El Señor está apresurando Su obra
Por el élder Quentin L. Cook
Del Cuórum de los Doce ApóstolesA medida que el Señor apresura Su obra, debemos amar, nutrir y servir a quienes acepten Su Evangelio.
Es de sobra conocido que Charles Dickens comenzó su novela clásica Historia de dos ciudades con esta afirmación: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”. En cierto sentido, también es así hoy en día.
Vivimos en una época turbulenta en la que “toda la tierra est[á] en conmoción”. El élder Gary E. Stevenson destacó maravillosamente esta mañana la admonición del presidente Russell M. Nelson de que, como seguidores de Jesucristo, debemos ser pacificadores. Esa es una parte esencial de fomentar la unidad, la paz y la sanación en “el peor de los tiempos”.
También vivimos en “el mejor de los tiempos”, que es en lo que voy a centrarme. El Señor, en el prefacio de Doctrina y Convenios, la sección 1, declaró que la plenitud del Evangelio “se[ría] proclamada […] hasta los cabos de la tierra”. No cabe duda de que el Señor está apresurando Su obra en nuestra época. Debemos estar profundamente agradecidos por el apresuramiento que se ha producido, y se está produciendo, a pesar de estos tiempos difíciles. Vivimos en una época en la que los seguidores del Señor tienen el privilegio de escuchar Su voz y responder con un corazón y una mente abiertos. Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, que están comprometidos con el Salvador y Sus mandamientos, están hallando propósito y una profunda paz personal.
En varias épocas de la historia de la Iglesia ha habido un aumento significativo de quienes han entrado en la senda de los convenios. Uno de esos períodos ocurrió entre 1837 y 1850. Algunos de los primeros apóstoles de la Iglesia restaurada del Señor sirvieron en misiones en el Reino Unido. A consecuencia de ello, miles de personas se unieron a la Iglesia y para 1850 había más miembros de la Iglesia viviendo en el Reino Unido que en los Estados Unidos. En ese momento, el Señor mandó a aquellos santos que se congregaran en Utah. Se produjo una emigración masiva y algunos recibieron el apoyo de los préstamos del Fondo Perpetuo para la Emigración.
Me encanta el relato de la llegada al valle del Lago Salado de un gran número de conversos procedentes de Inglaterra y Gales en 1852. La Primera Presidencia los recibió en la entrada del cañón Emigration, acompañados por la banda del capitán Pitt. El periódico Deseret News los describió como “un grupo de peregrinos [que incluía] hermanas y niños, que llegaban caminando, quemados por el sol y curtidos por la intemperie, pero no desamparados; de corazones alegres y optimistas, lo cual se manifestaba claramente en sus semblantes felices y gozosos”.
A su paso “por la Manzana del Templo, […] miles de hombres, mujeres y niños de varias partes de la ciudad se congregaron para unirse a la gloriosa y gozosa bienvenida”. El presidente Brigham Young les dirigió las siguientes palabras: “Ruego que el Señor Dios de Israel los bendiga […]. Hemos orado por ustedes continuamente; se han ofrecido miles de oraciones por ustedes, día tras día, a Aquel que nos ha mandado recoger a Israel, salvar a los hijos de los hombres mediante la predicación del Evangelio y prepararlos para la venida del Mesías”.
Con el espíritu de aquella gozosa ocasión, permítanme asegurar una vez más a todos los nuevos conversos y a los que regresan a la Iglesia del Señor: los amamos, los necesitamos; el Señor los necesita. Tal vez no los recibamos con bandas de música, pero rogamos que las bendiciones del cielo acompañen sus esfuerzos por progresar a lo largo de la senda de los convenios que conduce a Dios el Padre y a Jesucristo en el Reino Celestial.
Hay una clara evidencia de que la fe en Jesucristo está aumentando hoy en día. Ha habido un notable aumento en las conversiones y en la participación de los conversos en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. En los últimos treinta y seis meses se han unido a la Iglesia cerca de 900 000 conversos, los cuales constituyen casi el cinco por ciento del total de miembros de la Iglesia. Recibimos a los nuevos miembros con los brazos abiertos y un profundo aprecio por el camino que han elegido.
