¿Qué han dicho los líderes de la Iglesia acerca de Doctrina y Convenios 89–92?

¿Qué han dicho los líderes de la Iglesia acerca de Doctrina y Convenios 89–92?


“La Palabra de Sabiduría: principio con promesa para los últimos días”

‘Dado como un principio con promesa, adaptado a la capacidad de los débiles y de los más débiles de todos los santos, que son o pueden ser llamados santos.

He aquí, en verdad, así os dice el Señor: A causa de las maldades y designios que existen y existirán en el corazón de hombres conspiradores en los postreros días, os he amonestado y os amonesto, dándoos esta palabra de sabiduría por revelación’ (Doctrina y Convenios 89:3–4).

La instrucción inspirada que sigue a esta introducción proporciona pautas duraderas tanto para el bienestar físico como espiritual, y testifica de bendiciones específicas que dependen de nuestra fidelidad al principio.”

Élder David A. Bednar (Conferencia General de abril de 2021, “Los principios de Mi evangelio”)

En Doctrina y Convenios 89:3–4, el Señor declara que la Palabra de Sabiduría fue dada como un principio con promesa, revelado de manera sencilla y accesible “a la capacidad de los débiles y de los más débiles de todos los santos”. Esto significa que no se trata de una instrucción reservada para los fuertes o los sabios, sino que cada miembro de la Iglesia puede comprenderla y vivirla. El Señor la diseñó como una ley universal, clara y misericordiosa.

Al mismo tiempo, el pasaje explica que esta ley responde a una realidad profética: las maldades y designios de hombres conspiradores en los últimos días. Desde la época de José Smith hasta nuestro tiempo, han proliferado industrias que manipulan, promueven y lucran con sustancias dañinas, aun a costa de la salud y el bienestar de millones. El Señor, que ve el fin desde el principio, proveyó esta revelación para advertir y proteger a Sus hijos.

Como recordó el élder David A. Bednar, lo que sigue después de esta introducción son instrucciones inspiradas que contienen normas perdurables para el bienestar físico y espiritual. La obediencia fiel a estos principios no solo nos preserva de peligros visibles y temporales, sino que también abre las puertas a bendiciones espirituales específicas: sabiduría, conocimiento divino y una vida más sensible a la influencia del Espíritu Santo.

En suma, la Palabra de Sabiduría es más que una regla de salud; es una ley espiritual de preparación y protección, que fortalece a los discípulos de Cristo frente a un mundo saturado de engaños y placeres destructivos.


“Principios de salud y promesas divinas”

“En 1833 el Señor reveló al profeta José Smith un plan para llevar una vida saludable. Ese plan se encuentra en la sección 89 de Doctrina y Convenios y es conocido como la Palabra de Sabiduría. Da instrucciones específicas en cuanto a los alimentos que debemos comer y prohíbe el uso de sustancias que son dañinas para nuestro cuerpo.

Aquellos que obedecen los mandamientos del Señor y que guardan fielmente la Palabra de Sabiduría reciben promesas de bendiciones particulares, entre las cuales están la buena salud y mayor resistencia física (véase Doctrina y Convenios 89:18–21).”

Presidente Thomas S. Monson (Conferencia General, octubre de 2016, “Principios y promesas”)

En 1833, el Señor reveló la Palabra de Sabiduría al profeta José Smith como un plan divino de salud física y fortaleza espiritual. Lejos de ser una simple recomendación cultural de su época, esta instrucción constituye un mandamiento eterno, que refleja el amor de un Padre celestial preocupado por el bienestar integral de Sus hijos.

El presidente Thomas S. Monson enseñó que la revelación da direcciones específicas: aconseja sobre el uso correcto de los alimentos y prohíbe sustancias dañinas para el cuerpo. En un mundo donde las tendencias alimenticias, los vicios y las presiones sociales cambian con frecuencia, la Palabra de Sabiduría se mantiene como una guía segura, revelada por Dios, cuya aplicación sigue siendo vigente y protectora.

El Señor también acompañó este principio con promesas concretas para quienes lo obedecen fielmente: “salud en sus ombligos y médula en sus huesos”, “sabiduría y grandes tesoros de conocimiento” y la capacidad de “correr y no cansarse, y caminar y no desmayar” (DyC 89:18–21). Estas bendiciones abarcan no solo la resistencia física, sino también una visión espiritual más clara, necesaria para enfrentar las pruebas de la vida y servir en el Reino de Dios.

