Rostros sonrientes y corazones agradecidos
Por el élder Carlos A. Godoy
De los SetentaLa grandeza de nuestros santos de África se hace aún más evidente al afrontar los desafíos de la vida y las exigencias de una Iglesia en crecimiento.
Hace poco más de un año, se me relevó de mi asignación en la Presidencia de los Setenta, cambio que se anunció aquí, en la conferencia general. Ya que mi nombre se leyó junto con los de las Autoridades Generales que se convertían en eméritas, muchos supusieron que yo también terminaba mi período de servicio. Tras la conferencia, recibí numerosos mensajes de agradecimiento y buenos deseos para mi próxima etapa en la vida. Algunos incluso ofrecieron comprar mi casa en North Salt Lake. Fue bello ver que me extrañarían y además saber que no tendremos problemas para vender la casa cuando termine, pero aún no ha llegado ese momento.
Mi nueva asignación nos llevó a Monica y a mí a la bella África, donde la Iglesia está floreciendo. Ha sido una bendición servir entre los fieles santos del Área África Sur y ver el amor del Señor por ellos. Es inspirador ver varias generaciones de familias de diversas circunstancias, incluso muchos miembros de la Iglesia, de éxito y muy formados académicamente, que dedican su tiempo y talentos a servir a los demás.
Al mismo tiempo, dada la variedad de la población de la región, muchas personas de modestos recursos se unen a la Iglesia y transforman su vida mediante las bendiciones de la fidelidad en el pago de diezmos y las oportunidades educativas que ofrece la Iglesia. Programas tales como Éxito en la escuela, EnglishConnect, BYU–Pathway Worldwide y el Fondo Perpetuo para la Educación bendicen muchas vidas, en especial, las de la nueva generación.
El presidente James E. Faust afirmó cierta vez: “Se ha dicho que esta Iglesia no atrae precisamente a grandes personas, pero en cambio, por lo general hace grandes a las personas comunes”.
La grandeza de nuestros santos de África se hace aún más evidente al afrontar los desafíos de la vida y las exigencias de una Iglesia en crecimiento; ellos siempre lo hacen con una actitud positiva. Ellos representan bien la conocida enseñanza del presidente Russell M. Nelson:
“El gozo que sentimos tiene poco que ver con las circunstancias de nuestra vida, y tiene todo que ver con el enfoque de nuestra vida.
“Si centramos nuestra vida en el plan de salvación de Dios […], y en Jesucristo y Su Evangelio, podemos sentir gozo independientemente de lo que esté sucediendo —o no esté sucediendo— en nuestra vida”.
Ellos hallan gozo pese a sus desafíos. Han aprendido que nuestra relación con el Salvador nos permite afrontar las dificultades con rostros sonrientes y corazones agradecidos.
Permítanme compartir algunas de mis experiencias con esos fieles santos que ilustran este principio, comenzando por Mozambique.
Mozambique
Hace unos meses, presidí la conferencia de una estaca de un año de antigüedad que ya tenía diez unidades. Más de dos mil personas colmaron la pequeña capilla y las tres tiendas de campaña [carpas] que se instalaron afuera. El presidente de estaca tiene treinta y un años, y su esposa, veintiséis; y tienen dos hijos pequeños. Él dirige la creciente estaca con desafíos, sin queja alguna— tan solo con un rostro sonriente y un corazón agradecido.
En una entrevista con el patriarca, supe que su esposa estaba gravemente enferma y que él tenía dificultades para proveer para su atención. Después de tratar el problema con el presidente de estaca, le dimos a ella una bendición del sacerdocio. Le pregunté al patriarca cuál era la cantidad promedio de bendiciones patriarcales que él daba.
“Entre ocho y diez”, dijo.
“¿Por mes?”, pregunté.
“¡Por semana!”, me respondió. Le sugerí que no era prudente dar tantas bendiciones cada fin de semana.
Él me contestó: “Élder Godoy, vienen constantemente cada semana, incluyendo miembros nuevos y muchos jóvenes”. De nuevo, sin quejarse— tan solo con un rostro sonriente y un corazón agradecido.
Tras la sesión del sábado por la noche de la conferencia de estaca, de camino al hotel, noté que había gente junto a la carretera comprando comida ya entrada la noche. Le pregunté al conductor por qué lo hacían cuando estaba tan oscuro, en vez de hacerlo durante el día. Él respondió que trabajaban durante el día a fin de tener dinero para comprar después.
