¿Qué han dicho los líderes de la Iglesia sobre Doctrina y Convenios 88?

¿Qué han dicho los líderes de la Iglesia sobre Doctrina y Convenios 88?


“Jesucristo en Todo y Sobre Todo.”

“El plan de Dios para la agencia moral y mortal nos permite aprender por medio de nuestra propia experiencia. Algunas de nuestras más grandes lecciones de vida provienen de cosas que nunca escogeríamos. Con amor, Jesucristo descendió debajo y ascendió por encima de todas las cosas (véase Doctrina y Convenios 88:6; 122:8). Él se regocija en nuestras capacidades divinas para la creatividad y el deleite, la bondad sin esperar recompensa, la fe para el arrepentimiento y el perdón. Y Él llora de tristeza ante la magnitud de nuestro sufrimiento humano, la crueldad, la injusticia —a menudo provocados por la elección humana— así como lo hacen los cielos y el Dios del cielo con ellos.”

Élder Gerrit W. Gong, del Cuórum de los Doce Apóstoles, Conferencia General de abril de 2025, “Los grandes dones de la eternidad: la Expiación, la Resurrección y la Restauración de Jesucristo.”

Dios, en Su sabiduría perfecta, nos ha dado un don sagrado: la agencia moral y mortal. Con ella, no solo tomamos decisiones, sino que aprendemos de los frutos de nuestras propias experiencias. Muchas de las lecciones más profundas y transformadoras de nuestra vida provienen de circunstancias que jamás habríamos escogido voluntariamente. Sin embargo, es precisamente en esas pruebas no deseadas donde crecemos de manera más significativa.

Jesucristo, movido por un amor infinito, descendió debajo de todas las cosas y ascendió por encima de todas las cosas. Él no solo experimentó lo más puro y sublime, sino también lo más amargo y doloroso de la existencia humana. Al hacerlo, se acercó a nosotros de una manera que nadie más puede hacerlo. Él comprende el gozo que sentimos al crear, la satisfacción de hacer el bien sin esperar recompensa, y la fe que nos lleva a arrepentirnos y perdonar. Por eso se regocija cuando ejercemos esas capacidades divinas que forman parte de nuestra herencia eterna como hijos de Dios.

Pero el Salvador también comparte nuestras lágrimas. Se duele con nosotros ante la magnitud del sufrimiento humano, ante la crueldad y la injusticia que a menudo resultan de las decisiones equivocadas de las personas. Así como los cielos lloraron con Enoc al contemplar la maldad de la humanidad, así también Jesucristo llora hoy con nosotros.

Este mensaje nos recuerda que nuestro Padre Celestial no es un observador distante, sino un Dios presente, profundamente involucrado en nuestras alegrías y tristezas. Respetará siempre nuestra libertad para elegir, aun cuando esa libertad ocasione dolor, pero también nos ofrece, en Cristo, una esperanza viva de restauración y redención. En ese plan eterno, cada experiencia —agradable o dolorosa— puede llegar a ser un peldaño hacia nuestra exaltación, porque tenemos a un Redentor que conoce el camino, lo ha recorrido y nos acompaña en cada paso.


“Cristo Desciende para Rescatarnos.”

“Si vieras a alguien ahogándose, ¿no le extenderías la mano para rescatarlo? ¿Puedes imaginarte a tu Salvador rechazando tu mano extendida? Yo lo imagino sumergiéndose en el agua, descendiendo por debajo de todas las cosas (véase Doctrina y Convenios 88:6) para levantarnos y que podamos tomar una bocanada de aire fresco. Nadie puede hundirse más abajo de lo que la luz de Cristo brilla”.

Hermana Tamara W. Runia, primera consejera de la presidencia general de las Mujeres Jóvenes, conferencia general de abril de 2025, “Tu arrepentimiento no es una carga para Jesucristo; ilumina Su gozo.”

La hermana Tamara W. Runia nos pinta una escena que todos podemos imaginar: alguien lucha por mantenerse a flote, agotado, a punto de hundirse. En un caso así, ¿quién no se lanzaría para ayudar? Ella nos invita a vernos en esa persona y, al mismo tiempo, a ver a Jesucristo como el Salvador que no se queda en la orilla dudando, sino que se sumerge de inmediato.

Su imagen es poderosa: Cristo “descendiendo por debajo de todas las cosas”, tal como enseña Doctrina y Convenios 88:6, para alcanzarnos incluso en lo más profundo. No hay oscuridad tan densa, ni caída tan baja, ni culpa tan pesada que Su luz no pueda penetrar. Él no espera que salgamos solos a la superficie; se mete en nuestras aguas turbulentas, nos toma de la mano y nos levanta para que respiremos aire fresco y nuevo.

