Capítulo 22
El Campamento de Sion
Craig J. Ostler
En el otoño de 1833, las turbas expulsaron sin misericordia a los miembros de la Iglesia de sus propiedades en el condado de Jackson, Misuri, el cual el Señor había designado como el lugar central de una Sion de los últimos días. Estos exiliados cruzaron el río Misuri hacia el norte, al condado de Clay.
En 1834, el Señor mandó al profeta José Smith que dirigiera una expedición de santos, conocida como el Campamento de Sion, con el propósito de ayudar a restaurar las propiedades de los santos en Misuri y protegerlos de nuevos ataques, mientras ocupaban sus hogares y lugares de trabajo (véase DyC 103).
La participación del Profeta en el Campamento de Sion puede entenderse mejor como una obra en tres actos:
- Primero, la preparación del Profeta y sus viajes para reclutar hermanos que le acompañaran en la travesía hacia Misuri.
- Segundo, la expedición en sí misma con aquellos que se ofrecieron como voluntarios para redimir a Sion.
- Y tercero, los resultados y consecuencias de esta experiencia.
Preparación y Reclutamiento para el Campamento de Sion
A José Smith le fue sumamente difícil cumplir el mandamiento del Señor de dirigir el Campamento de Sion. Cuando el Señor dio la revelación para ayudar a los santos en Misuri, el 24 de febrero de 1834, José tenía razones de peso para quedarse en Kirtland.
Primero, estaba intensamente ocupado dirigiendo la construcción del Templo de Kirtland. Además, el robo y destrucción de propiedades de los santos en Misuri había contribuido a una crisis financiera para José como presidente de la Iglesia. Él había asegurado préstamos con acreedores en la ciudad de Nueva York para abastecer los negocios mercantiles e imprentas propiedad de la Iglesia. Con la pérdida de la imprenta de William W. Phelps y de la tienda de Sidney Gilbert, ambas propiedades generadoras de ingresos en Misuri, José necesitaba garantizar a sus acreedores que los pagarés serían cubiertos.
Adicionalmente, estaba involucrado en una demanda judicial contra un apóstata adúltero, Philastus Hurlburt, quien buscaba apoderarse de propiedades de la Iglesia en Ohio y además lo había amenazado físicamente.
José sentía que no podía dejar Ohio hasta que se resolvieran los problemas relacionados con las deudas y las demandas legales. Sin embargo, también comprendía que “si no voy [a Misuri], será imposible lograr que mis hermanos en Kirtland, cualquiera de ellos, vayan.” Por lo tanto, el éxito del Campamento de Sion estaba vinculado a resolver los problemas con los acreedores y los enemigos de José.
Eventualmente, se abrió el camino para que el Profeta pudiera concentrar toda su atención en el Campamento de Sion. Llamó a Oliver Cowdery y Sidney Rigdon para que supervisaran la construcción del templo. El Señor prometió ablandar el corazón de los acreedores en la ciudad de Nueva York (véase DyC 104:78–86), y finalmente se obtuvo alivio legal cuando los tribunales fallaron en contra de Philastus Hurlburt. Con estos obstáculos eliminados, José fue libre de viajar entre las ramas de la Iglesia para reclutar miembros para el campamento.
El 26 de febrero de 1834, escribió: “Salí de casa para obtener voluntarios para Sion.” Durante poco más de un mes, José viajó por el noreste de Ohio, el oeste de Pensilvania y Nueva York, recorriendo aproximadamente 550 millas, una tarea nada fácil en sí misma.
En mayo, el Profeta y un poco más de cien hombres, la mayoría de ellos jóvenes, se reunieron para marchar hacia Misuri. “El domingo 4 de mayo”, registró George A. Smith, participante del campamento:
“El Profeta José predicó a los santos en Kirtland bajo la sombra de la nueva escuela, que estaba parcialmente cerrada. Muchos de los que formarían el ‘Campamento de Sion’ estaban presentes… Testificó de la verdad de la obra que Dios había revelado por medio de él, y prometió a los hermanos que, si todos vivían como debían ante el Señor, guardando sus mandamientos y no murmurando contra el Señor y sus siervos como lo hicieron los hijos de Israel, todos regresarían sanos y salvos, y ninguno moriría en la misión que estaban a punto de emprender. Porque si estaban unidos y ejercían fe, Dios los libraría de las manos de sus enemigos. Pero si, como los hijos de Israel, olvidaban a Dios y sus promesas, y tomaban a la ligera sus mandamientos, Él los visitaría con su ira y los afligiría con gran disgusto.”