“¡Ah! Trabajan hoy para comer mañana”, dije yo.
Pero él me corrigió: “No, trabajan durante el día para comer en la noche”. Aunque yo esperaba que los miembros estuvieran en mejores circunstancias, él me confirmó que muchos afrontaban desafíos similares en esa parte del país. A la mañana siguiente, en la sesión del domingo y recién enterado de sus circunstancias, me conmovieron aún más sus rostros sonrientes y corazones agradecidos.
Zambia
De camino a una reunión dominical, el presidente de estaca y yo vimos un matrimonio con un bebé y dos pequeños caminando junto a la carretera. Nos detuvimos y les ofrecimos llevarlos. Estaban sorprendidos y encantados. Cuando les pregunté cuánto tenían que caminar hasta la capilla, el padre respondió que les requería entre 45 minutos y una hora, dependiendo del paso de los niños. Cada domingo afrontaban el viaje de ida y vuelta sin quejarse— tan solo con rostros sonrientes y corazones agradecidos.
Malaui
Un domingo, antes de una conferencia de estaca, visité dos ramas que usaban escuelas públicas como centro de reuniones. Me sorprendieron las humildes y modestas condiciones de los edificios, que carecían incluso de algunas instalaciones básicas. Al reunirme con algunos miembros allí, me preparé para disculparme por las inadecuadas condiciones de su centro de reuniones, pero ellos estaban felices de tener un lugar cercano para reunirse y evitar la larga caminata habitual. De nuevo, no hubo quejas— tan solo rostros sonrientes y corazones agradecidos.
Zimbabue
Tras un sábado de capacitación de líderes, el presidente de estaca me llevó a los servicios dominicales que se realizaban en una casa alquilada. Asistieron doscientas cuarenta personas. Luego el obispo presentó a diez miembros nuevos, bautizados esa semana. La congregación se hallaba distribuida en dos salas pequeñas, y también había algunos miembros sentados afuera del edificio, observando la reunión a través de puertas y ventanas. De nuevo, no hubo quejas— tan solo rostros sonrientes y corazones agradecidos.
Lesoto
Visité ese bello y pequeño país, también conocido como el “Reino de las montañas”, a fin de ver un distrito de la Iglesia que se preparaba para convertirse en estaca. Después de un sábado de reuniones, asistí a los servicios dominicales en una de sus ramas, en una casa alquilada. El salón sacramental estaba repleto, y había personas que esperaban para participar, de pie, afuera de la puerta. Le dije al presidente de rama que necesitaban una casa más grande. Para mi sorpresa, me informó que aquella era solo la mitad de los miembros; la otra mitad asistiría a una segunda reunión sacramental después de la segunda hora. De nuevo, no hubo quejas— tan solo rostros sonrientes y corazones agradecidos.
Regresé a Lesotho más tarde, debido a un fatal accidente de tránsito que involucró a varios de nuestros jóvenes, el cual mencionó el élder D. Todd Christofferson anteriormente. Al visitar a las familias y los líderes, esperaba un ambiente de aflicción; en su lugar, encontré santos fuertes y resilientes que afrontaban la situación de una manera inspiradora y edificante.
Mpho Aniciah Nku, de catorce años, una víctima que sobrevivió al accidente y vemos en esta imagen, lo ilustró bien con sus propias palabras: “Confía en Jesús y mira hacia Él siempre, pues mediante Él hallarás paz, y Él te ayudará en el proceso de sanación”.
Esos son solo algunos ejemplos en los que vemos su actitud positiva como resultado de centrar su vida en el Evangelio de Jesucristo; ellos saben dónde hallar ayuda y esperanza.
El poder sanador del Salvador
¿Por qué puede el Salvador socorrerlos a ellos y a nosotros en cualquier circunstancia de la vida? La respuesta se halla en las Escrituras:
“Y él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases […].
“Y sus debilidades tomará él sobre sí, para que sus entrañas sean llenas de misericordia […], a fin de que […] sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos”.
Como enseñó el élder David A. Bednar, no hay dolor físico, angustia ni debilidad que podamos experimentar que el Salvador no conozca. “Es posible que, en un momento de debilidad, ustedes y yo exclamemos: ‘Nadie entiende [lo que estoy atravesando]’. Tal vez ningún ser humano [lo] sepa, pero el Hijo de Dios [lo] sabe y entiende perfectamente”. ¿Y por qué? Porque Él sintió y llevó nuestras cargas antes de que nosotros lo hiciéramos”.
