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Doctrina y Convenios 102–105
15 – 21 septiembre: “Tras mucha tribulación […], viene la bendición”
Contexto Histórico
La organización de los concilios (D. y C. 102)
A inicios de 1834, la Iglesia estaba creciendo rápidamente, y con ese crecimiento también surgían conflictos y la necesidad de establecer un orden disciplinario formal. En febrero de ese año, en Kirtland, se organizó el primer sumo consejo de la Iglesia. Esta reunión, presidida por José Smith, fue clave porque estableció un modelo de concilios con presidentes, consejeros y reglas claras para deliberar. La sección 102 recoge esas normas, que aseguraban que los juicios se llevaran a cabo con justicia, unanimidad y bajo la guía del Espíritu.
Era un paso decisivo: la Iglesia dejaba de ser un grupo pequeño e informal y empezaba a estructurarse con procedimientos inspirados que asegurarían unidad y disciplina en medio de la oposición creciente.
La expulsión en Misuri y la necesidad de ayuda (D. y C. 103)
Mientras en Kirtland se fortalecía la organización, en Misuri los santos estaban sufriendo. A fines de 1833, la violencia en el condado de Jackson había obligado a los miembros a huir a los condados vecinos. Familias enteras habían perdido casas, tierras y pertenencias, viviendo en campamentos precarios bajo condiciones miserables.
En enero de 1834, José Smith recibió la revelación que ahora está en la sección 103. En ella, el Señor mandó que se reuniera un grupo de hombres —luego conocido como el Campamento de Sion— para marchar en ayuda de los santos de Misuri y restaurarles sus tierras, si fuera posible. Era una misión tanto espiritual como práctica: levantar la fe de los afligidos y demostrar la disposición de la Iglesia a obedecer la voz del Señor.
Los preparativos para la redención de Sion (D. y C. 104)
En medio de estos preparativos, surgió otra preocupación: la administración temporal. Había varias uniones de mayordomía (la Orden Unida) que manejaban recursos para sostener la obra. La sección 104, dada en abril de 1834, reorganizó esta Orden. Algunos líderes habían manejado mal los fondos o habían sido negligentes, y era necesario redefinir responsabilidades y separar las propiedades. El Señor explicó que todos los bienes pertenecen a Él, y que los mayordomos deben rendir cuentas. Así se reforzó la idea de consagración y de que los recursos de la Iglesia debían usarse con rectitud para edificar Sion.
El fracaso temporal de la redención (D. y C. 105)
Finalmente, el Campamento de Sion —compuesto por unos 200 hombres— marchó hacia Misuri en la primavera de 1834. Fue una travesía difícil: hambre, enfermedad y tensiones internas. Al llegar cerca de las tierras en disputa, parecía que una confrontación armada era inminente. Sin embargo, en junio el Señor dio la revelación registrada en la sección 105. Allí explicó que los santos aún no estaban preparados espiritualmente para redimir Sion por la fuerza. Debían primero aprender unidad, obediencia y pureza de corazón. En lugar de luchar, el Campamento se disolvió.
Aunque fue una decepción para muchos, la experiencia resultó formativa: fortaleció la fe de los participantes y mostró que la redención de Sion no sería un logro inmediato, sino un proceso de preparación espiritual y colectiva.
Las secciones 102–105 reflejan un momento crucial de la Iglesia en 1834:
- 102: la necesidad de organización y justicia interna.
- 103: el llamado a rescatar a los santos perseguidos en Misuri.
- 104: la reorganización temporal para sostener la obra con integridad.
- 105: la lección de que la redención de Sion requiere más que fuerza: exige santidad y preparación espiritual.
Estos acontecimientos marcaron el rumbo de la Iglesia, enseñando que los propósitos divinos avanzan tanto mediante organización temporal como por medio de preparación espiritual.
Doctrina y Convenios 102:12–23
¿Cuál es el objetivo de los consejos de membresía?
Cuando José Smith organizó el sumo consejo en 1834, no lo hizo con la intención de crear un tribunal severo que castigara a los miembros de la Iglesia. Al contrario, el modelo que el Señor reveló —y que se plasma en Doctrina y Convenios 102:12–23— muestra un patrón de misericordia, justicia y unanimidad espiritual.