En resumen, la Palabra de Sabiduría es más que un código de salud: es un principio divino con promesa, que une lo temporal y lo espiritual, y asegura que quienes la vivan con fe recibirán fuerzas, protección y discernimiento.


“La obediencia que libera y da luz”

“La obediencia permite que las bendiciones de Dios fluyan sin restricción. Él bendecirá a Sus hijos obedientes con libertad de la esclavitud y la miseria. Y los bendecirá con mayor luz. Por ejemplo, uno guarda la Palabra de Sabiduría sabiendo que la obediencia no solo traerá liberación de la adicción, sino que también añadirá bendiciones de sabiduría y tesoros de conocimiento (véase Doctrina y Convenios 89:19).”

Presidente Russell M. Nelson (Conferencia General, abril de 2011, “Afrontemos el futuro con fe”; en ese entonces miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles)

El presidente Russell M. Nelson enseñó que la obediencia es la llave que abre el canal de las bendiciones divinas. Dios siempre desea bendecir a Sus hijos, pero es la obediencia la que permite que esas bendiciones fluyan “sin restricción”. Este principio es universal: cada mandamiento guarda en sí una promesa, y al obedecer, el discípulo de Cristo accede a libertad, paz y poder espiritual.

Aplicado a la Palabra de Sabiduría, el profeta explicó que la obediencia no solo libra de la esclavitud de las adicciones, sino que también concede bendiciones adicionales: sabiduría, claridad de mente y “grandes tesoros de conocimiento” (DyC 89:19). Así, lo que comienza como un acto de cuidado físico se transforma en una puerta hacia mayor luz espiritual. El Señor revela más a quienes demuestran fidelidad en lo pequeño, y de esa manera les prepara para mayores responsabilidades y revelaciones.

La promesa de libertad y de luz muestra que la Palabra de Sabiduría es más que una norma de salud: es una ley espiritual de empoderamiento. Quien la obedece no solo se preserva de daños visibles, sino que recibe capacidad aumentada para discernir, aprender y progresar en el camino del discipulado.


 “La Palabra de Sabiduría: escudo y protección en los últimos días”

“En 1908, en una conferencia general, el presidente Joseph F. Smith leyó la sección 89 de Doctrina y Convenios —la Palabra de Sabiduría—. Luego él, sus dos consejeros y el presidente de los Doce hablaron sobre el mismo tema, la Palabra de Sabiduría. Entonces se efectuó una votación para aceptarla como obligatoria para los miembros de la Iglesia, y fue aprobada unánimemente.

Esa revelación comienza: ‘A causa de las maldades y designios que existen y existirán en el corazón de hombres conspiradores en los postreros días, os he amonestado y os amonesto, dándoos esta palabra de sabiduría por revelación’ (Doctrina y Convenios 89:4).

Es un escudo y una protección para nuestro pueblo, en particular para nuestra juventud. Pasa a formar parte de toda esa ‘armadura’ de Dios prometida en las revelaciones para protegerlos de los ‘dardos de fuego’ del adversario (véase Doctrina y Convenios 27:15–18).”

Presidente Boyd K. Packer (Conferencia General, abril de 2007, “El espíritu del tabernáculo”; en ese entonces presidente en funciones del Cuórum de los Doce Apóstoles)

El presidente Boyd K. Packer recordó un momento clave en la historia de la Iglesia: en 1908, bajo la dirección de la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce, la Palabra de Sabiduría fue aceptada oficialmente como norma obligatoria para los santos. Ese acontecimiento marcó un punto de transición, cuando una instrucción dada en 1833 pasó a ser reconocida formalmente como un mandamiento vinculante, confirmando su vigencia y relevancia eterna.

La revelación misma anticipa la razón de su necesidad: los “designios de hombres conspiradores en los postreros días” (DyC 89:4). Esta frase describe con exactitud las prácticas de la industria moderna que, en pos de ganancias, manipula y promueve sustancias y hábitos dañinos. La Palabra de Sabiduría, entonces, es un acto de amor divino que nos advierte y previene contra esos peligros.

El presidente Packer destacó además que esta ley es “un escudo y una protección”, especialmente para la juventud. Al vivirla, se fortalece la capacidad de resistir las tentaciones del adversario y de revestirse con la “armadura de Dios” (DyC 27:15–18). Así, la Palabra de Sabiduría no solo resguarda el cuerpo, sino que también protege el alma, convirtiéndose en un componente vital de la defensa espiritual contra los “dardos de fuego” del maligno.

