Conferencia General Octubre 2025


El Evangelio de Jesucristo centrado en la familia

Por el presidente Dallin H. Oaks
Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles

Nuestra doctrina y nuestra creencia en las familias eternas nos fortalecen y nos unen.



Mis amados hermanos y hermanas, agradezco sus oraciones a mi favor. Las he sentido.

I.

La doctrina de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se centra en la familia. Lo esencial de nuestra doctrina sobre la familia es el templo. Las ordenanzas que se reciben ahí nos permiten regresar como familias eternas a la presencia de nuestro Padre Celestial.

Para la Conferencia General de abril de 2025, el presidente Russell M. Nelson había anunciado la construcción de 200 templos nuevos. A él le encantaba anunciar templos nuevos al concluir cada conferencia general y todos nos regocijábamos con él. Sin embargo, dado el gran número de templos que actualmente se encuentran en las primeras etapas de planificación y construcción, es apropiado que disminuyamos el ritmo de los anuncios de nuevos templos. Por lo tanto, con la aprobación del Cuórum de los Doce Apóstoles, no anunciaremos templos nuevos en esta conferencia. Ahora seguiremos adelante proporcionando las ordenanzas del templo a los miembros de la Iglesia en todo el mundo, incluyendo cuándo y dónde anunciar la construcción de nuevos templos.

La porción de mi discurso que acabo de decir fue escrita después del fallecimiento de nuestro amado presidente Russell M. Nelson. Lo que ahora sigue fue escrito y aprobado semanas antes, pero aún representa mis enseñanzas, inspiradas por el Señor.

II.

La proclamación sobre la familia, anunciada hace treinta años, declara que “la familia es ordenada por Dios” y que “es fundamental en el plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos”. También declara “que el mandamiento de Dios para Sus hijos de multiplicarse y henchir la tierra permanece en vigor”. Y “también declaramos que Dios ha mandado que los sagrados poderes de la procreación han de emplearse solo entre el hombre y la mujer legítimamente casados como esposo y esposa”. Como enseñó el entonces élder Russell M. Nelson ante un público congregado en la Universidad Brigham Young, la familia es “fundamental para el plan de Dios […]. De hecho, uno de los propósitos del plan es exaltar a la familia”.

La Iglesia de Jesucristo se conoce a veces como una iglesia centrada en la familia. ¡Y lo es! Nuestra relación con Dios y el propósito de nuestra vida terrenal se explican en términos de la familia. El Evangelio de Jesucristo es el plan de nuestro Padre Celestial para el beneficio de Sus hijos procreados en espíritu. En efecto, podemos decir que el plan del Evangelio se nos enseñó por primera vez en la reunión de consejo de una familia eterna, se implementa por medio de nuestra familia terrenal y su destino previsto es exaltar a los hijos de Dios en familias eternas.

III.

A pesar de ese contexto doctrinal, existe la oposición. En los Estados Unidos estamos sufriendo un deterioro en el matrimonio y en la maternidad. Durante casi cien años, la proporción de hogares encabezados por parejas casadas ha disminuido, al igual que la tasa de natalidad. Aunque los matrimonios y las tasa de natalidad de los miembros de nuestra Iglesia son mucho más positivos, también han disminuido significativamente. Es fundamental que los Santos de los Últimos Días no pierdan su comprensión del propósito del matrimonio y del valor de los hijos. Ese es el futuro por el que nos esforzamos. “La exaltación es un asunto familiar”, nos ha enseñado el presidente Nelson. “Únicamente mediante las ordenanzas de salvación del Evangelio de Jesucristo pueden ser exaltadas las familias”.

El descenso nacional del matrimonio y la natalidad es comprensible por razones históricas, pero los valores y las prácticas de los Santos de los Últimos Días deben mejorar —no seguir— esas tendencias.

Cuando yo era niño, hace ochenta años, vivía en la granja de mis abuelos en un entorno en el que casi todo lo que sucedía durante el día estaba bajo la dirección de la familia. No había televisión ni otros dispositivos electrónicos que distrajeran de las actividades familiares. En contraste, en la sociedad urbana actual son pocos los miembros que realizan actividades constantes centradas en la familia. La vida urbana y el transporte moderno, el entretenimiento organizado y la comunicación de alta velocidad han hecho que los jóvenes consideren sus hogares como casas de huéspedes donde duermen y comen de vez en cuando, pero con mucha menos supervisión parental en sus actividades.