Estos 900 000 conversos de los últimos treinta y seis meses superan el total de miembros que tenía la Iglesia en su 110 aniversario, en 1940, cuando apenas alcanzaba los 860 000 miembros. Aquel fue el año en que nacimos el élder Jeffrey R. Holland, el élder Dieter F. Uchtdorf y yo.
Estos maravillosos nuevos conversos proceden de todas partes del mundo. En los primeros seis meses de este año, las conversiones han aumentado en más de un veinte por ciento con respecto al año anterior en Europa, África, Asia, el Pacífico y América Latina. En Norteamérica hemos visto un aumento del diecisiete por ciento. La obra del Señor sigue avanzando con fuerza. Estas cifras en aumento son un claro testimonio de que el Evangelio está tocando corazones y cambiando vidas por doquier.
Hoy en día, estos preciados conversos ya no se reúnen en un lugar central. Gracias a la fe y la consagración de los miembros de la Iglesia, disponemos de recursos para apoyar a las congregaciones, mediante la construcción de capillas y templos, en todo el mundo. Con las llaves necesarias del sacerdocio y los recursos proporcionados, las ordenanzas de salvación ya están disponibles en la mayor parte del mundo.
Independientemente de dónde vivamos, los miembros actuales deben recibir a cientos de miles de nuevos miembros como hicimos con los santos ingleses y galeses de los primeros años de nuestra historia que acabo de describir. Me encantó el discurso del élder Gerrit W. Gong en esta sesión, donde nos enseñó que nadie debe sentarse solo, ya sea emocional o espiritualmente.
Tenemos el deber sagrado de aceptar a los miembros nuevos y a los que regresan a la actividad y darles la bienvenida. A medida que el Señor apresura Su obra, debemos amar, nutrir y servir a quienes acepten Su Evangelio. Podemos contribuir a edificar un pueblo de Sion, donde seamos “uno en corazón y voluntad, y viv[amos] en rectitud”. Para ser uno con el Señor, debemos ser uno ante Él. Todos los miembros, independientemente de la fecha de su bautismo, comparten la responsabilidad de dar la bienvenida a los demás.
Mi consejo a los miembros de la Iglesia es que abracen a estas personas valiosas y escogidas que han aceptado el Evangelio de Jesucristo.
El presidente Gordon B. Hinckley nos enseñó que los nuevos conversos necesitan “un amigo, una responsabilidad y ser nutridos por ‘la buena palabra de Dios’ (Moroni 6:4)”. Podemos estar entre los amigos que les aseguren que ellos también pertenecen y que no son solo invitados. Podemos ayudarles a entender que son discípulos de Jesucristo que pueden ministrar a los demás y aceptar llamamientos para servir. Los conversos jóvenes deben considerar el servir en una misión de tiempo completo. Todos deben estar resueltos a esforzarse por llevar una vida semejante a la de Cristo.
Muchos se unen a la Iglesia tras un gran sacrificio personal y necesitan desesperadamente el amor y el apoyo de otros santos.
A aquellos de ustedes que son nuevos o que están volviendo a la fe, les digo que hay desafíos que tal vez enfrenten. Tengan paciencia con ustedes mismos. Los misioneros les han enseñado la doctrina esencial y les han explicado los convenios y las ordenanzas del reino, tal como se describen en las Escrituras y en Predicad Mi Evangelio.
Es esencial que reciban las ordenanzas y los convenios y que vivan los mandamientos. Céntrense en los convenios necesarios para la exaltación. El Evangelio hace posible la exaltación, la cual requiere que se hagan y observen convenios sagrados con Dios. Excepto por el bautismo, la confirmación y el conferimiento del Sacerdocio de Melquisedec a los varones, los convenios que concertamos se realizan en el templo. En el caso de las personas fallecidas, cada una de estas ordenanzas de salvación se efectúa únicamente en el templo. Por consiguiente, prepararse uno mismo para el templo debe ser una meta inmediata.
A veces se sentirán inadecuados en cuanto a lo que saben. El conocimiento del Evangelio es una gran bendición que se obtiene gradualmente con el tiempo, pero no es una ordenanza de salvación. El Evangelio no es un examen de conocimientos. No obstante, el presidente Nelson prometió: “Si cada día estudian el Libro de Mormón con espíritu de oración, cada día tomarán mejores decisiones […]. Cuando mediten en lo que estudien, se abrirán las ventanas de los cielos y recibirán respuestas a sus preguntas y dirección para su vida”.