Este cuadro nos recuerda que el arrepentimiento no es una carga para el Señor, sino una ocasión que llena Su corazón de gozo. Cuando tendemos la mano hacia Él, no lo agobiamos, lo hacemos sonreír, porque hemos aceptado Su invitación a ser rescatados. La luz de Cristo no conoce fronteras: llega hasta el último rincón, hasta el fondo más oscuro, y allí mismo comienza el milagro de levantarnos.


“Nada Está Demasiado Roto para Cristo.”

“El Salvador puede redimir lo que se ha perdido, incluidas las relaciones rotas y fracturadas. Él ha provisto una manera para que todo lo que ha caído sea redimido, para infundir vida en aquello que parece muerto y sin esperanza (véase Doctrina y Convenios 88:6, 13).

“Si estás luchando con una situación que piensas que ya deberías haber superado, no te rindas. Ten paciencia contigo mismo, guarda tus convenios, arrepiéntete con frecuencia, busca la ayuda de tus líderes si es necesario y ve a la casa del Señor tan regularmente como puedas. Escucha y obedece las impresiones que Él te envíe. Él no abandonará Su relación de convenio contigo”.

Hermana Kristin M. Yee, segunda consejera de la presidencia general de la Sociedad de Socorro, conferencia general de octubre de 2024, “El gozo de nuestra redención.”

La hermana Kristin M. Yee nos recuerda que el poder redentor del Salvador no se limita a perdonar pecados individuales, sino que alcanza todo lo que está roto, perdido o aparentemente muerto. Él descendió “por debajo de todas las cosas” (DyC 88:6, 13) para rescatar no solo almas, sino también esperanzas, sueños y relaciones que el tiempo, el error o el dolor han deteriorado.

Su mensaje es profundamente personal: hay luchas que parecen repetirse, heridas que creemos que ya deberían haber sanado, pero que siguen abiertas. En esos momentos, la invitación no es a rendirse, sino a persistir en el camino del discipulado: ser pacientes con nosotros mismos, honrar los convenios, arrepentirnos con frecuencia, buscar ayuda inspirada y acudir a la casa del Señor.

Doctrinalmente, nos enseña que la relación de convenio que el Salvador ha establecido con nosotros es firme e inquebrantable desde Su lado. Él no la abandona, aunque nosotros vacilemos. Al seguir las impresiones del Espíritu y permanecer cerca de Él, Su poder vivificante puede transformar lo que pensamos que estaba perdido para siempre.

Es un recordatorio de que, para Cristo, nada está demasiado roto como para no poder ser restaurado, y que nuestro papel es permanecer en el proceso, confiando en que Su luz llegará incluso a los rincones más oscuros de nuestra vida.


“La Luz que Aclara y Vivifica.”

“En nuestras vidas, que a menudo están llenas de preguntas, preocupaciones, presiones y oportunidades, el amor de nuestro Salvador por nosotros individualmente y como Sus hijos del convenio, así como Sus enseñanzas y leyes, son recursos diarios de los que podemos depender para ser una “luz que brilla, … ilumin[ando nuestros] ojos [y] vivific[ando nuestro] entendimiento” (Doctrina y Convenios 88:11). Al buscar las bendiciones del Espíritu en nuestras vidas, podremos, como enseñó Jacob, ver “las cosas como realmente son, y … como realmente serán” (Jacob 4:13)”.

Hermana Tracy Y. Browning, segunda consejera de la presidencia general de la Primaria, conferencia general de octubre de 2022, “Ver más de Jesucristo en nuestras vidas.”

La hermana Tracy Y. Browning nos invita a reconocer que, en medio de la vida con sus preguntas, exigencias y decisiones, el amor de Jesucristo y Su palabra son faros constantes. No son simples ideas reconfortantes, sino recursos espirituales diarios capaces de iluminar la mente, abrir la visión y fortalecer el corazón.

Al citar Doctrina y Convenios 88:11, nos recuerda que la luz del Salvador no solo alumbra el camino externo, sino que ilumina los ojos y vivifica el entendimiento, es decir, nos ayuda a ver con claridad espiritual incluso en medio de la confusión. Esa luz nos permite interpretar las circunstancias no solo como parecen en el momento, sino como realmente son y serán, tal como enseñó Jacob (Jacob 4:13).

Doctrinalmente, el pasaje enseña que la presencia y enseñanzas de Cristo son la clave para percibir la verdad y que esta percepción proviene del Espíritu Santo. En un mundo de incertidumbre, la relación de convenio con el Salvador nos da acceso a una luz que no fluctúa con las corrientes del tiempo.