El pasaje describe que, en los casos difíciles, se debe escuchar con atención a ambas partes, dar a cada miembro del consejo la oportunidad de opinar, y procurar que las decisiones sean unánimes. Todo esto revela que el objetivo de estos consejos no es condenar rápidamente, sino buscar la verdad con paciencia y bajo la influencia del Espíritu Santo.
Así, los consejos de membresía tienen como finalidad proteger la pureza de la Iglesia, pero también guiar al individuo hacia la reconciliación con Dios. No se trata únicamente de corregir una falta, sino de brindar un espacio donde la persona pueda ser escuchada, aconsejada y, en muchos casos, ayudada a arrepentirse.
El Señor estableció que los presidentes y consejeros debían actuar como jueces justos, semejantes a los que Moisés levantó en Israel. Su deber es velar porque la doctrina se mantenga pura y porque las decisiones reflejen la voluntad divina, no las pasiones humanas. Por eso, el requisito de unanimidad (v. 21–22) es tan importante: el consejo debía actuar con una sola voz, en unidad, como testigos del Espíritu que confirma la verdad.
En resumen, estos versículos enseñan que los consejos de membresía existen para:
- Guardar la pureza de la doctrina y las ordenanzas.
- Ofrecer misericordia y justicia al mismo tiempo, evitando juicios apresurados o parciales.
- Ayudar al pecador a volver al camino del convenio, cuando es posible.
- Fortalecer la unidad de la Iglesia, mostrando que las decisiones se toman con orden y bajo la guía del Espíritu.
Visto de manera doctrinal, un consejo de membresía no es tanto un tribunal humano como una manifestación práctica de la justicia y la misericordia divinas en la vida de la Iglesia.
Doctrina y Convenios 103:1–12, 36; 105:1–19
Sion se puede edificar solamente sobre principios de rectitud.
Cuando los santos de Misuri fueron expulsados violentamente de sus hogares en 1833, la angustia y el clamor por justicia eran intensos. José Smith buscó la guía del Señor, y las revelaciones de 1834 (ahora en Doctrina y Convenios 103 y 105) respondieron con una verdad profunda: la redención de Sion no depende de la fuerza militar, ni de la astucia política, sino de la rectitud del pueblo del convenio.
En Doctrina y Convenios 103:1–12, el Señor les recuerda a los santos que Él escucha sus oraciones, que ha visto sus sufrimientos, y que promete liberarles. Pero también deja en claro que la liberación de Sion no es inmediata ni automática. Se requiere fe, sacrificio y obediencia. El versículo 12 recalca que los fieles deben “ser armados de rectitud y con el poder de Dios en gran gloria”, mostrando que las armas verdaderas de Sion son espirituales, no carnales.
El versículo 36 añade una promesa significativa: “Todas las cosas contribuirán a su bien, si andan rectamente”. Aquí se establece la condición eterna: la prosperidad y la redención de Sion dependen de la rectitud del pueblo. No importa cuán grande sea la oposición o cuán poderosos sean los enemigos, si el pueblo es recto, Dios hará que todo obre para bien.
En Doctrina y Convenios 105:1–19, cuando el Campamento de Sion ya estaba en camino para intentar restaurar las tierras de los santos, el Señor revela que el pueblo aún no estaba preparado. “No están unidos según la ley celestial” (v. 4). Había orgullo, contención y falta de consagración. Por tanto, el Señor manda que la redención de Sion se posponga. Les recuerda que deben aprender obediencia, ser “disciplinados” y “ser probados en todas las cosas” (vv. 5–6). Sion, dice el Señor, solo puede edificarse sobre “principios de justicia” (v. 19).
El mensaje es claro: aunque los santos sufrían injusticias, el Señor no permitiría que Sion se redimiera por medios humanos ni mediante la fuerza. La lección era que Sion es un proyecto espiritual antes que geográfico. Para que los santos heredaran la tierra de Sion, primero debían ser un pueblo digno de ella: unidos, humildes, consagrados, viviendo la ley celestial.
En otras palabras, la rectitud del pueblo es la fortaleza de Sion. Sin rectitud, Sion no se puede establecer, aunque se posean tierras o edificios; pero con rectitud, aun en la dispersión y el sacrificio, el Señor hace que los santos participen ya en el espíritu de Sion.
¿Por qué perdieron los santos su tierra prometida en Misuri?