La influencia de los padres también se ha diluido por la forma en que la mayoría de los miembros actuales de la Iglesia se ganan la vida. En tiempos pasados, una de las grandes influencias que unía a las familias era la experiencia de luchar juntos en pos de un objetivo común, tal como conquistar la naturaleza o ganarse la vida. La familia era una unidad de producción económica organizada y dirigida. Hoy en día, la mayoría de las familias son unidades de consumo económico, lo cual no requieren un alto grado de organización ni de cooperación familiar.

IV.

Aunque la influencia de los padres disminuye, los Santos de los Últimos Días aún tienen la responsabilidad que Dios les ha encomendado de enseñar a sus hijos a prepararse para nuestro destino familiar en la eternidad (véase Doctrina y Convenios 68:25). Muchos de nosotros debemos hacerlo cuando no todas nuestras familias son tradicionales. El divorcio, la muerte y la separación son realidades. Yo lo viví en la familia en la que me crie.

Mi padre murió cuando yo tenía siete años, así que mi hermano pequeño, mi hermana y yo fuimos criados por una madre viuda. En las circunstancias más difíciles, ella siguió adelante. Estaba sola y quebrantada, pero con la ayuda del Señor nos guio su firme enseñanza de la doctrina de la Iglesia restaurada. ¡Cuánto oró para pedir ayuda celestial para criar a sus hijos, y fue bendecida! Crecimos en un hogar feliz en el que sentíamos a nuestro padre fallecido como alguien real. Ella nos enseñó que teníamos un padre, que ella tenía un esposo y que siempre seríamos una familia gracias a su matrimonio en el templo. Nuestro padre solo estaba lejos temporalmente porque el Señor lo había llamado a una obra diferente.

Sé que muchas otras familias no son tan felices, pero toda madre soltera puede enseñar acerca del amor de un Padre Celestial y las futuras bendiciones de un matrimonio en el templo. ¡Ustedes también pueden hacerlo! El plan del Padre Celestial garantiza esa posibilidad para todos. Estamos agradecidos por el matrimonio en el templo y por las futuras bendiciones de estar sellados como familia eterna. Al igual que a mi madre, nos encanta citar la promesa de Lehi a su hijo Jacob de que Dios “consagrará tus aflicciones para tu provecho” (2 Nefi 2:2). Eso se aplica a toda familia Santo de los Últimos Días, completa o actualmente incompleta. Somos una iglesia de familias.

Nuestra doctrina y nuestra creencia en las familias eternas nos fortalecen y nos unen. Nunca olvidaré la promesa de mi abuelo materno Harris, cuando éramos niños y vivíamos en su granja cerca de Payson, Utah. Él me dio la trágica noticia de que mi padre había fallecido en la lejana ciudad de Denver, Colorado. Corrí al dormitorio y me arrodillé junto a la cama, llorando desconsoladamente. El abuelo me siguió, se arrodilló a mi lado y me dijo: “Yo seré tu padre”. Esa tierna promesa es un poderoso ejemplo de lo que los abuelos pueden hacer para compensar las ausencias cuando las familias pierden o les falta un miembro.

Los padres, casados o solteros —y otras personas, como los abuelos, que cumplen esa función con los hijos— son los maestros ejemplares. Su enseñanza más eficaz es por medio del ejemplo. El círculo familiar es el lugar ideal para demostrar y aprender valores eternos tales como la importancia del matrimonio y de los hijos, el propósito de la vida y la verdadera fuente de gozo. También es el mejor lugar para aprender otras lecciones esenciales de la vida, como la bondad, el perdón, el autocontrol y el valor de la educación y el trabajo honrado.

Por supuesto, muchos miembros de la Iglesia tienen familiares amados que no aceptan los valores ni las expectativas del Evangelio. Estos miembros necesitan nuestro amor y paciencia. Al relacionarnos unos con otros, debemos recordar que la perfección que buscamos no se limita a las circunstancias estresantes de la vida terrenal. La gran enseñanza de Doctrina y Convenios 138:57–59 nos asegura que el arrepentimiento y el crecimiento espiritual pueden continuar en el mundo de los espíritus que sigue a la vida terrenal. Lo que es más importante, cuando las familias se unen para fortalecerse mutuamente, debemos recordar que los pecados y las inevitables deficiencias que todos experimentamos en la vida terrenal pueden ser perdonados mediante el arrepentimiento gracias a la gloriosa y salvadora Expiación de Jesucristo.

V.

