El Poder Dentro de Nosotros

Capítulo 8

El gozo llega por la mañana


El título de este mensaje se toma del Salmo 30:5: “El lloro puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá la alegría.” Cuando comenté esta escritura con los miembros de nuestra familia, recordaron que “los hombres existen para que tengan gozo” (2 Nefi 2:25), pero no habían reflexionado en el concepto tan interesante de que “el gozo llega por la mañana.”

Uno de los nuestros dijo: “Las noticias hablan casi a diario de personas con problemas de drogas, alcohol y angustias emocionales. ¿Cómo pueden ellas, y cómo podemos nosotros, alcanzar el gozo del que hablan las Escrituras?”

“El evangelio de Jesucristo ofrece esperanza”, respondí. “Declara que el gozo forma parte de nuestro destino divino. Y experimentar gozo por la mañana se convierte en nuestro desafío especial. La verdadera prueba es poder mirarse al espejo al comenzar el día y sentir gozo verdadero.”

Una de nuestras hijas, que había anunciado recientemente la llegada de un nuevo miembro a la familia, dijo: “Pero papá, ¡ese es el momento más difícil del día para mí!”

“Mis queridos”, contesté, “para experimentar el verdadero gozo por la mañana, o en cualquier momento, al menos se necesitan tres cosas. Uno debe sentirse bien con las personas con quienes vive y trabaja —los compañeros de la vida—. Debe sentirse bien consigo mismo, no en un sentido de vanidad, sino tener una estima propia adecuada. Y quizás lo más importante: debe sentirse bien con su relación con Dios y amarlo sinceramente.”

Así como aconsejé a mi familia en esa conversación, todos nosotros podríamos considerar esos tres pasos para lograr un gozo real en la vida.

Primero, el gozo por la mañana comienza con la cortesía hacia los compañeros.

Cuando las sombras del sueño permiten que la luz del alba penetre, busco suavemente a mi amada compañera a mi lado. Encuentro dulce seguridad de que todo está bien con ella, aun antes de abrir completamente mis ojos. Eso me recuerda, incidentalmente, el consejo del presidente David O. McKay, quien dijo: “Durante el noviazgo debemos mantener los ojos bien abiertos, pero después del matrimonio mantenerlos medio cerrados.” (Conference Report, abril de 1956, pág. 9.)

Mi amada ha hecho precisamente eso. A través de nuestros largos años de estudios de posgrado, responsabilidades profesionales y una familia en crecimiento, ella no se quejó. Recientemente escuché una conversación que tuvo con jóvenes madres que sufrían tensiones similares. Le preguntaron cómo se las arreglaba con diez hijos y un esposo cuyo tiempo para ayudar era tan limitado. Su respuesta reflejó bondad: “Durante nuestros años difíciles no esperaba mucho, así que rara vez me sentía decepcionada.”

Ella es especial. Con ella resulta fácil obedecer la exhortación escritural: “Goza de la vida con la mujer que amas todos los días de tu vida.” (Eclesiastés 9:9.)

No todos tienen la bendición de un compañero tan maravilloso —al menos no todavía—. Muchos que están casados no pueden estar juntos tanto como quisieran. Afortunadamente, todos pueden disfrutar de la compañía de familia y amigos.

Recientemente, otro Autoridad General fue mi compañero en giras misionales a lugares polvorientos. En una ocasión, al regresar de mi ducha matutina, encontré con sorpresa que este considerado compañero había lustrado mis zapatos. Con gratitud me pregunté si cada uno de los treinta mil misioneros que sirven en la obra del Señor habría sido, y será, un amigo tan bondadoso como él lo fue conmigo, prestando con cariño simples actos de cortesía a un compañero.

El gozo llega por la mañana para quienes han ganado el descanso nocturno del trabajador. Uno de los más dulces retornos de la vida es el privilegio de brindar un servicio significativo y valioso a otros. Poder hacer por nuestros semejantes lo que ellos no pueden hacer por sí mismos brinda una satisfacción inigualable. Años de preparación valen la pena.

El gozo también proviene del servicio en la Iglesia. Alma expresó este pensamiento: “Y he aquí, cuando me glorío, no me glorío de mí mismo, sino de lo que el Señor ha mandado; sí, y esto es mi gloria: que quizá sea un instrumento en las manos de Dios para llevar a algún alma al arrepentimiento; y esto es mi gozo.” (Alma 29:9.)

A través del servicio en los templos, el concepto de cortesía hacia los compañeros puede extenderse noblemente a aquellos que han pasado más allá del velo. El evangelio trae alegres nuevas a los muertos y una voz de gozo para los vivos y para los muertos —para todos, alegres nuevas de gran gozo—. (Véase DyC 128:19.)