Los santos llegaron a Misuri con grandes expectativas: el Señor les había revelado que allí se edificaría Sion y el templo de la Nueva Jerusalén (D. y C. 57). Sin embargo, en 1833 fueron expulsados violentamente del condado de Jackson. Aunque hubo persecución externa, el Señor mismo explicó en Doctrina y Convenios 101 y 105 que también había causas internas:
- Falta de unidad: “No están unidos según la ley celestial” (D. y C. 105:4). Había divisiones, murmuraciones y conflictos entre ellos.
- Desobediencia y descuido de los mandamientos: algunos no vivían las leyes de consagración ni de rectitud que el Señor había establecido.
- Orgullo y falta de preparación espiritual: se enfatizaba más la posesión de la tierra que la santificación del pueblo.
- Necesidad de prueba y refinamiento: el Señor declaró que debían ser “disciplinados y probados en todas las cosas” (D. y C. 105:6), para poder ser dignos de edificar Sion en su plenitud.
En resumen, la tierra de Sion se perdió no solo por la hostilidad externa, sino porque los santos aún no estaban espiritualmente preparados para poseerla.
¿Qué aprendo para establecer Sion en mi corazón, hogar y comunidad?
- Unidad y amor cristiano
Sion no es simplemente un lugar físico, sino un pueblo “de un corazón y de una mente” (Moisés 7:18). En mi hogar y comunidad, eso significa cultivar la unión, evitar la contención y procurar la paz. - Obediencia y rectitud personal
La verdadera Sion se edifica sobre principios de justicia (D. y C. 105:19). Cada vez que elijo guardar los mandamientos, trato con rectitud a los demás y vivo el evangelio de Jesucristo, contribuyo a que Sion exista en mi corazón. - Sacrificio y consagración
Establecer Sion requiere desprenderse del egoísmo y pensar en el bienestar colectivo. En mi hogar, eso se refleja en el servicio, la generosidad y el compartir recursos y tiempo con amor. - Paciencia en el proceso del Señor
Los santos querían Sion de inmediato, pero el Señor les enseñó que debían esperar hasta estar listos. En mi vida, debo recordar que los grandes propósitos de Dios se cumplen en su tiempo, y que la preparación espiritual es parte esencial del camino.
Los santos perdieron la tierra de Misuri porque aún no estaban preparados espiritualmente para vivir como un pueblo de Sion. Yo aprendo que si quiero que Sion exista en mi vida, debo empezar por mí mismo: buscar rectitud, unidad y consagración en mi corazón, reflejarlo en mi hogar, y contribuir a que mi comunidad sea más justa, amorosa y unida.
Doctrina y Convenios 103:12–13, 36; 105:1–6, 9–19
Las bendiciones llegan después de las pruebas de fe.
En medio de la angustia por la expulsión de los santos de Misuri, el Señor dio a José Smith palabras que se convirtieron en consuelo y también en advertencia. En Doctrina y Convenios 103:12–13, el Señor enseñó que los santos debían ser “armados de rectitud” y que tendrían que “sufrir muchas aflicciones” antes de recibir las bendiciones prometidas. Esta declaración dejaba en claro que el camino hacia Sion no sería rápido ni fácil, sino un sendero de pruebas donde la fe debía ser refinada.
Más adelante, en el versículo 36, el Señor reitera una promesa eterna: “Todas las cosas contribuirán a su bien, si andan rectamente”. Aquí se marca el patrón divino: las pruebas no significan abandono, sino preparación; lo que parecía pérdida se transformaría en crecimiento espiritual si los santos permanecían firmes.
En Doctrina y Convenios 105, cuando el Campamento de Sion ya había recorrido largas jornadas con la esperanza de recuperar las tierras perdidas, la voz del Señor volvió a recordarles que todavía no estaban listos. “No están unidos según la ley celestial” (v. 4), dijo, y añadió que debían ser “disciplinados y probados en todas las cosas” (v. 6). Era una dura revelación: después de semanas de sacrificio, hambre y enfermedad, no habría una victoria militar ni una restitución inmediata. Pero sí habría algo más grande: la oportunidad de aprender que el Señor concede Sus bendiciones en Su tiempo, y siempre después de que Su pueblo haya demostrado fidelidad en medio de la adversidad.