En conclusión, la Palabra de Sabiduría es más que una norma de salud: es un arma espiritual de protección y un muro de seguridad para los discípulos de Cristo, que los prepara para mantenerse firmes y puros en un mundo lleno de engaños y presiones destructivas.


“La obediencia que rompe cadenas”

“El mandamiento del Señor de abstenernos del alcohol, el tabaco, el té y el café (véase Doctrina y Convenios 89) también va en contra de las tradiciones de muchos. Las adicciones o los hábitos de larga data no se superan fácilmente, pero el mandamiento de Dios es claro y las bendiciones prometidas más que compensan los desafíos del cambio.”

Presidente Dallin H. Oaks (Conferencia General, octubre de 2003, “Arrepentimiento y cambio”; en ese entonces miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles)

El élder Dallin H. Oaks enseña que la Palabra de Sabiduría no solo es una norma de salud, sino una manifestación del poder liberador del evangelio. El mandato de abstenerse de alcohol, tabaco, té y café va en contra de tradiciones sociales y culturales muy arraigadas, y a menudo se enfrenta a la realidad de adicciones profundas. Sin embargo, la claridad de la voz de Dios en este mandamiento demuestra que Su ley no está sujeta a modas ni a costumbres humanas: Él conoce los peligros espirituales y físicos detrás de esas prácticas y nos provee un camino de protección.

El énfasis de este pasaje está en la esperanza del cambio. Aunque dejar un hábito pueda ser difícil, la obediencia abre la puerta a bendiciones prometidas que superan con creces los sacrificios. Entre ellas están la salud física, la fortaleza espiritual, la capacidad de discernir mejor la voluntad de Dios y una mayor libertad ante las ataduras del pecado. El Señor no nos pide nada que no podamos lograr con Su ayuda, y al dar el paso de fe hacia la obediencia, Su gracia nos sostiene en el proceso de transformación.

Así, la Palabra de Sabiduría no solo se convierte en una ley de salud, sino en una prueba de fidelidad, confianza y dependencia en el poder redentor de Cristo, quien nos concede fuerzas para vencer tanto tradiciones como debilidades personales.


 “La Palabra de Sabiduría: Señal de un pueblo de convenio”

“La Palabra de Sabiduría es una ley espiritual. A los obedientes Él proclamó: ‘Yo, el Señor, les doy una promesa: que el ángel destructor pasará de largo, como a los hijos de Israel, y no los matará’ (Doctrina y Convenios 89:21).

En la primera Pascua, el ángel destructor pasó de largo las casas que estaban marcadas con sangre en los postes de las puertas. En nuestros días, los fieles guardan la Palabra de Sabiduría. Es una de nuestras señales a Dios de que somos Su pueblo de convenio.

Elijan ser diferentes; serán bendecidos tanto física como espiritualmente.”

Presidente Russell M. Nelson (Conferencia General, octubre de 1988, “¿Adicción o libertad?”; en ese entonces miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles)

El presidente Russell M. Nelson enseña que la Palabra de Sabiduría va más allá de ser un código de salud: es una ley espiritual y, sobre todo, una señal de convenio entre Dios y Su pueblo. Así como en la antigüedad la sangre del cordero en los postes de las casas protegió a Israel de la destrucción, en nuestra época la obediencia a esta revelación es un distintivo que manifiesta nuestra lealtad al Señor. El cumplimiento fiel de este mandamiento señala que hemos escogido ser diferentes al mundo y que deseamos mantenernos bajo la protección divina.

La promesa de que “el ángel destructor pasará de largo” tiene aplicación literal y simbólica. Literalmente, la obediencia preserva y fortalece la salud física. Simbólicamente, significa que los fieles serán preservados de las consecuencias espirituales y morales que acompañan a la desobediencia, tales como la pérdida de sensibilidad espiritual y la esclavitud de las adicciones.

La invitación final de Nelson —“elige ser diferente”— recalca que los hijos de Dios no deben temer destacarse en un mundo que normaliza el consumo de sustancias dañinas. Esa diferencia, lejos de ser una carga, trae bendiciones tanto en el cuerpo como en el espíritu, confirmando nuestra identidad como pueblo del convenio.


“La Palabra de Sabiduría: Promesa para las generaciones”

“¡Cómo desearía que cada uno de nosotros pudiera tener un fuerte testimonio de la Palabra de Sabiduría y que pudiéramos compartir con otros los resultados de sus promesas sagradas para que nuestras generaciones futuras puedan ser saludables e inteligentes, y para que nuestras familias y naciones puedan fortalecerse! De esta manera podemos llegar a ser dignos de la promesa final del Señor contenida en esta sección de Doctrina y Convenios: ‘Y yo, el Señor, les doy una promesa: que el ángel destructor pasará de largo, como a los hijos de Israel, y no los matará’ (Doctrina y Convenios 89:21).

