Conferencia General Octubre 2025

Jesucristo y nuestro nuevo comienzo

Por el élder Patrick Kearon
Del Cuórum de los Doce Apóstoles

Por medio de Jesucristo, y gracias a Él, todos podemos comenzar de nuevo. Sí, ustedes también.


Una frase de las Escrituras que se queda corta: Jesús anduvo haciendo bienes

Jesús “anduvo haciendo bienes”. Esta sencilla declaración la leemos en el libro de Hechos, ¡pero se queda muy corta! ¡Jesús ciertamente anduvo haciendo bienes! ¡Es la esencia misma —y la fuente— de la bondad! Dedicó toda Su vida terrenal a hacer el bien. Es “misericordioso y piadoso, tardo para la ira y abundante”, infinito en bondad y sempiterno en misericordia.

¡Cualquier intento de describir o resumir Su bondad y misericordia se quedaría corto! En verdad, tal como el apóstol Juan trató de expresar, si intentáramos registrar cada manifestación de la bondad del Salvador, “ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir”.

Jesucristo nos ofrece a todos un nuevo comienzo

Los ejemplos específicos de Jesús “haciendo bienes” que sí están inmortalizados en las Escrituras despiertan mucho asombro y admiración, en especial cuando de verdad pensamos en cómo habría sido estar allí, presenciar Sus milagros, recibir Sus enseñanzas y experimentar Su sanación. Él conversó con los marginados sociales, tocó al enfermo y al impuro, brindó consuelo al cansado, enseñó verdades liberadoras y llamó a los pecadores al arrepentimiento. A cada leproso, ciego y mujer adúltera; al cojo, al sordo y al mudo; a cada madre acongojada, padre desesperado y viuda de luto; al condenado, al avergonzado y al que sufría; a los muertos en cuerpo o en espíritu, lo que Él hizo fue ofrecerles un nuevo comienzo. Y sí, ¡es otra afirmación que se queda muy corta!

Todo lo que Él dijo e hizo brindó un nuevo comienzo a cada persona a quien sanó, bendijo, enseñó y liberó del pecado. Él no se apartó de ellos, y ciertamente no se apartará de ustedes. Imaginen que en este momento escucharan de Él cualquiera de estas palabras vivificantes:

“Hijo, tus pecados te son perdonados”.

“Muchacha, a ti te digo, levántate”.

“Sé limpio”.

“Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.

“Hija, tu fe te ha sanado; ve en paz”.

Las palabras del Salvador a esas personas eran breves, pero con ellas trazó nuevos y vastos horizontes de perdón, sanación, restauración, paz y vida eterna. Y la gloriosa noticia es que Él nos ofrece ese mismo nuevo comienzo a ustedes y a mí. Por medio de Jesucristo, y gracias a Él, todos podemos comenzar de nuevo. Sí, ustedes también. Los nuevos comienzos son la esencia del plan del Padre para Sus hijos. ¡Esta es la Iglesia de los nuevos comienzos! ¡Esta es la Iglesia de volver a empezar!

Esta es la Iglesia de los nuevos comienzos

Con el bautismo por agua y por el Espíritu, “nac[emos] de nuevo” y podemos “and[ar] en vida nueva”. ¿Cuánta esperanza brinda ese nuevo comienzo a alguien que ha lidiado con la pesada carga del pecado o ha sufrido los efectos de una vida problemática y relaciones disfuncionales? Jesús mismo no necesitaba el perdón de los pecados ni empezar de nuevo en la vida, pero fue bautizado y nos mostró con claridad el camino hacia el nuevo comienzo que ha labrado para todos nosotros.

Y nuestro nuevo comienzo no ocurre una sola vez. Tendemos a pensar que el bautismo es la única oportunidad de comenzar de nuevo. No lo es. No tenemos solo una oportunidad. ¡Estos nuevos comienzos pueden suceder todos los días! Y ciertamente ocurren cada semana, cuando comemos un pedacito de pan y bebemos un vasito de agua en memoria de la dádiva de nuestro Salvador perfecto, que murió con el propósito expreso de darnos todos los nuevos comienzos que necesitemos. Jesús nos da todos los nuevos comienzos que necesitemos.