Los versículos 9–19 refuerzan esa verdad. El Señor declara que las pruebas permiten que Sus siervos “aprendan obediencia” y que la redención de Sion vendría, pero no antes de que el pueblo viviera los principios de justicia y santidad. En otras palabras, la experiencia dolorosa no fue un fracaso, sino una lección celestial: la verdadera preparación para heredar las bendiciones de Sion debía forjarse en el crisol de la fe probada.
Así, la historia de estos pasajes nos enseña que las bendiciones no se retardan por descuido del Señor, sino porque Él conoce que nuestro crecimiento espiritual requiere pruebas. La fe no madura en la comodidad, sino en la adversidad. Y una vez superada la prueba, llega la paz, la madurez y, con el tiempo, la bendición prometida.
Aplicación práctica para hoy
- En el corazón
Cuando enfrento pruebas personales —ya sea enfermedad, incertidumbre económica, preocupaciones familiares o debilidades propias— puedo recordar que el Señor permite esas experiencias para refinar mi fe. En lugar de desanimarme, puedo preguntarme: ¿qué quiere el Señor que aprenda de esta prueba? Si persevero, llegará la bendición, aunque sea en un tiempo diferente al que yo esperaba. - En el hogar
Muchas veces las pruebas tocan directamente a la familia: conflictos, falta de recursos, desafíos con los hijos, o decisiones difíciles. Estos pasajes me invitan a mantener la unidad y la rectitud en casa, porque las bendiciones de paz, fortaleza y consuelo vendrán si seguimos al Señor. Tal como los santos necesitaban estar unidos para redimir Sion, mi hogar necesita estar unido para recibir las bendiciones divinas. - En la comunidad de la Iglesia
La redención de Sion fue pospuesta porque el pueblo aún no estaba listo espiritualmente. Hoy aprendo que como comunidad de santos necesitamos crecer en amor, servicio y obediencia antes de recibir las bendiciones colectivas que el Señor promete. Cada acto de servicio, cada esfuerzo por edificar a otro miembro, prepara el terreno para que Sion florezca en nuestra época.
En resumen: estas secciones me enseñan que no debo desesperar cuando las bendiciones parecen tardar. El Señor no me ha olvidado; simplemente está fortaleciendo mi fe mediante la prueba. Y si persevero en rectitud, las bendiciones llegarán, tan ciertas como llegó la esperanza a los santos de antaño.
¿Qué verdades encuentras en Doctrina y Convenios 103:5–7, 12–13, 36; 105:1–6, 9–19 que podrían ser útiles?
Verdades que encuentro
- El Señor escucha y recuerda a Su pueblo (103:5–7)
Aun en medio de persecución y sufrimiento, el Señor declara que ha escuchado las oraciones de los santos y que se acordará de Sus convenios. La verdad es que Dios nunca olvida a los que confían en Él, aunque las pruebas se alarguen. - Las pruebas son parte necesaria antes de recibir las bendiciones (103:12–13)
El Señor anticipa que los santos “sufrirán muchas aflicciones” antes de recibir la liberación. Aquí aprendo que las pruebas no son un castigo, sino un proceso de refinamiento espiritual. La fe se fortalece en el crisol de la dificultad. - Todo obra para bien a los que andan rectamente (103:36)
Esta promesa poderosa enseña que, si vivo en rectitud, aún las pruebas dolorosas se transforman en instrumentos de crecimiento. Nada se pierde en el plan de Dios; todo puede convertirse en bendición. - La falta de unidad y rectitud impide las bendiciones colectivas (105:1–6)
El Señor explicó que los santos no estaban unidos según la ley celestial, y por ello la redención de Sion debía posponerse. La verdad aquí es que el poder espiritual y las bendiciones mayores llegan solo a un pueblo unido, obediente y consagrado. - Las pruebas disciplinan y preparan (105:6, 9–12)
El Señor afirma que Su pueblo debe ser disciplinado y probado en todas las cosas. Eso enseña que las dificultades son una escuela divina, donde aprendemos obediencia y humildad. - Sion solo se edifica sobre principios de justicia (105:19)
La tierra prometida no podía ser redimida hasta que los santos vivieran de acuerdo con la ley celestial. Esto enseña que Sion no es simplemente un lugar físico, sino un estado espiritual de pureza, rectitud y unidad.