Es un recordatorio de que, si buscamos y recibimos las bendiciones del Espíritu, podremos vivir viendo más allá de la superficie, con la perspectiva eterna que solo Cristo puede darnos.


“La Luz que Nos Guía Desde el Principio.”

“Antes de que recibieras el don del Espíritu Santo, ya tenías la Luz de Cristo plantada en tu alma, esa “luz que está en todas las cosas, … que da vida a todas las cosas” (Doctrina y Convenios 88:13; véanse también los versículos 6–12), y que es la influencia para el bien en el corazón de todas las personas que han vivido o vivirán. Esa luz fue dada para protegerte y enseñarte”.

Presidente Jeffrey R. Holland, entonces miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, conferencia general de abril de 2022, “No temas: ¡Solo cree!.”

El presidente Jeffrey R. Holland nos recuerda que, incluso antes de recibir el don del Espíritu Santo, ya poseíamos un regalo divino: la Luz de Cristo. Esta luz, descrita en Doctrina y Convenios 88:13 como la que “está en todas las cosas” y “da vida a todas las cosas”, es una influencia universal que toca el corazón de cada ser humano que ha vivido o vivirá.

Doctrinalmente, la Luz de Cristo es más que una conciencia moral; es un poder espiritual que procede de la presencia del Salvador y que busca guiarnos hacia el bien. Está destinada a protegernos de la oscuridad espiritual y a enseñarnos la verdad, preparando así nuestro corazón para recibir revelación más plena a través del Espíritu Santo.

La enseñanza central es que nadie está completamente privado de guía divina, porque la Luz de Cristo opera en todos, invitándonos constantemente a volvernos hacia Dios. Reconocer esta luz en nuestras decisiones y sentimientos es el primer paso para afinar el oído espiritual y, eventualmente, disfrutar de la compañía constante del Espíritu Santo.

En otras palabras, el Señor nos dio una brújula interna antes de darnos el mapa completo, para que, aun antes de hacer convenios formales, pudiéramos orientarnos hacia Su luz y Su amor.


“Hacia la Medida de Nuestra Creación.”

“Participamos en la obra de Dios no porque Dios nos necesite, sino porque nosotros necesitamos a Dios y Sus poderosas bendiciones. … Al participar, progresamos hacia “la medida de [nuestra] creación” (Doctrina y Convenios 88:19). …

“Los llamamientos no determinan ni validan el valor o la dignidad de una persona. Más bien, al trabajar con Dios de la manera que Él nos pida, crecemos hasta alcanzar la medida de nuestra propia creación”.

Élder Steven D. Shumway, Setenta Autoridad General, conferencia general de abril de 2025, “Participar para prepararnos para el regreso de Cristo.”

El élder Steven D. Shumway nos recuerda que participar en la obra de Dios no es una cuestión de que Él necesite nuestras manos, sino de que nosotros necesitamos Su guía, Su poder y Sus bendiciones para llegar a ser lo que fuimos destinados a ser. Nuestro valor no depende del tipo de llamamiento que tengamos ni de la visibilidad de nuestro servicio, sino de la disposición con la que respondemos al Señor. Cada oportunidad de colaborar con Él —por pequeña o grande que parezca— es un paso hacia “la medida de nuestra creación”, es decir, hacia el cumplimiento pleno de nuestro propósito divino. Al trabajar con Dios, aprendemos a vernos como Él nos ve y a descubrir que nuestra verdadera dignidad radica en ser Sus hijos y Sus siervos, preparados para recibir al Salvador cuando vuelva.


“El Destino Eterno y la Senda de los Convenios.”

“Después de la muerte, recibiremos lo que hayamos llegado a merecer y “[solo] disfrut[aremos] de aquello que [estemos] dispuestos a recibir” (Doctrina y Convenios 88:32). Alcanzar nuestro destino eterno depende de nuestras decisiones. Requiere hacer y guardar convenios sagrados. Esta senda de los convenios es la manera en que venimos a Cristo y se basa en la verdad absoluta y en leyes eternas e inmutables. No podemos crear nuestro propio camino y esperar los resultados que Dios ha prometido. Esperar Sus bendiciones sin seguir las leyes eternas sobre las cuales se basan es un error, como pensar que podemos tocar una estufa caliente y “decidir” no quemarnos.