Con compromiso y regocijo en una nueva vida en Cristo, podemos volvernos una “nueva criatura” para quien las cosas viejas pasan y todas las cosas son hechas nuevas. ¿Qué alivio brinda ese tipo de nuevo amanecer a un alma que sigue esforzándose, que sigue eligiendo tener fe en el poder de nuestro Redentor para sanar y restaurar, a pesar de los reveses aplastantes de la vida en un mundo caído? El Salvador nunca abandonó Su compromiso de cumplir la voluntad del Padre y culminar Su divina misión expiatoria, aun a través del dolor que lo hizo temblar, sangrar por cada poro, padecer en cuerpo y espíritu, y rogar que le fuera quitada la amarga copa. Una vez más, nos demostraba lo que significa perseverar fielmente con Dios.

Con cada convenio que concertamos y cada esfuerzo que hacemos por cumplirlo, podemos recibir un “corazón nuevo” y una medida más plena de “un espíritu nuevo”. Poco a poco, al propiciar más Su bondad en nuestro corazón y desechar las voces autodestructivas en la cabeza, nos convertimos en Su pueblo porque en verdad hacemos de Él nuestro Dios. Jesús desea fervientemente ser nuestro Rey, nuestro Pastor y nuestro Príncipe de paz, y podemos escoger que lo sea en el corazón y en la mente.

Un nuevo comienzo en nuestra forma de ver el arrepentimiento

El arrepentimiento abre la puerta a nuestros nuevos comienzos, a volver a empezar y a las segundas oportunidades. Las enseñanzas de nuestro querido presidente Russell M. Nelson han aclarado conceptos erróneos sobre el don divino del arrepentimiento, y creo que por fin empezamos a comprenderlo.

Es emocionante escuchar a nuestros jóvenes describir lo que el arrepentimiento significa para ellos. Hace poco escuché a una joven decir, con una sonrisa en el rostro: “Cuando pienso en el arrepentimiento, en el arrepentimiento diario, siento un gozo y una esperanza increíbles. Siento el amor y la felicidad de mi Padre Celestial y de mi Salvador. No tengo miedo de acudir al Padre Celestial en oración y pedirle ayuda con cualquier dificultad que tenga. Sé que Ellos no están tratando de sorprenderme haciendo algo malo. Tienen los brazos totalmente abiertos. Eso es el arrepentimiento para mí”, dijo. Esta joven entiende que, gracias a Jesucristo, ¡puede tener nuevos comienzos!

Un nuevo comienzo para todos, en todo momento

¿Necesitan un nuevo comienzo? ¿Pueden empezar de nuevo, también ustedes? Piensen en las personas a las que el Salvador ministró: las personas a las que enseñó, sanó, revivió, perdonó y restauró. ¿Las seleccionaba de una clase económica o con un origen en particular? ¿Hacía distinciones entre los justos y los pecadores? ¿Daba preferencia a algunas personas porque fueran más merecedoras o más amadas? No.

Algunos acudieron a Él con gran fe, creyendo en Su poder para sanar, como la mujer que padecía de flujo de sangre, el centurión romano cuyo siervo se estaba muriendo, el leproso, Jairo y Bartimeo el ciego. Cada uno de ellos puso a prueba su fe, con la esperanza de que la bondad y el poder del rabino de Nazaret le cambiaran la vida y el porvenir. Y así fue. Él dejó que Su sanidad fluyera.

Pero Jesús también bendijo a aquellos que tenían una fe vacilante, como el padre del niño enfermo que clamó, quizá como ustedes lo han hecho: “Creo; ayuda mi incredulidad”. Incluso derramó compasión sobre aquellos que no lo habían buscado en absoluto, como la mujer sorprendida en adulterio, la viuda de Naín, el discapacitado en el estanque de Betesda y el ciego de nacimiento. ¿Han sentido que Él anda haciendo bienes en su vida aunque no lo hayan estado buscando o siguiendo?

A todas esas personas de las Escrituras, y a todo el que escuchaba y respondía, Él les dio un nuevo comienzo, ya fuera una nueva vida con el perdón de los pecados o con sanación de la enfermedad, o una nueva vida levantada de la muerte.

