Conferencia General Octubre 2025


El Libro de Mormón: Un tesoro de valor incalculable en el trayecto de nuestra vida

Por el élder Ozani Farias
De los Setenta

Al deleitarnos en las palabras de Cristo que se encuentran en el Libro de Mormón, el Espíritu nos ayudará a entender las verdades eternas.


¿Recuerdan alguna ocasión en la que alguien les haya obsequiado algo que les cambió la vida? Este mes de octubre se cumplen cuarenta años desde que recibí uno de los mayores regalos de mi juventud. Mientras estaba en la escuela secundaria, noté que uno de nuestros compañeros tenía una luz que era diferente a la de la mayoría de los otros jóvenes. Yo disfrutaba pasar tiempo con él. Un día me dijo que era miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y luego me ofreció un regalo: un ejemplar del Libro de Mormón. Me invitó a leer algunas páginas y a reunirme con dos amigos que podrían responder mis preguntas. Esos amigos eran los misioneros.

Cuando me reuní con los misioneros, me enseñaron la doctrina de Cristo y me invitaron a seguir la invitación del profeta Moroni: “Cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo” (Moroni 10:4).

Leí varias páginas del Libro de Mormón y oré. Aunque todavía no tenía un entendimiento profundo de todas las cosas que los misioneros me enseñaban, sentí en el corazón que lo que estaba leyendo era bueno y que venía de Dios. Recibí la confirmación de la promesa de Moroni: “Y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:5).

Después de ser bautizado en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, algunos amigos trataron de convencerme de que había tomado la decisión equivocada. No obstante, cada vez que afrontaba tales dudas u oposición, recibía una nueva confirmación al estudiar las Escrituras y al orar para permanecer fiel a los convenios que había concertado con Dios. Desde entonces, el Libro de Mormón ha sido mi compañero y se ha convertido en un tesoro de valor incalculable en mi trayecto terrenal.

El Libro de Mormón es más que un simple libro. Es otro testamento de Jesucristo, escrito por muchos profetas de la antigüedad mediante el espíritu de profecía y revelación.

El acontecimiento más importante que se encuentra registrado en el Libro de Mormón es el ministerio personal del Señor Jesucristo entre los nefitas poco después de Su Resurrección. En el Libro de Mormón “se expone la doctrina del Evangelio, se describe el plan de salvación, y se dice a los hombres lo que deben hacer para lograr la paz en esta vida y la salvación eterna en la vida venidera” (Introducción del Libro de Mormón).

La primera edición del Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo se publicó en un pequeño pueblo del estado de Nueva York en marzo de 1830. El profeta José Smith tenía solo veintitrés años cuando terminó la traducción del libro en 1829. Tradujo casi todo el libro en menos de setenta y cinco días, y el proceso de impresión duró unos siete meses.

Hoy en día, aproximadamente 80 000 misioneros de tiempo completo en más de 150 países prestan servicio como voluntarios y dedican su vida a dar testimonio de que el Libro de Mormón es verdadero y que testifica de Jesucristo.

En el seminario más reciente para nuevos líderes de misión en junio de este año, el presidente Russell M. Nelson expresó su poderoso testimonio del Libro de Mormón: “El Libro de Mormón es […] la palabra de Dios. En él se enseña la doctrina de Cristo y se explica más acerca de la Expiación del Salvador que en ningún otro texto”.

Me gustaría ofrecer tres sugerencias que pueden ayudar a profundizar nuestra conversión a Jesucristo mediante el estudio del Libro de Mormón:

1. Ser diligentes y constantes en su estudio diario

Al igual que Alma y los hijos de Mosíah, debemos “escudriña[r] diligentemente las Escrituras para conocer la palabra de Dios” y ser fortalecidos en la verdad (Alma 17:2).

Cuando servíamos como líderes de la Misión Georgia Atlanta, mi esposa y yo alentamos a cada misionero a estudiar el Libro de Mormón por lo menos durante treinta minutos cada día. Ese compromiso aumentó nuestra fe y nos ayudó a procurar y esperar milagros.