“La senda establecida por el Padre Celestial conduce a los mejores resultados eternos. Somos libres de elegir, pero no podemos elegir las consecuencias de no seguir el camino revelado. El Señor ha dicho: “Aquello que quebranta una ley y no se sujeta a la ley, sino que procura llegar a ser ley en sí mismo… no puede ser santificado por la ley, ni por la misericordia, la justicia ni el juicio” (Doctrina y Convenios 88:35). No podemos apartarnos del curso del Padre Celestial y luego culparlo por resultados inferiores”.

Élder Dale G. Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles, conferencia general de abril de 2022, “Su naturaleza divina y destino eterno.”

El élder Renlund nos recuerda que la eternidad no es un premio repartido de manera indiscriminada, sino el resultado justo de lo que estamos dispuestos —y preparados— a recibir. Después de esta vida, no podremos forzar las bendiciones del reino celestial si no hemos vivido de acuerdo con las leyes y convenios que rigen ese reino. La senda de los convenios no es una sugerencia opcional ni un atajo improvisado; es el camino revelado por Dios que, al seguirlo, nos conduce a Cristo y nos capacita para recibir Su plenitud. Pretender resultados eternos sin sujetarnos a las leyes eternas es tan ilusorio como creer que podemos desafiar las leyes físicas sin consecuencias. La misericordia, la justicia y el juicio no pueden santificar lo que se resiste a la ley. Dios nos concede libertad para escoger, pero no para alterar las consecuencias. Por ello, nuestro destino eterno se fragua en las decisiones diarias de obediencia, en el compromiso de vivir según el patrón divino, y en el deseo sincero de llegar a ser aquello para lo cual fuimos creados. Solo así podremos disfrutar plenamente de todo lo que el Padre desea darnos.


“Recibir el Don de Saber que Somos Hijos de Dios.”

“Me gustaría hablar sobre un don que lo abarca todo, una verdad eterna que sustenta nuestra capacidad de recibir todo lo demás que nuestro Padre desea otorgarnos: un don vital de conocimiento que, cuando se acepta y recibe plenamente en lo profundo del alma, da contexto a las alegrías y dificultades de la vida y a nuestras preguntas sin respuesta. Y es este: que en realidad somos hijos de Dios. …

“Si este don de entendimiento, de valor incalculable —y toda la bondad, paz y esperanza que fluyen de él— queda sin aceptar, sin abrir y sin recibir, ¡qué pérdida tan terrible para nosotros! ¡Qué tristeza para el Dador! “Porque, ¿de qué le sirve a un hombre si se le concede un don y no recibe el don? He aquí, no se regocija en lo que se le ha dado, ni se regocija en el que es dador del don” (Doctrina y Convenios 88:33).

“Te invito a recibir, ya sea por primera vez o en mayor medida que nunca antes, la magnífica comprensión de que en verdad eres el amado hijo de Dios. Debes desatar el lazo, arrancar el papel de regalo, abrir la caja y recibir activamente, con humilde gratitud, una comprensión verdadera y pura de esta verdad fundamental. El Espíritu Santo puede testificar a tu corazón que, en efecto, eres un hijo del Altísimo”.

Élder Patrick Kearon, del Cuórum de los Doce Apóstoles, conferencia general de abril de 2025, “Recibe Su don.”

El élder Kearon nos lleva a reflexionar sobre uno de los dones más preciosos que el Padre Celestial nos ha dado: el conocimiento profundo y transformador de que somos Sus hijos amados. No se trata de una simple idea alentadora, sino de una verdad eterna que, al penetrar en lo más íntimo del alma, cambia la manera en que vemos nuestras pruebas, nuestras alegrías y aun nuestras preguntas sin respuesta. Este don, como todo regalo divino, requiere ser recibido activamente. Podemos tenerlo frente a nosotros, envuelto en promesas de paz, esperanza y propósito, pero si no lo abrimos —si no dejamos que el Espíritu Santo grabe esta certeza en nuestro corazón—, se pierde la oportunidad de que su poder nos sostenga. El Señor mismo advierte que un don no recibido es un gozo desperdiciado, tanto para quien lo rechaza como para el Dador amoroso. Aceptar esta verdad con gratitud es abrirnos a una relación más profunda con Dios, a una confianza más firme en Su plan y a una identidad que da sentido y dirección a toda nuestra existencia. Solo al recibir plenamente este don, podremos vivir con la dignidad, la fortaleza y la esperanza que provienen de sabernos hijos del Altísimo.


“El Reino que Elegimos por las Leyes que Vivimos.”

“Sabemos, gracias a la revelación moderna, que “todos los reinos tienen una ley dada” (Doctrina y Convenios 88:36). Y, de manera significativa:

““El que no puede vivir la ley de un reino celestial, no puede soportar una gloria celestial.

