Doctrina y Convenios:
Manual del alumno
Religión 324–325
c 1985 por Intellectual Reserve, Inc.
Doctrina y Convenios: Manual del alumno
Table des matières
- Prefacio
- Introducción
Doctrina y Convenios: La voz del Señor se dirige a toda persona - Sección 1
El prefacio que nos dio el Señor: “La voz de amonestación” - Sección 2
“Las promesas hechas a los padres” - Sección 3
Las obras y los designios de Dios no se pueden frustrar - Sección 4
“Vosotros que os embarcáis en el servicio de Dios” - Sección 5
El testimonio de tres testigos - Sección 6
La llegada de Oliverio Cowdery - Sección 7
Juan el Revelador - Sección 8
El espíritu de revelación - Sección 9
“Haré que tu pecho arda. . .” - Sección 10
La sabiduría de Dios “es más potente que la astucia del diablo” - Sección 11
Lo primero es obtener la palabra del Señor - Sección 12
Revelación para Joseph Knight, padre - Sección 13
La restauración del Sacerdocio Aarónico - Sección 14
Revelación para David Whitmer - Secciones 15–16
Revelaciones para John Whitmer y Peter Whitmer, hijo. 43 - Sección 17
Revelación para los tres testigos - Sección 18
El valor de un alma - Sección 19
El don del arrepentimiento - Sección 20
Artículos y convenios de la Iglesia - Sección 21
“Recibiréis su palabra… como si viniera de mi propia boca” - Sección 22
El bautismo: Un convenio nuevo y sempiterno - Sección 23
“Fortalecer a la Iglesia de continuo” - Sección 24
“Declarará mi evangelio como con la voz de trompeta” - Sección 25
“Una señora elegida” - Sección 26
La ley del común acuerdo - Sección 27
“Al tomar la Santa Cena. . .” - Sección 28
“No has de mandar al que te es por cabeza” - Sección 29
Es preciso prepararse para el día de la tribulación - Sección 30
“Tus pensamientos han estado en las cosas de la tierra” - Sección 31
“Gobierna tu casa con mansedumbre” - Sección 32
Primera misión entre los lamanitas - Sección 33
“Sois llamados… para declarar mi evangelio” - Sección 34
“Alza tu voz sin cesar” - Sección 35
“Te he preparado para una obra mayor” - Sección 36
“Pondré sobre ti mi mano” - Sección 37
“Que se congreguen en Ohio…” - Sección 38
“Si estáis preparados, no temeréis” - Secciones 39–40
Revelaciones para James Covill - Sección 41
Llamamiento del primer obispo - Sección 42
La ley del Señor - Sección 43
“El Señor hará resonar su voz desde el cielo”. - Sección 44
La cuarta conferencia general de la Iglesia - Sección 45
“El gran día del Señor” - Sección 46
“Buscad diligentemente los mejores dones” - Sección 47
La importancia de los registros de la Iglesia - Sección 48
Ohio: Residencia temporal - Sección 49
La prédica del evangelio a los tembladores - Sección 50
“Lo que no edifica es de Dios” - Sección 51
El obispo Edward Partridge y la ley de consagración - Sección 52
“Vayan de dos en dos” - Sección 53
Exhortación a Sidney Gilbert para que deje las cosas del mundo - Sección 54
“Permanecer firme en el llamamiento” - Sección 55
El llamamiento de W. W. Phelps - Sección 56
El Señor ordena y el Señor revoca - Sección 57
El sitio para la ciudad de Sion. 158 - Sección 58
La tierra de Sión. 160 - Sección 59
“Para que… puedas conservarte sin mancha del mundo” - Sección 60
“No desperdiciarás tu tiempo, ni esconderás tu talento. . .” - Sección 61
El Señor ha bendecido la tierra y maldecido las aguas - Sección 62
“Benditos sois. . .” - Sección 63
“Este es un día de amonestación y no de muchas palabras”. 179 - Sección 64
“Os es requerido perdonar a todos los hombres” - Sección 65
“Extiéndase el reino de Dios, para que venga el reino de los cielos” - Sección 66
“Arrepiéntete, pues, de las cosas que no me complacen” - Sección 67
“Os doy un testimonio de la verdad de estos mandamientos” - Sección 68
“Será Escritura, será la voluntad… la intención… la voz… y el poder de Dios para salvación” - Sección 69
Instrucciones de preservar los registros históricos - Sección 70
Los mayordomos del Señor - Sección 71
“Si hombre alguno alza su voz en contra de vosotros…”. 200 - Sección 72
Los deberes del obispo. 202 - Sección 73
La revisión de la Biblia. 204 - Sección 74
Los niños pequeñitos son santos - Sección 75
“Ni. . . estéis ociosos, sino que obréis con vuestra fuerza” - Sección 76
La visión de los grados de gloria - Sección 77
Preguntas y respuestas sobre el libro del Apocalipsis - Sección 78
La consagración: Un convenio sempiterno - Sección 79
El Señor bendecirá a sus siervos fieles - Sección 80
“Declarad las cosas que habéis oído. . .” - Sección 81
El llamamiento de Frederick G. Williams - Sección 82
“Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo” - Sección 83
Las leyes de la Iglesia con relación a las viudas y los huérfanos - Sección 84
El juramento y convenio del sacerdocio - Sección 85
“Aquel. . . que extienda su mano para sostener el arca de Dios” - Sección 86
La parábola del trigo y la cizaña - Sección 87
Las guerras de los últimos días - Sección 88
La hoja del olivo - Sección 89
La Palabra de Sabiduría - Sección 90
Los oráculos de Dios - Sección 91
Los libros apócrifos - Sección 92
“Serás un miembro activo” - Sección 93
“La verdad es el conocimiento de las cosas…” - Sección 94
Los edificios para la obra del ministerio - Sección 95
“Andan en tinieblas al mediodía” - Sección 96
“Me es conveniente que se fortalezca esta estaca” - Sección 97
“Esta es Sión: Los puros de corazón” - Sección 98
“Renunciad a la guerra y proclamad la paz” - Sección 98
“Renunciad a la guerra y proclamad la paz” - Sección 99
La palabra del Señor a John Murdock - Sección 100
Palabras de consuelo para José Smith y Sidney Rigdon - Sección 101
Los santos son “expulsados de la tierra de su herencia” - Sección 102
La constitución del sumo consejo - Sección 103
La redención de Sión mediante la fuerza - Sección 104
El orden de la Iglesia para el beneficio de los pobres - Sección 105
Revelación para el Campo de Sión - Sección 106
“Para que seáis hijos de luz” - Sección 107
Organización de los quórumes del sacerdocio - Sección 108
La obediencia nos trae bendiciones - Sección 109
Oración dedicatoria del Templo de Kirtland - Sección 110
Mensajeros portadores de llaves - Sección 111
El mayor tesoro - Sección 112
La palabra del Señor dirigida a los Doce - Sección 113
Interpretación de pasajes del libro de Isaías - Sección 114
Revelación dirigida a David W. Patten - Sección 115
“Porque así se llamará mi Iglesia en los postreros días” - Sección 116
Lugar del gran concilio - Sección 117
Revelación dirigida a William Marks, Newel K. Whitney y Oliver Granger - Sección 118
La revelación dirigida a los Doce - Sección 119
La ley del diezmo - Sección 120
Disposición de los fondos de la Iglesia - Sección 121
La constitución del sacerdocio - Sección 122
“Todas estas cosas te servirán de experiencia” - Sección 123
Es menester dejar constancia de la persecución - Sección 124
Una proclamación solemne: Se establece el orden del sacerdocio - Sección 125
La voluntad de Dios para los santos de Iowa - Sección 126
Brigham Young: Bienamado del Señor - Sección 127
El Templo de Nauvoo y el bautismo por los muertos - Sección 128
El bautismo por los muertos - Sección 129
Las llaves para discernir si una ministración angélica proviene de Dios - Sección 130
Instrucciones - Sección 131
Las llaves de la exaltación - Sección 132
El matrimonio: Un convenio eterno - Sección 133
Apéndice revelado por el Señor para el libro de Doctrina y Convenios - Sección 134
Los gobiernos y las leyes de la tierra - Sección 135
Homenaje a los mártires - Sección 136
La organización del Campamento de Sión - Sección 137
La visión del reino celestial - Sección 138
La visión de la redención de los muertos - Declaración oficial 1 El manifiesto
- Declaración oficial 2 Todo miembro digno
- La voz de amonestación
- El establecimiento de Sión
- La revelación personal
- Doctrina y Convenios nos ayuda a comprender mejor a Jesucristo
- Vencer el pecado y obtener el perdón
- “Como si viniera de mi propia boca”: El ministerio de los profetas
- Naturaleza y propósito de la ley
- Los postreros días
- Jueces en Israel velan por la Iglesia
- Sugerencias para evitar el engaño
- “Buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe”
- La ley de consagración y mayordomía
- El sacerdocio y gobierno de la Iglesia: Parte 1
- El sacerdocio y gobierno de la Iglesia: Parte 2
- Salvación para los muertos
Prefacio
Introducción
El lector está a punto de iniciar el estudio de Doctrina y Convenios. Dedique unos momentos para pensar en el título y en el sentido que éste tiene para usted. Estas revelaciones contienen verdades cuyo conocimiento es indispensable para que nos salvemos y declaran la doctrina de salvación, o sea, los principios que llevarán al hombre a una plenitud de gozo. Desde las primeras dispensaciones del mundo el Señor estableció con sus hijos pactos mediante los cuales éstos podrían establecer una unidad con Él. Ahora, en esta última dispensación, aquellos pactos se han revelado nuevamente. La doctrina y los convenios que el lector encontrará en las 138 secciones de este libro tienen más valor que todos los tesoros de la tierra. Tal como los Doce Apóstoles testifican en la introducción del libro, “por principio, los mandamientos que contiene el libro ciertamente ‘son benéficos para todos los hombres’”.
El contenido de este manual
El presidente Joseph Fielding Smith hizo la siguiente observación en cuanto a la forma más eficaz de estudiar Doctrina y Convenios:
“Oí a un hermano decir que podía leer el libro de Doctrina y Convenios porque era muy parecido a un almanaque, la historia no tenía continuidad —cambiaba de tema— y cosas por el estilo. Por supuesto que así es.
“En cierta ocasión, cuando era yo presidente en una estaca —en años, yo estaba sirviendo sin ninguna supervisión teníamos en lo que concernía a nuestras secciones— los hermanos de dicho quórum decidieron que les gustaría estudiar Doctrina y Convenios, y fui nombrado para ser el maestro de la clase. Lo consideramos sección por sección. No es posible aprender de él todo lo que contiene de ninguna otra manera. Una persona podrá estudiarlo, si así lo quiere, por temas o doctrinas, y está bien; pero no va a poder entender la doctrina y los convenios, no va a lograr comprender todo su contenido a menos que lo estudie sección por sección; y al hacerlo, se tiene que estudiar al mismo tiempo el ambiente histórico, cual se halle en la historia de la Iglesia.” (Doctrina de Salvación, tomo 3, págs. 187–188. Versión revisada.)
Este manual se ha hecho con el propósito de ayudar al lector a estudiar Doctrina y Convenios en la forma que recomienda el presidente Smith, presentándolo en tres aspectos: Cada sección se trata separadamente en el orden en que aparece en el libro; además, dado que muchas de las revelaciones se recibieron como respuesta a una situación particular en la que se encontraba el profeta José Smith, se presenta una breve información histórica para cada sección, seguida por notas y comentarios sobre las revelaciones mismas.
Aunque el Señor fue dando las revelaciones separadamente por espacio de unos veinte años, el lector hallará que ciertos temas fundamentales se recalcan vez tras vez en muchas de las secciones. Esos temas se tratan aparte en las explicaciones que aparecen en el apéndice, al final del manual. De esta forma, si se desea estudiar lo que Doctrina y Convenios enseña en cuanto a un principio en particular (por ejemplo, la segunda venida de Cristo), en lugar de ir de sección en sección, se puede encontrar ese tema bien detallado en la Explicación H. Dichas explicaciones se hallan correlacionadas con todo el texto.
La mejor forma de utilizar este manual
El texto básico para este estudio es el mismo libro de Doctrina y Convenios, y no el manual. El lector se dará cuenta de que no puede limitarse a leer este libro y comprender bien el libro, sino que debe utilizarlo como suplemento en su estudio de Doctrina y Convenios; de este modo le ayudará a captar más profundamente por el manual le resultarán útiles.
Aquellos que lo estudien por cuenta propia, sin maestro ni clases organizadas, pueden hacerlo a su propio ritmo, estudiando sección por sección si lo desean. Las explicaciones deben estudiarse cuando lo indique el texto. A los que se hayan inscrito en una clase, el maestro les asignará un calendario de estudio al cual tendrán que sujetarse. Además, tal vez combine algunas secciones para asignarlas como lectura; éstas quizás no siempre estén en orden consecutivo. También será responsabilidad del maestro decidir cuándo se estudiarán las explicaciones y si es preciso estudiar cada una de ellas.
En todo el manual se dan breves referencias de las citas que se utilizan, pero la información bibliográfica completa aparece en la sección Bibliografía.
Introducción
Doctrina y Convenios: La voz del Señor se dirige a toda persona
Nueva revelación
Después de la muerte de Jesús y los Apóstoles, el poder del sacerdocio ya no estuvo entre los habitantes del Viejo Mundo, y comenzó la gran apostasía. En poder del mundo cristiano sólo quedó la revelación que ya existía, que se había registrado y pasado a los santos, la cual posteriormente se recopiló y se juntó con escritos de los profetas de la antigüedad y formó lo que hoy conocemos como el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Es imposible dejar de apreciar el impacto y valor que ha tenido la Biblia en la historia y el desarrollo del cristianismo. Por supuesto, con que se diera a la gente nuevas revelaciones, no es de sorprender que la Biblia fuera para los cristianos la única fuente de la palabra de Dios. Por ejemplo, hay un credo religioso que declara que la Biblia contiene “todos los consejos que se han recibido de Dios”, y otro dice, también refiriéndose a ese libro, que “las Santas Escrituras contienen todo lo necesario para la salvación”. (Backman, Aerrant Religions, pág. 449).
No obstante, de ese mismo libro, que muchos consideran completo y cerrado, proceden las palabras que dijeron que el joven José Smith buscara a Dios en oración: “Y si alguno tiene falta de sabiduría, pídala a Dios… y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada” (Santiago 1:5–6).
En respuesta a aquella humilde petición, se desplegó una visión gloriosa: Se abrieron los cielos que habían estado cerrados durante mil cuatrocientos años, y la revelación comenzó de nuevo a derramarse de la tierra una vez más. Durante más de milenio no había habido profetas en el mundo, pero entonces Dios mismo se mostró; hubo ángeles que ejercieron su ministerio, se trajeron nuevamente el Urim y Tumim, se tradujeron escrituras antiguas y la Iglesia fue restaurada. La revelación volvió a ser una realidad. No había duda y años de la restauración de la Iglesia cuando el profeta José Smith escribió lo siguiente: “En esos días de la infancia de la Iglesia, sentíamos una gran ansiedad por obtener la palabra del Señor sobre todo asunto que de una manera o dar tuviera que ver con nuestra salvación”. (History of the Church, 1:207).
Desde aquel día de la primavera de 1820 hasta la triste tarde del 27 de junio de 1844, se había formado un hombre elegido para iniciar la última dispensación, fluyeron las revelaciones, una tras otra. Los santos aceptamos la Biblia como la palabra del Señor, pero sabemos que no es la única. El profeta José Smith escribió lo siguiente: “Nosotros nos hallamos en una situación distinta a la de cualquier otro pueblo que haya existido en la tierra. En consecuencia, aquellas revelaciones no podrán adaptarse a nuestra condición porque se habían dado a otros pueblos que existieron antes que nosotros; pero en éstos, los postreros días, Dios iba a congregar a su resto, el cual sería un medio de liberación para su pueblo en Jerusalén, así como en Sión. Y bien, si Dios no diera más revelación, ¿cómo enteraríamos a ese resto en Sión? El día que estaba cercano el tiempo en que la desolación cubriría a la tierra y que entonces tendría un lugar de liberación donde estuviera ese resto, y en Sión, etc.” (Kirtland Council Minute Book, Archives of The Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City, págs. 43–44).
La revelación no cesó cuando el apedreo del Profeta, sino que el “manto” (véase 1 Reyes 19:19) pasó de un hombre a otro, de profeta a profeta, y continúa hoy día sobre los hombros de nuestro Profeta. Con la transferencia de las llaves a cada sucesor, también se recibe revelación. El presidente Spencer W. Kimball testificó lo siguiente:
“Con esos registros sagrados, muchos pensarán que el ‘día de los profetas’ ha llegado a su fin. Mas no es así, y testificamos al mundo que la revelación continúa y que los archivos de la Iglesia contienen toda la que se recibe mes a mes y día a día.” (La palabra del Señor a sus profetas, Liahona, oct. de 1977, págs. 63–66.)
De la revelación a la publicación: Cómo obtuvieron los santos Doctrina y Convenios
El presidente Joseph Fielding Smith describió brevemente el comienzo de lo que conocemos como Doctrina y Convenios:
“Poco después de la organización de la Iglesia, los Santos deseaban tener en forma impresa las revelaciones que se habían dado hasta esa época. En el verano de 1830, el Profeta, por mandamiento divino, comenzó a copiar y preparar las revelaciones, indudablemente con la idea de publicarlas. Algunos líderes llevaban las copias en el bolsillo, siempre que el Señor se lo permitía, porque en esa época se les había prohibido publicar al mundo algunas revelaciones.
“Los días 1.º y 2 de noviembre de 1831, se efectuó una conferencia de los élderes en Hiram, Ohio, donde se decidió que debía compilarse y publicarse las revelaciones. El primer día de la conferencia el Señor dio su aprobación para ese plan mediante una revelación que Él llamó su ‘Prefacio al libro de los mandamientos que les he dado para que os sea publicado, así como habitantes de toda la tierra’.
“Aun cuando ésa no fue la primera revelación que se dio a José Smith, era la primera que fue en el libro de Doctrina y Convenios, ya que es natural, según se acostumbraba actualmente, colocar el prefacio de cualquier libro al principio del tomo. Oliver Cowdery y John Whitmer fueron nombrados para llevar las revelaciones hasta Independence, Misuri, donde se iban a publicar. El Profeta se apresuró a seleccionar y preparar estas revelaciones, a fin de que los hermanos pudieran iniciar un viaje a Misuri a mediados de noviembre.
- W. Phelps, uno de los primeros miembros de la Iglesia, era un impresor profesional que se había trasladado a Misuri. La imprenta y el tipo fueron transportados por el río Ohio desde Cincinnati, donde se compraron, y luego por tierra hasta Independence, y allí se compuso el tipo para las revelaciones que el Profeta había seleccionado, es decir, la mayor parte de ellas. Sin embargo, era una obra lenta, pues debemos recordar que aquellas eran épocas de pioneros, y que Kirtland se hallaba tan entrada de Misuri como Salt Lake City se halla de Winter Quarters, el lugar desde donde los pioneros iniciaron su viaje a las Montañas Rocosas… así que les tomó algún tiempo. Para el verano de 1833 se había impreso la mayor parte de las revelaciones, pero no todas.
“En esa ocasión surgieron dificultades, y un populacho destruyó la imprenta, esparció el tipo y destruyó la mayor parte de los volúmenes que estaban impresos; sin embargo, se salvaron unos pocos, conocidos como el Libro de Mandamientos. En aquella primera edición, había sesenta y cinco secciones. Como he dicho, se preservaron muy pocas de las hojas, de manera que existen muy pocos ejemplares del libro en su forma completa. Yo sé únicamente de cinco o seis que se pueden encontrar hoy.
“En el año 1834, se formó un comité, compuesto de la Presidencia de la Iglesia y algunos otros, con el propósito de preparar nuevamente las revelaciones para publicarlas. Esta selección de revelaciones se llevó a cabo, y en 1835 se presentó en una conferencia de la Iglesia efectuada el día 17 de agosto, y allí fue aprobada. La edición de 1835 tenía solamente 102 secciones. (Cuando el Profeta hizo esta selección, declaró que él estimaba esas revelaciones más que las riquezas de toda la tierra.)
“En aquella conferencia se decidió incluir en esta publicación de Doctrina y Convenios siete de los dos Discursos sobre la fe. Dichos discursos se habían dado ante las escuelas de los élderes en Kirtland, durante los años 1834 y 1835. Al aceptarse, los santos aprobaron la edición completa que consistía en el plan de la iglesia con las revelaciones, sino que incluyó también una declaración sobre la organización de la Iglesia y su doctrina, lo que hizo que el libro se llamara Doctrina y Convenios en esa declaración.” (Doctrina de Salvación, t. 3, págs. 181–183; versión revisada.)
En aquella edición también se agregaron otros artículos que no eran revelaciones (véase la parte de “Antecedentes históricos” correspondientes a la sección 134). Uno de los artículos era sobre el casamiento; y el otro, en cuanto a los gobiernos.
Después de la muerte del Profeta, el 27 de junio de 1844, antes de que los santos fueran expulsados de Nauvoo, se imprimió una edición que tenía 111 secciones. En 1876, se publicó una nueva, que comprendía 136 secciones. En dicha edición, las secciones aparecieron por primera vez en el orden cronológico, y valiosa según el mismo modelo. Esta obra fue realizada por Orson Pratt bajo la dirección del presidente Brigham Young. Tres años más tarde, se agregaron notas al pie de las páginas, obra que también fue realizada por Orson Pratt. En esa edición no se publicó el artículo en cuanto al casamiento.
En 1921, el élder James E. Talmage, del Quórum de los Doce, recibió la asignación de modificar las partes que tenían como objeto ayudar en el estudio del libro y de efectuar un cambio en el formato de la publicación. Bajo su dirección, se dividieron las secciones en páginas de doble columna, incluyéndose un breve encabezamiento para cada sección, y las notas al pie se revisaron y ampliaron; también se preparó un índice. En esa edición se eliminaron los siete discursos sobre la fe, ya que no se consideraban revelaciones eclesiásticas, y, en forma de declaración oficial y bajo el nombre de Manifiesto, se añadió la carta por la que se renunciaba al casamiento polígamo.
En la Conferencia General de abril de 1976, la Iglesia aceptó oficialmente dos revelaciones, respaldando la propuesta que presentó el presidente Kimball de que se aprobaran como Escritura y se incluyeran en Doctrina y Convenios. Las revelaciones mencionadas son la que tuvo el profeta José Smith de la visión del reino celestial (recibida en 1836) y la de la visión del presidente Joseph F. Smith en cuanto a la redención de los muertos (recibida en 1918). Al principio, ambas se añadieron a la Perla de Gran Precio, pero luego se decidió imprimir una nueva edición con algunas revisiones de las notas al pie de la página, y en esa ocasión dichas revelaciones se agregaron a Doctrina y Convenios, formando las secciones 137 y 138. La nueva edición tiene entonces 138 secciones y dos declaraciones oficiales: el Manifiesto, expedido en 1890 por el presidente Wilford Woodruff, y la declaración sobre el sacerdocio, emitida en 1978 por el presidente Spencer W. Kimball.
Doctrina y Convenios: La Escritura para los últimos días
El presidente Joseph Fielding Smith dio testimonio del significado que este libro tiene en los últimos días, diciendo:
“En mi opinión, entre todos los libros que contienen al hombre sobre la tierra, no hay otro tan importante como el que se conoce con el nombre de Doctrina y Convenios, con el de Libro de Mormón y a la Biblia y la Perla de Gran Precio, los cuales consideramos nuestros cánones en cuanto a doctrina. Para nosotros, Doctrina y Convenios ocupa un lugar particular sobre todos ellos.
“Hay muchas cosas preciosas y gloriosas en el Libro de Mormón, la Biblia y la Perla de Gran Precio; pero los testigos no se equivocan al afirmar que esas obras que ya los hay leído más de una vez. Son admirables y los aprecio, pero la Biblia es una historia que contiene la doctrina y los mandamientos que se dieron al pueblo en la antigüedad; lo mismo se puede decir del Libro de Mormón. Es la doctrina, la historia y los mandamientos del pueblo que vivió en este continente en días antiguos.
“Mas el libro Doctrina y Convenios contiene la palabra de Dios para nosotros, los que vivimos aquí en esta época. Es nuestro libro. Pertenecemos a la Santa de los Últimos Días, y por ese motivo es el oro, el Profeta dijo que debemos apreciarlo más que a las riquezas de toda la tierra. Me pregunto si lo hacemos. Si lo estimamos, lo comprendemos y conocemos bien su contenido, lo consideraremos de mayor valor que los tesoros, y será para nosotros mucho más valioso que las riquezas de la tierra.” (Doctrina de Salvación, 3:187; versión revisada.)
En otra ocasión, el presidente Smith hizo la siguiente promesa a quienes estudien las revelaciones contenidas en Doctrina y Convenios:
“Si las ponemos en práctica, si obedecemos los mandamientos del Señor, conoceremos la verdad y las falsas armas que se levanten contra nosotros y que puedan triunfar [véase D. y C. 71:9–11]. No habrá falsa doctrina ni enseñanza de hombres que nos engañe. Hay muchas creencias y muchos cultos religiosos falsos, hay muchas ideas extrañas en el mundo, pero si nosotros estudiamos estas revelaciones, seremos fortalecidos en contra de los errores.” (En Conference Report, oct. de 1931, pág. 17.)
Sección 1
El prefacio que nos dio el Señor: “La voz de amonestación”
Antecedentes históricos
En el momento en que se convocó a un consejo de élderes a una conferencia en Hyrum, Ohio, el 1º de noviembre de 1831, los cielos se habían abierto, se habían recibido revelaciones, y la Iglesia ya tenía más de un año de crecimiento desde su organización. La conferencia tenía por finalidad la consideración de los planes de publicación de las revelaciones ya recibidas. La decisión a tomar era la de publicarlas en un libro que se titularía Libro de Mandamientos y autorizar la impresión de diez mil ejemplares de aquella primera edición. Luego de la primera sesión de la conferencia en la que tomaron dicha decisión, el profeta José Smith consultó al Señor para recibir la confirmación divina de la resolución que habían tomado. Él les concedió esa confirmación en una forma maravillosa, pues no sólo aprobó la obra sino que les dio una revelación Su propio prefacio para el libro, prefacio que pasó a ser la sección 1.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 1:1–4. Doctrina y Convenios es una voz de amonestación a todo el mundo
El prefacio de Doctrina y Convenios presenta el mensaje del libro. Todo el contenido de éste es una advertencia para las naciones respecto a que nadie podrá burlar a Dios. Quienes presten atención a la voz de amonestación encontrarán protección y paz, pero aquellos que la rechacen cosecharán un fruto amargo. El presidente Joseph Fielding Smith dijo que Doctrina y Convenios no está destinado sólo a los Santos de los Últimos Días, sino que “más aún, pertenece a todo el mundo; al católico, al presbiteriano, al metodista, al pagano, al incrédulo. Es su libro, si lo acepta y lo recibe. El Señor lo ha dado al mundo para la salvación de sus habitantes. Si no creéis esto, leed la primera sección, el prefacio, y veréis que el Señor ha enviado este libro con las enseñanzas que contiene a las gentes de lugares lejanos, a las islas del mar, a las tierras extranjeras, y su voz es para todo pueblo, para que todos puedan oírlo. Por eso, afirmo que es un libro que pertenece a todo el mundo, no solamente a los Santos de los Últimos Días, y todos, los del mundo y nosotros, seremos juzgados de acuerdo con lo que se halla escrito en él” (Conference Report, oct. de 1919, pág. 146).
Y la voz de amonestación irá a todo pueblo por boca de mis discípulos, a quienes he escogido en estos últimos días.
“La voz de amonestación… a todo pueblo” (D. y C. 1:4)
En el versículo 4, el Señor declara que Doctrina y Convenios debe servir como “la voz de amonestación… a todo pueblo”. Este tema se repite vez tras vez en el libro. Si desea mayores aclaraciones al respecto, vea la Explicación A, en el apéndice.
Doctrina y Convenios 1:6–7. El Señor declara que éste es el prefacio del libro
El propósito de un prefacio es preparar al lector para el contenido del libro, ofreciendo un resumen de éste y aclarando el objeto de la obra. Aunque esta revelación no fue la primera que recibió José Smith, se ha colocado en primer lugar porque así lo indicó el Señor.
El presidente Joseph Fielding Smith destacó que “el hecho de que éste sea el único libro en existencia que tiene el honor de llevar un prefacio dictado por el Señor mismo hace a Doctrina y Convenios indudablemente peculiar e interesante para todos los que creen en él. . . . No fue escrito por José Smith, sino que fue dictado por Jesucristo, y contiene la palabra de Él y de su Padre para la Iglesia y para todo el mundo, declarando que la fe en Dios, el arrepentimiento del pecado y la condición de miembro de su Iglesia están al alcance de todos los que acepten el Nuevo y Sempiterno Convenio que puede establecerse una vez más” (Church History and Modern Revelation, 1:252).
Doctrina y Convenios 1:8–10. ¿Qué significa sellar al “incrédulo y al rebelde”?
“El poder de sellar, conferido a los siervos del Señor en esta dispensación, la última, se extiende a los ‘incrédulos’ y a los ‘rebeldes’. . . . Los siervos tienen el poder de aplicar el sello de desaprobación sobre los hijos de los hombres que persistan en la incredulidad y en la rebelión, y quienes así sean ‘sellados’ y permanezcan en esa condición sufrirá la ira de Dios. Este sellamiento tiene que ver con los ‘incrédulos’, aquellos que rehúsan aceptar el mensaje del evangelio; y los rebeldes, o en otras palabras, aquellos que se vuelven contra los siervos del Señor, particularmente los que lo hacen después de haber gozado de los privilegios y bendiciones de ser miembros de la Iglesia.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 6.)
Doctrina y Convenios 1:12–13. “Preparaos para lo que ha de venir”
El verbo preparar, en infinitivo o en diversas conjugaciones, aparece más de cien veces en Doctrina y Convenios. Esa palabra de advertencia es el tema principal del libro. El Señor siempre da a la gente la oportunidad de prepararse para lo que ha de venir, y las revelaciones que se han manifestado en esta dispensación ayudarán a los santos a estar preparados.
Doctrina y Convenios 1:13–14. ¿Qué representan la espada y el brazo del Señor?
La espada es una metáfora que simboliza la destrucción y los juicios que caerán sobre los malvados, como si se tratara de una guerra. La espada está levantada, en posición de golpear, lista para ejecutar la voluntad del Señor.
“Aunque el vocablo ‘brazo’ debe de haberse usado frecuentemente en el antiguo hebreo popular para simbolizar la fuerza del hombre, en la gran mayoría de los casos se utiliza en la Biblia para representar la fuerza de Dios. Dichas frases hacen referencia al brazo de Dios ‘extendido’ en sus obras de combate (véase Éxodo 6:6; Salmos 136:12; Jeremías 27:5); pero haya perdido el sentido simbólico que tuvo al principio y sea meramente una expresión convencional para expresar el irresistible poder de Dios, como es el caso en Jeremías 32:17, donde ‘brazo extendido’ es sinónimo de ‘gran poder’.” (Interpreter’s Dictionary of the Bible, véase bajo “arm”.)
Esta figura no siempre se usa en el sentido de poder destructor. Por ejemplo, en D. y C. 29:1 habla del “brazo de misericordia” del Señor que ha expiado los pecados. Esta frase indica que el misericordioso plan de redención tiene el poder de salvar. Después que José Smith perdió las 116 primeras páginas del manuscrito del Libro de Mormón, el Señor le dijo que si hubiera sido fiel, “con su brazo extendido” Él lo habría defendido contra el adversario. Aquí nuevamente el vocablo brazo denota poder, en este caso, poder extendido con misericordia para ayudar a una persona, en lugar de ser una representación de la ira.
Doctrina y Convenios 1:14. “Aquellos que no oyeren… serán desarraigados”
Como parte de la voz de amonestación a todo pueblo, el Señor profetiza que llegará el momento en que los que no den oídos a sus siervos serán desarraigados. El presidente George Q. Cannon explicó los peligros espirituales que sobrevienen por apartarse de los profetas:
“Dios ha elegido a sus siervos. El reclama el derecho de condenarlos si merecen la condenación, pero no nos ha dado a nosotros ese derecho. No hay una persona, por fuerte que pueda ser su fe, por importante que sea el oficio que tiene en el sacerdocio, que pueda hablar mal del ungido del Señor y no entrar falta en los que posen la autoridad de Dios en la tierra sin incurrir en el desagrado de nuestro Padre. El Espíritu Santo se retirará del individuo, y éste quedará en tinieblas. Siendo así, ¿no ves cuán importante es que entendamos cuidado? Aunque antes deba entender la razón por la que las autoridades de la Iglesia han actuado de una manera determinada, no deberíamos apresurarnos a poner en tela de juicio sus acciones, ni calificarlas de erróneas.” (Gospel Truth, 1:278.)
En la Explicación F se analiza el tema de seguir a los profetas.
Doctrina y Convenios 1:15–16. Las condiciones existentes en el mundo enojan al Señor
El presidente Spencer W. Kimball corrigió el concepto erróneo de que la idolatría es un pecado del pasado que sólo tiene que ver con imágenes o figuras, diciendo lo siguiente:
“La idolatría es uno de los pecados más graves… hay millones en la actualidad que se postran ante imágenes de oro y de plata, de obra de talla, de piedra y de barro. Sin embargo, la idolatría que más nos preocupa es la adoración consciente de… otros dioses. Algunos son del metal, de felpa y de fondos, de madera, de piedra y de telas. No son hechas a imagen de Dios o de hombre, sino que el hombre fabrica para proporcionar al hombre comodidad y diversión, para satisfacer sus necesidades, ambiciones, pasiones y deseos. Algunos carecen de forma física… antes son intangibles.
“Los hombres prefieren ‘adorar’ conforme a una base elemental: viven para comer y beber. Son como los hijos de Israel, los cuales, aun cuando se les ofrecieron las bendiciones y libertades relacionadas con su elevación moral bajo la orientación personal de Dios, no pudieron elevarse en pensamientos porque no pueden elevarse por encima de la satisfacción de sus apetitos corporales. Como lo expresa el apóstol Pablo, su ‘dios es el vientre’ (Filipenses 3:19).
“Los ídolos modernos o dioses falsos pueden asumir formas tales como ropas, casas, negocios, máquinas, automóviles, barcas de paseo y otras numerosas atracciones materiales que desvían del camino hacia la santidad. ¿Qué importa que el objeto en cuestión no tenga la forma de un ídolo? Brigham Young dijo: ‘Igual sería para mí ver a un hombre adorar a un dios pequeño hecho de latón o de madera, que verle adorar sus bienes’.
“Las cosas antes citadas constituyen dioses igualmente preciosos. Los títulos, grados y letras pueden convertirse en ídolos. Muchos jóvenes determinan matricularse en la universidad cuando primero deberían cumplir una misión. El título, y el dinero y la comodidad que por estos medios se obtienen, parecen ser tan deseables, que la misión queda en segundo lugar. Algunos desatienden el servicio que deben prestar a la Iglesia durante los años de sus estudios universitarios, optando por dar preferencia a la instrucción seglar y despreciando los convenios espirituales que han concertado.
“Hay muchas personas que primero construyen y amueblan una casa, y compran su automóvil, y entonces descubren que ‘no les alcanza’ para pagar sus diezmos. ¿A quién están adorando? Ciertamente no al Señor de los cielos y de la tierra, pues servimos a quien amamos y damos nuestra primera consideración al objeto de nuestro afecto y deseo. Las parejas jóvenes que no quieren ser padres sino hasta que hayan recibido sus títulos quizás se sentirán ofendidas si se tilda de idolatría su preferencia expresada.” (El Milagro del Perdón, págs. 38–39.)
Doctrina y Convenios 1:17–18. El llamamiento del profeta José Smith, ¿en qué forma estaba relacionado con la advertencia del Señor a las naciones de la tierra?
El Señor asignó al profeta José Smith, así como a todos de otras épocas (véase D. y C. 1:18), la responsabilidad de llamar al mundo al arrepentimiento y de advertir a sus habitantes en cuanto a la necesidad de acercarse a Cristo. El élder Melvin J. Ballard explicó la importancia de tener a José Smith y a otros profetas, y lo dijo así:
“Entiendo por esto que el Señor llamó a José claramente a la condición del mundo, lo que era en 1830 y lo que es hoy día. Él sabía que el mundo no cambiaría su manera de vivir, conocía la disposición de los hombres, y sabiendo que no habría arrepentimiento en su corazón, y sin embargo, con gran deseo de salvarlos, llamó a su siervo José Smith para amonestar al hombre, llamar al arrepentimiento y a unirse en esta gran proclama presentada a toda la humanidad: ‘Arrepentíos… y porque me ha oído las cielos está cerca’ (véase D. y C. 33:10). Y no solamente para advertir al hombre del peligro que lo amenazaba, sino también para ofrecerle el medio de escapar de las calamidades que se avecinaban.” (En Conference Report, oct. de 1923, págs. 30–31.)
Doctrina y Convenios 1:19–20, 23. ¿Por qué escogió Dios a “lo débil del mundo” para hacer su obra?
El presidente Joseph Fielding Smith contestó este punto diciendo que “el Señor llamó a José Smith y a otros de entre los débiles del mundo, porque él quienes confían en él se reclaman tendrán un espíritu contrito y eran humildes. El Señor no podía utilizar a los grandes y poderosos dirigentes por causa del orgullo y la vanidad de esos hombres.
“Los caminos del Señor no son los del hombre, y Él no puede elegir a aquellos que se consideran ya bastante sabios y piensan que no les queda nada por aprender. Por lo tanto, escoja a los que tienen el deseo de aprender y los hace fuertes hasta el punto de poder ablandar a los fuertes y poderosos. … Al pensar en nuestro sistema misional, podemos ver cómo los débiles han sido los fuertes y éstos los que han prevalecido. Los poderosos se han inclinado ante los humildes misioneros de la Iglesia.” (Church History and Modern Revelation, 1:255.)
Doctrina y Convenios 1:19. ¿Qué es el “brazo de la carne”?
La frase “brazo de la carne” indica la debilidad, la fragilidad y las imperfecciones del hombre. Es común encontrar en las Escrituras la amonestación de no confiar en el poder del ser humano. (Véase D. y C. 37:7; 2 Nefi 28:31; Mosíah 23:14; 2 Crónicas 32:8.)
Doctrina y Convenios 1:30. “La única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra”
“Hay gran diferencia entre una iglesia inerte y una iglesia viva. En tanto que la primera tiene pura forma arquitectónica, el rito religioso e importancia social, la iglesia activa tiene vida. Además, hay un profeta viviente que la dirige día en día. En ella hay movimiento, vibración, un espíritu cultivador, una gloria que eleva, edifica, ayuda y bendice la vida de todos los que a ella se acercan. La Iglesia seguirá adelante hacia su destino divino.”
—A. Theodore Tuttle, En Conference Report, abril de 1975, pág. 135.
Doctrina y Convenios 1:33–35. “Mi Espíritu contenderá siempre con el hombre”
El presidente Joseph Fielding Smith explicó a qué se refiere el Señor al decir “mi Espíritu” en ese versículo:
“Ahora el Señor ha retirado su Espíritu del mundo. No permitáis que esta idea os confunda: El Espíritu que ha retirado del mundo no es el Espíritu Santo (ni [nunca lo fue]), sino la luz de la verdad que se designa en las Escrituras como el Espíritu de Cristo, el cual se ha dado a todo hombre que viene a esta tierra, de acuerdo con lo que dice Doctrina y Convenios 84:46.
“Por consiguiente, cuando los hombres rechazan la verdad, y cuando el Espíritu del Señor se contiende con los hombres, entonces el camino el espíritu pertenece a Satanás. Por lo tanto, podemos estar seguros de que ha llegado la época de la que se habla en sección 1 de Doctrina y Convenios… ‘La luz ha desaparecido de la tierra; el diablo tiene poder sobre su propio dominio; el Espíritu del Señor se ha retirado, no porque el Señor desee así fuera, sino porque el iniquidad del género humano lo hizo necesario quitarlo de la tierra.’” (The Predicted Judgments, Brigham Young University Speeches of the Year, [Provo, 21 de marzo de 1967], págs. 5–6.)
Doctrina y Convenios 1:35. ¿Por qué el Señor no hace acepción de personas?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó lo que significa realmente la frase acepción de personas:
“No significa que el Señor no considere especialmente a quienes le obedecen en todo, más que a los impíos. Sin duda, Él respeta a quienes lo aman y guardan sus mandamientos algo más que a los que se rebelan contra Él. En la interpretación de este pasaje es que el Señor no es parcial, sino que otorga a toda persona que se arrepiente las mismas privilegios y oportunidades de salvación y exaltación. Él es justo para con todos, tanto los rectos como los malvados, y recibirá a toda alma que se aparte de la iniquidad y se vuelva hacia la justicia, amándola con amor justo y bendiciéndola con todo lo que el Padre tiene para dar; pero no pensemos que Él otorgará esas bendiciones a los que no le obedecen ni guardan su ley. Si el Señor bendijera a los rebeldes tal como lo hace con los justos, sin que aquellos se arrepientan, entonces haría acepción de personas.” (Church History and Modern Revelation, 1:255.)
Doctrina y Convenios 1:36. Idumea
“Idumea o Edom, territorio en el que Bosra era la ciudad principal, era una nación que estaba al sur del mar Salado, y a través de esa tierra pasaba la ruta comercial conocida con el nombre de Calzada del Rey, entre Egipto y Arabia. Los idumeos o edomitas eran un pueblo incuso que no era israelita; de aquí que, en términos proféticos, viajar a través de su territorio era símbolo del peregrinaje de los hombres en un mundo incuso. Y así es que Idumea significaba el mundo.” (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 374.)
Doctrina y Convenios 1:37. El Señor manda escudriñar estas Escrituras
“Todos los miembros de la Iglesia reciben el mandamiento de escudriñar y obedecer estos mandamientos. Esto también se aplica a todos los demás. Si no lo hacemos y permanecemos ignorantes de la doctrina, los convenios y mandamientos que el Señor nos ha dado, quedaremos condenados ante su trono en el día del juicio, cuando se abran los libros. Es menester que escudriñemos esas Escrituras a fin de poder conocer la voluntad del Señor y así aumentar nuestra fe y progresar en conocimiento y sabiduría.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:256.)
Sección 2
“Las promesas hechas a los padres”
Antecedentes históricos
Después de escribir un relato de la gloriosa visión que se le presentó en la primavera de 1820, el profeta José Smith describió las circunstancias en que se produjo la manifestación celestial en la que el ángel Moroni lo visitó y le dio instrucciones (véase José Smith—Historia 37–39). En el curso de su conversación, Moroni citó pasajes de las Escrituras, incluso el que se encuentra en Malaquías 4:5–6. Sin embargo, al citarlos, sus palabras fueron diferentes de las que aparecen en la Biblia. La sección 2 de Doctrina y Convenios contiene la versión de lo que el ángel le expresó, y fue el élder Orson Pratt quien la incluyó en el libro en 1876, bajo la dirección del presidente Brigham Young.
El élder Hugh B. Widdsoe dijo lo siguiente en cuanto a esa sección: “La sección 2 de Doctrina y Convenios contiene el principio y el fin del evangelio; es la piedra angular del maravilloso arco del evangelio, y si esa piedra fundamental se debilitara y cayera, toda la estructura eventualmente se desmoronaría, convirtiéndose en un montón de trozos de doctrinas desorganizados.” (EliRay L. Christiansen, en Conference Report, abril de 1960, pág. 48.)
El mensaje de Malaquías es tan importante que se ha repetido en cada uno de los cuatro libros canónicos:
- En la Biblia: Malaquías 4:5–6
- En el Libro de Mormón: 3 Nefi 25:5–6
- En Doctrina y Convenios: 2; 27:9; 128:17
- En la Perla de Gran Precio: José Smith—Historia 37–39
La forma en que Moroni presentó el mensaje de Malaquías ayuda a los Santos de los Últimos Días a entender la profecía. Por ejemplo, el presidente Joseph Fielding Smith destacó un aspecto interesante del retorno de Elías el Profeta a la tierra, acaecido el 3 de abril de 1836:
“Evidentemente, en su obra The Temple (El templo), dice: ‘Hasta ese día, en todo hogar judío, en cierta parte de los servicios de la Pascua les decían, denominada la “tercera copa”, al ser abierta la puerta para dejar entrar a Elías el Profeta como precursor del Mesías, al mismo tiempo que se leen pasajes apropiados que profetizan la destrucción de todas las naciones paganas. Es una coincidencia notable que, al instituir su propia Cena, el Señor Jesús relacionara el símbolo, no del juicio, sino de su gran amor con esta “tercera copa”.’
“El 3 de abril de 1836, durante la fiesta pascual, las judíos abrieron las puertas de sus hogares para que entrara Elías el Profeta. Ese día, efectivamente, Elías el Profeta entró, pero no en las casas de los judíos para participar de la Pascua con ellos, sino que apareció en la Casa del Señor, erigida en Su nombre y redicada por El en Kirtland, y allí confirmó las llaves para que pudieran reunirse los hijos con sus padres y los padres con sus hijos, reunidos en sus hogares, trabajando en conjunto.” (Doctrina y Convenios Student Manual, 2:93–94; véase la revisión.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 2:1. ¿Qué autoridad del sacerdocio tenía que restaurar o revelar Elías el Profeta a José Smith?
Cuando Elías el Profeta apareció en el Templo de Kirtland, el 3 de abril de 1836, José Smith y Oliverio Cowdery ya habían recibido el Sacerdocio de Melquisedec de manos de Pedro, Santiago y Juan (en junio de 1829); sin embargo, eran contados ya de las llaves esenciales de ese sacerdocio. El presidente Joseph Fielding Smith explicó el poder y autoridad que vino a restaurar Elías el Profeta:
“Las llaves que poseía Elías el Profeta eran las del sacerdocio sempiterna, las llaves del poder para sellar, que el Señor le había dado. Con ese motivo vino y eso… entregó al profeta José Smith; lo cual incluía un ministerio de sellamiento para los vivos así como para los muertos, no únicamente confinado a los vivos ni tampoco a los muertos por separado, sino que incluye a ambos a la vez.
“La misión de Elías el Profeta era del poder sellador. Él tenía las llaves inmediatas con las cuales los padres podían ser sellados uno a otros y los hijos a los padres. El conflicto esas llaves al profeta José Smith. Y eso se aplicará durante todo el tiempo a los hombres desde la venida del Señor Jesucristo.
“Pero ¿cuál fue la naturaleza de su misión al ir tener en estos postreros tiempos? Fue restaurar el poder y la autoridad que una vez se habían dado a los hombres en esta tierra, lo cual es esencial para lograr la salvación y la exaltación del hombre en el reino de Dios. En otras palabras, Elías vino a restaurar en la tierra la plenitud del poder del sacerdocio, confiriéndolo sobre profetas mortales debidamente comisionados por el Señor. Este sacerdocio tiene las llaves para atar y sellar en la tierra y en los cielos todas las ordenanzas y los principios relativos a la salvación del hombre, a fin de que de esa manera los mismos tengan validez en el reino celestial.” (Doctrina de Salvación, 2:104, 109; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 2:1. ¿Por qué fue escogido Elías el Profeta para restaurar el poder sellador del sacerdocio?
De acuerdo con el presidente Joseph Fielding Smith, podemos llegar a comprender mejor la importante responsabilidad de Elías el Profeta si comprendemos el papel que desempeñó cuando estuvo en la tierra como ser mortal.
“Para muchos miembros de la Iglesia ha sido un misterio el motivo de que esa misión haya sido asignada para Elías y se preguntan por qué esas autoridades no podrían haber sido conferidas por algún otro profeta, o profetas, probablemente Pedro, Santiago y Juan, que tenían las llaves de autoridad en los días de la dispensación del meridiano de los tiempos. Indudablemente, Pedro, Santiago y Juan podían haber conferido esa autoridad si hubiesen sido comisionados para hacerlo; también Adán, pues él tenía las llaves de todas las dispensaciones. La razón por la cual Elías el Profeta fue reservado para esta misión, de acuerdo con el profeta José Smith, fue que:
“‘Elías fue el último profeta que tuvo las llaves del sacerdocio, antes de la última dispensación del evangelio, y que se había quedado sin las llaves del sacerdocio, a fin de que se hagan todas las ordenanzas en justicia. En los días de Elías se efectuaron las últimas ordenanzas que había en la casa del Señor para su bendición; pero había en los hijos de Leví mucha prejuicio. … ¿Por qué enviar a Elías? Porque él tiene las llaves de la autoridad para administrar todas las ordenanzas del sacerdocio; y si no fuese dada la autoridad, no se podrán administrar las ordenanzas en justicia.’” (Doctrina de Salvación, 2:105–106; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 2:1. El retorno de Elías precedería al “grande y terrible día del Señor”
La venida de Elías el Profeta es “un acontecimiento que tendrá lugar, de acuerdo con la profecía, poco antes de que venga el día del Señor, grande y terrible. El día del Señor, grande y terrible, según lo proclama esta profecía, es el día de la venida de nuestro Señor en las nubes del cielo, con gran gloria, cuando Él tomará venganza de todos los malvados. Será un día terrible para todos los que no se arrepientan y estén llenos de pecado, mas para los justos será un día de gran salvación. Sin embargo, antes de que venga, la tierra ya debe haber una obra realizada gracias a la restauración de la autoridad de Elías el Profeta, tan potente que salvará a la tierra de la destrucción o de ser herida con maldición.” (Doctrina de Salvación, 2:105; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 2:2. ¿Quiénes son los padres y quiénes los hijos a los que Malaquías se refiere?
Entender esa frase es esencial para entender todo el pasaje que aparece en el libro de Malaquías:
“Los padres son nuestros antepasados fallecidos, los que murieron sin el privilegio de recibir el evangelio, pero que han recibido la promesa de que llegarán el momento en que se les concederá ese privilegio. Los hijos son los que ahora vivimos, los que estamos buscando y preparando información genealógica, y efectuamos vicariamente las ordenanzas en los templos.
“El volver el corazón de los hijos hacia los padres es colocar en el corazón de los hijos el entendimiento y el deseo que los inspirará a buscar los registros de sus antepasados muertos. Más aún, es necesario que se implante en su corazón ese deseo e inspiración, a fin de que vayan a la Casa del Señor a efectuar la obra necesaria por sus antepasados que murieron sin el conocimiento del evangelio o sin el privilegio de recibirlo en su plenitud.” (Doctrina de Salvación, 2:119; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 2:2. ¿Cuáles son “las promesas hechas a los padres”?
Abraham y otros de la antigüedad recibieron promesas de Jehová, el Señor, de que todas las familias de la tierra serían bendecidas por medio de ellos. Estas promesas forman parte del convenio abrahámico. Los descendientes de Abraham (los hijos) serán bendecidos con el evangelio y las ordenanzas de salvación, al unirse a sus padres (Abraham, Isaac y Jacob) mediante los convenios que ellos mismos habían hecho con Él. Se espera que los corazones de los descendientes de Abraham (los hijos) se vuelvan a sus antepasados y deseen las mismas bendiciones de fe y de amor, para así serles semejantes; de otro modo, la tierra sería destruida. El élder John A. Widtsoe explicó el significado de esa promesa y la parte que en ellas tienen los Santos de los Últimos Días:
“En nuestro estado preexistente, el día del gran concilio, hicimos un acuerdo con el Todopoderoso. El Señor propuso el plan que Él había concebido, y nosotros lo aceptamos. Como el plan era de todos los seres humanos, todos tenemos que ver con la salvación de toda persona que forme parte de ese mismo plan. Allí nos pusimos de acuerdo en que seríamos no solamente salvadores para nosotros mismos sino también para toda la familia humana. Así entramos en una sociedad con el Señor, y la aplicación del plan entonces va a ser no sólo la obra del Padre y del Salvador, sino también nuestra obra. El más insignificante de nosotros, el más humilde, está asociado con el Todopoderoso para alcanzar el propósito del plan eterno de salvación.” (Utah Genealogical and Historical Magazine, oct. de 1934, pág. 189; véase también History of the Church, 6:59–61.)
Doctrina y Convenios 2:3. ¿Por qué sería la tierra maldecida y destruida totalmente si no hubiera restaurado el poder de sellar?
En los cielos, se ratifican todas las ordenanzas del evangelio mediante el poder sellador inherente al sacerdocio. Este poder hace posible la reunión de padres e hijos, una obra esencial para la exaltación de vivos y muertos (véase D. y C. 128:18). La maldición expresada por Malaquías fue ratificada por Moroni, quien agregó que “la tierra sería totalmente asolada” a la venida del Señor si no se restauraba el poder para sellar. El presidente Joseph Fielding Smith explicó la razón de esto:
“El poder sellador de Elías el Profeta hace posible esta unión de las familias, de generación en generación, hasta el principio. Y bien, si estas llaves de autoridad no estuviesen aquí, entonces la obra de los sellamientos, por medio de la cual se preservan las unidades familiares, no podría efectuarse; en ese caso, faltaría el poder unificante mediante el cual todas las bendiciones son selladas en los cielos así como en la tierra. De ser así, la tierra sería herida con una maldición, pues sin esa ordenanza de unificación o sin ese sello, toda obra que se hubiera efectuado aquí caería por tierra sin llegar a cumplirse.” (Doctrina de Salvación, 2:113.)
Sección 3
Las obras y los designios de Dios no se pueden frustrar
Antecedentes históricos
En su famosa carta conocida como “la carta a Wentworth”, escrita en 1842, el profeta José Smith proclamó el poder de la Iglesia Restaurada:
“Ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra; la persecución podrá ser encarnizada, los populachos podrán conspirar y los ejércitos reunirse, la calumnia podrá difamar, mas la verdad de Dios seguirá adelante valerosamente, noble e independientemente, hasta que haya penetrado en todo continente, visitado toda región, abarcado todo país y resonado en todo oído, hasta que se cumplan los propósitos de Dios, y el gran Jehová declare que la obra se ha concluido.” (History of the Church, 4:540.)
Catorce años antes, en el verano de 1828, en forma impresionante, Dios le había enseñado a José Smith esa misma lección. El Profeta describió con detalle la situación:
“Poco tiempo después que Martin Harris había empezado su labor de escribiente, comenzó a pedirme con insistencia que le permitiera llevar a su casa los manuscritos para mostrarlos a algunas personas, y a expresarme su deseo de que yo le preguntara al Señor, mediante el Urim y Tumim, si podía hacerlo. Al fin le pregunté, y la respuesta fue que no lo hiciera. Sin embargo, él no quedó satisfecho con esa respuesta e insistió en que le preguntara de nuevo. Así lo hice, y la respuesta fue igual a la anterior. Pero él siguió insatisfecho y continuó importunándome para que preguntara de nuevo. Después de mucho rogarme, volví a preguntar al Señor, y Él entonces nos otorgó permiso para que se llevara los escritos bajo ciertas condiciones: que los mostrara solamente a su hermano, Preserved Harris; a su propia esposa; a sus padres; y a la Sra. Cobb, hermana de su esposa.
De acuerdo con la última respuesta, le pedí que pactase conmigo en la forma más solemne que haría solamente lo que se nos había indicado, y así lo hizo dándome su palabra de cumplir lo que le había requerido. Luego partió llevándose los escritos. Sin embargo, a pesar de las grandes restricciones a las que se había sujetado y de la solemnidad del convenio que había hecho conmigo, los mostró a otras personas, quienes mediante artimañas se los quitaron, y hasta la fecha nunca más los recuperamos.
“Mientras Martin Harris estuvo ausente después de llevase los escritos, fui a visitar a mis padres en Manchester.” (History of the Church, 1:21.)
La madre del Profeta, Lucy Mack Smith, escribió referente a la llegada de José a su casa en Manchester y a la angustia que él sintió cuando supo que Martin Harris había perdido el manuscrito. Después de una larga demora, éste se presentó en la casa y confesó que no podía encontrar los papeles. En su relato, dice lo siguiente:
“José, que hasta ese momento no había expresado sus temores, se puso en pie de un salto, diciendo: ‘—¡Martín, ¿ha perdido usted aquel manuscrito?! ¿Ha quebrantado su juramento, acarreando sobre mí el enojo de mi Hacedor?’
“—‘Sí, lo he perdido —respondió Harris—, ¡y no sé dónde está!’
“‘—¡Oh, Dios mío! —dijo José, apretando los puños—, ¡Todo está perdido! ¡Todo perdido! ¡Qué haré? He pecado… fui yo quien provocó la ira de Dios. ¡Yo debí haber estado satisfecho con la primera respuesta que recibí del Señor cuando me dijo que no me lamentara de perder de vista esos escritos!’
“Y lloraba y se lamentaba recorriendo la sala de un lado a otro.
“‘Al fin, le dijo a Martin que regresara y buscara de nuevo.
“‘—No —le contestó éste—, en vano; hasta he removido colchones y almohadas; y sé que no está en mi casa.
“‘—Entonces —dijo José—, ¿debo volver llevando este amargo relato ante el Señor? ¡Y qué pensarás de mí el Señor? Soy digno de la más severa reprensión de parte del ángel del Altísimo!’
“‘A la mañana siguiente, salió para su casa. Nos separamos llenos de pesar, pues en ese momento parecía que todo lo que tan anhelosamente habíamos esperado y que había sido el centro de tanto gozo, en un instante había desaparecido, y desaparecido para siempre.” (History of Joseph Smith, págs. 128–129.)
Poco después, José escribió:
“Después de su volver a casa, me encontraba un día caminando a cierta distancia cuando, he aquí, el mensajero celestial que antes se había manifestado apareció y me entregó de nuevo el Urim y Tumim; —que se me había quitado por haber puesto a prueba la paciencia del Señor al solicitar el privilegio de que Martin Harris llevara los escritos, los cuales perdió por su transgresión—, y preguntando al Señor por este medio recibí… ‘y di a lo que hoy se conoce como la sección 3 de Doctrina y Convenios.’” (History of the Church, 1:21–22.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 3:1–2. ¿En qué forma el curso de Dios “es un giro eterno”?
“Dios gobierna mediante la ley: eterna, completa, e inalterablemente siempre. Él no hace acepción de personas y en ser Él en cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17; D. y C. 3:1–2). (McConkie, Mormon Doctrine, págs. 545–546.)
Doctrina y Convenios 3:3. ¿Por qué ni las obras del hombre ni las de Satanás pueden torcer los designios de Dios?
El presidente Joseph Fielding Smith respondió a esta interrogante dando fe de la omnisciencia de Dios:
“En su infinita sabiduría, nuestro Padre ha provisto la solución a todo problema o dificultad que pueda surgir para detener o impedir su obra. No hay en la tierra ni en el infierno poder que pueda derrotar o vencer lo que Dios ha decretado. Todo plan del adversario fracasará, pues el Señor conoce los pensamientos secretos de los hombres y ve el futuro con una visión clara y perfecta, aun con su ser tratara del pasado. Jacob, hijo de Lehi, en su registro declaró: ‘¡Oh, cuán grande es la santidad de nuestro Dios! Pues él sabe todas las cosas, y no hay existe nada, salvo que él lo sepa’ (2 Nefi 9:20). Él sabía que Satanás intentaría frustrar la publicación del Libro de Mormón haciendo que robaran el manuscrito y cambiaran su contenido, y proveyó la solución para esa dificultad aún cientos de años antes del nacimiento de Jesucristo.” (Church History and Modern Revelation, 1:26.)
Doctrina y Convenios 3:5. ¿Cuáles fueron los mandamientos estrictos y las promesas que recibió José Smith?
Este versículo en parte se refiere a la primera conversación del joven Profeta con Moroni y las advertencias y promesas que éste le hizo (véase José Smith—Historia 33–54, 59).
Doctrina y Convenios 3:6–8. “No deberías haber temido al hombre más que a Dios”
José Smith había transgredido los mandamientos y leyes de Dios porque temió más al hombre que a Dios, pero su temor no se basaba en la cobardía, sino que probablemente fuera causado por el hecho de que era todavía muy joven y falto de experiencia. (Él mismo afirmó más tarde que la juventud y la falta de experiencia habían sido la causa de muchos de sus errores. Véase José Smith—Historia 28–29.) En el caso de Martin Harris, el Profeta se enfrentaba con un hombre que era veintitrés años mayor que él, un granjero conocido y adinerado, y uno de los pocos que habían creído en su relato y lo habían apoyado con dinero y trabajo. Debe de haber existido en José una tremenda presión interior para que quisiera demostrar su aprecio en aquella manera.
“Su fe en Dios era ciertamente firme, pero su falta de experiencia es evidencia en el hecho de haber cedido a las constantes solicitudes de su amigo, a pesar de no haber recibido de éste ninguna prueba de su lealtad.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 19.)
Doctrina y Convenios 3:12–14. ¿En qué sentido era Martin Harris un “hombre inicuo”?
“Martin Harris ‘fue inicuo’ por su persistencia en desobedecer el mandamiento que le fue dado al principio. Era ‘inicuo’ por no haber honrado la promesa sagrada de cuidar el manuscrito. Pero en otros aspectos, en el sentido en que ese vocablo se entiende generalmente, no era un hombre inicuo.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 20.)
El Señor aclara el sentido de ese calificativo con lo que dice en el versículo 13, indicando cuatro razones por las que lo llamaba “inicuo”. (Véase también D. y C. 10:7.)
Doctrina y Convenios 3:16–20. “Sin embargo, mi obra avanzará”
El presidente Joseph Fielding Smith explicó el significado de esta profecía y su cumplimiento, diciendo lo siguiente:
“José Smith, por iniciativa propia, no se hubiera animado a predicar a un mundo decididamente hostil que ningún poder podría detener esta obra y que la misma seguiría adelante como un testimonio para todo el mundo. Fue el Señor quien declaró que su obra estaría establecida, y la llamó una ‘obra maravillosa y un prodigio’ (véase 1 Nefi 14:7), aun antes de la organización de la Iglesia. Si José Smith fuera culpable de fraude, si se hubiera esforzado por imponer mediante el engaño el Libro de Mormón a este mundo incrédulo y hostil, jamás se habría atrevido a afirmar que dicho libro se publicaría para convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo. Y aun cuando hubiera tenido la insensatez de hacer tal declaración sobre una obra que fuera fraudulenta, el libro habría llegado a un rápido y ridículo final, y no habría alcanzado aún un año de existencia. Habría estado tan lleno de errores que el escrutinio por parte del mundo habría expuesto todos sus disparates. La verdad es que, después de los innumerables ataques y de la cantidad de libros que se han publicado para probar que es falso, no hay ataque ni crítica que se haya mantenido en pie, y miles de personas han dado testimonio de que el Señor les ha revelado la veracidad de esta obra maravillosa.” (Church History and Modern Revelation, 1:28–29.)
Doctrina y Convenios 3:17–20. ¿Existen actualmente en América nefitas, jacobitas, josefitas y zoramitas, o sólo lamanitas?
Generalmente se cree que no hay más nefitas, porque esa nación fue completamente destruida por los lamanitas aproximadamente en el año 400 de nuestra era. En la época en que el Salvador visitó al pueblo del Libro de Mormón, todos eran un solo pueblo como hijos de Cristo y no había entre ellos divisiones de linajes (véase 4 Nefi 1:17). Posteriormente, al prevalecer la iniquidad entre ellos, se dividieron en grupos que volvieron a denominarse lamanitas y nefitas, aunque entonces la división no se hacía de acuerdo con la descendencia sino con la rectitud o falta de ésta: se llamaba nefitas a los que querían vivir conforme a los mandamientos de Dios; y lamanitas, a los que disentían con ellos (véase 4 Nefi 1:38). Por ese motivo, entre los lamanitas de aquella época había descendientes de Nefi, Jacob, José y Zoram, y algunos de sus descendientes se encuentran hoy día entre los aborígenes americanos. Otros de los descendientes de Nefi también se pueden contar entre ellos, según lo que se menciona en Mormón 6:15, donde dice que “unos pocos” de los del pueblo de Mormón se apartaron y se unieron a los lamanitas en la última gran batalla.
Sección 4
“Vosotros que os embarcáis en el servicio de Dios”
Antecedentes históricos
El profeta José Smith escribió lo siguiente:
“Después de obtener la revelación antedicha [D. y C. 3], me quitaron tanto las planchas como el Urim y Tumim, pero a los pocos días me los devolvieron cuando inquirí del Señor, y Él me dijo así: ‘…’ Y a continuación dicta la sección 10 de Doctrina y Convenios.
“Sin embargo, no comencé a traducir en seguida, sino que me fui a trabajar en la pequeña granja que le había comprado a mi suegro a fin de proveer para la manutención de mi familia. En febrero de 1829, mi padre fue a visitarnos, y en ese entonces recibí para él la siguiente revelación…” Luego, cita la sección 4 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:23, 28.)
Aunque se dio esa revelación para el padre de José Smith, está dirigida también a todos los que sirven a Dios. El presidente Joseph Fielding Smith explicó que, aunque sólo se compone de siete versículos, “contiene suficiente consejo e instrucción como para dedicar la vida entera a estudiarla.
“Nadie ha logrado todavía cumplirla a la perfección. Su contenido no sólo una revelación personal para Joseph Smith, sino un consejo que fuera de beneficio a todo el que deseara embarcarse en el servicio de Dios. Es una revelación que se dirige a todo miembro de la Iglesia, especialmente a los que tienen el sacerdocio. Es posible que en los libros canónicos no haya otra que contenga mayor instrucción con respecto a las cualidades que deben tener los miembros para servir a Dios, y en una forma tan bien resumida, como en esta revelación. Es tan amplia, tan elevada y profunda como la eternidad misma. Ningún élder de la Iglesia puede estar capacitado para enseñar en ella, o para llevar al mundo el mensaje de salvación, hasta que haya absorbido —por lo menos en parte— estas enseñanzas enviadas desde el cielo.” (Church History and Modern Revelation, 1:35.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 4:1. Se predice la obra grande y maravillosa
Antes del 6 de abril de 1830, fecha en que fue organizada la Iglesia, se recibieron también las revelaciones que se encuentran en Doctrina y Convenios 6:1, 11; 12:1 y 14:1.
Si el Señor dice que algo es grande y maravilloso, ciertamente lo es. Aunque la obra de los postreros días tuvo un comienzo muy humilde, abarcará a todo el mundo, ya sea de vivos o de muertos, hasta que toda rodilla se doble y toda lengua confiese su veracidad. El presidente John A. Widtsoe declaró que esa profecía se ha cumplido enteramente, diciendo de José y de la obra:
“Desconociendo, sin instrucción, sin respaldo, debió haber quedado en el olvido en aquella pequeña aldea ignota y perdida en las zonas remotas de un gran estado; pero se atrevió a decir que la obra que estaba haciendo bajo la dirección de Dios llegaría a ser una maravilla y un prodigio. Sabemos, hermanos, que ya se trata de ese mundo enemigo, el que habla de nosotros, si una persona razonable y honesta, declarará que de acuerdo con su opinión personal tenga dudas sobre los cimientos de esta obra —y nosotros conocemos los cimientos—, la reconoce como obra maravillosa y prodigio, sin parangón en la historia del mundo. Las verdades reveladas por el profeta José Smith han inspirado a todo hombre de fe en el mundo civilizado y han cambiado considerablemente sus creencias para bien.” (En Conference Report, abril de 1946, págs. 21–22.)
Doctrina y Convenios 4:2. “Mirad que le sirváis con todo vuestro corazón, alma, mente y fuerza”
Esta es una forma de expresar que la persona debe estar totalmente comprometida en la obra y no tener reservas al respecto. Ese compromiso comprende la energía emocional, espiritual, intelectual y física del hombre. Otras formas de decir lo mismo son: “Con la única mira de glorificar a Dios” (vers. 5), y “Ningún hombre puede servir a dos señores” (Mateo 6:24).
Doctrina y Convenios 4:3. “Si tenéis deseos de servir a Dios, sois llamados”
¿Se aplican estas palabras solamente a los misioneros, o a todos los miembros de la Iglesia? ¿Es preciso ser apartado como misionero si se tienen deseos de servir? El presidente George Albert Smith, octavo Presidente de la Iglesia, demostró que este pasaje se aplica a todos los Santos de los Últimos Días, diciendo lo siguiente:
“Entiendo que la misión más importante que tengo en la vida es: primero, obedecer los mandamientos de Dios, como lo hizo mi Hijo amado; y luego, enseñarles a los hijos de mi Padre que nos los desprecien. …
“A fin de proclamar la verdad, no es necesario que seáis llamados al campo misional. Comenzad con vuestros vecinos de puerta, inspirándolos por confianza y haciéndole sentir amor hacia vosotros por causa de vuestra rectitud, y vuestra obra misional ya habrá comenzado.” (En Conference Report, oct. de 1916, págs. 50–51.)
Doctrina y Convenios 4:4. “El campo, blanco está ya para la siega”
En ese versículo se hace la descripción de un campo de trigo, un campo que ya no está verde sino de color oro brillante que parece blanco en la luz resplandeciente del verano. Esa condición indica que ha llegado el momento de la siega. (Véase Mateo 9:36–38; Lucas 10:1–2; D. y C. 33: 3 y 101:64–66, donde se aclara más la figura que utiliza el Señor en esta revelación.)
Desde los primeros días de la Restauración, había miles de personas preparadas para recibir el evangelio, e ingresaron tantos a la Iglesia que los enemigos de la obra se alarmaron. No se convirtió uno de una ciudad ni dos de una familia, sino que congregaciones enteras aceptaban el evangelio. Wilford Woodruff informó: “Sólo al año más de mil conversos en menos de un año de ministerio en Gran Bretaña. Decenas de miles de personas se unieron a la Iglesia en su primera década de existencia. Y todavía en nuestra edad moderna la siega ha continuado. Entre 1960 y 1979, la Iglesia aumentó un 103 por ciento en los Estados Unidos. En el resto del mundo, el aumento fue de 505 por ciento en ese mismo lapso. (Datos tomados del Church News, 11 de agosto de 1973, págs. 8–9.)
En épocas más recientes se ha calculado que anualmente se añaden a la Iglesia unas cien estacas nuevas (véase Ensign, abril de 1980, pág. 15). Ciertamente, la declaración que hizo el Señor en 1829 todavía sigue en vigencia. El campo continúa blanco y listo para la siega.
Doctrina y Convenios 4:6. Atributos que debemos desarrollar para servir a Dios
En las palabras que dirigió a los santos exhortándolos a tomar sobre sí la “naturaleza divina” (véase 2 Pedro 1:4–8), Pedro hizo una lista casi idéntica de las características que aparecen en este versículo de Doctrina y Convenios, instándolos a ser diligentes en el desarrollo de esos atributos divinos. El presidente David O. McKay aplicó a los Santos de los Últimos Días las enseñanzas del Apóstol, diciendo:
“El escritor en una ocasión dijo: ‘… llegases a ser participantes de la naturaleza divina’ (2 Pedro 1:4), porque comprendía lo difícil que sería en un mundo tan sensual, espiritual, elevarnos por encima de lo temporal y sensual, y participar del divino Espíritu de Dios.
“… ése es el propósito de hacernos más capaces de responder al Espíritu y de vencer los deseos…
“Es por esa razón que deseamos que los jóvenes de ambos sexos utilicen su tiempo inteligentemente y, últimamente, para ser una alma en armonía con el Espíritu, a fin de que todos podamos ser partícipes del Espíritu de Dios, de su naturaleza divina.” (En Conference Report, abril de 1967, pág. 93.)
Sección 5
El testimonio de tres testigos
Antecedentes históricos
Después de arrepentirse humildemente por haber sido imprudente y haber perdido el manuscrito, Martin Harris parecía turbado por un deseo de tener evidencia directa de la existencia de las planchas. En marzo de 1829, el Señor le dio a José Smith lo que conocemos como la sección 5 de Doctrina y Convenios. En esa revelación, es evidente que Martin Harris todavía quería recibir un “testimonio” de que José tenía las planchas (vers. 1), y en el versículo 24 se indica que su deseo era en realidad poder verlas. Mediante José, el Señor le dijo que si era fiel y humilde, podría tener ese privilegio y sería llamado como testigo para atestiguar al mundo de que en verdad las planchas existían y que él las había visto.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 5:1. ¿Qué evidencia deseaba tener Martin Harris?
“Martin Harris era un hombre religioso que había adquirido prestigio como granjero. Parece haber sido un poco testarudo, aunque era un hombre honrado que quería estar seguro de todo lo que emprendiera. Fue él quien llevó la copia de los caracteres del Libro de Mormón al profesor Anthon para que los verificara.” (Widtsoe, Joseph Smith, pág. 53.)
“Martin Harris ya había recibido una prueba notable de la veracidad de lo que proclamaba el profeta José en cuanto al Libro de Mormón, cuando llevó un facsímile de los grabados a ciertos eruditos de Nueva York. El profesor Anthon le había dicho, tal como él mismo lo declaró, que los jeroglíficos eran caracteres verdaderos. … Pero no estaba satisfecho todavía, y parece haber pedido más evidencia de que el Profeta en realidad tenía las planchas de las que había sido traducido el manuscrito perdido.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 25.)
Doctrina y Convenios 5:10. ¿Qué quiere decir “esta generación recibirá mi palabra por medio de ti”?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó el significado del hecho de que el Señor haya dado al mundo su mensaje mediante el Profeta, en lugar de haberlo hecho llegar a través de alguna manifestación milagrosa:
“La revelación declara que esa generación tendrá la palabra del Señor mediante José Smith. Tal vez haya quienes piensen que eso carece de razón y que el Señor debía emplear algún medio milagroso para convertir al mundo. Frecuentemente, cuando las personas que no conocen la Iglesia… oyen el relato del surgimiento del Libro de Mormón, imaginan las planchas están en exhibición, en algún museo. Algunos, que tienen conocimientos científicos, expresan la opinión de que si los eruditos pudieran ver y examinar las planchas y aprender a leerlas, quedarían llenos de la veracidad del Libro de Mormón y de la obra de José Smith, con el resultado de que todo el mundo se convertiría. Cuando se les informa que el ángel se llevó las planchas, se apartan llenos de escepticismo, sacudiendo la cabeza. Pero el Señor ha dicho: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos. . . . Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8–9). Hemos aprendido que las personas no se convierten mediante milagros ni por el examen de registros. Si el Señor hubiera puesto los anales donde los eruditos pudieran examinarlos, se habrían burlado de ellos tal como se burlaron hoy día. La gente se convierte cuando, al prestar atención al testimonio de los siervos del Señor, el Espíritu Santo penetra en su corazón. Los judíos presenciaron los milagros efectuados por el Señor, pero eso no les impidió insultarlo y acusarlo y hacer que lo crucificaran.” (Church History and Modern Revelation, 1:39–40.)
Doctrina y Convenios 5:11–14. Se cumple la ley de los testigos
Pablo enseñó que “por boca de dos o tres testigos se decidirá todo asunto” (2 Corintios 13:1). El presidente Joseph Fielding Smith dijo de esta ley:
“Al dar al mundo el testimonio de tres testigos, además del de José Smith, el Señor dio cumplimiento a la ley. Se nos ha llamado a andar en esta vida mediante la fe, no por lo que veamos ni mediante lo que proclamen mensajeros celestiales con voz de trueno, sino por escuchar el testimonio de testigos autorizados a los que el Señor envía y por medio de quienes se establecerá Su palabra.” (Church History and Modern Revelation, 1:40.)
Doctrina y Convenios 5:14. “Y a ningún otro concederé… este mismo testimonio”
El testimonio de los Tres Testigos era único en el hecho de que a ellos fue el ángel quien les mostró las planchas. Otras ocho personas también las vieron, pero el mensajero celestial no apareció para mostrárselas. De ahí que ninguno otro recibiera “este mismo testimonio”. (Véase History of the Church, 1:52–58.)
Doctrina y Convenios 5:15–20. Una promesa solemne y una advertencia
El mundo tal vez considere con ligereza el testimonio escrito de los tres testigos escogidos, pero a quienes acepten sus palabras se les hacen promesas solemnes, así como también a los que las rechacen. Quienes acepten su testimonio encontrarán en el Libro de Mormón la palabra de Dios y recibirán el Espíritu Santo, y volverán a nacer (véase vers. 16). Pero los que rechacen sus palabras quedarán bajo condenación.
“El Señor siempre advirtió a la gente de toda nueva dispensación mediante profetas llamados a su propia época”, dijo el presidente Marion G. Romney. “Esto también ha sucedido en esta generación por medio del gran Profeta de la Restauración, José Smith. Por su boca, el Señor declaró repetidamente que el mundo estaba madurando en la iniquidad (véase Enos 2:9) y que, a menos que los hombres se arrepintiesen, se verían sujetos a la destrucción.
“Por ejemplo, en abril de 1829, dijo:
‘Porque se desatará una plaga asoladora entre los habitantes de la tierra, y seguirá ardiendo como un horno; y todos los soberbios, sí, y cuantos obran iniquidad que vayan a la tierra, y sus habitantes serán consumidos y enteramente destruidos por el resplandor de mi venida.
“’He aquí, te digo estas cosas, así como anuncié al pueblo la destrucción de Jerusalén; y verificaré mi palabra en esta ocasión como he verificado antes’ (D. y C. 5:19–20).
“Nótese que esta predicción, tal como las predicciones del pasado, es condicional, y la condición es: ‘Si no se arrepienten’. Para esta generación, así como para las demás edades, el Señor ha proveído el medio de escape, el cual es, y siempre ha sido, el evangelio de Jesucristo.” (En Conference Report, abril de 1958, pág. 128.)
Doctrina y Convenios 5:22. “Aun cuando te quiten la vida”
Este versículo y el 30 de la sección 6 indican el conocimiento que el Señor tenía de que el Profeta sufriría una muerte violenta por su papel en la obra de los últimos días (véase también D. y C. 136:39; Hebreos 9:16–17).
Doctrina y Convenios 5:23–28. Martin Harris recibió la promesa condicional de ser uno de los testigos
A Martin Harris se le prometió que, si se humillaba y reconocía todas sus faltas y pecados (véase vers. 24 y 28), podría llegar a ser un testigo de “estas cosas” (vers. 2 y 11), o sea, las planchas. Aun después de la lección que había recibido por la pérdida de las 116 páginas manuscritas, era muy difícil para Harris ser humilde, aunque pudo lograrlo y, finalmente, vio al ángel y las planchas. (El relato hecho por el Profeta en cuanto a este hecho se encuentra en “Notas y comentarios sobre D. y C. 17:1”.)
Sección 6
La llegada de Oliverio Cowdery
Antecedentes históricos
En el invierno de 1829, Oliverio Cowdery se encontraba desempeñando sus funciones de maestro en una escuela cercana a la casa de la familia Smith. Era costumbre de la época que los maestros se alojaran en casa de sus alumnos, y como los Smith tenían hijos que concurrían a la escuela de Cowdery, él fue a vivir con ellos. Estando allí, oyó relatos en cuanto a las planchas del Libro de Mormón y le pidió al señor Smith que le contara más detalles. Joseph Smith finalmente asintió, y Oliverio Cowdery fue uno de los pocos a los que la familia le confió la historia. Lucy Mack Smith describió los hechos que tuvieron lugar:
“Poco después de recibir la información, el señor Cowdery le dijo a mi esposo que se encontraba muy complacido con lo que había oído, que se había dedicado a un profundo estudio del asunto durante todo el día, y que había recibido la impresión de que llegaría a tener el privilegio de ser el escribiente de José. Además, había tomado la determinación de visitarlo una vez que finalizaran las clases. . . .
“Al día siguiente les dijo: ‘El tema sobre el que ayer estuvimos conversando me ha impresionado profundamente y no puedo apartarlo de mi mente ni sosegar por un momento. Finalmente, he resuelto lo que voy a hacer. Entiendo que Samuele irá a Pensilvania a pasar la temporada de primavera con José, y haré todos los preparativos para estar listo a fin de acompañarlo. . . pues he orado al respecto y creo firmemente que es la voluntad del Señor que yo vaya. Si hay algo que pueda hacer en esta obra, tengo la determinación de ocuparme de ello.” (History of Joseph Smith, pág. 139.)
—Se refiere a Samuel Smith, hermano del Profeta.
En abril, Samuel y Oliverio fueron a Harmony, Pensilvania, para visitar a José. Lucy Mack Smith escribió lo siguiente:
“José había estado tan ocupado en sus asuntos seculares que no había podido seguir adelantando sus intereses espirituales con la rapidez que se esperaba para terminar la obra. Además, se enfrentaba en su trabajo con otra desventaja: su esposa estaba tan ocupada con el cuidado de la casa, que poco era el tiempo que podía dedicar a escribir para él. En razón de estas complicaciones, tres días antes de la llegada de Samuel y de Oliverio, José había clamado al Señor para que le enviara un escribiente, de acuerdo con la promesa que se había hecho él, y como respuesta se le dijo que esa persona llegaría a los pocos días. Consecuentemente, cuando el señor Cowdery le comunicó la razón de su visita, José no se sorprendió en lo más mínimo.” (History of Joseph Smith, pág. 141.)
En la historia del Profeta continúa el relato de los hechos a partir de ese momento:
“Dos días después de la llegada del Sr. Cowdery (el 7 de abril), comencé a traducir el Libro de Mormón, y él empezó a escribir para mí, y habiendo continuado en ello durante algún tiempo, inquirí del Señor mediante el Urim y Tumim, y obtuve lo siguiente. . . .” Y cita a continuación la sección 6 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:32–33.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 6:1–9. ¿Por qué hay repeticiones en Doctrina y Convenios?
Los versículos 1–9 de la sección 6 son idénticos a los versículos 1–9 de la sección 11. Los versículos 1–5 son idénticos a los mismos versículos de la sección 12 y en la sección 14. El mensaje de esos pasajes es de importancia universal para todos los santos, pues ciertamente, el Señor habla de lo que es eterno y lo que dijo a todos (D. y C. 61:38; 82:5; 92:1; 93:49). La repetición indica que el mensaje tiene un propósito importante.
Doctrina y Convenios 6:2. Palabra “viva y eficaz, más cortante que una espada de dos filos”
Ser vivo mediante el Espíritu significa haber recibido vida espiritual. La palabra del Señor es “viva y eficaz” porque es una fuente de vida, energía y verdadero poder.
En la antigüedad, había espadas que tenían solamente un filo. Cuando a alguien se le ocurrió la idea de hacerlas con dos filos, eso aumentó tremendamente la eficacia del arma que, al ser así, podía cortar en cualquier dirección, fuera como fuera que se diera el golpe. De ahí la comparación de la palabra de Dios con una espada de dos filos en su símbolo vívido. Así como la espada física puede cortar profundamente hasta el punto de cercenar miembros y destruir la vida, la palabra del Señor tiene bastante poder para destruir la iniquidad al alma (muerte espiritual) de aquellos que no quieran escuchar (véase Hebreos 4:12; Apocalipsis 1:16; 2:12; 16). Pero, por otro parte, tiene poder para penetrar el alma como una espada y entrar hasta lo más hondo del hombre (3 Nefi 13:3; D. y C. 85:6), y puede trocear el error y la falsedad con eficiencia, como si tuviera dos filos.
Doctrina y Convenios 6:5–7, 14. El Señor da abundantemente a los santos fieles que le piden
“No existe ninguna razón para lo que cualquier alma no pueda saber dónde encontrar la verdad. Con solamente humildarse y buscar con espíritu de humildad y fe, dirigiéndose al Señor tal como lo hizo el profeta José Smith cuando oró pidiéndole que le diera a conocer la verdad, puede encontrarla. No hay duda al respecto. No hay razón alguna para no encontrar la verdad si el hombre presta atención a los susurros del Espíritu del Señor, y busca, tal como Él urgiera que buscase, el conocimiento y la comprensión del evangelio. ‘Llamad, y se os abrirá’ (véase Mateo 7:7). Ese es mi testimonio, y sé que es verdadero.”
—Joseph Fielding Smith, En Conference Report, abril de 1951, págs. 59–9.)
Doctrina y Convenios 6:6. El gran propósito de la restauración es establecer a Sión
Ya en 1829, un año antes de que la Iglesia fuera organizada, el Señor aconsejó a ciertos santos que procuraran “sacar a luz y establecer la causa de Sión” (D. y C. 6:6). Con respecto a Sión, el profeta José Smith declaró posteriormente:
“El establecimiento de Sión es una causa que ha interesado al pueblo de Dios en todas las épocas; se trata de una causa de gran importancia y ha traído con gozo particular. Ellos han contemplado, con gloriosa expectativa, el día en que ahora vivimos; e inspirados por celestial y gozosa esperanza, han cantado, escrito y profetizado acerca de ese día bendito. Nosotros somos el favorecido pueblo que Dios ha elegido para llevar a cabo la gloria de los últimos días, al restaurar a Sión y recoger a los justos de los últimos días.” (History of the Church, 4:609.)
Del mismo modo, el presidente Joseph Fielding Smith enseñó que, “en los primeros días de la Iglesia, todos los hermanos se dirigieron al profeta José Smith preguntando qué quería el Señor que ellos hiciesen. La respuesta que recibieron fue: ‘establecer la causa de Sión’. Esa es nuestra obra, establecer a Sión, edificar el reino de Dios, predicar el evangelio a toda criatura en este mundo, a fin de que un alma pueda quedar de lado en tanto que exista la posibilidad de que le preguntemos la verdad.” (En Conference Report, abril de 1951, págs. 152–153.)
En la Explicación B, en el Apéndice, trata más detalladamente el tema del establecimiento de la causa de Sión.
Doctrina y Convenios 6:7, 11. ¿Debemos tratar de conocer los misterios de Dios?
“Un misterio es una verdad que no puede llegar a conocerse a no ser mediante revelación divina; es un secreto sagrado.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 141; véase también D. y C. 42:61, 65; 76:5–10; 89:18–19; 1 Nefi 10:19; Alma 12:9–11.)
El presidente Joseph Fielding Smith definió a los misterios en una forma similar:
“El Señor ha prometido revelar sus misterios a los que sirven con fidelidad. … No hay misterios relativos al evangelio, a menos que nosotros, en nuestra debilidad, no lleguemos a comprender la verdad. … Los principios ‘sencillos’ del evangelio, tales como el bautismo y la Expiación, … son misterios para los que no tienen la guía del Espíritu del Señor.” (Church History and Modern Revelation, 1:43.)
Una expresión corriente que se oye en la Iglesia es que debemos apartarnos de los “misterios”; sin embargo, esos versículos hablan de ellos en un sentido muy positivo, prometiendo a los justos que los busquen que podrían conocerlos. El élder Bruce R. McConkie explicó la aparente contradicción diciendo:
“Existe también un uso restringido y limitado del vocablo misterio. Es más un familiar que propio de las Escrituras, y tiene relación con el tipo de enseñanzas que entran en el campo de la especulación, aquellas puntos que el Señor no ha revelado claramente en esta época. Es a esas cosas a las que se hace referencia cuando se aconseja a los élderes dejar de lado los misterios.
“‘Oh, élderes de Israel, escuchad mi voz. Cuando sois enviados al mundo a predicar, declarad las cosas que habéis salido a anunciar; predicad y proclamad en alta voz: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se acerca; arrepentíos y creed el evangelio”. Declarad los primeros principios y dejad a un lado los misterios, para que no seáis vencidos. Nunca os metáis con las visiones de animales y temas que no entendéis.” (Mormon Doctrine, pág. 524, véase también Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 355.)
Doctrina y Convenios 6:10. ¿Qué don le dio el Señor a Oliverio Cowdery?
(Véase “Notas y comentario” sobre Doctrina y Convenios 8:6–9.)
Doctrina y Convenios 6:10–13. “Si buscas”
El élder Bruce R. McConkie habló de la promesa del Señor a sus santos en cuanto a la revelación, señalando lo siguiente:
“Todo miembro de la Iglesia tiene el privilegio y el deber de recibir revelación y gozar de los dones del Espíritu. Cuando se nos confirma miembros de la Iglesia, recibimos el don del Espíritu Santo, el cual es la revelación y proviene de Dios. …
“La religión de Dios es una religión de revelación y trata de todo lo que tiene que ver con el Espíritu; y a menos que una persona haya recibido revelación, el mismo instrumento no ha recibido religión ni se encuentra en el sendero que conduce a la salvación en el reino de nuestro Padre.” (Liahona, marzo de 1972, pág. 17.)
Doctrina y Convenios 6:13. “No hay don más grande que el de la salvación”
“Salvación”, en su sentido pleno y verdadero, es sinónimo de exaltación o vida eterna, y consiste en obtener una herencia en el más alto de los tres cielos [grados] dentro del reino celestial. Esa es la salvación de la que hablan las Escrituras, con muy pocas excepciones; la salvación que buscan los santos; es de ésta la que el Señor dice que ‘no hay don más grande que el de la salvación’ (vers. 13). Esta salvación total se obtiene mediante la continuidad de la unidad familiar en la eternidad, y quienes la alcancen son dioses. (D. y C. 131:1–4, 132.)” (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 670; cursiva agregada.)
Doctrina y Convenios 6:16. “Hasta qué punto son secretos nuestros pensamientos”
“Los pensamientos del hombre son secretos, y ni otros hombres ni los demonios pueden llegar a conocerlos.” (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 777; véase también 1 Reyes 8:39.)
Doctrina y Convenios 6:22–24. “Te he declarado cosas que ningún hombre conoce”
“Luego de haber recibido esta revelación [se refiere a la sección 6], Oliverio Cowdery me dijo que, cuando ya estaba instalado en la casa de mi padre, donde se alojaba, y después que la familia le había dicho que yo tenía en mi poder las planchas, una noche, al retirarse a su dormitorio, acudió al Señor para saber si lo que le habían dicho era verdad, y el Señor le manifestó que era verdadero; pero que él había mantenido el asunto en absoluto secreto y no lo había mencionado a nadie; de manera que, después de recibir esa revelación, supo que la obra era verdadera, porque el Señor y él venían sabía del contenido de la revelación, sino Dios y él mismo.” (History of the Church, 1:35.)
Doctrina y Convenios 6:23. “¿No hablé paz a tu mente?”
La revelación puede recibirse en muchas maneras y puede ser directa o indirecta. En algunos casos, Dios mismo puede aparecer a una persona; en otros, puede enviar a un ángel, mediante visión o hablar mediante los susurros de la voz quedada y apacible del Espíritu. En el caso particular de Oliverio Cowdery, el Señor le dio una revelación de la forma descrita, que se recibe telepáticamente: una sensación de paz. Cuando una persona es guiada en tal manera, se le da una confirmación espiritual del Espíritu Santo que transmite el Consolador puede apaciguar inmediatamente el torbellino que reina en el alma. Ese sentimiento es una experiencia muy real y clara, y es una forma de revelación al igual que lo es una visión, aunque es más sutil y se recibe de una manera más indirecta.
Doctrina y Convenios 6:25–28. Otros anales
Véase Doctrina y Convenios 8:1, 11.
Doctrina y Convenios 6:29–31. “No os pueden hacer más de lo que me hicieron a mí”
Los malvados de los días del Salvador tuvieron poder para hacerlo crucificar, pero no para detener la obra del Señor, ni pudieron destruir su alma para impedirle alcanzar la exaltación en la vida venidera. El Señor les dijo a José Smith y Oliverio Cowdery que lo peor que podía sucederles por causa de su obra y sus testimonios era la muerte, pero que su muerte no detendría la obra del Señor ni los malvados tendrían poder para destruir su alma. A pesar de esas palabras, Oliverio Cowdery perdió la fe y abandonó la Iglesia por algún tiempo, pero José Smith permaneció fiel y finalmente fue perseguido hasta que le quitaron la vida.
El presidente Joseph Fielding Smith escribió lo siguiente en cuanto a Oliverio Cowdery y al martirio de Hyrum Smith:
“Si Oliverio Cowdery hubiera permanecido fiel, si hubiera sido leal a su testimonio y a su llamamiento de ‘Segundo Élder’ y Presidente Auxiliar de la Iglesia, estaría en seguro como el que me encierra aquí, de que Oliverio Cowdery habría ido a Carthage con el profeta José Smith para dar su vida en lugar de Hyrum Smith. Habría recibido el llamado del Señor en su propio extravío que ese hecho de martirio y se le concedió un privilegio, pero rehusó seguirlo y finalmente lo perdió. No obstante, después de algunos años de separación, regresó a la Iglesia y los testigos —y ésta es una ley divina— aún se le ha de ser.” (Doctrina de Salvación, 1:211; versión revisada.)
Sección 7
Juan el Revelador
Antecedentes históricos
Lo que sucedió al apóstol Juan, a veces llamado el Amado o el Revelador, es un misterio para el mundo cristiano. La confusión se produce a causa de la declaración que aparece en Juan 21:20–23.
Refiriéndose a éstas y hablándole a Pedro, el Salvador dijo: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.” Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?
A causa de esas palabras surgen preguntas: ¿Murió Juan? Si no murió, ¿en qué condición se encuentra? Y si murió, ¿por qué dijo Jesús aquellas palabras? Las diversas sectas cristianas han discutido ese punto durante siglos, y mientras que algunos eruditos dicen que ciertamente murió y fue enterrado en Efeso, otros creen que sigue vivo en la tierra. Una creencia pronta sostiene que, aunque fue sepultado en Efeso, no está realmente muerto sino simplemente dormido en la tumba hasta la segunda venida del Salvador. (Véase Sperry, Compendium, págs. 66–67.)
José Smith y Oliverio Cowdery finalmente resolvieron el asunto mediante una pregunta al Señor. El Profeta escribió lo siguiente:
“Durante el mes de abril [se refiere al año 1829, en Harmony, Pensilvania] continué traduciendo y Oliverio Cowdery escribiendo, con pequeñas interrupciones, y en esa época recibimos varias revelaciones. Surgió entonces entre nosotros cierta diferencia de opinión basada en el relato de Juan el Apóstol que se encuentra en el Nuevo Testamento, en cuanto a si murió o siguió viviendo. Por mutuo acuerdo, decidimos saber la verdad mediante el Urim y Tumim.” (History of the Church, 1:35–36.)
El resultado de esa consulta se explica en el encabezamiento de la sección 7. No se sabe si José vio el pergamino al que se hace referencia y se le dio poder para traducirlo, o si el contenido le fue revelado sin que viera el escrito original. Eso no tiene importancia dado que, de todas maneras, lo obtuvo mediante la revelación.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 7:1–3
Véase 3 Nefi 28:1–7 en donde aparece un relato similar de las circunstancias en que los discípulos nefitas recibieron el mismo don porque tuvieron el mismo deseo que Juan.
Doctrina y Convenios 7:2. ¿Qué significa tener “poder sobre la muerte”?
Este pasaje no se refiere al hecho de que una persona no va a morir, porque todos debemos morir (véase 1 Corintios 15:22). Aun Cristo murió, aunque tenía poder sobre la muerte (véase Juan 10:17–18). Al que recibe dicho poder, se le deja en suspenso la muerte de acuerdo con la voluntad de Dios (véase Mateo 16:28; Marcos 9:1; Lucas 9:27; 3 Nefi 28:7–8). Tales personas reciben el nombre de seres trasladados (véase 3 Nefi 28:1–8, 40; también McConkie, Mormon Doctrine, págs. 804–808).
El profeta José Smith dijo que “los cuerpos trasladados no pueden entrar en su descanso en tanto que no sufran un cambio equivalente a la muerte. Los seres trasladados tienen por encargo misiones futuras.” (History of the Church, 4:425.)
Doctrina y Convenios 7:3–6. ¿En qué forma profetizó Juan ante las naciones y ministró entre los herederos de salvación?
Cinco de los libros de la Biblia fueron escritos por Juan: el Evangelio que lleva su nombre, tres epístolas y el libro de Apocalipsis. La Biblia es el libro de mayor difusión en el mundo, y hasta 1979 había algunos pasajes de ella que se habían traducido a 1.631 idiomas. Se ha calculado que entre 1815 y 1975 se han impreso 2.500 millones de ejemplares de la Biblia (véase McWhirter, Guinness Book of World Records, pág. 214). Ciertamente la profecía escrita de Juan ha ido entre las naciones.
El apóstol Juan ejerció su ministerio en favor del profeta José Smith y de Oliverio Cowdery cuando, en 1829, apareció con Pedro y Santiago para la restauración del Sacerdocio de Melquisedec (véase D. y C. 27:12).
En una conferencia de la Iglesia que tuvo lugar el 3 de junio de 1831, el Profeta en conexión con el ministerio de Juan:
“Juan el revelador estaba entonces entre las Diez Tribus de Israel que Salmanasar, rey de Asiria, llevó cautivas, con el fin de prepararlas para el retorno después de su larga dispersión.” (History of the Church, 1:176.)
El élder Heber C. Kimball registró la visita de Juan el Revelador al Templo de Kirtland, en la forma siguiente:
“Una vez que el profeta José terminó las ordenanzas de la investidura para la Primera Presidencia, los Doce Apóstoles y los Obispos Presidentes, la Primera Presidencia procedió a imponer las manos sobre cada uno de esos hermanos para sellar y confirmar la unción, y al final de cada bendición, todos los quórumes respondían con un fuerte grito de ‘Hosanna!’, ¡Hosanna!, etc.
“En tanto que se llevaba todo eso, el profeta José, Oliverio Cowdery y otros vieron en medio de nosotros a Juan, el discípulo amado.” (Whitney, Life of Heber C. Kimball, págs. 91–92.)
Doctrina y Convenios 7:7. ¿Qué llaves tienen Pedro, Santiago y Juan?
“Las llaves del ministerio que le fueron dadas (D. y C. 7:7) que les otorgaron a Pedro, Santiago y a él mismo, constituían la autoridad de Presidencia de la Iglesia en su dispensación.” (Véase DHC, 3:387; Mateo 17:1–9; D. y C. 81:1–2.) Esas llaves se entregaron a los tres Apóstoles en la Transfiguración, y ellos, a su vez, las entregaron a José Smith y Oliverio Cowdery en esta dispensación. (D. y C. 27:12–13; 128:20.) (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:49.)
Sección 8
El espíritu de revelación
Antecedentes históricos
José Smith y Oliverio Cowdery habían recibido de Dios el don de traducir antiguas escrituras (véase D. y C. 6:25–28). Desde el inicio de su obra juntos, José Smith había traducido y Oliverio Cowdery había sido el escribiente. Pero Cowdery deseaba tener un papel más activo en la traducción, de manera que el Profeta preguntó al Señor, mediante el Urim y Tumim, y recibió una revelación. (Véase Smith, Church History and Modern Revelation, 1:50.)
El Profeta escribió lo siguiente:
“En el mes de abril, mientras trabajábamos en la traducción, Oliverio se mostró sumamente ansioso por recibir el poder de traducir, y con relación a ese deseo obtuvimos las siguientes revelaciones”, y menciona las secciones 8 y 9 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:36.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 8:1. Pidamos con fe, y recibiremos
El Señor da con generosidad a los que están preparados espiritualmente siempre que le pidan con fe, sin ninguna duda (véase Santiago 1:5–6). Esta promesa, que Él reiteró a Oliverio Cowdery, está al alcance de todos los santos (compárese con 3 Nefi 18:19–20). En realidad, fue esta promesa la que abrió los cielos en la dispensación actual (véase José Smith—Historia, 1:11–18).
Doctrina y Convenios 8:1, 11. ¿Cuál fue el don que recibió Oliverio Cowdery con relación a los anales antiguos?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó lo siguiente:
“El Señor parece estar totalmente dispuesto a que Oliverio participara así como José en la obra de traducir las planchas, e indicó detalladamente las cualidades que es necesario poseer para la recepción de conocimiento mediante revelación y también el procedimiento para traducir anales antiguos. Se le explicó a Cowdery que no se podía recibir ese poder sino mediante el ejercicio de la fe con un corazón sincero, y por medio de esa fe, se le daría el conocimiento de los anales antiguos y sus grabados.
“El Señor le dijo que debía continuar como escribiente hasta que la traducción del Libro de Mormón quedara completa, y que después los anales antiguos que saldrían a luz, y él podría tener el privilegio de traducirlos en una día futuro si su permanencia fiel. Por el Libro de Mormón sabemos que existen muchos anales y que en algún momento, cuando mediante la fe se estén preparados para recibirlos, se traducirán y publicarán para el conocimiento y la salvación de los fieles.” (2 Nefi 27:7–8; 3 Nefi 26:6–11; Éter 3:22–28 y 4:5–7.) (Church History and Modern Revelation, 1:50, 52.)
Doctrina y Convenios 8:1–3. ¿Qué es “el espíritu de revelación”?
El élder George Q. Cannon enseñó respecto de ese espíritu:
“Es el mismo espíritu de revelación que Moisés poseía. . . descansa sobre el que tiene la presidencia por ser el apóstol más antiguo en el seno del pueblo de Dios. Los Apóstoles de esta Iglesia tienen toda la autoridad, todas las llaves. . . tienen todo el espíritu de revelación que se debe poseer para guiar a este pueblo a la presencia del Cordero en el reino celestial de nuestro Dios. . .
“Es verdad que aquel mismo espíritu de revelación que descansó sobre Moisés y lo capacitó para guiar a los hijos de Israel a través del Mar Rojo, descansa sobre los siervos de Dios en medio de este pueblo; y vosotros podréis quedar convencidos de que es así, si prestáis atención a sus consejos y os dejáis guiar por ellos.” (En Journal of Discourses, 21:207–211.)
En la Explicación C del Apéndice hay un análisis más completo en cuanto a la revelación personal y a cómo se recibe.
Doctrina y Convenios 8:4. La advertencia que recibió Oliverio Cowdery y que se aplica a todos nosotros
Oliverio Cowdery recibió el don de entender la voz del Espíritu. Si prestaba atención a la inspiración del Espíritu Santo, podía protegerse de aquellos que intentaran causarle la muerte y también de los que quisieran tentarlo para destruir su alma (D. y C. 8:4).
Concerniente a la destrucción del alma, el presidente Joseph Fielding Smith escribió:
“… el alma no puede ser destruida.
“Toda alma nacida en este mundo pasará por la resurrección, y recibirá la inmortalidad, y permanecerá para siempre. La destrucción en ese caso no significa aniquilación. Cuando el Señor dice que será destruida, quiere decir que será desterrada de su presencia, que será apartada de la luz y de la verdad, y que no tendrá el privilegio de obtener la exaltación; y ésa es la destrucción a que se refiere.” (Doctrina de Salvación, 2:215; versión revisada. Véase también Alma 12:16; Helamán 14:18.)
2 Nefi 28:23, Moisés 7:41–39; y D. y C. 9:1, 5–10,11, se explican cuál es la actitud del Señor hacia los que descuidan los dones que Él les da.
Doctrina y Convenios 8:6–9. ¿Cuál era el don de Aarón?
“Hubo otro don que se otorgó a Oliverio Cowdery, fue el don de Aarón. Cómo se compara con la vara en la mano iba delante de Moisés en función de portavoz, esa también tenía que ir con Cowdery delante de José Smith. Cualquiera cosa que él pidiera al Señor mediante ese don le sería otorgada si la pedía con fe y sabiduría. Además, fue designado para ser el honor de tener las llaves de esa dispensación con José Smith, y al igual que Aarón, llegó a ser el portavoz del Hijo de Dios en el principio de esta dispensación.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:52.)
“Oliverio Cowdery también tuvo el ‘don de Aarón’. Éste era el hermano menor de Moisés. Habiendo sido inspirado por el Espíritu del Señor, fue al desierto para encontrarse con su hermano, y lo acompañó a Egipto. Allí, lo presentó a los jefes de Israel en la tierra de Gosén; fue su portavoz ante el Faraón, y lo ayudó a abrir la dispensación que Moisés tenía que comenzar (Éxodo 4:27–31). Era el don de Aarón. En algunos sentidos, Oliverio Cowdery fue el Aarón de esta nueva y última dispensación.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 44.)
Doctrina y Convenios 8:10–11. ¿Qué poder tiene la fe?
El presidente J. Reuben Clark, hijo, declaró:
“Al pensar en la fe, este principio de poder, me veo obligado a creer que es una fuerza inteligente. De qué tipo, no sé. Pero es superior y gobierna a todas las demás fuerzas que conocemos. . .
“Vosotros, hermanos, y todos nosotros, hemos recibido ese gran poder, el poder de la fe. ¿Qué hacemos con él? ¿Podemos nosotros también repetir los hechos portentosos del Salvador? Sí. Ha habido miembros de la Iglesia que han tenido la fe y la rectitud que se necesitaban para hacerlo. Pensad en lo que tenéis a vuestro alcance sólo con vivir de tal manera que podáis invocar ese poder que tenéis dentro de vosotros.” (En Conference Report, abril de 1960, pág. 21.)
Sección 9
“Haré que tu pecho arda. . .”
Antecedentes históricos
En sus principios, la Iglesia requería la presencia de líderes decididos que hubieran sido capacitados en las sendas del Señor. Uno de ellos fue Oliverio Cowdery, un joven capaz y ansioso por efectuar la obra de Dios.
Pero Cowdery no estaba satisfecho con solamente ayudar en la obra de traducir sirviendo como escribiente de José, sino que quería traducir tal como lo hacía el Profeta. Sin embargo, el deseo del Señor era que continuara sirviendo como escribiente y que luego buscara mayores dones (véase los vers. 2–3). A pesar de ello, Cowdery se impacientó y recibió el permiso de traducir por su cuenta. La sección 9 de Doctrina y Convenios da una explicación del fracaso que tuvo en su intento de traducir como había deseado.
El presidente Joseph Fielding Smith escribió:
“Parece probable que Oliverio Cowdery deseara traducir por mera curiosidad y que el Señor lo pusiera en su lugar demostrándole que el trabajo no era tan fácil como él pensaba que sería. En la revelación de la sección 9, se le explica que su fracaso se debía a que no había continuado donde comenzó, y al resultarle difícil la tarea, había perdido la fe. La lección que aprendió era muy necesaria, pues le enseñó a confiar en el Señor y no actuar con su propia sabiduría. Debe de haber existido en él un deseo de ser igual al Profeta y algo de impaciencia por tener que ganarse el don de escribiente, pero al no poder dominar el don de traducir, volvió a aceptar la voluntad del Señor.” (Church History and Modern Revelation, 1:50–51.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 9:1. ¿En qué fracasó Oliverio Cowdery?
El Señor declara que el fracaso de Cowdery en la traducción se debió a que no estudió de acuerdo con lo que el mismo le había pedido al Señor. También tuvo que aprender que sólo mediante el don y poder de Dios es posible traducir como lo hacía José Smith. Evidentemente, había recibido suficiente instrucción, pero siguió su propio criterio, utilizando su propio conocimiento. Por lo tanto, se le impidió seguir traduciendo (véase el vers. 5).
Doctrina y Convenios 9:2. ¿Saldrán a luz otros anales?
El Libro de Mormón enseña que todavía tienen que aparecer muchos anales de los tratos de Dios con sus hijos (véase 2 Nefi 27:7–8; 3 Nefi 26:6, 11; Éter 3:22–28; 4:5–7). Varios apóstoles de recibir esta revelación, llegaron a manos de José Smith las planchas de los que se tradujo el libro de Abraham. Es posible que ese fuera uno de aquellos anales mencionados por el Señor. También se debe tener presente que una porción de las planchas dio oro estaba sellada, y que esas planchas saldrán a luz en algún momento futuro y tal vez estuvieran también entre los anales a los que el Señor se refiere en esta declaración.
El presidente Joseph Fielding Smith explicó en qué forma contribuyeron Oliverio Cowdery y la feligresía de la Iglesia en general a que no tengamos esos anales hoy día:
“Es posible que algunos de esos registros hubieran podido ser traducidos si la gente hubiera recibido el Libro de Mormón con absoluta sinceridad en su propósito y hubiera sido fiel a sus enseñanzas. Ésta fue la promesa que el Señor hizo por medio de Mormón. Dijo que pondría a prueba la fe del pueblo y que si éste se mostraba deseoso de aceptar las cosas menores (esto es, el Libro de Mormón), entonces Él le daría a conocer las mayores. Es evidente que hemos fracasado, que no hemos aceptado las revelaciones contenidas en el Libro de Mormón ni en Doctrina y Convenios en aquella y de deseo de conocer la voluntad del Señor que nos dé el derecho de recibir la revelación mayor. En parte, Oliverio Cowdery contribuyó a este futuro al separándose de la Iglesia durante cierto número de años cuando ella necesitaba de sus servicios. Por lo tanto, perdió el privilegio de traducir por causa de su desobediencia, y la gente ha perdido el privilegio de recibir las ‘cosas mayores’ mencionadas por el Señor a Mormón (3 Nefi 26:8–11), hasta el día en que tengan la disposición de ser obedientes en todo y de servirle con la fe que demostraron el hermano de Jared. No obstante, se debe tener presente que tal fe ha sido poco en la tierra; por lo tanto, el Señor dijo que en los últimos días la incredulidad y la iniquidad eran tan grandes que el efecto de toda la obra fue el mismo que si hubieran sellado los escritos. Por lo tanto, el Señor selló los registros hasta su fin.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:52–53.)
Doctrina y Convenios 9:5–6. ¿Por qué le quitó el Señor a Oliverio Cowdery el derecho de traducir?
Sin duda, en 1829 el Señor sabía que Cowdery finalmente se separaría de la Iglesia. Hay quienes han pensado que fue por eso que dijo “ya según mi sabiduría él habrá obrado contigo de esta manera” (vers. 6). Sin embargo, el Señor no castiga al hombre por pecados que todavía no ha cometido, aunque sepa que los cometerá en algún momento futuro. Cowdery había demostrado poca fe por ser su escribiente, sería mejor para él esperar un tiempo antes de traducir. Además, José necesitaba alguien que se escribiera, y la impaciencia de su compañero por ser solamente un escribiente se había aplacado cuando aprendió que traducir no era una tarea tan sencilla como le había parecido al principio. Por lo tanto, al hacerlo espera en parte la sabiduría del Señor.
Doctrina y Convenios 9:7–8. ¿Cuál fue el error que cometió Oliverio al intentar traducir?
Daniel H. Ludlow, en su obra sobre Doctrina y Convenios, destaca el verdadero problema que enfrentó Cowdery en su intento de traducir:
“Al igual que el esfuerzo mental y físico, se requiere también un esfuerzo espiritual a fin de traducir los anales sagrados del Libro de Mormón. Oliverio Cowdery pensó que todo lo que tenía que hacer para llevar la traducción era pedir al Señor, pero en esta revelación se le dice que también debía ‘estudiarlo en tu mente’ así como preguntar al Señor si estaba bien o no. Además, el Señor le dio una clave para que supiera si la traducción era correcta: sentiría arder su pecho.» (Companion, 1:94.)
Doctrina y Convenios 9:8–9. ¿Qué quiere decir “haré que tu pecho arda dentro de ti”?
El élder S. Dilworth Young, señalando que la promesa de confirmación es para todos los santos, dijo lo siguiente:
“Si voy a recibir revelación del Señor, debo estar en armonía con Él obedeciendo sus mandamientos. Luego, según sea necesario de acuerdo con su sabiduría, su palabra me vendrá a la mente a través de mis pensamientos, acompañada de una sensación especial en el pecho. Es una sensación que no se puede describir, pero lo más aproximado a una explicación es que es como un fuego, o ‘ardor’. Junto con esto, siempre se experimenta un sentimiento de paz, otro testimonio de que lo que se ha oído es correcto. Una vez que la persona llegue a reconocer ese ardor en el pecho, ese sentimiento, esa paz, no hay razón para que se desvíe, ni en sus acciones diarias ni en la guía que pueda recibir.” (“The Still Small Voice,” Ensign, mayo de 1976, pág. 23.)
Evidentemente, Oliverio Cowdery no había recibido la confirmación interior mencionada. Por lo tanto, no pudo traducir.
Doctrina y Convenios 9:9. “No puedes escribir lo que es sagrado a no ser que lo recibas de mí”
El élder John A. Widtsoe escribió que el Profeta recibía revelación de diversas maneras a medida que maduraba en su llamamiento. Al principio, la comunicación de los cielos se manifestaba directamente en forma de visitaciones de Dios, del Hijo y de varios ángeles; luego, utilizó el Urim y Tumim, y, finalmente, “aprendió a ponerse en tal armonía con las fuerzas divinas que su mente llegó a ser como un Urim y Tumim en sí; y Dios le revelaba su voluntad directamente, sin la intervención de ayudas externas.”
(Joseph Smith, pág. 267.)
Doctrina y Convenios 9:8–9. ¿Se aplican estos versículos a todos los miembros de la Iglesia?
Aunque fue a Oliverio Cowdery a quien se dio el principio de estudiar algo detalladamente y luego buscar confirmación a través del ardor en el pecho o el estupor mental para utilizar en la traducción del Libro de Mormón, este procedimiento de recibir revelación puede resultar de valor para todos los santos. El presidente Joseph Fielding Smith lo explicó así:
“A cualquier miembro de la Iglesia que busque conocimiento con un espíritu de fe se le da un privilegio similar. El Señor hará que invada a la persona esa sensación de seguridad y de verdad y le produzca un ardor en el pecho, y también sentirá una profunda convicción de que el asunto es correcto. Los misioneros han aprendido a identificar la manifestación de ese don al trabajar en la obra misional, al escudriñar las Escrituras, al hablar ante una congregación o en las calles y en reuniones públicas. Al escuchar a un orador inspirado que ha presentado una nueva idea ante vosotros, ¿no habéis sentido ese ardor interior y una satisfacción en el corazón que os confirman que el concepto es verdadero? Por otra parte, cuando se os ha presentado una idea que está en oposición con la palabra revelada del Señor, ¿no habéis sentido el estupor, el pesar o el desasosiego, y mediante esa manifestación del Espíritu habéis tenido la seguridad de que lo que habéis oído no es verdad? El tener ese espíritu de discernimiento o revelación —pues es el espíritu de revelación— es un gran don, y todos podemos recibirlo.” (Church History and Modern Revelation, 1:51.)
Doctrina y Convenios 9:10–11. “Mas tuviste miedo”
Aquí se nos da otra razón por la que Oliverio Cowdery fracasó en sus esfuerzos por traducir: tuvo miedo (véase el vers. 11). El temor es el resultado de la falta de fe y de la ausencia de deseos de perseverar. Si hubiera continuado tal como comenzó, habría tenido el don de traducir (véase el vers. 5); pero sintió temor y, en consecuencia, perdió el don que se le había otorgado.
Doctrina y Convenios 9:12. ¿En qué forma compensó el Señor el fracaso de Cowdery en la traducción?
“Tal como se indica en la revelación, el Señor le había dado a Oliverio Cowdery el derecho de traducir parte de los anales. Cuando éste fracasó en su intento, Él dio a su ‘siervo’ José fuerza suficiente mediante la cual esto se compensó. Por ese motivo, la responsabilidad total de la traducción recayó en el Profeta.” (Ludlow, Companion, 1:96.)
Sección 10
La sabiduría de Dios “es más potente que la astucia del diablo”
Antecedentes históricos
“Tan pronto como se perdieron las 116 páginas manuscritas por causa del descuido de Martin Harris, se le quitó al Profeta el Urim y Tumim. Después de un corto lapso se le devolvió el instrumento sagrado, y entonces se recibió la revelación de la sección 3, en la que se reprende especialmente a Martin Harris. Luego, se le retiraron de nuevo por algunos días tanto las planchas como el Urim y Tumim. Era necesario que el joven Profeta aprendiera la lección de que dependía enteramente del Señor. Cuando se los devolvieron, recibió la revelación de la sección 10, la cual contiene instrucciones para él con relación a la parte del manuscrito que se había perdido.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 49.)
Concerniente a las circunstancias que rodearon la recepción de esta revelación, el mismo José Smith escribió:
“Después que obtuve la revelación anterior [se refiere a la sección 3], se retiraron de mí nuevamente tanto las planchas como el Urim y Tumim; pero a los pocos días me fueron devueltos cuando inquirí del Señor, y Él me dijo lo siguiente. . .” y da la sección 10 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:23.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 10:2. “Se ofuscó tu mente”
Lucy Mack Smith nos dio una vívida descripción de lo trastornado que se quedó el Profeta como resultado del ofuscamiento mental que sufrió al enterarse de que las 116 páginas se habían perdido:
“Le rogué que no se lamentase así, pues posiblemente el Señor lo perdonaría después de un periodo de arrepentimiento y humildad. Pero, ¿qué podía yo hacer para consolarlo, cuando veía a toda la familia en la misma condición mental en la que él estaba, y oía los sollozos, los lamentos y las expresiones más amargas de pesar que llenaban la casa? Sin embargo, José estaba más turbado que todos los demás, pues entendía mejor que todos las consecuencias de la desobediencia. Y continuó caminando, llorando y lamentándose hasta la puesta del sol, cuando logramos persuadirle a que tomara algo de alimento. . .
“A la mañana siguiente salió para su casa. Nos separamos llenos de pesar, pues en ese momento parecía que todo lo que tan anhelosamente habíamos esperado y que había sido de escueto fuente de tanto gozo en un instante había desaparecido, y para siempre.”
(History of Joseph Smith, pág. 129; véase también Antecedentes históricos de la sección 3.)
Doctrina y Convenios 10:4. ¿Por qué le advirtió el Señor a José que no corriera más rápidamente de lo que le era posible?
Una vez que tuvo el Urim y Tumim y las planchas de nuevo, tal vez el Profeta pensara que debía recuperar el tiempo perdido. Sin embargo, el Señor le aconsejó: “No corras más aprisa, ni trabajes más de lo que tus fuerzas. . . te permitan” (vers. 4).
El mismo consejo salió de labios de rey Benjamín y se encuentra en el Libro de Mormón. Después de presentar un extenso discurso a sus hijos en el que les explicó los deberes hacia Dios y hacia sus semejantes, les aconsejó que todas estas cosas se hicieran “con prudencia y orden; porque no se exige que un hombre corra más de lo que sus fuerzas le permiten. Y además, conviene que sea diligente, para que así gane el premio; por tanto, todas las cosas deben hacerse en orden” (Mosíah 4:27).
En el consejo del Señor al profeta José Smith y en el del rey Benjamín a los nefitas, se hace hincapié en la diligencia y en la dirección correcta para encontrar la senda hacia la exaltación, más bien que en la rapidez para recorrerla (véase también D. y C. 84:43). A veces, el esfuerzo desmedido que carece de prudencia y paciencia lleva a errores.
Doctrina y Convenios 10:5. ¿Cómo se puede “orar siempre”?
A veces se considera que la oración consiste solamente en peticiones vocales dirigidas a Dios. Pero el presidente Joseph F. Smith dijo que la esencia se compone tanto de palabras como de sentimientos:
“No son las palabras que usamos lo que constituye particularmente la oración; ésta no se compone solamente de palabras. La oración verdadera, fiel y sincera es más bien la sensación que surge del corazón y del deseo interno de nuestras espíritus de suplicarle al Señor con fe y con amor, a fin de que podamos recibir sus bendiciones.” (Doctrina del Evangelio, pág. 213.)
Como en la oración cuentan los sentimientos que tengamos hacia Dios, el mandamiento de “orar siempre” se puede aplicar al sentimiento que se tenga hacia nuestro Padre Celestial. El apóstol Pablo escribió: “Orad sin cesar. Dad gracias en todo” (1 Tes. 5:17–18). ¿No se puede considerar una forma de oración constante el sentimiento de gratitud y amor a nuestro Padre Celestial así como el deseo permanente de vivir para agradarle? Amulek dio un consejo semejante al decir: “Dejad que rebosen vuestros corazones, entregándoos continuamente en oración a él por vuestro bienestar, así como por el bienestar de los que os rodean” (Alma 34:27; cursiva agregada).
El beneficio de ese mandamiento se obtiene por medio de las oraciones constantes junto con una actitud suplicante. La oración es la fuente del poder que necesitamos para vencer a Satanás y a sus siervos.
Doctrina y Convenios 10:6. ¿En qué forma intentaron los hombres mencionados destruir a José Smith?
Según el texto, parece que los hombres que se habían apoderado del manuscrito (véanse los vers. 8–27) y que se habían dejado dominar por el poder y la influencia de Satanás buscaban demostrar a sus semejantes que José Smith no era un profeta sino un embaucador y que el Libro de Mormón era falso. En ese programa, podrían dejar sin efecto la afirmación de José de que era profeta y destruir o anular la influencia que él pudiera tener entre la gente. Del mismo modo al demostrar que el Libro de Mormón era falso, también destruirían esa parte de la obra del Señor en los últimos días. De manera que, en el versículo 6, “destruir” significa negar o anular. El mismo significado tiene en los versículos 7, 12, 19, 23, 25, 43, 52 y 54. “Destruir” y “destrucción” en 42 significan acarrear la muerte espiritual y la iniquidad en forma del alma.
Como Martin Harris perdió el manuscrito de la primera parte del Libro de Mormón, durante algún tiempo se le permitió a José que le fuera revelado (véase D. y C. 3:12–14). Posteriormente, parece ser que Martin Harris oyó las palabras mismas, pero, debido a su falta de fe y arrepentimiento, no las comprendió como debía haberlo hecho (véase D. y C. 5:1–3). Más adelante, se le permitió ser uno de los tres testigos que vieron las planchas. Aunque él no intentaba voluntariamente destruir al Profeta y su obra, si hubiera continuado en la dirección en que se encontraba, habría resultado la causa de su destrucción.
Doctrina y Convenios 10:12, 23–29, 63. Satanás está sumamente bien organizado y tiene un plan sutil y astuto
La sección 10 proporciona una lista de algunos de los métodos que usa Satanás para atacar la verdad.
Versículo 20. Inicia a los malvados hacia la iniquidad contra los justos.
Versículo 24. Inspira los inicuos ira en contra la obra de Dios.
Versículos 25–36. Usa engaños, mentiras y calumnias. Muchas de las secciones de Doctrina y Convenios se dieron con el objeto de ayudar a los santos a detectar los engaños de Satanás (véanse Doctrina y Convenios 28, 43, 45, 46, 49, 50, 52). El tema de cómo evitar el engaño se trata detalladamente en la Explicación J, que se encuentra en el Apéndice.
Versículo 63. Comenta la influencia en cuenta a puntos de doctrina. Jesús reprendió a los nefitas por ese problema (véase 3 Nefi 11:28–29). El Señor advirtió a José Smith que Satanás utilizaría ese método entre los miembros de la Iglesia.
Doctrina y Convenios 10:23. “Le demandaré de las manos de ellos”
El Señor dice que tendrá por responsables a los que intenten destruir su obra. Aunque Satanás está detrás de esos intentos, las personas tienen el libre albedrío para reaccionar o aceptar los imperios del adversario y, por lo tanto, el Señor los hará responsables de sus acciones. (Véase también D. y C. 93:31–32.)
Doctrina y Convenios 10:25. Satanás es el padre de las mentiras y el engaño
El presidente Joseph F. Smith explicó cómo obra Lucifer:
“A través de todo medio posible intenta oscurecer la mente de las personas, y luego les ofrece falsedad y engaño disfrazados de verdad. Satanás es un hábil imitador, y a medida que la verdad del evangelio se extiende por el mundo cada vez más, él esparce su contrapeso de doctrina falsa. Cuídense de esas falsificaciones que no proporcionan al hombre sino desilusión, desgracia y muerte espiritual. A él se le ha llamado ‘el padre de las mentiras’, y hasta el punto se ha identificado con ese título a través de años de práctica en su obra de mal, que si le fuera posible aún engañaría a los electos.”
(“Watchcraft,” Juvenile Instructor, sept. de 1902, pág. 562.)
El élder Spencer W. Kimball dijo al respecto lo siguiente:
“Satanás hará uso de su lógica para confundirlos y de sus raciocinios para destruir. Él empleará el significado de las cosas, añadiendo sus propias interpretaciones centímetro y en su afán de pervertir el aspecto real de tono de blanco más puro para avanzar poco a poco por las diversas tonalidades de grises hasta llegar al tono más intenso del negro.” (La Fe Precede al Milagro, pág. 155. Véase además los cursos de estudio de la Sociedad de Socorro de 1977–1978, pág. 193. Véase también Moroni 7:17.)
Doctrina y Convenios 10:33. ¿Qué propósito tenía Satanás al tratar de frustrar la obra de Dios?
El versículo 33 ilustra el carácter de Satanás y cómo siempre se ha opuesto a la obra de Dios y a su autoridad. El presidente Joseph Fielding Smith explicó lo siguiente:
“Satanás trató de destruir la obra de José Smith. ¿Por qué deseaba Satanás tan empeñosamente destruir el testimonio de José y la publicación del Libro de Mormón? Naturalmente, él se ha opuesto a la obra de Dios en todas las dispensaciones, pero en esta última las fuerzas restauradas por José Smith (incluso el Libro de Mormón, los poderes del sacerdocio y el establecimiento del evangelio) servirán adelante hasta que llegue el tiempo del milenio (véase Daniel 2:44); Sión será establecida y Babilonia (o sea, el mundo, los dominios de Satanás) será destruida definitivamente. Al mismo Satanás se le atará y no tendrá poder durante mil años (véase Apocalipsis 20:1–2; 1 Nefi 22:22–26). ¿Es de extrañarse entonces que intentara desde el principio destruir a José Smith y aniquilar la obra? La misión del Profeta será el triunfo final del reino de Dios sobre el de Satanás.”
Doctrina y Convenios 10:38–45. La presencia de Dios
Siglos antes de que el profeta José Smith naciera, Nefi testificó que Dios le había mandado preparar dos juegos de planchas (las planchas mayores y las planchas menores de Nefi) con un propósito que él no entendía (véase 1 Nefi 9:5–6). Mormón, que vivió casi mil años después de Nefi, incluyó las planchas menores de Nefi con su compilación, admitiendo que no entendía el porqué, pero que lo hacía porque el Señor se lo había mandado (véase Palabras de Mormón, 3–7).
La pérdida de las 116 páginas del manuscrito dejó bien en claro por qué el Señor le mandó a Nefi y a Mormón hacer lo que hicieron. José sólo tenía que mandar de dejar la parte que ya había traducido de las planchas mayores y comenzar de nuevo con el relato de Nefi.
El saber que Dios ve el fin desde el principio debe servirnos para tener confianza en Él tanto con respecto al presente como a seguir adelante hacia el futuro. Para entender mejor la presencia de Dios, véase Isaías 42:9 y 48:3; Jeremías 1:4–5; Hechos 2:23 y 17:26; Romanos 11:2; 1 Pedro 1:2; 1 Nefi 20:3; Alma 13:3, 7 y 40:10; Helamán 8:8; Moroni 7:22; D. y C. 1:17 y 38:2; Moisés 1:6; Abraham 2:8.
Doctrina y Convenios 10:55. ¿Realmente se salvarán en el reino de Dios todos los miembros de la Iglesia?
Todo estudioso de las Escrituras debería entender que el Señor usa ciertos términos en una forma especial. Él les da una definición y un significado diferentes de los que nosotros les damos. Obviamente, muchos miembros de la Iglesia no van a heredar el “reino de los cielos” a menos que se arrepientan. ¿Por qué, entonces, el Señor dice: “Quienes pertenecen a mi iglesia no necesitan temer”? La respuesta es clara. Posteriormente en esta sección Él impuso una descripción de los que en realidad constituyen su Iglesia. No son simplemente quienes reciben el bautismo quienes llegan a ser verdaderos miembros, sino más bien “quienes se arrepienten y vienen a mí, tales son mi iglesia” (vers. 67). De acuerdo con esa definición de Iglesia, ciertamente todos los miembros de su Iglesia heredarán el reino de los cielos, y a todos los que perseveraren hasta el fin “estableceré sobre mi roca, y las puertas del infierno no prevalecerán en contra de ellos” (vers. 69).
Doctrina y Convenios 10:57–70. Los propósitos del Libro de Mormón
En esos versículos el Señor bosquejó los importantes propósitos del Libro de Mormón como otro testimonio del Salvador.
Versículo 60. Demuestra que el Señor tiene otras “ovejas”, y que éstas pertenecen al pueblo de Israel (véase Juan 10:16; 3 Nefi 15:21–24).
Versículo 61. Da a conocer las obras maravillosas que efectuaron los pueblos antiguos de este continente en nombre de Él.
Versículo 62. Saca a luz doctrina verdadera.
Versículo 63. Ayuda a dar fin a la contención en cuanto a puntos de doctrina que caracterizan al mundo cristiano.
Versículo 65. Anuncia la congregación de Israel en la Iglesia verdadera en los últimos días.
Versículos 67–68. Ayuda a afirmar la doctrina de Cristo.
Sección 11
Lo primero es obtener la palabra del Señor
Antecedentes históricos
Después del bautismo de José Smith y de Oliverio Cowdery, el 15 de mayo de 1829, el Profeta escribió lo siguiente:
“Encontrándonos entonces iluminada nuestra mente, empezamos a comprender las Escrituras, y se nos reveló el verdadero significado e intención de sus pasajes más misteriosos sin dificultad. Hasta entonces no habíamos logrado, ni siquiera habíamos imaginado. Mientras tanto, por motivo del espíritu de persecución que ya se había manifestado en la región, nos veíamos obligados a guardar en secreto el hecho de haber recibido el sacerdocio y de habernos bautizado. . .
“Sin embargo, después de algunos días, al encontrarnos con nuestros conocidos y amigos —pensando que era nuestro deber—, comenzamos a examinar las Escrituras con ellos. En esa época mi hermano Samuel H. Smith fue a visitarnos. . .
“Pocos días después, mi hermano Hyrum Smith acudió a nosotros para inquirir concerniente a esos temas, y como en esa ocasión a causa de sus fervientes súplicas consulté al Señor mediante el Urim y Tumim, recibí para él lo siguiente. . .” y a continuación cita la sección 11 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:43–45.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 11:1–9
El comentario de estos versículos se encuentra en Notas y comentario de Doctrina y Convenios 4:1–4 y 6:1–9.
Doctrina y Convenios 11:9. ¿Qué significa “no prediques sino el arrepentimiento a esta generación”?
“Cuando el Señor llama a sus siervos a no predicar otra cosa sino el arrepentimiento, con ello no quiere decir que no puedan predicar el bautismo ni exhortar a la gente a obedecer los mandamientos, sino que desea que todo lo que digan y hagan sea con el espíritu de llevar a las personas al arrepentimiento. Todo misionero que no haga esto en su ministerio es descuidado en su deber.” (Smith, Church and Modern Revelation, 1:57; cursiva agregada.)
Doctrina y Convenios 11:10–11. ¿Cuál fue el don que se prometió a Hyrum Smith?
Así como a Oliverio Cowdery (véase D. y C. 8:6–9), también a Hyrum Smith le prometió un don el Señor. El presidente Joseph Fielding Smith explicó en qué consistía éste:
“El Señor declaró que Hyrum Smith tenía un don. El gran don que poseía era el de un corazón tierno, comprensivo y un espíritu misericordioso. Más adelante el Señor dijo: ‘Bendito es mi siervo Hyrum Smith, porque yo, el Señor, lo amo a causa de la integridad de su corazón, y porque él ama todo lo que es justo ante mí’, dice el Señor (D. y C. 124:15). Este gran don se manifestaba claramente en la forma constante en que protegía al Profeta con el fin de evitar que le hicieran algún daño.» (Church History and Modern Revelation, 1:57.)
El don prometido a Hyrum no era una promesa incondicional, sino que lo recibiría sólo si ejercía fe en Jesucristo (véase el vers. 10).
Doctrina y Convenios 11:12–14. ¿Qué significan las palabras “Mi espíritu… iluminará tu mente”?
El presidente Lorenzo Snow enseñó que el Espíritu es una poderosa influencia que puede tener el Espíritu sobre la vida de una persona:
“Hay una forma en la que las personas pueden tener su conciencia limpia delante de Dios y del hombre, y de preservar en sí mismas el Espíritu de Dios, el cual es el espíritu de revelación en cada hombre y mujer. Ese Espíritu les revelará lo que deben hacer, aun en los asuntos más sencillos, por medio de sugerencias. Deberíamos tratar de conocer la naturaleza de ese Espíritu a fin de entender sus sugerencias, y luego siempre ponderar actuar bien. Ese es el gran privilegio que tiene todo Santo de los Últimos Días. Sabemos que tenemos el derecho de gozar de las manifestaciones del Espíritu todos los días de nuestra vida. . . Desde el momento en que recibimos el evangelio, bajamos a las aguas bautismales y se nos imponen las manos posteriormente para que recibamos el don del Espíritu Santo, tenemos la compañía de un amigo, si es que no lo alejamos cometiendo el mal. Ese amigo es el Espíritu Santo, el mismo Espíritu que participa de las cosas de Dios y nos las muestra. Este es un medio magnífico que el Señor nos ha dado, a fin de que conozcamos la luz y no andemos a tientas en la oscuridad.”
(En Conference Report, abril de 1899, pág. 52.)
Doctrina y Convenios 11:15–16. ¿Cómo nos preparamos para servir al Señor?
Daniel Ludlow bosquejó las importantes enseñanzas dirigidas aquí a Hyrum Smith como requisitos, y que son de valor para todo el que se prepara para una misión:
- Que deseara servir al Señor (vers. 10 y 17).
- Que viviera dignamente para recibir al Espíritu del Señor que “iluminará tu mente y llenará tu alma de gozo” (vers. 13).
- Que obedeciera los mandamientos del Señor cooperando en la obra en toda forma en que se le solicitara (vers. 18–20).
- Que buscara obtener la palabra del Señor mediante (a) el estudio de la palabra de Dios que ya había salido a luz —la Biblia—, y (b) estudiando la palabra de Dios que se traducía en esos momentos: el Libro de Mormón (vers. 21–22).
- Que se basara en el evangelio, sin negar ni el espíritu de revelación ni el espíritu de profecía (vers. 24–25).
El Señor indica más adelante que esas sugerencias son para “todos los que tienen deseos buenos de servir” (vers. 27). (Companion, 1:108–109.)
Doctrina y Convenios 11:15–17. “No vayas a suponer que eres llamado a predicar sino hasta que te llame”
El concepto de poseer la debida autoridad de parte de Dios a fin de actuar por Él es vital para los Santos de los Últimos Días y ha existido desde la organización de la Iglesia. El presidente Joseph Fielding Smith explicó lo siguiente:
“Es muy común en el mundo que, sin haber sido llamados por el Señor, los hombres asuman autoridad y actúen en su nombre. Ninguna persona tiene autoridad de actuar en el nombre del Señor, ni de oficiar en ninguna ordenanza, a menos que haya sido llamada en la forma debida. Por esta razón se restauró el sacerdocio y se reveló el evangelio. Cuando se reciba esta revelación, la Iglesia ha sido bien organizada. Posiblemente, algunos de los que no sean miembros de la Iglesia pueden tener la voluntad del Señor preparada en una vez que el Señor les había hablado de alguna autoridad para salir a actuar en su nombre. Aquí, el deseo de Hyrum Smith que tiene que esperar (vers. 15), y que tiene que volcar su confianza en el Espíritu Santo; aún debe andar humildad y juzgar con rectitud. . .” (Church History and Modern Revelation, 1:57.)
Doctrina y Convenios 11:18–20. Un requisito para servir en el reino: “Guarda mis mandamientos”
A menudo el Señor repitió la exhortación de obedecer los mandamientos (véanse vers. 9, 18, 20).
En Moisés 1:39, Él declara: “Porque he aquí, esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (cursiva agregada). En cambio, a Hyrum le dice: “Ésta es tu obra: Guardar mis mandamientos con toda tu alma, mente y fuerza” (vers. 20; cursiva agregada).
El Señor mismo utilizó un lenguaje semejante para contestar a la pregunta de los fariseos en cuanto a cuál es el gran mandamiento en la ley (véase Mateo 22:36–37). Sólo guardando Sus mandamientos puede uno demostrar amor y efectuar su obra.
Doctrina y Convenios 11:24. “Mi roca. . . es mi evangelio”
En varias ocasiones el Señor empleó el vocablo roca para referirse al evangelio (véase Mateo 7:24–25; 3 Nefi 11:32–39; D. y C. 18:4–5, 17; 42:12–13).
La palabra roca también se refiere al principio del evangelio explicado por José Smith: “Jesús dijo de sus enseñanzas: ‘Sobre esa roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella’.” (Qué roca? La revelación, History of the Church, 5:258.)
Otro uso que se le da al vocablo roca se aplica directamente al Señor mismo (véase D. y C. 50:43-44; Deuteronomio 32:2-4).
Doctrina y Convenios 11:25. «No niegues el espíritu de revelación»
El presidente Joseph Fielding Smith explicó que ese consejo que el Señor dio a Hyrum Smith serviría como «buen consejo para todos nosotros hoy día.
Hay algunos miembros de la Iglesia que aparentemente se quejan porque el Señor no nos da revelaciones para incluir en Doctrina y Convenios, como en el principio, y preguntan por qué ha cesado la revelación en la Iglesia. Usualmente, sucede que esas personas que así critican no siguen fielmente los mandamientos que el Señor ya ha dado, y sus ojos están ciegos al hecho de que en la Iglesia se reciben constantemente la revelación y la guía del Señor. Nadie que tenga el espíritu de discernimiento puede dejar de ver que la mano del Señor ha guiado a este pueblo desde el principio y que esta guía se da hoy, como en otras épocas, para todos los que son humildes y tienen un espíritu contrito. (Véase Jacob 4:8)» (Church History and Modern Revelation, 1:57). Él presidente Hugh B. Brown también enseñó la gran importancia de la revelación en la Iglesia:
«Los asuntos de Dios solamente se pueden entender mediante el Espíritu de Dios, el cual es un espíritu revelador. Antes de partir de esta tierra, el Maestro prometió que enviaría otro Consolador, el cual dirigiría a los hombres hacia la verdad. [Véase Juan 15:26; 16:7.] La revelación divina siempre ha sido una característica de la Iglesia, y es absolutamente esencial para su existencia en un estado organizado sobre la tierra.» (En Conference Report, oct. de 1961, págs. 93-94.)
En la Explicación C se encontrará más información sobre el tema de la revelación personal.
Doctrina y Convenios 11:26-27. «Atesora en tu corazón»
Para analizar el significado de este mandato y las bendiciones que se recibirán al obedecerlo, véase Doctrina y Convenios 84:85.
Doctrina y Convenios 11:29-30. ¿Qué significa recibir al Señor y volvernos hijos de Dios?
Véase Doctrina y Convenios 76:51-60; 84:33-38; 132:22-24; Moisés 6:57-68; 1 Juan 3:1-10.
Sección 12
Revelación para Joseph Knight, padre
Antecedentes históricos
“Durante quince años ha sido fiel, leal y justo, noble, virtuoso y bondadoso, y nunca se desvió ni a la derecha ni a la izquierda. He aquí, es un hombre justo. . . . Y diría de él, por boca de los hijos de Sión en tanto que haya uno, que él fue un hombre fiel en Israel; por lo tanto, su nombre nunca quedará en el olvido.” (History of the Church, 5:124–125.)
Este tributo fue escrito por José Smith refiriéndose a su amigo de confianza, Joseph Knight, padre, el 22 de agosto de 1842.
Joseph Knight se había hecho amigo muy allegado y útil en las primeras días de la historia de la Iglesia. José Smith lo conoció en 1826, cuando Joseph le contrató para trabajar en la granja y el molino que poseía en Colesville, condado de Broome, estado de Nueva York. Desde entonces, Joseph Knight siempre le ofreció su apoyo espiritual y material, haciendo incluso provisiones que permitieran al Profeta y su escribiente trabajar en la traducción del Libro de Mormón en un momento muy decisivo de su preparación. José Smith escribió:
“Casi al mismo tiempo, fue a visitarnos un señor mayor, de cuyo nombre deseo hacer mención honorable: el Sr. Joseph Knight, padre, de Colesville, condado de Broome, estado de Nueva York. Habiendo oído en cuanto a la forma en la que estábamos ocupando nuestro tiempo, muy bondadosa y consideradamente nos llevó una cantidad de provisiones a fin de que no interrumpiéramos la obra de traducción por carencia de artículos necesarios para nuestro sostenimiento. Y deseo mencionar aquí que, recorriendo una distancia de no menos de cincuenta kilómetros, en varias ocasiones volvió a llevarnos provisiones, lo cual nos permitió continuar la obra que de otro modo hubiéramos tenido que posponer.
“Deseoso de conocer su deber en esta obra, consultó al Señor por él y obtuvo lo siguiente. . .”, y cita entonces la sección 12 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:47–48.)
El Profeta recibió la revelación en mayo de 1829, mientras vivía en Harmony, Pensilvania.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 12:1–6. La repetición en Doctrina y Convenios
La sección Notas y comentario de Doctrina y Convenios 6:1–9 explica la razón por la que ciertas secciones tienen versículos idénticos.
Doctrina y Convenios 12:8. “A menos que sea humilde”
Después de describir brevemente la vida del Salvador, el presidente Spencer W. Kimball dio la siguiente explicación con relación a la humildad:
“Si el Señor era manso y humilde, entonces, para llegar a ser humilde se tiene que hacer lo que Él hizo, esto es, denunciar soberanamente el mal, adelantar valerosamente las obras buenas, enfrentar con determinación todo problema, llegar a ser amor en sí mismo y de la situación que lo rodea, y no dar ninguna importancia al reconocimiento personal. . .
“La humildad y la mansedumbre son virtudes, no debilidades, e indican suavidad constante de temperamento y total ausencia de ira y pasión. En la humildad hay carencia de falsedad, ausencia de acciones espectaculares; no se confusa ni grandilocuente; no consiste en la sumisión servil; no es cobardía ni temerosa. Ninguna sombra la atomiza.
“¿Cómo se llega a ser humilde? A mi criterio, una persona debe ser constantemente consciente de su dependencia. ¿Dependencia de quién? Del Señor. ¿Y cómo se puede tener esto presente siempre? Mediante la oración constante, agradecida, reverente y constante.” (“Humility”, Brigham Young University Speeches of the Year [Provo, 16 de enero de 1963], págs. 2-3.)
Doctrina y Convenios 12:8. “Lleno de amor”
El amor es una fuerza motivadora. Cuando una persona está llena de amor por Dios y por sus semejantes, se siente motivada a servirlos. El profeta José Smith enseñó:
“El amor es una de las características principales de la Divinidad, y debe manifestarla aquel que aspira a ser hijo de Dios. El hombre que se siente lleno del amor de Dios no se conforma con bendecir solamente a su familia, sino que va por todo el mundo con el deseo de bendecir a toda la raza humana.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 208.)
Doctrina y Convenios 12:9. ¿Quién es la luz y la vida del mundo?
“Es nuestro Señor quien habla. Él se llama a sí mismo Luz y Vida del mundo. . . (Juan 1:4, 9; 3:19; 6:35; 12:35; 14:6.) Frecuentemente, el Salvador cita esos nombres en estas revelaciones. En otras palabras, nos encontramos a menudo con expresiones que son familiares a los lectores de los escritos de Juan. Dicho Apóstol desempeñó un papel preponderante en el inicio de esta dispensación. En la isla de Patmos vio la aparición, en nuestra época, del ángel que tenía un libro abierto, y oyó que le decían estas palabras: ‘Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes’ (Apoc. 10:11). En cumplimiento de esta predicción, él y dos Apóstoles más confirieron el Sacerdocio de Melquisedec a José Smith y Oliverio Cowdery. No es de extrañarse entonces que el espíritu de las enseñanzas de aquellos Apóstoles, y especialmente el de Juan —el último de los Doce en partir—, sea discernible en estas revelaciones.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 67.)
Sección 13
La restauración del Sacerdocio Aarónico
Antecedentes históricos
Después de la muerte del Salvador y de sus Apóstoles, se llevó a cabo una apostasía universal. Durante los siglos siguientes, el hombre no tuvo la autoridad de Dios para actuar por Él, con lo cual contribuyó al cumplimiento de la profecía que dice: “la tierra se contaminó bajo sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno” (Isaías 24:5).
La venida de Juan el Bautista en esta dispensación, tal como lo había prometido el Salvador (véase Mateo 17:11–13), estableció el hecho de que el hombre otra vez estaba divinamente comisionado para actuar en representación de su Creador.
José Smith explicó las circunstancias en que se llevó a cabo la restauración del Sacerdocio Aarónico (véase José Smith—Historia 68–72), la cual tuvo lugar en una parte de la ribera del río Susquehanna, cerca de Harmony, estado de Pensilvania. Oliverio Cowdery, que estaba con el Profeta en esa ocasión, se quedó sobrecogido y maravillado, pues aquella era su primera experiencia con un mensajero celestial. Después, escribió el siguiente relato:
“Repentinamente, casi al firmar desde el centro de la eternidad, la voz del Redentor nos comunicó intensa paz, mientras el velo se abría ante nosotros y un ángel de Dios descendía, revestido de gloria, y nos dejaba el anhelado mensaje y las llaves del evangelio de arrepentimiento. ¡Qué gozo! ¡Qué admiración! Mientras el mundo se hacía pedazos en confusión, mientras las mentes se veían buscando tanteando en vano como ciegos, y el género humano en masa se encontraba en la incertidumbre, nuestros ojos vieron, nuestros oídos oyeron. Como en el fulgor del día; sí, más aún, mayor que el resplandor del sol de mayo que en esos momentos bañaba con su brillo la faz de la naturaleza. ¡Entonces su voz, aunque apacible, nos penetró hasta la médula, y sus palabras, ‘Soy vuestro consiervo’, desvanecieron todo temor! ¡Escuchamos! ¡Contemplamos! ¡Admiramos! ¡Era la voz de un ángel de gloria, un mensaje del Altísimo! Y ahí, al vernos llenamos de gozo mientras su amor encendía nuestras almas, y nos vimos envueltos en la visión del Omnipotente. ¿Qué hay bajo para dudas? ¡Ninguna! La incertidumbre había desaparecido, la duda se había esfumado para no surgir jamás, mientras que la falsedad y el engaño se habían desvanecido para siempre.
“Pero, querido hermano, piensa, piensa en el momento en el gozo que llenó nuestros corazones, y con qué sorpresa nos hemos de haber arrodillado (porque ¿quién no se habría arrodillado para recibir tan bendición?) cuando recibimos de sus manos el Santo Sacerdocio…”
(Times and Seasons, 1o de nov. de 1840, pág. 202.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 13:1. ¿Por qué al Sacerdocio Menor se le llama “Sacerdocio Aarónico”?
Véase Doctrina y Convenios 107:13–14; comparar con Doctrina y Convenios 84:26–27.
Doctrina y Convenios 13:1. El ministerio de ángeles a los poseedores del Sacerdocio Aarónico
El presidente Wilford Woodruff dijo lo siguiente en cuanto al ministerio de ángeles:
“Yo recibí el ministerio de ángeles cuando tenía el oficio del presbítero. Tuve visiones y revelaciones; recorrí miles de kilómetros y bauticé a muchas personas, aunque no pude confirmarlas porque no tenía la autoridad para hacerlo.
“Hablo de todo esto para demostrar que el hombre no debe avergonzarse de ningún oficio del sacerdocio.” (Discourses of Wilford Woodruff, pág. 298.)
Doctrina y Convenios 13:1. “Nunca más será quitado de la tierra”
“Podemos estar bien seguros de que el Sacerdocio Aarónico no será quitado de la tierra una vez más, en tanto que haya seres mortales en ella, pues siempre habrá necesidad de recibir dirección temporal y de efectuar ordenanzas que tienen que ver con el ‘evangelio preparatorio’.” (Smith, Church History and Modern Revelation, pág. 62.)
Doctrina y Convenios 13:1. ¿Quiénes son los “hijos de Leví”?
El presidente José Fielding Smith explicó lo siguiente:
“Después que los hijos de Israel salieron de Egipto y Moisés recibió del Señor el mandamiento de tomar a Aarón y a sus hijos y ordenarlos y consagrarlos para que fueran los sacerdotes del pueblo (véase Éxodo 28). En aquella ocasión, se eligió a los varones de toda la tribu de Leví como sacerdotes, en lugar de llamar a los primogénitos de todas las tribus, y Aarón y sus hijos recibieron la presidencia del sacerdocio que así les fue conferido. Desde entonces éste, que incluye el Levítico, se ha conocido como el Sacerdocio de Aarón.” (Church History and Modern Revelation, 1:63.)
Doctrina y Convenios 13:1. ¿Qué quiere decir que los hijos de Leví de nuevo ofrecerán un sacrificio en justicia?
El profeta José Smith comentó el asunto en la forma siguiente:
“Generalmente se supone que los sacrificios fueron enteramente quitados cuando se ofreció el gran Sacrificio [es decir] el sacrificio del Señor Jesús, y que en lo futuro no habrá necesidad de la ordenanza del holocausto; mas los que así afirman esto indudablemente no se han informado de los deberes, privilegios y autoridad del sacerdocio, ni de los profetas.
“El ofrecer sacrificios siempre se ha relacionado con el sacerdocio, y constituye parte de sus deberes. Los holocaustos principiaron con el sacerdocio y seguirán hasta después de la segunda venida y de la regeneración en generación. . .
“Estos sacrificios, así como toda ordenanza que pertenece al sacerdocio, serán restablecidos completamente y se administrarán con todos sus poderes, ramificaciones y bendiciones, cuando el edificio del templo del Señor y queden purificados los hijos de Leví. Esto siempre ha existido y existirá cuando los poderes del Sacerdocio de Melquisedec sean suficientemente. De lo contrario, ¿cómo se puede efectuar la restauración de todas las cosas de que hablaron los santos profetas? No se debe entender que en lo nuevo se establecerá la ley de Moisés; sino que aquellas instituciones que existieron antes de ella se restablecerán de nuevo. Los sacrificios de los hijos de Leví consistirán en aquellas cosas que los profetas judíos tan claramente predijeron, y continuarán las cosas que existieron antes de los días de Moisés, a saber, los holocaustos.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 205, 206.)
El presidente José Fielding Smith agregó:
“Estamos viviendo en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, en la cual todas las cosas se han de juntar en una, y todas las cosas han de ser restauradas desde el principio. Aun esta tierra ha de ser restaurada a la condición que existía antes de la transgresión de Adán. Ahora bien, en la naturaleza del evangelio, la ley de sacrificio tendrá que ser restaurada, pues de lo contrario no serán restauradas todas las cosas que el Señor decretó. Será necesario, por tanto, que los hijos de Leví, que antiguamente eran quienes ofrecían los sacrificios de sangre en Israel, ofrezcan de nuevo tal sacrificio para completar y acabar la ordenanza en esta dispensación. En los días de Adán se instituyó el sacrificio por derramamiento de sangre, y por necesidad tendrá que ser restaurado.
“Cuando se construya el templo de que se ha hablado, se efectuará el sacrificio de animales para completar la restauración; al principio del Milenio o en la restauración final, se efectuarán sacrificios de sangre durante el tiempo necesario para completar la plenitud de la restauración en esta dispensación. Más tarde, los sacrificios serán de alguna otra naturaleza.” (Doctrina de Salvación, 3:99–100; versión revisada.)
En la sección Notas y comentario de Doctrina y Convenios 128:24 aparece otras explicaciones con respecto a lo que podría incluirse en la ofrenda de los hijos de Leví.
Sección 14
Revelación para David Whitmer
Antecedentes históricos
Mientras José Smith y Oliverio Cowdery trabajaban traduciendo el Libro de Mormón en la granja del Profeta, en Harmony, Pensilvania, la persecución comenzó a aumentar haciendo cada vez más difícil la finalización de la obra. En esos días, Oliverio Cowdery le escribió a David Whitmer solicitándole que fuera a Harmony para llevarlos a él y al Profeta a la casa de su padre, Peter Whitmer, que residía en Fayette, estado de Nueva York. Ambos deseaban vivir con la familia Whitmer hasta completar la obra de la traducción. Anteriormente, José Smith había conocido a Peter Whitmer y a varios miembros de la familia. Oliverio Cowdery también se había estado escribiendo con David Whitmer en tanto que trabajaba en la traducción del Libro de Mormón, y a través de esa correspondencia toda la familia Whitmer se enteró de la obra de la Restauración.
El Profeta escribió:
“ A principios de junio, el hijo los Whitmer, David, llegó adonde nos encontrábamos viviendo; llevaba un carromato tirado por dos caballos, con el fin de que lo acompañáramos a la casa de su padre y que nos quedáramos allí hasta terminar la traducción. Habían dispuesto que nos alojaran gratuitamente y que contáramos con la ayuda de sus hermanos y de su propia ayuda cuando la necesitáramos. Teniendo mucha necesidad de tan oportuna ayuda en nuestra empresa por demás ardua, e informados de que los que moraban en las cercanías de los Whitmer esperaban ansiosamente la oportunidad para preguntarnos sobre la obra, aceptamos la invitación y acompañamos al señor Whitmer a la casa de su padre, donde nos quedamos hasta terminar la traducción y asegurarnos los derechos de autor. Al llegar, encontramos a la familia Whitmer sumamente anhelosa por saber de la obra, y todos se mostraron muy amistosos hacia nosotros. Continuaron así, y nos alojaron y mantuvieron tal como se había acordado; y John Whitmer, en particular, colaboró mucho con nosotros escribiendo durante el resto de la traducción.
“Entretanto, David, John y Peter Whitmer, hijo, se hicieron nuestros celosos amigos y colaboradores en la obra; y al encontrarse ansiosos por conocer sus respectivos deberes, y habiendo deseado profundamente que yo le preguntara al Señor concerniente a ellos, lo hice mediante el Urim y Tumim y obtuve para ellos, en sucesión, las siguientes revelaciones. . .”; y entonces cita las secciones 14–16 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:48–49.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 14:1–7. “Una obra grande y maravillosa está para aparecer entre los hijos de los hombres”
En las primeras revelaciones que recibió José Smith, se repitieron varios conceptos claves. Estos mismos conceptos se analizan en la parte de Notas y comentario de las secciones 4, 6 y 11.
Doctrina y Convenios 14:7. Obedecer los mandamientos y perseverar hasta el fin
A fin de que David Whitmer, o cualquier otro de los hijos de Dios, tenga la vida eterna, debe perseverar hasta el fin, es decir, debe ser fiel a pesar de toda prueba o tentación. Este principio se repite continuamente en las Escrituras (véase Mateo 10:22; 24:13; Marcos 13:13; 1 Nefi 13:37; 2 Nefi 9:24 y 31:20; 3 Nefi 15:9 y 27:16–17; D. y C. 10:69 y 53:7 y Artículos de Fe 1:13).