Cuando reconocemos humildemente y aceptamos plenamente el consejo del Señor, nada podrá detener la inteligencia del hombre.”

Élder Eduardo Ayala (Conferencia General, octubre de 1990, “La Palabra de Sabiduría”; en ese entonces Setenta Autoridad General)

El élder Eduardo Ayala subraya que la Palabra de Sabiduría no es solo una norma personal, sino un legado espiritual y físico que afecta a las generaciones futuras. Cuando un individuo vive este mandamiento, no solo recibe bendiciones de salud y fortaleza, sino que también transmite un patrón de vida que puede transformar familias y naciones. La promesa del Señor en Doctrina y Convenios 89:21 —que el ángel destructor pasará de largo— se convierte en una protección colectiva para un pueblo que escoge la obediencia como distintivo de su identidad de convenio.

Ayala también resalta una bendición especial: el desarrollo de la inteligencia. El Señor ha vinculado la claridad mental, la sabiduría y la capacidad de aprender con la obediencia a esta ley. Cuando el cuerpo es preservado de influencias dañinas, el espíritu puede actuar con mayor sensibilidad y la mente con mayor claridad. Así, la Palabra de Sabiduría es una llave para liberar el potencial intelectual y espiritual del ser humano.

Aceptar humildemente este consejo divino significa reconocer que la verdadera libertad y progreso no provienen de seguir costumbres o adicciones del mundo, sino de vivir bajo las leyes del Señor. De esta manera, la obediencia se convierte en una inversión eterna: bendice nuestra salud, fortalece nuestra posteridad y nos prepara para recibir el cumplimiento pleno de las promesas del Señor.


“La Palabra de Sabiduría y la voz concordante de la ciencia”

“Entre las más conocidas de las Escrituras sobre la salud se encuentra la sección 89 de Doctrina y Convenios, en la que el Señor especifica tanto las sustancias que son para nuestro uso como aquellas que nos resultan perjudiciales.

Las investigaciones científicas han comprobado los efectos dañinos del té, el café, el tabaco y el alcohol —incluso en el desarrollo de un niño por nacer.

Hemos sido advertidos tanto por nuestros profetas como por la ciencia sobre los peligros del uso indebido e indiscriminado de drogas, incluidas las ‘drogas de venta libre’. Si bien estos remedios son útiles en tiempos de enfermedad, algunos contienen ingredientes que, si se usan en exceso o en combinación con otras sustancias, pueden tener efectos secundarios peligrosos —incluso dependencia o adicción.”

Hermana Barbara B. Smith (Conferencia General, octubre de 1978, “La buena salud: clave para una vida gozosa”; en ese entonces Presidenta General de la Sociedad de Socorro)

La hermana Barbara B. Smith destaca la armonía entre la revelación divina y los descubrimientos humanos. Desde 1833 el Señor ya había revelado en Doctrina y Convenios 89 cuáles sustancias eran perjudiciales para Sus hijos y cuáles debían ser recibidas con gratitud. Años más tarde, la ciencia ha confirmado lo que los profetas enseñaron desde el principio: el consumo de café, té, alcohol y tabaco afecta negativamente la salud, incluso la del ser humano en su etapa más vulnerable, el vientre materno. Esta concordancia entre revelación y evidencia científica fortalece nuestra fe en que Dios, conocedor perfecto de la naturaleza del cuerpo, nos instruye para preservarlo.

Además, la advertencia de Smith va más allá de los productos comúnmente conocidos: resalta la importancia de la prudencia en el uso de medicamentos. Aunque son una bendición en tiempos de necesidad, también pueden transformarse en fuente de dependencia si se usan de manera excesiva o imprudente. Así, la Palabra de Sabiduría no se limita a prohibiciones, sino que inculca un principio general de moderación, discernimiento y respeto por el cuerpo como templo de Dios.

En última instancia, la enseñanza de la hermana Smith nos recuerda que la verdadera salud no es solo la ausencia de enfermedad, sino la capacidad de vivir con gozo, libertad y fortaleza espiritual. Al ser obedientes y sabios en lo que consumimos, aseguramos no solo bienestar físico, sino también la sensibilidad espiritual necesaria para cumplir con nuestro propósito divino.