““Y el que no puede vivir la ley de un reino terrenal, no puede soportar una gloria terrenal.

““Y el que no puede vivir la ley de un reino telestial, no puede soportar una gloria telestial” (Doctrina y Convenios 88:22–24).

“En otras palabras, el reino de gloria que recibamos en el Juicio Final estará determinado por las leyes que elijamos obedecer dentro del amoroso plan de nuestro Padre Celestial. Bajo ese plan hay múltiples reinos para que todos Sus hijos puedan ser asignados a un reino donde puedan ‘permanecer’”.

Presidente Dallin H. Oaks, primer consejero de la Primera Presidencia, conferencia general de abril de 2022, “El amor divino en el plan del Padre.”

El presidente Oaks nos recuerda que la eternidad se rige por un principio claro e inmutable: cada reino de gloria funciona bajo leyes específicas, y solo quienes las viven pueden soportar y disfrutar la gloria que esas leyes sostienen. El plan del Padre es perfecto y amoroso, pues prevé un lugar de paz y gloria para todos Sus hijos, asignándolos a un reino donde puedan permanecer de acuerdo con la ley que hayan elegido seguir. No se trata de una imposición arbitraria, sino de una consecuencia natural: así como un pez no puede vivir fuera del agua, un espíritu que no se ha preparado para la gloria celestial no podría existir cómodamente en su plenitud. Nuestra obediencia diaria no solo nos prepara para recibir bendiciones aquí y ahora, sino que moldea nuestra naturaleza para que, en el día final, podamos habitar eternamente en el ambiente de luz y santidad que hemos aprendido a amar y a vivir. En última instancia, el reino que heredemos reflejará las leyes que, con libertad, decidimos abrazar.


“La luz que Forman un Testimonio Inquebrantable.”

“La luz se adhiere a la luz” — “la verdad abraza a la verdad” (Doctrina y Convenios 88:40). La realidad y el poder de un rayo de testimonio se refuerza y combina con otro, y luego con otro y otro más. Línea sobre línea, precepto sobre precepto, aquí un rayo y allá otro —un pequeño y valioso momento espiritual a la vez—, va formándose en nuestro interior un núcleo de experiencias espirituales llenas de luz. Tal vez ningún rayo por sí solo sea lo bastante fuerte o brillante como para constituir un testimonio completo, pero juntos pueden llegar a ser una luz que la oscuridad de la duda no pueda vencer”.

Élder Alexander Dushku, Setenta Autoridad General, conferencia general de abril de 2024, “Pilares y rayos.”

El élder Dushku nos enseña que el testimonio no suele formarse de un solo y espectacular momento de revelación, sino de la suma de muchos destellos espirituales que, unidos, se transforman en una luz firme e imbatible. Así como la luz busca y se une a la luz, cada experiencia espiritual —por pequeña que parezca— se adhiere a las demás, fortaleciendo nuestro núcleo de fe. Un solo rayo quizá no sea suficiente para disipar toda la oscuridad, pero la acumulación constante de estos momentos crea una claridad que la duda no puede apagar. Este principio nos recuerda que debemos valorar y conservar cada impresión del Espíritu, por sencilla que sea, porque cada una contribuye a la fortaleza del testimonio que nos sostendrá en los momentos de prueba. La verdad atrae a la verdad, y al reunir diligentemente estas luces, edificamos un faro interior que nos guía con seguridad hacia Cristo.


“Acercarnos para Sentir Su Cercanía.”

“Esta es Su invitación para nosotros: “Acercaos a mí y yo me acercaré a vosotros; buscadme diligentemente y me hallaréis; pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá” (Doctrina y Convenios 88:63).

“Hay momentos en que nos sentimos cerca del Salvador Jesucristo. Y, sin embargo, a veces, durante nuestras pruebas mortales, sentimos cierta distancia de Él y anhelamos la seguridad de que Él sabe lo que hay en nuestro corazón y nos ama como individuos.

“La invitación del Salvador incluye la manera de sentir esa seguridad: acérquense a Él al recordarlo siempre; búsquenlo diligentemente mediante el estudio de las Escrituras; pidan, mediante una oración sincera al Padre Celestial, sentir más cercanía con Su Hijo Amado”.

Presidente Henry B. Eyring, segundo consejero de la Primera Presidencia, conferencia general de abril de 2025, “Acercaos a mí.”