Doctrina y Convenios 14:8. “Para que seas testigo”
El Señor le aconsejó a David Whitmer que pidiera con fe y creyera a fin de poder recibir el Espíritu Santo y así poder ver, oír y conocer la verdad del Libro de Mormón. La fe de David Whitmer era grande, y llegó a ser uno de los tres testigos especiales del Libro de Mormón.
Doctrina y Convenios 14:9–11. ¿Quiénes son los gentiles mencionados en este pasaje?
El presidente Wilford Woodruff explicó que los santos empleamos el vocablo gentiles en forma especial:
“A veces sucede que nuestros vecinos y amigos piensan mal de nosotros porque los designamos como gentiles. Pero, ¡si todos somos gentiles! Los Santos de los Últimos Días somos todos gentiles como pueblo. El evangelio vino a nosotros entre los gentiles. No somos judíos, y las naciones gentiles tienen que escuchar primero el evangelio. Todo el mundo cristiano tiene que escucharlo, y una vez que lo rechace y quede ligado la ley y el albedrío al testimonio [véase D. y C. 88:84], entonces el mensaje se llevará a la casa de Israel. Hasta el momento presente hemos sido llamados a predicar el evangelio a los gentiles, y así hemos tenido que hacerlo. Esta es la última vez que advertimos al mundo, y ya hemos estado comprometidos en esa obra durante cuarenta y cinco años.” (En Journal of Discourses, 18:112.)
Secciones 15–16
Revelaciones para John Whitmer y Peter Whitmer, hijo
Antecedentes históricos
Véase Antecedentes históricos de la sección 14.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 15–16. La inclusión de revelaciones personales en Doctrina y Convenios
El élder John A. Widtsoe dio la siguiente explicación en cuanto a la razón por la que se incluyen en Doctrina y Convenios revelaciones de carácter personal, dirigidas a determinadas personas:
“Doctrina y Convenios es un compendio de las revelaciones recibidas por José Smith para algunas personas y para la guía de la Iglesia. Desde los primeros años de la obra, el Profeta guardó todo trozo de papel relativo al progreso de la misma. De hecho, este cuidado de cosas que deben de haber parecido triviales es una de las evidencias de la sinceridad del hombre. Por ejemplo, cuando John y Peter Whitmer pidieron ayuda, él recibió una revelación para cada uno de ellos, en esencia lo mismo para los dos: [D. y C. 15 y 16].
“Esta revelación sencilla estaba dirigida al individuo, y el primer golpe de vista no tiene valor permanente para la Iglesia. Sin embargo, como revelación de Dios, se preservó y se publicó. Un hombre carente de sinceridad podía haber eliminado ésta y otras revelaciones semejantes por considerarlas de poca repercusión. Pero José Smith no lo hizo. El Señor había hablado, y sus palabras eran parte del establecimiento del reino de Dios, y el mismo consejo podría ser útil para muchas personas en aquel momento y ahora.” (Joseph Smith, págs. 251–252.)
Doctrina y Convenios 15:2. ¿Qué significa la frase: “Mi brazo cubre toda la tierra”?
El brazo del hombre representa su fuerza y potencia. Del mismo modo, el “brazo de Dios” denota su poder y autoridad. Los siguientes pasajes de las Escrituras ilustran las diversas maneras en las que se ha utilizado esta frase: Doctrina y Convenios 1:14; 3:8; 35:8; Isaías 52:10; Juan 12:38; y 3 Nefi 9:14; véase también la sección de Notas y comentario de Doctrina y Convenios 1:14.
Doctrina y Convenios 15:3–5. “Te declaro lo que ningún hombre sabe”
Anteriormente el Señor le había dado a Oliverio Cowdery una revelación semejante concerniente a los pensamientos e intenciones de su corazón (véase Notas y comentario de D. y C. 6:16).
Doctrina y Convenios 15:6. “La cosa que será de máximo valor para ti”
El élder Rudger Clawson, del Quórum de los Doce, dijo lo siguiente en cuanto al significado de esta revelación para todos:
“Volved vuestros pensamientos a los primeros días de esta dispensación, a aquel hombre, John Whitmer, recién admitido en la Iglesia de Cristo. Para su futuro tenía la posibilidad de varias ocupaciones de donde elegir para ganarse la vida. Tenía la oportunidad de trabajar en la granja, dedicarse al comercio o a la minería, estudiar medicina o abogacía, o trabajar en cualquiera de los muchos empleos disponibles para los hombres en esa época. La pregunta que se hacía entonces era qué sería de máximo valor para él. Sabía que por su aplicación al trabajo y su perseverancia podría llegar a adquirir grandes riquezas y comprarse una casa hermosa, bien amueblada y con todas las comodidades que pudieran desear él y su familia; podría alcanzar nombre en la profesión que escogiera y por el estudio y la labor llegar a ser un médico excelente o un abogado experto y capaz. Como digo, tenía todas esas oportunidades a su alcance porque este país está lleno de oportunidades que están disponibles para todos. Vivimos en un país libre, que presenta el camino abierto para todos sus ciudadanos, y así lo estaba para aquel hombre. En esa situación se encontraba, habiendo tenido mucho estudio en el evangelio de Cristo, cuando una voz llegó hasta él —y así está escrito aquí—, una voz procedente de los mundos de que le inspiró toda duda, que le quitó cualquier temor que tuviera. En aquel momento tan crucial de su vida, en que debía escoger qué camino seguir, esa voz le dijo que lo que sería de más valor para él era declarar el arrepentimiento al pueblo y llevar almas a Cristo. El mensaje era de tal importancia que el Señor se lo comunicó con ‘seriedad y con poder’ (vers. 2). Era la voz de Jesucristo.” (En Conference Report, abril de 1901, pág. 7.)
La sección 16, que contiene la revelación dirigida a Peter Whitmer, dice exactamente lo mismo que la sección 15.
Sección 17
Revelación para los tres testigos
Antecedentes históricos
Mientras hacía la traducción del Libro de Mormón, el profeta José Smith registró lo siguiente:
“Sabíamos que el Señor proveería tres testigos especiales [véase D. y C. 5:11–15] a los que concedería el privilegio de ver las planchas de las que esta obra (el Libro de Mormón) fue traducida; y que esos tres testigos darían fe de ello [véase Éter 5:2–4; 2 Nefi 11:3; 27:12]. . . . Casi inmediatamente después de su suplicante deseo, Oliverio Cowdery, David Whitmer y el mencionado Martin Harris (que había ido a averiguar sobre el progreso de la obra), me solicitaron que le preguntara al Señor si ellos podrían obtener de Él el privilegio de ser esos tres testigos especiales; y se mostraron tan anhelosos, instándome con tanta insistencia a inquirir, que finalmente lo hice; y mediante el Urim y Tumim, obtuve del Señor para ellos lo siguiente. . .”; y a continuación cita la sección 17 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:52–53.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 17:1. Cómo se logra el cumplimiento de las promesas de Dios
El Profeta describió la experiencia de los tres hombres que buscaron ser los testigos del Señor para el Libro de Mormón al alcanzar su privilegio:
“No mucho después de haber recibido la manifestación anteriormente citada, nosotros cuatro —esto es, Martin Harris, David Whitmer, Oliverio Cowdery y yo— acordamos retirarnos al bosque para intentar, mediante oración ferviente y humilde, obtener el cumplimiento de las promesas que el Señor les había hecho a ellos en la revelación anterior, es decir, que podrían contemplar las planchas. Por común acuerdo, elegimos un lugar adecuado cercano a la casa del Sr. Whitmer, al cual nos retiramos, y habiéndonos arrodillado, comenzamos a orar con mucha fe pidiendo que el Dios Todopoderoso nos otorgara la realización de aquellas promesas.
“En conformidad con lo que habíamos acordado previamente, comencé a orar en voz alta a nuestro Padre Celestial, y luego lo hizo cada uno de ellos a su vez. Sin embargo, no obtuvimos ninguna respuesta ni manifestación alguna de favor divino en nuestro primer intento. Volvimos a orar en el orden que habíamos seguido anteriormente, cada uno orando a su vez y suplicando fervientemente a Dios, pero obtuvimos el mismo resultado.
“Al suponer éste, nuestro segundo fracaso, Martin Harris nos propuso alejarse de nosotros, creyendo, como nos lo expresó, que su presencia era la causa de no recibir lo que deseábamos. En consecuencia, se apartó de nuestro lado y nos arrodillamos de nuevo. No habíamos pasado mucho tiempo en oración, cuando vimos una luz en el aire, sobre nosotros, una luz de extremo brillo; y he aquí, un ángel se puso ante nosotros.
“En sus manos sostenía las planchas que habíamos solicitado que él nos dejara ver. Fue dando vuelta hoja por hoja, de manera que pudiéramos verlas y distinguir los grabados claramente. Luego, se dirigió a David Whitmer y le dijo: ‘David, bendito es el Señor y aquel que guarda sus mandamientos’. En seguida de esto, oímos una voz proveniente de la luz que estaba por encima de nosotros, que nos dijo: ‘Estas planchas han sido reveladas mediante el poder de Dios, y han sido traducidas por el poder de Dios. La traducción de ellas que vosotros habéis visto es correcta, y os mando dar fe de lo que ahora veis y oís’.” (History of the Church, 1:54–55.)
Después de eso, José Smith quiso saber qué le había pasado a Martin Harris, quien se había separado de ellos:
“Entonces dejé allí a David y Oliverio y fui a buscar a Martin Harris, el que contra él bastante distancia, orando fervientemente. En seguida me dijo que no había podido llegar al Señor y ansiosamente me pidió que me uniera a él en oración, para que también pudiera alcanzar las mismas bendiciones que nosotros acabábamos de recibir. En consecuencia, nos unimos en oración y al fin obtuvimos nuestros deseos, pues antes de haber terminado de orar, la misma visión se desprendió de nuestros ojos, al menos se desplegó ante mí, y una vez más vi y oí las mismas cosas; en tanto, en aquel mismo momento, Martin Harris exclamó, aparentemente en un éxtasis de gozo: ‘¡Es suficiente; es suficiente! ¡Mis ojos han visto, mis ojos han visto!’ Y poniéndose en pie de un salto, gritó: ‘¡Hosanna!’, bendiciendo a Dios y regocijándose en extremo.” (History of the Church, 1:55.)
Doctrina y Convenios 17:1. ¿Qué vieron los tres testigos?
Véanse los siguientes pasajes: José Smith—Historia 34–35; 1 Nefi 4:8–9, 16; 10:14, 16 y 26–32; 2 Nefi 5:14; Jacobo 1:10; Éter 3:23–24 y 28.
Doctrina y Convenios 17:3. Se da el testimonio mediante el poder de Dios
Aunque los tres testigos tuvieron el privilegio de ver a un ángel y de ver y tocar las planchas, el verdadero poder de su testimonio provenía del Espíritu Santo. El presidente Joseph Fielding Smith explicó la razón:
“Cristo es el segundo integrante de la Trinidad, pero Él mismo declaró que las manifestaciones que podamos recibir del Espíritu de Cristo o de la vista de un ángel, un ser resucitado y tangible, no dejarán en nosotros la impresión ni nos convencerán con esa convicción que queda grabada en nosotros, y de la cual no podemos escapar, y que se recibe a través de una manifestación del Espíritu Santo. Las visiones que recibamos pueden tornarse borrosas con el paso del tiempo, pero esta guía del Espíritu Santo se renueva y continúa, día tras día, año tras año, si vivimos de tal forma que seamos dignos de ella.”
(Doctrina de Salvación, 1:42; versículo trasladado; véase también Lucas 16:27–31; D. y C. 5:7–10.)
Doctrina y Convenios 17:3–4. La ley de los testigos
Los tres testigos dieron cumplimiento a una ley muy importante establecida por el Señor. El élder Bruce R. McConkie explicó:
“Siempre que el Señor ha revelado su evangelio y conferido el sacerdocio y las llaves a los hombres para comenzar una dispensación, ha actuado de acuerdo con la ley de los testigos, que Él mismo ha establecido. La ley es la siguiente: ‘Por boca de dos o de tres testigos se decidirá todo asunto’ (2 Corintios 13:1). Véase también Deuteronomio 17:6 y 19:15; Mateo 18:15–16; Juan 8:18–29).
“Un hombre nunca es un testigo solo para establecer una dispensación nueva de la verdad revelada, ni para llevar la carga del mensaje y el sacerdocio del reino humano. En cada dispensación, desde Adán hasta el presente, dos o más testigos reciben una unión de testimonio, el cual se confirma sin excusa para el día del juicio a sus oyentes, si éstos los rechazan.” (Mormon Doctrine, pág. 436.)
Doctrina y Convenios 17:6. José Smith protegido por el testimonio de los testigos
El Profeta explicó lo siguiente cuando el Señor le dio la revelación que se encuentra en la sección 17. El siguiente relato fue obtenido del sentimiento de alivio que expresó su hijo al ver la casa, inmediatamente después de la manifestación a los tres testigos:
“Cuando regresaron, eran entre las tres y las cuatro de la tarde. Sra. de Whitmer, mis esposos y yo nos encontrábamos en uno de los dormitorios. Al entrar, José se arrodilló a mi lado y exclamó: ‘¡Papá, mamá, no sabe ustedes lo feliz que estoy! El Señor ha hecho que se mostraran las planchas a tres personas más, aparte de mí. Ellos han visto a un ángel, el cual les dio testimonio, y tendrán que dar testimonio de la realidad de lo que yo he dicho, pues ahora ellos mismos saben que no ando engañando a la gente. ¡Siento como si se me hubiera liberado de una carga que me resultaba demasiado pesada de soportar, y mi alma se regocija al saber que no estoy enteramente solo en el mundo!” (History of Joseph Smith, pág. 152.)
Doctrina y Convenios 17:5. “Y testificaréis”
El testimonio de los tres testigos se encuentra en el prefacio del Libro de Mormón. Oliverio Cowdery, David Whitmer y Martin Harris nunca vacilaron en dar testimonio de la veracidad del Libro de Mormón.
Como lo atestigua la historia, fueron débiles en otros aspectos relacionados con la Iglesia. David Whitmer abandonó la Iglesia y nunca volvió a ella. Oliverio Cowdery y Martin Harris también se apartaron, pero finalmente volvieron a bautizarse, y en mortales orden rean miembros fieles. Pero aun cuando estaban alejados, los tres siguieron dando solemne testimonio de la realidad de la experiencia que habían tenido con el ángel. Sin duda, sentían el peso de la advertencia que el Señor les había hecho con respecto a guardar sus mandamientos, porque en caso contrario las puertas del infierno prevalecerían contra de ellos (véase el vers. 8).
El élder Nephi L. Kirkham escribió respecto a la muerte de Oliverio:
“En el año de 1878, David Whitmer dijo a los élderes Orson Pratt y Joseph F. Smith concerniente al fallecimiento de Cowdery: ‘Al morir, Oliverio era el hombre más feliz que he conocido. Después de estrecharles la mano a todos sus familiares y de besar a su esposa e hijo, dijo: ‘Ahora me acuesto por última vez; voy hacia mi Salvador.’ Y diciendo esto, murió inmediatamente con una sonrisa en el rostro.” (New Witness for Christ, 1:248.)
El diario Richmond Democrat publicó el siguiente relato sobre David Whitmer:
“El domingo (22 de enero de 1888), a las 5:30 de la tarde, el Sr. Whitmer llamó a su familia y a algunos amigos junto a su cama, y dirigiéndole la palabra al médico que había ido a verlo, le dijo: ‘Dr. Buchanan, antes de expresar mi testimonio de moribundo, quiero que diga si estoy en mis cabales o no’. El doctor le respondió: ‘Sí, sé que está en su sano juicio, pues acaba de tener una buena conversación conmigo’. Entonces, dirigiéndose a los presentes, con destellos en su lecho, el Sr. Whitmer les dijo: ‘Todos ustedes deben ser fieles en Cristo. Sé que el Libro de Mormón y la historia de los nefitas (el Libro de Mormón) son verdaderos para que puedan creer de mi mano del testimonio de que he visto a un ángel. Sean fieles en Cristo y recibirán la recompensa según sus obras. Que Dios los bendiga a todos, mis amigos. Cristo para siempre, los signos de los siglos. Amén’.” (Cit. en Nephi L. Kirkham, A New Witness for Christ, 1:251.)
El siguiente relato, registrado por el nieto del élder William Harrison Homer, que se encontraba con él cuando falleció. El nieto escribió lo siguiente:
“Al día siguiente, 10 de julio de 1875, señaló el fin. Al anochecer, hora de dormir, y Martin Harris, habiendo orado, su esposa, Nancy Harris, habían ido a realizar esa tarea y con que había lugar antes de que cayera la noche. En la casa, junto al enfermo, estábamos mi madre, Eliza Williamson Homer, y yo, que hacía tiempo habíamos oído un día muy interesante con Martin Harris. Mi madre se encontraba al lado de la cama, sosteniéndole la mano mientras el enfermo, y mi abuela se hallaban en la recámara. El anciano había estado inconsciente durante varios días, y al entrar en el dormitorio nos había parecido que estaba durmiendo. Al rato despertó y nos pidió que le diéramos agua. Puse un brazo por debajo del cuerpo, lo levanté, y mi madre le sostuvo el vaso mientras bebía. Tomó abundantemente, luego levantó la mirada y al reconocerme, me dijo: ‘Te conozco. Eres mi amigo.’ Y agregó: ‘Sí, yo vi las planchas sobre las que está escrito el Libro de Mormón; vi al ángel; oí la voz de Dios’; y sé que José Smith es un Profeta de Dios y que tiene las llaves del Santo Sacerdocio’. Ese fue el final. El cuerpo de Martin Harris, rígido y diametralmente para ser testigo de la obra de Dios, se aflojó, y me soltó la mano. Recogió su cabeza en la almohada y, al mismo tiempo que el sol se ponía detrás de las montañas Clarkston, entregó su alma. . .”
(Firmado) William Harrison Homer. “Firmado en la presencia de la Sra. W. H. Homer, Joseph Homer, Leah Widtsoe, John A. Widtsoe.” (En New Witness for Christ, 1:253–254.)
Doctrina y Convenios 17:8. “Porque mi gracia os es suficiente”
Después que una persona ha hecho todo lo que puede, solamente mediante la gracia del Señor (esto es, por su amor, misericordia y condescendencia) le es posible obtener la salvación (véase 2 Nefi 11:24 y 25:23). Aquellos tres hombres recibieron la promesa de que si hacían todo lo que se les indicaba en esa revelación, la gracia del Señor sería suficiente para asegurarles la salvación (véase también 2 Corintios 12:9; Éter 12:26–27).
El presidente Joseph Fielding Smith enseñó lo siguiente:
“Por muy buenos que hayamos tratado de ser, todos somos transgresores de la ley hasta cierto punto; por lo tanto, somos incapaces nosotros mismos, sólo por nuestros propios medios, de recibir la redención de nuestros pecados mediante ninguna acción personal.
“. . . es mediante la gracia de Jesucristo que somos salvos.” (Doctrina de Salvación, 2:290–291; versión revisada.)
Sección 18
El valor de un alma
Antecedentes históricos
Después que Juan el Bautista se manifestó y comunicó la restauración de un sacerdocio mayor (véase D. y C. 13), el Profeta y el hermano Cowdery estaban “ansiosos de ver el cumplimiento de esa promesa que habíamos recibido del ángel que nos había conferido el Sacerdocio Aarónico, a saber, que si continuábamos fieles tendríamos también el Sacerdocio de Melquisedec, el cual tiene la autoridad para imponer las manos con el fin de comunicar el don del Espíritu Santo.
“Durante algún tiempo, habíamos orado con humildemente al respecto, y poco después nos reunimos en un cañaveral, en las cercanías del río Susquehanna, en el bosque particularmente allá del Señor, y la oración a la que dedicábamos tan profundamente. Y allí, para nuestra indescriptible satisfacción, comprendimos la verdad de la promesa del Salvador —‘Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y se os abrirá’—, pues no había pasado mucho tiempo después de nuestra oración solemne y ferviente cuando nos llegó la palabra del Señor mandándonos que yo ordenara a Oliverio Cowdery al oficio de élder en la Iglesia de Jesucristo, y que él me ordenara a mí al mismo oficio, y que ordenáramos a otros, de acuerdo con lo que se nos confirmara en tiempo y término. Sin embargo, se nos mandó diferir esta ordenación de nuestras hasta el momento que fuera posible reunir a nuestros hermanos que habían sido bautizados, y a los que lo serían, ocasión en la que debíamos obtener su aprobación para proceder así a ordenarnos mutuamente, y hacerlo decidir, por votación, si estaban o no dispuestos a aceptarnos como maestros espirituales. Se nos mandó también que en esa oportunidad bendijéramos y partiéramos pan con ellos, y tomáramos vino, lo bendijéramos y lo bebiéramos con ellos; y después procederíamos a imponer mutuamente el nombre al mandamiento; y luego nos arrodillamos a los hombres del Espíritu Santo a todos los que previamente hubiéramos bautizado, haciendo todas las cosas en el nombre del Señor. El siguiente mandamiento aclararía más la naturaleza de nuestro llamamiento a este sacerdocio, así como de otros hombres a los que todavía no se les había buscado.” (History of the Church, 1:66–67.) Y a continuación, aparece toda la sección 18 de Doctrina y Convenios.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 18:1–4. El testimonio del Señor a Oliverio Cowdery en cuanto a la verdad de la obra
“En esta revelación, se le informa al hermano Cowdery que ha recibido un testimonio mediante el Espíritu de verdad con respecto a la obra, especialmente el Libro de Mormón. Muchas veces durante la traducción de los anales, él había recibido manifestaciones de ese tipo. Y no sólo le había revelado el Espíritu esa verdad, sino que, además, antes de esta revelación, había estado en la presencia del Redentor, a quien había oído y visto en la revelación del Sacerdocio Aarónico. Por lo tanto, el Señor podía decirle: ‘Te he manifestado por mi Espíritu en varias ocasiones, que las cosas que escribiste son verdaderas; por tanto, sabes que son verdaderas’.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:81.)
Doctrina y Convenios 18:4–5, 17. ¿Cuál es el significado de las expresiones “mi iglesia, mi evangelio y mi roca”?
Al hablar de su iglesia, el Señor se refiere al cuerpo unido de creyentes y discípulos que creen en Él, se bautizan sobre el nombre de Él y han hecho convenio de ser obedientes a su evangelio (véase D. y C. 10:67). El Señor definió el evangelio en D. y C. 39:6. La palabra roca se explica en la parte de Notas y comentario de la sección 11 de Doctrina y Convenios.
Doctrina y Convenios 18:8. ¿Qué tiene de significativo el nombre José?
“El nombre llama la atención porque las Escrituras predicen el surgimiento de un gran líder en los tiempos postreros, que llevaría ese nombre. Nefi dice que José, el Patriarca, predijo el surgimiento de la casa de José en el continente americano y de una ‘rama justa’ saldría un vidente, cuyo nombre, dijo, ‘será igual que el mío’ (José), y según el nombre de su propio padre (2 Nefi 3:15).” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 83.)
El nombre o hebreo yāsap significa “que Dios añada hijos” (varones); véase Génesis 30:24). Ha habido grandes hijos de Dios que han llevado ese nombre: José, el poderoso hijo de Jacob, heredero de la primogenitura en Israel; José, esposo de María, madre de Cristo; José Smith, padre, primer patriarca de la Iglesia en estos tiempos; José Smith, hijo, el gran vidente de esta dispensación; Joseph F. Smith, sexto Presidente de la Iglesia, que vio en una visión a las potentes huestes de Israel (véase D. y C. 138:38–46); y Joseph Fielding Smith, décimo Presidente de la Iglesia, un gran predicador de la rectitud en los últimos días. Ciertamente el Señor ha “añadido” excelentes hijos a Israel a través de los lomos de José, el hijo de Jacob, quien había visto un sueño que la casa de Israel se inclinaba ante él (véase Génesis 37:3–11).
Doctrina y Convenios 18:9. ¿Qué significa ser llamado con el llamamiento de Pablo?
“En la época del Nuevo Testamento, el Salvador llamó y ordenó a doce hombres, a los que designó como discípulos y apóstoles para ser testigos especiales de Él. Posteriormente, se llamó a otros hombres, incluso Pablo, y se les ordenó apóstoles. En esta revelación, el Señor anuncia que va a conceder a algunos hombres de esta dispensación los mismos poderes y autoridad que antiguamente le dio a Pablo (18:9).” (Ludlow, Companion, 1:133–134.)
Brigham Young explicó que José Smith, Oliverio Cowdery y David Whitmer fueron los primeros apóstoles de esta dispensación (en Journal of Discourses, 6:320). A éstos se unió posteriormente Martin Harris, según las palabras de Heber C. Kimball (en Journal of Discourses, 6:29). A dichos hombres les correspondía buscar a otros que fuesen integrarán el Quórum de los Doce, y ordenarlos.
Doctrina y Convenios 18:10–16. “El valor de las almas es grande”
El élder Rudger Clawson, del Quórum de los Doce, explicó lo siguiente:
“¿Cómo vamos a apreciar el valor de las almas? Este asunto se ha tratado anteriormente bajo la frase ‘El valor de las almas es grande’. Las almas son preciosas a la vista de Dios que Él dio al mundo a su Unigénito, para que el derramamiento de su sangre pudiera atraer hacia sí a los seres humanos. Es por eso que se llamó a José Smith, el gran Profeta de esta dispensación, y a otros como John Whitmer, Oliverio Cowdery, David Whitmer, etc., para traer almas a Cristo. Y si uno de aquellos hombres se esforzaba todos los días de su vida y llevaba aunque fuera una sola alma a Cristo, aunque fuera la de su esposa, ¡qué gran gozo tendría con ella en los cielos! Y si se esforzaba todos sus días y llevaba a Cristo las almas de su esposa y de sus hijos, y a nadie más, ¡cuán grande sería su gozo en los cielos con ella y con sus hijos!” (En Conference Report, abril de 1901, págs. 7–8.)
Doctrina y Convenios 18:20. ¿Qué es la “iglesia del diablo”?
El uso del vocablo iglesia para describir la organización patrocinada y dirigida por Satanás ha confundido a algunas personas, porque piensan en el sentido más limitado de la palabra, el de una organización religiosa. Pero, si recordamos la frase “mi iglesia y reino de Dios”, podemos tener un mejor concepto de lo que se quiere decir con la denominación “iglesia del diablo”: Es su reino, la esfera de su influencia, todo el campo de su poder.
El élder Bruce R. McConkie explicó lo siguiente:
“Estas frases [iglesia del diablo e iglesia grande y abominable se utilizan para designar todas las iglesias u organizaciones de cualquier nombre o naturaleza —sea política, filosófica, educativa, económica, social, fraternal, cívica o religiosa— que tengan por objeto llevar a las personas por un curso que las aparte de Dios y de su evangelio, y que impida la salvación en el reino de Dios.” (Mormon Doctrine, págs. 137–138.)
El élder Francis M. Lyman advirtió al público en general que “no hay más que dos iglesias. . . una es la Iglesia del Cordero de Dios, y la otra la iglesia del diablo. Cada persona que no pertenece a la Iglesia del Cordero de Dios, pertenece a la gran iglesia” (1 Nefi 14:10). En las Escrituras se dice de Satanás se designa con varios nombres: Babilonia, la iglesia grande y abominable, la madre de las rameras, la iglesia del diablo y el reino del diablo (véase 1 Nefi 22:22; 2 Nefi 28:18–19, Mormón 8:28–38; D. y C. 10:56 y 18:20).
Por lo tanto, los santos tienen la obligación de resistir el mal dondequiera que éste se encuentre. La manera de hacerlo es bien clara, de acuerdo con lo que dice el presidente Joseph Fielding Smith:
“Todos los que salen a enseñar deben hacerlo con prudencia y no contender con las otras iglesias ni participar en debates inútiles, sino ensenar con espíritu de bondad y tratar de persuadir a la gente a recibir la verdad.” (Church History and Modern Revelation, 1:83.)
Doctrina y Convenios 18:20–21. ¿Por qué es impropio contender?
El vocablo contender transmite la idea de debatir, esforzarse, luchar y aun pelear y disputar. El Salvador enseñó que ese método es contrario a los principios del evangelio y no sirve para la obra misional (véase 3 Nefi 11:28–30). El profeta José Smith enseñó el mismo principio:
“Los élderes deben ir adelante, y cada uno debe valerse por sí mismo. . . yendo con mansedumbre y seriedad, y debe predicar a Jesucristo, el Salvador crucificado; no para contender con otros por razón de su fe o de su sistema religioso, sino siguiendo un curso firme. Esto lo presenté por vía de mandamiento; y todos los que no le obedecieran acarrearán persecución sobre su cabeza, en tanto que quienes lo hagan siempre estén llenos del Espíritu Santo; esto lo pronuncie como profecía y le sellé con hosanna y con amén.” (History of the Church, 2:431.)
Doctrina y Convenios 18:34–36. Escuchar la voz del Señor
Explicando cómo se puede escuchar la voz del Señor, el élder S. Dilworth Young declaró:
“En 1835 fueron elegidos los Doce, tal como sabéis, y en una ocasión fueron convocados y recibieron direcciones. Oliverio Cowdery era el portavoz, y después de darles un poco de instrucción potente e inspiradora, tan emocionado estaba el que tuvo que detenerse dos o tres veces para llorar. Finalmente les leyó la revelación. . .” (La que hoy se conoce como la sección 18.)
“Brigham Young estaba tan impresionado con su contenido que la copió en el diario con su laboriosa letra. Yo me siento igualmente impresionado. Estas son las palabras. . .” A continuación, cita los versículos 34–35 de esta sección.
“Lo que me impresiona en cuanto a esto, aunque nunca había reparado en ello hasta ahora, es que al leer un versículo en Doctrina y Convenios, si escucho por el Espíritu, oigo la voz del Señor al mismo tiempo que leo sus palabras.
“He escuchado decir muchas veces a algunas personas que han pedido a menudo un testimonio especial del Señor y en muchas de las oportunidades no lo han recibido, aunque tienen deseos de escuchar la voz del Señor. Confieso que yo también he querido oírla sin saber que todos estos años la he estado oyendo con oídos sordos. Esto me hizo despertar.” (En Conference Report, abril de 1963, pág. 74.)
Doctrina y Convenios 18:37–40. Los testigos especiales del Libro de Mormón encargados de la elección de los Doce Testigos de Cristo
José Smith fue el primer testigo apostólico de la dispensación presente. Oliverio Cowdery, tal como se destaca en Doctrina y Convenios 20:3, fue el segundo. David Whitmer y Martin Harris también llegaron a ser testigos especiales. En esa forma, el primer quórum de los doce testigos de Cristo fue llamado por los primeros testigos especiales de la Restauración.
Sección 19
El don del arrepentimiento
Antecedentes históricos
El presidente Joseph Fielding Smith escribió la siguiente explicación con respecto a las circunstancias en que se recibió esta revelación (en Manchester, Nueva York): “La revelación se recibió en el verano de 1830. Parece que Martin Harris fue a hablar con José Smith buscando mayor confirmación con respecto a su posición ante el Señor, porque su espíritu estaba sumamente turbado a causa de su transgresión. En respuesta a su ferviente solicitud, ya se le había acordado el privilegio de ser uno de los Tres Testigos, y en esa manifestación aquella maravillosa visión. Tal vez por esa causa aumentó mucho y buscara mayor entendimiento. No obstante, en los anales históricos de la Iglesia no hay ningún indicio de la razón por la que se recibió esta revelación, y no se conoce de gran precisión. Sin duda, tiene que haber servido de gran consuelo al hermano Harris, y es una de las grandes revelaciones de esta dispensación. Hay pocas de mayor importancia que ésta. La doctrina de la expiación del Señor, en su aplicación directa al individuo, y la exposición que hace Él mismo sobre el ‘castigo eterno’ aportan un conocimiento del que se carecía anteriormente” (Church History and Modern Revelation, 1:85).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 19:1. Los nombres del Señor
Smith y Sjodahl explicaron el significado de los nombres que aparecen en este versículo:
“Nuestro Señor inicia la revelación presentándose con cinco nombres, cada uno indicador de Su naturaleza divina.
‘Alfa y Omega. Primera y última letras del alfabeto griego, que se utilizan como símbolos del principio y fin. Cristo recibe este nombre porque es el Autor y Preservador de todas las cosas’ (véase Hebreos 1:1–2, 10).
‘Cristo el Señor. Cristo’ significa ‘ungido’. Los profetas, sacerdotes y reyes eran ungidos, y nuestro Señor ungiendo en ese mismo todos esos oficios. Él es el Señor supremo. En griego, el vocablo Cristo tiene el mismo significado que el del hebreo Mesías (Mashiach), título que usa Juan dos veces (véase Juan 1:41 y 4:25).
‘Soy el fin.’ Esta expresión equivale a decir que es Jehová.
‘El principio y el fin. Él estuvo en el principio y permanecerá a través de toda la eternidad porque es sin fin’ (véase el vers. 4).
‘El Redentor del mundo. Cristo es nuestro Redentor. Él libera de la esclavitud del pecado y de toda culpa a los que se vuelven a Él. Él nos ha comprado y nos rescata (véase 1 Corintios 6:20; 7:23; 2 Pedro 2:1). Y en el debido tiempo, el mundo será librado del poder de Satanás, del pecado con todas sus consecuencias, tales como la guerra, la pobreza, la ignorancia, la enfermedad, e incluso de la muerte.” (Commentary, pág. 91.)
Doctrina y Convenios 19:3. ¿Qué significa la frase “fin del mundo”?
El élder Bruce R. McConkie explicó que esta expresión no significa el fin de la tierra: “‘El fin del mundo’ es el fin de la iniquidad o de lo mundano tal como lo conocemos, y se llevará a cabo mediante la ‘destrucción de los inicuos’ (véase José Smith—Mateo 1:4). Cuando nuestro mundo acabe y comience la era milenaria, habrá un nuevo cielo y una nueva tierra (véase Isaías 65:17–25; Doctrina y Convenios 101:23–24). La lujuria, la carnalidad y la sensualidad dejarán de existir, pues será el fin del mundo.” (Mormon Doctrine, pág. 848.)
Doctrina y Convenios 19:4–12. Grandes verdades concernientes a los castigos que provienen de Dios
Estos versículos proveen con respecto al Juicio una de las aclaraciones más importantes que se hallan en las Escrituras. El élder James E. Talmage declaró:
“Durante estos cien años [se refería al tiempo pasado desde la Restauración], se han declarado muchas grandes verdades que antes se ignoraban, y una de las más grandiosas es que el infierno tiene una salida así como una entrada. El infierno no es un lugar al que un juez vengativo envía prisioneros para que sufran y sean castigados con el fin de aprender a su propia gloria, sino que es un lugar preparado para disciplinar a los que rehusan aprender en la tierra y enseñarles lo que debieron haber aprendido. Es cierto que leemos sobre el castigo eterno, el sufrimiento interminable, la condenación eterna. Estas son expresiones terribles; pero, en su misericordia, el Señor aclaró el significado de esas palabras. ‘Castigo eterno’, dice Él, ‘es castigo de Dios’, porque Él es eterno; esa condición, o estado, o posibilidad, existiría siempre para el pecador que merezca y realmente necesite tal condenación. Mas esto no significa que se obligue al pecador a soportar y sufrir eternamente. No se condena a nadie en el infierno más de lo que sea necesario para ponerlo en condiciones de ir a su superior. Cuando se llega a ese estado, se abren las puertas de la prisión y habrá gozo entre las huestes que le darán la bienvenida a un estado mejor. El Señor ha hecho aclaraciones a lo que ha dicho en las dispensaciones anteriores concerniente a la aplicación de su ley y su justicia, de modo que ello ha dejado establecida su bondad y misericordia, puesto que su ley y su gloria les llevan al cabo la obediencia y la vida eterna del hombre.”
(En Conference Report, abril de 1930, pág. 97.)
Doctrina y Convenios 19:7. ¿Hay diferencia entre castigo eterno y condenación eterna?
El élder Bruce R. McConkie explicó la diferencia entre esas dos frases:
“Condenación eterna es lo contrario de vida eterna, y quienes no alcanzan la vida eterna, o la exaltación en el más alto ciclo del reino celestial, participan de la condenación eterna. Su condenación eterna consiste en las limitaciones que no les permiten progresar hasta llegar al estado de dioses ni alcanzar la plenitud de todo.
“Ellos ‘permanecen separados y solitariamente, sin exaltación. . . por toda la eternidad’; y en adelante no son dioses, sino ángeles de Dios para siempre jamás’ (D. y C. 132:17; cursiva agregada). Su reino o progreso tiene un ‘fin’ y no pueden ‘tener progenie’ (D. y C. 131:4). Se les niega eternamente el poder de tener hijos espirituales y heredan las ‘muertes’, entendiéndose por esto la ausencia de posteridad en la resurrección. (D. y C. 132:16–25.)
“Nunca son redimidos de su caída espiritual y llevados de regreso a la plena presencia y gloria de Dios. Solamente los obedientes se levantan ‘en inmortalidad a la vida eterna’. Los desobedientes, los que no creen, se levantan en inmortalidad ‘a condenación eterna’, porque no pueden ser redimidos de su caída espiritual, debido a que no se arrepienten” (D. y C. 29:42–43; cursiva agregada.) (Mormon Doctrine, pág. 234.)
Doctrina y Convenios 19:13–20. La terrible realidad del sufrimiento de Cristo
Aquí en esta sección, en una revelación personal de su propio sufrimiento, Jesús expresa cuán insoportable fue su dolor en la Expiación.
El evangelio según Lucas es el único que menciona la presencia de sangre en la agonía de Getsemaní: “era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:44). Por esta razón muchos comentaristas han dicho que Lucas se limitó a usar una metáfora, pero que en realidad no era sangre sino como sangre. En esta revelación Jesús disipó esa herejía para siempre. El sufrimiento es el precio que se paga por violar las leyes de Dios, y en Getsemaní el Salvador pagó ese precio por todos los pecados del mundo.
Hablando de la intensidad del sufrimiento que requirió de Cristo, el presidente Joseph Fielding Smith dijo:
“No podemos comprender el gran sufrimiento que el Señor tuvo que soportar para efectuar esa redención de la muerte y del pecado. . . .
“Tenemos la tendencia a pensar que su gran sufrimiento se produjo cuando fue clavado de manos y pies en la cruz, donde lo dejaron para sufrir y morir. Por extremo que haya sido el dolor, ese no fue el sufrimiento mayor que tuvo que soportar, pues en una manera que no entendemos, porque no acepto otro fe —y que todos debéis aceptar en la misma forma—, Él sobrellevó en sus espaldas la carga de los pecados de todo el mundo. A mí me resulta difícil llevar la de mis propios pecados. ¿Y a vosotros? Sin embargo, Él tuvo que llevar los pecados de todos como Salvador y Redentor de un mundo caído. Y tan grande fue su sufrimiento aun antes de ser clavado en la cruz, que le brotó sangre de los poros.” (En Conference Report, oct. de 1947, págs. 147–148.)
El élder James E. Talmage escribió algo similar al respecto:
“Para la mente finita, la agonía de Cristo en el jardín es insondable, tanto en lo que respecta a intensidad como a causa. . . Luchó y gimió bajo el peso de una carga que ningún otro ser que haya vivido sobre la tierra puede siquiera concebir de ser posible. No fue el dolor físico, ni la angustia mental solamente, lo que lo hizo padecer tan intenso tormento que produjo una emanación de sangre de cada poro, sino una agonía espiritual que sólo Dios era capaz de conocer. Ningún otro hombre, no importa cuán poderoso hubiera sido su fuerza de resistencia física o mental, podría haber padecido en tal forma, porque su organismo humano hubiera sucumbido, y su espíritu le habría causado la pérdida del conocimiento y ocasionado la muerte anhelada. En esa hora de angustia Cristo resistió y venció todos los horrores que Satanás, ‘el príncipe de este mundo’, pudo infligirle. . .
“Algunos prefieren referirse a un sufrimiento real, aun cuando inmensurable para el hombre, del Salvador tomado sobre sí la carga de los pecados de todo el género humano, desde Adán hasta el fin del mundo.” (Jesús el Cristo, págs. 643–644.)
Doctrina y Convenios 19:13–21. “Te mando que te arrepientas”
Daniel Ludlow ha explicado que “el encabezamiento de esta sección (D. y C. 19) dice en parte: ‘Este es un mandamiento de Dios’, y en lugar de ser solamente que se usa ‘revelación’, según el encabezamiento de las secciones anteriores. Si se considera la sección 19 como un mandamiento de revelación, no solo se contiene instrucción sino también el mandamiento claro y definido de arrepentirse: ‘Te mando arrepentir’ (vers. 15); ‘Por lo que otra vez te mando que te arrepientas’ (vers. 20); ‘Y te mando que no prediques más que el arrepentimiento’ (vers. 21).
“Cuando se entiende plenamente la doctrina del arrepentimiento, se hace evidente que eso es todo lo que hay que enseñar, pues arrepentimiento significa no sólo dejar de hacer lo que es erróneo sino también comenzar a hacer lo que es correcto.” (Companion, 1:143; véase también D. y C. 1:31–32; 58:42–43; 82:7.)
Doctrina y Convenios 19:24. “Yo soy Jesucristo”
En el Apéndice, en la Explicación D, se comenta la posición que ocupa Doctrina y Convenios como testigo de Cristo.
Doctrina y Convenios 19:27. ¿Cómo es que los lamanitas son un resto de los judíos?
El presidente Joseph Fielding Smith enseñó lo siguiente:
“Lehi era ciudadano de Jerusalén, en el reino de Judá. Posiblemente sus familiares hubieran vivido allí durante varias generaciones, y a todos los habitantes del reino de Judá, fuera cual fuera la tribu de que descendieran, se les conocía como judíos. . .
“Los descendientes de Lehi no sólo reciben el nombre de ‘judíos’ en el Libro de Mormón, sino también en Doctrina y Convenios. En la sección 19, versículo 27, encontramos esto: ‘Que es mi palabra a los gentiles, a fin de que pronto vaya a los judíos’. Además, al impartir instrucción a los élderes que habían viajado de Kirtland a Misuri, el Señor reveló el lugar para la construcción del templo y dio instrucción en cuanto a la compra de los terrenos ‘hacia el oeste, aun hasta la línea que divide directamente entre el iniquidad y el gentil’ (sección 57:4). Esta línea hacía el oeste de la división entre los blancos y los indios.” (“How Was Lehi a Descendant of the Jews?” [¿Cómo podía Lehi ser un descendiente de los judíos?], Improvement Era, oct. de 1955, pág. 702.)
Los nefitas que aparecen en el Libro de Mormón eran de Judá (véase Mosíah 25:2; Omni 1:14–19; Helamán 8:21), y los lamanitas de esta época comparten ese linaje. Además, en el Libro de Mormón, el término judío se utiliza muchas veces para referirse a toda la casa de Israel (véase por ejemplo, 1 Nefi 15:27, 30).
Doctrina y Convenios 19:28, 38. El mandamiento de orar
El élder Rudger Clawson, profundamente impresionado por estos versículos, dijo de ellos:
“Abarca la vida del hombre y comprende toda su existencia, y por no menos de los años de su experiencia, lo halla limitado. Lo incluye en cualquier hora bajo toda circunstancia. La oración no está reservada para el día de reposo o para ocasiones especiales. No debemos emplearla solo en las conferencias generales de la Iglesia, sino que el espíritu de oración debe estar en nuestro corazón incesantemente. Debemos orar con nuestras familias; debemos orar en secreto; debemos orar en nuestro interior, silenciosamente. El espíritu de oración debe estar con nosotros cuando nos metamos a descansar en la noche y cuando nos levantemos por la mañana; cuando viajemos hacia el norte hasta las heladas regiones del ártico; al cruzar con nosotros a la floricidad de los Valles, o dondequiera que estemos. Se nos dice que. . . si ese espíritu está en nosotros, el Señor nos bendecirá, y que las bendiciones que recibiremos en respuesta a la oración serán de más importancia para nosotros que los tesoros de la tierra” (En Conference Report, abril de 1904, págs. 42–43; véase también Alma 34:17–28; 3 Nefi 18:15; Mateo 26:41; D. y C. 10:5; 88:126).
Doctrina y Convenios 19:29–32. La obligación de compartir el evangelio
El Señor le dio mandamiento a Martin Harris, diciéndole que debía declarar las “gozosas nuevas” del evangelio restaurado a toda la gente con la que se pusiera en contacto (D. y C. 19:29). Todos los santos están bajo la misma obligación (véase Mosíah 18:9–10). El profeta José Smith dijo: “Después de todo lo que se ha dicho, el mayor y más importante deber es predicar el evangelio” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 132).
El comentario sobre la obligación que tienen los santos de compartir el mensaje mediante la obra misional, desde la restauración del evangelio, se encuentra en la Explicación A.
Doctrina y Convenios 19:37. ¿Cuál es el significado de la exclamación ¡Hosanna!?
“Hosanna es la transcripción de un vocablo hebreo (o semita) que literalmente significa ‘salva ahora’ y que podría traducirse como ‘concédenos salvación’. La mayoría de las oraciones que elevan los judíos en la Fiesta de los Tabernáculos comienzan con esa palabra, que fue la misma que empleó la multitud al saludar a Jesucristo cuando entró en Jerusalén durante la última semana de su vida en la tierra. (Véase Mateo 21:9, 15.) Este término aparece en cinco secciones de D. y C.: 19:37; 36:3; 39:19; 109:79; 124:101.” (Ludlow, Companion, 2:136.)
Sección 20
Artículos y convenios de la Iglesia
Antecedentes históricos
Esta gran revelación tiene que ver con los conceptos, enseñanzas y ordenanzas que se dieron por primera vez en la historia de la Iglesia. En el principio, el Profeta enseñó el evangelio y explicó los principios y leyes que el Salvador había revelado, y éstos fueron leídos y recitados a los miembros, junto con la que actualmente se conoce como la sección 22, dándoles el nombre de “Artículos y convenios de la Iglesia”, lo cual fue aceptado unánimemente por los presentes (véase Far West Record, Archivos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City, pág. 1). Por ese motivo, ésta fue la primera revelación de las que dio el Señor mediante José Smith que fue sostenida formalmente por los miembros de la Iglesia. En junio de 1832, “Artículos y Convenios de la Iglesia” apareció en la primera página del primer número del Evening and Morning Star, que fue el primer diario publicado por la Iglesia en esta dispensación.
La sección 20 es un tratado básico y conciso de doctrina, ordenanzas y requisitos para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y en ella se hace referencia al Libro de Mormón y a las revelaciones que previamente había recibido José Smith, así como a la colaboración de Oliverio Cowdery con el Profeta (véase D. y C. 18:1–5).
José Smith escribió lo siguiente acerca de esta sección:
“De esta manera, el Señor continuaba dándonos instrucciones de tiempo en tiempo, mandamientos a los deberes que se nos habían impuesto; y entre muchas otras cosas de esa naturaleza, recibimos de Él lo siguiente por el espíritu de profecía y revelación, lo que no solamente nos dio mucha información, sino que también nos señaló el día preciso en el cual, de acuerdo con su voluntad y mandamiento, habríamos de proceder a la organización de su Iglesia una vez más sobre la tierra.” (History of the Church, 1:64; véase también el encabezamiento de la sección.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 20:1. ¿Por qué se organizó la Iglesia el 6 de abril?
El Profeta registró que el Señor les había mandado organizar Su Iglesia en esa fecha.
El presidente Harold B. Lee explicó la importancia de ese día en particular: “El 6 de abril de 1973 es una fecha particularmente significativa, pues se conmemora no sólo el aniversario de la organización de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en esta dispensación, sino también el aniversario del nacimiento del Salvador, nuestro Señor y Maestro, Jesucristo.” (En Discursos de las Conferencias Generales, 1973–1975, pág. 15.)
El presidente Spencer W. Kimball comentó al respecto: “El nombre Jesucristo, y lo que el mismo representa, ha quedado profundamente grabado en la historia del mundo para no ser desarraigado jamás. Cristo nació el 6 de abril, y siendo uno de los hijos de Dios y su Unigénito en la carne, su nacimiento es un acontecimiento de suprema importancia.” (Discursos de las Conferencias Generales, 1973–1975, pág. 238.)
En el aniversario de la organización de la Iglesia celebrado en 1833, el profeta José Smith escribió:
“Pasamos el día de una manera agradable, dando y recibiendo conocimiento pertinente a este último reino, habiendo pasado 1800 años desde que el Salvador dio su vida para que el género humano pueda tener vida eterna, y solamente tres años desde que la Iglesia surgió del desierto, en preparación para la última dispensación.” (History of the Church, 1:337.)
Doctrina y Convenios 20:2–4. ¿Por qué fue el Profeta nombrado “primer élder” de la Iglesia?
Lo apropiado de tener solamente un revelador para la Iglesia explica la razón por la que el Señor designó un “primer élder” y un “segundo élder” en las primeras etapas después de la Restauración.
El profeta José Smith declaró: “Permíteme informarte que es contrario al sistema de Dios que un miembro de la Iglesia, o cualquier otro, reciba instrucciones para los que poseen una autoridad mayor que de ellos; por consiguiente, desde luego verás usted la impropiedad de hacerse caso; mas si una persona tiene una visión o recibe la visita de un mensajero celestial, debe ser para su propio beneficio e instrucción, porque los principios, gobierno y doctrina fundamentales de la Iglesia están comprendidos en las llaves del reino”. (Enseñanzas del Profeta Smith, págs. 18–19.)
Doctrina y Convenios 20:5. ¿Qué quiere decir las palabras “de su juventud”?
El profeta José Smith describió el gozo y las dificultades a las que se refirió el Señor en las palabras citadas en Doctrina y Convenios 20:5:
“Durante el tiempo que transcurrió entre la ocasión en que vi al Señor y el año mil ochocientos veintitrés —habiéndoseme prohibido unirme a cualquiera de las religiones de edad, cualquiera que fuese, teniendo pocos amigos, y perseguido por aquéllos que debieron haber sido mis amigos y haberme tratado con bondad; y si me creían deludido, haber procurado de una manera propia y caritativa rescatarme— me vi sujeto a toda especie de tentaciones; y, juntándome con toda clase de personas, frecuentemente cometía muchas imprudencias y manifestaba las debilidades de la juventud y las flaquezas de la naturaleza humana, lo cual, de mala pena decirlo, no causó a diversas tentaciones, ofensivas a la vista de Dios. Esta confesión no es motivo para que se me juzgue culpable de cometer pecados graves o malos, porque jamás hubo en mí naturaleza la disposición para hacer tal cosa. Pero sí fui culpable de liviandad, y en ocasiones me asociaba con compañeros joviales, etc., cosa que no correspondía con la conducta que había de guardar uno que había sido llamado de Dios, como yo. Mas esto no le parecerá muy extraño a cualquiera que se acuerde de mi juventud y conozca mi jovial temperamento natural.” (José Smith—Historia 2:8.)
Doctrina y Convenios 20:9. ¿Por qué se declara que el Libro de Mormón tiene “la plenitud del evangelio”?
“Nuestras revelaciones dicen que el Libro de Mormón contiene la plenitud del evangelio (D. y C. 20:9; 27:5, 42; 135:3). Esto es verdad en el sentido de que el Libro de Mormón es un registro de los tratos de Dios con un pueblo que tuvo la plenitud del evangelio, y, por lo tanto, las leyes y los principios que llevan a la más alta salvación se encuentran registrados en ese libro.” (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 335; véase también 3 Nefi 27:13–20.)
Doctrina y Convenios 20:18–20. El hombre natural o caído
Una de las interrogantes que han perturbado al hombre a lo largo de la historia tiene que ver con la bondad o la maldad como cualidades inherentes en el ser humano. Por su propia naturaleza, ¿es malo o bueno el hombre? ¿Heredan el mal de sus padres o mantienen alguna clase de pecado original, o es instintivamente bueno? Quienes sostienen que es inherentemente inicuo y que su naturaleza es pecaminosa se basan en la abundante evidencia de maldad que encuentran en el mundo. El ser humano ha demostrado una tendencia general a ser egoísta, inmoral, cruel y codicioso. Aquellos que piensan que el hombre es básicamente bueno señalan que si el hombre fuera malo por naturaleza, entonces tendría que haber heredado esa maldad directamente de Dios, que es hijo de Él. Eso, naturalmente, es contrario de todo lo que se sabe de la naturaleza de Dios.
Aun algunos Santos de los Últimos Días se han turbado por estas controversias, afirmando que las Escrituras modernas enseñan que la naturaleza del hombre es mala. El rey Benjamín enseña que “el hombre natural es enemigo de Dios”, y Alma dijo que los hombres se habían vuelto “carnales, sensuales y diabólicos por naturaleza” (Mosíah 3:19; Alma 42:10; cursiva agregada). Pero según Doctrina y Convenios, combinada con estos otros pasajes, enseña claramente que el vocablo natural, por naturaleza, no significa que el hombre haya nacido malo, sino que se encuentra en un estado caído hecho por su desobediencia a las leyes de Dios (véase especialmente vers. 20; también Alma 42:12).
La definición que dan las Escrituras de lo que es “hombre natural” es que es desobediente a la ley, y la persona no puede vencer esa “naturaleza” a menos que se someta al influjo del Espíritu Santo, se despoje del hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el Señor” (véase Alma 42:10 y Mosíah 3:19).
En ese caso, como en muchos otros casos, las revelaciones de Doctrina y Convenios aclaran asuntos que preocupan aun a los hombres más entendidos.
Doctrina y Convenios 20:28. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un Dios
Este pasaje ha confundido a algunos Santos de los Últimos Días, dado que la Iglesia enseña que en la Trinidad hay tres miembros distintos y separados.
El presidente Joseph Fielding Smith explicó que ambos conceptos son verdaderos: “Es absolutamente cierto, como aparece en la Perla de Gran Precio y en la Biblia, que para nosotros no hay sino un Dios [véase Moisés 1:6; Marcos 12:32]. Correctamente interpretado, Dios en este sentido significa la Deidad, o sea, la Trinidad, que está formada por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esa Trinidad nos preside, y para nosotros, los habitantes de este mundo, ello constituye el único Dios, o Deidad, y no hay otro aparte de ellos [véase 1 Corintios 8:5–6]. Ante ellos somos responsables, y estamos sujetos a su autoridad y no hay otra Deidad a la cual nos sometamos. Sin embargo, como el Profeta ha demostrado, puede haber, y hay, otros dioses”. (Answers to Gospel Questions, 2:142.)
Doctrina y Convenios 20:30. ¿Cómo se recibe “la justificación”?
El élder Bruce R. McConkie definió la ley de la justificación de la siguiente manera:
“Constituye ‘todos los convenios, contratos, vínculos, compromisos, juramentos, votos, efectuaciones, uniones, asociaciones, o aspiraciones’ (D. y C. 132:7) a los que las personas deben sujetarse para ser salvas y alcanzar la exaltación, los que deben ponerse en práctica con justicia para que el Espíritu Santo pueda justificar al candidato a la ley del hombre o en lo que haya hecho. . . Un acto justificado por el Espíritu es el que queda sellado por el Santo Espíritu de la Promesa, o, en otras palabras, ratificado y aprobado por el Espíritu Santo. Esta ley de justificación es la provisión que el Señor ha hecho en el evangelio para asegurarse de que ningún hecho injusto tenga validez en la tierra y en el cielo, y que nadie añada a su posición o gloria en el más allá, obteniendo una bendición indebida.”
“Así como todos los demás principios de salvación, la justificación está al alcance del hombre por causa del sacrificio expiatorio de Cristo, pero entra en vigencia en la vida de una persona solo a condición de su rectitud.” (Mormon Doctrine, pág. 408.)
Doctrina y Convenios 20:31. ¿Qué es “la santificación”?
El presidente Brigham Young explicó el significado de la santificación:
“Daré mi propia definición del término santificación, y diré que consiste en vencer el pecado, subyugándolo todo a la ley de Cristo. Dios ha puesto el pecado en el mundo, y el hombre es el que promete, sin obstáculos ni interferencias, el querer servirle, y en gobernar y vencer el pecado que está en sí mismo y a su alrededor. Esta lucha lo lleva a la bendición de la santificación.
“Todo lo del Señor se debe de nosotros que renovemos nuestro corazón, luego que vivifiquemos nuestra alma, extendiendo los principios a los vecindarios y a toda la tierra, y que continuemos hasta eliminar del mundo el poder de Satanás y relegarlo al lugar que le corresponde. Esa es la obra en la que Jesús está empeñado y nosotros cooperaremos con Él. No supongáis que en la carne estaremos libres de tentaciones. Hay falsos que suponen que su cuerpo y espíritu pueden ser santificados en el cuerpo, y pueden llegar a ser tan puros que nunca más sentirán los efectos del poder que tiene el adversario de la verdad. Si fuera posible que una persona alcanzara ese grado de perfección en la carne, no podría morir ni tampoco pecar de un niño ni en el cual predomina el pecado. Éste ha entrado al mundo, y por su causa, también la muerte. Creo que mientras vivamos en grado o en otro, sentiremos los efectos del pecado y, finalmente, tendremos que pasar las pruebas de la muerte.” (Journal of Discourses, 10:173.)
Doctrina y Convenios 20:32. ¿Qué significa “caer de la gracia”?
El élder Theodore M. Burton explicó de forma en que El entendente este pasaje: “Significa que aunque Jesucristo es bondadoso y misericordioso para con nosotros si le servimos de todo corazón, nadie puede refugiarse en la rectitud que haya tenido ni en el servicio que haya prestado en el pasado. También significa que hay esperanza y bondad de cualquier de nosotros caiga de su estado de rectitud, aun aquellos que han alcanzado ya un grado avanzado de dignidad. Por lo tanto, necesitamos estar constantemente en guardia, todos y cada uno, para no permitirnos caer en hábitos de descuido en nuestra fe, en nuestras oraciones o en las actividades o responsabilidades que tengamos en la Iglesia. Por esa razón, diariamente renovar mi resolución de vivir más cerca de Dios y de seguir a sus profetas escogidos y a sus apóstoles más diligentes que antes.” (En Conference Report, abril de 1973, pág. 153.)
Doctrina y Convenios 20:37. ¿Qué significa venir “con corazones quebrantados y con espíritus contritos”?
El presidente Joseph Fielding Smith definió ambas expresiones en esta forma:
“La contrición es la manifestación de un corazón quebrantado con profundo pesar por el pecado, el entendimiento de la naturaleza de la mala acción y el deseo de recibir perdón mediante la gracia de Dios. Un espíritu contrito es esencial para la salvación.” (Religious Truths Defined, pág. 273.)
“¿Qué es un corazón quebrantado? Aquél que es humilde, y que deja conmover por el Espíritu del Señor y que está deseoso de sujetarse a los convenios y obligaciones del evangelio.” (En Conference Report, oct. de 1941, pág. 93.)
Doctrina y Convenios 20:38. ¿Qué quiere decir que un “apóstol es un élder”?
Aprendemos en este versículo que el Señor reveló que la designación de “élder” (que significa anciano) se aplica a los apóstoles y, del mismo modo, a todos los demás poseedores del Sacerdocio de Melquisedec. El uso de esa palabra hace que no tengamos que utilizar constantemente términos sagrados como “Apóstol”, “Patriarca”, “Sumo Sacerdote”, etc. Generalmente, es apropiado referirse a apóstoles, setentas y a los miembros de los sumos consejos como “élderes”. El presidente Joseph F. Smith escribió: “El título de élder es el más general y común de todos los del Sacerdocio de Melquisedec, y designa tanto al presidente de la Iglesia como al élder más joven.” (Church History and Modern Revelation, 1:95.)
Doctrina y Convenios 20:41. “El bautismo de fuego y del Espíritu Santo”
El élder Bruce R. McConkie explicó la importancia de ambas clases de bautismo:
“A fin de lograr la salvación, toda persona responsable debe recibir dos bautismos. Son los bautismos de agua y del Espíritu. (Juan 3:3–5.) El bautismo del Espíritu también se denomina el bautismo de fuego y del Espíritu Santo. (Mateo 3:11; Lucas 3:16; 2 Nefi 31:13–14; 3 Nefi 11:35; 12:2; Mormón 7:10; D. y C. 20:41; 33:11; 39:6.) Mediante el poder del Espíritu Santo —que es el Santificador (3 Nefi 27:19–21)—, la impureza, la iniquidad, la carnalidad, la sensualidad y toda cosa mala se consume y elimina del alma arrepentida como si fuera con fuego; la persona purificada viene a ser literalmente una nueva criatura del Espíritu Santo. (Mosíah 27:24–26.) Ha nacido de nuevo.
“El bautismo de fuego no es algo que se agrega a la recepción del Espíritu Santo; más bien, es el goce mismo del don que se ofrece mediante la imposición de las manos en el momento del bautismo. ‘La remisión de pecados’, dice el Señor, viene ‘por el bautismo y por fuego, sí, el Espíritu Santo’ (D. y C. 19:31; 2 Nefi 31:17). Los que reciben el bautismo de fuego son limpios como fuego del Espíritu.” (Mosíah 27:24–26.) Ha nacido de nuevo.”
Además, como explicó el élder Harold B. Lee: “El bautismo por inmersión simboliza la muerte y sepultura del hombre pecador; y el resurgimiento del agua, la resurrección de una novedad de vida espiritual. Después del bautismo, se imponen las manos sobre la cabeza del creyente bautizado, y se le bendice para conferirle el Espíritu Santo. De este modo, el que es bautizado recibe la promesa del don del Espíritu Santo o el privilegio de vivir en la presencia de uno de los miembros de la Trinidad; mediante la obediencia a éste, y por su fidelidad, una persona así bendecida puede recibir la guía y dirección del Espíritu Santo diariamente en su andar y hablar, así como Adán, que en el jardín de Edén andaba y hablaba con Dios, su Padre Celestial. Recibir del Espíritu Santo esa guía y dirección es volver a nacer espiritualmente” (En Conference Report, oct. de 1947, pág. 64).
Doctrina y Convenios 20:57. ¿Cuál es la función principal del oficio de diácono?
No hay responsabilidades definidas asignadas al oficio de diácono. “Los diáconos tienen el deber de ayudar a los maestros. El diácono tiene el poder y autoridad de ser un primer lugar en el Sacerdocio Aarónico. El élder efectúa bien esos deberes es calificado para puestos más altos.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 108; véase también las Explicaciones M y N en el Apéndice.)
Doctrina y Convenios 20:60. ¿Por qué dio a conocer el Señor todos los oficios del sacerdocio cuando la Iglesia había sido recién organizada?
Dijo el presidente Joseph Fielding Smith: “En el principio, el Señor no precisó de los detalles de la organización ni ordenó esenciales para la organización completa y total de la Iglesia. Si lo hubiera hecho, habría sido un torrente de avalancha que abrumara la instrucción. La verdad se reveló por grados, de acuerdo con el entendimiento de los hombres, como lo que se había enseñado por precepto y ejemplo, a la misma forma en que aprendieron los principios del evangelio.
No se reveló en esta sección en escasa preparación para el gobierno de la Iglesia en el momento de su organización.” (Church History and Modern Revelation, 1:95.)
Doctrina y Convenios 20:61–62. El propósito de las conferencias de la Iglesia
El presidente Harold B. Lee dijo lo siguiente para recalcar la importancia que tienen las conferencias para los Santos de los Últimos Días:
“Santos de los Últimos Días, piensen que nunca habéis asistido a una conferencia en donde, como en estos tres días, no habíais escuchado declaraciones más inspiradas sobre todo tema o problema acerca del cual pudiérais estar preocupados. Si deseáis saber lo que el Señor quiere que sepáis, y tener su guía y dirección durante los próximos seis meses, pedid una copia de los discursos de esta conferencia y tendréis las últimas palabras del Señor en lo que se refiere a los santos.” (Discursos de Conferencias Generales, 1973–1975, pág. 79. Versión revisada.)
Doctrina y Convenios 20:65. El principio del común acuerdo
Véase Notas y comentario de la sección 26.
Doctrina y Convenios 20:65. ¿Cómo se sostiene a los oficiales de la Iglesia?
El presidente John Taylor explicó las implicaciones de sostener a alguien en un cargo:
“¿Qué quiere decir cómo lo entendéis vosotros, pero para mí es algo muy sencillo. Por ejemplo, si se ha propuesto a alguien como maestro, y yo he votado manifestando que lo sostendré en su puesto, cuando él me visite en función de su oficio, le extenderé la bienvenida y lo trataré con consideración, bondad y respeto; si necesita consejo se lo pediré, y haré todo lo que pueda por apoyarlo. Eso es lo apropiado y justo.
Tampoco diría nada difamatorio de su carácter. Y, además, si en mi presencia alguien dijera algo que resultara en perjuicio de la reputación de esa persona, yo le diría: ‘¿Un hombre, es usted un miembro de la Iglesia? Sí. ¿No levantó la mano para sostenerlo? Sí. Entonces ¿por qué no lo hace?’ A eso llamaría yo sostener a un oficial. Y si cualquier otra persona atacara su reputación —la cual es de gran importancia para todos nosotros—, yo lo defendería en esa forma” (Journal of Discourses, 21:207–208).
Doctrina y Convenios 20:70. ¿Por qué deben ser bendecidos los niños pequeños antes de su bautismo?
El presidente John Taylor señaló que “además de ser un mandamiento directo de Dios, es el modo tal de deber al obedecerse diligentemente sin vacilación ni objeción, conocemos un buen número de razones excelentes que podemos encontrar para la cual creemos un mandamiento beneficioso tanto para la criatura como para sus padres, quienes al traer a su vástago ante la Iglesia, manifiestan en la presencia de sus hermanos, fe en la palabra de Dios y en sus promesas, así como gratitud que tienen hacia Él por aumentar su posteridad, y porque le madre dio a luz con felicidad. La criatura también se beneficia del poder de la fe y la autoridad que se derrama en el día reunidos.” (Millennial Star, 40:185; abril de 1878, págs. 236.)
Doctrina y Convenios 20:71. ¿Por qué no se bautiza a los niños pequeñitos?
“El bautismo es para la remisión de los pecados, y ninguna persona se puede arrepentir de un pecado hasta que sea responsable ante Dios.” (Smith, Doctrina de Salvación, 2:47; versión revisada. Véase también Moroni 8:5–24.)
Doctrina y Convenios 20:73, 77, 79. Las oraciones fijas
La oración del bautismo y las dos que se pronuncian al bendecir la Santa Cena son oraciones fijas. Una oración fija es aquella que se lee o se aprende de memoria y se repite palabra por palabra. El hecho de que esté establecido lo que se ha de decir les da mayor significado:
“Estas dos oraciones fijas son muy hermosas, llenas de dignidad y espiritualidad, y merecen ser objeto de suma atención y estudio. Notemos que los símbolos de la carne y sangre del Señor se toman en memoria de su gran sacrificio.” (Sperry, Compendium, pág. 97.)
Doctrina y Convenios 20:75, 79. ¿Es aceptable el vino para el sacramento de la Santa Cena?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 27:1–4.
Doctrina y Convenios 20:83
En la Explicación I se dan más detalles en cuanto a las leyes de la Iglesia con respecto a la forma de tratar las transgresiones cometidas por los miembros.
Sección 21
“Recibiréis su palabra… como si viniera de mi propia boca”
Antecedentes históricos
Por más de diecisiete siglos la Iglesia de Jesucristo, tal como Juan el Revelador profetizó, había estado en “el desierto” por causa de la Apostasía (Apocalipsis 12:14; véase también D. y C. 86), y se había corrompido con las doctrinas de los hombres.
El martes 6 de abril de 1830, en el estado de Nueva York, un reducido grupo de hombres se reunió en la casa de Peter Whitmer. No se invitó a aquella reunión a dirigentes de ninguna nación, ni tampoco a los líderes religiosos de la época. No hubo diarios que publicaran los acontecimientos, pero en los cielos los ángeles se alegraron y en la tierra aquel grupo selecto, bajo la dirección de un profeta moderno, organizó la Iglesia de Jesucristo.
La reunión se inició con una oración solemne. Luego, sostuvieron a José Smith y Oliverio Cowdery como líderes en el reino de Dios, y ambos recibieron aprobación unánime para organizar la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El Profeta detalló por escrito los acontecimientos que tuvieron lugar:
“Procedí a imponerle las manos a Oliverio Cowdery y le ordené élder de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, después de lo cual, él me ordenó a mí también al oficio de élder de dicha Iglesia. [Nota: Aunque ya se les había conferido el Sacerdocio de Melquisedec, se les había dicho que pospusieran la ordenación de ambos al oficio de élder hasta que la Iglesia estuviera organizada (véase Antecedentes históricos de la sección 18).] Entonces tomamos pan, lo bendijimos y lo partimos con ellos; también tomamos vino, lo bendijimos y lo bebimos con ellos. Luego impusimos las manos sobre cada miembro de la Iglesia que estaba presente, para que pudieran recibir el don del Espíritu Santo y su confirmación de miembro de la Iglesia. El Espíritu Santo se derramó sobre nosotros abundantemente —algunos profetizaron, en tanto que todos alabamos al Señor y nos regocijamos en extremo. Mientras estábamos juntos yo recibí el siguiente mandamiento…” A continuación da la sección 21 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:77–78.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 21:1. “Se llevará entre vosotros una historia”
Desde el mismo día en que la Iglesia fue organizada, el Señor dio instrucciones a sus siervos en cuanto a la importancia de tener un registro escrito de Sus revelaciones y de escribir la historia de la Iglesia (véase D. y C. 128:4–5; véase también la parte de Notas y comentario sobre la sección 47).
Doctrina y Convenios 21:1. ¿Cuáles son los dones espirituales especiales del que es llamado a ser profeta del Señor?
Las definiciones siguientes pueden ayudar a aclarar las funciones especiales que cumple el Presidente de la Iglesia:
Vidente. El élder John A. Widtsoe definió al vidente con las siguientes palabras: “Es aquel que ve con los ojos espirituales. Él percibe el significado de lo que parece obscuro para los demás; por lo tanto, es un intérprete que aclara la verdad eterna. Por otra parte, tiene la facultad de predecir el futuro por los hechos del pasado y del presente. Todo esto lo hace mediante el poder del Señor que entra en acción a través de él directamente, o indirectamente con la ayuda de instrumentos divinos tales como el Urim y Tumim. En resumen, es aquel que ve, que anda en la luz del Señor con los ojos abiertos.” (El Libro de Mormón, Evidences and Reconciliations, 1:205–206; véase también Moisés 6:36.)
Traductor. El título de “traductor” puede referirse al que ha recibido los dones bendiciones de las que el Espíritu de Dios da a un profeta:
- El poder de expresar la palabra escrita o hablada en otro idioma (véase D. y C. 20:8).
- El poder de dar un sentido más claro a determinado idioma o lenguaje.
Mediante el don de traducción, el profeta no sólo transmite las palabras registradas por el escritor en la lengua del lector, sino que por medio de la revelación preserva también las ideas, o sea, la intención, de la persona que las escribió originalmente.
Profeta. El élder Widtsoe dijo acerca de esto:
“Un profeta es un maestro. Ese es el sentido esencial del vocablo. El profeta enseña el núcleo de la verdad, que es el evangelio, revelado por el Señor al hombre; y bajo inspiración lo explica para que las personas lo entiendan. Es un expositor de la verdad, y además, enseña que la senda hacia la felicidad y salvación es la obediencia a las leyes de Dios; él llama al arrepentimiento a quienes se apartan del camino de la verdad, y se torna guerrero para defender la misericordia y de los propósitos del Señor con respecto a la familia humana. El propósito de su obra es patrocinar el plan de salvación del Señor. Todo esto lo hace mediante la ministración divina que tiene con el Señor hasta que está lleno de ‘poder del Espíritu de Jehová’ (Miqueas 3:8; véase también D. y C. 20:26, 34; 34:36). . .
“Con el transcurso del tiempo, el vocablo ‘profeta’ ha llegado a significar, tal vez principalmente, el de un hombre que recibe revelaciones e instrucciones del Señor. Se ha perdido enormemente el uso de la acepción original que encierra: el de enseñar. Cualquier hombre que recibe inspiración divina y enseña por inspiración es, en ese sentido, un profeta.” (Evidences and Reconciliations, 1:200–201.)
Doctrina y Convenios 21:4–5. ¿Las palabras de quién deben recibir los Santos como si fueran de la propia boca del Señor?
El presidente Joseph Fielding Smith respondió a esa pregunta de la siguiente manera:
“Ha habido mucha especulación con respecto a esta declaración del Señor al profeta José Smith: ‘Porque recibiréis su palabra con toda fe y paciencia como si viniera de mi propia boca’ (vers. 5). Esta es la palabra que el Señor dio a Israel por intermedio de Moisés, y es igualmente cierta en el caso de cualquier otra persona a quien se ha sostenido como portavoz del Todopoderoso. Posteriormente, hablando de sus siervos inspirados, el Señor dijo: ‘Y lo que hablen cuando son inspirados por el Espíritu Santo, será Escritura, será la voluntad del Señor, será la intención del Señor, será la palabra del Señor, será la voz del Señor y el poder de Dios para salvación’ (D. y C. 68:4). En esta dispensación, tal como en los tiempos antiguos, la gente demuestra poseer las mismas características: Nos sentimos más dispuestos a aceptar como palabra del Señor aquello que se dijo en dispensaciones anteriores, y vacilamos en aceptar lo que el Señor ordene hoy mediante sus siervos escogidos. Sin embargo, la palabra del Señor es muy clara en este sentido. Tengamos siempre presente Su palabra en el día de que, por causa de su siervo, Él nos bendecirá —y esto se aplica tanto al Presidente de la Iglesia actual, como a quienes le han precedido y a los que le seguirán hasta que Él mismo venga de nuevo.” (Church History and Modern Revelation, 1:107–108.)
Doctrina y Convenios 21:5. ¿Por qué es necesario tener paciencia y fe para sostener a los profetas del Señor?
El presidente Harold B. Lee advirtió en cuanto a las dos cualidades especiales que surgieron al sostener al profeta del Señor:
“Ahora bien, la única seguridad que tenemos los miembros de la Iglesia consiste en hacer exactamente lo que el Señor dijo en aquel día en que la Iglesia fue organizada. Debemos aprender a prestar atención a todas las palabras y mandamientos que el Señor nos da por medio de su profeta, ‘según los reciba, andando delante de mí con toda santidad, . . . con toda fe y paciencia como si viniera de mi propia boca’ (vers. 4–5). Habrá algunas cosas que requieran paciencia y fe. Puede ser que no os guste lo que provenga de las autoridades de la Iglesia, ya que puede contradecir vuestros puntos de vista políticos, vuestros puntos de vista sociales, y puede ser un estorbo a vuestra vida social. . .
“Nuestra seguridad depende de que sigamos a los que el Señor ha colocado para presidir sobre su Iglesia. Si de aquí en adelante, queréis presidir, y no cometerá ningún error. El Señor no hace las cosas por casualidad. . .
“Mantengamos nuestros ojos sobre el Presidente de la Iglesia.” (En Conference Report, oct. de 1970, págs. 152–153.)
Doctrina y Convenios 21:6. ¿Cuáles son las bendiciones especiales para aquellos que reciben a los siervos del Señor?
En este versículo se da la promesa de tres bendiciones a quienes escuchan las palabras del Profeta:
- “Las puertas del infierno no prevalecerán contra vosotros.”
El élder Bruce R. McConkie dio la siguiente explicación de ese concepto:
“Las puertas del infierno son las entradas a los tenebrosos dominios de los condenados, donde los inicuos esperan el día en que saldrán en la resurrección de condenación. Esos portales prevalecen contra todos los que los atraviesan. Pero los que obedecen las leyes y ordenanzas del evangelio tienen la promesa de que las puertas del infierno no prevalecerán contra ellos.” (Doctrinal New Testament Commentary, 1:388–389.) - “Dios el Señor dispersará los poderes de las tinieblas de ante vosotros.”
- “Él hará sacudir los cielos para vuestro bien”.
Doctrina y Convenios 21:7. El Profeta de Dios dirige la causa de Sion: Seguirlo es andar por la senda segura
En este pasaje, el vocablo “lo” se refiere a José Smith, pero las palabras del versículo se aplican a cualquier hombre que reciba las llaves para dirigir la Iglesia. En 1830, José Smith era por entonces el profeta al que Dios había inspirado para impulsar la causa de Sion. Para los santos de 1860, ese profeta era Brigham Young. Para los de 1900, era Spencer W. Kimball. Las dos declaraciones siguientes indican por qué razón es indispensable seguir a los profetas que dirigen la Iglesia. El élder Delbert L. Stapley declaró:
“Testifico, hermanos, que Dios lo sostiene [al profeta actual], y solamente a él, porque él tiene el señalamiento del profeta, vidente y revelador, que es quien representa al Señor en nuestras días. Solamente él tiene derecho a recibir revelación para la Iglesia y de sus gloriosos principios. . .
‘. . . Ellos serán fortalecidos para resistir a los falsos maestros y anticristos, a quienes tenemos entre nosotros.’” (En Conference Report, oct. de 1953, pág. 70; cursiva agregada.)
Y el presidente Harold B. Lee testificó así:
“Con todo lo maravilloso que son las revelaciones que hemos recibido en el pasado y que se encuentran en los libros canónicos, no dependemos solamente de ellas. . . Tenemos un portavoz al cual Dios le revela su intención y voluntad, y el Señor nunca permitirá que nos lleve por la senda errada. Como ya se ha dicho, Dios nos quitaría de nuestros puestos antes que permitir que intentáramos desviarla al pueblo. No temáis nada de qué preocuparos al respecto. Dejemos, pues, que el Señor se encargue de la administración y el gobierno de lo suyo. No tratéis de encontrar fallas en el manejo y los asuntos que solamente a Él corresponden, ya que por revelación están en manos de su profeta, su vidente y revelador” (The Place of the Living Prophet. Discurso presentado al personal de seminarios e institutos de religión, el 8 de julio de 1964, pág. 16).
El lugar que ocupa el Profeta de la Iglesia es un principio que se enseña en varias partes de Doctrina y Convenios. La Explicación E, en el Apéndice, contiene un detallado análisis de este tema.
Doctrina y Convenios 21:7–8. No llorará más por Sion
A pesar de los sufrimientos de José Smith en sus esfuerzos por “impulsar la causa de Sion” (D. y C. 21:7) todavía no habían terminado —en realidad, acababan de comenzar— el Señor había escuchado sus ruegos pidiendo ayuda en el establecimiento de la obra. Sus pecados le fueron perdonados, y se derramó sus bendiciones sobre la obra del Profeta, y éste ya no tuvo que seguir afligido ni lamentar en reino. Con la organización de la Iglesia, el reino de Dios había quedado establecido. La piedra cortada del monte comenzaba a rodar y llegaría a llenar toda la tierra (véase Daniel 2).
Doctrina y Convenios 21:11
Véase Doctrina y Convenios 20:2–3.
Sección 22
El bautismo: Un convenio nuevo y sempiterno
Antecedentes históricos
Algunas personas que previamente habían sido bautizadas deseaban ser miembros de la Iglesia sin tener necesidad de bautizarse otra vez. El presidente Joseph Fielding Smith comentó lo siguiente con respecto al problema de ayudar a aquellos nuevos conversos a entender el concepto de la autoridad:
“Cuando la Iglesia fue organizada, comenzaron a agregarse los conversos. Algunos de ellos provenían de iglesias que creían en el bautismo por inmersión. De hecho, muchos de los primeros conversos habían aceptado esa forma de bautismo previamente, porque era la debida. Sin embargo, no llegaban a comprender claramente el concepto de la autoridad divina, y, al desear ingresar a la Iglesia, después de haber recibido el testimonio de que José Smith había dicho la verdad, se preguntaban por qué era necesario que volvieran a bautizarse puesto que consideraban haber cumplido ya la ordenanza del bautismo por inmersión” (Church History and Modern Revelation, 1:109).
Como consecuencia de esa situación, José Smith inquirió del Señor buscando una respuesta, y recibió la sección 22.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 22:1–4. ¿Es importante la autoridad del sacerdocio para efectuar una ordenanza sagrada?
El élder James E. Talmage explicó cómo cada dispensación debe recibir su propia autoridad:
“Al establecer su Iglesia entre los nefitas, el Señor dijo a los que fueron elegidos y ordenados, a quienes les daba autoridad, cómo debían administrar la ordenanza del bautismo. Tenían que decir: ‘Habiéndome sido dada autoridad de Jesucristo, yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo’ (3 Nefi 11:25). Pero eso no nos otorga autoridad alguna en esa época. Las palabras que Cristo habló a sus Apóstoles de la antigüedad no podrían darles autoridad a los Apóstoles de hoy día, ni a ninguno de los líderes de la Iglesia. Repito, las palabras que el Señor habló a los discípulos que escogió entre los nefitas no ejercieron ninguna autoridad para nosotros; pero en esta época Él ha hablado de nuevo y ha dado aquel mismo poder y autorización para hablar en su nombre y efectuar las ordenanzas del evangelio, según el modelo que Él mismo estableció; por lo tanto, los élderes y presbíteros que conducen a las aguas bautismales a los candidatos que han profesado su fe y se han arrepentido de sus pecados declaran que se les ha dado autoridad; y, estando comisionados por Jesucristo, los bautizan en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” (En Conference Report, abril de 1924, pág. 68.)
Doctrina y Convenios 22:1. ¿Cuál es el “convenio nuevo y sempiterno”?
Frecuentemente aparecen en Doctrina y Convenios palabras que se refieren a ese convenio. El presidente Joseph Fielding Smith dio la siguiente definición al respecto:
“El nuevo y sempiterno convenio es la plenitud del evangelio. Se compone de ‘todos los convenios, contratos, vínculos, compromisos, juramentos, votos, ordenanzas, uniones, asociaciones o aspiraciones’ que se sellan sobre los miembros de la Iglesia por medio del Santo Espíritu de la Promesa, o sea, el Espíritu Santo, mediante la autoridad del Presidente de la Iglesia, posee las llaves. Es la persona que posee las llaves del Sacerdocio de Melquisedec. El élder agregó además que el matrimonio eterno es también un convenio nuevo y sempiterno. El bautismo también lo es, y de igual modo la ordenación al sacerdocio y todo otro convenio es eterno y parte del nuevo y sempiterno convenio que abarca todas las cosas.” (Answers to Gospel Questions, 1:65.)
Doctrina y Convenios 22:4. “Entrad por la puerta”
El bautismo es la puerta, o requisito, para entrar en el reino celestial, y toda persona que haya llegado a la edad de responsabilidad debe recibirlo (véase 2 Nefi 31:15–21). La ordenanza del bautismo, aunque absolutamente esencial, sólo puede tener validez cuando va acompañada del cambio de vida correspondiente. Nacer de nuevo significa iniciar una vida nueva, ser una nueva persona. El élder John A. Widtsoe describió dicho cambio de la siguiente manera:
“Recuerdo al hombre que me bautizó en la Iglesia. Había sido un hombre corriente, común, equilibrista en un circo, que bebía una buena cantidad de cerveza todos los días, un vaso de whisky un poco más tarde, y mascaba un taco de tabaco casi todo el día; llevaba una vida sin sentido, a no ser por tres comidas diarias y la satisfacción de ciertos apetitos carnales. Oyó el evangelio y lo aceptó. Era algo bueno, algo que anhelaba en el alma. El hombre creció en poder y prominencia en la Iglesia. Según recuerdo, cumplió cinco o seis misiones. Era el mismo hombre, con los mismos brazos, los mismos pies, el mismo cuerpo, la misma mente, pero cambiado por causa del Espíritu que viene con la aceptación de la verdad eterna. ¿No hemos visto ocurrir esto en nuestras familias y amigos, en los pequeños pueblos en los que vivimos? ¿No hemos sentido nuestra propia fuerza crecer más en amor hacia nuestros semejantes, en amor hacia nuestras tareas diarias, en amor hacia todas las cosas buenas de la vida?” (En Conference Report, abril de 1952, pág. 34.)
Doctrina y Convenios 22:4. “No pretendáis aconsejar a vuestro Dios”
Estudien los siguientes pasajes: D. y C. 3:1–9; 63:55; 124:84; 136:19; Jacob 4:10; Moisés 4:9; Isaías 55:8–9.
Sección 23
“Fortalecer a la Iglesia de continuo”
Antecedentes históricos
En abril de 1830, en Manchester, estado de Nueva York, Oliverio Cowdery, Hyrum Smith, Samuel H. Smith, Joseph Smith (el padre) y Joseph Knight buscaron a José Smith para saber por medio de él la intención y voluntad del Señor con respecto a ellos.
El Profeta consintió en lo que le solicitaban y recibió del Señor la revelación conocida como Sección 23. (Véase History of the Church, 1:80.)
Cuando esta revelación se publicó por primera vez en el Libro de Mandamientos, estaba dividida en cinco partes que comprendían los capítulos o secciones 17 a 21. En todas las ediciones posteriores aparecieron combinadas en una sola sección.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 23:1–6. Los primeros líderes de la Iglesia recibieron una revelación
En su libro Church History and Modern Revelation (“La revelación moderna y la historia de la Iglesia”) el presidente Joseph Fielding Smith escribió acerca de cada uno de los hombres mencionados en esa revelación:
Oliverio Cowdery.
“Primero el Señor le habló a Oliverio Cowdery, haciéndole saber que se cuidara del orgullo (vers. 1) a fin de que no cayera en tentación. Ese era uno de los pecados más prevalentes de Oliverio. Si él hubiese sido más humilde en los días turbulentos de Kirtland, no habría perdido su derecho de pertenecer a la Iglesia ni el lugar que tenía en ésta. Lo que se le había conferido era sumamente grandioso y si hubiera estado dispuesto a ser humilde, habría tenido el privilegio de estar al lado del profeta José Smith por el resto de la eternidad, compartiendo con él las llaves de la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos. Sin embargo, en aquel momento en particular en que buscaba saber la voluntad del Señor, él estaba libre de toda condenación. En la revelación se le mandó que hiciera conocer su llamamiento a la Iglesia y también al mundo, y se le dijo que haciéndolo su corazón se abriría para así enseñar la verdad desde entonces en adelante. Su gran misión era trabajar hombro a hombro con el profeta José, compartiendo con él las llaves de salvación para esta dispensación. También tenía el deber de dar testimonio a toda la humanidad sobre la restauración del evangelio.”
Hyrum Smith.
“Hay un aspecto de gran significado en esta breve bendición que recibió Hyrum Smith (vers. 3), el cual se encierra en las palabras ‘Por ahora, tu deber es para con la Iglesia principalmente, y esto a causa de tu familia’. Es dudoso que el profeta José Smith haya entendido el sentido de esa expresión en el momento en que recibió la revelación. Pero en años posteriores éste se aclaró: Evidentemente hacía referencia al oficio de Patriarca.”
Samuel Smith.
“A éste el Señor le dijo que tenía el deber de fortalecer a la Iglesia, aunque aún no había sido llamado a predicar el evangelio al mundo. Se recordará que Samuel había sido la tercera persona bautizada en esta dispensación. Él fue uno de los primeros en ser ordenado al oficio de élder y no había pasado mucho tiempo de esta revelación cuando fue enviado a enseñar el evangelio, cosa que hizo con gran éxito, mucho más allá de lo que él mismo había esperado.”
Joseph Smith, padre.
“A Joseph Smith, que era un fiel y dedicado a su hijo en el inicio de esta obra del Señor, el Señor le dijo que no estaba bajo condenación, que era llamado a exhortar y fortalecer a la Iglesia, y que se esfuerce desde entonces y para siempre.”
Joseph Knight.
“Es muy posible que Joseph Knight, antes de unirse a la Iglesia, acostumbrara a orar con frecuencia. Era universalista y tenía ideas muy liberales. Esta revelación se recibió antes de que se uniera a la Iglesia. Fue bautizado en la época en que los enemigos destruyeron la presa de Colesville, luego de la primera conferencia de la Iglesia.”
(Smith, Church History and Modern Revelation, 1:120–122.)
A Newell Knight, hijo de Joseph Knight, también le resultaba difícil orar.
Doctrina y Convenios 23:6. ¿Qué significa tomar tu cruz?
Daniel Ludlow explica que “tomar la cruz” es una frase que aparece en las Escrituras antiguas y modernas, incluyendo, por lo menos tres referencias en Doctrina y Convenios (23:6; 56:2; 112:14). En Mateo 16:24 se citan las palabras del Salvador cuando dijo:
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.”
El versículo inspirado, o sea, la traducción del texto bíblico hecho por el profeta José Smith, nos aclara esta afirmación de Jesús en sus propias palabras:
“Y ahora para que un hombre tome su cruz, tiene que rechazar toda impiedad y toda lujuria mundana, y obedecer mis mandamientos.” (Compendium, 25:6.)
El élder James E. Talmage escribió:
“La cruz que debemos tomar puede ser muy pesada, y tal vez sea necesario arrastrarla por ser una carga demasiado grande para soportar. Tenemos la tendencia a suponer que la negación del yo es el único material de nuestra cruz; pero esto es así siempre y cuando consideremos esa autonegación en su más amplio sentido, o sea, que comprenda tanto los aspectos negativos como los positivos. La cruz de una persona puede consistir mayormente en contenerse para no hacer lo malo hacia lo cual se inclina, mientras que la de otra puede ser esforzarse por hacer aquello que preferiría evitar. El pecado obsesionante de un individuo puede ser su tendencia al mal, mientras que el de su vecino quizás sea una perezosa indiferencia al cumplimiento activo de algunos principios del evangelio de Jesucristo junto con un rigor puritano con respecto a otros aspectos.» (Vitality of Mormonism, pág, 339; véase también Notas y comentario sobre D. y C. 56:2.)
Sección 24
“Declarará mi evangelio como con la voz de trompeta”
Antecedentes históricos
Durante el mes de abril de 1830, José Smith pasó cierto tiempo en casa de Joseph Knight, en Colesville, estado de Nueva York. La familia Knight estaba dispuesta a escuchar el mensaje que él tenía. Mientras estaba allí, el Profeta expulsó un espíritu inmundo que se había apoderado de Newel Knight, uno de los hijos de Joseph Knight. (Véase History of the Church, 1:82–83.) La mayoría de los que fueron testigos del milagroso suceso pidieron el bautismo, lo cual fue causa del aumento de la oposición, que se manifestó en los esfuerzos que se hicieron para impedir los bautismos y en el hecho de que el Profeta tuvo que enfrentar muchos juicios desagradables basados en acusaciones falsas. Aunque se le defendió en forma adecuada y quedó absuelto de las cargas, se perdió mucho tiempo. (Véase History of the Church, 1:88–89, 95–96.) Él tenía la responsabilidad de proveer para su familia y al mismo tiempo guiar, aconsejar y dirigir a la Iglesia recién organizada.
Después que el Profeta regresó de Colesville a su casa en Harmony (estado de Pensilvania), el Señor le dio lo que hoy conocemos como la sección 24. José Smith no indicó por escrito la razón por la cual se le dio esta revelación, pero las experiencias que tuvo en los tribunales ciertamente lo hicieron comprender que se ejercía todo medio disponible para quitarle tiempo y evitar, si era posible, el progreso del gran movimiento de esta dispensación.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 24:1. “Has sido librado”
La mención de bendiciones y liberación de que el Profeta había gozado era un recordatorio para él al enfrentar a la vastedad de su llamamiento y contemplar las fuerzas organizadas que se levantaban en oposición a su obra. El debe de haberse sentido como Enoc (véase Moisés 6:31) y Moisés (véase Éxodo 4:1) y como muchos otros que han sido llamados a efectuar una obra que está por encima de la capacidad humana. (Véase History of the Church, 1:86.)
Doctrina y Convenios 24:3–9. “Te sustentarán”
Además de sus muchas responsabilidades en la Iglesia, José Smith tenía una familia y no podía olvidar sus deberes para con ella, aunque su tarea fuera principalmente espiritual. A pesar de que no se le relevó completamente de responsabilidad con respecto a sus necesidades temporales en aquel momento, el Señor le dijo que dependería de la Iglesia en cuanto al sostén material. El élder Bruce R. McConkie comentó lo siguiente acerca de los que son llamados a dar servicio total a la Iglesia:
“Todo nuestro servicio en el reino de Dios se basa en su eterna ley que establece: ‘…el trabajador en Sión, trabajará para Sión; porque si se trabajare por dinero, perecerá’ (2 Nefi 26:31).
“Sabemos perfectamente bien que el ‘obrero es digno de su salario’ (véase Lucas 10:7), y que a aquellos que dedican todo su tiempo para la edificación del reino debe proveérseles de alimento, vestimenta, alojamiento y todo lo necesario para la vida. Tenemos que emplear maestros en nuestras escuelas, arquitectos para diseñar nuestros templos, constructores para edificar nuestras sinagogas y administradores para dirigir nuestros negocios. Pero estos empleados, junto con todos los demás miembros de la Iglesia, participan también voluntariamente para ayudar a que la obra del Señor avance. Los presidentes de barrio trabajan en proyectos de bienestar; los arquitectos se alejan de sus mesas de dibujo para salir en misiones; los constructores dejan sus herramientas para servir como obispos o maestros orientadores; los abogados hacen a un lado sus libros de leyes y el Código civil para actuar como guías en la Manzana del Templo; los maestros salen de su aula para visitar a los huérfanos y las viudas en sus aflicciones; los músicos que se ganan la vida en conciertos profesionales tocan los órganos y tocan en las reuniones de la Iglesia; los pintores profesionales se complacen en proporcionar sus servicios voluntariamente y gratuitamente.” (En Conference Report, abril de 1975, pág. 77; véase también Ensign, mayo de 1975, pág. 52.)
El sostén temporal de parte de los miembros probablemente sea sólo una parte de lo que se implica en esos versículos, pues se instaba a los miembros a apoyar y sostener al Profeta en toda forma posible.
Doctrina y Convenios 24:9. “En los trabajos temporales tendrás fuerza”
“Los dones del profeta eran de naturaleza espiritual y no monetaria, pero el Señor le prometió que sí magnificaría su llamamiento, siempre tendría lo necesario para vivir. La habilidad financiera es también un don que se puede emplear para gloria de Dios, pero el Profeta no era un hombre de finanzas, y no vivía para acumular riquezas. El reino de Dios era su principal y mayor interés.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 124.)
Doctrina y Convenios 24:10. “Continuará anunciando mi nombre al mundo”
Todos los que se bautizan en la Iglesia hacen convenio de tomar sobre sí el nombre de Cristo y de que se sepa que son cristianos. Por este motivo, mediante sus palabras y obras, dan testimonio a las demás personas concerniente al Salvador y su misión (véase D. y C. 20:69).
Doctrina y Convenios 24:13–14. “No exijáis milagros”
A Oliverio Cowdery se le mandó que evitara exigir milagros, aparte de los que estaban relacionados con la predicación del evangelio, a menos que fueran ordenados por el Señor (véase Mateo 10:8; Marcos 16:17–18; D. y C. 84:66–72). Se espera que los poseedores del sacerdocio que actúen en forma apropiada efectúen las obras del sacerdocio (véase D. y C. 63:7–12).
Los milagros mencionados por el Señor en el versículo 13 son idénticos a los señales de las que se habla en Marcos 16:16–20, Mormón 9:24–25, y Doctrina y Convenios 84:64–72. Son dones del Espíritu (Espíritu Santo) otorgados a los que creen y obedecen el evangelio de Cristo, y su objeto no es la conversión de la gente a la verdad sino el beneficio de los que ya están convertidos. Al requerírsele a la persona que necesita un milagro que lo solicite, se cumplen las Escrituras, es decir, los milagros se efectúan en beneficio de los que creen y, por lo tanto, son una señal de su fe.
Doctrina y Convenios 24:15. “Dejaréis una maldición”
Las maldiciones, así como las bendiciones, se pueden impartir mediante el poder y la autoridad del sacerdocio (véase D. y C. 124:93), mientras ellas se hallen aplicadas a los incrédulos y rebeldes de las leyes de Dios (véase D. y C. 1:8–9). La acción de lanzar los pies como testimonio contra los que rechazan a los siervos del Señor es una ordenanza sagrada, y no una mera demostración de que se ha dado un testimonio y que la declaración del evangelio fue rechazada. Mediante esa revelación se muestra a los que rechazan la verdad creada en la abundancia, lo grave de su incredulidad. Quedan sujetos al juicio de Dios y son responsables por ellos ante el Señor (véase D. y C. 88:81–82). Por este pasaje y por lo que dicen otros de revelaciones posteriores que aparecen en Doctrina y Convenios, es evidente que la ordenanza debe realizarse sólo cuando el Señor lo ordena expresamente (véase también D. y C. 75:20–22).
Doctrina y Convenios 24:19. La poda de la viña
“En esta dispensación, la viña del Señor cubre toda la tierra, y los obreros salen a recoger el Israel disperso antes del día señalado para la quema, en el que la viña será purificada de toda corrupción. (D. y C. 33:2–7; 72:2; 75:2–5; 101: 44–62; 135:6.)” (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 452.)
El simbolismo que se emplea en este pasaje es semejante al utilizado en la alegoría del olivo (véase Jacob 5).
Sección 25
“Una señora elegida”
Antecedentes históricos
Habían pasado solamente tres años desde que el profeta José Smith y Emma Hale se habían casado en el pequeño poblado de South Bainbridge, estado de Nueva York. Él tenía veintiún años y ella veintiséis.
La hermana Smith era la séptima en una familia de nueve hijos cuyos padres eran Isaac y Elizabeth Hale. Nació el 10 de julio de 1804 en Harmony, estado de Pennsylvania. Allí la conoció y cortejó el Profeta, mientras trabajaba para Josiah Stowell. Se dice que era una hermosa mujer, poseedora de una personalidad atractiva, y tenía la reputación de ser una persona refinada y llena de dignidad, excelente ama de casa y cocinera. Se había criado en el fervor metodista y a ello se debía su gran amor por la música.
Los tres primeros años de la noble pareja ciertamente fueron llenos de tensión y pruebas. Ocho meses después de su casamiento, José recibió las planchas de oro de manos de Moroni. Desde ese momento, su vida se vio acosada por las persecuciones y la tribulación, y Emma soportó esas calamidades al lado de su esposo fielmente. Aun con él durante los meses agonizantes en los que él perdió el don de traducir; también le sirvió como escribiente y testigo del Señor. Su corazón de esposa, además de haberse llenado de dolor cuando el Profeta fue arrestado por acusaciones falsas, una y otra vez (véase Antecedentes históricos de la sección 24). Acompañó al Profeta en muchos de sus viajes misionales, y compartió con él el gozo y el pesar que acompañan la prédica del evangelio. Era una mujer de gran valor y de voluntad firme. La madre del Profeta escribió de ella:
“Nunca he visto otra mujer que soportara toda especie de fatiga y tribulación, de mes en mes, de año en año, con el valor, el celo y la paciencia inquebrantables, como ella lo ha hecho; pues sé muy bien lo que ha tenido que soportar. . . ha hecho frente a las tormentas de la persecución y ha soportado la ira de hombres y demonios, algo que habría destruido a cualquier otra mujer.”
(Lucy M. Smith, History of Joseph Smith, págs. 199–201.)
Y entonces, en julio de 1830, posiblemente cerca de su cumpleaños, el Señor le dirigió la revelación que hoy conocemos como la sección 25 de Doctrina y Convenios.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 25:1. “Hijos e hijas en mi reino”
En este versículo, Jesucristo se identifica como “el Señor tu Dios”, que es un título que lleva el Salvador. En este versículo, reconoce a Emma Smith como su hija. Las Escrituras enseñan claramente la doctrina de que todos los que hacen el convenio del bautismo pueden volver a nacer en el reino de Dios y llegar a ser hijos del Salvador porque o en esa forma son “engendrados espiritualmente” por Él (véase, por ejemplo, Moisés 5:7; Moisés 6:64–68). Tales personas se distinguen de todos los demás hijos de Dios que viven en esta tierra por haber obedecido ese convenio. A los que no participan de tales convenios se les conoce como hijos de los hombres (véase Moisés 8:14–15), y a los que pecan como Caín lo hizo se les da el nombre de hijos de perdición (véase Moisés 5:24; D. y C. 76:31–32).
Doctrina y Convenios 25:3. ¿En qué sentido era Emma Smith una “señora elegida”?
Ella había recibido el llamamiento de servir de compañera y ayuda idónea de José Smith, el Profeta de la Restauración. En esta revelación también se le llama “señora elegida”. Posteriormente, recibió otra responsabilidad cuando el Profeta organizó la Sociedad de Socorro, el 17 de marzo de 1842. El Profeta escribió:
“Ayudé a iniciar la organización de ‘La Sociedad de Socorro Femenina de Nauvoo’. . . La hermana Emma Smith fue la presidenta, y las hermanas Elizabeth Ann Whitney y Sarah M. Cleveland son las consejeras. Les impartí mucha instrucción; leí en el Nuevo Testamento y en el libro de Doctrina y Convenios concerniente a la ‘señora elegida’ y les demostré que este título significaba ser elegida para ciertas obras. . . y que la revelación en su cumplimiento entonces en la elección de la hermana Smith a la presidencia de la Sociedad, habiendo sido ella previamente ordenada para ejercerla en las Escrituras.” (History of the Church, 4:552–553.)
Doctrina y Convenios 25:7. ¿Cuál es el significado del vocablo “ordenada” en el uso que se le da en este versículo?
En los primeros días de la Iglesia, ese vocablo se empleaba generalmente con referencia a ordenaciones y también al hecho de ser apartado y encomendado, de acuerdo con el significado de la palabra ordene. Se decía de los que poseían el sacerdocio que habían sido ordenados para presidir sobre las ramas de la Iglesia y efectuar obras misionales. Las hermanas también eran “ordenadas” al ser llamadas a alguna tarea o responsabilidad especial. En años posteriores llegamos a diferenciar entre ordenar y apartar (por imposición de las manos). Los hombres son ordenados en los oficios del sacerdocio y apartados para presidir las estacas, los barrios, las ramas, misiones y organizaciones auxiliares. Las hermanas son apartadas —no ordenadas— para presidir las organizaciones auxiliares, para servir como misioneras, etc. Estas palabras que indican que Emma Smith fue ‘ordenada’ para exponer las Escrituras no significan que se le hubiera conferido el sacerdocio, sino que fue apartada para ese llamamiento, el cual llegó a su cumplimiento en la Sociedad de Socorro de la Iglesia.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:126.)
Doctrina y Convenios 25:7. Emma Smith recibió el llamamiento de “exhortar a la Iglesia”. ¿No se opone éste a la declaración del apóstol Pablo de que las mujeres no deben hablar en la Iglesia?
El significado correcto de la declaración del apóstol Pablo de que las mujeres no debían hablar en la Iglesia (véase 1 Corintios 14:34–35) se recibió en la revisión de la Biblia que hizo el profeta José Smith.
El cambio que se hizo en ese pasaje de las Escrituras indica que las mujeres no deben “mandar” en la Iglesia. El sentido evidente de esos versículos es que, en la Iglesia, el sacerdocio debe dirigir a las mujeres. Este principio fue declarado por el Profeta a los miembros de la primera Sociedad de Socorro, cuando les dijo: “Mediante el orden del sacerdocio que Dios ha establecido, recibiréis instrucciones por conducto de aquellos que han sido designados para administrarlas, guiar y dirigir los asuntos de la Iglesia en esta última dispensación; y ahora, en el nombre del Señor, doy vuelta a la llave para vuestro beneficio; y esta sociedad se alegrará, y desde ahora en adelante descenderán sobre ella conocimiento e inteligencia. Éste es el principio de mejores días para las hijas de Sion; y tendrán razón para regocijarse en el futuro y recibirán visiones sobre vuestra cabeza”. (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 279.)
Doctrina y Convenios 25:11. Se le llama para hacer la recopilación del primer himnario
El presidente Joseph Fielding Smith explicó el significado de esta tarea que el Señor le asignó a Emma: “La necesidad de tener un himnario se hizo evidente desde el momento de la organización de la Iglesia, y aunque Emma Smith quizás haya pensado que la habían dejado de lado al no requerirle el oro de ver las planchas, fue un honor especial para ella recibir el llamamiento de ‘señora elegida’ para presidir sobre las mujeres de la Iglesia en los asuntos de socorro, tener el llamamiento divino de exponer las Escrituras a la Iglesia y también haber sido elegida para seleccionar los himnos que se publicarían para uso de la Iglesia. Evidentemente, ella tenía talento para esa obra, según lo que queda demostrado en la selección que hizo. Con la ayuda del élder William W. Phelps, se dedicó a la obra y efectuó una selección, aunque no se publicó hasta 1835. En esa recopilación se ponen en evidencia su sabiduría y discreción. En la portada del libro dice lo siguiente:
‘Colección de himnos sagrados para la Iglesia de los Santos de los Últimos Días. Seleccionados por Emma Smith. Kirtland, Ohio. Impreso por F. G. Williams y Cía. 1835.’”
De esta colección, por falta de compositores Santos de los Últimos Días, encontramos muchos himnos de sectas cristianas, aunque también hay una buena cantidad de composiciones de William W. Phelps, Parley P. Pratt y Eliza R. Snow.” (Church History and Modern Revelation, 1:126.)
El primer himnario en inglés tenía 90 himnos; el segundo, publicado en 1841, tenía 340. En el primero se hacía una clasificación de los cánticos dividiéndolos en himnos fúnebres, de despedida, vespertinos, bautismales, sacramentales e himnos apropiados para casamientos. Algunos de los primeros que fueron elegidos por Emma Smith se encuentran entre los favoritos de los Santos de los Últimos Días de nuestros días. Entre ellos tenemos “El Espíritu de Dios”, “Sé que vive mi Señor”, “Redentor de Israel” y “Qué firmes cimientos”. (véase Boxey, Doctrine and Covenants Speaks, 1:152–153.)
Doctrina y Convenios 25:12. “La canción de los justos es una oración para mí”
¿Qué es el canto del corazón? ¿En qué forma se podrían relacionar los sentimientos con la verdadera adoración?
Al escribir en cuanto a la importancia de la música, el élder Bruce R. McConkie dijo:
“La música la necesitamos de Dios para llevar a cabo sus propósitos. Las melodías dulces ablandan el alma del hombre y le ayudan a prepararse para el evangelio. Después que las personas han recibido la verdad, los cantos de alabanza que elevan la Deidad les ayudan a santificar y limpiar sus almas. En consecuencia, tenemos que la música mejor y más grandiosa es aquella en la que, con notas y palabras, se alaba a Dios y se celebran sus verdades. Por otra parte, la música se puede utilizar con fines carnales o sensuales. A fin de alcanzar los objetivos del Señor, tanto la melodía como las palabras deben ser edificantes y llevar hacia pensamientos y emociones sanas. Hay música vulgar así como hay música virtuosa.
“La música ligera, compuesta con fines recreativos, también tiene su lugar. Y también lo tienen las presentaciones clásicas que atraen a los que son mejor dotados musicalmente. Pero en las reuniones apartadas para adorar al Señor, los santos deben cantar cánticos que enseñen el evangelio y destaquen la fe. Las melodías hermosas no son suficientes por sí solas; el mensaje contenido en las palabras debe sujetarse a los principios verdaderos. Debe ordenarse que se enseñen por medio de los himnos deben presentarse con tanta fidelidad como aparecen en las Escrituras mismas.” (Mormon Doctrine, pág. 521; cursiva agregada. Véase también D. y C. 45:71; 136:28; 1 Corintios 14:26; Efesios 5:18–19.)
El élder Boyd K. Packer sugirió que la música inspiradora puede llegar a ser una fuente de poder espiritual en la vida de las personas:
“Esto es lo que yo querría enseñarles. Escoged entre la música sagrada de la Iglesia uno de vuestros himnos favoritos, cuyas palabras os ayuden a elevaros y cuya música sea reverente, uno que os haga sentir inclinados a la inspiración. Recordad el consejo del presidente Lee: posiblemente ‘Soy un hijo de Dios’ sea el apropiado; repasadlo en vuestra mente; aprendedlo de memoria. Aun cuando no tengáis capacitación musical, podéis cantar un himno mentalmente.
“Y bien, utilizadlo como el lugar al cual puedan ir vuestros pensamientos. Haced de ese vuestro refugio de equilibrio. Cada vez que os deis cuenta de que aquellos acordes sombríos se cuelen desde las bambalinas de vuestro sombrío y queráis alterar el escenario de vuestra mente, acudid a vuestro himno como si fuese un disco que escucháis.
“Al comenzar a idear vuestras palabras o frases en vuestros pensamientos, los indígenas comenzarán a sentirse avergonzados. En esa forma cambiará toda la ambientación del escenario de la mente. Puesto que el miedo es ennoblecedor y la impureza degradante, la música edificadora y pura, lo contrario de la verdad, que por propia decisión rehúsa la inmundicia, el mal, por su naturaleza, no puede tolerar la coexistencia con la luz.
“Con el tiempo, os encontraréis algunas veces canturreando interiormente la música. Al hacer un examen retroactivo de vuestros pensamientos, descubriréis que al haber alguna influencia del mundo exterior que estimulara un pensamiento indigno a ocupar el escenario de la mente, la música comenzó en ella en forma casi automática. . .
“Hay muchas referencias en las Escrituras, tanto antiguas como modernas, que atestiguan de la influencia de la buena música. Parte de la preparación del Señor mismo para su gran prueba fue la influencia de la música, según se halla registrada en este versículo: ‘Cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los olivos’ (Marcos 14:26).” (En Conference Report, oct. de 1973, págs. 24–25; y Ensign, ene. de 1974, pág. 28.)
Doctrina y Convenios 25:16. “Esta es mi voz a todos”
La advertencia final indica que aunque la revelación era específicamente para Emma Smith, se puede aplicar a todas, especialmente a todas las mujeres. Hay varios detalles que describen algunas características de una “señora elegida”, en cualquier época o lugar:
- Será un consuelo para su marido (vers. 5).
- Expondrá las Escrituras (vers. 7).
- Exhortará a la Iglesia mediante el Espíritu (vers. 7).
- Dedicará tiempo a escribir y aprender mucho (vers. 8).
- Su esposo la apoyará (vers. 9).
- Dejará de lado las cosas del mundo (vers. 10).
- Buscará todo lo relacionado con un mundo mejor (vers. 10).
- Elegirá música sagrada o buena (vers. 11; véase también Notas y comentario sobre el versículo 12).
- Elevará su corazón y se regocijará (vers. 13).
- No se apartará de sus convenios (vers. 13).
- Continuará en espíritu de mansedumbre (vers. 14).
- Se cuidará del orgullo (vers. 14).
- Su alma se deleitará en su marido y en la gloria que recibirá él (vers. 14).
- Guardará los mandamientos continuamente (vers. 15).
El élder Neal A. Maxwell dijo, en cuanto a la importancia de la mujer en el plan del Señor:
“Poco sabemos del porqué de la división de deberes entre el hombre y la mujer, tales como la maternidad y el sacerdocio; eso fue divinamente determinado en otro tiempo y otro lugar. Nos acostumbramos a enfocar nuestra atención en los hombres de Dios, porque ellos recaen las responsabilidades del sacerdocio y el liderazgo. Pero paralela a esa línea de autoridad fluye una influencia que refleja la rectitud de las damas y que se ha honrado a través de las épocas y dispensaciones, incluso la nuestra, y cuya grandeza no se mide en palabras de alabanza. La historia de estas mujeres de Dios es el indómito femenino dentro del plan histórico. . .
“Así como algunos hombres fueron preordenados antes de la fundación del mundo, también lo fueron algunas mujeres para llevar a cabo designadas responsabilidades. Fue un plan divino, y no el mero azar, lo que señaló a María como la madre de Jesús. El joven profeta José Smith fue bendecido no sólo para gran hombre fundar, conducir y sostener, sino también para que una gran mujer lo ayudara. En este plan, la mujer está tan vinculada con el progreso y la perfección de la humanidad como lo está el hombre. . .
“El hecho de que en la Iglesia de nuestros días se haya asignado el servicio caritativo a las mujeres no es accidental; mientras que el servicio que rinden algunos hombres en este aspecto parece más impuesto por la obligación, el que prestan las mujeres es completamente natural.”
«Por ser las hijas de Sión tan especiales, el adversario no ha de cesar en sus intentos de hacerlas caer. .
«A menudo, la mujer brinda consuelo cuando su propia necesidad es mayor que la de aquél a quien ayuda, una cualidad similar a la generosidad de Jesucristo en la cruz. Quien en medio de su dolor da consuelo a otros, participa de lo divino ..
«Cuando la historia final de la humanidad se revele, ¿hará resonar el tronar del cañón, o el eco de una canción de cuna? ¿Los grandes armisticios hechos por los militares o la acción pacificadora de la mujer en el hogar? Lo que ocurre en las cunas y en los hogares, ¿tendrá mayor efecto que las grandes resoluciones tomadas en los congresos?
«Cuando el paso de los siglos haya convertido en arena las grandes pirámides, la familia eterna aún permanecerá, puesto que es una institución celestial, formada fuera de la esfera telestial. Las hijas de Dios saben esto muy bien.
«No es de extrañar, entonces, que los hombres de Dios os apoyen en vuestro papel exclusivo, hermanas, porque el acto de abandonar el hogar con el supuesto fin de salvar a la sociedad, es como quitar un tapón del casco de un barco para remendar la cubierta…
«Para terminar, recordemos que cuando regresemos a nuestro verdadero hogar, será con la mutua aprobación de aquellos que reinan en las cortes celestiales. Allá encontraremos una belleza que el ojo mortal jamás ha contemplado; oiremos una música que oídos mortales no han escuchado nunca. No creo que fuera posible tan magnífico regreso al hogar si no hubiera una Madre Celestial que preparara nuestro recibimiento.» («Mujeres de Dios», Liahona, agosto de 1978, págs. 13-15.)
Sección 26
La ley del común acuerdo
Antecedentes históricos
Véase Antecedentes históricos en el capítulo correspondiente a la sección 24. Las secciones 24, 25 y 26 se recibieron casi al mismo tiempo.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 26:1. Instrucciones del Señor hasta la conferencia de septiembre
“Salir hacia el oeste” significa que se dirigieran a Fayette, estado de Nueva York, a una distancia de 165 kilómetros. Y la próxima conferencia a la que se hace referencia se realizó en Fayette, los días 26 y 27 de septiembre de 1830. El estudio de las Escrituras probablemente tuviera algo que ver con la traducción de la Biblia, dado que las primeras anotaciones manuscritas, efectuadas en el verano o otoño de 1830, aparecen con la letra de John Whitmer y Oliver Cowdery. Aparentemente, la traducción y el estudio se efectuaban al mismo tiempo; y probablemente se tratara de una sola cosa.”
(Matthews, Joseph Smith’s Translation of the Bible, pág. 27.)
Doctrina y Convenios 26:2. La ley del común acuerdo
El élder Bruce R. McConkie explicó lo siguiente:
“Los asuntos administrativos de la Iglesia se manejan bajo la ley del común acuerdo. Esto ley consiste en que en el reino terrenal de Dios, el Rey aconseja lo que hay que hacer, pero luego permite que sus súbditos acepten o rechacen sus propuestas. A menos que el principio de libertad hubiera sido suprimido en su creación o justicia, el hombre no progresará hasta lograr la salvación en el reino celestial. En consecuencia, los oficiales de la Iglesia se eligen por el espíritu de revelación que poseen los que son llamados para elegirlos; pero antes de que aquellos puedan funcionar en sus puestos, deben recibir un voto formal de sostenimiento de parte de los miembros sobre quienes van a presidir.” (D. y C. 20:60–67; 26:2; 28:38–34; 41:9–11; 42:11; 102:9; 124:124–145.) (Mormon Doctrine, págs. 149–150.)
Doctrina y Convenios 26:2. Es preciso ocupar un puesto en la Iglesia con el consentimiento de los miembros
“Ninguna persona puede prestar en esta Iglesia, en el cargo que sea, sin el consentimiento de los miembros. El Señor nos ha impuesto la obligación de sostener con nuestro voto a aquellos a quienes se llama a ocupar cargos de responsabilidad. Si los miembros decidieran lo contrario, una persona no podría presidir a ningún cuerpo de Santos de los Últimos Días en esta Iglesia, y, sin embargo, no corresponde a los miembros el derecho de deponer o de escoger, sino que es prerrogativa del sacerdocio.” (Smith, Doctrina de Salvación, 3:116–117; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 26:2. ¿En qué casos se debe dar un voto en contra?
“Ningún derecho tengo yo de levantar la mano para oponerme a una persona a quien se haya llamado a ocupar algún cargo en la Iglesia simplemente porque no me caiga bien, o por motivo de algún desacuerdo o sentimiento personal que yo pueda tener, sino únicamente si me baso en que esa persona ha hecho algo malo y ha transgredido las leyes de la Iglesia, cosa que lo incapacitaría para el cargo que se le propone darle.” (Smith, Doctrina de Salvación, 3:117; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 26:2. La responsabilidad de los que sostienen a sus hermanos
El élder Loren C. Dunn explicó cuál es la responsabilidad que acompaña a este procedimiento de expresar apoyo:
“Al sostener a los oficiales, se nos da la posibilidad de expresar nuestro apoyo a los que el Señor ya ha llamado mediante la revelación. . . El Señor, entonces, nos da la oportunidad de sostener la acción de un llamamiento divino y, en efecto, de expresarnos si tenemos una razón para pensar lo opuesto. Sostener es dar vigencia a lo propuesto, comprometiéndonos a apoyar a quienes hemos sostenido. Cuando uno se somete al acto sagrado de levantar el brazo en escuadra, debe recordar seriamente lo que ha hecho y comportarse de acuerdo con el voto de sostenimiento que ha dado, tanto públicamente como en privado.” (En Conference Report, abril de 1972, pág. 19.)
“Al votar afirmativamente, hacéis convenio solemne con el Señor de que sostendréis, es decir, que daréis toda vuestra lealtad y apoyo, sin reserva, al oficial al cual sustentáis.” (Harold B. Lee, en Conference Report, abril de 1970, pág. 103.)
Sección 27
“Al tomar la Santa Cena. . .”
Antecedentes históricos
El profeta José Smith escribió: “A principios de agosto, [Noé] Knight y su esposa nos visitaron en Harmony, estado de Pennsylvania; ni ella ni mi esposa habían sido confirmadas todavía y se propuso que las confirmáramos y que participáramos juntos de la Santa Cena antes de que ellos se retiraran. A fin de poder enviar al élder Knight al servicio para la ocasión, pero había andado solamente una corta distancia cuando se presentó un mensajero celestial y recibió la revelación siguiente, de la cual los cuatro primeros párrafos fueron escritos en la ocasión y los demás en el mes de septiembre. . . . Y ya a continuación cita la sección 27 de Doctrina y Convenios.” (History of the Church, 1:106.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 27:1–4. “No importa lo que comáis o bebáis al tomar la Santa Cena”
El presidente Joseph Fielding Smith explicó la razón por la cual se recibió esta revelación y el sentido que ella tiene:
“Aquel mensajero celestial le dijo a José Smith que no importaba lo que emplearan para la Santa Cena, y que no debía comprar vino ni bebidas alcohólicas a sus enemigos. La razón es obvia, pues el Profeta tenía muchos enemigos. Sin embargo, esa razón iba mucho más allá de la mera protección contra aquéllos, pues era una advertencia de que habría personas malas y dañinas que adulterarían las bebidas. (Véase La Palabra de Sabiduría, Sec. 89.)
José Smith también recibió instrucciones con respecto a que no utilizaría para la Santa Cena vino que no fuera hecho por los santos y que éste debía ser de reciente cosecha. Aunque la Iglesia no adoptó el aquel momento la costumbre de utilizar agua exclusivamente, desde entonces el agua se utiliza como substituto del vino, el cual. . . tiene semejanza con la sangre. Hoy día, en toda la Iglesia se utiliza agua en memoria de la sangre de Jesucristo que fue derramada para la remisión de los pecados y en beneficio de todos los que se arrepienten y aceptan el evangelio” (Church History and Modern Revelation, 1:132).
Doctrina y Convenios 27:5–14. El Señor beberá del fruto de la vid
El Salvador nombró a profetas del Antiguo Testamento, del Nuevo Testamento y del Libro de Mormón entre los que estarán con Él para participar de la Santa Cena en el reino de su Padre “en la tierra” (vers. 5). Es interesante notar que específicamente a José, el que fue vendido a Egipto, pues la Biblia usualmente se refiere al Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Tanto en la Biblia como en el Libro de Mormón se habla de José en forma destacada y, naturalmente, él es el progenitor de muchos pueblos que se han registrado en el Libro de Mormón.
“La noche en que participó con los Apóstoles de la Pascua, el Salvador les dijo que ‘del fruto de la vid’ él con ellos otra vez ‘hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre’ (Mateo 26:29, véase también D. y C. 27:18). Esto lo reiteró en la revelación que dio a José Smith, en la que prometió beber y comer con sus profetas y santos en el reino de su Padre, reino que será establecido en la tierra.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:132–133.)
Doctrina y Convenios 27:5. El palo de Efraín
El presidente Joseph Fielding Smith definió esta frase y explicó su aplicación a la Iglesia de nuestra época:
“Una expresión significativa en la profecía de Ezequiel es que el palo de José y sus compañeros habrá de estar en las manos de Efraín. Efraín iba a estar a la cabeza de las tribus de Israel en los postreros días, de acuerdo con su primogenitura. José Smith, a quien se entregó la historia de los nefitas, y que vivía en la tierra, es de la tribu de Efraín. El Señor así lo reveló. También lo son la mayor parte de aquellos que han recibido el evangelio en esta dispensación. Por lo tanto, el palo de José está en la mano de Efraín, y él lo juntado con el palo de Judá, dando cumplimiento a la profecía de Ezequiel.”
“El Libro de Mormón es el registro de José y contiene la historia de sus descendientes sobre esta tierra, tanto de la línea de Efraín como de la de Manasés. Estaba en las manos de Efraín cuando se entregó a José Smith, y continúa en las manos de Efraín cuando sus misioneros declaran sus verdades al mundo. . .” (Doctrina de Salvación, 3:195; véase también Ezequiel 37:15–19.)
Doctrina y Convenios 27:6–7. ¿Quién es este Elías?
Dado que el vocablo Elías se refiere a más de una persona, a veces puede llevarnos a cierta confusión.
El élder Bruce R. McConkie explicó lo siguiente:
“Al revisar la Biblia mediante el espíritu de revelación, el Profeta restauró una aclaración de Juan el Bautista que dice que Cristo es el Elías que restauraría todas las cosas (Versión inspirada hecha por José Smith, Juan 1:21–28). También mediante revelación se nos informa que el Elías que restaurará todas las cosas es el ángel Gabriel, quien en la mortalidad fue conocido como Noé. (D. y C. 26:7; Lucas 1:5–25; Enseñanzas, pág. 183.) De la misma fuente auténtica aprendemos que el Elías prometido es Juan el Bautista (Doctrina y Convenios 27:9 y sig.). Así vemos que hay tres revelaciones que mencionan a Elías como tres personas diferentes. ¿Cuál es la conclusión a la que llegamos?
“Si respondemos a la pregunta de quién efectuó la restauración, sabremos quién es Elías y veremos que no hay problema alguno en estas revelaciones aparentemente contradictorias. ¿Quién ha restaurado todas las cosas? Pues no uno solo: Pedro, Santiago y Juan, junto con muchos otros ministros angelicales fueron los que, bajo la dirección del Señor, restauraron todas las cosas, dando cada uno la porción de lo que le fue asignado, y en todos los casos la revelación se llevó a cabo por medio de Elías o de los Elías que obraron en su nombre. A todos ellos se aplica el término de Elías. El término, pues, es un título general, y no un nombre propio, sino que significa ‘mensajero’ o ‘aquel que se envía’” (Mormon Doctrine, pág. 221; cursiva agregada. Véase también D. y C. 110:12–16.)
Doctrina y Convenios 27:13. La dispensación del cumplimiento de los tiempos
El élder David W. Patten, uno de los primeros Apóstoles y mártires de esta dispensación, dijo:
“Es necesario saber qué significa el cumplimiento de los tiempos, o el alcance o autoridad que lo caracterizan.
El significado es: Que la dispensación del cumplimiento de los tiempos está integrada por todas las dispensaciones que se han abierto, desde que el mundo empezó hasta el presente. Adán fue el primero a quien se le dio una dispensación, y bien sabido que Dios habló con él personalmente en el jardín, y le dio la promesa del Mesías; y a Noé también se le dio una dispensación. Jesús dijo: ‘Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre.’ Y así como los justos fueron salvos en aquellos días y los inicuos destruidos, así será entonces. Y de Noé a Abraham, y de Abraham a Moisés, y de Moisés a Elías, y de Elías a Juan el Bautista, y de entonces a Jesucristo, y de Jesucristo a Pedro, Santiago y Juan, los Apóstoles, todos recibieron en su tiempo una dispensación, mediante la revelación de Dios, para efectuar el gran plan de restitución del pueblo humano de los santos profetas desde el principio del mundo, el fin del cual es la dispensación del cumplimiento de los tiempos en la cual todo se cumplirá, todo lo que se ha predicho desde que la tierra fue creada” (History of the Church, 3:51).
Doctrina y Convenios 27:15–18. “Tomad sobre vosotros toda mi armadura”
El élder Harold B. Lee explicó el significado del simbolismo de ese pasaje:
“Tenemos las cuatro partes del cuerpo… las más vulnerables a los poderes de las tinieblas: los lomos, que representan la virtud y castidad; el corazón, que simboliza nuestra conducta; los pies, que simbolizan nuestras metas u objetivos en la vida; y, finalmente, la cabeza, que representa nuestros pensamientos. . . .
“Debemos tener los lomos ceñidos con la verdad. ¿Qué es la verdad? La verdad es del Señor, y es el conocimiento de las cosas como son, como eran y como han de ser. . . . [Véase D. y C. 93:24.] ‘Nuestros lomos deben estar ceñidos con la verdad’, dijo el Profeta.
“Y el corazón, ¿qué clase de coraza protegerá nuestra conducta en la vida? Tendremos sobre él coraza una coraza de rectitud. Habiendo aprendido la verdad, poseemos un modelo mediante el cual juzgar entre el bien y el mal, de manera que nuestra conducta siempre se medirá de acuerdo con el patrón supremo que es la verdad. La coraza que llevemos para proteger nuestra conducta ha de la rectitud.
“A nuestros pies, el Señor los ha de calzar con la preparación del evangelio de paz. ¿Cuáles son nuestros objetivos o metas en la vida? . . . Y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz” (Efesios 6:15). . .
“¡Cuán afortunados sois si en vuestra niñez, en el hogar de vuestros padres, se os enseña la doctrina del arrepentimiento, la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, el significado del bautismo, y lo que obtienes por la imposición de las manos para comunicar el don del Espíritu Santo! Afortunado aquel a quien se le ha enseñado a orar y quien se le ha instruido en cuanto a los pasos que tiene que dar a través de la vida… los pies calzados con la preparación del evangelio de paz. . . .
“Y finalmente el yelmo de la salvación. . . ¿Qué es la salvación? Es ser salvo. ¿Salvo de qué? De la muerte y del pecado. . . .
“El apóstol Pablo representó a un hombre revestido con una armadura y sosteniendo en una mano su escudo y en la otra una espada, las armas que se usaban en aquella época. El escudo era el de la fe y la espada era la del Espíritu, que es la palabra de Dios. No puede imaginar armas más poderosas que la fe y el conocimiento de las Escrituras, las cuales contienen la palabra de Dios. Quien así esté protegido y así preparado con esas armas está listo para ir contra el enemigo al que debemos temer más que a los enemigos de la luz. . . Mucho más que a los que vienen de día y que podemos ver con los ojos teme los enemigos que atacan en obscuridad de la noche a los que no podemos ver con los ojos.” (“Feet Shod with the Preparation of the Gospel of Peace” [“Los pies calzados con el evangelio de paz”], Brigham Young University Speeches of the Year, Provo, Utah, 9 de noviembre de 1954, págs. 3–7.)
Sección 28
“No has de mandar al que te es por cabeza”
Antecedentes históricos
Cuando se recibió esta revelación en septiembre de 1830, la Iglesia, que había sido organizada hacía unos pocos meses, enfrentaba uno de sus primeros problemas serios: ¿Quién tenía derecho a recibir revelación para la Iglesia? La duda surgió porque Hiram Page había encontrado una piedra mediante la cual, según decía, podía recibir revelación.
Es preciso tener en cuenta que muchos de los primeros conversos provenían del movimiento congregacionalista, que consistía en grupos religiosos en los que cualquiera tenía el derecho de proclamar doctrina si el resto de la congregación estaba de acuerdo. Así es que a algunos de los nuevos conversos les parecía natural considerar válida la revelación que Hiram Page decía recibir. Pero mediante la revelación del Señor contenida en la sección 28, los santos que estaban en el estado de Nueva York pudieron entender que solamente una persona podía recibir revelación del Señor para toda la Iglesia. Meses adelante, los nuevos conversos de Kirtland también tuvieron que aprender esa lección (véase la sección 43).
Newel Knight, que fue testigo de estos acontecimientos, escribió en su diario:
“Después de arribar los hermanos en mi casa, me enteré de que habían llegado de una segunda conferencia que se había convocado para tener lugar en la casa de Whitmer (el padre), donde José Smith residía entonces. Al llegar, encontré al hermano José sumamente intranquilo por causa de Hiram Page, que había logrado causar cierta disensión entre los hermanos dando revelaciones concernientes al gobierno de la Iglesia y otros asuntos, las cuales, según decía, había recibido a través de una piedra que tenía en su poder. Tenía muchas páginas en que estaban esas revelaciones, y muchos en la Iglesia se dejaban desviar por ellas. Aun Oliver Cowdery y la familia Whitmer habían prestado oído, aunque estaban en contacto con el Nuevo Llamado y con las revelaciones de los últimos días. Era una oportunidad para que Satanás trabajara en el seno del pequeño rebaño y por ese medio buscara lograr lo que la persecución no había podido conseguir. José estaba perplejo y sin saber cómo enfrentar esta nueva crisis. Esa noche, se me unió en el cuarto con él, y dedicamos la mayor parte de la noche a la oración y súplica. Después de mucho esforzarse con esos hermanos, quedaron convencidos de su error y lo confesaron, rechazando las revelaciones porque no eran de Dios, además de reconocer que Satanás las había corrompido para destruir su creencia en el verdadero plan de salvación. En consecuencia de todo ello, el Profeta consultó con el Señor antes de comenzar la conferencia y recibió la revelación publicada en la página 140 de Doctrina y Convenios [Nota: actualmente la sección 28], en la que Dios explícitamente declara su intención y voluntad concerniente al hecho de recibir revelaciones.
“Habiéndose iniciado la conferencia, lo primero que se hizo fue considerar el tema de la piedra que tenía en su posesión Hyrum Page. Luego de mucha investigación y estudio, el hermano Page y todos los miembros de la Iglesia presentes renunciaron a la piedra y a las revelaciones relacionadas con ella, para nuestro gozo y satisfacción.” (Journal History, 25 de sept. de 1830.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 28:1. ¿Por qué le dijo el Señor a la Iglesia que escuchara a Oliverio Cowdery?
En ese momento, Oliverio Cowdery era el segundo élder de la Iglesia (véase D. y C. 20:3). Así como los santos debían escuchar el consejo de todas las Autoridades Generales, igualmente recibieron instrucciones de prestar atención a las palabras de Oliverio Cowdery.
Doctrina y Convenios 28:2–3. ¿En qué forma vio Hiram Page el verdadero orden en que se recibe guía divina para la Iglesia?
El Profeta enseñó lo siguiente:
“Es contrario al sistema de Dios que un miembro de la Iglesia, o cualquier otro, reciba instrucciones para los que poseen una autoridad mayor que la de ellos; por consiguiente, desde luego será toda impropiedad de hacerse caso; mas si una persona tiene una visión o recibe la visita de un mensajero celestial, debe ser para su propio beneficio y conocimiento. En los principios, gobierno y doctrinas fundamentales de la Iglesia están comprendidos en las falsas revelaciones.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 18–19.)
Una declaración oficial emitida por la Primera Presidencia de la Iglesia en 1913 aclara el mismo principio:
“Desde los días de Hiram Page (D. y C. 28), en distintos períodos ha habido manifestaciones dirigidas a los miembros de la Iglesia de parte de espíritus engañadores. A veces, esas personas han recibido las manifestaciones por haber cometido transgresiones que las hacen más fácil presa para el ‘archiengañador’. En otras ocasiones, individuos que se han descuidado de su estricta observancia de las reglas, ordenanzas y ceremonias de la Iglesia, se han dejado desviar por espíritus que ejercen una influencia que es una imitación de la que procede de la fuente Divina y dan esas personas, que se consideran ‘los electos’, encuentran muy difícil discernir la diferencia esencial. Satanás mismo se ha transformado en lo que parece ser ‘un ángel de luz’.
“Cuando las visiones, los sueños, las lenguas, la profecía, las impresiones o cualquier otra inspiración o don extraordinario comunica algo que no está en armonía con las revelaciones que han sido aceptadas por la Iglesia o son contrarias a las decisiones de sus autoridades constituidas, los Santos de los Últimos Días pueden saber que no son de Dios, por muy dignos de crédito que puedan parecer. Además, deben entender que las instrucciones que se dan para guía de la Iglesia se reciben por revelación, por medio de aquel que está a la cabeza. Todos los miembros fieles tienen derecho a la inspiración del Espíritu Santo para sí mismos, para su familia y para aquellos sobre quienes presidan porque han sido llamados y ordenados para hacerlo. Pero todo lo que esté en desacuerdo con lo que proviene de Dios a través del que está a la cabeza de la Iglesia, no debe recibirse como autorizado ni digno de confianza. En asuntos seculares así como en asuntos espirituales, los santos pueden recibir guía y revelación divina que tenga que ver con ellos mismos, mas esto no les otorga autoridad para dirigir a otros miembros y no debe aceptarse cuando es contraria a los convenios, doctrina o disciplina de la Iglesia o a los hechos conocidos, las verdades establecidas o el sentido común. . .
“No os dejéis llevar por espíritu o influencia que no esté de acuerdo con la autoridad establecida ni contradiga los verdaderos principios y descubrimientos científicos, o sea aparte de las revelaciones directas de Dios para gobernar a la Iglesia. El Espíritu Santo no contradice sus propias revelaciones; la verdad siempre está en armonía con la verdad. A menudo, la piedra se calienta con que se cubre el error. Los consejeros del Señor, mediante el canal por Él señalado, siempre nos serán para seguridad; por lo tanto, ¡oh, Santos de los Últimos Días, aprovéchad las palabras de advertencia!” (Joseph F. Smith, Anthon H. Lund y Charles W. Penrose, “A Warning Voice” [“Una voz de advertencia”], Improvement Era, sept. de 1913, págs. 1148–1149.)
Oliverio Cowdery recibió instrucciones del Señor de que “no has de escribir por vía de mandamiento, sino por sabiduría” (vers. 5). En otras palabras, el Señor le estaba diciendo que, aunque podía dar consejo y asesoramiento a los santos, no podía establecer doctrina ni revelación. Esa responsabilidad correspondía al Profeta solamente.
Doctrina y Convenios 28:5–6. “No has de mandar al que te es por cabeza”
El presidente Joseph Fielding Smith explicó lo siguiente:
“Era indispensable que Oliverio Cowdery recibiera esa amonestación, porque tenía la tendencia a estar en desacuerdo con el Profeta en asuntos relativos a la revelación. Pero aquel desagradable incidente tuvo muy buenos resultados para los miembros, pues les enseñó que en la Iglesia hay un orden, que solamente un hombre ha sido llamado para recibir los mandamientos y la revelación que sirva de guía, y que ese hombre es al que Dios mismo ha llamado. Es fácil de entender que en aquella época los miembros cayeran en ese error porque hacía muy poco tiempo que conocían la Iglesia y todavía tenían mucho que aprender en lo pertinente al reino de Dios y a la forma de gobernarlo; por ejemplo, no sabían que, con la excepción del Profeta, ningún hombre tenía derecho de proclamarse portavoz del Todopoderoso, y esta revelación les enseñó que si sucediera, surgiría entre ellos gran confusión y que sólo José Smith poseía las llaves de la revelación hasta que otro fuera llamado para tomar su lugar.” (Church History and Modern Revelation, 1:135–136.)
Doctrina y Convenios 28:8–16. Se llama a Oliverio Cowdery a cumplir una misión entre los lamanitas
La misión entre los lamanitas fue un movimiento muy importante de la Iglesia que, aunque joven, crecía con vigor. Oliverio Cowdery fue el primero en recibir un llamamiento formal de misión. Luego, Peter Whitmer, hijo, recibió la misma bendición (véase la sección 30), y más adelante también lo recibieron Parley P. Pratt y Ziba Peterson (véase la sección 32). Inmediatamente después de la conferencia, el pequeño grupo emprendió la peligrosa jornada de la que habrían de recorrer más de 2,400 km.; la hicieron a pie, confiados en que el Señor les guiaría en el camino. Cerca de Buffalo, estado de Nueva York, visitaron a los indios cataraqueys y les dejaron el Libro de Mormón, después de lo cual siguieron camino a Kirtland, estado de Ohio. Allí visitaron a Sidney Rigdon, que era entonces un ministro campbellita muy popular; él y algunos amigos se convirtieron a la Iglesia. Durante el invierno, los misioneros se dedicaron noche y día a enseñar el evangelio a la gente de Kirtland y sus alrededores. Después de haber ordenado a Rigdon, Isaac Morley, John Murdock, Lyman Wight y otros al ministerio, partieron en dirección al oeste. Cerca de Sandusky, visitaron a la tribu de los hurones y les predicaron el evangelio. En las ciudades de Cincinnati y Saint Louis tuvieron muy poco éxito; en esta última, grandes tormentas de nieve les dificultaron la marcha. A principios de 1831, continuaron caminando recorriendo cerca de 500 km. a pie por las praderas, sin contar con refugio ni fuego y viviendo de maíz congelado, pan y carne cruda de cerdo. Finalmente, llegaron a Independence, en el límite oeste del estado de Misuri; habían viajado durante cuatro meses y sufrido dificultades indecibles; habían predicado a dos tribus indias y a miles de blancos, dejando organizadas varias ramas fuertes de la Iglesia.
“Después de una breve estancia en Independence, tres de los hermanos cruzaron la frontera entre indios y blancos para hacer una visita a los indios shainitas. Luego fueron a predicar a los delawares, quienes manifestaron gran interés en el Libro de Mormón. Esto despertó la envidia de algunos ministros religiosos que hablaban con los agentes de gobierno encargados de asuntos indígenas y los convencieron de que expulsaran a los misioneros del territorio indio. Por lo tanto, los hermanos regresaron al condado de Jackson, en Misuri, donde predicaron por un tiempo con mucho éxito.” (Smith and Sjodahl, Commentary, pág. 144.)
Doctrina y Convenios 28:9. El lugar de Sión “se revelará más adelante”
Por medio de la revelación que recibió José Smith de Moisés y Enoc, se le dio a saber que Sión sería establecida otra vez sobre la tierra (véase Moisés 7:62); no es extraño, entonces, que preguntaran dónde estaría.
“Es probable que algunas de las supuestas ‘revelaciones’ de Hiram Page tuvieran que ver precisamente con ese tema. Los santos que se encontraban mostrando mucho deseo en esperar el cumplimiento inmediato de las profecías. En esta revelación (vers. 9), el Señor les hizo saber que la ubicación de la ciudad aún todavía no se había revelado, pero que estaría ‘en las fronteras cerca de los lamanitas’. Más adelante, le recibió una revelación más clara en cuanto al sitio preciso (D. y C. 57:1–3).” (Smith and Sjodahl, Commentary, pág. 142.)
Con el vocablo “lamanitas” José Smith hacía referencia a los indios, y la frase “en las fronteras cerca de los lamanitas” (vers. 9) es una referencia a la frontera que dividía las poblaciones de los blancos de las tierras indígenas. Aunque Independence estaba bastante poblada, cuando los misioneros llegaron ella sólo hacía cuatro años que había sido organizada como ciudad frontera.
Doctrina y Convenios 28:12. Los convenios de la Iglesia
En los convenios de la Iglesia a los que se refiere ese versículo se incluyen los que se encuentran en la sección 20 de Doctrina y Convenios. En esa revelación, el Señor especificó a quién le correspondía presidir en la Iglesia (vers. 2–3), y describió los deberes de todos los demás poseedores del sacerdocio y los otros miembros (vers. 38–71). La afirmación de Hiram Page de recibir guía por medio de revelación para toda la Iglesia no estaba de acuerdo con las enseñanzas de esa sección de Doctrina y Convenios. Una parte íntegra de dichas enseñanzas es el principio del común acuerdo, el cual, según el versículo 13 de la sección 28, Hiram Page había quebrantado al afirmar que todos los miembros de la Iglesia tenían la obligación de obedecer las “revelaciones” que él había recibido.
Sección 29
Es preciso prepararse para el día de la tribulación
Antecedentes históricos
En los meses anteriores a septiembre de 1830, José Smith había sido perseguido duramente en Harmony, Pennsylvania. Por esta razón, Newel Knight ayudó a la familia del Profeta a trasladarse a Fayette, Nueva York, porque los Smith habían recibido la invitación de vivir con la familia de David Whitmer.
La Iglesia tenía menos de seis meses de organizada. La primera conferencia se había realizado en junio y de ella había emanado gran fuerza espiritual. Los santos esperaban ansiosos la realización de la segunda conferencia, que tendría lugar el 26 de septiembre de 1830. Poco antes de convocarlos a esta, José le preguntó al Señor concerniente a una piedra que tenía Hiram Page, por medio de la cual afirmaba recibir revelaciones (véase la sección 28). El profeta José Smith hizo la anotación siguiente relatando lo que ocurrió: “Como se había organizado una reunión de conferencia para el 26 de septiembre, pensé que sería prudente no hacer nada más que comentar con los hermanos en asunto de la piedra hasta que la conferencia se realizara. Al darme cuenta de que había muchos, especialmente la familia Whitmer y Oliverio Cowdery, que creían en lo revelado mediante dicha piedra, consideramos mejor indagar del Señor con respecto a ese asunto tan importante; antes de la conferencia misma, recibimos lo siguiente: ‘…y a continuación cita las secciones 28 y 29 de Doctrina y Convenios.’” (History of the Church, 1:110.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 29:1–2. “Como la gallina junta a sus pollos debajo de sus alas”
Esta expresión aparece tres veces en Doctrina y Convenios (10:65, 29:2 y 43:24), evocando la vívida imagen de una gallina que, al aparecer un peligro que amenace a sus polluelos, extiende las alas y cloquea para llamarlos; los pollitos, aunque estén diseminados por el gallinero, obedecen casi instantáneamente a ese llamado y se refugian en la protección de las alas maternas.
En este pasaje, el Señor describe a los que se acercan a Él en busca de protección e indica que poseen tres características: (1) escuchan su voz; (2) se humillan; y (3) los consuelan con plena cordura. Tanto la nación judía como el pueblo nefita en América fracasaron al escuchar aquel llamado y sujetarse a aquellas condiciones, y como resultado sufrieron gran tragedia y destrucción (véase Mateo 23:37; 3 Nefi 10:4–6). En D. y C. 29:7–8 y 10:47–23, y en la Explicación A del Apéndice el lector encontrará mayor información sobre la doctrina del recogimiento.
Doctrina y Convenios 29:7. ¿Quiénes son “mis escogidos”?
“Los escogidos de Dios integran un grupo muy selecto, un círculo de miembros fieles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Son aquellos miembros que se esfuerzan con todo su corazón para vivir la plenitud de la ley del evangelio en esta vida a fin de poder llegar a ser herederos de la plenitud de sus recompensas en la vida venidera.” (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 217.)
Concerniente a los medios por los cuales se recoge a los escogidos, el élder George Q. Cannon explicó lo siguiente:
“Allí y donde la gente es pura y castas en sus pensamientos y acciones, el Espíritu de Dios tiene poder en ella y las personas le perciben y le comprenden de verdad sin demora. Es por este motivo que se está recogiendo a los modernos hijos de Dios de entre todas las naciones. La verdad atrae a la verdad, la luz a la luz y la pureza a la pureza. El Espíritu obra hoy con su influencia celestial que amanece en estos principios; y si recoge a algunos que no pueden vivir de acuerdo con sus requisitos, esos se apartarán y se acercarán a la luz otros que amen más las creencias y atributos.” (The Sin of Adultery and Its Consequences, Millennial Star, 14 de marzo de 1863, pág. 169.)
Doctrina y Convenios 29:8. “Serán recogidos en un solo lugar”
En la época de José Smith, se exhortaba a los santos a reunirse en la tierra de Misuri para edificar la ciudad de Sión (véase D. y C. 57:1–2). Los miembros de la actualidad siguen esperando la construcción de Sión en el lugar designado originalmente (véase D. y C. 101:17–18), pero el recogimiento de los santos se lleva a cabo de acuerdo con instrucciones adaptadas a las necesidades de la época. El élder Harold B. Lee dio la siguiente explicación del recogimiento:
“El espíritu del recogimiento ha descendido sobre la Iglesia desde los días de aquella restauración. Los que son de la sangre de Israel, después de ser bautizados, tienen ese justo de congregarse con el esfuerzo de los santos en el lugar designado. . .
“El Señor ha puesto la responsabilidad de dirigir la obra del recogimiento en manos de los líderes de la Iglesia, a quienes revelará su voluntad donde y cuando tales recogimientos deban tener lugar en el futuro. Antes de que los aterrorizantes acontecimientos que darán cumplimiento a todas las promesas y predicciones de Dios estén sobre nosotros, sería bueno que los santos de todo el mundo se preparen y estuvieran en espera de las instrucciones que recibirán de la Primera Presidencia de esta Iglesia en cuanto a dónde serán congregados, y que no se dejaran perturbar por la suposición hasta recibir esas instrucciones tal como el Señor las revelará a la autoridad pertinente.” (En Conference Report, abril de 1948, pág. 55.)
En consecuencia, los santos deben esperar la dirección de la Primera Presidencia, y congregarse el momento y en la manera que ésta lo indique.
Doctrina y Convenios 29:8–9. ¿Cuál es el propósito del recogimiento?
El profeta José Smith respondió a esta pregunta escribiendo lo siguiente:
“El objeto principal de edificar para el Señor una casa en la cual podrá revelar a su pueblo las ordenanzas pertinentes a ésta y las glorias de su reino, y enseñar a la gente el camino de la salvación; porque hay ciertas ordenanzas y principios que deben enseñarse y efectuarse en un lugar específico, o sea, una casa edificada para tal propósito.
“En los concilios celestiales, antes de que el mundo fuese, se determinó que los principios y leyes del sacerdocio habrían de basarse, en toda época del mundo, en el recogimiento del pueblo.
“Con ese mismo propósito Dios recogió a su pueblo en los últimos días: la edificación de una casa para el Señor, una casa donde puedan prepararse para las ordenanzas e investiduras, lavamientos, unciones, etc.” (History of the Church, 5:423–424.)
Doctrina y Convenios 29:9. Los inicuos serán quemados
¿Es figurado o real este pasaje? El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “Cuando el Señor hable de su venida, no se trata de lenguaje figurado o carente de sentido, ni de algo que no debemos tomar literalmente. En las Escrituras tenemos la palabra del Señor de que a su venida los inicuos y los rebeldes serán como rastrojo y serán consumidos. Isaías lo profetizó. . . . Ciertamente, no debemos recibir literalmente lo concerniente al sentido en las palabras del Señor.” (Church History and Modern Revelation, 1:238.)
Cristo es un Ser glorificado y celestial, y la gloria de estos seres es comparable a la del sol (véase D. y C. 76:70). Por lo tanto, la presencia de Cristo cuando venga en su gloria será como un fuego abrasador. Las montañas se derretirán en su presencia, los elementos se fundirán ante el calor ardiente y las aguas hervirán. Aun el sol se esconderá como avergonzado. (Véase Hebreos 12:29; D. y C. 133:40–44, 49.) Las Escrituras también hablan de la época en la que un fuego destructor caerá sobre los inicuos (vers. 21; véase también D. y C. 97:26; 2 Nefi 6:15; Jacob 6:3; Ezequiel 38:22; Isaías 5:24).
Doctrina y Convenios 29:9–11. “La hora está cerca”
El presidente Joseph Fielding Smith explicó el significado de esta frase:
“El mundo se aproxima rápidamente a su fin, es decir, al fin de los días de iniquidad. Cuando haya madurado completamente en iniquidad, el Señor vendrá en las nubes del cielo para vengarse de los impíos, porque su ira está encendida en contra de ellos. No penséis que demora su venida. Ya se han dado muchas de las señales prometidas, de modo que podemos saber que el día está a nuestras puertas ahora mismo.”
“El día de la venida del Señor está cerca; yo no sé cuándo. . . Sinceramente creo que vendrá precisamente el día en que algunos de nosotros que nos encontramos aquí (5 de abril de 1936) estaremos viviendo sobre la faz de la tierra. Ese día está muy cerca. Conviene que los Santos de los Últimos Días pongamos nuestra casa en orden, guardemos los mandamientos de Dios, nos apartemos de la maldad y nos acerquemos a la rectitud, si es necesario, y sirvamos al Señor con humildad, fe y oración.” (Doctrina de Salvación, 3:2–3; versículo 3 se revisó.)
En la Explicación H se analiza lo que enseña Doctrina y Convenios con respecto a la Segunda Venida.
Doctrina y Convenios 29:12. Los Doce Apóstoles juzgarán a toda la casa de Israel
El presidente John Taylor describió el juicio en los siguientes términos:
“Con respecto a eso, podemos declarar que Cristo es el juez de vivos y muertos, el juez de toda la tierra. Además, leemos que los Doce Apóstoles que ejercieron su ministerio en Jerusalén se sentarán sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel (Mateo 19:28). Y también le sigue el texto que alude al versículo 12 de la sección 29 y 1 Nefi 12:8–10.]
“Esto indica una categoría de enjuiciamiento que llevará a cabo primeramente el Gran Sumo Sacerdote y Rey, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios; en segundo lugar, los Doce Apóstoles que hubieron de sentarse en Asia, los que allá fueron ordenados por Jesús mismo; en tercer lugar, los Doce Apóstoles de este continente que juzgarán a su propio pueblo, y, por consiguiente, están bajo la presidencia de los Doce que pertenecen a Jerusalén. En la Iglesia se halla integrado Pedro, Santiago y Juan, a los que se ha reconocido como presidencia de los Doce Apóstoles. Ellos, habiendo sido los primeros poseedores de ese sacerdocio en la tierra, y luego en los cielos, y siendo los custodios legítimos de las llaves del sacerdocio, volverán y las conferirán sobre José Smith y Oliver Cowdery. Además, se ha indicado que los santos juzgarán al mundo. De esta manera, Cristo está a la cabeza, sus Apóstoles le siguen en el lugar de prominencia; luego, la participación de los santos, u otras ramas del sacerdocio que, según se ha declarado, juzgarán al mundo. Parece, entonces, que este sacerdocio combinado tendrá en sus manos el destino de la familia humana y juzgarán a todos los asuntos que le son pertinentes.” (Mediation and Atonement, págs. 155–157.)
Doctrina y Convenios 29:17–21. “Me vengaré de los malvados, por cuanto no se arrepienten”
Comentando con respecto a la terrible realidad de la profecía que trata sobre el juicio final, el élder Bruce R. McConkie dijo:
“Los que tienen sentidos refinados hallan difícil de concebir la desolación, destrucción y muerte que prevalecerán durante las grandes batallas finales que darán inicio al reinado de paz de Cristo. Tan grandes serán la matanza y las muertes en masa, la sangre y el derramamiento de sangre, la carnicería y la muerte violenta de los hombres de guerra, que sus cuerpos descompuestos ‘obstruirán el paso a los transeúntes’, y el mero hecho de deshacerse de ellos será una tarea de proporciones gigantescas. Entonces se cumplirá la profecía de Ezequiel que dice que todas las aves y toda bestia del campo se reunirán para comer ‘carne de fuertes’ y para beber ‘sangre de príncipes de la tierra’ (Ezequiel 39:9). Y entonces se oirá la proclama de la que había Juan: ‘Venid y congregaos a la gran cena de Dios, para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de los que jinete y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes.’ (Apocalipsis 19:17–18.) El hecho de que de todo esto es una cena real y literal, un espantoso aunque real acontecimiento que todavía no ha ocurrido, ha sido confirmado específicamente en la revelación moderna (D. y C. 29:18–21).” (Mormon Doctrine, pág. 772.)
El presidente Joseph Fielding Smith dijo de tales profecías:
“Sé que suenan desagradables. Tampoco es agradable para mí tener que decir que todo eso está registrado en las Escrituras. Si el Señor tiene una disputa con las naciones, Él las pasará por la espada; los cuerpos de sus habitantes quedarán insepultos como estiércol sobre el suelo. Eso no es agradable, ¿verdad? Pero acaso no debemos saberlo? ¿No es nuestro deber leer esos profetas y entenderlas? ¿No creéis que el Señor nos las ha dado para que tengamos conocimiento y podamos prepararnos mediante la humildad, el miedo y el arrepentimiento, y que de tal modo escapemos de esas terribles condiciones que nos describen los antiguos profetas? Es por eso que las leemos. Mis sentimientos no están en ellos son tan profundos como los vuestros y ruego al Señor que nos guíe, pero quiero que lleguemos a fin de entender.” (Signs of the Times, págs. 154–155.)
La figura de una copa llena de indignación (véase el vers. 17) indica que el Señor no derramará su castigo sobre los inicuos que no se arrepientan. Así como hay un límite para el contenido de una copa, también habrá un límite para la paciencia que el Señor demostrará hacia los que continúan en iniquidad, haciendo caso omiso del sacrificio de su propio Hijo y de la sangre que por amor de ellos mismo se ha ofrecido como Salvador. Puesto que la sangre de su expiación no limpia a los impenitentes, utiliza la peste, la hambre, las plagas y la destrucción como medios para tratar de rescatar a los que se han vuelto insensibles y no escuchan la voz apacible y delicada (véase 1 Nefi 17:45; D. y C. 43:20–27). Estos terribles juicios son el resultado natural de la iniquidad del hombre. El ruego que Dios hace al género humano es que se aparte de tales maldades y sea salvo de esas horribles consecuencias del pecado.