Doctrina y Convenios 90

 “Todas las cosas obrarán para nuestro bien”

“Este mundo voluble a menudo se siente sacudido por tempestades, incierto, a veces afortunado y —con demasiada frecuencia— desafortunado. Sin embargo, en este mundo de tribulación, ‘sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien’ (Romanos 8:28). De hecho, al andar rectamente y recordar nuestros convenios, ‘todas las cosas obrarán juntamente para vuestro bien’ (Doctrina y Convenios 90:24).

Todas las cosas para nuestro bien. Una promesa extraordinaria. Una seguridad reconfortante de parte de Dios mismo. De una manera milagrosa, el propósito de la Creación y la naturaleza de Dios consisten en conocer el principio y el fin, lograr que todas las cosas obren para nuestro bien, y ayudarnos a llegar a ser santificados y santos mediante la gracia y la Expiación de Jesucristo.”

Élder Gerrit W. Gong (Conferencia General, abril de 2024, “Todas las cosas obrarán para nuestro bien”)

El élder Gerrit W. Gong nos recuerda que en medio de un mundo cambiante y lleno de tribulaciones, el Señor nos ofrece una promesa firme y segura: “todas las cosas obrarán juntamente para bien” (Romanos 8:28; DyC 90:24). Esta verdad no significa que todo lo que enfrentamos será fácil o agradable, sino que, bajo el convenio y la gracia de Jesucristo, aun las pruebas más dolorosas pueden ser transformadas en instrumentos de santificación y crecimiento.

El fundamento de esta promesa está en la naturaleza misma de Dios: Él ve el principio y el fin, y Su obra eterna es conducir a Sus hijos hacia la santidad y la plenitud. Lo que parece confusión o injusticia en el momento presente, bajo Su perspectiva infinita se convierte en parte de un plan divino que nos acerca a Cristo y nos ayuda a recibir de Su gracia.

Aceptar esta doctrina requiere fe y confianza en los convenios. El andar rectamente y recordar nuestras promesas con el Señor abre la puerta a que Su poder actúe en nuestra vida. Así, incluso en los giros más inciertos de este mundo “tempestuoso”, podemos hallar consuelo y seguridad al saber que nada se pierde en las manos de Dios: todo puede ser redimido y convertido en bien eterno.


 “En la senda de su deber: el ministerio silencioso de los traductores”

“La frase ‘en la senda de su deber’ describe a los traductores e intérpretes inspirados alrededor del mundo que sirven al Señor ayudando a amigos y miembros a ‘oír la plenitud del evangelio en su propio idioma y en su propia lengua’ (Doctrina y Convenios 90:11). Sus voces, el lenguaje de señas y los documentos traducidos transmiten verdades eternas, aunque pocos de nosotros sabemos sus nombres o expresamos gratitud. Mediante el don de lenguas con el que han sido bendecidos, traductores e intérpretes sirven con diligencia, abnegación y, en la mayoría de los casos, de manera anónima para ayudar a las personas a recibir el don espiritual de la fe al leer y escuchar la palabra de Dios.”

Élder David A. Bednar (Conferencia General, octubre de 2023, “En la senda de su deber”)

El élder David A. Bednar resalta la misión sagrada de quienes, con discreción y sacrificio, dedican sus talentos a que el evangelio sea comprendido “en [la] propia lengua” de cada hijo de Dios (DyC 90:11). Estos traductores e intérpretes son instrumentos del don de lenguas, no para su propio beneficio, sino para la edificación del Reino. Su labor refleja el amor de Dios, quien se comunica a Sus hijos en un idioma que toca su mente y su corazón.

El hecho de que la mayoría de ellos permanezcan en el anonimato subraya la pureza de su servicio: cumplen su deber sin buscar reconocimiento. Ellos se convierten en canales de fe, pues mediante sus palabras —escritas, habladas o signadas— los oyentes reciben la invitación a creer en Cristo, a nutrirse de Su palabra y a edificar su testimonio.

Doctrinalmente, esta enseñanza resalta dos principios fundamentales: primero, que el evangelio es universal y está destinado a todos los pueblos y lenguas; segundo, que los dones del Espíritu Santo —en este caso, el don de lenguas— se otorgan para el beneficio común, no para la exaltación personal. De esta manera, los traductores y los intérpretes ejemplifican lo que significa estar “en la senda de su deber”: servir al Señor con fidelidad, en silencio, y con amor al prójimo, contribuyendo a la expansión del reino de Dios en la tierra.