Es posible que después de la misión no tengamos la misma cantidad de tiempo disponible para el estudio diario de las Escrituras, pero les prometo que, si dan prioridad sinceramente al estudio del Libro de Mormón con espíritu de oración cada día, hallarán mayor fortaleza espiritual y confianza en el Señor y en Sus promesas.

2. Deleitarse en las palabras de Cristo a fin de que su estudio sea más significativo

Nefi enseñó: “Deleitaos en las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer” (2 Nefi 32:3).

Deleitarse significa más que solo leer; significa disfrutar, meditar y poner en práctica. A medida que estudien el Libro de Mormón, consideren maneras de hacer que su estudio de las Escrituras sea más significativo. Por ejemplo:

  • Utilizar las ayudas para el estudio que están disponibles en la aplicación Biblioteca del Evangelio.
  • Identificar verdades eternas que nos ayudan a entender el plan de Dios y nos llevan a hacer y guardar convenios con nuestro Padre Celestial.
  • Resaltar frases significativas y anotar sus impresiones a fin de preservar lo que hayan aprendido durante su estudio.

El Libro de Mormón tiene el poder de responder las preguntas de nuestra alma. Tal como Nefi dijo, debemos “compar[ar] todas las Escrituras a nosotros mismos para nuestro provecho e instrucción” (1 Nefi 19:23).

Conforme nos deleitemos en las palabras de Cristo, estas abrirán la puerta a la revelación y nos mostrarán lo que debemos hacer en las diversas circunstancias de nuestra vida para acercarnos más a Él.

3. Expresar su testimonio de la veracidad del Libro de Mormón

Así como Lehi deseaba compartir el fruto del árbol de la vida con su familia (véase 1 Nefi 8:12), cuando obtenemos un testimonio del Libro de Mormón, desarrollamos el deseo de compartir el gozo que proviene de conocer el Evangelio de Jesucristo.

Una de nuestras misioneras, la hermana Benson, que está presente en esta sesión, me expresó el deseo de ayudar a su hermano menor. En ese momento, él se estaba preparando para asistir a la universidad y no estaba seguro de servir en una misión. Sentí la impresión de invitar a la hermana Benson a leer el Libro de Mormón durante los primeros cuatro meses de su misión, a marcar sus versículos favoritos y a luego enviar ese ejemplar a su hermano.

La hermana Benson envió el ejemplar marcado del Libro de Mormón e invitó a su hermano a leerlo todas las noches. Más tarde me comentó: “Antes de mi misión, mi hermano no estaba seguro de si quería servir en una misión de tiempo completo. Poco a poco, con el tiempo, a medida que leía el Libro de Mormón, encontró un gozo cada vez mayor en su vida y comenzó a considerar servir en una misión”.

Dos semanas antes de que la hermana Benson terminara su misión, su hermano recibió su llamamiento misional y ahora presta servicio en la Misión México Tuxtla Gutiérrez. Por medio del Libro de Mormón, el élder Benson llegó a ver su vida con claridad espiritual, lo que lo llevó a servir al Señor y a confiar en que las cosas saldrían bien. Esa decisión, influenciada por el poder de las palabras de Cristo, fue un milagro.

Mis amados hermanos y hermanas, insto a cada uno de ustedes a profundizar su estudio del Libro de Mormón. Sé que al deleitarnos en las palabras de Cristo que se encuentran en el Libro de Mormón, el Espíritu nos ayudará a entender las verdades eternas y a compartir con convicción nuestro testimonio con aquellos a quienes el Señor ha preparado para escuchar Su mensaje. El Señor dijo: “Mis escogidos […] escuchan mi voz y no endurecen su corazón” (Doctrina y Convenios 29:7). Testifico que aquellos que pidan a Dios con fe obtendrán un testimonio de la veracidad y divinidad del Libro de Mormón por el poder del Espíritu Santo. De ello testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.