Este mensaje marcó el tono del campamento y lo distinguió de otros grupos que podían estar recorriendo los mismos caminos. El camino más importante que los miembros del campamento debían recorrer no era el sendero polvoriento o lodoso, sino el camino de la rectitud.
El Viaje al Condado de Jackson, Misuri
Durante la travesía inicial y el viaje de regreso, José recorrió más de dos mil millas y estuvo ausente de su hogar por apenas cuatro días menos de tres meses. Este tiempo le permitió instruir y convivir con los hermanos en circunstancias íntimas y en los acontecimientos cotidianos, lejos de sus hogares y ambientes conocidos.
También es digno de mención que José participó de todas las experiencias, no como un observador distante de los hechos, sino como un protagonista principal. Los cronistas del Campamento de Sion han hecho mucho énfasis en el barro, el calor, los gusanos en el agua potable, etc., y en la prueba de fe que esta experiencia representó para aquellos que estaban siendo forjados como futuros líderes de la Iglesia. No se debe olvidar que José caminó por los mismos senderos fangosos, soportó el mismo calor y tuvo que colar el agua con los mismos gusanos.
De hecho, en una ocasión, “el Profeta descubrió que a algunos de su grupo se les había servido pan agrio, mientras que a él le habían dado pan dulce, del mismo cocinero. Lo reprendió por esa parcialidad, diciendo que quería que sus hermanos comieran tan bien como él, y prefería comer su porción de pan agrio con ellos.”
En otra ocasión, José y los que estaban en su tienda comieron papilla con miel, mientras el resto del campamento comía jamones que habían conseguido más temprano ese día. Por tanto, debemos suponer que, como los demás participantes, José también aprendió de las cosas pequeñas, como compartir el agua, ayudar a cargar el peso de otro, y ser siempre un testigo de Dios.
Sobre los acontecimientos diarios del viaje, José escribió:
“Cada noche, antes de retirarnos a descansar, al sonar la trompeta, nos arrodillábamos ante el Señor en las varias tiendas y ofrecíamos nuestras oraciones de gratitud y súplica; y al sonar la trompeta en la mañana, cada hombre volvía a arrodillarse ante el Señor, implorando su bendición para el día.”
Aunque José ya había hecho dos viajes anteriores al condado de Jackson, Misuri —uno en el verano de 1831 y otro en la primavera de 1832—, nunca había viajado dirigiendo un grupo tan grande. Además, en esos viajes anteriores José se había desplazado por los ríos Ohio y Misuri. En cambio, los miembros del Campamento de Sion recorrieron principalmente la distancia a pie, caminando junto a las carretas, las cuales iban cargadas con provisiones para ayudar a los santos exiliados y necesitados.
En una carta a su esposa Emma, escrita el 4 de junio de 1834 desde la ribera del río Misisipi, José informó:
“He podido soportar el cansancio del viaje mucho más allá de mis expectativas más optimistas, salvo que he tenido algunas molestias por rigidez, me salieron ampollas en los pies, pero ya están bien, y también he tenido un pequeño brote de mi dolencia en el costado.”
Además de los desafíos personales por las exigencias físicas del viaje, José también tenía la responsabilidad del bienestar de los miembros del campamento. El Señor reveló que él debía guiar al grupo “como Moisés guió a los hijos de Israel” (DyC 103:16). Para asegurar el orden y la seguridad, organizó el campamento en compañías de doce personas, que incluían: “dos cocineros, dos encargados del fuego, dos encargados de la tienda, dos encargados del agua, un mensajero, dos carreteros o jinetes, y un comisario”.
Las circunstancias únicas del Campamento de Sion le ofrecieron a José oportunidades para dar instrucciones sobre una variedad de temas interesantes y para aclarar revelaciones anteriores. Algunas de esas enseñanzas se han preservado. Lamentablemente, el diario del historiador del campamento, Frederick G. Williams, se perdió. Sin embargo, George A. Smith, primo joven de José, registró muchas de las enseñanzas e ideas del Profeta.