Aun cuando el velo de la muerte nos separa de los padres que tanto dieron para que existiéramos, su influencia justa continúa con nosotros. Y así como pueden observarnos desde las ventanas de los cielos, sus mañanas serán más brillantes si pueden decir verdaderamente, como lo hizo el apóstol Juan: “No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.” (3 Juan 1:4.)

Por encima de todo, la cortesía hacia los compañeros no puede ser contaminada por la desobediencia a la ley de castidad. Ese pecado es el veneno mortal del gozo. La primera mirada de la mañana en el espejo no puede reflejar gozo si existe algún recuerdo de malas acciones de la noche anterior. El paso más seguro hacia el gozo en la mañana es la virtud en la noche. La virtud incluye la cortesía hacia los compañeros durante todo el día.

Segundo, el gozo viene al sentirnos bien con nosotros mismos.

El segundo de los dos grandes mandamientos del Señor conlleva una doble instrucción: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mateo 22:39.) Por lo tanto, el amor al compañero está regido, en parte, por la estima propia, y lo mismo ocurre con el gozo de la mañana.

Cada persona debería comprender la naturaleza de su propia alma. Se nos da una profunda enseñanza en esta revelación: “El hombre fue también en el principio con Dios. La inteligencia, o sea la luz de verdad, no fue creada ni hecha, ni tampoco lo puede ser. Porque el hombre es espíritu. Los elementos son eternos, y el espíritu y el elemento, inseparablemente unidos, reciben una plenitud de gozo; y cuando están separados, el hombre no puede recibir una plenitud de gozo.” (DyC 93:29, 33–34.)

Por lo tanto, tanto los elementos espirituales como los físicos deben nutrirse si hemos de alcanzar una estima propia adecuada.

La estima espiritual comienza con la realización de que cada nuevo día es un don de Dios. Incluso el aire que respiramos es un préstamo amoroso de Él. Nos preserva de día en día y nos sostiene de un momento a otro. (Véase Mosíah 2:21.) Por eso, nuestra primera obra noble de la mañana debe ser una humilde oración de gratitud. La Escritura aconseja: “Orarás a él, y él te oirá; y tú pagarás tus votos. Verás el rostro de Dios con alegría.” (Job 33:26; véase también Alma 34:21; 37:37.)

No comprendí plenamente la importancia de los saludos en oración hasta que me convertí en padre. Estoy muy agradecido de que nuestros hijos nunca hayan dado a su madre o a su padre el trato de silencio. Ahora percibo cuánto puede apreciar nuestro Padre Celestial nuestras oraciones, de mañana y de noche. También puedo imaginar el dolor de Su tristeza por el silencio de cualquiera de Sus hijos. Para mí, tal ingratitud parece comparable a peces dorados huraños, inconscientes de los bondadosos proveedores que esparcen alimento en su pecera. En verdad, quienes oran pueden “adorar a Dios con grandísimo gozo.” (Alma 45:1.)

Aprendí hace mucho tiempo que un período de estudio escritural ininterrumpido por la mañana trae un enriquecimiento duradero. Me siento como Jeremías: “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón.” (Jeremías 15:16.) Las Sagradas Escrituras han sido repetidamente descritas como “alegres nuevas de gran gozo.” (Véase, por ejemplo, Helamán 16:14; Mosíah 3:3; Alma 13:22; Lucas 2:10.) A medida que aprendemos y obedecemos sus enseñanzas, ese gozo llega a ser parte de nuestras vidas.

El gozo llega por la mañana cuando los talentos personales se desarrollan. Cada uno de nosotros ha sido bendecido con un potencial único. No creo que pudiera levantarme lo suficientemente temprano como para llegar a ser un pintor de retratos. Pero he apreciado las enseñanzas desde mi niñez de parte de mis padres, quienes conocían el gozo que la buena música trae. Y algunos de los sonidos más dulces en nuestro hogar han sido los de los cantos e instrumentos de los hijos al mejorar sus talentos.

La confianza para comenzar cada mañana listo para enfrentar los desafíos del día proviene de la estima espiritual.

La estima física también requiere ser cultivada. Nuestros cuerpos merecen un cuidado consciente. Hago eco de esta declaración de Pablo: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” (1 Corintios 3:16–17.)

El acondicionamiento físico mediante el ejercicio regular es importante. Y podemos hacer mucho más para mantener nuestros cuerpos fuertes.

En 1833, el Profeta José Smith recibió por revelación la Palabra de Sabiduría. Incluye estas sencillas directrices: no debemos beber alcohol, té ni café, y no debemos usar tabaco. Los profetas de nuestra generación también nos han dicho que evitemos las drogas nocivas. Hoy, la ciencia médica confirma cada vez más los beneficios físicos de cumplir con estas enseñanzas.