El presidente Eyring nos recuerda que la cercanía con el Salvador no es un sentimiento reservado para momentos excepcionales, sino una relación que podemos cultivar diariamente mediante acciones sencillas y constantes. La invitación de Cristo —acercarnos a Él para que Él se acerque a nosotros— no es solo una promesa, sino también una guía clara: recordarlo siempre, buscarlo diligentemente en las Escrituras y pedir al Padre, con sinceridad, sentir Su presencia. En los momentos en que la vida parece oscurecerse y sentimos distancia de Él, estas prácticas se convierten en puentes que acortan la brecha. La cercanía con Jesús no depende de que Él cambie de lugar, sino de que nosotros demos los pasos para entrar en el círculo de Su luz y amor. Así, incluso en medio de pruebas, podremos sentir la seguridad de que Él conoce nuestro corazón, nos ama de manera individual y camina con nosotros en el sendero de regreso al hogar eterno.


“Un Corazón Quebrantado Atrae Su Gracia.”

“Siente ese impulso, el dolor piadoso que te vuelve hacia tu Salvador, y observa cómo Su gracia entra en tu vida y en la de aquellos a quienes amas. Prometo que, en el instante en que llevemos con valentía un corazón quebrantado hacia Él, Él estará allí de inmediato (véase Alma 34:31; Doctrina y Convenios 88:63)”.

Hermana Tamara W. Runia, primera consejera de la presidencia general de las Mujeres Jóvenes, conferencia general de abril de 2025, “Tu arrepentimiento no es una carga para Jesucristo; ilumina Su gozo.”

La hermana Runia nos enseña que el arrepentimiento verdadero no es un peso que aleja, sino un movimiento del alma que nos impulsa hacia el Salvador. Ese “dolor piadoso” que sentimos por el pecado es, en realidad, una evidencia de que el Espíritu está obrando en nosotros, invitándonos a buscar refugio en Cristo. Llevar con valentía un corazón quebrantado significa confiar lo suficiente como para acercarnos tal como somos, con nuestras debilidades expuestas, sabiendo que Él no nos rechazará. La promesa es inmediata y segura: en el instante en que demos ese paso hacia Él, Su gracia se derramará sobre nosotros y sobre quienes amamos. El arrepentimiento, lejos de ser un obstáculo, es el canal por el cual Su gozo y Su poder transformador fluyen a nuestra vida, sanando, fortaleciendo y devolviéndonos la esperanza.


“Nunca Fuera de Su Alcance.”

“Las etapas de nuestra vida pueden llevarnos a lugares tanto inesperados como indeseables. Si el pecado te ha llevado allí, corre la cortina de la oscuridad y comienza ahora a acercarte humildemente a tu Padre Celestial con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, y arrepiéntete. Él escuchará tu sincera oración. Con valentía hoy, “acercaos a [Él] y [Él] se acercará a vosotros” (Doctrina y Convenios 88:63). Nunca estás más allá del poder sanador de la expiación de Jesucristo”.

Élder Timothy J. Dyches, entonces Setenta Autoridad General, conferencia general de abril de 2021, “La luz se adhiere a la luz.”

El élder Dyches nos recuerda que, aunque la vida pueda llevarnos a escenarios dolorosos o inesperados, nunca estamos fuera del alcance del amor y la misericordia de Dios. Cuando el pecado ha oscurecido nuestro camino, la invitación es clara: apartar el velo de la oscuridad y volvernos, sin demora, hacia el Padre Celestial con humildad y un corazón quebrantado. El arrepentimiento sincero no solo es posible, sino que abre la puerta para que el Señor escuche y responda nuestra oración. La promesa de las Escrituras es firme: si nos acercamos a Él, Él se acercará a nosotros. No importa cuán lejos hayamos vagado, la expiación de Jesucristo tiene el poder de sanarnos, limpiarnos y restaurarnos. La valentía de dar el primer paso hacia la luz es suficiente para que el Salvador nos reciba con Sus brazos abiertos y comience a transformar nuestra vida.


“Adorar con Reverencia y Propósito.”

“Lo más importante es lo que hacemos cuando nos reunimos en el día del Señor. Por supuesto, nos vestimos lo mejor que podamos según nuestros medios —no de forma extravagante, sino modestamente, de manera que demostremos nuestro respeto y reverencia hacia la Deidad—. Nuestra conducta es igualmente reverente y respetuosa. Adoramos al unirnos en oración; adoramos al cantar himnos (no solo escucharlos, sino cantarlos); adoramos al instruirnos y aprender unos de otros. … Nos reunimos no para entretener o ser entretenidos —como, por ejemplo, por una banda musical—, sino para recordarlo a Él y ser “instruidos más perfectamente” en Su evangelio (Doctrina y Convenios 88:78)”.

Élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, conferencia general de abril de 2025, “Adorar.”