Las verdades útiles que encuentro son:
- Dios siempre escucha y cumple Sus promesas.
- Las bendiciones vienen después de la prueba de la fe.
- Todo obra para bien cuando vivimos rectamente.
- La unidad y la obediencia son requisitos para las bendiciones colectivas.
- Las pruebas son parte del proceso de preparación.
- Sion se edifica únicamente sobre rectitud y justicia.
| Versículo | Bendición prometida | Prueba de fe | Verdad doctrinal | Aplicación personal |
| 103:1–7 | El Señor escuchará las oraciones y recordará Su pacto con Su pueblo. | Ser perseguidos, perder hogares y tierras. | Dios nunca olvida a Su pueblo del convenio, aun en la adversidad. | Confiar en que el Señor conoce mis luchas y cumple Sus promesas. |
| 103:8–12 | La redención de Sion será segura a su debido tiempo. | El pueblo debe obedecer y sacrificarse. | La obediencia y el sacrificio son condiciones para recibir liberación. | Guardar los mandamientos aun cuando el resultado no sea inmediato. |
| 103:12–13 | Serán armados de rectitud y con el poder de Dios en gran gloria. | Deben sufrir muchas aflicciones antes de recibir bendiciones. | Las bendiciones vienen después de la prueba de la fe. | Perseverar en mis pruebas con la confianza de que al final habrá bendición. |
| 103:36 | Todas las cosas obrarán para el bien de los que andan rectamente. | Caminar en rectitud pese a las dificultades. | Dios transforma pruebas en bendiciones para los fieles. | Buscar rectitud constante y ver las pruebas como oportunidades de crecimiento. |
| 105:1–6 | El Señor promete que Sion será redimida en el futuro. | Los santos no estaban unidos y debían ser probados y disciplinados. | La falta de unidad retrasa las bendiciones colectivas. | Fomentar la unidad y el amor cristiano en mi hogar y en la Iglesia. |
| 105:9–12 | El Señor levantará a Su pueblo cuando haya aprendido obediencia. | Ser disciplinados en todas las cosas y esperar el tiempo del Señor. | Las pruebas son una escuela de obediencia y humildad. | Aceptar la corrección del Señor y ser paciente en Su tiempo. |
| 105:13–19 | Sion será establecida sobre principios de justicia. | Los santos deben dejar atrás el orgullo y vivir la ley celestial. | Sion solo se edifica sobre rectitud, pureza y unidad. | Vivir con justicia y rectitud en el corazón, hogar y comunidad para preparar Sion. |
Diálogo
Alumno: Maestro, ¿por qué los santos perdieron la tierra prometida en Misuri si el Señor mismo les había dicho que allí se edificaría Sion?
Maestro: Buena pregunta. Ellos llegaron con grandes expectativas, pero el Señor explicó en Doctrina y Convenios 105 que no estaban preparados espiritualmente. Había falta de unidad, orgullo y descuido de los mandamientos. El versículo 4 dice claramente: “No están unidos según la ley celestial”.
Alumno: Entonces, ¿la causa no fue solo la persecución externa?
Maestro: Exacto. Aunque la oposición fue real, el Señor permitió la pérdida porque Su pueblo aún no había aprendido obediencia ni consagración. El versículo 6 enseña que debían ser “disciplinados y probados en todas las cosas”.
Alumno: Entiendo. Entonces, ¿qué estaba enseñando el Señor en Doctrina y Convenios 103?
Maestro: En esos versículos, Él recuerda a los santos que ha visto sus sufrimientos y promete su liberación, pero también advierte que esa liberación no sería inmediata. En el versículo 12 dice que debían estar “armados de rectitud y con el poder de Dios en gran gloria”. Es decir, las armas verdaderas de Sion son espirituales, no carnales.
Alumno: O sea que la redención de Sion no depende de soldados ni de política, sino de la rectitud del pueblo.
Maestro: Exactamente. Y en el versículo 36, el Señor da una promesa hermosa: “Todas las cosas contribuirán a su bien, si andan rectamente”. Eso muestra que, si el pueblo vive en justicia, incluso las pruebas se convierten en bendiciones.
Alumno: Eso me recuerda a algo que dijo: que las bendiciones llegan después de la prueba de la fe.