¿Qué significa esto para ustedes y para mí? Su bondad, misericordia y amorosa bondad no tienen límites. ¡Los nuevos comienzos son la esencia del plan del Padre! ¡La misión del Hijo nos permite volver a empezar! ¡Los nuevos amaneceres, nuevos capítulos y nuevas oportunidades son el elemento central de las buenas nuevas del Evangelio!

Entonces, ¿han estado alejados de sus convenios demasiado tiempo como para recibir un nuevo comienzo? No. ¿Han hecho esto o aquello demasiadas veces como para que se les dé otra oportunidad? No. ¿Se han alejado demasiado de Cristo como para que Él los ayude a escribir una nueva historia de aquí en adelante? No. El adversario es el único que se beneficia de la idea de que están perdidos. No lo están.

Y los nuevos comienzos no son solo para nuestros pecados y errores. Por medio de la bondad y la gracia del Salvador, podemos volver a empezar de modo que cambien las viejas mentalidades, los malos hábitos, los temperamentos gruñones, las actitudes negativas, los sentimientos de impotencia y las tendencias a culpar a los demás y evitar la responsabilidad personal. De hecho, pueden cambiar cosas de sí mismos que llevan años agotándolos. Pueden empezar de nuevo con la fuerza del Maestro de los nuevos comienzos. Él nunca se cansa de darnos nuevos comienzos.

A quienes estén lidiando con el mismo pecado o el mismo tropiezo una y otra vez: sigan adelante. Él no les ha puesto una barricada delante, no ha puesto límite a las segundas oportunidades. Sigan adelante, sigan esforzándose; pidan ayuda a las personas de su entorno y confíen en el nuevo comienzo que tienen a su alcance cada vez que se vuelven a su Padre con un corazón sincero. Abandonen, como corresponde, los pecados deliberados, las reincidencias despreocupadas y la rebelión orgullosa. No tienen que ser quienes han sido antes. Aprovechen su nuevo comienzo, esa segunda, tercera, cuarta —o centésima— oportunidad que se les ofrece por medio de la sangre expiatoria de Jesucristo.

No soy capaz de describir el agradecimiento que siento por los nuevos comienzos que se me han dado y por los que aún se me ofrecerán.

Conclusión

Nuestro Salvador hizo una última declaración que se queda corta, sin la cual no habría motivo para la esperanza o para regocijarse en este día. Después de la agonía de Getsemaní y al concluir la tortura de la cruz, Él dijo simplemente: “Consumado es”. La profecía mesiánica se había cumplido y se había pagado la totalidad de la deuda por los pecados y sufrimientos de la humanidad. Él declaró “consumado” Su sacrificio infinito y eterno. Sin embargo, Su Expiación no se completaría hasta que Él mismo experimentara una nueva vida al tercer día, el nuevo comienzo como ser glorificado y resucitado mediante el poder del Padre.

Gracias a que Él siempre hizo lo que agradaba a Su Padre y se “someti[ó] a la voluntad del Padre en todas las cosas”, ustedes y yo podemos tener nuevos comienzos. Por favor, reciban su nuevo comienzo, hoy mismo, ahora mismo. Jesucristo es el Autor y Consumador de nuestra fe, y ha escrito un sinnúmero de capítulos nuevos con nosotros. Él es el Principio y el Fin: el fin de nuestra vergüenza y sufrimiento, y el principio de una nueva vida en Él, que nos permite recibir Su gracia, dejar atrás el pasado y volver a empezar con un nuevo amanecer tantas veces como sea necesario. En verdad, Su “bien y […] misericordia [nos] seguirán todos los días de [nuestra] vida”. En el nombre de Jesucristo. Amén.


Un enfoque doctrinal y enseñanzas


El élder Patrick Kearon ofrece un mensaje profundamente esperanzador y sanador: en Cristo siempre hay un nuevo comienzo. Desde la primera frase —“Jesús anduvo haciendo bienes”—, nos invita a redescubrir el corazón del Evangelio: un Dios que no se cansa de perdonar, sanar, restaurar y levantar.

Su tono es cálido, lleno de asombro y gratitud. Él contempla la vida del Salvador como una sinfonía inagotable de bondad, tan vasta que “ni aun en el mundo cabrían los libros” para describirla. Jesús, dice, no solo hizo bienes: Él es el Bien. Su vida fue una corriente constante de compasión hacia los olvidados, los quebrantados y los impuros. En cada encuentro —con el leproso, la adúltera, el ciego o el padre desesperado— el Señor ofreció la misma dádiva: un nuevo comienzo.

