Las Mujeres Testifican de Jesucristo

Capítulo 23

Esos pequeñitos


Aurelia S. Rogers fue la madre original de los niños en edad de la Primaria. Ellos siempre fueron el centro de sus esfuerzos, sus oraciones, su enseñanza—toda su vida. Ella expresó a Eliza R. Snow, quien era presidenta de la Sociedad de Socorro, que se necesitaba un programa para los pequeñitos a fin de instruirlos en el evangelio desde la niñez. En 1878, Aurelia fue apartada para presidir tal organización. La hermana Snow sugirió que se llamara Primaria. El 19 de agosto de 1922, cuarenta y cuatro años después, Aurelia falleció, habiendo dedicado su vida a la Primaria. Aurelia fue una verdadera creyente en todos los aspectos de la misión del Señor para salvar a las personas.

Varios acontecimientos marcaron su vida. Cuando era niña pequeña, le dijeron que Dios vivía en los cielos arriba. Ella recuerda haber salido afuera y haber buscado entre las nubes, esperando encontrar al Padre Celestial caminando por allí. No lo vio y quedó muy triste.

Recordaba claramente cuando, siendo una niña, su padre la levantó sobre sus hombros para que pudiera asomarse por la ventana de la Mansion House y ver al Profeta José Smith y a su hermano Hyrum, martirizados y tendidos sobre una gran mesa para ser vistos.

Fue una pequeña portadora de agua, parte de la brigada que intentó apagar el fuego que ardía en el templo. Más tarde cruzó las llanuras y lloró por seres queridos, jóvenes y ancianos, que murieron. Tuvo pruebas repetidas, pero aprendió bien las lecciones de la resistencia e incluso prosperó.

Después de la muerte de un quinto hijo en la infancia, Aurelia escribió:
“Hasta llegué a dudar de la existencia de un Ser Supremo.
“Un día, mientras reflexionaba sobre estas cosas, me vino a la mente una de las cartas de Padre, en la cual él decía: ‘¡Confía en Dios aunque él te mate!’ Me aferré a esa sugerencia, que seguramente había sido dada por el Espíritu del Señor, y acudí a Él en oración, pidiéndole que me perdonara por mi falta de fe y que me concediera fuerzas para soportar, sintiendo que en lo sucesivo y para siempre pondría mi confianza en Él.”

Y así lo hizo. Escribió su propia filosofía en estas palabras, que reflejan el sereno, firme y reconfortante testimonio de esta gran dama:
“Si Él [Dios] parece retener sus bendiciones, y tus oraciones no son contestadas de la manera que deseas, ¿puedes sentir reconocer su mano aun en esto, y decir: ‘Hágase tu voluntad y no la mía’? A esto es a lo que yo llamo confiar en Dios.”

¿Hay acaso una escena más dulce que la descrita en el Libro de Mormón cuando Cristo enseñaba al pueblo en el continente antiguo americano:

Y tomó a sus niños pequeños, uno por uno, y los bendijo, y oró al Padre por ellos.
Y cuando hubo hecho esto, lloró otra vez;
Y habló a la multitud y les dijo: He aquí a vuestros pequeñitos.
Y mientras miraban para contemplar, alzaron sus ojos hacia el cielo, y vieron los cielos abiertos, y vieron ángeles que descendían del cielo como en medio de fuego; y descendieron y rodearon a aquellos pequeñitos, y fueron rodeados por fuego; y los ángeles les ministraron.
Y la multitud vio y oyó y dio testimonio; y saben que su testimonio es verdadero porque todos ellos vieron y oyeron… y eran en número como de dos mil quinientas almas; y consistían de hombres, mujeres y niños” (3 Nefi 17:21-25).

La tataranieta de Aurelia S. Rogers se casó con mi hijo menor. Siento que es una bendición maravillosa poder reclamar un parentesco con una mujer tan extraordinaria como esta, que dio todo por los niños en el reino del Señor en la tierra. Aurelia amó al Señor y consagró su vida a emanar su amor por “esos pequeñitos.”

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