Maestro: Sí, lo vemos en Doctrina y Convenios 103:13, donde el Señor anuncia que los santos “sufrirán muchas aflicciones” antes de recibir bendiciones. Lo mismo en la sección 105: allí el Señor deja claro que Sion solo se puede edificar sobre principios de justicia (v. 19).
Alumno: Entonces, Sion no es simplemente un lugar físico, sino un pueblo preparado espiritualmente.
Maestro: Muy bien dicho. Sion empieza en el corazón: unidad, rectitud, obediencia, consagración. Cuando cultivamos eso en nuestra vida personal, en el hogar y en la comunidad, estamos edificando Sion aunque todavía esperemos su plenitud.
Alumno: Entonces, lo que aprendo para mí es que debo trabajar en mi propia rectitud y unidad en mi familia, ser obediente y paciente en los tiempos del Señor.
Maestro: Justamente. El Señor no nos ha olvidado. Él prepara a Su pueblo con pruebas para que las bendiciones lleguen en el momento oportuno. La verdadera fortaleza de Sion es la rectitud de Su pueblo.
Comentario final
La historia de los santos en Misuri nos enseña que Sion no puede edificarse a la fuerza ni sostenerse solo en la posesión de tierras. El Señor reveló que la verdadera fortaleza de Su pueblo radica en la rectitud, la unidad y la obediencia a la ley celestial. Aunque los santos clamaban por justicia y deseaban una redención inmediata, el Señor los invitó a ser pacientes, a pasar por pruebas de fe y a aprender obediencia en el crisol de la adversidad.
Las lecciones son claras y aplicables hoy:
- Dios siempre escucha las oraciones de Su pueblo y cumple Sus convenios.
- Las pruebas no son señal de abandono, sino parte del proceso divino de refinamiento.
- Las bendiciones llegan en el tiempo del Señor, después de la prueba de nuestra fe.
- Sion no se construye con muros ni ejércitos, sino con corazones justos, hogares unidos y comunidades consagradas.
Así, comprendemos que la redención de Sion empieza en lo íntimo: cuando cada discípulo de Cristo decide vivir con rectitud y amor, Sion ya comienza a existir en su corazón. Y con el tiempo, el Señor cumplirá Su promesa de establecerla en plenitud.
Doctrina y Convenios 104:11–18, 78–83
El Señor me ha hecho “mayordomo de las bendiciones terrenales”.
1. Dios es el Dueño de Todo
En Doctrina y Convenios 104 el Señor declara que todas las cosas “pertenecen a mí” (v. 14). Esto establece el principio fundamental de la mayordomía: nosotros no somos dueños absolutos de lo que poseemos, sino administradores temporales de recursos que provienen de Dios. La tierra, el dinero, el tiempo, los talentos y hasta la vida misma son bendiciones que Él nos confía. El Señor deja claro que nos otorga estas cosas “para beneficio y provecho de los hijos de los hombres” (v. 13), es decir, no para la codicia ni el egoísmo, sino para bendecir y servir.
2. La Responsabilidad del Mayordomo
El Señor espera que sus hijos sean “mayordomos” (v. 11), lo cual significa administrar con diligencia lo que Él pone en nuestras manos. La Escritura enseña que si los santos trabajan con rectitud, el Señor les proveerá lo suficiente para cubrir sus necesidades y también lo necesario para bendecir a otros (vv. 15–18). Por tanto, la mayordomía no es solo un deber administrativo, sino un compromiso espiritual: usar las cosas terrenales en armonía con los propósitos divinos.
3. Pecado al Negar lo Necesario
En el versículo 18 el Señor es muy directo: “el que tiene la abundancia de este mundo y no da de su abundancia, conforme al convenio, a los pobres y necesitados, perecerá con sus iniquidades”. La mayordomía mal ejercida conduce a egoísmo, acumulación y finalmente condenación. La caridad no es opcional, sino parte esencial del convenio. El Señor recalca que la abundancia nunca es solo para el individuo, sino una oportunidad de compartir y aliviar cargas.
4. Advertencia y Promesa (vv. 78–83)
En los versículos finales el Señor instruye a los santos sobre deudas, sacrificios y confianza en Su providencia. El principio es claro: los mayordomos no deben confiar en “el brazo de carne” ni en deudores mundanos, sino depender del Señor y actuar con rectitud. Si se administran los recursos con fe, sacrificio y obediencia, Dios se encargará de proveer y prosperar a Su pueblo. Aquí se nos recuerda que la mayordomía no es solo financiera, sino también espiritual: implica la manera en que manejamos compromisos, convenios y responsabilidades.