Doctrina y Convenios 29:22–25. ¿Se destruirá esta tierra y se creará otra?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó lo siguiente sobre ese pasaje:
“Ello no significa que esta tierra dejará de existir y otra morará su lugar, y que los cielos que la rodean desaparecerán y habrá otros cielos en su lugar, sino que la tierra y su cielo, después de pasar por la muerte, serán renovados en inmortalidad. Esta tierra es viva y debe morir, pero dado que obedece la ley, será restaurada mediante la resurrección por la cual llegará a ser celestializada y se convertirá en morada de seres exaltados. Los versículos siguientes de esa revelación explican en esta forma. . .” y a continuación cita los versículos 24 y 25 de la sección 29.
“Así vemos que la intención del Señor es salvar no sólo la tierra y los cielos, no sólo al hombre que mora en ella, sino a todas las cosas que ha creado. Los animales, los peces del mar, las aves del aire, así como el hombre, deben ser recreados, o sea, serán renovados por medio de la resurrección, pues ellos también son almas vivientes.” (En Conference Report, abril de 1928, págs. 99–100; véase también D. y C. 88:17–19, 25–26.)
Doctrina y Convenios 29:26. “Miguel, mi arcángel, sonará su trompeta”
“Miguel, que es Adán, tiene las llaves de salvación para la familia humana bajo la dirección y el consejo de Jesucristo, el Santo de Sión” (véase D. y C. 78:15–16). Cuando la tierra sea limpiada y purificada y se transforme en un globo celestial, Adán presidirá sobre todos los hijos e hijas de Dios que sean de su posteridad. Él es ‘el príncipe, el arcángel’. En las enseñanzas, además de que está tierra fuera formada, Miguel fue el primero de todos los hombres y la tierra para ser el padre de la familia humana. (D. y C. 107:54–57.)
“El profeta José Smith dijo de él: ‘Comenzando con Adán, que fue el primer hombre, de quien se dice que es “el Anciano de Días”, o en otras palabras el primer y mayor de todos, el gran progenitor, del cual se dice en otros lugares que es Miguel. . . Adán tiene las llaves de las dispensaciones del cumplimiento de los tiempos, es decir, mediante él se ha revelado y se revelará la dispensación de todos los tiempos, desde el principio. . .’” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 19.) (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:309.)
Doctrina y Convenios 29:27–29. “Apartaos de mí. . . al fuego eterno”
Los inicuos a los que se hace referencia en estos versículos serán arrojados “al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles” (véase el vers. 28). Existe un paralelo entre ese pasaje y el del versículo 36 de la sección 76. El Señor dice que Él nunca ha declarado que retornarían (véase el vers. 29); en cambio, afirma que no podrán ir a donde Él está y que no tienen poder, lo que significa que el poder del Espíritu se les ha retirado totalmente (véase el vers. 30 en cuanto a “la palabra de mi poder”). Todo eso indica que los que se mencionan en esos versículos sufrirán la segunda muerte y serán los hijos de perdición. (Véase también McConkie, Mormon Doctrine, págs. 280–281; y D. y C. 76:31–38.)
Doctrina y Convenios 29:30. “No todos mis juicios son dados a los hombres”
En su condición mortal, el hombre, con un entendimiento limitado y un carácter imperfecto, no está en posición de comprender plenamente los juicios de Dios, el cual es perfecto y omnisciente (véase D. y C. 38:2). Dios no revela todos sus juicios ni las razones de sus actos, a pesar de lo cual sabemos que todos sus juicios son justos y correctos.
El profeta José Smith enseñó lo siguiente:
“El tener el don del juicio en sus manos; en su sabio legislador, y juzgará a todos los hombres, no de acuerdo con las enseñanzas y contrarias ideas de los hombres, sino ‘según lo que hubiera hecho por medio del cuerpo, ahora sea bueno o malo’. . . Juzgará al hombre ‘por lo que tiene, no por lo que no tiene’ y los que hayan vivido sin ley, serán juzgados sin ley; y los que tuvieron una ley, serán juzgados por esa ley.
“No hay razón para dudar de la inteligencia y el juicio del Gran Jehová. Él impartirá juicio y misericordia a todas las naciones de conformidad con lo que respectivamente merezcan: sus maneras de obrar inteligencia, las leyes por medio de las cuales se gobernaron, las facilidades que se les dieron para obtener información correcta y Sus incuestionables propósitos con relación a la familia humana; y cuando se manifiesten los propósitos de Dios y se despliegue la corte de lo futuro, todos nosotros finalmente tendremos que exclamar que el Todopoderoso ha obrado con justicia.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 265.)
Doctrina y Convenios 29:31–35. “Para mí todas las cosas son espirituales”
Al crear la tierra, el Señor creó primero todas las cosas espiritualmente (véase Moisés 3:5–9). Después de la Caída, todo fue decretado temporal (véase D. y C. 77:6). Al fin de la tierra, lo temporal muere y es renovado para llegar a ser espiritual o eterno nuevamente. Al final todo será espiritual y lo temporal regresará al segundo lugar (véase McConkie, Doctrinal New Testament Commentary, 1:669). El Señor lo ha explicado por medio de esas expresiones para favorecer la comprensión del hombre en su estado mortal; no obstante, desde el punto de vista de Dios no hay principio ni fin, y todo para Él es espiritual.
“El hombre hace una distinción de las leyes temporales y las espirituales, y hay quienes se preocupan mucho por mantenerlas separadas. Para el Señor todo es espiritual y temporal al mismo tiempo, y no encontramos las leyes que dan sus espirituales porque tienen que ver con cosas espirituales. Al ordenar Dios a Adán que comiera el pan con el sudor de su frente, o Moisés que golpeara la roca para que el pueblo pudiera beber, al profeta José Smith que erigiera la Mansión de Nauvoo, o a los santos de Utah que levantaran cercas e hicieran caminos, todo eso era para su bienestar espiritual así como físico. Obedecer tales leyes una vez que se han recibido es un deber espiritual. Quien sirve en su tarea diaria ‘como al Señor y no a los hombres’ (Efesios 6:7) saca un beneficio espiritual, cualquiera que sea el deber que cumpla.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 156.)
Doctrina y Convenios 29:34. “Adán. . . a quien yo creé”
Dado que esta revelación viene de Jesucristo (véase el vers. 1), algunos pueden llegar a pensar que esas palabras enseñan que Adán fue descendiente de Él. Sin ninguna duda, Adán y todos los habitantes de la tierra somos descendientes de Dios el Padre. En este caso, el Señor habla en nombre del Padre aplicando al principio llamado “investidura divina de autoridad”, tal como lo ha explicado el élder Bruce R. McConkie:
“Dado que Él [Cristo] es uno con el Padre en todos los atributos de perfección, y puesto que ejerce el poder y la autoridad del Padre, es lógico que todo lo que Él dice o hace es exactamente lo mismo que el Padre diría y haría en iguales circunstancias.
“En consecuencia, el Padre le presta su propio nombre o Hijo y lo autoriza a hablar en primera persona como si fuera Él mismo. . . . De ahí que el Señor pueda reclamar una revelación diciendo: ‘Escuchad la voz de Jesucristo’ y poco después sigue hablando de ‘mi Hijo Unigénito’ (D. y C. 29:1, 41–46), habiendo sido Cristo quien expresó esas palabras, pero bajo aquella investidura divina de autoridad que le permite hablar como si fuera el Padre. (D. y C. 93:3,5; Mosiah 15:1–5.)” (Mormon Doctrine, pág. 130; véase también “El Padre y el Hijo: Una exposición doctrinal de la Primera Presidencia y los Doce”, en el libro de Talmage, Artículos de Fe, págs. 517–520.)
Doctrina y Convenios 29:46–48. “Los niños pequeños son redimidos de la fundación del mundo”
El presidente Joseph Fielding Smith aclaró este versículo, explicando que “mediante la expiación de Jesucristo todos los niños pequeños son redimidos, pues no pueden pecar, y Satanás no tiene poder para tentarlos. Tal vez surja la pregunta: si no importa con cuánta fe a las palabras del Señor respecto a que los niños pequeños son limpios. . . ‘me visitaré mi Unigénito’ (vers. 46). Esto no significa que la redención se haya llevado a cabo por ellos antes, o en la fundación del mundo, sino que en la ocasión en que se recibió el plan de salvación se proveyó la redención de los niños pequeños, así como la de los que no tienen ley, y esto quedó consumado con la expiación de Jesucristo.” (Church History and Modern Revelation, 1:144; véase también D. y C. 74:7; 137:10; Moroni 8:8; Moisés 6:54.)
El Señor da a los padres una gran responsabilidad en cuanto a la salvación de los niños pequeñitos (véase el vers. 48). La comisión que el Señor ha dado a los padres aparece en Doctrina y Convenios 68:25–28 y en Deuteronomio 6:5–7.
Doctrina y Convenios 29:50. “Al que no tiene entendimiento”
Los niños pequeños o las personas que no entienden las leyes de Dios por causa de alguna deficiencia mental no serán juzgados sobre la misma base que aquellos que son capaces de entenderlas (véase Moroni 8:22; 2 Nefi 9:25–27). El presidente Joseph Fielding Smith enseñó lo siguiente concerniente a ese principio: “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días considera a todas las personas que tienen un retardo mental como iguales a los niños pequeños que aún no llegan a la edad de responsabilidad. Ellas son redimidas sin el bautismo e irán al reino celestial como los niños, al creerse les restaurarán sus facultades de acuerdo con la misericordia y justicia del Padre.”
(Answers to Gospel Questions, 3:21.)
Sección 30
“Tus pensamientos han estado en las cosas de la tierra”
Antecedentes históricos
Esta revelación fue recibida por el Profeta en Fayette, Nueva York, en septiembre de 1830. Originalmente, fue publicada como tres revelaciones en el Libro de Mandamientos, pero posteriormente el Profeta las combinó en una sola sección, en la edición de 1835.
José Smith anotó lo siguiente en los anales de la Iglesia, en cuanto a la situación existente cuando recibió esta sección:
“Finalmente, se efectuó nuestra conferencia. Se trató y discutió el tema de la piedra previamente mencionada (véase Antecedentes históricos de las secciones 28 y 29), y después de una prolongada investigación, el hermano Page, así como toda la Iglesia presente, renunciaron a dicha piedra, y a todo lo que estuviera relacionado con ella, lo cual fue motivo de suma satisfacción y felicidad. Luego participamos de la Santa Cena, confirmamos y ordenamos a muchos hermanos, y resolvimos gran cantidad de asuntos de la Iglesia en los tres primeros días posteriores a la conferencia, tiempo en el que tuvimos mucha manifestación del poder de Dios entre nosotros. El Espíritu Santo vino sobre nosotros y nos llenó de gozo inefable y de paz, fe, esperanza y caridad, de todo lo cual recibimos en abundancia.
“Antes de separarnos, recibimos lo siguiente. . .”
A continuación, cita las secciones 30 y 31 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:115.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 30:1–4. ¿Qué había hecho David Whitmer para merecer reprensión de parte del Señor?
“David Whitmer recibió una suave reprensión por haber escuchado a Hiram Page, y posiblemente por ejercer influencia en los otros miembros de su familia en favor de la supuesta piedra de vidente. Se le reprochó que él había temido al hombre y se había ocupado de las cosas terrenales, en lugar de cuidar del ministerio y de escuchar al Espíritu y al Profeta con fe, con el resultado de que se le había dejado solo para inquirir, pues el Profeta no podía inquirir por él. También se le mandó que quedara en su casa hasta que se le dieran otras instrucciones, y limitar sus tareas, por el momento, al ministerio en la Iglesia y el mundo, en las regiones vecinas. El desviarse de la senda estrecha siempre acarrea algunas consecuencias que permanecen aun después de que se ha recibido perdón por el pecado.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 162.)
Doctrina y Convenios 30:1–4. “Tus pensamientos han estado en las cosas del mundo”
La mayoría de los Santos de los Últimos Días podrían poner en esos versículos su nombre en lugar del de David Whitmer, y encontrarían que pueden aplicar el consejo a sí mismos. Son pocos los que en un momento u otro no se han preocupado más por las cosas de esta tierra, dándoles un lugar de prioridad sobre las cosas de Dios. Así como le sucedió a David Whitmer, esas personas también quedan a expensas de sus propias fuerzas para averiguar qué han hecho de malo.
Doctrina y Convenios 30:5–8. La revelación a Peter Whitmer
A Peter Whitmer no se le reprendió, tal vez porque era inocente en el asunto de la piedra del vidente.
Con respecto a la misión lamanita, se puede obtener más información en Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 28:8–16 y 32.
Doctrina y Convenios 30:9–11. Se llama a John Whitmer a trabajar entre los Santos de Sión
“En esa ocasión, se llamó a John Whitmer a trabajar especialmente entre los santos. Él era muy activo en la Iglesia como ayudante del Profeta. Colaboró en la recopilación de las revelaciones y acompañó a Oliverio Cowdery al condado de Jackson para supervisar la impresión de éstas; era uno de los siete sumos sacerdotes a quienes se llamó a presidir la Iglesia en el condado de Jackson; también fue historiador de la Iglesia y editor de importantes publicaciones. Pero no permaneció fiel.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 163.)
Sección 31
“Gobierna tu casa con mansedumbre”
Antecedentes históricos
Esta es la última de una serie de cuatro revelaciones que recibió el profeta José Smith en septiembre de 1830, en Fayette, estado de Nueva York.
La Restauración había comenzado a atraer a algunos de los hijos más nobles de Dios, entre los que se encontraba Thomas B. Marsh, a quien se dirigió esta revelación. El élder Marsh acababa de bautizarse en la Iglesia y había sido ordenado élder por Oliverio Cowdery. Sin ninguna duda, él fue uno de los hombres a quienes el Señor llamó a la grandeza. (Véase History of the Church, 1:117.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 31:1. “Bendito eres por motivo de tu fe”
“Thomas B. Marsh había aceptado el evangelio por haber recibido un testimonio del Espíritu concerniente a dieciséis páginas del Libro de Mormón, luego de lo cual se mudó a Palmyra a fin de unirse a la Iglesia. El suyo es un ejemplo de lo que es la fe. Muchos ‘investigadores’ no se conmueven aunque dispongan de toda una biblioteca para obtener información. En este versículo, Dios lo ‘elogia por su fe.’” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 165.)
Doctrina y Convenios 31:2, 9. “Gobierna tu casa con mansedumbre”
“La gran obra de todo hombre es… crear y perfeccionar una unidad familiar eterna… La salvación es una meta familiar.” (Bruce R. McConkie, en Conference Report, abril de 1970, págs. 26–27.)
Doctrina y Convenios 31:3–4. “Será desatada tu lengua”
“Mientras Thomas B. Marsh se mantuvo fiel, fue un orador elocuente. En la época de las dificultades en el condado de Clay, estado de Misuri, fue elegido para formar parte de un comité que se encargaría de presentar los quejas de los santos ante las autoridades del estado. En aquella ocasión, habló en forma tan elocuente que el general Atchison, uno de los que se encontraba allí, lloró, y los presentes aprobaron una resolución de ayudar a los santos a encontrar un nuevo lugar de residencia.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 165.)
Doctrina y Convenios 31:8. “Los fortalecerás… para la hora en que serían congregados”
“Acababa de revelarse el principio del recogimiento (29:8). Marsh iba a ser uno de los siervos del Todopoderoso cuya tarea sería fortalecer y preparar a la gente para ese recogimiento. Para congregarse en Sión, se requiere la fuerza de carácter y preparación, más aún porque la ciudad de Sión todavía que edificarse y era necesario obedecer las leyes de Dios. En el otoño de 1832, Marsh encabezó a un grupo de santos que fue al condado de Jackson, estado de Misuri…” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 166.)
Doctrina y Convenios 31:9–13. Instrucciones para la seguridad del élder Marsh y de todos nosotros
“En estos versículos, el Señor da instrucciones importantes como guía para su siervo. Entre ellas: Ser paciente en las aflicciones; no ultrajar a los que te ultrajan; gobernar la propia casa y ser constante; orar siempre a fin de no caer en tentación y perder así la recompensa; ser fiel hasta el fin.
“El Señor conocía los peligros que amenazaban a Thomas B. Marsh, y lo puso en guardia.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 166.)
Doctrina y Convenios 31:10. ¿En qué forma era Thomas B. Marsh un “médico” para la Iglesia?
Hay numerosos relatos en los que el hermano Marsh aparece dedicando parte de su tiempo para ayudar a los miembros de la Iglesia a resolver sus problemas. Además, formó parte de muchos tribunales de las Iglesias como autoridad presidente; en esos casos, por medio de las reglas y leyes de la Iglesia, ofrecía esperanza a los que se arrepentían. Es de notar que, aunque había adquirido su conocimiento en el uso de hierbas medicinales y tenía la habilidad de ayudar a la gente por medio de éstas, su principal y fundamental llamamiento consistía en sanar almas.
Sección 32
Primera misión entre los lamanitas
Antecedentes históricos
“Oliverio Cowdery y Peter Whitmer habían sido llamados a cumplir una misión entre los lamanitas (D. y C. 28:8; 30:5). Entre los santos se había despertado un gran interés con respecto a esa misión, pues se esperaba que hubiera llegado el tiempo de la redención del resto de Israel esparcido, según las promesas que contiene el Libro de Mormón (1 Nefi 15:13–18, y muchos otros pasajes).
El Profeta presentó el asunto al Señor, en una oración, y recibió esta revelación en la que Parley P. Pratt y Ziba Peterson fueron llamados a unirse a Oliverio Cowdery y a Peter Whitmer, hijo, en aquella importante misión.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 169.)
“Los misioneros iniciaron su obra con la tribu de los catteraugues, cerca de Buffalo, estado de Nueva York. Allí se les recibió bastante bien, y después de entregarles algunos ejemplares del Libro de Mormón, siguieron su viaje hacia el oeste. Cerca de Kirtland, Ohio, hicieron una pequeña desviación para enseñar el evangelio a un ministro religioso, amigo de Parley P. Pratt, y a su congregación… Lo que se podría haber considerado un alejamiento de su misión, resultó ser un gran logro, porque dicho ministro era Sidney Rigdon, un predicador de la Iglesia Bautista Reformada, y evidentemente, Parley P. Pratt estaba convencido de que por las ideas y creencias religiosas que su amigo tenía, sería receptivo al mensaje del evangelio, y no se equivocó.
“No solo Sidney Rigdon se unió a la Iglesia, sino también toda su congregación. En un corto período de tiempo, se bautizaron ciento treinta personas en aquel lugar, constituyendo el mayor núcleo de Santos de los Últimos Días en ese momento.
Después de predicar el evangelio a todas esas personas, los misioneros prosiguieron su viaje hacia el oeste para visitar tribus lamanitas más numerosas. Para entonces, con su llama se unió Frederick G. Williams, un converso de Kirtland, entre hombres. Sus esfuerzos misionales se vieron temporalmente demorados por el arresto de Parley P. Pratt… Fue esto parte del intento de sus enemigos por evitar que los misioneros siguieran convirtiendo gente.
“Luego, visitaron la tribu de los hurones, en Sandusky, Ohio; y a partir de ahí, comenzaron la parte más difícil del viaje a través de regiones deshabitadas hasta llegar a la villa de entonces conocida como Independence, en el estado de Misuri…
“Al llegar a Independence, donde los misioneros consiguieron trabajo para ayudar a costearse la misión, en tanto que otros tres siguieron otra vez hacia territorio de indios. Allí, según todas las evidencias, tendrían su mayor éxito entre los delawares. Aunque al principio los indios se mostraron recelosos de ellos, dado que anteriormente los habían explotado otros misioneros cristianos, les escucharon pronto atentamente en el inspirado discurso que pronunció Oliverio Cowdery:
“El cacique Anderson, de la tribu de los delawares, estimó muy importante la Biblia que se le quedaran con ellos todo el invierno para enseñarles el Libro de Mormón. Él lo apreciaría seguro, pero fue frustrado cuando otros misioneros cristianos influyeron en el agente encargado de asuntos indígenas, logrando que interviniera y disolviera las reuniones del territorio indio. Desilusionados, los misioneros regresaron a Independence donde se quedaron, con excepción de Parley P. Pratt, que fue elegido para presentar a José Smith un informe de su labor y para visitar a los santos que habían quedado en Kirtland. (Doctrine and Covenants, Section 1, through 108, págs. 69–70 [Suplemento para el maestro del curso Doctrina del Evangelio, 1978], versión revisada, págs. 94–96.)
Para tener una idea de la dedicación de aquellos primeros misioneros, se pueden examinar los convenios formales que hicieron en ocasión de recibir su llamamiento. Por ejemplo, Oliverio Cowdery escribió:
“Yo, Oliverio, habiendo sido mandado por el Señor Dios ir a los lamanitas para proclamar entre ellos las nuevas de gran gozo, presentándoles la plenitud del evangelio del Unigénito de Dios; y además, para levantar un plan como testimonio donde se edificará el Templo de Dios, en la Nueva Jerusalén gloriosa; y teniendo conmigo a ciertos hermanos que son llamados de Dios para ayudarme en esta obra, cuyos nombres son Parley, Peter y Ziba, solemnemente pacto con Dios que andaré humildemente ante Él, y efectuaré esta labor, esta obra gloriosa, de acuerdo con su dirección, la cual recibiré del Espíritu Santo; orando siempre por la prosperidad y la de ellos, y para que nos libre de altaduras, de caer y de cualquier cosa que pueda presentársenos, con toda paciencia y fe. Amén.”
[Firmado] Oliverio Cowdery.” (Journal History, 17 de oct. de 1830.)
“El pueblo lamanita está aumentando en número e influencia.
Cuando los navajos regresaron del Fuerte Sumner, en el estado de Nuevo México, después de un cautiverio devastador, quedaban solamente 9,000; ahora hay más de 100,000. En el mundo hay casi 130 millones de lamanitas que están llegando a ser responsables y políticamente activos en las comunidades donde residen; sus empleos y nivel de vida mejoran día a día.
“La Iglesia ha sido establecida entre ellos y continuará aumentando; hay en la actualidad más de 350,000 lamanitas que son miembros de la Iglesia, asisten fielmente a sus reuniones y tienen el sacerdocio; hay entre ellos presidentes de rama, líderes de quórum, obispos, presidentes de estaca y líderes en todos los aspectos de la obra; están asistiendo al templo y recibiendo las ordenanzas necesarias para su exaltación; son inteligentes y son un pueblo importante y bendecido. . . .
“Y no podríamos ver nuestra fe sin fe en expandir esta obra aún más? Entonces orad fervientemente y recibid las promesas del Señor de que los lamanitas serán preservados. Cuán glorioso será si un millón de familias de Santos de los Últimos Días se arrodillaran diariamente y pidieran con fe que la obra entre los suyos hermanos se apresure, que las puertas se abran.
“Los lamanitas deben alzarse nuevamente en su dignidad y fortaleza para unirse con sus hermanos de la familia de Dios a fin de levantar Sión. Antes de prepararse para el día en que el Señor Jesucristo regrese a dirigir su pueblo desde el gran Monte Milenial de Sión, la tierra será renovada y recibida su gloria paradisíaca y sus naciones serán vividas para su esplendor y su fuerza. Entonces los lamanitas florecerán como la rosa, será restaurado su patrimonio, el fruto de la tierra, entre los de las naciones que se establecerán en este país; y será la tierra de su herencia; y levantarán una ciudad santa para el Señor, semejante a la Jerusalén antigua; y no serán confundidos más, hasta que llegue el fin, cuando la tierra será consumida” (Éter 13:8).
“Y esto se cumplirá.” (“Caminaremos por la misma senda,” Liahona, enero de 1977, págs. 1–3.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 32. El día de los lamanitas
El presidente Spencer W. Kimball ha hablado y escrito mucho sobre nuestra época, señalándola como el “día” de los lamanitas.
Doctrina y Convenios 32:1. “Y sea manso y humilde de corazón”
“El Señor amonestó a Parley P. Pratt a ser humilde y manso de corazón. En el año 1837, cuando hubo ‘rías y contiendas’ en la Iglesia en Kirtland, él se dejó dominar por ese espíritu y hasta trató de apartar del Profeta a John Taylor, hablándole de lo que él consideraba un error de José Smith. El élder Taylor lo reprendió como un hermano; Parley P. Pratt fue llorando a hablar con el Profeta y le confesó su pecado, ante lo que éste lo perdonó francamente, oró con él y lo bendijo. Así era su mansedumbre, y también su humildad. Solamente un hombre de gran carácter puede poseer verdadera humildad.” (Smith y Sjodahl, Commentary, págs. 170–171.)
Sección 33
“Sois llamados… para declarar mi evangelio”
Antecedentes históricos
“El Señor, que siempre está dispuesto a instruir a quienes diligentemente buscan con fe, dio la siguiente revelación en Fayette, estado de Nueva York. . .” Esas palabras se refieren a la sección 33 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:126.)
“Ezra Thayre y Northrop Sweet se unieron a la Iglesia en la época en que se enviaron misioneros a los lamanitas. En octubre de 1830, se les llamó por revelación a ingresar al ministerio y prestar atención a la voz del Señor cuya palabra es viva y eficaz, más cortante que una espada de dos filos, que penetra hasta partir las coyunturas y los tuétanos. Poco después, Northrop Sweet se apartó de la Iglesia y junto con otros, formó lo que llamaron ‘La Iglesia Pura de Cristo’, organización que en muy poco tiempo llegó a su fin.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:152.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 33:1. El poder de la palabra del Señor
Las Escrituras enseñan claramente que en la palabra de Dios hay vida y poder (véase 2 Nefi 1:26–29; 32:3; Jacob 4:9; Alma 41:9, 15; 3:22–42; D. y C. 137:38; Apocalipsis 19:13–15; Hebreos 4:12; y Efesios 6:17; véase también 3 Nefi 7:8, 5.)
Doctrina y Convenios 33:2. “Para declarar mi evangelio a una generación corrupta y perversa”
El presidente Joseph Fielding Smith explicó de la siguiente manera la obligación especial de los santos con respecto a los inicuos del mundo:
“Son muchos las deudas que tenemos con el Señor. Tenemos el compromiso de redimir el evangelio a una generación inicua y perversa…
“El Señor ha dado el libre albedrío al hombre, y éste puede actuar por su cuenta; puede tomar su decisión, el sí o el no, de hacer el bien o hacer el mal. El Señor dijo que el hombre tiene el albedrío y debe pagar lo que haga porque sus obras malas. Sin embargo, afirmo que nuestra misión consiste en lo que nos sea posible, en regenerar a nuestros hijos de nuestro Padre Celestial, en llevar al arrepentimiento a todos que podamos. Esa es una de las deudas que tenemos con Él; es una obligación que el Señor ha impuesto a la Iglesia, y más particularmente a los quórumes del sacerdocio de la Iglesia. Sin embargo, es una obligación que corresponde a toda alma.
“Es deber de todo miembro de esta Iglesia predicar el evangelio por el precepto y por el ejemplo.” (Doctrina de Salvación, 1:292; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 33:3. “¿Qué es la ‘hora undécima’?”
Esta frase parece tener relación con la parábola de las diez vírgenes (véase Mateo 25:1–13). En dicha parábola, el esposo llegó a medianoche, encontrando desprevenidas a la mitad de las vírgenes que lo esperaban. Así, decir que es la hora undécima indica que el momento de la llegada del Esposo está cerca.
El presidente Joseph Fielding Smith demostró la forma en que esa frase se relaciona con otra parábola que enseñó el Maestro:
“La época en que vivimos se compara con la hora undécima, y así es en el cómputo del tiempo que hace el Señor, pues estamos en el período final de mundo presente. El élder Orson F. Whitney se refirió a nuestra dispensación llamándola ‘la noche del sábado’ del tiempo. Y, según la parábola de los hombres empleados en la viña [Mateo 20:1–16], los que trabajamos en ella seremos recompensados si somos fieles, con igual recompensa que los que trabajaron previamente en otras dispensaciones en la historia de la humanidad.” (Church History and Modern Revelation, 1:153.)
Doctrina y Convenios 33:3. “La última vez”
“Con esta frase, ‘la última vez’, el Señor se refería a la dispensación del cumplimiento de los tiempos.” (Joseph Fielding Smith, Conference Report, abril de 1946, pág. 155; véase también D. y C. 43:28–30; 112:30–32.)
Doctrina y Convenios 33:4. “Todos tienen mentes corruptas”
El élder Hyrum M. Smith, que fue miembro del Consejo de los Doce, definió el uso especial del vocablo corrupto, aplicado a la mente en este pasaje, diciendo:
“Permítanme explicar: cuando uso el vocablo ‘corrupto’ al referirme a estos ministros del evangelio, no quiero decir que ellos sean inmorales, ni que no sean sinceros, ni que estén condenando a José Smith, el Profeta, en respuesta a la oración de éste. No uso decir, ni tampoco lo diré, que los ministros de religión sean personalmente carentes de virtud o impuros. Creo que en general, en cuanto a pureza personal, posiblemente estén en poco por encima del común de los hombres. Al usar esa palabra, ‘corrupto’ quiero decir, como creo que el Señor quiso decir, que se han apartado de la verdad. . . y que han vuelto hacia lo falso. Una doctrina falsa es una doctrina corrupta; una religión falsa es una religión corrupta; un maestro falso es un maestro corrupto. Todo hombre que enseña una doctrina falsa, que cree en una religión falsa y la practica, es corrupto porque enseña lo que es impío y no verdadero.” (Conference Report, octubre de 1916, pág. 43.)
Doctrina y Convenios 33:5. ¿Cómo es que la Iglesia ha sido llamada del desierto?
Esta figura se ha tomado del libro de Apocalipsis, en el cual la Iglesia del Señor, representada por una mujer, es llevada al desierto, o a la apostasía, por el gran dragón que es Satanás (véase Apocalipsis 12:1–17; compárese con D. y C. 86:1–3). Por lo tanto, llamar al desierto a la Iglesia representa la restauración de ésta después de siglos de apostasía.
Doctrina y Convenios 33:10. ¿Cómo puede un mortal enderezar las sendas del Señor?
“Los potentados orientales, al viajar de una parte del reino a otra, anunciaban su llegada con anticipación, a fin de que sus súbditos prepararan el camino para ellos, si era necesario, abriendo sendas donde no las había, nivelando cerros y rellenando hondonadas, y enderezando los caminos que serpenteaban demasiado. Se dice que Semiramis hizo construir caminos especialmente para sus viajes. En tiempos modernos, cuando el Emperador alemán manifestó su intención de visitar la Ciudad Santa, el gobierno turco hizo un camino desde Jaffa a Jerusalén. Preparar el camino del Señor y enderezar sus vías es reconocer su potestad y hacer todos los preparativos necesarios para recibirlo. Él no vendrá a reinar hasta que se hayan terminado todos los preparativos.
‘¡Escucha esto, oh tierra! El Señor no vendrá a reinar sobre los justos, en este mundo, en 1843. . . no vendrá hasta que todo esté listo para el Esposo.’ ” (José Smith, History of the Church, tomo V, pág. 291.) (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 174.)
Doctrina y Convenios 33:17–18. “Orando siempre, llevando aderezadas y encendidas vuestras lámparas”
En estos versículos, el Señor usó nuevamente una figura de las parábolas del Nuevo Testamento. Esa frase tiene que ver con la parábola de las diez vírgenes (véase Mateo 25:1–13). Cuando llegó la hora de la venida del esposo, las vírgenes se levantaron y aderezaron sus lámparas, o en otras palabras, las prepararon; fue entonces cuando las cinco insensatas descubrieron que no tenían aceite. Es evidente que la amonestación de esos versículos es una advertencia dirigida a los santos para que se mantengan en un buen estado de preparación espiritual, dado que la venida del Señor está cada vez más próxima.
Sección 34
“Alza tu voz sin cesar”
Antecedentes históricos
El Profeta escribió en su diario que “a principios de noviembre, Orson Pratt, un joven de diecinueve años de edad que había sido bautizado luego de la primera prédica de su hermano, Parley P. Pratt, el 19 de septiembre (el día de su cumpleaños), unas seis semanas antes, en Canaan, Nueva York, vino a verme para indagar del Señor en cuanto a su deber, y recibió la siguiente respuesta. . .” Y cita seguidamente la sección 34. (History of the Church, 1:127–128.)
El élder Orson Pratt anotó en su diario, respecto a esta revelación:
“En octubre de 1830, viajé hacia el oeste, más de 320 kilómetros, para ver a José Smith, el Profeta. Lo encontré en Fayette, condado de Seneca, Nueva York, alojado en casa del señor Whitmer. Pronto llegué a conocer a fondo a este buen hombre y también a los testigos del Libro de Mormón. El 4 de noviembre, a pedido mío, el profeta José intercedió ante el Señor por mí y recibí la revelación publicada en Doctrina y Convenios, sección 34.” (Journal History, nov. de 1830, pág. 1.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 34:1–4. “Hijo mío. . . has creído”
El hecho de que el Señor haya llamado “hijo mío” a Orson Pratt sirve de ejemplo de las muchas veces que ha enseñado que todos pueden acercarse a Él y llegar a ser sus hijos (véase D. y C. 25:1; Mosiah 5:7–8, 15:10–16; Moisés 1:4–6, 6:68; Romanos 8:14–18; 1 Juan 3:1–3).
El presidente Lorenzo Snow escribió un poema acerca de la doctrina de que podemos llegar a ser hijos de Dios.
¿No has sido imprudentemente osado
al descubrir así al hombre su destino,
al despertar en él deseo tan elevado
y abrir ante sus ojos un glorioso camino?
No obstante, no es quimérico afirmar
que el ser humano hallará en desafío;
la ya largamente recorrida senda real
ha visto al justo convertirse en divino.
Abraham, Isaac y Jacob de antiguo
fueron niños, y hombres, y a dioses llegaron.
Como el hombre hoy es, Dios
una vez fue, y —así se nos revela el
destino humano— como Dios es ahora, el
hombre puede ser.
El muchacho, como el padre ha crecido,
y ése es el curso natural del hombre;
que el hijo crezca, a su padre pareciendo,
no es ocurrencia que a nadie asombre.
Hijo de Dios que a su Padre se parezca
no robaría figura a la Deidad;
y en quien esta esperanza permanezca
aun del pecado se purificará.
(Lorenzo Snow, “Man’s Destiny”, Improvement Era, junio de 1919, págs. 660–661.)
Doctrina y Convenios 34:6. “Te he llamado a predicar mi evangelio… profetiza”
El élder Orson Pratt dijo de su llamamiento a profetizar:
“‘¡Alza tu voz… profetiza, pues, y te será dado por el poder del Espíritu Santo!’ Este fue un punto particular en la revelación que a mí me pareció demasiado grande para poder cumplirlo. Y sin embargo, era un mandamiento que así lo hiciera. A menudo he reflexionado en cuanto a esta revelación y muchas veces me he preguntado: ¿Qué es profetizar? ¿He cumplido con ese mandamiento tal como debí hacerlo? He tenido también el requisito de los élderes dando testimonio de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; pero he sentido la inclinación a condenarme por mi pereza, y por el poco progreso que he logrado con respecto a esto en gran escala y divina. Continuamente me he sentido inclinado a profetizar, a menos que lo recibiera por la inspiración y el poder del Espíritu Santo; hablar por mis propios medios sería algo totalmente contrario a mi manera de pensar, algo que ni siquiera se me ocurriría; de ahí que a menudo, en mis discursos públicos, cuando algo me ha venido a la mente, aunque fuera bastante apto, he evitado enunciarlo o declararlo por temor de exponer ante la gente conceptos relacionados con el futuro, que pudieran ser erróneos.” (Journal of Discourses, 17:294–291.)
Aunque Orson Pratt se sentía inadecuado en ese llamamiento, el estudio de sus escritos muestra claramente que ciertamente cumplió la amonestación del Señor respecto a profetizar. Sus escritos están llenos de puntos de vista proféticos y de promesas.
Doctrina y Convenios 34:7–12. “Vengo pronto”
La frase “vengo pronto” se refiere a la proximidad de la segunda venida de Jesucristo, y se encuentra en por lo menos trece secciones de Doctrina y Convenios. Aunque han pasado unos 150 años desde que se recibieron estas revelaciones, ése es un corto período de tiempo si se le compara con los casi 6,000 años de existencia de la tierra en su condición telestial. El cumplimiento de muchas de las profecías relativas a la Segunda Venida indica que ciertamente ese acontecimiento está cercano.
El presidente Joseph Fielding Smith explicó la frase y su significado:
“‘Vengo pronto.’ Ésta es una expresión que aparece frecuentemente, especialmente en el libro de Apocalipsis. Es esto hablar ‘según la manera del Señor’ (D. y C. 63:53), lo cual no significa que Él aparecerá inmediatamente, sino que vendrá, y que, cuando lo haga, lo hará súbitamente, cuando menos lo esperemos. El día de la venida del Hijo del Señor llegará como ladrón en la noche, y sorprenderá a los hombres totalmente desprevenidos. Por lo tanto, debemos estar preparados, porque el Señor nos ha advertido que vendrá como ‘un lazo sobre la faz de toda la tierra’ (Lucas 21:34–35). Entonces, no tenemos ninguna excusa para no estar preparados, pues se nos ha advertido plena y frecuentemente.” (Church History and Modern Revelation, 1:157.)
La Explicación H, en el Apéndice, contiene una aclaración más extensa con respecto a la Segunda Venida.
Sección 35
“Te he preparado para una obra mayor”
Antecedentes históricos
Sidney Rigdon vivía en Mentor, estado de Ohio, en lo que se designaba con el nombre de Reserva Occidental. Allí fue donde escuchó por primera vez el mensaje del evangelio restaurado. En 1830, y donde fue bautizado. Poco después de su bautismo, viajó a Fayette, estado de Nueva York, para conocer al Profeta. José Smith escribió lo siguiente en cuanto a su llegada: “En diciembre vino Sidney Rigdon para ser ordenado élder de la Señor, y venía acompañado de Edward Partridge; éste era un ejemplo de una persona piadosa y uno de los grandes hombres del Señor. Poco después de la llegada de ambos hermanos, el Señor habló así…”
El Profeta cita a continuación la sección 35 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:128.)
En aquel entonces José Smith estaba traduciendo la Biblia. Oliverio Cowdery y John Whitmer, que lo habían servido de escribientes, habían sido llamados a servir como misioneros, quedándose el Profeta sin escribiente. En esta revelación, se llamó a Sidney Rigdon para ocupar la vacante.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 35:1. ¿Qué significa la frase “giro eterno”?
“Dios gobierna mediante la ley, completamente, en forma invariable y absoluta, siempre. Él ha dispuesto que de las mismas causas siempre se obtengan resultados idénticos. El nunca hace acepción de personas, y es un Ser en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17; D. y C. 31:2).
De ahí que su curso sea “un giro eterno, el mismo hoy que ayer y para siempre” (D. y C. 35:1). (McConkie, Mormon Doctrine, págs. 545–546.)
Doctrina y Convenios 35:1–3. ¿Qué significa ser “uno en mí”?
El presidente Brigham Young dijo lo siguiente:
“¿Cómo es que los Santos de los Últimos Días entienden y entienden de la misma forma, son uno en intención y pensamientos, dondequiera que se hallen al recibir el evangelio? … Reciben lo que les prometió el Salvador cuando estaba a punto de partir de esta tierra, esto es, el Consolador, la santa unción (véase 1 Juan 2:20) de lo alto que reconoce a un Dios, una fe y un bautismo, cuya intención es la voluntad de Dios el Padre, en el cual hay unidad de fe y acción, y en quien no puede haber división ni confusión; después de haber recibido más luz en esta forma, ya sea que se conozcan o no, inmediatamente se convierten en hermanos, habiendo sido adoptados en la familia de Cristo mediante los lazos del conocimiento y testimonio, y todos pueden exclamar, utilizando las hermosas palabras de Rut: ‘Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios’ (Rut 1:16).” (Journal of Discourses, 18:259.)
Doctrina y Convenios 35:2. “Cuantos crean en mi nombre”
En Doctrina y Convenios 11:30 se nos enseña que creer en el nombre del Salvador equivale a creer en Él, o en otras palabras, aceptarlo como Salvador.
Esa creencia es demostrada mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del evangelio (véase 2 Nefi 25:13).
Doctrina y Convenios 35:3–6. “Sidney… fuiste enviado… a fin de preparar el camino”
El presidente Joseph Fielding Smith explicó cómo el Señor había preparado Sidney Rigdon mucho antes de que los misioneros llegaran a Ohio:
“Cuando el Señor le dijo a Rigdon que Él había estado mirándolo en todas sus obras, se refería a su ministerio como bautista y posteriormente como uno de los fundadores del movimiento conocido con el nombre de ‘los discípulos’, con Alexander Campbell y Walter Scott. Durante esos años, la mano del Señor estuvo sobre él y lo dirigió para juntar muchas almas anhelosas que no podía apacentar las enseñanzas de las sectas de la época. Sus doctrinas, en las que había buscado mayor luz de la que el mundo podía darle, eran el mismo laberinto a recibir respuesta. El Señor le dijo que lo había enviado a preparar la vía, y que tanto en la organización del grupo que lo seguía como en la fundación de su congregación en Kirtland y sus alrededores, la mano del Señor lo había dirigido a fin de preparar el camino para recibir la plenitud de la verdad.
“Es notable el hecho de que Sidney Rigdon, con la ayuda del Señor, hubiera reunido en aquella parte de la nación una considerable cantidad de hombres de gran carácter e inteligencia que posteriormente llegaron a ser líderes de la Iglesia. Sin duda alguna, el Espíritu del Señor había descendido sobre esos hombres, entre los más destacados donde Sidney Rigdon y Parley P. Pratt, dirigiéndolos a reunirse en Kirtland antes de que se predicara allí el evangelio. Por lo tanto, cuando Parley P. Pratt, Ziba Peterson y sus compañeros llegaron a la ciudad, encontraron que la vía estaba preparada para ellos en gran parte debido a la prédica de Sidney Rigdon, de manera que no fue asunto difícil para los misioneros convencer de la verdad a aquel grupo de personas. Aunque Rigdon había estado predicando y bautizando por inmersión sin haber recibido la autoridad, de lo cual el Señor le habló en esta revelación, todo resultó en el bien de los del grupo cuando el mensaje del evangelio llegó a ellos. Aquellos hombres no sólo se convencieron y estaban listos para el bautismo, sino que también estaban en condición de recibir el sacerdocio, y así se hizo.” (Church History and Modern Revelation, 1:160.)
Doctrina y Convenios 35:8–10. “Mi brazo no se ha acortado”
La frase “brazo del Señor” indica el poder de Su fuerza y autoridad (véase Notas y comentario sobre D. y C. 1:14). El decir que no se ha acortado significa que el poder no está limitado en forma alguna y que Él usará su brazo y lo hará sentir especialmente en estos últimos días (véase D. y C. 133:3).
Doctrina y Convenios 35:11. “Que… beban del vino de la ira de sus fornicaciones”
Esta frase tan particular aparece en Doctrina y Convenios 31:8; 88:94, 106. En cada caso se utiliza con relación a Babilonia (representando al mundo y a la iglesia apóstata), o con la “gran ramera, la madre de las abominaciones” (que representa a la iglesia apóstata, la del diablo). Quienes “beban del vino de la ira de su fornicación” participan en los placeres mundanos y en los pecados del mundo apóstata… y así sufrirán las desolaciones y la destrucción que vendrán sobre los malvados cuando sean juzgados.” (Ludlow, Companion, 1:219.)
Doctrina y Convenios 35:13–14. ¿En qué forma el Señor afianza las naciones?
“Esta idea aparece en Habacuc 3:12. En tiempos antiguos, la trilla se realizaba pisoteando el grano sobre la era. La salida de los mensajeros del evangelio entre las naciones es semejante a pisotear las espigas sobre suelo duro, luego de lo cual las grandes se juntan cuidadosamente y se paga quedamente.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 186.)
Doctrina y Convenios 35:16. La parábola de la higuera
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 45:34–38.
Doctrina y Convenios 35:17–19. “He enviado la plenitud de mi evangelio por mano de mi siervo José”
El élder Wilford Woodruff enseñó claramente en qué forma dio cumplimiento José Smith a las grandes profecías de la Restauración:
“En esos versículos se pone el cimiento del cumplimiento de aquella poderosa inundación de profecía que ha tenido lugar desde los días de Adán hasta el último Profeta que tuvo aliento de vida. En los últimos cuarenta y tres años se han cumplido más profecías en la tierra que en los dos mil años que antecedieron a esa época. Esas grandes profecías… corno una banda de hierro gobernaron y controlaron a José Smith en sus tareas mientras estuvo en la tierra. Él vivió hasta recibir cada una de las llaves, ordenanzas y leyes que se habían dado al hombre desde Adán hasta esta dispensación: Recibió los poderes y las llaves de Moisés para el recogimiento de la casa de Israel en los postreros tiempos; recibió de Elías las llaves para sellar los corazones de los padres a los hijos, y los corazones de los hijos a los padres; recibió de Pedro, Santiago y Juan el Apostolado y todo lo que a éste corresponde; de Moroni recibió todas las llaves y los poderes requeridos del plan de Dios en manos de Efraín; recibió de Juan el Bautista el Sacerdocio Aarónico, con todas sus llaves y poderes; y toda otra llave y poder que pertenezca a esta dispensación. No me avergüenzo de decir que él era un Profeta de Dios y que puso los cimientos de la obra y dispensación más grandes de todas las que han sido establecidas en la tierra.” (En Journal of Discourses, 16:267.)
Doctrina y Convenios 35:20. “Escribirás por él”
El élder George Q. Cannon explicó el mandamiento que se dio en ese versículo:
“A Rigdon El le dio un mandamiento especial de que debía escribir por José. El Señor le hizo saber lo que [José] ya entendía: que las Escrituras debían darse, tal como están en el seno de Dios mismo, para la salvación de sus escogidos. Y poco después de esta ocasión, José comenzó la nueva traducción de las Escrituras. Mientras trabajaba en esto, muchas verdades enterradas a través de los tiempos salieron a luz mediante un entendimiento, y vino en su pureza y santidad todos los hechos de Dios en esta dispensación de nuestro Señor y Salvador.” (Life of Joseph Smith, págs. 83–84.)
Sección 36
“Pondré sobre ti mi mano”
Antecedentes históricos
En los primeros años de la Iglesia, el Señor preparó a hombres justos para ayudar al profeta José Smith en el establecimiento del reino. En 1830, se unieron a la Iglesia muchos de esos hombres; ¡entre ellos estaba Edward Partridge! Era oriundo del estado de Massachusetts, pero fue en Kirtland, Ohio, donde los misioneros que habían sido enviados a predicar a los lamanitas le presentaron el mensaje del evangelio. Poco después viajó al estado de Nueva York, junto con Sidney Rigdon, llegando al pueblo de Fayette en diciembre de 1830.
Cuando visitó al Profeta, Edward Partridge no se había bautizado todavía. Lucy Mack Smith relata lo siguiente:
“En diciembre del mismo año [1830], José convocó a una reunión en nuestra casa. Mientras predicaba, entraron Sidney Rigdon y Edward Partridge y se sentaron entre la congregación. Una vez que José hubo terminado su discurso, dio la palabra a todos los que tuvieran algún comentario que hacer. En esta circunstancia, el Sr. Partridge se puso de pie y declaró que había estado en Manchester con el propósito de obtener mayor información en cuanto a comprender la doctrina que nosotros predicábamos; pero, no encontrándonos allí, había averiguado entre los vecinos acerca de nuestro carácter, el cual, según aquéllos le dijeron, había sido intachable hasta que José nos negó con respecto al Libro de Mormón. También dijo que había recorrido numerosas granjas y observado el excelente orden y la laboriosidad de todo lo que allí se hallaba establecido; y, habiendo visto lo que habíamos sacrificado por causa de nuestra fe religiosa, y habiéndosele dicho que nuestra honradez no daba lugar a dudas sobre punto alguno, no en cuanto a la religión que profesábamos, creyó en nuestro testimonio y estaba por ser bautizado, ‘si’, dijo, ‘el hermano José me bautizará’.
‘—Hermano Partridge —respondió José—, usted está muy cansado hoy por causa de su viaje. Es mejor que descanse y se bautice mañana.
‘—Sí, el hermano José piensa que así es mejor —respondió él.
‘—Sí —respondió él. Partridge—, estoy listo para cuando usted disponga.
‘Al día siguiente fue bautizado.” (History of Joseph Smith, págs. 191–192.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 36:1. Cristo es el “Fuerte de Israel”
“En esta revelación, nuestro Señor se anuncia como ‘el Fuerte de Israel’. Ese nombre aparece también en Isaías (12:4; 30:29). Significa Jehová, el Señor de las Huestes, el cual sacó de Egipto a su pueblo con brazo fuerte. Mientras que el ‘fuerte’ de Asiria era un toro alado, y los reinos de la tierra adoptaron imágenes de águilas, leones, etc., como emblemas de fuerza, el ‘Fuerte’ del reino de Dios es Jehová.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 191.)
Doctrina y Convenios 36:1. Predicar “como con la voz de trompeta”
Antiguamente, la trompeta se usaba para dar señal de alarma, para iniciar la batalla o para anunciar la llegada de la realeza. Por lo tanto, el sonido de las trompetas simboliza el anuncio de algo sumamente significativo; es fuerte y claro y llama la atención a los que están a su alcance. A Edward Partridge se le llamó a predicar en esa forma, no de manera acallada o tímida, sino intrépidamente, con claridad y autoridad.
Doctrina y Convenios 36:2. “Pondré sobre ti mi mano”
Edward Partridge, que acababa de ser bautizado, recibió en este versículo la promesa del don del Espíritu Santo, el cual se confiere por la imposición de manos, también fue llamado al ministerio. El espíritu y la autoridad para cumplir tales llamamientos se comunican igualmente por la imposición de manos.
El élder Harold B. Lee se refirió a este versículo como ejemplo de la forma en la que el Señor manifiesta su poder entre los hombres, mediante sus siervos, a los que ha entregado las llaves de autoridad:
“En ese pasaje, le oigo decir el Señor que cuando uno de sus siervos autorizados pone las manos, por autoridad, sobre la cabeza del que va a ser bendecido, es como si Él mismo estuviera colocando junto con ellas para efectuar esa ordenanza. Así comenzamos a ver cómo Él manifiesta su poder entre los hombres por medio de sus siervos, a los que ha entregado las llaves de autoridad.” (Desire in the Gospel of Jesus Christ, Brigham Young University Speeches of the Year* [Provo, 11 de feb. de 1958], pág. 6.)
Doctrina y Convenios 36:2. ¿Qué son “las cosas apacibles del reino”?
Poco antes de ser crucificado, Jesús prometió a sus discípulos el don de la paz (véase Juan 14:27). Esta paz no es la del mundo, sino la paz interior que surge del conocimiento de que se ha encontrado la verdad y que se está en la senda que lleva a la vida eterna. Ese conocimiento y seguridad viene del Espíritu Santo, al que se llama apropiadamente el Consolador (véase Juan 14:26). Así es como todos los santos pueden, en este mundo de tensión y dificultades, recibir paz de Cristo mediante el Espíritu Santo y la seguridad de que la senda por la que andan es correcta (véase D. y C. 6:22–23; 59:23).
Doctrina y Convenios 36:3. ¿Qué significa el vocablo Hosanna?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 19:37.
Doctrina y Convenios 36:6. ¿Qué es una “generación perversa”?
La misma expresión aparece en Hechos 2:40, refiriéndose a la gente de aquella época. Una generación perversa está integrada por gente ingobernable, rebelde, que rechaza al Señor y el evangelio. El presidente Joseph Fielding Smith, al referirse a las personas de los últimos días, dijo:
“Esta es una generación perversa que anda en la oscuridad espiritual” (Church History and Modern Revelation, 1:163).
Doctrina y Convenios 36:6. ¿Qué significa “salid del fuego, aborreciendo aun hasta las ropas contaminadas por la carne”?
Esta parte del versículo 6 se refiere a Judas 1:23. El élder Bruce R. McConkie escribió lo siguiente acerca de ese pasaje:
“Para impedir que las enfermedades se extendiesen en el antiguo Israel, se quemaba la ropa manchada por los enfermos de males contagiosos (Lev. 13:47–59.) Y del mismo modo, con respeto al pecado en la Iglesia, los santos deben evitar el más mínimo contacto con él; las mismas ropas de los pecadores, por así decir, deben quemarse con fuego, queriendo decir con ello todo lo que ha tenido contacto con las contaminaciones de los malvados debe ser desechado. Y así también debe ser para aquellos del mundo a quienes se invita al reino.” (Doctrinal New Testament Commentary, 3:428.)
Doctrina y Convenios 36:7. ¿Qué significa la frase “ciñete tus lomos”?
“En el lenguaje bíblico, ‘ceñirse los lomos’ es prepararse para la marcha o el trabajo. Los hebreos usaban fajas de tela cuando viajaban o trabajaban. En tales ocasiones, se sujetaban la ropa a la faja para poder tener libre movimiento de brazos y piernas. Simbólicamente, los siervos del Señor deben estar preparados para efectuar su obra y para ir cuando Él los llame.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 201.)
Hablando de la necesidad de que los santos se ciñeran los lomos y se prepararan para proclamar más eficazmente el evangelio en esa época, el presidente Spencer W. Kimball dijo:
“Considero que una vez que hayamos hecho todo lo que podamos, el Señor hallará el modo de abrir las puertas…
“Mas no existe ninguna razón por la cual el Señor deba abrir puertas si no estamos preparados para pasar por ellas…
“Cuando pido misioneros, no pido misioneros sin testimonio, ni misioneros inmorales; pido que comencemos a preparar a nuestros jóvenes, más temprano y mejor, en todas las ramas y todos los barrios de la Iglesia en el mundo. Hay otro cometido: que nuestros jóvenes lleguen a comprender que cumplir una misión constituye un gran privilegio, y que deben hallarse en buenas condiciones físicas, mentales y espirituales; y además, que el Señor no puede conceder al pecado con el más mínimo grado de tolerancia.” (D. y C. 1:31.)
“Pido misioneros que hayan sido instruidos y preparados, tanto en el seno familiar como en las organizaciones de la Iglesia, y que lleven a la misión grandes anhelos…” (Tomado del manual “Mi reino se extenderá,” págs. 150–151.)
Sección 37
“Que se congreguen en Ohio…”
Antecedentes históricos
Esta revelación se recibió ocho meses después que la Iglesia quedó oficialmente organizada. Desde aquel día histórico, el 6 de abril de 1830, el número de santos había aumentado hasta llegar a doscientos en el estado de Nueva York. Los esfuerzos misionales se habían extendido hacia el oeste hasta Kirtland, Ohio, y a las fronteras de Misuri. Los misioneros habían tenido un éxito particular en la zona de Kirtland, donde bautizaron a unas 127 personas durante las dos o tres semanas que pasaron allí en su viaje hacia Misuri (véase Roberts, Comprehensive History of the Church, 1:231). Después que ellos se fueron, la Iglesia siguió creciendo rápidamente en aquella zona.
En la época de esta revelación, ya se habían unido a la Iglesia líderes destacados como Parley P. Pratt, Orson Pratt, Sidney Rigdon, Edward Partridge y Thomas B. Marsh. Había habido un torrente de revelaciones del cielo en tanto que el profeta José Smith recibía guía para algunos santos en particular, instrucciones en cuanto a la revisión de la Biblia y los anales de Moisés y Enoc. Pero los esfuerzos de Satanás eran incesantes. La persecución se extendió, y el profeta fue arrestado muchas veces bajo acusaciones falsas. En diciembre de 1830, la voz del Señor se oyó de nuevo; en esa ocasión, la voluntad del Señor fue que José dejara de hacer la revisión del texto bíblico y se mudara a Ohio. La sección 37 es la primera revelación que indica a los santos la necesidad de congregarse en un lugar central. En ella el Señor estableció para la Iglesia restaurada un curso que llevaba al oeste.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 37:1. “No… traduzcas más”
Este pasaje se refiere a la traducción que José Smith estaba haciendo del texto de la Biblia. Naturalmente, había terminado la traducción del Libro de Mormón. Pero aunque su obra sobre la Biblia era muy importante, la necesidad de mudarse a Ohio “a causa del enemigo” (vers. 1) tuvo prioridad. La obra de dicha revisión de la Biblia continuaría más adelante en Ohio, principalmente en la casa de John Johnson.
Doctrina y Convenios 37:1. ¿Qué propósito tenía el Señor para congregar a los santos en Ohio?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó la razón por la que el Señor mandó a los santos que se mudaran:
“El llamado para trasladarse a Ohio obedecía a dos razones. La oposición a la Iglesia en Fayette y sus alrededores se había intensificado. Entre los seguidores de Sidney Rigdon se habían logrado muchos conversos en la zona de Kirtland, y el ambiente era de gran misión. La tendencia de la Iglesia era siempre ir hacia el oeste; de manera que la persecución se intensificó y se hizo necesaria buscar protección, la Iglesia fue moviéndose cada vez más hacia el oeste. Por otra parte, el Señor tenía un propósito en eso. El lugar para la ciudad de Sión estaba en el oeste, y Él era necesario que finalmente la Iglesia se radicara allí, aunque no sería una residencia permanente en tanto que Sión no fuera redimida. Y no fueron José Smith y Sidney Rigdon los únicos a quienes se les mandó ir a Ohio, sino que éste fue un mandamiento para toda la Iglesia.” (Church History and Modern Revelation, 1:163.)
Doctrina y Convenios 37:3. Asamblea en Ohio al regreso de Oliverio Cowdery
Oliverio Cowdery había estado de misionero entre los lamanitas desde el 15 de octubre de 1830 (véase D. y C. 30:5–6; 32:2). Esa misión les requirió a él y a sus compañeros viajar unos 2.240 kilómetros, desde Nueva York y Ohio hasta Misuri. Como preparación para recibir más instrucciones concernientes al establecimiento de Sión después del retorno de Cowdery desde “las fronteras cerca de los lamanitas” (D. y C. 28:9), se dio mandamiento a los santos de que se trasladaran a Ohio.
Sección 38
“Si estáis preparados, no temeréis”
Antecedentes históricos
En el comienzo del año 1831, José Smith vislumbró “una perspectiva grande y gloriosa para el bienestar del reino” (History of the Church, 1:140). Previamente, el Señor había dado al reino un encargo divino que revelaba el propósito de esta dispensación y que consistía en “establecer la causa de Sión” (véase D. y C. 6:6; 11:6; 12:6; 14:6). Desde que se recibió ese mandamiento por primera vez hasta su martirio, el Profeta trabajó diligentemente en la obra de llevarlo a cabo. Una vez dijo: “Nuestro mayor objetivo debe ser el establecimiento de Sión” (History of the Church, 3:390).
En diciembre de 1830, José recibió, mediante revelación, el resto del libro de Moisés. Los capítulos 6 y 7 le dieron ver específicamente con el establecimiento de Sión en los días de Enoc. Pero antes de lograr lo mismo en esta dispensación, se necesitaban dos cosas: una revelación del Señor dando su ley y el orden de Sión, y la preparación y santificación de los santos. El cumplimiento del primer requisito comenzó el 2 de enero de 1831. Durante la tercera conferencia de la Iglesia, el Profeta recibió lo que conocemos como la sección 38 de Doctrina y Convenios. En ella el Señor dijo que Él había dado a los santos “la Sión de Enoc a mi propio tiempo” (vers. 4), y explicó la razón por la que había mandado a los santos que se mudaran a Ohio: “Allí seréis investidos con poder de lo alto” (vers. 32). Esta revelación fue la respuesta del Señor a los que le preguntaban por qué debían mudarse hacia el oeste durante la peor parte del invierno.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 38:1. Jesucristo es “el Gran YO SOY, el Alfa y la Omega”
El presidente Joseph Fielding Smith describió el significado del título “Yo soy” diciendo:
“Cuando Moisés cuidaba los rebaños de su suegro, Jetro, en Horeb, el monte de Dios, se le apareció Jehová ardiendo en la zarza ardiente y le dio mandamiento de ir a Egipto y sacar de la esclavitud a Israel. Moisés le dijo: ‘He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre? ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros’ (Éxodo 3:13–14). . . . ‘El nombre revelado a Moisés es el mismo que Jesucristo ha usado a los judíos; el significado de ese nombre está expresado al decir que Dios es omnipotente, omnipresente y omnisciente, sin principio de días ni fin de vida; y que en Él mora toda buena obra y todo buen principio’. (Disertaciones sobre la fe, No. 2.) Jesús declaró a los judíos que ellos eran incapaces de entender, y es que el gran Yo Soy que apareció a Moisés era Él mismo, que Él era Dios y había dado mandamientos a Abraham.” (Church History and Modern Revelation, 1:165–166; véase también D. y C. 39:1.)
Alfa y omega son la primera y la última letras del alfabeto griego, el cual se usaba ampliamente en la época de Cristo. Por lo tanto, la expresión “Alfa y Omega” es equivalente a decir, utilizando las letras de nuestro alfabeto, “de la A a la Z”. Dar a Jesús el título de Alfa y Omega indica que en Él están comprendidas todas las cosas. El élder Bruce R. McConkie dijo: “Estas palabras, las letras primera y última del alfabeto griego, se usan figuradamente para enseñar la naturaleza eterna y sin pasaje de tiempo de la existencia de nuestro Señor, esto es, que ‘de eternidad en eternidad es el mismo, y sus años nunca fallan’ (D. y C. 76:4)” (Mormon Doctrine, pág. 31).
Doctrina y Convenios 38:1. “Las huestes seráficas del cielo”
Los seráfines son los ángeles que moran en la presencia de Dios. . . es muy claro el hecho de que entre éstos se encuentran los espíritus de la preexistencia que no han tenido un cuerpo todavía, porque dice que nuestro Señor ‘contempló la vasta expansión de la eternidad y todas las huestes eternas del cielo antes que el mundo fuese’ (D. y C. 38:1; cursiva agregada). No sabemos si el nombre seráfico se aplica también a los ángeles glorificados y resucitados. . .” (McConkie, Mormon Doctrine, págs. 702–703.)
Doctrina y Convenios 38:2. La omnis ciencia de Dios
Es sorprendente que algunas personas todavía cuestionen la omnis ciencia de Dios, es decir, el hecho de que Él posee todo conocimiento. Dice que conoce todas las cosas con relación a su creación, porque por Él sigue aprendiendo y progresando en conocimiento que puede adquirir. Este pasaje y muchos otros (véase 2 Nefi 9:20; D. y C. 88:41; 130:7; Moisés 1:6) enseñan claramente que Dios tiene todo conocimiento, y no se encuentran reservas ni limitaciones en esa declaración.
El conocimiento lleva inherente el poder, y de cierto modo el conocimiento perfecto de Dios está íntimamente con su omnipotencia. El profeta José Smith enseñó este principio en Disertaciones sobre la fe: “Sin el conocimiento de todas las cosas, Dios no podría salvar a ninguna de sus criaturas; pues es en razón del conocimiento que Él tiene de todo, desde el principio hasta el fin, que puede impartir a sus criaturas ese entendimiento mediante el cual se hace partícipe de la vida eterna; y, si no fuera porque en la mente del hombre existe la idea de que Dios tiene todo conocimiento, sería imposible que éste ejerciera fe en Él” (Lectures on Faith, 4:34; véase también la Explicación D en el Apéndice).
Doctrina y Convenios 38:3. Cristo el Creador
“Bajo la dirección de su Padre, Jesucristo creó esta tierra. No hay duda en cuanto a que otros le ayudaron, pero fue nuestro Redentor, Jesucristo, quien, bajo la dirección de su Padre, bajó, organizó la materia e hizo este planeta a fin de que pudiese ser habitado por los hijos de Dios.” (Smith, Doctrinal Commentary, 1:70; versión revisada. Véase también 3 Nefi 9:15; Moisés 1:33; 2:1; 3:4.)
Doctrina y Convenios 38:4. “He llevado la Sión de Enoc a mi propio seno”
Estar “en el seno” de alguien es una expresión hebrea que deriva de la costumbre antigua del hombre que vestimenta consistía en largas túnicas con las que se ceñía el cuerpo, sujetándolas con una faja en la cintura; de esa manera, en la parte superior se formaba algo así como una bolsa espaciosa en la que se llevaban cosas, y a veces hasta niños; lo que así se cargaba iba junto al pecho o seno de la persona. Por ese motivo, la frase “ser en el seno” de alguien implica una relación íntima y afectiva (véase 2 Samuel 12:8; Lucas 16:22; Juan 1:18).
“Enoc, el séptimo desde Adán (Judas 14), construyó una ciudad llamada Sión, según el nombre del pueblo de Dios, que recibió ese nombre porque era un pueblo unido, justo y progresista. Esta ciudad de Enoc floreció durante trescientos sesenta y cinco años y entonces el Señor, por un procedimiento desconocido para nosotros, la llevó de entre los habitantes a su seno, ‘salvándola así de la corrupción, de la soberanía del diablo y de la destrucción que sobrevendría por el diluvio. Y desde entonces se extendió el dicho: SIÓN HA HUÍDO’” (Perla de Gran Precio, Moisés 7:18–19, 68, 69).” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 199. Véase también D. y C. 45:11–14; Explicación B.)
El Señor nos promete que los que hayan creído en su nombre serán llevados al seno de Dios. ¡Una promesa eternamente gloriosa!
Doctrina y Convenios 38:5–8. ¿Por qué les espera la destrucción a los malvados?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó de esta manera el destino de los malvados: “Cuando llegue el gran y terrible día, los cielos serán sacudidos, la tierra temblará y se estremecerán los cimientos del cielo, y ése ha de ser el día de venganza contra los impíos, cuando aquellos que hayan amado la maldad y hayan sido culpables de transgresión y rebelión contra las leyes de Dios serán destruidos. Durante todo el ministerio de Cristo reinó la maldad y pareció prevalecer; pero cuando El venga en las nubes de gloria, como se declara en el mensaje de Malaquías al mundo, del cual Moroni dijo que estaba próximo, entonces será cuando Cristo aparecerá como el afinador y purificador, tomando del hombre como de bestia y todo cuanto corresponda a esta tierra, porque la tierra misma pasará por un cambio y recibirá su gloria paradisíaca anterior” (Doctrina de Salvación, 1:310–11; versión revisada. Véase también 2 Nefi 23:6–11; Malaquías 3:2–5; 4:1).
En aquella hora solamente los purificados podrán permanecer (véase el vers. 8).
Doctrina y Convenios 38:7–8. “Estoy en medio de vosotros”
Concerniente a la proximidad del Señor con sus siervos, el presidente Harold B. Lee dijo: “Cuando los misioneros van a salir al campo de la misión, tengo una reunión con ellos en el templo, donde se les prepara para preguntas de naturaleza tal que no será apropiado encontrar en otro lugar. A veces preguntan: ¿Podría indicarnos algún lugar del templo en que en alguna visión visto al Salvador? Mi respuesta es: ‘Tengan presente que éste es la Casa del Señor; éste es el lugar que tratamos de mantener más puro y sagrado que cualquier otro. Al venir a la tierra, éste es el lugar donde posiblemente Él vendría. No pregunten en cuanto a un lugar determinado; Él ha recorrido estos salones y pasillos. ¿Cómo saben si acaso no está aquí, en medio de nosotros?’” (En Conference Report, Conferencia de área en Gran Bretaña, 1971, págs. 135–136.)
Doctrina y Convenios 38:9, 15. “El enemigo no triunfará”
“El nos ha dado el evangelio. Él nos ha hecho la promesa de que el enemigo del reino no vencerá. Tal vez tengamos dificultades. Las hemos tenido ya. Tal vez nos enfrentemos con la oposición, pero ésta fracasará en sus esfuerzos por destruir la obra de Dios. . . .
“El evangelio ha sido restaurado y el reino entregado a Sus santos, de acuerdo con la profecía de Daniel. No se volverá a quitar, ni se destruirá, ni se entregará a otro pueblo; y conforme a su propia manera y a su tiempo, El va a comenzar a todos los demás sistemas, a fin de que su reino prevalezca, a fin de poder venir y reinar como Señor de señores y Rey de reyes sobre la faz de la tierra.
“El Señor ha destacado el hecho de que El va a destruir los sistemas, las organizaciones y las sociedades que sean falsas. ¿Y cómo lo va a hacer? Dándoles la verdad a sus miembros, si es que ellos están dispuestos a recibirla; dándoles el privilegio de abandonar esas organizaciones para recibir la verdad y tener toda oportunidad de ingresar a su reino, pues su mano está extendida y lista para recibirlos. Si no vienen, si no quieren recibir su mensaje, entonces, naturalmente deben quedar junto con sus sistemas. La verdad prevalecerá; cuando se haya quitado todo lo demás, la verdad se destacará, y está destinada a cubrir la faz de la tierra.” (Doctrina de Salvación, 1:229; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 38:10–12. “Toda la eternidad padece, y los ángeles esperan”
La imagen de los ángeles esperando para segar el campo proviene de la parábola del trigo y la cizaña (véase Mateo 13:24–43; D. y C. 86:1–7). Como lo explicó el presidente Wilford Woodruff, es la maldad del mundo lo que produce dolor en los ámbitos eternos:
“Ciertamente, es tiempo de que nos preparemos para lo que vendrá. Grandes acontecimientos esperan a esta generación, tanto en Sión como en Babilonia. Todas esas revelaciones concernientes a la caída de Babilonia tendrán su cumplimiento. Hace cuarenta y cinco años, hablando a la Iglesia el Señor dijo: ‘. . . y es después de citar los versículos 10 y 11, el presidente Woodruff continuó: “Esto hace que reine el silencio, y toda la eternidad está dolida. Los ángeles de Dios esperan para cumplir el gran mandamiento de recoger la causa de la maldad de los hombres. ¿Cómo creéis que se siente la eternidad hoy día? Pues hay más iniquidad, mil veces más. . . ahora, que cuando se recibió la revelación. Toda la tierra está manchada en la iniquidad, y estos hombres inspirados, estos élderes de Israel, han recibido el mandamiento del Todopoderoso de salir y advertir al mundo, para que sus vestidos estén limpios de la sangre de todo ser humano.” (Journal of Discourses, 18:128.)
En “Notas y comentario” sobre Doctrina y Convenios 86:5, se analiza la época en la que los ángeles recibirán el mandamiento de segar la tierra.
Doctrina y Convenios 38:17–20. “La tierra de vuestra herencia”
Para comprender mejor la promesa del Señor en estos versículos, es necesario entender que la tierra fue designada por el Señor como el lugar de morada para sus hijos. La misma esfera terrestre recibirá el nivel de vida que se vive en ella. El élder Bruce R. McConkie explicó cuatro de los estados por los que ha pasado la tierra y por los que todavía va a pasar en lo futuro:
La tierra terrenal. “Cuando Adán fue colocado en el Jardín de Edén, éste no se encontraba en un estado terrenal ni telestial, sino en un estado terrenal o paradisíaco. No había muerte ni cambio de ninguna clase para los animales, ni para forma alguna de vida, y todos los seres vivientes estaban en un estado de salud perfecta, paz y gozo.” (Gospel Warnings, págs. 89–91.)
La tierra telestial. Con la caída de Adán, la tierra (así como el hombre) llegó a ser una esfera mortal, un lugar en el que puede vivir gente muerta en cuanto al espíritu. Esta condición debía prolongarse por 6.000 años, y fue en este estado que la tierra fue bautizada con agua. (D. y C. 77:6–7, 12; Man: His Origin and Destiny, págs. 415–436, 464–466.)
La tierra terrestre. “Creemos . . . que la tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca.” (Décimo Artículo de Fe.) De manera que la tierra tiene que volver a su estado original, paradisíaco o terrestre, en el que estaba en los días del Jardín de Edén.
“Cuando ocurra esta transición a su estado milenario, la tierra ha de ser quemada; es decir, recibirá su bautismo de fuego; entonces habrá un nuevo cielo y una tierra nueva, y otra vez prevalecerán la salud, la paz y el gozo.” (D. y C. 101:23–32; Isaías 65:17–25; Malaquías 3:1–6; 4:1; Man: His Origin and Destiny, págs. 380–397.)
La tierra celestial. Luego del Milenio, más ‘un corto tiempo’ (D. y C. 29:22–25), la tierra morirá, resucitará y llegará a ser como un “mar de vidrio” (D. y C. 130:7), alcanzando “su estado santificado, inmortal y eterno” (D. y C. 77:1–2). Entonces los propios justos —esto es, los que veneran a Dios y los justos— heredarán la tierra; ésta será el lugar de habitación para el Padre y el Hijo, y los seres celestiales la poseerán para siempre jamás. (D. y C. 88:14–26, 111.) (Mormon Doctrine, pág. 211.)
La declaración de que no habrá maldición en la tierra cuando el Señor venga (véase el vers. 18) se refiere al mundo terrestre durante el Milenio, en tanto que la promesa de que los santos la poseerán durante la eternidad (véase el vers. 20) tiene que ver con el estado celestial final de la tierra.
Doctrina y Convenios 38:21–22. “Seréis reyes de rey”
“Cristo es el Rey.” (Salmos 5:2; 10:16; 44:4; 47:6–7; 89:18; Isaías 6:5; 43:15; Jeremías 46:18; 1 Tim. 1:17.)
Con esto se quiere decir que Él es el Gobernante, Legislador y Soberano en quien descansan todo poder. Como Rey gobierna los cielos la tierra y todas las cosas que en ellos hay (Alma 5:50); y también, en un sentido particular, gobierna el reino de Dios en la tierra, el cual es la Iglesia, y el reino de Dios en los cielos, que es el reino celestial.” (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 414.)
Jesús es Rey por derecho y autoridad; pero, según enseñó el presidente Joseph Fielding Smith, en el concilio de Adán-ondi-Ahmán Cristo será coronado como gobernante político y efectivo del mundo (véase Notas y comentario sobre D. y C. 116:1). Además, el presidente Smith explicó que el reino de Dios abarca tanto el aspecto político como el eclesiástico, y dijo:
“Cuando nuestro Salvador venga a reinar en el Milenio, todos los gobiernos estarán sujetos a Su gobierno; esto es se le llama reino político de Dios, así es; pero ése es el reino político que abarcará a todas las personas, sean de la Iglesia o no. Naturalmente, cuando toda tribu, lengua y nación estén sujetos al mandato de Jesucristo, esos formarán parte de ese reino político. Por tanto el reino político abarca más. Pero el reino de Dios es la Iglesia y el reino político será el reino que prevaldrá para siempre. Cuando Cristo reine, el reino político y el eclesiástico reinarán juntos hasta que la venida al mundo celestial de reinado milenario.
“Cuando venga Cristo, el reino político será entregado a la Iglesia. El Señor abrirá todas las naciones donde las Iglesias, como cualquier otra. El Reino de Dios de la Iglesia, pero durante el Milenio habrá que gobierna también a las multitudes de la tierra que no sean de la Iglesia, y muchos de los oficiales, que lo serán por elección, tal vez no sean miembros de la Iglesia.” (Doctrina de Salvación, 1:218–219; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 38:27. “Si no sois uno, no sois míos”
El élder Harold B. Lee explicó de la siguiente forma la necesidad fundamental de que haya unión entre los santos:
“Si no somos unidos, no somos los suyos. En esta cosa, la unidad es la prueba de la propiedad divina a la cual se refieren esas palabras. Si fuéramos unidos en amor, hermandad y armonía, esta Iglesia convertiría al mundo al ver en sus miembros el destacado ejemplo de esas cualidades que demuestran que se pertenece a Dios. Del mismo modo, si en el hogar de un Santo de los Últimos Días el marido y la mujer están desunidos, hay contención entre ellos y amenaza el divorcio, es porque uno de ellos o ambos no obedecen los mandamientos de Dios.
“Si nosotros, en nuestros barrios y ramas, estamos divididos y hay grupos que no están en armonía, es evidencia de que algo anda mal. Si dos personas tienen puntos de vista diferentes sobre la doctrina, nadie que piense y sea razonable podrá decir que ambas exponen sus opiniones divergentes según el Espíritu del Señor. . .
“Si es tan importante, entonces, que este pueblo sea unido, bien podemos estar seguros de que los poderes de Satanás descenderán para infligir su mayor ataque después de ese principio. Bien podemos estar seguros, además, de que si entre nosotros hay alguna apostasía, se sentirá inclinada a poner en tela de juicio este principio de unidad, y burlarse de él diciendo que es una muestra de estrechez mental, o de indigna restricción. Del mismo modo, podríamos estar seguros de que los enemigos intentarán luchar contra ese principio.” (En Conference Report, abril de 1950, págs. 97–98.)
Doctrina y Convenios 38:13, 28. “El enemigo. . . busca vuestra vida”
Los santos no deben sorprenderse de que el mundo se oponga al reino y trate de torcer la obra de Dios, pues Él mismo afirmó que así sucedería. El élder Joseph F. Smith dijo que “el odio de los malvados siempre ha seguido, y siempre seguirá al sacerdocio y a los santos. El diablo no querrá la vista del poder que Dios ha dado al hombre. Santo Sacerdocio; le teme, lo odia y ha creado el anticleronato de los viles y corruptos, con ira y maldad contra los que poseen este poder, ni de persuadir a los santos hasta que él mismo sea derrotado”. (Journal of Discourses, 19:24.)
El élder Bruce R. McConkie hizo esta observación en una conferencia:
“Ni tampoco hemos dejado atrás los peores enfrentamientos y pruebas. En el futuro nos veremos enfrentados y perseguidos, se nos darán pruebas aún mayores, y tendremos que derramar lágrimas más abundantes. . .
“El porvenir es oscuro y deprimente lleno de afán y mártires, y las puertas de la cárcel volverán a abrirse para muchos. La vida mortal no nos ofrecerá bienestar.
“No obstante, si todos nosotros cumplimos con los mandamientos de Dios; si apoyamos a la Iglesia en todos los asuntos, tanto políticos como religiosos; si dejamos que el Espíritu Santo nos guíe y obedecemos el consejo de los apóstoles y profetas actuales, todo será para nuestro bien si lo miramos desde un punto de vista eterno.
“Veremos con claridad el futuro y así, estemos vivos o muertos, veremos a nuestro Redentor que volverá a reinar en la tierra. Veremos la Nueva Jerusalén venir desde los cielos, enviada por Dios, a juntarse con la Ciudad Santa que edificaremos nosotros y nos asociaremos con los de la ciudad de Enoc mientras adoramos y servimos al Señor por eternidades.” (“Las pruebas y aflicciones venideras”, Liahona, julio de 1980, págs. 116–120.)
Doctrina y Convenios 38:30. “Si estáis preparados, no temeréis”
El presidente Ezra Taft Benson usó este versículo como texto para uno de los discursos que pronunció en una conferencia general:
“¿Cuáles son algunas de las calamidades que los obedientes deben estar preparados? En la sección 29, el Señor nos previene que ‘se enviará una fuerte temblor de granizo para destruir las cosechas de la tierra’ (vers. 16). En la sección 45 leemos de ‘un azote desbordante, porque una enfermedad desoladora cubrirá la tierra’ (vers. 31). En la sección 63, el Señor declara que ha ‘decretado guerras sobre la faz de la tierra. . .’ (vers. 33).
“En Mateo, capítulo 24, se habla de ‘pestes, y hambres y terremotos. . .’ (vers. 7). El Señor declaró que éstas y otras calamidades se harán realidad. Esas profecías en particular no parecen ser condicionales.
El Señor, por ser omnisciente, sabe que ocurrirán. Unas vendrán por las obras de los hombres, otras por la propia fuerza de la naturaleza y la Dios de la naturaleza, pero no hay ninguna duda de que sobrevendrán. La profecía no es otra cosa que la historia del futuro, la revelación divina de lo que ha de ocurrir.
“Sin embargo, al mismo tiempo el Señor Jesucristo ha dicho: ‘Mas si estáis preparados, no temeréis’ (D. y C. 38:30).
“¿Cuál es, entonces, la manera en que el Señor nos ayudará a prepararnos para esas calamidades? La respuesta se encuentra también en la sección 1 de Doctrina y Convenios, donde Él dice:
‘Por tanto, yo, el Señor, sabiendo de las calamidades que sobrevendrían a los habitantes de la tierra, llamé a mi siervo José Smith, hijo, y le hablé desde los cielos y le di mandamientos;
‘Y también a otros de mis siervos. . .’
‘Estos afluentes mandamientos prometen ser verdaderos y fieles, y las profecías y promesas que contienen se cumplirán todas’ (D. y C. 1:17–18, 37).
“Estas enseñanzas declaran: Buscad a los profetas para conocer la palabra de Dios que os indica el sobreprevenir. [Véase D. y C. 1:38.]” (En Conference Report, oct. de 1973, pág. 89.)
Doctrina y Convenios 38:39. El orgullo y las riquezas de la tierra
Este versículo contiene una de las declaraciones más claras en cuanto a la actitud que uno debe tener con respecto a las riquezas del mundo. El élder George Q. Cannon comentó la relación existente entre el orgullo y la riqueza, indicando:
“En cuanto al hombre próspero, la tendencia es para enorgullecerse y olvidar la razón o fuente de su prosperidad; tiene la tendencia a olvidar a Dios, que es el origen de todas sus bendiciones, y se siente más inclinado a adjudicarse la gloria a sí mismo, que al humilde y obediente. Toda buena fortuna en lugar de un regocijo constante, una constante efusión del Espíritu de Dios sobre el hombre para que mantenga un sentido cierto de su verdadera condición. . .
‘Está bien que seamos prudentes, que cuidemos de dones y bendiciones que poseemos; que aprovechemos nuestros recursos, que seamos ahorrativos en lugar de ser derrochadores. Ciertamente; eso es correcto y apropiado. Si no lo hiciéramos, se nos haría responsables de ello. Pero al hacerlo, se nos requiere algo más, y es que tengamos constantemente presente que la administración y el cuidado de estas cosas no es el propósito que Dios tuvo al enviarnos aquí, no es el objeto de nuestra probación. . . Yo me he encontrado en situaciones de pobreza; he estado en el campo misionario sin saber dónde encontraría algo para comer; he sido rechazado por la gente que no se atrevía a invitarme a su casa por causa de la desagradable condición de nosotros. Y en esas condiciones, bien podría haberme puesto a llorar, dado que era joven y me encontraba lejos de mis amigos. Pero, a pesar de todo, me sentía feliz. Nunca tuve gozo en la vida como entonces. Sé que la felicidad no consiste en la posesión de cosas materiales. No obstante, una gran tranquilidad para las personas el poder tener los medios necesarios para su bienestar y el de su familia. Si poseen esas cosas y el Espíritu de Dios con ellas, entonces son bendecidas.” (Journal of Discourses, 22:100–101.)
Doctrina y Convenios 38:42. “Sed limpios, los que lleváis los vasos del Señor”
“En el antiguo Israel, ciertos vasos (recipientes, urnas, vasos propiamente dichos, etc.) y otros utensilios se utilizaban en las festividades y ceremonias religiosas. Los vasos que se usaban en el templo tenían un significado especial, y solamente los podían tocar aquellos que eran dignos y tenían autorización para hacerlo, los que se habían preparado correctamente. En una forma similar, el Señor ha indicado a sus santos que deben salir ‘de entre los inicuos’ (38:42) y dejar lo mundano de Babilonia a fin de ser dignos de llevar ‘los vasos del Señor’ (véase 133:5).” (Ludlow, Companion, 2:317.)
Secciones 39–40
Revelaciones para James Covill
Antecedentes históricos
“Muchos son llamados, pero pocos son escogidos” (D. y C. 121:40). Tal es la historia de James Covill, un hombre llamado por revelación personal mediante el profeta José Smith, para trabajar en la viña del Señor, pero que se negó totalmente a prestar atención al consejo que había recibido. En los últimos días, todo llamamiento a servir en la edificación de Sión requiere un sacrificio personal. James Covill había sido ministro religioso durante cuarenta años, y con esa revelación recibió el llamado para bautizarse en la Iglesia del Señor y predicar el evangelio. Aceptar tal llamado requería que abandonase muchas de sus creencias anteriores, que confesara ante sus seguidores que había encontrado una Iglesia más verdadera, y que se fuera a vivir a Ohio, donde en esos momentos la gente oraba al Señor pidiéndole que detuviera sus inminentes juicios. También era imprescindible que encontrara un nuevo empleo, a fin de sostenerse por sus propios medios.
Poco después de la conferencia de la Iglesia efectuada el 2 de enero de 1831, el profeta José Smith escribió lo siguiente: “Vino a mí un hombre llamado James Covill, que había sido ministro bautista por espacio de cuarenta años, e hizo convenio con el Señor de que obedecería cualquier mandamiento que el Señor le diera por mi intermedio, como siervo de Él. Entonces, recibió lo siguiente. . .”, y seguidamente cita la sección 39 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:143.)
Se le hicieron promesas maravillosas si es que obedecía la palabra del Señor que había recibido. ¿Qué pensamientos habrán surgido en su mente al contemplar la posibilidad de dejar su lucrativo ministerio, en el que había estado por espacio de cuarenta años? ¿Qué sacrificios se requerían de él para unirse a la Iglesia y mudarse a Ohio? Posiblemente, a causa de esos pensamientos y tal vez de muchos más, James Covill decidió rechazar la revelación de Dios. El Profeta se limitó a escribir:
“Por cuanto James Covill rechazó la palabra del Señor y volvió a sus prácticas y compañeros anteriores, el Señor nos dio a mí y a Sidney Rigdon la siguiente revelación, explicando la razón por la que no había obedecido la palabra.” Y a continuación cita la sección 40 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:145. Véase también el encabezamiento al texto actual de la sección 40.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 39:5–6. Se le explica a James Covill lo que es el evangelio
El élder Bruce R. McConkie explicó el significado del vocablo evangelio, diciendo:
“El evangelio de Jesucristo consiste en el plan de salvación. . . Literalmente, la palabra evangelio significa buenas nuevas de Dios o conocimiento de Dios. Por lo tanto, consiste en las buenas nuevas o noticias relacionadas con Cristo, su expiación, el establecimiento de su reino terrenal y la posibilidad futura de estar en su presencia celestial. ‘Y éste es el evangelio’, escribió por revelación el Profeta, ‘las buenas nuevas, que la voz de los cielos nos testificó: Que vino al mundo, sí, Jesús, para ser crucificado por el mundo, y llevar los pecados del mundo, y para santificarlo y limpiarlo de toda injusticia; para que por Él pudiesen ser salvos todos aquellos a quienes el Padre había puesto en su poder y hecho por Él.’ (D. y C. 76:40–42.)” (Mormon Doctrine, págs. 331–332.)
En los versículos 5 y 6, el Señor explicó a James Covill que el arrepentimiento, el bautismo y la recepción del don del Espíritu Santo son esenciales si es que se quiere recibir a Cristo. Se ignora lo que el ministro había enseñado anteriormente, pero en esta revelación el Salvador le enseñó el verdadero evangelio.
Doctrina y Convenios 39:7–9. Los problemas que había enfrentado Covill en el pasado
El versículo 9 indica que James Covill había rechazado al Señor muchas veces a causa del orgullo y de los intereses del mundo. Es muy poco lo que se sabe sobre este hombre, fuera de lo que escribió José Smith. Por lo tanto, es imposible decir que había hecho pacto para fallar al Señor al serle seria advertencia. Pero el presidente Spencer W. Kimball hizo a los santos de estos días una advertencia semejante:
“A menudo el orgullo se interpone en nuestro camino y se convierte en tropiezo para nosotros. Es menester que cada uno de nosotros se haga esta pregunta: ¿Es más importante tu orgullo que tu paz?”
“Con demasiada frecuencia, uno que ha logrado efectuar muchas cosas buenas en la vida, y ha hecho una contribución excelente, permite que el orgullo ocasione la pérdida del rico galardón que de lo contrario le merecería.” (El Milagro del Perdón, pág. 305; véase también D. y C. 121:34–40.)
Doctrina y Convenios 39:10–11. Las bendiciones condicionales
En estos versículos, el Señor usa la palabra si como indicación de que las bendiciones que se le prometen a James Covill estaban condicionadas. El presidente Harold B. Lee dijo:
“Estaba un día en mi barrio, en una clase de la Escuela Dominical cuyo maestro era hijo de un patriarca. El nos dijo que solía escribir las bendiciones que daba su padre y notó que éste daba lo que él llamaba ‘bendiciones del sí’, pronunciando una bendición que se basaba en ‘si no haces esto. . .’. Y agregó: ‘Observando a aquellas personas a quienes mi padre daba las “bendiciones del sí”, vi que muchas de las calamidades que les advirtió que podrían caer, prácticamente, las había dado; y noté que cuando recibieron las bendiciones porque no habían obedecido las instrucciones que se les dio’.
“Cuando me hice miembro del comité de Doctrina y Convenios y empecé a leer las revelaciones ‘condicionales’ que se dieron a las autoridades de la Iglesia. Si deseas un ejercicio mental que os asombrará y os hará pensar, leed algunas de las amonestaciones que el Señor hizo por medio del profeta José Smith a Thomas B. Marsh, Martin Harris, algunos de los hermanos Whitmer y William E. McLellin, y veréis que si las hubiesen obedecido, algunos de ellos no se habrían desviado del camino; pero porque no escucharon y no pusieron en orden su vida, se descarriaron, y a varios tuvieron que excomulgarles de la iglesia.” (En Conference Report, oct. de 1972, pág. 130.)
Doctrina y Convenios 39:19–24. La segunda venida de Cristo es inminente
En esta revelación, que se recibió en 1831, el Señor dio a conocer algunas verdades importantes respecto a su segunda venida:
- El reino de los cielos está a las puertas (véase el vers. 19).
- Los siervos de Dios deben preparar el camino para su venida (véase el vers. 20).
- Nadie conoce el día de su venida (véase el vers. 21).
- Quienes reciban el Espíritu Santo estarán esperando su venida y la conocerán (véase el vers. 23).
- Vendrá pronto (véase el vers. 24).
El élder Bruce R. McConkie dijo: “No sabemos cuándo han de sobrevenirnos las calamidades y dificultades de los últimos días, ya sea individualmente o a grupos de santos. El Señor nos cita la propósito del día y la hora de su venida y de las tribulaciones que la han de preceder, y lo hace como parte de nuestra preparación en la mortalidad. Simplemente nos dice que vigilemos y estemos listos” (“Independiente de todas las otras criaturas,” Liahona, agosto de 1979, pág. 140.)
Doctrina y Convenios 40:1–2. ¿Por qué rechazó Covill la palabra del Señor?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó que el Señor sabía que era verdad. Sin embargo, al apartarse de la influencia del Espíritu del Señor y tener tiempo para considerar el hecho de que perdería la aprobación del mundo y del lugar y cargo que ocupaba entre sus asociados, “rechazó las promesas y bendiciones que le ofrecía el Señor” (Church History and Modern Revelation, 1:174.)
En la explicación que dio del rechazo de parte de James Covill, el Señor usó palabras tomadas de la parábola del sembrador (véase Mateo 13:1–9; 20–22.)
Sección 41
Llamamiento del primer obispo
Antecedentes históricos
La sección 41 es la primera de las revelaciones de Doctrina y Convenios que se recibió en el estado de Ohio. El profeta José Smith y su esposa, Emma, habían llegado a Kirtland unos días antes que se recibiera esta revelación y encontraron que la Rama de Kirtland había crecido hasta tener casi cien miembros. Muchos de los nuevos conversos provenían de un grupo religioso conocido como “los discípulos”. Aun después de unirse a la Iglesia, esos conversos siguieron practicando lo que se llamaba “bienes en común”, o sea, la posesión de propiedades en común. Sin embargo, surgieron discordias en cuanto a la manera en la que debía funcionar el sistema. Algunos consideraban que lo que pertenecía a uno de los miembros pertenecía a cualquiera de los que compartían la rama. “Por lo tanto”, escribió John Whitmer, “tomaban unos de los otros la ropa y diversos artículos y los usaban sin permiso, lo cual acarreaba confusión y desilusiones, pues no entendían la Escritura.” (Church History, Journal of History, enero de 1908, pág. 50.)
El profeta José Smith escribió:
“La rama de la Iglesia en este parte de la viña del Señor, que había crecido hasta tener casi cien miembros, se esforzaba por cumplir la voluntad de Dios, hasta el punto en que se supiera, aunque algunos espíritus falsos y corrompidos raros habían encontrado lugar entre los miembros. Con un poco
de prudencia y algo de sabiduría, pronto pude ayu darlos a vencer esos problemas. El plan de los ‘bienes en común’ que había existido en lo que llamaban ‘la familia’, cuyos miembros en general habían aceptado el evangelio sempiterno, pronto fue abandonado en favor de la ley más perfecta del Señor; y los espíritus falsos fueron fácilmentediscernidos y rechazados a la luz de la revelación. El Señor dio a la Iglesia lo siguiente … » Entonces cita la sección 41 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:146-147.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 41:1. ¿Por qué iban a ser maldecidos algunos santos en Kirtland?
“Porque había quienes, habiendo profesado el nombre del Señor y hecho convenio de servirlo, como Daniel, por ejemplo, demostraban ser unos que no actuaban con sinceridad; entonces el Señor dio una revelación para guía de los miembros y advertencia a los que habían profesado su nombre y no le habían obedecido. Esta es una de las declaraciones más solemnes y directas que se puede encontrar en los libros canónicos en contra del hipócrita y del individuo que profesa con sinceridad un convenio y aparentemente lo acepta de buena fe, pero luego se aparta de él.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:177–178; véase también Mateo 23:27–28; Isaías 32:6.)
Doctrina y Convenios 41:2–6. ¿Qué ley iban a recibir los santos?
El profeta José Smith persuadió a los miembros de la Iglesia en Kirtland de aguardar la ley de la perfecta del Señor, la cual sería revelada de acuerdo con la promesa que habían recibido en Fayette, Nueva York (véase D. y C. 38:32). En los versículos 2–4, el Señor mandó a los élderes de la Iglesia que se reunieran en Kirtland para recibir esta ley. La recibieron unos días después y se conoce en la Iglesia como ley de consagración (véase D. y C. 42).
Doctrina y Convenios 41:5. ¿Cuáles son los discípulos?
En este versículo se indican dos características de los discípulos del Señor: reciben Su ley y la ponen en práctica.
Hablando de la importancia de la acción, el presidente Spencer W. Kimball dijo respecto a los santos y la manera de llegar a ser un pueblo de Sión:
“Aun cuando es importante tener esta imagen en la mente, definir y describir a Sión no la hará realidad; eso puede lograrse solamente mediante el esfuerzo diario y constante de todo miembro de la Iglesia. No importa cuál sea el costo ni el sacrificio, pero debemos hacerlo. Ese es uno de mis lemas favoritos: ‘Hazlo’.” (“Convirtámonos en puros de corazón”, Liahona, agosto de 1978, pág. 129.)
Doctrina y Convenios 41:6. ¿En qué forma debemos los miembros de la Iglesia estimar los mandamientos y convenios sagrados que se nos han revelado?
El presidente Joseph Fielding Smith comentó respecto a las limitaciones que debemos imponernos en cuanto a compartir las cosas sagradas:
“Las cosas del reino no son para los indignos, sean o no miembros de la Iglesia. Los miembros tienen el deber de mantener en forma solemne y sagrada todo mandamiento, todo convenio, todo principio revelado de los que el Señor ha revelado para su salvación. Él ha dado a los miembros, a quienes los reciban con humildad, convenios y obligaciones que no son para el mundo. Aquello que es más santo y sagrado, que se ha revelado a los que han hecho convenio de ser ‘justos y fieles’ y han ‘vencido por la fe’, aquello que se les ha dado como un medio para llevar a cabo su exaltación, no debe tratarse con liviandad, ni ridiculizarse, ni conocerse ante el mundo. Porque no es propio que las cosas que pertenecen a los hijos fieles reem sean dadas a aquellos que no son dignos, o a los perros, ni que se echen perlas delante de los puercos” (vers. 6). Sin embargo, cuál a menudo vemos a los insensatos, a los ignorantes y a los que no alcanzan a comprender la amplitud de estos principios sagrados y de estos convenios, tratarlos a la ligera y en forma indigna aún ante el mundo.” (Church History and Modern Revelation, 1:179–180.)
Doctrina y Convenios 41:9–11. Llamamiento de Edward Partridge como primer obispo del Señor
En la ley de consagración, el obispo era el encargado principal de temporalidad, dirigir el programa, coordinar las heredades, propiedades y esfuerzos de los santos de los primeros días, de acuerdo con la ley celestial (véase D. y C. 42:33; 72:9–15). Puesto que el Señor iba a revelar la ley al poco tiempo, era apropiado que también llamara a alguien como primer obispo en la Iglesia, y dicho llamamiento recayó en Edward Partridge.
Sección 42
La ley del Señor
Antecedentes históricos
Una vez que el Profeta se hubo mudado a Kirtland, estado de Ohio, inmediatamente se puso en acción para poner en orden la Iglesia. Bajo la dirección del Señor, nombró al primer obispo de la Iglesia, dio fin a un sistema falso por el que tenían todas las cosas en común (véase D. y C. 41) y definió muchas normas y procedimientos. A medida que otros miembros comenzaron a llegar desde Nueva York en grupos grandes, fueron surgiendo diversos problemas. En aquella zona ya existía un rápido crecimiento de la Iglesia porque había mucha gente allí a quien Sidney Rigdon había preparado para aceptar la verdad.
El Señor le había dicho al Profeta que les revelaría Su ley a los santos una vez que se mudaran a Ohio (véase D. y C. 38:32). No obstante, después que el Profeta llegó a Kirtland, el Señor revocó esta condición: los élderes habían de ponerse de acuerdo con la palabra del Señor y unirse en una oración de fe. Solamente entonces recibirían la ley destinada a ayudar a los santos a vivir pacíficamente en unión (véase D. y C. 41:2–3).
En consecuencia, el 9 de febrero de 1831, doce hombres fueron llamados por José Smith y se reunieron con él en oración, y el Señor respondió con la revelación. Ésta se leyó al reveló (véase History of the Church, 1:148). Pero en aquel momento solamente recibieron los versículos 1 a 73 de la sección 42; el resto de la revelación se recibió dos semanas más tarde, el 23 de febrero. Esta última parte, de acuerdo con lo que dijo el presidente Joseph Fielding Smith, se “dio para establecer la ciudad de Sión—la Nueva Jerusalén—que debía edificarse mediante la ley de consagración y la obediencia a la plenitud del evangelio” (Church History and Modern Revelation, 1:148).
Como la sección 42 está compuesta por dos revelaciones distintas, aunque íntimamente relacionadas, originalmente aparecía en el Libro de Mandamientos como dos capítulos diferentes: los versículos 1 al 73 eran el capítulo 44; y los versículos 74 a 93, aunque no en ese orden, formaban el capítulo 47.
Hablando en cuanto a la importancia de esta revelación conocida como la ley del Señor, el presidente George Q. Cannon dijo: “Ésta era una revelación sumamente importante que aclaró una gran variedad de temas y dio respuesta a preguntas de mucho peso. Los fieles se regocijaron por ser miembros de una Iglesia que el Señor reconocía como propia, y a la cual comunicaba su palabra mediante su inspirado Profeta, tal como lo hizo en la ocasión”. (Life of Joseph Smith, pág. 109.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 42:2. ¿Qué es la ley?
La palabra ley, en el sentido que se emplea en el evangelio, se refiere a los estatutos, juicios y principios de salvación revelados por el Señor al hombre. Cristo es la ley (véase 3 Nefi 15:9) en el hecho de que Él es la personificación de la ley. La ley del Señor, en un sentido muy real, es una revelación de su carácter y atributos.
Dios ha dado leyes para ayudar al hombre en su esfuerzo por llegar a ser como el Padre y el Hijo. Nadie puede llegar al Padre a menos que obedezca la ley que ha dado Cristo (véase D. y C. 132:12); la violación de esa ley constituye el pecado (véase 1 Juan 3:4). Muchas veces el Señor, en su amor y sabiduría infinitos, da a sus hijos las leyes en proporción con la preparación de éstos para recibirlas. De ahí que la ley de Moisés tuviera como fin preparar a los hijos de Israel para las leyes mayores. Las leyes que se expresan en la sección 42 eran para permitir a los santos purificarse y unirse a fin de prepararse para el establecimiento de Sión. (La Explicación G, en el apéndice, analiza con más detalles lo que se enseña en Doctrina y Convenios en cuanto a la ley.)
Doctrina y Convenios 42:12–14. Debemos enseñar el evangelio tal como el Señor lo ha revelado
El presidente Spencer W. Kimball habló de las obligaciones especiales que recae sobre quienes emprenden la tarea de educar a otros en las sendas del evangelio:
“Evidentemente, en la Iglesia primitiva había algunos enseñaban como doctrina las filosofías de los hombres, y en este tiempo también algunos se enorgullecen en discrepar con las enseñanzas de la Iglesia y presentan su propia opinión, la cual difiere de la verdad revelada. Algunos vota luz lo hagan con cierta inocencia, sinceramente; otros alimentan en su forma su propia agitación, y otros las perencias hacerle deliberadamente. Las personas pueden pensar como quieran, pero no tienen derecho de imponer sobre los demás puntos de vista disidentes. Tales individuos deben comprender que su propia alma está en peligro. El Señor nos ha dicho por medio del profeta José Smith:
“‘Y además. . . enseñarán los principios de mi evangelio que se encuentran en la Biblia y el Libro de Mormón, en el cual se halla la plenitud de mi evangelio.
“‘Y observarán los convenios y reglamentos de la iglesia para cumplirlos, y esto es lo que enseñarán, conforme el Espíritu los dirija.
“‘Y si os daré el Espíritu por la oración de fe; y si no recibís el Espíritu, no enseñaréis.’
“‘El gran objetivo de toda nuestra obra es fortalecer el carácter y aumentar la fe de aquellos a quienes servimos. Si no podemos aceptar y enseñar el programa de la Iglesia de acuerdo con la doctrina, sin reserva alguna, no debemos enseñar. En ese caso, el honor exigirá que la persona renuncie a su puesto, ya que no solamente sería un hecho deshonesto y engañador, sino que quien así actuara estaría bajo condenación, pues el Salvador dijo que sería mejor que se colgase del cuello una piedra de molino y fuese echado al mar antes que desviara a otros de la doctrina, traicionar la causa, o, destruir, destruyendo la fe de uno de ‘estos pequeñitos’ que creen en Él. Y recordad que esto no solamente se refiere a los niños pequeñitos, sino que también incluye a los adultos que creen y confían en Dios. . .”
“En nuestra propia sociedad, se persigue al asesino que ha matado el cuerpo, se le pone en la prisión y se le condena; pero a aquel que da muerte al alma sembrando la duda y destrozando la fe no sólo se le deja libre, sino que muchas veces se le mantiene en posiciones de importancia. El cuerpo que muere se levantará otra vez en la resurrección, habiendo sufrido quizá poco con respecto a su bienestar eterno; pero aquel cuya fe se destroza no sabemos cuánto tiempo tenga que sufrir antes de alcanzar la restauración completa de su plenitud espiritual, si es que la logra.” (En Conference Report, abril de 1948, págs. 109–110; véase también D. y C. 52:9.)
Doctrina y Convenios 42:14. ¿Cómo se recibe el Espíritu para enseñar?
El presidente Joseph Fielding Smith declaró enfáticamente que “no se debe llamar a nadie a enseñar los principios de la Iglesia, ni debe intentar nadie hacerlo, a menos que esté plenamente convertido y posea un firme testimonio de su veracidad. Ese testimonio sólo se recibe a través del estudio que se acompaña con oración y de la obediencia a todos los mandamientos del Señor. Nadie puede enseñar mediante el Espíritu lo que no practique personalmente. La sinceridad, la integridad y la lealtad son factores esenciales, y deben ir acompañados por el espíritu de la oración. Es en el Consolador, ‘que sabe todas las cosas’, que debemos apoyarnos; entonces, la enseñanza que impartamos será aprobada por nuestro Padre Celestial” (Church History and Modern Revelation, 1:184–185).
El versículo 14 puede interpretarse como mandato o como la declaración de un hecho, y en cualquiera de los dos casos es una verdad eterna. Si un maestro no enseña mediante el Espíritu del evangelio, y en el sentido de la verdadera enseñanza evangélica, no puede hacerlo.
Doctrina y Convenios 42:18–29. El Señor habla a los miembros de la Iglesia
El presidente Joseph Fielding Smith recalcó que los Diez Mandamientos son parte de las leyes de Dios y que tienen la misma vigencia hoy día como cuando se recibieron en los tiempos de Moisés (Church History and Modern Revelation, 1:185). Él señaló respecto a los mandamientos en el versículo 18 como parte de su ley, que expresa el grave castigo relacionado con cada uno de ellos para los miembros de la Iglesia que los desobedecen o que no quieran arrepentirse por haberlos transgredido (véase también D. y C. 64:12).
El asesinar (vers. 18–19). “No tiene perdón en este mundo ni en el venidero, porque la expiación de Cristo no abarca el asesinato cometido por miembros de la Iglesia, sino que el asesino debe sufrir personalmente por ese pecado” (Doctrinas de Salvación, 2:90; versión revisada).
El robo (vers. 20). Los que no se arrepientan serán excomulgados.
La mentira (vers. 21). Los que no se arrepientan serán excomulgados.
El adulterio y la lujuria (vers. 22–26). La lujuria tiene como resultado la pérdida del Espíritu, la pérdida del testimonio y la excomunión, si no hay arrepentimiento. Los que cometen adulterio pueden arrepentirse; pero si repiten la falta, se les excomulga. Véase “Notas y comentario” sobre Doctrina y Convenios 59:5–12.
Doctrina y Convenios 42:22–23. “El matrimonio presupone una alianza total y una fidelidad plena”
“Cuando el Señor dice con todo tu corazón, significa que en éste no debe haber cabida para nadie más, ni en el sentido más mínimo. El mismo mandamiento se aplica a la mujer que reza: ‘Amarás a tu esposo con todo tu corazón, y te allegarás a él y a ningún otro’.
“Las palabras ningún otro descartan a cualquier otra persona o cosa. De modo que nuestras relaciones con el convenio en las personas más preeminentes de nuestras vidas y en su vida social, profesional o política, ni intereses o personas ajenas deben sobrepasar en importancia al compañero convenido. Existen algunas mujeres que declaran su lealtad y su cuidado totalmente a sus hijos, a expensas del marido. Igualmente el extremo algunas veces es verdadero de él.
‘A estas esposas les dice el Señor: “Y te allegarás a él y a nadie más”.’
“El matrimonio presupone una alianza total y una fidelidad plena. Cada cónyuge toma en matrimonio a su compañero o compañera en el entendimiento de que se entregará el uno al otro el corazón, apoyo, lealtad, respeto y amor con toda la dignidad que corresponde. Cualquier otra inclinación distinta constituye pecado; cualquier sentimiento ajeno al corazón debe ser considerado como transgresión. De la misma manera en que debemos tener la ‘mira de glorificar a Dios’, igualmente debemos tener una mira, un oído y un corazón totalmente consagrados al matrimonio, al cónyuge y a la familia.” (La fe precede al milagro, pág. 144.)
Doctrina y Convenios 42:27. “No hablarás mal de tu prójimo”
Hay una semejanza bien notoria entre los Diez Mandamientos del Antiguo Testamento y la ley de Dios de la Iglesia en esta revelación. El noveno mandamiento dado a Moisés prohíbe dar falso testimonio contra el prójimo (véase Éxodo 20:16). En este ley, va más lejos, prohibiendo todo tipo de difamación contra el prójimo. El élder Adam S. Bennion, que fue miembro del Consejo de los Doce, explicó la razón por la que tal mandamiento es tan importante para los santos:
“El asesinato, el adulterio y el robo —que tienen que ver respectivamente con la vida, la virtud y la propiedad— generalmente se consideran ofensas más graves ante la ley que el hecho de hablar falso testimonio. Y sin embargo, lo que se dice acerca de que pueda faltar en gravedad se borra en predomino. De hecho, la mayoría de los lectores de estas lecciones evitarían como si se tratara de una plaga las tres primeras de estas graves ofensas sociales; pero consienten o inconscientemente, todos podemos vernos tentados, de vez en cuando, a caer con descuido en repetir un rumor y en otras formas de hablar falso testimonio. . . .
“El dar falso testimonio es testificar o comunicar a otros personas informes, insinuaciones, sospechas o rumores como si fueran verdad, dañando así a un semejante. A veces, la práctica se origina en la falta de información correcta; a veces, en la falta de comprensión; a veces, se debe a un malentendido; a veces, surge de una disposición maliciosa que lleva a tergiversar y falsificar los hechos.
“Mientras que el asesinato consiste en quitar la vida, hablar falso testimonio se eleva en la destrucción de la estimación del carácter, y lleva a la ruina la reputación del individuo.” (The Ninth Commandment, Ten Commandments Today, págs. 134–136.)
Doctrina y Convenios 42:30–35. ¿Qué relación existe entre Sión y la ley de consagración?
En la dispensación actual, se declara definitivamente que la ley de consagración es la ley sobre la cual se establecerá la Nueva Jerusalén. Se ha dado para el pueblo de Sión, los santos de Dios, y no se les ha mandado retirarla ni modificarla. Mediante esta ley (la ley de consagración), los santos podremos llegar a ser el pueblo del convenio. Pero los hombres no pueden en la plenitud de los convenios que conciernen a Sión hasta que no hayamos llegado al punto de poder vivir esa ley divina. Aquellos que no pueden sujetarse a la ley del diezmo no pueden participar en esa ley de consagración, y lo mayor, y se verán privados de una herencia cuando llegue el momento de recibirlas.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:185; véase también la Explicación L.)
Doctrina y Convenios 42:39. ¿En qué forma han ayudado los gentiles fieles a la casa de Israel?
Desde los primeros días de la Iglesia en esta dispensación, muchos Santos de los Últimos Días han gozado de prosperidad y bienes temporales y, como ciudadanos de países gentiles —gentiles en el sentido de su ciudadanía, aunque espiritualmente de Israel— que por su fidelidad han pagado sus diezmos, sosteniendo a misioneros y participando con otras contribuciones, esos santos han hecho posible que la obra del reino siga adelante y vaya a las naciones de la tierra. Hoy día, en todas las naciones hay santos que gozan de prosperidad temporal y se unen en toda la obra de que el reino pueda ver cumpliendo más rápidamente su destino.
Doctrina y Convenios 42:40. Muchos problemas son consecuencia del despilfarro
El presidente George Albert Smith, que fue Profeta de la Iglesia, hizo el siguiente comentario respecto a la aplicación contemporánea del versículo 40:
“Esto no se refiere a la época de Isaías ni al tiempo de Alma, sino que está específicamente destinado a nuestros días. Mediante sus profetas, el Señor nos amonesta con respecto a nuestros deberes, y entre las cosas que dice están las siguientes: ‘Y además, no serás altivo de corazón; sean todos tus vestidos sencillos, y su belleza la belleza de la obra de tus propias manos’. ¡Qué hermoso ejemplo para ver en nuestra comunidad!…
“Y bien, mis hermanos y hermanas, creo que es digno de nuestra consideración. Al comentar sobre el alto costo de la vida, examinando vuestra casa; al deciros esto, me hablo también a mí mismo. ¿Hago yo mismo elevar el costo de la vida por causa del despilfarro? ¿Enseño a los de mi familia que deben confeccionar ellos mismos la ropa que usan?…
“Demos el ejemplo; gastemos de acuerdo con lo que ganamos; prestemos, en lugar de pedir prestado; no pongamos bajo el peso de hipotecas nuestras casas ni las tierras que nos producen el sustento a fin de poder disponer de buenos automóviles o de competir con nuestros vecinos de mejores condiciones económicas… Preocupémonos más en cuanto al adorno de la mente, que es eterna, que en cuanto al de nuestra persona con cosas que no son de beneficio duradero.” (En Conference Report, abril de 1915, pág. 97.)
Doctrina y Convenios 42:43. Los miembros deben hacer todo lo que esté a su alcance por sanarse
Hay miembros de la Iglesia que piensan que toda enfermedad debe tratarse solamente mediante las bendiciones impartidas por el sacerdocio. Esto no es la doctrina oficial de la Iglesia, según se establece en editorial del Church News (el periódico semanal de la Iglesia):
El ejercicio y la dieta prudentes son importantes para el cuidado del cuerpo en su carácter de templo de Dios.
“Todo hombre, mujer y niño debe cuidar de su propio cuerpo como el templo de Dios que es. Se debe dar la debida importancia al descanso y al ejercicio adecuados, lo mismo que a una dieta alimenticia bien equilibrada. A fin de ayudarnos a cuidar mejor de nuestro cuerpo, el Señor nos ha dado la Palabra de Sabiduría.
“Hay ocasiones en las que debemos orar por los enfermos, y mediante el sacerdocio, imponerles las manos sobre la cabeza y bendecirles…
“Pero nuestra creencia en el poder divino de sanidad no debe excluir en forma alguna la asistencia médica competente. El élder James E. Talmage, quien fue miembro del Consejo de los Doce, dijo en un discurso pronunciado en 1921:
“Hay quienes nos han acusado de incoherentes, pues dicen: ‘Si ustedes creen en el don de sanidad, ¿qué necesidad tienen de médicos y de cirujanos, y para qué construir hospitales?’ Porque, verdaderamente, ‘hay una ley, irrevocablemente decretada en el cielo antes de la fundación de este mundo, sobre la cual todas las bendiciones se basan’ (D. y C. 130:20), y la ley en el caso al que nos referimos, que haremos todo lo que esté a nuestro alcance. . . .
“Debemos hacer todo lo posible y luego pedir al Señor que haga el balance, algo que no podamos hacer nosotros. De ahí que estimemos tanto a la profesión médica. . . . Una vez que hayamos hecho todo lo posible, el Poder Divino se podrá aplicar directamente y tendrá su efecto.”
“El hecho de que entre los médicos y cirujanos prominentes de este tiempo haya fieles Santos de los Últimos Días, confirma nuestra convicción en la declaración hecha por el élder Talmage hace 56 años.” (Church News, 19 de febrero de 1977, pág. 16.)
Doctrina y Convenios 42:46. ¿En qué forma “no gustarán la muerte” los justos?
Hay quienes piensan que esta frase propone la condición de traslación, pero el presidente Joseph Fielding Smith la interpretó de esta manera:
“Para los miembros fieles de la Iglesia que dedican su vida en amor en el Señor ‘no gustarán la muerte’ ha sido difícil de entender, porque han sido testigos de casos de fieles miembros que sufren durante días, y aun veces meses, antes de morir. Pero en este caso el Señor no dice que uno sufrirá ni que el espíritu del hombre dejará la fe en angustia y tormento al ser que participamos los inicuos, y aunque fueran en el cuerpo de sufrimiento físico, su alma estará en comunión y en paz con el Señor. El Salvador le dijo a Marta: ‘Y el que vive y cree en mí, no morirá eternamente’. Es decir, no sufrirá la segunda muerte ni sentirá el tormento de los malvados cuando se enfrenten a la eternidad” (Church History and Modern Revelation, 1:186).
Doctrina y Convenios 42:48. ¿Está señalado el momento de morir de cada uno?
Comentando sobre esta frase de Doctrina y Convenios, el presidente Spencer W. Kimball dijo:
“Estoy convencido de que hay un momento que el Señor marca para morir. Pero no soy fatalista. Creo que mucha gente muere antes de que llegue ese momento, por descuido, por haber abusado de su cuerpo, por haberse arriesgado innecesariamente, o por exponerse a peligros, accidentes y enfermedades. . . .
“Dios controla nuestra vida, nos guía y bendice, pero no osa nuestro libre albedrío. Podemos vivir de acuerdo con su plan para nosotros o podemos acortar la vida indebidamente, y hasta darla fin.
“Estoy seguro de que el Señor ha planeado nuestro destino. Nosotros podemos acortar nuestra vida, pero creo que no podemos alargarla mucho. Un día comprenderemos esto cabalmente, y cuando nuestros hijos nazcan más allá del adelantado punto del futuro, estaremos satisfechos con muchas de las cosas curiosas en esta vida que nos parecieron tan difíciles de comprender.” (Tragedy or Destiny, págs. 9, 11.)
Doctrina y Convenios 42:53–73. Consejos a los santos con respecto a su mayordomía
Smith y Sjodahl anotaron a estos versículos algunas aclaraciones breves pero importantes:
“53. Al hablar en segunda persona del singular se dirige a todos los santos, tal como ocurre en los versículos 42 y 45.
“54. No le llevarás el vestido de tu hermano. En los tratos de negocios, se debe ser considerado y tener compasión. No se debe ser duro en cuestiones de dinero.
“Pagarás. Se evitarán las deudas. Sobre este punto los legisladores modernos podrían aprovechar el código mosaico.
“56. Se darán mis Escrituras. Se refiere a la revisión de la Biblia, en la que en ese momento el Profeta trabajaba bajo inspiración (vers. 15).
“57. Hasta que les haya recibido en su plenitud. Notemos el consejo de que no se enseñara basándose en esa versión, mientras estuviera incompleta.
“59–60. Los casos que has recibido. Se refiere a las revelaciones que Él había dado, y que son la ley mediante la cual la Iglesia debe gobernarse. Las personas serán salvas o condenadas de acuerdo con esa ley.
“61–64. En estos versículos hay una promesa de que, en respuesta a la oración, los santos recibirán revelaciones y conocimiento. El espíritu de la revelación acompaña a todas las que abren su corazón para permitir que entre la luz. La promesa incluye especialmente una revelación concerniente al lugar donde estará la Nueva Jerusalén.
“68–69. En vista de tales promesas, los santos se tienen el deber de orar, pidiendo sabiduría y revelaciones ante el Señor. . . .
“70–73. La ley de remuneración (vers. 72) consiste en que deben ser compensados los que son llamados a servir como sus mayordomos y trabajar por la edificación de la Iglesia y el bien de los miembros.” (Commentary, págs. 233–234.)
Doctrina y Convenios 42:74–93. Dios ha delegado la responsabilidad de juzgar a los transgresores
El presidente N. Eldon Tanner dio el consejo siguiente con respecto a la forma en que deben tratar a los transgresores aquellos que son llamados a juzgarlos:
“Y con respecto al transgresor: Todo presidente de misión, presidente de estaca y obispo tiene las instrucciones necesarias para investigar y tratar los casos de transgresión. Una persona que se es culpable de una falta grave no puede progresar ni ser feliz mientras no atormente la culpa, y en tanto no confiese ni se arrepienta, se encontrará esclavizado. Todo transgresor a quien se trate como es debido, con amor, pero con disciplina adecuada, más tarde os demostrará su aprecio por vuestra preocupación y guía. Si lo tratáis en la manera apropiada, podrá y encontrará la forma y las fuerzas para arrepentirse y volver a la actividad en la Iglesia. Pero es necesario tratar el asunto y aclararlo.
“He oído que hay obispos y presidentes de estaca que han dicho que jamás excomulgarían ni disciplinarían a nadie, y no tienen la intención de hacerlo. Esta es una actitud completamente errónea. Los jueces de Israel tienen la responsabilidad de administrar justicia siempre que sea necesario. Quisiera leeros de la sección 20 de Doctrina y Convenios, un importante recordatorio para aquellos que tienen la responsabilidad de juzgar: “Cualquier miembro de la Iglesia de Cristo que transgrediere o cayere en pecado, será juzgado según las escrituras” (D. y C. 20:80).
“Hermanos, estudiad las Escrituras y el manual del sacerdocio, y actuad de acuerdo con esas instrucciones, disciplinando a los miembros de la Iglesia siempre que sea necesario. Recordad que no se le hace ningún bien al transgresor cuando su líder pasa por alto o trata de disimular o esconder su iniquidad.
“Quisiera leeros algo que dijo el presidente John Taylor con respecto a este tema: ‘Aún más, he oído que hay obispos que han tratado de ocultar las iniquidades de los hombres. A ellos les digo, en el nombre de Dios, que tendrán que llevar sobre sí… la responsabilidad de esas iniquidades; y si alguno de vosotros desea participar de los pecados de los hombres, o ofenderlos, tendrá que ser responsable de ellos. ¿Me escucháis, obispos y presidentes? Dios os hará responsables. Vosotros no tenéis derecho de alterar ni corromper los principios de justicia, ni de encubrir las infamias y las corrupciones humanas’” (En Conference Report, abril de 1880, pág. 78).
“Estas son palabras muy fuertes, y fueron pronunciadas por un Presidente de la Iglesia, un Profeta de Dios. El élder George Q. Cannon también hizo esta significativa declaración: ‘Indudablemente, el Espíritu de Dios se contristará de tal modo que abandonaría, no sólo a quienes fueran culpables de esos actos, sino también a aquellos que permitiesen que éstos se cometieran entre vosotros sin aclaración e impunemente.’” (En Conference Report, oct. de 1974, pág. 110.)
Sección 43
“El Señor hará resonar su voz desde el cielo”
Antecedentes históricos
El 6 de abril de 1830, el Señor instruyó a los santos en cuanto al medio por el cual recibirían la revelación para edificar Sión. Hablando del Presidente de la Iglesia, Él dijo: “Y lo he inspirado para imprimir la traducción de Sión con gran poder” (D. y C. 21:7). Esta instrucción señaló oficialmente a José Smith como profeta de Dios y canal de revelación para algunos miembros. Muchos provenían de sectas religiosas que permitían que cualquier miembro de la congregación proclamara principios de doctrina para el grupo. Pero, el mismo día en que la Iglesia fue organizada, el Señor enseñó el principio de que solamente una persona tiene el derecho de recibir revelaciones para toda la Iglesia. En la sección 28 de 1830, los santos no habían aprendido la lección todavía, porque muchos creyeron en los engaños presentados por Hiram Page.
En febrero de 1831, se hizo necesario que el Señor les instruyera con más claridad en este tema. El incidente que los llevó a recibir la sección 43 fue la actividad de una tal Sra. de Hubble, que “se presentó con grandes pretensiones de revelar mandamientos, leyes y otros asuntos” (History of the Church, 1:154). John Whitmer escribió lo siguiente respecto a la Sra. de Hubble: “Proclamaba ser una profetisa del Señor y decía tener muchas revelaciones; sabía que el Libro de Mormón era verdadero y que ella debía ser maestra en la Iglesia de Cristo. Tenía un aspecto de persona muy devota, y engañó a muchos que no pudieran descubrir su hipocresía; otros, sin embargo, poseyeron el espíritu de discernimiento, pudieron descubrir sus falsedades y abominaciones” (History of the Church, 1:154).
La Sra. de Hubble fue una de las muchas personas que se dejaron influir por espíritus falsos y que afirmaron tener revelaciones para guiar a la Iglesia o para corregir al Profeta. En un discurso pronunciado en Ogden, Utah, el presidente George A. Smith dio varios ejemplos del problema que apareció en los primeros días de la Iglesia, y dijo: “En el período de iniciación de esta Iglesia, prevalecía cierto espíritu que llevó a los élderes a suponer que éstas espíritus que el Profeta. Había élderes que estaban dispuestos a decir que el Profeta estaba equivocado” (Journal of Discourses, 11:7). Muchos miembros se sintieron confundidos y atónitos a causa de todas esas opiniones. En aquellas circunstancias, el Profeta se dirigió al Señor en busca de guía y recibió la revelación que aparece como la sección 43 de Doctrina y Convenios.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 43:2–3. Sólo el Profeta puede recibir revelación para toda la Iglesia
Véase Notas y comentarios sobre Doctrina y Convenios 21:7 y la Explicación E en el Apéndice.
Doctrina y Convenios 43:7. ¿Cómo podemos evitar ser engañados por los profetas falsos?
Si una persona tiene al Espíritu Santo como su guía y estudia y sigue la palabra escrita del Señor, marchará por una senda segura. Con este conocimiento, estará preparada para discernir entre los profetas verdaderos y los falsos. En su Iglesia, el Señor ha provisto otra guía para asegurar que no seamos engañados. El presidente Joseph F. Smith dio la siguiente explicación espiritual:
“No indupe a ninguna persona presentarse como revelador, como profeta, como vidente o hombre inspirado a fin de dar revelaciones para la dirección de la Iglesia, ni suponer que puede dirigir a las autoridades que presiden la Iglesia. . . . No podemos aceptar como autorizado nada, sino lo que viene directamente por el medio que se nos ha señalado, las organizaciones constituidas del sacerdocio, que es el medio que el Señor ha designado para dar a conocer su disposición y voluntad al mundo. . .
“. . . en el mismo momento en que las personas buscan otra fuente, en ese instante le abren la puerta a las influencias seductoras de Satanás y se exponen a convertirse en siervos del demonio; pierden de vista el orden verdadero mediante el cual pueden disfrutar de las bendiciones del sacerdocio; salen de la protección del reino de Dios y se meten en terreno peligroso. Cuando veáis a un hombre que se presenta afirmando haber recibido revelaciones directas del Señor para la Iglesia, y que esto no haya sido por el orden y medio del sacerdocio, podéis acusarlo de impostor.” (Journal of Discourses, 24:188–190.)
La forma de evitar caer en el engaño se analiza detalladamente en la Explicación J.
Doctrina y Convenios 43:9. El “obligarnos” mediante convenios, ¿en qué forma nos ayuda a santificarnos?
Los compromisos entre nosotros o con el Señor tienen enorme importancia. Al establecer convenios o dar la palabra a los demás, por su propia integridad uno se obliga a actuar de determinada manera. Ese acuerdo se convierte en una fortaleza contra los poderes de la oposición. En otras palabras, los convenios crean un sentido de responsabilidad que a su vez se convierte en energía para hacernos cumplir, y en un obstáculo para la desidia. El establecer un convenio puede ayudar a las personas a apartarse de la rutina o los hábitos del pasado al determinar claramente una senda por la cual transitar, y a la vez establecer un medio de asumir responsabilidad, comunicando a otros el compromiso. Las consecuencias son siempre positivas cuando se honran los convenios establecidos, y negativas cuando éstos se quebrantan. Cuando uno hace compromisos basándose en la correcta comprensión de las consecuencias, uno se esfuerza más y se asegura las bendiciones de los cielos. El Señor, viendo que la voluntad de comprometerse, le imparte su Espíritu, el cual le da fortaleza para seguir en la senda de rectitud que ha prometido recorrer.
Doctrina y Convenios 43:12–13. El profeta José Smith, los santos conocían las glorias y los misterios del reino
En estos versículos se aconsejó a los santos que, si querían recibir las glorias y los misterios del reino, debían proveer para las necesidades temporales de José Smith a fin de que él pudiera dedicar su tiempo a hacer aquello que solamente él podía hacer: cumplir su llamamiento profético. Y al Profeta se le dijo que “la promesa de Dios consistía en conceder sus bendiciones mayores a los que contribuyeran al sostén de su familia mientras él estuviese traduciendo la plenitud de las Escrituras” (Enseñanzas, pág. 4.)
Aunque los santos ayudaban un poco a José Smith en este sentido, no se le daba el sostén adecuado. A pesar de varios intentos por parte de los líderes de la Iglesia para lograr que los miembros contribuyeran a satisfacer las necesidades temporales del Profeta a fin de que él pudiera trabajar en la traducción de la Biblia, el problema económico entorpeció el progreso de la obra (véase History of the Church, 4:136–137, 164, 187, 493, 517).
El trabajo se fue retrasando, y los esfuerzos por preparar el manuscrito para llevarlo a imprimir se prolongaron porque constantemente él tenía que interrumpir su labor a fin de obtener lo necesario para su sostén y el de su familia. Como resultado, el Profeta no pudo terminar la traducción, aunque el Señor le había dado instrucciones de publicarla (véase D. y C. 94:10; 104:58–59; 124:89). Después de la muerte de José, el manuscrito finalmente quedó en posesión de la Iglesia Reorganizada de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. La negligencia de los primeros santos en cumplir el consejo que habían recibido del Señor les resultó demasiado cara en cuanto a conocimiento y bendiciones espirituales.
Doctrina y Convenios 43:15–16. El evangelio se puede enseñar sólo con poder de lo alto
Estos versículos contienen instrucciones importantes del Señor dirigidas a los que son llamados a predicar el evangelio. Los ministros del reino de Dios no deben enseñar doctrinas y filosofías del mundo, sino deben basar sus enseñanzas en las revelaciones del Espíritu Santo.
Además, el Señor promete una investidura de poder a los que se santifican. Los santos tenían ya el don del Espíritu Santo y el sacerdocio, y pronto recibirían la investidura que se impartiría en los templos.
Doctrina y Convenios 43:18. “Levantaos, santos, y vivid; quedad, pecadores, y dormid hasta que llame otra vez!”
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 88:95–101.
Doctrina y Convenios 43:17–25. ¿En qué forma resuena la voz de advertencia del Señor en nuestros días?
Aunque con los relámpagos que se anuncian en el versículo 22 no se oirán voces de verdad, los mismos servirán como una advertencia de para los habitantes de la tierra como lo son las palabras de los misioneros. De acuerdo con el versículo 25, el Señor se sirve de toda clase de fenómenos naturales, al igual que de los esfuerzos de los líderes de su Iglesia, los misioneros, los élderes y el mismo pueblo, para tratar de convencer a los habitantes de la tierra de que se arrepientan y se preparen para el futuro. Hablando de este método de hacer la voz advertencia al mundo, el presidente Brigham Young dijo:
“¿He predicado yo la destrucción a esta gente? No mucha. Todo lo que hemos oído y todo lo que hemos vivido es apenas el preludio del sermón que se predicará luego. Cuando los élderes dejen de dar testimonio y el Señor les diga: ‘Volved a vuestra casa; ahora, yo predicaré mis propios sermones a las naciones de la tierra’, todo lo que hoy conocéis apenas si podrá llamarse preludio del sermón que Él predicará con el fuego y el azufre, con tempestades, terremotos, granizo, lluvia, truenos y relámpagos, y terrible destrucción. . . . Os enteraréis de que ciudades magníficas, hoy día veneradas por la gente, se hunden en el terreno enterrando a sus habitantes. El mar se volcará más allá de sus costas y tragará muchas ciudades importantes. El hambre se esparcirá entre las naciones.” (Journal of Discourses, 8:123; véase también D. y C. 88:88–92.)
Pocas semanas después de la erupción del Monte Santa Elena, un volcán que está en el estado de Washington, en los Estados Unidos, en el Church News, periódico oficial de la Iglesia, apareció el siguiente editorial:
“En el transcurso de las últimas semanas ha acontecido una serie de eventos fuera de lo común. Naturalmente, el más sorprendente fue la erupción del Monte Santa Elena, con todo el daño que produjo y la pérdida de vidas humanas.
“Pero mientras eso ocurría allí, en los Estados Unidos se producían una serie de tornados. Ese mes, los Estados Unidos fueron asolados por más de 900 tormentas repentinas. En un solo día se produjeron cincuenta tornados en seis estados; al día siguiente, hubo veinticinco en los estados de Iowa y Nebraska; y en ese mismo período el de California se vio sacudido por otro más leve.
“Es importante que procuremos entender el significado de estos sucesos. ¿Serán, tal vez, el adelanto de los tiempos? ¿Será que el Señor está hablando mediante esos terribles desastres?
“Podría ser fácil pasar por alto el hecho de que, en las revelaciones de los últimos días, Él predijo pestilencias, inundaciones, terremotos y epidemias. No mencionó volcanes, pero ciertamente éstos están dentro de sus dominios, al igual que los terremotos. ¿Fue Él quien forzó la erupción del Santa Elena como una advertencia al pueblo de los Estados Unidos para que se arrepintiera y lo reconociera?
“Tenemos la tendencia a olvidar rápidamente los dolores, como la madre los olvida luego que nace el hijo. Poco se oye hablar de las inundaciones en Arizona, aunque todavía se pueden ver los escombros en los puentes rotos que dejaron.
“Aun lo del volcán ha dejado de aparecer en las primeras páginas. ¿Y los cincuenta tornados que se produjeron en un solo día? Solamente les dedicaron un espacio de cinco centímetros en la primera página, como parte del resumen de noticias. ¡Ni siquiera les pusieron un titular!
“Es posible que estemos endurecidos al grado de hacer caso omiso de la voz de advertencia y hasta de olvidar nuestro sufrimiento. Pero, aunque el público en general lo haga, quienes perdieron sus hogares y seres queridos no olvidarán fácilmente.
“¿Debe el Señor hablar con un tono más fuerte? ¿Debe enviar desastres mayores a fin de que prestemos atención a su voz de advertencia?
“¿Cuánto sufrimiento se requiere para hacernos despertar a la comprensión de que Dios es real, que su paciencia se termina, y que la única seguridad que podemos tener en estos tiempos de dificultad la lograremos por medio de la obediencia al Altísimo? ¿Por qué desafiar a Dios?” (Church News, 21 de junio de 1980, pág. 12.)
Doctrina y Convenios 43:31. ¿En qué forma será “atado” Satanás durante el Milenio?
Hablando en cuanto a la época del Milenio, Nefi dijo que “a causa de la justicia del pueblo del Señor, Satanás no tiene poder; donde consiguiente, no se le puede desatar por el espacio de muchos años; pues no tiene poder sobre el corazón del pueblo, porque el pueblo mora en justicia, y el Santo de Israel reina” (1 Nefi 22:26).
El presidente Joseph Fielding Smith enseñó con respecto a este punto: “Hay muchos entre nosotros que enseñan que las ataduras de Satanás se limitarán al hecho de que quienes moren en la tierra rehusarán escuchar sus artimañas. Pero esto no es así, porque durante ese período él no tendrá el privilegio de tentar a ninguna persona. (D. y C. 101:28.)” (Church History and Modern Revelation, 1:192.)
A primera vista, estas dos declaraciones pueden parecer contradictorias, pero en realidad no lo son. Cierto es que el resultado de la rectitud de los santos es que Satanás no puede ejercer poder sobre ellos. Además, las restricciones a que es sometido Satanás serán consecuencia de dos razones importantes que dará el Señor: (1) desatará de las influencias de la tierra en el momento de su segunda venida; y (2) como recompensa por haber escuchado sus consejos, el Señor alejará su Espíritu de los injustos que queden, hasta el punto de que el poder de Satanás será derrotado. En esa forma, éste no tendrá poder para tentar ni influir negativamente en el pueblo del Señor. Tanto la rectitud de los santos señales de los tiempos? ¿Será que el Señor nos está como la aplicación del poder del Señor son hablando mediante esos terribles desastres? necesarias para sujetarlo: Si aquéllos no prestan «El dijo que en los postreros tiempos declararía su atención a la palabra de Dios, El no les dará su testimonio mediante tempestades, inundaciones, Espíritu; y sin la influencia del Señor para ayudarlos, los santos, por sus propios medios, no pueden soportar la fuerza del adversario.
El presidente George Q. Cannon explicó por qué son indispensables tanto el poder de Dios como la rectitud de los santos para sujetar a Satanás:
“Decimos que Satanás será sujetado, y lo estará por el poder de Dios, pero también por la determinación del pueblo de Sión de no prestarles atención, de no ser gobernado por él. Mientras haya personas dispuestas a dejarse gobernar por el diablo, el Señor no lo sujetará (ni sujetará el poder de la tierra); eso no es parte del plan de salvación. Privar a los seres humanos de su libre albedrío es contrario a los propósitos de Dios… (Véase las enseñanzas de Lehi en 2 Nefi 2:15–16. Para preservar el libre albedrío es necesario que los veamos sometidos a la atracción de fuerzas opuestas).
“Satanás puede tener potestad sobre el hombre solamente por el ejercicio que éste hace de su libre albedrío; y cuando el adversario esté sujeto, como el Señor dice que lo estará durante mil años, uno de los grandes poderes que contribuirá a que esto suceda será precisamente el libre albedrío del hombre. El Señor nunca ha forzado a sus hijos a que le obedezcan ni lo hará… Y mientras el hombre no lo tanto, si Satanás tiene poder en el hombre, es porque éste se somete a su influencia…
“No está muy lejano el día en que los grandes castigos se derramarán sobre los inicuos de la tierra. Todos los profetas han contemplado nuestra época han visto y predicho que los inicuos serán destruidos. Su destrucción significa también la aniquilación del espíritu de Satanás. Los justos guardarán, y a causa de su rectitud el Señor retirará su influencia de éstos, dejando de ser el tentador y el acusador, el enemigo de todo lo que es justo y bueno. El atado punto que Satanás será sujeto.” (Gospel Truth, 1:86–87; cursiva agregada. Véase también 2 Nefi 30:18; Éter 8:26.)
Doctrina y Convenios 43:32. “La tierra pasará como si fuera por fuego”
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 29:22–25.
Doctrina y Convenios 43:33. “Los inicuos irán al fuego inextinguible”
El profeta José Smith enseñó que algunos “resucitarán a la condenación de su propia inmundicia, que es un tormento tan intenso como el lago de fuego y azufre” (Enseñanzas, pág. 484). El élder Bruce R. McConkie explicó ese símbolo de la siguiente manera:
“La naturaleza del azufre ardiente está en que en la mente profética simboliza perfectamente el tormento de los condenados. De ahí que leemos que los inicuos son atormentados ‘con fuego y azufre’ (Apocalipsis 14:9–11; 19:20; 20:10), o en otras palabras, ‘sus tormentos es como un lago de fuego y azufre, cuya llama asciende para siempre jamás, y no tiene fin’ (2 Nefi 9:16; Alma 12:17). Esta espantosa escena, un horrible ‘lago de fuego y azufre’ simboliza el ‘tormento eterno’ (2 Nefi 9:19; 26:23; Jacob 6:10; Alma 14:14; D. y C. 76:64). los que allí encuentran su lugar están sujetos a la segunda muerte (Apo. 3:11; D. y C. 63:17), y sufren la venganza del fuego eterno (D. y C. 29:28; 43:33; 76:44, 105.)” (Mormon Doctrine, págs. 280–281).
Doctrina y Convenios 43:34. ¿Qué son “las solemnidades de la eternidad”?
La palabra solemnidad significa algo muy serio o de gran importancia. El Señor dice a los miembros de la Iglesia que presten atención a las cosas eternas, a las cosas del alma y a las bendiciones de la inmortalidad que recibirán los fieles. ¿Qué cambios se producirán en la vida de las personas si continuamente se permiten que la perspectiva eterna las guíe?
Sección 44
La cuarta conferencia general de la Iglesia
Antecedentes históricos
Desde la organización de la Iglesia habían tenido lugar tres conferencias generales. La primera fue el 9 de junio de 1830; la segunda, el 26 de septiembre del mismo año; y la tercera, el 2 de enero de 1831. Todas estas conferencias tuvieron lugar en Fayette, estado de Nueva York.
En febrero de 1831, el Señor mandó al Profeta que convocara a los santos para otra conferencia. Esta última, la cuarta conferencia de la Iglesia y la primera en Ohio, se llevó a cabo en Kirtland, el 3 de junio de 1831. La sección 44 de Doctrina y Convenios contiene el mandamiento y bosqueja algunos de los propósitos principales por los que se congrega a los santos en las conferencias.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 44:1. ¿Cuáles son los propósitos de las conferencias?
El presidente David O. McKay explicó los propósitos que tienen las conferencias de la Iglesia:
“La lectura de Doctrina y Convenios revelará que hay cuatro propósitos principales para realizar conferencias de la Iglesia:
‘Primero, atender a los asuntos de la Iglesia (D. y C. 20:62).
‘Segundo, escuchar informes y estadísticas de la Iglesia (D. y C. 73:2).
‘Tercero, aprobar o desaprobar en mi conferencia general los nombres que he mencionado’ (D. y C. 124:144).
‘Cuarto, adorar al Señor con sinceridad y reverencia, y dar y recibir ánimo, exhortación e instrucción (D. y C. 58:56; 72:7).’ (En Conference Report, oct. de 1938, págs. 130–131.)
La sección 52 de Doctrina y Convenios se recibió al día siguiente de terminar la cuarta conferencia general, en la cual se eligieron a los hermanos que irían a Misuri, donde el Señor les indicaría el lugar en el que un día habría de levantarse la ciudad de Sion. La conferencia, entonces, tenía el propósito de preparar a los santos para los acontecimientos y problemas que tendrían que enfrentar. El élder Hugh B. Brown testificó lo siguiente: “Estas grandes conferencias se convocan con el fin de inspirarnos a que nos preparemos para la batalla”. (Church News, julio de 1968, pág. 10.)
Doctrina y Convenios 44:2. ¿Qué promesa hace el Señor a los que se reúnen en su nombre?
Aunque este versículo se refiere específicamente a la conferencia general que tuvo lugar en aquella época, la promesa puede aplicarse a cualquier grupo de santos que se reúnan para una conferencia. ¿Cuál es la gran bendición que se da a los que están reunidos en el nombre del Señor (naturalmente, bajo la dirección del sacerdocio)? (Véase Mateo 18:20.)
El presidente Spencer W. Kimball dio el siguiente testimonio al finalizar la conferencia general de abril de 1977: “Todos hemos sentido la gran influencia del Espíritu del Señor que se ha derramado sobre nosotros al reunirnos aquí en su nombre para adorarlo y para recibir instrucciones por medio del poder de ese Espíritu. Esto mismo ha sucedido siempre en las reuniones de los santos…” (“La palabra del Señor a sus profetas”, Liahona, oct. de 1977, pág. 63.)
Doctrina y Convenios 44:4. ¿Por qué tenían los santos que organizarse de acuerdo con las leyes del hombre?
“Cuando el Señor restauró el evangelio, el espíritu de congregación también se dejó sentir. El Señor mandó que el pueblo que se congregara y que no sólo se instituyera en una Iglesia, sino que también se organizara de acuerdo con las leyes del país a fin de no estar aislado y dependiendo de los demás, sin poder ni influencia algunos; y que, por medio de la unidad de esfuerzo y fe, llegara a ser un pionero para el establecimiento de la rectitud en la tierra.” (D. y C. sec. 44:4–5.) (Joseph F. Smith, in Conference Report, abril de 1900, pág. 47.)
Doctrina y Convenios 44:6. “Debéis visitar a los pobres y necesitados, y suministrarles auxilio”
El presidente George Q. Cannon dijo lo siguiente con respecto al carácter del Profeta: “En ningún momento de su vida, el Profeta dejó de prestar atención a los pobres, ni fue indiferente a sus necesidades. Era un hombre de gran benevolencia y se conmovía fácilmente ante cualquier relato de sufrimiento o ruego de ayuda que le hicieran. En los períodos de trabajo más intenso y de mayor prueba, todos los que fueron a verlo en busca de consejo respecto a sus dificultades siempre lo encontraron dispuesto a escucharlos y a darles el ánimo y la ayuda que necesitaran. Continuamente le complacía poder extender alivio al sufrimiento y socorro a los necesitados o afligidos. Además, la hospitalidad era una característica destacada de su carácter; por eso, sus bienes siempre estuvieron al servicio del forastero. Entre los recuerdos más valiosos de muchos de los primeros miembros de la Iglesia está la bondad con la que los había tratado el ‘hermano José’ y la cálida acogida que les daba en su casa cuando llegaban a Kirtland u otros lugares en los que él vivió” (Life of Joseph Smith, págs. 109–110).
Sección 45
“El gran día del Señor”
Antecedentes históricos
La llegada del profeta José Smith a Kirtland, estado de Ohio, marcó el comienzo de un período de rápido aumento en el número de miembros. A principios de junio de 1831, la Iglesia ya contaba con dos mil miembros. Entre los que se unieron a ella en esa época estaban la madre y el hermano mayor de Sidney Rigdon; Luke S. Johnson, uno de los primeros miembros de la Iglesia; y Ezra Booth, que se convirtió después de haber sido testigo de un milagro.
Líderes civiles, sacerdotes, editores de diarios y feligreses se unieron en un esfuerzo dirigido a impedir la conversión de sus vecinos a la nueva religión. En su historia, el Profeta escribió lo siguiente: “Se han publicado en los diarios muchos informes falsos, mentiras y alocados relatos, los que circularon en todas direcciones para evitar que la gente investigara la obra o aceptara la fe” (History of the Church, 1:158).
En ese período de calumnias y malos tratos, el Señor bendijo a los santos con revelaciones de consuelo, paz y seguridad. Una de estas revelaciones fue la sección 45, de la cual el Profeta escribió así: “Para gozo de los santos, que tuvieron que luchar contra todo lo que el prejuicio y la maldad pudieron inventar, recibió lo siguiente…”, y entonces cita la sección 45 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:158.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 45:2. “En la hora en que menos lo penséis”
El presidente Joseph Fielding Smith hizo notar lo siguiente: “Una de las grandes faltas de la humanidad es pasar por alto las advertencias de que siempre hay castigo por el pecado. En todas las Épocas del mundo, el hombre ha tenido la tendencia a creer que los dichos de los profetas no se cumplirán hasta algún día futuro, y hoy día sucede lo mismo. Hemos tenido amplia advertencia en cuanto a la proximidad de la venida del día grande y terrible del Señor. Las señales están a nuestro alrededor en todo su poder. … En esta revelación, se nos hace la advertencia de que el verano está llegando a su fin, y que si no prestamos oído a la amonestación, nos encontraremos con que ha pasado, con que la cosecha ha terminado y nuestras almas permanecen sin salvación. Aunque nadie sabe el día ni la hora, si nos sorprende desprevenidos, no tendremos excusa, pues las señales son muchas y vemos continuamente cómo se cumplen” (Church History and Modern Revelation, 1:195).
Doctrina y Convenios 45:3–5. ¿Qué significado tiene el vocablo “intercesor”?
Al hablar del Juicio Final en las Escrituras, a menudo se recurre a la alegoría de un sistema judicial: El hombre tendrá que ir “ante el tribunal del juicio” (2 Nefi 33:15); por eso, es llevado “ante el tribunal de Cristo” (Alma 11:44), donde se encontrará “ante Dios el juez de todos” (Hebreos 12:23). Como parte de esa alegoría, se le llama a Jesús abogado (del griego paraklētos), como se lee en 1 Juan 2:1. El mismo vocablo (paraklētos) se usa para nombrar al Espíritu Santo, aunque en este caso la traducción empleada es “Consolador” (Juan 14:16). La palabra griega proviene de para, que significa al lado de o junto a, y kaléo, que significa llamar. “De ahí que, originalmente, aquel a quien se llamaba al lado de otro para ayudarlo era un intercesor o abogado en un tribunal de justicia” (Vincent, Word Studies, 1:486).
En la terminología del sistema legal de nuestros días, el abogado es el intercesor que defiende la causa de otro en un tribunal, o en otras palabras, el abogado defensor. Usualmente, el abogado de la defensa defiende la causa del cliente partiendo de la base de que es inocente, o si es culpable, se vale de ciertas circunstancias atenuantes que deben tenerse en cuenta y pide misericordia para su cliente debido a dichas circunstancias. En el momento del juicio eterno, las personas se encontrarán delante del tribunal de Dios acusadas de ser imperfectas e indignas de entrar en la presencia de Dios. “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). En ese momento, todos tendremos un intercesor (o abogado) ante el Padre. Él estará junto a nosotros para defender nuestra causa delante del Gran Juez. Sin embargo, Él no defenderá los casos tratando de demostrar que no somos culpables; en cambio, lo hará dirigiendo la atención de Dios hacia Su propia inocencia (véase el vers. 4). Su perfección y su sufrimiento pagaron el precio para satisfacer la justicia por aquellos de sus “hermanos que creen” en su nombre (vers. 5).
Imaginemos el pesar indescriptible que sentiríamos al encontrarnos delante del tribunal de Dios sin nadie que se adelantara y hablara en nuestra defensa. ¡Qué gran tragedia la de aquellos que no vivieron a Él con verdadera fe y arrepentimiento para que Él pueda tomar sobre sí sus culpas y ser su abogado ante el Padre!
Doctrina y Convenios 45:6. “Mientras dure el tiempo llamado hoy”
Tres pasajes de las Escrituras contribuyen al esclarecimiento de esta frase. La revelación moderna indica que la historia temporal de la tierra se extiende por espacio de siete mil años, divididos en períodos de mil años cada uno (véase D. y C. 77:6–7). Pedro y Abraham enseñaron que el tiempo en la tierra, comparado con el del lugar donde Dios habita, está en proporción del mil años de la tierra por un día de Dios (véase 2 Pedro 3:8; Abraham 3:4). Como la tierra tiene su existencia temporal antes de ser celestializada, y dado que ahora se encuentra en el sexto período de mil años, o sea, el sexto “día” en la terminología del Señor, este período final se considera “hoy”, y se dice que Dios retirará el “mañana”. En una revelación posterior, el Señor definió más ese terminología, indicando que “el tiempo presente se llamará hoy hasta la venida del Hijo del Hombre”, que “después de hoy viene la quema”, porque “mañana todos los soberbios y los que hacen maldad serán como rastrojo” (D. y C. 64:23–24; cursiva agregada).
Doctrina y Convenios 45:14. ¿En qué forma podrían el pueblo de los santos o santos dignos ver “un día de justicia”… en la carne?
“Cuando venga el reino milenario, los santos justos hombres de la antigüedad lo verán en su ‘carne’, pues habrán resucitado y ocuparán su lugar entre los santos.” (Smith y Sjodahl, Commentary, págs. 325; véase también Moisés 7:61–64.)
Doctrina y Convenios 45:16. ¿Cuándo habló Jesús estas cosas a sus discípulos estando con “ellos en la carne”?
La mayoría de las revelaciones es una repetición que hizo el Señor de uno de los sermones que había dirigido a sus discípulos mientras estaba en Jerusalén. Un día, después de salir del templo, el Salvador y los discípulos ascendieron al Monte de los Olivos, desde donde podían contemplar el templo y la ciudad. Allí ellos le preguntaron: “¿Cuándo serán estas cosas? . . . ¿y cuál es la señal de tu venida?” (José Smith—Mateo 4). Su respuesta, detallada y bastante completa, provee una de las revelaciones más importantes en cuanto a las señales de los tiempos y la Segunda Venida. Conocido como el Sermón del Olivar porque lo pronunció en el Monte de los Olivos, todo el discurso se encuentra en los capítulos 24 y 25 de Mateo. Las correcciones inspiradas que introdujo José Smith son tan trascendentales que se han incluido en la Perla de Gran Precio (véase José Smith—Mateo). Marcos y Lucas también escribieron partes del discurso, aunque no en forma tan completa como lo hizo Mateo (véase Marcos 13:1–37; Lucas 21:5–36).
La repetición del mismo sermón en Doctrina y Convenios comienza en el versículo 16 de la sección 45 (con las palabras “Por cuanto me habéis preguntado”). Luego, el Señor interrumpe la cita bíblica para añadir parte de Su propia explicación, pero continúa en el versículo 35 con las palabras, “No os turbeis”. Al final del versículo 59, termina el discurso y en el versículo 60 comienza a hablar directamente de José Smith.
Doctrina y Convenios 45:16–17. ¿Por qué deseaban los primeros Apóstoles conocer las señales de la Segunda Venida?
“En estos versículos encontramos uno de los motivos de su deseo de saber cuáles serían las señales. Aun cuando esperaban que en Cristo, figuradamente, el cuerpo que ellos eran ‘su convertío’ (la iglesia verdadera) sería edificado sobre el fundamento de los apóstoles y profetas (Efesios 2:20), también podían reconocer que se aproximaba el día de su redención, en que el espíritu y el cuerpo se volverían a unir. Podemos tener la seguridad de que los santos que han fallecido tratarán de reconocer a los israelitas de la venida del Señor con el mismo interés con el que lo hacen los que están vivos. Jesús les explicó ‘cómo vendría el día de la redención y también la restauración de Israel dispersos’ (vers. 17). Los dos acontecimientos ‘están inseparablemente relacionados.’” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 259.)
En la Explicación I del Apéndice, se encuentra un análisis más detallado de la Segunda Venida y de las señales de los tiempos.
Doctrina y Convenios 45:19–21. Los judíos serían esparcidos entre todas las naciones
Smith y Sjodahl dieron un breve resumen de cómo se cumplió esta profecía:
“En el año 66 de d. J. C. los romanos invadieron Judea y amenazaron a Jerusalén; pudieron haber tomado la ciudad, pero se retiraron y fueron vencidos cerca de Bet-Horón. Los cristianos que estaban en la ciudad, recordando las palabras de nuestro Señor, huyeron a la pequeña población de Pella, pero los judíos se entusiasmaron con su victoria temporal y presentaron nueva resistencia. Desde Roma vinieron entonces para aplastar la rebelión a Vespasiano, quien se apoderó de algunos fuertes del territorio y se aproximó a Jerusalén. Al prevalecer las disputas internas y se perpetraban tales horrores que Vespasiano decidió dar un descanso a su ejército, dejando que los judíos se destruyeran entre sí. Poco después, ascendió al trono de Roma, y Tito, su hijo, quedó en su lugar para continuar la conquista. El sitio comenzó en el año 70 de nuestra era, y muy pronto se presentó el hambre. A los ciudadanos que se aventuraban a salir de la ciudad para buscar raíces con las cuales alimentarse, si los soldados romanos los capturaban, los crucificaban. A veces, desde las murallas se podían ver cientos de judíos en ese terrible tormento. A fin de evitar el aislamiento de la ciudad, se cavó una fosa a su alrededor. Los soldados abrían de arriba abajo a los prisioneros de guerra, todavía vivos, a fin de buscar en sus entrañas oro que pudieran haberse tragado. Dentro de la ciudad murieron 600.000 personas, y los cuerpos, demasiado numerosos para ser sepultados, quedaban en las casas. Los zelotes, una secta de fanáticos judíos, sostenían que si Dios los salvaría en el último momento, se decidieron a asesinar y a sitiar a la gente a ofrecer resistencia. El mismo Tito expresó repugnancia ante los horrores cotidianos que presenciaba o que llegaban a sus oídos. Con el transcurso del tiempo, el templo se transformó en una fortaleza; Rondando con tal Tito lo atacó, y un soldado romano, contrariando una orden que habían recibido, le prendió fuego. Se dice que ese penacho de humo oscurecía el espacio y la atmósfera; así miles de judíos murieron en las llamas. En esta guerra terrible perecieron más de un millón y medio de judíos; muchos otros fueron vendidos como esclavos, y así fueron ‘esparcidos entre todas las naciones’.” (Commentary, págs. 266–261.)