Hacia el final de la segunda semana de viaje, poco después de que el campamento pasara por Springfield, Ohio, George anotó lo siguiente:
“Me subí a la carreta para recorrer una corta distancia con los presidentes José y Hyrum Smith, y con el hermano Ezra Thayer. Estábamos viajando a través de un matorral de árboles pequeños de crecimiento reciente. El hermano José dijo: ‘Me siento muy deprimido en espíritu; aquí, en algún momento, se ha derramado mucha sangre. Cuando un hombre de Dios pasa por un lugar donde se ha derramado mucha sangre, se sentirá deprimido en espíritu, y experimentará soledad e incomodidad’.”
Pronto salimos del bosque y llegamos a un terreno despejado con una gran granja. A la izquierda del camino había un montículo de unos 18 metros de alto, que ocupaba cerca de una hectárea de terreno, todo sembrado de manzanos que crecían de manera muy vigorosa. Nos dirigimos a ese montículo y descubrimos que se habían cavado agujeros en él, lo que reveló que estaba lleno de huesos humanos.
Así, José demostró sensibilidad espiritual y recibió revelación durante el trayecto, respecto a asuntos específicos, al tiempo que enseñaba a quienes viajaban con él.
Otro tema interesante de conversación fue la interacción con la fauna, en particular con las serpientes venenosas. George A. Smith escribió:
“Al montar nuestra tienda, encontramos tres serpientes de cascabel en el suelo y estábamos a punto de matarlas. El hermano José nos lo impidió, diciendo: ‘¿Cuándo se acostará el león con el cordero y cesará el veneno de la serpiente, mientras el hombre siga buscando destruir y desperdiciar la carne de las bestias, librando una guerra continua contra los reptiles? Que el hombre primero se deshaga de sus inclinaciones destructivas, y entonces podremos esperar un cambio en la disposición de la serpiente.’ Luego llevamos las serpientes al otro lado del arroyo usando palos.”
Al hablar sobre este mismo incidente, el profeta José Smith explicó además que “exhortó a los hermanos a no matar serpiente, ave o animal alguno durante el viaje, a menos que fuera necesario para preservar la vida por causa del hambre”.
Durante el viaje de regreso a Ohio, José también instruyó a sus compañeros sobre el uso de la carne en épocas de verano, como se aborda en la revelación conocida como la Palabra de Sabiduría. Les indicó que obtuvieran todo el bacalao seco que pudieran. “Dijo que el pescado era mucho más saludable para nosotros que la carne, y que el uso de pescado en clima cálido no estaba prohibido por la Palabra de Sabiduría.”
En otra ocasión:
Martin Harris, quien había alardeado ante los hermanos de que podía manipular serpientes sin sufrir daño, fue mordido en el pie izquierdo por una serpiente negra mientras jugaba con ella descalzo. El incidente fue comunicado a José, y este aprovechó para reprender a Martin y exhortar a los hermanos a nunca jugar con las promesas de Dios. Les explicó que provocar que una serpiente lo mordiera era una presunción, pero que si un hombre de Dios era mordido accidentalmente por una serpiente venenosa, podía tener fe, o sus hermanos podían tener fe por él, y así el Señor escucharía la oración y lo sanaría. Pero si alguien provocaba deliberadamente que una serpiente lo mordiera, el principio era el mismo que cuando alguien bebe veneno sabiendo que lo es; en tal caso, nadie podía reclamar las promesas de Dios para ser sanado.
Quizás los desafíos más difíciles del viaje fueron los que implicaron murmuraciones y quejas por parte de algunos miembros del campamento. El Profeta mostró mansedumbre y valentía al resolver los problemas y reprender a los infractores.
Por ejemplo, después de un día excepcionalmente largo y caluroso, varios miembros del campamento se molestaron por los ladridos de un perro grande que el hermano Samuel Baker, de ochenta años, le había regalado al Profeta:
“[El perro] enfureció tanto a Sylvester Smith que utilizó un lenguaje abusivo hacia José, amenazando con matar al perro… José, citando el proverbio ‘La blanda respuesta quita la ira’, dijo: ‘Les voy a dar un ejemplo del espíritu que se manifiesta en nuestro campamento. Si un perro me muerde, lo mato; si un hombre me insulta, lo mato; si un hombre me hiere, lo hiero; y este espíritu mantiene la división y el derramamiento de sangre por todo el mundo’.”
Dos semanas antes, luego de una jornada de cuarenta millas, surgió un conflicto entre Sylvester Smith y algunos hermanos, que José fue llamado a resolver. Sylvester manifestó un espíritu rebelde, el cual fue compartido en cierta medida por otros.