El élder Christofferson nos enseña que la adoración en el día del Señor no es un acto superficial ni un evento social, sino un encuentro sagrado para acercarnos más a Dios y recibir instrucción perfecta en Su evangelio. La manera en que nos preparamos —desde nuestra vestimenta modesta y respetuosa hasta nuestra actitud reverente— refleja nuestro deseo de honrar Su presencia. Cada elemento de la reunión dominical tiene un propósito espiritual: unirnos en oración, cantar himnos con intención y participar activamente en la enseñanza mutua. No vamos a la capilla para ser entretenidos, sino para recordar al Salvador, renovar nuestros convenios y recibir la guía necesaria para vivir Su palabra. Al adorar de esta manera, permitimos que el Espíritu nos instruya de forma más profunda, fortaleciendo nuestra fe y capacitándonos para enfrentar la semana con un corazón centrado en Cristo.


“Ser Pacificadores en Tiempos Profetizados.”

“Los profetas han previsto nuestro día, cuando habría guerras y rumores de guerras, y cuando toda la tierra estaría en conmoción (véase Doctrina y Convenios 88:91). Como seguidores de Jesucristo, suplicamos a los líderes de las naciones que encuentren soluciones pacíficas a sus diferencias. Invitamos a las personas en todas partes a orar por los necesitados, a hacer lo que puedan para ayudar a los afligidos y a buscar la ayuda del Señor para poner fin a cualquier conflicto importante”.

Presidente Russell M. Nelson, conferencia general de abril de 2022, “Predicar el evangelio de paz.”

El presidente Nelson nos recuerda que vivimos en tiempos profetizados, marcados por guerras, tensiones y una conmoción generalizada en la tierra. Estos acontecimientos, lejos de sorprendernos, confirman que las palabras de los profetas se cumplen. Ante este panorama, el discípulo de Cristo no se deja dominar por el miedo ni por la hostilidad, sino que actúa como pacificador. Se nos invita a elevar oraciones sinceras por los necesitados, a extender la mano para aliviar el sufrimiento y a buscar la guía del Señor para que los conflictos encuentren un fin justo y duradero. Aunque no siempre podamos cambiar las decisiones de los líderes mundiales, sí podemos contribuir a que la paz reine en nuestros hogares, comunidades y corazones. En un mundo en agitación, la verdadera estabilidad nace de anclar nuestra vida en el Príncipe de Paz.


“Esperanza y Fe en un Mundo Turbulento.”

“En Doctrina y Convenios, el Salvador dijo: “Y todas las cosas estarán en conmoción; … porque el temor vendrá sobre todos los pueblos” (Doctrina y Convenios 88:91).

“Ciertamente vivimos en una época en la que las cosas están en conmoción. Muchas personas temen al futuro y muchos corazones se han alejado de su fe en Dios y en Su Hijo, Jesucristo.

“Los informes de noticias están llenos de relatos de violencia. La degradación moral se publica en línea. Cementerios, iglesias, mezquitas, sinagogas y santuarios religiosos han sido vandalizados. … Los trastornos económicos han causado dificultades para muchos, especialmente para los más vulnerables de los hijos de nuestro Padre Celestial.

“Hemos visto a personas ejercer con pasión su derecho a la protesta pacífica, y también hemos visto a multitudes airadas amotinarse. Al mismo tiempo, seguimos viendo conflictos en todo el mundo.

“Pienso a menudo en aquellos de ustedes que están sufriendo, preocupados, temerosos o sintiéndose solos. Les aseguro a cada uno de ustedes que el Señor los conoce, que Él está al tanto de sus inquietudes y angustias, y que los ama: íntimamente, personalmente, profundamente y para siempre”.

El fallecido presidente M. Russell Ballard, entonces presidente en funciones del Cuórum de los Doce Apóstoles, conferencia general de octubre de 2020, “Velad, pues, y orad siempre.”

El presidente Ballard describe con claridad la realidad de nuestro tiempo: un mundo en constante agitación, donde la violencia, la degradación moral, las tensiones sociales, la inestabilidad económica y los conflictos internacionales parecen multiplicarse. Estos hechos cumplen las palabras del Salvador de que “todas las cosas estarán en conmoción” y que el temor llenará los corazones. Sin embargo, en medio de esta turbulencia, el mensaje es de consuelo y esperanza. El Señor no es ajeno a nuestras ansiedades ni a nuestro dolor; Él nos conoce de manera íntima y personal, y Su amor es profundo y eterno. En tiempos de temor, el discípulo de Cristo está llamado a mantener la fe, a velar y orar siempre, y a recordar que, aunque el mundo tiemble, nuestro ancla segura está en Aquel que tiene poder para calmar la tempestad. Su conocimiento perfecto de nuestras luchas es la garantía de que no estamos solos, y Su amor constante es la fuerza que nos sostiene hasta que llegue la paz prometida.