El Salvador dio el Discurso del Olivar durante la última semana de su vida, en el año 33 de nuestra era. Jerusalén cayó en el año 70. Su profecía de que “esta generación de judíos no pasará sin que se hayan verificado todas estas cosas” (vers. 30; véase también Mateo 24:34) se cumplió plenamente. Algunos de los discípulos que escucharon el discurso estaban todavía vivos cuando se cumplió.
Doctrina y Convenios 45:52. ¿Llegará el mundo a su fin en la segunda venida de Cristo?
El élder Bruce R. McConkie explicó la forma general en que esta frase se utiliza en las Escrituras:
“El fin del mundo es el fin de la iniquidad o de la mundanalidad tal como lo conocemos, y está próximo durante ‘la destrucción de los malvados’ (José Smith 4). Cuando nuestro mundo temporal se convierta en tierra milenaria, habrá un nuevo cielo y una tierra nueva. (Isaías 65:17–25; D. y C. 101:23–24.) La lujuria, la carnalidad y la sensualidad de toda esa especie cesarán porque será el fin del mundo.” (Mormon Doctrine, pág. 848.)
Doctrina y Convenios 45:24–30. ¿Qué son “los tiempos de los gentiles” y cuándo se cumplirán?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó que “el tiempo de los gentiles comenzó pocos días después de la muerte de nuestro Redentor. Los judíos pronto rechazaron el evangelio, el cual se llevó entonces a los gentiles. El tiempo de los gentiles ha continuado desde entonces hasta ahora. El Señor dijo: ‘Por mucho que son los primeros serán los postreros; y los postreros serán los primeros.’ En aquella época, se dio el evangelio primero a los judíos para luego llevarlo a los gentiles. En esta dispensación, el Señor lo dará a los gentiles y luego a Israel o a los judíos” (Church History and Modern Revelation, 1:196).
Los “tiempos de los gentiles” comenzaron con la visión de Pedro y el bautismo de Cornelio (véase Hechos 10:1–48). Pablo y los otros Apóstoles comenzaron entonces la gran obra misional entre los gentiles, dado que, en su mayoría, la nación judía había rechazado a Jesús. Tal como lo explica el presidente Smith, continuaron en la Restauración los tiempos en los que el mayor esfuerzo evangélico se dirigiría a las naciones gentiles. Los tiempos de los gentiles terminarán, o sea, llegarán a su cumplimiento, cuando los grandes esfuerzos por predicar el evangelio comiencen a dirigirse hacia la casa de Israel: los lamanitas y los judíos.
En el Discurso del Olivar, el Salvador mencionó cuatro señales que indicarían la terminación del tiempo de los gentiles. Tres de ellas aparecen en la sección 45 y la otra en Lucas, en el relato del gran discurso. Estas señales son las siguientes:
1. Los judíos serán congregados en la tierra de Jerusalén (véase el vers. 25). En la Conferencia General de abril de 1960, el élder George Q. Morris, del Consejo de los Doce, describió tres grandes señales de los últimos días. La tercera de ellas era la congregación de los judíos:
“El tercer punto a considerar es la promesa de Dios de que congregará a los judíos en Jerusalén, y creo que bien podemos dejar de decir que los judíos se van a congregar en Jerusalén, porque ahora podemos decir que se han congregado. Los grupos judíos infra persisteron, cuando ellos hayan hecho prosperar esa tierra y éstos se reunan.
“La declaración que hizo cierto escritor resulta interesante: ‘Aunque parezca extraño, el pueblo del estado de Israel hizo su aparición en 1948, era una nación de 600.000 habitantes, la misma cifra que, según la Biblia nos dice, Moisés sacó de la esclavitud en Egipto. Ahora, la población ha aumentado a unos dos millones, igual número de gente libre e instalada en el mismo suelo en donde Israel estaba en el apogeo de su gloria.’” (Church History and Modern Revelation, 1:196; véase también Enseñanzas de los Profetas, abril de 1960, págs. 100–101.)
La Jerusalén judía entró en una época de gran agitación social (véase los vers. 26–27). No se necesita nada más que estar durante un día o dos al tanto de acontecimientos actuales que nos informan los medios de comunicación, para saber que ésta es la época que describió el Salvador.
2. La plenitud de los gentiles rechazará el evangelio (véase los vers. 28–30). El presidente Joseph Fielding Smith, describiendo respecto a estos versículos: “Y cuando llegue el tiempo de los gentiles, resplandecerá una luz entre los que se asienten en tinieblas, y será la plenitud de mi evangelio”, dice el Señor en esta revelación. El cumplimiento de esas palabras se encuentra ligado al tiempo de la restauración del evangelio en los tiempos de los gentiles —éstos no lo percibirán porque su corazón se alejará de él a causa de los preceptos de los hombres. Sin embargo, en la generación en que eso sucediera, se verá el cumplimiento del tiempo de los gentiles” (Church History and Modern Revelation, 1:196).
3. Jerusalén no volverá a ser “hollada por los gentiles” (Lucas 21:24). Sobre esto, el presidente Smith explicó: “Al considerar las palabras del Salvador a sus discípulos, cuando les dijo que los judíos serían esparcidos y ‘Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan’, tenemos un claro entendimiento de éste… versículo [vers. 30] en esa revelación. Jerusalén fue hollada por los gentiles desde el día en que su destrucción hasta fines del año 1917, cuando fue liberada del dominio turco por el General Edmund H. Allenby, de las fuerzas británicas. Después de la guerra, Palestina quedó bajo el mando británico, y Gran Bretaña hizo una proclamación declarando que ese país sería un refugio para los judíos, a quienes se invitaba a retornar… Sin embargo, es muy significativo el hecho de que Jerusalén ya no sea poseída por los gentiles y de que allí se estén congregando los judíos. Ésta es la señal que el nuestro Señor para indicar el fin de los tiempos de los gentiles. Ahora estamos en el período de transición, y pronto amanecerá el día de los judíos; entonces el evangelio se les llevará a ellos y al resto de Israel que está en este continente” (Church History and Modern Revelation, 1:196–97).
Cuando Joseph Fielding Smith escribió esas palabras en 1947, Israel todavía no era un Estado, sino que estaba bajo el dominio británico. Pero el 15 de mayo de 1948, Israel se declaró independiente como nación y estableció a Jerusalén como capital. En la guerra que se produjo después de esa declaración, los judíos sólo pudieron mantener dominio de la parte occidental de la ciudad; la parte oriental pasó a ser territorio de Jordania. En la Conferencia General de 1966, el presidente Smith, que era entonces Presidente del Consejo de los Doce, dijo: “Éstos días que los judíos serían esparcidos entre todas las naciones y que Jerusalén sería hollada por los gentiles hasta que se cumplieran los tiempos de los gentiles (Lucas 21:24). De acuerdo con la sección 45 de Doctrina y Convenios, versículos 24 a 29, con respecto a los judíos, se cumplió literalmente. Jerusalén, que fue hollada por los gentiles, actualmente es la tierra de los judíos. Esto está regresando a Palestina, y por ello sabemos que los días de los gentiles están llegando a su fin” (Ensign, enero de 1966, pág. 13; cursiva agregada.)
Después, en 1967, durante la Guerra de los Seis Días, Israel conquistó la parte oriental de Jerusalén, con lo que se completó la profecía. En los términos de Tito en el año 70 d. de J. C., la ciudad destruida volvió bajo la dirección de un gobierno judío.
Doctrina y Convenios 45:26. “Y desmayará el corazón de los hombres”
El presidente Ezra Taft Benson destacó el cumplimiento de esta promesa en los tiempos modernos:
“Vivimos en una época en la que, según el Señor predijo, el corazón de los hombres se está desmayando no sólo físicamente sino también en espíritu. (Véase D. y C. 45:26.) Muchos mueren en la batalla de la vida; el suicidio es la causa más frecuente de muerte entre los estudiantes universitarios. Al aproximarse el enfrentamiento decisivo entre el bien y el mal, con sus pruebas y tribulaciones, Satanás acrecienta su poder y reina en el corazón mediante el desaliento, el desánimo y la depresión anímica.
“Sin embargo, nosotros, los Santos de los Últimos Días, debemos ser los más optimistas entre todos los demás, y no dejar paso al pesimismo; porque aunque sabemos que ‘[ya sea] quitada la tierra de lugar, y el diablo tendrá poder sobre su propio dominio’, también se nos da la seguridad de que el Señor tendrá poder sobre sus santos, y reinará en medio de ellos” (D. y C. 1:35–36). (En Conference Report, oct. de 1974, pág. 90.)
Doctrina y Convenios 45:27. “¿Cuál será la razón por la que el amor se enfriará entre los seres humanos?”
“Esa expresión es la misma que se encuentra en Mateo 24:12, donde leemos: ‘Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará’. [Indicación de que se trata de más que unas cuantas personas] se enfriará.”
“‘Amor’, en este versículo, significa unidad cristiana, armonía. ¿En qué parte del mundo cristiano prevalece ese amor, esa unidad? Se puede encontrar una cooperación que se base en el interés por sí mismo, o en las relaciones familiares; pero, ¿dónde encontramos genuino amor cristiano, amor verdadero, generoso, constante? Su ausencia en la mayoría de las personas es una de las señales del fin.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 262.)
Doctrina y Convenios 45:30–31. ¿Por qué es tan significativo el cumplimiento de los tiempos de los gentiles?
El cumplimiento de los tiempos de los gentiles es una de las grandes señales que mencionó el Salvador en respuesta a la pregunta de los discípulos: “¿Cuál es la señal de tu venida?” (José Smith—Mateo 4). En el versículo 30 no es dado todo su gran significado: “Y vivirán hombres en esa generación que no morirá…”. Esa forma de expresarse es casi idéntica a la que usó el Salvador en la advertencia que hizo a los judíos, y que se repite en el versículo 20 de esta sección: “Y esta generación no pasará hasta que veáis cumplidas todas estas cosas.” (Véase Notas y comentario sobre D. y C. 45:21.)
Doctrina y Convenios 45:31, 19. Un “azote desolador” y “una enfermedad desoladora”
El élder Bruce R. McConkie advirtió en cuanto a cuáles podrían ser algunas de las tribulaciones de los tiempos postreros:
“Recordad que los tribulaciones no acechan en lo porvenir. Estallarán conflictos bélicos de nación en nación, hasta que la destrucción se abata sobre todas las naciones y doscientos millones de hombres de guerra reúnan armas y se enfrenten en Armagedón. Después que haya comenzado la guerra más destructora hasta iniciada sobre la tierra, el Príncipe de Paz para destruir a los inicuos e inaugurar el Gran Milenio.
“Habrá terremotos, inundaciones y gran hambre. Las olas del mar se alzarán y el día se llenará de tinieblas, las nubes retendrán su lluvia, y las cosechas de la tierra se marchitarán y secarán.
“Habrá plagas y pestilencia, ferocidad y muerte. Una inundante aflicción cubrirá la tierra, y una enfermedad desoladora barrerá la superficie. Las mentes se apoderarán de los habitantes de la tierra y su carne se llenará de gusanos.
“Sus carnes caerán de sus huesos, y se les saldrán los ojos de sus cuencas.” (D. y C. 29:20.)
“Bandas de ladrones infestarán toda nación; aumentará la inmoralidad, el espionaje y el crimen, y parecerá que todo hombre levanta la mano contra su hermano.
“No es necesario decir más sobre estas cosas. Se nos manda escudriñar las Escrituras, donde estos hechos se describen con fuerza y fervor, y con toda seguridad acontecerán.” (“Independiente de todas las otras criaturas”, Liahona, agosto de 1979, pág. 139.)
Doctrina y Convenios 45:32. “Mis discípulos estarán en lugares santos”
El presidente Harold B. Lee definió estos lugares santos y la forma en la que los santos deben congregarse en ellos:
“En este pasaje encontramos muchas se preguntan: ‘¿Dónde se puede estar a salvo? La palabra del Señor no se ha acallado. Él nos ha amonestado diciendo: “Pero mis discípulos estarán en lugares santos y no serán movidos; pero entre los inicuos, los hombres alzarán sus voces y maldecirán a Dios, y morirán.” (D. y C. 45:32.)
“El Señor nos ha dicho dónde se encuentran esos lugares santos: ‘Y acontecerá entre los inicuos, que todo hombre que no tome la espada contra su prójimo tendrá que huir a Sión para hallar seguridad.’ (D. y C. 45:68.)
“¿Dónde está Sión? A través de varios períodos de tiempo (dispensaciones) y por razones bien definidas, los profetas del Señor, sus ‘portavoces’, han indicado dónde están los lugares en que habían de congregarse los Santos. En nuestra dispensación, después de mencionar dichos lugares, el Señor declaró: ‘Hasta que llegue el día en que no haya más lugar para ellos; y entonces les señalaré otros lugares que tengo, y se llamarán estacas, para las cortinas o la fuerza de Sión.’ (D. y C. 101:21.)
“En esta forma, el Señor ha puesto la responsabilidad de dirigir la obra del recogimiento en manos de sus líderes escogidos por inspiración divina. Ruego fervientemente que todos los santos y aquellos que busquen la verdad presten atención a esos profetas…
“Al estudiar los mandamientos del Señor y las promesas que se reciben al cumplirlos, se adquieren ideas definidas en cuanto a cómo es posible ‘estar en lugares santos’, tal como el Señor manda, si es que conferimos ser responsables con esa protección del poder encontraros entre los ‘bajos de Sión’, por las palabras del Señor que he citado.” (En Conference Report, oct. de 1968, págs. 61–62.)
Doctrina y Convenios 45:34–35. “No os turbéis”
El élder Marion G. Romney citó la amonestación del Señor con respecto a los acontecimientos de los últimos días y explicó la actitud que deben tener los santos:
“Puesto que vivimos en la época del cumplimiento de las predicciones de la profecía de José Smith ciertamente sirve de consuelo el tener una cita llena de ternura en la que los discípulos se quedaran turbados cuando Él les dijo que todas esas calamidades se sobrevendrían en el día futuro, no los creó para que a nosotros nos causara inquietud ni estupor de su cumplimiento…
“Debido al conocimiento que Cristo tenía de los acontecimientos futuros, … pudo decir a sus discípulos, ‘No os turbéis’.
“Espero que estemos familiarizados con estas palabras del Señor y con sus predicciones concernientes a otros sucesos del porvenir, tales como la construcción de la Nueva Jerusalén y la redención de la antigua, el retorno de la Sión de Enoc y el reinado milenario de Cristo.
“No sólo espero que estemos bien al tanto de esos hechos futuros, sino también que mantengamos constantemente presente la visión de los mismos. Y lo deseo porque toda la eficacia que pueden tener sobre nosotros las palabras de Cristo, ‘No os turbéis’, depende de ese conocimiento, de la seguridad que tengamos de que esos hechos se harán realidad, y del testimonio de que cada uno de nosotros puede tomar parte en ellos.” (En Conference Report, oct. de 1966, págs. 51–52.)
El presidente J. Reuben Clark amplió lo siguiente: “¿Por qué los Santos de los Últimos Días se mantienen tan calmados entre todas las convulsiones de la tierra, los tumultos, los contiendas, la guerra, la pestilencia, el hambre y el sufrimiento de las naciones? Es porque el espíritu de profecía no ha hecho saber que tales cosas sucederán en la tierra. Lo entendemos y lo contemplamos en su verdadera dimensión. Hemos aprendido mediante las revelaciones recibidas del Altísimo” (The Hand of God in Events on Earth, Improvement Era, feb. de 1915, pág. 286).
El élder Bruce R. McConkie instó a los santos a prepararse para poder mantener la calma ante las tribulaciones que se avecinan:
“Nos sabemos cuándo han de sobrevenirnos las calamidades y dificultades de los últimos días, ya sea individualmente o a grupos de santos. El Señor nos oculta a propósito el día y la hora de su venida y de las tribulaciones que la han de preceder, y lo hace como parte de nuestra probación en la mortalidad. Simplemente nos dice que vigilemos y estemos listos.
“Podemos tener la seguridad de que si hemos hecho todo lo posible a fin de prepararnos para lo que nos acecha en lo porvenir, Él nos ayudará con cualquier otra cosa que nos haga falta.
“No decimos que todos los santos serán perdonados y salvos en aquel día de desolación que viene. Pero sí decimos que no hay ninguna promesa de protección ni ninguna promesa de seguridad excepto para aquellos que aman al Señor y procuran hacer todo lo que Él manda.
“Es posible, por ejemplo, que únicamente el poder de la fe y la autoridad del sacerdocio puedan salvar a los individuos y las comunidades de los judíos holocaustos atómicos, que con toda seguridad se soltarán sobre la humanidad.
“De manera que nosotros elevamos la voz de amonestación y os decimos: ¡Atención! Preparáos, vigilad y estad listos; no hay seguridad en ningún curso de acción que no sea la obediencia, la conformidad y la rectitud.” (“Vea los discípulos de todas las criaturas”, Liahona, agosto de 1979, págs. 140–141.)
Doctrina y Convenios 45:34–38. Parábola de la higuera
“Cuando Jesús habló a sus discípulos en respuesta a la pregunta de ellos, ‘¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu venida? …’ (Mateo 24:3), habló de ciertas señales que identificarían el tiempo de su venida. las mismas señales que un hombre podría contemplar de día si tuviera ojos para ver. Él les dijo: ‘[Mirad] en esto tal como la naturaleza y la llegada de la primavera. Al ver que la higuera echa hojas, sabéis que el verano está cerca. En la misma forma, cuando veáis esas señales, podéis saber que la venida del Hijo del Hombre está a las puertas’.” (Meylin J. Ballard, En Conference Report, oct. de 1923, pág. 32.)
Doctrina y Convenios 45:40–42. “Verán señales y maravillas”
El presidente Joseph Fielding Smith dijo de las señales mencionadas aquí:
“Nos preguntamos si estaremos contemplando algunas de las señales en los cielos; no todas, pues indudablemente algunas de ellas tendrán lugar entre los cuerpos celestes, tales como la luna y el sol, los meteoros y los cometas; pero al hablar de los cielos, se hace referencia a esa parte que rodea a la Tierra y que le corresponde. Es en la atmósfera donde se darán muchas de las señales. ¿No vemos aeronaves de distintos tipos viajando a través de los cielos, diariamente? ¿No hemos tenido señales en la tierra y a través de la tierra con la radio, los ferrocarriles, automóviles, submarinos y satélites y de muchas otras formas? Con todo, habrá señales todavía mayores: los cielos se sacudirán, se verá la señal del Hijo del Hombre, y entonces se lamentarán las tribus de la tierra. . . .
“Si el día grande y terrible del Señor estaba cercano cuando vino Elías el Profeta hace ciento treinta años, ahora estamos un siglo más cerca de él. Pero algunos dirán: ‘No! Elías está equivocado. . .
“Seguramente cometió un error!’ Tantos hay que parecen pensar y decir, y a juzgar por sus hechos deben de estar seguros, que el mundo ciertamente seguirá en su condición actual millones de años antes de que llegue el fin. Hablan con las personas que escuchan lo que tienen que decir esos expertos del mundo. Hemos tenido épocas peores’, dicen. ‘Ustedes están equivocados en pensar que ahora hay más calamidades que en la antigüedad. No hay más terremotos que antes; la tierra ha temblado siempre de cuando en cuando; lo que pasa es que ahora tenemos instalaciones que nuestros padres no tenían a su alcance, y recibimos las noticias. Éstas no son señales de los tiempos; las cosas no son diferentes de lo que eran en épocas anteriores.’ Y en esa forma, la gente rehúsa prestar atención a las advertencias que el Señor tan bondadosamente nos hace. Así es como se cumplen las Escrituras.” (En Conference Report, abril de 1966, págs. 13, 15.)
Doctrina y Convenios 45:48–53. “Y entonces el Señor pondrá su pie sobre este monte”
“Este monte” se refiere al Monte de los Olivos en el cual el Salvador estaba sentado cuando pronunció ese gran discurso. Parley P. Pratt, en un folleto que se publicó en vida de José Smith, describió los grandes sucesos de los que se habla en estos versículos:
“En el capítulo 14 de Zacarías, se nos ha dicho mucho concerniente a la gran batalla y al derrocamiento de las naciones que lucharán contra Jerusalén, y se nos dice con palabras muy sencillas que el Señor vendrá en el mismo momento de la victoria sobre ese ejército; al mismo tiempo de la toma de Jerusalén, cuando ya hayan ocupado la mitad de la ciudad, saqueando las casas y violando a las mujeres. Entonces, he aquí, su esperado Mesías aparecerá repentinamente, de pie sobre el Monte de los Olivos, hacia el este de Jerusalén, para luchar contra esas naciones y liberar a los judíos. Zacarías dice que el Monte de los Olivos se partirá en dos, de este a oeste, y que una mitad se moverá hacia el norte en tanto que la otra caerá hacia el sur, formando un valle muy grande al cual huirán los judíos buscando protección de los enemigos tal como cuando se produjo el terremoto en días de Uzías, rey de Judá; entretanto, el Señor vendrá con todos sus santos. Entonces los judíos verán al tan esperado y ansiado Mesías, que vendrá en poder para librarlos, tal como siempre lo ha prometido. Él destruirá a sus enemigos y los librará de las dificultades en el mismo momento en que ellos estarán en medio de la más grande consternación y a punto de ser vencidos por sus enemigos. Pero ¡qué sorpresa se llevarán cuando estén a punto de caer a los pies de su Libertador y reconocer en Él al Mesías! Descubrirán las heridas que una vez le hicieron en las manos, los pies y el costado; y al preguntarle, reconocerán inmediatamente a Jesús de Nazaret, el Rey de los Judíos, el hombre porque por tanto tiempo esperaron. Bien dijeron los profetas que se lamentarán y llorarán, cada familia por separado. Pero, gracias al cielo, habrá un fin para sus lamentos, pues Él les perdonará sus iniquidades y los limpiará de su impureza. Después de esa ciudad santa desde ese momento en adelante, ‘toda la tierra se volverá como llanura desde Geba hasta Rimón. La ciudad será levantada y habitada en su lugar, y los hombres morarán en ella. No habrá más destrucción de Jerusalén. Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre’ (Zacarías 14:9).” (Voice of Warning, 32, 33.)
Doctrina y Convenios 45:55–57. “Y Satanás será atado”
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 43:31.
Doctrina y Convenios 45:56–57. Parábola de las Diez Vírgenes
Aunque muchos opinan que el Discurso del Olivar limita al capítulo 24 de Mateo, la lectura detallada del capítulo 25 indica que las tres parábolas que éste contiene (la de las diez vírgenes, la de los talentos y la de las ovejas y las cabras) forman parte del mismo discurso (véase especialmente Mateo 25:1, 31). El Señor le reveló a José Smith la clave del simbolismo de la parábola de las diez vírgenes. El aceite, que es el tema central de la parábola, simboliza el poder espiritual que surge del Espíritu Santo.
Al aplicar esta parábola a los santos de los últimos días, el presidente Spencer W. Kimball explicó lo siguiente:
“Personalmente, me inclino a pensar que las Diez Vírgenes representan a los miembros de la Iglesia de Jesucristo y no a las masas del mundo. Todas las vírgenes, tanto las prudentes como las insensatas, habían aceptado la invitación a la cena de bodas; estaban en el lugar del programa y se les había anunciado la importancia de que vendría. No eran ellos los gentiles, los bárbaros o los paganos, ni necesariamente eran gente corrupta o réprobos, más bien eran personas conocedoras que insensatamente no se habían preparado para los acontecimientos vitales que estaban por afectar sus vidas eternas.
“Tenían el evangelio de salvación y exaltación, pero no habían hecho de éste el centro de sus vidas. Conocían el camino, el plan, la salvación y devoción fueron mínimas. Ahora yo os pregunto: ¿De qué os sirve un automóvil sin motor, una taza sin contenido, una mesa sin comida o una lámpara sin aceite?
“Apresurándose a buscar sus lámparas para que les alumbraran el camino a la medianoche, la mitad de ellas las encontraron vacías. Se habían engañado a sí mismas. Fueron unas insensatas estas cinco vírgenes descuidadas. Aparentemente, el esposo se había demorado por razones que eran suyas y no aceptables. El tiempo había pasado, y él no había llegado. Habían oído hablar de su venida por mucho tiempo y tantas veces, que la declaración parece haber perdido importancia para ellas. ¿Es quien vendría alguna vez? Tanto tiempo había transcurrido desde que lo estaban esperando, que habían llegado a la conclusión de que nunca aparecería, de que tal vez era un mito.
“Miles de nosotros nos encontramos en esa misma condición hoy día. Nuestra confianza ha disminuido y nuestra paciencia casi se ha agotado. Es difícil esperar y mantenerse preparado todo el tiempo. Pero no podemos permitirnos el dormirnos. El Señor nos ha dado esta parábola como una amonestación especial.
“‘¡A la medianoche!’ Precisamente la hora más obscura, cuando menos lo esperaban, vino el esposo. Cuando el mundo esté lleno de tribulación y se necesite ayuda, y parezca que el tiempo ya ha pasado y que la espera ya es inútil, entonces vendrá Cristo. Las medianoches de la vida son las horas preciosas en que los cielos le conceden al hombre el alivio a su cansancio. Mas cuando el clamor llega, ya no hay tiempo para prepararse. Las lámparas encendidas forman entonces figuras de júbilo sobre la ladera, y la procesión alcanza su clímax al llegar del banquete, mientras que aquellos que no tienen lámparas o aceite se quedan en la oscuridad. Cuando tratan de cumplir con los requisitos a última hora y finalmente llegan al lugar, la puerta ya se ha cerrado. Durante el día, los prudentes y los insensatos son difíciles de diferenciar, mas la medianoche es la hora de la prueba y el juicio—y del gozo prometido…
“Las vírgenes insensatas no tenían para las otras que el deseo de su aceite, pero la preparación espiritual no puede compartirse en un instante. Las prudentes tenían que irse, o el conjunto de seguidores hubiera sido ser recibido. Ellas necesitaban el aceite para su propio uso; y no les era posible salvar a las insensatas. La responsabilidad era individual.
“No se trató de egoísmo o falta de bondad de parte de las prudentes. Si el aceite de las lámparas se necesitaba para iluminar el camino al convite, a las prudentes no les hubiera alcanzado para ambos grupos. Las lámparas de las vírgenes insensatas se habían apagado debido a la falta de aceite espiritual.
“En la parábola, el aceite que puede compartirse con otros simboliza la caridad, el servicio y los buenos ejemplos. El aceite que no puede compartirse son los dones y los talentos personales, la fe, el testimonio, la pureza, la rectitud. Estos deben ser acumulados gota a gota por años de probidad y fidelidad. El obrar rectamente un día, el ayunar y orar un día, el asistir a la Iglesia un día y el pagar los diezmos, una mente tranquila como producto de nuestra labor, la acumulación de conocimiento. ¿Cómo se podrían compartir la fe o el testimonio? ¿Cómo se podrían compartir con otros nuestros estudios de nuestra religión o el sacrificio de haber servido una misión? ¿Cómo se podría compartir con otros… sin edificar el templo? Cada uno debe obtener esas clases de aceite por sí mismo.
“Las vírgenes insensatas no estaban penurias a comprar aceite; sabían que el tiempo proveería por sí mismo, pero simplemente lo aplazaron para más tarde, ignorando la hora en que ellas lo necesitarían.
“En la parábola, el aceite se puede comparar con la fe. En nuestras vidas, el aceite de la preparación se acumula gota a gota por medio de una vida de rectitud. La asistencia a las reuniones sacramentales les agrega aceite a nuestras lámparas gota por gota a través de los años. El ayuno, la oración familiar, la orientación familiar, el control de los apetitos de la carne, la predicación del evangelio, el estudio de las Escrituras —cada acto de dedicación y obediencia constituye una gota que se agrega a nuestra reserva. Los actos de bondad, el pago de ofrendas y de diezmos, las acciones y pensamientos castos, y el matrimonio bajo el convenio eterno— todos éstos contribuyen sustancialmente a incrementar el aceite con el que podemos reabastecer a medianoche nuestras lámparas vacías.
“Esperar hasta la medianoche es ya muy tarde para aquellos que han pospuesto su preparación.” (La fe precede al milagro, págs. 255–257.)
Doctrina y Convenios 45:60–62. “Os concedo traducirlo, a fin de que estéis preparados”
El Señor instruyó a José Smith para que tradujera el Nuevo Testamento y dijo que uno de los propósitos de ese trabajo en las Escrituras era poder estar preparado para lo que vendría. Esta obra se conoce como la Traducción de José Smith, aunque es más bien una versión inspirada de la Biblia.
Doctrina y Convenios 45:64–75. Sión: Un lugar de defensa y un refugio
En las Escrituras hay cuatro palabras que parecen estar íntimamente relacionadas con el concepto de Sión: reconocimiento, preparación, defensa y refugio. Las tribulaciones y los castigos que sobrevendrán al mundo antes de la Segunda Venida serán tan amplios y devastadores que si el Señor no preparara un medio de preservación, sus hijos obedientes también perecerían. Pero Él ha dispuesto el medio por el cual su pueblo puede escapar de esos terribles momentos: ese medio es Sión. A Enoc se le dijo que el Señor preservaría a su pueblo en las tribulaciones de los últimos días reuniendo a los electos en Sión donde podrían recibir dones los puros (prepararse) y esperar su venida (véase Moisés 7:61–62). En una revelación anterior, que aparece en Doctrina y Convenios, el Salvador llamó a los élderes de la Iglesia a reunir (congregar o recoger) a los santos a fin de que “pudieran prepararse para el día del tribulado que ha de venir” (D. y C. 29:7–8). En 1838, el Señor explicó que el recogimiento “de Sión y sus estacas” era para que fueran “defensa y… refugio contra la tempestad… cuando se derramada… sobre toda la tierra” (véase D. y C. 115:5–6). Dos de los mandamientos y promesas se encuentran también en la sección 45. Los santos deben congregarse en Sión (véase los vers. 64–65), un lugar de seguridad, paz y refugio. Aunque el resto del mundo esté en estado de guerra despiadada (véase el vers. 68), en Sión (los mencionados versículos 5 y 6 de la sección 115 dan a entender que se incluyen sus estacas) habrá paz y gozo (véase los vers. 69–71 de la sección 45).
El profeta José Smith entendió esta doctrina, pues también enseñó que Sión era el lugar de liberación en los últimos días: “Sión Sión y un lugar de rescate, tendremos que caer, porque se acerca la hora en que el sol se obscurecerá y la luna se volverá sangre, y las estrellas caerán de los cielos y la tierra se bamboleará de un lado a otro. Y si esto llega a suceder, y si no nos hallamos santificados y reunidos en los lugares que Dios ha señalado, vamos a caer a pesar de nuestras profesiones anteriores y nuestros gran amor por la Biblia, porque solamente los puros serán salvos, porque Dios recogerá a sus santos de entre los gentiles, y entonces vendrá la desolación y la destrucción; y nace de Israel los puros de corazón que fueren recogidos.” (Enseñanzas, pág. 78; véase también la Explicación B.)
Sección 46
“Buscad diligentemente los mejores dones”
Antecedentes históricos
Los problemas que se presentaban a la Iglesia del Señor, recientemente restaurada, eran muchos y muy variados. En aquellos primeros años, Satanás desató su poder. Tratando continuamente de derrocar el reino de Dios, los espíritus impuros se congregaron en huestes para destruir al profeta José Smith y a los primeros que se unían a la Iglesia de Cristo. Pero los cielos se habían abierto, y Dios había revelado a su Profeta los designios y las tácticas que emplearía el enemigo. Al hablar de los falsos esfuerzos de Satanás y de la importancia de que los santos poseyeran los dones del Espíritu, el Profeta escribió: “El hombre debe tener el don del discernimiento de espíritus antes de poder sacar a la luz del día esta influencia infernal y descubrirla al mundo en todo su aspecto diabólico, horrido y destructor del alma; porque nada perjudica más a los hijos de los hombres que estar bajo la influencia de un espíritu falso, creyendo que tienen el Espíritu de Dios. Miles han sentido la influencia de su terrible poder y perniciosos efectos. Se han emprendido largas peregrinaciones, se ha hecho penitencia; y el dolor, la miseria y la ruina han seguido sus huellas; naciones han sido trastornadas, reinos derribados, provincias asoladas; y la sangre, la matanza y la desolación han sido la vestidura con que se ha cubierto” (Enseñanzas, pág. 248).
El 8 de marzo de 1831, en Kirtland, Ohio, el Profeta recibió la sección 46, una revelación que ayudaría a los santos a sacar a luz el plan infernal de Satanás, describiéndoles los verdaderos dones del Espíritu Santo.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 46:1–7. ¿En qué forma debemos tratar a los que no son miembros de la Iglesia y que asisten a una reunión sacramental?
John Whitmer relata en su historia que “en el principio de la Iglesia, mientras ésta todavía se encontraba en sus albores, los discípulos acostumbraban excluir de las reuniones a los incrédulos, lo que hacía que algunos cuestionaran este procedimiento y que creyeran rumores con respecto a su validez, a causa de lo que está escrito en el Libro de Mormón (3 Nefi 18:22–24). Por lo tanto, el Señor decidió hablar sobre el asunto para que su pueblo pudiera comprender, y empezó diciendo que siempre había permitido que sus siervos dirigieran las reuniones de acuerdo con la inspiración del Espíritu” (véase el vers. 2). Después de recibir esta revelación, se dejó de prohibir la concurrencia de los que no eran miembros a la reunión sacramental.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:199).
Doctrina y Convenios 46:7–8. No todas las manifestaciones sobrenaturales son dones del Espíritu
El presidente Marion G. Romney explicó estos versículos, diciendo:
“Con la declaración que aparece en la revelación respecto a los dones espirituales: ‘… a algunos les es dado por el Espíritu Santo discernir las diversidades de operaciones, si es que son de Dios. . . y a otros, discernir espíritus’ [véase los vers. 16 y 23], parece obvio que hay ciertas manifestaciones sobrenaturales que no provienen del poder del Espíritu Santo. La verdad es que en muchos casos es así.
“Hoy día, el mundo está lleno de engaños. Siempre lo ha estado. Ya en los días de Moisés, cuando el cayado de Aarón se volvió serpiente, ‘…echó cada uno su vara, las cuales se volvieron culebras…’ (Éxodo 7:11–12.) E Isaías advirtió que no debemos ir a ‘…a los encantadores y a los adivinos que susurran hablando…’ (Isaías 8:19).
“El Señor amonestó a los santos a que anduvieran rectamente delante de Él, haciéndolo todo ‘con oración y acción de gracias’, a fin de que no fueran ‘seducidos por espíritus malos, ni por doctrinas de demonios, ni los mandamientos de los hombres’ [véase el vers. 7].
“Estos pasajes no sólo sostienen la declaración de que existen falsificaciones de los dones del Espíritu, sino que también indican cuál es el origen de esos engaños. Sin embargo, no se nos exige que entendamos solamente por las implicaciones, a pesar de lo claras que son, sino que, además, el Señor nos dice abiertamente que ‘…unos son de los hombres y otros de los demonios’ [vers. 7].
“Algunas de esas falsificaciones se descubren muy fácilmente dada su naturaleza, pero otras imitan muy bien las manifestaciones del Espíritu, y en consecuencia, cambian de se confunde y se deja engañar por ellas. Sin una clave, es imposible distinguir entre lo genuino y lo falso.” (En Conference Report, abril de 1956, págs. 70–71.)
La Explicación J, en el Apéndice, contiene un comentario más detallado sobre los principios de discernimiento entre las revelaciones genuinas y las falsas.
Doctrina y Convenios 46:11–12. “A todo hombre le es dado un don”
El élder Orson Pratt enseñó lo siguiente:
“Si el Espíritu Santo permanece en una persona, no sólo la limpia, la santifica y la purifica de acuerdo con la forma en que ella se sujeta a su influencia, sino que también le imparte algún don, para su propio beneficio y el de otros que la rodean. Nadie que haya recibido el Espíritu y que sea mantenida debidamente fiel carece de un don espiritual; la carencia de uno de esos dones es evidencia de que la persona no tiene el Espíritu de Dios consigo en tal grado de poder salvarse; no puede llamársele santo ni hijo de Dios, pues todos los santos que constituyen la Iglesia de Cristo han sido bautizados en el mismo Espíritu; y cada uno, sin excepción, es partícipe de algún don espiritual. . .
“No recibe todos los dones cada miembro de la Iglesia, sino que éstos se reparten entre todos según la voluntad y sabiduría del Espíritu. . . A algunos tal vez se les haya conferido todos a fin de que puedan entender y regocijarse en la plenitud de sus manifestaciones, y presidir para la Iglesia para que otros puedan ser beneficiados. Pero los dones espirituales residen en la verdadera Iglesia de Dios, en la iglesia de acuerdo con su fidelidad, circunstancias, actitudes individuales, deseos y llamamientos, a fin de que todos puedan ser instruidos adecuadamente, confirmados, perfeccionados y salvos.” (Masterful Discourses, págs. 539–541.)
Los dones del Espíritu también se mencionan en 1 Corintios 12:1–13 y en Moroni 10:8–18.
Doctrina y Convenios 46:13. ¿Cuál es el don de “saber que Jesucristo es el Hijo de Dios”?
“Este conocimiento ocupa el primer lugar entre los dones especiales, porque se obtiene solamente mediante revelación. Creer que Jesús de Nazaret fue el Ungido, el Mesías, y que fue crucificado por los pecados del mundo, no es lo mismo que saberlo. El conocimiento es un don especial.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 274.)
Comentando el don del conocimiento, el presidente Joseph Fielding Smith aconsejó lo siguiente: “Cuando el Espíritu le habla al espíritu, la marca que queda en el alma es mucho más difícil de borrar. Todo miembro de la Iglesia debe tener impresiones de que Jesús es el Hijo de Dios, indeleblemente dibujada en su alma mediante el testimonio del Espíritu Santo”. (“The First Presidency and the Council of the Twelve”, Improvement Era, dic. de 1964, pág. 979.)
Doctrina y Convenios 46:14. El don de creer en el testimonio de otros
Algunos reciben el don de creer en el testimonio que otros han recibido. Éste don se puede manifestar en las personas que investigan la doctrina de la Iglesia porque, aunque todavía no tienen un testimonio personal, creen en el de los miembros y misioneros. Los niños pueden recibir este don de creer en el testimonio de sus padres hasta que obtengan uno propio. Dicho don sigue al que se menciona en el versículo 13, tal vez porque éste último se refiere al que tienen los profetas y apóstoles de recibir un testimonio especial del Salvador. El don del Espíritu mencionado en el versículo 14 es para los santos en general, a fin de que crean en el testimonio de los siervos de Dios.
Doctrina y Convenios 46:15. El don de conocer las diferencias de ministerios
“Podemos llegar a una respuesta apropiada remitiéndonos al texto griego de 1 Corintios 12:5, donde Pablo aparece hablando del mismo tema. Evidentemente, ‘diversidad de ministerios’ quiere decir una variedad de servicios y ordenanzas mediante los que se efectúa la obra de la Iglesia. En el versículo 15, el Señor parece querer decir que, aunque hay diversidad de servicios y de ministros o representantes, tales como los apóstoles, los sumos sacerdotes, los setentas y otros en la Iglesia, todos dependen del mismo Espíritu y Salvador, que es la cabeza de toda la Iglesia. Quien posee el don, dado por el Espíritu Santo, de reconocer las diferencias de ministerios, es aquel que discierne correctamente los servicios y los medios por los que obra el Señor.” (Spry, Compendium, pág. 196.)
Doctrina y Convenios 46:16. El don de conocer “las diversidades de operaciones”
Hoy día, el mundo está lleno de filósofos y profetas falsos. Éste es el don que el Espíritu posee la habilidad de distinguir entre lo que es del Señor y lo que es del Dios. Para evitar el engaño, se requiere una vigilancia continua y la sujeción del don de discernimiento que nos ha sido otorgado por Dios. De otro modo, aun los electos, según el pacto, podrían caer en el engaño (véase José Smith—Mateo 22; véase también Notas y comentario sobre D. y C. 46:7–8.)
Doctrina y Convenios 46:17. La palabra de sabiduría
Esta frase no se refiere al mandamiento conocido como la Palabra de Sabiduría; más bien, se refiere a la investidura de sabiduría que confiere Dios a los que le piden a Dios, porque Él da abundantemente y sin reprender (véase Santiago 1:5). Este don se ve frecuentemente en los líderes eclesiásticos, tales como presidentes, obispos y en los que sirven de consejeros. Los padres frecuentemente lo reciben a fin de que puedan aconsejar mejor a sus hijos.
Doctrina y Convenios 46:18. El don del conocimiento
El don del conocimiento es una iluminación que se recibe de Dios mediante el estudio y la obediencia. No se trata de un almacenamiento donde se acumula información, sino del conocimiento de todo lo que concierne a Dios, alcanzado mediante la revelación. Por eso se nos ha dicho: “Si pides, recibirás revelación tras revelación, conocimiento sobre conocimiento, a fin de que puedas conocer los misterios y las cosas apelables, aquello que trae gozo, aquello que trae la vida eterna” (D. y C. 42:61).
Doctrina y Convenios 46:23. El don de discernir espíritus
El élder Stephen L. Richards, que fue miembro del Consejo de los Doce y consejero en la Primera Presidencia, explicó que éste don “procede mayormente de una aguda sensibilidad a las impresiones —impresiones espirituales, por así decir—, como si se tratara de leer líneas, detectando el mal oculto, y lo que es más importante, el bien que puede estar igualmente oculto. La clase más elevada de discernimiento es aquella que hace percibir en los demás lo mejor de su disposición, lo bueno que es parte inherente en cada uno, y lo saca a la luz. Es el don que necesita toda persona que trabaje en la obra misional dando lugar al evangelio a la gente. El misionero debe hacer una evaluación de personalidad a todos los que conoce; debe poder discernir la chispa escondida que está lista para ser encendida por la verdad. Este don de discernimiento le evitará errores y malas notas, y nunca dejará de inspirar confianza en la persona que haya sido correctamente evaluada.” (En Conference Report, abril de 1950, pág. 163.)
Doctrina y Convenios 46:24–25. El don de lenguas
Éste es uno de los dones que menos se comprende, y que se presta para ser gran causa de engaño en el mundo. El Señor puede usar el extraordinario método de hablar en lenguas para comunicar en forma concreta un mensaje inusual, o para hacer que se comprendan un idioma extraño, como aconteció el día de Pentecostés (véase Hechos 2:4–12). Sin embargo, la forma más común en que ese don se manifiesta tan a menudo es cuando jóvenes misioneros que aprenden rápidamente un idioma extranjero, que a veces se le toma a la ligera.
Como a menudo se imita y se utiliza este don para engañar, el profeta José Smith advirtió: “No tengáis tanta curiosidad respecto al don de lenguas. No habléis en lenguas a menos que esté presente alguien que interprete. El objeto principal del hablar en lenguas es hablar a los extranjeros, y si una persona está hablando expresiones de locura sin inteligencia, entonces ello es un propósito inútil. Todos los dones de Dios son útiles en su lugar, pero cuando se usan con impropiedad y vanagloria cesa el Espíritu y se vuelve el lenguaje y la pronunciación al hombre.” (Enseñanzas, pág. 301; véase también 1 Corintios 14:1–25.)
Doctrina y Convenios 46:27. El don episcopal y el don de discernir todos los dones
El élder Stephen L. Richards dijo: “El don de discernimiento es esencial para ejercer el liderazgo en la Iglesia. Ningún orden o un obispo ni apóstol ni presidente de estaca sin invocar sobre él esta bendición divina, para que pueda leer la vida y el corazón de su pueblo y sacar lo mejor que hay en cada uno. El don y poder de discernimiento en este mundo de contención entre las fuerzas del bien y el poder del mal es esencial para todos los hijos de Dios.” (En Conference Report, abril de 1950, pág. 163.)
El élder Abraham O. Woodruff, que también fue miembro del Consejo de los Doce, explicó los derechos de un líder del sacerdocio en el uso de este don: “Los santos deben dejarse guiar por el Espíritu de Dios y estar sujetos a los que presiden en las reuniones. Si el obispo, que es un juez común en Israel, le dice a una persona que se refrene de usar este don, o cualquier otro, es deber de esa persona hacer lo que se le dice. El obispo tiene el derecho de gozar del don de discernimiento, por el que puede decir si estos espíritus son de Dios o no, y si no lo son, no deben tener lugar en las congregaciones de los santos. Ninguna persona tiene el derecho de criticar al obispo porque restrinja su campo de acción en estos asuntos. Él es el responsable, y mientras preside, tiene el privilegio de decir qué se hará”. (En Conference Report, abril de 1901, pág. 12.)
Doctrina y Convenios 46:28–33. “El que pidiere en el Espíritu, recibirá en el Espíritu”
Los dones del Espíritu están al alcance de todos los que estén dispuestos a pagar el precio, el cual incluye entrar en un pacto con el Señor, obedecer los mandamientos y buscar sinceramente la perfección. Los dones serán mayores para aquellos que los busquen con más afán, pero están al alcance de todos: del misionero que necesita ayuda para aprender un idioma extranjero, del hombre cuyo temperamento frecuentemente lo priva de la mejor de su personalidad, de la pareja que busca ayuda para criar a sus hijos. El presidente George Q. Cannon escribió lo siguiente:
“¿Cuántos de vosotros. . . estáis buscando estos dones que Dios ha prometido otorgar? ¿Cuántos, al iniciaros en vuestro Padre Celestial en la oración familiar o en vuestros lugares secretos, lucháis por obtener estos dones? ¿Cuántos del Padre, en el nombre de Jesús, que os manifiesta a través de esos poderes y dones? ¿O pasáis el tiempo en vano, permitiendo que se abrev y se cierren, sin experimentar ningún sentimiento, sin ejercer la alguna para lograrlos? Os contentáis con abrazados y ser miembros de la Iglesia y con quedaros en ese punto, pensando que vuestra salvación está asegurada porque lo habéis hecho?
“. . . Si alguno de nosotros es imperfecto, es nuestro deber orar por el don que nos hará perfectos. ¿Que sois torpe y un imperfecto? ¡Estáis torpe y el ansia! ¿Y qué mal es del respecto? Orar a Dios pidiéndole que mejore esa habilidad; que corregirá esas deficiencias. Si soy un hombre airado, mi enojo puede ser dominado, la cual lo hace mejor por la caridad, la cual lo hace mejor por la caridad. Si soy un hombre airado, mi enojo puede ser dominado, la cual lo hace mejor por la caridad, la cual lo hace mejor por la caridad, la cual lo hace mejor por la caridad, la cual lo hace mejor por la caridad, la cual lo hace mejor por la caridad, la cual lo hace mejor por la caridad, la cual lo hace mejor por la caridad.” (Millennial Star, abril de 1894, págs. 260–261.)
El Señor ha bosquejado la forma en la que podemos recibir todos esos dones, y ésta se encuentra en los versículos finales de la sección 46:
- Leamos el versículo 28. ¿Qué se debe hacer para recibir estos dones? ¿Debemos pedir dones determinados?
- Leamos el versículo 30. ¿Cómo se debe pedir? (Véase también Helamán 10:5.)
- Leamos el versículo 31. ¿En nombre de quién y mediante qué poder se reciben estos dones?
- Leamos el versículo 32. ¿Qué debemos hacer constantemente?
- Leamos el versículo 33. ¿Qué debemos practicar diariamente?
Sección 47
La importancia de los registros de la Iglesia
Antecedentes históricos
Desde el principio del mundo, el Señor ha mandado a su pueblo llevar registros detallando para ellos y su posteridad “cuán grandes cosas el Señor ha hecho por sus padres” (véase la portada del Libro de Mormón). Adán llevaba un libro de memorias escrito mediante el espíritu de inspiración (véase Moisés 6:5). Enoc llevó una historia de su pueblo de acuerdo con el modelo que Dios le había dado (véase Moisés 6:46). Lehi envió a sus hijos a Jerusalén para obtener la genealogía de sus antepasados (véase 1 Nefi 3:2–4). Nefi llevó dos historias de su pueblo, una secular y la otra religiosa (véase 1 Nefi 9:1–6).
Del mismo modo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, el profeta José Smith “recibió el mandamiento del Señor de escribir una historia de la Iglesia y mantenerla al día. Oliverio Cowdery y otros fueron llamados para ayudar en esta importante tarea. John Whitmer, que previamente había servido como secretario del Profeta en Fayette, Nueva York, fue invitado posteriormente a escribir la historia oficial de la Iglesia. Su reacción ante el llamamiento fue, según el mismo cuenta, bastante negativa. Sin embargo, dijo: ‘Que se haga la voluntad del Señor, y si Él lo desea, me gustaría que lo manifestara a través de José el Vidente’ (History of the Church, 1:166). En consecuencia, el 8 de marzo de 1831, en Kirtland, el Profeta consultó al Señor y recibió la revelación que se conoce hoy como la sección 47.”
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 47:1. ¿Qué sucedió con la historia que escribió John Whitmer?
La historia de la Iglesia que escribió John Whitmer es un simple bosquejo de los acontecimientos que transcurrieron entre 1831 y 1838. Su obra está compuesta por ciento y cinco páginas, en las que incluyó muchas de las revelaciones que recibió el profeta José Smith. Posteriormente, Whitmer se apartó de la Iglesia y llevó consigo esa historia. En 1893, muchos años después de su muerte, la Iglesia obtuvo una copia de la obra.
Doctrina y Convenios 47:1. ¿Por qué es tan importante guardar registros históricos fidedignos?
El profeta José Smith dijo en cuanto al valor de los registros fidedignos:
“Es un hecho que si yo tuviese hoy en mi posesión todas las decisiones que se han tomado sobre asuntos importantes de doctrina y deberes desde que empezó esta obra, no las perdería por ninguna cantidad de dinero; pero no hemos tenido cuidado de levantar actas de estas cosas, creyendo, tal vez, que no nos beneficiarían más tarde. Si hoy las tuviéramos, se podría decidir casi cualquier punto de doctrina que se hubiera en duda. Pero ha habido negligencia en esto, y ahora no podemos dar testimonio a la Iglesia y al mundo de las grandes y gloriosas manifestaciones que se nos han comunicado, con ese poder y autoridad con que podríamos hacerlo si hoy tuviésemos estas cosas para publicarlas.
“En vista de que ahora han sido escogidos los Doce, deseo indicarles el camino que pueden seguir, para que sean beneficiados en lo futuro, de acuerdo con una luz que hoy no perciben. Si cada vez que se reúnan, nombran a una persona para que los presida durante la junta, y uno más para que levante un acta de lo que traten, así como de las decisiones que se tomen respecto de cualquier pregunta o asunto, sea cual fuere, escribirse dicha acta, la cual permanecerá para siempre en el cielo y será un punto de convenio o doctrina. Uno de estos puntos que quede resuelto de esa manera quizá en aquel momento parezca tener poca o ninguna importancia, mas si fueran publicados y uno de vosotros en días futuros lo leyere, veréis que es de valor inestimable, no sólo para vuestros hermanos, sino que será un banquete para vuestras almas.
“He aquí otro asunto importante. Si os juntáis de cuando en cuando y discutís los asuntos importantes y los resolvéis, y entonces pasáis por alto anotarlos, con el tiempo os veréis en circunstancias de las cuales con dificultad podréis salir, porque el ver los hallará en situación tal que no podréis ejercer vuestra fe con suficiente fuerza o poder para lograr la información deseada, o quizá por no haber escrito estas cosas cuando Dios las había revelado, no considerándolas de suficiente valor, el Espíritu tal vez se apartará, y Dios podrá airarse, y queda perdido un vasto conocimiento de infinita importancia.” (Enseñanzas, págs. 80–81.)
Doctrina y Convenios 47:3. ¿Qué papel tuvo Oliverio Cowdery con respecto a los registros históricos?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó: “Los registros más antiguos de la Iglesia [en esta dispensación] son de la pluma de Oliverio Cowdery. En las primeras conferencias de la Iglesia, él generalmente servía de escribiente e historiador. Estas actas y puntos de doctrina están anotadas en libros manuscritos que actualmente se encuentran archivados en la Oficina del Historiador, y son de un valor incalculable. Posteriormente, en febrero de 1831, Cowdery fue relevado de esta responsabilidad y John Whitmer fue llamado para que “conserve una historia sistemática, y que colabore contigo, mi siervo José, transcribiendo todas las cosas que le serán impartidas”, dijo el Señor, “hasta que se le llame a otros deberes” [véase el vers. 1]. Sin embargo, después de esto, Oliverio Cowdery todavía siguió tomando actas de reuniones y anotando hechos históricos”. (Church History and Modern Revelation, 1:106.)
Sección 48
Ohio: Residencia temporal
Antecedentes históricos
“Sión!” El solo nombre despertaba emociones en los primeros santos. Pero, ¿dónde se iba a levantar la ciudad de la Nueva Jerusalén? Parece que en 1831 muchos de los santos pensaban que el mandamiento de mudarse a Ohio era indicación de que la Nueva Jerusalén se edificaría allí. John Whitmer habló de esa idea al escribir: “Se acercaba el momento en que los hermanos provenientes del estado de Nueva York llegaría a Kirtland, Ohio. Y algunos suponían que aquel era el lugar de congregación, el lugar de la Nueva Jerusalén que se menciona en el Libro de Mormón, según las visiones y revelaciones recibidas en los últimos días.” (“Church History”, Journal of History, enero de 1908, pág. 53.)
El espíritu de congregación o recogimiento mensajero se había derramado sobre los santos. Sin embargo, la idea de congregarse en Ohio hizo levantar muchas interrogantes. ¿Dónde se alojarían los que fueran llegando? ¿Se debían comprar tierras para ellos o se les prestarían? ¿Se prepararían para quedarse en Ohio permanentemente? En respuesta a estas preguntas y a otras relacionadas con ellas, el Señor dio al Profeta la revelación que hoy conocemos como la sección 48.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 48:1, 3. ¿Cuánto tiempo se quedarían los santos en Ohio?
El Señor utiliza las frases “por ahora”, “por lo pronto”, y “por el momento” en esta sección, indicando al usar Ohio sería solamente una sede de carácter temporal para la Iglesia.
Doctrina y Convenios 48:4. ¿A qué ciudad se hace referencia aquí?
Se refiere a la Nueva Jerusalén, la cual va a ser edificada mediante el sacrificio y consagración de los santos. Los miembros de la Iglesia habían aprendido sobre la mencionada ciudad en Éter 13:3–8 y en dos revelaciones que había recibido José Smith en años anteriormente (véase D. y C. 28:9; 42:6–9). El lugar exacto de la ciudad no se había revelado todavía en aquel momento de la historia de la Iglesia (véase D. y C. 48:5). Tres meses después de recibirse la sección 48, el Señor indicó que Misuri era el lugar de recogimiento (véase D. y C. 52:2–3), pero hasta julio de 1831, no reveló que el condado de Jackson fuera el sitio mismo de la ciudad (véase D. y C. 57:1–3).
Doctrina y Convenios 48:5–6. ¿Quién dirigirá la congregación de los santos en la Nueva Jerusalén?
La Primera Presidencia de la Iglesia tiene las llaves de la congregación en la Nueva Jerusalén. El presidente Harold B. Lee recalcó este punto cuando expresó: “Claramente, el Señor ha dejado en manos de los dirigentes de la Iglesia la responsabilidad de dirigir la obra de la congregación de los santos, y a ellos les revelará su voluntad sobre la manera y el lugar en que se llevará a cabo dicha congregación. Por ese motivo, sería conveniente que antes de que nos sobrevengan los terribles acontecimientos relacionados con el cumplimiento de todas las promesas y predicciones de Dios, los santos de todo el mundo se prepararan y anhelosamente esperaran la instrucción que recibirán de la Primera Presidencia de esta Iglesia en cuanto al lugar en donde serán congregados. No deben sentirse confusos, sino que deben esperar a que esta instrucción sea revelada por el Señor a la debida autoridad” (Ye Are the Light of the World, pág. 167).
Doctrina y Convenios 48:6. “Cada hombre según su familia”
Los registros de la iglesia no indican quién tuvo la responsabilidad de adjudicar parcelas en Sión en ese período; por otra parte, hasta ese entonces la Iglesia no tenía una Primera Presidencia oficialmente organizada.
Sección 49
La prédica del evangelio a los tembladores
Antecedentes históricos
No lejos de Kirtland, Ohio, donde estaba la cabecera de la Iglesia, había un grupo religioso conocido como los tembladores. La secta se había originado en la de los cuáqueros, cuando una inglesa llamada Ann Lee se convirtió a esta última, fundando más tarde la de los tembladores. Estos llevaban ese nombre por dos razones: porque el fundador de la secta original (los cuáqueros o Sociedad de los Amigos) acostumbraba a amonestarles diciéndoles que debían “temblar con el temor de Dios”, y porque sus costumbres y manera de vivir eran pacíficas a la base de ellos y en su forma de adorar temblaban para expresar sus emociones (la palabra “cuáquero” viene del inglés quaker, que significa “temblón o temblón”). La sociedad tuvo su origen en Inglaterra, a fines del siglo dieciocho. Ann Lee, su fundadora, emigró a los Estados Unidos con algunos seguidores poco después de 1800. Asentados en Ohio, vivían en la misma zona en que estaban los santos, y en razón de esto que el contacto entre los dos grupos sólo era cuestión de tiempo. Uno de los tembladores, Leman Copley, se había unido a la Iglesia, pero conservaba muchas de sus antiguas creencias. Aun así, se prestó a enseñar a sus amigos de su antigua secta. Preocupado, el Profeta consultó al Señor en cuanto a la predicación que se encuentra en la sección 49.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 49:2. “Desean conocer la verdad… pero no toda”
Frecuentemente, la gente está dispuesta a aceptar parte del evangelio, pero no todo. Algunos se disponen a aceptar las reuniones dominicales, pero rechazan el diezmo; otros están dispuestos a obedecer la Palabra de Sabiduría, pero aprueban la inmoralidad. Cuando el mensaje de la Restauración fue presentado a los tembladores, ellos aceptaron lo que era compatible con sus creencias y rechazaron lo que no era.
Doctrina y Convenios 49:4. ¿Cuáles eran algunas de las creencias de los tembladores que Leman Copley debía abandonar?
En su obra de comentarios sobre Doctrina y Convenios, Sperry da un resumen bastante completo de las creencias de la mencionada secta:
“Las creencias más importantes que forman la doctrina de los tembladores pueden describirse así:
- La Deidad posee una naturaleza doble: Dios tiene forma de mujer a la vez. El principio masculino, o sea, Cristo, vino a la tierra personificado en Jesús, hijo de un carpintero judío. El principio femenino está representado en la ‘Madre Ann’ [se refiere a Ann Lee, fundadora de la secta], y en ella se cumplió la promesa de la segunda venida de nuestro Señor. A propósito, los tembladores creen que hasta los ángeles y los espíritus poseen ambos sexos.
- El celibato. Se puede decir que, aunque no condenan ni se oponen al casamiento, sostienen que manteniéndose solteros hay mayor posibilidad de alcanzar un grado superior de existencia para lograr el cual la virginidad es un requisito imprescindible.
- La confesión pública de los pecados.
- Los bienes en común.
- La separación del mundo, por la cual la ostentación, el lujo y la propiedad privada se considerarían pecaminosas y anticristianas.
- El pacifismo.
- La igualdad de los sexos.
- La consagración al trabajo.
- La revelación continua.
- Las ordenanzas externas, ‘especialmente el bautismo y la Santa Cena, que habían cambiado en la época apostólica’.” (Burder, History of All Religions, pág. 502.)
- El reino de Cristo en la tierra comenzó con el establecimiento de la iglesia de los tembladores. Desde los días de los Apóstoles, el Señor no había enviado a nadie a predicar hasta que los tembladores fueron levantados para llamar a los electos en una dispensación nueva.
- Los principios de la Trinidad, la expiación vicaria y la resurrección del cuerpo son falsos.
- La enfermedad es un pecado contra Dios.
- La abstinencia del uso de carne (entre ambos grupos, por lo menos).” (Compendium, págs. 204–206.)
Doctrina y Convenios 49:6. “Reinará hasta que descienda a la tierra”
Los tembladores no creían que Cristo fuera divino, y por lo tanto, no esperaban su segunda venida. Lo que esperaban era el retorno del “espíritu de Cristo”, un espíritu que llenaría a su líder para hacer que fuera espiritual y no carnal. Creían que sólo cuatro personas habían recibido ese espíritu en su plenitud: Adán, Abraham, Cristo y Ann Lee.
Doctrina y Convenios 49:8. ¿A qué “hombres santos” ha reservado Dios para sí?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó que hay hombres “sin pecado y reservados por el Señor, que son personas que han sido trasladadas, como Juan el Revelador y los Tres Nefitas que no pertenecen a esta generación y, sin embargo, tienen un cuerpo y están en la tierra llevando a cabo un ministerio especial hasta la venida de Jesucristo”. (Church History and Modern Revelation, 1:209.)
Doctrina y Convenios 49:9–10. ¿Cumplieron los misioneros llamados el mandato del Señor de ir y predicar a los tembladores?
John Whitmer escribió que Sidney Rigdon, Parley P. Pratt y Leman Copley “fueron y proclamaron el evangelio de acuerdo con la revelación que habían recibido, pero los tembladores no escucharon sus palabras y no lo recibieron entonces, pues están sujetos a la Tradición y superstición; y así se dejan desviar con vanas y locas imaginaciones”. (History of the Church, 1:169.)
Sidney Rigdon había vivido cerca de los tembladores en North Union durante muchos años y conocía muy bien a los líderes de aquella sociedad, así como también estaba al tanto de la doctrina que enseñaban. Parley P. Pratt tenía muchos parientes que eran tembladores, y él también había sido uno de los primeros misioneros en acercarse al grupo de North Union.
Los tres misioneros llegaron a North Union un sábado de noche y se les permitió presentar una larga exposición del evangelio. Luego de pernoctar, hablaron a la mañana siguiente en las reuniones corrientes del domingo. Como parte de su discurso, Sidney Rigdon leyó la revelación que ellos habían recibido, e inmediatamente fue rechazado por el líder de la congregación; todos los demás presentes estuvieron de acuerdo con su dirigente, y los misioneros se retiraron.
Doctrina y Convenios 49:10–14. La importancia de los primeros principios y ordenanzas del evangelio
Como los tembladores rechazaban el bautismo pero creían en los dones del Espíritu, el Señor mandó a los misioneros para que les enseñaran la importancia de la fe en Él, del arrepentimiento, el bautismo y el don del Espíritu Santo. De acuerdo con el pasaje de 2 Nefi 31:17, el don del Espíritu Santo se recibe solamente después de que se ha entrado por la puerta del arrepentimiento y del bautismo. El profeta José Smith enseñó que únicamente aquellos que han recibido el don del Espíritu Santo pueden recibir también los verdaderos dones del Espíritu: “Creemos que en la actualidad se disfruta del don del Espíritu Santo tan ampliamente como en los días de los Apóstoles; creemos que [el don del Espíritu Santo] es necesario para consolar y organizar el sacerdocio, y que sin él nadie puede ser llamado a ocupar puesto alguno en el ministerio; también creemos en profecías, en lenguas, en visiones, revelaciones, dones y sanidades, y que no se pueden recibir estas cosas sin el don del Espíritu Santo” (Enseñanzas, pág. 295).
Pedro enseñó el mismo principio en el día de Pentecostés (véase Hechos 2:37–38).
Doctrina y Convenios 49:15. Los tembladores creían que el celibato constituía un tipo de vida cristiana más elevado
El presidente Spencer W. Kimball dio testimonio en cuanto a la importancia del casamiento: “En los revistas, frecuentemente vemos artículos respecto a esta revolución antimatrimonio. . . Digo otra vez: El casamiento es honorable; es un plan de Dios. No es una cuestión de antojo, opinión o preferencia; es un deber.” (“Marriage Is Honorable”, Speeches of the Year, 1973 [Provo: Brigham Young University Press, 1974], pág. 261.)
El presidente Joseph Fielding Smith explicó la razón por la que se mencionó el casamiento en esta revelación: “El Señor hizo esta declaración con respecto al casamiento para corregir la doctrina falsa que sostenían los tembladores de que el casamiento era impuro y de que un verdadero seguidor de Jesucristo debe permanecer en condición de celibato a fin de disfrutar del paz y en plena hermandad con Él”. (Church History and Modern Revelation, 1:209.)
Doctrina y Convenios 49:16–17. ¿Cuál fue el “deber” o razón principal de la creación de la tierra?
El Señor creó la tierra como habitación para sus hijos espirituales durante el período de probación mortal de éstos. El casamiento y la procreación son sumamente importantes para llevar a cabo los propósitos de Dios. Veamos lo que dijo el presidente Joseph Fielding Smith:
“Los habitantes de esta tierra vivían todos en espíritu antes de venir a ella. De acuerdo con los fundamentos, la tierra fue planificada para servir de morada a los espíritus que guardaron su primer estado, y todos los que estaban en esas condiciones debían venir aquí y recibir sus tabernáculos de carne y huesos, esto de acuerdo con el número, o ‘medida’, del hombre, conforme a su creación antes de que el mundo fuese hecho. (Compárese con Deuteronomio 32:8–9.) . . .
“Si se obedece el mandamiento de multiplicarse, los matrimonios y la familia serán en obediencia a los mandamientos que recibieron Adán y Eva, y posteriormente Noé. Y hasta que todo espíritu sellado para recibir un cuerpo en este mundo haya tenido ese privilegio. Quienes enseñen el celibato y consideren al casamiento como pecaminoso están en oposición a la palabra y el mandamiento del Señor. Tal doctrina proviene de una fuente maligna y busca desbaratar el plan de redención e impedir que vengan al mundo los espíritus que guardaron su primer estado. Satanás se esfuerza en toda forma que le es posible con todo su poder por destruir la obra del Señor. Él tiene el propósito de aniquilar las almas de los hombres y piensa que lo alcanzará si puede impedirles tener un cuerpo enseñando que el casamiento es pecaminoso, o que los matrimonios no deben tener hijos. Todos los que escuchen sus persuasiones y pongan en práctica sus ideas corruptas serán condenados cuando comparezcan ante el trono de Dios.” (Church History and Modern Revelation, 1:209–210.)
Doctrina y Convenios 49:18–21. “Y áfue de aquel que vierte sangre, o desperdicia carne, no teniendo necesidad”
En estos versículos, el Señor puso en conocimiento de los tembladores que Él había dispuesto ciertos elementos para consumo del hombre; además, incluyó una advertencia en el versículo 21. Hablando en cuanto a la intención que los hombres deben tener cuando cazan animales o aves, el presidente Spencer W. Kimball dijo:
“Ahora bien, refiriéndome a mis propios sentimientos relacionados con el innecesario derrame de sangre y la destrucción de la vida de estas indefensas criaturas. Creo que todo corazón debería sentirse profundamente conmovido por estos sentimientos expresados por un profeta. . .
“El presidente Joseph F. Smith dijo: ‘No creo que ninguna persona tenga derecho a matar animales o pájaros, a menos que los necesite para alimento. No debemos matar animales inocentes que no sean necesarios como alimento para el hombre. Creo que es malvada esta sed que algunas personas tienen en el alma por matar casi todo lo que posee vida. Esto está mal, y mucho me ha sorprendido ver a hombres prominentes cuyas mismas almas parecían estar ávidas de derramar sangre de inocentes animales’.” (“Vivamos de acuerdo con estos principios”, Liahona, feb. de 1979, págs. 60–61.)
Doctrina y Convenios 49:22–23. “El Hijo del Hombre no viene en forma de mujer”
Los versículos finales de esta sección se enfocan directamente en las creencias erróneas que sostenían los tembladores respecto a la segunda venida de Cristo (véase Notas y comentario sobre el vers. 7). En el versículo 22 se rechaza la idea de que en el “espíritu de Cristo” se hubiera reencarnado en Ann Lee, y en los versículos 23–25 se explican algunos de los hechos que deben preceder a la aparición futura del Señor. Las Escrituras dejan muy claramente que Cristo retornará en gran gloria a su templo (véase Malaquías 3:1–3).
Doctrina y Convenios 49:24–25. ¿Qué tienen de profético estos versículos?
A fin de que los tembladores supieran lo que ocurriría en este continente antes de la segunda venida del Señor, se dieron dos profecías en esta revelación. Ellas dan testimonio de la llave profética que poseía José Smith.
La primera establece que Jacob (dando a entender que se trata del Israel moderno) “prosperará en el desierto” y “florecerá en los collados” (vers. 24–25). Esta profecía se cumplió cuando los santos fueron obligados a salir de Nauvoo, Illinois, y se establecieron en las Montañas Rocosas. La segunda profecía es que “los lamanitas florecerán como la rosa” (vers. 24). Hoy día, es cada vez mayor el número de personas de ascendencia lamanita que se unen a la Iglesia y que florecen bajo los rayos vivificantes del evangelio.
Sección 50
“Lo que no edifica es de Dios”
Antecedentes históricos
En el transcurso de todas las dispensaciones, épocas en las que el evangelio ha estado en la tierra para bendecir a los hijos de Dios, Satanás ha ideado varios métodos para imitar la forma de revelar. Uno de los métodos que utiliza es engañar a los hombres con experiencias que son difíciles de entender, técnica especialmente evidente en los primeros tiempos de la Restauración. El Profeta comentó:
“Pero después de ser establecido el evangelio en Kirtland, y durante la ausencia de las autoridades de la Iglesia, se insinuaron muchos espíritus falsos, se vieron muchas visiones extrañas y se predicaron desacertadas y obstinadas ideas. Bajo la influencia de este espíritu, los hombres salían corriendo, y algunos se subían a los troncos de los árboles y se ponían a gritar y a darse toda clase de extravagancias. Un hombre echó a correr tras una pelota que, según él, había sido volar por el aire; llegó a un precipicio, y sólo se salvó de morir porque cayó en la copa de un árbol. Se hicieron muchas cosas ridículas que tenían por objeto avergonzar a la Iglesia de Dios, causar que se retirase de ella el Espíritu de Dios, y desarraigar y destruir aquellos principios gloriosos que se habían desarrollado para la salvación de la familia humana.” (History of the Church, 4:580.)
John Whitmer, describiendo las excesivas desviaciones espirituales que había visto en aquellos días, escribió: “Algunos tuvieron visiones y no podían decir de qué habían visto; otros imaginaban que tenían la espada de Labán y que la desenvainarían con presteza. . . Otros se tiraban al suelo y reptaban como una serpiente, con lo cual decían representar el acto de ir a las almas en cadenas, o redimirlas del enemigo. Y hacían muchas otras cosas que no tenían objeto mencionado. Así el diablo cegaba los ojos de algunos discípulos buenos y honestos. Resultó todo esto para demostrar cuán ignorantes y carentes de discernimiento son, y cuán fácilmente se deja desviar el género humano, a pesar de las cosas de Dios que están ciertas en cuanto a su reino” (Church History, Journal of History, enero de 1908, pág. 55).
El élder Parley P. Pratt también fue testigo de estas operaciones fuera de lo común:
“Todas estas cosas eran nuevas y extrañas para mí, y se habían originado en la Iglesia durante la ausencia del presidente José Smith y antes de la llegada de Enoc y Kirtland.
“Conscientes de nuestra debilidad e inexperiencia, y por temor de errar, pedí un poco de conocimiento al fenómeno espiritual, John Murdock, varios otros élderes y yo nos dirigimos a José Smith para pedirle que consultara al Señor con respecto a esos espíritus y manifestaciones.” (Autobiography of Parley P. Pratt, págs. 61–62.)
La sección 50 fue la respuesta que recibieron a esa consulta.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 50:2–9. Satanás busca engañar a los hombres mediante manifestaciones falsas
El profeta José Smith observó lo siguiente: “El diablo tiene gran poder para engañar; puede transformar las cosas de tal manera que uno se asombra de aquellos que están cumpliendo con la voluntad de Dios” (Enseñanzas, págs. 276–277). Los Santos de los Últimos Días deben tener en cuenta el consejo del Señor si es que quieren escapar de los engaños de Satanás: “Cuídese cada hombre, no sea que haga lo que no es recto y verdadero ante mí” (vers. 9).
El presidente Joseph Fielding Smith enseñó que muchas manifestaciones son de Satanás:
“Desde la época de la caída del hombre hasta el presente, Satanás y sus seguidores, que fueron expulsados de los cielos, han estado engañando a la raza humana. Hoy día, como en el principio, Lucifer dice: ‘Yo también soy un hijo de Dios . . . aunque no lo creáis’; y hoy día los hombres no creen por la misma razón que tuvieron para no creer en el principio. El Señor enseñó que algunos mandamientos son de los hombres (véase D. y C. 46:7). Otros son de los demonios, pero también se manifiestan a través de las actividades de los hombres. . . Esos espíritus falsos se presentan en distintas formas y en todas partes. Algunas de las formas más prominentes y prevalecientes de manifestaciones falsas son la imitación del don de lenguas y del fervor religioso, particularmente entre aquellos que en las reuniones de adoradores caen en trances, gritan, cantan y oran en forma desordenada, a veces andando de boca en boca y contorsionando el cuerpo.” (Church History and Modern Revelation, 1:200.)
Doctrina y Convenios 50:10–12. “Razonemos así como un hombre con su prójimo”
El Señor razona con las personas tal cual ellas mismas razonan entre sí. Su propósito al hacerlo es ayudarlas a comprender los principios que Él enseña, y también a que reconozcan el orden de Sus procedimientos. Isaías registró palabras semejantes al principio de su libro: “Venid luego, dice Jehová, y razonemos juntos” (Isaías 1:18). El Señor también dijo: “Y de nuevo te será dado el conocimiento por el Espíritu Santo; sí, por el poder del Espíritu Santo podrás hablar y enseñar todas las cosas convenientemente” (D. y C. 1:24; véase también Isaías 1:18).
Doctrina y Convenios 50:13–21. ¿En qué forma puede uno discernir y desenmascarar a los espíritus inmundos?
En los primeros tiempos de la Iglesia, algunos de los santos cayeron víctima de excesivas demostraciones espirituales, y las “recibisteis como si fueran de Dios” (vers. 15). El Señor indicó que no podía justificarse esa actitud. El profeta José Smith explicó la forma en que las personas justas pueden diferenciar entre los fenómenos espirituales buenos y los malos:
“Uno de los grandes males es que los hombres ignoran la naturaleza de los espíritus: su poder, leyes, gobierno, inteligencia, etc., y cuando se manifiestan sólo que parece poder, revelación o inteligencia, suponen que debe ser de Dios. . .
“¿O quién puede sacar a la luz del día y descubrir los misterios ocultos de los espíritus falsos que tan frecuentemente se manifiestan entre los Santos de los Últimos Días? Respondemos que ningún hombre puede hacerlo sin el sacerdocio, y sin tener conocimiento de las leyes por las cuales son gobernados los espíritus; porque así como ningún hombre conoce las cosas de Dios sino por el Espíritu de Dios, en igual manera ninguno conoce el espíritu del diablo, ni su poder o influencia, si no posee una inteligencia superior a la humana, y le son reveladas por medio del sacerdocio, las misteriosas operaciones de las asechanzas del demonio; nadie puede discernirlo sin conocer la forma angélica, la santa mirada y armiol, el celo que frecuentemente manifiesta por la gloria de Dios, junto con el espíritu profético, la influencia graciosa, la apariencia piadosa y la ropa santa que son tan típicos de su manera de proceder y sus misteriosos serpenteos.
“El hombre debe tener el don del discernimiento de espíritus antes de poder sacar a la luz del día esta influencia infernal y descubrirla al mundo en todo su aspecto diabólico, hórrido. . .
“La gran dificultad estriba en que se ignora la naturaleza de los espíritus, las leyes mediante las que son gobernados y las reglas por las cuales se pueden conocer. . . es preciso al Espíritu de Dios para conocer las cosas de Dios, y . . . el espíritu del diablo puede ser desenmascarado solamente por ese medio.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 246–249.)
Doctrina y Convenios 50:22–24. ¿Cómo se determina lo que es de Dios y lo que es de Satanás?
Todo lo que proviene de Dios edifica, esto es, apoya espiritualmente al hombre y lo eleva hacia una vida mejor; además, lo acerca a su Padre Celestial. Lo que proviene de Satanás tiene el efecto contrario: No origina ningún desarrollo espiritual, no aumenta la comprensión, ni se propaga rectitud alguna. El Profeta insistió sobre este tema:
“Con frecuencia se ve. . . un espíritu que los obliga a acosarse, y durante un pequeño espacio suspende enteramente todo movimiento; lo tienen por el poder de Dios y lo consideran una manifestación gloriosa de Él; pero ¿en manifestación de qué? ¿Se comunica inteligencia? ¿Se abren las cortinas de los cielos, o se revelan los propósitos de Dios? ¿Han visto un ángel y conversado con él; o han visto las glorias futuras? No: ni un solo vestigio ha permanecido en sostén animando, ha quedado suspensa la operación de su espíritu y toda la gloria de género de alarido, o alguna otra expresión incoherente; sin embargo, ‘han tenido el poder’.
“El cuáquero temblador gira sobre sus pies, movido por una agencia o espíritu sobrenatural, y piensa que está dominado por el Espíritu de Dios; y el saltaador brinca y se pone a decir toda clase de extravagancias. El metodista primitivo lanza gritos bajo la influencia de ese espíritu, hasta herir los cielos con su clamor; mientras que los cuáqueros. . . bajo la influencia, según ellos piensan, del Espíritu de Dios, se quedan sentados quietos y no dicen nada. ¿Es Dios el autor de todo esto? Si no de todo ¿qué es lo que Él reconoce? Seguramente esta masa heterogénea de confusión jamás podría entrar en el reino de los cielos.” (Enseñanzas, págs. 246–247.)
El presidente Joseph Fielding Smith escribió: “No hay dicho que contenga verdad más grande que el que reza: ‘Lo que no edifica no es de Dios.’ Y lo que no es de Dios es tinieblas, ya sea que se manifieste en la forma de religión, de ética, de filosofía o de revelación. Toda revelación de Dios ha de edificar al hombre” (Church History and Modern Revelation, 1:201–202).
Doctrina y Convenios 50:25–28. ¿En qué forma puede el hombre llegar a poseer “todas las cosas”?
Aquellos que se esfuercen por obedecer los mandamientos del Señor llegarán a ser coherederos con Jesucristo y heredarán todo lo que el Padre tiene para dar (véase Romanos 8:17; D. y C. 84:38). Pero “ningún hombre posee todas las cosas, a menos que sea purificado y limpiado de todo pecado” (vers. 28).
De manera que la clave de la vida eterna consiste en obedecer los consejos del Señor y permanecer limpios:
“Creemos que Dios se dignó hablar desde los cielos y declaró su voluntad concerniente a la familia humana, para darle leyes justas y santas, reglamentar su conducta y llevarlos por un camino directo, a fin de que en el debido tiempo pudiesen tornarlos para sí mismo y hacerlos coherederos con su Hijo. . .
“De manera que tenemos aquí ante nosotros esta parte de nuestro tema para considerar: Dios tiene un diseño en su propio seno, un período o tiempo en que traerá a su reposo celestial a todos sus súbditos que hayan obedecido su voz y guardado sus mandamientos. El hombre no puede ser salvo excepto en las condiciones del designio, leyes y orden de Dios, y en conformidad con las leyes de este reino, de una preparación antes que pueda entrar en él y disfrutar de sus bendiciones.
“Por ese motivo, Dios ha dado ciertas leyes a la familia humana que son suficientes, si se observan, para prepararlos, a fin de heredar este reposo.” (Enseñanzas, págs. 57–58.)
Doctrina y Convenios 50:29–30. “Os será indicado lo que habéis de pedir”
Los que son puros ante el Señor pueden orar con confianza y esperar la respuesta justa a su petición; lo que piden, si es conforme a los designios del Señor, les será concedido (véase D. y C. 88:64). “Mas sabed esto, que os será indicado lo que debéis pedir” (vers. 30). Las personas deben orar pidiendo lo que sea razonable y esté de acuerdo con el deseo y la voluntad del Señor. Si son justos, gozarán del Espíritu de Dios, y se les indicará lo que pueden pedir porque estarán “llenos de anhelo” (3 Nefi 19:24). Desearán lo que sea la voluntad del Señor otorgarles, y ése será el contenido de su oración.
Doctrina y Convenios 50:31–35. Una clave para tener discernimiento
Estos son de los versículos más importantes de esta sección. Cuando una persona tiene que enfrentarse con un espíritu maligno que no puede comprender, o con alguien que tenga gran poder espiritual pero cuyo punto de vista le despierte dudas, se le indica que debe preguntar a Dios, en el nombre de Jesucristo, si se trata de un espíritu bueno o maligno. Si la oración revela que tal persona no es de Dios, el “poder sobre ese espíritu” sólo puede provenir de Dios. Uno no puede controlar ni conquistar el mal mediante sus propios medios, pero Dios puede dar el debido poder para hacerlo (véase el vers. 32). Es preciso que se reconozca la intervención del Señor (véase el vers. 34), pues es Él quien da el poder mediante el cual se puede discernir a mensajeros, derrotar el mal, vencer las tentaciones o abandonar los hábitos perniciosos. El comentario final que el Señor hace en estos versículos es que “el poder” está al alcance de los justos “para vencer todas las cosas que de él no son ordenadas” (vers. 35).
Para encontrar un comentario detallado sobre el principio del discernimiento y la manera de evitar el engaño, véase la Explicación J, en el Apéndice.
Doctrina y Convenios 50:40–43. “Ninguno de los que el Padre me ha dado se perderá”
El élder Mariner W. Merrill, que fue miembro del Consejo de los Doce, tomó estas palabras de salvación y consejo y las aplicó a la familia:
“Si damos prioridad a nuestras obligaciones para con la Iglesia, entonces tenemos una buena probabilidad de permanecer en la Iglesia y conservar la hermandad entre nosotros. Y si hay hermandad entre nosotros, tendremos fraternidad con el Espíritu del Señor, el cual nos dirigirá en todas nuestras sendas, y seremos preservados en la verdad con nuestra familia. Algunos miembros de nuestra familia tal vez anden descarriados; no actúan como nos gustaría que actuaran. ¿No sucede esto en muchas familias? Esos son los hijos cuyo comportamiento disgusta a sus padres. ¿Qué vamos a hacer al respecto? Hagamos lo más posible; pero aseguremos de no ser nosotros mismos la causa de su falta de interés en la obra del Señor. Criemos mediante nuestra fidelidad y nuestras oraciones el espíritu de unión no sólo de salvación sino también de reunión familiar, de modo que ellos también se salven y estén con nosotros en el reino que el Señor nos ha concedido como hijos. El Señor es misericordioso y escuchará nuestras oraciones y nos concederá aquello que anhelamos por nuestra integridad hacia Él y su obra. Y posiblemente mediante nuestra fidelidad, nuestros hijos que andan errantes o que tal vez se hayan apartado de la senda, vuelvan al rebaño poco a poco, porque el Señor nos escuchará en bien de ellos.” (En Conference Report, abril de 1900, pág. 29.)
Doctrina y Convenios 50:45. “Viene el día en que . . . me veréis”
En este versículo, y en otras partes de Doctrina y Convenios, se da la promesa de que el hombre puede llegar a ver el rostro de Dios (véase, por ejemplo, D. y C. 67:10; 88:68; 93:1).
El élder Orson F. Whitney señaló que la forma en la que el Señor decidía manifestarse depende de la dignidad y la preparación de aquellos a quienes se pueda manifestar: “No a todos les es dado contemplar el rostro de Dios como le sucedió a Moisés [Moisés 1:11] o a José Smith. Una persona debe estar especialmente preparada antes de poder ver lo que el Profeta vio. . . Espero que el Señor se me manifieste en la misma forma en que lo hizo a José Smith. Espero que Él se comunique conmigo mediante los dones con los que me ha investido, y no por medio de los que ha conferido a uno de mis hermanos, a menos que ellos tengan el derecho de recibir un mensaje para mí. Cuando el Señor me hable, o cuando os hable a vosotros, lo hará de la forma que nuestra preparación, nuestros dones y poderes lo justifiquen; pues a todos se nos han conferido dones en cierto grado.” (En Conference Report, abril de 1910, pág. 68).
Sección 51
El obispo Edward Partridge y la ley de consagración
Antecedentes históricos
En diciembre de 1830, los santos recibieron el llamado de congregarse en Ohio (véase D. y C. 37:3). En mayo de 1831, cuando los santos habían comenzado a obedecer, Edward Partridge, el obispo de la Iglesia recientemente nombrado, sintió que él tenía la responsabilidad de cuidarlos al llegar a Ohio. Ya se habían recibido los elementos básicos de la ley de consagración (véase D. y C. 42), pero se presentaban muchas situaciones cuya solución requería más detalles. El obispo Partridge buscó la ayuda del Profeta, el cual consultó al Señor y recibió la revelación que forma la sección 51 de Doctrina y Convenios.
El presidente Joseph Fielding Smith escribió: “El Señor escogió a algunos miembros, en ambos ramos, y capacitarles en el gran principio de la consagración, como paso preparatorio antes de permitirles congregarse en Sion, para edificar la casa y se levantara la ciudad de Sión. Por ese motivo, los santos del este debían organizarse de acuerdo con la ley de Dios (D. y C. 51:4–6) y tendrían esta tierra en herencia para ellos ‘por una era temporal’, hasta que el Señor dispusiera de otra manera y les mandara salir de allí (D. y C. 51:15–16)” (Church History and Modern Revelation, 1:202).
La experiencia de Orson Pratt, que estuvo presente cuando José Smith recibió esta revelación en Thompson, Ohio, se relató en esta forma: “No hubo ni ruido ni manifestación física alguna; José estaba tan calmo como el sol de la mañana. Pero [Orson] notó un cambio en su aspecto, algo que no se había notado antes cuando [José] había recibido otras revelaciones. Su cara se había puesto sumamente blanca, y parecía brillar. El testigo había estado presente muchas veces cuando él estaba traduciendo el Nuevo Testamento, y se preguntó por qué no usara el Urim y Tumim o no consagraba el hecho al traducir el Libro de Mormón. En tanto que ese pensamiento pasaba por su mente, José, como si hubiera leído sus pensamientos, levantó la vista y le explicó que el Señor le había dado el Urim y Tumim cuando él no tenía experiencia todavía en cuanto al Espíritu de inspiración. Pero ya había progresado tanto que entendía la forma de actuar de ese Espíritu, y no necesitaba de la ayuda de aquel instrumento” (Millennial Star, 11 de agosto de 1874, págs. 498–499).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 51:2. ¿Por qué da Dios leyes mediante las que el hombre debe vivir?
En un discurso pronunciado durante la ceremonia de graduación de la Universidad Brigham Young, Cecil B. DeMille, productor del filme Las Diez Mandamientos, habló de la actitud que la gente tiene en la actualidad hacia la ley: “Estamos demasiado inclinados a pensar que la ley es algo meramente restrictivo, algo que nos limita. A veces, hasta pensamos que la ley es lo contrario de la libertad. Pero eso es un concepto falso, y no es menos en la religión que en la ley secular. Las leyes son la base de la libertad. En eso radica la bondad y la verdad.” (Speeches of the Year, 1957, pág. 48.)
El élder Richard L. Evans indicó otras razones por las que Dios dio leyes al hombre: “¿Qué podría querer para sus hijos un padre lleno de amor? ¿Qué podría anhelar cualquier padre para sus hijos? Salud, felicidad, instrucción, progreso y adelanto. Y, vida eterna, y una relación eterna con los seres amados. ¿Qué otra cosa podría ser el cielo? ¿Qué otra cosa podría haber propuesto el Padre para aquellos a quienes ha dado la vida y su propia imagen? (Gén. 1:27.) Él ha declarado que su obra y su gloria es ‘llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre’ (Moisés 1:39). Ese es el objetivo supremo; ese es el propósito del evangelio que nos ha dado.” (En Conference Report, oct. de 1959, pág. 127.)
Doctrina y Convenios 51:3. ¿En qué forma define el Señor la igualdad?
La ley de consagración fue designada para que los hombres sean iguales en las cosas temporales, pero como indicó el presidente J. Reuben Clark, hijo, esta igualdad es de un tipo especial: “Uno de los puntos en que algunos de los hermanos están equivocados es éste: En las revelaciones hay muchas referencias a la igualdad entre los hombres, pero creo que de encontrarlas sólo un lugar en el que esa igualdad se describe realmente, aunque, como dije, se la menciona muchas veces. Esa revelación (D. y C. 51:3) afirma que todo hombre debe ser ‘igual, según su familia, conforme a sus circunstancias, carencias y necesidades’. (Véase también D. y C. 82:17; 78:5–6.) Obviamente, éste no es un caso de dar a cada quien exactamente lo mismo, sino que es una igualdad que variará tanto como varíen las circunstancias que rodean a la persona, a la familia, sus carencias y necesidades” (En Conference Report, oct. de 1942, pág. 55).
Doctrina y Convenios 51:4–6. ¿Por qué quería el Señor que las herencias se confirmaran mediante una escritura?
El presidente J. Reuben Clark, hijo, explicó este principio en la forma siguiente: “El principio fundamental de este sistema era el derecho de propiedad privada. Cada hombre era dueño de su porción, herencia o mayordomía, con un título de propiedad que podía transferir, hipotecar, o hacer con él lo que quisiera. Como lo explicó el profeta José Smith, la Iglesia no era dueña de toda propiedad, y la vida en el sistema de la Orden Unida no era una vida comunal (History of the Church, 3:328). La Orden Unida es un sistema individual, y no comunitario” (En Conference Report, oct. de 1942, pág. 57).
Además, el presidente Clark explicó que se fin entregaba una escritura o título de propiedad, de acuerdo al estatuto de los requisitos de la ley civil y asegurar al individuo los derechos de propiedad privada. La importancia de tales acuerdos escritos en evidencias se tiene presente que las personas tenían la libertad de abandonar la orden unida cuando quisieran. Cuando se ingresaba a la orden, se hacía un contrato escrito entre el obispo y el individuo que aseguraba los términos del acuerdo (véase el vers. 6), pero aunque la persona reconocía que toda posesión pertenecía a Dios, por razones prácticas y también legales, esta parte se le entregaba a cada quien a título de propiedad era suya; no le pertenecía a la Iglesia. En caso de que alguien abandonara la orden, podía conservar su propiedad inicial de tierras y enseres que se le entregaba a toda persona que entraba en la orden; todo el sobrante obtenido de esa mayordomía se daba a la Iglesia.
“Si alguien transgredía y se le consideraba indigno de ser miembro de la Iglesia, también perdía su derecho en la sociedad. En ese caso, retenía la propiedad que había recibido legalmente, pero no tenía derecho a reclamar la porción apartada para la ayuda de los pobres y necesitados.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 298).
Los que preferían apartarse de la orden a menudo terminaban enemistados con la Iglesia. El manejo de las transacciones por los medios legalmente constituidos proveyó protección tanto para los miembros como para la Iglesia. “En la comunidad, siempre había algunos que querían apartarse y tal vez molestar a los demás mediante pleitos, etc. A fin de evitar incidentes desagradables, fue necesario tomar medidas equitativas y confirmarlas mediante acuerdos legales.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 298).
Se explica la ley de consagración en más detalle en la Explicación L, en el apéndice.
Doctrina y Convenios 51:8. ¿Por qué hizo el Señor que llamaran a un “agente”?
“La comunidad debía estar representada por una agencia cuya tarea especial era manejar los fondos que se destinaban a los alimentos y la ropa que la gente necesitara. La gran sabiduría se pone de manifiesto en la distribución de responsabilidades. El obispado recibía la propiedad, la distribuía en mayordomías y recibía las ganancias de ellas; el agente se aseguraba de que la gente no acumulara bienes en forma excesiva, sino que se satisfacieran todas las necesidades.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 299).
Doctrina y Convenios 51:9. ¿En qué debían basar los santos su igualdad?
Bajo la orden unida, la igualdad consiste en que cada persona tiene una igualdad de oportunidades para progresar y para usar su propio talento. La igualdad significa que cada quien tiene la oportunidad de utilizar sus dones y talentos para el establecimiento del reino de Dios; también radica en el hecho de que todos tenían igual oportunidad de recibir el beneficio del talento y las habilidades de los demás. Es erróneo pensar que todos recibieran exactamente los mismos ingresos o que todos poseyeran iguales bienes. La orden era unida en amor, propósito y empeño, pero la unidad no quiere decir uniformidad. Las necesidades de un hombre que tiene seis hijos son distintas de las de una pareja de recién casados.
Doctrina y Convenios 51:10. ¿Por qué hace el Señor esa aclaración?
En este versículo, el Señor aclara que ninguna otra rama tenía derecho a reclamar la propiedad que pertenecía a la rama de Colesville (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 299).
Doctrina y Convenios 51:11–14. La responsabilidad del obispo
La responsabilidad principal de poner en funcionamiento la orden unida recaía sobre el obispo.
Doctrina y Convenios 51:17. ¿Por qué aconsejó el Señor a los santos que se establecieran como si fuera “por muchos años”?
Las personas que ocupan una casa o apartamento sabiendo que se mudarán a otro lugar en poco tiempo pueden tener la tendencia a ser negligentes en la asistencia a la Iglesia y en la atención de sus responsabilidades de miembros. Y se justifican diciendo: “No importa, yo no voy a estar mucho tiempo por aquí”. El Señor quería que los santos vivieran las leyes del evangelio y compartieran su mensaje con otros en Ohio como si fueran a estar allí mucho tiempo.
Sección 52
“Vayan de dos en dos”
Antecedentes históricos
El 3 de junio de 1831, se efectuó una gran reunión de la Iglesia en Kirtland, Ohio. Esta conferencia era tan importante, que se enviaron cartas a los misioneros llamándolos para que fueran a Kirtland (véase D. y C. 44:1). También hicieron muchos esfuerzos para trasladar a los santos que vivían en Nueva York (véase D. y C. 48:2–5).
Durante esta conferencia, se confirió un oficio nuevo y significativo a cierto número de hermanos, el de sumo sacerdote en el Sacerdocio de Melquisedec. El profeta José Smith recibió el espíritu de profecía y predicción que Juan el Revelador estaba entre las diez tribus preparándolas para retornar luego de larga dispersión. (Véase History of the Church, 1:175–176). El Profeta escribió que “prevalecía la armonía” y que “la fe se había fortalecido” (History of the Church, 1:176). Muchos deseaban obedecer los mandamientos del Señor, pero estaban desorientados en cuanto a lo que podían hacer. Al día siguiente de la conferencia, el Profeta recibió instrucciones y llamamientos específicos que se encuentran en lo que hoy es la sección 52 de Doctrina y Convenios.
Uno de los propósitos de esta revelación era llamar a ciertos hermanos para que fueran como misioneros desde Ohio a Misuri. En total, se llamó a veintiocho misioneros en esta revelación; sin embargo, fueron treinta los que viajaron: Uno de los llamados originalmente no fue, pero otros tres fueron llamados posteriormente (véase D. y C. 53, 55–56).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 52:2. ¿Cuán a menudo se realizaban las conferencias?
El Señor había ordenado que las conferencias de la Iglesia se efectuaran cada tres meses, o más a menudo, si los santos así lo decidieran al reunirse (véase D. y C. 20:61). Usualmente, los líderes de la Iglesia decidían en una conferencia la fecha y el lugar en que se llevaría a cabo la siguiente. En esta revelación, el Señor designó Misuri para que tuviera lugar allí la conferencia siguiente.
Doctrina y Convenios 52:3, 7–8, 22–32. Uno de los propósitos de esta revelación
Uno de los propósitos de esta revelación era llamar a ciertos hermanos para que fueran como misioneros desde Ohio a Misuri. En total, se llamó a veintiocho misioneros en esta revelación; sin embargo, fueron treinta los que viajaron: uno de los llamados originalmente no fue, pero otros tres fueron llamados posteriormente (véase D. y C. 53, 55–56).
Doctrina y Convenios 52:9. Norma para determinar lo que debe enseñarse en la Iglesia
En esta revelación, el Señor estableció una norma mediante la cual los misioneros y maestros deben determinar lo que tienen que enseñar: Debe enseñarse todo aquello que Él ha revelado a sus profetas y apóstoles y todo lo que a ellos se les enseña mediante la influencia del Espíritu Santo. Cuando la gente comienza a ofrecer su opinión personal como si fuera doctrina de la Iglesia, surgen muchos problemas. En 1837, los Doce publicaron una epístola en la cual advirtieron: “Dado que sois mensajeros de Dios, cuidadnos de no enseñar como palabra de Dios los mandamientos del hombre, ni las doctrinas del hombre, ni las ordenanzas del hombre. Estudiad la palabra de Dios y predicadla, en lugar de vuestras propias opiniones. Las opiniones de los hombres no tienen valor frente a la palabra de Dios. No propongáis principios que no podáis sustentar con la Biblia y las Escrituras modernas. Si los hacéis, será la Biblia la que diga que sois falsos maestros.” Sujetad a aquella revelación que dice: ‘No prediquéis sino el arrepentimiento a esta generación’ [véase D. y C. 6:9], y dejad los misterios del reino hasta que Dios os diga que los prediquéis, lo cual no os ha dicho” (History of the Church, 3:395–396).
El élder Bruce R. McConkie dio el siguiente testimonio: “La verdad de todas las cosas se puede medir de acuerdo con las Escrituras. Lo que está en armonía con ellas debe aceptarse; lo que es contrario a sus enseñanzas, no obstante lo plausible que pueda parecer en el momento, no perdurará y debe rechazarse” (Mormon Doctrine, pág. 765).
Doctrina y Convenios 52:14–19. Norma mediante la cual se puede evitar el engaño
El diccionario define la palabra norma como una regla o principio por el cual podemos guiarnos. En estos versículos, el Señor indica que la norma por la que se guiará aquel que es inspirado por Dios es tener espíritu contrito, obedecer las ordenanzas del evangelio, ser humilde y someterse al poder de Dios. (Véase Notas y comentario sobre D. y C. 50:10–27; véase también la Explicación J, en el Apéndice).
Doctrina y Convenios 52:33. “El uno no se edificaría sobre el fundamento. . . del otro”
“A otros élderes se les dieron instrucciones especiales, mandándoles ir de dos en dos para proclamar la palabra de Dios a toda congregación que estuviese dispuesta a escucharlos. Aunque su destino era la frontera occidental de Misuri, se les mandó tomar distintas rutas y edificar sobre el cimiento puesto por los otros ni viajar por la misma senda que los otros eligieran.” (Cannon, Life of Joseph Smith, pág. 116.)
Doctrina y Convenios 52:39. ¿A quién manda el Señor a “que trabajen con sus propias manos”, y en qué manera la obediencia a este mandamiento evitaría la idolatría?
Estas instrucciones se dieron para aquellos élderes que no habían sido asignados a ir como misioneros a Misuri. A estos hombres se les asignó quedarse en el lugar donde residían y ser los líderes del sacerdocio que guiarían a los santos en Kirtland. Trabajando con sus propias manos para su sostén, en lugar de que se les pagara por el servicio que prestaban en el sacerdocio, estos hermanos ayudarían a evitar la idolatría y la superchería en la Iglesia (véase 2 Nefi 26:29). Los lectores modernos tal vez se pregunten en cuanto al uso del vocablo idolatría, dado que en general se utiliza en relación con una práctica que, según se cree, dejó de existir hace siglos. Pero en el prefacio de Doctrina y Convenios el Señor advierte que una de las características de los postreros tiempos sería que “todo hombre anda en su propio camino, y en pos de la imagen de su propio Dios. . . cuyas substancias es la de un ídolo” (D. y C. 1:16). Pablo define a la avaricia como idolatría (véase Efesios 5:5; Colosenses 3:5); en otras palabras, cuando el hombre pone su corazón en las cosas materiales, o en el prestigio o poder en cuanto de que Dios deja de ser lo supremo, entonces aquello en lo que pone su corazón se torna en un dios para él; y las adora y les dedica su lealtad. Este versículo indica que si los élderes que se quedaban en Ohio no trabajaran con sus propias manos, podrían caer en esa clase de avaricia o idolatría.
Doctrina y Convenios 52:43. ¿A qué ciudad se refiere el Señor?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 42:35.
Sección 53
Exhortación a Sidney Gilbert para que deje las cosas del mundo
Antecedentes históricos
Tenemos poca información acerca de Sidney Gilbert antes de que abrazara el evangelio en 1831. En aquel entonces, ese próspero cristiano era un prestigioso firma comercial llamada “Gilbert y Whitney”, en Kirtland, Ohio.
Después de unirse a la Iglesia, fue ordenado élder y enviado a Misuri a comprar tierras y administrar una pequeña tienda (véase D. y C. 57:8). Cuando se desató la violencia del populacho, Sidney Gilbert cerró el negocio y con ello ayudó a apaciguar los ánimos temporalmente. En el 29 de julio de 1833, se ofreció, junto con otros, como rehenes para los santos. (Véase History of the Church, 1:391, 394n.) Era fiel y sacrificó todos sus bienes durante las persecuciones en Misuri. Le faltaba confianza en su habilidad de predicar, y, según se decía, afirmó que “preferiría morir antes que ir a predicar el evangelio a los gentiles” (History of the Church, 2:118).
Finalmente, poco después contrajo el cólera y murió. Héber C. Kimball escribió en su diario que “el Señor le tomó la palabra”. El élder B. H. Roberts escribió en cuanto al hermano Gilbert: “Los comentarios que han aparecido en la historia y esa expresión del élder Kimball en su diario podrían crear un malentendido con respecto al carácter del hermano Algernon Sidney Gilbert. El Señor ha revelado cosas muy divinas de su obra en esta dispensación”. (History of the Church, 2:118n.)
José Smith recibió la sección 53 en respuesta a la solicitud de Sidney Gilbert, quien deseaba saber lo que tenía que hacer en la Iglesia. La revelación llegó en un momento de gran entusiasmo. Acababa de terminar una conferencia muy espiritual, y ya se había asignado a varios hermanos a ir a Misuri para recibir allí más instrucciones del Señor. En esta revelación, Algernon Sidney Gilbert fue también llamado a ir a Misuri para ayudar en la obra allí como agente del obispo en el almacén.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 53:1. “Me dirás de mi deber”
Muchos santos pidieron saber de sus deberes. Muchas personas solicitaron conocer la voluntad de Dios mediante una revelación. Hoy día, cuando las personas buscan dirección espiritual, deben hacerlo mediante la oración, el estudio de las Escrituras y el consejo de sus líderes del sacerdocio. La sección 53 enseña que toda persona tiene un deber en la Iglesia y que Dios está dispuesto a revelarlo si se le pregunta en oración y humildad.
Doctrina y Convenios 53:2. “Qué significa ‘renunciar al mundo’”
La frase “renunciar al mundo” es el mandamiento que el Señor da a quienes hacen convenio con Él, y significa que deben olvidar las normas y los hábitos de un mundo apóstata. El élder George Q. Cannon relacionó esta enseñanza con la doctrina referente a nacer de nuevo:
“Tenemos que nacer de nuevo hasta el punto de cambiar totalmente nuestra manera de pensar; toda viuda en nosotros mucho de nuestra antigua yo. No nacemos de nuevo en la forma en que deberíamos hacerlo. . . ¿No creéis que debemos volvernos nuevas criaturas en Cristo Jesús bajo la influencia del evangelio? Todos los que entienden el evangelio dirán que sí. Debemos nacer de nuevo. Debemos tener nuevos deseos, un nuevo corazón, por decirlo así. Mas, ¿qué vemos? Vemos algunos que siguen las sendas del mundo como si no hubieran profesado ser Santos de los Últimos Días. Hay cientos de personas que dicen serlo, pero a quienes no se podría diferenciar del resto; tienen los mismos deseos, los mismos sentimientos, las mismas aspiraciones, las mismas pasiones y el mismo resto del mundo. ¿Es así como Dios quiere que seamos? No. Él quiere que tengamos un corazón nuevo, nuevos deseos; quiere que cambiemos al aceptar su evangelio, y que seamos impulsados por motivos totalmente nuevos, y tengamos una fe tal que dependa enteramente de las promesas de Dios.” (En Conference Report, oct. de 1899, pág. 50.)
Doctrina y Convenios 53:3. La ordenación al sacerdocio es un llamamiento para servir a los demás
El Señor dio la directiva de que se debía ordenar a Sidney Gilbert al oficio de élder y que él debía ejercer ese oficio para predicar la fe, el arrepentimiento y la remisión de los pecados, pero su sentido de incapacidad para predicar el evangelio le impidió responder plenamente al llamamiento. Sin embargo, existe un relato de sus esfuerzos misionales, entre amigos y familiares en Huntington, Connecticut, que fueron coronados con el éxito (véase History of the Church, 2:119).
Doctrina y Convenios 53:4. ¿Cuáles eran sus deberes como “agente” para la Iglesia?
El llamamiento de Sidney Gilbert consistía en recibir el dinero de la Iglesia y comprar tierras; también debía ayudar a Edward Partridge en el manejo de los asuntos temporales de la Iglesia en Misuri (véase D. y C. 57:6–9).
Sección 54
“Permanecer firme en el llamamiento”
Antecedentes históricos
Los santos que vivían en Nueva York recibieron el mandamiento de congregarse en Ohio (véase D. y C. 37:3; 38:32). El Señor mandó a los que ya estaban en Ohio que se prepararan para recibirlos y los que llegaran, dándoles parte de sus tierras o, si no las tenían, ayudándoles a comprar tierras que estuvieran en venta. En buena fe, los miembros de la rama de Colesville llegaron a Thompson, Ohio, y se establecieron en los terrenos de los miembros residentes labiales habían ofrecido. Pero poco después se retiraron la oferta, y los santos de Colesville se vieron obligados a buscar otro lugar donde vivir.
En esas circunstancias, eligieron a Newel Knight para que fuera a pedir a José Smith que consultara al Señor con respecto al curso que debían seguir. B. H. Roberts escribió lo siguiente en cuanto a estos hechos:
“Es difícil determinar con exactitud en qué consistieron las transgresiones de los santos de Thompson; pero es evidente que el egoísmo y la rebelión fueron la causa principal del problema, y que Leman Copley y Ezra Thayre tuvieron un papel preponderante en él. Los santos que fueron a la rama de Colesville, al llegar al lugar de congregación en Thompson, habían recibido el consejo de permanecer juntos y establecerse en Thompson, una porción que estaba en las inmediaciones de Kirtland. . . es evidente que algunos de los hermanos que ya vivían en Thompson habían aceptado vivir de acuerdo con la ley de consagración y mayordomía con los de Colesville, y que después quebrantaron el convenio. Entre ellos estaban Leman Copley y Ezra Thayre.
‘Un hombre llamado Copley,’ dice Newel Knight en su diario, ‘tenía una enorme propiedad allí y la ofreció para que la ocuparan los santos. En consecuencia, se llegó a un acuerdo por contrato y comenzamos a trabajar en buena fe. Pero poco tiempo después, Copley quebrantó lo convenido y yo fui a Kirtland para ver al hermano José’, etc. (Scraps of Biography, obra en la que se publicó el diario de Newel Knight, pág. VII). John Whitmer, que en aquel entonces era historiador de la Iglesia, escribe lo siguiente sobre el mencionado asunto: ‘En esa época [principios de junio], la Iglesia en Thompson, Ohio, se encontraba envuelta en dificultades por causa de la rebelión de Leman Copley, que no obraba en conformidad con el acuerdo, asunto que confundía a toda la Iglesia. Finalmente, el Señor habló por medio de José el Profeta, diciendo. . . ’ y aquí cita la revelación dirigida a Newel Knight” (John Whitmer, History of the Church, cap. VIII). (History of the Church, 1:180n.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 54:2. ¿A qué oficio fue llamado Newel Knight?
Originalmente, se le había llamado para dirigir a los santos de Colesville de acuerdo con las instrucciones que se encuentran en Doctrina y Convenios 38:34–36.
Doctrina y Convenios 54:3. ¿Cómo se puede escapar de los enemigos, sean quienes sean?
La rama de Colesville recibió la advertencia de escapar de ciertos enemigos, y aunque no se nombran éstos, el método para escapar fue claramente definido. El profeta José Smith enseñó que la salvación no era la victoria sobre los enemigos:
“La salvación no es ni más ni menos que triunfar de todos nuestros enemigos y ponerlos bajo nuestros pies. Y cuando tengamos el poder para poner a todos nuestros enemigos bajo nuestros pies en este mundo, así como el conocimiento para triunfar de ellos todos sus enemigos debajo de sus pies, y el postrer enemigo será la muerte” (Enseñanzas, pág. 361).
En otra ocasión el Profeta dijo: “Salvación quiere decir que un hombre se encuentre libre de todos sus enemigos; porque hasta que un hombre pueda triunfar de la muerte, no está salvo. Solamente por el conocimiento del sacerdocio se puede lograr” (Enseñanzas, págs. 372–373).
Doctrina y Convenios 54:4. ¿Qué convenio fue quebrantado?
Es evidente que Leman Copley y Ezra Thayre habían acordado proveer terrenos para la rama de Colesville y luego no fueron fieles a este acuerdo.
Doctrina y Convenios 54:7–9. “Emprended vuestro viaje… ganaos la vida a la manera de los hombres”
Después de fracasar en el esfuerzo por obtener tierras en Kirtland, los santos de Colesville recibieron instrucciones de salir de Ohio e ir a Misuri; pero como llegarían a Misuri antes de que se aplicaran plenamente los mandamientos del Señor concernientes a la ley de consagración, el Señor les dijo cómo actuar hasta que pudieran incluirse adecuadamente en la orden unida.
Sección 55
El llamamiento de W. W. Phelps
Antecedentes históricos
William Wines Phelps nació en Hanover, condado de Morris, estado de Nueva Jersey, el 17 de febrero de 1792. Trabajaba como editor del diario Western Courier, y posteriormente fundó los periódicos unionistas Lake Light y Ontario Phoenix, ambas publicaciones en Nueva York. Fue elegido por sus amigos como candidato al puesto de gobernador-teniente del estado de Nueva York, y aunque no recibió el nombramiento, obtuvo mucha experiencia.
El 26 de marzo de 1830, W. W. Phelps leyó el anuncio de que el Libro de Mormón estaba a punto de salir de la imprenta. Posteriormente, conoció a Parley P. Pratt, a quien le compró un ejemplar.
Después de leer el libro, fue a Kirtland, Ohio, donde conoció a José Smith. Cuando Phelps preguntó qué deseaba el Señor de él, se le indicó que debía bautizarse y llevar a su familia a Misuri (la sección 55 fue la revelación que se recibió poco después de su llegada con su familia a Kirtland, en junio de 1831).
W. W. Phelps contribuyó con su gran talento a la causa de la Iglesia. Estableció la primera imprenta de la Iglesia en Misuri; publicó el primer diario de la Iglesia, el Evening and Morning Star; contribuyó a elegir, preparar y publicar las revelaciones que forman el Libro de Mandamientos; y escribió muchos himnos, entre ellos “El Espíritu de Dios” y “Entonad sagrado son”.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 55:1. ¿Qué significa tener la “única mira” de glorificar a Dios?
“Mediante sus ojos naturales, el hombre ve la luz que lo guía en su existencia física; mediante sus ojos espirituales, ve la luz espiritual que conduce a la vida eterna. En tanto que los ojos naturales no lleguen a impedirnos, las personas pueden ver y dejar guiar por la luz del día, y en tanto los ojos espirituales estén puestos en la única mira de glorificar a Dios —esto es, mientras no se permita que el pecado les impida la visión y permanezcan enfocados solamente en la rectitud—, el hombre podrá ver y entender todo lo concerniente al Espíritu. Pero, si se da lugar a la pasión y la luz espiritual se convierte en oscuridad, ¡cuán densa es esa oscuridad!” (McConkie, Doctrinal New Testament Commentary, 1:240).
Doctrina y Convenios 55:4. “Que… los niños pequeños reciban instrucción”
Respecto a la asignación que recibió del Señor, W. W. Phelps comentó lo siguiente:
“¡Nuestro pueblo está aproximándose rápidamente a un fin deseado, al cual podemos llamar literalmente ‘el principio’! Hasta ahora, no se nos puede reprochar habernos quedado atrás en cuanto a instrucción. Mediante la revelación, en 1831, recibí el llamamiento para ser ordenado en la obra de imprimir, seleccionar y escribir libros para las escuelas de esta iglesia, a fin de que también los niños pequeños reciban instrucción”; y desde entonces he recibido otra vez la ratificación divina.
Estamos preparándonos para salir entre la gente, donde podemos servir a Dios con rectitud; y lo primero es enseñar a nuestros niños, pues ellos son como el Israel antiguo. Son ellos quienes llevarán sobre sí el reino y lo extenderán por el mundo. El primer mandamiento con promesa que recibió Israel fue: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”. Nosotros enseñaremos a nuestros hijos en las sendas de la rectitud; y queremos que esa enseñanza se recopile en un libro” (Times and Seasons, 10 de noviembre de 1845, pág. 1015).
Sección 56
El Señor ordena y el Señor revoca
Antecedentes históricos
Después de la conferencia que tuvo lugar el 3 de junio de 1831, el Señor dio una revelación a la Iglesia (D. y C. 52) en la que llamaba a cierto número de hermanos para que salieran de dos en dos y fueran a Misuri predicando el evangelio a lo largo del camino que recorrerían; también debían organizar otra conferencia al llegar al territorio. Pero como Ezra Thayre perdió el espíritu de su asignación por causa de los problemas en Thompson, y no se preparó para ir a su misión, Thomas B. Marsh, el compañero que se le había asignado, se presentó ante José Smith buscando una solución al dilema. El Profeta consultó al Señor y recibió lo que se conoce como la sección 56 de Doctrina y Convenios (véase History of the Church, 1:186).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 56:2. Tomar la cruz y seguir al Señor
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 23:6.
Doctrina y Convenios 56:3–4. ¿Bajo qué condiciones revoca el Señor lo que ha enseñado?
El élder James E. Talmage hizo notar que “solamente los rebeldes, los que no quieren obedecer los mandamientos de Dios, serán tratados así, y se les anularán sus bendiciones; solamente éstos perderán las bendiciones a las que tenían derecho. En otra revelación que se recibió poco después, la que se encuentra en la sección 58, el Señor reprende a aquellos que habían caído en el hábito de decir —y bien podría reprender a algunos de nosotros pues a veces también lo decimos— que el Señor no cumple su palabra, que hace promesas y no las lleva a efecto” (En Conference Report, abril de 1921, pág. 113).
Además, el Señor declaró que aquellos que no son miembros de la Iglesia pero estorban Su obra, tendrán que sufrir su condenación (véase D. y C. 124:49–50).
Doctrina y Convenios 56:6–8. Cambio de asignación
En estos versículos, el Señor cambió las asignaciones que había dado en los versículos 22 y 32 de la sección 52. Selah J. Griffin, a quien se había asignado como compañero de Newel Knight, fue asignado a Thomas B. Marsh. A la vez, Newel Knight fue llamado para ir con los santos de Colesville a Misuri, y Ezra Thayre fue relevado de su llamamiento misional.
Doctrina y Convenios 56:8–9. ¿Cómo se vence el egoísmo?
“El egoísmo consiste en un exceso de interés por sí mismo; es una de las inclinaciones de la carne que deben vencer aquellos que aspiran a la vida eterna. Es la tendencia egoísta a separar a la persona del bien común, a buscar la comodidad, ventaja o posición a costa de los demás. Se nos manda arrepentirnos del orgullo y del egoísmo. (D. y C. 56:8.) La forma de poner esto en práctica es servir en la Iglesia y contribuir generosamente para sostener sus programas.” (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 701.)
Doctrina y Convenios 56:16. La actitud correcta hacia las bendiciones temporales de la vida
El resto de la revelación se dirige a Ezra Thayre. A causa de su egoísmo, que fue el principal motivo por el que los santos de Colesville tuvieron que irse de Thompson, Ohio, el Señor le dio consejos, a él y a todos los miembros, en cuanto al uso correcto de los bienes temporales. El versículo 16 explica la responsabilidad que tienen los ricos. El Señor ha instruido a sus profetas en cuanto a cómo cuidar de los pobres mediante principios tales como los diezmos y las ofrendas de ayuno, que contribuyen a que los Santos de los Últimos Días cumplan con la responsabilidad que tienen para con los pobres.
(Véase 1 Timoteo 6:9–10, 17–19; Jacob 2:17–19; Mosíah 4:26–27.)
Doctrina y Convenios 56:17–18. ¿Cuál debe ser la actitud de los pobres?
El presidente George Albert Smith advirtió sobre el vicio de apoderarse de lo que pertenece a otros. Después de citar el pasaje de Doctrina y Convenios 56:17, dijo:
“Esa es la situación de muchos de nuestros hermanos… a pesar de todas las bendiciones que gozamos: mejores salarios, mejores hogares, mejores oportunidades para la educación, todo esto muy por encima de lo que antes se ha conocido. Sin embargo, tenemos hombres que no sólo no trabajan, sino que no permiten a otros que lo hagan; como no se sienten inclinados a ganarse la vida mediante el trabajo, se proponen tomar de los ricos lo que necesitan…
“No debemos caer en los malos hábitos de los demás; no debemos permitir que entre en nuestros pensamientos la idea de tomar lo que otros tienen. Consultad los diez mandamientos y encontraréis una breve declaración: ‘No codiciarás los bienes ajenos’. Ese es el problema que afecta a muchas personas hoy día. Codician lo que otros tienen cuando, de hecho, muchos de ellos han recibido protección y ayuda provenientes de los bienes de aquellos mismos a quienes ellos querrían quitar sus posesiones.” (En Conference Report, oct. de 1949, págs. 170, 172.)
Sección 57
El sitio para la ciudad de Sion
Antecedentes históricos
Terminada la conferencia de junio de 1831, se dio una revelación en la que se llamaba a varios misioneros para ir a Misuri, donde el Señor revelaría el sitio para la ciudad de Sion (véase la sección 52).
José Smith, que había sido llamado por revelación para viajar con Sidney Rigdon, escribió lo siguiente después de llegar a Misuri:
“El encuentro con nuestros hermanos [Oliverio Cowdery, Peter Whitmer, hijo, Ziba Peterson y Frederick G. Williams, que habían llegado a Misuri como misioneros], que habían esperado con ansias nuestra llegada, fue gloriosa y provocó regocijo en nuestro corazón. El tiempo que nos reunimos los hermanos era espíritu de fraternidad. Pero nuestras reflexiones eran muchas, dado que proveníamos de una sociedad bastante avanzada en el este, y nos encontrábamos en los confines de los límites occidentales de los Estados Unidos, contemplando la vastedad de desolación de aquellos que todavía estaban en tinieblas. ¡Qué natural era observar la degradación, la carencia de intelecto cultivado, la ferocidad, los deseos de un pueblo que estaba casi tipo retrasado en su progreso, y sentir compasión hacia los que vivían sin los beneficios de la civilización, el refinamiento o la religión! Sí, y exclamar en el lenguaje de los profetas: ¿Cuándo florecerá el desierto como la rosa? ¿Cuándo se edificará Sión en su gloria y dónde estará su templo, al cual vendrán todas las naciones en los últimos días?”
Nuestro anhelo pronto se vio aplacado al recibir lo siguiente: “…y ya te cito la sección 57 de Doctrina y Convenios.” (History of the Church, 1:189.)
Antes de recibir esta revelación, los miembros de la Iglesia habían leído en el Libro de Mormón concerniente a la Nueva Jerusalén que se encontraría en el continente americano (véase 3 Nefi 20:22–23; 21:23–24; Ether 13:1–12). Además, en la primera conferencia general de la Iglesia, el 9 de junio de 1830, el Señor había explicado que la ciudad santa sería erigida “en las fronteras para los lamanitas” (véase D. y C. 28:9). Y finalmente, el Señor había prometido que revelaría el lugar exacto de su establecimiento (véase D. y C. 42:9). Por lo tanto, los miembros recibieron con gran gozo lo que conocemos como la sección 57.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 57:1–3. Independencia es la plaza central, o centro, de Sion
“La ciudad de Independencia se encuentra en una de las regiones más atractivas y saludables de Misuri… Es una vieja ciudad. Fue fundada en 1827, pero en 1831 era solamente una pequeña población. En la actualidad, está en los suburbios de la ciudad de Kansas.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 331.)
En los primeros días de la Iglesia, al hablar del condado de Jackson se le llamaba a menudo la “estaca central” de Sion, pero esta expresión no es correcta. Smith y Sjodahl explicaron de esta manera:
“Por lo tanto, sería prudente recordar que nunca se organizó una estaca en el condado de Jackson. Si nos guiamos por la metáfora que se emplea en Isaías 33:20 y 54:2, no podemos hablar de una ‘estaca central’ de Sion. La frase ‘estaca de Sion’ apareció por primera vez en una revelación que se recibió en noviembre de 1831 (sección 68), y se toma de una comparación con las estacas que sujetan una tienda de campaña… Si Sión es la tienda, ‘¿cómo podrá la tienda ser una estaca?’” (Commentary, pág. 189n.)
En otras palabras, dado que la tienda simboliza a Sión misma, y las estacas a las unidades que la fortalecen, lo correcto es hablar de Sión como la “plaza central” o el “centro” y no la “estaca central.”
El mapa adjunto muestra el lugar original para el templo en Independence (parte sombreada) y también otros lugares importantes, indicando quiénes son sus propietarios actuales, dentro de la parcela original de más de veinticinco hectáreas y de algunas zonas adyacentes (véase Cowan, Doctrina and Covenants, pág. 93; los títulos de garantía se encuentran en el Departamento de Bienes Raíces, Fichero Central 510-8578, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City, Utah.)
Doctrina y Convenios 57:4. ¿Qué significa “la línea que corre directamente entre el judío y el gentil”?
Zona del templo en Independence
- Iglesia de Cristo (terreno del templo)
- Auditorio de la Iglesia Reorganizada SUD
- Centro de visitantes SUD
- Terreno propuesto para el templo de la Iglesia Reorganizada SUD
- Centro de la Estaca New Independence, Misuri
- Casa de la misión
- Capilla SUD (dedicada en 1914)
- Oficina de la misión
- Propiedad de la Iglesia Reorganizada SUD
- Terreno propiedad de los Santos de los Últimos Días
Propiedades de la Iglesia
El presidente Joseph Fielding Smith explicó que esta expresión “se refiere a la línea divisoria entre los lamanitas y los colonos que habitaban el condado de Jackson. En aquel entonces, el gobierno de los Estados Unidos había dado a los indios las tierras al oeste del río Misuri, pero desde esos días su frontera se ha movido. A los lamanitas, que son israelitas, se les llama judíos, y los gentiles eran el pueblo, entre el que había muchos que vivían al margen de la ley. Los blancos estaban radicados al este del río” (Church History and Modern Revelation, 1:206; véase también el mapa en Notas y comentario sobre D. y C. 28:9).
Las referencias siguientes muestran que los lamanitas tienen ascendencia judía: Omni 1:12–17; Mosíah 25:1–2; Helamán 8:21; 3 Nefi 2:15; 4 Nefi 1:17.
Doctrina y Convenios 57:5. Herencia sempiterna
Véase Doctrina y Convenios 38:17–20; 101:17–18.
Doctrina y Convenios 57:9. La necesidad de obtener una licencia
“El hermano Gilbert recibe instrucción de obtener una licencia. Esta licencia probablemente le era necesaria en razón de las leyes de la época, a fin de que pudiera transportar mercaderías que fueran enviándola por empleados y otros que estaban a su servicio.” (Sperry, Commentary, pág. 234.)
Doctrina y Convenios 57:13. ¿Por qué se le dan instrucciones a Oliverio Cowdery de ayudar a William W. Phelps?
“En el versículo 4 de la sección 55, Phelps recibió el llamamiento de ayudar a Oliverio Cowdery; en este versículo se menciona a Cowdery como el ayudante. No hay discrepancia en esto. Es evidente que durante el curso de la obra de impresión, Oliverio se unió a su compañero de labor en el mismo servicio.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 330.)
Doctrina y Convenios 57:14–15. ¿Quiénes eran las familias que debían congregarse en Sión?
“En estos versículos se instruye al obispo y al agente a fin de hacer preparativos para recibir a los santos provenientes de Colesville, quienes, en obediencia al mandato divino (sec. 54:7, 8), estaban en camino hacia Sión.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 330.)
El concepto del establecimiento de Sión se analiza en la Explicación B, en el Apéndice.
Sección 58
La tierra de Sión
Antecedentes históricos
El profeta José Smith dio la siguiente explicación en cuanto a la forma en que se recibió esta revelación:
“El primer día de reposo después de nuestra llegada al condado de Jackson, el hermano W. W. Phelps predicó a una congregación del oeste, en la que había representantes de todas las familias de la tierra (Sem, Cam y Jafet): varios lamanitas o indios (representantes de Sem), un buen número de negros (descendientes de Cam), y el resto estaba integrado por ciudadanos del territorio vecino que se presentaban a sí mismos como pioneros del oeste. En esa reunión hubo dos bautismos, de dos personas que previamente habían creído en la plenitud del evangelio.
“En el transcurso de esa semana, llegaron los de la rama de Colesville, que se establecieron en la parte final de la última revelación (D. y C. 57:15). Sidney Rigdon, Sidney Gilbert y su esposa, y los élderes Morley y Booth. Recibí lo siguiente… Y a continuación cita la sección 58 de Doctrina y Convenios.” (History of the Church, 1:190–191.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 58:2–4. ¿Por qué permite el Señor que las tribulaciones caigan sobre su pueblo?
El élder George Q. Cannon expresó que “los santos siempre debieron recordar que Dios no ve las cosas como las ve el hombre, que Él no aflige voluntariamente a sus hijos y que si los santos soportan privaciones y dificultades, es para que puedan aprender de tribulaciones aún mayores que en otro modo vendrían inevitablemente sobre ellos; y si por ello daría alguna bendición en el presente, es para poder darnos bendiciones mejores y más gloriosas en el futuro” (Millennial Star, 3 de oct. de 1863, pág. 643).
A veces, los santos reciben las pruebas como castigo cuando no han prestado atención al consejo del Señor (véase D. y C. 101:1–8), pero Él permite la tribulación haga surgir en ellas la humildad y el arrepentimiento. Por otra parte, aunque vivamos rectamente, muchas veces nos sobrevienen las pruebas por la maldad y la injusticia de otras personas. La tribulación nos provee oportunidades de progreso espiritual y desarrollo del carácter. En el fuego purificador de la tribulación y la persecución, las personas pueden adquirir atributos tales como la humildad, la fe, la comprensión, la paciencia, el valor y la gratitud.
Las dificultades dan a los santos la oportunidad de probar que son dignos de las bendiciones eternas. Llamados son dedicación a Dios y su reino, su buena voluntad para soportar las privaciones y su disposición a abandonar las cosas del mundo. La dedicación que los permite demostrar que son dignos desarrolla una fe que es indispensable para alcanzar la vida eterna. El profeta José Smith enseñó lo siguiente:
“Una religión que no requiere el sacrificio de todas las cosas nunca llega a tener eficacia para producir la fe por la cual se puedan obtener vida y salvación, pues desde la primera existencia del hombre, ningún hombre ha podido obtener la fe necesaria para gozar de vida y salvación sin sacrificar todas las cosas terrenales. Dios ha dispuesto que los hombres gocen de vida eterna exclusivamente mediante ese sacrificio, y es por medio de ese sacrificio que las personas pueden saber todo lo que hacen es agradable a la vista de Dios.
“Cuando una persona ha ofrecido en sacrificio todo lo que tiene por amor a la verdad, no reservándose ni siquiera su propia vida, y está convencido de que ha sido llamado a hacer ese sacrificio porque desea hacer la voluntad de Dios, puede saber, con toda certeza, que Dios acepta su sacrificio y oferta y que no ha buscado ni buscará en vano el rostro de Él. En estas condiciones, entonces, puede lograr la fe necesaria para obtener la vida eterna.” (Lectures on Faith, 6:7.)
En una conferencia general de la Iglesia, el élder Bruce R. McConkie explicó el porqué de la prueba que los santos tienen que pasar a veces en esta vida:
“El proceso de la prueba mortal es válido para todo ser humano, sea santo o pecador. Muchas veces las pruebas y aflicciones de aquellos que han recibido el convenio del evangelio son de mayor grado que las del mundo. A Abraham se le requirió que sacrificara a su único hijo; Lehi y su familia dejaron sus tierras y riquezas para vivir en el desierto. En todas las edades se les ha requerido a los santos que dejen todas sus posesiones en el altar, aun hasta su propia vida.
“Con respecto a las pruebas personales que todos enfrentamos, podemos decir que por medio de la sabiduría de Dios, que es infinita, recibimos las pruebas particulares y específicas que necesitamos de acuerdo con nuestra situación personal. Es a nosotros, como santos, a quienes ha dicho el Señor:
‘…he decretado en mi corazón probaros en todas las cosas… a ver si permaneceréis en mi convenio, aun hasta la muerte, a fin de que seáis hallados dignos. Porque si no permanecéis en mi convenio, no sois dignos de mí.’ (D. y C. 98:14–15.)”
A veces, los santos de Dios son acosados y perseguidos. A veces, el Señor deliberadamente permite que sus fieles sufran, tanto física como espiritualmente, para probarlos… a fin de que sean hallados dignos de la vida eterna. Si así ha de ser con alguno de nosotros, que así sea. Pero al que se ve y sucede lo que sucede aquí en la tierra, no será más que un breve momento, y si somos fieles y dignos, Dios nos exaltará a su debido tiempo en las alturas, y en la resurrección seremos compensados por todas nuestras pérdidas y aflicciones.” (“Los que mueren en el Señor”, Liahona, feb. de 1977, págs. 55–56.)
El presidente Brigham Young dio un claro entendimiento de la importancia que las dificultades tienen en nuestro progreso, y enseñó lo siguiente al respecto:
“Si los santos pudieran comprender las cosas tal como son cuando se ven obligados a pasar por dificultades y a soportar lo que ellos llaman sacrificios, los reconocerían como las bendiciones más grandes que se les pueden of Brigham Young, pág. 345).
Doctrina y Convenios 58:5–7. ¿Fueron estos versículos un presagio de que la Nueva Jerusalén no sería edificada en 1831?
Concerniente a la presciencia de Dios en este caso, el élder Orson F. Whitney escribió lo siguiente:
“En todo caso, el Señor tenía que haber estado en conocimiento de lo que ocurriría desde antes de que ocurriera. La presciencia divina se extiende a todo aquello que tenga que ver con la obra de Dios. Al mandar que sus hijos edificaran la Nueva Jerusalén, Él ya sabía lo mucho o lo poco que eran capaces de hacer en ese sentido, y lo sabía tan bien antes de que sucediera como después de haber sucedido. La sorpresa o la desilusión no pueden concebirse en Él, pues a un ser omnisciente, todopoderoso, que ha creado, poblado, redimido y glorificado millones de tierras como ésta (Moisés 7:30), no le va a sorprender nada de lo que suceda en nuestro pequeño planeta.” (El que todo lo sabe, pág. 187.)
El que todo lo sabe sabía muy bien con anticipación qué harían y qué dejarían sin hacer aquellos edificadores de Sión, y Él hizo sus planes de acuerdo con ese conocimiento. Evidentemente, todavía no era el momento apropiado para la redención de Sión, y los santos no estaban listos para construir la Nueva Jerusalén. La proclamación divina sobre los errores que cometieron tras las leyes divinas fue una hábil argucia para su beneficio y su crecimiento espiritual.
Doctrina y Convenios 58:8–11. La cena del Señor
Dos símbolos se mencionan aquí que se usan desde la antigüedad: el asado y el vino del Señor. Las “viandas suculentas” y el “vino purificado bien refinado” (véase Isaías 25:6). Ambos símbolos se usan señal inequívoca de riqueza, indicando que la fiesta del evangelio ha de ser una gran importancia espiritual (véase también D. y C. 65:3; Mateo 22:1–14; Apocalipsis 19:7–9).
La fiesta de “viandas suculentas” se refiere a servir carne asada, exquisita, en su sabor realzado por el agregado de los licores, una carne que estaba solamente a disposición de la realeza y de los ricos. (Keil y Delitzsch, Commentary, libro 7: Isaiah, “Prophecies of Isaiah”, pág. 439.)
El “vino purificado bien refinado” era una sustancia que se denominaba con la palabra hebrea Shemarim y que describe una especie de jarabe altamente estimado en las fiestas reales de los palacios orientales. Estos “vinos” se preparaban de la parte del sedimento que quedaba después de haber terminado el proceso de fermentación, y con el hollejo de la uva, lo cual conservaba el vino y le daba su color y sabor tan especial, convirtiéndolo en una delicia de las fiestas. Algunas veces, el dulce jugo de las heces (sedimentos) era colado y se servía para acompañar los manjares; pero colados o no, la cuidadosa preservadora de la mezcla conservaba el buen estado del líquido e impedía que el jugo se convirtiera en fuerte vinagre. (Wiese Fallows, Bible Encyclopedia, bajo “Wine”, pág. 1724; Gesenius, Hebrew and English Lexicon of the Old Testament, págs. 1036–1037; Keil y Delitzsch, Commentary, libro 7: Isaiah, “Prophecies of Isaiah”, pág. 439; Encyclopaedia Judaica, 6:1418.)
Doctrina y Convenios 58:14–16. ¿Qué pecados había cometido Edward Partridge como primer obispo de la Iglesia?
En el período de la presidencia de Joseph F. Smith, la Primera Presidencia de la Iglesia emitió una declaración explicando el tipo de emociones con Edward Partridge. El siguiente extracto se toma de dicha declaración:
“En ocasión de la primera visita del Profeta a Independence, Misuri, Edward Partridge lo acompañó en las reuniones y conferencias que se realizaron en la tierra de Sión. Varias veces el obispo Partridge se opuso firmemente a las resoluciones del Profeta y fue reprendido duramente por él a causa de su incredulidad y terquedad. Más adelante, el apóstata Ezra Booth, que estuvo presente en esas ocasiones, expresó que lo acontecido entre el Profeta y el obispo fue una de las razones que lo justificaban para apostatar. En carta dirigida al obispo Partridge se refiere a ese punto, y esta ha sido publicada muchas veces por personas contrarias a la Iglesia. El obispo, además, fue reprendido por la ‘ceguera de su corazón’ y su incredulidad”, y en una revelación que se recibió en agosto de 1831, mientras él y el Profeta estaban todavía en Misuri, se le advirtió de los peligros de caer de su elevado puesto.” (D. y C. 64:15) (Clark, Messages of the First Presidency, 4:113.)
Doctrina y Convenios 58:16–18. ¿Cuál era la misión de Edward Partridge?
El hermano Partridge no era obispo en el mismo sentido como lo son los de la actualidad, pues no había tenido que ser llamado por el tiempo. El era el primer obispo de la Iglesia (véase D. y C. 41:9), al cual fueron confiadas las responsabilidades de presidir los asuntos temporales de la Iglesia. N. Eldon Tanner explicó: “Edward Partridge siguió siendo obispo en Misuri” (véase D. y C. 72).
La principal responsabilidad del obispo Partridge era la de administrar la ley de consagración recibiendo las contribuciones de los santos y las adjudicaba su correspondiente mayordomía (véase D. y C. 41–49; 42:30–35, 71–73; 51:7, 75). También tenía la responsabilidad de juzgar al pueblo de acuerdo con la ley del Señor.
Doctrina y Convenios 58:19–23. ¿Qué ley debían guardar los santos en la tierra de Sión?
Los santos habían entrado en un convenio de obedecer las leyes de Dios, en las cuales se incluía el evangelio y la ley de consagración (véase D. y C. 42:30–42, 53–55; 59:1–24). También se esperaba que se sujetaran a “las potestades existentes” (D. y C. 58:22) y vivieran de acuerdo con las leyes del país. El presidente Joseph Fielding Smith dijo:
“El mandamiento que recibieron los santos de obedecer la ley de Dios en la tierra de Sión era muy estricto. ‘No piense ningún hombre ser gobernante; más bien, gobierne Dios, según el designio de su voluntad, a que juzga, en otras palabras, a que se aconseja o se sienta en el tribunal’ (vers. 19). Hoy día no comprendemos la grandeza de este mandamiento. Los santos debían reunirse en la tierra que se había señalada desde el principio como sitio de la ciudad santa, la Nueva Jerusalén. Era la tierra y lugar fueron dedicados. Los que allí se iban a congregar entraron en un pacto de obedecerán la ley de Dios, mandamiento que se les había repetido muchas veces. Sidney Rigdon, por el llamamiento que había recibido, se puso de pie y repitió a la asamblea:
‘¿Recibís del Señor esta tierra de vuestra heredad, con gratitud en el corazón?’”
“ ‘¿Prometéis obedecer en esta tierra la ley de Dios, la cual nunca guardaréis en vuestras propias tierras?
‘¿Prometéis ver que otros hermanos vuestros que vendrán a este lugar obedezcan las leyes de Dios?’
“A todas esas preguntas cada uno respondió: ‘Sí, prometo’. Entonces se dedicó la tierra para su reconocimiento y herencia. Pero el Señor era muy serio respecto a esas mandamientos, y aquella no podía ser una promesa en vano. Si no hacían su pacto, su conducta les acarrearía tribulación. . . .
“Muchos miembros de la Iglesia olvidaron el pacto que habían hecho de obedecer la ley de Dios, lo cual era imperativo. Y eso les ocasionó dificultades. Empezaron las persecuciones, y finalmente fueron expulsados de sus tierras. Recibieron así la tribulación que el Señor había prometido que sufrirían, hasta cierto punto por causa de su desobediencia.” (Church History and Modern Revelation, 1:212–213.)
Doctrina y Convenios 58:26–29. No es necesario que el Señor mande a los santos en todas las cosas
El presidente Ezra Taft Benson explicó:
“Usualmente, el Señor nos señala los objetivos generales y algunos pautas que debemos seguir, pero espera que nosotros elaboremos los detalles y los métodos. Los métodos y procedimientos se aprenden generalmente se crean mediante el estudio y la oración y una vida tan digna que se pueda obtener seguir la inspiración del Espíritu. Personas menos avanzadas espiritualmente, como las de los tiempos de Moisés, tienen que recibir mandamientos detallados. Ahora actualmente, los que el Señor ha escogido para establecer los objetivos, metas y programas de la Iglesia no tienen que ser mandados a la hora de hacer cosas o ser guiados de la mano a la obrar bien tener que ser mandados ‘en todas las cosas’. Basta el Espíritu para poner en estado divino…
“A veces, el Señor espera que sus hijos actúen con prudencia y, luego, al hacerlo, pierdan la recompensa mayor, y el Señor o deja de lado el asunto y permite que sufran las consecuencias, o tiene que darles instrucciones más detalladas. Temor que, generalmente, cuanto más detalladas sean las instrucciones, menor será la recompensa.” (Ensign o Conference Report, abril de 1965, págs. 121–122.)
Doctrina y Convenios 58:30–33. Para recibir las bendiciones del Señor, la gente tiene que obedecer los mandamientos
“A veces, los santos se cumplen su deber y dejan de obedecer los mandamientos de Dios, pero aún así esperan que Él cumpla las promesas que les ha hecho a los fieles. Si no se las concede, se quejan y olvidan sus oraciones, dejan de asistir a las reuniones, no obedecen la Palabra de Sabiduría, no pagan el diezmo; pero cuando aparecen las enfermedades como una sombra oscura y aterradora en su senda, esperan la inmediata intervención divina a su favor mediante las bendiciones de los élderes. Si no ven realizarse sus esperanzas, dicen con tono de rebeldía: ‘Dios no cumple sus promesas’. La respuesta del Señor a eso es que ‘su recompensa yace debajo’ [véase el versículo 33]. Deben buscar por ‘debajo’ para encontrar su recompensa, pues tienen derecho alguno de reclamar a los cielos.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 340.)
Doctrina y Convenios 58:42–43. El Señor promete completo perdón a los que se arrepienten verdaderamente
El Señor da su palabra de que aquellos que verdaderamente se arrepientan de sus pecados recibirán su perdón. Recibimos esa bendición por medio de la expiación de Cristo, que “padece… por todos, para que no perezcan, si se arrepienten” (D. y C. 19:16). Además, les promete que no recordará más los pecados de los que se arrepientan (véase Ezequiel 18:21–22).
Sin embargo, el arrepentimiento requiere que el individuo abandone sus pecados, se aparte completamente de ellos y los confiese. El presidente Spencer W. Kimball enseñó:
“Nadie puede ser perdonado de transgresión alguna mientras no haya arrepentimiento, y uno no se arrepiente mientras no desnude su alma y admita sus intenciones y debilidades sin excusa ni justificación. Debe admitir interiormente que ha pecado gravemente; una vez que se haya confesado a sí mismo, sin quitarle nada a la ofensa y sin justificar su gravedad, y acepte su culpa con toda la magnitud que tiene, entonces está listo para iniciar el arrepentimiento; y cualquier otro elemento del arrepentimiento resultante de menor valor mientras no se establezca totalmente la culpabilidad. En entonces que el arrepentimiento puede madurar y que finalmente se puede obtener el perdón” (Love Versus Lust, Brigham Young University Speeches of the Year [Provo, 5 de enero de 1965], pág. 10).
Ciertamente, los que se arrepientan sinceramente recibirán el perdón del Señor. El presidente Kimball también dijo lo siguiente:
“Aquellos que presenten atención, así como los miembros de la Iglesia lo son, podrán participar del milagro del perdón. Dios limpiará de sus ojos las lágrimas y de sus mentes la culpa, las dudas, la depresión, el temor y la culpabilidad. Los ojos se levantarán, se abrirán los oídos y el corazón se regocijará. La salud mejorará, la fe aumentará, el alma se llenará de gozo, las inquietudes y ansiedades se desvanecerán.
“¡Qué alivio! ¡Qué consuelo! ¡Qué gozo! Los que se encuentran bajo la carga de transgresores y aflicciones y pecados pueden ser perdonados, limpiados y purificados si se vuelven a su Señor, aprenden de Él y guardan sus mandamientos. Y todos nosotros que tenemos necesidad de arrepentirnos de la impureza, de las debilidades y fallas diaria igualmente podemos participar de este milagro.” (El Milagro del Perdón, pág. 376.)
La Expiación. Él, en el Apéndice, donde el comentario detallado en cuanto a la ley que rige el pecado.
Doctrina y Convenios 58:44–48, 56. ¿Por qué se mandó que todos los santos se congregaran inmediatamente en Sion?
No había llegado el tiempo, ni llegaría “por muchos años” (vers. 44), de que todos los santos recibieran sus herencias en Sion. Antes de que Sion pudiera ser establecida, se requiere mucho trabajo, preparativos y paciencia. La Iglesia no tenía entonces la fuerza ni los medios para comprar tierras que fueran suficientes para todos los santos en Sion. De manera que, antes de que Sion pudiera ser establecida, se debía realizar mucha obra misional para fortalecer a la Iglesia. Los miembros recibirían la orden de reunir “al pueblo de los extremos de la tierra” (vers. 45); esto es, mediante la obra misional debían reunir a los miembros dispersos de la casa de Israel en preparación para el establecimiento de Sion.
Doctrina y Convenios 58:50–51. Mandamiento de escribir una descripción de Sion
El Señor mandó a Sidney Rigdon que describiera, por escrito, la tierra de Sion en Misuri y que prestara odios al Espíritu a fin de escribir la voluntad de El concerniente al dicho lugar; luego, tenía que escribir una carta dirigida a los santos en general, e incluir una lista para contribuciones a fin de recaudar fondos para la compra de dicha tierra. Como era imposible disponer de fotografías, la descripción que había hecho el hermano Rigdon tenía como objeto animar a los santos a que contribuyeran para la compra. Posteriormente, el Señor indicó que lo que Sidney Rigdon había escrito era inaceptable (véase D. y C. 63:55–56); con toda probabilidad, este pasaje se refiere a dicha asignación).
La siguiente descripción de Sión se ha incluido en la Historia de la Iglesia, aunque no se sabe si es una revisión de lo escrito por Sidney Rigdon para que resultara aceptable ante el Señor, o si se trata de algo escrito por otra persona:
“La región es distinta a la zona arbolada de los estados del Este. Tanto como la vista lo permite, se pueden divisar las hermosas praderas onduladas como si fueran un mar de prados, adornados con flores tan diversas como hermosas, de manera inusualmente descriptiva. Y en esos prados floridos, nada hay que obstruya el pensamiento a las abejas melíferas. Así se encuentran esbordando de flores y a los cursos de agua. Crean en zonas que son de un kilómetro y medio a cinco de ancho, y, siguiendo fielmente el recorrido serpenteante de las aguas, forman bosques magníficos. Estos están compuestos de robles, álamos, nogales, nogales americanos, fresnos, cerezos, acacias, moreras, cafetos, almeces, boyes y sicómoros. Además, hay álamos, pacanas, manzanos silvestres y banianos de las llanos; los bosques son hermosos, y en partes hay ciruelos, vides, manzanos silvestres y perales.
“El terreno está compuesto de una capa de tierra negra, generalmente de tres metros de profundidad, y debajo de ésta compone otro de tierra negra mezclado con algo de arcilla y arena. Produce en abundancia trigo, maíz, batatas, algodón y otros muchos productos agrícolas. Hay abundante cantidad de caballos, ganado vacuno y cerdos (aunque de raza inferior), los cuales no parecen necesitar otro alimento que el que se les proporciona en las vastas praderas en el verano y los pastos de los cerros en el invierno. La caza, naturalmente, es menos abundante aquí donde el hombre ha iniciado el cultivo del suelo, que en las extensiones despobladas. En esta región viven al paso del bisonte, alces, ciervos, osos, lobos, castores y otros animales más pequeños. Entre la ave abundancia que puebla las encantadoras zonas de esta buena tierra, herencia de los hijos de Dios, se encuentran también pavos, gansos, cisnes, patos y una variedad de otras aves.
“El clima es suave y bueno durante casi tres cuartas partes del año, y como la tierra de Sión está situada a aproximadamente la misma distancia del Atlántico que del Pacífico, así como de los montes Alleghany y de las Rocosas, en el paralelo 39 de latitud norte y entre los dieciséis y diecisiete grados de longitud oeste, es de esperar que—una vez que la maldición sea quitada de la tierra—llegue a ser uno de los lugares más bendecidos del globo. Los inviernos son más suaves que en los estados del este; así como atlántico sobre el mismo paralelo, y el verano es más agradable; en la misma forma, las virtudes de los pobladores fueran tantas como las bendiciones con las cuales corona el Señor la laboriosidad de los habitantes, entonces habría una porción de las cosas buenas de la vida para el beneficio de los santos, una porción que abundara y rebozara hasta centuplicarse.” (History of the Church, 1:197–198.)
Doctrina y Convenios 58:52–53. Sión debía obtenerse mediante la compra de tierras
El Señor mandó a los santos que compraran la zona que rodea a Independence, Misuri, para que fuera la plaza (el lugar) central de Sión, y que tuvieran un título de propiedad legal claramente establecido. En esa forma, cualquier disputa sobre el derecho de propiedad podría solucionarse legalmente, evitando así toda violencia. Smith y Sjodahl explican la razón por la que se dio este mandamiento:
“A los santos de los Últimos Días les está prohibido pelear para obtener un lugar de reconocimiento y especialmente si se trata de un lugar tan sagrado como aquél en el que se levantará el mayor de todos los templos de Dios. No se les prohíbe defender su vida, sus hogares y seres queridos, su libertad y su patria contra asesinos y ladrones, pero les prohíbe ser los agresores.” (Commentary, pág. 379.)
Hoy día, la Iglesia tiene la misma responsabilidad de obtener, mediante la compra, la tierra que será el lugar central de Sión.
Doctrina y Convenios 58:57. Dedicación de la tierra de Sión y del terreno del templo
Sidney Rigdon recibió el mandato del Señor de dedicar la tierra de Sión, en la cual se incluía el terreno del templo, pero el lugar mismo del templo fue dedicado por José Smith. Este acto lo significó respecto a esos acontecimientos:
“El día 2 de agosto, y debido a la rama de Colesville al colocar el primer tronco para la casa del Señor, se celebró el primer gran sacrificio en ese país; y el día siguiente, el día 3 de agosto, se dedicó el terreno del templo en el centro de la ciudad de Independence, Misuri, en el condado de Jackson, y se consagró al Señor por el élder Sidney Rigdon para el reconocimiento de Sión misma. Fue una ocasión de gozo para los presentes y nos dio la oportunidad de mirar hacia el futuro, a esa época en que ha de sobrevivir para establecer los fieles.” (History of the Church, 1:196).
“El día 3 de agosto, procedí a dedicar el sitio para el templo, un poco al oeste de Independence, y allí estaban presentes también Sidney Rigdon, Edward Partridge, W. W. Phelps, Oliver Cowdery, Martin Harris y Joseph Coe.” (History of the Church, 1:196).
Doctrina y Convenios 58:64. ¿El Señor espera realmente que los santos lleven el evangelio a todo el mundo, a toda criatura?
Leer en Mateo 28:18–20; Marcos 16:15; Lucas 24:47; Hechos 1:8; Apocalipsis 14:6–7; D. y C. 1:2, 4; 112:4, 16–17. El presidente Spencer W. Kimball, refiriéndose a estos pasajes, dijo:
“Creo que el Señor escogió cuidadosamente sus palabras cuando dijo ‘todas las naciones,’ ‘todo el mundo,’ ‘hasta lo último de la tierra,’ ‘toda lengua,’ ‘toda tribu,’ ‘todo pueblo,’ ‘los extremos de la tierra’.
“¡Ciertamente han sentido en esas palabras!
“Por supuesto, sus ovejas no estaban limitadas a los miles de personas que lo rodeaban y con las que se relacionaba diariamente. Él se refería a una familia universal; ¡es un mandamiento universal!…
“… Estoy convencido de que cuando hayamos hecho todo lo que esté a nuestro alcance, el Señor encontrará la forma de abrir más puertas. En eso tengo fe. . . .
“Dados los milagros con que el Señor nos provee en las comunicaciones (radio, televisión, grabadores de cintas magnetofónicas, satélites y estaciones receptoras, etc.) y con el aumento de los esfuerzos y devoción de nuestros misioneros, de todos nosotros y de todos los demás que son ‘enviados’, ciertamente se cumplirá la declaración divina (del vers. 64). Y debemos encontrar una manera. . .
“Si utilizamos todas las últimas invenciones y el equipo ya creado y todo lo que en el futuro se creará, ¿podéis vislumbrar la llegada del día en que tal vez el mundo esté convertido o haya escuchado el mensaje?
“Si hacemos todo lo que podemos. . . estoy seguro de que el Señor pondrá más descubrimientos a nuestro alcance; cambiará la actitud de reyes, magistrados y emperadores; desviará ríos y abrirá los mares, y encontrará formas de influir en el corazón de la gente. El abrirá las puertas y hará que sea posible llevar a cabo la obra proselitista.” (“When the World Will Be Converted,” Ensign, oct. de 1974, págs. 5, 10–11, 13.)
El presidente Brigham Young tenía igual fe. Él hizo la declaración siguiente en cuanto al cumplimiento del evangelio: “El reino continuará aumentando, creciendo y esparciéndose más y más. Cada vez que sus enemigos intenten derrocarlo, se extenderá y se fortalecerá más. En lugar de disminuir, aumentará, se expandirá más, se tornará más maravilloso y se destacará más ante las naciones, hasta que llene toda la tierra”. (Journal of Discourses, 1:203.)
Ciertamente, las palabras del profeta José Smith se cumplirán: “Ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra; las persecuciones se encarnizarán, el populacho se amotinará, los ejércitos podrán juntarse, la calumnia podrá difamar, mas la verdad de Dios seguirá adelante valerosamente, noble e independiente, hasta que haya penetrado en todo continente, visitado toda región, abarcado toda posesión de la tierra y a ejercer su dominio sobre los propósitos de Dios, y él y gran Jehová diga que su obra está concluida.” (History of the Church, 4:540).
Sección 59
“Para que… puedas conservarte sin mancha del mundo”
Antecedentes históricos
La historia de Polly Knight, madre de Newel Knight, es uno de los grandes relatos de fe en esta dispensación. Ella era miembro de la rama de Colesville y, aunque estaba muy debilitada por una seria enfermedad, había tomado la determinación de ir a Sión con los demás miembros de la rama.
“La salud de Polly Knight había ido decayendo durante algún tiempo, de acuerdo con lo declarado por su hijo Newel. Durante el transcurso del viaje de Kirtland a Misuri, estuvo muy enferma. ‘Sin embargo’, dice él, ‘no consintió en interrumpir el viaje. Su único y gran deseo era poder pisar la tierra de Sión y que su cuerpo fuera sepultado en aquel lugar. Pero empeoraba tan rápidamente que fue a tierra y cortó madera con la cual hacer un ataúd por si acaso él [su hijo] falleciera antes de llegar a su destino. Sin embargo, el Señor le concedió el deseo de su corazón, y vivió para poder pisar aquella tierra’.” (Scraps of Biography, pág. 70.) (History of the Church, 1:199–n.)
El funeral de Polly Knight tuvo lugar el domingo 7 de agosto de 1831. José Smith escribió lo siguiente:
“El día 7 concurrió al funeral de la hermana Polly Knight, esposa de Joseph Knight, padre. La suya fue la primera defunción ocurrida en la Iglesia en esa zona, y puedo decir en verasimo [sic] lleno de santas en el Señor hasta la resurrección. También entonces recibió lo siguiente. . .”
A continuación cita la sección 59 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:199.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 59:1–4. Si son justos, tanto vivos como muertos heredarán la tierra
Los versículos 1 y 2 parecen ser una referencia a Polly Knight, que había llegado allí con la única mira de glorificar a Dios, aunque, naturalmente, las bendiciones se aplican a todos los que tengan una actitud semejante. Así es que en estos versículos, el Señor da grandes promesas a todos los santos fieles.
El presidente Joseph Fielding Smith explicó cómo aquellos que mueran, si mueren en justicia, heredarán la tierra:
“Hoy día, con la tierra sujeta al mandato de Satanás, generalmente parecería que fueran los orgullosos, egoístas y altaneros quienes la heredan; esto está de acuerdo con el espíritu de injusticia que ha prevalecido en el mundo desde la caída del hombre. Pero cuando Cristo venga a tomar posesión de la tierra y a ejercer su dominio, los mansos recibirán su justa herencia [véase Mateo 5:5]. Aunque mueran antes de que eso ocurra, aun así recibirán la tierra por herencia, pues será ésta la morada eterna de los que hereden el reino celestial. . . Esta tierra finalmente. . . estará preparada para los justos, o los mansos, y es su herencia eterna” (Church History and Modern Revelation, 1:215–216).