5. Aplicación Personal
- En el corazón: Reconocer que nada me pertenece en verdad; todo es don de Dios.
- En el hogar: Administrar el tiempo, el dinero y los talentos con visión eterna, priorizando lo que edifica espiritualmente.
- En la comunidad: Ser generoso y solidario con los necesitados; participar en ayunos, ofrendas y servicio desinteresado.
- En los convenios: Recordar que como mayordomos respondemos ante el Señor, y seremos juzgados según la fidelidad con que manejamos las bendiciones terrenales.
El Señor me ha hecho mayordomo de Sus bendiciones para que las administre con justicia, recuerde a los necesitados, evite la avaricia y confíe en Su providencia. La verdadera prosperidad no se mide en lo que retengo, sino en lo que comparto en nombre de Cristo.
| Versículo | Principio | Bendición | Advertencia | Aplicación |
| 104:11–12 | El Señor establece la ley de la mayordomía: cada persona es responsable de administrar lo que recibe. | Tener lo necesario para vivir con rectitud. | Si no se administra fielmente, se pierde la confianza del Señor. | Reconocer que no soy dueño absoluto, sino administrador de los dones de Dios. |
| 104:13–14 | Todo pertenece al Señor; Él lo da “para beneficio y provecho de los hijos de los hombres”. | Disfrutar de la creación como don divino. | Creer que soy dueño absoluto genera orgullo y egoísmo. | Ver mi tiempo, talentos y bienes como sagrados y destinados al servicio. |
| 104:15–17 | Dios provee lo suficiente para cada uno, pero espera que compartamos con los demás. | El Señor suple lo necesario. | La avaricia rompe el convenio. | Usar mi abundancia para bendecir a los pobres y necesitados. |
| 104:18 | El que niega de su abundancia a los necesitados peca y será condenado. | Al compartir, se recibe la aprobación divina. | Retener lo que podría aliviar a otros trae condenación. | Ser generoso en ofrendas, servicio y ayuda directa a los necesitados. |
| 104:78–80 | El Señor manda liquidar deudas con rectitud, confiando en Su ayuda. | Libertad financiera y paz espiritual. | Depender del brazo de carne lleva a ataduras y cargas. | Evitar deudas innecesarias, ser honesto y confiar en la providencia divina. |
| 104:81–83 | El Señor da estrategias y promesas de liberación a quienes actúan con fe. | Protección y prosperidad espiritual y temporal. | La incredulidad limita las bendiciones. | En mis compromisos y responsabilidades, depender del Señor con fe y obediencia. |
El Señor nos recuerda en Doctrina y Convenios 104 que ser mayordomos no es una carga, sino un privilegio sagrado. Todo lo que tenemos procede de Él, y al administrarlo rectamente no solo satisfacemos nuestras necesidades, sino que participamos en la obra de aliviar a los pobres, fortalecer a la Iglesia y preparar a Sion. La verdadera medida de nuestra prosperidad no se encuentra en cuánto acumulamos, sino en cuánto compartimos. Así, el acto de dar, servir y cumplir nuestros convenios se convierte en la prueba de nuestra fidelidad y la vía para recibir mayor luz, confianza y bendiciones eternas.
En resumen: somos administradores temporales de lo que pertenece a un Dueño eterno; nuestra mayordomía fiel abre las ventanas de los cielos para nosotros y para los demás.
La historia de la familia Ramírez
La familia Ramírez se había mudado a un nuevo barrio. Todo parecía prometedor: un buen vecindario, oportunidades de trabajo y un ambiente tranquilo para criar a sus hijos. Pero pronto llegaron las pruebas. El padre perdió su empleo inesperadamente, la madre enfermó y las cuentas comenzaron a acumularse. Para empeorar la situación, entre los mismos vecinos empezaron a surgir tensiones y murmuraciones.
Una noche, mientras oraban juntos, el hermano Ramírez abrió las Escrituras y leyó: “Tras mucha tribulación viene la bendición” (D. y C. 103:12). Luego recordó que en los tiempos de José Smith los santos también habían perdido tierras, hogares y comodidades, pero el Señor les había enseñado que la redención de Sion no dependía de la fuerza, sino de la rectitud, unidad y paciencia.