El élder Kearon nos hace imaginar cómo habría sido oír al Salvador pronunciar esas frases breves pero infinitas:

“Sé limpio.”
“Ni yo te condeno.”
“Levántate.”

En cada una, Jesús no solo devolvía salud o perdón: restauraba identidad, esperanza y futuro. Y ese poder, afirma el élder Kearon, sigue obrando hoy.

“Por medio de Jesucristo, y gracias a Él, todos podemos comenzar de nuevo. Sí, ustedes también.”

El discurso se convierte así en una oda a la doctrina del nuevo nacimiento, un recordatorio de que el Evangelio no es una religión de finales, sino de comienzos sin límite. El bautismo, dice, marca el primer nuevo comienzo, pero no el último: cada día, cada sacramento, cada oración sincera abre la puerta a otra oportunidad.

“Jesús nos da todos los nuevos comienzos que necesitemos.”

El élder Kearon amplía el concepto: el arrepentimiento no es un castigo, sino un proceso gozoso de transformación. Cita a una joven que entiende este principio con claridad celestial: no teme acudir a Dios, porque sabe que Él tiene “los brazos totalmente abiertos”. En esa imagen radica la revolución espiritual del mensaje: el arrepentimiento no es para los perfectos, sino para los que aún creen en los amaneceres.

El discurso culmina con una visión poderosa de la gracia redentora: no hay límite ni punto de retorno que Cristo no pueda traspasar. Los nuevos comienzos no son solo para quienes pecaron, sino también para quienes están cansados, atrapados en hábitos, emociones o mentalidades negativas. El Salvador puede renovar tanto la conducta como el corazón, tanto las heridas como la forma de pensar.

En su final majestuoso, el élder Kearon enlaza todos los hilos en la escena culminante del Calvario. Con la frase “Consumado es”, el Salvador no solo concluyó Su sacrificio, sino que inauguró la posibilidad eterna de volver a empezar. Y en Su resurrección —el nuevo comienzo supremo— nos aseguró que, por Su gracia, ninguna vida está demasiado rota ni demasiado lejos para ser rehecha por la misericordia divina.


Enseñanzas principales

  1. Jesucristo es el autor de todos los nuevos comienzos.
    En Él, todo puede ser restaurado: el corazón, la fe, las relaciones y la esperanza.
  2. El Evangelio es la “Iglesia de los nuevos comienzos”.
    El bautismo, el sacramento y el arrepentimiento son portales constantes hacia la renovación espiritual.
  3. El arrepentimiento es una expresión de amor, no de miedo.
    Dios no espera sorprendernos en error, sino abrazarnos en nuestro regreso.
  4. Nadie está fuera del alcance de la gracia.
    No existe pasado demasiado oscuro ni caída demasiado profunda; el Salvador no pone límite a las segundas oportunidades.
  5. Cristo transforma todo aspecto de la vida humana.
    No solo limpia pecados, sino que también cambia pensamientos, hábitos, actitudes y emociones destructivas.

Doctrinalmente, el élder Kearon edifica su mensaje sobre la doctrina de la Expiación infinita y la gracia habilitadora de Jesucristo. Esta enseñanza muestra que la salvación no se limita a la remisión de los pecados, sino que incluye la renovación continua del alma.

  • Nacer de nuevo: por el bautismo y el Espíritu, iniciamos una vida nueva, pero ese renacimiento es recurrente. Cada día puede ser un Pentecostés personal si acudimos al Salvador con fe.
  • La Expiación como fuente de renovación: el poder redentor de Cristo no se agota. Su sacrificio abarca cada recaída, cada debilidad y cada “otra vez”.
  • La gracia como proceso: no es solo un evento, sino una corriente viva que transforma al creyente paso a paso hasta hacerlo una “nueva criatura en Cristo”.
  • El arrepentimiento diario: no es un castigo, sino una práctica espiritual de realineamiento con Dios. Es el modo en que mantenemos vivos los convenios y cultivamos la paz interior.

El élder Kearon redefine así la esperanza: el Evangelio no es la historia de un solo perdón, sino la historia de infinitas segundas oportunidades.

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