Doctrina y Convenios 59:5–6. Los dos grandes mandamientos
El presidente Joseph Fielding Smith destacó que “tan importante son estos mandamientos que ha sido necesario llamar la atención de los Santos de los Últimos Días con respecto a ellos en unas cuantas revelaciones. Es muy evidente que de estos dos dependen todas las leyes y los profetas. Si obedecemos esos mandamientos tal como los recibimos en los versículos 5 y 6 de esta sección… cumpliremos así toda la ley de Dios. No podemos amar a nuestro Padre Celestial y adorarlo en el nombre de su Hijo Unigénito, nuestro Redentor, con todo nuestro ‘corazón, alma, mente y fuerza’ sin obedecer todos los demás mandamientos, y al hacerlo, naturalmente amaremos a nuestros semejantes como a nosotros mismos y tendremos buenos sentimientos y amor hacia todos los demás seres humanos, que son los hijos de Dios; no habría necesidad de que se nos recordara constantemente que tenemos que santificar el día de reposo, pagar un diezmo íntegro, mantener limpio nuestro cuerpo obedeciendo la Palabra de Sabiduría, o la importancia de que tengamos nuestras oraciones en privado y en familia, sino que observaríamos esas normas y todo lo demás, sino que nos instruye hacer si amáramos al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza. El amor de los miembros de la Iglesia hacia el Señor está en proporción directa a la forma en que obedecen sus leyes” (Church History and Modern Revelation, 1:216–217).
Doctrina y Convenios 59:6–13. Se reiteran los Diez Mandamientos
En los tiempos modernos, el Señor ha reiterado las leyes básicas que definen la relación del hombre con Dios y con sus semejantes. La comparación de algunos versículos de las secciones 42 y 59 con los Diez Mandamientos, tal como éstos aparecen en Éxodo, muestra en qué forma las revelaciones modernas aclaran y amplían lo dicho en la antigüedad. Como se puede ver, no hay un paralelismo estricto entre las citas de los tres orígenes, pero en las secciones 42 y 59 se encuentran puntos que explican o aclaran los de la Biblia.
| Éxodo 20 | D. y C. 42 | D. y C. 59 |
| “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (vers. 3). | “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerza” (vers. 5). “Ofrecerás un sacrificio al Señor tu Dios en justicia, sí, el de un corazón quebrantado y un espíritu contrito” (vers. 8). “En el nombre de Jesucristo lo servirás” (vers. 5). |
|
| “No te harás imagen” (vers. 4). | ||
| “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano” (vers. 7). | “Si me amas, me servirás y guardarás todos mis mandamientos” (vers. 29) | |
| “Acuérdate del día de reposo para santificarlo” (vers. 8). | “Y para que más íntegramente puedas conservarte sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo” (vers. 9). “En ese día… del Señor, ofrecerás tus ofrendas y tus sacramentos al Altísimo, confesando tus pecados a tus hermanos, y ante el Señor” (vers. 12). “Y en este día no harás ninguna otra cosa sino preparar tus alimentos con sencillez de corazón” (vers. 13). |
|
| “Honra a tu padre y a tu madre” (vers. 12). | ||
| “No matarás” (vers. 13). | “No matarás” (vers. 18). | “No… matarás, ni harás ninguna cosa semejante” (vers. 6). |
| “No cometerás adulterio” (vers. 14). | “No cometerás adulterio” (vers. 24).“Amarás a tu esposa con todo tu corazón, y te allegarás a ella y a ninguna otra” (vers. 22).“El que mirare a una mujer para codiciarla negará la fe, y no tendrá el Espíritu” (vers. 23). | “No… cometerás adulterio… ni harás ninguna cosa semejante” (vers. 6). |
| “No hurtarás” (vers. 15). | “No hurtarás” (vers. 20). “No te llevarás el vestido de tu hermano; pagarás por lo que recibas de tu hermano” (vers. 54). |
“No hurtarás… ni harás ninguna cosa semejante” (vers. 6). |
| “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (vers. 16). | “No mentirás” (vers. 21). “No hablarás mal de tu prójimo, ni le causarás ningún daño” (vers. 27). “Viviréis juntos en amor” (vers. 45). |
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (vers. 6). |
| “No codiciarás” (vers. 17). | “Y el que mirare a una mujer para codiciarla negará la fe, y no tendrá el Espíritu” (vers. 23). | |
| “No serás altivo de corazón” (vers. 40). | “Darás gracias al Señor tu Dios en todas las cosas” (vers. 7). “Tus votos de rectitud en justicia todos los días y a todo tiempo” (vers. 11). |
|
| “No serás ocioso” (vers. 42).“Ocuparás el lugar de tu mayordomía” (vers. 53). “Y si obtienes más de lo necesario para tu sostén, lo entregarás a mi depósito” (vers. 55). “Aceptarás como mi ley… las cosas que has recibido” (vers. 59). “Observarás todas estas cosas, y grande será tu recompensa” (vers. 65). “Observarás las leyes que habéis recibido y seréis fieles” (vers. 66). |
“Complace a Dios haber dado todas estas cosas al hombre; porque para este fin fueron creadas, para usarse con juicio, no en exceso, ni por extorsión” (vers. 20). |
Doctrina y Convenios 59:7–8. “Un corazón quebrantado y un espíritu contrito”
Antes del nacimiento de Cristo en la tierra, el Señor mandó que se ofrecieran sacrificios de animales o de los productos de la tierra. Estos sacrificios representaban Su propio sacrificio, así como la disposición que tenía quien los ofrecía de obedecer a Dios. Después de Su resurrección, Jesucristo dio fin a la práctica de esos sacrificios y mandó que, a partir de entonces, el sacrificio consistiera en un corazón quebrantado y un espíritu contrito (3 Nefi 9:15–22).
Smith y Sjodahl explicaron el significado de ambas expresiones: “Contrito significa ‘aplastado’ o ‘abatido’. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmos 51:17). El espíritu contrito y un corazón quebrantado son aquellos en los que la obstinación del orgullo ha sido remplazada por la humildad del arrepentimiento, el cual frecuentemente surge del pesar y la aflicción” (Commentary, págs. 305–306).
Doctrina y Convenios 59:9–10. “Rendir tus devociones al Altísimo”
El 6 de abril de 1881, hablando a una congregación un domingo de mañana, el presidente John Taylor dijo:
“Servir al Señor es uno de los grandes objetivos de nuestra existencia. Y, considerando la bendita oportunidad que gozamos de adorar a Dios en el día de reposo; y cuando nos reunimos para hacerlo, en el templo o de algún otro modo, para ofrecerle el homenaje que está fuera de lugar en las demás ocasiones que nos tocan de hablar de cosas seculares; éstos momentos son perennes actos de bendición; son los que muestran sentimientos y afectos hacia nuestro Creador, y nuestro deseo de obedecerle, hagámoslo con el espíritu adecuado; y si lo hacemos de tal modo participamos en la oración y hagamos de corazón, para que en esos momentos sagrados nuestros espíritus puedan llegar a ser uno, para que nuestras oraciones y adoración lleguen a Dios, cuyo Espíritu lo penetra todo y está siempre presente en las asambleas de los santos fieles y buenos” (Journal of Discourses, 22:226).
Doctrina y Convenios 59:11–12. ¿Qué es una ofrenda?
El élder Bruce R. McConkie definió la ofrenda, en un más elevado sentido, como “la entrega de devoción total al Señor, el ofrecimiento de un corazón quebrantado y un espíritu contrito” (D. y C. 59:8–12; 3 Nefi 9:19–20). En un sentido menor y más temporal, es el ofrecimiento de sacrificios, o de ofrendas de ayuno, o cualquier otra contribución caritativa que se haga a la Iglesia (Ezequiel 44:30). Isaías habló de las ofrendas varias refiriéndose al ofrecimiento de sacrificios, sin poseer el espíritu ni comprender el sentido de la ordenanza y de la ofrenda (Isaías 1:13). Ezequiel anunció que, en los días de la congregación del pueblo, Israel volvería a ofrecer ofrendas (Ezequiel 20:33–44)” (Mormon Doctrine, págs. 541–542).
Doctrina y Convenios 59:13. A fin de que tus ayunos sean perfectos
El presidente Joseph F. Smith habló en cuanto al propósito del ayuno y cómo se puede hacer más perfectamente:
“Ahora bien, aun cuando la ley requiere que los miembros en todo el mundo ayunen de ‘una tarde a la otra’ y se abstengan de comer así como de beber, fácilmente se puede ver por las Escrituras, y especialmente por las palabras de Jesús, que es mucho más importante sentir el verdadero espíritu de amor por Dios y por el hombre, tener ‘pureza de corazón y sencillez de intención’, que cumplir con la letra de la ley. El Señor ha instituido el ayuno de acuerdo con una base razonable e inteligente, y ninguna de sus obras es vana ni imprudente; su ley es perfecta en esto como en otras cosas. Por tanto, se requiere que quienes ayunen, cumplan lo anterior; es un deber que no puede eludir. Mas elévese presente que la observancia del día de ayuno, absteniéndose de comer y beber durante veinticuatro horas, no es una regla absoluta, no es una ley inflexible para nosotros; más bien, se deja al criterio de las personas como asunto de conciencia, y para que al cumplirla ejerzan prudencia y juicio. Hay muchos que padecen debilidades, otros cuya salud es delicada, y madres que amamantan; a éstos no se les debe requerir el ayuno. Tampoco deben los padres obligar a los niños pequeños a que ayunen. He visto a niños llorar de hambre el día de ayuno, y en tales casos nada les beneficiará estar sin comer; al contrario, temen la llegada de ese día, y en lugar de hacerlo con alegría, les causa disgusto y temor. De este modo, la compulsión engendra en ellos el espíritu de rebelión más bien que amor por el Señor y por sus semejantes. Antes que obligarlos, sería mejor enseñarles el principio, y permitirles que lo observen cuando tengan la edad y la madurez suficientes para hacerlo.
“Pero quienes puedan ayunar deben hacerlo; y a las personas de todas las categorías que hay entre nosotros, se les debe enseñar a ahorrar los alimentos que no comen, o su equivalente, para los pobres. A medida que alcance esto y se reúnan los parientes la mañana de ese día, en los lugares para las reuniones de ayuno, de adoración y de oración, y escuchen los testimonios de los santos humildes y sinceros, el espíritu de ayuno se derramará sobre ellos, y las oraciones y los ayunos de ese día se harán aceptables al Señor; en verdad, habrá gozo y bendición. Las contribuciones de ayuno se deben remitir a las autoridades correspondientes para que se alivien las casas de Sión donde haga falta.” (Doctrina del Evangelio, pág. 238; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 59:13–14. ¿Cómo puede hacerse el ayuno con sencillez de corazón?
A veces, se piensa que el ayuno se limita a la abstención de comida y agua. En estos versículos, el Señor usa los vocablos gozo y regocijo para explicar cómo debe ser el ayuno. La preparación de alimentos y el ayuno pueden hacerse al mismo tiempo. Smith y Sjodahl señalaron que “en el día de reposo, hasta en la elaboración de los alimentos debe haber ‘sencillez de corazón’, es decir, simplicidad. Nuestros corazones, nuestros deseos en ese día en medio de complicados banquetes, que puedan causar impedimentos para guardar el día de reposo. Una comida sencilla es suficiente. Hasta ese punto todos los días de reposo deben ser como un día de ayuno, brindándonos un gozo perfecto.
“En cierta ocasión, nuestro Señor entró en casa de Marta y María. Marta estaba ocupada con muchos quehaceres, deseosa de servir al Maestro vistosos platillos, y todo de lo mejor. María estaba ansiosa por escuchar al Salvador. Ante el reproche de Marta a su hermana menor, nuestro Señor dijo gentilmente: ‘Sólo una cosa es necesaria’. Esto se debe recordar siempre en el día del Señor.” (Commentary, pág. 352.)
Doctrina y Convenios 59:15. “No con mucha risa, porque esto es pecado”
El comentario con respecto a la liviandad y a las risas inapropiadas se encuentra en Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 88:69, 121.
Doctrina y Convenios 59:16–20. ¿Hay alguna relación entre la riqueza de la tierra y la rectitud de la gente?
Uno de los temas que se destacan en el Libro de Mormón es que “según guardéis mis mandamientos, prosperaréis” (1 Nefi 2:20). En esos casos, prosperar probablemente implique algo más que la acumulación de riquezas materiales, pero la prosperidad temporal está incluida en esa bendición. Moisés les dijo a los israelitas: “Y por haber oído estos decretos y haberlos guardado y puesto por obra, Jehová tu Dios… te amará, te bendecirá y te multiplicará, y bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra… de que juró a tus padres que te daría” (Deuteronomio 7:12–13). Es una promesa de bendición directa sobre la tierra y sobre la gente.
En la sección 59, el Señor también promete bendiciones temporales a cambio de la obediencia espiritual, incluso la obediencia a la ley del día de reposo. Después de una grave sequía que devastó la parte occidental de los Estados Unidos, el presidente Spencer W. Kimball habló de la posibilidad de que esa calamidad natural tuviera que ver con la desobediencia de la gente, especialmente en cuanto a la observancia del día de reposo.
“Muchas veces el Señor usa el tiempo como modo de disciplinar a su pueblo por la violación de sus leyes. Él dijo a los hijos de Israel:
“‘Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusieres por obra,
“‘yo daré vuestras lluvias en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto.
“‘Vuestra trilla alcanzará a la vendimia, y la vendimia alcanzará a la sementera, y comeréis vuestro pan hasta saciaros, y habitaréis seguros en vuestra tierra.
“‘Y yo daré paz en la tierra, y dormiréis, y no habrá quien os espante; y haré quitar de vuestra tierra las malas bestias, y la espada no pasará por vuestros países’ (Lev. 26:3–6).
“Con tanta preocupación del mal tiempo aquí y en otros lugares, pedimos a nuestro pueblo que se reúna en solemne y conjunta oración para rogar por estas necesidades. Nuestras oraciones fueron contestadas, por lo que nuestra gratitud no tiene límites. Mas la necesidad continúa, y esperamos que el Señor se digne contestar nuestras continuas oraciones al respecto.
“Tal vez haya llegado el día de enfrentarnos a nosotros mismos y ver si somos dignos de pedir, o si hemos estado violando los mandamientos de modo tal que seamos indignos de recibir las bendiciones. . .
“Pero innumerables personas en la tierra dedican el día de reposo al trabajo, a las playas, a la diversión y a sus compras semanales. El Señor nos hace promesas definidas.
“‘… yo daré vuestras lluvias en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto’ (Lev. 26:4).
“‘Dios promete con lo que promete; aun así, muchos de nosotros continuamos violando el día de reposo…’” (“Lo que el Señor espera de nosotros”, Liahona, oct. de 1977, págs. 2, 3.)
Doctrina y Convenios 59:20. ¿Qué es la extorsión?
“Extorsión” es el acto de tomar algo ilegalmente, mediante violencia, amenazas o presión. Es legal procurar, por medio del trabajo honrado, los bienes por los cuales se pueden obtener las cosas buenas de la tierra; pero no es legal tomar de los demás cosas o alguna mediante métodos contrarios a esta gran ley: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 354.)
Doctrina y Convenios 59:23. Los frutos del evangelio y el precio que requieren
El presidente Marion G. Romney presentó una explicación clara y profunda con respecto a las bendiciones prometidas en este versículo y lo que se requiere para recibirlas:
“Una vez que la vida terrenal se termine y podamos contemplarla todo en su verdadera perspectiva, veremos más claramente y comprenderemos lo que el Señor y sus profetas nos han dicho reiteradamente: que los frutos del evangelio son los únicos objetivos dignos de todos nuestros esfuerzos en la vida. Quien los alcanza tiene verdadera riqueza, o sea, lo que es riqueza en la escala de valores del Señor. Debemos luchar constantemente por ampliar y profundizar nuestra comprensión de lo que son los frutos del evangelio.
“El Señor los ha definido como ‘…paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero’ (D. y C. 59:23). Es un poco difícil definir la ‘paz en este mundo’ a la que se hace mención en la revelación. Pero podemos estar seguros de que no se refiere a la comodidad, lujo y la ausencia de dificultades, tal como lo consideran los que sienten gusto por Jesús dijo a sus Apóstoles que ellos podrían encontrarla aun en los días de tribulación. ‘La paz os dejo’, declaró, ‘mi paz os doy’. Y luego, según creo, como una advertencia, agregó: ‘Yo no os la doy como el mundo la da’ (Juan 14:27).
“El otro fruto del evangelio que se menciona en la cita, ‘la vida eterna en el mundo venidero’, tiene que ser algo glorioso, pues el Señor ha dicho que ‘rico es el que tiene la vida eterna’ (D. y C. 6:7) y que ‘la vida eterna… es el máximo de todos los dones de Dios’ (D. y C. 14:7). Quien la obtenga alcanzará la exaltación en el reino celestial de nuestro Padre Eterno…
“Este don de la vida eterna en el mundo venidero por supuesto no puede lograrse plenamente en el transcurso de la vida terrenal. Sin embargo, se puede recibir la confirmación de que se alcanzará en la otra vida. Más aún, la promesa de las bendiciones del reino celestial es sólo para aquellos que reciben esa confirmación. De acuerdo con la visión que se manifestó al Profeta, los candidatos a todas las bendiciones deben calificarse en tres aspectos:
Primero, deben ser de los que recibieron el testimonio de Jesús, y ‘creyeron en su nombre’ y de los ‘que fueron bautizados según la manera de su sepultura’; segundo, deben ser de los que pueden ‘recibir el Espíritu Santo por la imposición de las manos del que es ordenado y sellado para ejercer ese poder’; y tercero, deben ser de los ‘que son sellados por el Santo Espíritu de la promesa’ (D. y C. 76:51–53).
“El profeta José Smith enseñó que quien está sellado en esa forma recibirá dentro de sí la confirmación del Espíritu de que obtendrá la vida eterna en el mundo venidero. Repetidamente en forma permanente amonestó a los santos de su época a lograr esa confirmación obteniendo las bendiciones proféticas más seguras (D. y C. 131:5). Esta es la confirmación interior que nos traerá paz en este mundo y que nos sostendrá en toda tribulación. . .
“Esos frutos del evangelio —la seguridad de que obtendremos la vida eterna, la paz que se logra en este mundo al recibir esa confirmación y, finalmente, la vida eterna en el mundo venidero— están al alcance de cada uno de nosotros. . .
“Pienso que las bendiciones del evangelio son un valor tan incalculable que el precio a pagar por ellas debe ser muy justo, y si el entendimiento correcto de ellas se abre aún más sobre el tema, lo es. No obstante, ese precio está al alcance de todos nosotros, porque no lo hemos de pagar con dinero ni con ninguna posesión terrenal, sino con una vida recta. Lo que se requiere es una devoción sincera al evangelio y una lealtad ilimitada a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
“No es suficiente que haya en nuestros hechos algo de sinceridad. No podemos alcanzar esas bendiciones si somos como el joven rico que afirmó haber obedecido todos los mandamientos desde su juventud, pero se retiró profundamente apesadumbrado cuando en respuesta a su pregunta ‘¿Qué más me falta?’, Jesús le dijo: ‘Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres… y ven y sígueme’ (Mateo 19:21). Evidentemente, podía obedecer en todo, menos en el programa de bienestar.
“No puede haber ninguna clase de reservas, sino que debemos estar dispuestos a sacrificar todo. Mediante la autodisciplina y la devoción debemos demostrar al Señor que estamos dispuestos a servirle en cualquier circunstancia. Una vez que hayamos hecho esto, recibiremos la confirmación de que tendremos la vida eterna en el mundo venidero. Entonces, también gozaremos de paz en este mundo.
“Enfrentémonos todos los días a nosotros mismos, con toda honestidad, haciéndonos la pregunta que hizo el joven rico: ‘¿Qué más me falta?’. Y así, descubriendo con suma franqueza nuestras propias limitaciones, conquistémoslas, de por vida hasta lograr la paz en este mundo mediante la seguridad de alcanzar la vida eterna en el mundo venidero.” (En Conference Report, oct. de 1949, págs. 39–45.)
Sección 60
“No desperdiciarás tu tiempo, ni esconderás tu talento. . .”
Antecedentes históricos
El 3 de junio de 1831, se había efectuado en Kirtland una conferencia en la cual se llamó a veintiocho misioneros para que fueran a Misuri, predicando el evangelio por el camino (véase la sección 52).
Habiendo completado su misión, “el 8 de agosto de 1831, al finalizar la primera conferencia realizada en Misuri, los élderes preguntaron qué debían hacer. El Profeta consultó con el Señor y recibió una revelación dándoles instrucciones con respecto al viaje de retorno” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:220).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 60:1–3. “No quieren abrir su boca, sino que esconden el talento”
Al Señor le complació que los élderes hubieran viajado a Misuri, de donde tenían que regresar predicando a Ohio. Pero no estaba complacido con algunos de ellos. El presidente Joseph Fielding Smith explicó la razón: “Se les ha mandado predicar el evangelio por el camino y dar testimonio entre la gente, pero algunos no cumplieron con este mandamiento porque temían ser mal recibidos. Es cierto que no toda persona es por naturaleza un buen misionero, y hay quienes no se atreven a cumplir la responsabilidad de elevar su voz para proclamar el evangelio. Sin embargo, ésa es una obligación que tenemos para con este mundo caído. Desde el principio, los élderes habían recibido el mandamiento de servir al Señor con todo su ‘corazón, alma, mente y fuerza’ porque el campo está blanco y listo para la siega. Había un castigo para quienes no lo eran, y podrían comparecer sin culpa en el último día. La prédica del evangelio les ofrecía una manera no sólo de no perecer, sino de lograr la salvación de su alma. Hay muchos que han sido llamados y enviados para hacerlo pero han tenido temor del hombre, a pesar de que el Señor ha prometido apoyarlos en su obra si es que confían en Él” (Church History and Modern Revelation, 1:220–221).
Doctrina y Convenios 60:4. “El día en que yo integre mis joyas”
En todas las épocas, las joyas con piedras preciosas han sido altamente apreciadas por el hombre. Al igual que las piedras preciosas más hermosas y de mayor valor que la tierra pueda engendrar, así son para el Señor aquellas personas que se preparan mediante la obediencia a los mandamientos, pues ellas serán las joyas de su Salvador restauradas cuando venga en su gloria (véase Isaías 62:3; Zacarías 9:16; Malaquías 3:17; D. y C. 101:3).
Doctrina y Convenios 60:8, 13–14. “Se les ha enviado a predicar mi evangelio… sacudid el polvo de los inicuos”
El presidente Joseph Fielding Smith explicó que a menudo el Señor “se refiere a la gente esparcida de miembros de la Iglesia, hallándose en las diversas congregaciones de los inicuos”. Tenemos buena razón para creer que la iniquidad prevalecía en esas congregaciones. Los élderes debían buscar entre sus integrantes a aquellos de corazón honesto, y dejar su testimonio de advertencia a los demás, a fin de ver limpios de su sangre” (Church History and Modern Revelation, 1:223).
Doctrina y Convenios 60:13. “No… escondieréis el talento”
El importante significado de esta advertencia se puede encontrar en Mateo 25:14–30.
Doctrina y Convenios 60:15–17. “Sacudid el polvo de tus pies”
La ordenanza de lavarse los pies para quitarles el polvo se practicaba en la época del Nuevo Testamento y fue reinstituida en esta dispensación (véase D. y C. 88:139–40; Juan 11:2; 13:5–14). La acción de sacudir o quitar el polvo de los pies constituye un testimonio contra los que rehusan aceptar el evangelio (véase D. y C. 24:15; 84:92; 99:4). En razón de la naturaleza tan seria de este acto, los líderes de la Iglesia han dado instrucciones de que se efectúe solamente si el Espíritu así lo manda. El presidente Joseph Fielding Smith explicó el significado de esta ordenanza con las siguientes palabras: “Limpiarse los pies, ya sea lavándolos o sacudiéndolos para quitarles el polvo, es un acto que queda registrado en los cielos como testimonio contra los inicuos. Sin embargo, la acción no debía realizarse en presencia de los ofensores, ‘no sea que los provoque, sino en secreto, y el que lo hiciere, será limpio de sus pies ante mí’. (D. y C. 60:15.) Los misioneros que realizan su labor fielmente tienen la obligación de dejar su testimonio en el transcurso de su misión, el cual debe servir como testimonio de su fidelidad, lo que en determinado momento servirá como testimonio contra los que rechazan el evangelio” (Church History and Modern Revelation, 1:225; véase también Notas y comentario sobre D. y C. 24:15).
Sección 61
El Señor ha bendecido la tierra y maldecido las aguas
Antecedentes históricos
El Profeta recibió esta revelación en las riberas del río Misuri, el 12 de agosto de 1831. Él mismo escribió:
“El día 9, en compañía de diez élderes, partí del desembarcadero de Independence en dirección a Kirtland. Íbamos en canoa, río abajo, y el primer día llegamos hasta Fort Osage, donde comí como cena común un excelente pavo silvestre. No ocurrió nada de importancia hasta el tercer día, cuando se nos pusieron de manifiesto muchos de los peligros tan comunes en las aguas del Oeste; y después de acampar en las riberas del río, en McIlwaine’s Bend, el hermano Phelps, en una visión que se desplegó ante sus ojos a la luz del día, vio al destructor manifestarse en su horrible poder marchando sobre la superficie de las aguas; otros oyeron el ruido, aunque no vieron la visión. ‘A la mañana siguiente, después de orar, rebelí. . .’ y a continuación se encuentra la sección 61 de Doctrina y Convenios.” (History of the Church, 1:202–203.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 61:1–4, 6, 19. Los hermanos tenían que testificar
El Señor mandó a los élderes que dieran testimonio de Satanás y su poder sobre las aguas (véase D. y C. 61:4, 19), y del poder de Dios para beneficio de los fieles (véase los vers. 1, 6). A fin de cumplir esta responsabilidad, era necesario que pudieran ver y conocer a la gente, por lo que el Señor les hizo comprender que si viajaban en canoa no podían tener contacto con las personas que tenían necesidad de escuchar el mensaje del evangelio (véase los vers. 3–5, 20–22, 30–32).
Doctrina y Convenios 61:15–19. ¿Cómo es “maldita” el agua?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó lo siguiente:
“En el principio, el Señor bendijo las aguas y maldijo la tierra, pero en estos tiempos postreros sería a la inversa: la tierra sería bendecida y las aguas maldecidas. Un poco de estudio de este asunto confirmará la verdad de esta declaración. En el transcurso de los primeros milenios de la historia de la tierra, los hombres no entendían la necesidad del suelo ni cómo era necesario rehacerlo una vez que se levantaran las cosechas. El equipo de trabajo de que disponía la gente era primitivo y limitado; el hambre prevalecía y era posible gozar de los lujos que tenemos hoy día. Hay quienes afirmarán que el suelo era entonces tan productivo como lo es ahora, y tal vez así fuera. En vano se disputó ese punto. Pero, es indudable que la forma de cultivo no permitía la abundante producción que se puede cosechar hoy día. No importa cuáles fueran las causas; lo importante es que en aquellos tiempos de la historia del mundo no podía lograrse la calidad de producción ni la diversidad de frutos existentes ahora, y el Señor bien puede referirse a ello como una maldición, o falta de bendición, sobre la tierra. Tenemos motivos para creer que en los tiempos antiguos, los torrentes, las inundaciones y los peligros sobre las aguas no eran los mismos que hoy día, y menos aún como un lo que el Señor ha permitido que ocurra. De acuerdo con los conocimientos que tienen en algunos años, los antiguos marinos atravesaban los mares con relativa seguridad. . . Esa forma de transporte en el mismo tipo de naves resultaría sumamente peligrosa y arriesgada en la actualidad. Además, hemos visto aumentar los peligros sobre las aguas al punto de que muchas personas han perdido el valor, y solamente los bravos y los que se aventuran a navegar se atreven en esos mares. En cuanto a las aguas del río Misuri y Misisipí, y más aun las aguas del Atlántico y del Pacífico, se han hecho notables manifestaciones que prueban los grandes desastres en razón de los desbordes de estas grandes corrientes. Muchos han perdido la vida en las inundaciones que cubren la tierra, y también sobre la superficie de las aguas aparentemente tranquilas surgen tormentas devastadoras. Ciertamente, se ha visto el cumplimiento de la palabra del Señor con respecto a las aguas. Aunque el Señor ha hablado del mar desbordándose sobre sus propios límites en rugientes olas, también debemos recordar la gran destrucción que se efectúa en las aguas durante la guerra, y especialmente cuando hay batallas entre submarinos, como las que ha habido en años recientes.” (Church History and Modern Revelation, 1:224; véase también Génesis 3:17–19; Éter 7:23–25; 9:26; 14:26; Apocalipsis 16:1–6; Alma 45:16; D. y C. 59:3; 16–19.)
Doctrina y Convenios 61:7. ¿Cuál fue el encargo y misión de Sidney Gilbert y William W. Phelps?
Ambos hombres debían comprar una prensa impresora y transportarla a Misuri. William W. Phelps iba a ser el impresor para la Iglesia (véase D. y C. 55:4; 57:11), y Sidney Gilbert había sido nombrado agente de compras (véase D. y C. 57:6).
Doctrina y Convenios 61:20–28. “Yo, el Señor, estuve enojado ayer con vosotros”
El élder B. H. Roberts explicó la razón por la que el Señor dijo esas palabras, y lo hizo en la forma siguiente:
“Durante los tres días en que viajaron por el río, habían surgido algunos desacuerdos y malos sentimientos entre los hermanos, y fue necesario dar explicaciones y reconciliarse; también se halló que el viaje en canoas resultaba lento, y de ahí que fuese necesario que Sidney Gilbert y William W. Phelps, quienes habían sido nombrados para comprar la prensa impresora, y el Profeta, Sidney Rigdon y Oliverio Cowdery, a los que se había aconsejado que apresuraran su retorno a Kirtland, viajaron en seco, para ir e inquirir encontrar un medio más rápido que las canoas para viajar. La mayor parte de la noche que habían pasado en McIlwaine’s Bend dedicaron a estos asuntos. Los hermanos se reconciliaron entre sí, y mientras aquellos cuya misión requería regresar siguieron por tierra hacia St. Louis, el resto del grupo siguió viajando por el río.” (Comprehensive History of the Church, 1:262–263.)
Doctrina y Convenios 61:30, 32. ¿Por qué recibieron el Profeta y sus compañeros el mandato de advertir a los inicuos de Cincinnati?
“Cuando se recibió esta revelación, Cincinnati era solamente un poblado y sin embargo era, al igual que otros pueblos del Oeste tales como St. Louis, Independence, Columbus y Kirtland, una de esas ciudades donde prevalecían el vicio y la iniquidad. Después de cumplir su misión en Cincinnati, estos dos hermanos [el profeta José y Sidney Rigdon] debían continuar su viaje de retorno a Kirtland.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:225.)
Doctrina y Convenios 61:37–39. “Viene en una hora que no sospecháis”
Ninguna persona sabe el momento exacto de la venida de Cristo. El profeta José Smith dijo:
“Jesucristo nunca reveló a hombre alguno el momento preciso en que vendrá. Si leéis las Escrituras, no encontraréis ocasión alguna que especifique la hora exacta en que vendrá; y quienes la señalan son maestros falsos” (History of the Church, 6:254).
Sección 62
“Benditos sois. . .”
Antecedentes históricos
Mientras el Profeta y su grupo volvían desde Misuri, en agosto de 1831, encontraron a algunos élderes que iban hacia ese lugar. José Smith escribió:
“El día 13 encontré a varios élderes que estaban en camino hacia la tierra de Sión, y después de saludarse gozosamente, como ocurre cuando se encuentran los hermanos que ‘contienden ardientemente por la fe que ha sido dada una vez a los santos’ [Judas 3], recibí lo siguiente. . .”, y cita la sección 62 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:205.)
En la historia escrita por el Profeta, no se mencionan quiénes eran los élderes en cuestión, pero Reynolds Cahoon los nombró así: Hyrum Smith, John Murdock, Harvey Whitlock y David Whitmer (véase Journal History, 13 de agosto de 1831).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 62:1. El Señor sabe cómo socorrer a los que son tentados
“Socorrer” significa ir en ayuda de alguien que está en peligro o que necesita algo. Afortunadamente, el Señor conoce a los que enfrentan la tentación y Él hace para que no pequen; y si pecan, los socorrerá para que se arrepientan.” (Ludlow, Companion, 1:330.)
Doctrina y Convenios 62:2–3. “Vuestros pecados os son perdonados”
La obra misional eficaz tiene un efecto redentor para los obreros así como para los conversos. El apóstol Santiago escribió que “el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Santiago 5:20). El élder Bruce R. McConkie escribió sobre la misma enseñanza: “Al rescatar al hermano que está en el error, lo salvamos y nos salvamos a nosotros mismos. Nuestros pecados quedan ‘cubiertos’ (perdonados), porque ejercemos el ministerio para lograr la salvación y bendición de otro miembro del reino. En principio, esta recompensa especial para los ministros de Cristo se aplica también a aquellos que predican el evangelio y traen almas al reino. El ministro recibe la recompensa de la salvación y, en consecuencia, es liberado de sus propios pecados.” (D. y C. 41:4–J / Doctrinal New Testament Commentary, 3:279.)
Doctrina y Convenios 62:3. El testimonio se registra en los cielos
Smith y Sjodahl hicieron notar que “en esta revelación se nos dice que los ángeles examinan los anales que se guardan de los testimonios de los fieles élderes, y que se regocijan por esos testimonios. Es evidente que el ministerio que se lleva a cabo en la tierra tiene sus efectos más allá del velo, en la misma forma que los tiene aquí. El élder que testifica fielmente la verdad no sabe hasta dónde puede llegar el resultado de su testimonio, aunque sus oyentes sean pocos.” (Commentary, pág. 371.)
Doctrina y Convenios 62:4. “Efectuad una reunión”
Véase Doctrina y Convenios 58:61–63.
Doctrina y Convenios 62:6. ¿A qué promesa se refiere el Señor?
Véase Doctrina y Convenios 35:24; 39:13; 49:25; 52:42.
Doctrina y Convenios 62:7–8. ¿Por qué les habló el Señor de andar a caballo o en mula?
John Murdock estaba tan enfermo en esa ocasión, que no podía seguir su viaje a Sión en las mismas condiciones. Después que se recibió esta revelación, los cuatro misioneros (John Murdock, David Whitmer, Harvey Whitlock y Hyrum Smith) juntaron su dinero y compraron una cabalgadura para Murdock, y así pudieron continuar su viaje.
Sección 63
“Este es un día de amonestación y no de muchas palabras”
Antecedentes históricos
El 27 de agosto de 1831, José Smith y su grupo regresaron a Kirtland, Ohio, luego de su primer viaje a Sión, llevando noticias de que ya se sabía cuál era el lugar central de Sión. “Una vez que se esparció entre los miembros de la Iglesia la información de que el Señor había revelado dónde se edificaría la Nueva Jerusalén, naturalmente hubo entre ellos gozo, y muchos expresaron el deseo de saber qué tenían que hacer a fin de obtener una heredad. Repetidamente, el Señor ha dado instrucciones respecto a que todos los que vayan a Sión tendrán que obedecer su ley, y la ley celestial sobre la que Sión será edificada. Los de débil y los indiferentes a los mandamientos recibieron una advertencia de que no serían bien acogidos en aquel lugar, a menos que se arrepintieran. ‘Escuchad, oh pueblo, abrid vuestro corazón y oíd desde lejos; escuchad, vosotros los que os llamáis el pueblo del Señor, oíd su palabra y su voluntad concerniente a vosotros’ [vers. 1]. Esas son las palabras con que se da la introducción a esta revelación” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:229).
El profeta José Smith describió el interés y entusiasmo de los santos en aquel momento: “En esos días iniciales de la Iglesia, había gran ansiedad y deseo de obedecer la palabra del Señor sobre cualquier tema que de alguna manera tuviera que ver con nuestra salvación; y como la tierra de Sión era para nosotros el objeto temporal más importante, le pedí al Señor que nos diera instrucciones acerca de la congregación de los santos, la compra de los terrenos y otros asuntos, y recibí lo siguiente. . .”, y cita la sección 63 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:207.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 63:1–6. “Escuchad, vosotros los que os llamáis el pueblo del Señor”
En estos versículos, el Señor enseña que, a fin de que los santos habiten en Sión, deben ser un pueblo justo (véase D. y C. 58, 59, 97, 101, 105). El Señor comenzó esta revelación con un solemne recordatorio de que sus mandamientos no deben tomarse a la ligera, y que quienes los desprecian o se rebelan contra ellos serán castigados. El recordatorio era necesario, dado que, aunque muchos de los primeros santos expresaban un gran anhelo de edificar Sión, no eran obedientes a las leyes que Dios había revelado. El profeta José Smith trató de enseñar a los santos el mismo principio:
“No sabemos lo que tendremos que padecer antes que Sión sea rescatada y establecida; por consiguiente, tenemos gran necesidad de estar cerca de Dios y obedecer estrictamente todos sus mandamientos, para que nuestra conciencia se encuentre libre de ofensas hacia Dios y hacia los hombres” (Enseñanzas, pág. 32).
Doctrina y Convenios 63:7–12. ¿Cómo es que las señales dependen de la fe, y por qué puede ver un pecado buscar señales sin tener fe?
Estos versículos contienen una declaración muy importante en cuanto a la relación que existe entre la fe con obras y los poderes milagrosos, o señales, que acompañan a la fe.
El rompimiento del cual se desarrollará la fe, o el poder, es una prueba. El Señor da ciertas promesas, y mediante nuestra obediencia en ellas recibimos bendiciones y poder; pero no tenemos prueba de ninguna promesa mientras no actuemos basándonos en nuestra confianza o creencia. Luego, la confirmación de la verdad del principio, por lo cual solamente después de haber actuado con fe y confianza. Es por eso que Santiago enseñó que “la fe, si no tiene obras, es muerta” (Santiago 2:17). Moroni enseñó el mismo concepto al explicar que, al principio, no podemos saber con certeza que los conceptos son verdaderos y nos comunicarán un poder, sino que verdaderamente podemos tener la esperanza de saberlo hasta que hayamos puesto a prueba el principio en sí: “La fe es las cosas que se esperan y no se ven; por tanto… no recibís ningún testimonio sino hasta después de la prueba de vuestra fe” (Éter 12:6).
Si estamos dispuestos a actuar basándonos en la fe, el Señor nos dará evidencia confirmatoria de todos los principios doctrinales y evangelio. Hay algunas personas que dicen: “Antes de pagar el diezmo, deseo saber con certeza que se trata de un principio verdadero”. Pero el Señor actúa en forma totalmente diferente. Él nos dice: “Primero actuad con fe y pagad el diezmo; luego, os daré la evidencia de que es un principio verdadero”.
En sus enseñanzas, el Salvador hizo hincapié en esa relación durante su ministerio en la tierra: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios” (Juan 7:17; cursiva agregada).
Al entender ese proceso, podemos comprender qué se condena al hecho de que el hombre busque señales. Aquel que exige evidencia física del poder de Dios como condición para creer fracasa y equivoca el proceso por el cual se desarrolla la fe; quiere la prueba sin pagar el precio. Tal como sucede con el adúltero, busca el resultado sin aceptar la responsabilidad. De allí, la declaración de que la generación que busca señales es malvada y adúltera.
El profeta José Smith enseñó lo siguiente con respecto a este principio: “Os daré una de las llaves de los misterios del reino. Es un principio cierto, que ha existido con Dios por todas las eternidades, que el hombre que se levanta para condenar a otro, criticando a los de la Iglesia, diciendo que se han desviado, mientras que él es justo, sabe seguramente que ese hombre pone en el camino que conduce a la apostasía; y si no se arrepiente, vive Dios que apostatará. Este principio es tan correcto como el que Jesús expuso cuando dijo que el que demanda señal es adúltero; y ese principio es eterno, invariable y firme como los pilares de los cielos; porque cuando vieres a un hombre que demanda señal, podréis estar seguros de es adúltero” (Enseñanzas, pág. 182).
Doctrina y Convenios 63:16. “El que mira a una mujer para codiciarla”
El pensamiento siempre precede al acto, y tal como lo explicó el presidente David O. McKay:
“Permitidme originar esto esencialmente. Me llega muchos años, siendo yo presidente de la Misión Europea, un joven fue a hablar conmigo y me hizo la confesión de un hecho entero y penamiso. El joven justificaba diciendo que había dado la casualidad de que estaba en una librería a la hora de cerrar, una vez que la puerta estuvo cerrada se había dejado vencer por la tentación. Con eso, trataba de culpar a las circunstancias por su acto.
“Pero yo le dije: No fueron las circunstancias, ni fue la puerta cerrada, ni fue la tentación lo que le hizo caer. Tú ya habías pensado eso en antes de ir a la librería. Si nunca hubieses pensado en ello, no habría circunstancia alguna, por propia que fuera, que hubieran tenido la fuerza para tentarte a ti, un misionero, y hacerte caer. El pensamiento siempre precede a la acción.” (“Cleanliness Is Next to Godliness,” Instructor, marzo de 1965, pág. 86.)
La sección Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 42:23–24 contiene un análisis más detallado sobre este tema.
Doctrina y Convenios 63:17. ¿Qué significa arder con fuego y azufre?
El élder Bruce R. McConkie definió el asunto como un “mineral fácilmente fundible y muy inflamable, que al quemarse produce una llama azul y un olor sofocante…
“La naturaleza del azufre en combustión es tal que en la mente profética simboliza perfectamente el tormento eterno de los condenados. De acuerdo con esto es que leemos que los inicuos son atormentados con fuego y azufre (véase Apocalipsis 14:9–11; 19:20; 20:10), o en otras palabras, que ‘su tormento es como un lago de fuego y azufre, que también asciende para siempre jamás, y no tiene fin” (1 Nefi 9:16; Alma 12:17). Esta escena, un terrible “lago de fuego y azufre” simboliza el “tormento sin fin” (1 Nefi 9:19, 26; 28:23; Jacob 6:10; Alma 14:14; D. y C. 76:36); quienes tengan que vivir en ese estado están sujetos a la segunda muerte (Mormon Doctrine, págs. 280–281).
Doctrina y Convenios 63:20–21, 49–51. La transfiguración de la tierra
“La tierra pasará por dos cambios que bien pueden designarse como transfiguraciones:
‘1. Al comienzo del Milenio se verá elevada de su estado telestial presente y llegará a lo que se llama el estado terrestre. En ese período solamente los justos estarán en ella.
‘2. Después de finalizar los mil años, la tierra será celestializada y los fieles que sean dignos de esa gloria recibirán en ella su herencia permanente.’” (Cowan, Doctrina y Convenios, págs. 101; véase también D. y C. 77; 88:17–20, 25–26; 101:24–25; 130:4–11.)
Doctrina y Convenios 63:24–31. ¿En qué forma se obtendrá la tierra de Sión?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó que la tierra en Sión debe comprarse: “Esto fue lo que se enseñó a los primeros miembros. Se les advirtió que no debían crear antagonismo entre sus vecinos, muchos de los que se oponían al reino debido al odio contrarios a los miembros de la Iglesia. El Señor dijo que el tiempo no podía obtenerse por medio del derramamiento de sangre. Los que tuvieran el privilegio de reunirse allí no debían hacerlo con violencia, pues la prisa conduciría a la confusión, a condiciones insatisfactorias y enfermedades, y eso, a su vez, crearía consternación y temor en sus enemigos, haciendo que su oposición aumentara. Satanás deseaba destruirlos, y en su ira se esforzó para instarlos a la contención; lo mismo hizo entre los habitantes ya establecidos en Misuri.” (Church History and Modern Revelation, 1:232.)
Doctrina y Convenios 63:34. Difícilmente los santos escaparán
El profeta José Smith explicó “que es falsa la idea de que los santos se escaparán de todos los juicios, mientras los inicuos sufrirán, porque toda carne está sujeta al padecimiento, y los justos apenas escaparán”. Con todo, muchos de los santos se salvarán, porque los justos vivirán por la fe; sin embargo, muchos de los justos serán postrados por las enfermedades, las pestilencias, etc., por motivo de la debilidad de la carne, mas no obstante, se salvarán en el reino de Dios. De modo que es un principio injusto decir que tales y cuales personas han transgredido porque han sido víctimas de las enfermedades o la muerte, pues toda carne está sujeta a la muerte; y el Salvador ha dicho: ‘No juzguéis, para que no seáis juzgados’” (Enseñanzas, pág. 193).
Doctrina y Convenios 63:50–51. “Los ancianos morirán; mas no dormirán en el polvo”
Estos versículos describen la condición existente en el Milenio. Véase también Doctrina y Convenios 43:32; 45:57–58; 101:24–34; 3 Nefi 28:8; Isaías 65.
Doctrina y Convenios 63:54. “Habrá vírgenes insensatas entre las sensatas”
En muchos pasajes de Doctrina y Convenios se usan frases o conceptos tomados de las parábolas del Nuevo Testamento (véase, por ejemplo, Notas y comentario sobre D. y C. 40:2; 45:36–37; 56–57; 60:13; 86:1–7). Estos versículos nos dan otro ejemplo. La frase “vírgenes insensatas” se refiere a las cinco vírgenes de la parábola que no tenían suficiente aceite en sus lámparas (véase Mateo 25:1–13).
Doctrina y Convenios 63:55–56. Lo escrito por Sidney Rigdon no fue aceptable para el Señor
“Mediante una revelación, se habían dado instrucciones a Sidney Rigdon (D. y C. 58:50) de que escribiera una descripción de la tierra de Sión. Su primer esfuerzo no fue aceptable para Dios. En estos versículos se da a conocer la razón de esa reacción: Era demasiado orgulloso y no aceptaba consejo. Por lo tanto, se le dio otra oportunidad, y su segundo esfuerzo resultó bueno y fue aceptado.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 384.)
Doctrina y Convenios 63:61–64. “Cuídense todos los hombres de cómo toman mi nombre en sus labios”
A veces, sólo cuando se emplea el nombre del Señor en juramentos y en expresiones vulgares se considera que se toma en vano. El élder James E. Talmage amplió la definición de “tomar el nombre del Señor en vano” mencionando los puntos siguientes:
- “Lo tomamos en vano cuando empleamos lenguaje profano o vulgar.
- Lo tomamos en vano cuando juramos falsamente o no somos fieles a nuestros juramentos y promesas.
- Lo tomamos en vano en ocasiones cuando blasfemía cuando en nuestras oraciones hablamos de Su santo nombre sin un debido respeto por su santidad.
- Y tomamos su nombre en vano siempre que nos obstinamos en hacer algo que desafía abiertamente sus mandamientos, dado que hemos tomado su nombre sobre nosotros.” (En Conference Report, oct. de 1931, pág. 53.)
En la sección Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 88:121, se analiza la forma apropiada de tratar todo lo que es sagrado.
Sección 64
“Os es requerido perdonar a todos los hombres”
Antecedentes históricos
“A causa de las interrupciones y como necesitaba un lugar tranquilo en el cual trabajar, el 12 de septiembre de 1831, el Profeta se mudó a la casa de John Johnson, en el poblado de Hiram. La casa estaba en el condado de Portage, estado de Ohio, a unos cincuenta kilómetros al sudeste de Kirtland. Desde que se mudó hasta principios de octubre, el Profeta pasó la mayor parte del tiempo preparándose para continuar con la traducción de la Biblia. Cuando se habla de traducción, se hace referencia a una revisión del texto bíblico mediante inspiración o revelación, tal como el Señor le había mandado, tarea que había empezado en junio de 1830.” (Documentary History of the Church, 1:215). Sidney Rigdon continuó escribiendo cuando el Profeta en esa obra de revisión.
El día antes de que se mudara de Kirtland, recibió una revelación importante, la sección 64, tal como ahora figura en Doctrina y Convenios.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:234–235.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 64:1–2. “Que venís al mundo”
Smith y Sjodahl hacen notar lo siguiente:
“Juan, el Amado, escribió que Jesús es ‘la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene al mundo’ (5:4); y ‘¿Quién es el que viene al mundo, sino que el que es el Hijo de Dios?’ (D. y C. 93:5). Lo que el pasaje significa es que tanto sigamos nuestros deseos de sujetarnos a las costumbres del mundo, nos alejamos de Dios y nos resultará difícil de cumplir; pero si vencemos ese deseo y no nos sometemos al espíritu del mundo, alcanzaremos los mandamientos no sólo de cumplir además, si realmente creemos que Jesús es el Hijo de Dios, nos interesará la mundana, que está en abierta rebelión contra Él. En esta revelación, el Señor, utilizando la misma expresión de su discípulo amado, les dice a los élderes de la Iglesia que no deben aceptar la forma del mundo, ni adorar, ni de vivir, ni de divertirse. Algunas personas no se comportaban como debían en este sentido” (Commentary, pág. 389).
Doctrina y Convenios 64:7. ¿Cómo se puede pecar “de muerte”?
El élder Bruce R. McConkie lo explicó así:
“Aquellos que se apartan de la luz y verdad del evangelio, los que se entregan a Satanás, los que se alistan en su causa y la sostienen, se convierten en sus hijos, y en esa forma pecan de muerte. Para ellos no hay arrepentimiento, ni perdón, ni esperanza alguna de alcanzar de ningún tipo. Son hijos de Satanás, son hijos de perdición” (Mormon Doctrine, pág. 737; véase también Alma 5:41–42; Mateo 12:31–32; Hebreos 10:26–27; 1 Juan 5:16–17).
Doctrina y Convenios 64:8. “En la antigüedad mis discípulos buscaron motivo de estar los unos contra los otros”
El presidente Joseph Fielding Smith explicó esto de la forma siguiente:
“El Señor declaró que mientras estaba en su ministerio terrenal, sus discípulos buscaban motivos de estar los unos contra los otros, y en algunas ocasiones les fue imposible perdonar sinceramente. Esa situación impulsó a Pedro a preguntarle al Señor cuántas veces debía perdonar a su hermano si le debía hacer siete veces. El Salvador le respondió: ‘No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete’ (Mateo 18:21–22). Así como los discípulos en la antigüedad provocaron sus propias aflicciones, igualmente nosotros, al no tener dentro de nosotros el espíritu de perdón, podemos hacernos acreedores de aflicción y castigo de parte del Señor” (Church History and Modern Revelation, 1:235).
Doctrina y Convenios 64:9–11. “A vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres”
En la Conferencia General de octubre de 1973, el élder Marion D. Hanks habló en cuanto a la importancia de perdonar a los demás:
“Alguien ha escrito: ‘… nega el amor es la negación del Espíritu de Cristo, la prueba de que nunca lo conocimos, de que Él vivió en vano por nosotros. Significa que Él no provocó ningún cambio en nuestros pensamientos, que ni siquiera una vez estuvimos bastante cerca de Él para que la maravilla de su compasión por el mundo tuviera influencia en nosotros’. . . .
“¿Cómo respondemos cada uno de nosotros? ¿Podemos perdonar al instante a los que nos han ofendido? ¿Podemos liberarnos de la ira? ¿Podemos amar a aquellos que deliberadamente nos han ofendido y que nos han hecho daño? Si respondemos que no podemos, entonces negamos el poder redentor del amor de Cristo. . .
“La naturaleza de nuestra redención en tales situaciones bien puede determinar la naturaleza y calidad de nuestra vida, aquí y eternamente.
“Pero no sólo nuestra salvación eterna depende del deseo y la capacidad que tengamos de perdonar los errores cometidos contra nosotros, sino también la gozo y satisfacción que podamos disfrutar en esta vida, y hasta la verdadera libertad. Cuando Cristo nos instó a presentar la otra mejilla, a andar la segunda milla, a darle la capa al que nos quite la túnica, ¿lo hizo en consideración al tirano, al rufián, o al ladrón? ¿O fue para que la víctima se viera aliviada de la carga destructiva del resentimiento y la ira?
“Pablo escribió a los romanos que nada ‘nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro’ (Romanos 8:39). Estoy seguro de que eso es cierto. Doy testimonio de que es cierto. Pero eso también es cierto que nosotros podemos apartarnos de su Espíritu…
“En toda situación de pecado sucede así. La envidia, la arrogancia, el dominio injusto, todo eso carcome el alma de quien los abriga. . . . También sucede así si no perdonamos. Aun cuando nos parezca que otros merecen nuestro resentimiento u odio, por el mal que esos sentimientos nos causan no podemos exponernos a pagar el precio de experimentarlos. Si sentimos la punzante mordedura de esas emociones, sabemos el daño que producen. . .”
“Se cuenta que el presidente Brigham Young dijo una vez que quien se ofende cuando no hubo intención de ofender es un tonto, y que quien se ofende cuando se le ofendió con intención generalmente es también un tonto. Se dice, además, que cuando una serpiente cascabel muerde a una persona, ésta puede hacer dos cosas: Puede, por ira, miedo o sed de venganza, perseguir al animal y darle muerte; o puede, a toda prisa, tratar de librarse del veneno que está entrando en su organismo. Si seguimos este último curso de acción, con toda probabilidad sobreviviremos; pero si intentamos seguir el primero, tal vez no vivamos lo bastante para darle término.” (En Conference Report, oct. de 1973, págs. 15–16.)
Doctrina y Convenios 64:18–21. ¿Por qué quería el Señor “retener una fuerte posesión en la tierra de Kirtland” durante cinco años?
El presidente Joseph Fielding Smith contestó esta pregunta explicando lo siguiente:
“Era en ‘esta tierra en donde se levantará Sión’ en este tiempo en esta dispensación, el mismo en el que se revelarían las llaves esenciales de la restauración. Parece evidente que si todos se hubieran mudado a Sión en aquel momento, la dedicación del templo se habría visto frustrada por los enemigos de la Iglesia. . . . La restauración de las llaves del sacerdocio posee los antiguos profetas era esencial para el progreso del plan de Dios. El Señor deseaba que se edificara una casa a su nombre en Kirtland adonde Él pudiera venir y donde enviaría a sus mensajeros con esas llaves del poder. La construcción de un templo requería tiempo, y aunque las ciudades se pusieran a prueba y las bendiciones fuesen diferidas, la fe del pueblo sería probada por su obediencia. El 3 de abril de ese año fue el día en que el Señor apareció en dicho templo, el mismo donde Elías, Moisés y Elías el Profeta aparecieron y confirieron las llaves de sus dispensaciones y la autoridad correspondiente. No sabemos qué otros mensajeros vinieron en aquel entonces, pero sí que era necesario que se revelaran todas las llaves y la autoridad. Por necesidad se revelaron algunas antes de que hubiera un templo al cual pudieran venir los mensajeros, pero el hecho de que se revelaran llaves de aquella naturaleza en una casa erigida en nombre del Señor estaba de acuerdo con el plan divino. La revelación en la que el Señor comunicó a los santos su deseo de retener una fuerte posesión en Kirtland se recibió el 11 de septiembre de 1831.
“En marzo de 1836, dedicaron la casa del Señor y en el siguiente mes de abril se confirieron allí las llaves antes mencionadas. Después de este acontecimiento glorioso, los miembros de la Iglesia quedaron en libertad de mudarse a Sión. Pocos meses después, se produjo en aquel lugar una apostasía, y muchos se apartaron de la Iglesia, pero aquellos que se arrepintieron y vieron en la necesidad de huir de allí. Sin embargo, el Espíritu del Señor prevaleció hasta que su obra en aquel lugar se hubo cumplido y pasó el tiempo señalado.” (Church History and Modern Revelation, 1:237.)
Doctrina y Convenios 64:22. ¿Qué quiere decir que el Señor requiere el corazón de los hombres?
En las Escrituras, es común que se use figuradamente el nombre de partes del cuerpo humano, y su simbolismo generalmente se deriva del propósito y la función del órgano en particular. Así, por ejemplo, el ojo, siendo el órgano que percibe la luz, se utiliza como símbolo de percepción, tanto de las cosas buenas como de las malas (véase Mateo 5:29; 6:22–23; D. y C. 12:8). El oído, por ser el órgano auditivo, viene a ser el símbolo de prestar atención y de obediencia (véase Éxodo 19:5; Apocalipsis 2:7; D. y C. 33:1; 43:1).
Pero de todos los órganos del cuerpo, el corazón es el símbolo de significado más profundo. Un estudioso dijo que en la Biblia el corazón se considera “el centro mismo del hombre”, y es representativo de tres temas centrales:
- El núcleo de la vida y la fuerza del cuerpo. Cuando se fortalece el corazón, todo el hombre se renueva.
- El centro de la naturaleza racional y moral y de pensamientos y emociones —donde el hombre delibera, reflexiona, evalúa. Es el centro de los sentimientos y afectos, y expresa el gozo, el pesar, la mala voluntad, el disgusto, la ansiedad, la desesperación, el temor y la reverencia.
- Es el centro de la moral. En él se encuentran diversos grados de desarrollo espiritual. Es el lugar donde se da morada a Cristo o a Satanás. Puede ser duro o estar quebrantado; puede atesorar el bien o acumular el mal. “El corazón es el laboratorio y lugar de prueba de todo lo que es bueno y malo en pensamientos, palabras y acciones. . . . Es el centro del hombre, el cristal mismo donde palpita la vida.” (Unger, Bible Dictionary, véase bajo “Heart”, pág. 462.)
Al entender el significado profundo del corazón como un símbolo, podemos comprender mejor por qué el Señor requiere el corazón del hombre. En el versículo 34, el Señor agrega a ese requisito tan importante el de una mente bien dispuesta.
Doctrina y Convenios 64:23. “El que es diezmado no será quemado en su venida”
El élder Rudger Clawson, quien fuera miembro del Consejo de los Doce y segundo consejero en la Primera Presidencia, explicó cómo puede cumplirse esta promesa:
“¿Qué significa eso? ¿Significa que si una persona no paga el diezmo, el Señor la enviará desde el cielo una bola de fuego para quemarla? No; el Señor no actúa así, sino que obra sobre principios naturales. Esto es lo que quiere decir, si lo entiendo correctamente: Significa que la persona que voluntariamente pasa por alto el mandamiento expreso del Señor de pagar el diezmo notará que el Espíritu del Señor se retira de ella; significa que el poder del sacerdocio se retirará de ese hombre si continúa empeñado en no cumplir con su deber. Gradual pero ciertamente, el agua se comporta se apartará hacia las tinieblas hasta que finalmente (y recordad esto bien) descubrirá que se encuentra entre los malvados; allí es donde irá a parar; y cuando llegue el momento de la destrucción y la quema, él estará entre los inicuos y será destruido. Por otra parte, los que observan la ley se encontrarán entre los justos y serán preservados. Hay un Dios en los cielos, y Él ha prometido proteger a los justos. Repito: El día de la quema, el día de la destrucción, vendrá sobre los inicuos. ¿Y dónde nos encontraremos? ¿Estaremos con los malvados o con los justos?” (En Conference Report, oct. de 1913, pág. 59.)
Doctrina y Convenios 64:23–25. “El tiempo presente es llamado hoy”
“La consumación se hallará en la próxima que el período de tiempo interyacente es llamado ‘hoy’; y al aplicar esta explicación al año 1831, el Señor declaraba a los inicuos y a los negligentes en Sión:
“. . . Solamente por medio de la diligencia y la acción podrán interpretarse correctamente las señales de los tiempos. Es peligroso e impíos el adormecimiento del Señor. Para los negligentes e impíos el acontecimiento del gran retorno es inesperado como el ladrón que llega en la noche. Sin embargo, el monje no deja sin información con respecto a las señales precedentes.” (Talmage, Jesús el Cristo, págs. 821–822.)
(La sección Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 45:6 contiene una explicación respecto al motivo de que, en la terminología del Señor, el tiempo de oportunidad al arrepentimiento haya sido designado como “hoy”.)
Doctrina y Convenios 64:34–36. “Los rebeldes no son de la sangre de Efraín”
Parece extraño que el Señor dijera que la rebeldía, que es una condición espiritual, pueda tener influencia en la sangre, que es símbolo de descendencia directa. ¿No se trata, entonces, de ser o no ser descendiente directo de Efraín? La respuesta es que no, a los ojos del Señor él califica a sus hijos por las cualidades espirituales que poseen.
Pablo enseñó ese principio a los santos de la antigüedad. Los judíos se enorgullecían de ser de la circuncisión, esto es, de ser el pueblo del pacto del cual la circuncisión era la señal. Pero Pablo señaló que si uno de la circuncisión violaba la ley, su “circuncisión viene a ser incircuncisión” (Romanos 2:25). En otras palabras, por causa de la transgresión, éste se excluía de la posibilidad de ser un verdadero israelita. Pablo concluyó su razonamiento con esta declaración: “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Romanos 2:28–29).
Nefi también entendió este principio y enseñó lo siguiente: “Porque he aquí, os digo que cuantos de los gentiles se arrepienten son el pueblo del convenio del Señor; y cuantos judíos no se arrepienten serán talados; porque el Señor no hace convenio con nadie sino con aquellos que se arrepienten y creen en su Hijo, que es el Santo de Israel” (2 Nefi 30:2).
Efraín tenía el primogénito entre los hijos de Jacob (véase Génesis 48:5–22) y fue considerado por el Señor como el primogénito de José (véase 1 Crónicas 5:1; Jeremías 31:9). El presidente Joseph Fielding Smith explicó la razón:
“En esta dispensación, es esencial que Efraín ocupe su lugar a la cabeza, ejerciendo en Israel la primogenitura que recibió por revelación directa. Por tanto, Efraín debe ser recogido primero para preparar el camino, mediante el evangelio y el sacerdocio, para el resto de las tribus de Israel cuando llegue el momento en que deban ser congregadas en Sión. La gran mayoría de aquellos que han ingresado a la Iglesia son efrainitas; es muy raro encontrar personas de cualquier otra tribu, con excepción de las de Manasés. . . .
“En la actualidad, es Efraín el que posee el sacerdocio. Con Efraín es con quien el Señor ha concertado convenio y a quien ha revelado la plenitud del evangelio eterno. Es Efraín el que está edificando templos y efectuando en ellos las ordenanzas, tanto para los vivos como para los muertos. Cuando venga el día en que las ‘tribus perdidas’ de Israel sean nuevamente hermosas y un acontecimiento maravilloso cuando vengan a Sión, —en cumplimiento de las promesas hechas por Isaías y Jeremías, tendrán que ser coronadas con sus bendiciones por su hermano Efraín, el ‘primogénito’ en Israel.” (Doctrina de Salvación, 3:237–238; versión revisada.)
“Así comprenderán las tribus de Efraín nos ayudará en entender por qué el Señor dijo ‘los rebeldes no son de la sangre de Efraín’” (vers. 36).
Sección 65
“Extiéndase el reino de Dios, para que venga el reino de los cielos”
Antecedentes históricos
“En Hiram, estado de Ohio, tuvieron lugar varias conferencias importantes. Allí se recibieron trece revelaciones, incluso la memorable visión que se describe en la sección 76. Allí el populacho, exacerbado por Ezra Booth, que había negado la fe volviéndose enemigo, trató de quitarles la vida al Profeta y a Sidney Rigdon. Sin duda, se les dio esta revelación para fortalecerlos para la obra y experiencias que los esperaban.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 397.)
El profeta José Smith declaró que esta sección es una oración, diciendo: “A principios de octubre recibí, por medio de una revelación, la siguiente oración. . .”, y a continuación escribió el contenido de la sección 65. (History of the Church, 1:218.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 65:1–6. El establecimiento del reino de Dios
El profeta José Smith explicó su propio papel en el establecimiento del reino de Dios:
“Los antiguos profetas declararon que en los últimos días el Dios del cielo establecería un reino que nunca sería destruido ni quedaría en manos de otro pueblo; y llegado el momento preciso, este pueblo comenzó a esforzarse por sacarlo a luz. . .
“Estimo que yo soy uno de los instrumentos para establecer el reino de Daniel mediante la palabra de Señor, y tengo la intención de poner un cimiento que revolucionará al mundo entero. . . No será por medio de la espada ni el fusil que ese reino se extenderá; el poder de la verdad es tan fuerte, que todas las naciones se verán en la necesidad de obedecer el evangelio.” (History of the Church, 6:364–365.)
Doctrina y Convenios 65:2. ¿Cuál es la relación entre el reino de Dios y la piedra cortada ‘no con mano’?
El presidente Harold B. Lee comentó la relación que existe entre el reino de Dios y la piedra que Nabucodonosor vio en su sueño (véase Daniel 2:44–45).
“Podríamos preguntar qué es el reino de Dios. Y esa pregunta tampoco queda sin respuesta, ya que el Señor le respondió, diciendo: ‘Las llaves del reino de Dios han sido entregadas al hombre en la tierra. . .’ [vers. 2] Donde están las llaves del reino, allí está la Iglesia de Jesucristo, y ésta es la piedra que fue cortada del monte, no por manos, tal como lo explicó Daniel en la interpretación que dio al sueño, la cual rodará y golpeará a la imagen rompiéndola en pedazos y seguirá rodando hasta llenar toda la tierra. (D. y C. 65.)
“El profeta José Smith hace esta definición del reino de Dios:
“‘Algunos dicen que el reino de Dios no quedó establecido sobre la tierra sino hasta el día de Pentecostés y que Juan el Bautista no predicó el bautismo de arrepentimiento para la remisión de los pecados; pero yo declaro, en el nombre del Señor, que desde los días de Adán ha estado en la tierra el reino de Dios se ha hallado en el rubro, siempre que ha habido un hombre justo sobre la tierra, a quien Dios haya revelado su palabra y conferido poder y autoridad para administrar en su nombre, y donde ha habido un sacerdote de Dios. . . para administrar las ordenanzas de Dios y oficiar en el sacerdocio. . . allí ha existido el reino de Dios. . .’ (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 332.)
“Esta es otra forma de decir: ‘… Donde no está el reino de Dios, no hay nada.’” (En Conference Report, oct. de 1953, pág. 26.)
Doctrina y Convenios 65:6. El reino de Dios y el reino de los cielos
El élder James E. Talmage explicó la diferencia entre estos dos términos:
“La expresión ‘Reino de Dios’ se usa como sinónimo de ‘Iglesia de Cristo’; pero el Señor aclaró que a veces Él utiliza en forma distinta la frase ‘reino de los cielos’. En 1832, dirigiéndose a los élderes de la Iglesia, les hizo notar esa diferencia con estas palabras. . .”
A continuación, el élder Talmage citó los versículos 1–6 de esta sección.
“Ésa es la oración que el Señor prescribió para que su pueblo la eleve; no para que la exprese sólo con palabras, no para que sólo la repita, sino para que realmente suplique que el reino de Dios pueda ir adelante en la tierra a fin de prepararla para cuando venga el reino de los cielos. Aquello que dijo el Señor en su oración modelo, ‘Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra’, no ha sido abrogado. Nosotros oramos para que venga el reino de los cielos y nos esforzamos por preparar la tierra para su venida. El reino de Dios, ya establecido aquí, no aspira al dominio temporal entre las naciones; no busca derrocar forma alguna de gobierno; no profesa ejercer influencia en los asuntos que pertenecen sólo a los Estados, a no ser por la enseñanza de principios correctos y el interés de que los hombres vivan de acuerdo con los conceptos de verdadero gobierno, antes de que venga el reino de los cielos y se establezca en la tierra con su Rey a la cabeza. Pero cuando Él venga, reinará y gobernará, pues ése es su derecho.” (En Conference Report, abril de 1916, págs. 128–129.)
Sección 66
“Arrepiéntete, pues, de las cosas que no me complacen”
Antecedentes históricos
En octubre de 1831, tuvo lugar en Ohio una serie de conferencias dirigidas por el Profeta José Smith y John Johnson. Allí se impartieron instrucciones acerca de “la antigua manera de dirigir las reuniones”. El 21 tuvo lugar una conferencia en Kirtland, durante la cual surgió una disputa, y se le pidió al Profeta que la resolviera. El 25 hubo una conferencia en Orange, que contó con la asistencia de “doce sumos sacerdotes, diecisiete élderes, cuatro presbíteros, tres maestros y cuatro diáconos”, así como de una numerosa congregación. (History of the Church, 1:219.) En esta última, William E. McLellin pidió a José Smith que le preguntara al Señor cuál era su voluntad concerniente a él. El Profeta consultó al Señor y recibió lo que conocemos como la sección 66 de Doctrina y Convenios.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 66:1–13. ¿Cuál era la condición espiritual de William E. McLellin al recibirse esta revelación?
Aunque posteriormente apostató, en ese momento McLellin era un buen miembro de la Iglesia, aunque los versículos 3 y 10 dan a entender que ya tenía algunos problemas.
El presidente Joseph Fielding Smith, hablando del hermano McLellin, dijo:
“Mediante su actitud de arrepentimiento y sincero deseo de hacer lo correcto, el Señor le declaró que se encontraba ‘limpio, mas no del todo’. A pesar de que lo había perdonado, no todavía había en la mente de él, evidentemente en sus pensamientos, algo de lo cual no había quedado limpio por el arrepentimiento completo. El Señor leyó en el alma de aquel hombre, y le mandó ir a predicar el evangelio ‘de tierra en tierra, y de ciudad en ciudad, y en las regiones circunvecinas donde no se haya proclamado’. Se le indicó que no fuera al territorio de Sión en aquel momento y que debía pensar más en la obra del Señor que en sus propias posesiones. En su labor debía tener como compañero a Samuel H. Smith, hermano del Profeta. Esta fue una bendición maravillosa para William E. McLellin, y debía haber sido una gran bendición e incentivo para que permaneciera fiel. Un pecado que lo amenazaba, según lo reveló el Señor, era la tentación del pecado sexual. No se le acusó de haberlo cometido, sino de los peligros de ese pecado, dadas sus debilidades.” (Church History and Modern Revelation, 1:244–245.)
Doctrina y Convenios 66:10. ¿Cuán grave es el pecado sexual?
Hablando de la relación existente entre los pensamientos sucios y la inmoralidad, el presidente Spencer W. Kimball dijo:
“Querer, desear, apetecer —eso es codiciar. De modo que al nacer el pensamiento que provoca la reacción en cadena, ya se ha cometido un pecado. Si se siembra el pensamiento y luego se desarrolla en lujuria, casi es seguro que finalmente producirá la cosecha completa del acto del vil pecado, el adulterio. . .
“Asimismo, el adulterio no es el resultado de un solo pensamiento. Primero viene una deterioración mental. Por la mente del ofensor ha estado cruzando una retahíla de pensamientos pecaminosos antes de cometerse el pecado físico.
“Efectivamente, cual es el pensamiento del hombre en su corazón, así obra. Si piensa en ello el tiempo suficiente, probablemente lo hará, bien sea el hurto, el pecado moral o el suicidio. De manera que la ocasión para protegerse contra la calamidad es cuando el pensamiento apenas empieza a tomar forma. Destrúyase la semilla, y la planta jamás crecerá.
“Sólo el hombre, de todas las criaturas sobre la tierra, puede alterar su manera de pensar y convertirse en el arquitecto de su destino.” (El Milagro del Perdón, pág. 112.)
Sección 67
“Os doy un testimonio de la verdad de estos mandamientos”
Antecedentes históricos
En julio de 1831, se le dio a William W. Phelps la responsabilidad de iniciar el negocio de imprenta en el condado de Jackson a fin de poder imprimir todas las publicaciones de la Iglesia, y se designó a Oliverio Cowdery para que lo ayudara (véase D. y C. 57:11–14). Phelps debía empezar, y Cowdery tenía que juntar los fondos para la prensa y enviárselos más adelante. Pero el peligro que existía en viajar solo por aquellas regiones occidentales poco habitadas, John Murdoch recibió la orden de acompañar a Cowdery a fin de proteger el dinero y el manuscrito de las revelaciones (véase D. y C. 69:1–2).
“Cuando Oliverio Cowdery y John Murdoch estaban ya listos para salir rumbo al condado de Jackson, en Misuri, el Profeta decidió convocar a una conferencia de élderes en la casa de los Johnson, en Hiram, para considerar asuntos de importancia relativos a los deberes que se les habían asignado. El primer asunto a tratar era la publicación de las revelaciones que había estado preparando en ese fin durante más de un año.
“El primer día de la conferencia, el 1o. de noviembre de 1831, el Señor aprobó la publicación de las revelaciones dando lo que comúnmente conocemos como el Prefacio del Señor para el ‘Libro de Mandamientos’ (D. y C. 1). El propósito de esa revelación fue que sirviera de introducción al contenido de todo el libro. En ella, el Señor proclamó a todo el mundo su mensaje de arrepentimiento y el hecho de que por medio de su siervo José Smith restauró el evangelio de salvación para la humanidad. Por tanto, la voz del Señor habla hasta los extremos de la tierra, para que oigan todos los que oyeran: ‘. . . Escudriñad estos mandamientos porque son verdaderos y fieles, y las profecías y promesas que contienen se cumplirán todas’ (D. y C. 1:11, 37).
“En la conferencia, los élderes decidieron que se imprimieran cien mil copias de las sesenta y una revelaciones con el título ‘Libro de Mandamientos’. Oliverio Cowdery leyó el Prefacio del Señor, y varios miembros se pusieron de pie y dieron testimonio de la verdad de todas las revelaciones recibidas por el Profeta. Este expresó su profunda gratitud por los mandamientos del Señor y el hecho de que no abrigaba duda alguna concerniente al origen divino de la revelación que había recibido para guía de la Iglesia. . .
“No todos los asistentes a la conferencia aprobaron plenamente las revelaciones. Por lo menos uno, William E. McLellin, puso en duda el lenguaje de las mismas. Su rebelión tuvo respuesta en una revelación (D. y C. 67:5–8).
“McLellin, que, según palabras del Profeta, le tenía ‘más conocimiento que sentido común’, se esforzó por escribir algo que fuera semejante por lo menos a uno de los mandamientos más sencillos del Señor (History of the Church, 1:226). Había sido un maestro de escuela bastante bueno en cinco estados de la Unión y había adquirido mucho conocimiento. Pero fracasó lamentablemente en su intento de escribir una revelación. José Smith dijo: ‘. . . Era una terrible responsabilidad escribir en el nombre del Señor. Los élderes y todos los presentes que fuimos testigos de ese vano intento de un hombre por imitar el lenguaje de Jesucristo vimos renovada nuestra fe en la plenitud del evangelio y en la verdad de los mandamientos y revelaciones que el Señor había dado a la Iglesia por medio de mi persona. . .’ (History of the Church, 1:226.)
“Después de clausurada la conferencia, José Smith arregló las revelaciones en el orden correspondiente, y Oliverio Cowdery y John Whitmer las llevaron a Independence para que William Phelps las imprimiera.” (Barrett, Joseph Smith, págs. 200–202.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 67:3, 14. ¿Cuál fue la bendición que no se recibió?
Smith y Sjodahl explican lo siguiente en cuanto a dicha bendición:
“Los élderes congregados, o algunos de ellos, no recibieron una bendición que habían esperado recibir. No se dio a conocer en qué consistía esa bendición. Tal vez haya sido una manifestación especial concerniente al Libro de Mandamientos (vers. 4) o alguna manifestación milagrosa después de haber recibido la imposición de manos del Profeta (vers. 14). Pero, fuera lo que fuese, algunos no recibieron lo que esperaban, y la razón se declara en estos versículos: les faltaba fe, y en consecuencia, estaban dominados por el temor.” (Commentary, pág. 405).
Doctrina y Convenios 67:5–8. El desafío del Señor
Algunos de los élderes cuestionaban el lenguaje contenido en las revelaciones. Se fijaban en errores de escritura, errores gramaticales y otras peculiaridades que, según ellos, señalaban que esos escritos eran producto de la inventiva de José Smith. Pensaban que si las revelaciones fueran realmente divinas, no existirían esos errores o peculiaridades.
Así fue que el Señor los desafió a que escribieran una revelación del estilo con F. W. McLellin a la cabeza.
“Bien, uno de ellos, que se consideraba el más sabio, se adelantó y comenzó a escribir, pero al hacerlo quedó convencido de su insensatez; se vio obligado a retirarse abochornado ante el ridículo general. . .” (History of the Church, 1:226–227).
“No es fácil comunicar el espíritu de vida. El hombre puede hacer el cuerpo, pero solamente Dios puede crear el espíritu.” (En Conference Report, abril de 1917, pág. 42.)
Doctrina y Convenios 67:6. ¿Qué era el Libro de Mandamientos?
El Libro de Mandamientos era el título original de la primera recopilación de revelaciones que se iba a publicar. Cuando la prensa y la mayoría de los ejemplares fueron destruidos por un populacho en el condado de Jackson, el Profeta decidió añadir otras revelaciones que había recibido en el ínterin. La edición aumentada recibió el nombre de Libro de Doctrina y Convenios. (Véase la introducción a este manual.)
Doctrina y Convenios 67:9. ¿Qué significa la expresión “Padre de las luces”?
Sobre esta expresión, que también se encuentra en Santiago 1:17, el élder Bruce R. McConkie escribió:
“Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.” (1 Juan 1:5.) Este es Él, la personificación, el autor y el origen de la luz, o en otras palabras, el Padre de las luces.” (Mormon Doctrine, pág. 278.)
Doctrina y Convenios 67:10–13. “Me veréis y sabréis que yo soy”
Una de las verdades que más se destaca del evangelio restaurado es que los cielos no están cerrados, que Dios habla a los hombres y les revela su voluntad. Y un aspecto maravilloso de esa verdad es que Dios mismo en realidad se revelará a las personas que cumplan con ciertos requisitos. Las Escrituras dicen que muchos antiguos profetas vieron a Dios, y la dispensación actual se inició con una visión en la que Dios y Cristo aparecieron ante José Smith en la Arboleda Sagrada. Pero en varios lugares de Doctrina y Convenios, incluso en la sección 67, se enseña claramente que este extraordinario privilegio no está reservado sólo para los profetas, sino para toda persona que esté dispuesta a cumplir con el requisito que se exige de una rectitud total (véase D. y C. 50:45–46; 88:68–69; 93:1, 133:20). El profeta José Smith enseñó:
“Después que una persona tiene fe en Cristo, se arrepiente de sus pecados, se bautiza para la remisión de ellos y recibe al Espíritu Santo (por la imposición de manos), que es el primer Consolador, entonces se continúa humillándose ante Dios, teniendo hambre y sed de justicia y viviendo de acuerdo con todas las palabras de Dios, el Señor le dirá dentro de poco: ‘Hijo, es exaltado’. Cuando el Señor lo haya probado en todas las cosas y haya visto que aquel hombre está dispuesto a servirlo en todo lo que pase, ese hombre verá que su vocación y elección han sido confirmadas, y entonces será suyo el privilegio de recibir la otra Consolador que el Señor ha prometido a los santos, según se halla escrito en el testimonio de S. Juan, capítulo 14, desde el versículo 12 hasta el 27. . .
“‘Qué, pues, es este otro Consolador? No es nada más ni menos que el Señor Jesucristo mismo; y esta es la substancia de todo el asunto: que cuando un hombre recibiere este último Consolador, tendrá la persona de Jesucristo para atenderlo o aparecerle de vez en cuando, y a veces manifestársele al Padre, y el Señor enseñará al individuo, y lo ungirá de poder, y podrá alcanzar un conocimiento perfecto de los misterios del reino de Dios; y ésta es la dignidad y posición que alcanzaron los santos cuando vieron tan gloriosas visiones: Isaías, Ezequiel, Juan en la isla de Patmos, San Pablo en los tres cielos, y todos los santos que han tenido comunión con la asamblea general y la Iglesia del Primogénito.” (Enseñanzas, págs. 169–71.)
Ese privilegio no se obtiene fácilmente. Un hombre debe demostrar una fe poseer absoluta rectitud y que su dedicación es total e incondicional, antes que Dios lo visite; y sin embargo, paso a paso, ese privilegio puede lograrse. El profeta José Smith enseñó dónde puede alcanzarse ese grado de progreso: “Creemos que Dios ha creado al hombre con una mente capaz de recibir instrucción, y una facultad que puede ser ampliada en proporción al cuidado y diligencia que se le da a la luz que del cielo se comunica al intelecto; y que cuanto más se acerca el hombre a la perfección, tanto más claras son sus pensamientos y tanto mayor su gozo, hasta que llega a vencer todas las malas cosas de su vida y pierde todo el deseo de pecar; e igual que los dioses, llega así a ese punto en que se halla envuelto en el poder y gloria de su Hacedor, y es arrebatado para morar con Él. Pero confiamos en que este estado de ningún hombre alcanzará jamás en un momento, pues debe ser instruido gradual y debidamente sobre el gobierno y leyes de su reino, hasta que su mente sea capaz de comprender, hasta cierto punto, la prudencia, justicia, igualdad y conformidad de dicho reino” (Enseñanzas, pág. 54).
Doctrina y Convenios 67:10, 12. ¿Qué es la mente natural o carnal?
Daniel Ludlow explicó que “algo es natural si está en la misma condición esencial de lo que lo rodea. En el presente, la tierra está temporalmente en una condición mortal y telestial, y hablando en general, los que viven en ella son carnales, sensuales y diabólicos. Por ese motivo, todos esos términos pueden utilizarse como sinónimos de natural. En la sección 29, versículo 35, leemos que los mandamientos de Dios ‘no son naturales ni temporales, ni tampoco son carnales ni sensuales’; y en la sección 67, versículo 10, se indica que el hombre no puede ver a Dios ‘con la mente carnal o natural, sino con la espiritual’. En esta vida, el término natural puede considerarse antónimo u opuesto de espiritual.” (Companion, 1:187).
Sección 68
“Será Escritura, será la voluntad… la intención… la voz… y el poder de Dios para salvación”
Antecedentes históricos
El presidente Joseph Fielding Smith explicó las circunstancias en las que se recibió la sección 68 por revelación:
“Al finalizar la conferencia del 10 al 12 de noviembre de 1831, los élderes Orson Hyde, Luke Johnson, Lyman E. Johnson y William E. McLellin se presentaron ante el Profeta y quisieron conocer la voluntad del Señor concerniente a ellos y a su ministerio. El Profeta consultó con Él y recibió la revelación que aparece como sección 68.
Ciertamente, el Señor en su sabiduría les concedió conocimiento, línea sobre línea, precepto tras precepto, según los miembros de la Iglesia se iban preparando para recibirlo.” (Church History and Modern Revelation, 1:257–258).
“La profecía que contiene este versículo se cumplió literalmente. Orson Hyde proclamó el evangelio ‘de pueblo en pueblo, y de tierra en tierra’. En 1832 viajó, junto con Samuel H. Smith, por los estados de Nueva York, Massachusetts, Maine y Rhode Island —más de 3.200 kilómetros— a pie. En 1835 fue ordenado Apóstol, y en 1837 fue en una misión a Inglaterra. En 1840 fue enviado en misión a Jerusalén; cruzó el océano, viajó a través de Inglaterra y Alemania, visitó Constantinopla, El Cairo y Alejandría, y finalmente, llegó al Monte de los Olivos y ofreció una oración, dedicando Palestina para el recogimiento de los judíos.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 409).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 68:1. El llamamiento de Orson Hyde tuvo consecuencias de gran alcance
Doctrina y Convenios 68:3–5. ¿Qué es Escritura?
La Escritura es la intención y voluntad de Dios revelada mediante sus siervos. Pedro declaró:
“. . . nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). Esas Escrituras se han escrito y se preservan en los libros canónicos como joyas invaluables de verdad eterna. Pero los libros canónicos no son la única fuente de Escritura; el presidente Joseph Fielding Smith enseñó lo siguiente al respecto:
“Cuando una de las Autoridades Generales se pone de pie delante de una congregación del pueblo y cuenta con la inspiración del Señor, habla lo que el Señor quiere que hable, y lo que dice es Escritura tal como cualquier otra escrita en estos registros; pero a éstos los llamamos los libros canónicos de la Iglesia. Dependemos, naturalmente, de la guía de las Autoridades Generales, que tienen derecho a la inspiración.
“En toda época, hay solamente un hombre que tiene el derecho de dar revelación para la Iglesia, y ese hombre es el Presidente de la Iglesia. Sin embargo, eso no impide que otros miembros de esta Iglesia expresen la palabra del Señor, según se indica aquí en esta revelación de la sección 68; pero una revelación que el Señor da en la forma en que da las revelaciones de este libro, para toda la Iglesia, la recibiremos solamente mediante el oficial presidente de la Iglesia; no obstante, la palabra del Señor, cuando la expresan otros siervos en las conferencias generales y en las conferencias de estaca, o dondequiera que estén cuando pronuncian las palabras que el Señor les ha puesto en la boca, es la palabra del Señor igual que los escritos y las palabras de otros profetas en otras dispensaciones.” (Doctrina de Salvación, 1:179; edición revisada.)
El presidente Harold B. Lee definió lo que es Escritura diciendo: “No se debe pensar que toda palabra que dicen las Autoridades Generales sea inspirada, o que estos hermanos son inspirados por el Espíritu Santo en todo lo que leen y escriben. Tened presente eso. Si uno de ellos, sea quien sea, escribe o habla algo que no está entre lo que podéis encontrar en los libros canónicos, no se que se trate del Profeta, Vidente y Revelador —y por favor, tened en cuenta esta excepción— podéis decir sin vacilar: ‘Eso es opinión personal’. Y si dice algo que es contradictorio con lo que se encuentra en los libros canónicos (y creo que por éstos los llamamos canónicos porque son la regla por la que se mide toda enseñanza), podréis saber por esa misma señal que es su propia idea. Esa es la posición del hombre que lo diga” (The Place of the Living Prophet, Seer and Revelator, discurso pronunciado ante el personal docente de seminarios e institutos de religión, el 8 de julio de 1964, pág. 14).
El presidente J. Reuben Clark, hijo, analizó una pregunta sumamente importante:
“¿Cómo saber cuándo han hablado ellos ‘inspirados por el Espíritu Santo’? He meditado mucho en cuanto a esta pregunta, y la respuesta, según mis conclusiones, es: Podemos saber si los hombres son ‘inspirados por el Espíritu Santo’ sólo nosotros mismos mismos inspirados por el Espíritu Santo de igual manera. No puede haber otra respuesta.” (When Are the Writings or Sermons of Church Leaders Entitled to the Claim of Scripture? discurso pronunciado ante el personal de Institutos y seminarios de religión, el 7 de julio de 1954, pág. 7.)
Doctrina y Convenios 68:10. Las señales siguen a los fieles creyentes
No puede la gente querer ver una señal o escuchar una voz pretendiendo un motivo indebido. Algunos miembros de la Iglesia pueden experimentar ese deseo mientras se esfuerzan por progresar espiritualmente. Hay quienes creen sinceramente que esa experiencia fortalecería mucho su testimonio o convencería a los incrédulos respecto a la verdad del evangelio de Jesucristo. Los que piensan de esa manera deben recordar que generalmente no se reciben señales antes de demostrar la fe, pues tales deseos y esperanzas son un estorbo para el desarrollo de la verdadera fe y son, además, síntomas de iniquidad (véase Mateo 12:39; Notas y comentario sobre D. y C. 63:7–12). La verdad es que las señales son el fruto natural de la fe y sirven como confirmación de la rectitud. Las señales vienen después de la fe, y sin ésta, ese que lo que un al hombre como la fuente de poder, no puede producir milagro alguno (véase Marcos 16:17; Eter 12:12). En verdad, la manifestación exterior del poder de Dios es en sí misma la aseveración de que la fe y rectitud del individuo en cuestión han recibido aprobación divina.
Doctrina y Convenios 68:15–21. ¿En qué condiciones un descendiente literal de Aarón puede ser obispo o consejero?
El presidente Joseph Fielding Smith señaló que esto se aplica solamente al oficio de Obispo Presidente de la Iglesia: “En ningún sentido se refiere a los obispos de los barrios. Además, al Primar Presidencia de la Iglesia debe nombrar a ese hombre, y éste debe recibir su unción y ordenación de manos de ellas. De ahí establecer una reclamación al derecho de presidir en este cargo, la revelación debe proceder de la Presidencia, no del patriarca. Si no se tiene conocimiento de que exista tal descendiente, cualquier sumo sacerdote, nombrado por la Presidencia, puede desempeñar el cargo de Obispo Presidente y tener consejeros” (Doctrina de Salvación, 3:88; versión revisada).
“El oficio de Obispo Presidente de la Iglesia es el mismo oficio que tenía Aarón. . . Fue este el oficio al que fue llamado Juan el Bautista, y, en virtud de tener las llaves de este poder y ministerio fue enviado a José Smith y Oliverio Cowdery para restaurar ese sacerdocio, el 15 de mayo de 1829. No se ha encontrado a la persona que tenga el derecho legal a este oficio de presidencia; tal vez no esté entre los de la Iglesia, pero sí por revelación se demostrara que hay uno que es de los primogénitos entre los hijos de Aarón, teniendo así el derecho a esta presidencia mediante su primogenitura, esa persona podría ‘reclamar’ la unción y el derecho al oficio en la Iglesia.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:259–260.)
Doctrina y Convenios 68:22–24. Los obispos que se encuentran en transgresión serán juzgados por la presidencia del Sumo Sacerdocio
“En caso de transgresión del Obispo Presidente de la Iglesia, él no podría ser juzgado por el sumo consejo de la estaca en la que vive, sino que tendría que serlo por la Primera Presidencia de la Iglesia. La razón es que él. . . en efecto no está bajo la jurisdicción de ningún barrio o estaca. El orden que se aplicaría en el caso del Obispo Presidente no se aplica a los obispos de los barrios, pues ellos están bajo la jurisdicción de la presidencia de la estaca.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:259–260.)
Doctrina y Convenios 68:25–26, 31. Los padres deben enseñar el evangelio a sus hijos
El presidente Harold B. Lee señaló lo siguiente:
“El Señor nos dio lo que podríamos desarrollar en un programa de cinco puntos por medio de los cuales los padres pueden enseñar la fe a sus hijos. Primero, dijo que los niños deben ser bautizados cuando alcancen la edad de responsabilidad, a los ocho años; segundo, que deben enseñarles a orar; tercero, que deben enseñarles a caminar rectamente delante del Señor; cuarto, deben enseñarles a guardar el día de reposo; y quinto, que deben enseñarles a no ser perezosos, ni en la Iglesia ni en su vida privada.
“Todos los padres que han seguido esa fórmula y que así han enseñado a sus hijos han cosechado la recompensa de un aumento de fe en su familia, que ha soportado y soportará aún la prueba de las dificultades por las que sus hijos tendrán que pasar.” (En Conference Report, oct. de 1952, pág. 17.)
Con respecto a la responsabilidad que los padres tienen de enseñar a sus hijos, el presidente N. Eldon Tanner describió un interesante aspecto de su aplicación, que beneficia a los padres:
“Los hijos a quienes se les enseña la obediencia, a honrar y a obedecer la ley, a tener fe en Dios y a obedecer sus mandamientos, cuando sean más grandes honrarán a sus padres y serán un orgullo para ellos; podrán afrontar y resolver sus problemas, encontrarán éxito y gozo mayores en la vida y contribuirán grandemente a solucionar los problemas que causan tanta inquietud en el mundo. Depende de los padres ver que, mediante la obediencia a la ley, sus hijos estén preparados para los puestos de dirección que han de ocupar en el futuro, en los cuales tendrán la responsabilidad de traer paz y justicia al mundo”. (En Conference Report, abril de 1970, pág. 65.)
Hay casos en que los esfuerzos justos de los padres tropiezan con la rebeldía de un hijo. Sin embargo, cuando los padres no cesan de esforzarse por enseñar a los hijos que no responden a esa enseñanza, hay motivos para tener esperanza. El presidente Spencer W. Kimball hizo esta observación y promesa:
“He visto a hijos de buenas familias rebelarse, resistirse, extraviarse, pecar y aun ponerse en contra de Dios. Con eso, han llevado tristezas a sus padres, que han hecho lo mejor para establecer una línea de conducta, enseñarle y darles un buen ejemplo en su vida. Pero, generalmente he visto que muchos de esos mismos muchachos, después de años de vagabundear, maduran y se dan cuenta de su estupidez y maldad, y finalmente regresan y contribuyen positivamente a la vida espiritual de su hogar. Cuando el ambiente ha sido bueno y sano en el hogar y las enseñanzas han sido las correctas, los hijos están mejor preparados para volver a ese ambiente y vivir dentro de esas enseñanzas”. (Faith Precedes the Miracle, págs. 110–111.)
A pesar de todos los esfuerzos de los padres, es posible que algunos hijos escojan el camino de la desobediencia. Sin embargo, el presidente Kimball indicó que la influencia de un buen hogar es poderosa y que los hijos recordarán el ambiente recto que tuvieron cuando eran pequeños:
“Si se cría a los niños en un ambiente de amor, ternura y fidelidad, de adoración al Señor y de respeto a sus mandamientos, es muy probable que al llegar a la madurez y recordar la dicha de la que gozaron siendo niños, es muy probable que se vuelvan a aquella fe que tuvieron y que la sigan toda la vida de sus vidas.”
“Por supuesto, hay ninguna garantía de que los padres justos tengan éxito siempre en conservar a sus hijos, y ciertamente los perderán si hacen todo lo que esté a su alcance por evitarlo. Los hijos tienen su libre albedrío.
“Pero si nosotros, los padres, no tratamos de influir en nuestra familia y establecerla en la senda recta y estrecha, entonces ciertamente las olas y los vientos de la tentación y el mal desviarán a nuestra posteridad del camino verdadero.
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Lo que sí sabemos es que los padres justos que luchan por establecer sanas influencias para sus hijos serán considerados inocentes en el último día, y, por otra parte, tendrán éxito en salvar la mayoría de sus hijos, o tal vez a todos.” (En Conference Report, de 1974, pág. 160; también Ensign, nov. de 1974, págs. 111–112.)
Doctrina y Convenios 68:27. Responsabilidad de los niños
Véase la sección de Notas y comentario correspondiente a Doctrina y Convenios 29:46–50.
Doctrina y Convenios 68:29. La observancia del día de reposo
Véase la sección de Notas y comentario correspondiente a Doctrina y Convenios 59:9–13.
Doctrina y Convenios 68:30. El alma que fuere el trabajador
Una debilidad humana que requiere represión es la de desear recibir el pago o el beneficio antes de realizar la labor. Este mal es una de las formas en la que los preceptos del ocio se extiende más en la sociedad hoy día es el empleo de sistemas de beneficencia gubernamental que reparte dinero y otros beneficios sin requerir que se trabaje a cambio de lo que se recibe. El élder David B. Haight nos advierte en contra de este mal:
“¿Cuál es el efecto que ha tenido sobre el pueblo este monstruo llamado ‘asistencia del gobierno’? En los Estados Unidos, tenemos actualmente cuatro generaciones de recipientes de esa asistencia; millones de personas han aprendido a vivir del gobierno; los niños crecen sin conocer el valor y la dignidad del trabajo honesto; muchas familias se han separado, y se fomenta la deshonestidad y el crimen. Es evidente que esta forma de ayuda gubernamental ha tendido con el tiempo a lograr lo que el programa de bienestar de la Iglesia ha estado tratando de evitar. . .
“Los miembros de la Iglesia no son inmunes a los peligros de la limosna, puesto que hay evidencias de que algunos de ellos están recibiendo ayuda del gobierno, sin dar nada a cambio. Este hecho nos da la pauta de la necesidad que tenemos como miembros de la Iglesia de ser conscientes de los principios de bienestar. El presidente Kimball ha dicho:
“‘Ningún verdadero Santo de los Últimos Días, siempre que sea emocional y físicamente útil, pasará voluntariamente el peso del bienestar de su propia familia a otra persona. . .’” (Liahona, agosto de 1978, pág. 126.) (“El presidente de estaca y los servicios de bienestar”, Liahona, feb. de 1979, págs. 127–128).
El programa de bienestar establecido por el Señor confirma el principio de la laboriosidad y del autorespeto, el cual requiere que cada persona trabaje de acuerdo con su capacidad.
Doctrina y Convenios 68:33. Cumplir con las “oraciones… cuando sea tiempo”
El presidente Ezra Taft Benson habló del valor de la oración, especialmente para los jóvenes y dijo:
“. . . os aconsejo que, como dijo Jesucristo, ‘veléis y oréis siempre, no sea que entréis en tentación; porque Satanás desea poseeros para cerneros como a trigo’ (3 Nefi 18:18).
“Si devotamente buscáis la guía de vuestro Padre Celestial, día y noche, recibiréis fortaleza para resistir cualquier tentación. El presidente Heber J. Grant hizo esta promesa a la juventud de la Iglesia:
‘No solamente temo por el niño o el joven que concienzudamente suplica a Dios dos veces al día, pidiéndole la guía de su Espíritu. Estoy seguro de que cuando la tentación venga, tendrá la fortaleza de vencerla por la inspiración que se le ha de dar.
Cuando se suplica al Señor y se le pide la guía de su Espíritu, se coloca a nuestro alrededor un aro de protección; y si la buscamos sincera y devotamente, os aseguro que la recibiremos.” (Gospel Standards, Salt Lake City, pág. 26; cursiva agregada.) “(‘Un mensaje a la nueva generación’, Liahona, feb. de 1978, pág. 40.)
Doctrina y Convenios 68:33. “El juez de mi pueblo”
“El juez común en Israel es el obispo de cada barrio. Él tiene el deber de vigilar su rebaño. Para ayudarle en su labor dispone del Sacerdocio Aarónico y de todos los hermanos que posean el Sacerdocio de Melquisedec que estén libres de otras responsabilidades y que puedan ser llamados a servir en las funciones de maestros y presbíteros.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:261.)
Sección 69
Instrucciones de preservar los registros históricos
Antecedentes históricos
José Smith recibió esta revelación durante el mes de noviembre de 1831, mientras estaba en Hiram, estado de Ohio. De acuerdo con el presidente Joseph Fielding Smith sucedió en este modo:
“Luego de la conferencia del mes de noviembre, el Profeta se apresuró a ordenar y preparar las revelaciones con objeto de que fueran listas a la partida de Oliverio Cowdery [para Misuri], que se había planeado para el 15 de ese mismo mes, o antes. José Smith escribe en ese tiempo había mucho que los élderes deseaban saber con respecto a la pérdida del evangelio a los habitantes de la tierra y su reconocimiento, y en cumplimiento de sus deseos, el 3 de noviembre, un día después de clausurarse la conferencia, consultó al Señor y recibió la revelación, con el mandato de imprimirla junto con los mandamientos; pero, dado que se había recibido después de la conferencia, debía agregarse a los demás como parte de un apéndice. Esta revelación se conoce hoy como la sección 133.
“No se debe pensar que el Profeta preparó todas las revelaciones que había recibido para publicarlas en lo que sería el Libro de Mandamientos. Cada una de las revelaciones que él eligió para publicar en el libro forma parte de éste porque el Profeta consideró que, por las enseñanzas que contenía, tenía valor para los miembros. La Iglesia tiene en su posesión revelaciones que nunca se incluyeron en Doctrina y Convenios. Podemos estar seguros de que no todas están ahí porque José Smith supo por inspiración que no tenían porqué imprimirse, ya fuera porque no era necesario tenerlas impresas, o porque su aplicación no requería publicación y entrega a un mundo incrédulo.
“La preparación para la imprenta se terminó rápidamente, pero requirió que el Profeta le dedicara mucho tiempo entre el 10, y el 12 de noviembre, y en ese mismo período hubo cuatro conferencias especiales. De todos modos, el 15 de ese mes las revelaciones seleccionadas listas para su entrega a Oliverio Cowdery y a su compañero.” (Church History and Modern Revelation, 1:248–249.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 69:1–2. ¿Por qué se asignó a John Whitmer a viajar a Misuri con Oliverio Cowdery?
Algunos enemigos de la Iglesia han tratado de utilizar estos versículos como prueba de que el Profeta no era un hombre digno de confianza, pero el élder B. H. Roberts, miembro del Primer Quórum de los Setenta e historiador de la Iglesia, explica la situación en la forma siguiente:
“La revelación se gran parte del camino entre Kirtland e Independencia, o Sión, pasaba por un territorio escasamente poblado; la parte occidental de esa ruta atravesaba regiones remotas e inhabitadas, que eran las preferidas de los que vivían al margen de la ley. Por esa causa, resultaba un gran riesgo para cualquiera viajar por aquel territorio, especialmente si iba solo y llevaba dinero consigo. Era prudente, entonces, por el bien de Oliverio Cowdery y también a fin de proteger el dinero y los documentos sagrados que llevaba, que lo acompañara otra persona que también fuera fiel y honrada. De ahí el llamamiento que recibió John Whitmer” (Comprehensive History, 1:268.)
Doctrina y Convenios 69:3–8. John Whitmer, historiador de la Iglesia
El presidente Joseph Fielding Smith, que fue historiador de la Iglesia durante muchos años, comentó lo siguiente en cuanto a la responsabilidad que se dio a John Whitmer:
“Tenía que observar y registrar por escrito todo lo que observara o supiera concerniente a la Iglesia. También debía aceptar consejo de Oliverio Cowdery y de otros. Además, se declaró que los informes de las mayordomías debían enviarse a Sión, ‘porque’, dijo el Señor, ‘la tierra de Sión será la cabecera, así como el lugar para recibir y hacer todas esas cosas’ (vers. 6). Por otra parte, se asignó a John Whitmer a viajar ‘varias veces de un lugar a otro, y de iglesia en iglesia, para que más fácilmente adquiera conocimiento’.” (Church History and Modern Revelation, 1:249.)
En Doctrina y Convenios 15, 26, 30 y 47, hay más información sobre John Whitmer.
Doctrina y Convenios 69:8. ¿Qué beneficio tienen los registros de la Iglesia para las generaciones futuras?
En 1849, el élder Orson Pratt escribió:
“Si durante los últimos diecinueve años todo élder hubiera guardado un registro fiel de lo que vio, oyó y sintió en cuanto a la bondad, la sabiduría y el poder de Dios, actualmente la Iglesia estaría en posesión de muchos miles de tomos que contendrían información muy importante y útil. ¿Cuántos miles de personas han sido milagrosamente sanadas por el poder de Dios sin que quedara ningún registro del hecho o de las circunstancias? ¡Es correcto eso! ¿Está bien que esas milagrosas manifestaciones del poder divino se pierdan en el olvido? ¿Deben quedar esos hechos guardados en el corazón de aquellos que los presenciaron? . . . Debemos guardar un registro porque Jesús lo ha mandado; debemos guardar un registro porque el hacerlo será un beneficio para nosotros así como para las generaciones de nuestra descendencia en el futuro; debemos guardar un informe porque del mismo aportará muchos detalles interesantes para la historia general de la Iglesia, información que de otro manera se perdería.” (Millennial Star, 15 de mayo de 1849, pág. 152.)
Nuestros diarios son los registros del futuro, los cuales tendrán para los que vendrán después de nosotros un valor mayor que el que quizás les atribuimos en el presente. El presidente Spencer W. Kimball hizo las siguientes sugerencias en cuanto a llevar un diario personal que tiene valor histórico:
“Vuestro diario debe ser el registro de la forma en que enfrentáis los problemas de la existencia. No creáis que la vida cambia tanto que vuestras experiencias no resultarán de interés para vuestra posteridad. Las experiencias de trabajo, las relaciones con otras personas y el discernimiento del bien y del mal en vuestras propias acciones siempre serán de valor. . .
“Vuestro diario, como los de la mayoría de las personas, tratarán problemas tan viejos como el mundo y relatarán la forma en la que vosotros los habéis encarado.
“Vuestro diario debe ser una descripción de vuestro verdadero yo, en lugar de un retrato retocado para presentar al público. Existe la tentación de pintar las vividas personales con colores vivos y ‘blanquear’ los vicios, pero también existe el opuesto, que es acentuar lo negativo. Personalmente, siento poco respeto hacia aquel que hurga en los aspectos feos de la vida que describe, ya sea la propia o la de otra persona. Se debe decir la verdad, pero no hay por qué hacer hincapié en lo negativo. Hasta una vida larga, llena de experiencias inspiradoras, puede mancharse con el relato de un hecho desagradable. ¿Por qué destacar una acción censurable cuando la vida de una persona ha sido mayormente correcta?
“Un buen biógrafo no se basa en la emoción para escribir, sino en el buen sentido, eliminando lo que no tiene importancia y buscando los puntos fuertes, lo novedoso y lo interesante. . .
“Vuestro diario es una autobiografía, de manera que debéis escribirlo cuidadosamente. Cada uno de vosotros es en su peculiar; tal vez en vuestra experiencia haya incidentes que, por sus características, sean más nobles y dignos de alabanza que los que haya vivido cualquier otra persona. Tal vez haya aquí y allí un rayo de luz, un ejemplo de fidelidad en vuestra vida; debéis mostraros verdaderamente como sois y no más de lo que las otras personas os ven.
“Debéis escribir los hechos inmemoriales, mientras los tenéis frescos en la memoria y podéis recordar todos los detalles.
“Un diario es una pieza literaria de superación personal. Toda persona puede llegar a ser superior en su propia esfera de vida, por humilde que ésta sea.
“No podríais haber nada mejor por vuestros hijos y por todos vuestros descendientes que escribir la historia de vuestra vida, vuestros triunfos sobre la adversidad, vuestra recuperación después de una caída, vuestro progreso cuando todo parecía tenebroso, vuestro gozo cuando finalmente alcanzasteis lo que procurabais.
“Algo de lo que escribáis no será para quienes lo lean más que un cúmulo de fechas y lugares, pero también habrá pasajes importantes que vuestra posteridad atesorará.
“Buscad un cuaderno de notas, jóvenes amigos, empezad un diario que os dure para siempre, y tal vez los ángeles lleguen a citar de él en la eternidad. Comenzad hoy, y escribid en él vuestras ideas y vivencias, vuestros pensamientos íntimos, vuestros logros y fracasos, vuestras amistades y vuestros triunfos, vuestras impresiones y vuestro testimonio. Recordad que el Salvador amonestó a aquellos que no habían anotado hechos importantes.” (The Angels May Quote from It, Ensign, oct. de 1975, pág. 4.)
Sección 70
Los mayordomos del Señor
Antecedentes históricos
En el año 1831, en una de las cuatro conferencias de la Iglesia efectuadas en Hiram, Ohio, entre el 10 y el 12 de noviembre, los hermanos testificaron que las revelaciones eran de Dios y debían publicarse para el mundo. El Señor confirmó su aprobación de lo que hicieron, dando el prefacio (hoy D. y C. 1) y el apéndice (hoy D. y C. 133) para la colección de revelaciones que iban a publicarse y que recibirían el nombre de Libro de Mandamientos.
Los esfuerzos comenzaron a dirigirse entonces al logro de este objetivo. W. W. Phelps obtuvo una prensa y tipo que instalaron en Independence, estado de Misuri. Oliverio Cowdery y John Whitmer fueron comisionados para llevar los manuscritos de algunas de las revelaciones desde Ohio a Misuri para que allá las imprimieran. Además de estos preparativos, según le reveló el Señor a José Smith, había ciertas personas que debían tener una misión especial en la publicación de las revelaciones: Serían “mayordomos” sobre aquéllas, y utilizarían dinero de la venta del Libro de Mandamientos para sus necesidades temporales, debiendo rendir cuentas de su mayordomía.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 70:3. ¿Qué significa ser mayordomo?
La mayordomía no es propiedad, sino el manejo o la administración responsable de rendir cuentas ante el propietario o amo. El Señor enseñó el principio básico cuando expresó:
“Yo, el Señor, extendí los cielos y formé la tierra, riqueza de mis propias manos; y todas las cosas que en ellos son mías. . . He aquí, son míos todos estos bienes. . . y si los hombres son míos, entonces todos son mayordomos; de otra manera, no sois mayordomos”. (D. y C. 104:14, 55–56.)
Doctrina y Convenios 70:5–7. Las mayordomías abarcan necesidades temporales y espirituales
Los hermanos que recibieron la mayordomía de las revelaciones que iban a ser publicadas debían obtener su sostén del dinero que recibieran por la venta del Libro de Mandamientos. La ley de consagración (véase D. y C. 42) abarca tanto las necesidades temporales como las espirituales.
El élder James E. Talmage habló del aspecto espiritual de la ley de consagración, al decir:
“En esta ley se ha revelado a la Iglesia un sistema de igualdad en asuntos temporales conocido como la Orden de Enoc o la Orden Unida, la cual está fundada en la ley de consagración. Como ya se ha dicho, el pueblo demostró en los primeros días de esta Iglesia que no era capaz de obedecer esta ley en su plenitud y se impuso la ley menor de los diezmos; pero los santos confiablemente esperan el día en que consagrarán no únicamente el décimo parte de sus bienes sino todo lo que tienen y todo lo que son al servicio de Dios; un día en que ningún hombre hablará de lo mío y lo tuyo, sino que todas las cosas serán del Señor y de ellos. Con esta esperanza los fieles fundan vagas ilusiones de un comunismo que fomenta la irresponsabilidad individual, dándole al perezoso una pretexto para creer que podrá vivir a costa del industrioso; es más bien una tranquila confianza de que en el orden social prometido, digno de la presencia del Señor, todo hombre recibirá una mayordomía con el privilegio de hacer lo que bien le parezca con los talentos que el Señor encomiara, entendiendo claramente que tendrá que rendir cuentas de su mayordomía.” (Artículos de Fe, págs. 482–483.)
Doctrina y Convenios 70:7–9. ¿Cuál era el excedente que debía ir al depósito del Señor?
El presidente J. Reuben Clark, hijo, explicó que “cuando un mayordomo obtenía de su porción más de lo que necesitaba para sostener a su familia, según la norma ya establecida. . . lo devolvía al obispo, y este excedente, junto con el resto al cual ya me he referido, iba al almacén del obispo (D. y C. 51:13), y los materiales que había en el almacén eran para usarse en propósitos. . . para cuidar de los pobres (D. y C. 78:3), las viudas y los huérfanos (D. y C. 83:6), así como para los élderes que obraban en el ministerio, los cuales debían pagar por lo que recibieran si tenían con qué; si no, sus obras fieles eran suficientes para satisfacer la deuda ante el obispo” (D. y C. 72:11, 14). (En Conference Report, oct. de 1942, pág. 56; véase también Mi reino se extenderá, págs. 103–104.)
Doctrina y Convenios 70:14. Igualdad temporal
El diccionario define el vocablo igual como semejante en naturaleza, calidad o cantidad, o muy parecido, de la misma clase o condición. El Señor, sin embargo, no consolidó la misma definición en su evangelio. El presidente Joseph Fielding Smith explicó lo siguiente:
“Ser igual no significaba que todos tuvieran la misma cantidad de alimento, sino que cada uno la tuviera según sus necesidades. Por ejemplo, cada uno recibiría en proporción directa al número de personas que componían su familia, y no de acuerdo con la naturaleza de su trabajo. Debía tener lo necesario por alimento y por vestido; por herencia; por casas y terrenos, en cualesquiera circunstancias que yo, el Señor, los coloque y dondequiera que yo, el Señor, los envíe”.
(Church History and Modern Revelation, 1:268–269; véase también el vers. 16.)
Sección 71
“Si hombre alguno alza su voz en contra de vosotros…”
Antecedentes históricos
Cuando se recibió esta revelación, el 1.º de diciembre de 1831, los santos no tenían todavía los medios con qué defender públicamente a la Iglesia al estar bajo el ataque de los apóstatas y otros que la criticaban. Los que estaban interesados en ella necesitaban escuchar otros puntos de vista, aparte de lo que los rebeldes tuvieran que decir.
Ezra Booth, un ex ministro metodista que se había unido a la Iglesia luego de ser testigo de una curación por el poder del sacerdocio, apostató posteriormente y escribió nueve cartas contra la Iglesia. Las cartas, publicadas en el Ohio Star de Ravenna, estado de Ohio, eran una crítica abierta, y el profeta José Smith escribió que “por su mentirosa elocuencia, falsedad y vanos intentos de engañar a los hijos del Señor, exponían la debilidad de Booth, así como su iniquidad e insensatez, y constituyen un monumento a su propio yugo, en vez de ser un testimonio que construye” (History of the Church, 1:217).
Booth fue el primero en apostatar, pero fue el primer miembro de la Iglesia que escribió contra ella y publicó sus escritos.
En tanto que Satanás organizaba la oposición, se efectuó una conferencia el 1.º de noviembre de 1831, durante la cual se decidió imprimir y publicar las revelaciones recibidas por José Smith para fortalecer a los santos contra los ataques de críticos y apóstatas. Una vez que se rehicieron los agresores al formular las revelaciones, José Smith y Sidney Rigdon retomaron la obra de traducir las Escrituras. Entre tanto, la agitación causada por Ezra Booth había crecido a tal punto, que el 1.º de diciembre el Señor llamó a ambos hermanos para que dejaran la obra de traducción y proclamaran el evangelio al mundo con poder y manifestaciones; ellos salieron inmediatamente hacia Kirtland, Ohio. Tal como lo hace notar Sidney y Sjodahl, “a veces es prudente pasar por altos los ataques de los incrédulos; en otras ocasiones es necesario refutarlos, sin temor y con habilidad” (Commentary, pág. 423; véase también History of the Church, 1:238–239).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 71:1. Declarar los misterios según el Espíritu
“A esta altura de los acontecimientos, el Profeta había aprendido muchas verdades grandes y gloriosas, parte mediante las revelaciones directas que había recibido y parte mediante el estudio de las Escrituras. Para el mundo muchas de esas verdades eran ‘misterios’. Había llegado el momento de revelarlas, y al ser reveladas, o descubiertas, dejarían de ser misterios. Al principio, cuando el evangelio de Cristo fue predicado por Pedro, Pablo y otros Apóstoles de la época, la encarnación que representaba era un misterio (1 Cor. 2:7; 1 Timoteo 3:16); la doctrina de la resurrección (1 Cor. 15:51) y el recogimiento de los gentiles en la Iglesia (Col. 1:26, 27) también eran misterios. En nuestra dispensación, el recogimiento de Israel y construcción de los templos y de la ciudad de Sión son como grandes misterios, hasta que obtengamos la aclaración mediante el Santo Espíritu de la promesa. El profeta José Smith y Sidney Rigdon debían salir a proclamar estas verdades a la Iglesia al mundo durante cierto tiempo (vers. 2, 3).” (Smith y Sjodahl, Commentary, págs. 422–423.)
“Un misterio es una verdad que no se puede conocer sino mediante revelación divina, en secreto sagrado. . . En nuestro tiempo, verdades como las relativas a la restauración del sacerdocio, de la obra por los muertos y el restablecimiento de la Iglesia son ‘misterios’, porque no pueden darse a conocer a menos que fuera por medio de la revelación.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 141.)
Doctrina y Convenios 71:7–11. ¿Hay lugar para los debates en la predicación del evangelio?
El élder Bruce R. McConkie explicó en la forma siguiente que la obra de la Iglesia no deben existir los debates:
“A no ser sino en circunstancias muy fuera de lo común, los debates no forman parte del sistema aprobado para presentar el mensaje de salvación al mundo ni para persuadir a los miembros de la Iglesia a aceptar un principio o punto de vista particular. Una discusión casi siempre hace que cada uno de los contendientes y sus simpatizantes se afirmen más fuertemente en los puntos de vista que posean.” (Mormon Doctrine, pág. 186.)
En la ocasión que se produjo luego de la publicación de las cartas de Ezra Booth, el Señor mandó a los élderes de la Iglesia no participar en discusiones, sino que refutaran directamente las falsedades y mentiras que se habían publicado.
El presidente Joseph Fielding Smith dijo de los que habían recibido esta revelación:
“Generalmente, el Señor aconseja a sus siervos a no participar en debates ni discusiones fútiles, sino a predicar con convicción los principios fundamentales del evangelio. Como aquella condición requería que se hiciera algo, el Espíritu del Señor dirigió a los hermanos para que fueran a confundir a sus enemigos, cosa que procedieron a hacer inmediatamente, dado que éstos eran incapaces de fundamentar las falsedades y quedaron sorprendidos por aquel repentino desafío expresado con tanta osadía. Gracias a esa conducta, se redujo el prejuicio y la Iglesia ganó algunos amigos” (Church History and Modern Revelation, 1:269).
Doctrina y Convenios 71:10. “Si hombre alguno alza su voz en contra de vosotros”
El presidente Harold B. Lee explicó que lo que el Señor “está tratando de hacernos entender es que Él se ocupará de nuestros enemigos si nosotros continuamos obedeciendo los mandamientos. De manera que, cuando se produzcan estos hechos, y ciertamente se producirán —esto ha sido profetizado—, vosotros, santos del Altísimo, debéis decir:
‘Ningún arma forjada contra la obra del Señor llegará a prosperar, sino que toda la gloria y majestad de esta obra que el Señor inició se recordará por largo tiempo después que se haya olvidado a aquellos que trataron de calumniar el nombre de la Iglesia; y las obras de esos hombres seguirán el mismo camino.’
“Cuando vemos suceder estas cosas, tenemos paz plena de ellos.”
(En Conference Report, oct. de 1973, pág. 167.)
Sección 72
Los deberes del obispo
Antecedentes históricos
El 4 de febrero de 1831, en Kirtland, Ohio (véase D. y C. 41), Edward Partridge fue llamado ser el primer obispo de la Iglesia en esta dispensación. En noviembre de ese mismo año, el Señor reveló:
“Queden por ser apartados más adelante, en el debido tiempo del Señor, otros obispos en la iglesia, los cuales obrarán como el primero” (D. y C. 68:14).
El profeta José Smith escribió que el 4 de diciembre de 1831, “varios élderes y miembros se reunieron conmigo para aprender su deber, y para edificarnos los unos a los otros, y después de haber pasado cierto tiempo conversando sobre nuestro bienestar espiritual y temporal, recibí lo siguiente”, y cita a continuación la sección 72 (History of the Church, 1:239).
En ese momento recibió los primeros ocho versículos de la sección 72, e inmediatamente le ordenado a Newel K. Whitney; luego se recibió el resto de la sección.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 72:3, 5. Los élderes deben dar cuenta de su mayordomía
“Poco después de la organización de la iglesia, el Señor reveló la necesidad de tener un obispo que se ocupara de los asuntos temporales y de las mayordomías de la Iglesia. Se llamó entonces a Edward Partridge y se le envió a Sión para ocuparse de los deberes de su llamamiento. El 4 de diciembre de 1831, mientras el Profeta y Sidney Rigdon estaban en su ministerio, ocupados en refutar los argumentos de sus enemigos, se convocó a los élderes a una reunión, y el Señor les dio una revelación muy importante declarando que era necesario que se llamara a un obispo para servir en el distrito de Kirtland; uno de sus deberes era ocuparse de las mayordomías pertinentes a los habitantes de Kirtland y otras partes de Ohio, y debía dar ‘cuenta de la mayordomía, tanto en esta vida como en la eternidad.’” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:269–270.)
Doctrina y Convenios 72:3–4. “El que es fiel y sabio en esta vida”
Un principio que nos enseñan claramente las Escrituras es que el estado y las recompensas que se hereden en la vida venidera se determinarán de acuerdo con la firmeza con que la persona se dedicó al evangelio, busque el poder de la Expiación para vencer sus pecados y considere la responsabilidad de su mayordomía por encima de cualquier bendición temporal.
En lo que para muchos ha sido una parábola incomprensible, el Salvador habló de la prudencia del mayordomo que se preparó para el futuro engañando a su amo (véase Lucas 16:1–12). El Señor dijo: “Los hijos de este siglo son más sagaces. . . que los hijos de luz. . . Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?” (vers. 8, 11). El élder James E. Talmage explicó así la lección que enseñó Jesús y su relación con las mayordomías terrenales:
“El propósito de nuestro Señor fue mostrar el contraste entre el cuidado, consideración y devoción de los hombres que se ocupan en los asuntos económicos de la tierra, y los esfuerzos desganados de muchos que declaran estar buscando las riquezas espirituales. Los hombres de pensamiento mundano no se olvidan de proveer para sus años futuros, y frecuentemente los hallamos impacientes ansiosos de acumular bienes en abundancia; por otra parte, los ‘hijos de luz’, o sea, aquellos que creen que las riquezas espirituales son superiores a todas las posesiones terrenales, son menos enérgicos, prudentes o sagaces. Las ‘riquezas injustas’ no logran a entender la riqueza material o las cosas mundanas. Aunque muy inferior a los tesoros celestiales, el dinero o las cosas que representan pueden ser los medios para ejecutar las causas y adelantar los propósitos de Dios. La amonestación de nuestro Señor fue que utilicemos en buenas obras las riquezas, injustas, temporales, de manera tal que Él y lo único que perdurará serán los resultados logrados mediante su uso. Si al mejorar el uso del dinero, se gana acaso un amigo por medio de su caridad, el amigo estará de ese recibido en los ‘tabernáculos eternos’ y recibirá con gozo al generoso en las mansiones eternas de Dios aquellos que sinceramente se dedican a las cosas buenas. Esto es lo que parece ser parte de la lección.
“Sin embargo, lo que se alabó no fue la falta de honradez del mayordomo, sino su prudencia y previsión. . . La lección puede sintetizarse en esta forma: Emplead vuestras riquezas de tal manera que os logre amigos en el día venidero. Sed diligentes; porque pronto pasará el día en que podéis usar vuestras riquezas terrenales. Aprended aun de las personas fraudulentas y malvadas, pues si en tanta sagacidad suficiente para proveeros de lo necesario para el único futuro que conocen, ¡cuánto más debéis vosotros, que creéis en un futuro eterno, proveeros para él! Si no habéis aprendido a ser sabios y prudentes en el uso de las ‘riquezas injustas’, ¿cómo se os pueden confiar las riquezas más duraderas? Si no habéis aprendido a emplear debidamente los bienes de otro, que se os han confiado en calidad de mayordomos, ¿cómo esperaréis lograr el éxito en el manejo de riquezas de gran valor, si os las entregaran para que fuesen vuestras? Seguid el ejemplo del mayordomo infiel y los amantes de tesoros, no en lo que se refiere a su falta de honradez, codicia y avarienta acumulación de valores, que cuando mucho son transitorios, pero sí en su celo, previsión y propósito para lo futuro.” (Jesús el Cristo, págs. 488–489.)
Doctrina y Convenios 72:9–23. Las responsabilidades asignadas a un obispo por revelación
En esta sección se bosquejan claramente las funciones del obispo principalmente en lo que tienen que ver con la ley de consagración; pero también se indican otros aspectos de su responsabilidad y deberes, como por ejemplo los deberes espirituales del Sacerdocio Aarónico de éste.
Doctrina y Convenios 72:13. ¿Cuál era la relación entre el obispo Partridge en Sión?
El obispo Partridge fue llamado como primer obispo de la Iglesia; posteriormente, al llamarse a otros, él llegó a ser lo que en la actualidad se denomina el Obispo Presidente. Newel K. Whitney estaba, por lo tanto, bajo la jurisdicción del obispo Partridge.
“El obispo en Kirtland tenía que entregar el registro de las mayordomías al obispo de Sión, puesto que allí era donde se debía guardar un registro permanente. Con ese fin se llamó a Newel K. Whitney como obispo; él debía mantener el almacén del Señor en Kirtland, recibir fondos en aquella parte de la viña y llevar un informe de los élderes tal como se le había mandado; debía administrar para satisfacer las necesidades de ellos; y que pagaran por lo que recibían, en tanto que tuviera con qué pagar. Estos fondos debían consagrarse ‘para el bienestar de la Iglesia, para los pobres y necesitados’. Si había alguno que no podía pagar, se entregaría la cuenta al obispo de Sión, el cual pagaría la deuda con lo que el Señor ponga en sus manos’.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:270).
Cuando Edward Partridge murió en Nauvoo, en mayo de 1840, Newel K. Whitney pasó a ser el segundo Obispo Presidente.
Doctrina y Convenios 72:17. ¿Qué valor tenían los certificados de los miembros que se mudaban de una parte a otra?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó que “el juez u obispo en Kirtland debía hacer un certificado, y ese certificado ‘hace a todo hombre aceptable, y satisfecho todo requisito para su herencia, para ser reconocido como mayordomo sabio y obrero fiel.’
“Desde el comienzo del mundo, el Señor ha tomado las medidas necesarias para que se lleven registros apropiados. Ese fue uno de los primeros mandamientos que dio a la Iglesia en 1830. La detallada atención que debía dedicarse a la palabra del Señor y a algunas publicaciones y documentos se destaca en varias revelaciones…
“Todos los que tenían que ir a Sión desde otras partes de la Iglesia debían llevar consigo certificados que demostraran que estaban en total posesión de sus derechos de miembro y que eran dignos de obtener las bendiciones que allí esperaban los obedientes.”
(Church History and Modern Revelation, 1:271).
Sección 73
La revisión de la Biblia
Antecedentes históricos
El 1 de diciembre de 1831, cuando José Smith y Sidney Rigdon estaban trabajando en la revisión de la Biblia, el Señor los llamó para salir de misioneros. El Profeta describió en esta forma la eficacia de sus esfuerzos:
“Desde esa fecha hasta el 8 o 10 de enero de 1832, el élder Rigdon y yo continuamos predicando en Shalersville, Ravenna y otros lugares, estableciendo la verdad y defendiendo la causa de nuestro Redentor; enseñamos que el día del castigo vendría sobre esta generación como ladrón en la noche, que el prejuicio, la ceguera y la oscuridad llenaban la mente de muchos y les hacían perseguir a la verdadera Iglesia y rechazar la luz. Con esto logramos calmar los sentimientos que se habían agitado a causa de las cartas que Ezra Booth había publicado a quien antes cité como apóstata, en el Ohio Star de Ravenna. El 10 de enero recibí la siguiente revelación, en la que el Señor dio a conocer su voluntad concerniente a los élderes de la Iglesia hasta que se convocara la próxima conferencia … «, y pasa a citar la sección 73 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:241.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 73:1–2. ¿Por qué es tan importante la obra misional?
El presidente Ezra Taft Benson dijo:
“La misión de la Iglesia es declarar el evangelio desde el mar hasta el mundo, redimir a nuestros parientes muertos y perfeccionar a sus miembros; es un programa positivo. En toda la historia de la Iglesia nunca se han dedicado tanto tiempo, tantos planes y tantos recursos a la realización de esta misión. En resumidas cuentas, este esfuerzo es la única solución a los problemas del mundo” (Extiéndase el reino de Dios, Liahona, agosto de 1978, pág. 49).
Doctrina y Convenios 73:3. ¿En qué consistía la ‘traducción’ del Profeta y el hermano Rigdon?
Cuando el ángel Moroni visitó a José Smith el 21 de septiembre de 1823, explicó cosas del libro de Isaías, pero los citó introduciendo diferencias significativas con el texto bíblico de la versión que tenían ellos en inglés (véase José Smith—Historia: 36–41). Posteriormente, al traducir el Libro de Mormón, el Profeta se enteró de que muchas “cosas claras y preciosas” habían desaparecido de la Biblia (1 Nefi 13:25–29). Y después de ser bautizado y de haber recibido el Espíritu Santo en junio de 1829, se le reveló que “el verdadero sentido e intención” de las Escrituras (History of the Church, pág. 43). De manera que cuando terminó de traducir el Libro de Mormón, inmediatamente dirigió su atención a la Biblia.
Aunque el vocablo traducción nos lleve a pensar en la interpretación de textos antiguos, en ese caso particular, de idiomas antiguos, la obra del Profeta consistió en restaurar la corrección de las Escrituras, no por conocimientos de su intelecto sino mediante el poder del Espíritu. En junio de 1830, escribió que se le reveló “línea por línea de conocimiento” al recibir el libro de Moisés (History of the Church, pág. 98), el cual nos da un relato correcto de lo que Moisés recibió del Señor, relato que no se mantuvo intacto en el transcurso del tiempo. Mientras se encontraba trabajando en el Nuevo Testamento con Sidney Rigdon, el Profeta escribió:
“Porque mientras hacíamos la traducción que el Señor nos había designado, llegamos al versículo veintinueve del quinto capítulo de Juan, que nos fue revelado. . .
“Ahora, a causa de eso nos maravillamos, porque nos fue revelado por el Espíritu” (Doctrina y Convenios 76:15, B; cursiva agregada).
La obra de traducción de la Biblia era una tarea espiritual. Posteriormente, José Smith dedicó tiempo y además, pero no fue conocimiento lo que le sirvió de base para corregir las Escrituras. José Smith examinó toda la Biblia, editando los cambios a su entendimiento, pero no hizo una revisión completa de todo el texto. Nunca consideró que lo que había hecho estuviera listo para su publicación, y de haber vivido más tiempo, probablemente habría hecho muchas otras correcciones.
Sección 74
Los niños pequeñitos son santos
Antecedentes históricos
Esta revelación se recibió como resultado de las revisiones que hizo José Smith al texto bíblico. Ya para el 7 de marzo de 1831, se le había dicho al Profeta que comenzara a traducir el Nuevo Testamento (véase D. y C. 45:60–61). Con relación a este período, él escribió lo siguiente:
“Reinicié la traducción de las Escrituras, y trabajé diligentemente hasta antes de la conferencia, la cual tendría lugar el 25 de enero. Durante ese período, como explicación de la Primera Epístola a los Corintios, capítulo 7, versículo 14, recibí también la siguiente,” y cita la sección 74 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:242.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 74:1–7. Los niños pequeñitos
Incrédulo, tal como se usa en este pasaje, se refiere a los judíos que no se habían unido a la Iglesia de Jesucristo, y vivían todavía de acuerdo con los rituales de la ley mosaica, entre los que se incluía la circuncisión de los varones. Pablo explicó que los niños pequeñitos son santificados mediante la expiación de Cristo y que la circuncisión ya no es necesaria como enseñaban los seguidores de la ley mosaica.
Doctrina y Convenios 74:2. ¿Qué significa la ley de la circuncisión?
El vocablo circuncisión viene de su par latino que significa “cortar alrededor”. Este fue un rito instituido por revelación como señal de que el individuo era de la simiente del pacto de Abraham (véase Génesis 17:3–7, 11). Otros pasajes de las Escrituras aclaran que lo que daba a la circuncisión su mayor significado no era el rito en sí sino lo que simbolizaba (véase Deuteronomio 10:16; 30:6; Jeremías 4:4; Ezequiel 44:7; Romanos 2:25–29).
Doctrina y Convenios 74:4–6. ¿Qué problema creó la circuncisión en la Iglesia original?
Sperry describe con estas palabras la situación existente en ese entonces: “Cuando el hombre incrédulo actuaba de acuerdo con su manera de pensar, que en aquella época era lo acostumbrado, el resultado en la mayoría de los casos era que los hijos obedecieran la tradición judía que había seguido su padre (vers. 4) y, en consecuencia, que ellos tampoco creyeran en el evangelio de Cristo. De ahí que esos niños se consideraran ‘inmundos’, es decir, lo eran de acuerdo con la falsa tradición judía que prevalecía en la época y que afirmaba que los niños pequeños eran inmundos (vers. 6). Fue por esta razón, sigue diciendo el Señor (vers. 5), que Pablo escribió a los corintios dándoles su propia opinión, no la del Él, de que un miembro de la Iglesia (un ‘creyente’) no se uniera en matrimonio con un incrédulo, a menos que éste renunciara a la ley de Moisés. Siendo éste el caso, entonces los hijos de la pareja no tendrían que ser circuncidados como requería la ley de Moisés, y la falsa tradición judía de que los niños eran inmundos gradualmente quedaría eliminada.” (Compendium, pág. 328.)
Sección 75
“Ni. . . estéis ociosos, sino que obréis con vuestra fuerza”
Antecedentes históricos
“El 25 de enero de 1832, se realizó una conferencia general de élderes. Los élderes de las misiones que habían sido nombradas previamente se reunieron en el condado de Lorian, Ohio. La historia de la Iglesia respecto a esta conferencia es muy breve; en ella trataron muchos asuntos, pero el más importante fue el hecho de que José Smith fue sostenido y ordenado, por la voluntad del Señor, como Presidente del sumo sacerdocio.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:274.)
El Profeta escribió: “Pocos días antes de iniciarse la conferencia de Amherst, en el condado de Lorian, mi nivel ya había con los élderes que vivían en mi zona y llegamos a tiempo. En esta conferencia prevaleció gran armonía y tratamos muchos asuntos para adelantar el reino y proclamar el evangelio a los habitantes de la región circunvecina. Los élderes parecían ansiosos de que yo consultara al Señor a fin de que ellos conocieran su voluntad, que supieran qué quería Él que hicieran; pues, tal como está escrito ‘todos se desviaron. . . no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno’ (Romanos 3:12). Consulté, y recibí lo siguiente”, y a continuación citó la sección 75. (History of the Church, 1:242–243.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 75:1. Alfa y Omega
En cuanto al significado de este título, véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 38:1.
Doctrina y Convenios 75:2–5. Salir y obrar con fuerza
Véase la Explicación A, en el Apéndice, que contiene comentarios sobre la obra misional.
Doctrina y Convenios 75:5. ¿Cuál es el significado de las gavillas y la corona?
En este versículo se emplean dos figuras para describir las recompensas que esperan a los fieles.
Antiguamente los cereales se segaban a mano y se ataban en grandes manojos o gavillas; luego, éstas se llevaban a la era para ser trilladas. Que una persona haya “atado su gavilla con gozo” significa que ha trabajado, ha levantado una buena cosecha y puede ya gozar de los frutos de su trabajo.
“Los élderes que van a predicar el evangelio y luego regresan a veces comentan que aun si su prédica ha servido o no para convertir a alguien; pero si han sido fieles, la cosecha es segura. La semilla que han sembrado puede brotar y madurar después de haber sido ellos relevados.” (Smith and Sjodahl Commentary, pág. 434.)
La promesa de que habrá grandes bendiciones reservadas para los fieles es para aquellos que entienden que el campo “blanco está ya para la siega” y están dispuestos a meter “su hoz con su fuerza” (D. y C. 4:4).
El élder Bruce R. McConkie explicó lo siguiente en cuanto al simbolismo de ser coronado: “Los que reciben la exaltación en el cielo más alto del reino celestial llevarán coronas. Es posible que en ocasiones usen coronas tangibles, representativas de su victoria sobre el mundo e indicadoras de que tienen mando como reyes y reinas en la casa eterna de Israel. Pero en todo momento estarán ‘coronados con honor, gloria, inmortalidad y vida eterna’. (D. y C. 75:5)” (Mormon Doctrine, pág. 173.)
Doctrina y Convenios 75:6–8. “Revoco la comisión”
Véase Doctrina y Convenios 58:32–33; 124:49–51.
Doctrina y Convenios 75:10–11. Pedir el Consolador y orar siempre
Smith y Sjodahl explicaron la importancia de la oración para enseñar eficazmente el evangelio:
“Se les mandó predicar la verdad ‘de acuerdo con las revelaciones y mandamientos que se os ha dado’ (vers. 4). Debían predicar solamente la palabra revelada, pero ni siquiera eso podían hacer sin la ayuda del Consolador, el Santo Espíritu de Dios.”
El predicador de la verdad debe conocer la voluntad de Dios.
Estudiar no capacita a un élder para predicar la verdad; ni lo califica para hacerlo si el Espíritu…
“Algunos élderes vuelcan toda su elocuencia en la predicación. Aunque las palabras que aparecen a continuación las expresó un miembro de la Iglesia, los Santos de los Últimos Días en general las apoyan:
‘”¿Qué es la predicación sin la oración? Los sermones no son más que actuaciones desde el púlpito, ensayos bien estudiados, enunciaciones retóricas, conferencias populares o arengas políticas, hasta que Dios los convierte, en respuesta a la oración sincera, en predicación del corazón y en el don de la lengua. Solamente quien ora puede predicar de verdad.
Muchas veces un discurso que no demuestra gran capacidad intelectual y viola todas las reglas de la elocuencia contiene, sin embargo, una fuerza espiritual motivadora; una gran voz evidente, inspira, conmueve y moldea a los escuchantes. El hombre cuyos labios son inspirados por la brasa viva del altar de Dios [véase Isaías 6:6, 7] tal vez tartamudea, pero sus oyentes no tardan en darse cuenta de que la pasión que lo enciende es la de salvar almas.’ (Arthur T. Pierson, The Fundamentals, tomo IX, pág. 67.)” (Commentary, pág. 435.)
Doctrina y Convenios 75:19–22. Sacudir el polvo de los pies
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 60:15–17.
Doctrina y Convenios 75:22. ¿Por qué será más tolerable el juicio para los paganos que para los que rechazan a los misioneros?
El élder James E. Talmage explicó lo siguiente: “El hombre será declarado inocente o culpable de acuerdo con sus hechos, interpretados a la luz de la ley según la cual tiene que vivir. No concuerda con nuestro concepto de un Dios justo creer que Él impondrá un castigo a uno que no observó un requerimiento que nunca conoció. Sin embargo, ni aun tratándose de aquellos que han pecado en tinieblas o ignorancia se suspenderán las leyes de la Iglesia; pero es razonable creer que el plan de redención concederá a éstos que están en tinieblas la oportunidad de aprender las leyes de Dios, e indudablemente el paso que aprendan les será requerido la obediencia bajo pena de castigo.” (Artículos de fe, pág. 574, No. 4.)
Doctrina y Convenios 75:24–28. La Iglesia debía prestar ayuda a las familias de aquellos llamados a proclamar el evangelio
El presidente Joseph Fielding Smith escribió: “Los hermanos a los que se llamaba para emprender esos viajes misionales usualmente eran hombres pobres en lo temporal. Aunque era difícil para ellos salir a trabajar en la obra del Señor y dejar sin apoyo a sus familias, el llamamiento era esencial, pues estaban en juego las almas de muchas personas, y entre los que estaban esperando recibir el mensaje se contaban aquellos que serían la fuerza de la Iglesia después de aceptar el evangelio. El Señor tuvo en cuenta las necesidades de esas familias y dijo: “Es el deber de la Iglesia ayudar a sostener a las familias de éstos, y también a las familias de los que son llamados y han de ser enviados al mundo para proclamar el evangelio. . .” (vers. 24). Por lo tanto, les dio el mandamiento de que se proveyera vivienda adecuada para alojar a esas familias y que se cuidase de ellas, y los miembros de la Iglesia recibieron la exhortación de “abrir sus corazón[es]” y ayudar en esta empresa. Sin embargo, de aquellos que pudieran mantenerse a sus familias y a sí mismos, se requería que así lo hicieran” (Church History and Modern Revelation, 1:276–277.)
Doctrina y Convenios 75:29. El perezoso no tendrá lugar en la Iglesia
El élder Franklin D. Richards enseñó lo siguiente: “El presidente McKay ha dicho: ‘Comprendamos que el privilegio de trabajar es un don, que la fuerza para trabajar es una bendición, que el amor por el trabajo es el éxito’.
‘¡Cuán cierto es! Sin embargo hoy, como en épocas anteriores, muchos individuos descarriados adoptan la filosofía de la pereza y creen que el mundo tiene la obligación de proveerles un medio de vida. Muchos tienen el deseo de destruir la estructura social que se ha levantado gracias al esfuerzo productivo.
‘En esta dispensación, el Señor muchas veces ha confirmado el principio eterno del trabajo. Se nos ha dicho que no hay lugar en la Iglesia para el perezoso “a no ser que se arrepienta y enmiende sus costumbres”, y que “el ocioso no comerá el pan ni vestirá el vestido del trabajador” (D. y C. 75:29; 42:42)’ (Conference Report, octubre de 1969, pág. 121).
En Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 68:31 hay más material de estudio respecto a los perjuicios de la pereza y al valor del trabajo.
Sección 76
La visión de los grados de gloria
Antecedentes históricos
Había más de un año que el Profeta José Smith había comenzado la revisión de la Biblia, y durante enero y febrero de 1832 nuevamente se había dedicado a esa labor.
Mediante su estudio diligente de las Escrituras, vio resueltos por revelación muchos problemas y dudas relacionados con el relato bíblico. Una de esas interrogantes tenía que ver con lo que creían los cristianos del cielo. El Profeta escribió: “Al volver de la conferencia de Amherst, reanudé la traducción de las Escrituras. A juzgar por las varias revelaciones que se habían recibido, era evidente que muchos puntos importantes tocantes a la salvación del hombre se habían quitado de la Biblia, o se habían perdido y antes que su compilación. De acuerdo con las verdades que quedaban, era de por sí obvio que si Dios iba de premiar a cada uno de acuerdo con las obras hechas en la carne, el término Cielo, como lugar destinado para morada eterna de los santos, tendría que contener más de un reino. Por consiguiente, el 16 de febrero de 1832, mientras traducía el Evangelio de Juan, el élder Rigdon y yo tuvimos la siguiente visión. . .”, refiriéndose a la sección 76 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:245.)
El hermano Philo Dibble fue testigo ocular de la recepción de esta revelación, y escribió lo siguiente: “La visión que aparece en el libro de Doctrina y Convenios se manifestó en la casa del señor Johnson, en Hiram, Ohio; y durante el tiempo en que José Smith y Sidney Rigdon estuvieron en el espíritu y vieron los cielos abiertos, había otras personas en la casa, unas doce, entre las que me encontré yo por un rato —unas dos terceras partes del tiempo—; yo vi la gloria y sentí el poder, pero no vi la visión.
“Los acontecimientos y la conversación, mientras veían lo que está escrito (y muchas son las cosas que vieron y relataron pero que no se escribieron), los relataron con tantos detalles como es necesario.
‘Cada poco rato el Profeta decía: “¿Qué ves ahora, Sidney?”, y Sidney le respondía lo que había visto o lo que veía en ese momento. Entonces Rigdon respondía: “Yo veo lo mismo”. Otras veces, él era quien decía: “¿Qué ven mis ojos?”, y relataba lo que había visto y veía, a lo que José Smith respondía: “Yo veo lo mismo”.
‘Esa forma de conversación continuó a cortos intervalos hasta el fin de la visión, y durante todo ese tiempo los demás que allí estaban no pronunciaron ni una palabra. Aparte de ellos dos, nadie habló ni se movió, y me parece que ninguno de los presentes había movido ni una articulación durante todo el tiempo que yo estuve allí, que creo fue más de una hora. Y así continuó hasta el final de la visión.”
“El Profeta se encontraba sentado, firme y calmado en medio de una gloria magnífica, pero Rigdon —también sentado— estaba pálido y sin fuerzas, con un aspecto desfalleciente. Cuando José Smith lo observó, dijo sonriendo: ‘Sidney no está acostumbrado a esto como lo estoy yo’.” (Juvenile Instructor, mayo de 1892, págs. 303–304.)
El Profeta escribió lo siguiente:
“Nada podría dar mayor gozo a los santos, tratándose del orden del reino del Señor, que la luz que anuló un mal por medio de la visión anteriormente descrita. Toda ley, todo mandamiento, toda promesa, toda verdad y todo concepto relacionado con el destino del hombre, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, donde la pureza de las Escrituras no ha sido manchada por la insensatez de los hombres, manifiestan la perfección de la teoría de los diferentes grados de gloria en la vida venidera, y dan testimonio del hecho de que la recompensa será una transcripción de los canales del mundo eterno. La sublimidad de las ideas, la pureza del lenguaje, el gozo de redención; la duración continua hasta la consumación, a fin de que los herederos de la salvación confesasen al Señor y alabaran toda; los resultados de la obediencia, la testificación por los profetas, de todo sobrepujaba que los tangamos por la revelación de la gloria que el Señor mostró a los dos élderes. ¡Y para gloria de Dios, esto está sellado con el testimonio del Santo Espíritu! Digno es el Cordero que fue muerto para recibir la gloria, y la honra, y el poder, y la dominación para siempre jamás. ¡Gloria, honra y poder sean al que está sentado en el trono y al Cordero por los siglos de los siglos!” (History of the Church, 1:252–253.)
El presidente Brigham Young habló de la visión: “Comunicada una luz, más verdad y más principios que cualquier revelación que se encuentre en cualquier otro libro que hayamos leído. Aclaró nuestra condición presente, de dónde vinimos, por qué estamos aquí y hacia dónde nos dirigimos. Por medio de esa revelación, cualquier persona puede saber cuál será su parte y condición. Pues todos sabemos qué leyes guardamos, y las leyes que obedecemos, que determinarán nuestras condiciones más allá; seremos preservados por esas leyes y recibiremos las bendiciones pertinentes a ellas” (Journal of Discourses, 22:146–147).
Aunque a menudo se le llama “La Visión”, la sección 76 es una gran revelación que contiene una serie de visiones: una visión de la gloria del Hijo (vers. 20–24); una visión de la caída de Satanás y los sufrimientos de los que lo sigan, que serán los hijos de perdición (vers. 25–49); una visión de los que heredan la gloria celestial y se levantan en la resurrección de los justos (vers. 50–70); una visión de los que heredan la gloria terrestre (vers. 71–80); y una visión de los que heredan la gloria telestial (vers. 81–89). También se da una comparación de los grados de gloria.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 76:1–4. “. . . aparte de él no hay Salvador”
Tal como sucede con muchas secciones de Doctrina y Convenios, esta visión comienza con una afirmación del poder, gloria y majestad de Jesucristo. Es apropiado que el Señor comenzara esa revelación de las diversas recompensas eternas con el recordatorio de que solamente Él tiene el poder de salvar y que nadie puede “detener su mano” (76:3), al igual que nadie impide efectuar su obra que es “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39).
Doctrina y Convenios 76:5–10. “. . . me deleito en honrar a los que me sirven en justicia”
Estos versículos contienen una de las promesas más sobresalientes de revelación y bendición que se encuentran en las Escrituras. En un lenguaje claro e inequívoco, el Señor dice que si un ser humano teme a Dios (esto es, si lo respeta, lo venera y le obedece) y lo sirve hasta el fin, Dios se deleitará en honrarle. Entre los honores prometidos están los siguientes:
- Una gran recompensa (véase el vers. 6).
- La gloria eterna (véase el vers. 6).
- La revelación de todos los misterios del reino de Dios, tanto pasados como presentes (véase el vers. 7; véase también Notas y comentario sobre D. y C. 6:7, 11 en cuanto a la definición de misterio).
- El conocimiento de su voluntad concerniente a todas las cosas del reino (véase el vers. 7).
- El conocimiento de las maravillas de la eternidad (véase el vers. 8).
- El conocimiento de muchas generaciones (véase el vers. 8).
- Gran sabiduría (véase el vers. 9).
- Una comprensión de las cosas celestiales que el mundo no puede igualar (véase el vers. 9).
- La iluminación por medio del Espíritu y el poder de Dios (véase el vers. 10).
La revelación de estos conocimientos y honores prometidos a los justos indica que no se les da repentinamente, sino que se reciben línea sobre línea, precepto sobre precepto, conforme a la ley que se revelen esas cosas, sino que es imposible obtener la capacidad para conocer o aprender las cosas superiores sin guardar las cosas menores (véase vers. 115–116). El Salvador indicó claramente que quienes se purifican en el diligente andar del poder del Espíritu Santo tendrán el “privilegio de ver y conocer” esas cosas “por sí mismos” (vers. 117; cursiva agregada).
Doctrina y Convenios 76:15–19. “Mientras meditábamos”
Cuando se recibía esta revelación, el Profeta y Sidney Rigdon estaban meditando. El presidente Marion G. Romney dijo, hablando en cuanto al valor de meditar las palabras de vida eterna: “Al leer las Escrituras se entenderá bien las palabras meditar, considerar y reflexionar, tan frecuentemente utilizadas en el Libro de Mormón. Él decía en donde que estas palabras significan ‘sentar el alma en interior, pensar, hacer el alma un examen detenido’. . .
‘Meditar es, según mi opinión, una manera de orar. Por lo menos en muchas ocasiones ha sido una forma de acercarse al Espíritu del Señor’” (en Conference Report, abril de 1973, pág. 117).
“Otras dos grandes visiones se recibieron como resultado de la meditación: Nefi dice que estaba reflexionando sobre lo que su padre había visto en el sueño, cuando fue ‘arrebatado al Espíritu del Señor, sí, hasta una montaña muy alta’ (1 Nefi 11:1); y el presidente Joseph F. Smith contó que había recibido su notable visión del mundo de los espíritus en ocasión de estar en su cuarto ‘meditando sobre las Escrituras, y reflexionando’ (D. y C. 138:1–2).
El presidente David O. McKay enseñó con respecto al valor de la meditación: “Creo que prestamos muy poca atención al valor de la meditación, que es un principio de devoción. . . La meditación es una de las puertas más secretas y sagradas por las que tenemos que pasar a fin de llegar a la presencia del Señor. Jesús nos dio el ejemplo: Poco después de ser bautizado y de recibir la aprobación del Padre —“Este es mi Hijo Amado, en quien me complazco” (Mateo 3:17)—, el Salvador fue a lo que hoy conocemos como el Monte de la Tentación, donde durante cuarenta días de ayuno y comunión con su Padre se rindió sobre su responsabilidad de su gran misión. Uno de los resultados de esa comunión espiritual fue recibir la fuerza del maligno que lo llevó a decir al tentador: “Vete Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Mateo 4:10)” (en Conference Report, abril de 1967, pág. 85).
Doctrina y Convenios 76:20–24. El testimonio de testigos oculares
Este testimonio del profeta José Smith y de Sidney Rigdon da otra destacación contemporánea de la realidad de la existencia del Padre y del Hijo. Ellos no sólo vieron sino que también oyeron, y sus palabras son un testimonio para todas las personas. Smith y Sjodahl han explicado la frase “último de todos” en la forma siguiente: “Este es el último testimonio del hecho de que Él vive, un ser resucitado y glorificado; no el testimonio final, sino el último hasta el momento de esa visión” (Commentary, pág. 448).
Doctrina y Convenios 76:24. El Señor creó mundos innumerables
El élder Bruce R. McConkie, hablando de Jesús como el Creador, dijo: “El poder y radio de acción de nuestro Señor se extienden más allá de los límites de esta tierra pequeña en la cual vivimos. Él es, bajo la dirección del Padre, el Creador de mundos incontables (Moisés 1:33). . .
“Quienes tienen oídos para oír encuentran este principio enseñado en el siguiente pasaje. . . [cita los versículos 20–24].
“Además del claro sentido de esos versículos, tenemos una explicación que nos dio de ellos el profeta José Smith. Él repitió en lenguaje explícito todo el relato de la visión, y sus palabras relativas a esta parte fueron. . .
‘Y el una voz donde testimonio desde los cielos,
El es el Salvador, el Unigénito. . . .
Por Él, de Él y mediante Él los mundos fueron hechos, todos los que se mueven en la profundidad de los cielos’.” (Mormon Doctrine, págs. 65–66.)
Doctrina y Convenios 76:26. Lucifer era un ángel de Dios, un hijo de la mañana
El presidente George Q. Cannon, comentando en cuanto al título de Satanás como hijo de la mañana, dijo: “Algunos lo han llamado el hijo de la mañana, pero él era un hijo de la mañana, uno entre muchos, sin duda. También es indudable que ese ángel era un personaje poderoso. El relato que se da de él concerniente a él indica claramente que ocupaba una posición muy elevada, que todos lo tenían en alta estima, y que en su esfera tenía mucho poder, tanto, que cuando se discutió todo lo relacionado con la tierra y el plan de salvación, él tenía la gran importancia que presentó su propio plan con el fin de hablar la tierra y redimir a los que en ella moraran. Sin embargo, el plan no fue aceptado; parecía tan verosímil y atractivo que una tercera parte de todas las huestes celestiales creyeron en él y estuvo dispuesto a seguirlo” (Moses 4:1–4; D. y C. 29:36–37.) Y bien, al diferenciar entre Jesús y Lucifer era éste: Jesús presentó su disposición a someterse a la voluntad del Padre” (Millennial Star, 5 de septiembre de 1895, págs. 563–564.)
Doctrina y Convenios 76:26. ¿Qué significa los nombres Lucifer y Perdición?
El nombre Lucifer significa “portador de luz” o “refulgente”. Según el diccionario, el vocablo perdición significa “el desperdicio o disipación de algo bueno, ruina o daño grave; condenación eterna” (véase Apocalipsis 12:1–11; Moisés 4:1–4). El saber que uno de los nombres de Satanás es Perdición nos da mayor entendimiento de lo que significa ser un “hijo de perdición”.
Doctrina y Convenios 76:29. ¿A quiénes ha elegido Satanás para tener por enemigos?
Este versículo advierte que Satanás buscará hacer la guerra a los santos (véase Apocalipsis 12:17). Aunque tiene gran poder, éste se limita. El Profeta declaró: “Hay tres principios independientes: El Espíritu de Dios, el espíritu del hombre y el espíritu del diablo. Todos los hombres tienen poder para resistir al diablo. Los que tienen cuerpo tienen poder sobre los que no lo tienen” (Enseñanzas, pág. 228).
“El Señor Dios nos envió aquí a obtener una experiencia en esas cosas, a fin de que pudiéramos distinguir entre el bien y el mal y cerrar el corazón a todo lo malo. . . . Cierto es que algunas tienen más poder de resistencia que otros, pero todos tenemos el poder de cerrarnos contra la duda, contra la obscuridad, contra la incredulidad, contra la depresión, contra la ira, contra el odio, contra los celos, contra la malicia, contra la envidia. Dios nos ha dado esta potestad a todos, y podemos obtener mayor fortaleza si lo invocamos pidiéndole aquello que nos falta. Si no fuerza así, ¿cómo podríamos ser condenados por ceder a las influencias del mal?
“No podemos meros condenación porque todo aquello que nos podemos evitar; pero podemos eludir las malas influencias, podemos evitar ser pendencieros y egoístas; podemos resistir la tentación de hurtar y resistir al espíritu de la lujuria. Dios nos ha dado poder para rechazar esas tentaciones, para mantener el corazón libre de ellas y también de la duda, y cuando Satanás viene y nos asedia, tenemos el privilegio de decirle: ‘Apártate, Satanás, pues yo no tengo nada que ver contigo ni tú conmigo. Yo estoy al servicio del Señor, y yo su servidor. Él y tú puedes hacer lo que te plazca. De nada sirve que te presentes con tus tentaciones ante mí. Vienes y tratas de infiltrar en mi ser malos pensamientos en cuanto a los siervos de Dios o la obra de Dios, y yo no voy a escucharte, sino que cerraré contra ti mi corazón’.