Nuestro Salvador, Jesucristo, es nuestro modelo supremo. Seremos bendecidos si ajustamos nuestra vida a Sus enseñanzas y Su propio sacrificio personal. Seguir a Cristo y entregarnos al servicio mutuo es el mejor remedio contra el egoísmo y el individualismo que parecen tan comunes en la actualidad.

Los padres también tienen el deber de enseñar a sus hijos conocimientos prácticos además de los principios del Evangelio. Las familias se unen cuando hacen juntas cosas significativas. Los huertos familiares fortalecen las relaciones familiares. Las experiencias familiares felices fortalecen los lazos familiares. Acampar, hacer actividades deportivas y otras actividades recreativas son especialmente valiosas para unir a las familias. Las familias deben organizar reuniones familiares para recordar a sus antepasados, lo cual conduce al templo.

Los padres deben enseñar a los hijos habilidades básicas para la vida, incluyendo trabajar en el jardín y en el hogar. Aprender idiomas resulta útil para el servicio misional y para la vida moderna. Los padres, abuelos u otros familiares pueden ser los maestros de estas materias. Las familias prosperan cuando aprenden en grupo y deliberan en consejo sobre todos los asuntos que les conciernen a la familia y a sus miembros.

Algunos dirán: “Pero no tenemos tiempo para nada de eso”. A fin de encontrar tiempo para lo que realmente vale la pena, muchos padres descubrirán que pueden encender a su familia si todos apagan sus dispositivos tecnológicos. Padres, recuerden que lo que esos niños quieren de verdad para la cena es pasar tiempo con ustedes.

Las familias reciben grandes bendiciones si oran juntas, arrodillándose mañana y noche para dar gracias por las bendiciones y orar sobre preocupaciones comunes. Las familias también son bendecidas cuando adoran juntas en los servicios de la Iglesia y en otros entornos devocionales. Los lazos familiares también se fortalecen con las historias familiares, la creación de tradiciones familiares y el compartir experiencias sagradas. El presidente Spencer W. Kimball nos recordó que las “historias inspiradoras, sacadas de nuestra propia experiencia y de la de nuestros antepasados son un medio eficaz para enseñar”. A menudo son las mejores fuentes de inspiración para nosotros y nuestra posteridad.

Testifico del Señor Jesucristo, quien es el Hijo Unigénito de Dios, nuestro Padre Eterno. Él nos invita a seguir la senda de los convenios que conduce a una reunión familiar celestial. Los poderes selladores del sacerdocio, dirigidos por las llaves restauradas en el Templo de Kirtland, unen a las familias por la eternidad (véase Doctrina y Convenios 110:13–16). Actualmente se están ejerciendo en un número cada vez mayor de templos del Señor en todo el mundo. Esto es real. Ruego que seamos parte de ello, en el nombre de Jesucristo. Amén.


Un enfoque doctrinal y enseñanzas


El presidente Oaks abre su discurso recordando con gratitud las oraciones de los santos, y luego, con respeto y ternura, honra la memoria del presidente Russell M. Nelson, cuyo amor por los templos simboliza la esencia misma de este mensaje. “Lo esencial de nuestra doctrina sobre la familia es el templo”, enseña. En esa frase se concentra todo el mensaje: el templo es el punto de unión entre la familia mortal y la familia eterna.

En una época en que el mundo redefine constantemente el matrimonio, la maternidad y la paternidad, el presidente Oaks vuelve a la base doctrinal que nunca cambia: la familia es ordenada por Dios y fundamental para Su plan eterno. Las ordenanzas del templo son el camino hacia la exaltación familiar. No hay otro.

Con su característica claridad profética, describe cómo la sociedad moderna ha transformado el hogar en un simple “alojamiento” en lugar de un taller de vida espiritual. La familia de hoy, dice, ya no lucha unida como antes para ganarse el sustento o construir algo común; en cambio, se ha convertido en una “unidad de consumo económico”. En medio de esa realidad, el presidente Oaks exhorta a los santos a resistir la corriente y reconstruir la centralidad de la familia como célula de cooperación, enseñanza y amor.

Sus recuerdos personales —especialmente su crianza por una madre viuda— dan al discurso una profundidad humana y emocional. De niño, perdió a su padre, pero su madre, fortalecida por el Evangelio, le enseñó que la muerte no rompe los lazos eternos. Aquella viuda, con fe inquebrantable, le enseñó que su esposo seguía siendo su compañero y padre, aunque estuviera “solo lejos temporalmente”.