Los efectos dañinos del alcohol son tan ampliamente conocidos que apenas se necesita comentario adicional. El daño causado por el alcohol ha quedado demostrado, por ejemplo, en un estudio sobre la relación entre el consumo de alcohol en madres embarazadas y el peso al nacer de sus hijos. Resultados publicados recientemente por los National Institutes of Health revelaron que el consumo de una a dos bebidas alcohólicas al día se asociaba con un aumento sustancial del riesgo de dar a luz un bebé con crecimiento retardado.

Los científicos ahora saben que fumar tabaco es la principal causa prevenible de muerte en todo el mundo. Es la causa prevenible número uno de enfermedades del corazón, enfermedades pulmonares, enfermedades de las arterias y cáncer.

Otro informe indica que más de una cuarta parte de todas las muertes en los Estados Unidos son causadas actualmente por condiciones que los médicos clasifican como trastornos adictivos.

La obediencia a la Palabra de Sabiduría mantiene a una persona libre de todas esas adicciones. Esta protección se pronuncia por convenio en el último versículo de la sección 89 de Doctrina y Convenios: “Y yo, el Señor, les doy un testimonio de que el ángel destructor pasará de ellos, como de los hijos de Israel, y no los matará.” (DyC 89:21.)

Esta referencia a la primera Pascua nos recuerda que, con fe, el Israel antiguo fue obediente al mandamiento de tomar sangre y “ponerla en los dos postes y en el dintel de las casas… Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá plaga en vosotros para destruiros.” (Éxodo 12:7, 13.)

Así también, con fe, el Israel moderno ha sido mandado a obedecer la Palabra de Sabiduría. Ella se convierte en nuestra señal de un convenio con el Señor —un separador espiritual de Israel del convenio respecto al resto del mundo—.

“El gozo llega por la mañana” para quienes pueden pararse frente al espejo y sentirse limpios; para aquellos cuyas bocas están libres del sabor de lo que el Señor ha prohibido; para aquellos cuyos espíritus y cuerpos están libres de remordimientos.

Tercero, el atributo supremo hacia el gozo es el amor a Dios.

Incluso esa primera mirada en el espejo puede ser más grata cuando sabemos que fuimos creados a Su imagen. Cada uno de nosotros puede decir, como lo hizo el apóstol Pedro: “Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia.” (Hechos 2:28; véase también Salmo 16:11.)

Dios, quien nos dio la vida, también nos dio mandamientos para vivir, a fin de que tengamos gozo. Han sido revelados periódicamente por profetas, desde los días de Adán hasta el presidente Ezra Taft Benson. Un profeta antiguo escribió: “Considerad el estado bendito y feliz de aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Porque he aquí, son bendecidos en todas las cosas, tanto temporales como espirituales.” (Mosíah 2:41.)

Para quienes no han conocido Sus caminos o se han desviado de ellos, recuerden: no es demasiado tarde para cambiar. Las bendiciones que provienen de la fe y del arrepentimiento aún pueden ser suyas.

Para aquellos que se sienten derrotados y abatidos, busquen en las primeras horas del día su rescate. El Señor nos dijo: “Cesad de dormir más de lo necesario; acostaos temprano, para que no estéis cansados; levantaos temprano, para que vuestros cuerpos y vuestras mentes sean vivificados.” (DyC 88:124.)

El amanecer de un día más brillante anuncia un tiempo de perdón. Las sombras de la pena de ayer se disipan con los rayos de la oportunidad de la mañana temprana. El gozo proviene de nuestra posteridad, y nos regocijamos al verlos bendecidos por las ordenanzas de salvación y exaltación.

Nuestra familia experimentó eso de una manera especial cuando nuestra hija menor fue sellada a su compañero eterno en el santo templo. Allí, para presenciar este acontecimiento junto con otros miembros de la familia, estaban sus padres y sus ocho hermanas mayores con sus esposos. Para nosotros, verdaderamente hubo gozo en la mañana en ese día. Entonces sentimos de verdad la veracidad de la escritura: “Los hombres existen para que tengan gozo.” (2 Nefi 2:25.)

Estas experiencias, por gloriosas que sean, se convierten solo en un preludio de aquel gran día venidero cuando los fieles estarán en los postreros días sobre la tierra. Permanecerán en la Segunda Venida del Señor y estarán con Él cuando aparezca. (Véase Malaquías 3:2–12; 3 Nefi 24:2–12.)

En aquella mañana gozosa, el espejo reflejará el milagro de la primera resurrección. Los fieles serán coronados con gloria, inmortalidad y vidas eternas. (Véase DyC 75:5; 138:51.) Una vez más, “las estrellas todas del alba alababan, y se regocijaban todos los hijos [e hijas] de Dios.” (DyC 128:23; véase también Job 38:7.) Porque en esa mañana, “se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá.” (Isaías 40:5; véase también Ezequiel 20:48; Lucas 3:6; DyC 101:23.)


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