“Testificar Ahora que Jesucristo Vive.”

“Sabemos que en los últimos días “toda rodilla se doblará, y toda lengua confesará” que Jesús es el Cristo (Mosíah 27:31; véase también Doctrina y Convenios 88:104). Ruego que este testimonio llegue a ser una experiencia normal y natural para nosotros ahora, que aprovechemos toda oportunidad para testificar con gozo: Jesucristo vive”.

Hermana Bonnie H. Cordon, entonces presidenta general de las Mujeres Jóvenes, conferencia general de abril de 2023, “Nunca pierdan la oportunidad de testificar de Cristo.”

La hermana Bonnie H. Cordon nos recuerda que llegará un día en que la verdad sobre Jesucristo será reconocida universalmente: “toda rodilla se doblará” y “toda lengua confesará” que Él es el Cristo. Ese momento será solemne y glorioso, pero ella nos invita a no esperar a que ocurra para vivirlo. Ahora, en nuestra vida diaria, podemos hacer que ese reconocimiento sea algo natural y constante. Testificar de Cristo no debe ser un acto forzado ni reservado solo para ocasiones especiales; debe brotar con gozo de un corazón que Le conoce y Le ama. Al hacerlo, no solo fortalecemos nuestra propia fe, sino que participamos en la preparación de un mundo que un día, sin excepción, reconocerá Su soberanía y Su amor eterno. En ese sentido, cada testimonio personal es un anticipo del gran día en que toda la humanidad se unirá en una sola voz para proclamar: “Jesucristo vive.”


“Buscar Conocimiento por el Estudio y por la Fe.”

“Vemos al Señor acelerando las oportunidades educativas para nuestros miembros e incluso para quienes no son de nuestra fe en todo el mundo. Una de las cosas que nos distingue como Iglesia es nuestro énfasis en la educación. El Señor mandó, en los primeros días de la Restauración, “buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (Doctrina y Convenios 88:118). Eso está sucediendo hoy y es digno de un sonoro “¡hurra!”“.

Élder Ronald A. Rasband, del Cuórum de los Doce Apóstoles, conferencia general de abril de 2025, “Justo ante nuestros ojos.”

El élder Ronald A. Rasband nos recuerda que el mandamiento de “buscar conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” no es una simple recomendación académica, sino una instrucción divina que abarca toda la vida. Dios desea que desarrollemos nuestra mente y nuestro espíritu en armonía, reconociendo que la verdad puede encontrarse tanto en los libros como en las rodillas dobladas en oración. En nuestros días, el Señor está ampliando las oportunidades de aprendizaje para Sus hijos en todo el mundo, bendiciendo a miembros de la Iglesia y también a quienes no comparten nuestra fe. Al participar de estas oportunidades, cultivamos una mente más clara y un corazón más sensible a la revelación, y nos preparamos para servir con mayor capacidad. Así, el estudio y la fe no son caminos paralelos, sino sendas que se entrelazan para llevarnos más cerca de Dios y de nuestro potencial divino.


“Aprender por Estudio y por Fe.”

“El Señor nos enseñó cómo aumentar nuestra fe al buscar “conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (Doctrina y Convenios 88:118). Fortalecemos nuestra fe en Jesucristo al esforzarnos por guardar Sus mandamientos y “recordarle siempre” (Moroni 4:3). Además, nuestra fe aumenta cada vez que ejercemos nuestra fe en Él. Eso es lo que significa aprender por medio de la fe”.

Presidente Russell M. Nelson, conferencia general de octubre de 2020, “Abraza el futuro con fe.”

El presidente Russell M. Nelson nos enseña que aprender “por el estudio y también por la fe” no es solo adquirir información, sino un proceso espiritual que fortalece nuestra relación con Jesucristo. El conocimiento verdadero no se limita a la mente, sino que transforma el corazón cuando se vive en obediencia a los mandamientos y con la determinación de “recordarle siempre”. Cada acto de confianza en el Señor, cada decisión tomada con fe, amplía nuestra capacidad de recibir más luz y comprensión. Así, la fe no es estática: crece y se profundiza a medida que la ejercemos. En este sentido, aprender por la fe es vivir de tal manera que el estudio y la obediencia se unen para acercarnos más a Cristo y permitir que Su influencia nos guíe en cada paso hacia el futuro.

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