 “Confiar en la promesa: todas las cosas obrarán para nuestro bien”

“¿Podemos ejercer la fe para creer y actuar en consecuencia? ¿Podemos vivir de acuerdo con nuestros compromisos y convenios sagrados? ¿Podemos guardar los mandamientos de Dios aun en circunstancias difíciles? Por supuesto que podemos.

Podemos porque Dios ha prometido: ‘Todas las cosas obrarán juntamente para vuestro bien, si andáis rectamente’ (Doctrina y Convenios 90:24). Por tanto, dejemos de lado nuestros temores y vivamos, en cambio, con gozo, humildad, esperanza y una confianza valiente de que el Señor está con nosotros.”

Élder Dieter F. Uchtdorf (Conferencia General, abril de 2017, “El perfecto amor echa fuera el temor”; entonces segundo consejero de la Primera Presidencia)

El élder Dieter F. Uchtdorf nos invita a responder con fe y acción a las preguntas más esenciales de la vida cristiana: ¿podemos guardar nuestros convenios aun en medio de la dificultad?, ¿podemos obedecer los mandamientos cuando las circunstancias parecen adversas? Su respuesta es clara y firme: “por supuesto que sí”, porque Dios mismo nos ha prometido que “todas las cosas obrarán juntamente para [nuestro] bien, si andamos rectamente” (DyC 90:24).

Esta promesa nos libera del miedo y nos invita a vivir con gozo, humildad, esperanza y confianza santa. El Señor no nos deja solos en nuestras pruebas; Su presencia y Su gracia nos sostienen para que podamos cumplir con nuestros compromisos. La clave está en andar rectamente, es decir, mantenernos fieles a nuestros convenios, confiando en que cada experiencia —agradable o dolorosa— puede ser redimida y transformada en bien eterno.

Doctrinalmente, este principio recalca que la fe no es pasiva: se demuestra en la acción, en la obediencia y en la perseverancia. Cuando elegimos confiar más en el amor perfecto de Cristo que en nuestros temores, descubrimos que la vida, aun con sus pruebas, puede vivirse con paz y seguridad en el plan divino.


“El evangelio en la lengua del corazón”

“Una de las características más significativas de cualquier cultura es su idioma. En el área de San Francisco, California, donde viví, había siete unidades de idioma no nativo. Nuestra doctrina respecto al idioma se establece en Doctrina y Convenios 90:11: ‘Porque acontecerá en aquel día que todo hombre oirá la plenitud del evangelio en su propia lengua y en su propio idioma’.

Cuando los hijos de Dios oran a Él en su idioma natal, ese es el idioma de su corazón. Está claro que el idioma del corazón es precioso para todas las personas.”

Élder Quentin L. Cook (Conferencia General, abril de 2015, “El Señor es mi luz”)

El élder Quentin L. Cook resalta el profundo valor espiritual del lenguaje en el plan de Dios. Una de las promesas más significativas de la dispensación actual se encuentra en Doctrina y Convenios 90:11: que todos los hijos de Dios escucharán la plenitud del evangelio en su propio idioma. Esta profecía refleja tanto el alcance universal del mensaje de Cristo como la intimidad con que Él desea llegar a cada alma.

Cuando una persona ora en su lengua materna, lo hace en el idioma de su corazón, el cual está íntimamente ligado a sus sentimientos más profundos, a su identidad y a su cultura. El Señor, que es omnisciente y amoroso, honra esa realidad y ha provisto los medios —por medio de la revelación y los dones espirituales, como el don de lenguas y la obra de los traductores e intérpretes— para que Su palabra llegue con claridad y poder a cada nación, tribu y lengua.

Doctrinalmente, este principio enseña que el evangelio es personal y relacional. Dios no habla de manera impersonal ni distante, sino en el idioma en que mejor entendemos y sentimos Su voz. Al mismo tiempo, muestra que Su obra es inclusiva y global: todos son llamados, sin importar el idioma, y cada lengua es santificada al ser vehículo de la verdad eterna. Así, el “lenguaje del corazón” se convierte en una expresión del amor del Padre, que busca comunicarse con Sus hijos de la manera más íntima y accesible posible.


“La fuerza que viene de la oración constante”

“Busquen la ayuda de otros para darles fortaleza y apoyo adicionales. Diríjanse primero a su Padre Celestial mediante la oración. Ustedes son Sus hijas. Él las conoce y las ama. Él oye y contesta sus oraciones. En las Escrituras se nos enseña incontables veces a ‘orar siempre’ (véase, por ejemplo, Doctrina y Convenios 90:24). Al orar, el Señor estará con ustedes así como estuvo con [el profeta] Josué.”