“Siempre que nuestra mente se llene de obscuridad, podemos estar seguros de que no tenemos el Espíritu de Dios, y debemos salir de ese estado. Al llenarnos con Él, nos inunda el gozo, la paz y la felicidad, sean cuales fueren las circunstancias que nos rodeen, porque el suyo es un Espíritu de regocijo y de felicidad.” (Gospel Truth, 1:150.)
Doctrina y Convenios 76:31. Para ser condenado como hijo de perdición por sus pecados, el apóstata debe pecar en una condición especial.
El élder Melvin J. Ballard explicó: “Para que un hombre sea un hijo de perdición, sí tiene que recibir el Espíritu Santo; pero para ser condenado por eso, necesariamente habrá recibido el poder del Espíritu Santo.” El élder Melvin J. Ballard explicó lo siguiente: “Al Espíritu de Dios se le ha dado el derecho y privilegio de manifestar la verdad al hombre, en una forma que a ningún otro poder le es factible. De manera que cuando Él hace que una persona vea y sepa algo, esa persona lo sabe sin ninguna duda y ningún que cualquier cosa que pueda llegar a saber; porque entre ese conocimiento es crear con la luz mayor que existe, y en consecuencia, al hacer iniquidad, el pecado más grande de todos” (Millennial Star, 11 de agosto de 1932, págs. 498–500).
El presidente Joseph Fielding Smith dio una explicación más clara del motivo por el cual el pecado contra el Espíritu Santo es tan grave: “El Espíritu de Dios hablando al espíritu del hombre, tiene poder para impartir la verdad con mayor efecto y en forma más comprensible que con el cuerpo personal, aun cuando se trate de seres celestiales. Mediante el Espíritu Santo la verdad queda como incrustada en las mismas fibras del ser, en la médula de los huesos, de manera tal que no se puede olvidar” (“El pecado contra el Espíritu Santo,” Instructor, oct. de 1935, pág. 451).
El profeta José Smith dijo lo siguiente concerniente a los que llegan al estado de hijos de perdición: “¿Qué debe hacer el hombre para cometer el pecado imperdonable? Debe haber recibido el Espíritu Santo, deben habérsele manifestado los cielos, y después de haber conocido a Dios, pecar contra Él. Después que el hombre ha pecado contra el Espíritu Santo, no hay arrepentimiento para tal. Tiene que decir que el sol no brilla, cuando lo está mirando; negar que es Jesucristo, cuando se le han manifestado los cielos, y renegar del plan de salvación mientras sus ojos están viendo su verdad; y desde ese momento comienzan a convertirse en enemigos. Así sucede con muchos apóstatas de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días” (Enseñanzas, págs. 443–444).
El presidente Spencer W. Kimball escribió: “El pecado contra el Espíritu Santo requiere tal conocimiento, que es realmente imposible que el miembro común cometa tal pecado” (El Milagro del Perdón, pág. 121).
De los apóstatas que habían cometido el pecado imperdonable, el profeta José Smith dijo: “Cuando un hombre empieza a hacerse enemigo de esta obra, me persigue, trata de matarme y nunca cesa de querer verter mi sangre. Entra en él el espíritu del diablo, el mismo que influyó en los que crucificaron al Autor de la Vida, el mismo espíritu que peca contra el Espíritu Santo” (Enseñanzas, pág. 444).
“La gente no llega a ese estado en un soplo. El presidente Joseph Fielding Smith describió el camino que algunos siguen y que los lleva a odiar a Dios y a sus siervos: ‘El hombre o la mujer se apartan repentinamente, sino que se debe a alguna forma de transgresión, la cual culmina adicionándose a el alma de iniquidad hasta que el Espíritu Santo se retira; de ahí en adelante el hombre queda solo en las tinieblas espirituales; entonces, cegado en su pecado, la obscuridad aumenta hasta que el amor a la verdad se torna en odio y el malvado desea el total dominio de los que todavía siguen el camino del amor de Dios. En esta forma, se expone a Cristo al vituperio y se glorifica la blasfemia’ (Instructor, oct. de 1935, pág. 452).
Tales personas se han colocado en una situación más allá de fuera del alcance del arrepentimiento (véase Hebreos 6:4–6; 10:26–27; Alma 39:6; Helamán 12:31–32). No pueden participar de su misericordia porque no pueden inclinarse a la humildad ni haber perdido totalmente el Espíritu de Dios. Su pecado “es una ofensa tan repugnante que el pecador se escapa de su propio arrepentimiento, y esto lo convierte en un caso sin ninguna esperanza; si pudiera arrepentirse, podría recibir el perdón, pero como ha perdido el poder del arrepentimiento, no puede alcanzarlo el poder del perdón” (Orson F. Whitney, Improvement Era, mayo de 1929, pág. 413).
“En los confines de perdición o el reino de tinieblas, donde no hay luz, Satanás y los espíritus incorpóreos de la preexistencia estarán confinados, aquellos que en su estado terrenal retrocedan hasta el nivel de la perdición. Estos han perdido la facultad para regenerarse; se han hundido tan profundamente que se hallan privados de la inclinación y de la habilidad para arrepentirse.” (Kimball, El Milagro del Perdón, págs. 123–124.)
Doctrina y Convenios 76:35. ¿En qué forma puede uno “crucificar al Unigénito del Padre y exponerlo al vituperio”?
El élder Bruce R. McConkie explicó: “La consumación del pecado imperdonable consiste en que un hombre crucifique de nuevo al Hijo de Dios y lo exponga al vituperio. (Heb. 6:4–8.) Y D. y C. 76:34–35. Para cometer ese pecado imperdonable, el hombre tiene que haber recibido el evangelio, obedecido al Espíritu Santo mediante la revelación, el conocimiento absoluto de la divinidad de Cristo, y luego negar ‘el nuevo y sempiterno convenio, mediante el cual fue santificado, llamándolo cosa impía y ofendiendo al Espíritu de gracia’ (Enseñanzas, pág. 150). En esa forma, comete un asesinato al consentir en la muerte del Señor; esto es, teniendo conocimiento perfecto de la verdad y manifestándose en abierta rebelión, se colocan en posición de crucificar a Cristo, aunque sabe perfectamente que es el Hijo de Dios. Así, Cristo vuelve a ser crucificado y se le expone al vituperio” (D. y C. 132:27). (Mormon Doctrine, págs. 616–617.)
Concerniente al grado hasta el cual esas personas se llenarán del espíritu de Satanás, el élder Charles W. Penrose dijo: “Los que le han seguido de forma que se llenan con su espíritu, que es el espíritu de destrucción, en oposición al espíritu que da la vida, son suyos. El espíritu de asesinato se apodera de su corazón, y están listos para dar muerte aun al Hijo de Dios, si la existencia de Él les molesta en su camino” (en Conference Report, oct. de 1911, pág. 51).
A veces, leemos en las Escrituras una frase sobre “derramamiento de sangre inocente”, con relación a los hechos de los que están en esa condición. El presidente Joseph Fielding Smith explicó que el derramamiento de sangre inocente no sólo se refiere al hecho de quitar la vida a los inocentes, sino que también abarca las acciones que tratan de destruir la palabra de Dios y exponer a Cristo al vituperio. Los que han corrompido la verdad y luego luchan contra los siervos autorizados de Jesucristo luchan contra Él, y al hacerlo, son culpables de derramar su sangre:
“El derramamiento de sangre inocente menciona en las Escrituras diciendo que es cuando se comete la muerte de Jesucristo y se le expone al vituperio” (Smith, Answers to Gospel Questions, 1:68).
Doctrina y Convenios 76:37. ¿Qué es la segunda muerte?
La frase segunda muerte, tal como aparece aquí, se refiere a la muerte espiritual, no a la muerte física. La primera muerte representa la separación del espíritu del cuerpo durante la resurrección; según lo expresado en Doctrina y Convenios 29:40–45, es la separación del hombre de la presencia del Señor, morir en cuanto a la justicia, morir para las cosas del Espíritu. Los hijos de perdición no mueren nunca en el sentido de sufrir aniquilación o de que sus cuerpos se destruyen, sino que continúan viviendo por toda la eternidad como espíritus o como personajes resucitados…
“Finalmente, todos son redimidos de la muerte espiritual excepto los que han ‘pecado de muerte’ (D. y C. 64:7), esto es, aquellos que están destinados a ser hijos de perdición. Juan enseñó claramente que después que la muerte y el infierno hayan arrojado a sus muertos, la muerte y el infierno serán arrojados al lago de fuego, es decir, la segunda muerte. (Apocalipsis 20:12–15.) Por eso el Señor dijo en nuestra época que los hijos de perdición son ‘los únicos sobre quienes tendrá poder alguna la segunda muerte’ (D. y C. 76:37), refiriéndose a tener poder después de la resurrección.” (Mormon Doctrine, págs. 757–758; véase también Notas y comentario sobre D. y C. 63:17; 64:7.)
Doctrina y Convenios 76:38–39. ¿Resucitarán los que, habiendo tomado un cuerpo, lleguen a ser hijos de perdición?
El presidente George Q. Cannon explicó este versículo para corregir un malentendido muy generalizado: “La lectura esmerada de estos dos versículos, y especialmente de los párrafos anteriores, indicará que el Señor, al decir esas palabras, no excluye siquiera a los hijos de perdición del derecho a la resurrección. Es bien claro que el Unigénito se refiere a ellos explícitamente como los únicos sobre los que la segunda muerte tendrá poder: ‘Porque todos los demás saldrán para la resurrección de los muertos, mediante el triunfo y la gloria del Cordero’. Éstos que se excluyen son los únicos que estarán sujetos a la segunda muerte y los únicos ‘que serán condenados en el debido tiempo del Señor, después de padecer su ira’.
“Esto en ningún sentido quiere decir que no tendrán resurrección. Jesús, nuestro Señor y Salvador, murió por todos, y todos resucitarán: buenos y malos, blancos y negros, de todas las razas, pecadores o no, y no obstante lo graves que hayan sido sus pecados, la resurrección de sus cuerpos es segura. Jesús ha muerto por ellos, y todos serán redimidos de la tumba mediante la expiación que Él ha efectuado.” (Juvenile Instructor, feb. de 1900, pág. 123.)
Doctrina y Convenios 76:40–43. “Éste es el evangelio”
El vocablo evangelio viene de una palabra griega que significa “buenas nuevas” y/o “mensajero de bien”. El verbo que se emplea en el Nuevo Testamento es el equivalente de evangelizar, que viene del latín evangelizare (y éste del griego), lo que significa “predicar buenas nuevas”, o sea, las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. La sección 76 da un resumen de todo lo que abarca el evangelio, o buenas nuevas, esto es, que todos los que quieran y estén dispuestos a hacer la expiación del Señor se salvan mediante el poder expiatorio de Jesucristo.
Doctrina y Convenios 76:44–49. No tiene sentido comentar el destino de los hijos de perdición
Durante los primeros días de la Restauración, algunos intentaron explicar el destino de los hijos de perdición. El profeta José Smith respondió esas especulaciones de lo siguiente: “Decid lo que quieran todos los demás, que el Señor nunca ha revelado ni revelará al hombre el lugar donde habitan los hijos de perdición después de ser restaurados; porque no se reveló al hombre el sitio de su destino, ni se le ha revelado, ni jamás se revelará, sino a los que son hechos partícipes de ese castigo. Por consiguiente, los que pensaban en esta doctrina no han recibido del Espíritu del Señor. Por cierto, el hermano Oliverio declaró que era doctrina de demonios. Nosotros, por tanto, mandamos que no se enseñe esa mala doctrina en Sión. Aprobamos la decisión del obispo y su consejo respecto de que esta doctrina era destinada para la Santa Cena” (Enseñanzas, pág. 22).
Doctrina y Convenios 76:64. ¿En qué forma pueden “reinar” los hijos de perdición en la eternidad?
Smith y Sjodahl explicaron esta expresión particular aunque sumamente significativa: “El Señor es el soberano y es quien reina. Pero se debe entender que el pecado reina cuando el hombre se somete a él. La gracia también reina (Romanos 5:21). Los santos reinarán con Cristo. Pero aquí se dice que los hijos de perdición ‘reinarán’ con el diablo y sus ángeles en la eternidad, en el lugar donde el gusano no muere y el fuego no se extingue. El dominio de Lucifer con el Hijo de Dios ha sido, desde el principio, por la soberanía, y los seres humanos han sido colocados para dominar por uno u otro. Los santos son y serán ciudadanos y oficiales en el reino de Dios y allí ‘reinarán’ como ciudadanos o súbditos libres. Los hijos de perdición son y serán ciudadanos y oficiales del reino de Lucifer; pero ese reino finalmente será confinado al gehena (voz latina que significa infierno). Allí ‘reinarán’ bajo las leyes y reglas que prevalecen en el reino del diablo, de las que hemos tenido muchos ejemplos en la historia humana durante las épocas de ignorancia, superstición, tiranía e iniquidad. ¡Pensemos en un lugar donde dominen ininterrumpidos los espíritus inmundos y las pasiones malvadas de los seres humanos, libres de la influencia benéfica del evangelio! Tal es el reino del diablo, donde reinarán los hijos de perdición” (Commentary, págs. 454–455.)
Doctrina y Convenios 76:48. Para su estado final, ¿son “ordenados” los hijos de perdición?
“No son predestinados, porque no fueron previamente seleccionados por Dios para su condenación. Dios ha determinado que si se persiste en la rebelión contra Él, esto de cómo resultado la miseria del alma; pero Él no ha preordenado a nadie a ese destino. Un poder legislativo puede establecer que se meta en la cárcel, y hasta se condene a muerte, a ladrones y asesinos, pero eso no significa que pueda predeterminar que una persona o un número de personas en particular harán algo que los lleve a recibir dichos castigos. Los hijos de perdición siguen ese camino de acuerdo con su propia elección, y el fin de su elección es un destino inexorable.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 455.)
Doctrina y Convenios 76:50. ¿Qué es la resurrección de los justos?
Hay dos resurrecciones principales: la resurrección de los justos y la de los injustos. Los justos resucitarán aquellos que vayan a las glorias celestial y terrestre.
El presidente Joseph Fielding Smith escribió lo siguiente respecto a la resurrección de los justos:
“Esta ‘primera’ resurrección se refiere también a los últimos días, en el Señor ha dado más conocimiento en relación a este glorioso acontecimiento. Habrá por lo menos dos fases de lo que se denomina ‘primera resurrección’. Ocurrirá en relación con la venida de Cristo y se le ha llamado la resurrección de los justos porque sólo aquellos que hayan sido justos tendrán el privilegio de salir en esa resurrección: Primero, aquellos que ‘morarán en la presencia de Dios y de su Cristo para siempre jamás’ (vers. 62); y segundo, las personas honorables, aquellas que pertenecen al reino terrestre, así como las que heredarán el reino celestial.
“En ocasión de la venida de Cristo, ‘los que han dormido en sus sepulcros saldrán, porque serán abiertos sus sepulcros; y también ellos serán arrebatados para recibirlo en medio del pilar del cielo. Ellos son de Cristo, las primicias, los que descenderán con Él primero, y los que se encuentran en la tierra y en sus sepulcros, que son los primeros en ser arrebatados para recibirlo; y todo por la voz del son de la trompeta del ángel de Dios’. [Véase D. y C. 88:97–98.] Estos son los justos, ‘aquellos cuyos nombres están escritos en el cielo, donde Dios y Cristo son los jueces de todo. Son hombres justos hechos perfectos mediante Jesús, el mediador del nuevo convenio, que obró esta perfecta expiación derramando su propia sangre’. [Véanse los vers. 68–69.]
“Luego de ese gran acontecimiento, y después que el Señor y los justos que hayan sido arrebatados para recibirlo hayan descendido a la tierra, ocurrirá otra resurrección. Ésta puede considerarse como parte de la primera, aunque ocurrirá posteriormente, y en ella resucitarán las personas que pertenecen al orden terrestre, aquellos que no fueron dignos de ser arrebatados para recibirlo pero que son dignos de resucitar para gozar del reinado milenario.” (Doctrina de Salvación, 2:278–279; versión revisada.)
Esta primera resurrección continuará durante el Milenio y corresponderá a todos los que vivan y mueran durante los mil años y sean dignos del reino celestial.
Doctrina y Convenios 76:53. ¿Qué significa ser sellado por el Santo Espíritu de la promesa?
El élder Bruce R. McConkie explicó: “La santidad de la promesa antecedente: ‘Es el Espíritu que fue prometido a los santos, o en otras palabras, el Santo Espíritu’. Esta denominación se emplea relacionada con el poder sellador y ratificador del Espíritu Santo, esto es, el poder que Él tiene de aprobar y ratificar los actos justos del hombre para que tengan la misma validez en la tierra y en los cielos. Los convenios, contratos, vínculos, compromisos, juramentos, votos, asociaciones, deberes, uniones, o promesas, etc., ratificados por el Espíritu Santo de la promesa, así permanecen por siempre jamás y jamás serán anulados. Si son sellados por este poder, serán válidos en la eternidad y no podrán ser quebrantados. Si son sellados por el Espíritu de la promesa, el que los ha sellado da testimonio de que los son justos y fieles; sin eso, no se les negase el sello.” (Mormon Doctrine, págs. 361–362; véase también Notas y comentario sobre D. y C. 132:7.)
Doctrina y Convenios 76:54. ¿Qué es la Iglesia del Primogénito?
“Los que ganan la exaltación en el reino celestial son aquellos que son miembros de la Iglesia del Primogénito, en otras palabras, los que guardan todos los mandamientos del Señor.
“El Señor ha hecho posible que nos convirtamos en miembros de la Iglesia del Primogénito si recibimos las bendiciones de la casa del Señor y vivimos todas las cosas. De ese modo, llegamos a ser herederos, ‘sacerdotes y reyes, que han recibido de su plenitud y de su gloria, que morarán en la presencia de Dios y su Cristo para siempre jamás’, gozando de plena exaltación.” (Smith, Doctrina de Salvación, 2:39–40; versión revisada.)
Ciertos apóstatas han tomado sobre sí este nombre santo, proclamando una exclusiva y blasfema satisfacción todos esos requisitos, cuando de hecho se encuentran en estado de iniquidad y rebelión.
Doctrina y Convenios 76:72–74. Los que acepten el evangelio en el mundo de los espíritus, ¿recibirán la gloria terrestre?
La respuesta es llana y es sí, recibirán el reino terrestre si, pese a que habiendo conocido el evangelio en el estado mortal, no lo aceptaron; pero si no tuvieron la oportunidad en la tierra y lo aceptaron plenamente en el mundo espiritual, pueden heredar el reino celestial.
Este pasaje debe considerarse en el contexto de toda la visión, y no tomarse en forma aislada. José Smith supo a través de revelación que “todos los que han muerto sin el conocimiento de este evangelio, queriéndose lo habrían recibido si se les hubiese permitido permanecer, serán herederos del reino celestial de Dios” (D. y C. 137:7). Dios da a toda persona la oportunidad de aceptar el evangelio de Cristo. En la parte de la visión que tiene que ver con el reino celestial, se describe a los que son dignos de entrar en él (véanse los vers. 50–70). En la visión del reino terrestre, aparecen aquellos que no son valientes para defender su testimonio (véase vers. 79), incluidos los que murieron sin ley y los que recibieron el evangelio en el mundo de los espíritus. Entre esos candidatos terrestres forman una ley se encuentran la mayoría de las personas de las naciones que se designan como paganas y que no recibieron el evangelio en su plenitud, pero fueron justos para ser calificados como honorables (vers. 75).
El élder Melvin J. Ballard explicó este tipo de personas en la forma siguiente: “. . . los que mueren sin ley, me refiero a los de las naciones paganas, por falta de fidelidad o de devoción en la vida actual, no pueden decir que el que los elemen cierra la entrada en el reino de Dios porque se les juzgará de acuerdo con la luz que tuvieron y se les ofrecerá la oportunidad de entrar al reino celestial, pero la mayoría puede obtener la gloria terrestre” (Hinckley, Sermons of Melvin J. Ballard, pág. 251).
Aunque no han tenido la vida de acuerdo con la ley, heredarán igualmente el reino terrestre, tal como declaró el presidente Joseph Fielding Smith, éstos son los que “no están bajo condenación por la violación de los mandamientos del Señor. A ellos se les hace la promesa de redención de la muerte con las palabras siguientes: ‘Y entonces proclamaré en las naciones paganas, a los que no conocieron ninguna ley delante parte de la primera resurrección; y les será tolerado’ (D. y C. 45:54). Éstos serán los que participarán de la misericordia del Señor y gozarán de la reunión inseparable de espíritu y cuerpo, volviéndose de esta manera inmortales, pero no participarán de la gloria de Dios” (Doctrina de Salvación, tomo 2, págs. 279–280; versión revisada).
Aquellos que “no recibieron el testimonio de Jesús en la carne” (vers. 74) son los que escucharon el evangelio en el estado mortal y lo rechazaron. Pero si “después lo recibieron” (vers. 74), es decir, en el mundo de los espíritus, irán al reino terrestre. El presidente Joseph Fielding Smith explicó que “el reino terrestre irán aquellos que son honorables y que llevaron una vida virtuosa pero que no aceptaron el evangelio, mas luego se arrepienten en el mundo de los espíritus y lo aceptan, y eso es todo lo que se les puede conceder. Muchos de ellos han nacido cegados por la tradición y por el amor al mundo, y no han podido ver las bellezas del evangelio” (Church History and Modern Revelation, 1:287–288).
“Hay quienes creen que la doctrina de salvación para los muertos ofrece a los hombres una segunda oportunidad de salvación. ‘No creo con un hombre, hoy difunto, que no era miembro de la Iglesia. Era un pecador empedernido que se complacía en vivir la manera del mundo. De los labios de su esposa, cigarillo en mano, alisaba apestaba al alcohol y las vulgaridades y profanías se escuchaban a boca; su moral dejaba mucho que desear.
‘La esposa de aquel hombre era miembro de la Iglesia, todo le fue igual podría ser en aquellas circunstancias. Un día, le dijo a su marido: ‘Tú sabes que la Iglesia es verdadera; ¿por qué no te bautizas?’
Él le respondió: ‘Claro que lo sé, pero no tengo intención de cambiar mis costumbres sólo para ser mormón; me gusta la manera de vivir, y el futuro no me preocupa en lo más mínimo; sé muy bien que tan pronto como muera, tú te encargarás de que alguien vaya por mí al templo a hacer la obra para que yo pueda salvarme’.
‘Así se llegó a morir, y su esposa hizo la obra en el templo por él. Nosotros no estamos para juzgar y negar las ordenanzas del templo a nadie. ¿Pero de qué le aprovecharán?
‘Las personas no tendrán una segunda oportunidad para obtener la salvación. Esta vida es el tiempo y el día de nuestra preparación; el estado de esta vida, que se nos ha dado a fin de que nos preparemos para la eternidad, viene la noche de tinieblas en la que no se puede hacer obra alguna.
‘Para aquellos que no tienen el privilegio de creer en la palabra santa y de obedecerla en esta vida, sí en otra oportunidad se les presentará, en el mundo de los espíritus. Los que escuchan la palabra del Señor en esta vida y la desprecian, y habiéndose presentado la oportunidad, la aceptaron en otra vida. La salvación de los muertos es para aquellos que recibieron por primera vez la oportunidad de salvación en el mundo de los espíritus.
‘No existe otra promesa de salvación aparte de la que rechaza esa revelación (D. y C. 137:7–8). Los que rechazan el evangelio en esta vida, y luego lo reciben en el mundo espiritual, no van a ir al reino celestial sino al terrestre.’” (The Seven Deadly Heresies, Speeches of the Year, 1980, Provo, Brigham Young University Press.)
Doctrina y Convenios 76:79. ¿Qué quiere decir la expresión ser “valientes en el testimonio de Jesús”?
En la conferencia general de octubre de 1974, el élder Bruce R. McConkie definió lo que significa ser valiente:
“¿Y qué significa ser valiente en el testimonio de Jesús?
‘Es ser intrépido y arrojado, usar todas nuestras fuerzas, energía y habilidad en la guerra contra el mundo; es pelear la buena batalla de la fe. . . La gran piedra angular de la valiente en la causa de la justicia es la obediencia a toda ley del evangelio completo.
‘Ser valiente en el testimonio de Jesús es venir a Cristo y perfeccionarnos en Él; es negar todas la impiedad; es amar a Dios con todo nuestro ‘poder, alma y fuerza’ (Moroni 10:32).
‘Ser valiente en el testimonio de Jesús es creer en Cristo y su evangelio con inalterable convicción; es conocer la veracidad y divinidad de la obra del Señor en la tierra.
‘Pero eso no es todo. Es algo más que creer y tan solamente decir: debemos ser ‘hacedores de la palabra y no tan solamente oidores’. Es más que adorar con palabras, más que limitarse a confesar el divino origen del Salvador; es obediencia y conformidad y corrección personal. ‘No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos’ (Mateo 7:21).
“Ser valiente en el testimonio de Jesús es seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo una esperanza resplandeciente, y amar hacia Dios y hacia todos los hombres’. Es ‘perseverar hasta el fin’ (2 Nefi 31:20).
“Es vivir nuestra religión, practicar lo que predicamos, guardar los mandamientos. Es la manifestación de la ‘religión pura’ en la vida del hombre; es ‘visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo’ (Santiago 1:27).
“Ser valiente en el testimonio de Jesús es controlar las pasiones y apetitos y elevarse por encima de las cosas carnales y malignas. Es renovar al mundo tal como Jesús lo hizo. Él, que es nuestro modelo y que fue el más valiente de todos los hijos de nuestro Padre. Es ser moralmente limpio, justo, honrado y leal, defenderás, guardar el día de reposo, orar con convicción, y si fuera necesario y se nos pidiera, sacrificar por su causa todo lo que poseemos.
“Ser valiente en el testimonio de Jesús es ponerse del lado del Señor. Es votar con Él o hacia Él; es pensar lo que Él piensa, creer lo que Él cree, decir lo que Él diría si se encontrara en la misma situación. Es tener la mente de Cristo y ser uno con Él, como Él lo es con su Padre.” (Véase “Sé valiente en la batalla de la fe”, Liahona, abril de 1975, pág. 37.)
Doctrina y Convenios 76:81–85. Los que hereden la gloria telestial
El élder Bruce R. McConkie explicó lo siguiente:
“La parte del mundo de los espíritus habitada por los espíritus inicuos que esperan el día de su resurrección recibe el nombre de infierno. Entre su muerte y resurrección, estas almas de los malvados son arrojadas en las tinieblas, en el lúgubre desierto del sol, en el Hades donde esperan los espíritus malvados, en el infierno. Allí sufren los tormentos de los condenados; allí se revuelcan en la venganza del fuego eterno; allí hay llanto y lamentación y crujir de dientes; allí la amedrecida indignación del ira de Dios se derrama sobre los malvados.” (Alma 40:11–14; DyC 76:103–106.)
“El infierno llegará a su fin. Contemplando el acontecimiento futuro, Juan vio que ‘la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras’ (Apocalipsis 20:13). Jacob enseña que esa liberación de la muerte y el infierno significa que el cuerpo sale de la tumba y el espíritu del infierno. ‘Y este muerte de que he hablado, que es la muerte espiritual, entregará sus muertos; y esta muerte espiritual es el infierno. De modo que la muerte y el infierno han de entregar a sus muertos, y el infierno ha de entregar sus espíritus cautivos, y la tumba sus cuerpos cautivos, y los cuerpos y los espíritus de los hombres serán restaurados el uno al otro’ (2 Nefi 9:10–12).
Concuerda con este principio el hecho de que David recibiera la promesa: ‘No dejarás mi alma en el Seol’ (Salmos 16:10; Hechos 2:27).
“Después de la resurrección, la gran mayoría de los que han sufrido en el infierno pasarán al reino telestial; el resto, con la maldición de ser hijos de perdición, serán condenados a sufrir miseria eterna en el diablo y sus ángeles. . .
“¿Quiénes irán al infierno? Las Escrituras responden ampliamente esta pregunta. Puesto que los que van a un reino telestial se dirigen a su destino a través de las profundidades del infierno y como resultado de su obediencia a la ley telestial, es obvio que quienes irán al infierno serán los que vivan de acuerdo con dicha ley.” (Mormon Doctrine, págs. 349–350.)
Doctrina y Convenios 76:89–106. ¿Por qué aun los que heredan el reino telestial reciben una gloria “que sobrepuja toda comprensión”?
Todos los que vayan al reino telestial habrán pagado un precio para poder llegar a ese grado. El hecho de que después de haber pagado ese precio puedan heredar la gloria telestial es evidencia del amor y misericordia del Padre. El élder John A. Widtsoe explicó lo siguiente:
“El libro [Doctrina y Convenios] explica claramente que la gloria más baja a la que puede ser enviado tan gloriosa que está más allá del entendimiento humano. El peor pecador, en el juicio final, recibirá una gloria, el ser humano no se puede concebir ni comprender, tan grande que somos incapaces de describirla adecuadamente; éste es un principio fundamental del mormonismo. Los que obtienen bien recibirán un lugar más elevado; pero ninguno que men en estado más bajo jamás mirará hacia lo más alto, tal como hacemos ahora. Y los que estén en el estado más bajo serán tan felices como es dado el ser humano que su recompensa estará por encima de todo entendimiento humano.” (Message of the Doctrine and Covenants, pág. 167.)
Solamente los hijos de perdición, que niegan la verdad y abiertamente desafían a Dios (véase el vers. 31), no tendrán el privilegio de entrar en un reino de gloria (véase Notas y comentario sobre los vers. 31-49). El reino telestial será mucho más glorioso de lo que la mente humana puede comprender, pero en comparación con los grados superiores de gloria será muchísimo menor; ese reino está reservado para quienes en su probación mortal fueran los inicuos de la tierra.
Doctrina y Convenios 76:107. “He vencido y pisado, yo solo, el lagar”
En Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 133:50, se explica el sentido de estas palabras.
Doctrina y Convenios 76:111. “Cada hombre recibirá conforme a sus propias obras”
“No predicamos el evangelio con la idea de tratar de salvar a los que irán a la gloria terrestre. La salvación que ofrecemos es la de la exaltación. Lo que estamos tratando de hacer con el evangelio de Jesucristo es instruir a las personas, mediante el poder del sacerdocio y de las ordenanzas de la Iglesia, su derecho como hijos de Dios, recibiendo una plenitud del reino del Padre. Ésa es nuestra tarea.” (Smith, Doctrina de Salvación, tomo 2, pág. 180; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 76:114–116. Los misterios sólo pueden verse y comprenderse mediante el poder del Espíritu Santo
El profeta José Smith escribió: “Si pudiéramos leer y entender todo lo que se ha escrito desde los días de Adán, sobre la relación que tendrá el hombre con Dios y los ángeles en un estado futuro, aún así sabríamos muy poco de ello. La lectura de las experiencias de otros, o las revelaciones dadas a ellos, jamás podrían darnos a nosotros un concepto comprensivo [global] de nuestra condición y verdadera relación con Dios. El conocimiento de estas cosas tan sólo se puede obtener por la experiencia, mediante las ordenanzas que Dios ha establecido para ese propósito. Si por cinco minutos pudiéramos ver lo que hay en el cielo, aprenderíamos más que si leyésemos todo lo que se ha escrito sobre el asunto” (Enseñanzas, pág. 400).
Sección 77
Preguntas y respuestas sobre el libro del Apocalipsis
Antecedentes históricos
“El Profeta, que se encontraba en Amherst [Ohio], después de su retorno reanudó la traducción de las Escrituras. Alrededor del 1° de marzo, mientras estaba ocupado en esta obra, tuvo unas dudas en cuanto al significado de algunos de los símbolos que aparecen en las escrituras del Juan en el libro del Apocalipsis. Había en él muchas cosas, que los hermanos no entendían y, por lo tanto, el Profeta consultó con el Señor y recibió respuesta a sus preguntas.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:291.)
La sección 77 no se reveló como un tratado oficial ni como un comentario completo de la revelación de Juan, sino como una clave para entenderla y una ayuda destinada a los Santos de los Últimos Días, para quienes tiene gran significado.
“El libro del Apocalipsis es uno de los más profundos de la literatura sagrada, y el Señor desea que los santos se familiaricen con su contenido. De otro modo, ¿qué sentido tendría el haber incluido esta revelación en Doctrina y Convenios?
‘Pero esta revelación no es una interpretación completa del libro; es una llave. La llave es una parte muy pequeña de una casa; sirve para abrir la puerta a través de la cual se puede entrar al edificio, pero después que se la ha usado, el que busca el tesoro debe encontrarlo por sus propios medios. . .
‘En esta sección, el Señor ha dado a su pueblo una llave para entrar en el libro. . . Como Champollión*, que pone el ejemplo de la clave que encontró en la piedra de Rosetta* pudo descifrar el secreto de los jeroglíficos egipcios, así también el estudioso de la Biblia puede leer el Apocalipsis, comprendiéndolo mejor gracias a la clave de esta revelación.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 478.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 77:1. La tierra como un mar de vidrio
El siguiente relato, tomado de la historia del profeta José Smith, sirve para explicar un poco el sentido de este versículo: “Mientras en casa, me expliqué a mi familia y a mis amigos presentes que cuando la tierra sea santificada y llegue a ser como un mar de vidrio, será un gran Urim y Tumim, y que los santos podrán mirar en ella y ver tal como son vistos” (History of the Church, 5:279).
El presidente Brigham Young dio la siguiente explicación: “Esta tierra se convertirá en un cuerpo celestial; será como un mar de vidrio o como un Urim y Tumim. Y cuando queráis saber algo, podréis mirar en ella y ver todas las eternidades de Dios.” (Journal of Discourses, 8:200; véase también D. y C. 88:17–20, 25–26; 130:6–9.)
Doctrina y Convenios 77:2–3. Los cuatro “seres vivientes” mencionados en Apocalipsis 4:6, ¿representan lo mismo que otras bestias mencionadas por Juan?
Juan vio cuatro seres semejantes a animales, que se hallaban en la presencia de Dios donde “glorifican, honran y alaban y acción de gracias” (Apocalipsis 4:9). Aunque eran animales reales que habían salvado cada uno en su esfera particular, figurativamente representaban a diferentes clases de seres (al hombre, a los animales cuadrúpedos, a los que se arrastran y a las aves) que tendrían felicidad en la eternidad: es algo de “felicidad eterna” (vers. 3).
En un discurso que dio durante la conferencia de la Iglesia que tuvo lugar en Nauvoo el sábado, 8 de abril de 1843, José Smith explicó lo siguiente: Juan da de los animales que vio en los cielos y comparó esas figuras con las de animales mencionados por los antiguos profetas. La explicación surgió como resultado de la interpretación errónea que había hecho el élder Parley P. Pratt del pasaje de Apocalipsis 5:8, en la que afirmaba que las cuatro bestias representaban diferentes fases del reino de Dios en la tierra. El Profeta luego enseñó que el Señor no utilizaría “la figura de una criatura de la creación animal para representar lo que es mucho más noble, glorioso e importante, a saber, la gloria y majestad de su reino”; que Dios no tomaría “una figura menor para representar a una mayor” (Enseñanzas, pág. 350).
En los lugares donde se alude a seres creados que están en los cielos, aparece el vocablo griego zoon, que traducido es “criatura” o “ser viviente”, tal como está en la Biblia (véase Apocalipsis 4:6–9; 5:6–14; 6:1–7; 7:11; 14:3; 15:7; 19:4). Donde se emplea la palabra bestia como símbolo de los reinos corruptos del mundo o del reino de Satanás, en el original en griego aparece la palabra therion, que se traduce como “animal salvaje”; y así se utilizan en Apocalipsis (véase 6:8; 11:7; 13:1–18; 14:9, 11; 15:2; 16:2, 10, 13; 17:1–18; 19:19–20; 20:4, 10). De este modo, zoon se refiere a criaturas reales que se vieron en los cielos; therion se emplea como concepto simbólico. El profeta José explicó el significado de ambos términos.
“Cuando Dios empleaba la figura de un animal en las visiones que concedía a los profetas, lo hacía para representar aquellos reinos que habían degenerado y se habían vuelto corruptos, salvajes y como animales en cuanto a sus naturalezas, a saber, los reinos degenerados del mundo perverso; pero jamás empleó la figura de una bestia o animal alguno para representar su reino. . .
“Existe una diferencia y distinción grande entre las visiones y figuras de que hablaron los antiguos profetas y las que se mencionan en las revelaciones de Juan. . .
“. . . Hay una diferencia muy grande entre el significado verdadero y original de los profetas y la traducción actual. Los profetas no declararon que vieron una bestia o bestias, sino que vieron la imagen o figura de una bestia. Daniel no vio un oso o león verdadero, sino la imagen o figura de esas animales. La traducción debe decir ‘imagen’ en lugar de ‘bestia’ en todo lugar en que los profetas hablan de bestias o animales. Pero los animales que Juan vio en el cielo eran verdaderos, y le fue dado a Juan que efectivamente existían allí animales y que no representaban figuras de cosas en la tierra. . .
“Juan vio animales muy extraños en el cielo; él vio revelada todas las criaturas que allí había: todos los animales, aves y peces en el cielo, glorificando a Dios. ¿Cómo lo sabemos? (Véase Apocalipsis 5:13.) . . .
“Supongo que Juan vio allí seres de mil formas que habían sido salvados de diez mil veces diez mil mundos como ésta: animales entre los cuales ningún hombre se mueve; todos podrán existir en el cielo, según tenga fe Juan y no haya pecado al cielo. Juan entendió que Dios se glorificaría a sí mismo salvando todo ser viviente; todo lo que podía ser salvado, para que el hombre y la bestia, fiera, reptil y ave vivieran de acuerdo con su orden y clase, y disfrutaran de la felicidad de la eternidad, cada uno en su esfera y orden, en la presencia de Dios.” (Enseñanzas, págs. 350–351, 353, 354.)
Doctrina y Convenios 77:2. ¿Tienen los santos la responsabilidad de entender la forma en que el Señor da significado a animales, etc.?
El profeta José Smith también dijo: “Hago esta declaración general, que cuando Dios concede una visión de una imagen, animal o figura de cualquier clase, Él siempre se hace responsable de dar una revelación o interpretación de su significado, pues de lo contrario no tenemos que responder por nuestra creencia en la visión. No teniendo el guía que es divino y sagrado para no saber el significado de una visión o figura, si Dios no os ha dado una revelación o interpretación sobre el tema” (Enseñanzas, pág. 353).
El estudio definido de las Escrituras muestra que, en la mayoría de los casos, el Señor ha dado la clave para entender el simbolismo que se utiliza en la revelación. Por eso, el Profeta declaró: “El libro de Apocalipsis es uno de los libros más claros que Dios jamás ha hecho escribir” (Enseñanzas, pág. 352).
Doctrina y Convenios 77:5. ¿Por qué se le mostraron a Juan 24 ancianos en el paraíso de Dios?
La época en que Juan escribía era de una gran persecución y martirio para los santos (véase Apocalipsis 6:9–11). Los líderes de la Iglesia a quienes él dirigía sus palabras experimentaban grandes dificultades; en esas terribles circunstancias, recibieron la confirmación de que sus probaciones fieles y sus pruebas serían exaltadas en la presencia de Dios, “vestidos con ropas blancas”, con “coronas” en su cabeza (Apocalipsis 4:4). ¿Qué gran consuelo debe haber sido para ellos recibir ese mensaje de Juan, y qué fuente de fortaleza más grande!
Doctrina y Convenios 77:6–7. ¿Por qué estaba sellado el libro que vio Juan?
“El libro que vio Juan representaba la verdadera historia del mundo: lo que el ojo de Dios ha visto, lo que el ángel ha escrito, y los siete mil años, correspondientes a los siete sellos del texto del Apocalipsis, que son como siete días grandiosos durante los cuales la Madre Tierra cumplirá su misión mortal, trabajando seis días y descansando el séptimo, que es su período de santificación. Estos siete días no incluyen el período de la creación de nuestro planeta como morada del hombre, sino que se limitan a la existencia temporal de la tierra, esto es, al Tiempo, que se considera algo diferente de la Eternidad.” (Whitney, Saturday Night Thoughts, pág. 11.)
Un sello, según el uso que Juan dio al término (véase Apocalipsis 5:1–2), era un poco de cera que sellaba para sujetar una carta o documento cerrado; mientras la cera estaba blanda, se estampaba en ella una imagen. Cerrado en esa forma, el documento no podía abrirse sin que el sello se rompiera. En el caso de la historia y del destino de la tierra, hay solamente un Ser digno de abrir el sello y revelar el contenido del libro, y ese ser es Jesucristo (véase Apocalipsis 5:2–9). Sólo mediante la expiación de Cristo puede tener la existencia temporal de la tierra. Únicamente Él posee la llave para el cumplimiento de ese propósito por el cual ésta fue creada. Por causa de Él, el plan de salvación tendrá éxito; sin Él, todo fracasaría o permanecería sellado.
Doctrina y Convenios 77:8. Cuatro ángeles con sendas llaves del poder para salvar la tierra de la destrucción
Estos ángeles parecen ser los mismos que se describen en la parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13:24–30, 36–43; D. y C. 86:1–7), los que preparan al Señor que les permita salir a segar el campo, y se les dice que esperen hasta que el trigo y la cizaña crezcan hasta que llegue el momento de finalizar la cosecha, el cual es el fin del mundo (Mateo 13:38–39). . .
“Estos ángeles han recibido poder sobre las cuatro partes de la tierra y tienen poder de detener la venganza perteneciente a los pueblos de la tierra. La plenitud del evangelio no fue restaurada por ningún mensajero solitario enviando de la presencia del Señor, sino que todos los antiguos profetas que tenían las llaves y vinieron a restaurarlas participaron en esta gran obra de restauración. Por esta revelación sabemos que hay cuatro ángeles a los que se ha dado poder para sellar los cielos y para abrirlos, poder para dar vida y para infligir muerte y destrucción. Estos ángeles ahora mismo llevan a cabo su obra en la tierra efectuando su sagrada misión.” (Church History and Modern Revelation, 1:300–301.)
Suas Young Gates guardó notas de un discurso que pronunció el presidente Wilford Woodruff en el que declaró: “Aquellos ángeles han traspasado los portales de los cielos, y ahora están sobre este pueblo y esta nación, rondando la tierra en espera de que llegue el momento de dejar caer sobre ella los castigos. Y eso ocurrirá desde este mismo día.” (Young Women’s Journal, mayo de 1894, pág. 512; véase también Notas y comentario sobre D. y C. 86:5.)
Doctrina y Convenios 77:9. ¿Cuál es el significado del ángel del oriente que sella a los siervos de Dios?
Los cuatro ángeles que reciben poder sobre la tierra no pueden enviar desolaciones a ésta hasta que los siervos de Dios hayan recibido un sello estampado en su frente. El profeta José Smith enseñó que este sello “significa la confirmación de las bendiciones sobre ellos, refiriéndose al convenio sempiterno, con lo cual queda confirmada su vocación y elección” (Enseñanzas, pág. 393).
El élder Orson Pratt dio esta explicación:
“Cuando se edifique el templo [en la Nueva Jerusalén], los hijos de los dos Sacerdocios [el de Melquisedec y el Aarónico]… entrarán en ese templo. . . y todos los que son puros de corazón verán al rostro del Señor, y eso también antes de que Él venga en su gloria en las nubes del cielo; pues los hijos de Moisés y Aarón, hasta que estén preparados y purificados en este templo durante un tiempo que sea aceptable a la vista del Señor. En esta forma, no sólo purificará la mente de los del sacerdocio en aquel templo, sino que purificará sus cuerpos hasta que estén vivificados, renovados y fortalecidos; y también serán cambiados en parte, no para ser inmortales, sino para que puedan llenarse con el poder de Dios y estar en la presencia de Jesús y mirar su rostro en medio de este templo.
“Esto los preparará para otras ministraciones entre las naciones de la tierra, para salir en los días de tribulación y venganza sobre las naciones de los malvados, cuando Dios las herirá con pestilencia, plagas y terremotos, llevando a extremos que las generaciones anteriores no conocieron. Entonces los siervos de Dios tendrán que ser investidos con el poder de Dios, tendrán que tener esa bendición de sellamiento pronunciada sobre sus frentes a fin de poder estar en medio de esas desolaciones y plagas y no ser vencidos por ellas. Cuando Juan el Revelador describe esta escena, dice que vio a cuatro ángeles que fueron enviados, listos para retener los cuatro vientos que soplarían de los cuatro puntos del cielo. Otro ángel ascendió desde el oriente y clamó a los otros, diciéndoles: ‘No hagáis daño a la tierra. . . hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios.’ [Véase Apocalipsis 7:1.]
¿Para qué? Para prepararlos y enviarlos en medio de estas desolaciones y plagas, y que no sean vencidos. Cuando estén preparados, cuando hayan recibido la renovación de sus cuerpos en el templo del Señor, estén llenos del Espíritu Santo y purificados como oro y plata en un horno ardiente, entonces serán preparados para presentarse ante las naciones de la tierra y predicar las buenas nuevas de salvación en medio de los castigos que caerán como torbellino sobre los malvados.” (Journal of Discourses, 15:365–366.)
Doctrina y Convenios 77:11. ¿Quiénes son los 144.000?
“Antes de que el Señor venga. . . debe efectuarse una gran obra entre las naciones. Las diez tribus tendrán que aparecer y venir a este continente [de América] para ser coronadas con gloria en medio de Sión a manos de los siervos de Dios, los hijos de Efraín; y se elegirá de cada una de esas diez tribus, así como de las tribus esparcidas, a doce mil sumos sacerdotes, a quienes se les sellará la frente, y serán ordenados y recibirán poder para congregar de entre todas las naciones, reinos, lenguas y pueblos a todos los que deseen venir a la asamblea de la Iglesia del Primogénito.” (Orson Pratt, Journal of Discourses, 16:325.)
Doctrina y Convenios 77:12. ¿A qué se refiere cuando dice “lo que [Cristo] no haya puesto en su poder”?
Véase Doctrina y Convenios 76:31–38, 43–44.
Doctrina y Convenios 77:12. ¿Cuál es el propósito de hacer sonar las trompetas?
Las trompetas se utilizaban antiguamente para anunciar o proclamar algo, o para llamar la atención sobre algún hecho. Los siete ángeles que harán sonar las trompetas, según lo que dice los capítulos 8 y 10 de Apocalipsis, anunciarán los acontecimientos que tomarán lugar al comienzo del séptimo período de mil años (después que se haya abierto el séptimo sello; véase Apocalipsis 8:1), antes de que el Señor venga en su gloria.
Doctrina y Convenios 77:14. ¿Cuál es el simbolismo del libro pequeño que comió Juan?
El élder Bruce R. McConkie dijo que “el hecho de que se diga que comió el libro tiene que ver con la palabra de Dios dirigida a él (y concordada con la doctrina y tradición de Israel); es un símbolo de que comía el pan de vida, que participaba de la buena palabra de Dios, que se alimentaba con la palabra de Cristo, lo que en su esencia da como talo. Pero el libro le amargó el vientre; esto es, los castigos y juicios que prometieron a aquellos a quienes se enviaba para sellarlos hacían sentir pesar y entristecían su alma. ‘Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca’ (Salmos 119:103), exclamó jubiloso el salmista. Y en sentido opuesto, ¡qué amargo es el castigo para la rebelión y la desobediencia! Juan tuvo una experiencia similar: ‘Se me mandó comer un rollo de libro’ que en su boca era ‘dulce como miel’, pero lo que tenía escrito eran ‘endechas y lamentaciones y ayes’ (Ezequiel 2:6–10; 3:1–3).” (Doctrinal New Testament Commentary, 3:307.)
Doctrina y Convenios 77:14. ¿Son la misma persona Juan el Revelador y el ángel que ascendía del oriente?
El versículo 9 indica que el ángel del oriente es Elías; en el versículo 14 se ve que Juan es Elías; y en otros pasajes de los Escritos se menciona a Elías con relación a la restauración de todas las cosas. En los siguientes pasajes varias personas reciben el nombre de Elías: Doctrina y Convenios 77:9, 14 (véase también D. y C. 27:6–7; Lucas 1:5–25; Enseñanzas, pág. 184.).
El élder Bruce R. McConkie explicó que se ha llamado Elías a varios hombres:
“Al contestar la pregunta ‘¿por medio de quién se efectuó la Restauración?’, podremos saber quién es Elías y veremos que no hay problema en hacer concordar estas revelaciones que parecen contradecirse. ‘¿Quién restauró todas las cosas?’, ¿fue un hombre solo? Ciertamente que no. Vinieron muchos ministros angélicos, enviados desde los cortes celestiales para conferir llaves y poderes, para entregar dispensaciones y planear la obra del hombre terrenal. Por lo menos han venido los siguientes: Moisés, Hermán el Bautista, Pedro, Santiago y Juan, Moisés, Elías el Profeta, Elías, Gabriel, Rafael y Miguel (D. y C. 13; 110; 128:19–21). Como es evidente que no fue un mensajero solo el que sobre sí la carga de la Restauración, sino más bien que cada uno ha venido con una investidura especial de lo alto, se hace patente que Elías es un término compuesto que incluye a varios personajes. La expresión debe entenderse como un nombre y título para aquellos cuya misión era la de entregar llaves y poderes al hombre en esta dispensación final.” (Doctrinal New Testament Commentary, 3:492.)
En su misión de ayudar a recoger a las tribus de Israel, Juan actúa bajo el título de “Elías”. Él vino con Pedro y Santiago, como uno de los ángeles de la Restauración, de manera que forma parte de ese término compuesto de varios personajes y se simboliza por “el ángel que ascendió del oriente” (D. y C. 77:9).
Doctrina y Convenios 77:15. ¿Quiénes son los dos testigos que menciona Juan?
Mientras el profeta José Smith vivía aún, Parley P. Pratt escribió un folleto para utilizar en la obra misional. El Profeta lo aprobó su publicación. En ese folleto, el élder Pratt explicaba el significado de los dos testigos: “En un estudio cuidadoso de Apocalipsis, Juan nos ha dado una visión de los acontecimientos a este mismo hecho [se refiere a la Segunda Venida del Señor] que ha de sobrevenir a los judíos. Nos informa que después que los judíos reconquistan la ciudad de su templo, los gentiles hollarán durante cuarenta y dos meses, y al mismo tiempo habrá dos profetas que profetizarán y obrarán grandes milagros confirmatorios. Y parece que en tanto que esos dos profetas continúan su obra, se impedirá el ejército gentil que destruya totalmente la ciudad. Pero después de una lucha de tres años y medio, finalmente lograrán entrar a la ciudad; se profetiza y dominarán la mayor parte de la ciudad; se enviarán presentes los unos a los otros para celebrar la muerte de los profetas, y no permitirán que se les dé sepultura, sino que dejarán sus cuerpos en las calles de Jerusalén por tres días y medio, tiempo durante el cual los ejércitos de los gentiles, corruptos de muchos reinos, lenguas y naciones, pasarán por la ciudad depositando a los judíos y contemplando los cadáveres tirados en la calle. Pero después de tres días y medio, repentinamente el espíritu de vida que procede de Dios entrará en ellos, se levantarán y se pondrán de pie, y todos los que los vean se verán sobrecogidos por un gran temor. Y oirán una voz que desde el cielo dirá: ‘Subid’, y ellos ascenderán hasta el cielo en una nube, mientras sus enemigos los contemplan.” (Voice of Warning, pág. 33.)
El élder Bruce R. McConkie describió a los dos profetas como “seguidores de aquel hombre humilde llamado José Smith, mediante el cual el Señor del Cielo restauró la plenitud de su evangelio sempiterno en esta última dispensación de gracia. Sin duda, serán miembros del Consejo de los Doce o de la Primera Presidencia de la Iglesia”. (Doctrinal New Testament Commentary, 3:509.)
Los dos testigos “serán levantados a la nación judía en los postreros días” y “precisamente de la nación judía” (véase D. y C. 77:15–16; Enseñanzas, pág. 207).
Sección 78
La consagración: Un convenio sempiterno
Antecedentes históricos
“Durante la primera parte del año 1832, el Profeta y Sidney Rigdon continuaron trabajando en la revisión de las Escrituras. En esa época, el Profeta vivía todavía en casa de John Johnson, en Hiram. Durante ese período, los miembros del sacerdocio que se habían reunido recibieron esta importante revelación, en la que se les impartían instrucciones en cuanto al plan de la ‘Orden Unida’ u ‘orden de Enoc’, sobre la cual se establecería la prometida Sión. El Señor había revelado que solamente mediante la obediencia a la voluntad divina, la ley celestial, podrían edificar la Sión. Hubo gran regocijo entre los miembros de la Iglesia cuando el Señor les reveló el lugar en donde se levantaría la Nueva Jerusalén o ciudad de Sión. Sin embargo, ese entusiasmo no fue suficiente para llevarlos a terminar tal empresa mediante la estricta obediencia a la voluntad divina. En esta revelación (la sección 78), el Señor revela su voluntad con palabras de sabiduría dirigiéndose a todos los que poseen el Sacerdocio Mayor.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:304–305.)
José Smith escribió de ese momento: “Además de la obra de traducir, antes del 20 de marzo recibí las cuatro revelaciones siguientes. . .”, y a continuación cita las secciones 78–81 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:255.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 78:1–9. ¿Por qué se hicieron sustituciones en algunos nombres?
El élder Orson Pratt [haciendo referencia a la sustitución de nombres en la traducción original al inglés] respondió a esta pregunta en la forma siguiente: “La ley de Enoc recibió ese nombre en el libro de Doctrina y Convenios, pero en otras palabras, es la ley que dio el profeta José Smith. El nombre Enoc no existía en la copia original, ni tampoco algunos de los nombres que aparecieron posteriormente; éstos que se agregaron cuando se efectuó la impresión no existían en el texto cuando las revelaciones se recibieron; lo sé, pues los vi personalmente y algunas de ellas las copié. Y cuando el Señor estaba a punto de dar al mundo el libro de Doctrina y Convenios, se pensó que sería prudente, por causa de las persecuciones de parte de nuestros enemigos en Kirtland y en algunas regiones vecinas, que se cambiaran algunos de los nombres.
Por eso, a José se le llamó Baurak Ale, que era una expresión hebrea que significaba ‘Dios de la bendición’; también se le llamó Gazelam, por tratarse de la persona a la quien el Señor había dado el Urim y Tumim; y además, recibió el nombre de Enoch. Sidney Rigdon recibió el seudónimo de Beneemy. Y en la revelación, donde decía dinero para la tesorería, se puso la palabra talentos. Y el nombre de la ciudad de Nueva York se cambió por el de Cainhannoch.” (Journal of Discourses, 16:156.)
En ediciones posteriores en el idioma inglés se quitaron del texto las sustituciones puesto que ya no había motivo para emplearlas. En la traducción de Doctrina y Convenios al español, desde un principio se utilizaron los nombres correctos.
Doctrina y Convenios 78:5–7. Igualdad en lo terrenal así como en lo celestial
“Aquel es el principio al principio de que los Santos de los Últimos Días deben ser iguales en las cosas pertenecientes a esta tierra. En la gloria celestial hay una equidad perfecta” (D. y C. 76:95). Pero si no practican la igualdad aquí, no estarán preparados para alcanzar la ley en el más allá.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 480.) No obstante, se debe tener en cuenta el significado que tiene dicha expresión desde la condición de igualdad en la Orden Unida (véase D. y C. 51:3; Notas y comentario sobre D. y C. 51:3).
Doctrina y Convenios 78:12. ¿Qué significa ser entregado a los bufetes de Satanás?
“Ser entregado a los bufetes de Satanás quiere decir quedar en sus manos. Es estar bajo su dominio, habiéndosele quitado a la persona del protector del sacerdocio, de la justicia y de la santidad, de forma que Lucifer queda en entera libertad de atormentarla, perseguirla y afligirla sin ninguna restricción. Una vez quitadas las vallas, Satanás tiene libertad absoluta, en este mundo o en el venidero, de causar la angustia indescriptible que representan el fuego y el fuego consumidor. Eso es lo que sufren los que son condenados al infierno.” (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 108.)
Doctrina y Convenios 78:10–12. ¿Cuándo llegará “el día de la redención”?
“El plan de Satanás es destruir. Desde que se rebeló en su primer estado, se ha propuesto a llevar a efecto su plan por medio de la fuerza y la compulsión contra la humanidad. Todos los que aceptaron el plan del Señor lo hicieron por medio de un vínculo y un convenio que debían ser eternos y jamás quebrantarse. Los convenios del Señor siempre son eternos, y por lo tanto, tienen validez en la otra vida. Los hermanos recibieron la debida advertencia de que la violación de este convenio les llevaría a malas consecuencias. ‘Satanás procurará’, les dijo el Señor, ‘desviar sus corazones en donde hay una manera que sean engaños y no comprendan las cosas que están preparadas para ellos’. Y si quebrantaban ese convenio eterno, entonces serían entregados a los bofetones de Satanás hasta el día de la redención. Quizás haya quien piense que ‘el día de la redención’ significa que, luego de su sufrimiento, se les restaurará a su condición anterior y recibirán las bendiciones que se les habían prometido al principio; pero no tenemos en qué basarnos para llegar a esa conclusión. El día de la redención es el día de la resurrección (D. y C. 88:16). Debemos recordar que el Señor ha dicho en otras ocasiones que tales personas no pueden entrar en Su presencia.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:308.)
Doctrina y Convenios 78:14. ¿En qué forma puede la Iglesia “sostenerse independiente de todas las otras criaturas”?
El Señor quitó la ley de consagración de entre los santos, porque ellos demostraron que no podían sujetarse a sus reglas (véase D. y C. 105:2–6, 34). En 1936, bajo la dirección de la Primera Presidencia, se estableció el programa de bienestar basado en los mismos principios que gobernaban a los miembros en la Orden Unida: amor, servicio, autosuficiencia, consagración, etc. El plan se instituyó para mantenerla independiente “de todas las otras criaturas” (organizaciones, gobiernos o instituciones mundanas) por medio de la obediencia al programa de bienestar.
El presidente Marion G. Romney dijo:
“¡No deseo ser pesimista. No sé en detalle lo que va a suceder en el futuro, pero sé lo que los profetas han predicho. Esto sí os digo, que el programa de bienestar, organizado para permitirnos atender a nuestras propias necesidades, no ha cumplido todavía la función para la cual fue organizado. Veremos el día en que tendremos que vivir de lo de Producción.
“Estamos en los últimos días. Vivimos en los días de los cuales han hablado los profetas desde el tiempo de Enoc hasta el presente. En nuestra era, la que precede el segundo advenimiento del Señor Jesucristo. Se nos dice que nos preparemos y vivamos de tal manera que podamos ser. . . ‘independientes de todas las otras criaturas bajo el mundo celestial’. Y eso es lo que debemos hacer. . .”
“Este programa de bienestar fue establecido por inspiración en la época del presidente Grant; y su gran consejero, el presidente J. Reuben Clark, hijo, lo analizó minuciosamente y lo enseñó. En su principio básico, es igual que la Orden Unida; cuando llegue el momento en que podamos vivir de acuerdo con él, estaremos listos para dicha orden. Ya sabéis, hermanos, que nuestro pueblo tendrá que estar listo para vivir esa ley y de recibir al Salvador cuando venga.
“Sé, por experiencia propia y por los miles de veces en que he recibido testimonio del Espíritu, que ésta es la obra del Señor y tiene como objeto prepararnos. Si pensáis en el lugar más sagrado en que os habéis encontrado, recordaréis que lo último que se nos pide hacer es estar dispuestos y deseosos de consagrar todo lo que tenemos a la edificación del reino de Dios, al cuidado de nuestros semejantes. Cuando hagamos esto, estaremos listos para la venida del Mesías.” (En Conference Report, abril de 1975, págs. 165–166.)
En la Explicación L, en el Apéndice, hay más material en cuanto a la ley de consagración.
Doctrina y Convenios 78:15. Adán-ondi-Ahman
Adán-ondi-Ahman se analiza en Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 116 y 107:53–57.
Doctrina y Convenios 78:15–16. Miguel y las llaves de salvación
“Adán se encontraba entre las inteligencias nobles que el Señor habló a Abraham, las que fueron llamadas para ser gobernantes sobre esta tierra. Fue Miguel, un príncipe a quien Dios escogió para presidir esta tierra y es la cabeza de su posteridad, por cuyo medio se llevará a cabo el gran plan de salvación. Miguel es Adán, y también es el arcángel. La palabra Adán significa ‘muchos’ o ‘hombres’. Es un nombre de oficio. La palabra Miguel significa ‘quién es como Dios’. Él fue el primer hombre. El principio de día fin de vida’. El Santo es Jesucristo. En la tierra, Miguel recibió el nombre Adán. En el estado preexistente era un espíritu como los demás hijos de nuestro Padre.” (Smith, Answers to Gospel Questions, 1:5–6.)
Doctrina y Convenios 78:20. El Hijo Ahman
El élder Orson Pratt señaló: “Hay una revelación que este pueblo no conoce. Cree que nunca se ha publicado, pero probablemente quedará registrada en la Historia de la Iglesia. Se da en forma de preguntas y respuestas. La primera pregunta es: ‘¿Cuál es el nombre de Dios en el lenguaje puro?’ La respuesta fue ‘Ahman’. ‘¿Cuál es el nombre del Hijo de Dios?’ La respuesta: ‘Hijo Ahman, la más grande de todas las partes de Dios, excepto Adán (Dios mismo)’” (Journal of Discourses, 24:342).
El presidente Joseph Fielding Smith dio también la siguiente explicación: “Adán es uno de los títulos finales de esta revelación, nos enteramos de que a Jesucristo se le llama asimismo Hijo Ahman (véase D. y C. 95:17). Por lo tanto, su nombre tiene que ver con el nombre del lugar donde vivía Adán. Por esa razón, el élder Orson Pratt interpretó el nombre del lugar como ‘El valle de Dios’” (Church History and Modern Revelation, 1:310).
Doctrina y Convenios 78:21. La Iglesia del Primogénito
“Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que dedican en tal forma a lograr la rectitud que reciben las ordenanzas mayores de la exaltación pasan a ser miembros de la Iglesia del Primogénito. El bautismo es la puerta para entrar en la iglesia misma, pero el matrimonio celestial es la puerta para ser miembro de la iglesia del Primogénito, el núcleo de santos fieles que son herederos de la exaltación en el reino del Padre.” (D. y C. 76:54, 67, 71, 94, 102:17; Heb. 12:23; McConkie, Mormon Doctrine, pág. 139.)
El versículo 54 de Doctrina y Convenios 76:54 contiene más detalles sobre la Iglesia del Primogénito.
Sección 79
El Señor bendecirá a sus siervos fieles
Antecedentes históricos
Esta revelación se recibió en marzo de 1832 en Hiram, Ohio. En vista de que José Smith no dio ninguna explicación respecto al motivo por el que la recibió, Jared Carter aclaró que le había preguntado al Profeta cuál sería la voluntad del Señor en cuanto a él, y, entendiéndose de que tenía que ir de misionero a las regiones del este, se dirigió a Kirtland, Ohio. Su hermano, Simeon Carter, lo acompañó en el viaje hacia el este. Jared Carter escribió en su diario que trabajó seis meses y dos días en el campo misional, período en el que convirtió a setenta y nueve almas. (Sacado del diario de Jared Carter, Departamento Histórico, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City, págs. 53–54, 110–112, 123–124.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 79:1–4. ¿Qué importancia tiene honrar el sacerdocio y aceptar asignaciones del Señor?
El presidente John Taylor enseñó que tenemos el deber de “magnificar nuestro llamamiento y honrar a nuestro Dios en toda posición a la que seamos llamados. . . Yo diría que este sacerdocio no es sólo para honor del hombre o para su exaltación, sino que se le confiere con el fin de que sea un medio de salvación para otras personas. . . Hablando del oficio de élder, él es un heraldo de salvación, es el representante de los cielos; está comisionado por el gran Jehová para llevar un mensaje a las naciones de la tierra, y Dios ha prometido sostenerlo. Él siempre ha sostenido a sus élderes fieles y siempre lo hará. ¿Y cuál es la obligación del élder? Se le manda invitar a sus semejantes a creer en Jesucristo, a arrepentirse de sus pecados y bautizarse para que éstos le sean remitidos, prometiéndoles el don del Espíritu Santo; y todos los que obedecen los requisitos reciben este don divino, ¿no es cierto?. . . Y al obedecer el evangelio, una vez que se os impusieron las manos para que recibierais el Espíritu Santo, ¿no lo recibisteis? Si fuisteis bendecidos, lo recibisteis. Si fuisteis verídicos y sinceros, lo recibisteis y sois mis testigos de la veracidad de estas cosas que os estoy diciendo. ¿Qué demostramos con ello? Demostramos que Dios está con los élderes de Israel; demostramos que Él vive. ¿No es eso acaso un gran testimonio para los Santos de los Últimos Días y para el mundo? ¿Quién se atreve a pararse ante el mundo para hacer esa declaración? Nadie, aparte de aquellos que tienen la autoridad, porque el Señor aprueba y reconoce solamente a aquellos que han sido autorizados por Él mismo” (Journal of Discourses, 24:35–36).
Doctrina y Convenios 79:3. Los que son fieles
“Dios tiene determinado un período de tiempo en que llevará a su reposo celestial a todos sus súbditos que hayan obedecido su voz y guardado sus mandamientos. Este reposo es el tal perfección y gloria, que el hombre tiene necesidad, según las leyes de ese reino, de prepararse antes de que pueda entrar en él y disfrutar de sus bendiciones.” (History of the Church, 2:12.)
En Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 75:5 se explica la figura de las gavillas.
Sección 80
“Declarad las cosas que habéis oído. . .”
Antecedentes históricos
Durante el mes de marzo de 1832, José Smith y Sidney Rigdon estuvieron trabajando en la traducción de la Biblia. El Profeta escribió sencillamente: “Además de la obra de traducir, antes del 20 de marzo recibí las cuatro revelaciones siguientes,” y menciona las secciones 78–81 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:255.)
La sección 80 se dirige a Stephen Burnett y Eden Smith en cuanto a sus actividades misionales. En la conferencia de la iglesia realizada en Amherst, Ohio, el 25 de enero de 1832, el Señor había llamado a ambos hermanos a servir de misioneros (véase D. y C. 75:35–36), y en esta otra oportunidad recibieron la asignación de ser compañeros y de salir a enseñar el evangelio.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 80:4. Importancia de la preparación para la obra misional
El élder Orson Pratt hizo esta observación en cuanto a la preparación para la obra misional: “He ido al extranjero con varios grupos de misioneros desde este lugar, y los he visto lamentarse, y los he oído expresar mutuamente sus sentimientos diciendo: ‘¡Ah, si el tiempo que he gastado en cosas vanas lo hubiera empleado en atesorar los principios de vida eterna. . . si hubiera estudiado las Escrituras. . . si me hubiera familiarizado más con la doctrina de la Iglesia. . . si hubiera conocido mejor los principios que se nos revelaron del cielo para guiarnos! Entonces, habría estado preparado para ponerme de pie ante los habitantes de la tierra y edificarlos en nuestros principios’” (Journal of Discourses, 7:76).
Sección 81
El llamamiento de Frederick G. Williams
Antecedentes históricos
Con fecha del 15 de marzo de 1832, el profeta José Smith recibió una revelación en la que se llamaba a Frederick G. Williams a ser consejero en la Primera Presidencia de la Iglesia. Sin embargo, según las dos copias manuscritas de esta revelación, parece que originalmente iba dirigida a Jesse Gause y no a Frederick G. Williams.
“Lo primero que oímos de Jesse Gause es que era miembro de las comunidades de los ‘tembladores’ en Hancock, cerca de Pittsfield, y posiblemente en North Union, Ohio. Su conversión y bautismo no aparecen en ninguno de los registros de la Iglesia, pero un escritor indicó que Reynolds Cahoon lo había convertido a fines de 1830. Pero hasta el 8 de marzo de 1832, día en que fue llamado para ser el consejero de José Smith en la presidencia del sumo sacerdocio, no se hace mención de su nombre en los anales de aquella época que la Iglesia conserva. La anotación que se encuentra en el Libro de Revelaciones de Kirtland dice lo siguiente:
‘8 de marzo de 1832. Elegí hoy y ordené al hermano Jesse Gause y al hermano Sidney para ser mis consejeros en el ministerio de la presidencia del sumo sacerdocio. . .’
“Una semana después, José recibió una revelación concerniente a Jesse Gause, confirmando su llamamiento. Hay dos manuscritos de esta revelación: uno en el Libro de Revelaciones de Kirtland, que se encuentra en el Departamento Histórico de la Iglesia, y otro en la biblioteca de la Iglesia Reorganizada de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. En ambas el nombre original ha sido tachado y sobre él se escribió el de Frederick G. Williams. Desde entonces, todas las copias de esta revelación (la sección 81) que se han publicado nombran a Frederick G. Williams como la persona a la que se dirigió. Dado que contiene instrucciones, deberes y bendiciones prometidas a quien recibiera el llamamiento de consejero del Profeta, la revelación era legítimamente aplicable para Frederick G. Williams como para Jesse Gause.
“Después que Jesse Gause fue ordenado, desempeñó un papel importante en la Iglesia sólo por un corto tiempo. En abril de 1832, acompañó a José Smith, Newel K. Whitney y Peter Whitmer, hijo, en un viaje a Misuri. Llegaron el 24 de abril y comenzaron a efectuar conferencias con los santos de Sion el 26 de abril. En las actas de una reunión de la Firma Literaria, realizada el 30 de abril, Jesse Gause figura como consejero de José Smith. . . .
“Luego de su retorno a Kirtland, el hermano Gause fue llamado a cumplir una misión con el élder Zebedee Coltrin. Iniciaron el viaje el 1º de agosto de 1832 y viajaron hasta el 19, momento en el que Coltrin decidió volver a Kirtland por causa de intensos dolores de cabeza. Después de durar tanto juntos como por separado el uno por el otro, se separaron. Jesse Gause continuó hacia el este y desapareció de la historia de la Iglesia, sin que se volviera a saber de él nunca más. No se ha encontrado ningún registro de su nombre ni en la Iglesia ni fuera de ella.
“Varios meses después de la partida de Jesse Gause, se organizó la presidencia del sumo sacerdocio reemplazando Frederick G. Williams como consejero. El mandato del Señor para que llevaran a cabo esta reorganización, que tuvo lugar el 18 de marzo de 1833, se encuentra en la sección 90 de Doctrina y Convenios.” (Robert J. Woodford, “Jesse Gause, Counselor to the Prophet,” BYU Studies, 1975, págs. 362–364.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 81:1. Establecimiento de la Primera Presidencia
En noviembre de 1831, el Señor reveló los principios concernientes a la organización de la Primera Presidencia. Dichos principios no se presentaron oficialmente hasta el 28 de marzo de 1835, cuando el Quórum de los Doce, que apenas se había formado, solicitó instrucciones ciertas en cuanto a sus deberes. Esta respuesta, que ahora es la sección 107 de Doctrina y Convenios, incluye las instrucciones que se habían recibido y anotado anteriormente con relación a la Primera Presidencia (véase D. y C. 107:56–69, 71–72, 74–75, 78–87, 89–91, 92–100; véase también Kirtland Revelation Book, Archives of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, págs. 84–87.)
El 25 de enero de 1832, el profeta José Smith fue ordenado presidente del sumo sacerdocio (véase History of the Church, 1:267). Pero no eligió a sus consejeros hasta el 8 de marzo de 1832 (véase D. y C. 90; History of the Church, 1:239–230). El 18 de marzo de 1833 fue la fecha en que se completó la organización de la Primera Presidencia y la ordenación de sus miembros (véase History of the Church, 1:334).
Estos acontecimientos ilustran cómo crecía y se desarrollaba la Iglesia, según el Señor mandaba las necesidades. El presidente Anthon H. Lund explicó lo siguiente: “Cuando la Iglesia se organizó el 6 de abril de 1830. . . fue imposible establecer esta organización perfecta del sacerdocio. José Smith y Oliverio Cowdery fueron llamados y ordenados Apóstoles; pero, dado que en aquel momento la Iglesia tenía muy pocos miembros, no podía haber Doce Apóstoles ni podía haber setentas. Era necesario que transcurriera un tiempo para que la obra creciera; pero el Señor hablaba con revelación al respecto, y cuando llegó el momento oportuno se organizó la Primera Presidencia donde José Smith fue Presidente y Sidney Rigdon y Frederick G. Williams de consejeros. Posteriormente fueron elegidos los Doce Apóstoles y luego los Setenta. Pero en el comienzo, cuando no se contaba con la cantidad de hombres necesaria para formar estos quórumes, presidían los élderes porque ellos tenían el Sacerdocio de Melquisedec. Sin embargo, el Señor tenía una organización perfecta para su Iglesia y la dio cuando estuvieron listos para recibirla.” (En Conference Report, noviembre de 1919, pág. 75.)
Doctrina y Convenios 81:2. “Las llaves del reino. . . siempre corresponden a la Presidencia”
El presidente Joseph F. Smith explicó la diferencia entre el sacerdocio y las llaves del sacerdocio:
“En general, el sacerdocio es la autoridad que se da al hombre para actuar en nombre de Dios. Todo hombre que haya sido ordenado en cualquier nivel del sacerdocio posee esta autoridad. Pero es necesario que todo acto en el que ésta se ejerza se lleve a cabo en el momento y lugar adecuado, en la forma correcta y según el orden establecido. El poder para dirigir esas labores se denomina las llaves del sacerdocio. En todo momento, hay sólo una persona que posee esas llaves en su plenitud: el Profeta y Presidente de la Iglesia. El puede delegar a otro cualquier porción de ese poder, en cuyo caso la persona en cuestión tiene las llaves para efectuar esa labor particular. De este modo, el presidente de un templo, el presidente de una estaca, el obispo de un barrio, el presidente de una misión, el presidente de un quórum, cada uno de ellos tiene las llaves de las funciones que están bajo su responsabilidad particular. Su sacerdocio no aumenta con este llamamiento especial, pues un setenta que preside una misión no tiene más sacerdocio que un setenta que trabaje bajo su dirección; y el presidente del quórum de élderes, por ejemplo, no tiene más sacerdocio que cualquiera de los miembros de ese cuerpo. Lo que tienen es el poder de dirigir las labores especiales que se efectúen oficialmente en la misión o el quórum, o, en otras palabras, las llaves de esa división de trabajo. Y así es en todas las ramificaciones del sacerdocio: se debe reconocer la diferencia que existe entre la autoridad general y la dirección de las labores efectuadas por esa autoridad.”
(“Distinction between Keys of the Priesthood and Priesthood,” Improvement Era, enero de 1901, pág. 203.)
El presidente Joseph Fielding Smith explicó que las llaves del reino siempre corresponden a la Primera Presidencia:
“Estas llaves constituyen el derecho de la presidencia; son el poder y la autoridad para gobernar y dirigir todos los asuntos del Señor sobre la tierra. Aquellos que las poseen tienen el poder para obrar y controlar en las esferas sobre las cuales deben ejercer el sacerdocio. Todos nosotros podemos poseer el sacerdocio, pero únicamente podemos ejercerlo según nos autoricen y dirijan para hacerlo los que poseen sus llaves.
“Este sacerdocio y estas llaves fueron conferidos sobre José Smith y Oliverio Cowdery por Pedro, Santiago y Juan, y por Moisés, Elías y otros de los antiguos profetas. Todo hombre que ha sido apartado como miembro del Consejo de los Doce las ha recibido; pero, puesto que son la prerrogativa de la presidencia, el único que puede ejercerlas en su plenitud es el Apóstol de Dios que tiene mayor antigüedad en la tierra, que es el Presidente de la Iglesia.
“Ahora permitidme decir, muy clara y enfáticamente, que ese mismo Sacerdocio y que las llaves del reino de Dios están aquí y se encuentran únicamente en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Por medio de una sola persona, José Smith, el Señor dijo que estas llaves ‘siempre corresponden a la Presidencia del Sumo Sacerdocio’ (D. y C. 81:2). . .
“Ahora bien, hermanos, creo que hay una cosa que debemos entender muy claramente: Ni el Presidente de la Iglesia, ni la Primera Presidencia, ni los Doce, ni la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce desviarían jamás a los santos ni darían nunca malos consejos que sean contrarios a la voluntad del Señor.
“Una persona podrá alejarse del camino, y tener puntos de vista o impartir consejos que no estén de acuerdo con los propósitos del Señor; pero la voz de la Primera Presidencia y la voluntad de todos aquellos que junto con ésta poseen las llaves del reino siempre guiarán a los santos al mundo por los senderos en los que el Señor desea que estén. . .
“Testifico que si escuchamos a la Primera Presidencia y seguimos sus consejos y dirección, no habrá poder sobre la tierra que pueda desviarnos o cambiar el curso de la Iglesia, e individualmente obtendremos paz en esta vida y seremos herederos de la gloria eterna en el mundo venidero.” (Liahona, marzo de 1973, pág. 18; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 81:6. “Si eres fiel hasta el fin”
Esta revelación dirigida a Frederick G. Williams es semejante, en algunos aspectos, a una bendición patriarcal, pues en ella se le hablaba de promesas y bendiciones especiales que se habían reservado para él a condición de su fidelidad, y se le asignaban tareas específicas que lo ayudarían a alcanzar esas bendiciones. Pero durante la apostasía que hubo en Kirtland en 1837, Frederick G. Williams se apartó de la Iglesia. En una conferencia efectuada en Far West, los élderes rehusaron sostenerlo como miembro de la Primera Presidencia, y en una conferencia efectuada en marzo de 1839, fue excomulgado de la Iglesia.
Felizmente, casi un año más tarde apareció durante una conferencia general de la Iglesia y “humildemente pidió perdón por su conducta y expresó su determinación de llevar a cabo la voluntad de Dios” (History of the Church, 4:110). Aceptaron su petición, y poco después fue bautizado de nuevo. Murió en Nauvoo en 1842.
Sección 82
“Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo”
Antecedentes históricos
Smith y Sjodahl describen la situación general que imperaba cuando se recibió esta revelación:
“En la revelación que aparece en la sección 78, nuestro Salvador había mandado a sus siervos del Sumo Sacerdocio que establecieran una organización para el beneficio temporal de los miembros, y había dado instrucciones al profeta José, a Newel K. Whitney y a Sidney Rigdon de que salieran de Hiram, Ohio, y fueran a Misuri para sentarse ‘en concilio con los santos’ que estaban en Sión a fin de cumplir con lo que les había mandado. En medio del viaje [el 24 de abril de 1832], acompañado por Newel K. Whitney, Peter Whitmer y Jesse Gause; y Sidney Rigdon se les unió de Warren el mismo día. En Kirtland, el populacho estaba agitado por las falsedades que contaban los apóstatas, al grado de que el Profeta y sus compañeros creyeron estar en peligro. Algunos de los enemigos los siguieron hasta Cleveland, pero la mano protectora del Señor estuvo sobre sus siervos. El capitán que los llevó hasta Louisville los protegió en su barco y les dio alimentos sin cobrarles nada. El 24 de abril llegaron a Independence, Misuri, donde los recibieron gozosamente los santos.
“El 26 fue lugar un concilio general de la Iglesia. En él se reconoció al Profeta como Presidente del Sumo Sacerdocio, elevada posición a la que había sido ordenado en la conferencia de Amherst, Ohio, el 25 de enero de ese año. En representación de la Iglesia, el obispo Partridge le estrechó la mano en un saludo de confraternidad.
“En esa ocasión se aclaró un malentendido que había entre Sidney Rigdon y Edward Partridge, y prevalecieron la paz y la unidad. El Señor entonces dio esta revelación. . .” Véase referencia a la sección 82 de Doctrina y Convenios. (Commentary, págs. 488–489.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 82:1. ¿A qué “siervos” se refiere el Señor?
Este versículo “se refiere a Sidney Rigdon y a Edward Partridge. Aun aquellos que están en posiciones elevadas entre los líderes de la Iglesia tienen debilidades humanas. Pablo tuvo a veces que reprender a Pedro (Gálatas 2:11–13). Pero cuando se perdonan unos a otros, Dios también los perdona. ‘Ciertos de los que agradan tanto a tales hombres y es que su grandeza aumenta cuando reconocen sus errores’ (Orson Spencer).” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 489.)
Doctrina y Convenios 82:2. ¿Por qué dijo el Señor que muchos habían “pecado extremadamente”?
Smith y Sjodahl explican que “Sidney Rigdon y Edward Partridge no eran los únicos que habían errado; todos habían pecado, algunos ‘extremadamente’. La revelación no da los detalles, pero los historiadores de la Iglesia destacan que aunque las colonias en Misuri y en Kirtland ardían de amor por el evangelio, algunos de los santos no obedecían el consejo de las autoridades. Algunos rehusaron sujetarse a la ley de consagración, prefiriendo obrar de acuerdo con sí mismos, y como resultado aparecieron los celos, la codicia y la negligencia general en el cumplimiento de sus deberes. Algunos de los sumos sacerdotes o élderes pasaron por encima de la autoridad de los siete presidentes nombrados para las ramas de Sión y tomaron la administración en sus propias manos (esos presidentes eran: Oliver Cowdery, W. W. Phelps, John Whitmer, Sidney Gilbert, Edward Partridge, Isaac Morley y John Corrill). De ahí la advertencia ‘absteneos de pecado, no sea que descendan graves juicios sobre vuestra cabeza’” (Commentary, pág. 489).
Doctrina y Convenios 82:5. “Las tinieblas reinarán”
A “tinieblas” aquí, como en Juan 1:5, se refiere a la condición del mundo que no cuenta con la revelación divina, el error espiritual y moral. La revelación de Dios da luz, pero cuando ésta se ha rechazado, el adversario extiende su dominio entre los hijos de los hombres.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 490.)
Doctrina y Convenios 82:7. “Los pecados anteriores volverán al alma que peque”
El presidente Brigham Young dijo: “Lo que necesitamos todos los días para mantenernos en senda segura es una salvación continua y la influencia constante del Espíritu Santo. Cuando una persona rehúsa cumplir los requisitos más elevados de los cielos, entonces los pecados cometidos anteriormente vuelven a caer sobre su cabeza; pierde su rectitud, y la que tuvo en el pasado ya no se le reconoce. Mas si continúa en la rectitud y obediencia a los requisitos celestiales, se salva de continuo mediante el bautismo, la imposición de manos y la obediencia a los mandamientos del Señor y todo lo que el cielo le exige. . . . Se salva ahora, la semana entrante, al año próximo y continuamente, y está preparada para el reino celestial de Dios cuando le llegue el momento de heredarlo” (Journal of Discourses, 8:124).
Doctrina y Convenios 82:10. “Yo. . . estoy obligado cuando hacéis lo que os digo”
Este versículo nos muestra una parte de la naturaleza de Dios: la forma en que Él trata con sus hijos y la razón por la que ellos pueden tenerle confianza. El élder James E. Talmage dijo: “El ‘mormonismo’ me ha enseñado que Dios se tiene a sí mismo por responsable ante la ley como espera que nosotros lo hagamos. Él nos ha dado el ejemplo de obediencia a la ley. Sé que decir esto habría sido considerado una herejía hace algunas décadas. Pero tenemos la palabra divina que lo respalda: ‘Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis’ (D. y C. 82:10). Él obra mediante la ley y no por arbitrariedades ni capricho” (En Conference Report, abril de 1930, pág. 96).
Doctrina y Convenios 82:11–12. ¿Por qué tenían los nombrados que hacer convenio con Dios?
Los hombres mencionados en estos pasajes eran de la orden de Enoc u Orden Unida. Como líderes de la Iglesia debían ser ejemplos para todos los demás, demostrándoles cómo debía vivirse de acuerdo con ley de consagración (véase D. y C. 78:8–14; 82:20–21). El “círculo y convenio” (vers. 11) aludía al pacto personal de la ley de la consagración. Debían ayudar en mantener un convenio con el mismo Señor. El castigo por quebrantar aquel juramento y convenio era muy severo (véase el vers. 21; también D. y C. 104:8–9).
Doctrina y Convenios 82:13–14. ¿En qué forma puede Sión aumentar en belleza?
Esta frase es simbólica. El presidente Harold B. Lee explicó su significado:
“Sión, en el sentido de aquí se usa, se refiere indudablemente a la Iglesia. En aquella época, los miembros de la Iglesia constituían sólo un pequeño grupo que comenzaba a levantarse como una organización después de haber sufrido el rudo trato de los enemigos de la Iglesia. . .
“Para ser digna de recibir la sagrada designación de Sión, la Iglesia debe considerarse como una novia ataviada para su esposo, según lo registró Juan el Revelador cuando vio en visión la Ciudad Santa donde moraban los justos, adornada como una novia para el Cordero de Dios que era el esposo. Así que describe la relación que el Señor desea que exista entre los de su pueblo a fin de que éste le resulte aceptable, tal como una esposa se prepara para adornándose con hermosas ropas para su esposo.
“La regla mediante la cual debe vivir el pueblo de Dios a fin de que sea digno de aceptación a la vista de Dios está indicada en el pasaje a que acabo de hacer referencia. Este pueblo debe aumentar en belleza ante el mundo; debe tener una hermosura interior que la humanidad pueda observar como un reflejo de la santidad y de todas sus cualidades inherentes. Las fronteras de Sión, donde pueden vivir los justos y los puros de corazón, han comenzado ahora a extenderse; las estacas de Sión deben fortalecerse. Todo esto para que Sión pueda levantarse y resplandecer cual ves más diligente en llevar el plan de salvación a todo el mundo.” (En Conference Report, abril de 1973, págs. 4–5.)
Doctrina y Convenios 82:17–18. “Tendréis el mismo derecho a los bienes”
Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 51:3 contiene algunos puntos de vista referentes a estos versículos.
Doctrina y Convenios 82:19. “Buscando cada cual el bienestar de su prójimo”
Al escribir lo siguiente, el presidente Joseph Fielding Smith explicó la importancia de este mandamiento:
“Es muy cierto que cuando se trata de entrar en el reino celestial tendremos que aprender a vivir en unidad con el corazón lleno de amor por nuestros semejantes, deseando su bienestar con el mismo anhelo con que deseamos el nuestro, y no poniéndonos a nosotros delante de los demás. Con esto el Señor le dio a la Iglesia el plan de vida y oportunidad de prepararse mediante la obediencia a la ley celestial; los miembros fracasaron y se vieron obligados a posponer el privilegio de practicar esa ley de consagración porque no pudimos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.” (Church History and Modern Revelation, 1:322.)
Doctrina y Convenios 82:21
Este versículo trata de los convenios y juramentos, y explica la frase “bofetones de Satanás”.
Doctrina y Convenios 82:22. “¿Por qué se manda a la Iglesia ganarse ‘amigos por medio de las riquezas de maldad’?”
“El mandamiento del Señor de que los santos se hicieran ‘amigos por medio de las riquezas de maldad’ parece muy difícil de decir ni se lo ha entendido debidamente. No se decía con esto que los miembros tuvieran que participar en los pecados de gente perversa, o recibirlas en su seno, o que la gente del mundo o rebajarse al mismo nivel que el común de los hombres de cualquier otra forma, sino que debían vivir de tal manera que pudieran asegurarse la paz con sus enemigos; deben tratarlos bondadosamente, ser amistosos con ellos sin llegar a comprometer los principios correctos y virtuosos, pero no emplear su lenguaje procaz, ni tomar bebidas alcohólicas ni andar de jarana con ellos. Si los santos podían calmar sus prejuicios, mostrarse dispuestos a comerciar con ellos y demostrar un espíritu bondadoso, todo eso resultaría útil para mitigar su enojo y oposición.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:323.)
Este versículo se puede comparar con uno de la parábola del mayordomo infiel (véase Lucas 16:1–15). En Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 72:3–4, se encuentra una explicación de esta parábola y su significado para los santos de nuestros días.
Sección 83
Las leyes de la Iglesia con relación a las viudas y los huérfanos
Antecedentes históricos
El profeta José Smith explicó lo siguiente con respecto a esta revelación:
“El día 27 tuvimos muchos asuntos que atender relacionados con la salvación de los santos, que se establecían entre feroces enemigos, como corderos entre los lobos. Era mi intención organizar la Iglesia de tal manera que los hermanos finalmente pudieran quedar libres de todo estorbo bajo el reino celestial mediante vínculos y convenios fraternales de amistad y amor mutuos.
“Los días 28 y 29 visité a los hermanos que estaban más allá del río Big Blue, en el poblado de Kaw, a pocos kilómetros de Independence, y recibí la bienvenida que sólo puede esperarse de hermanos unidos por la misma fe y el mismo bautismo y sostenidos por el Señor. Los de la rama de Colesville, en particular, se regocijaron al verme como lo hicieron los antiguos santos al recibir a Pablo. Es bueno regocijarse con el pueblo de Dios. El día 30 regresé a Independence, y nuevamente me sentí en concilio con los hermanos recibiendo lo siguiente. . .”. A continuación, aparece la sección 83 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:269.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 83:1–6. Leyes de la Iglesia concernientes a las viudas, los huérfanos y los niños
Puesto que las viudas y los huérfanos enfrentan problemas especiales, el Señor declaró explícitamente las obligaciones también especiales que tiene la Iglesia de cuidar de ellos. El edicto de que las viudas podían quedarse con su herencia y que los hijos, al llegar a la mayoría de edad, podían reclamar sus derechos al almacén del Señor corresponde a la ley de consagración (véase la Explicación L, en el Apéndice, que analiza la forma en que se daban las heredades).
Al mismo tiempo que indicaba la responsabilidad de la Iglesia hacia ciertos miembros que se encontraran en circunstancias aciagas, el Señor también indicó que la responsabilidad principal de ocuparse de los miembros de la familia recaía sobre esta misma (véanse los vers. 2, 4). El presidente Spencer W. Kimball dijo en cuanto al principio de la autosuficiencia:
“. . . El Señor ha mandado a la Iglesia y a sus miembros que sean autosuficientes e independientes. (Véase D. y C. 78:13–14.)
‘La responsabilidad por el bienestar social, emocional, espiritual, físico o económico de cada persona descansa primeramente sobre sí misma, segundo sobre su familia, y tercero sobre la Iglesia si es un fiel miembro de la misma.
‘Ningún fiel Santo de los Últimos Días que esté física o emocionalmente capacitado cederá voluntariamente la carga de su propio bienestar o del de su familia a otra persona, sino que mientras pueda, bajo la inspiración del Señor y con propios esfuerzos, se abastecerá a sí mismo y a su familia con [todo lo indispensable para satisfacer] las necesidades espirituales y temporales de la vida. (Véase 1 Timoteo 5:8.)’ (“Los servicios de bienestar. El evangelio en acción,” Liahona, feb. de 1978, pág. 111.)
Sección 84
El juramento y convenio del sacerdocio
Antecedentes históricos
El profeta José Smith, que estaba en Kirtland en aquella época, registró lo siguiente al recibir la sección 84 de Doctrina y Convenios:
“Tan pronto como pude arreglar mis asuntos, comencé de nuevo la traducción de las Escrituras y así pasé la mayor parte del verano. En julio recibimos el primer ejemplar de The Evening and Morning Star [La estrella vespertina y matutina]. Lo cual produjo un gran gozo entre los santos. Sin duda alguna, era magnífico ver que el pequeño grupo de hermanos había crecido y se había fortalecido tanto en tan corto tiempo, hasta el punto de poder imprimir su propio periódico, el cual no sólo contenía algunas de las revelaciones, sino también otro material que satisfaría la demanda de todo el que humildemente se esforzara en busca de la verdad. . .
“Durante el mes de septiembre, los élderes comenzaron a retornar de sus misiones en los estados del Este y a dar cuenta de sus respectivas mayordomías en la viña del Señor. Y mientras estábamos juntos en esos momentos de gozo, consulté al Señor; el 22 y 23 de septiembre, recibí la siguiente revelación acerca de sacerdocio. . .”, a continuación de lo cual el Profeta registró la sección 84. (History of the Church, 1:273, 286–287.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 84:2. ¿Dónde está el monte de Sión, o sea, la Nueva Jerusalén?
El presidente Joseph Fielding Smith habló en cuanto a las dos capitales del mundo en el Milenio:
“Cuando José Smith tradujo el Libro de Mormón, se enteró de que América es la tierra de Sión que se les dio a José y sus descendientes, y que sobre esta tierra se va a edificar la ciudad de Sión o Nueva Jerusalén. También supo que la Jerusalén de Palestina se va a reconstruir y que llegará a ser una ciudad santa. Estas dos ciudades, una en la tierra de Sión y una en Palestina, llegarán a ser las capitales del reino de Dios durante el Milenio.
“Mientras tanto, a la vez que se lleva a efecto la obra de la preparación y se congrega a Israel, muchas personas llegan a la tierra de Sión diciendo: ‘Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob’. Los Santos de los Últimos Días están cumpliendo esta profecía, dado que se están congregando de todas partes de la tierra para venir a la casa del Señor en estos valles de las montañas. Aquí se les instruye en las vías del Señor mediante la restauración del evangelio y por las bendiciones que reciben en los templos que se han construido. Además, antes de que pasen muchos años, el Señor mandará que se construya la ciudad de Sión, y en el debido tiempo, la Jerusalén de Palestina será purificada y llegará a ser una ciudad santa y la morada de los judíos después que éstos sean purificados y estén dispuestos a aceptar a Jesucristo como su Redentor.” (Doctrina de Salvación, tomo 3, págs. 67–68; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 84:4. La Nueva Jerusalén será edificada mediante el recogimiento de los santos
En la visión que tuvo de los acontecimientos futuros, Enoc vio la época anterior al Milenio durante la cual grandes tribulaciones cubrirán la tierra; pero junto con esa profecía perturbadora recibió esta promesa reconfortante: “Preservaré a mi pueblo” (Moisés 7:61). El cumplimiento de esa promesa se produciría por medio de la justicia que el Señor enviaría del cielo (la restauración del evangelio y de la Iglesia a través de mensajeros angélicos y revelaciones) y de la verdad (el Libro de Mormón) que brotaría de la tierra. Combinados, ambos acontecimientos harían que la justicia y la verdad cubran la tierra (véase Moisés 7:62). El resultado de esa inundación de luz y verdad será “reogar en mis escogidos las cuatro partes de la tierra a un lugar que yo les prepararé, que se llamará Sión, una Nueva Jerusalén” (Moisés 7:62; cursiva agregada).
En una revelación posterior, el Señor indicó que el recogimiento de los santos “en la tierra de Sión y sus estacas sea por defensa y por refugio contra la tormenta y contra la ira, cuando sea derramada sin mezcla sobre la tierra” (D. y C. 115:6). Y en otro lugar se describe a Sión como “un lugar de seguridad para los santos del Dios Altísimo” (D. y C. 45:66).
Las Escrituras enseñan claramente que el recogimiento de los santos en Sión y sus estacas será el medio por el cual Dios preservará a su pueblo durante las calamidades de los últimos días.
Profeta enseñó el mismo concepto con gran claridad:
“. . . Nuestro objeto principal debe ser la edificación de Sión. Cuando vengan las guerras, tendremos que huir a Sión. La proclamación es que nos demos prisa. La última revelación dice: No tendréis tiempo de haber ido por toda la tierra, antes de que vengan estas cosas. Vendrán como viento colera, guerras, inundaciones y terremotos; una pestilencia tras otra hasta que llegue el Anciano de Días, cuando se hará el juicio a los santos.
“. . . No se levantará en el tiempo en que ningún hombre gozará de paz sino en Sión y sus estacas.” (Enseñanzas, pág. 187.)
En otra ocasión, dijo: “. . . Sin Sión y sin un lugar de rescate, tendremos que caer; porque se acerca la hora en que el sol se obscurecerá y la luna se volverá sangre; y las estrellas caerán de los cielos y la tierra bamboleará de un lado a otro. Y si esto llega a suceder, y si nos hallamos santificados y reunidos en los lugares que Dios ha señalado, vamos a cerrar el paso de nuestras profesiones anteriores y nuestro gran amor por la Biblia; de modo que podremos ser sostenidos; no podremos salvarnos, porque Dios recogerá a sus santos de los lugares elegidos, y entonces vendrán la desolación y la destrucción; y nadie se librará sino los de corazón que fueron recogidos” (Enseñanzas, págs. 89–90).
Sión es la antítesis del mundo o Babilonia espiritual. Como parte de la preparación para el Milenio, por lo tanto, Babilonia debe ser destruida. De lo que se suplica a todos es: “Salid en de en medio de las naciones, de Sión, y sed limpios, vosotros que lleváis los vasos del Señor; salid de Babilonia, escapad para salvar vuestras vidas; no mire hacia atrás el que salga, no sea que le sobrevenga la destrucción, porque la hora ha llegado cuando el Señor debe cumplir el convenio que hizo a Abraham” (D. y C. 133:5, 14; cursiva agregada). En ese día “se cumplirá el dicho que dice: El Señor ha traído de regreso a Sión sus cautivos; los redimidos del Señor volverán, y vendrán a Sión con himnos y gozo eterno sobre sus cabezas; el Señor redimirá a su pueblo; y aquellos que se arrepientan serán edificados o establecidos como los de su pueblo sobre quienes se ha llamado su nombre; y ellos serán su pueblo y él será su Dios; y los de Babilonia serán destruidos, y los de Babilonia serán destruidos” (D. y C. 133:12–14). Por consiguiente, el recogimiento de los santos constituye no sólo un mandamiento, sino también una protección contra el peligro de Babilonia, así como un paso preparatorio para el milenio: “Así será la redención de Sión: los de Sión y sus estacas se congregarán en Sión y sus estacas.”
El élder Bruce R. McConkie dijo: “El recogimiento de Israel consiste en que reciban la verdad, obtengan de nuevo un conocimiento cierto del Redentor y vuelvan al verdadero rebaño del Buen Pastor.” (Véase Liahona, mayo-junio de 1977, número especial dedicado a las conferencias de área en América del Sur; Conferencia de Área en Lima, Perú.)
Doctrina y Convenios 84:4. ¿Qué significa la palabra generación?
Al darse cuenta de que esta palabra dejaba en duda a algunas personas, el presidente Joseph Fielding Smith escribió la siguiente explicación: “Ha habido varias interpretaciones del sentido de esta palabra. En algunas casos se sostiene que una generación es el período de tiempo que corresponde a cien años; en otros se dice que son ciento veinte años; hay expertos que afirman que una generación, en el sentido que se le da en este pasaje y en otros de las Escrituras, se refiere a un período de tiempo indefinido. El Salvador dijo: ‘La generación mala y adúltera demanda señal’ (Mateo 12:39). Esas palabras no se refieren a un número determinado de años, sino a un período de maldad. En nuestros días, una generación puede significar el período de la dispensación actual” (Church History and Modern Revelation, 1:337).
Doctrina y Convenios 84:4. ¿A qué templo se hace referencia en este pasaje?
El Señor estaba hablando del templo de Sión, esto es, el que se edificaría en el condado de Jackson, Misuri. Posteriormente, el Señor no requirió a los santos que construyeran ese templo porque el populacho impidió su construcción (véase D. y C. 124:49–51) y porque en aquel momento los miembros no obedecían los mandamientos en la forma debida (véase D. y C. 105:1–9).
No obstante, llegará el día en que se establecerá la santa ciudad de Dios en el condado de Jackson, y el templo estará lleno de la gloria de Dios, tal como lo vislumbraron los profetas (véase 3 Nefi 20:22; 21:23–25; Éter 13:3–4, 6–8).
Doctrina y Convenios 84:5. “Una nube descansará sobre ella”
“El Señor se manifestó al antiguo Israel en medio de una nube. La cual tenía la forma de un pilar que se volvía luminoso durante la noche y que guió al pueblo en su viaje hacia Canaán; la nube estuvo a la entrada del Santuario y en ella Dios le habló a Moisés; permaneció sobre el Santuario y lo llenó, una vez que se levantó la tienda sagrada. La nube era la señal visible de la guía y protección de Dios sobre su pueblo.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 497.)
Doctrina y Convenios 84:6–31. Una inserción
Smith y Sjodahl hacen notar que en el versículo 6 encontramos “el comienzo de una declaración que continúa en… el 31. Todos los versículos que se encuentran entre esos dos son texto explicativo (y es como si estuviera entre paréntesis) que contiene una declaración relativa al linaje mediante el cual se confirió el sacerdocio a Moisés y Aarón, y cómo fue restaurado en nuestra época” (Commentary, pág. 498).
En esa explicación, la oración diría más o menos así: “Y los hijos de Moisés, de acuerdo con el Santo Sacerdocio. . . ofrecerán una ofrenda y sacrificio aceptables. . .” (vers. 6, 31).
El agregado de numerosos versículos en medio de una oración gramatical es suficiente para llamar la atención. Las preguntas siguientes se refieren a varios puntos importantes que, bien meditados, nos proveerán una valiosa aclaración:
1. El linaje del sacerdocio de los hijos de Moisés y de Aarón, “de acuerdo con el Santo Sacerdocio” (vers. 6), aparece en los versículos 6 a 16. El linaje comienza con Adán y termina con Moisés, tal como aparece a continuación:
ADÁN
ABEL
SETH
ENOCH
NOÉ
MELQUISEDEC
ABRAHAM
JEHETRO
MOISÉS
¿Quién aparecería luego de Moisés en esa lista? (Véanse vers. 32, 34.)
2. En la promesa se menciona tanto a los hijos de Moisés como a los de Aarón. ¿Qué llaves posee cada uno de esos grupos? (Véanse los vers. 19–20, 26–27.)
3. ¿Por qué no gozó el antiguo Israel del privilegio de ver a Dios entrar en su descanso? (Véanse los vers. 21–24.)
4. Al no tomar en serio sus convenios, ¿está el Israel moderno en peligro de perder las bendiciones prometidas? (Véanse los vers. 47–48, 54–59.)
5. Juan el Bautista recibió el poder de preparar al pueblo para la venida de Jesús (véase el vers. 28).
¿Hay alguna relación entre la época de Juan y la presente en esa preparación del pueblo del Señor para la venida de Cristo? Si es así, ¿en qué forma afecta esa relación los convenios del sacerdocio que se han restaurado?
Doctrina y Convenios 84:6. ¿Quién era Jetro y cómo recibió el sacerdocio?
“La línea de descendencia de esta autoridad o poder divino, desde Adán a Moisés, aparece en las propias palabras del Señor dirigidas a José Smith. Moisés la recibió de Jetro, un sacerdote de la casa de Madián. Los madiánitas, que eran vecinos de los israelitas en Palestina, eran descendientes de Abraham a través de Cetura, esposa de éste, y por lo tanto estaban emparentados con los israelitas por sangre.
Como descendientes de Abraham, mediante la fidelidad tenían derecho a las bendiciones (véase Abraham 2:9–11), y en los días de Moisés y antes de esa época poseían el sacerdocio.” (Church History and Modern Revelation, 1:338.)
Doctrina y Convenios 84:19–22. “Este sacerdocio mayor . . . posee la llave del conocimiento de Dios”
Destacando que “es imposible que las personas reciban el conocimiento de los misterios del reino o el conocimiento de Dios sin la autoridad del sacerdocio”, el presidente Joseph Fielding Smith aclaró que “el conocimiento secular, el estudio de las ciencias, artes e historia, no revelará estas verdades vitales. Lo que abre la puerta de tales cosas es el Santo Sacerdocio y los que revelan al hombre los misterios del reino de Dios. ¡Es esa Autoridad Divina lo que nos hace adquirir el conocimiento de Dios! ¿Es de sorprenderse que hoy en día el mundo ande en espesa obscuridad concerniente a Dios y a las cosas del reino? También debemos recordar que estas grandes verdades no se dan a conocer ni siquiera a los miembros de la Iglesia, a menos que éstos vivan en armonía con la ley sobre la que dicha bendición se basa (D. y C. 130:20–21)” (Church History and Modern Revelation, 1:338.)
Doctrina y Convenios 84:23–27. ¿No había Sacerdocio de Melquisedec en Israel antiguo?
El élder Bruce R. McConkie explicó lo siguiente:
“En el momento en que Israel, como nación y pueblo, no fue capaz de vivir en armonía con la ley de Cristo, contenida en la plenitud de su evangelio eterno, ‘el Señor en su ira’ le quitó la plenitud de su ley. Como los israelitas endurecieron sus corazones y no quisieron ‘entrar en su reposo, el cual es la plenitud de su gloria’, mientras estaban en el desierto. . . ‘tomó a Moisés de entre ellos, y el Santo Sacerdocio también’ (D. y C. 84:19–25). Es decir, les quitó el Sacerdocio de Melquisedec, que es el que administra el evangelio. Lo sacó de en medio de ellos, que quiere decir que ese sacerdocio no continuó pasando de uno a otro en la forma normal y corriente. Al quitárselas a Moisés, también les retiró las llaves del sacerdocio de manera que, de ahí en adelante, todas las ordenanzas sacerdotales requirieron autorización divina especial. Pero en lugar del Sacerdocio Mayor, el Señor les dio un orden menor; y en lugar de la plenitud del evangelio les dio un evangelio preparatorio —la ley de los mandamientos carnales, la ley de Moisés— para servirles de guía a fin de llevarlos, después de un largo período de prueba, otra vez a la ley de Cristo en su plenitud. Existe la plenitud del evangelio; existe un evangelio preparatorio; existe la plenitud de la ley de Cristo, y existe una ley parcial que Él dio.
El sistema mosaico es la ley parcial, una ley de voluntad de Jehová, una disposición estricta y severa de prueba que prepara a los que obedecen sus requisitos para que, en una edad futura y plena, lleguen a tener el derecho y el privilegio de recibir la plenitud eterna del Mesías viviente a través del evangelio.” (Mortal Messiah, págs. 386–387.)
Doctrina y Convenios 84:28. ¿Qué autoridad recibió Juan al ser ordenado por aquel ángel?
El élder Bruce R. McConkie también explicó la autoridad de Juan el Bautista:
“En cuanto a la verdad de Juan, lo que más nos interesa saber es que él vino con poder y autoridad. Primero, recibió del Señor la asignación de su ministerio. El suyo no era un mensaje corriente ni un testimonio sin autoridad. Él había sido llamado por Dios y enviado por Él, y repetía fielmente las palabras que hablaba y en los bautismos que efectuaba. Era un administrador legal; sus palabras y hechos tenían el poder de ligar en la tierra y en los cielos, y aquellos que lo escuchaban estaban obligados, a riesgo de su propia salvación si no lo hacían, a creer en sus palabras y escuchar sus consejos.
“Lucas dice: ‘. . . vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto’. Posteriormente, Juan diría: ‘El que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo’, etc. (Juan 1:33). No sabemos quién lo envió, pero sí que ‘se bautizó mientras estaba aún en su niñez, y cuando tenía ocho días de edad, el ángel de Dios lo ordenó a este poder (entiéndase que se trataba del Sacerdocio Aarónico) para preparar el reino de los judíos y predicar las sendas del Señor entre la faz de su pueblo, a fin de preparar para la venida del Señor, en cuya mano se halla todo poder’. (D. y C. 84:28.) No sabemos cuándo recibió el Sacerdocio Aarónico, pero obviamente fue después de su bautismo, a la edad que fuera adecuada y antes de que alguien a quien no nombra lo enviara a predicar y a bautizar con agua.” (Mortal Messiah, págs. 384–385.)
Doctrina y Convenios 84:33–41. El juramento y convenio del sacerdocio
El presidente Joseph Fielding Smith hizo la siguiente definición del juramento y convenio del sacerdocio:
“Como todos sabemos, un convenio es un contrato, un acuerdo en el cual participan por lo menos dos partes. En el caso de los convenios del evangelio, las partes son el Señor en el cielo y el hombre en la tierra.
“El hombre acuerda observar los mandamientos, y el Señor le promete recompensarlo debidamente. El evangelio mismo es el nuevo y sempiterno convenio, y abarca todos los acuerdos, las promesas y las recompensas que el Señor ofrece a su pueblo.
“Así pues, cuando recibimos el Sacerdocio de Melquisedec, lo hacemos mediante un convenio en el que prometemos solemnemente recibir el sacerdocio, honrar los llamamientos que tengamos en él, y vivir de acuerdo con cada palabra que procede de la boca de Dios. El Señor, por su parte, nos promete que si guardamos el convenio, recibiremos todo lo que el Padre tiene, que es la vida eterna. Esta vida eterna se nos concede por un acuerdo más excelso o glorioso que ése?. . .
“El emplear la palabra con juramento es la forma más solemne y comprometedora de hablar conocida por la lengua humana. Fue el lenguaje de expresión el que el Padre escogió emplear en la magnífica profecía acerca de Cristo y su sacerdocio. Esta profecía dice en el Salmo 110:4: ‘Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec’ (Salmos 110:4).
“Al igual que esta profecía mesiánica, también se manifiesta que pesa una posesión de ‘una fuerza inmutable’ (Hebreos 6:13, 18) sobre el poder y la autoridad del sacerdocio. La única manera en que Dios puede hacer que una promesa sea más firme que al pronunciarla, es jurando por su propio nombre; y eso es lo que hizo en el caso del sacerdocio. (Véase Hebreos 7:21.) De modo que cuando el Señor jura, al igual que cuando el hombre jura, el propósito es confirmar y asegurar la validez de la promesa.” (Doctrina de Salvación, tomo 3, págs. 80–81.)
El presidente Marion G. Romney explicó:
“El sacerdocio de Melquisedec es un convenio entre el hombre y Dios. Las bendiciones que pertenecen a este convenio o juramento, las recibe el hombre mediante su fidelidad. A diferencia de la mayoría de los convenios, en este caso Dios se ha comprometido a magnificar a todo aquel que magnifica su sacerdocio y, por tanto, la palabra juramento se usa para indicar el convenio en el cual el Señor se compromete a otorgar la vida eterna al hombre que cumpla con las obligaciones del sacerdocio. (Véase D. y C. 84:33–42.) La magnitud de esta promesa hace que este convenio sea el más sagrado de todos.
“El sacerdocio de Melquisedec es un convenio eterno; dura para siempre. Por tanto, cuando los hombres entran en este convenio por medio de la ordenación del sacerdocio, la fidelidad es una condición del tal vez no todos los hombres reinarán, y la de magnificar su llamamiento parecida una totalidad de pocos hombres, si acaso los hay, lograrán en el estado terrenal. Parece que aquí se incluya la perfección del cuerpo y del espíritu.” (El Milagro del Perdón, págs. 121–122.)
Doctrina y Convenios 84:34. ¿Qué significa llegar “a ser los hijos de Moisés y de Aarón”?
“¿Quiénes son los hijos de Aarón y de Leví en la actualidad? Son aquellos que, en virtud de las bendiciones del Omnipotente, son ordenados por los que poseen la autoridad para oficiar en las cargas del sacerdocio. Está escrito que aquellos que de esta manera son ordenados ‘llegan a ser los hijos de Moisés y de Aarón’.” (Smith, Doctrina de Salvación, tomo 3, pág. 88.)
“‘Hijos de Moisés’ e ‘hijos de Aarón’ no indica solamente descendencia literal, pues todos los que son fieles y obtienen esos sacerdocios y magnifican sus llamamientos son santificados por el Espíritu y ‘llegan a ser los hijos de Moisés y de Aarón, y la descendencia de Abraham, y la Iglesia y reino y los elegidos de Dios’ (vers. 34). Pablo expresa esta idea en la forma siguiente: ‘Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham’ (Gál. 3:7).” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 504.)
Doctrina y Convenios 84:41. “No recibirá perdón de los pecados en este mundo ni en el venidero”
El hermano Melvin J. Ballard explicó:
“La forma del verbo que se utiliza en este versículo, haber recibido, verbo que denota una acción hecha y verificada como correcta, puede abarcar en muchos casos una actividad que ya se ha efectuado en el pasado. La frase ‘haber recibido’ en este caso significa que aquellos que en su tiempo ‘han recibido este sacerdocio’ y sus bendiciones y han gozado de las bendiciones del mismo, y que después no se arrepienten, caen en la condición de cometer el pecado imperdonable. Cuando se da el Sacerdocio de Melquisedec a un hombre, se le está dando algo que le vincula con las cosas eternas y celestiales.” (Ensign, mayo de 1975, pág. 78.)
El presidente Marion G. Romney dijo lo siguiente de este versículo: “Ahora bien, la expresión significa que todos los que no son capaces de magnificar sus llamamientos en el sacerdocio hayan cometido el pecado imperdonable, pero sí creo que los poseedores del sacerdocio que han entrado en los convenios que hacemos en las aguas del bautismo con respecto a la ley del diezmo, la Palabra de Sabiduría y demás convenios, y luego rehúsan vivir de acuerdo con éstos, están en peligro de perder la promesa de la vida eterna.” (Véase Discursos de Conferencias Generales, 1970–1972, pág. 274.)
Doctrina y Convenios 84:42. “Os he encomendado. . . a mis ángeles”
Respecto a esta promesa, Smith y Sjodahl han dicho: “‘Cuán importante, entonces, es que quienes poseen el Santo Sacerdocio vivan de tal manera que puedan ser dignos compañeros de los ángeles!’” (Commentary, pág. 508; véase también Doctrina y Convenios 84:88; 109:22; Mateo 18:10; Salmos 91:11 en donde también se hace referencia a que hay ángeles que cuidan del hombre.)
Doctrina y Convenios 84:46. ¿Qué Espíritu “ilumina a todo hombre”?
“Al mismo tiempo, tenemos la dulce influencia del Espíritu de Dios que nos insta a hacer lo que es justo, que insta a todo ser que no lo ahuyente de sí, pues a todo ser humano se le ha dado parte del Espíritu de Dios. A veces lo llamamos conciencia, le damos diversos nombres; pero es el Espíritu de Dios que toda persona posee al nacer en la tierra. Dios ha dado este Espíritu a todos sus hijos. Naturalmente, no es el don del Espíritu Santo en su plenitud, dado que éste sólo se recibe mediante la obediencia a los mandamientos de Dios.” (George Q. Cannon, Journal of Discourses, 26:191.)
Doctrina y Convenios 84:54–57. “Que se arrepientan y recuerden. . . el Libro de Mormón”
El Salvador y sus profetas han velado sobre la recopilación y preservación del Libro de Mormón cuidadosamente a través de los siglos de la tierra, y traspasarlo es algo muy grave, como lo explicó el presidente Ezra Taft Benson:
“En la sección 84 de Doctrina y Convenios, el Señor reprueba a algunos de los primeros misioneros de la Iglesia a su regreso al hogar porque no le habían prestado la debida importancia al Libro de Mormón. Como consecuencia de ello, sintieron la mente ofuscada. El Señor declaró que esa actitud hacia el libro ‘traía condenación’ sobre toda la Iglesia, incluso ‘sobre los hijos de Sión’. Más adelante, dijo: ‘Y permanecerán bajo esta condenación hasta que se arrepientan y recuerden el nuevo convenio, a saber, el Libro de Mormón’. (Véase Doctrina y Convenios 84:54–57.)
¿Continuamos nosotros bajo esa condenación?
“‘Graves son las consecuencias de nuestra negligencia con respecto al Libro de Mormón. Hablando de esta obra, el Señor dijo: ‘Y los que la reciban con fe, y hagan justicia, recibirán una corona de gloria, para reinar para quienes endurezcan sus corazones en la incredulidad la reserva, serán apartados de su pueblo, condenados cuando el Señor Dios lo ha hablado. . .’ (D. y C. 20:14–16).
“¿Qué se nos pide que hagamos con este libro?
‘¿Cuál es su propósito? Conducir a las personas a Cristo.’
“¿Y cómo logra ese propósito? Porque testifica de Cristo y de saber quiénes son sus mensajeros.
“¿Cómo debemos utilizarlo? Debemos meditar su testimonio de Él, debemos enseñar lo que contiene, debemos levantarnos como un estandarte y proclamar sus verdades.
“¿Hemos hecho todo esto? No como deberíamos, como es nuestra obligación hacerlo.
“¿Tendrá nuestra reacción a este libro consecuencias eternas? Sí, ya sean para nuestra bendición o para nuestra condenación.
“Todo Santo de los Últimos Días debe dedicarse a estudiar durante toda su vida; de otro modo, pone en peligro su alma, descuidando aquello que puede darle unidad espiritual e intelectual a su existencia eterna.” (En Conference Report, abril de 1975, págs. 96–97. Véase “El Libro de Mormón es la palabra de Dios,” Liahona, agosto de 1975, págs. 41–42, 45.)
Doctrina y Convenios 84:63. “Sois mis apóstoles”
Aunque el Quórum de los Doce Apóstoles no se organizó hasta 1835, el Señor llama Apóstoles a aquellos hermanos al dirigirse a ellos. El élder Joseph Fielding Smith presentó el siguiente razonamiento:
“El diccionario establece que un apóstol es uno de los once elegidos por Cristo para proclamar su evangelio; también lo es el misionero cristiano que predica el evangelio y convierte personas al cristianismo. . .
“En la Iglesia, el término Apóstol, en el más alto sentido que se le da en el diccionario, y de ese modo, se ha llamado apóstoles a las personas que han enviado con el mensaje del evangelio, aun cuando no hayan sido ordenadas a ese oficio en particular. . .
“Esta revelación se recibió dos años y cuatro meses antes de que los primeros hombres fueran ordenados al llamamiento especial de Apóstoles en la Iglesia; pero, aun así, a medida que aquellos hermanos recibieron el encargo de salir a proclamar el evangelio como testigos de Cristo, el Señor los llamó sus Apóstoles.” (The Twelve Apostles, Improvement Era, abril de 1935, pág. 208.)
Doctrina y Convenios 84:64–73. “Estas señales seguirán a los que creen”
En Marcos 16:17–18 se registró que el Salvador hizo promesas semejantes a los misioneros de la época del Nuevo Testamento.
Doctrina y Convenios 84:80–85. El Señor sostiene a sus misioneros
“‘Miles de misioneros han puesto a prueba esta promesa, y el Señor la ha cumplido con todos los que han sido fieles en Su llamamiento. Ciertamente, si el Padre nota a un pajarillo que cae, no abandonará a aquellos en el deber de hacer Su voluntad buscando Su ayuda. No hay duda que ha habido entre los que han salido quienes se sintieron angustiados física y mentalmente, e incluso quienes sufrieron hambre, pues hay misioneros que no han entregado todo su corazón al Señor sino que han malgastado tiempo precioso cuando era necesario que proclamaran la verdad.’ (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:344.)
Doctrina y Convenios 84:87. ¿En qué forma podemos “reprender al mundo”?
“‘Reprobar’, en el sentido en que aquí aparece, no es ‘reprender’, como dice en el versículo 76) es ‘condenar’. Los mensajeros de Dios son embajadores ante el tribunal de Dios, y tienen el deber de ‘condenar’ al mundo por causa del pecado, y de advertir a todas las personas respecto al ‘juicio que ha de venir’. No se les envía para que entretengan a la gente con conferencias filosóficas, con discursos elocuentes, con florida oratoria, ni con cuentos divertidos. Su deber es condenar y, si es posible, asegurar el arrepentimiento y la salvación de los seres humanos.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 518.)
Doctrina y Convenios 84:98–102. “Al unísono canten este nuevo cántico”
“El nuevo cántico que cantarán en ese gran día es concerniente a la redención de Sión y a la restauración de Israel. Aun no hay día en que alguien haya puesto música a esas hermosas palabras (vers. 99–102), pero podemos afirmar que no se ha compuesto todavía música que se pueda comparar con la de este cántico cuando Sión sea redimida.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:345.)
Doctrina y Convenios 84:100. ¿Está llegando el tiempo a su fin?
Este concepto también aparece en el Libro de Apocalipsis (véase Apocalipsis 10:6). El élder Bruce R. McConkie explicó que significa que “no habrá más demora —no es que el tiempo como tal se termine y comience la eternidad, pues la era milenaria todavía está por delante— sino, como se indica en D. y C. 88:110, que Satanás será atado aún así en el tiempo que ‘ha dejado de ser’ y en que prevalecen las persecuciones” (Doctrinal New Testament Commentary, 3:506).
Doctrina y Convenios 84:114. Nueva York, Albany y Boston
Estas ciudades fueron tema del testimonio de otro profeta. El presidente Wilford Woodruff habló en una conferencia de la Iglesia en Logan, Utah, el 22 de agosto de 1863, y, dirigiéndose especialmente a los jóvenes presentes, les dijo:
“‘Mis jóvenes amigos, deseo que recordéis estas escenas de las que sois testigos durante la visita del presidente Young y los hermanos. Sí, mis jóvenes amigos, atesorad las enseñanzas y los pensamientos de estos profetas y apóstoles como preciosos tesoros mientras ellos todavía vivan. No esperéis a que fallezcan. Dentro de poco tiempo, como quien dice, el presidente Young, los profetas y apóstoles, y los hermanos Benson y Vaughan estarán en el mundo de los espíritus. No debéis olvidar nunca esta visita. Un día vosotros seréis hombres y mujeres, padres y madres; y llegará el momento, después de que vuestros padres y estos profetas y apóstoles hayan muerto, en que tendréis el privilegio de ir a las torres de un templo glorioso que será edificado al Altísimo hacia el este de donde estáis ahora (señaló con el dedo hacia una meseta elevada que había en las cercanías), sobre esta meseta de Logan; y estando en las torres del templo, cuando vuestros ojos recorran este valle glorioso lleno de ciudades y pueblos, habitado por decenas de millares de Santos de los Últimos Días, entonces recordaréis estas visiones del presidente Young y sus acompañantes y diréis: ‘Fue aquí en los días en que los presidentes Benson y Vaughan predicaban sobre nosotros; fue antes de que Nueva York fuese destruida por un terremoto; fue antes de que el mar se tragara a Boston; fue antes de que Albany quedara devastada por el fuego’; sí, en aquel entonces recordaréis las escenas de este día. Atesoradlas y no las olvidéis’. Luego habló el presidente Young y dijo: ‘Lo que el hermano Woodruff ha dicho se realizará y se cumplirá’.” (Lundwall, Temples of the Most High, págs. 97–98.)
Sección 85
“Aquel. . . que extienda su mano para sostener el arca de Dios”
Antecedentes históricos
Lo que conocemos como la sección 85 era originalmente una carta de José Smith a William W. Phelps, y fechada el 27 de noviembre de 1832. La primera parte de la carta decía:
“Digo hermano, porque sinceramente lo siento de corazón, y aunque no ha pasado mucho tiempo desde que le escribí, espero que me perdone que le escriba ésta, pues hay muchas cosas que deseo comunicarle; algunas, que mencionaré en esta carta, me preocupan mucho. Estoy bien y mi familia también. Dios conceda que usted goce de las mismas bendiciones y también los suyos, y todos los hermanos que se acuerdan de consultar acerca de los mandamientos del Señor y del bienestar de Sión y de preguntar acerca de mí. Y mientras dicto esta carta, imagino que usted estará diciendo o pensando más o menos esto: ‘Dios mío, Túa que eres grande, por lo tanto, muestra tu siervo qué le sucederá a aquellos que están tratando de venir a Sión a fin de obedecer los mandamientos de Dios, y aún no reciben su herencia de las consagraciones, mediante un título de parte del obispo, el hombre a quien Dios ha nombrado por vía legal, de acuerdo con la ley que les ha dado para organizar y dirigir la Iglesia y todos los asuntos de la misma’.
“‘Hermano William, en el amor de Dios, teniendo la confianza más plena en usted como hombre de Dios y habiendo obtenido esa confianza por medio de una visión de los cielos, por lo tanto, procedo a expresarle algunos de los sentimientos que tengo en mi corazón y a responder a la pregunta’.” (History of the Church, 1:297–298.)
El resto de la carta daba contestación a las ideas y dudas que William W. Phelps había estado enfrentando, y se consideraba la palabra del Señor. La carta, que actualmente es la sección 85, se incluyó en la edición de Doctrina y Convenios publicada en 1876 por el élder Orson Pratt, que se atuvo bajo la dirección del presidente Brigham Young.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 85:1. La importancia de llevar un registro a Misuri
El presidente Joseph Fielding Smith destacó que el hombre será juzgado por los registros escritos en la tierra, y “por lo tanto deben ser fidedignos en todo detalle.”
“Era importante llevar una historia de la forma de vida de estos miembros consagrados, a causa de la naturaleza del pacto que se les requería hacer al ingresar a esta orden o convenio. . .
“. . . debían inscribirse los nombres de todos los miembros fieles, con un detalle de su mayordomía, de su fe y de sus obras. . . ¡Qué pueblo tan feliz hubieran constituido si hubiesen escuchado con sencillez de corazón [véase D. y C. 36:7] y obedecido aquellos mandamientos! Pues el Señor había prometido protegerlos en sus herencias si le eran fieles. Él sabía que entre ellos habría algunos que flaquearían; algunos irían a Sión pero no querrían dedicarse ni consagrar sus bienes al bienestar de Sión y, por lo tanto, no podrían recibir mayordomías en el convenio que el Señor había hecho con los santos.
Por ese motivo, Él mandó que todos los que fueran a Sión y no estuvieran dispuestos a recibir una herencia y a consagrar sus bienes de acuerdo con su ley, fueran contados entre los fieles.” (Church History and Modern Revelation, 1:348–349.)
Doctrina y Convenios 85:4. ¿Por qué no debían llevarse ciertas genealogías?
El presidente Joseph Fielding Smith enseñó lo siguiente al respecto:
“Los versículos finales de esta revelación indican que todos aquellos cuyos nombres no aparezcan en el libro de memorias no tendrán herencia en él, en señal de que no serán herederos en los reinos de los bendecidos. Cuando Esdras oyó y reprendió a los Levitas del Santo Sacerdocio, así como los del sacerdocio menor que se habían casado con mujeres extranjeras, el Señor retiró de ellos el sacerdocio y los privó de sus herencias y sus derechos en Israel. En otras palabras, no se les permitió heredar entre los justos, porque habían profanado su sacerdocio.
“Lo mismo ocurrió en la dispensación del Evangelio de Jesucristo, con aquellos que lo habían apostatado, o que han sido excomulgados de la Iglesia, no heredan herencia entre los santos del Altísimo en aquel día” (vers. 11). Se declara que a ellos se les hará lo mismo que al pueblo en los días de Esdras, después del retorno de la cautividad en Babilonia. En aquel entonces el Señor dijo mediante su Profeta:
“‘Estos buscaron su registro de genealogías, y no fue hallado; y fueron excluidos del sacerdocio. . .’ (Esdras 2:62.)
“Los miembros de la Iglesia hoy día deberían temblar la advertencia de esas palabras y mantenerse preparados por medio de su fiel obediencia a los principios del evangelio, y leer leales a sus convenios, de manera que cuando llegue el día, si todavía están aquí para tomar parte en él, no se les encuentre como a aquellos judíos de los días de Esdras, sino que sus nombres estén inscritos en el libro de memorias.” (Church History and Modern Revelation, 1:352.)
Doctrina y Convenios 85:7–8. ¿Quién es el “poderoso y fuerte”?
Muchos apóstatas de la Iglesia, en un intento de justificar su propia caída, han utilizado la referencia al “poderoso y fuerte” (vers. 7) que pondrá en orden la casa de Dios, y también la que se hace al “que extienda su mano para sostener el arca de Dios” (vers. 8), afirmando que ellos serían enviados por Dios para poner la Iglesia en orden porque los Presidentes de la Iglesia habían perdido el favor de Dios y Él los ha rechazado, y que ellos, los apóstatas, son el “poderoso y fuerte” llamados por Dios para poner las cosas en su lugar. Estas alegaciones insolentes y presuntuosas ilustran hasta qué punto pueden algunas personas tergiversar las Escrituras. En una declaración oficial expedida en 1905, la Primera Presidencia (Joseph F. Smith, John R. Winder y Anthon H. Lund) analizó las circunstancias que llevaron a recibir esta revelación y explicó a quiénes se referían ambas frases:
“Ante todo, se debe tener en cuenta que el tema de esta carta, y también la parte que posteriormente se aceptó como revelación, tiene que ver con los santos de la Iglesia en Misuri, con la congregación de los santos en aquella tierra y con la obtención de sus heredades bajo la ley de consagración y mayordomía; y en ella el Profeta se refiere especialmente a lo que sucedería a aquellos que no reciban sus heredades mediante título u orden proveniente del obispo. . .
“Fue precisamente mientras prevalecían esas condiciones de rebelión, celos, orgullo, incredulidad y dureza de corazón, entre los Santos de Sión (en el condado de Jackson, Misuri)—en todo lo cual participó el obispo Partridge— que se escribieron las palabras de la revelación tomadas de la carta dirigida a William W. Phelps, el 27 de noviembre de 1832. El ‘hombre que he llamado de Dios’ para ‘disponer por suerte las herencias de los santos’ fue el obispo Edward Partridge—, en aquel momento se había desacatado, descuidado sus deberes y extendido la discordia; y se le advirtió en cuanto al castigo de Dios que se cernía sobre él; además, se predice que otro, ‘un hombre fuerte y poderoso’ sería enviado por Dios para tomar su lugar, para recibir su obispado, uno que tuviera el espíritu y poder de ese alto oficio, más fiel, que pudiera ‘poner en orden la casa de Dios, y. . . disponer por suerte las herencias de los santos’. En otras palabras, el llamado haría a lo que se le había pedido y el otro no había ejecutado.” (En bar de Clark, Messages of the First Presidency, 4:112, 115–117.)
“Entonces, por lo menos sabemos que Edward Partridge, Obispo de la Iglesia, ‘fue llamado de Dios y nombrado. . . para disponer por suerte las herencias de los santos’. Pero Edward Partridge fue el que en 1832 trató de extender su ‘mano para sostener el arca’ y quien se le amenazó con caer ‘por el ardor de la muerte, como el árbol hirió por el fulgente golpe del rayo’? Sin duda. En aquellos días, los hermanos tenían experiencia muy limitada; la Iglesia había sido organizada recientemente; el orden del sacerdocio no se comprendía cabalmente entonces como se comprende en la actualidad; hacía muy poco tiempo que los hermanos que lo poseían se habían conocido; algunos se rebelaban contra el Profeta y contra el orden de la Iglesia por causa de las condiciones imperantes; y se requerían instrucción, tiempo y experiencia para que los hombres entendieran sus deberes y preservaran una justa relación mutua como oficiales de la Iglesia.
“El obispo Partridge era un hombre excelente que —aunque digno, amado del Señor y, según declaración del Profeta, ‘templo de piedad y virtud’—, uno de los grandes hombres del Señor— en ocasiones oponía a José Smith en aquellos primeros tiempos e intentaba corregir su manera de gobernar en los asuntos de la Iglesia; en otras palabras, extendía ‘la mano para sostener el arca’.” (Clark, Messages of the First Presidency, 4:113.)
Doctrina y Convenios 85:7. ¿Por qué hay todavía quienes se consideran el “poderoso y fuerte”?
“En la actualidad, hay personas que se han creado su propio tipo de sacerdocio religioso, y entre ellas hay quienes intentan apoyarse en la sección 85 de Doctrina y Convenios.
“Se empeñan en decir que la Iglesia ha errado el camino, que sus líderes ya no son inspirados y que se necesita un hombre ‘poderoso y fuerte’ que se haga cargo de los asuntos del Señor; y sin pretender demostrar modesta alguna en lo que respecta a sí mismos, se ofrecen como voluntarios para el cargo.” (Mark E. Petersen, en Conference Report, abril de 1973, pág. 159.)
Esas personas cometen precisamente el mismo pecado contra el cual tratan de advertir estos versículos: se creen con el derecho de “sostener el arca de Dios” (véase Notas y comentario sobre el vers. 8).
Doctrina y Convenios 85:7. Cuando una persona afirma que ha obtenido revelación para dirigir en la Iglesia, ¿en qué forma se puede poner a prueba su afirmación?
Para responder a esta pregunta tan importante, el élder Bruce R. McConkie escribió:
“La persona que debidamente elegida y sostenida para ocupar un puesto oficial de la Iglesia tiene derecho al espíritu de revelación para guiar la organización o grupo sobre el cual preside. Los que integran la Presidencia están sobre la Iglesia, ¡dijo el Profeta!, y las revelaciones de la disposición y voluntad de Dios les han de venir por medio de la Presidencia o del orden celestial, así como del poder y privilegio de ese sacerdocio. Cualquiera que pretenda revelaciones en conflicto con las de la Presidencia, o las que respecta a su particular llamamiento y deber en la Iglesia.” (Enseñanzas, pág. 130 [cursiva agregada].)
“Este sistema de promulgar revelaciones mediante un solo cabeza establecida para la obra del Señor en la tierra es tan inflexible que permanece como prueba para establecer la verdad o falsedad de las alegadas revelaciones. ‘No se os ha mandado a ningún otro para que traiga mandamientos y revelaciones hasta que él sea llevado,’ dijo el Señor refiriéndose al Profeta. ‘Y esto es en señal para leer: No recibiréis como revelaciones o mandamientos las enseñanzas de ninguno que se presente entre vosotros; y esto os haré para que no seáis engañados, y para que sepáis que no son de mí.’ (Doctrina y Convenios 43:2–7; véase también Doctrina de Salvación, tomo I, págs. 269–274.)” (Mormon Doctrine, págs. 646–647.)
Doctrina y Convenios 85:8. ¿Qué significa la expresión “sostener el arca de Dios”?
Esta expresión se refiere a un suceso ocurrido durante el reinado de David, en el antiguo Israel (véase 2 Samuel 6:1–11). Después de que los filisteos devolvieron el arca del pacto que habían usurpado, y mientras ésta se transportaba hacia el lugar donde quedaría oficialmente colocada, el carro en el que la llevaban pasó sobre un desnivel del terreno haciendo que el arca se bamboleara y estuviera a punto de caer. Un hombre que se llamaba Uza trató de sostenerla y cayó muerto. A primera vista, este castigo puede parecer excesivo, pero, si tenemos presente que el arca era el objeto tangible que simbolizaba la presencia de Dios, su trono, su gloria y su majestad divina, contemplamos el hecho desde una perspectiva diferente. Al principio, cuando se le concedió a Israel tenerla, le había sido colocada en el Lugar Santísimo del tabernáculo, y ni siquiera se permitía al sacerdote que se acercara a ella.
Solamente podía hacerlo el sumo sacerdote, un hombre que simbolizaba a Cristo, y eso únicamente después de someterse a un complejo ritual de purificación personal y expiación por sus pecados. Las Escrituras nos enseñan claramente la santidad de Dios: Nada impuro podía acercarse a Su presencia (véase Moisés 6:57); Él es como un fuego consumidor (véase Hebreos 12:29); los que portan los vasos del Señor deben ser limpios (véase D. y C. 133:5).
Por buena que fuera la intención de Uza, él se acercó irreverentemente al que solamente podían acercarse una persona bajo las condiciones más estrictas. Sin tener fe en el poder del Señor, supuso que el arca estaba en peligro, olvidando que era el símbolo físico del Dios Todopoderoso. ¿Quién podría jactarse de salvar a Dios y a su reino mediante sus propios esfuerzos?
“El error de Uza consistió en tocar el arca teniendo pensamientos profanos, aunque con buenas intenciones, o sea, con el deseo de evitar que cayera del carro. Tocar el arca, el trono de la gloria divina y alianza visible de la presencia del Señor, era una violación a la majestad de Dios mismo. En esta forma, Uza fue un símbolo de todos aquellos que buscan influencias, hablando mediante su mente y su vano humano, pero con una mente impura se entrometen en los asuntos del reino de Dios pensando que éstos están en peligro y con la esperanza de salvarlos.” (Von Gerlach, Keil y Delitzsch, Commentary, libro 2, Josué, Jueces, Rut, Primer y Segundo de Samuel, “Segundo libro de Samuel,” pág. 333.)
Según la revelación moderna, el Señor se refirió a este incidente para advertir a los hombres del peligro que encierra la ayuda del hombre para defender su reino. Sin embargo, aun cuando el propósito de un hombre sea ayudar, si lo hace sin autoridad, su acto constituye una ofensa espiritual.
Algunos están seguros de que en la Iglesia no se trata con justicia a las mujeres, otros querrían dar bendiciones que no se han autorizado, y hay quienes cambiarían la doctrina establecida de la Iglesia. Todos esos pretenden “sostener el arca de Dios”. Las mejores intenciones no justifican tal entremetimiento en el plan del Señor.
El presidente John Taylor aplicaron esta lección a los santos de nuestros días, diciendo:
“Es un poco peligroso para nosotros salir de nuestra propia esfera e intentar dirigir los esfuerzos de un hermano sin haber recibido autoridad alguna para ello. Recordaréis el caso de Uza, que extendió la mano para sostener el arca (véase 1 Crónicas 13:7–10). Parecería que se justificara casi, al tropezar los bueyes, el extenderle la mano para sostener aquel símbolo del convenio. Hoy día pensamos que el castigo que recibió fue muy severo; pero sea como fuere, el incidente nos enseña una lección. Miremos a nuestro alrededor y observemos cuán rápidamente mueren espiritualmente aquellos que sin ninguna autoridad intentan sostener el arca. Su alma se llena de amargura, se les ofusca la mente, yerran en sus juicios y su espíritu es presa de la depresión. Tal es la triste condición de hombres que, olvidando sus propias responsabilidades, pasan el tiempo buscando faltas en los demás.” (McKay, Gospel Ideals, pág. 258.)
“Entre nosotros existen algunos principios de insubordinación. Pero hay un principio que se relaciona con el reino de Dios, que es el de reconocer a Dios en todas las cosas, y reconocer al sacerdocio en todas las cosas; quienes no lo hacen, mejor les fuera arrepentirse o se verán detenidos repentinamente; os digo esto en el nombre del Señor. No penséis que lo sabéis todo o que podéis administrar y controlar el sacerdocio, pues no podéis. Dios es quien debe dirigir, legislar, dictar y estar a la cabeza, y cada hombre debe ocupar su propio lugar. El arca de Dios no necesita que nadie la sostenga, y menos aún hombres incompetentes que no reciben revelación y no tienen conocimiento del reino y sus leyes. La causa en la que estamos es una gran obra y tenemos la responsabilidad de prepararnos para lo que nos espera, y de reconocer a Dios, su autoridad, su ley y su sacerdocio en todas las cosas.” (John Taylor, Gospel Kingdom, pág. 166.)
Sección 86
La parábola del trigo y la cizaña
Antecedentes históricos
A menudo, durante su ministerio en la tierra, el Salvador usó parábolas para enseñar a las multitudes. En una ocasión, testificó ante la multitud en tan grande que El tuvo que meterse en una barca para poder predicar. Uno de los mensajes que enseñó estaba contenido en la parábola del trigo y la cizaña; más tarde, al quedarse solo con sus discípulos, Jesús les explicó el sentido de la misma (véase Mateo 13:24–30).
El 6 de diciembre de 1832, mientras José Smith se encontraba trabajando en la revisión del Nuevo Testamento, recibió una explicación de la parábola, “una interpretación más completa de la que el Señor había dado a Sus Apóstoles según aparece en el relato de Mateo. Esta tal vez se deba al hecho de que serán en estos últimos días que se levantará la cizaña y será necesario quemar la cizaña” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:353).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 86. ¿Qué son las parábolas y por qué las empleó Jesús?
“Las parábolas son relatos breves que establecen o ilustran verdades espirituales. Las que relató Jesús tienen que ver con hechos reales, o si son ficticias, contienen caracteres y probables que pueden considerarse parte de la experiencia corriente de mucha gente.
“Cuando la oposición a su mensaje se volvió encarnizada, el Maestro de maestros prefirió presentar muchas verdades de salvación por medio de parábolas a fin de esconder sus enseñanzas de aquellos que no estaban preparados para recibirlas, pues no tenía la intención de arrojar perlas a los cerdos.” (McConkie, Doctrinal New Testament Commentary, 1:283.)
Si una persona es espiritualmente sensible al evangelio, las parábolas le enseñan principios hermosos y profundos. Pero, si no se posee agudeza espiritual, entonces, como señala el élder McConkie, “las parábolas raramente aclaran una verdad; más bien la ocultan de la mente carnal. De los que ya están preparados para recibir la verdad cuando se presenta, es capaz de entender todo el sentido de la parábola entera. Este punto se pone en la parábola del trigo y la cizaña mejor que en ninguna otra. Cuando Jesús la relató, ni siquiera sus discípulos la comprendieron; más tarde les pidió una interpretación y Él la dio, al menos parcialmente. Y aun habiendo dejado la parábola y la interpretación ante el mundo, el Señor tuvo todavía que dar una revelación especial en estos postreros tiempos para que todo el sentido de sus maravillosas enseñanzas pudiera penetrar hondamente el corazón del hombre. . .” (Doctrinal New Testament Commentary, 1:283–284.)
Doctrina y Convenios 86:1–7. La parábola
Al enseñar la parábola del trigo y la cizaña (véase Mateo 13:24–30, 36–43), Jesús interpretó casi todos los conceptos que encierra.
- El hombre que siembra es el Hijo del Hombre (Jesús).
- El campo es el mundo.
- La buena semilla son los hijos del reino (los seguidores de Jesús).
- La cizaña son los hijos del maligno (los que ceden a las tentaciones de Satanás).
- El enemigo es el diablo.
- La cosecha es el fin del mundo.
- Los segadores son los ángeles enviados a segar el campo.
- La cizaña que se ata y se quema son los inicuos que serán apartados y arrojados al fuego (su castigo en el juicio).
- El trigo recogido en el alfolí representa a los justos que se apartarán de los malvados y que resplandecerán en el reino del Padre.
Los puntos que el Señor no explicó, según lo que está registrado en el capítulo 13 de Mateo, son los siguientes:
- El trigo que comienza a germinar y a dar fruto.
- Los hombres que duermen.
- El trigo y la cizaña que crecen juntos hasta el tiempo de la siega.
- El hecho de que no se debe tratar de arrancar la cizaña por el peligro de arrancar también el trigo tierno.
En la sección 86 de Doctrina y Convenios estos puntos se explican claramente y se dan más detalles en cuanto a los otros.
- El campo es el mundo (véase el vers. 2).
- Los Apóstoles son los sembradores de la semilla (véase el vers. 2). Mateo indica que Jesús identificó al sembrador diciendo que era Él mismo. El presidente Joseph Fielding Smith explicó que ambos pasajes de las Escrituras, contrariamente a lo que algunos pueden suponer, no se contradicen: “En el relato de Mateo, el Señor declara que Él es el sembrador de la buena semilla, y en Doctrina y Convenios dice que los Apóstoles son los que la siembran. No existe contradicción alguna en esto: Cristo es el autor de nuestras salvaciones y, habiendo sido Él quien instruyó a los Apóstoles y Él quien les envió a predicar el evangelio a todo el mundo, o sea, a sembrar la semilla, y puesto que ésta le pertenece y se siembra por su mandato, El Señor se limitó a decir este respecto en la revelación y también en la parábola original.” (Church History and Modern Revelation, 1:353.)
- Los que duermen representan la muerte de los Apóstoles originales (véase el vers. 3).
- El enemigo que siembra la cizaña es el diablo, el gran parásito que en otros pasajes recibe el nombre de iglesia impura y abominable (véase 1 Nefi 14:3–8). Satanás desea usurpar la obra del Señor e imitar el plan de salvación, y, por lo tanto, se puede decir que representa el poder del diablo en este mundo. Los que quedaban en Babilonia son los que siguen las costumbres del mundo y no aceptan la palabra del Señor de corazón. A veces, la persecución que Satanás desata contra la Iglesia toma la forma de agresión, como por ejemplo, cuando se ha quitado la vida a los profetas o se ha maltratado físicamente a los santos; pero más a menudo la persecución consiste en presión social contra los humildes seguidores de Cristo. Aquellos que estaban en el “edificio grande y espacioso” en el sueño de Lehi se burlaban de los que se esforzaban por seguir adelante para participar del fruto del árbol de la vida, y muchos de éstos se avergonzaron y se desviaron (véase 1 Nefi 8:27–33).
- La cizaña (véase el vers. 4) provee una excelente representación simbólica de las doctrinas diabólicas de quienes las esparcen. “Tradicionalmente, la cizaña se ha reconocido como una hierba mala, una especie de centeo velludo que se parece mucho al trigo en la época de desarrollo de la planta, y que es común en Palestina. Esta hierba tiene un gusto amargo, y si se come en cantidad abundante, ya sea sola o mezclada con la harina de alguna masa tornea y a menudo actúa como un fuerte emético [produce vómitos violentos].” (McConkie, Doctrinal New Testament Commentary, 1:296.)
El presidente Joseph Fielding Smith señaló que “la cizaña se encuentra en dentro de la Iglesia. Lo que hay que recoger para quemar es la cizaña de todo el mundo, pero la que hay en la Iglesia también se arrojará al fuego. [Véase D. y C. 112:23–26.] El Salvador dio testimonio de esto al hablar a los nefitas, cuando les dijo: ‘Porque sucederá, dice el Padre, que en aquel día talaré de entre mi pueblo a cualquiera que no se arrepienta y venga a mi Hijo Amado, que es la casa de Israel’ [3 Nefi 21:20].” (Church History and Modern Revelation, 1:354.)
Las doctrinas falsas, o las personas que se presentan como fieles miembros del reino pero en realidad son siervos de Satanás, son la fuente del malentendido para los fieles y tienden a ahogar la buena semilla que se siembra, o sea, a corromper la palabra de Dios.
- La Iglesia llevada al desierto (véase el vers. 3) representa el tiempo de la apostasía. Cuando la cizaña (el mal en la Iglesia) creció y maduró, dio por resultado la apostasía. El período de siega será el período de tiempo en que se quitaron de la tierra la Iglesia y el sacerdocio (véase Apocalipsis 12:14–17).
- El símbolo del trigo que crece y madura hasta ser trillado fue una de débil o muy nueva. Cuando el enemigo sembró la cizaña en el campo, la Iglesia comenzó a debilitarse y el reino de Dios cesó de tener existencia como organización, y por lo tanto, todavía era muy “tierna”. En aquel entonces el peligro de distinguir mucha de la cizaña, y cualquier intento de arrancarla de raíz a aquellos que finalmente probaron ser mala hierba hubiera puesto en peligro al trigo.
- Así como en Mateo, en la revelación moderna también se identifica a los segadores diciendo que son los ángeles de Dios (véase el vers. 5); pero en esta última se aclara que en 1832 ya se encontraban listos, esperando sus misiones. “El primer sello por efectuar su misión. (Notas y comentario sobre el versículo 5 versas sobre la época en que se los destorjó que ese permiso.)
- El profeta José Smith explicó lo de la cosecha y la quema de la cizaña (véase el vers. 7): “. . . la siega y el fin del mundo aluden directamente no a la tierra, como muchos han supuesto, sino a la familia humana en los últimos días. . . De manera que así como se juntará la cizaña y se quemará con fuego, así será al fin del mundo; es decir, al salir los siervos de Dios para amonestar a las naciones, tanto a los sacerdotes como al pueblo, y en vista de que de endurecen sus corazones y rechazan la luz de la verdad —habiendo sido entregados primeramente a los bofetones de Satanás, habiéndose ligado la ley y el testimonio, como sujeción del los judíos—, se le quedan a obscuras y son entregados para el día de la quema; y así, atados con sus credos, aseguradas sus cuerdas y sus sacerdotes, están listos para el cumplimiento de las palabras del Salvador: ‘Enviará el Hijo del Hombre sus ángeles, y cogerán de su reino todos los escándalos, y los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes’. Mientras que la obra de juntar el trigo en alfolíes o graneros se efectuará mientras en está atando y preparando la cizaña para el día en que será quemada; y que después de ese día, ‘los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. . . ’” (Enseñanzas, pág. 110.)
Doctrina y Convenios 86:5. “Los ángeles claman al Señor día y noche. . . esperando ser enviados a segar”
En 1832, el Señor declaró mediante el Profeta que los ángeles clamaban al Señor para que les diera permiso de venir al mundo a separar el trigo de la cizaña, como preparación para la purificación de la tierra por medio del fuego. Sesenta y un años más tarde, el presidente Wilford Woodruff declaró que el Señor había autorizado a los ángeles destructores y que éstos ya estaban en la tierra apartando el trigo y la cizaña a fin de preparar la quema que pronto ocurriría. El presidente Woodruff declaró: “Dios ha detenido por muchos años a los ángeles destructores, para que el cortar la cizaña no cortara también el trigo. Pero quiero deciros que esos ángeles han salido de los hogares de los cielos y están sobre todo este pueblo y sobre la tierra esperando para hacer caer en ella los castigos. Y eso se acercará más sobre la tierra a partir de este mismo día. Las calamidades y dificultades están en constante aumento, y cada una de ellas tiene su significado. Recordad y reflexionad sobre estos asuntos. Si todos cumplimos con nuestro deber, tendremos protección y pasaremos a través de las aflicciones con paz y seguridad” (Young Woman’s Journal, ene. de 1894, págs. 512–513; cursiva agregada).
El presidente Joseph Fielding Smith, que estuvo hablando con el presidente Woodruff en el templo de Salt Lake (Sión) después de esta reunión, escribió lo siguiente:
“Mientras hablábamos del asunto, le pregunté al presidente Woodruff en cuanto a las calamidades, destrucciones y plagas. Y él me instó a hacerlo, de manera que me di a la tarea. Consulté diarios y publicaciones y fui marcando, año tras año, las destrucciones, los disturbios entre los seres humanos, etc., todo lo que constituyera una calamidad, y para mi gran asombro estos hechos habían aumentado año tras año, y han seguido en aumento desde que dejé de llevar aquella cuenta. Me asombró aquello, y un día, al comentarlo con uno de mis vecinos, casi se enojó conmigo y me dijo: ‘Lo que pasa es que ahora tenemos mejores medios de comunicación para enterarnos de todas esas cosas. Yo no creo que hayan aumentado.’ Y aunque él es miembro de la Iglesia también, parece carecer de fe en estas predicciones. . .
“Esto os sorprenderá, estoy seguro; lo copié del Literary Digest de fecha 20 de enero de 1934:
‘Dos científicos que efectuaron un escrutinio descubrieron que el número contabilizado de guerras aumentó de 6.278 en el siglo doce, a más de 13.735 en el siglo veinte.
‘¿Tiene a decirse que el número de guerras a medida que las naciones se tornan más civilizadas? Muchos filósofos así lo han sostenido; pero dos sociólogos de la Universidad de Harvard han dirigido la mirada fría y objetiva de la ciencia sobre el asunto y han llegado a la conclusión de que las guerras del futuro, más atroces que las anteriores, evidentemente sólo podrán evitarse por milagro. Lejos de disminuir, las guerras aumentan en número e intensidad a medida que las naciones progresan, y el peor brote de conflagraciones se ha producido en nuestro propio siglo.’
‘Naturalmente, el autor se refería a la guerra de 1914–1918.
‘Estos científicos, que son el profesor Pitirim A. Sorokin, director del Departamento de Sociología de la Universidad de Harvard, y Nicholas N. Golovin, que fue Teniente-General del Ejército Imperial de Rusia, llegaron a sus conclusiones haciendo un estudio de todas las guerras conocidas que han ocurrido en Europa desde la época del florecimiento de los imperios griego y romano, a través de un período de más de 2.400 años, hasta el año 1925 de nuestra era. Durante ese período ha habido en Grecia, Roma, Europa Central, Alemania, Italia, Francia, Gran Bretaña, España, los Países Bajos y Rusia 902 guerras (no simples batallas).
‘Cada una de esas conflagraciones se ha estudiado desde cinco ángulos: la duración del conflicto, el tamaño de los ejércitos comprometidos, el número de bajas —incluyendo heridos—, el número de naciones que participaron y la proporción de combatientes con relación al total de la población de dichas naciones.
‘Con esas cinco variables se computó un índice a fin de que las cifras pudieran expresarse por respecto a un denominador común.’
‘Ese es el fin de la cita. Más adelante, y ojeo estos comentarios [en 1936].
‘En base a dicho estudio, ambos científicos declararon que descubrieron que la guerra tendía a proliferar en toda Europa en los últimos siglos, aumentando en crueldad. El conflicto en ese aspecto más letal al siglo doce, a las 7.735 echadas hasta 1925. Sus cálculos abarcaban un promedio de 2.7 guerras por año y aumentaban en la actualidad al doble de esa cifra, con una tendencia de crecimiento.’
‘Estos hombres llegaron a la conclusión de que “la futura esperanza de que la guerra desaparezca en el futuro próximo está basada en nada más sustancial que la esperanza en creer en milagros.”’
‘Entonces, yo hice este predicamento:
‘Si la profecía se va a cumplir, le espera al mundo un conflicto armado más terrible que cualquiera de los que han visto hasta ahora’ (Progress of Man, págs. 402–404).
‘Ahora, deseo comentar algo con respecto a la declaración hecha por el presidente Woodruff y a esta parábola.
‘El Señor dijo que enviaría a aquellos ángeles al final de la siega, y la siega es el fin del mundo. Eso debería hacernos reflexionar muy seriamente. Los ángeles han estado rogando. . . ante el Señor para que los enviara a cumplir su misión. Hasta 1893, el Señor les había dicho que no; pero luego los dejó ir. De acuerdo con la revelación que recibió el presidente Woodruff, el Señor los envió a cumplir su misión.”
‘¿Qué sacamos de eso? Que estamos en el tiempo final; ésta es la época de la cosecha, es la época a la que se llama el fin del mundo.’ (Signs of the Times, págs. 116–121.)
Doctrina y Convenios 86:9. ¿Qué significa ser “herederos legales, según la carne”?
Esta frase significa que el derecho de un hombre al sacerdocio depende de que él sea de la casa de Israel. El élder Theodore M. Burton lo explicó así:
“Algo que a menudo no comprendemos es que recibimos nuestro sacerdocio a través del linaje de nuestros padres. El Señor lo explicó con estas palabras: ‘De modo que, así dice el Señor a vosotros con quienes ha continuado el sacerdocio por el linaje de vuestros padres. . .’ (D. y C. 86:8.)
“Ah, ya sé que algunos dirán: ‘Esa declaración tiene que estar equivocada, pues yo soy el único de la familia que se ha unido a la Iglesia. ¿Cómo puedo haber recibido el sacerdocio de mis padres?’
“En ese pasaje el Señor no se refería a la línea de autoridad de vuestro sacerdocio, sino que hablaba en cuanto al derecho que se hereda de recibir y ejercer el poder del sacerdocio. Esta aptitud para escuchar y creer es un don heredado que os permitirá reconocer y aceptar la verdad. Jesús explicó esta idea cuando dijo: ‘Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen’. (Juan 10:27.)