Un enfoque doctrinal y enseñanzas


El élder Farias abre con una memoria de juventud: el día en que un amigo de la escuela, distinto por su “luz interior”, le obsequió un ejemplar del Libro de Mormón. Ese gesto, sencillo pero inspirado, cambió el rumbo de su vida. A través de la lectura y la promesa de Moroni, el joven Ozani sintió que lo que leía “era bueno y venía de Dios”. Esa experiencia marcó el inicio de su conversión y selló en su corazón un testimonio indeleble: el Libro de Mormón es verdadero, y su poder proviene de Cristo.

Décadas después, el élder Farias describe este libro como “un tesoro de valor incalculable en el trayecto de nuestra vida”, una fuente constante de dirección, consuelo y revelación personal. A lo largo de los años, cada vez que enfrentó oposición o dudas, halló fortaleza al volver a sus páginas, al igual que tantos santos a lo largo del mundo.

El mensaje del discurso es doble: doctrinal y práctico.
Por un lado, el élder Farias reafirma la naturaleza divina del Libro de Mormón —“otro testamento de Jesucristo” que enseña Su doctrina y explica Su expiación mejor que cualquier otro texto—.
Por otro, nos ofrece tres sugerencias concretas para hacer que nuestro estudio sea un instrumento de conversión real, no solo un hábito devocional.

Cada sugerencia viene acompañada de ejemplos vivos y de promesas espirituales que invitan al lector a actuar, no solo a asentir. De su experiencia personal y misional, aprendemos que el estudio constante, el deleite espiritual y el testimonio compartido abren las puertas a los milagros, tanto en nuestra vida como en la de los demás.

Enseñanzas espirituales

1. Ser diligentes y constantes en el estudio diario: El élder Farias enseña que la fortaleza espiritual proviene del estudio diario y disciplinado del Libro de Mormón.

Así como los hijos de Mosíah “escudriñaron diligentemente las Escrituras”, nosotros también debemos reservar tiempo cada día para alimentarnos espiritualmente.

“Les prometo que, si dan prioridad sinceramente al estudio del Libro de Mormón con espíritu de oración cada día, hallarán mayor fortaleza espiritual y confianza en el Señor y en Sus promesas.”

El estudio constante no solo informa la mente, sino que fortalece el alma y nos prepara para recibir revelación.

2. Deleitarse en las palabras de Cristo: Citando a Nefi, el élder Farias invita a “deleitarse en las palabras de Cristo”. Deleitarse va más allá de leer: significa saborear, meditar y aplicar.

Sugiere maneras prácticas de hacer el estudio más significativo:

Usar las ayudas del Evangelio.

Marcar y anotar impresiones espirituales.

Comparar las Escrituras consigo mismo.

Deleitarse en la palabra abre la mente a la revelación y convierte el estudio en una experiencia viva.

“El Libro de Mormón tiene el poder de responder las preguntas de nuestra alma.”

Así, el estudio pasa de ser una rutina a una conversación con Dios.

3. Expresar y compartir el testimonio del Libro de Mormón: La fe no se completa hasta que se comparte. El élder Farias ilustra este principio con la historia de la hermana Benson, quien marcó su ejemplar del Libro de Mormón y lo envió a su hermano. Esa semilla —plantada con amor y fe— cambió su corazón y lo llevó a servir en una misión.

“Por medio del Libro de Mormón, el élder Benson llegó a ver su vida con claridad espiritual.”

De este modo, el élder Farias enseña que compartir el Libro de Mormón no es solo un acto misionero, sino un acto de amor redentor.
Cuando testificamos de sus verdades, invitamos al Espíritu a obrar milagros en quienes amamos.

El élder Farias nos recuerda que el Libro de Mormón no es simplemente un registro antiguo, sino una voz viva de Cristo para nuestro tiempo. Es una guía personal en el trayecto de la vida, un mapa espiritual que siempre nos conduce a Él.

Este “tesoro de valor incalculable” tiene el poder de despertar fe, sanar el corazón y transformar destinos.
Cada página es una invitación al cambio; cada versículo, una puerta hacia la revelación.

Cuando lo abrimos con humildad, el Espíritu nos enseña —como enseñó al joven Ozani hace cuarenta años— que lo que leemos “es bueno y viene de Dios.”

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