Hermana Mary N. Cook (Conferencia General, abril de 2010, “Jamás, jamás, jamás te rindas”; entonces primera consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes)

La hermana Mary N. Cook recuerda a las hijas de Dios —y por extensión a todos Sus hijos— que la oración es la fuente principal de fortaleza en medio de los desafíos. En Doctrina y Convenios 90:24 se nos enseña a “orar siempre”, una invitación que va más allá de una práctica ocasional: es un estilo de vida en el que mantenemos abierta y constante nuestra comunicación con el Padre Celestial.

La promesa es clara: así como el Señor estuvo con Josué en sus batallas y en su misión de guiar a Israel, también estará con quienes acuden a Él en fe. La oración no solo nos brinda consuelo, sino también dirección, poder espiritual y la certeza de que no caminamos solos. Al reconocer que somos hijos e hijas amados de Dios, nuestra confianza se fortalece y encontramos el valor para perseverar.

Además, la hermana Cook subraya que no estamos destinados a enfrentar nuestras luchas en aislamiento. El Señor provee ayuda adicional a través de otras personas —familia, líderes y amigos— que pueden sostenernos en el camino. Así, la oración y el apoyo mutuo se combinan como instrumentos divinos para asegurar que nunca nos rindamos ante las pruebas de la vida.


“La promesa que nos sostiene en la aflicción”

“Se nos da esta instrucción en Doctrina y Convenios 90:24: ‘Escudriñad diligentemente, orad siempre y sed creyentes, y todas las cosas obrarán juntamente para vuestro bien, si andáis rectamente’. Esta impresionante promesa del Señor de que todas las cosas obrarán para nuestro bien se repite muchas veces en las Escrituras, particularmente a personas o profetas que sufrían en medio de las pruebas de sus propias historias de vida.

Percibo que esta promesa proviene de un Padre tierno y amoroso que desea bendecirnos y darnos motivos para tener esperanza en nuestro trayecto terrenal. Saber que al final todas las cosas obrarán para nuestro bien nos ayudará a soportar la aflicción, como lo hicieron los fieles de las Escrituras que conocían Sus promesas y confiaban en ellas, ‘viendo las promesas de lejos, y creyéndolas, y saludándolas’ (Hebreos 11:13). Nosotros también podemos abrazar esta promesa.”

Hermana Susan W. Tanner (Conferencia General, abril de 2004, “Todas las cosas obrarán juntamente para vuestro bien”; entonces Presidenta General de las Mujeres Jóvenes)

La hermana Susan W. Tanner resalta la profundidad de la promesa contenida en Doctrina y Convenios 90:24: “todas las cosas obrarán juntamente para vuestro bien”. Esta declaración divina no es una frase de consuelo superficial, sino una verdad repetida a lo largo de las Escrituras para sostener a los profetas y al pueblo de Dios en sus momentos de mayor aflicción. Desde Abraham y Sara hasta los santos de la restauración, los fieles “vieron de lejos” las promesas, las abrazaron y perseveraron confiando en la fidelidad de su Dios (Hebreos 11:13).

Doctrinalmente, esta promesa revela la naturaleza tierna y amorosa del Padre Celestial, que no solo permite pruebas en la vida, sino que garantiza que ninguna experiencia se pierde en Su plan eterno. Aun el sufrimiento más intenso puede convertirse en un instrumento de crecimiento espiritual, si caminamos rectamente y confiamos en Él.

Al igual que los antiguos santos, nosotros también estamos invitados a abrazar esta promesa con fe: verla “de lejos”, persuadirnos de su veracidad y permitir que nos sostenga en la adversidad. Así descubrimos que la esperanza no es un simple deseo, sino una certeza enraizada en la palabra de Dios, quien siempre cumple lo que promete.


El Lenguaje Universal del Espíritu

“Esto he observado: No hay barreras de idioma en la Iglesia. Hay un poder grandioso que trasciende el poder de los mensajes transmitidos únicamente con palabras, y este es el poder de los mensajes comunicados por el Espíritu a nuestros corazones. En toda nación y clima, el dulce Espíritu de nuestro Salvador comunica a todos los que buscan la verdad, sin importar lengua o dialecto. Es un mensajero universal para cada corazón en sintonía. Lo he sentido en todas partes en mis experiencias recientes, sin importar el idioma predominante, y testifico del poder y la autenticidad de tales comunicaciones. El Espíritu sigue siendo tan eficaz hoy en comunicar el evangelio a todos los que buscan la verdad como lo fue en el día de Pentecostés en la antigüedad.