José les dijo que enfrentarían infortunios, dificultades y obstáculos como resultado seguro de ceder a ese espíritu, y declaró: “Lo sabrán antes de salir de este lugar.” Los exhortó a humillarse ante el Señor y a unirse, para que no fueran azotados.
A la mañana siguiente, cuando los miembros del campamento se levantaron, descubrieron que sus caballos estaban tan afectados por la inflamación que apenas podían llevarlos al agua, una vívida lección del efecto de la discordia dentro del campamento. Es evidente que José sabía que el poder para redimir a Sion vendría de Dios y no de la fuerza del hombre. El aula para enseñar esa lección fue el camino de casi mil millas que recorrió el Campamento de Sion.
José viajó con la plena confianza de que seres celestiales acompañaban a su grupo de santos. Antes de comenzar la expedición, el Señor había prometido: “Mis ángeles irán delante de vosotros” (DyC 103:20). Parley P. Pratt le relató a José una ocasión en la que, mientras se quedaba dormido del agotamiento, escuchó una voz clara que le dijo: “Parky, es hora de levantarse y continuar el viaje.” José testificó que fue el ángel del Señor quien iba delante del campamento, quien lo encontró vencido por el sueño, y así lo despertó.
Debió de ser profundamente instructivo para el Profeta caminar tantos kilómetros por Ohio, Indiana, Illinois y Misuri, sabiendo que no viajaba solo. Podemos imaginarnos el espíritu que sostenía a José en los desafíos del trayecto, sabiendo que Dios los vigilaba y que había enviado ángeles a acompañarlos en el camino. Mientras viajaba por Illinois, José reconoció la mano del Señor:
“A pesar de que nuestros enemigos lanzaban constantemente amenazas de violencia, no temimos, ni dudamos en continuar nuestro viaje, porque Dios estaba con nosotros, y sus ángeles iban delante de nosotros, y la fe de nuestro pequeño grupo era inquebrantable. Sabíamos que los ángeles eran nuestros compañeros, porque los vimos.”
No obstante el testimonio de que ángeles acompañaban al campamento, José no daba por sentado que Dios los protegería automáticamente de las turbas o de enfermedades. El 19 de junio, mientras se dirigían a Richmond, Misuri, la salud de José era tan pobre que dejó los asuntos del campamento en manos del general Lyman Wight, según explicó George A. Smith:
“Cuando José llegó al lugar donde el campamento había instalado sus tiendas, y vio lo inseguro de nuestra ubicación, considerando el peligro de un ataque por parte de nuestros enemigos, casi olvidó su enfermedad, se adentró entre la maleza, se arrodilló y oró al Padre Celestial para que no permitiera que ningún mal nos sobreviniera, sino que nos mantuviera a salvo durante la noche. Recibió la seguridad de que estaríamos a salvo hasta la mañana, a pesar de que una compañía de la turba del condado de Jackson había cruzado ese mismo atardecer el ferry de Lexington para unirse a la turba del condado de Ray con el propósito de atacarnos.”
Al día siguiente, cinco hombres armados con rifles entraron al campamento y jurando dijeron que los mormones “verían el infierno antes del amanecer”. Wilford Woodruff registró que, al marcharse los hombres, apareció “una pequeña nube como un punto negro en el noroeste”, que se convirtió en una terrible tormenta de viento, lluvia, truenos, relámpagos y granizo. Continuó:
“Todos nos refugiamos en una iglesia bautista. Cuando el profeta José entró, sacudiendo el agua de su sombrero y de su ropa, dijo: ‘Muchachos, esto tiene un significado. Dios está en esta tormenta.’”
Uno de los hombres armados comentó que “era una cosa extraña que no podían hacer nada contra los mormones sin que ocurriera una tormenta de granizo u otra cosa que los detuviera”.
José sabía que los desafíos más difíciles del viaje no vendrían de las amenazas de las turbas de Misuri, sino de la mano correctiva del Todopoderoso. Durante una parada al mediodía, antes de cruzar el río Misuri desde Illinois hacia Misuri, José se subió a la rueda de una carreta y dirigió un discurso al campamento. Dijo que el Señor estaba disgustado con ellos, y que sus murmuraciones, críticas y falta de humildad habían provocado la ira del Señor contra ellos.
Les advirtió que vendría un castigo severo sobre el campamento y que muchos morirían como ovejas con peste. Explicó:
“No puedo detenerlo; debe venir; pero mediante el arrepentimiento, la humildad y la oración de fe, el castigo puede ser aliviado, aunque no completamente evitado, porque así como vive el Señor, este campamento debe sufrir un severo castigo por su maldad y rebelión. Lo digo en el nombre del Señor.”