Además, cada año y de manera rotativa, el curso de estudio de la Iglesia en las reuniones dominicales abarca el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento, el Libro de Mormón y Doctrina y Convenios. Con el tiempo tendrán mayor confianza según crezca su conocimiento del Evangelio. El estudio habitual de las Escrituras bendecirá y enriquecerá su vida al profundizar su conversión al Evangelio de Jesucristo.
El aprendizaje de la doctrina pura de Jesucristo es un proceso de toda la vida, tanto para entender la doctrina como para llevar una vida semejante a la de Cristo. Los convenios esenciales proporcionan un marco al que nos referimos como la senda de los convenios. El presidente Nelson ha enseñado estos principios con poder. Todos los miembros, especialmente los nuevos y los que regresan, serán bendecidos al estudiar e incorporar sus mensajes proféticos sobre los convenios y la senda de los convenios.
Si se fijan la meta de recibir dignamente cada convenio necesario para la exaltación, estarán en la senda que conduce al Reino Celestial. Debemos centrarnos en el templo y en las ordenanzas del templo. La mayoría de los convenios están al alcance de cada persona. Uno de ellos, el matrimonio eterno, implica sumar sus esfuerzos a los de un cónyuge. Nuestra meta debe ser encontrar a ese compañero eterno.
No obstante, no se desanimen si el matrimonio eterno no es viable en este momento. Los profetas han enseñado que no se retendrá ninguna bendición a los miembros fieles que guarden los mandamientos. Un profeta del Libro de Mormón, el rey Benjamín, lo expresó con esta belleza: “Aquellos que guardan los mandamientos de Dios […] son bendecidos en todas las cosas […]; y si [son] fieles hasta el fin […] mor[arán] con Dios en un estado de interminable felicidad”.
Descubrirán, si es que aún no lo han hecho, que los miembros no son perfectos. La doctrina revelada deja bien claro que cometeremos errores durante nuestro paso por la tierra. Vivimos en un mundo imperfecto y caído, no en un mundo celestial. Esta vida es un tiempo de probación, con oportunidades constantes de arrepentirnos y probarnos a nosotros mismos.
Todos nos sentimos inadecuados cuando nos esforzamos por llegar a ser como Jesucristo. Su Expiación nos permite arrepentirnos a diario cuando nos equivocamos. Nefi, otro profeta del Libro de Mormón, lo expresó así: “Deb[emos] seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si march[amos] adelante, deleitándo[nos] en la palabra de Cristo, y persever[amos] hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna”.
Al contemplar los desafíos de nuestros días, debemos recordar que el Salvador, durante Su ministerio terrenal, también vivió en tiempos turbulentos y violentos. Su atención no se centró en los desafíos políticos del momento, sino que estaba dirigida al perfeccionamiento de los santos.
Seguir al Salvador, Su doctrina y Sus enseñanzas nunca ha sido fácil en un mundo que está en conmoción permanente. No fue fácil para el Salvador en el volátil mundo de Su jornada terrenal, no fue fácil para nuestros primeros líderes y tampoco lo es para nosotros. Felizmente, los profetas vivientes nos brindan la guía que necesitamos de forma específica para nuestros días. El presidente Dallin H. Oaks continuará ese legado espiritualmente poderoso.
Testifico que la doctrina de la Iglesia de Jesucristo es eterna y verdadera. Expreso mi testimonio inequívoco y cierto de que Jesucristo vive y de que podemos ser uno con Él gracias a Su Expiación. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.
Un enfoque doctrinal y enseñanzas
El élder Quentin L. Cook nos invita a mirar el mundo actual con una doble perspectiva: “el mejor de los tiempos” y “el peor de los tiempos”. Aun cuando la tierra “está en conmoción” y abundan la división, la violencia y la incertidumbre, él dirige nuestra atención a las señales del poder de Dios apresurando Su obra. Este apresuramiento no se manifiesta solo en estadísticas o en la expansión geográfica de la Iglesia, sino en los corazones transformados por el Evangelio.
