, y los escogidos de Dios.

“Y también todos los que reciban este sacerdocio, a mí me reciben, dice el Señor;

“Porque el que recibe a mis siervos, a mí me recibe;

“Y el que me recibe a mí, recibe a mi Padre;

“Y el que recibe a mi Padre, recibe el reino de mi Padre; por tanto, todo lo que mi Padre tiene le será dado.

“Y esto es conforme al juramento y convenio que pertenece al sacerdocio.

“Por tanto, todos los que reciben el sacerdocio, reciben este juramento y convenio de mi Padre, el cual no puede quebrantar, ni puede ser traspasado.” (DyC 84:33–40)

Que Dios nos conceda a todos los que poseemos el sacerdocio, y a cada uno de nosotros que somos miembros de un cuórum, honrar ese sacerdocio, sostener ese cuórum, para que la divinidad se halle en la vida de todos los Santos de los Últimos Días.

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