Introducción
Por el presidente Dallin H. Oaks
Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles
Ahora seguimos adelante con esta conferencia general semestral, según lo previsto y con los discursantes y la música que el presidente Nelson asignó, tras meses de preparación.
Mis queridos hermanos y hermanas, nos reunimos mientras lamentamos el fallecimiento de nuestro amado presidente Russell M. Nelson. Les hablo como Presidente del Cuórum de los Doce, posición en la que he sido sostenido en cada una de nuestras conferencias —de barrio y de estaca, y en la conferencia general— durante los últimos siete años y medio.
Seguimos adelante con esta conferencia general semestral, según lo previsto y con los discursantes y la música que el presidente Nelson asignó, tras meses de preparación. Las únicas adiciones son estas, mi explicación introductoria y el discurso que daré en lugar del presidente Nelson en la sesión de clausura del domingo por la tarde.
Esta es la primera vez en aproximadamente setenta y cinco años que un Presidente de la Iglesia fallece unos días antes de la conferencia general. Esto nos ha exigido que planifiquemos cómo llevar a cabo las reuniones de liderazgo esenciales en relación con la conferencia general, así como las sesiones generales de la conferencia, al mismo tiempo que programamos su funeral lo antes posible. El presidente Nelson entendía el valor que tiene la conferencia general para brindar guía a los santos en los meses siguientes. Le rendimos honores al seguir la programación prevista de la conferencia según lo que él aprobó.
En estos momentos de aflicción, ya hemos llevado a cabo una reunión para rendir tributo al presidente Russell M. Nelson antes de nuestras reuniones de la conferencia general, y hemos programado su funeral lo antes posible después de la conferencia. Todo esto se ha realizado con la aprobación de la familia del presidente Russell Nelson y del Cuórum de los Doce.
A todos los que hemos sido asignados para discursar en la conferencia general nos gustaría dedicar el tiempo asignado para rendir homenaje de manera personal al presidente Nelson, por lo tanto, hemos pedido a todos los discursantes de la conferencia que reduzcan al mínimo esos homenajes y que los posterguen hasta el funeral, el cual ya hemos empezado a planificar.
Mi propio y breve homenaje —apropiado para esta conferencia y para los homenajes que ya hemos rendido— es este: amé a Russell M. Nelson y he aprendido más acerca del Evangelio y del liderazgo en el Evangelio de mi extensa amistad y relación con él que de cualquier otro líder que haya conocido de forma personal. Él es nuestro modelo como siervo y seguidor del Señor Jesucristo. De estas cosas testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.
