En una escena inolvidable, el pequeño Dallin, desconsolado por la noticia de la muerte de su padre, recibe el consuelo de su abuelo, quien se arrodilla a su lado y le dice: “Yo seré tu padre”. El presidente Oaks utiliza este recuerdo para enseñar una lección de redención familiar: los abuelos, los tíos, los líderes y los amigos pueden suplir ausencias y ser instrumentos de amor divino dentro del gran tejido familiar del Evangelio.

Luego amplía la mirada y recuerda que, aunque las familias modernas son diversas —completas o incompletas, unidas o separadas—, todas tienen esperanza en Cristo. El plan de Dios abarca a todos Sus hijos; la promesa eterna del sellamiento se mantiene disponible mediante la fe y los convenios.

En la parte final, el presidente Oaks ofrece una guía práctica para fortalecer la familia moderna. Habla de trabajar juntos, aprender juntos, adorar juntos y apagar los dispositivos electrónicos para encender la conexión verdadera. Propone huertos familiares, actividades al aire libre, reuniones familiares y la preservación de las historias de los antepasados. Cada uno de estos actos, por sencillo que parezca, construye cimientos eternos.

Finalmente, testifica de Jesucristo como el vínculo que hace posible la familia eterna. A través de los poderes selladores del templo, las familias pueden unirse para siempre. Esta no es una promesa simbólica, sino “algo real”. Su ruego final es tan tierno como firme: “Ruego que seamos parte de ello.”

Principales enseñanzas

1. El Evangelio es un plan familiar: El plan de salvación no es solo individual, sino familiar.

“El plan del Evangelio se nos enseñó en una familia eterna, se implementa por medio de nuestra familia terrenal y su destino previsto es exaltar a los hijos de Dios en familias eternas.”

Toda doctrina, toda ordenanza y todo convenio apuntan hacia la exaltación familiar.

2. El templo es el corazón de la doctrina familiar: Las ordenanzas del templo sellan el amor familiar con promesas eternas.

El presidente Oaks subraya que la exaltación no se logra sin las ordenanzas del templo y que cada familia debe organizar su vida en torno a ese destino eterno.

3. Los desafíos familiares no invalidan las promesas eternas: El presidente Oaks habla desde la experiencia: fue criado por una madre viuda y sabe lo que significa un hogar incompleto. Pero testifica que el Señor consagra las aflicciones para nuestro provecho (2 Nefi 2:2) y que toda familia puede ser restaurada por medio de la fe, el arrepentimiento y el poder de los convenios.

4. La enseñanza familiar es la responsabilidad sagrada de los padres:  Los padres, casados o solteros, tienen la obligación divina de enseñar el Evangelio y las habilidades de la vida.

La enseñanza más poderosa es el ejemplo. Las lecciones familiares —trabajo, oración, servicio, perdón— son la mejor escuela para preparar a los hijos para la eternidad.

5. La familia moderna debe resistir la cultura del individualismo: El presidente Oaks advierte que el entretenimiento excesivo, la tecnología y la falta de tiempo pueden debilitar la unión familiar. Invita a los padres a priorizar la convivencia real sobre la conexión digital.

“Para encontrar tiempo para lo que realmente vale la pena, muchos padres descubrirán que pueden encender a su familia si todos apagan sus dispositivos tecnológicos.”

6. El Salvador es el centro de toda esperanza familiar:  Cristo es el modelo perfecto de amor, servicio y sacrificio.

Seguirlo y participar en Su obra es la única manera de superar el egoísmo y fortalecer los lazos eternos.

“Los pecados y las deficiencias que todos experimentamos pueden ser perdonados mediante la gloriosa y salvadora Expiación de Jesucristo.”

El mensaje del presidente Oaks es, a la vez, un llamado y una promesa. En un mundo donde las familias se debilitan y los lazos se enfrían, el Evangelio restaurado ofrece una esperanza incomparable: la familia eterna.

La familia no es una estructura social pasajera, sino la célula eterna del Reino de Dios.
Por eso, cada esfuerzo por orar juntos, enseñar juntos, trabajar juntos y adorar juntos es un paso hacia la eternidad.

El hogar, dice el presidente Oaks, debe ser un templo menor: un lugar donde se sienta el Espíritu, donde se enseñe la verdad y donde el amor reine por encima de las diferencias.

Al sellarnos a Cristo y unos a otros, no solo aseguramos nuestro futuro eterno, sino que transformamos nuestro presente. Porque una familia centrada en Cristo es una familia celestial en formación.

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