Concluyo con mi testimonio de las palabras de Cristo que se hallan en Mateo 11:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
“Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.
“Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga”.
Al igual que aquellos santos de África, sé que esa promesa es verdadera; es verdad allí, y es verdad en todas partes. De ello testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.
Un enfoque doctrinal y enseñanzas
El discurso inicia con una anécdota sencilla y humana: el momento en que el élder Godoy fue relevado de la Presidencia de los Setenta, lo que muchos interpretaron como su retiro. Pero su “nueva etapa” no fue descanso, sino un nuevo llamado al servicio, esta vez en el Área África Sur. Ese contraste —entre las expectativas humanas y los designios del Señor— se convierte en el marco perfecto para el tema central: la verdadera grandeza se manifiesta en el servicio humilde y en el gozo espiritual.
En África, el élder Godoy encuentra rostros que sonríen y corazones agradecidos, incluso entre la pobreza, la enfermedad o la pérdida. En Mozambique, un joven presidente de estaca lidera diez unidades con una esposa enferma y pocos recursos, pero con fe inquebrantable. En Zambia, familias caminan casi una hora cada domingo para ir a la capilla, sin quejarse. En Malaui y Zimbabue, los santos se reúnen en escuelas humildes o casas alquiladas y aún así rebosan de gratitud. En Lesoto, incluso en medio de la tragedia —un accidente que arrebató vidas jóvenes— los miembros hallan paz mirando a Cristo.
Cada historia es un retrato de discípulos comunes que viven el Evangelio con extraordinaria fe. No poseen mucho materialmente, pero poseen lo esencial: una profunda relación con el Salvador, que transforma su adversidad en adoración.
El élder Godoy nos recuerda que ellos han comprendido la enseñanza del presidente Russell M. Nelson:
“El gozo que sentimos tiene poco que ver con las circunstancias de nuestra vida, y tiene todo que ver con el enfoque de nuestra vida.”
El enfoque de esos santos está puesto en Jesucristo. Por eso sonríen, por eso son agradecidos, por eso, aun en medio de carencias, son espiritualmente ricos.
El mensaje culmina con la invitación del Salvador:
“Venid a mí… y hallaréis descanso para vuestras almas.”
El élder Godoy testifica que esta promesa es tan real en África como en cualquier lugar del mundo. Allí donde hay fe, hay sonrisa; donde hay gratitud, hay milagro.
Enseñanzas espirituales
1. El gozo no depende de las circunstancias, sino del enfoque en Cristo: El presidente Nelson lo enseñó y los santos africanos lo viven: el gozo verdadero nace cuando centramos nuestra vida en el plan de Dios y en Su Hijo, no cuando todo marcha bien.
“Ellos hallan gozo pese a sus desafíos… afrontan la vida con rostros sonrientes y corazones agradecidos.”
2. La gratitud es una forma de fe: Los santos descritos por el élder Godoy no se quejan; agradecen. Su gratitud no niega las dificultades, pero las ilumina. La gratitud transforma la escasez en abundancia y el dolor en propósito.
3. El servicio humilde engrandece a las personas comunes: Citó al presidente Faust: “Esta Iglesia no atrae precisamente a grandes personas, pero por lo general hace grandes a las personas comunes.”
La grandeza espiritual surge del sacrificio silencioso, del servir con alegría y del mantener una sonrisa cuando hay motivos para llorar.
4. El poder sanador de Cristo es universal: El élder Godoy enseña que ningún dolor ni debilidad está fuera del alcance del Salvador. Su empatía perfecta proviene de haber sentido y cargado nuestras cargas antes que nosotros.
“Él sabe cómo socorrer a los de Su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos.”
5. La verdadera fortaleza es resiliencia espiritual: Los miembros de África enfrentan pobreza, enfermedad y tragedia, pero su fortaleza radica en su relación con Cristo. Ellos nos muestran que la fe no evita las pruebas, sino que convierte las pruebas en testimonio.
El discurso del élder Godoy es un espejo de humildad para el alma moderna. Mientras el mundo busca felicidad en la comodidad, los santos de África nos enseñan que el gozo nace del sacrificio y la confianza en Dios.
Sus “rostros sonrientes y corazones agradecidos” son evidencia viva del poder del Evangelio. Ellos no sonríen porque todo esté bien, sino porque saben que todo estará bien en Cristo.
Esa es la fe que el Salvador desea que cultivemos: una fe sonriente, agradecida y resiliente.
