“Ese espíritu de aceptación es una manifestación del derecho que heredasteis a las bendiciones del sacerdocio. Tal deseo de creer representa una predestinación, sin una preordenación. El Señor continúa diciendo en la revelación: ‘porque sois herederos legales, según la carne, y habéis sido escondidos con Cristo en Dios’ (D. y C. 86:9).
“Esto significa que recibimos el derecho a las bendiciones del sacerdocio mediante nuestro linaje. Espero que podáis entender que el sacerdocio, con las bendiciones que lo acompañan, depende en alto grado del parentesco familiar.” (En Conference Report, abril de 1975, pág. 103.)
Doctrina y Convenios 86:11. ¿En qué forman los santos una luz para los gentiles y un salvador para Israel?
El élder Burton dio una importante explicación en cuanto a este pasaje: “En este versículo final, el Señor nos hace recordar dos cosas: Primero, nos recuerda la responsabilidad que tenemos de efectuar la obra misional aquí en la tierra; segundo, nos informa que no sólo somos mensajeros de salvación para los vivos, sino también salvadores de nuestros antepasados que estuvieron aquí antes que nosotros y que, aunque ya han muerto, prepararon la vía por la cual pudiéramos recibir nuestras bendiciones presentes. Es mediante ellos que recibimos nuestro sacerdocio. Se les hizo un llamamiento de que si nacían en un grupo y lugar en los cuales no tendrían ocasión de escuchar la prédica del evangelio, Dios proveería salvadores para ellos de entre sus descendientes. Nosotros somos esos salvadores que Dios les prometió, por medio de ellos quienes pueden recibir toda bendición del sacerdocio.” (En Conference Report, abril de 1975, pág. 105.)
Sección 87
Las guerras de los últimos días
Antecedentes históricos
El profeta José Smith escribió: “La aparición de dificultades entre las naciones se ha hecho más visible en este tiempo que anteriormente, desde que la Iglesia comenzó a salir de la época de oscuridad. Los esfuerzos causados por el clero eran frecuentes en casi todas las grandes ciudades del globo. La plaga se inició en India, en tanto que los Estados Unidos, con toda su pompa y grandeza, estaban bajo la amenaza de una disolución inmediata. Los habitantes de Carolina del Sur, en una convención (en noviembre), establecieron ordenanzas declarando a su estado nación libre e independiente, y designaron el jueves 31 de enero de 1833 como día de penitencia y oración, para implorar a Dios Todopoderoso que otorgara sus bendiciones y restaurara la libertad y felicidad en sus fronteras.”
Carolina del Sur tenía la intención, después del día de oración y penitencia, de cortar ataduras con los Estados Unidos el 1° de febrero. Sin embargo, “el presidente Jackson emitió una proclama contra esta rebelión, convocó una fuerza suficiente para detenerla, e impetró las bendiciones de Dios para ayudar a la nación a evitar los horrores de la gran crisis que se avecinaba.
“El día de Navidad de 1832”, registró el profeta José Smith, “recibí la siguiente revelación y profecía respecto a la guerra”, citando a continuación la sección 87 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:301.)
Parece que existía la posibilidad de que estallara un conflicto en medio de la turbulencia política que había a principios de 1830, tal como lo hizo notar el presidente Joseph Fielding Smith:
“Los detractores han dicho que no fue nada notable que en 1832 José Smith predijera el comienzo de la Guerra Civil, y que hubo otros que no proclamaban estar inspirados por una visión profética y habían predicho lo mismo. En 1831, Daniel Webster y William Lloyd Garrison predijeron la disolución de la Unión de los estados. Es bien sabido que los senadores y congresales del Sur habían declarado que su región tenía el derecho de retirarse de la Unión dado que era una confederación, y en 1832 ya se podían ver nubeces de guerra en el horizonte. En razón de esto fue que el Señor dio esa revelación a José Smith, declarando que las guerras se verificarían pronto y comenzarían con la rebelión de Carolina del Sur, lo cual finalmente desembocaría en conflictos en todas las naciones y en la muerte y miseria de muchas almas.
En 1832, o quizás ya en 1831, tal vez fuera cosa fácil predecir que habría una división entre los estados del Norte y los del Sur, pero había indicaciones de que la guerra estaba por iniciarse, y el estado de Carolina del Sur había demostrado un espíritu de rebelión. Sin embargo, no podían decir en aquella época el hombre predicir con los detalles que el Señor le reveló a José Smith lo que procedería como resultado de la Guerra Civil y el inicio de la guerra sobre todas las naciones.” (Church History and Modern Revelation, 1:358–359.)
Once años más tarde, moviéndose los asuntos de anulación y secesión apartemente hacia el olvido, el Profeta volvió a declarar: “Profetizo, en El nombre del Señor Dios, que el inicio de las dificultades que causarán mucho derramamiento de sangre antes de la venida del Hijo del Hombre tendrá lugar en Carolina del Sur; probablemente surja por el problema de los esclavos. Esto me lo reveló el 25 de diciembre de 1832, mientras oraba con ahínco en cuanto a dicho tema” (History of the Church, 5:324).
Notas y comentarios
Doctrina y Convenios 87:1. ¿Por qué es tan notable que José Smith predijera que la guerra civil se iniciaría en Carolina del Sur?
Smith y Sydwell explicaron por qué, aparentemente, era poco probable en 1832 que Carolina del Sur fuera el estado que iniciara la guerra civil:
“En aquel momento [1832], había mucha inquietud en los Estados Unidos. El asunto de los aranceles era un punto de mucha controversia. Antes de aceptar la Constitución Federal, el estado de Nueva York se rodeó de aranceles proteccionistas, y otros estados del Norte fueron aceptando gradualmente esta norma. Los estados del Sur, por otra parte, consideraban que el libre intercambio era lo que mejor servía sus intereses, dado que sus productos se limitaban a unas pocas materias primas que exportaban, vendiéndose obligados a importar prácticamente todos los artículos que necesitaban. En 1824, el Congreso había aprobado un proyecto de ley arancelario; pocos años después se adoptó una medida más drástica contra Gran Bretaña, en represalia por los esfuerzos que hacía esa nación al excluir a los Estados Unidos del intercambio comercial con la zona de las Indias Occidentales Británicas. Esa decisión fue enfrentada por una firme oposición en el Sur, especialmente en Carolina del Sur. En 1832, una convención de ciudadanos en ese estado declaró que los decretos arancelarios de 1828 y 1832 no tenían vigencia en su territorio y resolvió que a partir del 1º de febrero de 1833 se considerarían abolidos dichos decretos a menos que antes de esa fecha el Congreso eliminara la dificultad. Muchas ciudades del Norte estaban en favor de poner en vigencia las leyes de la Unión mediante la fuerza de las armas en ese momento, y se presentó al Congreso un proyecto de ley invistiendo al presidente con la facultad de emplear la fuerza. Durante esa época de agitación política fue que el profeta José Smith oró al Señor en cuanto a las condiciones de la nación y recibió esa revelación (véase D. y C. 130:12, 13).
“Aunque estas diferencias entre el Norte y el Sur eran lo que parecía dividir a la nación, lo que llegó a ser crucial para llevar al pueblo a la Guerra Civil fue el tema de la esclavitud, la querella respecto a la expansión sobre nuevo territorio y la creación de nuevos estados, así como si se debía permitir o no la esclavitud en los territorios nuevos. . .
“Carolina del Sur tomó la iniciativa, a pesar de que desde un punto de vista meramente humano esto parecía absurdo. La probabilidad era que los estados del Norte, conscientes de su fuerza numérica y económica, fueran los primeros en dar el guante. Ante el Congreso se había presentado un proyecto de ley autorizando al presidente Andrew Jackson a usar la fuerza en defensa de la Unión. Pero, aun así, no fue el Norte el que inició la guerra, sino que Carolina del Sur dio el primer paso retirando del Senado a sus representantes el 10 de noviembre de 1860; este paso dio lugar a una ordenanza de secesión, aprobada por la Legislatura del Estado el 17 de noviembre del mismo año. Y el 12 de abril de 1861, por orden del general Beauregard, se disparó el primer tiro contra el Fuerte Sumter, iniciándose la guerra. Carolina del Sur cumplió exactamente la profecía del Profeta.” (Commentary, págs. 533–535.)
Doctrina y Convenios 87:1. “El día les pasará como un torbellino; finalmente resultará la muerte y miseria de muchas almas”
La guerra que comenzó con la rebelión de Carolina del Sur marcó el comienzo de una época que se prolongará hasta que el Salvador regrese para establecer la paz.
En la Guerra Civil estadounidense, “el valor personal y la enormidad de bajas —tanto en cifras absolutas como en porcentajes— han sido nada que asombrar a los estudiosos e historiadores militares. Basándose en el periodo promedio de enrolamiento de tres años, ingresaron a los ejércitos federales 1.556.000 soldados, de los cuales hubo 634.703 bajas (359.528 muertos y 275.175 heridos). Probablemente, hubiera unos 800.000 hombres alistados en las fuerzas confederadas, las cuales sufrieron 483.000 bajas (unos 258.000 muertos y 225.000 heridos).
“El costo en dinero fue, naturalmente, inmenso para ambas partes. Los dos gobiernos, después de enormes esfuerzos por financiar la guerra mediante impuestos siempre mayores y haciendo arreglos para obtener préstamos, se vieron obligados a recurrir a la imprenta para hacer papel moneda sin respaldo fiduciario. Aunque se desconocen las cifras separadas de los gastos, la guerra finalmente le costó a los Estados Unidos más de quince mil millones de dólares. En total, aunque se preservó y se restauró la Unión, el costo en sufrimiento moral y físico es incalculable y algunas heridas espirituales producidas por el holocausto todavía no han cicatrizado.”
(*Warren W. Hasler, hijo, en New Encyclopaedia Britannica [1978], bajo “Civil War, U. S.”)
Doctrina y Convenios 87:2. ¿Se derramó la guerra sobre todas las naciones?
En 1958, el élder Joseph L. Wirthlin explicó la forma en la que se refirió esta profecía:
“El profeta José nos dio esta maravillosa revelación en 1832. La Guerra Civil se predijo en 1861; la guerra entre Dinamarca y Rusia en 1864; entre Italia y Austria en 1866; entre Austria y Prusia en 1866; entre Rusia y Turquía en 1877; entre China y Japón en 1894 y 1895; entre España y los Estados Unidos en 1898; entre Japón y Rusia en 1904–1905; la Primera Guerra Mundial fue desde 1914 a 1918; la que siguió fue una guerra comparativamente menor, entre Etiopía e Italia, cuando Etiopía fue dominada por Italia. . . . Después la Segunda Guerra Mundial, que ocurrió hace pocos años, y, naturalmente, la guerra en Corea.
[A partir de 1958 hubo muchas otras guerras: la de Vietnam en Asia; la que hubo en Angola; la guerra de Seis Días y la de Yom Kippur entre Israel y los países árabes; la guerra civil en Irlanda; y luchas terroristas en todas partes del mundo.]
“Estas naciones, Rusia, China, Corea, Siria, Israel, Egipto, Arabia, Líbano, todas están dentro del estado de guerra. No sé cuáles serán los resultados. Naturalmente, según las revelaciones, sabemos que al grado que la gran guerra continúe, el campo de batalla se jugará posiblemente en los alrededores de los países que menciono, probablemente en Israel.” (En Conference Report, abril de 1958, pág. 43.)
En otra conferencia que dio en 1942, el presidente Joseph Fielding Smith explicó por qué el Señor dijo que la Guerra Civil en los Estados Unidos “se derramaría sobre todas las naciones”:
“Hemos llegado al día en que se está librando esta gran sangrienta Guerra Mundial. Me parece que en un discurso anterior ya dije que yo no la llamo segunda guerra mundial; ésta es la primera guerra mundial, porque es sólo parte, o sea, una continuación, de la primera que tuvo lugar entre 1914 y 1918; y ni siquiera aquélla fue la primera. Me han preguntado varias veces si yo creo que esta guerra es la última antes de la venida de Cristo, y he dicho que sí; pero con eso no quiero decir que no haya nuevas guerras y otros armisticios en los que se abandonarán las armas por algún tiempo sólo con el fin de agruparse para volver a llamarlas, aunque espero que no suceda así. Creo que la gran guerra comenzó en abril de 1861; de cualquier modo, ése fue el principio del fin.
“Basado en lo que el Señor dice, de acuerdo con esta sección 87 de Doctrina y Convenios. . . yo afirmo que el inicio del fin fue la rebelión del estado de Carolina del Sur; mejor dicho, es el Señor quien lo afirma, puesto que dice que en ese lugar ‘comenzarán a ocurrir esos sucesos.’” (Signs of the Times, págs. 138, 140–141, 149.)
Doctrina y Convenios 87:3. Los estados del Sur recurrirán a Gran Bretaña
Explicando la forma en que se cumplió esta profecía, el élder James E. Talmage dijo: “Aun cuando no se efectuó ninguna alianza manifiesta entre los estados del Sur y el gobierno inglés, la influencia británica dio ayuda indirecta al Sur y le infundió importante estímulo, al grado que dio lugar a serias complicaciones internacionales. Para ayudar a los estados del Sur, se construyó y se equipaba buques en los puertos británicos; y como resultado de esta violación de las leyes de neutralidad, la Gran Bretaña tuvo que pagar quince millones y medio de dólares, suma que fue cedida a los Estados Unidos en el arbitraje de Ginebra. La Confederación de los Estados del Sur nombró ministros para la Gran Bretaña y Francia, a quienes los oficiales de los Estados Unidos tomaron por la fuerza de un buque inglés en el cual se habían embarcado. Este acto, que el gobierno de los Estados Unidos tuvo que reconocer como hostil, amenazó en un tiempo precipitar la guerra entre esta nación y la Gran Bretaña” (Los Artículos de Fe, págs. 28–29).
Doctrina y Convenios 87:3. ¿Quiénes acudirían a pedir ayuda a otras naciones?
En la frase “y éstas también llamarán a otras naciones”, no está claro a qué naciones se refiere el “éstas”. Sidney B. Sperry explicó el problema, diciendo lo siguiente:
“En este versículo hay otra predicción, aunque algunos lectores no la vean a causa de la forma en que está expresada. Hemos visto que los estados del Sur llamarán a otras naciones, aun [según yo lo interpreto esto quiere decir ‘incluyendo’] el país de la Gran Bretaña, como sus aliados. Inmediatamente después de esas palabras leemos: ‘y éstas también llamarán a otras para defenderse de otras naciones’. ¿Cuál es el entendimiento de éstas? No puede referirse a los estados del Sur, porque el versículo recién alude a su llamado en busca de ayuda de otros estados del Norte y no defendiéndose ‘de otras naciones’. Además, el versículo ya establecía el punto de que los estados del Sur llamarían a ayuda de otras naciones. A mi entender, el antecedente de éstas se refiere a las naciones que ayudan a los del Sur. Gran Bretaña y otras naciones ayudarán al Sur; Holanda y Bélgica al significado de otras naciones, aunque no declaradas, se aplica cuando en 1914 y 1939 otras naciones (por ejemplo, la Gran Bretaña, Francia, Alemania, etc.) se unieron con los estados del Sur o acudieron a otros, en la misma forma como Gran Bretaña, Holanda y Bélgica lo hicieron con los del Sur, pidiendo ayuda, en otros conflictos que se producirían en el futuro, a fin de poder defenderse. Muchos de nosotros hemos oído cumplirse la letra y el espíritu de esta profecía en las dos guerras mundiales por las que ha pasado el mundo; y entonces”, sigue diciendo el Señor, “se derramará la guerra sobre todas las naciones”. Eso significa que cuando Gran Bretaña y las otras naciones aquí mencionadas pidieran ayuda, la acción daría como resultado una guerra mundial. Esto ya ha ocurrido.” (Commentary, págs. 419–420.)
El presidente Joseph Fielding Smith hizo notar que “luego de la Guerra Civil, las naciones, en su gran alarma por la importancia que se daba a desarrollar nuevos métodos y armas y por su temor a otros países, entraron en alianzas y acuerdos secretos a fin de protegerse. Cuando se inició la Guerra Mundial, estos pactos habían alcanzado proporciones nunca conocidas antes y continuaron durante la guerra hasta que casi todas las naciones de la tierra habían tomado partido y entrado en una alianza. Durante el período de la Guerra Mundial, entre 1914 y 1918, Gran Bretaña hizo su solicitud a las naciones para que salieran en defensa de la democracia. Todo el mundo escuchó ese llamado” (Church History and Modern Revelation, 1:361).
Doctrina y Convenios 87:5. ¿Quiénes constituyen “el resto de los que hayan quedado de la tierra”?
Siempre que en las Escrituras se usa el término “resto” para referirse a un pueblo, éste se refiere a una parte de la casa de Israel. Como el Salvador hizo promesas definidas respecto al resto de los nefitas y lamanitas (véase 3 Nefi 20:10, 16; 21:2, 4), muchos suponen que este versículo se refiere a que los pueblos lamanitas algún día se levantarán “y hostigarán a los gentiles” (vers. 5).
El presidente Joseph Fielding Smith vio en la historia el cumplimiento parcial de la profecía que aparece en este versículo, pero no sintió que ésta se ha cumplido totalmente: “La historia del continente americano también nos aporta evidencia de que los lamanitas se han levantado con ira y han hostigado a los gentiles. Esta guerra quizá no haya terminado. Además del pueblo de los Estados Unidos. . . debemos recordar que hay millones del ‘resto’ en México y en América Central y del Sur. Al mismo tiempo de la Guerra Civil estadounidense, se levantó el pueblo mexicano en su país y obtuvo su libertad de la tiranía que Napoleón quiso imponerle, contraría a la predicción de Jacob en el Libro de Mormón que dice que no habría reyes entre los gentiles en esta tierra. La independencia de México y de algunas otras naciones del sur se logró por el levantamiento de ese ‘resto’ de Israel. Sin embargo, no pensamos que esa profecía se haya cumplido totalmente” (Church History and Modern Revelation, 1:363).
En otros lugares, la palabra resto se emplea para referirse a todo Israel (véase 1 Nefi 13:33); en algunos pasajes se refiere a los judíos (Isaías 37:31–33) y en otros casos se refiere específicamente a los de Samaria de los Últimos Días (véase DyC 5:2). De una manera que es posible que el resto que se menciona en el versículo 5 de Doctrina y Convenios incluya a gran parte de la casa de Israel diseminada sobre la tierra.
Doctrina y Convenios 87:6. Serán derramadas guerras y sangre sobre todas las naciones
“No creo que haya que dar explicaciones para justificar las palabras de Dios que predicen calamidades pero que al mismo tiempo son absolutamente tranquilizadoras para los justos, ya se trate de una persona justa o de una nación justa. Tenemos que ser conscientes de su aterrador significado. Las naciones de la tierra tienen que rendir cuentas al Señor y, en gran medida, su Espíritu se ha apartado de aquellas que desafían sus mandamientos; como resultado de esto, quedan mayormente libradas a su propio criterio y luchan entre sí buscando todos los medios a su alcance por los cuales puedan destruirse más eficazmente las unas a las otras. Ahora bien, el Señor no es el autor de estas males; las naciones acarrearán sobre sí estas aflicciones y llegarán a la consumación, tal como el Señor lo ha decretado, lo que significará el fin de todas como nación si no obedecen la ley y los mandamientos del Señor su Dios.” (James E. Talmage, En Conference Report, oct. de 1923, pág. 54.)
En los juicios que precedan al Milenio, todos los reinos de la tierra llegarán a su fin y el reino de Dios triunfará y se convertirá en el poder gobernante durante ese período de mil años de paz y justicia (véase Apocalipsis 11:15).
Doctrina y Convenios 87:7. ¡Es muy grave derramar la sangre de los santos!
Antes de la Guerra Civil, muchos miembros de la Iglesia perdieron la vida en manos de los populachos enardecidos. El élder George Q. Cannon explicó lo grave que es quitarle la vida a un siervo de Dios:
“De los pecados que puede cometer una nación, no hay otro que el Señor venga tan rápida y terriblemente como el del derramamiento de sangre inocente, o, en otras palabras, cuando se trata de la muerte de sus siervos ungidos y autorizados. Ninguna nación que haya cometido ese delito ha podido nunca escapar de su venganza. El siempre ha enviado los rayos de su ira para destruir a aquellos que han perpetrado tal maldad. Éste es el máximo de las lecciones que se pueden cometer contra la majestad del cielo y contra la autoridad del Creador, una ofensa que el Señor no tolera que quede sin castigo, dado que sus siervos son sus representantes en la tierra.” (Millennial Star, 4 de junio de 1864, págs. 361–362; también véase Notes y comentario sobre D. y C. 101:81–95 y sobre D. y C. 136:34–36.)
Doctrina y Convenios 87:7. “El Señor de los Ejércitos”
“El vocablo ejércitos es traducción del hebreo Sabaoth. A veces, se refiere a los ejércitos de Israel y otras naciones; en otras ocasiones, se aplica a los sacerdotes que oficiaban en el Santuario, o al pueblo de Dios en general; y de vez en cuando, a las estrellas y planetas del firmamento. ‘Señor de los Ejércitos’ equivale a decir ‘soberano de todo’ y ‘omnipotente’. Y ahora debemos recordar que el Señor a quien los ángeles rinden todo poder en los cielos y en la tierra, es el Señor de los Ejércitos. El mismo lo ha dado su interpretación a esa expresión cuando dice: ‘El Creador del primer día, el principio y fin’.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 540.)
Doctrina y Convenios 87:8. ¿Qué quiso decir el Señor cuando dijo que debemos permanecer en lugares santos?
Este pasaje se dirigía a los discípulos de Cristo, y la advertencia está relacionada con su seguridad en tiempos de peligro: “Y por tanto, permaneced en lugares santos, y no seáis movidos, hasta que venga el día del Señor; porque he aquí, viene presto, dice el Señor” (D. y C. 45:32).
El presidente Lee también escribió:
“Prometió que ‘los verdaderos siervos de Dios, aquellos que cumplen con su deber, serán protegidos y preservados si están dispuestos a hacer exactamente lo que el Señor ha aconsejado: [Permaneced en lugares santos].’” (Stand Ye in Holy Places, pág. 87.)
El presidente Lee también escribió lo siguiente:
“El Señor nos ha dicho dónde están esos ‘lugares santos’: ‘Y acontecerá entre los inicuos, que todo hombre que no tome la espada contra su prójimo tendrá que huir a Sión para hallar seguridad’ (D. y C. 45:68).
¿Dónde está Sión?
‘A través de los diversos períodos o dispensaciones de la tierra, y por razones bien definidas, los profetas del Señor —sus portavoces— han designado lugares de congregación donde los santos deben reunirse. Después de designar tales lugares en nuestra dispensación, el Señor declaró:
“Hasta que llegue el día en que no haya más lugar para ellos; y entonces les señalaré otros lugares que tengo, y se llamarán estacas, para las cortinas o la fuerza de Sión” (D. y C. 101:21).
“La palabra Sión tiene varios significados.
“Puede referirse al cerro llamado Monte Sión, o, por extensión, a la tierra de Jerusalén.
“Sión recibió ese nombre de Enoc cuando se refirió a la ‘Ciudad de Santidad’ (Moisés 7:19) o ‘Ciudad de Enoc’. La tierra de Sión es una expresión que se emplea, en algunas connotaciones, para referirse al hemisferio occidental.
“Pero hay otro uso del vocablo, que es sumamente significativo mediante el cual se le llama Sión a la Iglesia de Dios, y, de acuerdo con la plática definición del Señor, comprende a ‘los puros de corazón’ (D. y C. 97:21).
“Al estudiar los mandamientos del Señor y las promesas que contienen para aquellos que los obedecen, pronto comenzamos a entender que el término moderno ‘permanecer en lugares santos’, tal como el Señor nos manda, y cómo nos preservará con su protección de acuerdo con sus propósitos santos, es fin de que podamos contarnos entre los ‘puros de corazón’ que constituyen Sión.” (Stand Ye in Holy Places, págs. 22–23.)
Las enseñanzas del presidente Lee aclaran que los “lugares santos” tienen más que ver con la forma en que vivimos que con el lugar donde vivamos. Si llevamos el tipo de vida que nos haga dignos de la compañía constante del Espíritu Santo, uno de los miembros de la Trinidad, entonces en verdad se puede decir que estamos en un lugar santo; y los santos no deben salir de ese lugar hasta el día de la venida del Señor.
El hogar es la institución más importante para enseñar a los hijos de Dios los principios que los hagan llegar a ser dignos de Sión. De ahí que se dé a los padres el siguiente consejo: “Enseñad a vuestra familia en la noche de hogar; enseñad a vuestros hijos a obedecer los mandamientos de Dios, pues en ellos radica nuestra única seguridad en estos días. Si obedecen, los poderes del Todopoderoso descenderán sobre ellos como el rocío del cielo, y el Espíritu Santo será su compañero. Esa puede ser nuestra guisa, y ese Espíritu nos guiará y nos dirigirá al Hogar Santo.” (Lee, Stand Ye in Holy Places, pág. 190; véase también el discurso de Joseph L. Wirthlin, En Conference Report, oct. de 1958, págs. 33–34.)
Un lugar santo es cualquier sitio donde el hombre goce del Espíritu y la presencia de Dios. El mandamiento del Señor de que todo miembro permanezca firme en los lugares santos y no sea alejado de allí (que no vacile ni caiga en sendas prohibidas) hasta que el Señor venga encierra el gozo de su don. El alma de aquella persona habrá estado favorecida a fin de poder permanecer el día en que el Señor venga (véase D. y C. 45:57).
Sección 88
La hoja del olivo
Antecedentes históricos
El 27 de diciembre de 1832, en Kirtland, se efectuó una conferencia entre diez sumos sacerdotes, incluyendo al Profeta, con el propósito de averiguar la voluntad del Señor concerniente al establecimiento de Sión y al deber de los élderes de la Iglesia. El motivo de su consulta parece haber surgido del deseo que tenían de saber lo que debía hacer la Iglesia “en vista de la época de crisis que se había predicho” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 640).
La conferencia duró dos días, durante los que José Smith instruyó a los otros nueve hermanos en cuanto a la forma de recibir las bendiciones de los cielos y saber la voluntad de Dios. Es evidente que el Señor estaba complacido con los deseos de aquellos hombres, y ello se ve en la introducción de la revelación (véase el vers. 2). En consecuencia, su Espíritu se derramó sobre ellos y recibieron la mayor parte de la sección 88 (vers. 1–126) en segmentos, en el transcurso de los dos días de la conferencia. El profeta José Smith recibió la parte final el 3 de enero de 1833, porción que se añadió a los primeros 126 versículos para publicarse en la edición de 1835 de Doctrina y Convenios. (“Kirtland Revelation Book”, Departamento Histórico de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City, págs. 47–48.)
Esta una carta dirigida a William W. Phelps, el Profeta designó esta revelación como “la hoja del olivo” que hemos arrancado del Árbol del Paraíso, el mensaje de paz del Señor a nosotros” (Enseñanzas, pág. 15). El nombre es apropiado, pues desde tiempo antiguo el olivo es un símbolo de paz, y la revelación contiene muchas claves para lograr la paz espiritual.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 88:2. “El Señor de los Ejércitos”
Este título se explica con detalles en la sección Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 87:7.
Doctrina y Convenios 88:3–4. ¿Quién es el “otro Consolador”?
Las promesas de estos dos versículos eran para los diez hombres que se habían congregado en aquella conferencia: José Smith (el padre), Sidney Rigdon; Orson Hyde; José Smith, hijo (el Profeta); Hyrum Smith; Samuel H. Smith; Newel K. Whitney; Frederick G. Williams; Ezra Thayer; y John Murdock. Aquellos diez hombres recibieron la promesa de otro Consolador.
El Profeta explicó lo siguiente:
“Se habla de dos consoladores. Uno es el Espíritu Santo, el mismo que se dio el día de Pentecostés y que todos los miembros reciben después de la fe, el arrepentimiento y el bautismo. Este primer consolador o Espíritu Santo no será más efectivo que el de la inteligencia pura. Tiene mayor potencia para ensanchar la mente, iluminar el entendimiento y henchir de conocimiento actual e intelectual. . . aunque el efecto visible en el cuerpo no sea tan notable. . .
El olivo, símbolo de paz. El otro Consolador de que se habla es un tema de mucho interés, y quizás muy pocos de los de esta generación lo entienden. Después que una persona tiene fe en Cristo, se arrepiente de sus pecados, se bautiza para remisión de ellos y recibe el Espíritu Santo (por la imposición de manos), que es el primer Consolador, y se dedica a humillarse delante de Dios, teniendo hambre y sed de justicia y viviendo de acuerdo con todas las palabras de Dios, el Señor le dirá en cierto modo: “Hijo, estás salvo”. Cuando el Señor lo haya probado en todas las cosas, y haya visto que aquel hombre ha sido fiel en su servicio, pase lo que pase, ese hombre verá que su vocación y elección han sido confirmadas, y entonces será suyo el privilegio del recibir el otro Consolador, del que el Señor ha prometido a los santos, según se halla descrito en el testimonio de San Juan, capítulo 14, desde el versículo 12 hasta el 27. . .
“¿Qué, pues, es este otro Consolador? No es nada más ni menos que el Señor Jesucristo mismo; y ésta es la substancia de todo el asunto; que cuando un hombre recibiere este último Consolador, tendrá la persona de Jesucristo para atenderlo o aparecerle de cuando en cuando, y aun le manifestará al Padre, y habrán morado con él, y le serán descubiertas las visiones de los cielos, y el Señor lo instruirá de cara a cara y podrá alcanzar un conocimiento perfecto de los misterios del reino de Dios; y ésta es la dignidad y posición que alcanzaron los antiguos santos cuando vieron tan gloriosas visiones: Isaías, Ezequiel, Juan en la isla de Patmos, San Pablo en los tres cielos, y todos los santos que han tenido comunión con la asamblea general y la Iglesia del Primogénito.” (Enseñanzas, págs. 177–178.)
La referencia que aparece en esta revelación respecto al “otro Consolador” (vers. 3) ha hecho que muchos piensen que este otro Consolador es el Segundo Consolador, pero el contexto claramente lo define como la promesa de vida eterna (véase el vers. 4). El élder Bruce R. McConkie dijo en relación a este pasaje:
“En una revelación dirigida a ciertos santos escogidos en esta dispensación, el Señor dijo que las misericordias de sus oraciones estaban ‘inscritas en el libro de los nombres de los santificados, a saber, los del mundo celestial’ (D. y C. 88:2), lo que es como decir que estaban entre los que habían ganado por la fe y habían sido ‘sellados por el Santo Espíritu de la promesa, que el Padre derrama sobre todos los que son justos y fieles’ (D. y C. 76:53). . .
“Estos santos, como sus hermanos elegidos antes que ellos, habían sido llamados y escogidos ‘antes de la fundación del mundo’ para que fuesen ‘santos y sin mancha delante de él’ (Efesios 1:4–7) mediante el bautismo y la obediencia, que es el único sendero que se puede seguir para santificar el alma (3 Nefi 27:19–20), siendo así dignos de que su nombre se inscriba en ‘el libro de los nombres de los santificados’. En razón de su fe y devoción, ellos ya habían obtenido el derecho de recibir el sello de aceptación divina sobre las promesas y condiciones que anteriormente habían hecho. Ya tenían la certeza ‘Promesa. . . de vida eterna’ (véase D. y C. 88:4), siendo la vida eterna la clase de vida que lleva Dios, nuestro Padre Celestial y Eterno, y estaban preparados para recibir al Segundo Consolador.” (Doctrinal New Testament Commentary, 3:338–339.)
La profunda paz que esa promesa puede traer consigo justifica, por sí sola, el título “Hoja del Olivo”.
Doctrina y Convenios 88:5. La Iglesia del Primogénito
Véase la sección Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 76:54.
Doctrina y Convenios 88:6–13. ¿Qué es la luz de Cristo?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó este punto en la forma siguiente:
“Esa Luz de Cristo no es una persona; no tiene cuerpo; no se dice que esté en alguna esfera designada; pero procede de Dios y llena la inmensidad del espacio. Es la luz mediante la cual se controlan los mundos, se crean los mundos; es la luz por la cual todos los demás cuerpos celestes; es la luz de vida a la vegetación; también aviva el entendimiento del hombre, y tiene las diversas funciones que se declaran en estos versículos.
“Es la luz que existe en todas las cosas, que da vida a todas las cosas, que es la ley por la cual se gobiernan todas las cosas, así el poder de Dios que se sienta sobre su trono, que existe en el seno de la eternidad, que está en medio de todas las cosas” (véase el vers. 13).
“Ésta es nuestra explicación, con relación al Espíritu de Cristo, o Luz de la Verdad, el cual todo hombre recibe para su guía. Si el ser humano no tuviese las bendiciones que vienen de este Espíritu, no habría nada que avivara su mente; no existiría la vegetación, ni se mantendrían los mundos en sus órbitas, puesto que, de acuerdo con esta revelación, por medio de ese Espíritu, esa Luz de Verdad, es que todo se lleva a efecto.
“El Señor ha dado a ‘cada hombre que viene al mundo’ la guía de la Luz de Verdad, o Espíritu de Jesucristo, y si una persona presta atención a ese Espíritu, Él la llevará a la verdad para que la reconozca y la acepte al escucharla. Hemos visto la demostración de esto miles de veces cuando las personas han sentido deseos de investigar lo y han hecho, a pesar de los prejuicios y tradiciones que se les habían enseñado.”
“Si ellas rehúsan venir a Él, entonces Él las llama ‘inicuos’. A mí me parece que cuando una persona dice sentirse satisfecha con su religión, y por lo tanto, no se preocupa de investigar, es evidente que no ha sabido prestar atención a la Luz de Verdad que recibe; de otro modo no se sentiría satisfecha con la religión falsa que tiene y estaría buscando la verdad.” (Doctrina de Salvación, tomo I, págs. 49–50; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 88:15. El alma del hombre
La mayoría de las personas cree que el alma es lo mismo que el espíritu del hombre, pero, como lo escribió el élder James E. Talmage: “El considerar al cuerpo como parte esencial del alma es la teología particular de los Santos de los Últimos Días. Leed en vuestros diccionarios, glosarios y enciclopedias, y veréis que en ningún otro lado, fuera de la Iglesia de Jesucristo, se enseña la verdad eterna y solemne de que el alma es el cuerpo y el espíritu juntos. En general, se enseña que el alma es el espíritu o el incorpóreo del hombre, lo que existía antes de que el cuerpo pereciera (o que ya existirá después de que éste se haya descompuesto); sin embargo, no es así: es sólo una parte del alma, es el espíritu del hombre, la forma en la cual existíamos cada uno de nosotros antes de ser investidos con un cuerpo de carne y huesos. En la palabra semejante de la revelación se ha declarado que el espíritu y el cuerpo constituyen el alma del hombre. Por lo tanto, debemos considerar la separación de estos que perdurarán en estado resucitado, como la falta de la tumba, algo que debemos conservar puro y santo” (En Conference Report, oct. de 1913, pág. 117).
Doctrina y Convenios 88:17–20. La tierra debe ser santificada
“La entera creación de Dios será celestial a través de la muerte y la resurrección (vers. 14). Y la tierra misma debe pasar por un proceso similar a fin de llegar a ser la morada de los seres celestiales (vers. 18–20)”, escribieron Smith y Sjodahl.
“La opinión de que este globo se va a ser aniquilado no tiene explicación en la Palabra de Dios. En estos versículos se revela que nuestra tierra será santificada de toda iniquidad y será preparada para la gloria celestial, a fin de que se convierta en la morada para recibir la presencia de Dios, el Padre. . . ‘No quedará como un planeta muerto, girando sin rumbo en el espacio, ni se esparcirá en forma de polvo cósmico a través del universo, sino que será glorificada, mediante la gloria celestial, y se tornará en morada de seres resucitados’ (vers. 20).” (Commentary, pág. 543.)
Doctrina y Convenios 88:21–24. Debemos sujetarnos a la ley para recibir la gloria que le corresponde
El élder James E. Talmage explicó la relación entre la obediencia y las bendiciones: “El Señor ha dicho que seremos bendecidos según las leyes que obedezcamos aquí. Hablamos de recompensas en la misma forma en que hablamos de castigos; pero las recompensas y los castigos se reciben mediante la aplicación de la ley. El Señor ha hablado ilustrando esa gran verdad haciendo referencia a lo que ya ha revelado con relación a los reinos o órdenes de gloria, o sea, que si una persona no puede o no quiere obedecer las leyes celestiales, es decir, vivir de acuerdo con los requisitos celestiales, no debe pensar que se discrimina en contra de ella cuando se le excluya del reino celestial, puesto que no puede soportar su gloria, no podría vivir allí. Si el hombre no puede o no quiere obedecer la ley terrestre, no puede esperar racionalmente tener lugar en el reino terrestre; y si no puede vivir la ley menor —la telestial—, no podrá soportar la gloria del reino telestial y será asignado a un lugar sin gloria. La coherencia y el orden del plan del Señor y las revelaciones que nos da no pueden pasar por alto” (En Conference Report, octubre de 1929, pág. 69).
Doctrina y Convenios 88:25–26. ¿En qué forma se liga la tierra a la ley celestial?
“Existe la cantidad de elementos inflamables y de calor como para consumir muchos mundos como el nuestro con sólo encender la mecha. En estos versículos no se dice que la tierra ‘soportará el poder que la vivifica’; soportará el fuego y saldrá de las llamas, vivificada y purificada como el oro que sale del fuego de la refinería, o como el hermoso vaso de arcilla al salir del horno ardiente (vers. 26). En este estado santificado será morada de seres celestiales, resucitados y ocupando los mismos cuerpos que tuvieron aquí, vivificados por la gloria celestial (vers. 28), porque las personas recibirán la gloria mediante la cual se le vivifique (vers. 29–31).
“La tierra llena la medida de su creación. De esto se infiere que todo lo que es el mal propósito de su existencia vive de acuerdo con la ley celestial. Hacer caso omiso de que la forma fue creados, utilizar el cuerpo o cualquiera de sus órganos o facultades para fines que no se tuvieron presentes cuando fueron creados, es desobedecer esa ley.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 545.)
Doctrina y Convenios 88:27–28. ¿Cuál es la diferencia entre “cuerpo natural” y el “espiritual”?
Fielding Smith explicó esta diferencia, diciendo:
“Los maestros modernos, quienes que enseñan a otros dogmas, tienen una idea falsa en cuanto a la relación a lo que significa el cuerpo espiritual; han llegado a sus conclusiones basándose en lo que Pablo declaró de que se levanta el cuerpo espiritual y que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; no perciben la idea de un cuerpo levantado de entre los muertos, compuesto de carne y huesos, y vivificado por el espíritu y no por sangre. Cuando Pablo habló del cuerpo espiritual, no se refería para nada al espíritu, y es en ese concepto que han cometido el error. Han confundido el concepto del cuerpo espiritual, o, en otras palabras, del cuerpo vivificado por el espíritu en su . . .
“Después de la resurrección de los muertos, nuestros cuerpos serán cuerpos espirituales, pero serán tangibles y purificados; no obstante, serán cuerpos de carne y huesos aunque no los vivificará la sangre, sino el espíritu que es eterno, y se tornarán inmortales y no morirán jamás.”
(En Conference Report, abril de 1917, págs. 62–63; cursiva agregada.)
Doctrina y Convenios 88:28. ¿Con qué cuerpos saldrán las personas en la resurrección?
El Profeta enseñó que en la resurrección toda persona recibirá el mismo cuerpo que tuvo en la vida, que “no hay parte fundamental de nuestro organismo humano que vaya a integrar parte de otro en este mundo ni en el venidero. . . Si hay quien suponga que cualquier porción de nuestro cuerpo que forma parte de otros, está errando” (History of the Church, 5:339; véase también Alma 11:43–45; 40:23–25; 1 Corintios 15:35–54). El cuerpo resucitará a una gloria que corresponda al nivel de la ley que obedeció. Aquél que obedece los mandamientos “recibe verdad y luz, hasta que es glorificado”.
(Véase D. y C. 93:28.)
Doctrina y Convenios 88:28. ¿Qué es un “espíritu celestial”?
El élder Bruce R. McConkie definió la relación que existe entre un cuerpo celestial y un espíritu celestial:
“Los que mediante una obediencia total a los requisitos del evangelio desarrollan cuerpos celestiales obtienen al mismo tiempo espíritus celestiales. Luego, en la resurrección, cuando ‘el mismo cuerpo que fue el cuerpo natural’ (es decir, el cuerpo renovado), el cuerpo santificado por el Espíritu, el cuerpo celestial) se recibe de nuevo, ‘aquellos que son de un espíritu celestial’ son vivificados por una gloria celestial y reciben una herencia en el reino celestial. . . (D. y C. 88:28).” (Mormon Doctrine, pág. 118.)
El élder L. Tom Perry indicó que una inclinación celestial de esa naturaleza sería observable en esta vida:
“Es indudable que debe haber una diferencia obvia entre alguien que trate de vivir de acuerdo con su condición de ciudadano del reino de Dios, y otra persona que viva de acuerdo con las normas del hombre. Cuando la persona se determina a vivir una ley superior, tiene que haber una diferencia visible, un marcado cambio en su apariencia, sus hechos, la forma en que trata a los demás y en la que sirve a su prójimo y a su Dios. Las Escrituras están llenas de relatos de cambios drásticos que ocurrieron en la vida de algunas personas, al ser éstas convertidas a la ley del Señor” (“El reino de Dios”, Liahona, ago. de 1979, pág. 17.)
Doctrina y Convenios 88:32–35. ¿Quiénes son “los que queden”?
Estos versículos se refieren a los indignos de recibir una herencia de los grados de gloria, o sea, a los hijos de perdición (véase Notas y comentario sobre D. y C. 76:26–31).
Doctrina y Convenios 88:36–37. “A todos los reinos se ha dado una ley”
“En estos versículos no se dice que todo lugar del espacio esté ocupado por algún ‘reino’, pero sí que un reino está gobernado por una ley, y que las leyes se aplican a las condiciones que prevalecen en los diferentes reinos. Las leyes son universales; la ley de la gravedad, por ejemplo; o la gran ley fundamental moral: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. . . Y. . . a tu prójimo como a ti mismo’. (Marcos 12:30–31.) Otras leyes son ilimitadas y varían según las condiciones. Llamamos reinos a los planetas y los cuerpos celestes que giran en el espacio. Dios es capaz de gobernarlos a todos porque ‘comprende todas las cosas, y todas las cosas están delante de Él’ (vers. 41); y visita todos estos reinos a su debido tiempo.” (Smith y Sjodahl, Commentary, págs. 548–549.)
Doctrina y Convenios 88:37–39. La importancia de obedecer la ley por la razón correcta
“Actuamos correctamente por varias razones”, dice el élder Robert L. Simpson. “Algunos lo hacen simplemente porque no quieren recibir un castigo por hacer lo malo. Cuando hacemos lo recto por temor a las consecuencias, creo que nuestra base es inestable. Algunos podrían decir: ‘Quiero hacer lo correcto porque siempre se me ha enseñado que eso es lo que hay que hacer’. Pero ese razonamiento está basado en lo que se escucha, en el testimonio de otros, y pienso que debemos madurar más de lo que esa opinión indica. Creo que como base permanente, debemos tener nuestro propio testimonio en lugar del consejo de otros. Hay quienes dicen: ‘Quiero hacer lo correcto sólo para complacer a mis padres’, y, aunque todos deberíamos tener el deseo de complacer a nuestros padres, esa razón no es suficiente para sostenernos durante toda la eternidad. Tal vez hayáis oído a algunas personas manifestar que hacen lo que es justo porque quieren ser obedientes a los mandamientos de Dios; ése también es un propósito elevado y noble, siempre que, naturalmente, lo adoren de esa manera por convicción personal. Pero la mejor razón en todas es la del que obedece porque el siente el deseo y el anhelo lo justo para contribuir a la gloria de nuestro Padre Celestial. Sea cual fuere la motivación que tengamos, creo que finalmente debemos reforzar con nuestro testimonio personal ese que se ha establecido sobre el cimiento del estudio y la comprensión del evangelio, el testimonio que nos lleva a una vida de obediencia y servicio y que se encuentra santificado y madurado en el concepto supremo de que vivimos de acuerdo con los principios del evangelio porque deseamos glorificar el gran nombre de nuestro Dios.” (“Cast Your Burden Upon The Lord”, New Era, enero de 1977, pág. 4.)
Doctrina y Convenios 88:40–50. Dios “comprende todas las cosas”
Charles W. Penrose, Primer Consejero en la Primera Presidencia en el apostolado de Joseph F. Smith, dijo:
“A algunas personas les es difícil entender cómo es posible que una persona, un ser con forma y substancia, que sólo ocupa un lugar dondequiera que esté, pueda escuchar las oraciones de su pueblo y pueda comprender a todos sus hijos, como David afirmó cuando dijo: ‘No hay pensamiento en mi corazón que Tú, oh Dios, no conozcas. Si ascendiera a los cielos, allí estás Tú; si bajo al infierno, allí estás Tú; si en las alas de la mañana huyo a las partes más recónditas de la tierra, Tu mano me conduce y tu mano derecha me guía”. (Compárese con Salmos 139:7–10.) Naturalmente, esas expresiones son hasta cierto punto figuradas, pero de ellas se infiere el hecho de que Dios puede ser omnipresente mediante el poder de su Espíritu que está en todas partes y que emana de su presencia a través de la inmensidad del espacio; Él puede ver y oír lo discernido todo mediante ese poder, tal como se lo dijo a Enoc y también a Moisés. Moisés, palabras que podemos leer en la Perla de Gran Precio. Moisés y Enoc fueron elevados para que pudieran contemplar, en cierta proporción, lo que Dios ve, y vieron la multiplicidad de las creaciones de Dios. Y cuando Enoc dijo que si el hombre pudiera contar la partículas de la tierra o de un millón de tierras como ésta, eso no sería el comienzo de las creaciones divinas, entonces Dios le dijo: “Y mi ojo las puede traspasar también” (véase Moisés 7:29–36). Por el poder de ese Espíritu, Él lo ve y lo penetra todo, y con su amorosa misericordia vela sobre todas sus obras” (En Conference Report, oct. de 1915, págs. 37–38).
Hay versículos en el Libro de Mormón y en Doctrina y Convenios que indican que el tiempo, tal como lo conoce el hombre, no es el mismo para Dios (véase Alma 40:8; D. y C. 38:1; 130:4–7).
Doctrina y Convenios 88:51–61. ¿Cuál es el significado de esta parábola?
Moisés vio en visión que el Salvador había creado muchos mundos como esta tierra y que estaban habitados (véase Moisés 1:27–29). Los habitantes de esos mundos son hijos de Dios y son preciosos a su vista. El Salvador preside las dispensaciones de la eternidad en sus templos y estaciones reveladas (véase Abraham 3:25–26). El presidente Joseph Fielding Smith explicó:
“El élder Orson Pratt sostuvo la opinión de que era posible que el Señor visitara a otras tierras o planetas y que el Espíritu Santo estuviera en su lugar para que nosotros pudiéramos entender lo que Él deseaba revelar, y lo corroboraba a fin de que aprendiéramos debida comprensión. . . El élder Orson Hyde: ‘Yo no entiendo esta idea de que el Señor se retire de una persona y vaya a otra; a fin de comprenderlo, volvamos a nuestro propio planeta. ¿No es nuestra esperanza que, con el tiempo, el Señor vendrá, nos visitará y se quedará con nosotros un poco, unos mil años? Y nos alegraremos con la luz del semblante de nuestro Salvador (véase el vers. 56). Él estará entre nosotros, será nuestro Rey y reinará como Rey de reyes y Señor de señores; tendrá un trono en Sión y otro en el Templo de Jerusalén, y tendrán todo el derecho los discípulos que lo acompañaron durante su ministerio terrenal; éstos comerán y beberán con Él sentados a su mesa, y todos los habitantes de este mundo que sean dignos de ser llamados Sión, o los puros de corazón, se alegrarán con la luz del semblante de su Señor durante mil años, tiempo en el que la tierra descansará. ¿Y después qué? Él se retirará. ¿Para qué? Para cumplir otros propósitos, pues tiene otros mundos o creaciones y otros hijos, tal vez tan numerosos como lo que numeren entonces en este planeta, y ellos serán visitados como nosotros y se regocijarán contemplando el semblante de su Señor. Es por eso que Él irá, en el tiempo y estación correspondiente, de reino en reino o de mundo en mundo, haciendo que los puros de corazón, la Sión que fue tomada de estas creaciones, se regocijen en su presencia.
“Pero hay otra cosa que quiero que entendáis. Esto no continuará durante toda la eternidad. Es meramente una preparación para algo superior. . . Con el tiempo, cuando cada una de estas creaciones haya cumplido el propósito y los límites establecidos, y el tiempo correspondiente a este estado temporal, ellas y sus habitantes dignos serán celestializados y glorificados al mismo tiempo. Luego, de ahí en adelante y para siempre, ha llegado que se espere a Dios de su pueblo santificado y glorificado, y Él no tendrá que apartarse de unos para visitar a los otros porque estarán todos en su presencia.” (En Journal of Discourses, 17:331–332.)
Doctrina y Convenios 88:63.–83. Un mensaje de paz
Esta revelación es, ciertamente, un mensaje de paz, una “hoja de olivo” para los Santos de los Últimos Días de parte del Salvador. En estos versículos, el Salvador da los principios del evangelio que el justo hombre debe aplicar a fin de que Él pueda aceptarlo y de que escape de los castigos de los postreros tiempos (véase D. y C. 88:84–116). El Señor vuelve a declarar estas instrucciones precisas, con algunos agregados, en los versículos 117 a 126.
Doctrina y Convenios 88:62–65. ¿Cuál es la oración adecuada?
Hablando en cuanto a lo que constituye la oración verdadera y potente, Smith y Sjodahl escribieron lo siguiente:
“Son demasiados los que invocan al Señor sólo cuando necesitan su ayuda desesperadamente; pero no es posible que entonces Él no esté cerca y que sea lento en escuchar sus ruegos (D. y C. 101:7–8). . .
“La oración es la institución más maravillosa del reino de Dios, y nadie estuvo más familiarizado con ella que el profeta José. Pero hay muchos que aún la consideran sólo un medio por el cual obtener las cosas de Dios, en la forma de los casos de carácter material. Si les es lógico, oro es correcto, entonces Él contestará su oración. Pero si no les concede lo que quieren, entonces dudan de que la oración sea efectiva, o bien empiezan a pensar que los mandamientos de Dios no son verdaderos. Es triste que haya tantos que no reconocen la profundidad de la oración; pocos perciben lo que realmente es y el poder que tiene para moldear el carácter, purificar el alma, dar sabiduría, espiritualizar el entendimiento y hacer que el hombre sea semejante a su Hacedor.
“Hay quienes se sienten satisfechos con tener una definición sencilla de la oración y aceptan que es ‘una aspiración del alma’, lo que, aunque verdadero, no es del todo cierto. No hay definición que pueda describirse como el alma que le habla a Dios y oye a Dios que le contesta. Por lo tanto, el acto más profundo y maravilloso que el hombre es capaz de efectuar, pues en ese acto el hombre se concentra todo el universo. . .
“Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre’, ésa es la oración que es aceptable para Dios. Orar en el nombre del Señor es saber que le pertenecemos, que somos aceptos por Él, y de acuerdo con la inspiración de su Espíritu. Dios escucha y concede esas oraciones si lo que se pide es conveniente para el individuo.” Hay una gran diferencia entre la petición mecánica del profeso y la solicitud leal a aquel que es amigo de la casa, el devoto Hall dice muy bien:
“Lo que Dios requiere de nosotros no es la aritmética de la oración —el número de oraciones—, ni la retórica de la oración —cuán elocuente resulta—, ni su medida —cuán larga es—, ni la música de nuestra oración —cuán dulce es la voz—, ni la lógica, ni el método, ni la ortodoxia de nuestra oración.
“Dios vela por nuestro bienestar, aun cuando no nos dé lo que le pedimos. Si oramos, y oramos bien, lo que nos es bueno nos pasará, será para nuestra condenación.” (Commentary, págs. 551–552.)
Doctrina y Convenios 88:67–68. ¿Cuál es la gran bendición que se promete a los que se santifican?
Todo integrante de la casa de Israel tiene el derecho de ver a su Rey y gozar de su presencia; ésa es una promesa específica para los que se santifican. En varios lugares de Doctrina y Convenios se da la promesa de que podremos ver a Dios (véase D. y C. 50:45–46; 67:10; 93:1); sin embargo, dado que nada impuro puede morar en la presencia de Dios, debemos santificarnos para verle y estar en su presencia.
“El significado de la palabra ‘santificación’ se explica en la siguiente frase: ‘para que vuestras mentes sean sinceras para con Dios’ (vers. 68). Al emprender la tarea de la salvación del alma, nuestro Señor sólo pensaba en la gloria del Padre. Si deseamos ser un santo, es seguir sus pasos y poder decir en todo momento, sinceramente: ‘Sea tuya la gloria para siempre’.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 552.)
Doctrina y Convenios 88:69. ¿Es malo reír?
Véase la sección Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 88:121.
Doctrina y Convenios 88:76. ¿En qué forma podemos “perseverar en la oración y el ayuno”?
“Ambas prácticas son esenciales para lograr una preparación real en el ministerio. Nuestro Señor nos enseña que hay males espirituales que nadie puede vencer, a no ser con ayudo y vida espiritual ferviente y fortalecida en la negación de sí mismos y en la comunión con Dios. Por lo tanto, es sumamente importante que los siervos de Dios ayunen y oren. Gracias a la oración y el ayuno de los siervos del Señor, Alma recobró el poder y la sabiduría de los misioneros; renueva la fuerza que habían tenido (Mosíah 27:22–23). Mediante el ayuno y la oración, los más débiles siervos y misioneros se tornan humildes, y ya más y más firmes en la fe de Cristo” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 554.)
Doctrina y Convenios 88:77–80. ¿Por qué es importante el conocimiento secular?
El élder John A. Widtsoe señaló que la “teología no es el único tema en el que los élderes deben interesarse, sino que también deben estudiar:
“Cosas tanto en el cielo” (la astronomía);
“y debajo de la tierra” (la mineralogía, la geología, etc.);
“cosas que han sido, que son” (la historia, en todos sus aspectos);
“cosas. . . que pronto han de acontecer” (las profecías);
“cosas que existen en el país. . . en el extranjero” (la política nacional e internacional);
“las guerras. . . perplejidades. . . juicios” (las señales de los tiempos por las cuales el observador puede darse cuenta de que el día del Señor está a las puertas);
“el conocimiento de los países y reinos” (la geografía física y política, los idiomas, etc.). [Las citas son de D. y C. 88:79.]
“El considerar necesarios estos estudios. Dios no requiere a sus siervos que lleguen a ser médicos, profesores ni sigan estudios en esos temas, pero espera que sepan de ellos bastante para poder magnificar sus llamamientos como embajadores suyos que son ante el mundo.” (Priesthood and Church Government, págs. 55–56.)
Los versículos 77 y 78 explican que, a medida que los santos se enseñan diligentemente los unos a los otros la doctrina del reino, recibirán más conocimiento en todo lo que tiene que ver con el reino de Dios.
Doctrina y Convenios 88:87–91. ¿Cómo se demuestran las calamidades de los últimos días?
Más o menos un año después de recibir esta revelación, los santos fueron expulsados de sus casas en el condado de Jackson, Misuri. El Señor le dijo a su Profeta que les había llegado el momento de la aflicción “por motivo de sus transgresiones” (véase D. y C. 101:1–2).
El presidente Joseph Fielding Smith explicó la razón por la que son tan severos los castigos que el Señor ha advertido de estos últimos días:
“No se la voluntad del Señor que descendieran sobre el pueblo calamidades tan severas; sin embargo, los hombres obstinaban los mandamientos de Dios y se negaban a vivir con rectitud, el Señor permite que esas calamidades se sobrevengan. . .
En nuestra propia época, el Señor ha afirmado que le causa complacencia el derramar la plenitud de su ira, a fin de que le agradea que sus hijos hagan uso de ella, y que derramará sobre ellos abundantes bendiciones tan sólo con que lo escucharan y fueran obedientes a las leyes que Él les ha dado para su guía. Mas los siervos no son rectos; no están dispuestos a vivir dentro de esa ley y recibir sus beneficios; tampoco están dispuestos a recibir las buenas cosas de la tierra que Él quisiera darles en abundancia, sino que con su estrechez mental, su falta de visión y su avaricia y su censo, piensan que saben más que Él. De modo que siguen su curso, y, como resultado, Él les retira sus bendiciones y en lugar de éstas les sobrevienen calamidad, destrucción, plagas y violencia. La culpa la tiene el hombre mismo. . .
“. . . el Señor decretó que ha de negar su Espíritu [el Espíritu de Cristo] a los habitantes de la tierra. . . Y lo hará por motivo de su iniquidad; y al retirarse ese Espíritu, les sobrevendrán estas calamidades. . .” (Doctrina de Salvación, tomo 3, págs. 26–28; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 88:91. “Desfallecerá el corazón de los hombres, porque el temor vendrá sobre todo pueblo”
En una revelación anterior, el Señor dijo: “Si estáis preparados, no temeréis” (D. y C. 38:30). Cuando el Señor haga caer sus castigos, los habitantes de la tierra no estarán preparados; el pecado predominará como en los días de Noé, y el hombre quedará sin excusa porque no habrá obedecido el llamado al arrepentimiento, a pesar de haber sido muy claro.
Sabiendo que esos castigos son justos y que no tienen excusa ni escapatoria, los habitantes de la tierra temerán en gran manera. Los ángeles tuvieron la misma advertencia y castigos, los cuales se mencionan en Doctrina y Convenios, capítulos 1 a 6.
Doctrina y Convenios 88:92–110. ¿Qué significado tiene que los ángeles hagan sonar la trompeta?
Véase la sección Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 77:12.
Doctrina y Convenios 88:92–110. La señal de la venida del Hijo del Hombre
“Inmediatamente después del testimonio de estos mensajeros [los que se mencionan en el vers. 92], aparecerá una gran señal en el cielo, la cual, como el sol, todo el mundo verá. Nuestro Señor la define como ‘la señal del Hijo del Hombre’ (Mateo 24:30). . .
“. . .cuando aparezca la señal, Dios hará saber su significado al Profeta, Vidente y Revelador que en ese momento esté a la cabeza de la Iglesia, y vendrá él a su pueblo y al mundo entero.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 560.)
En un discurso que dio en la conferencia de abril de 1843, el profeta José Smith menciona esa señal y dijo: “Habrá guerras y rumores de guerras, señales arriba en los cielos y abajo en la tierra, el sol se tornará en tinieblas y la luna en sangre, habrá terremotos en diversos lugares, los mares se saldrán de sus límites y entonces aparecerá en el cielo la gran señal del Hijo del Hombre. ‘¿Pero qué hará el mundo?’ Dirán que es un planeta o un cometa, etc. Pero el Hijo del Hombre vendrá como la señal de venida del Hijo del Hombre, que será como la luz de la mañana que aparece en el oriente” (Enseñanzas, págs. 347–348; cursiva agregada.)
Doctrina y Convenios 88:94. Se sujetará la “madre de las abominaciones” que es “la cizaña de la tierra”
El primero de los siete ángeles que harán sonar la trompeta después de la advertencia de preparar para la venida del Esposo anunciará la sujeción de “esa grande y abominable iglesia, la madre de las abominaciones”. Esta es la “iglesia del diablo”, que a menudo se le llama “la grande y abominable iglesia”, expresión que se emplea para designar grupos cuyo objetivo es apartar al hombre de Cristo y de Su evangelio e impedirle así la salvación en el reino de Dios. Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 86:1–7 trata de la caída de esta “iglesia”, que es la “cizaña de la tierra”.
Doctrina y Convenios 88:95–98. El “silencio en los cielos” precede a la gloriosa venida de Cristo y a la resurrección celestial
Después que el ángel toque la trompeta “larga y fuertemente” (vers. 94), habrá “silencio en el cielo por el espacio de media hora” (vers. 95).
“No sabemos si la media hora mencionada en este pasaje es según nuestro cálculo del tiempo —treinta minutos—, o según el cómputo del Señor. Sabemos que la palabra ‘hora’ en algunas partes de las Escrituras representa un período largo. Por ejemplo, nosotros, los Santos de los Últimos Días, vivimos en la undécima hora, esto es, en el undécimo período del tiempo; y, por lo que sabemos, ese período durante la cual se hará silencio en los cielos puede ser un tiempo bastante prolongado. El silencio aludido hace estrictamente antes de la llegada del Señor—mil años del hombre son un día para el Señor—, en ese caso, la media hora sería aproximadamente veintiún años de la tierra.]
“Durante ese período de silencio todo estará en perfecta calma; no habrá ángeles trasladándose de un lugar a otro; no sonarán las trompetas; no habrá ruido en el cielo, pero inmediatamente después de ese largo silencio, el cielo se abrirá y aparecerá la gloria del Señor como se despegan un velo. Los niños en edad escolar, que están acostumbrados a ver cómo aparece la pared, sepan cómo estos mapas se enrollan y que para mostrarlos es necesario desenrollarlos; lo mismo sucederá con este acontecimiento, que se desarrollará para que la gente pueda ver los seres celestiales que aparecerán entre las nubes. Se revelará el rostro del Señor, y los que viven en ese entonces serán vivificados y arrebatados; y los santos que estén en tumbas saldrán y serán también arrebatados junto con los que fueron vivificados y trasladados a los cielos en medio de aquellos seres celestiales que hicieran su aparición. Éstos son las primicias, es decir, las primicias en el momento de la venida del Señor.” (En Journal of Discourses, 16:332–3.)
En ese momento tendrá lugar la resurrección de los que hayan obedecido la ley celestial (véase Notas y comentario sobre el vers. 28). Los mortales que todavía vivan cuando venga el Señor y hayan obedecido dicha ley serán vivificados y arrebatados para recibirse a Él y a los que ya hayan resucitado; para ello, serán transfigurados y santificados pero no quedarán inmortales, sino que su cuerpo pasará por una preparación para morar en la tierra durante el reinado milenario del Señor, cuando “la tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca” (Artículo de Fe 10). Después de ese suceso, reinará sobre la tierra y continuarán viviendo como seres mortales.
Doctrina y Convenios 88:99. ¿Qué es “la redención de los que son de Cristo… que han recibido su parte en aquella prisión”?
Este pasaje se refiere a la resurrección de los seres terrestres. Después de la resurrección celestial, “después de que el Señor y los justos de los cielos sean arrebatados para recibirlo y hagan descendido sobre la tierra, ocurrirá otra resurrección. Ésta puede considerarse parte de la primera, aunque tendrá lugar posteriormente. En esa resurrección saldrán aquellos que serán del orden terrestre, los que no hayan sido dignos de ser arrebatados para recibirlo, pero que serán dignos de salir a gozar del reino milenario. . .
“Este otro grupo, el cual también tendrá derecho a la primera resurrección, está integrado por aquellos que no son miembros de la Iglesia del Primogénito pero que han llevado una vida honorable, aunque rehusaran aceptar la plenitud del evangelio.
“Además, entre éstos también se contarán los que murieron en la fe y, por tanto, no están bajo condenación por haber violado los mandamientos del Señor.” (Joseph Fielding Smith, Doctrina de Salvación, tomo 2, pág. 279; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 88:100–101. La resurrección de los seres telestiales
“Todos los falsos, los hipócritas y los adúlteros”, escribió el presidente Smith, “y todos los que amaron la mentira, no recibirán la resurrección en ese momento, sino que durante mil años permanecerán bajo la influencia de su grande ira de Dios hasta que paguen por sus propios pecados en el infierno, entonces se les sacará de donde estén y resucitarán (véase D. y C. 76:103–106); éstos no estarán en la tierra durante el Milenio, ‘sino que durante ese tiempo pasarán tormento, o sea, separación del alma, por causa de sus transgresiones’. . .
“Ese sufrimiento será el medio de purificación o limpieza, y mediante él se lavará de los malvados a una condición en la cual podrán, gracias a la expiación de Jesucristo, obtener la inmortalidad. Su espíritu y cuerpo se reunirán de nuevo y vivirán en el reino telestial. Pero esa resurrección no ocurrirá hasta el fin del mundo.” (Doctrina de Salvación, tomo 2, págs. 280–281; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 88:102. ¿Quiénes son los que “permanecerán sucios aún”?
Los hijos de perdición, aunque resucitarán (véase Alma 11:41; 2 Nefi 9:22; 1 Corintios 15:22), serán los últimos en recibir el cuerpo resucitado. Al igual que los de la gloria telestial, sufrirán el infierno antes de resucitar; y después de esto, serán arrojados de nuevo al infierno (véase D. y C. 76:31–39, 43–49).
Doctrina y Convenios 88:103–106. El triunfo de la obra del Señor
Desde antes de la creación de la tierra, Satanás ha entablado la guerra contra Dios y sus hijos, y ha intentado derrotar y destruir el plan de Dios a fin de usurpar el reino y la gloria que pertenecen al Señor (véase Isaías 14:12–13; D. y C. 29:36; 76:28–29; Moisés 4:1–4). Pero no tendrá éxito. Todas las criaturas de Dios, incluyendo a aquellos que han decidido seguir a Satanás, finalmente confesarán la supremacía de Dios y se sujetarán a Él. El reino de Satanás caerá, y triunfará el reino de Dios y de Cristo.
La sección Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 133:46–51 explica la frase “El Cordero de Dios ha pisado el solo el lagar” (vers. 106).
Doctrina y Convenios 88:107. Se llenarán los santos con la gloria de Dios y “serán hechos iguales con él”
Los hijos de Dios poseen la posibilidad innata de llegar a ser como sus padres. El élder Parley P. Pratt dijo:
“Toda persona que finalmente se haga perfecta —levantada de entre los muertos y vivificada con una plenitud de gloria celestial— será como ellos en todo sentido, físicamente, al igual que en intelecto, atributos o poderes.
“Puesto que el germen mismo de estos atributos divinos se ha transmitido al hombre, que es hijo de Dios, sólo se requiere cultivarlo, mejorarlo, desarrollarlo y perfeccionarlo mediante una serie de cambios progresivos, a fin de que llegue a la fuente, al máximo de la Humanidad Divina.” (Key to the Science of Theology, pág. 20.)
Doctrina y Convenios 88:108–110. Todo será revelado
Estos versículos enseñan la verdad de que, después de todo, nada se puede esconder. Dios, que dijo, “para mí todas las cosas están presentes, porque todas las conozco” (Moisés 1:6), tiene el poder de revelar todas las cosas. Aquellos que, en cualquier época del mundo, han efectuado obras en tinieblas pensando que se habían quedado cubiertos y no serían acusados de pecado verán desvanecerse esas esperanzas. Cuando las trompetas de Dios resuenen, será para anunciar la revelación de los hechos de cada una de los períodos de mil años de la historia de la tierra, como queda al descubierto en los registros celestiales. Cada dispensación de tiempo está representada por una trompeta, y cuando ésta suene, declarará el trabajo realizado y el juicio correspondiente. Los secretos del corazón humano; para algunas personas, eso será terriblemente doloroso, para otras, que han trabajado y servido con pureza, para han llevado a cabo sacrificios en obediencia y bondad y sacrificio, ése será un tiempo de gran gozo. Todos sabrán ese enorme consuelo de que Jesús es justo; y si sus siervos serán reivindicados, y todos reconocerán que el único deseo de Dios y de su pueblo es el bienestar y la felicidad de toda la humanidad.
Doctrina y Convenios 88:110. La sujeción milenaria de Satanás
Véase la sección Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 43:31.
Doctrina y Convenios 88:111–115. Conquista final de Satanás y sus seguidores
El élder Orson Pratt dijo que “habrá una gran división entre la gente” al final del Milenio, cuando comience la guerra contra Gog y Magog. “Los Santos serán muy numerosos para entonces, probablemente más que en cualquier otro momento; y se les obligará a reunirse en un lugar, tal como ahora lo hacemos desde los cuatro extremos de la tierra. . . Satanás reunirá a su ejército. . . y vendrán contra los santos y la ciudad amada, y los rodeará; su ejército será tan grande que podrá cercar a los santos por todas partes y rodear su campamento. [Véase Apocalipsis 20:7–10.] A causa de la posición favorable que tendrá en esa última y gran batalla y de la enormidad de su ejército, él no tiene duda alguna de que saldrá vencedor y subyugará la tierra y la poseerá. No creo que eternamente entiendan en su propósito los propósitos de Dios.” (En Journal of Discourses, 18:346.)
Aquellos que se unan a Satanás y sus huestes no “se revelarán en ignorancia ni caerán en la incredulidad. . . sino que pecarán voluntariamente contra la ley del cielo, y tan grande será el poder de Satanás sobre ellos, que los reunirá para atacar a los santos y a la ciudad amada, y del cielo descender fuego que los consumirá» (Orson Pratt, en Journal of Discourses, 16:322).
Doctrina y Convenios 88:117–141. “Por tanto… Organizaos”
La Escuela de los Profetas fue fundada por el Señor (véase D. y C. 86:127) fue organizada en febrero de 1833. El Profeta, los Apóstoles y otros élderes debían enseñarse “el uno al otro palabras de sabiduría… de los mejores libros… tanto por el estudio como por la fe” (vers. 118). Los que concurrieron a esa escuela “tuvieron muchas manifestaciones de la presencia del Espíritu del Señor”, incluso la del don de lenguas (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 567).
El presidente Brigham Young dijo que “los miembros de la escuela eran pocos al principio, y el Profeta comenzó a enseñarles la doctrina y a prepararlos para ir al mundo a predicar el evangelio a todos los pueblos, y a juntar a los elegidos desde los cuatro cabos de la tierra, tal como habían anunciado antiguamente los profetas. Aunque esa enseñanza preparaba a los élderes para ministrar en palabra y en doctrina, no adoptaba las enseñanzas necesarias para gobernar su vida particular ni les indicaba qué carrera debían seguir o a qué oficio debían dedicarse. El Profeta comenzó a instruirlos en cuanto a la manera de vivir, a fin de que estuvieran mejor preparados para efectuar la gran obra que se requería de ellos” (en Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 567).
En agosto de 1833, se organizó una “escuela de Sión” en Independence, Misuri, y Parley P. Pratt fue llamado como instructor (véase Notas y comentario sobre D. y C. 97:3–5). Y cuando la Iglesia se trasladó a Kirtland, Brigham Young organizó una escuela de élderes siguiendo el modelo de las que ya habían sido establecidas.
En los últimos versículos de Doctrina y Convenios 88, según explican Smith y Sjodahl, “se establecen reglas para la dirección de la Escuela de los Profetas. La cual debía establecerse para el beneficio de todos los que fueron ‘llamados al ministerio de la Iglesia’ (vers. 127). Nótese el orden y las normas que debían observarse con relación a todo lo pertinente a la escuela. Debía ser una casa de Dios y respetarse como tal” (Commentary, pág. 567). Aunque las reglas de orden y conducta que aparecen en los últimos versículos se dirigen específicamente hacia dicha escuela, muchas de ellas tienen aplicación universal.
Doctrina y Convenios 88:121. “Cesad de todas vuestras conversaciones livianas… y frivolidad”
“La risa gozosa recibe aprobación divina, y es sana y edificante. En las experiencias normales de la vida terrenal, hay ‘tiempo de llorar, y tiempo de reír’ (Eclesiastés 3:4). . .
“Los ministros de nuestro Señor reciben el mandamiento siguiente: ‘Desechad vuestros pensamientos ociosos y risa excesiva de entre vosotros’ (D. y C. 88:69). Sus intereses principales deben enfocarse en las ‘solemnidades de la eternidad’ (D. y C. 43:34), y reservar la risa para la diversión necesaria, y de vez en cuando. En el día de reposo, la risa debe ser expresamente limitada (D. y C. 59:15), y en la Escuela de los Profetas se mandaba a los élderes que, mientras adoraban a Dios y se aislaban, se abstuvieran ‘de toda risa’ (D. y C. 88:121). Esta misma abstinencia debe prevalecer en las reuniones sacramentales y en todas las asambleas solemnes.” (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 432.)
Aunque reírse en el momento propicio no es pecado, la risa debe ser discreta y controlarse. El presidente Brigham Young dijo: “A mí me gusta sentir alegría, me gusta llenarme de gozo; pero, si no puedo sentir un gozo y una alegría que tengan buen sentimiento, o en otras palabras, que estén llenos de sentido y significado, prefiero mantenerme serio.
“Entre la vida y la muerte no hay más que un paso, también entre la idolatría y la apostasía, así como entre lo sublime y lo ridículo. . .
“Nunca os entreguéis a la risa vana.” (En Journal of Discourses, 9:290.)
El presidente Joseph F. Smith advirtió en cuanto al peligro de perder el Espíritu del Señor por permitir que las pequeñas indiscreciones se conviertan en acciones inapropiadas:
“El Señor nos ha invitado a ir un pueblo sobrio, con al ado mucha risa, frivolidad y liviandad, sino que nos llama a considerar con cuidado y plenamente todo lo relativo a su reino a fin de poder estar preparados en todas las cosas para entender las verdades gloriosas del evangelio y aprestarnos para recibir las bendiciones futuras. . .
“. . . Creo que es necesario que los santos se diviertan, pero la suya debe ser una diversión apropiada. No creo que el Señor desee que mostremos caras largas y una apariencia santurrona e hipócrita, sino que espera que seamos felices y tengamos un aspecto alegre; pero El no desea ver en nosotros la conducta bulliciosa ni el interés por las cosas vanas y ligeras que divierten y entretienen al mundo. El nos ha mandado lo contrario, nos ha prometido bienestar en esta tierra y en la eternidad.” (En Conference Report, oct. de 1916, pág. 40.)
Con respecto al llamamiento sagrado que tenemos los santos de ser el pueblo del Señor y a lo importante que es para nosotros tener una perspectiva apropiada de la eternidad, el profeta José Smith dijo: “. . . las cosas de Dios son profundas, y sólo se pueden descubrir con el tiempo, la experiencia y los pensamientos cuidadosos, serios y solemnes. Tu mente no brillará por sí quieres llevar un alma a la salvación, debe elevarse a la altura del último cielo, y escudriñar y contemplar el ábismo más obscuro y la ancha expansión de la eternidad: debes tener comunión con Dios. ¡Cuánto más dignos y nobles son los pensamientos de Dios que las vanas imaginaciones del corazón humano! Nadie más que un necio jugaría con las almas de los hombres.
“¡Cuán vanos e insignificantes han sido nuestros espíritus, nuestras conferencias, nuestros concilios, nuestras reuniones, nuestras conversaciones privadas así como públicas: demasiado bajas, malas y vulgares, demasiado condescendientes para el respetable carácter de aquellos que Dios ha llamado y escogido, de acuerdo con los propósitos de su voluntad desde antes de la fundación del mundo!” (Enseñanzas, págs. 161–162.)
Además, el Profeta aconsejó a los élderes que guardaran con seriedad y rectitud ante el Señor, y desterraran de su carácter la frivolidad.
Doctrina y Convenios 88:124–26. Reglas generales de salud espiritual y física
“Todas las instrucciones de este párrafo son extraordinarias y podrían incluirse en la Palabra de Sabiduría. Se condena la holgazanería y se aconseja la pureza; se califica de erróneo el hecho de andar buscando faltas en los demás; y se establece esta regla: ‘Cesad de dormir más de lo necesario; acostaos temprano. . . levantaos temprano para que vuestros cuerpos y vuestras mentes sean vigorizados’. Esta norma sobresaliente se quebranta muy a menudo. La corriente eléctrica y las diversiones nocturnas han transformado la noche en día y han privado a la gente de horas naturales de sueño, al mismo tiempo que le quitan parte de su fuerza física y mental.
“Notemos las declaraciones finales y desinteresadas con la caridad (‘como con un manto’); no se le compara con una prenda muy pequeña sino con una cobertura amplia, pues la caridad es el vínculo de la perfección y la paz. La caridad, que significa afecto fraternal, contribuye a lograr la perfección y la paz. ‘Orad siempre’, porque la oración necesaria es ésa que queremos permanecer fieles hasta la venida del Señor.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 565.)
Sección 89
La Palabra de Sabiduría
Antecedentes históricos
El presidente Brigham Young dijo lo siguiente en cuanto a la revelación conocida como la Palabra de Sabiduría:
“Creo que estoy tan enterado como cualquier otro en la Iglesia de las circunstancias que condujeron a recibir la Palabra de Sabiduría, a pesar de no haber estado presente en el momento en que ocurrieron. La primera Escuela de los Profetas se reunía en un pequeño cuarto situado sobre la tienda de comestibles que vivía el profeta José Smith, la cual pertenecía al obispo Newel K. Whitney. . . . Los hermanos concurrían a ese lugar desde cientos de kilómetros de distancia para asistir a las clases que se llevaban a cabo en un pequeño cuarto que probablemente medía poco más de tres metros de ancho por cuatro de largo. Cuando se reunían después del desayuno en aquel cuarto, lo primero que hacían era encender la pipa; mientras fumaban, hablaban acerca de los importantes asuntos del reino, escupiendo por todo el cuarto, y tan pronto como apagaban la pipa, empezaban a mascar tabaco. A menudo, cuando José Smith entraba en el cuarto para dar instrucciones a la clase, se encontraba rodeado por una nube de humo. Un año alto a las quejas de su esposa por tener que limpiar un piso sucio, hizo que el Profeta orara sobre el asunto y le preguntara al Señor sobre la conducta de los élderes con respecto al consumo de tabaco, y como resultado de dicha consulta se recibió la revelación conocida como la Palabra de Sabiduría. Vosotros sabéis lo que es y podéis leerla a vuestro placer.” (En Journal of Discourses, 12:158.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 89:2. ¿Es la Palabra de Sabiduría un mandamiento?
Aunque la revelación de la Palabra de Sabiduría se recibió el 27 de febrero de 1833, los miembros de la Iglesia no la aceptaron inmediatamente, sino en forma gradual. El 9 de septiembre de 1851, más de dieciocho años después que el Profeta la había recibido, el Patriarca de la Iglesia, John Smith, habló a los santos sobre dicha revelación. Después de su discurso, el presidente Brigham Young se puso de pie y propuso a la congregación que todos los miembros hicieran pacto de abstenerse de té, café, tabaco, whiskey y “todas las cosas que se enumeran en la Palabra de Sabiduría” (“Minutes of the General Conference”, Millennial Star, 7 de febrero de 1852, pág. 35.) La moción fue aceptada unánimemente y desde entonces ha estado en vigencia como mandamiento para toda la Iglesia.
La dignidad de un miembro, condición de obediencia individual a los mandamientos del Señor, se determina en una entrevista personal con el obispo y el presidente de la estaca en los casos de todos los que desean una recomendación para poder efectuar las ordenanzas sagradas en el templo. La obediencia a la Palabra de Sabiduría es parte esencial de esa dignidad en los Santos de los Últimos Días, y se considera un mandamiento.
Doctrina y Convenios 89:2. ¿Por qué dice el Señor “no por mandamiento ni restricción”?
“Sin duda, la razón por la que se dio la Palabra de Sabiduría ‘no por mandamiento ni restricción’ es sin duda, la razón por la que se dio la Palabra de Sabiduría ‘no por mandamiento ni restricción’ es que, al menos en aquel momento, si se hubiera recibido como mandamiento habría impuesto bajo condenación a toda persona habituada al consumo de esos productos nocivos. De manera que el Señor fue misericordioso y les dio la oportunidad de vencer el mal hábito antes de poner a los miembros bajo el peso de la ley. Posteriormente, el presidente Brigham Young mismo anunció desde el púlpito que la Palabra de Sabiduría era una revelación y un mandamiento del Señor [véase Discourses of Brigham Young, págs. 183–184].” (Joseph F. Smith, en Conference Report, oct. de 1913, pág. 14.)
El presidente Heber J. Grant recalcó la legalidad de la Palabra de Sabiduría como mandamiento y advirtió a los que no la obedecieran que “ya pasó el día en que el Señor juzgará con los Santos de los Últimos Días. Él ha dicho que su Espíritu no contenderá siempre con el hombre”. (Gospel Standards, págs. 55–56.) Aunque el Señor otorgó un período de ajuste a los que ya eran miembros de la Iglesia al darse ese mandamiento, hoy se espera que todos los que deseen formar parte de los santos se sujeten a su ley.
Doctrina y Convenios 89:2. Por medio de la Palabra de Sabiduría, ¿en qué forma demuestra Dios su amor en cuanto a la salvación temporal del hombre?
A fin de que el Padre planeara el deber humano con los dones espirituales necesarios para asegurarse un plan eterno, el hombre debe esforzarse por ser puro, tanto mental como físicamente, de modo que reciba las promesas de salvación temporal que el Señor le ha hecho. Algunos de los beneficios mencionados se resultan de la obediencia a este mandamiento, y tienen que ver con salud, fuerza y prosperidad en la vida temporal. El presidente Brigham Young dijo: “El Espíritu de Dios no habita en tabernáculos impuros” (Journal of Discourses, 12:156); mayor fuerza para resistir las tentaciones y menos decadencia físicas tales como la pérdida de la virtud (véase Grant, Gospel Standards, pág. 55); el ahorro del dinero que se gasta en esas substancias dañinas (ibid., págs. 50–52); y un mayor dominio de las enfermedades que atacan al cuerpo humano.
Sin embargo, no debemos pensar que las bendiciones por la obediencia a este mandamiento son solamente temporales o físicas, pues no es así. El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “La salvación temporal de los hijos de los hombres es algo de suma importancia, pero lamentablemente muchos miembros de religión la han dejado de lado. La verdad es que la mayoría de las personas no llega a comprender hasta qué punto la salvación espiritual depende de la temporal. La línea divisoria entre lo temporal —o físico— y lo espiritual no se percibe claramente. El Señor ha dicho que Él nunca ha dado un mandamiento que sea temporal. Para algunos seres humanos algunos de estos mandamientos puedan parecer temporales, son espirituales para el Señor porque todos tienen importancia para el bienestar espiritual y eterno de la humanidad.” (Church History and Modern Revelation, I:383.) La obediencia a la Palabra de Sabiduría, al mandamiento de “el templo de Dios” (1 Corintios 3:16), invita al Espíritu Santo a contender junto con el hombre en la lucha de ésta contra las tentaciones del mundo.
Toda persona que estudie el evangelio debe comprender claramente que un mandamiento exige obediencia, que el resultado de la desobediencia es la pérdida del Espíritu, y que el perder la fuerza espiritual tiene consecuencias mucho más graves que la pérdida de la salud física. Tal como lo puso de relieve el presidente Stephen L. Richards, “todo mandamiento de Dios es de naturaleza espiritual. Hemos aprendido de la revelación moderna que no hay mandamientos carnales; aunque éstos tienen efecto en el cuerpo y en las cosas temporales, todos son espirituales en su esencia. La Palabra de Sabiduría es espiritual; es cierto que prohíbe el consumo de substancias dañinas y establece principios para la salud corporal, pero el mayor bien que se obtiene de su observancia es el aumento de la fe y el desarrollo de mayor fuerza espiritual y sabiduría; del mismo modo, los efectos más lamentables y perjudiciales de la infracción a esta ley son también espirituales. El daño que sufre el cuerpo puede ser comparado con el daño que se hace al alma al destruir la fe y retardar el progreso espiritual. Repito, entonces, todo mandamiento lleva inherente un principio espiritual” (en Conference Report, abr. de 1949, pág. 141).
Doctrina y Convenios 89:3. ¿A cualquier persona le es posible obedecer la Palabra de Sabiduría?
La capacidad individual para obedecer la Palabra de Sabiduría depende del deseo de la persona; todo el que quiera puede obedecerla, y al hacerlo, se recibe una bendición de fortaleza, lo cual le hace ver que su cumplimiento sea más fácil.
Doctrina y Convenios 89:4. ¿Qué evidencia hay actualmente de “maldades y designios… en el corazón de hombres conspiradores”?
“En la actualidad hay abundante evidencia de esas ‘maldades y designios’, y se puede percibir en la propaganda del tabaco, el té, el café y todas las bebidas alcohólicas. La publicidad de las bebidas embriagantes en la propaganda de cine y televisión es impresionante. Tan mala fue esta situación hace algunas décadas [en los EE. UU.], que el gobierno tuvo que tomar cartas en el asunto y el Congreso expidió leyes para controlar los problemas que habían surgido. Esas leyes, que tienen que ver con la pureza de los alimentos, han sido de gran beneficio; pero todavía hay muchos que encuentran la forma de burlar la ley.” (Smith, Church History and Modern Revelation, I:384.)
En esta revelación, el Señor nos previno contra las “maldades y designios” de “hombres conspiradores en los últimos días.” El presidente David O. McKay observó el aumento gradual de estos males en su época, dijo:
“El significado de aquella revelación me impresionó en la década de 1920 y en la de 1930. Os pido… que recordéis los métodos que empleaban ciertas compañías tabacaleras con el fin de inducir a las mujeres a fumar cigarrillos. Recordad cuán astutamente fomentaban su plan. Primero, afirmaban que usar tabaco ayudaba a adelgazar. La frasecita publicitaria que usaban era: ‘Fúmese un cigarrillo en lugar de comer un caramelo’.
“Posteriormente, los que gustamos de ir al teatro empezamos a notar que habían de aparecer a alguna las protagonistas que encendían el cigarrillo aun en el cabaret. Luego de eso, comenzaron a aparecer carteles en los que una mujer femenina encendía o tomaba un cigarrillo, y después de un año o dos ya tuvieron la audacia de mostrar en la pantalla o en los carteles de propaganda a una mujer fumando.
“Los padres se someten a ello sin protestar, y después se lamentan porque sus hijos han llegado a ser adictos al tabaco.” (En Conference Report, oct. de 1949, págs. 185–186.)
Doctrina y Convenios 89:5. ¿Cuáles son los resultados de ingerir vino y bebidas alcohólicas?
“En la tierra, y parece que particularmente en los Estados Unidos, el demonio del alcohol ha tomado el poder. Heridos con bebidas espirituosas, los hombres han perdido la razón; su prudencia se ha desmoronado, su juicio y visión han desaparecido, y se acercan a la destrucción.
“La bebida provoca la crueldad en el hogar, camina de la mano de la pobreza, tiene como compañeros a las enfermedades y epidemias, hace desaparecer la castidad y no reconoce la honestidad ni la justicia; la verdad le es totalmente desconocida, ahoga la conciencia, es el guardaespaldas del mal y todos los que la tocan sufren su maldición.
“Las bebidas alcohólicas han acarreado más pesar y miseria, han destruido más corazones, deshecho más hogares, cometido más delitos y llenado más ataúdes que todas las guerras que ha soportado el mundo.” (T. Reuben Clark, hijo, en Conference Report, oct. de 1942, pág. 8; véase también Spencer W. Kimball, El Milagro de Perdón, págs. 53–55.)
Doctrina y Convenios 89:6. ¿Qué clase de vino se usaba antiguamente en la Santa Cena?
El Señor les dijo a los santos que no debían “comprar vino, ni bebidas alcohólicas” para la Santa Cena, y que “no beberéis de ninguno, a menos que sea hecho por vosotros” (D. y C. 27:3–4). Smith y Sjodahl explicaron este pasaje en la forma siguiente:
“El empleo de ‘vino puro’ en la Santa Cena se permite. ¿Pero qué es ‘vino puro sin mezcla’? El jugo de la uva antes de haberse cambiado mediante el proceso de fermentación. En la Biblia aparece con frecuencia el uso de ‘vino nuevo’ o ‘vino sin fermentar’. Nuestra versión inglesa más usada traduce el término hebreo tirosh como ‘vino nuevo’. Hay el jugo puro de la uva, y una especie de jarabe de uva, que era muy espeso, necesario hervirlo con agua antes de que se pudiera beber (Proverbios 9:2, 5). También hacía un vino fuerte y embriagador por el agregado de substancias como mirra, la mandrágora y algunos opiáceos. … Del vino puro… la Sabiduría invita a sus amigos a beber con el proverbio (Prov. 9:2, 5). También había un vino ‘refinado’ o ‘purificado’, que era una especie de jarabe o jalea que se preparaba con el jugo de vino (Isaías 25:6). El vino puro o purificado no embriagaba, sino que era bebida totalmente inofensiva.” (Commentary, pág. 562.)
Muchos eruditos de la Biblia respaldan este punto de vista, indicando que el jugo era espeso, al punto de que, al añadirle miel, no se dejaba fermentar, o se fermentaba apenas, y se le llamaba “vino mezclado” cuando se le agregaba agua. Como vino mezclado era agradable al paladar y se bebía comúnmente; ese era también el tipo de vino que se empleaba en la Santa Cena. (Véase Smith, Dictionary of the Bible, págs. 746–747; véase también Keil y Delitzsch, Commentary, tomo 5, Salmos, “Salmos 75:10, 11”, pág. 341; como 6, Proverbios, Eclesiastés, Proverbios, pág. 198; y “Proverbios Salomón”, pág. 122.)
Hay expertos que sostienen que el vocablo hebreo que se utiliza en la descripción del vino se refiere al proceso de fermentación, pues se traduce como “turbiedad” o “hervor”; sin embargo, esta condición es característica del aspecto del jugo de uvas cuando forma espuma en la cuba al salir del lagar; la antigua manera de preparar el vino, haciendo que las personas destrozasen la uva en el lagar y produjesen las burbujas en el jugo, indica que la apariencia turbia se debería más a la forma de producción que a la fermentación. (Fallows, Bible Encyclopedia, véase bajo “wine”.)
Doctrina y Convenios 89:7. Las bebidas fuertes son para el lavamiento del cuerpo
El alcohol es un medicamento de gran valor como agente purificador para heridas y abrasiones. Por lo tanto, si se emplea para limpiar una parte lastimada del cuerpo, se cumple uno de los propósitos por los cuales esta substancia existe.
Doctrina y Convenios 89:8. El tabaco no es para el cuerpo
Hace mucho tiempo, un médico Santo de los Últimos Días señaló los efectos fisiológicos del tabaco en el organismo humano:
“Una y otra vez la ciencia médica ha aportado pruebas de la naturaleza dañina del cigarrillo, tanto desde el punto de vista físico como psíquico.
Además de las evidencias recién descubiertas de que existe una relación entre el consumo del tabaco y el cáncer del pulmón, hay también algunas razones dignas de mención respecto al cigarrillo. E. A. Murphy y J. F. Mustard describen que los fumadores crónicos están en peores condiciones para soportar los efectos de la radiación que los que no fuman, y que el hecho de fumar daña la función de la médula, centro de producción de sangre del organismo. A. J. Schaffner señala que hay un índice mayor de nacimientos prematuros en los casos de mujeres embarazadas que fuman que entre las que no lo hacen, y que el índice de mortalidad es también mayor entre los hijos de las fumadoras. Y, según informes científicos, hay evidencias de una tendencia a ser más constates y dignos de confianza y de tener mejores ingresos y matrimonios más estables los que fuman menos.
“Y así se van amontonando las evidencias. Poco a poco… se acumulan las pruebas que respaldan, desde un punto de vista puramente científico, la palabra del Señor cuando dijo que ‘el tabaco no es para el cuerpo’. Inanición, fatiga y neurastenia nerviosa causan convulsiones graves. El hábito de fumar hace que el organismo del hombre funcione como si estuviera a una altitud de 10,000 pies. Se sabe lo que realmente está, en razón del escape físico, quita al oxígeno de su sangre.” (W. Dean Belnap, “Tobacco and the Spirit of Man”, Instructor, dic. de 1966, pág. 464.)
Aunque los peligros físicos causados por el tabaco son grandes, lo que es realmente serio es el efecto espiritual, especialmente en los miembros de la Iglesia que conocemos la ley. “A juicio mío” —dijo el élder George Albert Smith— “el consumo de tabaco, aunque sin importancia según el criterio de algunos, ha sido el medio de destrucción de su vida espiritual, el medio de apartar de ellos al Espíritu de nuestro Padre, impidiéndoles relacionarse con buenas personas y acarreando sobre ellos el reproche y la falta de respeto de sus hijos. Sin embargo, el diablo le dice al hombre: ‘Ah, no es más que una insignificancia’.” (En Conference Report, abril de 1918, pág. 40.)
Doctrina y Convenios 89:8. “El tabaco… es una hierba para magulladuras y para todo ganado enfermo”
El tabaco, como el alcohol, posee ciertas cualidades medicinales útiles para tratar animales enfermos. Cuando se aplica en la forma debida, una cataplasma de tabaco puede ser eficaz para sanar cortes y magulladuras en el ganado. Ambas substancias tienen su razón de ser si se les da el uso que el Señor les adjudicó.
Doctrina y Convenios 89:9. ¿Qué significa la expresión “bebidas calientes”?
Algunas de las primeras autoridades de la Iglesia explicaron lo que se quiso indicar con esta frase. Hyrum Smith, hermano del Profeta, escribió: “Y además, ‘las bebidas calientes no son para el cuerpo ni para el vientre’. Hay muchos que se preguntan qué significa esto y si se referirá o no al té o al café. Yo afirmo que se refiere al té y al café.” (The Word of Wisdom, Times and Seasons, 1° de junio de 1842, pág. 800.)
Y cuando se le preguntó al Profeta mismo, él dijo: “Entiendo que algunas personas se justifican por utilizar té y café ya que el Señor sólo dijo ‘bebidas calientes’ en la revelación de la Palabra de Sabiduría. Pero al decir ‘bebidas calientes’, lo que quiso decir el Señor fue té y café.” (Wilford Woodruff Journal, Word of Wisdom, págs. 85–86.)
Doctrina y Convenios 89:9. ¿Prohíbe la Palabra de Sabiduría el consumo de los refrescos llamados comúnmente “bebidas cola”?
¿Qué podemos decir respecto a las bebidas refrescantes que contienen drogas o cafeína que da hábito, como las colas, por ejemplo? Aunque estas bebidas refrescantes no se mencionan específicamente en la Palabra de Sabiduría, una declaración oficial emitida por los dirigentes de la Iglesia dice: “Con relación a las llamadas ‘bebidas de cola’, la Iglesia nunca declaró oficialmente que fuesen contrarias a la Palabra de Sabiduría. La gente que aconseja el no tomarlas lo hace porque contienen cafeína y estimulan el sistema nervioso, y porque su consumo puede conducir a la formación de un hábito. La posición de la Iglesia es la de que todas las substancias que crean adicción deben evitarse.” (Priesthood Bulletin, feb. de 1972, pág. 4.)
Doctrina y Convenios 89:10–11. ¿Por qué no es más explícita la Palabra de Sabiduría?
El Señor no ha dado una revelación prohibiendo el consumo de drogas dañinas tales como la cocaína, el LSD (ácido), el hachís, la marihuana y otras similares, según el presidente Joseph Fielding Smith, porque “tal revelación es innecesaria. La Palabra de Sabiduría es una ley básica que nos indica el camino y nos da amplia instrucción con relación a alimentos y bebidas, tanto a los que son buenos para el cuerpo como a los que son malos. Si seguimos sinceramente lo que está escrito, y lo hacemos con la ayuda del Espíritu del Señor, no necesitamos más consejo. . .
“Se nos promete que por observar los mandamientos obtendremos inspiración y la guía del Espíritu del Señor, a través de lo cual sabremos qué es bueno y qué es malo para el cuerpo, sin que el Señor nos presente para cada protección una lista detallada que nos indique qué es dañino y qué es beneficioso. Por observar estos mandamientos fielmente, aprendemos que las promesas del Señor se cumplen.” (Improvement Era, feb. de 1956, págs. 78–79.)
Doctrina y Convenios 89:10. Las hierbas saludables se han dispuesto para el uso del hombre
En este versículo, el vocablo hierba se refiere a plantas que son saludables y nutritivas para el hombre. Así como los versículos 5 a 9 de esta sección contienen advertencias contra lo que no es bueno para el hombre, los versículos 10 a 17 indican algunos de los alimentos que debemos utilizar para mantener la salud. Todo eso “Dios ha dispuesto… para la constitución, naturaleza y uso del hombre”.
Doctrina y Convenios 89:11. ¿Qué quiere decir la frase “en su sazón”?
“Hay quienes se han confundido con el sentido de esta expresión y sostienen que los cereales y frutas deben comerse sólo durante la estación en que se producen y una vez que han madurado. Esta no es la intención del consejo, sino que lo que se quiere expresar es que, sea cual sea el momento del año, si los frutos no están en condiciones, no debemos comerlos. La manzana que se encuentra en el suelo, al pie del árbol y en estado de descomposición, no está ‘en su sazón’, mientras que la buena fruta está en el árbol lista para que la arranquen.” (Smith, Church History and Modern Revelation, I:385.)
El élder John A. Widtsoe dio esta explicación: “La frase ‘en su sazón’, refiriéndose a frutas y verduras, ha causado mucha controversia. Sencillamente, indica el valor de los alimentos frescos tal como lo demuestra la ciencia moderna, pero no prohíbe el consumo de estos productos fuera de estación, siempre que se les conserve mediante métodos correctos.” (Evidences and Reconciliations, 3:157.)
Con la bendición de los descubrimientos modernos para preservar la calidad de los alimentos, es posible consumir casi todos “en su sazón” durante todo el año.
Doctrina y Convenios 89:11. ¿Por qué deben consumirse las frutas con moderación?
No es necesario que se nos mande en todas las cosas. Con las pautas que el Señor ha establecido en esta revelación, no debemos tener dificultad alguna para determinar con prudencia nuestros propios hábitos alimenticios, en la cantidad de consumos como en la calidad.
“En otra revelación (D. y C. 59:20) se nos dice que deben utilizarse ‘no en exceso, ni por extorsión’. El problema que tienen la mayoría de los seres humanos es comer demasiado hacia serios males y desobediencias del Señor. Habría menos enfermedades y la humanidad viviría más tiempo si todos escucháramos Su consejo respecto al consumo de alimentos saludables.” (Smith, Church History and Modern Revelation, I:385.)
Doctrina y Convenios 89:12. Debemos tener prudencia en el consumo de la carne
“La Palabra de Sabiduría no es un régimen vegetariano; por lo que dice, es bien claro que se permite el uso de la carne. Naturalmente, en eso se incluyen otros productos de origen animal menos sujetos a la corrupción de la carne misma, como por ejemplo, los huevos y la leche y sus derivados; no podemos excluir éstos de la alimentación pues tampoco se los menciona directamente; si empleáramos ese criterio, no podríamos comer la mayoría de los alimentos.” (Widtsoe, Evidences and Reconciliations, 3:156–157.)
Doctrina y Convenios 89:13. “En tiempos de invierno, o de frío, o de hambre”
Este versículo ha llevado a algunas personas a preguntar si en verano se puede consumir carne. La carne es un alimento pesado que provee energía, la cual se necesita menos en la época de calor que en el …invierno. Cuando se recibió la revelación de la Palabra de Sabiduría, los métodos de conservación de carne eran todavía primitivos, y cuando ésta se echa a perder, puede incluso causar la muerte; la posibilidad de que eso suceda es menor en el invierno, especialmente si hace frío; además, por los métodos modernos de refrigeración, la carne se puede enfriar e incluso congelar, y se puede conservar así en buen estado en cualquier estación del año. La palabra clave con relación a su consumo es “limitadamente” (vers. 12).
Doctrina y Convenios 89:14–17. “Se ha dispuesto todo grano para el uso del hombre y de las bestias”
Los granos se producen en muchas formas y variedades, siendo los más comunes el trigo, el arroz y el maíz; también son muy conocidos la cebada, el mijo, el sorgo, la avena y el centeno.
En casi todo el mundo, el hombre es el principal consumidor de cereales, pero éstos se emplean además como alimento para el ganado, y son buenos para el consumo del hombre y de los animales.
Doctrina y Convenios 89:18–21. ¿Por qué tiene tanta importancia la obediencia a la Palabra de Sabiduría?
El versículo 3 de esta sección de Doctrina y Convenios establece que la revelación se dio “como un principio con promesa”. El principio es la obediencia, es decir, guardar (respetar, preservar y atesorar) y hacer estas cosas (ponerlas en práctica).
El propósito de la promesa es espiritual más bien que físico. Las bendiciones prometidas de salud física no son sino un medio para lograr mayores bendiciones espirituales (véase D. y C. 76:5–10). La obediencia a la ley de Dios es la condición sobre la que todas las bendiciones se basan (véase D. y C. 130:20–21). Solamente los malvados o “hombres conspiradores” tratarían de influir sobre los miembros para que desobedecieran la Palabra de Sabiduría y sufran la pérdida de las promesas de Dios a los fieles.
El élder John A. Widtsoe señaló las bendiciones prometidas en la forma siguiente: “La recompensa por obedecer la Palabra de Sabiduría tiene cuatro aspectos:
- Se desarrolla el autocontrol; esto se da a entender en el versículo 3 de la revelación que declara que está ‘adaptada a la capacidad del débil y del más débil de todos los santos, que son o que pueden ser llamados santos’.
- Se obtiene fortaleza física, incluso la resistencia a las enfermedades, como resultado de una vida prudente.
- La claridad mental es el don de los que mantienen su cuerpo en forma saludable.
- La fortaleza espiritual es un atributo que reciben los que conquistan sus apetitos, viven rectamente y ponen su mira en Dios” (Program of the Church, págs. 39–40).
Doctrina y Convenios 89:18. “Rindiendo obediencia a los mandamientos”
El élder Ezra Taft Benson, uno de los miembros del Quórum de los Doce en la época de la presidencia de Brigham Young, amplió la interpretación doctrinal de la Palabra de Sabiduría al expresar:
“Cuando acabamos de recibir la revelación sobre la Palabra de Sabiduría, muchos pensaban que sólo se refería al no tomar té o café; pero no se trata solamente de privarnos del té, el café o el alcohol y el whiskey, sino de todo otro mal que pueda contaminar a nuestra gente. La Palabra de Sabiduría indica evitar el adulterio, cesar de toda forma de excesos y de toda clase de iniquidad y abominación de las que son comunes en esta generación; quiere decir, hablando concretamente, obedecer los mandamientos de Dios y vivir de acuerdo con toda palabra que salga de Su boca” (en Journal of Discourses, 2:358).
Doctrina y Convenios 89:19. “Sabiduría… y tesoros de conocimiento”
Muchos descubrimientos e invenciones se pueden atribuir a la nueva luz y conocimiento que se han derramado sobre el hombre desde la restauración del evangelio mediante el profeta José Smith. Pero hay una clase de conocimiento mucho más importante que también interesa a los Santos de los Últimos Días. El élder LeGrand Richards hizo esta pregunta:
“¿Hay algún tesoro de conocimiento que debamos buscar en este mundo y que sea más deseable que saber que Dios vive, que Jesús es el Cristo, que su reino ha sido establecido otra vez en la tierra, que Dios ha prometido una recompensa por cada uno de los mandamientos que nos ha dado, que ha creado esta tierra para que podamos demostrar que le amamos haciendo las cosas, no sólo algunas, sino todas las que el Señor Jesús nos ha mandado” (En Conference Report, abr. de 1961, pág. 46.)
El presidente George Albert Smith señaló el cumplimiento literal de la promesa de que recibiríamos grandes tesoros de conocimiento:
“… En Improvement Era de febrero de 1944, se publicó una gráfica mostrando la posición relativa de todos los Estados Unidos en cuanto al número de científicos nacidos en esos estados en proporción a la población de los mismos. Aunque parezca extraño, si comenzáis por la esquina inferior de la gráfica, siguiendo estado por estado hasta llegar al de Massachusetts, que está inmediatamente arriba, y que ocupa el lugar más alto dentro de la gráfica, notaréis que no habéis pasado por el punto en que está el estado de Utah; tendréis que seguir la línea un veinte por ciento más arriba de la gráfica para encontrar a Utah, el estado que, en proporción a su población, ha producido más científicos nacidos dentro de sus límites geográficos que cualquier otro de los Estados Unidos. Eso no es mera casualidad, sino el cumplimiento de una promesa de Dios como resultado de la observancia de sus mandamientos” (en Conference Report, oct. de 1945, págs. 21–22).
Doctrina y Convenios 89:21. “Y yo, el Señor, les prometo…”
El presidente J. Reuben Clark, hijo, explicó el significado de esta promesa:
“Aquí no dice en ninguna manera significa que obedecer la Palabra de Sabiduría les aseguramos contra la muerte, pues la muerte es, en el plan eterno, semejante al nacimiento. Ese es el decreto eterno. [Véase 1 Corintios 15:22; 2 Nefi 9:6.] Lo que significa es que el ángel destructor, el que vendría a castigar a los impíos por sus pecados tal como afligió en la antigüedad a los egipcios corruptos [Éx. 12:23, 29], pasará y no tocará a los santos que estén ‘rindiendo obediencia a los mandamientos’ y que se acuerden de guardar y hacer estas cosas’. Esas promesas significan que todos los que sean dignos de ellas vivirán la totalidad de las experiencias y tendrán la plenitud del conocimiento que necesitan en esta vida, a fin de progresar hasta la más alta exaltación en la eternidad; y vivirán hasta que su obra esté terminada y, como recompensa, Dios los llame de regreso a su hogar eterno” (en Conference Report, oct. de 1940, págs. 17–18).
La bendición mayor que se recibe por obedecer la Palabra de Sabiduría es que hace que la persona se mantenga pura ante el Señor (véase D. y C. 38:42), para que pueda entrar con este cuerpo en las gloriosas bendiciones de los santos de modo como en la vida venidera.
Sección 90
Los oráculos de Dios
Antecedentes históricos
Aproximadamente una semana después que el profeta José Smith recibió la revelación conocida como la Palabra de Sabiduría, el Señor volvió a comunicarse con él revelando lo que se conoce ahora como la sección 90 de Doctrina y Convenios. No se ha explicado la razón por la que se recibió esta revelación. El presidente Joseph Fielding Smith indicó que contiene “información de suma importancia y puede haberse recibido en razón de las oraciones de los hermanos, tal como lo dice este mensaje divino. Comienza afirmando que se le perdonan los pecados al Profeta, conforme a la petición por él elevada, pues ‘tus oraciones y las oraciones de tus hermanos han llegado a mis oídos’.” (Church History and Modern Revelation, 1:387.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 90:1–5. ¿Qué son las “llaves del reino”?
Durante su ministerio terrenal, Jesús confirió a Pedro, Santiago y Juan “las llaves del reino” (D. y C. 90:2–3), y al hacerlo les dijo que esas llaves “comprenden el poder de atar y desatar en la tierra y en los cielos” (véase Mateo 16:18–19).
Los Santos de los Últimos Días hacen con Dios convenios que son válidos por esta vida y por toda la eternidad. El sacerdocio es la autoridad para sellar esos convenios con justicia y darles validez para toda la eternidad. El casamiento eterno, el bautismo, el acto de conferir el Espíritu Santo, los convenios del templo, todas esas ordenanzas dependen de esa autoridad divina que el hombre tiene con el nombre de sacerdocio (véase también Notas y comentario sobre D. y C. 81:2).
Doctrina y Convenios 90:4–5. ¿Qué son los oráculos de Dios?
Un oráculo es una revelación o la persona por medio de quien ésta se ha dado, y “recibir los oráculos de Dios” significa obtener los poderes de revelación y aceptar a los profetas que revelan la voluntad del Señor. Solamente el Presidente de la Iglesia posee el poder de recibir revelación, o sea, oráculos, para toda la Iglesia. El Señor le enseñó este principio a Oliver Cowdery al comienzo de esta dispensación, cuando le dijo: “Nadie será nombrado para recibir mandamientos y revelaciones en esta Iglesia sino mi siervo José Smith, hijo, porque le he dado mi poder como a Moisés” (D. y C. 28:2). Los que han sucedido en el oficio profético han recibido, cada uno en su debido tiempo, el poder de usar las llaves del reino y dirigir la Iglesia por revelación de acuerdo con las necesidades del momento.
El presidente Joseph Fielding Smith escribió: “Al decir que mediante José Smith se darían los oráculos a la Iglesia, la palabra del Señor se cumplió cuando por mandamiento divino el Profeta, en Nauvoo, reunió a los Apóstoles unos días antes de morir y les dijo que el Señor le había indicado conferirles todas las llaves y autoridades que se le habían conferido a él, de manera que la responsabilidad por la obra pasara de sus hombros a los de ellos. Luego les confirió ese poder divino de gobierno, poder que no podía ejercer ninguno de los Doce en tanto que él viviera. Al morir el Profeta, el deber de dirigir y poner orden y de tener las llaves de autoridad en el sacerdocio y en la Iglesia legítimamente le correspondían al presidente Brigham Young, y mediante la autoridad de la ordenación que había recibido de José Smith y el siendo sostenido por sus hermanos y por la Iglesia, él fue investido con el poder supremo” (Church History and Modern Revelation, 1:388–389).
Doctrina y Convenios 90:6–7. ¿En qué sentido se considera a los consejeros en la Primera Presidencia iguales al Presidente de la Iglesia?
En estos versículos, el Señor autorizó a Sidney Rigdon y a Frederick G. Williams a poseer las llaves del sacerdocio conjuntamente con José Smith, y los dos fueron apartados poco después, tal como el Señor había especificado. El Profeta escribió lo siguiente: “El élder Rigdon expresó el deseo de que él y el hermano Frederick G. Williams fuesen ordenados a los oficios a los que se les había llamado, especialmente el de Presidentes del Sumo Sacerdocio, siendo iguales al hermano José Smith, hijo, en la posesión de las llaves del reino, según la revelación recibida el 8 de marzo de 1833. En consecuencia, puse las manos sobre los hermanos Rigdon y Williams y los ordené para tener conmigo las llaves de la última dispensación y conjuntamente cooperar en la Presidencia del Sumo Sacerdocio, como consejeros míos” (History of the Church, 1:334).
Los consejeros pueden hacer todo lo que el oficial que los preside los dirija a hacer, tal como si el presidente mismo actuara. Sin embargo, no tienen el poder de actuar por su cuenta, independientemente del Presidente. Tanto Sidney Rigdon como Frederick G. Williams recibieron su ordenación de parte de José Smith, quien tenía las llaves; dado que ambos hombres recibieron su autoridad del Profeta, es lógico suponer que no eran iguales a él en un sentido estrictamente literal. El élder John A. Widtsoe observó que “se mantiene la preeminencia del Presidente de la Iglesia… Los consejeros no poseen el poder del Presidente y no pueden actuar en asuntos de la Iglesia sin la dirección y el consentimiento del Presidente.
“Todo esto está claramente definido en la posición de autoridad del Presidente de la Iglesia” (Joseph Smith, pág. 303).
Doctrina y Convenios 90:8–9. El orden de la prédica del evangelio en los últimos días es: primero a los gentiles y luego a los judíos
“El evangelio fue… llevado primero a los judíos en la dispensación del meridiano de los tiempos, y cuando los judíos lo rechazaron, se llevó a los gentiles. [Véanse Hechos 11:18; 13:46.] El Señor prometió que los primeros serían los últimos y que los últimos serían los primeros en la dispensación final. Por lo tanto, en esta dispensación el evangelio se reveló y declaró primero a los gentiles y después les llevará a los judíos.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:390.)
Doctrina y Convenios 90:10–11. “Todo hombre oirá la plenitud del evangelio en su propia lengua”
Hoy día muchos misioneros aprenden una segunda lengua antes de poder ser buenos maestros del evangelio, pues el Señor ha dicho que todo hombre oirá el evangelio “en su propia lengua… por conducto de los que son ordenados” (vers. 11). Uno de los grandes milagros de estos postreros tiempos es que, en un período muy breve de tiempo, esos mismos que aprenden una nueva lengua en el punto donde hablarlo para enseñar el evangelio, y que les entiendan.
El presidente Joseph Fielding Smith dijo en cuanto a este fenómeno tan notable: “A fin de que el evangelio pueda declararse entre las naciones, familias y lenguas de la tierra, el Señor mandó a los élderes que estudiaran los idiomas y se familiarizaran con todo libro bueno con el objeto de estar preparados para llevar el mensaje de tal manera que la gente pueda recibirlo en su propia lengua. Esta fue una gran oportunidad que se presentó en la Escuela de los Profetas. Es notable observar que los élderes de la Iglesia que van a países extranjeros han recibido el don de lenguas mediante el cual han aprendido a hablar los idiomas de esos países en un corto período. Y no sólo eso, sino que se han registrado muchos casos en los que las conversaciones o prédicas de los misioneros en su lengua de origen fueron comprendidas por otros que desconocían ese idioma. Estos casos son iguales al don de lenguas que se manifestó en el día de Pentecostés, cuando Pedro y los Apóstoles, poniéndose de pie, hablaron a la gente de muchas naciones que se había congregado en Jerusalén para la celebración de la mencionada festividad. Los élderes de todas partes de la Iglesia que han trabajado en países extranjeros y que han sido diligentes dejándose guiar por el Espíritu del Señor en sus labores pueden testificar que mediante la ayuda del Espíritu pudieron hablar en la lengua de la gente entre la que trabajaron, llegando a niveles que sobrepasaban los límites de su habilidad natural” (Church History and Modern Revelation, 1:390).
En años recientes, se ha comenzado a vislumbrar el cumplimiento más directo de esta profecía. Durante generaciones, prácticamente todos los misioneros que salían para enseñar a los pueblos de la tierra eran de los Estados Unidos. Y, aunque aprendían el idioma y enseñaban a la gente en su propia lengua, no era lo mismo que si fuesen oriundos de esos países. Hoy día, hay cientos de misioneros de muchos países llamados a obrar entre su propio pueblo y enseñarles en su idioma natal. Como ellos proceden del mismo modelo cultural y tienen las mismas tradiciones que el pueblo al cual enseñan, son más eficientes en enseñar el evangelio a todo hombre “en su propia lengua” (D. y C. 90:11).
Doctrina y Convenios 90:12–18. Consejo a la Primera Presidencia
Estos versículos, dirigidos a la Primera Presidencia, asignan importantes tareas al quórum que preside la Iglesia:
- Continuar en la obra del ministerio y la presidencia (véase el vers. 12).
- Acabar la obra emprendida por José Smith en la traducción de las Escrituras (véase el vers. 13).
- Presidir en la Escuela de los Profetas (véase el vers. 13).
- Recibir las revelaciones y aclararlas (véase el vers. 14).
- Leer, estudiar y aprender idiomas (véase el vers. 15).
- Presidir en consejo y poner en orden los asuntos de la Iglesia (véase el vers. 16).
- Aprender de orgullo y del pecado (véase el vers. 17).
- Poner cada uno su casa en orden (véase el vers. 18).
Se espera que los líderes de la Iglesia se ocupen de muchas responsabilidades, entre las que los asuntos personales y de familia ocupan un lugar de importancia.
Doctrina y Convenios 90:17. “Sed amonestados en toda vuestra altivez y orgullo”
Aunque este consejo es de valor para todos los miembros de la Iglesia, tiene un significado especial por el hecho de que Sidney Rigdon y Frederick G. Williams, después de haber puesto en tela de juicio al Profeta, apostataron y dejaron la Iglesia por causa del orgullo y la altivez.
Doctrina y Convenios 90:25–27. ¿Deben los santos tener familias “pequeñas”?
“El Señor advierte a sus siervos, particularmente al padre del Profeta, que deben tener familias pequeñas a fin de que lo que la Iglesia provea para ellos no lo utilizaran los que eran indignos (vers. 25), que tenían inclinación a aprovecharse de la situación. Al aconsejarlos que sus familias fueran pequeñas, el Señor no se refería a la cantidad de hijos, sino al número de visitantes y parásitos sociales que tenían la tendencia a sacar ventaja de la hospitalidad y del buen corazón de los hermanos; a esto se les dijo que, si eran prudentes con respecto a ese problema, no se verían retrasados en sus esfuerzos por efectuar la obra del Señor.” (Sperry, Compendium, pág. 462.)
Doctrina y Convenios 90:28–31. Instrucciones dirigidas a Viena Jaques
“Viena Jaques, una mujer que había sido muy servicial para con el Profeta, atendiendo a él en sus necesidades y ayudando a los élderes, tenía en ese momento necesidad de que la ayudaran —lo cual se indicó por vía de revelación— con finanzas para que pudiera reunirse con los demás santos de Sión.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:391.)
“El 30 de abril de 1833, se efectuó en el templo de Kirtland una conferencia de sumos sacerdotes, en que se dieron los pasos para obtener dinero con el fin de pagar el alquiler de la casa de imprenta y para efectuar reuniones en los meses anteriores. Se nombró a John P. Green para ocupar ese lugar a la Iglesia en el estado de Connecticut; también se resolvió que la hermana Viena Jaques no saliera en seguida para Sión, sino que esperara hasta que William Hobart y otros estuvieran listos para partir, dado que ellos le brindarían seguridad en el viaje.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:403–404.)
Doctrina y Convenios 90:32–35. José Smith presidiría en Sión con el “propio y debido tiempo” del Señor
“La Primera Presidencia… debía comandar a los santos en Sión que su jurisdicción (de la Primera Presidencia) se extendiera por el condado de Jackson y en el Oeste al igual que en Kirtland y el Este (vers. 32). En esa forma, la Primera Presidencia sería el medio de preservar la unidad en la Iglesia.
“Después de la desaparición de los Apóstoles, la Iglesia establecida por Cristo se desintegró y se dividió en muchos grupos, cada uno con su propio dirigente, y, finalmente, se produjo el gran cisma entre la Iglesia romana y la griega, y el obispo de Roma y el patriarca de Constantinopla reclamaron ambos la autoridad suprema. En la misma forma, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días pudo haberse dividido en un grupo occidental y otro oriental, con varios grupos más pequeños entre ambas divisiones, de no haber mediado la revelación que instituyó a la Primera Presidencia que es el lazo y símbolo de unidad de la Iglesia y el eslabón mediante el cual se mantiene esa unidad.” (Smith y Sjodahl, Commentary, págs. 582–583.)
Doctrina y Convenios 90:34–37. Se previene a Sión
Smith y Sjodahl hacen notar lo siguiente con respecto a la sección 90: “Termina con una advertencia y una promesa con relación a Sión. No todos los hermanos estaban obedeciendo fielmente los mandamientos de Dios; había algunos que sentían celos de la posición e influencia del profeta José Smith, y rehusaban aceptar su autoridad en la dirección de los asuntos temporales de la Iglesia; entre ellos había los que se mencionan en el versículo 35. En una carta escrita en representación de la Iglesia por Orson Hyde y Hyrum Smith, el 14 de enero de 1833, y dirigida al Obispado y a los santos en Sión, se indica que Sidney Gilbert había empleado ‘insinuaciones bajas, oscuras y ciegas’, que no se recibieron ‘como provenientes de la fuente de luz’. En la misma carta, William W. Phelps recibió una amonestación por ‘ligereza de espíritu, que mal viene a un hombre puesto en el oficio tan importante y de tanta responsabilidad’ que él ocupaba. Además, los santos no obedecían las leyes de Dios en cuanto a la consagración. De ahí la advertencia: El Señor contenderá con Sión, y litigará con sus esfuerzos y la castigará ‘hasta que triunfe y se purifique ante mí’, según les dijo al prevenirlos. También les hizo una promesa: ‘No será quitada de su lugar’ ” (Commentary, pág. 583).
Doctrina y Convenios 90:36–37. El Señor castigará a Sión hasta que ella triunfe
El élder Melvin J. Ballard dijo respecto a la promesa del Señor:
“Esa clase de promesa lleva consigo la posibilidad de un castigo cuando necesitamos que se nos corrija para conducirnos a una condición de arrepentimiento. Reconozco que el Señor no puede efectuar su obra ni lograr sus propósitos si no cuenta con nuestra obediencia voluntaria. Él no se servirá de este pueblo, a menos que estemos dispuestos a dejar que se sirva de nosotros; pero Él tiene medios para corregirnos, medios para castigarnos, que aplicará de vez en cuando, y lo único que nos impide el progreso actualmente es nuestra falta de disposición a seguir los consejos de aquellos a quienes Dios ha nombrado para dirigir a este pueblo, porque suponemos presuntuosamente que somos más sabios que ellos” (en Conference Report, oct. de 1921, pág. 100).
Sección 91
Los libros apócrifos
Antecedentes históricos
El profeta José Smith recibió esta revelación en Kirtland, el 9 de marzo de 1833, una día después de haber recibido lo que actualmente es la sección 90. Por ese entonces, estaba trabajando en la revisión del texto bíblico (véase D. y C. 90:13), y la Biblia que utilizaba para hacer las correcciones tenía lo que se conoce con el nombre de libros apócrifos. El Profeta consultó con el Señor para saber si debía revisar el texto de esos libros, y recibió esta revelación (véase History of the Church, 1:331–332).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 91:1. ¿Qué son los libros apócrifos?
El élder Bruce R. McConkie presentó la siguiente explicación respecto a los escritos apócrifos y la razón por la que los Santos de los Últimos Días no los aceptan como Escritura:
“Los eruditos y estudiosos de la Biblia han agrupado ciertos escritos del Antiguo Testamento que tienen apariencia de sagrados, a los que consideran de dudosa autenticidad y denominaron con el nombre de apócrifos. No siempre ha habido acuerdo en cuanto a cuáles son los que se deben considerar apócrifos, pero en general se incluyen los siguientes: 1 y 2 Esdras (que a veces se designan como 3 y 4 Esdras, dado que en la Biblia Douay*, Esdras es 1 Esdras y Nehemías es 2 Esdras); Tobías; Judit; el resto de los capítulos de Ester; el Libro de la Sabiduría (la sabiduría de Salomón); Eclesiástico (la sabiduría de Sirac); Baruc y la Epístola de Jeremías; partes adicionales de Daniel, incluso el Cántico de los Tres Jóvenes, Historia de Susana; Historia de la Destrucción de Bel y el Dragón; La oración de Manasés; y 1 y 2 Macabeos. . .
Estos escritos apócrifos no se incluyen en la Biblia hebrea, sino que aparecen en el libro llamado Septuaginta, en griego (de la cual los judíos alejandrinos emplearon los primeros Apóstoles), y en la Vulgata Latina. A Jerónimo, que quien tradujo la Vulgata, se le exigió que los incluyera en la traducción, aunque él sostiene que él afirmó que esos libros se deben leer ‘como ejemplo de la vida e instrucción de buenas costumbres’ y no para establecer doctrina alguna. La Biblia de Lutero agrupaba a los libros apócrifos (omitidos en 1,2 Esdras) al final del Antiguo Testamento, bajo este encabezamiento: ‘Apócrifos: Estos son libros que no se tienen iguales al resto de los Sagrados Libros, sin embargo, son útiles y buenos como lectura’.
Los libros apócrifos se incluyeron en la versión del Rey Jacobo que apareció en 1611, pero ya en 1629 comenzaron a salir algunas Biblias en inglés que los incluían, y desde principios del siglo 19 se excluyeron de la mayoría de las Biblias protestantes. La Sociedad Bíblica Americana, fundada en 1816 [en los Estados Unidos], nunca ha incluido los libros apócrifos en sus ediciones de la Biblia, y la British and Foreign Bible Society los ha excluido de casi todas las suyas, desde 1827.
La ‘Sagrada Biblia’ de la Iglesia Católica, que publica en español la Biblia de Jerusalén y la Biblia Cristiana, contiene los libros apócrifos.”
“Teniendo en cuenta estas fechas, es evidente que la controversia respecto al valor de los libros apócrifos todavía estaba en su apogeo en la época en que el Profeta comenzó su ministerio. En consecuencia, cuando en 1833 estaba realizando la revisión de la versión del Rey Jacobo mediante el espíritu de revelación, el Profeta se sintió inspirado a preguntarle al Señor en cuanto a la autenticidad de esos libros. Por la respuesta, es evidente que los apócrifos originalmente eran escritos inspirados, pero que en razón de los cambios y agregados se adulteró su contenido al punto de dejarlos como libros de dudoso valor doctrinal.
“Refiriéndose a los libros apócrifos, el Señor dice: ‘Contienen muchas cosas verdaderas, y en su mayoría se han traducido correctamente; hay muchas cosas en ellos que no son verdaderas, que son interpolaciones de los hombres. De cierto os digo, que no es necesario que los libros apócrifos sean traducidos. Por tanto, quien los lea, que entienda, porque el Espíritu manifiesta la verdad; y el que sea iluminado por el Espíritu logrará beneficio de ellos; y el que no recibe por medio del Espíritu no puede beneficiarse. Por consiguiente, no es necesario que sean traducidos’ (D. y C. 91)…
“Obviamente, para sacar algo de verdadero valor del estudio de los libros apócrifos, quien los estudie debe obtener un extenso conocimiento del evangelio, un entendimiento completo de los libros canónicos de la Iglesia, y además, la guía del Espíritu.” (Mormon Doctrine, págs. 41–42; cursiva agregada.)
Sección 92
“Serás un miembro activo”
Antecedentes históricos
“En la revelación que se recibió el 26 de abril de 1832 (sección 82), el Señor instruyó al profeta José Smith, a Oliver Cowdery, Martin Harris, Sidney Rigdon, Newel K. Whitney y algunos más (vers. 11) para que reinieran sus intereses temporales bajo el régimen de la Orden de Enoc. En esta revelación, el manda a los hermanos que integraban esa orden que reciban como miembro a Frederick G. Williams, a quien se ordenó miembro de la Primera Presidencia y Sidney Rigdon en la posesión de las llaves del reino. (Véase Secc. 90:6–7)” (Smith y Sjodahl, Commentary, págs. 586–587.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 92:1. ¿Cuál es la diferencia entre la ley de consagración y la Orden Unida?
La ley de consagración es la ley mediante la que el individuo consagra su tiempo, talento y posesiones al Señor. La Orden Unida era la organización establecida para poner en marcha la ley de consagración. El élder Bruce R. McConkie explicó la diferencia de esta forma:
“A fin de vivir de acuerdo con la ley de consagración, los primeros santos de esta dispensación establecieron la Orden Unida como la organización legal para recibir las consagraciones, transferir las mayordomías a los donantes y regular el funcionamiento de los almacenes en los que se guardaban los bienes excedentes” (Mormon Doctrine, pág. 813).
El versículo 1 de esta revelación manda a los miembros de la Orden Unida que reciban también a Frederick G. Williams como integrante de la misma.
El versículo 2 amonesta a Williams a ser “un miembro activo en esta orden” (vers. 2). Un miembro activo es aquel que trabaja diligentemente para el adelanto de las metas y los principios del grupo o movimiento al cual pertenece. Uno de los propósitos principales de la Orden de Enoc era ayudar a la Iglesia a llegar a ser “independiente de todas las otras criaturas bajo el mundo celestial” (D. y C. 78:14).
Sección 93
“La verdad es el conocimiento de las cosas…”
Antecedentes históricos
La primavera de 1833 fue una época de gozo pero también de pruebas para los santos. El Señor había revelado muchas de las cosas en cuanto al conocimiento y poder de Dios en la Escuela de los Profetas en Kirtland, y los santos se prepararon para que se estableciera allí una estaca de Sión.
El día 6 de abril tuvo lugar en Sión, condado de Jackson, Misuri, una conferencia especial para conmemorar la organización de la Iglesia. “Era una primavera temprana, y las hojas y flores vivificaban y complacían al alma como si fueran una vislumbre del Paraíso. El día pasó en manera muy agradable, y se daba y recibía conocimiento relativo a este último reino. Fue un día que marcaba exactamente 1800 años desde que el Salvador dio su vida para que el hombre tuviera vida eterna, y solamente tres años desde que la Iglesia surgió del desierto iniciando la última dispensación. Los santos tenían muchos motivos para regocijarse” (History of the Church, 1:337).
Pero, en medio de ese gozo, en ese mismo mes de abril, el apóstol Juan se pintó para esparcir a los santos de Misuri. Tanto en Kirtland como en Independence hubo miembros de la Iglesia que apostataron y se volvieron contra sus hermanos, y José tuvo que enfrentarse a la posibilidad de una división entre la parte de la Iglesia que se había establecido en Misuri y la que se había establecido en Ohio.
El 6 de mayo de 1833, el Profeta recibió la revelación que aparece en la sección 93 de Doctrina y Convenios, la cual consolaba a los santos y contenía enseñanzas sobre varios temas del evangelio.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 93:1. Promesa a los que se apartan de sus pecados
Todos los hijos de Dios que son fieles finalmente alcanzarán el cumplimiento de la promesa de ver el rostro de Él, pero “serán en su propio y debido tiempo y en su propia manera” (D. y C. 88:68). Sin embargo, esto no quiere decir que sus hijos tengan que esperar hasta verlo en persona para saber que Él existe; todos podemos obtener un testimonio mucho antes de verle cara a cara.
El élder Francis M. Lyman, que fue miembro del Consejo de los Doce, dijo: “El Espíritu Santo puede otorgar este privilegio si está dispuesto a pagar el precio: ‘Todo santo de los Últimos Días que viva de acuerdo con la plenitud de su religión puede ver a Dios… la culpa está en nuestra y no del Señor. Cada uno tiene derecho a obtener ese testimonio mediante la fe y el arrepentimiento, al santificar con la obediencia y la oración, al ser bautizado por inmersión para la remisión de pecados, y recibir el Espíritu Santo a través de la imposición de manos. Y bien, si algunos de nuestros hermanos han pasado años en la ignorancia, sintiéndose plenamente satisfechos y totalmente convencidos de que ésta es la obra de Dios, y si no han recibido este testimonio, la culpa la tienen ellos, pues no es posible que el hombre haga la voluntad del Padre y no conozca la doctrina’” (en Conference Report, abril de 1910, págs. 29–30).
El élder Bruce R. McConkie escribió que la promesa de ver el rostro de Dios puede tener cumplimiento en esta vida: “Tenemos el poder y privilegio de que, al llegar a ser limpios de corazón, veremos la faz de Dios aun mientras vivamos en este mundo de pecado y tristeza.”
“Ésta es la mayor bendición de la vida mortal, y la proporciona a todos los fieles de su reino ese Dios que no hace acepción de personas.” (Las diez bendiciones del sacerdocio, Liahona, febrero de 1978, pág. 44.)
El presidente Spencer W. Kimball expresó su testimonio respecto a la promesa de ver a Dios: “Sé que dondequiera que haya un corazón humildemente sincero, deseoso de justicia, abandonado del pecado y obediente a los mandamientos de Dios, el Señor derrama más y más luz hasta que finalmente se transforma en una luz que traspasa el velo celestial y se llega a saber más de lo que el hombre sabe. Una persona que sea justa tiene la invalorabe promesa de que un día verá la faz del Señor y sabrá que Él es” (Sed leales al Señor, Liahona, noviembre de 1980, pág. 35).
Doctrina y Convenios 93:2. ¿En qué forma es Jesucristo la luz del mundo?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 88:6–13.
Doctrina y Convenios 93:6–18. ¿Qué es el “testimonio de Juan”?
Jesús tenía una relación muy cercana con dos hombres que se llamaban Juan: Juan el Bautista y Juan el Apóstol. Ambos llevaron registros sobre el Hijo de Dios, pero en el Nuevo Testamento solamente tenemos el testimonio del Apóstol. El testimonio mencionado en estos versículos se refiere a un registro que escribió Juan el Bautista, quien estuvo presente y vio que “el Espíritu Santo descendió sobre él [Jesús] en forma de paloma” (vers. 15; véase también Juan 1:19, 32, 34).
El élder Orson Pratt dijo: “No sólo van a salir a luz los anales de los antiguos habitantes de este continente [americano], sino también los de aquellos que vivieron y murieron en el hemisferio oriental. El registro de Juan, el que bautizó al Cordero de Dios, todavía está por revelarse. En el libro de Doctrina y Convenios [se refiere a D. y C. 93:18] se nos dice… que la plenitud del testimonio de Juan será revelada a los Santos de los Últimos Días” (Journal of Discourses).
Doctrina y Convenios 93:9–10. Este mundo y muchos otros los creó Jehová por bajo la dirección de su Padre
La revelación de la sección 93 enseña que “el mundo y muchos otros no los hizo directamente el Dios, sino el Señor Jesucristo bajo la dirección del Padre. Este pasaje armoniza totalmente con las escrituras del plan y propósito eterno: ‘Al Hijo le fue dado el poder para crear los mundos, y las cosas que en ellos hay’. El poder que ejerce el Hijo fue dado por el Padre, y, por consiguiente, la gloria del Padre se manifiesta por medio de las obras del Hijo” (véase Moisés 1:33).
Doctrina y Convenios 93:11–17. Jesús “no recibió de la plenitud al principio, sino continuó de gracia en gracia”
Comenzando con cuanto a la plenitud del Hijo de Dios, el presidente Lorenzo Snow dijo:
“Cuando Jesús estaba en el pesebre, pequeñito e indefenso, no sabía que era el Hijo de Dios y que anteriormente había creado la tierra. Cuando se emitió el edicto de Herodes, Él no lo supo; carecía de poder para salvarse, y sus padres terrenales tuvieron que tomarlo y huir a Egipto para librarlo de los efectos del edicto. Pero Él creció y se hizo varón y, durante ese progreso fue revelado quién era, y con qué fin estaba en el mundo. También se le hizo saber de la gloria y el poder que poseía antes de nacer en el mundo” (en Conference Report, abril de 1901, pág. 3).
Jesús creció hasta alcanzar una plenitud de gracia y verdad, una plenitud de gloria y de poder. Juan vio que Jesús “recibió la plenitud de la gloria del Padre” (vers. 16). En el versículo 17 dice que “recibió todo poder, tanto en el cielo como en la tierra; la gloria del Padre fue con él, porque moró en él”. Los versículos 19 y 20 indican que toda persona, si sigue el ejemplo del Salvador, puede progresar hasta el punto de recibir también una plenitud.
El presidente Ezra Taft Benson analizó esta verdad y lo que significa para los santos y para toda la humanidad:
“Dios el Padre ha dado a Jesucristo un nombre sobre todos los demás, para que finalmente toda rodilla se doble y toda lengua confiese que Jesús es el Cristo. Él es el camino, la verdad y la vida, y ninguno puede regresar a la presencia de nuestro Padre Celestial sino por medio de Él. Cristo es Dios, el Hijo, y posee toda virtud en su perfección. Por tanto, la única medida de verdadera grandeza es cuán cerca puede estar un hombre de ser como Jesús. El hombre que más se parezca a Cristo será el más grande, y aquellos que más lo amen serán los que más se le parezcan.” (Discursos de conferencias generales, 1979–1977, “Escuchad la voz del profeta”, Benson, pág. 293).
Si esa meta parece inalcanzable, debemos tener en cuenta la frase “gracia sobre gracia” (vers. 12). Jesús no tuvo la plenitud desde el principio, sino que la alcanzó recibiendo gracia sobre gracia. El vocablo gracia proviene del latín gratia y del griego charis, que tiene el sentido básico de “dulzura, encanto, favor”. Por eso, los cristianos han equiparado con el sentido especial de “buena voluntad, bondad y favor”. Así, aplicada al hombre, la gracia de Dios es “la misericordia abundadora por medio de la cual Dios, al ejercer su santa influencia sobre las almas, las vuelve a Cristo, las protege y fortalece elevándolas por la fe cristiana, al conocimiento y al afecto, y encendiendo en ellas el deseo de ejercer las virtudes cristianas” (Thayer, Greek-English Lexicon, págs. 665–666).
De pocas palabras, gracia se refiere a los dones y bendiciones del Padre Celestial que el hombre puede llegar a perfeccionar. Decir que Jesús progresó “gracia sobre gracia” significa que fue perfeccionándose constantemente hasta llegar a ser como su Padre. Cada vez que obedecía, se recibía más luz y verdad. Por medio de la obediencia, se recibe más gracia hasta llegar a la plenitud.
El Señor enseñó a Moroni este mismo principio, y añadió que su gracia (sus dones y poderes) es suficiente, esto es, totalmente capaz de hacer que el hombre logre lo que se le requiere: “Doy a los hombres debilidad para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos” (Éter 12:27).
La condición que se exige para recibir ese poder o dones es la sumisión total a la voluntad de Dios y la obediencia a sus mandamientos. No hay nada que sea capaz de lograr la perfección únicamente mediante sus propios esfuerzos; para ello se requiere una investidura mayor, un don de poder que está más allá de su propia capacidad. A través de los escritos de Moroni, podemos ver cómo el esfuerzo personal del hombre le brinda la gracia de Dios y lo lleva, paso a paso y de gracia en gracia, a la perfección (véase Moroni 10:32–33).
Doctrina y Convenios 93:19–20. ¿Qué es adorar y en qué forma debe el hombre adorar al Señor?
El vocablo adorar significa, según definición del diccionario, “reverenciar con sumo honor o respeto… Reverenciar y honrar a Dios…” El élder James E. Talmage dijo: “La capacidad del individuo para adorar… depende de cómo entiende el mérito con que está revestido el objeto de su reverencia. La habilidad del hombre para adorar constituye la medida de su conocimiento de Dios…” (Artículos de Fe, págs. 434–435).
El hombre adora para expresar sus sentimientos con respecto a lo divino. Si reverenciamos la plenitud de verdad y gracia que posee Dios, y deseamos ser como Él, lo adoraremos obedeciendo sus mandamientos. El élder Bruce R. McConkie explicó lo siguiente:
“Adorar al Señor es seguir sus pasos, buscar su rostro, creer en su doctrina y pensar en sus pensamientos.
“Es andar por sus senderos, ser bautizado como Cristo lo fue, enseñar ese evangelio del reino con sus labios predicando, y sanar a los enfermos y levantar a los muertos como Él lo hizo.
“Adorar al Señor es hacer todo lo contenido en su reino, ocuparse el primer lugar en nuestra vida, es vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios, centrar nuestro corazón en Cristo y en esa salvación que podemos obtener gracias a Él.
“Es caminar en la luz como Él lo hace, llevar a cabo todo aquello que Él desearía realizado, es hacer lo que Él haría en circunstancias similares, es ser como Él es.
“Adorar al Señor es andar en el Espíritu, es elevarnos por encima de todo lo carnal, es poner a nuestras pasiones y nervios en su dominio.
“Es pagar nuestro diezmo y ofrendas, ser administradores prudentes al cuidar de todo aquello que se nos ha confiado, y utilizar nuestros recursos económicos para la propagación de la verdad y la edificación de su reino.
“Adorar al Señor es contraer matrimonio en el templo, tener hijos, enseñarles el evangelio y criarlos en la ley y en la verdad.
“Es perfeccionar la unidad familiar, ser honrados y amables en el hogar, que un hombre ame a su esposa y la esposa a su marido más que a cualquier otra persona o cosa, y ambos amen a Dios más que a ninguna otra.
“Adorar al Señor es visitar a los huérfanos y a los viudos en su aflicción y guardarnos sin mancha del mundo.
“Es trabajar en un proyecto del programa de bienestar, ungir a los enfermos, salir en una misión, hacer las visitas de orientación familiar y efectuar la noche de hogar.
“Adorar al Señor es estudiar el evangelio, atesorar la luz y la verdad, meditar profundamente sobre todo lo que tiene que ver con su reino y aplicarlo en nuestra vida.
“Es orar con toda la energía de nuestra alma, predicar mediante el poder del Espíritu, cantar himnos de alabanza y agradecimiento.
“Adorar es trabajar, es estar abnegadamente consagrados a una causa justa, interesarnos en los asuntos de nuestro Padre, amar y servir a nuestro prójimo.
“Es alimentar al hambriento, vestir al desnudo, consolar a los que lloran, levantar las manos caídas y fortalecer las rodillas desfallecidas.
“Adorar al Señor es permanecer valientemente en la causa de la verdad y la justicia, hacer que nuestra influencia para bien se haga sentir en los asuntos cívicos, culturales, educativos y gubernamentales, y apoyar toda ley y principio que promuevan los intereses del Señor en la tierra.
“Adorar al Señor es tener ánimo, ser valiente y firme, tener el valor de las convicciones que Dios nos ha dado y mantener la fe.
“Es diez mil veces diez mil cosas. Es guardar los mandamientos de Dios; es obedecer toda la ley y de la plenitud del evangelio.” (Véase “Cómo adorar a Dios”, Liahona, oct. de 1972, pág. 32; versión revisada.)
Doctrina y Convenios 93:23. El hombre estuvo en el principio con Dios
Tal como se explica en Doctrina y Convenios 29:30–33, el Señor empleó la palabra principio sólo porque los seres mortales no podemos entender plenamente el concepto de que todas las cosas son eternas. Esta palabra puede referirse a la época en que el hombre comenzó a existir como hijo espiritual de Dios o a la época en que la tierra empezó su existencia como esfera temporal.
El profeta José Smith enseñó que el espíritu o la “inteligencia” del hombre siempre ha existido:
“El espíritu del hombre no es un ser creado; existió y existirá por las eternidades. Lo que es creado no puede ser eterno; y la tierra, el agua, etc., han existido en el estado elemental por todas las eternidades” (Enseñanzas, págs. 185–186).
Todos los seres redimidos son hijos de Dios en el espíritu y los elementos tienen un principio sin embargo, los elementos de los cuales están hechos son eternos. El agua, la tierra y otros elementos existían en su estado básico antes de combinarse y ser como los encontramos en la tierra.
“El Profeta dice que lo que es creado no puede ser eterno; pero puede llegar a ser eterno mediante la gracia de Dios y la expiación de Jesucristo.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 2:221.)
Doctrina y Convenios 93:24–25. La verdad eterna se nos revela mediante el Espíritu
Hablando de la verdad eterna, el élder Neal A. Maxwell dijo:
“Para quienes creemos que siempre vamos a existir, la ansiedad y prudente incesante curiosidad y propósitos que también van a existir siempre. La definición de la verdad que se dio en 1833 respecto a las cosas ‘como son, como eran y como han de ser’ (D. y C. 93:24) está relacionada con otro pasaje: ‘… porque el Espíritu habla la verdad, y no miente. Por tanto, habla de las cosas como realmente son, y de las cosas como realmente serán… claramente para la salvación de nuestras almas’ (Jacob 4:13).
Notemos la presencia de ese poderoso adverbio: realmente. El evangelio de Jesucristo y La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se ocupan claramente de realidades: de ‘las cosas como realmente son, y de las cosas como realmente serán’” (“Eternalism vs. Secularism”, Ensign, octubre de 1974, pág. 71).
El presidente Spencer W. Kimball declaró:
“Si vivimos teniendo siempre presente la idea de la eternidad, tomaremos mejores decisiones. Quizás ésa sea la razón por la que el presidente Brigham Young dijo en una ocasión que el juicio de hacer santo un alma cosa para bendición de los santos, lo que haría sería darles ‘ojos con los cuales pudieran ver las cosas tal como’ son (Journal of Discourses, pág. 35; cursiva agregada).
Es interesante notar cómo esas últimas palabras reflejan las revelaciones en las cuales se declara la verdad o el ‘conocimiento de las cosas como son, como eran y como han de ser’ (Doctrina y Convenios 93:24). Asimismo, ¿no nos recuerda que el Espíritu ‘habla la verdad… de las cosas como realmente son, y como realmente serán’ (Jacob 4:13)?
“Cuanto más claramente veamos la eternidad, más obvio se hace que la obra del Señor en la cual estamos ocupados es vasta y grandiosa y se halla marcada sencillamente a ambos lados del velo que nos separa del más allá.” (“¿Y por qué peligramos?”, Liahona, julio de 1977, págs. 1–2.)
Doctrina y Convenios 93:29. ¿En qué sentido se emplea la palabra inteligencia?
El élder John A. Widtsoe hizo notar que la inteligencia, en la forma en que los Santos de los Últimos Días usan esa palabra, tiene dos significados principales:
- Primero, el hombre que recaba conocimiento y usa la memoria con el plan de salvación es inteligente, tiene inteligencia…
- Segundo, el vocablo precedido del artículo indefinido una, o usado en plural, inteligencias, significa una persona o personas, usualmente el estado de espíritu (el diccionario da como sinónimo alma o sustancia puramente espiritual).
Así como hablamos de una persona o personas, hablamos de una inteligencia o de inteligencias (Evidences and Reconciliations, 3:74; véase también Abraham 3:22–23).
La verdad es que se conoce muy poco en cuanto al concepto de inteligencia. El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “Algunos de nuestros escritores se han esforzado por explicar qué es una inteligencia, pero es inútil tratar de hacerlo, pues nunca se nos ha dado ninguna explicación detallada aparte de lo que el Señor ha revelado en forma fragmentaria. Sin embargo, sabemos que hay algo que se llama ‘inteligencia’ y que siempre ha existido; ésa es la parte realmente eterna del hombre, la que no ha sido creada. Esta inteligencia combinada con el espíritu constituye una identidad espiritual o individuo” (Progress of Man, pág. 11).
Doctrina y Convenios 93:30. La verdad absoluta es independiente y sólo se puede comprender mediante el Espíritu
El presidente Spencer W. Kimball dijo lo siguiente en una carta que escribió en cuanto a la verdad absoluta y al papel que desempeña el Espíritu para que lleguemos a entenderla:
“La tierra es esférica. Aunque los cuatro mil millones de habitantes de este mundo pensaran que es plana, estarían todos en un error; ésta es una verdad absoluta y no hay discusión en el mundo que pueda cambiarla. . .
“Podemos aprender sobre esas verdades absolutas por medio del Espíritu. Éstas son ‘independientes’ de su esfera y existen aún cuando se duden espiritualmente, aunque se puedan confirmar por medio de la experiencia física (véase D. y C. 93:30). El gran profeta dijo que el Espíritu habla la verdad. . . Por tanto, habla de las cosas como realmente son, y de las cosas como realmente serán (Jacob 4:13). Nos proporcionan los medios de poder reconocer la vida y quienes somos en realidad. . .
“Los Dioses formaron al hombre, le dieron vida y lo colocaron sobre la tierra. Ésta es una verdad absoluta que no puede ser refutada de modo alguno, millon de intelectos brillantes puedan hacer declaraciones contrarias, pero eso seguirá siendo verdad. Habiendo hecho todo eso en favor de los hijos de su Padre, Cristo preparó un plan para el hombre, un programa completo y perfecto por el cual pueda este sobreponerse a sus debilidades, conquistarse y perfeccionarse. Repito, estas verdades vitales no se asuntan de opiniones; si lo fueran, la opinión de cada uno de nosotros sería tan valedera o más aún que la de los demás. Estas cosas de que hablo no son mi opinión, sino que como verdades divinas son absolutas.
“Algún día verás, sentirás y comprenderás, y quizás te reproches por la innecesaria demora y pérdida de tiempo. No tengo la menor duda de que te sucederá; sólo me pregunto cuándo.
“La experiencia en una cosa no nos hace automáticamente expertos en otra. La erudición religiosa sólo puede ser resultado de la rectitud personal y de la revelación. El Señor le dijo al profeta José Smith:
“‘Toda verdad . . . queda en libertad de obrar por sí misma en aquella esfera en la que Dios la colocó . . .’ (D. y C. 93:30.)
“Un geólogo que haya descubierto muchas cosas sobre la estructura terrestre puede ser totalmente indiferente a las verdades que Dios nos ha dado concernientes a la naturaleza eterna de la familia.
“Hay algo que quisiera hacer comprender, algo que me dará una base para continuar: el hombre no puede encontrar a Dios ni conocer sus caminos por medio en mero procesos mentales. ‘Es necesario ser gobernado por las leyes que controlan el medio que uno está tratando de investigar’. Por ejemplo, para ser plomero es necesario estudiar las leyes de la plomería; es preciso conocer los puntos débiles y los fuertes, la temperatura de congelación de ciertas tuberías, los efectos del vapor, el agua caliente, la expansión y contracción de metales, etc. Pero se puede saber mucho sobre plomería, y ser un completo fracaso en la enseñanza de los niños o en el trato con los semejantes. Se puede ser el mejor tenedor de libros del mundo, y no saber absolutamente nada de la electricidad. Se puede ser un experto en la compra y venta de inmuebles, pero completamente ignorante respecto a la construcción de puentes. Se puede ser una autoridad en la bomba de hidrógeno, y sin embargo, no saber nada de operaciones bancarias. Se puede ser un renombrado teólogo y no tener conocimiento sobre la fabricación de relojes. Se puede ser el mismo autor de la ley de la relatividad, y no saber absolutamente nada de la Creación, verdad tan originada cada ley del universo.
“Te repito, esto no es asunto de opiniones. Estas son verdades absolutas, y están al alcance de cada alma humana.
“Cualquier persona inteligente puede aprender todo aquello que desee, puede adquirir conocimiento en cualquier materia, aunque le cueste un gran esfuerzo hacerlo. Lleva más de una década para graduarse de la escuela secundaria; en la mayoría de los casos, hay que estudiar por lo menos muchos años más para lograr un título en artes o ciencias, y más para llegar a ser médico o abogado. ¿Cómo es posible que se piense que el conocimiento de Dios, la comprensión de su palabra y de sus leyes, se puede adquirir sin pasar por el proceso completamente analítico necesario, y sin cumplir las leyes que gobiernan ese conocimiento?
“Recientemente encontramos distraído sobre religión a personas que jamás han tratado de vivir la más sencilla de las leyes de Dios. ¿Cuán ridículo que esas personas piensen que pueden poseer una línea de conducta para el mundo” (La verdad absoluta, Liahona, julio de 1979, págs. 3–5, con ambos editoriales.*)
Doctrina y Convenios 93:33. El hombre es espíritu. Los elementos son eternos
El hombre es en ser de doble naturaleza, compuesto de un cuerpo de espíritu (que es hijo de Dios) y un cuerpo físico (que es hijo del hombre). Estos cuerpos juntos, forman el alma humana (véase D. y C. 88:15) y también Notas y comentario sobre ese pasaje. La muerte separa temporalmente al cuerpo del espíritu, pero la resurrección los reúne de nuevo inseparablemente. La resurrección prepara al hombre para que reciba “una plenitud de gozo” (vers. 33).
Doctrina y Convenios 93:35. “Los elementos son el tabernáculo de Dios”
El cuerpo físico y la vida que hay en él son dones de Dios y son sagrados. En este versículo y en muchas otras partes de las Escrituras, el cuerpo se compara con un templo (véase 1 Corintios 3:16–17).
El juicio por el que tendrá que pasar toda persona se basará en la forma en que haya tratado su cuerpo. El profeta José Smith explicó lo siguiente:
“Vivimos a este mundo con objeto de obtener un cuerpo y poder presentarlo puro ante Dios en el reino celestial. El gran plan de la felicidad consiste en tener un cuerpo” (Enseñanzas, pág. 217).
El diablo, celoso de no poder tener un cuerpo físico, trata de inducir al hombre a cometer abusos con su cuerpo. Pero el Señor, por su parte, nos ha dado la Palabra de Sabiduría y otros consejos para indicarnos lo que es bueno y lo que es malo para el organismo, es decir, cómo cuidar ese templo que El nos ha dado.
Doctrina y Convenios 93:36–37. “La gloria de Dios es la inteligencia”
El élder John A. Widtsoe explicó que en las Escrituras la palabra inteligencia se emplea con un sentido diferente del usual que le da el mundo:
“Entre las muchas grandes verdades reveladas al profeta José Smith ninguna es más preciosa para la Iglesia que la que dice: ‘La gloria de Dios es la inteligencia’. El vocablo ‘inteligencia’, tal como se utiliza en el habla común, significa ‘facultad de comprender, de conocer… habilidad, destreza’; pero su significado evangélico es mucho más profundo y elevado. El hombre inteligente es aquel que busca conocimiento y entiende las cosas como el plan del Señor estableció para el bien de la humanidad. Esta idea se infiere de la revelación de la cual se toma la cita, pues toda la frase dice: ‘La gloria de Dios es la inteligencia, o en otras palabras, luz y verdad’. El Señor liga con voz de la luz siempre utilizada al conocimiento correctamente.
“La palabra inteligencia, entonces, se convierte en un sinónimo de luz y verdad. Si somos matemáticos, podemos decir que la suma del conocimiento de las verdades del mundo es igual al total de inteligencia, o sabiduría. En este sentido, igualar la inteligencia a la luz de una vida de conocimiento y bondad hace de la inteligencia algo que no sólo es deseable sino glorioso. La gloria celestial es la meta de una vida de inteligencia; el uso que se le da a ese conocimiento es igualmente importante, pues hace que éste se aplique correctamente. . . Por ese motivo, a menudo sucede que una persona de conocimiento limitado, que anhela y obedece devotamente la ley, se eleva a mayor inteligencia o sabiduría que la que posee amplio conocimiento del evangelio pero no cumple con las verdades en la vida diaria. La obediencia a la ley es una señal de inteligencia.” (En Conference Report, abril de 1938, pág. 50.)
Doctrina y Convenios 93:38–39. El hombre era inocente cuando nació espiritualmente y lo es al nacer físicamente
El élder Bruce R. McConkie explicó lo siguiente:
“El ‘pecado original’, tal como lo definen los credos del cristianismo, no existe. Ese concepto niega totalmente la eficacia de la Expiación. Nuestra revelación dice: ‘Todos los espíritus de los hombres fueron inocentes en [el principio]’, lo cual significa que comenzaron en un estado de pureza en la preexistencia; ‘y habiéndolo redimido Dios de la caída, el hombre llegó a quedar de nuevo en su estado de infancia, inocente delante de Dios’ (D. y C. 93:38–39) esto quiere decir que todo ser humano comienza su probación mortal puro e inocente por causa de la Expiación. Nuestra revelación también dice:
“‘El Hijo de Dios ha expiado el pecado original, y en esto los pecados de los padres no pueden recaer sobre la cabeza de los niños, porque éstos son limpios desde la fundación del mundo’ (Moisés 6:54).” (“La salvación de los niños”, Liahona, marzo de 1976, págs. 5–7.)
Doctrina y Convenios 93:39–40. ¿Cómo contrarrestar los esfuerzos de Satanás por quitarnos la luz y la verdad?
El presidente Spencer W. Kimball enseñó que el hogar es el lugar más importante y apropiado para contrarrestar la influencia de Satanás:
“En 1833 el Señor advirtió a su profeta: ‘Y aquel iniquo viene y despeja a los hijos de los hombres de la luz y la verdad por medio de la desobediencia, y a causa de las tradiciones de sus padres’ (D. y C. 93:39).
“Y entonces ofreció la solución: ‘Pero yo os he mandado criar a vuestros hijos en luz y la verdad’ (D. y C. 93:40).
