“Sus maravillas por realizar…”
Élder Clifford E. Young
Ayudante del Cuórum de los Doce Apóstoles
Mis hermanos y hermanas: cuando estaba en mi misión hace muchos años, servía en el sur de Alemania, y en 1907 el presidente Joseph F. Smith, en compañía del entonces obispo Charles W. Nibley, quien posteriormente fue llamado como consejero del presidente Heber J. Grant, viajaba por las misiones. Mientras estaba en Suiza, como se ha relatado aquí, se celebró una reunión a la que asistieron santos y algunos misioneros, en la cual el presidente Smith hizo aquella memorable predicción de que llegaría el día en que habría templos en Europa y en aquella tierra de Suiza.
Parecía algo tan increíble en aquel tiempo. Enfrentábamos persecución. En Alemania no se nos permitía reunirnos abiertamente, así que en verano celebrábamos nuestras reuniones en los bosques y en invierno en hogares particulares.
Los periódicos publicaban artículos contra la Iglesia y contra los misioneros, llenos de odio en su naturaleza. Parecía que los poderes del maligno se habían soltado para detener la obra, y cuando se hizo aquella predicción, al comentarla en nuestro pequeño grupo de misioneros, nos preguntábamos si alguna vez se cumpliría.
Regresé a casa de mi misión en 1908. Las condiciones aquí no eran muy buenas. Había persecución en casa también, críticas hacia los líderes de la Iglesia, siendo el presidente Joseph F. Smith especialmente señalado en periódicos y revistas con ataques virulentos por parte de los que eran antagonistas de la Iglesia.
Existen dos tipos de persecución. En la historia temprana de la Iglesia fue más o menos física. Más tarde fue de la naturaleza que he descrito. Simplemente parecía que la obra no podía avanzar.
¡Qué cambio ahora! Dios interviene en los asuntos de los hombres. Esta es su obra. Somos sus hijos, y sin importar lo que ocurra, si hacemos nuestra parte en predicar el evangelio, en declarar su mensaje, sus verdades salvadoras, no habrá duda alguna sobre el resultado. Estas cosas las hemos aprendido con los años.
Nadie habría osado hacer tal predicción excepto un profeta del Dios viviente. Él vio, él supo, por los poderes proféticos que poseía, y hoy, durante esta conferencia, se nos ha relatado el cumplimiento de esa gran profecía.
Así ha sido siempre, mis hermanos y hermanas, y así será siempre en esta obra. No habrá fracaso. Podemos fallar nosotros. Hace seis meses, recordarán, tuvimos una fuerte tormenta de nieve—lo llamaron “clima de conferencia”—y el presidente McKay anunció que todos los caminos en Wyoming estaban bloqueados y que los santos no debían intentar regresar a casa hasta que pasara la tormenta. Hoy, bajo tan hermosas condiciones climáticas, nos reunimos en conferencia. ¡Qué bien ejemplifica esto el progreso de la obra del Señor! Nos enfrentamos a tormentas; encontramos obstáculos en el camino; luego la tormenta se disipa. Nosotros mismos a veces levantamos obstáculos cuando no cumplimos con nuestra parte, cuando no apoyamos a las organizaciones, cuando los oficiales presidentes en barrios y estacas no dan la dirección necesaria a las organizaciones auxiliares, ayudándolas en su obra, todas ellas importantes y necesarias. Levantamos obstáculos cuando no cumplimos con nuestro deber ni guardamos sus mandamientos. Pero el Señor, así como la tormenta se disipa, despeja el camino, y a pesar de nosotros su obra sigue adelante, y no hay fracaso.
Estoy agradecido por mi testimonio. Estoy agradecido por el poder purificador del evangelio del Señor Jesucristo. Doy gracias al Señor por la fe en Dios. Le agradezco por sus bendiciones que llegan incluso en medio de la adversidad y la aflicción, por el poder de ver aún más allá de la aflicción. Estoy agradecido por estas bendiciones.
Dios nos sostiene. Saben lo que se dijo del Salvador—que aunque era Hijo, aprendió la obediencia por medio del sufrimiento, por las cosas que padeció; y habiendo sido perfeccionado mediante ese sufrimiento, llegó a ser el autor de eterna salvación para todos los que le obedecen (Hebreos 5:8-9).
Así es con nosotros, mis hermanos y hermanas, y les dejo mi testimonio, y ruego que Dios nos ayude para que no haya fracaso de nuestra parte, y que no levantemos obstáculos, porque tenemos suficiente evidencia para saber que, aun en contra de dificultades y adversidad, no hay fracaso.
Que Dios nos ayude a apreciar estas cosas, lo ruego en el nombre de Jesús. Amén.

