Entonces, la familia tomó decisiones concretas:
- Unidad en el hogar (D. y C. 102): En lugar de discutir por la tensión económica, comenzaron a hacer consejos familiares semanales. Allí escuchaban a cada miembro y buscaban soluciones juntos. Como en los concilios revelados, querían actuar con justicia, misericordia y unanimidad.
- Rectitud y sacrificio (D. y C. 103): Aunque era poco lo que tenían, separaban con fe su diezmo y una pequeña ofrenda para los necesitados. Se “armaron de rectitud” aun en medio de sus pruebas.
- Mayordomía fiel (D. y C. 104): Decidieron administrar mejor lo que tenían: organizar los gastos, evitar deudas innecesarias y compartir comida con un vecino que estaba peor que ellos. Descubrieron que el Señor multiplicaba sus recursos cuando los usaban para bendecir a otros.
- Paciencia en el tiempo del Señor (D. y C. 105): En lugar de desanimarse porque las soluciones no llegaban de inmediato, aprendieron a confiar. Un hermano de la Iglesia les ofreció trabajo, y poco a poco su situación mejoró. Más aún, su fe se fortaleció, y la unión en la familia fue más grande que nunca.
Con el tiempo, la familia Ramírez comprendió que el milagro no fue solo encontrar estabilidad económica, sino descubrir que Sion había empezado a edificarse en su propio hogar: había más amor, más servicio y más dependencia del Señor.
La historia de los Ramírez nos recuerda lo mismo que aprendieron los santos de 1834:
- Las pruebas son parte del plan.
- Las bendiciones llegan después de la tribulación.
- La verdadera fortaleza está en la rectitud y la unidad.
- Sion empieza en el corazón y en el hogar.
Comentario final:
Las secciones de Doctrina y Convenios 102–105 muestran cómo, en medio de pruebas intensas, el Señor estaba forjando a Su pueblo para que aprendiera principios eternos. No se trataba solo de organizar consejos, marchar hacia Misuri o administrar bienes materiales; cada revelación apuntaba a una verdad más profunda: que la redención de Sion exige rectitud, unidad y obediencia, más que fuerza o recursos temporales.
El Señor permitió la tribulación —expulsiones, enfermedades, hambre, tensiones internas— no como castigo final, sino como escuela divina donde Sus santos debían aprender a ser un pueblo preparado. La organización de los concilios (sección 102) enseñó justicia y misericordia; el llamamiento al Campamento de Sion (sección 103) enseñó sacrificio y fe; la reorganización de la Orden Unida (sección 104) recordó que somos mayordomos de las bendiciones del Señor; y la disolución del Campamento (sección 105) enseñó paciencia, unidad y que Sion no se edifica con espadas sino con corazones consagrados.
Para nuestra vida hoy, el mensaje es claro:
- Dios escucha nuestras oraciones aun cuando las respuestas se retrasen.
- Las pruebas son necesarias antes de que llegue la bendición, porque refinan nuestra fe.
- La rectitud y la unidad son requisitos para recibir las bendiciones colectivas.
- La mayordomía fiel es la medida de nuestra prosperidad espiritual y temporal.
Así, comprendemos que “tras mucha tribulación, viene la bendición” (D. y C. 103:12). Sion comienza en lo íntimo de cada discípulo: cuando administro con rectitud, comparto con los necesitados, fortalezco la unidad en mi hogar y vivo con paciencia en los tiempos del Señor. La verdadera fortaleza de Sion no está en las murallas ni en la tierra prometida, sino en un pueblo dispuesto a vivir la ley celestial.
— Un análisis de Doctrina y Convenios Sección — 102 — 103 — 104 — 105
— Dándole Sentido a Doctrina y Convenios — 102 — 103 — 104 — 105
— Discusiones sobre Doctrina y Convenios: Castigados y Probados
Doctrina y Convenios 101, 103, 105
— Discusiones sobre Doctrina y Convenios: En la medida en que sean fieles – D. y C. 102, 104, 106
— ¿Qué han dicho los líderes de la Iglesia acerca de Doctrina y Convenios 102–105?

