A través de relatos históricos —como la llegada de los conversos británicos al valle del Lago Salado en 1852— el élder Cook evoca imágenes de fe, sacrificio y gozo. Aquellos pioneros, curtidos por el sol y la intemperie, llegaron con rostros felices porque sabían que estaban participando en algo eterno. Esa misma alegría, enseña el élder Cook, debe acompañar hoy a quienes reciben el Evangelio y a los que los reciben. La invitación es clara: amar, nutrir y servir a los nuevos conversos con la misma devoción con que los santos del pasado se acogieron mutuamente.
El discurso traza un paralelismo entre la expansión misional de los primeros tiempos y el crecimiento actual de la Iglesia. Casi un millón de nuevos conversos en solo tres años es evidencia tangible de que el Señor está cumpliendo Su promesa de que Su Evangelio sería proclamado “hasta los cabos de la tierra”. Pero el élder Cook no se queda en la cifra; su mensaje va al corazón de la vida cristiana: la necesidad de que cada nuevo miembro encuentre amistad, propósito y alimento espiritual. Citando al presidente Hinckley, recalca que los conversos no deben sentirse invitados, sino parte integral del pueblo de Sion.
A los nuevos miembros, el élder Cook ofrece consejo paternal: tengan paciencia consigo mismos, sigan la senda de los convenios, y centren su vida en el templo. No se trata de un examen de conocimiento, sino de una jornada de fidelidad y aprendizaje continuo. El estudio diario del Libro de Mormón y el esfuerzo constante por vivir los convenios abren las “ventanas de los cielos”, como prometió el presidente Nelson.
Finalmente, el élder Cook nos recuerda que el Salvador mismo vivió en un mundo turbulento. Él no se distrajo con los conflictos políticos, sino que se enfocó en perfeccionar a los santos. De igual modo, nosotros debemos fijar la mirada en Jesucristo, seguir Su ejemplo y perseverar hasta el fin, con la promesa de la vida eterna como meta.
Enfoque doctrinal
El mensaje doctrinal del élder Cook se articula alrededor de tres ejes espirituales:
- El apresuramiento divino: Dios está cumpliendo Su palabra de que el Evangelio sería proclamado en toda la tierra. El “apresuramiento” no es casualidad ni fruto del esfuerzo humano, sino la manifestación del poder de Jesucristo en los últimos días. El crecimiento misional, la construcción de templos y el fortalecimiento del testimonio individual son señales proféticas de este tiempo.
- La senda de los convenios: La salvación y la exaltación dependen de hacer y guardar convenios sagrados. El élder Cook enfatiza que las ordenanzas del templo son el corazón del discipulado moderno. Prepararse para el templo, recibir las ordenanzas y vivir conforme a los convenios coloca a los miembros —nuevos o antiguos— en el camino que conduce al Reino Celestial.
- La unidad en Sion: La verdadera Sion se edifica cuando somos “uno en corazón y voluntad”. La inclusión de los nuevos conversos no es solo una cortesía social, sino un mandato espiritual. Ser uno con el Señor requiere ser uno entre nosotros. En esa unidad, cada miembro se convierte en ministro del amor de Cristo.
En conjunto, estas enseñanzas revelan una teología de acción, comunión y consagración. El apresuramiento del Señor no es solo obra misional externa, sino también un llamado a la transformación interior: a apresurar nuestro propio corazón hacia Cristo.
El élder Cook pinta un retrato esperanzador del mundo actual: un escenario en el que la oscuridad es real, pero la luz del Evangelio brilla con más fuerza que nunca. El Señor está apresurando Su obra, y cada discípulo tiene un papel en ese movimiento divino.
El mensaje es profundamente pastoral: amar, nutrir y servir son los verbos del apresuramiento. No se trata solo de bautizar o construir, sino de construir corazones, de crear una comunidad donde cada alma encuentre refugio, propósito y pertenencia.
En un tiempo en que muchos se sienten aislados o confundidos, el élder Cook nos invita a participar del milagro más grande de todos: ver cómo el amor de Cristo —manifestado en Su pueblo— transforma el “peor de los tiempos” en “el mejor de los tiempos”.
El apresuramiento del Señor no ocurre solo en el mundo, sino también dentro de nosotros, cada vez que decidimos ser instrumentos de Su amor y partícipes activos en la edificación de Sion.
