Tres semanas después, el 24 de junio, estalló la temida enfermedad del cólera. José intentó enfrentar la enfermedad con el poder y la autoridad del sacerdocio. “Aprendí rápidamente, por dolorosa experiencia», explicó el Profeta, “que cuando Jehová el grande decreta la destrucción sobre algún pueblo, y da a conocer su determinación, el hombre no debe intentar detener su mano.”
Dos días antes de que apareciera el cólera, José recibió la palabra del Señor diciéndole que disolviera el campamento. El Señor liberó a los miembros del campamento del mandato de redimir a Sion, explicando:
“Es necesario que mi pueblo sea disciplinado hasta que aprenda la obediencia, si es necesario, por las cosas que padezca… Y a causa de las transgresiones de mi pueblo, me es conveniente que mis élderes esperen por un corto tiempo para la redención de Sion” (DyC 105:6–9).
En poco tiempo, el cólera atacó no solo a los miembros del Campamento de Sion, sino también a otros santos que residían en la zona. Cerca de sesenta y ocho santos fueron afectados, quince de los cuales murieron. Entre los fallecidos estaban Sidney Gilbert, administrador del almacén del Señor en el condado de Jackson antes de ser expulsado por las turbas, y Phebe, la hija de seis años de John Murdock, quien se encontraba hospedada con los Gilbert.
Es probable que, a partir de esta y otras experiencias similares, José enseñara posteriormente:
“Muchos de los justos serán presa de enfermedades, pestilencias, etc., debido a la debilidad de la carne, y aun así serán salvos en el Reino de Dios.”
Las consecuencias del campamento de Sion
La expedición no logró la redención de las tierras de los santos en Sion, pero sí cumplió los propósitos del Señor. Es cierto que muchos de los santos no se mantuvieron fieles en la tribulación, sin embargo, muchos sí lo hicieron. Muchos de los participantes del Campamento de Sion regresaron con una convicción más firme del llamamiento divino del profeta José Smith y con un entendimiento más profundo sobre la necesidad de probar su fidelidad en toda circunstancia.
Por ejemplo, al regresar a Kirtland, Brigham Young fue recibido por un hombre que le preguntó:
“Bueno, ¿qué ganaste en ese inútil viaje a Misuri con José Smith?”
Brigham respondió:
“Todo por lo que fuimos. No cambiaría la experiencia que obtuve en esa expedición por toda la riqueza del condado de Geauga”, Ohio.
De manera similar, Wilford Woodruff explicó:
“Obtuvimos una experiencia que nunca podríamos haber adquirido de otra manera. Tuvimos el privilegio de ver el rostro del profeta, y de viajar mil millas con él, y ver el obrar del Espíritu de Dios con él, y las revelaciones de Jesucristo para él, y el cumplimiento de esas revelaciones.”
El 14 de febrero de 1835, el profeta José Smith convocó una reunión y pidió que aquellos que lo habían acompañado el verano anterior en el Campamento de Sion se sentaran juntos, separados del resto en la capilla. Luego, relató algunas de las circunstancias vividas durante el viaje a Sion —sus pruebas y sufrimientos— y dijo:
“Dios no había dispuesto todo esto en vano, sino que lo tenía en memoria todavía; y era la voluntad de Dios que aquellos que fueron a Sion, con la determinación de dar su vida si fuera necesario, fueran ordenados al ministerio y salieran a podar la viña por última vez.”
Ese día se organizó el Cuórum de los Doce Apóstoles, nueve de cuyos miembros provenían de los que marcharon en el Campamento de Sion. Dos semanas después se organizó el Primer Cuórum de los Setenta, todos ellos también elegidos entre los que habían marchado con el campamento.
Al año siguiente, los participantes del Campamento de Sion y los santos que habían soportado fielmente la tribulación en Sion fueron de los primeros en recibir la investidura administrada en el Templo de Kirtland. En cuanto a aquellos que dieron su vida en la experiencia, el élder Joseph Young relató que el profeta José Smith explicó: “Hermanos, he visto a esos hombres que murieron de cólera en nuestro campamento; y el Señor sabe que, si obtengo una mansión tan brillante como la de ellos, no pido más.”
Al decir esto, lloró, y durante un tiempo no pudo hablar.
