Hay una descripción impactante de este milagro en Doctrina y Convenios:

‘Porque acontecerá en aquel día, que todo hombre oirá la plenitud del evangelio en su propia lengua y en su propio idioma, por conducto de los que sean ordenados a este poder, mediante la ministración del Consolador, derramado sobre ellos para la revelación de Jesucristo’ (Doctrina y Convenios 90:11).”

Élder Joseph B. Wirthlin (Conferencia General, octubre de 1975, “El lenguaje del Espíritu”; en ese entonces Ayudante del Consejo de los Doce)

El élder Joseph B. Wirthlin enseña que el Espíritu Santo trasciende toda barrera cultural y lingüística, cumpliendo así la promesa divina de que el evangelio se dará a conocer en cada lengua y nación. La comunicación espiritual no se limita a las palabras; es un lenguaje celestial que habla directamente al corazón de los hijos de Dios.

Doctrina y Convenios 90:11 confirma esta verdad al declarar que “cada hombre oirá la plenitud del evangelio en su propia lengua”. El Espíritu es el medio por el cual esa promesa se cumple, pues Él testifica con poder de la divinidad de Cristo y de la veracidad de Su obra, sin importar el idioma mortal. Esto recuerda al milagro de Pentecostés, donde el Espíritu permitió que hombres y mujeres de distintas naciones entendieran el mensaje en su propia lengua.

En la Iglesia, esta realidad se hace evidente en cada reunión donde los sentimientos sagrados superan las limitaciones del idioma. La unidad no proviene tanto de la comprensión verbal como del testimonio silencioso del Espíritu que confirma la verdad al corazón. Así, el evangelio se convierte en una experiencia universal, y la Iglesia en una familia espiritual sin fronteras.


Doctrina y Convenios 91

 La Brevedad de la Vida ante la Eternidad

“Algunos escritos antiguos, que no estaban disponibles para José Smith ni para nadie más en esa época, han aparecido desde entonces. Los escritos apócrifos pueden contener verdades que deben discernirse, pues ‘el que sea iluminado por el Espíritu obtendrá beneficio de ellos’ (Doctrina y Convenios 91:5). Este es un ejemplo de la Biblioteca de Nag Hammadi. En el Apócrifo de Santiago, Jesús supuestamente dijo a un afligido Pedro y a Santiago: ‘Si consideras cuánto tiempo existió el mundo antes de ti, y cuánto tiempo existirá después de ti, descubrirás que tu vida es un solo día y tus sufrimientos una sola hora’ (El Apócrifo de Santiago, en The Nag Hammadi Library in English, editado por James M. Robinson, publicado en 1978, p. 31).

¡Qué semejante es esto a lo que el Señor le dijo al afligido José en la cárcel!: ‘Hijo mío … tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un corto momento’ (Doctrina y Convenios 121:7).

Por lo tanto, la vida de uno es breve en comparación con la eternidad —como cuando un padre deja a su hijo por un día en la escuela. Pero ¡qué día!”

Élder Neal A. Maxwell (Conferencia General, octubre de 1985, “La vida premortal, una gloriosa realidad”)

El élder Neal A. Maxwell nos recuerda que la vida terrenal, con todas sus pruebas y sufrimientos, es solo un “momento” comparada con la eternidad. Este principio se halla tanto en escrituras modernas como en escritos antiguos que, aunque no forman parte del canon, reflejan verdades semejantes. El Apocryphon of James habla de la vida como un solo día y las aflicciones como una sola hora; lo mismo enseñó el Señor a José Smith en la cárcel de Liberty: “tus aflicciones serán solo por un pequeño momento” (DyC 121:7).

Doctrina y Convenios 91:5 advierte que solo quienes están iluminados por el Espíritu pueden sacar provecho de escritos apócrifos. Es el Espíritu quien nos enseña a discernir lo verdadero y nos recuerda que, en la perspectiva de la eternidad, nuestras cargas temporales son mínimas frente al gozo prometido.

La metáfora de “ser dejados en la escuela por un día” ilustra la misión mortal: un tiempo breve, pero crucial, en el que aprendemos lecciones que determinarán nuestro destino eterno. Así, aunque la vida pueda sentirse larga y pesada, en realidad es solo un instante de preparación para la gloria sin fin.

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