“El espíritu de estos tiempos es mundano. La violencia es común. Jóvenes que se suponen bien provenientes de buenas familias, expresan su disconformidad mediante actos destructivos; muchos desafían y resisten la autoridad de los oficiales que deben establecer el orden, y parece haber disminuido el respeto hacia la autoridad secular, religiosa y política. La inmoralidad, el consumo de drogas y en general la deterioración moral y espiritual parecen estar en aumento; en todo el mundo hay turbulencia.
“En nuestra época, el Señor ha ofrecido su programa de todos los tiempos para la redención del apóstata, programa que promete el retorno del mundo a una vida íntegra, una verdadera vida familiar, a la integridad de los miembros de la familia; vuelve a poner al padre en su justo lugar como cabeza de familia, lleva a la madre de regreso al hogar sacándola de la vida social y del empleo, y aparta a los hijos de la diversión desenfrenada. El programa de orientación familiar se está revelando más importante, la noche de hogar, neutralizando los efectos; pero lo hará sólo si se sigue en el espíritu indicado.” (“The Day of the Saints”, Ensign, enero de 1975, págs. 3–4; véase también Liahona, abril de 1975, pág. 23.)
Doctrina y Convenios 93:41–50
Frederick G. Williams, Sidney Rigdon y el profeta José Smith no habían encarado sus responsabilidades paternas con la seriedad que había que encararlas. El Señor le habló a cada uno de ellos en forma muy personal en cuanto a la gravedad de su negligencia.
Aun el obispo de Kirtland, Newel K. Whitney, debía asegurarse de que los de su familia fueran “más diligentes y atentos en el hogar” (vers. 50).
Refiriéndose a los versículos 41–50, el presidente Spencer W. Kimball dijo:
“En los tiempos modernos, el Señor dijo: ‘Ahora, yo, el Señor, no estoy bien complacido con los habitantes de Sión, porque hay ociosos entre ellos; y sus hijos también están creciendo en la iniquidad. . .’ (D. y C. 68:31). Nosotros no criamos hijos sólo para satisfacer la vanidad. Traemos hijos al mundo para que lleguen a ser reyes y reinas, sacerdotes y sacerdotisas para nuestro Señor.
“A Frederick G. Williams también le habló el Señor: [véanse los vers. 41–43]. . .
“Y además, se dirigió a Sidney Rigdon: [véase el vers. 44]. . .
“Y luego dijo el Señor: ‘Lo que digo a uno lo digo a todos; orar a todo tiempo, no sea que aquel inicuo logre poder en vosotros y os quite de vuestro lugar’ (D. y C. 93:49).
“¡Qué triste sería que el Señor nos acusara a cualquiera de los padres de haber fracasado en la enseñanza de nuestros hijos! Una responsabilidad ciertamente enorme recae sobre una pareja cuando trae hijos al mundo. No sólo se requiere que les provean alimento, ropa y abrigo, sino también enseñanza, guía constante y disciplina, y que lo hagan con amor.
“Naturalmente, hay algunas almas desobedientes sea cual sea la enseñanza y capacitación que reciban, pero la gran mayoría de los hijos responde favorablemente a la guía de los padres. Las Escrituras dicen: ‘Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él’ (Proverbios 22:6). Y si se aparta, probablemente regrese si es que ha sido criado en la forma correcta.” (Ensign, abril de 1978, págs. 4–5.)
Sección 94
Los edificios para la obra del ministerio
Antecedentes históricos
El 23 de marzo de 1833, se convocó una reunión con el propósito de que se encargara de erigir un terreno en Kirtland, en los cuales se estableciera el centro de la Iglesia; el comité compró algunas granjas bastante grandes, entre las que se encontraba una que había pertenecido a un hombre llamado Peter French y que se adquirió porque tenía una cantera excelente e instalaciones apropiadas para la fabricación de ladrillos. (Véase History of the Church, 1:335–336, 346.) El Templo de Kirtland se construyó más tarde en ese lugar.
Una vez que se adquirieron los terrenos, se trazó un plano para la ciudad y muchos santos de los alrededores vendieron su parcela allí, hasta que la Iglesia en Kirtland contó con unas mil quinientas almas. En esta revelación, que se recibió el 6 de mayo de 1833, el mismo día en que se recibieron la que se encuentra en la sección 93, el Señor instruyó a los miembros con respecto a la “fundación de la ciudad de la estaca de Sión, aquí en la tierra de Kirtland, principiendo por mi casa” (vers. 1).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 94:1–2. ¿Qué modelo había dado el Señor para la ciudad de la estaca de Kirtland?
“La ciudad de la estaca de Sión” en Kirtland debía edificarse “principiando por mi casa” (vers. 1). El plano debía disponerse con el templo como punto de partida y el resto de la ciudad a su alrededor. José Smith bosquejó un plano para la “ciudad central de Sión” en la primavera de 1833, como “plano general de construcción para todas las ‘ciudades de Sión’” (véase Berrett, La Iglesia Restaurada, pág. 85). En la copia del plano enviado a la Iglesia en Independence, el templo tenía que estar ubicado en la fila central de manzanas, en un plano cuadrado de 1.600 metros de lado (véase Notas y comentario sobre D. y C. 57:1–3; véase también Berrett, La Iglesia Restaurada, págs. 84–85).
Doctrina y Convenios 94:3–12. ¿Para qué se mandó edificar dos casas para la obra del reino?
En Kirtland había que construir dos edificios especiales: uno en el cual pudieran reunirse la Primera Presidencia y el otro en el cual se imprimieran las publicaciones de la Iglesia. El presidente Heber J. Grant explicó que las funciones de ambos edificios eran las siguientes:
“Se apartará un terreno: el fin de construir una casa para el uso de la Primera Presidencia, en la cual se podrá dar revelación y enseñanza sobre los asuntos relacionados con el progreso de la Iglesia. . .
Dicho edificio debía dedicarse al Señor desde sus mismos cimientos, de acuerdo con el orden del sacerdocio. No hay duda de que la Primera Presidencia necesitaba un lugar en el cual tratar los asuntos concernientes al gobierno de la Iglesia; ese lugar debía ser una casa sagrada; no debían permitir que entrara allí nada impuro, y si los constructores recordaban esto, la presencia del Señor estaría en el edificio.
“El segundo terreno al ser mencionado anteriormente debía dedicarse para construir otro edificio para la imprenta, en la que se pudieran imprimir los materiales de la Iglesia y donde se publicaba la traducción de las Escrituras, en la que el Profeta había estado trabajando durante meses. . .
Esa casa también tenía que dedicarse para el servicio al Señor y apartarse para la imprenta.” (Church History and Modern Revelation, 1:404.)
Doctrina y Convenios 94:8–9. ¿Cómo debemos prepararnos para entrar en la casa del Señor?
En un edificio sagrado, como el de la Primera Presidencia mencionado aquí, el Señor manifestará su gloria para el beneficio de los que entren en ella dignamente. El Espíritu del Señor no puede …permanecer donde haya impureza; por lo tanto, si en la casa del Señor entran personas en estado de impureza, “el Espíritu del Señor es ofendido,” y “los cielos se retiran” (D. y C. 121:36–37). Por eso, todos los que entren deben purificarse de todo pecado. Así como este principio se aplicaba a las casas de las que se habla en esta revelación, se aplicó en la misma forma al templo de Kirtland, que se edificó posteriormente, y ciertamente se aplica en la actualidad a nuestros templos. Uno de los propósitos de que sea necesaria una recomendación para ir al templo es asegurarse de que los que entren allí sean dignos, a fin de que no se ofenda la casa del Señor y de que su Espíritu no se sienta restringido ni inhibido de hacerse presente.
Doctrina y Convenios 94:13–17. Las instrucciones del Señor
Hyrum Smith, Reynolds Cahoon y Jared Carter fueron llamados para integrar un comité que supervisaría la construcción de ciertos edificios en Kirtland. Para ayudarlos en sus asignación, el Señor les dio tierra adyacente al terreno del templo. Por otra parte, especificó que las casas para la Primera Presidencia y la imprenta no empezaran a construirse “hasta que os dé un mandamiento en cuanto a ellas” (D. y C. 94:16). Tal como sucedió, la construcción del Templo de Kirtland requirió toda la energía y los medios económicos de la Iglesia, y cuando el templo se terminó, los fieles de Kirtland se vieron forzados a salir de allí rumbo a Misuri, de manera que los otros dos edificios no se construyeron.
El obispo posee las llaves para juzgar si una persona es digna de entrar al templo.
Sección 95
“Andan en tinieblas al mediodía”
Antecedentes históricos
El mandamiento de edificar un templo para la gloria de Dios se recibió primeramente en diciembre de 1832 (véase D. y C. 88:119). Hasta junio de 1833, los santos no habían tratado con diligencia de obedecer ese importante mandato que habían recibido del Señor. El profeta José Smith indicó que cuando recibió esta revelación, “estaban haciéndose grandes preparativos para edificar una casa del Señor”, pero “la Iglesia era pobre” y la obra se demoró (History of the Church, 1:349–350).
El 1.º de junio de 1833, el comité del templo, compuesto por Hyrum Smith, Reynolds Cahoon y Jared Carter, envió una carta a todos los miembros animándolos a ayudar espiritual y temporalmente en la edificación del templo. El mismo día, el Profeta recibió esta revelación que se encuentra en la sección 95, en la que el Señor reprendió duramente a los miembros por ser negligentes en cuanto al mandamiento de construir un templo.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 95:1–2. ¿Por qué es el castigo una señal de amor?
Alma enseñó a su hijo Coriantón que “el arrepentimiento no podía llegar a los hombres a menos que se fijara un castigo” (Alma 42:16). Si una persona ama a otra en el sentido más elevado del vocablo amor, se interesa profundamente por el bienestar eterno así como temporal del ser amado. Y si es así, recordará que el amor indica que se aplique un castigo adecuado por la transgresión, pues sin castigo no se podrá conducir a la persona al arrepentimiento. El presidente Spencer W. Kimball, aconsejando a los líderes del sacerdocio sobre la forma de tratar a los transgresores, dijo:
“Nos preocupa el hecho de que muchas veces, por su simpatía personal hacia el transgresor o quizás por amor hacia la familia de éste, la autoridad disciplinaria de la Iglesia tiende a pasar por alto la disciplina que la transgresión merece. Demasiado a menudo se perdona al transgresor y se pasa por alto el castigo, cuando esa persona debería haber sido suspendida o excomulgada; y son demasiados los casos en que solamente se suspende a un miembro transgresor, cuando se le debería haber excomulgado. . .
“‘¿Recordáis las palabras de Alma? Mas el arrepentimiento no podía llegar a los hombres sin que hubiese un castigo. . .’ (Alma 42:16).
“Pensad un momento en esas palabras: ¿Os dais cuenta? No puede haber perdón sin un verdadero y total arrepentimiento, ni puede haber arrepentimiento sin un castigo. Este principio es tan eterno como el alma misma. . .
“Por favor, hermanos, recordad estos detalles cuando tengáis ante vosotros a alguien que haya quebrantado las leyes de Dios.
“Es muy fácil dejar que nuestros sentimientos nos desvíen de lo que es adecuado; y cuando alguien ha cometido un pecado, debe sufrir. Ese es un requisito absoluto, y no de parte del obispo, sino que es un requisito moral y de parte del hombre mismo.” (Véase “Sed dignos poseedores del sacerdocio”, Liahona, dic. de 1975, pág. 21.)
A veces, el castigo es la única forma de lograr la obediencia, el resultado de la cual, invariablemente, es la felicidad y el gozo. “A los que amo también los castigo”, dijo el Señor (vers. 1). El presidente Brigham Young dijo: “A veces, tal vez yo parezca demasiado severo para con los hermanos. De vez en cuando los reprendo; pero eso es porque deseo que vivan de tal manera que el poder de Dios, como una llama de fuego, more en ellos y los rodee. Ésa es mi manera de sentir” (en Journal of Discourses, 8:62).
Doctrina y Convenios 95:3. ¿Cuál fue el pecado “muy grave” de los santos?
Los versículos subsiguientes de la sección 95 aclaran que la negligencia de los santos en la construcción del templo fue grave: impidió que la obra misional siguiera adelante porque los élderes no podían prepararse para “que puedan [la vida del Señor] por última vez” (vers. 4); y demoró la gran investidura de “poder de lo alto” que el Señor tenía reservada para los fieles (vers. 8).
El presidente Joseph Fielding Smith explicó que “el Templo de Kirtland era necesario a fin de que los Apóstoles (que todavía no habían sido llamados) y otros élderes pudieran recibir la investidura que el Señor había preparado para ellos. Los élderes habían estado predicando el evangelio y llamando al arrepentimiento desde que la Iglesia fue organizada, y muchos grandes hombres habían escuchado y aceptado la verdad; sin embargo, los misioneros no podían ir a toda la tierra y autoridad alguna fuera edificada a fin de poder restaurar las llaves y poderes celestiales para la predicación del evangelio y para la administración de sus ordenanzas” (Church History and Modern Revelation, 1:406).
El castigo tuvo el efecto deseado. “Cuatro días después de que el Señor había reprendido a los hermanos por su negligencia, sin esperar a que contribuciones éstos iniciaron la obra en el templo. El élder George A. Smith, reciente converso, cerró la primera carga de piedras para el templo. Hyrum Smith y Reynolds Cahoon comenzaron a excavar la zanja para las paredes y la terminaron con sus propias manos.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:407.)
Doctrina y Convenios 95:4. ¿Qué significa toda la viña?
“La viña es el símbolo de la cosecha que generalmente se usa para representar al mundo, o sea, la tierra y toda la gente que en ella vive. A veces, la viña (la gente del mundo) se corrompe y es necesario podarla para que pueda producir buen fruto y en abundancia. El proceso de podar comprende el que una parte de la planta sea apartada de las demás, lo cual se logra separando los justos de los malvados, o por medio de la destrucción real de estos últimos.
Generalmente, el Señor instruye a sus siervos (los misioneros) para llevar a cabo el primer procedimiento mencionado. Sin embargo, también nos ha advertido que cuando se complete la obra la poda, las vides que sigan produciendo mal fruto serán quemadas. Esto se refiere, evidentemente, a la quema de los malvados, la cual tendrá lugar en la segunda venida cuando Jesucristo venga con poder y gran gloria.” (Ludlow, Companion, 2:318.)
Doctrina y Convenios 95:4. ¿En qué consiste la “obra extraña” del Señor?
Uno de los propósitos del Templo de Kirtland era preparar a los Apóstoles del Señor, sus siervos fieles, para su trabajo en la viña. Esta preparación era para ayudar al Señor a efectuar su “obra extraña” (véase el vers. 4). En los últimos días, Smith y Sjodahl explican que “la expresión citada se ha tomado del profeta Isaías (28:21–22), pasaje que se refiere al hecho de que Dios lucharía contra su propio pueblo, por causa de la condición de apostasía. ‘Como hizo a Samaria y a sus ídolos, no hará también así a Jerusalén y sus ídolos?’ (Isaías 10:11). Eso, a juicio de los judíos que no comprendían su propia condición apóstata, era ‘extraño’. Pero en esta dispensación, nuestro Señor debía efectuar una obra igualmente extraña, haciendo su maravillosa obra de salvación y haciendo la guerra a una Iglesia apóstata que alardea de su íntima relación con Dios. En ese momento Él estaba en espera de los planos de los que construyeran aquella casa en la que sus mensajeros debían recibir preparación para esa guerra extraña y ser investidos con poder de lo alto (vers. 8). No es de sorprenderse que los haya reprendido por su demora!” (Commentary, pág. 603.)
Doctrina y Convenios 95:5–6. ¿Por qué algunos poseedores del sacerdocio no son elegidos o aprobados por el Señor?
Una cosa es ser llamado a trabajar en la viña y otra muy diferente es ser fiel en la realización de esa obra. Para la exaltación en el reino de Dios, el Señor elige solamente a los que demuestran con absoluta fidelidad sus llamamientos. Quienes son llamados pero no escogidos “han cometido un pecado muy grave, pues andan en tinieblas al mediodía” (vers. 6), porque no responden a la luz del evangelio restaurado que los rodea (véase también D. y C. 121:34–40).
Doctrina y Convenios 95:7. ¿Qué es una “asamblea solemne”?
El presidente Spencer W. Kimball definió el significado de las asambleas solemnes, explicando que “se han llevado a cabo entre los santos desde la época de Israel. Las ha habido de varias clases, pero generalmente se han relacionado con la dedicación de un templo, una reunión especial convocada para sostener a una Primera Presidencia, o una reunión de sacerdocio con el objeto de sostener una revelación, tal como la que recibió el presidente Lorenzo Snow sobre el diezmo. . . .
“José Smith y Brigham Young fueron sostenidos primeramente por una congregación en la que había un sacerdocio completamente organizado. Brigham Young fue sostenido por el consejo el 27 de marzo de 1846, ocasión en que fue ‘únicamente’ elegido presidente de todo el Campamento de Israel. . .” (B. H. Roberts, A Comprehensive History of the Church, tomo 3, pág. 52.) Después fue sostenido y de la congregación se dejó oír el ‘grito de hosanna’.
“Cada uno de los Presidentes de la Iglesia ha sido sostenido por el sacerdocio de la Iglesia en una asamblea solemne, incluso el presidente Harold B. Lee, a quien sostuvimos el 6 de octubre de 1972. . .” (En Conference Report, abril de 1974, págs. 64–65.) Después de la muerte del presidente Lee, el presidente Kimball fue sostenido como el Profeta, Vidente y Revelador en una asamblea solemne del sacerdocio.
La Biblia menciona varias asambleas solemnes celebradas en tiempos antiguos (véase Levítico 23:36; Números 29:35; Deuteronomio 16:8; 2 Crónicas 7:9; Nehemías 8:18; Isaías 1:10–14; Ezequiel 45:17; 46:11). Esas asambleas son convocatorias sagradas a las que asiste todo el sacerdocio o quienes buscan separarse del mundo obedeciendo los mandamientos de Dios.
En la sección 95, el versículo 10, los élderes que recibieron el mandamiento de efectuar una asamblea solemne; probablemente esa era una asamblea solemne preparatoria para continuar las asambleas de los templos.
Doctrina y Convenios 95:8. ¿Qué es la investidura con poder de lo alto?
Una investidura es el otorgamiento de una dignidad especial. Entre los Santos de los Últimos Días, el término investidura tiene el sentido de investir a una persona con determinado conocimiento y bendiciones del sacerdocio, lo que usualmente se otorga en los templos dedicados a Dios. La investidura mencionada en este versículo no es la misma que se dio en Nauvoo y que se confiere en los templos hoy día, aunque los miembros del sacerdocio participaron en una “investidura parcial”, ya que la ordenanza completa de la investidura se reservó para el futuro, cuando se construyeran un templo designado para la obra de ordenanzas [se refiere al Templo de Nauvoo]” (Bruce R. McConkie, “Sálvate y salva a los tuyos”, Liahona, ago. de 1977, pág. 7). La primera investidura completa en esta dispensación la confirió José Smith en Nauvoo, el 4 de mayo de 1842.
La investidura que recibieron en Kirtland comprendía lavamientos y unciones, así como el lavamiento de los pies para los hermanos que tenían cargos oficiales en el sacerdocio. El Señor también derramó su Espíritu; esto es, los investidó con poder espiritual, y muchos de los que recibieron revelaciones que también fueron parte de la investidura prometida (véase History of the Church, 2:308–310).
Doctrina y Convenios 95:10. Contención en la Escuela de los Profetas
Además del “pecado muy grave” (vers. 10) de descuidar el comienzo de la construcción del templo que se les había mandado (véase esta lección Notas y comentario sobre el vers. 3), el Señor mencionó otro pecado grave: la contención en la Escuela de los Profetas. Los integrantes de aquel grupo especial, antes de organizarse la escuela, habían recibido por revelación el mandato de cesar sus “deseos de concupiscencia. . . orgullo y frivolidad y de todos. . . hechos malos” (D. y C. 88:121). Además de esas instrucciones adicionales, los miembros de la escuela habían hecho el mismo algo “que para mí fue muy agravante”, dijo el Señor (vers. 10).
Doctrina y Convenios 95:11–17. “Que edifiquéis una casa”
En un comentario en cuanto a la relación de los propósitos de la construcción del Templo de Kirtland, el presidente Joseph Fielding Smith explicó que dicho edificio “debía construirse con otros propósitos superiores a los que se les habían explicado a los fieles” (págs. 285–287). Él señaló que todavía no había llegado el momento de revelar la verdadera naturaleza y el real propósito de la investidura. En el año 1833, los élderes no estaban preparados para la plenitud de la revelación que el Señor declaró que les otorgaría, y menos aún los miembros. La severa reprensión que recibió la Iglesia tuvo sus efectos, y los hermanos olvidaron la necesidad de otros edificios y comenzaron a concentrar sus esfuerzos en la mencionada casa del Señor” (Church History and Modern Revelation, 1:406–407).
Doctrina y Convenios 95:17. ¿Cuál es el sentido de Hijo Ahman y de Alfa y Omega?
El nombre Ahman se explica en Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 78:20, y las expresiones Alfa y Omega se tratan en Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 38:1.
Sección 96
“Me es conveniente que se fortalezca esta estaca”
Antecedentes históricos
En los meses posteriores a la compra de terrenos por los santos en Kirtland, el Señor dio instrucciones respecto a la construcción de un edificio para la Presidencia, otro para la imprenta y otro para el templo mencionados en las revelaciones anteriores (secciones 94 y 95). El consejo de Kirtland se reunió para considerar el uso que se daría a la granja de French, pero como los hermanos no pudieron ponerse de acuerdo sobre quién sería el encargado, decidieron consultar al Señor sobre el asunto (véase History of the Church, 1:352; véase también Antecedentes históricos de D. y C. 94).
“También consideraron la posibilidad de dividir los terrenos según la prudencia (D. y C. 96), y el Señor los aconsejó en relación a estos asuntos. La estaca de Sión debía ser para ser fuerte; se debía cuidar a los pobres. El obispo, Newel K. Whitney, debía ocuparse de la asignación de terrenos y de prepararlos para la construcción de una ciudad y de un templo edificado al nombre del Señor. Debían asignarle responsabilidades a John Johnson y admitirlo en la Orden Unida, a fin de que ayudara a llevar la palabra del Señor a los hijos de los hombres.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 1:407.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 96:1. “Que se fortalezca esta estaca que he establecido por la fuerza de Sión”
Cuando se clava una tienda de campaña, se clavan estacas en el suelo a fin de sostenerla. Cuanto más profundamente se claven, mayores serán la estabilidad y la fuerza de la tienda. Las revelaciones del Señor comparan a Sión con una gran tienda cuyas estacas son su sostén y, por lo tanto, deben ser fuertes.
“La expresión ‘estaca de Sión’”, escribió el presidente Joseph Fielding Smith, “se ha tomado de lo que aparece en Isaías: ‘Mira a Sión, ciudad de nuestras fiestas solemnes; tus ojos verán a Jerusalén, morada de quietud, tienda que no será desarmada, ni serán arrancadas sus estacas, ni ninguna de sus cuerdas se rotará’ (Isaías 33:20). Y además: ‘Ensacha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas’ (Isaías 54:2). Al hablar de Sión como si fuera una tienda, o tabernáculo, Isaías la comparaba con el Tabernáculo que se construyó y se transportó por el desierto en los días de Moisés; las ‘cuerdas’ son los cables que unen la tienda o tabernáculo con las estacas que se aseguran en la tierra. Y bien, el Señor reveló que debían edificar Sión y rodearla de estacas que ayudarían a sujetarla y mantenerla en su lugar. Esta metáfora casi se nos ha olvidado con el transcurso de los años, pero conserva su significado y belleza. Hablar de Sión, la Nueva Jerusalén, o incluso del lugar donde se construirá la ciudad diciendo que es una estaca de Sión es un lamentable error. Sión es la tienda, y las estacas son lo que la sostienen y aseguran; por lo tanto, Sión no puede ser una estaca; sería tan impropio llamar ‘estaca’ a Sión como decir que una estaca es una tienda.” (Church History and Modern Revelation, 1:321–322.)
Doctrina y Convenios 96:4–5. “Me parece menester. . . que salga mi palabra a los hijos de los hombres”
La preparación de las Escrituras y la ubicación de un lugar en el cual pudieran publicarlas (véase D. y C. 94:10) continuó como el Señor lo había indicado, a fin de que su palabra pudiera darse a conocer (véase el vers. 5). La publicación de las Escrituras era muy importante en la preparación de la gente para establecer Sión.
“Un día, todos los libros canónicos estarán organizados y preparados de tal forma que serán un testimonio monumental de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, el Unigénito del Padre. La doctrina de salvación debe estar al alcance de todos los hombres, no sólo en sus manos, sino en su cabeza y en su corazón.” (Boyd K. Packer, “Teach the Scriptures”, discurso para los maestros de religión del Sistema Educativo de la Iglesia, 14 de octubre de 1977, pág. 6; cursiva agregada.)
Se compara a Sión con una tienda de campaña (o el tabernáculo del Señor) y sus estacas.
Doctrina y Convenios 96:5. “Que salga mi palabra. . . con objeto de sojuzgar sus corazones para vuestro bien”
Aunque los malvados resisten la influencia del evangelio y, a veces, hasta pelean contra ella, sobre la mayoría de la gente influye para el bien mediante su poder y el ejemplo de aquellos que la han recibido. Esta influencia también da como resultado el establecimiento de estacas de Sión, las cuales sirven de bendición para el lugar donde están establecidas. Por eso es que el élder Bruce R. McConkie aconsejó: “Estableced Sión, pero hacedlo en la zona en la que Dios os ha dado nacimiento y nacionalidad. Estableced donde os ha dado ciudadanía, familia y amigos. . . Los santos que integran. . . Sión son la influencia leudante —y así debe ser— para el bien en todas estas naciones.
“Y sabed esto: Dios bendecirá a la nación que ordene sus asuntos de tal manera que Su obra adelante en esa tierra.” (“Come: Let Israel Build Zion”, Ensign, mayo de 1977, pág. 118; cursiva agregada.)
Sección 97
“Esta es Sión: Los puros de corazón”
Antecedentes históricos
El 20 de julio de 1833, se manifestó el primer acto abierto de violencia contra los santos que vivían en el condado de Jackson. La imprenta que pertenecía a William Phelps quedó destruida, muchos de los miembros se vieron arrastrados fuera de sus hogares y a Edward Partridge y Charles Allen los pintaron con brea y los emplumaron en la plaza pública de Independence, Misuri. El 6 de agosto de 1833, el Profeta, ignorando lo que había ocurrido, envió una carta a los líderes de la Iglesia en Misuri, en respuesta a las preguntas concernientes a la Escuela de Sión. La carta contenía lo que es ahora la sección 97 de Doctrina y Convenios, que se había recibido el 2 de agosto de 1833, en la que el Señor advertía a los habitantes de Sión que si no observaban sus mandamientos los visitaría con “penosa aflicción, con pestilencia, con plagas, con la espada, con venganza y fuego devorador” (D. y C. 97:26); también contenía la sección 98. Según se pudo ver, los santos no se arrepintieron sinceramente, y la devastación prometida se produjo a principios de noviembre de 1833. (Véase History of the Church, 1:390–393, 400.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 97:1–2. Los “verdaderamente humildes” en Sión
En estos versículos, el Señor manifestó su complacencia con los que eran “verdaderamente humildes” en Sión y procuran diligentemente adquirir sabiduría y hallar la verdad (vers. 1), y les prometió que serían bendecidos. Aunque muchos de ellos no supieron cómo se les requería fundar y regir pueblos, el Señor indicó que algunos eran esforzados ciudadanos de Sión. A veces, cuando lamentablemente, la maldad de algunas personas acarrea problemas que afectan a los justos y les producen sufrimientos. Tal fue el caso en muchas ocasiones en la historia del antiguo Israel.
Doctrina y Convenios 97:3–5. ¿Qué era la “escuela en Sión” y bajo qué condiciones se reunía?
En el verano de 1833, se inició en Sión una “escuela de los élderes”, con Parley P. Pratt como maestro. Su propósito principal era preparar a los hermanos que vivían allí para salir de misioneros durante el invierno siguiente. El élder Pratt escribió lo siguiente:
“A fines del verano y en el otoño, dediqué casi todo mi tiempo a ejercer el ministerio entre los de la Iglesia, realizando reuniones, visitando a los enfermos, consolando a los afligidos y aconsejando. También se organizó una escuela de élderes, y fui llamado para presidirla; esta clase, a la que asistían unos sesenta hermanos, se reunía semanalmente, al lugar de reunión era al aire libre, bajo una arboleda, en el barrio apartado y solitario donde orábamos, predicábamos y profetizábamos y nos instruíamos en los dones del Espíritu Santo. Allí recibimos grandes bendiciones y se nos manifestaron y enseñaron muchas cosas maravillosas. El Señor me dio gran sabiduría y me permitió enseñar y edificar a los élderes, y consolarlos y animarlos en sus preparativos para la gran obra que nos esperaba. También yo me sentía sumamente edificado y fortalecido. Para asistir a la escuela me tocaba recorrer a pie una distancia de casi diez kilómetros, y a veces hacerlo descalzo. Esto lo hacía una vez por semana, además de visitar cinco o seis ramas por semana y predicar en ellas” (Autobiography of Parley P. Pratt, págs. 93–94).
Doctrina y Convenios 97:6–7. “El hacha está puesta a la raíz de los árboles”
En el versículo 7, el Señor dice metafóricamente que su pueblo, Sión, es como los árboles de un huerto (véase también Mateo 3:10). Los hombres son como los árboles en el sentido de que se les conoce por sus frutos, o sea, por sus obras (véase Mateo 7:16–20). Los buenos árboles producen fruto bueno, y el árbol malo produce mal fruto. Cuando el árbol es malo, se elimina del huerto de manera que “no obstruya el terreno” (Jacob 5:66). El Señor habla de cortar “todo árbol que no dé buen fruto” (vers. 7). La frase “el hacha está puesta a la raíz de los árboles” (vers. 7) evoca una imagen vívida. Generalmente, el hacha se coloca en el punto elegido para el primer golpe antes de empezar a cortar. En forma figurada, al ver el árbol que el hacha está colocada junto a su raíz, tendrían motivación para cambiar a fin de dar buen fruto y que no lo cortaran. En el momento en que se recibía esta revelación, el populacho estaba comenzando a reunirse para dar su golpe inicial en el condado de Jackson, y sin embargo, los santos que producían el fruto inaceptable (sus malas obras) todavía rehusaban arrepentirse.
Doctrina y Convenios 97:8–9. ¿Qué es el principio del sacrificio y en qué forma se cumple?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 58:2–4.
Doctrina y Convenios 97:10–12. ¿Qué es el diezmo?
El diccionario define el diezmo como una “décima parte” que se paga, pero el Señor lo definió para los santos como “la décima parte de todo su interés anual” (D. y C. 119:4). La revelación que aparece en la sección 97, anterior a la definición oficial que dio el Señor respecto a la ley del diezmo, iguala éste con el sacrificio declarando que el sacrificio que harían para levantar un templo en Sión sería “el diezmo. . . que yo, el Señor, requiero de las manos de ellos” (vers. 12). Eso era así en aquel momento. Hoy día, sin embargo, el diezmo es la décima parte de la ganancia o ingreso anual.
“Hablando con exactitud, no hay tal cosa como un diezmo parcial. El diezmo es una décima parte, y a menos que el individuo contribuya con ese décimo, sólo ha hecho una contribución al fondo de diezmos de la Iglesia. Incorrectamente se emplea la expresión pagar parcial de diezmo con relación al que hace ese tipo de contribuciones.” (McConkie, Mormon Doctrine, págs. 798–799.)
Doctrina y Convenios 97:13–14. El templo es “un sitio de instrucción”
Hablando de la función instructiva de la investidura, el élder John A. Widtsoe dijo: “La obra en el templo, por ejemplo, nos da una maravillosa oportunidad para preservar nuestro conocimiento y fortaleza espiritual. . . . La extraordinaria perspectiva de la ley del templo nos eleva de lo temporal a lo espiritual, de lo inmediato en su carácter infinito, sin límites de principio ni fin, y nos presenta el plan de la vida eterna. Entonces el modo material de vivir aquí en el universo, al igual con los propósitos de Dios; éstos muy sagrado para comprender dónde me corresponde estar, y mejor preparado para evaluar, sopesar, clasificar y organizar las tareas comunes y corrientes de mi vida, a fin de que la luz de la visión celestial no me oprima ni me abrume la visión de las posibilidades más grandes que Dios me ha dado” (En Conference Report, abril de 1922, págs. 97–98).
El Señor considera que el templo es un lugar al que los santos van para “que se fortalezcan en su fe, y sean santificados de manera que, tocante en el principio en doctrina, en todas las cosas pertenecientes al reino de Dios” (vers. 14). Por esta razón, el templo es ciertamente un “lugar de instrucción” (vers. 13).
Doctrina y Convenios 97:15–17. ¿En qué forma ayudan los líderes del Señor a mantener la santidad de los templos?
El templo de Dios es un lugar de pureza y santidad. Los que entran allí deben ser dignos, de manera que actualmente se verifican entrevistas para determinar la dignidad de las personas y extenderles la recomendación para entrar al templo. Los santos han recibido el mandato de no permitir que en la casa del Señor “entre. . . ninguna cosa inmunda para profanarla” (vers. 15). El Señor promete que, si se satisface ese requisito, su “presencia estará allí. . . y todos los de corazón puro que allí entren verán a Dios” (vers. 16).
El élder Henry D. Taylor dijo lo siguiente respecto a la responsabilidad del Presidente de la Iglesia: “En términos generales, y esto es algo que se aplica a todos nosotros, el hecho de que ningún pecador impenitente entre al templo es parte del plan del Señor, pues Él ha declarado que no morará en templos que hayan sido profanados por nada inmundo (véase D. y C. 97:15–19). El Presidente de la Iglesia. . . es directamente responsable ante el Señor de cuidar que se mantenga la santidad de los templos y de las ordenanzas que se efectúan allí. Puedo aseguraros que el presidente Kimball toma muy en serio esa responsabilidad” (“I Have a Question”, Ensign, feb. de 1976, pág. 34).
Doctrina y Convenios 97:18. ¿Cuál será el destino de Sión?
En este versículo, el Señor dice que Sión “prosperará, y se ensanchará y llegará a ser gloriosa en extremo, muy grande y muy terrible”.
El profeta José Smith habló en cuanto al lugar donde estaría Sión, diciendo:
“Vosotros sabéis que se ha hablado mucha discusión en cuanto a Sión: dónde está y dónde será el reconocimiento en esta dispensación, y eso lo que ahora os voy a declarar. Los profetas han hablado en casi norte a cerca de ella, pero voy a hacer una proclamación que será más extensa. Todas las Américas son Sión, de norte a sur, y los profetas la describen, declarando que la Sión donde está el monte del Señor, y que estará en el centro del país. Cuando los élderes busquen y estudien las profecías antiguas, entonces lo entenderán.” (Enseñanzas, págs. 449–450.)
El presidente Brigham Young dijo: “Este continente americano será Sión, pues así lo han afirmado los profetas. Jerusalén será reedificada y será el lugar de regocijo, y la tribu de Judá se juntará allí; pero este continente de América es la tierra de Sión” (en Journal of Discourses, 5:4).
El adjetivo terrible se emplea para describir a Sión porque el sentido básico de la palabra es “algo que causa terror”. En varios lugares de las Escrituras dice que la gloria de Sión será tal que causará terror en el corazón de los malvados (véase D. y C. 45:70; 105:31; véase también la Explicación E en el apéndice).
Doctrina y Convenios 97:21. “Por tanto. . . esta es Sión: LOS PUROS DE CORAZÓN”
Sión no se refiere solamente a un lugar, sino también a una condición. El Señor declara que únicamente es que “puro de corazón” es digno de Sión. Hyrum Smith describió a Sión como “los honestos y puros de corazón que prestan oído al convenio sempiterno” (History of the Church, 6:230).
Doctrina y Convenios 97:22–28. “La venganza vendrá sobre los impíos de repente, como en torbellino”
A Sión se le prometen grandes bendiciones, es decir, a los que son puros de corazón (véase el vers. 21). Además, en esta sección el Señor decreta castigo y devastación sobre los malvados porque rehusaron prestar atención a sus palabras. Ni siquiera Sión escapará, a menos que efectúe las obras de justicia, pues si los miembros de la Iglesia no reúnen las condiciones para que se les considere pueblo de Sión, entonces no tienen derecho a reclamar las bendiciones prometidas. El profeta José Smith enseñó:
“. . . si Sión no se purifica al grado de ser aprobada de Él en todas las cosas, el Señor se buscará otro pueblo; porque su obra seguirá adelante hasta que Israel quede congregado, y los que no guarden ni oir su voz deberán sentir su ira. Quisiera deciros: Tratad de purificaros, y también los habitantes de Sión, no sea que se encienda la ira del Señor.
“‘Arrepentíos, arrepentíos, eso es lo que Dios dijo a Sión; y aunque parezca extraño, es cierto, no obstante, que el género humano persistirá en justificarse a sí mismo hasta que se manifieste toda su iniquidad y sea demasiado tarde para enmendar su carácter, y todo cuanto se halle en sus corazones se revelará a la vista de todo el mundo. Os digo esto (y lo que digo a vosotros lo digo a todos): Escuchad la voz amonestadora de Dios, no sea que Sión caiga y el Señor tire en su ira que los habitantes no entrarán en su reposo. . .’” (Enseñanzas, págs. 15–16.)
Sección 98
“Renunciad a la guerra y proclamad la paz”
Antecedentes históricos
El 6 de agosto de 1833, “diecisiete días después del ataque del populacho contra los santos de Misuri”, escribió el presidente Joseph Fielding Smith, “el Profeta recibió una revelación de Dios que fortalecía y daba consuelo en los cielos se habían escuchado las oraciones de los santos y se les iba causando las cacerías con sus aflicciones y no busquen venganza contra sus enemigos. Oliverio Cowdery no salió de Independence en su misión especial hasta después del 23 de julio, y él no había llegado a Kirtland antes del 6 de agosto, fecha en que se recibió esta revelación, ciertamente habría sido milagroso considerando la distancia y los medios que tenía para trasladarse. No sabemos en exactitud cuándo llegó, pero el Profeta se había enterado de que el condado de Jackson habían surgido dificultades y graves. Por supuesto, los miembros de la Iglesia allí estaban sumamente irritados y era muy difícil en su corazón hubiera un espíritu de represalia y venganza contra sus enemigos. Por esa razón el Señor dio esta revelación” (Church History and Modern Revelation, 1:432).
Respecto a esos días el Profeta escribió: “El mes de julio, que una vez había marcado los albores de justicia e independencia en los Estados Unidos, marcó entonces los albores de una época de barbarie y dominio del populacho en Misuri” (History of the Church, 1:372; véase también Antecedentes históricos de D. y C. 97).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 98:1–3. “. . . en todas las cosas dad gracias. . . todas. . . obrarán juntamente para vuestro bien”
Los tres primeros versículos de esta sección deben de haber puesto a prueba la fe de los miembros, pues durante el mes anterior habían soportado los efectos de las acciones del populacho desenfrenado. El 20 de julio de 1833, un grupo de agitadores que se había reunido en el juzgado de Independence mandó buscar a los líderes de la Iglesia que estaban en Misuri y les exigió que se prepararan para abandonar el condado de Jackson. Los líderes les pidieron tres meses para considerar sus exigencias; al serles negado el plazo, pidieron diez días, pero los del populacho rechazaron, dándoles quince minutos para tomar la decisión. Como los líderes se negaron a acceder, el populacho se tornó en turba. Llenos de enojo, aquellos hombres totalmente irrazonables del grupo, aquellos hombres decidieron destruir inmediatamente las oficinas del Evening and Morning Star. También la y casa de William W. Phelps fueron totalmente destruidas, como la tienda de papelería Sídney Gilbert (véase D. y C. 57:8–9). Bastará destacar que ni siquiera ese ataque fue suficiente para satisfacer la ira de aquellos hombres:
“Entraron por la fuerza en las casas de los santos, buscando a sus líderes. Hombres, mujeres y niños corrían en todas las direcciones en medio de iguales se suceden. Prendieron al obispo Partridge y a Charles Allen y los llevaron a rastras cerca de la oficina hasta la plaza pública, donde les presentaron dos posibilidades: negar el Libro de Mormón o aceptar irse del condado. Pero ellos no podían negar el Libro de Mormón ni estaban dispuestos a salir del condado. El obispo Partridge recibió permiso para hablar. . .
“Sus palabras quedaban ahogadas por el tumulto de la muchedumbre, en lugar de habla muchos que gritaban: ‘¡Llamen a su Dios para que los salve y a su bello Jesús al que adoran!’ Entonces los del populacho desnudaron a Partridge y a Allen y los embadurnaron con brea mezclada de carbonato de potasio, substancia cáustica que tiene efecto corrosivo sobre la piel, y vaciaron sobre una almohada de plumas. Ambos soportaron esta indignidad con la resignación y humildad que el pueblo del Señor había avergonzó; se ablandó el corazón de los hombres, y permitieron que los dos objetos de sus atropellos partieran en silencio. . .
“El 23 de julio de 1833, quinientos hombres entraron súbitamente en Independence portando una de corazón que prestan oído al convenio sempiterno” (History of the Church, 6:230).
Doctrina y Convenios 97:22–28. “La venganza vendrá sobre los impíos de repente, como en torbellino”
A Sión se le prometen grandes bendiciones, es decir, a los que son puros de corazón (véase el vers. 21). Además, en esta sección el Señor decreta castigo y devastación sobre los malvados porque rehusaron prestar atención a sus palabras. Ni siquiera Sión escapará, a menos que efectúe las obras de justicia, pues si los miembros de la Iglesia no reúnen las condiciones para que se les considere pueblo de Sión, entonces no tienen derecho a reclamar las bendiciones prometidas. El profeta José Smith enseñó:
“. . . si Sión no se purifica al grado de ser aprobada de Él en todas las cosas, el Señor se buscará otro pueblo; porque su obra seguirá adelante hasta que Israel quede congregado, y los que no guarden ni oigan su voz deberán sentir su ira. Quisiera deciros: Tratad de purificaros, y también los habitantes de Sión, no sea que se encienda la ira del Señor.
“Arrepentíos, arrepentíos, eso es lo que Dios dijo a Sión; y aunque parezca extraño, es cierto, no obstante, que el género humano persistirá en justificarse a sí mismo hasta que se manifieste toda su iniquidad y sea demasiado tarde para enmendar su carácter, y todo cuanto se halle en sus corazones se revelará a la vista de todo el mundo. Os digo esto (y lo que digo a vosotros lo digo a todos): Escuchad la voz amonestadora de Dios, no sea que Sión caiga y el Señor tire en su ira que los habitantes no entrarán en su reposo. . .” (Enseñanzas, págs. 15–16).
Sección 98
“Renunciad a la guerra y proclamad la paz”
Antecedentes históricos
El 6 de agosto de 1833, “diecisiete días después del ataque del populacho contra los santos de Misuri”, escribió el presidente Joseph Fielding Smith, “el Profeta recibió una revelación de Dios que fortalecía y daba consuelo en los cielos se habían escuchado las oraciones de los santos y se les iba dando consejo de paciencia en sus aflicciones y no busquen venganza contra sus enemigos. Oliver Cowdery no salió de Independence en su misión especial hasta después del 23 de julio, y él no había llegado a Kirtland antes del 6 de agosto, fecha en que se recibió esta revelación, ciertamente habría sido milagroso considerando la distancia y los medios que tenía para trasladarse. No sabemos con exactitud cuándo llegó, pero el Profeta se había enterado de que el condado de Jackson habían surgido dificultades y graves. Por supuesto, los miembros de la Iglesia allí estaban sumamente irritados y era muy difícil que en su corazón hubiera un espíritu de represalia y venganza contra sus enemigos. Por esa razón el Señor dio esta revelación” (Church History and Modern Revelation, 1:432).
Respecto a esos días el Profeta escribió: “El mes de julio, que una vez había marcado los albores de justicia e independencia en los Estados Unidos, marcó entonces los albores de una época de barbarie y dominio del populacho en Misuri” (History of the Church, 1:372; véase también Antecedentes históricos de D. y C. 97).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 98:1–3. “. . . en todas las cosas dad gracias. . . todas. . . obrarán juntamente para vuestro bien”
Los tres primeros versículos de esta sección deben de haber puesto a prueba la fe de los miembros, pues durante el mes anterior habían soportado los efectos de las acciones del populacho desenfrenado. El 20 de julio de 1833, un grupo de agitadores que se había reunido en el juzgado de Independence mandó buscar a los líderes de la Iglesia que estaban en Misuri y les exigió que se prepararan para abandonar el condado de Jackson. Los líderes les pidieron tres meses para considerar sus exigencias; al serles negado el plazo, pidieron diez días, pero los del populacho rechazaron, dándoles quince minutos para tomar la decisión. Como los líderes se negaron a acceder, el populacho se tornó en turba. Llenos de enojo, aquellos hombres totalmente irrazonables del grupo, aquellos hombres decidieron destruir inmediatamente las oficinas del Evening and Morning Star. También la y casa de William W. Phelps fueron totalmente destruidas, como la tienda de papelería Sídney Gilbert (véase D. y C. 57:8–9). Bastará destacar que ni siquiera ese ataque fue suficiente para satisfacer la ira de aquellos hombres:
“Entraron por la fuerza en las casas de los santos, buscando a sus líderes. Hombres, mujeres y niños corrían en todas las direcciones en medio de iguales se suceden. Prendieron al obispo Partridge y a Charles Allen y los llevaron a rastras cerca de la oficina hasta la plaza pública, donde les presentaron dos posibilidades: negar el Libro de Mormón o aceptar irse del condado. Pero ellos no podían negar el Libro de Mormón ni estaban dispuestos a salir del condado. El obispo Partridge recibió permiso para hablar. . .
“Sus palabras quedaban ahogadas por el tumulto de la muchedumbre, en lugar de habla muchos que gritaban: ‘¡Llamen a su Dios para que los salve y a su bello Jesús al que adoran!’ Entonces los del populacho desnudaron a Partridge y a Allen y los embadurnaron con brea mezclada de carbonato de potasio, substancia cáustica que tiene efecto corrosivo sobre la piel, y vaciaron sobre una almohada de plumas. Ambos soportaron esta indignidad con la resignación y humildad que el pueblo del Señor había avergonzó; se ablandó el corazón de los hombres, y permitieron que los dos objetos de sus atropellos partieran en silencio. . .
“El 23 de julio de 1833, quinientos hombres entraron súbitamente en Independence portando una bandera roja y agitaban rifles, látigos, cuchillos y porras. Profiriendo juramentos y palabrotas buscaron a los líderes principales de la Iglesia y amenazaron con azotar a los que prendieran aldabones de cincuenta o quinientos latigazos. Algunos negros que pertenecían a los integrantes del populacho [esclavos] destrozaron los plantíos de los santos. Aquellos hombres destruyeron también las casas, mientras proferían amenazas, diciendo: ‘¡Sacaremos del condado de Jackson a los mormones; pacíficamente si es posible, por la fuerza si es necesario. Si no se van, azotaremos y mataremos a los hombres, ahuyentaremos a sus hijos y forzaremos a sus mujeres!’
“Para salvar la vida de los miembros, Edward Partridge, William Phelps, Isaac Morley, Sidney Gilbert, John Whitmer y John Corrill se ofrecieron como rescate por la vida de sus hermanos, para que los azotaran o los mataran si fuere necesario; por este noble gesto, sus nombres se recordarán siempre en los anales de la Iglesia. Pero los del populacho, insensibles en absoluto a manifestaciones de amor, se burlaron de sus líderes, y, con improperios, amenazaron que no darían a aceptar trato hombre, mujer y niño hasta que los mormones aceptaran dejar el condado. La amenaza era ‘O se van del territorio, o mueren’.” (Joseph Smith, págs. 251–252, 255–256.)
Ese era el escenario cuando el Señor exhortó a los santos a regocijarse “para siempre, y en todas las cosas” dar “gracias” (vers. 1), sabiendo que todas las cosas con que habían sido afligidos obrarían juntamente para vuestro bien” (vers. 3). Esta fue la forma en que el Señor expresó gratitud al Señor cuando lo hizo. Es sencillo expresar gratitud a fin cuando la vida transcurre con facilidad, pero es mucho más difícil tener fe para poder creer, en medio de la adversidad y persecución, en tiempos de desolación y devastación, que la mano del Señor interviene en todo ello para beneficio de sus hijos. La promesa de que todas las cosas obrarán para el bien de los justos se repite en varios otros lugares. (Véase D. y C. 90:24; 100:15; Deuteronomio 6:24; Romanos 8:28.)
“Eso significa que aun los malos designios de los hombres, en manos del Artífice, se convertirán en un beneficio para el pueblo de Dios y para la gloria de Él. La voluntad divina predomina en todo para el bien final de sus hijos. En la historia de los Santos de los Últimos Días abundan los ejemplos al respecto.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 616.)
En tales grados de prueba y adversidad, cuando “las puertas mismas del infierno se abren de par en par” para destruir a los santos (D. y C. 122:7), éstos pueden obrar como Job: tener fe en Dios suceda lo que suceda. Al enterarse de que toda su fortuna había desaparecido y que sus hijos habían muerto aplastados por una casa que se había desmoronado —todo eso en el mismo día—, la respuesta de Job fue: “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21). Al verlo cubierto de llagas dolorosas, su esposa lo instaba a maldecir a Dios por las aflicciones que le habían sobrevenido; en esa ocasión, él dijo: “¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” (Job 2:10). Y luego dijo: “Aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15). Ésa es la fe y la devoción que Dios requirió de sus santos en el condado de Jackson, aun en medio de sus persecuciones. (Véase Notas y comentario sobre D. y C. 101:4–5 y sobre D. y C. 122.)
Doctrina y Convenios 98:4–8. La obligación de sostener la ley constitucional
El Señor es el legislador del hombre y ha ordenado a sus santos apoyar “la que fue libre y la constitución del país” (D. y C. 98:6). La libertad proviene de Dios y la ley constitucional la protege: “lo que es más o menos que esto, del mal proviene” (vers. 7). El establecimiento de la Constitución fue el acontecimiento importante del plan divino, como lo explicó el élder Mark E. Petersen:
“Cuando el Templo de Kirtland iba a ser dedicado y el profeta José Smith buscó la dirección del Señor para llevar a cabo esta importante responsabilidad, Él le dio la oración dedicatoria para la ocasión; era revelación, la palabra del Señor y no del hombre. . . En ella, según el Señor le instruyó, el Profeta dijo: ‘. . . quedan establecidos para siempre jamás los principios que defendieron tan honorable y noblemente nuestros padres, a saber, la Constitución de nuestro país’ (D. y C. 109:54). ¡Esto es significativo!. . .
“Sin la Constitución y habiendo establecido que el Señor necesitaba unos planes. El con los hizo de gobierno proveyendo las leyes que las componen (véase D. y C. 101:80) por medio de hombres sabios a los que preparó con ese propósito; fue un don de Dios; fue otro paso para establecer la libertad y que la libertad bajo la cual pudiera ser restaurada el evangelio y los gentiles entregaran la herencia a las demás naciones.
“Tal como el Señor lo indicó claramente mediante Nefi, el revel mismo modo que el propio declaró el conocimiento de su palabra en América y en otras partes del mundo en plan divino para cumplir las profecías que en el Libro de Mormón habla respecto a que los gentiles del hemisferio occidental serían instrumento en las manos del Señor para que el evangelio fuera restaurado y que prepararan el advenimiento del Señor y que redimieran la tierra. . . Y el Señor prometió que prepararía el medio para que las naciones que en libertad y justicia restauraran a todas las bendiciones del evangelio y que en justicia de los santos. . . y la libertad de ellos sirviera de ejemplo a los otros. Así preparó el terreno de libertad sobre el cual las naciones podrían recibir su voz mediante la predicación del evangelio. (Véase 1 Nefi 22:7–11; 3 Nefi 21:4.) Sus ovejas conocerán su voz. . .”
“La Constitución proveyó libertad religiosa, de expresión, de prensa y de reunión. Por lo tanto . . . el Señor pudo restaurar el evangelio y establecer nuevamente su Iglesia. La preparación de la Constitución fue obra de sus propias manos, así como la restauración del evangelio. Ambos acontecimientos eran parte de un todo, y ambos forman parte del plan establecido para los últimos días.
“. . . Cierto es que fueron perseguidos, como siempre lo ha sido el pueblo de Dios, pero la ley —la Constitución— proveía exactamente lo que el Señor necesitaba: la libertad para establecer su obra en estos postreros tiempos, tal como Él lo había dispuesto. . .
“Que nunca olvidemos las razones principales que llevaron a todo ello: proveer un lugar adecuado para la restauración del evangelio y para llevar a cabo la predicación mundial de esa palabra sagrada.
“Recordemos siempre que fue solamente uno de los pasos vitales preparatorios para la segunda venida del Salvador.” (Great Prologue, págs. 74–75, 78.)
Doctrina y Convenios 98:9–12. “A hombres buenos y sabios debéis esforzaros por apoyar”
Aunque la Constitución tuvo la influencia de la inspiración divina, la ley está en manos de hombres cuyas debilidades humanas a veces pueden interponerse en el camino de los principios justos.
“Cuando los inicuos gobiernan, el pueblo se lamenta” (vers. 9). Por lo tanto, es obligación de los ciudadanos, siempre que tengan ocasión, además de ser leales y obedientes, elijan “a hombres sabios” con el mejor de su capacidad (vers. 10). La Primera Presidencia dijo respecto a este consejo:
“Las leyes que se ponen en efecto para el bien de la sociedad no tienen ningún valor si no se administran con justicia y equidad, y no pueden administrarse de esa manera si los que ocupan los cargos administrativos son personas deshonestas.
“El Señor dice: ‘Cuando los inicuos gobiernan, el pueblo se lamenta’ (vers. 9). Se debe buscar a hombres sabios, buenos y patriotas en todas las comunidades, en todos los partidos políticos, entre todos los credos. No se debe elegir sino a esa clase de personas. . .
“Sin leyes benéficas que se apliquen con justicia, se desmoronan los cimientos de la civilización, prevalece la anarquía, y surgen la decadencia y desintegración.” (La Primera Presidencia, citado por Anthony W. Ivins, en Conference Report, octubre de 1928, pág. 16.)
Al buscar a quienes los representarán en el gobierno, los ciudadanos deben mantener su propio honor e integridad como tales. No es suficiente elegir hombres buenos y justos para los gobiernos, sino que las personas mismas deben seguir principios verdaderos y sanos. Una ciudadanía justa es la mejor salvaguarda de la paz y la felicidad. Si desea establecer Sión, los santos deben apartarse de todo mal.
Doctrina y Convenios 98:14. ¿En qué forma aprende una persona a no temer a sus enemigos?
La verdadera fuente de confianza y paz interior es el evangelio, tal como lo hizo notar el presidente Joseph F. Smith:
“Oímos decir que estamos viviendo en tiempos peligrosos. Es cierto que nuestros tiempos son así; pero yo no siento ni augurio de ese miedo. . . Me propongo vivir de tal manera que el enemigo nunca; me propongo que mi vida sea tal que, mediante la obediencia a los mandamientos de Dios y a las leyes que ha revelado para mi guía, si me es posible vivir así, pueda ser inmune a los peligros del mundo. En realidad, no importa lo que pueda suceder; si cumplo con mi deber, si estoy en hermandad con Dios, si soy digno de la confraternidad con mis hermanos, si puedo permanecer en amistad con el mundo, sin culpa, sin transgredir las leyes de Dios, ¿qué importa lo que pueda sucederme? Siempre estaré listo para cualquier cosa si me encuentro en ese estado de espíritu, comprensión y conducta. . . Por lo tanto, no me preocupo innecesariamente ni siento las dentelladas del temor” (“The Gospel: A Shield from Terror”, Improvement Era, julio de 1917, pág. 827).
Doctrina y Convenios 98:16–48. Las leyes por las que deben guiarse los miembros en épocas de adversidad
La reacción natural de los santos contra la conducta injusta y terrible del populacho en el condado de Jackson (véase en esta misma lección Notas y comentario sobre los versículos 1–3) debe de haber sido un sentimiento de venganza; pero esa reacción no está en armonía con la santidad que se requiere de los miembros, y en esta parte de la sección el Señor bosqueja las leyes por las que deben gobernarse los cristianos en tiempos de persecución: la ley de la represalia (desquites) (vers. 23–32), la ley de la guerra (vers. 33–38) y la ley del perdón (vers. 39–48). En Sión y Sión aplicaron lo siguiente respecto a estas leyes:
“La ley de la represalia. . . tal como el mundo está dispuesto a aplicarla, la emplea en el sentido de que alguien nos haga daño es uno de los grandes problemas que se le presentan al que quiere llevar una vida cristiana. El mundo dice: ‘¡Véngate!’ El Maestro dijo: ‘[Perdonad / Absorbed]’. excluyendo al mundo. Entonces, ¿para qué están las leyes, los jueces y las cárceles?’ Cristo nos ruega que recordemos que aun cuando nuestros agresores dispongan de ése, uno de los hijos de Dios a quien Él vino a salvar también, y que deberíamos tratarlo del mismo modo en que nos gustaría que nos obrara. Y cuando a menudo, al devolver amor cristiano en pago de una mala acción, se logra la salvación del que había cometido el delito, y se tiene un efecto moral maravilloso sobre quienes le persiguen. Las teorías y las hace hermosas y simpáticas a Dios, en tanto que el odio y la venganza estampan la imagen del diablo sobre el corazón que los deja entrar. . .
“La ley de la guerra. A través de la historia, Israel siempre ha estado en guerra, mas la ley divina puso muchas restricciones a esa acción militar. A partir de los veinte años de edad, todos los hombres capaces de portar armas estaban sujetos al servicio militar (Números 1:3); pero todos los sacerdotes y levitas, que estaban comprometidos en el servicio del templo, quedaban eximidos de ese deber (Números 1:47). También lo estaba el hombre que acababa de edificar una casa y no la hubiera dedicado todavía, el que hubiera plantado una viña pero no comido de su fruto, y el que estuviera desposado y todavía no se hubiera unido a su esposa (Deuteronomio 20:5–7). El recién casado quedaba eximido por un año (Deuteronomio 24:5); y por último, todo el que tuviera temor y fuera ‘medroso y pusilánime’ quedaba excluido del servicio para que no apocara el corazón de sus hermanos, como el corazón suyo” (Deuteronomio 20:8). Mediante estas restricciones, el servicio del templo, las empresas industriales y agrícolas y la felicidad doméstica se consideraban más importantes que el militarismo en un momento en que la gente militar tenía la influencia predominante en muchos países.
“Israel recibió el mandamiento de no ir a la guerra contra nación alguna, a menos que ésta rechazara la paz que se le daba (Deuteronomio 20:10); compárese con Deuteronomio 2:26–29). Cuando la guerra era inevitable, se mandaba expresamente a los israelitas no cortar los árboles frutales en el territorio enemigo (Deut. 20:19). El vandalismo estaba prohibido.
“Compárese estas instrucciones con las que recibieron los nefitas (Alma 48:10–25).” (Commentary, págs. 623–624.)
El presidente David O. McKay dio una importante explicación respecto a las circunstancias en las que se justifica que una persona cristiana vaya a la guerra:
“Sin embargo, hay dos condiciones que pueden justificar al hombre verdaderamente cristiano a participar —y fijemos en que he dicho participar, no iniciar— en la guerra: (1) debe ser para defender y dominar el libre albedrío, y (2) lealtad a la patria. . .
“Entre las razones, la que sobresale, naturalmente, es la defensa de la libertad del hombre. El intento de despojarlo de su libertad debe resistirse, en la tierra y en los cielos. . .
“Privar al hombre, en ser inteligente, de su libertad de elección es convertir el crimen supremo de todos los tiempos. . .
“Tan fundamental en el progreso eterno del alma es la libertad de elección, que el mismo Señor fue declarado al precio de la guerra. Sin libertad de escoger, el hombre es un autómata, y sin libre albedrío, no hay justicia, ni misericordia, ni salvación, ni existencia eterna. Sin libertad, el hombre no puede progresar. . .
“La mayor responsabilidad del estado es salvaguardar la vida y propiedad y el propio derecho de sus ciudadanos; y si el estado está obligado a proteger a sus ciudadanos de la ilegalidad y la anarquía dentro de sus fronteras, está igualmente obligado a protegerlos de intrusiones exteriores, ya sean los atacantes individuos o naciones.” (En Conference Report, abril de 1942, págs. 72–73.)
Smith y Sjodahl describen la última ley de que habla esta sección de la siguiente manera:
“La ley del perdón. En los versículos 23–32 se manda a los santos a soportar pacientemente la persecución y a no buscar venganza; en estos otros se les manda ni aún más lejos y perdonar al enemigo tantas veces como se arrepienta del mal cometido, y un determinado número de veces aunque no se arrepienta (vers. 43). Sin embargo, si siguiera obrando mal y no se arrepintiera, el caso debe llevarse ante el Señor, con la esperanza de que el pecador sea llevado al arrepentimiento. Si se logra este objetivo, debe perdonársele (vers. 44, 45); si no hay arrepentimiento, el asunto debe dejarse enteramente en manos del Señor.
“‘Hasta setenta veces siete’ significa, prácticamente, un número ilimitado de veces. En la época de nuestro Señor, los rabinos enseñaban que nadie estaba obligado a perdonar a su prójimo más de tres veces. Pedro, pidiéndole al Maestro que diera una norma al respecto, sugirió que siete veces tal vez fuera una mejora bastante liberal sobre la regla de los maestros judíos, pero nuestro Señor respondió: ‘Setenta veces siete’. . .
“El evangelio nos enseña que si tenemos algún sentimiento contra algún hermano o persona, tenemos que eliminar del corazón ese sentir; nos enseña a hacer el bien a todos nuestros semejantes, aun a los enemigos, y eso nos hace ser felices como sólo un corazón lleno de alegría sabe serlo.” (Commentary, págs. 626; véase también Notas y comentario sobre D. y C. 64:9–10.)
Doctrina y Convenios 98:16–48. Volviendo el corazón de los judíos a los profetas
En mayo de 1976, el presidente Ezra Taft Benson habló en Canadá ante una congregación en la que se encontraban muchos judíos. En su discurso, el presidente Benson declaró:
“En la bendición que dio Jacob a Judá, le declaró: ‘Judá. . . así como león viejo: ¿quién lo despertará?’ (Génesis 49:9; cursiva agregada.) Nosotros venimos como misioneros portando autoridad para despertar a Judá a fin de que reciba sus promesas; no pedimos que Judá abandone su herencia; no le pedimos que deje a su padre, su madre o su familia. Traemos un mensaje que Judá no posee. Ese mensaje constituye el ‘agua viva’ que proviene de la Fuente de agua viva.
“Nuestro Profeta, José Smith, recibió del Señor el mandamiento de ‘volver el corazón de los judíos a los profetas, y los profetas a los judíos’ (Doctrina y Convenios 98:17). En el momento actual anunciamos las buenas nuevas al pueblo cuya ideología nos permitía entrar. Hemos estado congregando a los descendientes de José durante 146 años. Esperamos que vosotros, los que sois de Judá, nos penséis que es una intromisión presentaros nuestro mensaje. Seréis bienvenidos en nuestro hogar, nuestras sinagogas y nuestros templos; no hacemos colectas. Honra a los que tenéis para con vuestro patrimonio y herencia, y vuestros líderes y maestros religiosos, que representan una forma diferente de cualquier otra iglesia cristiana porque representamos el convenio restaurado a la totalidad de la casa de Israel.
“Sí, nosotros entendemos a los judíos, como dijo David Ben Gurion; los entendemos porque pertenecemos a la misma casa de Israel. Somos vuestros hermanos, los de José. Y contemplamos con expectativa el día en que se cumpla la promesa de Dios de que Judá y la casa de Judá y la casa de José serán una” (Jer. 3:18).” (“A Message to Judah from Joseph”, Ensign, dic. de 1976, pág. 72.)
Doctrina y Convenios 98:38. “He aquí, éste es el modelo para todo pueblo”
Durante las últimas décadas, la Iglesia ha vivido en circunstancias relativamente pacíficas, en las que no se han repetido, hablando generalmente, las severas persecuciones de épocas anteriores. No obstante, hay indicios de que esto no será permanente. Varios pasajes de las Escrituras mencionan la guerra de Satanás y sus fuerzas contra los santos (véase, por ejemplo, Daniel 7:21–22, 25; Apocalipsis 13:7; 1 Nefi 14:13).
El presidente Brigham Young enseñó que los períodos de paz como el que ahora se goza son sólo un respiro temporario: “Si llegamos a vivir hasta entonces, veremos. . . a las naciones otra vez ser organizadas contra este pueblo, pues ese debe suceder en cumplimiento de las profecías. . . La guerra furiosa e implacable se desata contra José y Sión antes de que se planteó esta Palabra del Libro de Mormón, y desde entonces hasta ahora los malvados solamente han retrocedido de vez en cuando para ganar fuerza e intentar nuevas formas de atacar el reino de Dios.” (Discourses of Brigham Young, pág. 111.)
El élder Bruce R. McConkie afirmó que es muy probable que los Santos de los Últimos Días, como pueblo del Señor, otra vez tengan que enfrentar la persecución:
“Mas la visión del futuro no incluye sólo bondad, dulzura y paz; todo lo que ha de venir sucederá en medio de las más grandes maldades y calamidades que jamás han azotado a la tierra. . .
“El porvenir es oscuro y deprimente. Habrá aún más mártires y las puertas de la cárcel volverán a encerrar al inocente. No se nos ha prometido que la maldad y las pruebas de la vida mortal no nos afectarán.” (Las pruebas y glorias venideras, Liahona, julio de 1980, pág. 119.)
En otras palabras, los santos de nuestra época tal vez tengan que recurrir a las leyes de la represalia, de la guerra y del perdón, como las explicó Doctrina y Convenios 98, a fin de guiar sus reacciones y mantener su paz interior ante un mundo hostil, pues como el Salvador mismo dijo en otro lugar y tiempo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
Sección 99
La palabra del Señor a John Murdock
Antecedentes históricos
El 24 de agosto de 1832, en Hiram, Ohio, el profeta José Smith recibió lo que conocemos como la sección 99 de Doctrina y Convenios. “Ésta es una revelación en la que se llama al élder John Murdock para ir a cumplir una misión a los estados del Este. Él había sido uno de los hombres que recibieron el evangelio en Kirtland, cuando Oliverio Cowdery y sus compañeros pasaron por aquella ciudad en su primer viaje al Oeste para ir entre los lamanitas, y fue llamado al ministerio en ese entonces, junto con Sidney Rigdon, Edward Partridge, Isaac Morley, Lyman Wight y otros. Ocupó muchos puestos importantes en la Iglesia y llevó a cabo sus deberes con toda fidelidad.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 629.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 99:1–4. ¿Qué responsabilidad tienen los hijos de Dios de aceptar el testimonio de Sus siervos?
Toda persona tiene la obligación de aceptar el evangelio cuando se le ofrece o, de lo contrario, tendrá que enfrentar las consecuencias de su decisión. Rechazar a los siervos del Señor es rechazarlo a Él; rechazarlos es acarrear sobre sí mismo el rechazo del Señor. “Y quienes te rechacen serán rechazados de mi Padre, ellos y su casa” (vers. 4).
“¿Quiénes han rechazado este evangelio? Los indiferentes, aquellos que no han querido tomarse la molestia de investigarlo, aquellos que no han querido tomarse la molestia de inclinarse en sumisión ante el Señor y pedirle su testimonio concerniente al mensaje, las que lo han menospreciado, los que han sido demasiado orgullosos, o demasiado ricos o demasiado prominentes, o que, por alguna otra razón, no se han interesado en esta obra. Estos son los que no son miembros de la Iglesia y no han obedecido este evangelio de salvación en toda su simplicidad y pureza entre las naciones de la tierra. . . Sobre esa generación caerá una pesada condena por no prestar atención a estas cosas. Los castigos y calamidades vendrán sobre los habitantes de la tierra como consecuencia de haber dejado de lado la palabra de Dios que se encuentra en las Escrituras, y también la palabra de Él a sus siervos en estos días.” (George Q. Cannon, En Journal of Discourses, 20:248.)
Doctrina y Convenios 99:4. ¿Qué significa el acto de limpiar los pies?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 24:15 y 60:15–17.
Doctrina y Convenios 99:5, 8. ¿Qué responsabilidad tienen los que conocen la verdad?
Cuando venga el Señor en su segunda venida, en nubes del cielo, serán días de separación, pues “dos estarán en el campo; el uno será tomado y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada y la otra será dejada” (Mateo 24:40–41).
“Los justos serán apartados de los cautivos (los impíos) antes de la destrucción” (Joseph Smith, Teachings, pág. 43).
El Señor también enseñó en parábolas esta separación: “Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero” (Mateo 13:30).
Los que conocen la verdad pero la rechazan tendrán que sufrir las consecuencias. “Porque al que mucho se da, mucho se requiere; y el que peque contra mayor luz, mayor condenación recibirá” (Doctrina y Convenios 82:3).
“Toda persona que verdaderamente se haya convertido al evangelio de Jesucristo estará, naturalmente, ansiosa de compartir estas verdades con los demás. Además, el Señor ha dado mandamientos a sus santos de que, dado que a ellos se les ha advertido respecto a la destrucción futura que precederá a la segunda venida de Jesucristo, tienen a su vez la responsabilidad de advertir a sus semejantes. El servicio misional, entonces, ha sido una de las características distintivas de la Iglesia verdadera en esta dispensación.” (Ludlow, Companion, 2:183.)
Doctrina y Convenios 99:6–7. La obligación principal del individuo es para con su propia familia
El élder John Murdock había perdido a su esposa al dar ella a luz hijos gemelos, el 30 de abril de 1831. Ese mismo día, Emma Smith también tuvo mellizos, y ambos niños murieron. Incapaz de cuidar a sus recién nacidos y sabiendo de la pena que sufría Emma, John Murdock había entregado sus hijos huérfanos al cuidado de la esposa del Profeta. Pero el hermano Murdock tenía otros hijos que no eran mayores, y el Señor le dijo que demorara su partida a la misión a fin de proveer lo necesario para ellos.
La palabra cariñosamente que se emplea en estos versículos no significa solamente “con afecto”, sino que implica que se enviara a los niños de la manera apropiada, según las circunstancias lo requirieran; también quiere decir actuar con sincero, con ternura en que resulte agradable para el que recibe el favor. En otras palabras, el Señor pidió que los hijos fueran dejados al cuidado de una persona que los tratara con cariño.
Sección 100
Palabras de consuelo para José Smith y Sidney Rigdon
Antecedentes históricos
“En tanto que los enemigos que había en Misuri reunían sus fuerzas para lanzarse contra la Iglesia allí, el Señor inspiró al profeta José Smith para que fuera en una misión y proclamara el mensaje del evangelio, sin preocuparse por sus enemigos. Su llamamiento era testificar ante el mundo. Y fue en esa misión llegando hasta Canadá, lleno de fe y esperanza como si no hubiera nubes de tormenta en el cielo.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 630.)
En este viaje misional sumamente activo, enseñando por igual a escuetas reuniones como al que no lo era, el Profeta anduvo con la confianza que le era típica siempre que estaba haciendo lo que el Señor le había encomendado. En su diario, en una anotación de fecha 11 de octubre de 1833, leemos:
“Interiormente me siento muy bien. El Señor está con nosotros, pero me preocupa mucho mi familia” (History of the Church, 1:149n). El 12 de octubre llegaron a Perrysburg, estado de Nueva York, donde el Señor les dio la revelación que encontramos en Doctrina y Convenios 100.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 100:1. ¿Por qué es significativo que el Señor calificara a José Smith y a Sidney Rigdon de “mis amigos”?
El vocablo amigo, cuando lo emplea el Señor, susurra paz al alma de aquellos a quienes va dirigido. Indica el grado de relación entre ellos, pues el que es amigo del Señor lo conoce y conoce Sus sendas. Ciertamente, el Señor dice que le hace saber “todas las cosas que el Padre me dio” (Juan 15:15). El amigo de Dios es aquel por el cual el Salvador murió (véase Juan 15:13).
Doctrina y Convenios 100:1. “Vuestras familias están en mis manos”
Dado que habían dejado a sus familias a fin de embarcarse en su misión, era muy natural que ambos hombres se sintieran preocupados. En este versículo el Señor aseguró a ambos que sus familias estaban a cargo de Él y que Él se ocuparía de ellas.
Los que estén en la obra del Señor (véase Doctrina y Convenios 64:29) no deben permitir que el gozo y preocupación por su familia les impida trabajar en la obra. Pueden orar al Señor por el bienestar de los suyos y seguir adelante con plena confianza en que serán bien guiados. El élder Amasa M. Lyman dijo: “Al salir para cumplir con nuestra deber de advertir al género humano, no debemos sentir preocupación ni perturbar por la idea de que nuestras familias son pobres. . . Si un persona no tiene motivo de preocupación, puede entregarse en cuerpo y alma a la obra del ministerio y no pensar sino en esa obra en la que está comprometido. ‘Pero’, dicen algunos, ‘eso puedo olvidar al mismo tiempo a los que han quedado en casa’. No es así que ellos los olvidéis. Yo recordé constantemente a mi esposa e hijo, pero no me lamenté por ellos ni temí que murieran de hambre. No. . . cuando estemos en el cumplimiento de nuestra misión, nos olvidamos y oramos, diciendo: ‘Dios, bendice a los que están lejos, los que han quedado en nuestra casa’, y luego salimos a llevar a cabo nuestra obra” (En Journal of Discourses, 10:181–182).
Doctrina y Convenios 100:3–5. El Presidente de la Iglesia abrió una puerta a la obra misional
En 1833, el Profeta y el hermano Rigdon fueron a cumplir su misión en Canadá para salvar almas (véase el vers. 4). El Señor les prometió que si se elevaban la voz y expresaban los pensamientos que Él les inspirara (vers. 5), se abriría “una puerta eficaz” (vers. 3). Y así fue. En esa forma comenzó la gran obra en Canadá, una obra que iba a dar como resultado la conversión de muchas almas. Esa misión fue la que se le abrió muchos años más tarde a Parley P. Pratt para que le predicara el evangelio a John Taylor, futuro Presidente de la Iglesia. Cuando el hombre se pone en las manos del Señor, como lo hicieron José Smith y Sidney Rigdon, no puede fracasar.
Doctrina y Convenios 100:6–8. ¿Cómo debe comportarse una persona para saber qué decir y cuál es el momento preciso para decirlo?
Los representantes del Señor deben hablar cuando el Espíritu Santo los motive a ello (véase Doctrina y Convenios 68:4), y deben hacerlo “con solemnidad de corazón, con el espíritu de mansedumbre” (vers. 7). Al dejarse conducir por el Espíritu, la persona tendrá el menester la guía que necesita para saber qué hacer y tener protección (véase 1 Nefi 4:6). Pero los asuntos de Dios son de significado profundo y sagrado “y deben expresarse con cuidado y por constrenimiento del Espíritu” (Doctrina y Convenios 63:64); sin embargo, no debemos detenernos y callar aquello que sabemos que es nuestro deber decir. “A quien mucho se da, mucho se requiere” (Doctrina y Convenios 82:3). El presidente Wilford Woodruff explicó en esta forma la importancia de esa responsabilidad: “Diré como dijo Pablo: ‘¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!’ (1 Corintios 9:16). Diré lo mismo por los Apóstoles, los sumos sacerdotes, los setentas, y los élderes, dado que a ellos también se les ha llamado a declarar las palabras de vida y salvación a esta generación; los castigos de Dios caerán sobre nosotros si no lo hacemos. Si os preguntarais por qué, os respondo: Porque toda dispensación del evangelio de Jesucristo que se ha dado al hombre en los antiguos o en los actuales ha tenido el único propósito de lograr la salvación de la familia humana” (En Journal of Discourses, 22:204).
Doctrina y Convenios 100:9–11. Sidney Rigdon, portavoz de José Smith
Sidney Rigdon, como Aarón en los tiempos antiguos (véase Éxodo 4:16), fue llamado como portavoz del profeta José Smith. El Señor designó llamamientos naturales como el del profeta y el portavoz, y a Rigdon se le prometió que había de “ser pertinente en aprender todas las Escrituras” (vers. 11). El presidente George Q. Cannon habló de la eficiencia de Sidney Rigdon para cumplir ese encargo: “Lo que concernía a Sidney Rigdon causó una admiración maravillosa: lo inspiró el Señor y con cuánta elocuencia él declaró la palabra de Dios al pueblo. Fue un hombre poderoso de las manos de Dios, como portavoz, durante toda la vida del Profeta, o hasta poco tiempo antes de su muerte. Así, vemos que esto que muchos pueden considerar como asunto sin importancia se predijo unos 1700 años antes del nacimiento del Salvador, y luego el Señor lo mencionó 600 años antes de dicho acontecimiento y unos 2400 años antes de que sucediera (véase 2 Nefi 3:18).” (En Journal of Discourses, 25:126.)
Un punto importante que aclarar al versículo 11 es que, aunque el hermano Rigdon iba a ser el portavoz de José Smith, el Profeta sería “un revelador” para él. En esta forma, Rigdon sabría “la certeza de todas las cosas pertenecientes a mi reino sobre la tierra” (vers. 11). La posición que ocupó como portavoz del Profeta fue uno de los motivos que lo llevaron a afirmar que era el “guardián” de la Iglesia después de la muerte de José Smith; no obstante, entre las responsabilidades de su llamamiento no se encontraba la de dirigir la Iglesia.
Doctrina y Convenios 100:13–17. “Aunque sea castigada por un corto tiempo, Sión será redimida”
Poco antes de que salieran hacia Canadá, Oliverio Cowdery le informó al Profeta que los enemigos de Sión estaban esforzándose por destruir la Iglesia. José Smith envió a Orson Hyde y a John Gould desde Kirtland al condado de Jackson, Misuri, “con consejos para los santos en su triste situación” (History of the Church, 1:407); dicho viaje resultaría muy peligroso porque tendrían que pasar cerca de donde se encontraban los grupos contrarios al mormonismo. El Señor les aseguró que estarían ellos en tanto guardaran sus mandamientos.
Concerniente al estado futuro de Sión, el Profeta también recibió una promesa del Señor de que sería redimida después de ser castigada por un corto tiempo (véase el vers. 13). Ese período era el medio necesario para purificar a un pueblo que debía servir al Señor con justicia. El servirlo con rectitud es un requisito que se les exige a los que tendrán el honor de edificar Sión.*
Sección 101
Los santos son “expulsados de la tierra de su herencia”
Antecedentes históricos
El profeta José Smith recibió esta revelación en Kirtland, Ohio, el 16 de diciembre de 1833. En esos momentos, habían expulsado a los santos de Misuri del condado de Jackson, por lo que se había alojado al condado de Clay; con sus casas destruidas por el populacho y despojados de sus propiedades, los miembros se enfrentaban con grandes sufrimientos (véase History of the Church, 1:426–438, 458–464).
Antes de esta revelación, el Señor les había advertido que tenían que obedecer sus mandamientos y hacer su voluntad, o de lo contrario, sufrirían “aflicción. . . pestilencias. . . plagas. . . espada. . . venganza y fuego devorador” (véase Doctrina y Convenios 97:26). Entonces, en esta sección tan más tarde llegaría a ser la sección 101 de Doctrina y Convenios, el Señor explicó la razón por la que había permitido que el pueblo sufriera en Sión.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 101:1, 6. ¿Por qué fue Misuri designado “tierra de herencia” para los santos?
Antiguamente el Señor bendijo a José, el hijo de Jacob, con las bendiciones de Abraham, entre las que figuraba la tierra prometida a su posteridad. Sus descendientes recibirían una heredad en la tierra de América (véase Génesis 49:1–2, 22–26; Deuteronomio 33:13–17; Richards, Una obra maravillosa y un prodigio, págs. 60–63; 3 Nefi 15:12–13; 20:10, 14).
Comentando en cuanto a los derechos de los herederos, el presidente Joseph Fielding Smith enseñó lo siguiente: “Toda persona que acepta el evangelio llega a ser de la casa de Israel. En otras palabras, se convierte en un miembro del linaje escogido, o en hijo de Abraham por conducto de Isaac o Jacob, a quienes se hicieron las promesas. La gran mayoría de aquellos que se hacen miembros de la Iglesia son descendientes literales de Abraham por la descendencia de Efraín, hijo de José. Los que no son descendientes literales de Abraham se hacen de Israel al serlo, y una vez que han sido bautizados y confirmados, se convierten en un injerto en el árbol y tienen derecho a todas las facultades y privilegios por ser herederos” (Doctrina de Salvación, 3:232).
Como descendientes de José, los miembros de la Iglesia del Señor heredan las bendiciones prometidas a la posteridad de aquel patriarca (véase Abraham 2:9–10; Doctrina y Convenios 86:8–9). Es por eso que el Señor prometió a los miembros de su Iglesia de esa época una herencia en la tierra prometida a la posteridad de José, con su “plaza central” (Doctrina y Convenios 57:3) en Misuri (véase Doctrina y Convenios 38:17–20; 52:1–5; 42; 57:1–5).
Doctrina y Convenios 101:1–3. ¿Quiénes son las “joyas” del Señor?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 60:4.
Doctrina y Convenios 101:2, 6. ¿Por qué fueron expulsados de Sión los santos?
El Señor respondió a esta pregunta sólo en parte, según lo que escribió el profeta José Smith:
“En ninguna de las comunicaciones que recibo del Espíritu, se me hace saber que Sión, aunque el Señor ha permitido que sea afligida de esta manera, haya perdido su derecho a su herencia; sino que quizás algunos individuos que han sido desobedientes y han abandonado el nuevo convenio; todos éstos serán mandados de nuevo como un debido tiempo. Siempre he creído que Sión padecerá algunas aflicciones, según lo que he podido aprender en los mandamientos que se han dado. Pero quisiera recordaros de cierta expresión que contiene uno de ellos, donde se dice que después de mucho tribulación vienen las bendiciones. De acuerdo con este, así como otros, y un gran caso de recibimiento de rectamente, sé que Sión será redimida en el debido tiempo del Señor; pero cuántas serán las lecciones de su purificación, tribulación y aflicción, el Señor no se ha revelado; y cuando reyengó concerniente a este asunto, la voz del Señor me dijo: ‘Calla, y sabe que yo soy Dios! Todos los que ponen por mi nombre recibirán conmigo y el que diere su vida por causa de mí la hallará otra vez’. . .
“Hay dos cosas que ignoro; y el Señor no desea mostrármelas, quizás para algún propósito sabio en Él —quiero decir en ambos sentidos— y es estas dos cosas son: ¿Por qué ha permitido Dios que caigan tan grandes calamidades sobre Sión, y qué ha causado esta grande aflicción?; y la otra es: ¿qué que manera lo hará volver a su herencia con canciones de gozo sempiterno sobre ella? Estas dos cosas, hermanos míos, me han sido retenidas, donde que no se me han manifestado por completo; pero hay algunas cosas bastante claras que han causado el desagrado del Todopoderoso.” (Enseñanzas, pág. 35.)
Aunque el Señor no explicó todas las razones que llevaron a la expulsión de los santos del condado de Jackson y a la demora en la edificación de Sión, por lo menos en parte dio explicaciones de algunos de los problemas que había entre los miembros (véase Doctrina y Convenios 105:2–4, 6).
Doctrina y Convenios 101:4–5. ¿Por qué permite el Señor que sus santos sean castigados?
A aquellos que desean la exaltación el Señor tiene que ponerlos a prueba y examinarlos en todo. El presidente Harold B. Lee dijo:
“A algunos se nos ha puesto a prueba al punto de que parecía que iba a rompérsenos el corazón. He oído hablar de personas que han muerto de pesar, y pensaba que la expresión era sólo una serie de palabras poéticas; pero he aprendido que puede ser una experiencia absolutamente real. Estoy a punto de sucederme a mí mismo; pero cuando comencé a pensar en mis propias dificultades, recordé lo que el apóstol Pablo dijo del Maestro: ‘Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen’ (Hebreos 5:8–9).
“No tengáis temor de las pruebas de la vida. A veces, cuando tenéis que pasar por las pruebas más severas, es cuando os encontráis más cerca de Dios que en cualquier otro momento, pues como en la experiencia del Maestro mismo en la tentación en el monte, en el Jardín de Getsemaní y en la cruz en el Calvario, según dicen las Escrituras: ‘Y he aquí vinieron ángeles y le servían’ (Mateo 4:11). A veces, puede que sucedernos en medio de nuestras tribulaciones.” (En Conference Report, Conferencia de Área, Múnich, Alemania, 1973, pág. 114.)
Las Escrituras enseñan que el Señor prueba a sus hijos por los motivos siguientes:
- Las pruebas son un medio para purificarnos (véase Doctrina y Convenios 90:36).
- El sufrimiento puede conducirnos a recibir el perdón de los pecados (véase Doctrina y Convenios 95:1).
- Las pruebas nos enseñan la obediencia (véase Doctrina y Convenios 105:6).
- Las pruebas nos refinan como oro puro (véase Job 23:10).
Doctrina y Convenios 101:6–8. ¿Por qué Dios a veces “lento en escuchar” a sus hijos?
Uno de los grandes problemas que se describen en las Escrituras es la indiferencia del hombre hacia Dios en los tiempos de holgura. Demasiado a menudo el hombre olvida a su Creador, que es el Dador de todo lo bueno. Sin embargo, en tiempos de dificultades los hombres nuevamente recurren a su Dios y se vuelven a Él en busca de misericordia y ayuda en sus aflicciones; pero entonces, Él demora en escucharlos y ayudarlos. Es evidente por estos versículos que los santos que estaban en Misuri habían cometido esa ofensa; habían permitido que la corrupción del mundo los apartara de los sagrados mandamientos de Dios y de la estricta observancia de los convenios que habían hecho con Él. Por lo tanto, el Señor no los sostuvo en su día de aflicción, ni sostendrá a ninguno que tolere sus promesas después de no haber observado sus convenios y haber contaminado su herencia mediante el pecado (véase el vers. 6). (Véase Doctrina y Convenios 84:54–59; Mosíah 11:24–21:15; Helamán 4:11–13; 12:1–6; Jueces 10:13–14; Isaías 26:16.)
Doctrina y Convenios 101:9–12. ¿Qué significa la frase “la espada de mi indignación”?
Como la espada es un instrumento para la guerra, el vocablo ha llegado a representar un símbolo de poder. El Señor usó la palabra con ese sentido al decir que recordaría a su pueblo con misericordia y que dejara caer “la espada de. . . indignación”, o sea, su poder, sobre los enemigos de su pueblo los santos. El presidente Joseph Fielding Smith explicó por qué se empleó aquí esa frase: “Aunque en el sufrimiento que habían tenido que soportar los miembros había implicado un castigo, y eso porque fueron tardos en prestar atención al Señor, las acciones de sus enemigos no eran justificadas. Por lo tanto, el Señor les prometió que dejaría caer la espada de su indignación en defensa de su pueblo (vers. 11–12). La espada de indignación comenzará a caer sobre los enemigos de los santos poco después de que ellos fueron expulsados de Sión, y le seguirá en el futuro la caída, tanto en esta tierra como en otras” (Church History and Modern Revelation, 1:460).
La frase “sin medida” (vers. 11) significa que no habrá restricciones ni nada que detenga la ira del Señor, sino que se derramará sobre todos con gran intensidad.
Doctrina y Convenios 101:10–16. ¿En qué forma ayudará el Señor a su pueblo?
El Señor ha decretado que Israel se congregará y que la Nueva Jerusalén será edificada en preparación para su segunda venida (véase Moisés 7:60–62). La tribu de Efraín ha recibido la responsabilidad de que ambos acontecimientos se efectúen, y ninguna mano impía podrá impedirlos.
El Señor prometió a los Santos de los Últimos Días que recibirían su ayuda en la obra de preparación y que Él los defendería de sus enemigos. Y aunque tengan que soportar grandes dificultades y aflicciones, deben recordar que Él tiene todo poder, que al final los librará y que no permitirá que su pueblo sea derrocado. Su consejo es que se queden tranquilos y recuerden que Él es su Dios (véase los vers. 16). nada puede frustrar su obra ni cambiar sus propósitos (véase 1 Nefi 22:15–17; 2 Nefi 30:10; Doctrina y Convenios 35:14).
Doctrina y Convenios 101:12, 45–47. ¿Qué representan los centinelas en la torre?
En el antiguo Israel se levantaban murallas alrededor de las ciudades y en sus puntos estratégicos se construían torres, en las cuales se apostaban centinelas, día y noche, no fuera que el enemigo atacara la ciudad y la destruyera porque sus habitantes estaban inadvertidos para defenderse. Tener el empleo de guardia en la torre y ser negligente en su deber podía costarle la vida al centinela, dado que el descuido en ese puesto podía causar la muerte de otras personas. El vocablo griego que se empleó más frecuentemente en el Nuevo Testamento para la idea de centinela era una designación para obispos y presbíteros. La negligencia y pereza sobreviniera repentinamente alguna calamidad (definición de Unger, Bible Dictionary).
Hoy día, los miembros de la Iglesia tienen la oportunidad de ver claramente el enemigo y observar su forma de actuar, porque tienen profetas que les hacen saber la voluntad de Dios. Por lo tanto, el Salvador los ha llamado para que prevengan a los malvados de la destrucción que les espera si no se arrepienten y para que protejan a Sión y a sus habitantes. Ése es el motivo por el cual el Señor se refiere a sus siervos autorizados, dice que son centinelas en las torres (véase Isaías 62:6 y Ezequiel 33:2–9).
La frase “todo mi Israel” (vers. 12) se refiere a los que han aceptado el convenio del evangelio y, al obedecerlo, han llegado a ser herederos de las bendiciones de Abraham, Isaac y Jacob (véase Abraham 2:9–11; Romanos 9:6–8).
Doctrina y Convenios 101:17–20. “Sión no será quitada de su lugar”
Al hablar de los días en que los santos se vieron expulsados del condado de Jackson, el élder James E. Talmage dijo:
“. . . No se permitió que los santos tomaran posesión inmediata de la tierra que se les prometió por herencia perpetua. Así como transcurrieron muchos años entre la ocasión en que el Señor prometió a Israel antiguo que Canaán sería la tierra de su herencia, y el día en que entraron en ella para poseerla —años dedicados a la afanosa y dolorosa preparación del pueblo para realizar el cumplimiento— también en estos postreros días está en suspenso la voluntad divina, mientras es santificado el pueblo para el gran don y las responsabilidades siguientes. Mientras tanto, se están congregando los de corazón íntegro en los valles de los Montes Rocosos; y allí, en las cumbres de las montañas, elevándose sobre los montes, se han erigido templos; y todas las naciones correrán hacia esa región. Pero Sión aún será establecida en su sitio regio; ‘no será quitada de su lugar’ y los puros de corazón volverán ‘con cantos de gozo sempiterno, para poblar los lugares desolados en Sión’” (Artículos de Fe, págs. 388–389).
Doctrina y Convenios 101:18. ¿Qué significa “poblar los lugares desolados de Sión”?
El término desolada parece emplearse en este versículo con un significado un poco diferente del que le da el diccionario. En este caso se emplea con el sentido de yermo, deshabitado.
Respecto a las últimas palabras del versículo 18, el élder Orson Hyde dijo: “Las Escrituras dicen que en los últimos días el pueblo del Señor irá y poblará ‘los lugares desolados de Sión’. Pero antes de que eso suceda, esos lugares tendrán que quedar deshabitados, a fin de que con propiedad se les llame ‘lugares desolados de Sión’. Entonces se les pedirá a los santos que los ocupen y los edifiquen” (En Journal of Discourses, 10:376).
El élder Orson Pratt explicó que después que los castigos de Dios desolaran las ciudades, los santos volverían a Misuri y poseerían las propiedades que ocuparon en los primeros días de la Iglesia: “Los acontecimientos se sucederán en ese orden; desde ese núcleo en el condado de Jackson, se extenderá a los condados occidentales de Misuri y los orientales de Kansas, donde este pueblo será establecido, y se extenderá entonces por toda esta región, desde el río de izquierda, hasta el río Misuri; y desde ese punto, a partir de la gran ciudad central; toda la tierra entera tenderá de aplicar la ley de Dios y las normas, y así se establecerá una unidad que continuará extendiéndose cada vez más ampliamente y será un gran edificio santo. Los actuales lugares desolados de los gentiles serán habitados por los santos. Entonces se cumplirá la profecía de Isaías en la que leemos: ‘Tus descendientes heredarán naciones, y habitarás las ciudades asoladas’ [Isaías 54:3], pues Dios los visitará con sus castigos, y no habrá protección para apagar las tierras. Entonces, los santos las ocuparán, los que obedecerán la ley celestial, y recibirán las mayorías de acuerdo con los designios del cielo” (Deseret Evening News, 2 de oct. de 1865, pág. 265).
Algunos se han preguntado si la promesa de desolación no se habrá cumplido en épocas anteriores de la historia de los Estados Unidos, pero el presidente Spencer W. Kimball destacó que todavía están pendientes sobre los habitantes del mundo los castigos del Señor con los malvados, si es que éstos no se arrepienten. Citando con detalle las advertencias que aparecen en Levítico 26, una de las cuales se refiere particularmente a que se habrá “desiertas vuestras ciudades” (vers. 33), el presidente Kimball añadió: “Esas son situaciones difíciles y muy graves, pero son posibles” (En Conference Report, abril de 1977, pág. 6).
Doctrina y Convenios 101:20–22. ¿Qué significa que “permanezcan en lugares santos”?
El élder Harold B. Lee enseñó que permanecer en lugares santos (vers. 22) es permanecer en Sión; lo que significa entre los puros de corazón:
“En estos días de nuestra generación, muchos preguntaréis: ¿Dónde se puede estar seguro?
“La palabra del Señor se deja oír, y Él nos ha amonestado así. . .” y cita Doctrina y Convenios 45:32.
“El Señor nos ha dicho dónde están esos ‘lugares santos’. . . y a continuación aparece la referencia de Doctrina y Convenios 45:68.
‘¿Y dónde está Sión?
‘Durante los diversos períodos o dispensaciones, y en los diferentes idiomas, los profetas del Señor, sus portavoces, han designado lugares de recogimiento donde los miembros debían congregarse. Después de designar esos lugares en nuestra dispensación, Él agregó:’ y cita Doctrina y Convenios 101:21.
“En esta forma, el Señor claramente puso la responsabilidad de dirigir la obra de recogimiento en manos de sus líderes, que son llamados divinamente. Ruego fervientemente que todos los santos y aquellos que buscan la verdad en todas partes sigan a los ojos de esos líderes-profetas, en lugar de prestar atención a algún demagogo que busque enriquecerse en razón de problemas sociales y alguna articulación política.
“Hay varios significados para el vocablo Sión. . . .
‘Existe. . . un sentido sumamente significativo de esa palabra, en el cual a la Iglesia se la designa como llama Sión, y comprende —de acuerdo con la definición que el Señor mismo dio— a “los puros de corazón” (Doctrina y Convenios 97:21).
“Al estudiar los mandamientos de Dios y las promesas que los acompañan con la condición de que se cumplan, se alcanzan ideas definidas relativas a la forma en la que podemos permanecer en lugares santos, tal como el Señor manda” (y cita Doctrina y Convenios 30:10; Doctrina y Convenios 59:9; Isaías 58:7, 9; Doctrina y Convenios 89:18, 21; y concluye diciendo que se nos promete que “el Señor nos bendecirá mientras vivamos sino que nuestro corazón se ponga.” (En Conference Report, octubre de 1968, págs. 61–62.)
Doctrina y Convenios 101:23–25. ¿Cuáles son algunas de las señales que acompañarán a la segunda venida del Señor?
El retorno del Señor a la tierra se relaciona con tres aspectos:
- Él dijo que cuando se muestre, “toda carne [lo] verá juntamente” (vers. 23). El élder Orson Pratt dijo que “la segunda venida del Hijo de Dios estará. . . acompañada de gran poder y gloria, de tal manera que sucederá sólo en una parte pequeña de la tierra, como Palestina, para que lo vean unos pocos, sino un acontecimiento visible para todos: ‘toda carne’ verá la gloria del Señor. Cuando Él se revele por segunda vez, todo ojo lo verá, no sólo de los que vivan en ese momento en la tierra, sino también los que hayan muerto” (En Journal of Discourses, 18:170).
- “Toda cosa corruptible. . . será consumida” (vers. 24). El élder Bruce R. McConkie lo explicó así: “Como parte del inicio de la era milenaria, la tierra (la villa del Señor) será quemada; toda cosa corruptible se consumirá en el fuego. . . Todos los orgullosos y los que obran inicuamente se quemarán como estopa (Mal. 4:1; Doctrina y Convenios 29:9; 64:23–25; 133:63–64). Todas las cosas perecerán destruidas (Isaías 13:9–14); y habrá una separación total entre justos y malvados (Doctrina y Convenios 63:54). Ese día lo soportarán sólo los que sean dignos de vivir en una esfera paradisíaca o terrestre” (Mormon Doctrine, pág. 494).
- “Y todas las cosas serán hechas nuevas” (vers. 25; véase también Doctrina y Convenios 29:23–24). En cuanto a esta renovación, el élder Parley P. Pratt escribió: “Los autores de los escritos sagrados prometen un nuevo cielo y una nueva tierra, o, en otras palabras, que los sistemas planetarios van a cambiar, purificarse, refinarse, exaltarse y glorificarse de acuerdo con la resurrección, medio por el cual todas las cosas imperfectas o males físicos serán eliminados” (Key to the Science of Theology, pág. 61).
“Esta renovación no es la misma que aparece como ‘nuevo cielo y nueva tierra’ (Apocalipsis 21:1); y que será el resultado de la celestialización de la tierra al final del Milenio.”
Doctrina y Convenios 101:25. ¿Cómo será quemada la tierra?
La gloria de un éter celestial, de la cual el sol es el símbolo más típico (véase Doctrina y Convenios 76:70), es tan radiante que traerá a la tierra producirá una gran quemazón. La purificación de la tierra mediante el fuego se producirá por la venida del Señor a la tierra (véase Doctrina y Convenios 5:19; McConkie, Doctrinal New Testament Commentary, 3:366–369; Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 133:40–49). Los que no pasen por un cambio para soportar la presencia del Salvador cuando Él venga en su gloria ciertamente perecerán por fuego.
Doctrina y Convenios 101:26–34. ¿Qué condiciones existirán en el Milenio?
Cinco aspectos del Milenio, los mil años del reinado personal de Cristo en la tierra, son los siguientes:
- “La enemistad de toda carne, cesará ante de mi faz” (vers. 26). El élder Orson Pratt dijo: “Ya que la enemistad de las bestias del campo, así como la de los hombres, cesará; no habrá más odio ni las bestias feroces devorarán a otras que son de naturaleza mansa; esa enemistad tampoco existirá entre los hombres; no pelearán más ni derramarán sangre humana. . . Todo cambiará bajo la influencia del amor, y el hombre tendrá amor por el hombre, y las bestias serán completamente pacíficas. Todo esto se cumplirá cuando Jesús venga con la inmortalidad, siendo uno que ha de alterar en la naturaleza feroz de los animales, al igual que la bondad caracterizará a todos los animales salvajes y feroces, así como a las serpientes venenosas, tanto que ni un pequeño niño temerá sus manos y jugarán en ellas, y no habrá nada destructivo ni dañino en todo el santo monte del Señor, volviéndose todas las cosas a ser, hasta cierto punto, al como eran cuando recién nacieron” (En Journal of Discourses, 1:285).
- “Ese día se le concederá al cordero y al león que coman paja juntamente” (vers. 27). Las personas algunas veces oran por cosas que no podrán tener. En el Milenio eso cambiará, pues los habitantes de la tierra serán llenos de justicia, y toda solicitud será concedida por el Padre Celestial.
- “Satanás no tendrá poder de tentar a ningún hombre” (vers. 28). Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 43:31, que contiene una explicación de cómo se limitará el poder de Satanás para tentar.
- “No habrá muerte” (vers. 29–31). Durante el Milenio no existirá la muerte, esto es, la pérdida de la vitalidad y de la salud. Los habitantes justos de la tierra vivirán hasta muy avanzada edad, y cuando llegue el momento del cambio conocido como “muerte”, serán “cambiados en un abrir y cerrar de ojos”, pasando de la mortalidad a la inmortalidad, y “su reposo será glorioso” (vers. 31). Entra aquellos que hayan “guardado la fe” (Doctrina y Convenios 63:50) no habrá una separación del cuerpo y el espíritu. Es sabido que cuando esta separación se produce, el espíritu pasa al mundo de los espíritus y el cuerpo queda en la tierra en espera de la resurrección. En cambio, en esa época, en el momento apropiado se producirá un cambio instantáneo de la condición mortal a una inmortal, de resurrección.
Ese cambio ha dicho el élder Joseph Fielding Smith: “Cuando Cristo venga, los santos que estén en la tierra serán vivificados y ascenderán para recibirlo. Esto no significa que los que estén vivos en ese momento han de pasar por la resurrección, pues el ser mortal debe quedar en la tierra hasta después de terminarlos mil años; sin embargo, se producirá un cambio sobre todos los que permanezcan aquí, y serán vivificados de manera que no estarán sujetos a la muerte hasta que no lleguen a la vejez. Las personas morirán cuando tengan cien años, y el cambio se producirá repentinamente pasando de un momento a otro al estado inmortal. Durante esos mil años no se harán tumbas. . . la muerte sucederá como una transición pacífica del estado mortal al inmortal” (Way to Perfection, págs. 298–299, 311).
Las Escrituras y los escritos de los profetas indican que durante el Milenio habrá en la tierra personas que no se habrán convertido en el nivel de plena rectitud, pero que finalmente todos tendrán la oportunidad de predicar el evangelio (véase Isaías 11:9; Habacuc 2:14; Jeremías 31:34). Los que no reciban el evangelio serán barridos de la faz de la tierra (véase Isaías 65:20).
Isaías enseñó que durante el Milenio “el pecador de cien años será maldito” (Isaías 65:20). Zacarías enseñó que en aquel momento, las naciones rebeldes que no vayan a adorar al Señor en Jerusalén serán castigadas con los castigos del Señor y el evangelio será enseñado a las naciones de la tierra (véase Zacarías 14:16–19; véase también Ensign, págs. 259–260).
- “Será el día en que. . . revelará todas las cosas” (vers. 32). El Milenio es la época en la que el Salvador hablará personalmente con los miembros fieles y obedientes de su Iglesia, los que han vivido en la tierra desde los días de Adán. Apenas podemos imaginar las bendiciones reservadas para los que hayan sido fieles. Por ejemplo, los primeros diez capítulos del libro de Génesis (entre veinte y quince páginas, según la edición) cubren aproximadamente dos mil años de historia. Es increíble la cantidad de conocimiento que se ha perdido concerniente a esta tierra solamente. En el Milenio todo ese conocimiento, y aún más, será restaurado. No nos causa sorpresa, entonces, que los santos de todas las épocas esperen ansiosamente el día en que Cristo estará entre ellos, día en el que Él les dará a conocer todas las cosas.
Doctrina y Convenios 101:35–38. “Para que con paciencia podáis ganar vuestras almas, y tendréis vida eterna”
En estos versículos, el Señor mandó a los santos que pusieran más atención en la búsqueda de la vida eterna que en las posesiones y los placeres de la vida mortal. Indica también que no tenían que temer por aquellos que habían perdido la vida en el condado de Jackson (hubo algunos) y los que la perderían en las persecuciones futuras (seis mil personas murieron al cruzar las llanuras hacia Utah), pues los que son fieles tienen la esperanza de una resurrección gloriosa y de recibir las bendiciones de la vida eterna con Dios.
El presidente Heber C. Kimball habló acerca de cómo la muerte no altera el carácter moral del hombre: “No es de hecho bastante a menudo que la separación del cuerpo y el espíritu no produce diferencia alguna en la condición moral e intelectual del espíritu? Cuando una persona que siempre ha sido buena y fiel a su Dios deja su cuerpo reposando en la tierra, su espíritu sigue siendo el mismo en el mundo espiritual. No es el cuerpo el que tiene control sobre el espíritu en cuanto a su disposición, sino que lo espiritual controla lo físico. Cuando el espíritu abandona el cuerpo, éste deja sin vida; pero ni siquiera una partícula del espíritu cambia por haber tenido éste que separarse del cuerpo” (En Journal of Discourses, 3:108).
Doctrina y Convenios 101:39–42. “La sal de la tierra”
Jesús dijo a sus discípulos en Palestina: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada?” (Mateo 5:13). Las personas no pueden enseñar ni testificar de las verdades de Dios ante los demás si ellas mismas no las creen y las siguen.
La sal es importante para la vida del hombre, y en todas las épocas se ha utilizado como medio de conservar, como condimento y como elemento religioso (véase Levítico 2:13). La sal que ha perdido su sabor, o sea, su salinidad, ya no sirve; lo mismo pasa con el pueblo que descuida el evangelio o en cuya vida hay impureza y desobediencia, y se convierte en un pueblo sin valor que no puede cumplir la misión que el Señor le ha encomendado.
El ser llamado “la sal de la tierra” es un gran cumplido del Señor. Indica que uno tiene el propósito de preservar, purificar y dar sabor a la sociedad.
“Al hablar el Señor de ‘sal de los hombres’, se refería a aquellos que le representan; se refería a aquellos que habiendo recibido el sacerdocio han sido limpiados de sus pecados en las aguas del bautismo y han convenido con Él de guardar las leyes de Su nombre y su causa. . . se refería a aquellos que hablan de compartir con otros los poderes del sacerdocio. Él se refería a todos nosotros.
“Un químico mundialmente famoso me dijo que la sal no pierde su sabor con el paso del tiempo, sino que lo pierde sólo cuando se mezcla y contamina. De la misma manera, el poder del sacerdocio no se gasta con el paso del tiempo, sino que también se pierde cuando se mezcla y contamina.
“Cuando un poseedor del sacerdocio mezcla su lenguaje con mentiras y blasfemias, sufre la pérdida de su sabor.
“Cuando uno de nosotros sigue a algún grupo del mundo, participa en actos inmorales y en el uso de las drogas, del tabaco, del alcohol o de otras sustancias dañinas, pierde su sabor.
“El sabor y la virtud se apartan del hombre que contamina su mente con pensamientos impuros, que profana sus labios al no ser verídico, que hace mal uso de su fuerza en actos inicuos. El Rey benignamente advirtió: ‘. . . si no os cuidáis vosotros mismos, vuestros pensamientos, palabras y obras, y observáis los mandamientos de Dios. . . pereceréis’ (véase Mosíah 4:30).
“Quisiera ofreceros unas pautas sencillas especialmente a vosotros los jóvenes, como un medio para que preservéis vuestro sabor: Si no es algo limpio, no lo penséis; si no es algo verdadero, no lo digáis; si no es algo bueno, no lo hagáis.” (Véase Howard Classis, The Meditation of Marcus Aurelius», ed. por Charles W. Eliot, New York: P. F. Collier and Son, 1909, pág. 211.)» («La sal de la tierra», Liahona, julio de 1980, pág. 69.)
Doctrina y Convenios 101:44–64. ¿Qué representa esta parábola?
Sidney B. Sperry, en su obra sobre Doctrina y Convenios, explicó la parábola en esta forma:
“Parecería que la parábola debe interpretarse en esta forma: el noble es el Señor, que estableció Sión en su viña —es Sión en Misuri. Los lugares en los que los miembros viven en Sión son los olivos; los siervos son los colonos Santos de los Últimos Días, y los centinelas son los oficiales de éstos en la Iglesia. Mientras todavía estaban edificando en Sión, entran en diferencia y no construyen la torre, o sea, el templo, cuyo sitio se había dedicado y marcado ya antes, el 3 de agosto de 1831. Si lo hubieran edificado como el Señor les había mandado, habría sido un refugio espiritual para ellos, porque desde allí los centinelas nombrados por el Señor podrían haber visto mediante revelación los movimientos del enemigo mucho antes de que ocurrieran. Pero en su conocimiento de antemano los habría salvado y habrían preservado su obra en el mundo de ser atacados por el enemigo.
“Pero fueron perezosos, descuidados y se durmieron. Llegó el enemigo y se apoderó y usurpó las persecuciones en Misuri. El pueblo del Señor fue despojado y mucho de su trabajo quedó destruido. El Todopoderoso reprendió a su pueblo y lo dispersó. El sitio ya, pero mandó a uno de sus siervos (vers. 55). José Smith (103:21), a recoger ‘toda la fuerza de mi casa’, dijo, y a restaurar las tierras y posesiones de que se les había quitado.
“El pueblo recibió esta instrucción, pero, en un intento por cumplir lo dicho en la parábola, en el año 1834, el Profeta organizó un ejército de voluntarios —el Campamento de Israel— con el fin de ir a Misuri para redimir Sión, o sea, los territorios concernientes a la redención de Sión; en ella se les dieron instrucciones respecto a que debían tratar de concentrarse en Misuri en lugar de pelear con fuerza; y si el enemigo los atacaba, debían organizar una milicia con su contra. Sión no fue redimida en aquel entonces, pero podemos esperar que en un futuro no muy lejano lo sea. Ciertamente será redimida cuando el Señor lo juzgue conveniente” (Commentary, págs. 521–522).
Cuando José Smith siguió las instrucciones del Señor de recoger “la fuerza de mi casa” (Doctrina y Convenios 103:22) organizando el Campo de Sión para ir a redimir a Sión, el pueblo del Señor llegó a comprender diferente su propósito al enviarlos y Su voluntad concerniente a la redención de Sión. La redención de Sión no se produjo en ese entonces. Al preguntarle el siervo de la parábola cuándo se tomaría posesión de la tierra, el Señor le respondió: “Cuando sea mi voluntad” (vers. 60).
La parábola establece, además, que todo se cumplirá “después de muchas días” (véase el vers. 62), lo cual indica que transcurriría largo tiempo antes de que Sión fuera redimida. La redención de Sión todavía no ha tenido lugar cuando los santos se vieron expulsados de Misuri y de Nauvoo; más tarde, el Señor le dijo a Brigham Young: “Sión será redimida en mi propio y debido tiempo” (Doctrina y Convenios 136:18). La redención de Sión (refiriéndose a la ciudad de la Nueva Jerusalén en Misuri) es todavía un hecho futuro, aunque naturalmente en la localidad está mucho más próxima que cuando los miembros trataron de recuperar su herencia en las tierras de Sión.
Se habla de la época de la redención de Sión en Doctrina y Convenios 58:44; 105:15, 37. Compárese la parábola que aparece en Doctrina y Convenios 101 con la de Isaías 5:1–7 y Mateo 21:33–46.
Doctrina y Convenios 101:67–75. Otras instrucciones concernientes a Sión
El Señor habló de dos puntos importantes que tenían que ver con el establecimiento de Sión: el recogimiento de los santos en los lugares señalados y la compra de terrenos en la región de Sión. En los versículos 68 y 72 leemos sus advertencias de que no debían realizar la obra con prisa. Parte de las dificultades que tuvieron que enfrentar en su primer intento de establecer Sión era el resultado de que muchos de ellos estuvieron mal preparados, y, evidentemente, pensaron que el Señor se ocuparía de sus necesidades en lugar de proveer ellos para sí mismos; esa idea era contraria al consejo que habían recibido del Señor cuando, en el mismo comienzo de la fundación de Sión, Él les dijo: “Y haga el recogimiento no con avidez ni con precipitación” (Doctrina y Convenios 58:56). Además, les advirtió también: “Y ahora, he aquí, la voluntad del Señor vuestro Dios concerniente a sus santos, es que se reúnan juntamente en la tierra de Sión, no precipitadamente, no sea que haya confusión, lo cual trae pestilencia” (Doctrina y Convenios 63:24). Pero no tuvieron en cuenta los consejos del Señor, y el resultado ya es historia.
La Explicación B, en el Apéndice, da más detalles sobre el tema de Sión.
Doctrina y Convenios 101:69–71. El ser uno
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 38:24–27.
Doctrina y Convenios 101:75. Sión ya podría estar redimida si los santos hubieran dado oido a la voz del Señor
En la revelación que aparece en la sección 61, que se recibía en diciembre de 1833, el Señor dijo a su pueblo que si los que Él había llamado a sí mismos “santos” hubieran seguido sus consejos, tendrían suficientes recursos para redimir la tierra y establecer Sión “para mans no sería derramada” (101:75). En junio de 1834, el Señor indicó que Sión podría haber sido redimida si no fuera por las transgresiones de su pueblo (véase Doctrina y Convenios 105:1–10). No es Él quien desanima en llevar a cabo el establecimiento de Sión y hacer que se derrame sobre los santos la plenitud de sus bendiciones, sino que la prontitud con que se cumplan sus promesas y su pueblo reciba las bendiciones de la determinan la voluntad de éste en responder a sus consejos y hacer lo que Él le ha pedido por medio de los profetas.
El presidente Spencer W. Kimball dijo lo siguiente concerniente al efecto que pueden tener los esfuerzos de los miembros en concretar los propósitos del Señor y en apresurar su obra para la redención de Sión:
“Se calcula que llevó 117 años, desde 1830 hasta 1947, para lograr el primer millón de miembros. Luego llevó 16 años para alcanzar el segundo millón, y 9 años más tarde se había alcanzado la cifra de los 3 millones de miembros. Probablemente llevará unos 4 ó 5 años para pasar de 3 a 4 millones, y después calculamos que el aumento será aún más rápido debido a nuestros mejores esfuerzos.
“¿Qué significa esto para nosotros? Significa que si la gente de la Iglesia lleva a cabo un verdadero proselitismo en sus barrios, el número de conversos podría crecer astronómicamente y hasta llegaría a apresurar el tiempo en que el Señor regresará a la tierra en su segunda venida.” (Improving y desafío a los misioneros, Liahona, febrero de 1977, pág. 1.)
Doctrina y Convenios 101:76–79. ¿Qué quiere decir que la Constitución de los EE. UU. fue establecida “para los derechos y protección de toda carne”?
Uno de los propósitos principales de todo gobierno es proteger a los ciudadanos “en sus derechos inherentes e inalienables” (Doctrina y Convenios 134:5), los cuales las Escrituras declaran que son: “el libre ejercicio de la conciencia, el derecho de tener y administrar propiedades y la protección de la vida” (Doctrina y Convenios 134:2). A los santos de Misuri se les habían negado todos esos derechos. La Constitución de los Estados Unidos garantiza a todo individuo el derecho de solicitar indemnización cuando se ha visto privado de los derechos que Dios mismo le ha dado. El Señor les dijo a los santos de Sión a impetrar “para obtener indemnización y redención” de parte de las autoridades constituidas (vers. 76).
El presidente Charles W. Penrose explicó cómo este gran documento beneficia a todos los hombres, en todas partes: “En la sección 101, el Señor habla en cuanto a la Constitución de esta nación diciendo que fue redactada por hombres sabios a los que Él levantó para ese mismo propósito. ¿Para qué? Para mantener los derechos y privilegios de toda carne, no sólo para la gente de esta nación. Los principios de libertad de ese gran documento deben ir a otras naciones, y llegará una época en que repercutirán. . .” (En Conference Report, abril de 1917, pág. 20.)
Doctrina y Convenios 101:80. Dios mismo instituyó la Constitución
“Para mí. . . esa declaración del Señor, ‘He establecido la constitución de este país’, coloca a los Estados Unidos en una posición similar a la que tendría si estuviera escrita en el mismo libro de Doctrina y Convenios. Esto hace de los Estados Unidos el baluarte del Señor a nosotros. El hecho de que Él lo haya dado por precepto oral, sino que por inspiración de su intención y espíritu en las mentes de los hombres, haciéndolos redactar este gran documento de gobierno humano, no altera para nada la autoridad con que está redactada.” (J. Reuben Clark, hijo, En Conference Report, abril de 1935, pág. 39.)
Doctrina y Convenios 101:80. “Por mano de hombres sabios que levanté para este propósito mío”
El presidente Brigham Young habló de algunos de esos “hombres sabios” a quienes Dios preparó:
“Creemos que el Señor ha estado preparando todo para que cuando fuera el momento de ejecutar su obra, cuando llegare el momento preciso, pudiera haber un lugar en la tierra donde existiese suficiente libertad de conciencia para que sus santos pudieran morar en paz y bajo la amplia protección de la ley y constitucional y de la igualdad de derechos para todos. En este sentido, consideramos que los hombres de participación en la Revolución [de la Independencia] fueron inspirados por el Todopoderoso para derrumbar las cadenas del poder conquistador, junto con su religión establecida. Por esta razón. . . muchos. . . fueron inspirados a actos de resistencia ante las leyes del Rey de Gran Bretaña, sólo que no fue el gobierno, bien pudo haber sido dirigido. . . a fin de que se llevaran a cabo los propósitos de Dios establecidos en un nuevo gobierno sobre principios mayores de libertad, un gobierno independiente que permitiera el libre ejercicio de la religión.
“Fue la voz del Señor la que inspiró a aquellos hombres de influencia en un momento de prueba, no sólo a ir a la batalla, sino también a ejercer prudencia en los concilios, y fortaleza, valor y persistencia en el campo militar, y posteriormente, a adoptar las medidas sabias y eficientes que aseguraran, para ellos y las generaciones posteriores, las bendiciones de un gobierno libre e independiente.” (Discourses of Brigham Young, págs. 359–360.)
Doctrina y Convenios 101:81–95. ¿Por qué era tan importante que los santos pidieran indemnización?
El Señor repitió la parábola que se encuentra en Lucas 18:1–8, de la mujer que tanto importunó al juez con sus ruegos que finalmente él, cansado, le otorgó lo que solicitaba; luego, la comparó con la situación de los miembros de la Iglesia, aconsejándoles que buscaran indemnización de parte del juez sirviéndose del gobierno y yendo hasta el mismo Presidente de los Estados Unidos si era necesario; también les dijo que si todos ellos hacían caso omiso de la apelación, Él se levantaría en ira y haría justicia entre los que habían despojado a los santos, “para que todos los hombres quedasen sin excusa” (vers. 93). El presidente Joseph Fielding Smith explicó esto en la siguiente forma:
“Los santos deben llevar sus quejas ante los tribunales apropiados y procurar que se les indemnice en los daños. Era necesario que hicieran ese paso, pues al hacerlo y ser negados sus pedidos civiles y religiosos, los santos estarían en condiciones de apelar en excusas ante el Señor, y así el Señor respondería a sus pedidos. Aquellos que les negaron justicia serían condenados, al igual que los que les habían infligido males.” (Church History and Modern Revelation, 1:462–463.)
“Puesto que existe una ley de represalia, firme en eterno como cualquiera de las otras leyes del Altísimo (véase Doctrina y Convenios 63:3; 2 Nefi 2:5), llegará el día en que se harán distinguir estos agentes al Magistrado Justo, a quien no asustan los populachos amedrentadores.” (Church History and Modern Revelation, 1:462, 469.)
Doctrina y Convenios 101:96–101. Los santos no debían vender las tierras que poseían en el condado de Jackson
El Señor mandó a los miembros que reclamaran y retuvieran “sus derechos” con respecto a las tierras de Misuri, “aunque no se les permita morar allí” (vers. 99). En una carta que el Señor dictó a los que estaban en el condado de Jackson, el profeta José Smith les declaró:
“Quisiera comunicaros que no es la voluntad del Señor que vendáis vuestros terrenos en Sión, si acaso podéis hallar los medios para sostenerlos sin tener que hacerlo. Se debe hacer cuanto esfuerzo sea posible para sostener la causa que habéis abrazado. . .” (Enseñanzas, pág. 322.)
Y más adelante les escribió lo siguiente:
“Por graves que sean vuestros sufrimientos, es mejor a la vista de Dios que muráis, y no que abandonéis la tierra de Sión, la herencia que os ha encomendado con vuestro dinero; porque todo hombre que no traspasare su herencia, aunque muera, la recibirá cuando el Señor viniere, y como Job, verán su carne a Dios. Este, pues, es mi consejo para vosotros: vuestras tierras hasta lo último, y emplead todo medio lícito para obtener retribución de vuestros enemigos; orad a Dios, día y noche, de que os haga volver con paz y seguridad a las tierras de vuestra herencia; y si el juez no os oyere, apelad al poder ejecutivo; y si el poder ejecutivo no os hiciere caso, apelad al presidente, y si el presidente no os atendiere, ni las leyes os ayudaren, y la benevolencia de la gente os abandonare, y todas las cosas os fallaren salvo Dios solo, y si seguís importunándolo, como la mujer al juez injusto, El no se negará a ejecutar juicio sobre vuestros enemigos y vengar a sus escogidos que claman ante El día y noche” (Enseñanzas, pág. 37.)
Los terrenos consagrados de las heredades de los santos fueron contaminados por los malvados cuando los quemaron y despojaron, pero el consentimiento que los santos hubieran dado a esa contaminación al venderles sus tierras habría sido, ante la vista del Señor, “un pecado muy penoso y grave” (vers. 98).
Sección 102
La constitución del sumo consejo
Antecedentes históricos
El 17 de febrero de 1834, José Smith organizó el primer sumo consejo de la Iglesia en esta dispensación. Al día siguiente, el 18 de febrero, el Profeta revisó y corrigió las actas de organización; luego, el 19, el consejo volvió a reunirse, atendió los asuntos pertinentes y se presentaron las actas ante los hermanos (véase History of the Church, 2:31).
El profeta José Smith habló al concilio en cuanto a la necesidad de orar “a fin de que se nos pueda dar del Espíritu, para que podamos juzgar las cosas del Espíritu en esa forma, porque la mente carnal no puede dictar para lo concerniente a Dios. Se levantaron y oraron tres veces, y unánimemente se adoptaron y recibieron como formato y constitución del Sumo Consejo de la Iglesia de Cristo. En lo adelante, con la aclaración de que el Presidente debería presidirse en ella al igual dicho punto, tendrá el privilegio de incluir” (History of the Church, 2:31).
Las actas de esta reunión de consejo se incluyeron en Doctrina y Convenios y forman la sección 102, porque se le había mostrado a José Smith en visión el orden del consejo, y estaba de acuerdo con el de los consejos antiguos (véase en esta sección Notas y comentario sobre el vers. 4).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 102:2, 9–10. Propósito especial del primer sumo consejo
En instrucciones especiales para los poseedores del Sacerdocio de Melquisedec, se estableció una diferencia importante entre el primer sumo consejo y los sumos consejos de estaca que hay en el presente:
“El primer sumo consejo de la Iglesia en esta dispensación fue organizado en Kirtland, Ohio, el 17 de febrero de 1834. En algunos aspectos, aquel sumo consejo era diferente de los que hoy tenemos en las estacas de Sión. Aunque todavía tiene vigencia todo lo que está escrito en aquella revelación (Doctrina y Convenios 102) con relación a los tribunales, se debe tener presente que la Primera Presidencia de la Iglesia constituía la presidencia de aquel sumo consejo. . . [Véase el vers. 2.] Este consejo tenía amplia jurisdicción y no se circunscribía a los límites de una estaca. No fue sino hasta que se organizaron las estacas sumos consejos como los que encontramos hoy que las presidencias de éstas presidieron en sus deliberaciones. . . Es menester prestar atención especialmente a los versículos 9 y 10 de la sección 102. . .
“‘Por eso vemos que el primer sumo consejo tenía jurisdicción en toda la Iglesia. Posteriormente se organizó en Misuri otro sumo consejo que se ocupara de los problemas que hubiera en aquella parte lejana de la viña. Más adelante, una vez que se organizaron estacas tal como las que tenemos hoy día, se nombraron para éstas presidencias completas y sumos consejos.’” (Melchizedek Priesthood: Further Instructions on Duties of High Councillors and Special Items, Improvement Era, feb. de 1955, pág. 113.)
Doctrina y Convenios 102:4. Los sumos consejos actúan “conforme a la ley del cielo”
De ahí en que se organizó el sumo consejo, el profeta José Smith declaró que se le había revelado la forma en que debía actuar, tal como lo aclaran las actas de aquella reunión:
“El hermano José dijo entonces que explicaría el orden de los consejos de los días antiguos tal como se le había mostrado en una visión. . . Jerusalén era cabecera del consejo de la Iglesia en los días antiguos. Pedro, el Apóstol, era el Presidente del consejo y tenía las llaves del reino del cielo en la tierra, llamado a este oficio por el Salvador mismo y reconocido por la voz de la Iglesia. . . No estaba de acuerdo con el orden de los cielos en los antiguos consejos presentar evidencia en contra y a favor del acusado, como en los tribunales judiciales modernos, sino que cada uno de los miembros del cuerpo, al pararse para hablar, debía expresarse en forma precisa según la evidencia y de acuerdo con la inspiración del Espíritu del Señor, y que ningún miembro del cuerpo debía sancionar el acusado cuando su culpabilidad quedara demostrada. El acusado tenía derecho a que la mitad de los miembros del cuerpo determinaran su causa a fin de que su caso pudiera presentarse con justicia ante el Presidente, a fin de que se tomase una decisión de acuerdo con la verdad y la justicia. . . El hermano José dijo que esa organización era el modelo que tenían que seguir los sumos consejos en sus consejos. . . Luego, los asistentes expresaron por voto que deseaban someterse al orden presente, que todos consideraran ser la voluntad de Dios.” (Kirtland High Council Minute Book, Departamento Histórico de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City, págs. 29–32.)
El 19 de febrero, cuando se presentaron las actas corregidas, José Smith escribió lo siguiente:
“Todos levantamos la mano hacia el cielo en señal del convenio solemne; y el Señor nos bendijo con su Espíritu. Declaré entonces que el consejo quedaba organizado de acuerdo con el antiguo orden, y también de acuerdo con la voluntad del Señor” (History of the Church, 2:32–33).
Doctrina y Convenios 102:6–7. A fin de resolver los asuntos pendientes se requiere la presencia de una mayoría
Con el objeto de asegurarse la presencia del número de miembros del sumo consejo necesario para resolver los asuntos, la norma actual de la Iglesia establece que las Autoridades Generales pueden otorgar permiso a los presidentes de estaca para nombrar miembros suplentes del sumo consejo. De acuerdo con la norma oficial de la Iglesia, el tribunal del sumo consejo está integrado por la presidencia de la estaca y los doce miembros del sumo consejo. Los miembros suplentes pueden participar en los tribunales en ausencia de los miembros regulares.
Doctrina y Convenios 102:12–22. Los procedimientos que rigen en el tribunal del sumo consejo
Dado que dirigir el tribunal del sumo consejo es una importante función del sumo consejo de la estaca, el orden y los procedimientos adecuados resultan igualmente importantes. En el Manual general de instrucciones se bosquejan los procedimientos, basados en los principios que se revelaron en la sección 102 de Doctrina y Convenios. Los líderes del sacerdocio deben seguir las pautas y normas que se indican en ese manual.
Doctrina y Convenios 102:18. Derechos del acusado y del acusador
En 1840, el profeta José Smith dio instrucciones a los sumos consejos con relación a los derechos de las partes interesadas, escribiendo lo siguiente:
“Que el acusado no habrá de juzgar ningún caso en el que no estén presentes ambas partes, o si no han tenido la oportunidad de estar presentes; ni tampoco deben oír la queja de una persona antes que escuchen su causa para ser juzgada; ni tampoco deben permitir que se saque a una persona ante el Sumo Consejo, sin que el acusado se presente preparado para defenderse, para que así no haya prejuicios en la mente de los consejeros, ya sea a favor o en contra de aquél cuya causa posiblemente tendrán que juzgar” (Enseñanzas, pág. 196).
Si las partes interesadas no comparecen, el tribunal puede proceder basándose en la evidencia disponible.
Doctrina y Convenios 102:19–22. El procedimiento para la decisión y las responsabilidades de los “jueces”
En algunos de los primeros consejos de la Iglesia, el Profeta les dio instrucciones a los demás hermanos con respecto al estricto orden de los antiguos consejos y a la grave obligación que recae en aquellos que son llamados para jueces y consejeros de los jueces:
“. . . que ningún hombre es capaz de juzgar en un consejo, a menos que esté puro su propio corazón; y que frecuentemente nos llena tanto el prejuicio y a tal la viga nos empaña la vista, que no somos capaces de juzgar con rectitud.
“Pero volviendo al asunto del orden, en los días antiguos se conducían los concilios con tan estricta circunspección, que a nadie le era permitido susurrar, repetir, acostarse, salir de salón o inquietarse en lo más mínimo, hasta que se recibía la voluntad del Señor por revelación, o la voz del consejo lo determinaba por el Espíritu, cosa que no se ha observado en esta Iglesia hasta el tiempo presente. En los días antiguos quedaba entendido que si un hombre podía permanecer [en reunión], otro podía hacer lo mismo; y si el presidente podía dedicar su tiempo, los miembros también; pero en nuestros concilios, hablando generalmente, uno estará inquieto, otro durmiendo, otro estará orando, otro no; uno estará pensando en los asuntos que se están tratando, otro en algo distinto.
“Nuestros hechos quedan inscritos, y algún día futuro los pondrán ante nosotros; y si nos juzgamos terrenalmente y perjudicamos a nuestros semejantes, quizá allá nos condenarán; allí serán de grave importancia, y para mí esta importancia parece ser mayor que cualquier cosa que pudiera aparecer. Pregunto, hermanos, cuántas veces habéis sido desechado que sugiriese este consejo, y si estáis ahora preparados para juzgar en ayuda de vuestro hermano.” (Enseñanzas, págs. 76–77; véase también la Explicación I, en el Apéndice.)
Doctrina y Convenios 102:26–27, 33. Registro y apelaciones de los tribunales de la Iglesia
Es menester guardar actas de todos los tribunales efectuados por un sumo consejo. La copia original de las actas se envía a la oficina de la Primera Presidencia de la Iglesia, en conformidad con esta revelación.
Toda persona a quien un tribunal de la Iglesia le suspenda los derechos de miembro o la excomulgue tiene el derecho de apelar ante tribunales superiores. La decisión de un tribunal de obispo puede ser objeto de apelación ante un tribunal del sumo consejo, y la decisión de un tribunal de un sumo consejo puede apelarse ante la Primera Presidencia.
Doctrina y Convenios 102:30–32. ¿Qué relación hay entre el Quórum de los Doce y el sumo consejo de la estaca? ¿Y entre el sumo consejo y la presidencia de la estaca?
Las instrucciones del profeta José Smith caracterizan la relación existente entre la autoridad y las decisiones del Quórum de los Doce y los sumos consejos de las estacas:
“Ningún consejo permanente tiene la autoridad para ir a las ramas de la Iglesia fuera de las estacas, y poner en orden sus asuntos, porque esto corresponde a los Doce. Además debe establecer un sumo consejo permanente, sino en Sión o en una de sus estacas” (Enseñanzas, pág. 83).
Posteriormente añadió: “El sumo consejo nada tenía que ver con los Doce en las decisiones que éstos tomaran. Si los Doce cometían algún error, eran responsables solamente ante el Consejo General de las autoridades de toda la Iglesia, de acuerdo con las revelaciones” (History of the Church, 2:285).
Hablando de Sión como estaca, el Profeta declaró que “el Sumo Consejo ha sido organizado expresamente para administrar en todos sus asuntos espirituales” (History of the Church, 2:228). La función de apoyo del sumo consejo es ayudar a la presidencia de la estaca, y cumplir las asignaciones que ésta le dé.
En un artículo sobre el Sacerdocio de Melquisedec, se analizó más detalladamente la función que desempeñan los miembros del sumo consejo:
“Los miembros del sumo consejo desempeñan una función muy importante en la administración de los asuntos de la estaca. Hablando figuradamente, constituyen el brazo derecho de la presidencia, por así decir. Según el grado de fidelidad, eficiencia y buena voluntad con que cumplan sus labores, así será el valor que tengan para la presidencia y el grado de progreso que logren la estaca y las organizaciones de barrio con las cuales hayan sido llamados a trabajar.
“Los deberes y asignaciones de los miembros de un sumo consejo son extensos y variados, y ahorran mucho tiempo a la presidencia en las estacas en las que ésta utiliza a los miembros del sumo consejo para hacer que avance el programa de la Iglesia. La experiencia ha demostrado que es prudente que las presidencias de estaca empleen ampliamente a los miembros del sumo consejo, dado que el progreso de la obra del Señor en una estaca y la eficiencia con la que la misma se ejecute estarán determinados en gran forma por la participación activa de dichos hermanos.” (“Melchizedek Priesthood: Responsibilities of High Councilors”, Improvement Era, feb. de 1954, pág. 112.)
Sección 103
La redención de Sión mediante la fuerza
Antecedentes históricos
En la transcurso de la primera semana de febrero de 1833, los santos que estaban en el condado de Jackson, Misuri, fueron expulsados de sus hogares obligándolos a atravesar el río Misuri hasta el condado de Clay, donde los recibieron con cierto grado de bondad. El élder Parley P. Pratt hizo el relato siguiente en relación a los acontecimientos subsiguientes:
“Después de escapar hacia el condado de Clay, habiendo quedado reducidos al máximo de pobreza, me gané la vida como mecánico, constructor y leñador, hasta el invierno de 1834, cuando se efectuó una conferencia general en mi casa y se decidió que los élderes fuesen enviados a Ohio a fin de conferenciar con el presidente Smith y la Iglesia en Kirtland, y para tomar alguna medida para con el pueblo o restauración de la gente a la que así había sido despojada y echada de su casa. Durante la conferencia, se hizo la siguiente pregunta: ‘¿Quién se ofrece para efectuar un viaje tan largo?’
“La pobreza de todos, la inclemencia del tiempo y aquella altura del año, todo ello se unió para que nadie valorara la presente. Al fin Lyman Wight y yo nos ofrecimos, lo cual fue aceptado inmediatamente. En aquel momento me encontraba en total carencia de ropa adecuada para el viaje; y no tenía caballo, montura, arreos, dinero ni provisiones para llevar conmigo en ese último paradero; al empezar el invierno estaba enfermo y sin poder hacer algo por sí mismo la mayor parte del tiempo.
“En esas circunstancias, no sabía qué hacer; casi todos habíamos sido despojados de nuestras bienes y todos éramos pobres. Como teníamos que emprender la marcha sin demora, casi me hacía abandonar la idea de la empresa misma. Todo parecía indicar que era imposible de realizar. Pero ‘al que cree todo le es posible’ (Marcos 9:23).
“. . . Pronto estuvimos listos y el 1° de febrero montamos nuestros caballos e iniciamos el viaje con buena disposición para recorrer la distancia de 1,600 a 2,400 kilómetros, a través de un país desolado e inhabitable y de selvas. No teníamos más de un centavo en el bolsillo al iniciar aquel viaje.
“Viajamos tres días, la guerra de invierno se tornó soleado o con tormentas, ya en medio de barro, lluvia o nieve; nos deteníamos sólo cuando el Señor nos requería de lo hiciésemos. Llegamos a Kirtland a principios de la primavera, y sanos y salvos nos hallamos fieles al recorrido, y relatamos sufrimientos nuestros a nuestra proscripción. El presidente José Smith y toda la Iglesia en Kirtland nos recibieron con muchas lágrimas y un gozo solamente se encuentran entre los santos y nos demostraron, allí, con todos los partes, gran interés respecto a la persecución que habíamos sufrido.” (Autobiography of Parley P. Pratt, págs. 107–109.)
El 24 de febrero de 1834, el sumo consejo se reunió en casa de José Smith para recibir un mensaje que llevaban desde Misuri los élderes Pratt y Wight. Una vez convocado el consejo y luego de la oración de apertura fue ofrecida por el Profeta, los dos hermanos que habían llegado de Misuri informaron en cuanto a la situación de los miembros en aquel estado.
“En una revelación anterior (Doctrina y Convenios 101:55–60), se dio a conocer al Profeta que se requeriría en algún momento dirigir la fuerza de la casa y de la tierra de Sión, a fin de redimirla. La revelación que aparece en esta sección se recibió cuatro meses y doce días después, dándoles instrucciones de reunir las fuerzas de la Iglesia para organizar un viaje de socorro. . .
“Los mensajeros de Sión le informaron al consejo que los santos esperaban dicha bona de aliento y ropa a cambio de su trabajo y que la bestia adentro pasaba bastante bien por el momento. Pero estaban afligidos porque los habían echado de sus casas en Sión, y anhelaban ansiosamente saber, si era posible, cómo y por qué medios iba a ser redimida Sión. Esta revelación [la sección 103], que se recibió antes de la reunión del consejo, es una respuesta precisamente a ese punto. Cuando los mensajeros hubieron expuesto su caso, el Profeta tenía ya lista la respuesta y estaba preparado para anunciar que iba a ir a Sión y que llamaría a voluntarios que lo acompañaran. El consejo resolvió esta moción, y entre treinta y cuarenta hombres se ofrecieron para ir, luego de lo cual eligieron a José Smith Comandante en Jefe de la expedición.” (Smith y Sjodahl, Commentary, págs. 659–660.)
Cuatro meses antes, el Profeta había recibido una revelación (Doctrina y Convenios 101:55–60) en la que se le indicaba que en algún momento se le requeriría convocar a los santos para redimir a Sión. La sección 103 es la revelación que autoriza ese llamamiento.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 103:1–4. ¿Por qué permitió el Señor que ocurrieran las dificultades en el condado de Jackson?
El Señor manifestó dos razones por las que había permitido que los santos que estaban en el condado de Jackson sufrieran persecución: (1) para que el campo de iniquidad de sus enemigos se desbordara y así pudieran ser sobre ellos un justo castigo (casos similares se describen en Alma 14:11; 60:13); y (2) que los santos fueran “castigados por un corto tiempo” (vers. 4) por no haber prestado atención a los mandamientos del Señor. Cuando la violencia del populacho alcanzó su punto culminante en el condado de Jackson, el Señor les había advertido que la tribulación sobre ellos era resultado de no haber sido obedientes a Sus mandamientos y de haber buscado el consejo del hombre sobre el consejo de Dios (véase Doctrina y Convenios 97:18–27). Aunque el populacho dio mayores demostraciones de perversidad, el Señor castigó a los miembros porque “no escucharon del todo todos [Sus] preceptos y mandamientos” (vers. 4), a pesar de que ya se les había enseñado de “aquel a quien mucho se da, mucho se requiere” (Doctrina y Convenios 82:3).
Doctrina y Convenios 103:5–10. El Señor prospera a su pueblo cuando éste presta oídos a su palabra, pero permite que le oprima si no ha sido obediente
Doctrina y Convenios 103:5–10 contiene la promesa de que los santos prevalecerían contra sus enemigos “desde esta misma hora” (vers. 5) si eran fieles, y que “jamás cesarían de prevalecer” (vers. 7), pero que se verían sometidos por sus enemigos si no vivían de acuerdo con los convenios que habían hecho.
En un discurso que dio en una conferencia, el presidente George Q. Cannon comentó en cuanto al cumplimiento de esta promesa:
“No puede haber duda en la mente de ninguna persona fiel en cuanto a la veracidad de esta promesa: la promesa de victoria y libertad por un lado, la promesa de castigo, desastre y dificultades por otro. En su experiencia total, los Santos de los Últimos Días han tenido pruebas de la verdad de estas palabras, pues las han visto cumplirse literalmente. Siempre que han sido fieles en obedecer los mandamientos de Dios, han prosperado y se han liberado de dificultades; pero cuando han sido infieles, han soportado dificultades y graves problemas. Es necesario que los malvados tengan la oportunidad de ejercer su libre albedrío en relación a la obra de Dios, dado que ellos tienen esa misma libertad que nosotros tenemos. Tienen el privilegio de ayudar a establecer la palabra de Dios, o pueden oponerse al Señor alibero peleando contra la obra del Señor; tienen la libertad de hacer todo lo que esté a su alcance para destruirla, y se les permitirá hacerlo hasta que la copa de su iniquidad esté llena.” (En Conference Report, oct. de 1899, pág. 48.)
Doctrina y Convenios 103:9–10. Los santos deben ser la sal de la tierra y “salvadores de los hombres”
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 101:39–42.
Doctrina y Convenios 103:11–14. ¿Retornarán los santos para edificar Sión en el condado de Jackson?
Los versículos 11 al 14 declaran que el Señor tiene la intención de restaurar a su pueblo las tierras que les había dado y de las que fueron expulsados para que “nunca más derrocados” (vers. 13); por otra parte, también es claro que esta restauración no se produciría sino hasta después de un período de “mucha tribulación” (vers. 12; véase también Doctrina y Convenios 58:2–4 y Notas y comentario sobre este último pasaje). En esta sección, el Señor advirtió a los santos que, aunque les había prometido que podrían retornar a leería de Sión, “si profan[aban] [sus] herencias” por el pecado, perderían su apoyo y serían “derribados” (véase el vers. 14). Desde que esta revelación se recibió, muchos líderes de la Iglesia han hablado sobre el retorno al condado de Jackson, en Misuri, entre ellos el élder Orson F. Whitney, quien dijo:
“Es el estado de Utah el monumento adecuado para el pueblo mormón. . .
¿Finalizará aquí nuestra misión? No. . . El momento en el mormonismo se levantará en el condado de Jackson, Misuri. Allí se construirá la gran ciudad, la Nueva Sión. Y el gozo de la redención será grande, vendrá el Señor a su templo y se distribuirá el galardón de Sión, a todos aquellos que hayan sido fieles.” (Citado en Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 147; cursiva agregada.)
El presidente Joseph Fielding Smith enseñó que “el lugar central donde se va a edificar la ciudad de la Nueva Jerusalén se encuentra en el condado de Jackson, estado de Misuri; jamás se tuvo la intención de reemplazar ese lugar con Utah ni ningún otro sitio” (Doctrina de Salvación, tomo 3, pág. 69; versión revisada).
El presidente Brigham Young dijo que aunque habrá un retorno para edificar Sión, no todos los miembros irán:
“¿Vamos a volver al condado de Jackson? Sí. ¿Cuándo? Tan pronto como se abra el camino. ¿Vamos a ir todos? No, claro que no. La región no es bastante grande para todos nosotros”
(en Journal of Discourses, 18:355). Y en otra oportunidad dijo que “parte del sacerdocio irá y redimirá la estaca central de Sión, y la establecerá” (en Journal of Discourses, 11:16).
Para obtener mayor información en cuanto a la redención de Sión, véanse en esta sección los versículos 15–20 y el comentario respectivo; véase también Doctrina y Convenios 101:35; 103:17, 18; 43–62; 105:1–6, 8–9, 15; 136:18; 3 Nefi 20:21–22, 25. La Explicación B, en el Apéndice, analiza el concepto de Sión tal como lo expone Doctrina y Convenios.
Doctrina y Convenios 103:15–20. Mediante el poder del Señor, su pueblo redimirá a Sión
Estos versículos enseñan claramente que Sión no podrá redimirse por la fuerza de los hombres solamente. El Señor dijo que la redención de la Sión de nuestros días se parecería a la liberación del Israel antiguo de su cautiverio en Egipto (véase los vers. 18–20). El relato bíblico describe cómo cuidó el Señor del pueblo de Israel, desde una noche durante el día y desde una columna de fuego durante la noche. En 1837 el élder Orson Pratt enseñó que el retorno al condado de Jackson sería acompañado por manifestaciones similares:
“Espero que cuando el Señor conduzca a su pueblo para restablecer la ciudad de Sión, su presencia será haga visible. Al hablar de la presencia del Señor, nos referimos a una manifestación de su poder. . . .
“Volveremos al condado de Jackson. No quiere decir que todo ese pueblo ha de salir de entre esta montaña, ni que todos vayan a reunirse en un solo campamento, sino que cuando volvamos allá se tratará de una gran organización compuesta por muchas decenas de miles de personas en una marcha, con la plena dirección de Dios cubriéndo de una manera visible, así como dirigió a Israel en su partida de Egipto. Tal vez no vaya a aparecer como una columna de fuego o nube resplandeciente; pero el Señor dirigirá a su pueblo al destino que Él decida que se ejecute. Ese Señor dispondrá del orden de su ejército. Ese acontecimiento no ocurrirá ni bien el estado de este pueblo. . . y su pueblo irá adelante y edificará Sión conforme a la ley celestial.
“¿No ocurrirá ese hecho entre cortas las dos naciones de la tierra? ¿No causará terror entre ellas esos ejércitos que hemos descrito, aunque no sean tan numerosos como los del mundo? En aquel día, todos los estruendos de Sión serán terribles. . . Mas el Padre pensará el Señor está allí; se oirá su voz se deje ir y sus ángeles vayan delante de la gran compañía, el hecho de su unicidad y de los enemigos más apartados de la tierra, a los soberbios de todas las naciones, especialmente a los malvados, y a los rebeldes de los impíos temblarán en aquel día y se resquebrajarán las montañas que elevadas posiciones y los grandes hombres lo ocupan la tierra.” (en Journal of Discourses, 15:364.)
Este gran ejército del Señor no será como los ejércitos del mundo, ni tomando posesión de la tierra de Sión mediante la fuerza, sino que irá bajo la protección y guía del Todopoderoso para tomar lo que por derecho le pertenece mediante la compra. (Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 105:28–32.)
El profeta José Smith registró el hecho de que su visión le permitió ver a los ejércitos de los cielos protegiendo a los santos en su retorno a Sión” (History of the Church, 2:381).
El presidente Joseph Fielding Smith describió la forma en la que él veía el retorno al condado de Jackson:
“Cuando Dios dirija a su pueblo al condado de Jackson, ¿cómo lo hará? Permitidme que describa una forma en que podemos ser congregados algunos de nosotros y conducidos allá. Puede imaginar a doscientas o trescientas mil personas encaminándose a través de la gran llanura y soportando las indescriptibles penalidades del viaje, arriendo y vigilando sus rebaños día y noche, y defendiéndose y defendiendo a sus pequeños de los peligros que puedan surgir a derecha e izquierda, como sucedió con quienes vinieron aquí. . . Aunque sean conducidos por el poder de Dios con su brazo extendido, para los que formen parte del grupo esto no será más evidente que cuando Él dirigió al pueblo hacia este lugar. Los que vayan pensarán que hay muchas dificultades grandes que soportar en esa manifestación del poder de Dios, y quizá se les conceda a sus hijos ver la gloria de su triunfo, tal como se nos concede a nosotros ver la gloria de la liberación de nuestros antecesores de las manos de los que intentaban destruirnos. Esta es una forma de considerar el asunto, y ciertamente, una forma práctica. Habrá quienes preguntén: ¿Qué sucederá con los medios de transporte actuales? Temo que si nos valemos de ellos, no hubiera resultado su misión. Tenemos la tendencia a pasar por altos las manifestaciones del poder de Dios hacia nosotros, porque somos partícipes en ellas y las tomamos por cosa común. Pero viva que esas manifestaciones pasaran a ser historia escrita futuro las serían,— demostrarán que uno de los logros más maravillosos, milagrosos y sin precedentes en la historia.” (en Journal of Discourses, 24:156–157.)
Doctrina y Convenios 103:16. ¿Quién es el hombre que conducirá a los santos como Moisés condujo a Israel?
El Señor comparó el futuro éxodo de Sión con el de los hijos de Israel bajo la dirección de Moisés, y en los versículos 16 al 20 de esta sección explicó que redimiría a Su pueblo de la misma manera que redimió a Israel de Egipto. Dijo que levantaría un hombre “como Moisés” (vers. 16) para dirigir a los santos en el día de su redención.
En la historia moderna, se ha dado mucha discusión con respecto a la identidad de este hombre que sería levantado para conducir a los santos como lo hizo Moisés. El profeta José Smith, en el Times and Seasons, vol. 5, pág. 691, declaró:
“El hombre que ha de ser levantado en esta dispensación como Moisés fue José Smith, hijo.”
El presidente Wilford Woodruff habló también sobre ese tema, diciendo:
“José Smith fue el hombre a quien el Señor designó para dirigir al pueblo en esta dispensación, como lo hizo Moisés.” (Deseret Weekly, vol. 43, pág. 83; 1891.)
Por otra parte, los comentaristas han observado que la profecía puede tener un doble cumplimiento. El Señor habló en términos de futuro cuando dijo: “Levantaré a un hombre” (Doctrina y Convenios 103:16), lo cual parece referirse a un acontecimiento todavía venidero, así como también al Profeta José Smith.
En la dispensación actual, José Smith actuó como Moisés al reunir a los santos y organizar la Iglesia de Cristo en la tierra; y en una futura dispensación, otro siervo podría ser levantado para conducir a Israel en la redención final de Sión y en la preparación para la Segunda Venida.
Doctrina y Convenios 103:19–20. ¿Por qué prometió el Señor al Israel moderno que su ángel y su Persona irían delante del pueblo?
El Señor quiso hacer del antiguo Israel “un reino de sacerdotes, y gente santa” (Éxodo 19:6), y le dijo a Moisés que preparara al pueblo a fin de que Él pudiera descender “a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí” (Éxodo 19:11). La gente vio la manifestación del poder de Dios cuando le presentó ante Moisés en el monte, y todos tuvieron temor. Prefirieron que el Señor no les hablara directamente sino que Moisés hablara con Él y les llevara su mensaje (véase Éxodo 10:18–21; Deuteronomio 5:22–31). A pesar de los esfuerzos de Moisés por santificar a su pueblo, no consiguió que los israelitas se prepararan personalmente para ver a Dios, cosa que pudieron haber obedeciendo las leyes mayores que les permitirían llegar a ser una nación santa; como no pudieron hacerlo, recibieron la “ley de los mandamientos carnales” (Doctrina y Convenios 84:27), y no fueron conducidos por la presencia del Señor sino por sus ángeles (véase Doctrina y Convenios 84:23–26; Éxodo 20:23).
En la dispensación final no existirán esas condiciones. Los Santos de los Últimos Días recibirán el sacerdocio mayor y las leyes y ordenanzas que les permitirán al hombre volver a la presencia de Dios (véase Doctrina y Convenios 84:19–22; 107:18–19). Cuando el Señor venga, habrá un pueblo puro preparado para recibirlo (véase Moisés 7:62–64; Doctrina y Convenios 35:20–21; 100:16). Los que regresen para redimir a Sión obedecerán las leyes del reino celestial (véase Doctrina y Convenios 105:5), y así estarán preparados para ser conducidos por el Señor mismo.
El élder Orson Pratt habló de la importancia de que lleguemos a ser un pueblo santificado. “Cuando volvamos al condado de Jackson, vamos a volver con potestad. ¿Supongáis que Dios revelará su poder entre un pueblo impío, que no estime ni respete sus leyes y que esté lleno de codicia? No. Cuando Dios manifieste su poder entre los Santos de los Últimos Días, será porque existe entre ellos unidad respecto a la doctrina y a todo lo que Dios haya confiado en sus manos; y si no tenemos unidad sin santificación, de modo que no haya ni una jota ni una tilde que corregir, sino que serán puros como el de arriba y en los cielos.” (En Journal of Discourses, 15:361.)
Doctrina y Convenios 103:20. Sión no será redimida “en seguida”
“Con el tiempo poseeréis la buena tierra.” Estas palabras que reveló el Señor en 1834 no predicen una redención inmediata de Sión; más bien, preparan para una época dispensa de tiempo durante la cual el pueblo del Señor se preparará mediante la obediencia y el aprendizaje. El presidente Joseph Fielding Smith explicó las implicaciones de la frase “con el tiempo”:
“En esta declaración se entiende que la redención de Sión no se produciría inmediatamente, sino que se pospondría para un día futuro; y más aún, que esa día no llegaría hasta que los miembros de la Iglesia estuvieran dispuestos a obedecer los convenios y a estar unidos, pues en tanto que los miembros de la Iglesia no aprendan a vivir en plena conformidad y obediencia a todos los mandamientos, no verán ese día. A fin de que esto suceda, puede resultar necesario que el Señor tome medidas severas y limpie la Iglesia de toda cosa enviosa. El prometió que haría esto cuando estuviera listo para redimir a Sión.” (Véase Mateo 13:41–1) (Church History and Modern Revelation, 1:484.)
Doctrina y Convenios 103:21–28, 30–35. Convocatoria al Campo de Sión
El Señor emitió una convocatoria para los jóvenes y hombres maduros de la Iglesia a fin de que se reunieran en el territorio de Sión y le vengaran de sus enemigos (véase el vers. 25). Este pasaje es muy semejante a un llamado a las armas, pues el Señor añadió: “Ningún hombre tema por su vida por el causa” (vers. 27). Tales fueron los comienzos del ejército que posteriormente fue conocido como el Campo de Sión.
El Señor prometió fuerza para hacer la gira a fin de reclutar hombres y juntar dinero para el Campo de Sión. Se les mandó que tratasen de enrolar a 500 hombres, pero que de todos modos, no se desalentaran con reclutar menos de 100. Se presentaron 204 voluntarios (más de mujeres y niños).
El presidente Joseph Fielding Smith comentó en Church History and Modern Revelation lo siguiente:
“El 24 de febrero de 1834, el élder Parley P. Pratt y Lyman Wight, los mensajeros que habían ido de la tierra de Sión, recibieron orden de no regresar mientras no obtuvieran compañías para ir a la tierra de sus hermanos; las compañías debían organizarse en grupos de diez, veinte, cincuenta y cien, hasta alcanzar un total de quinientos hombres; se les dijo que si no podían llegar a ese número, debían intentar diligentemente llegar a los trescientos, y si no, al menos a cien; pero se les advirtió que no debían ir a Sión hasta que no tuvieran por lo menos esos cien. El profeta José Smith debía ir con ellos y presidir entre ellos, pues “toda victoria y toda gloria os es dada mediante vuestra diligencia, fidelidad y oraciones de fe” (vers. 36). Parley P. Pratt debía ir con el Profeta, Lyman Wight con Sidney Rigdon, Hyrum Smith con Frederick G. Williams, y Orson Hyde con Orson Pratt; todos irían en esa misión a fin de levantar fondos y reunir voluntarios para emprender el viaje con el objeto de ayudar a sus hermanos afligidos en Sión” (Church History and Modern Revelation, 1:485).
Al principio, la situación parece ser una paradoja. El Señor había dicho que Sión no llegaría a los medios del poder de Dios, pero luego llamó a los santos para que ejercieran su propio poder con el fin de redimir a Sión, hasta el punto de enfrentarse en conflicto armado si fuera necesario.
Sin embargo, la situación no era verdaderamente paradójica sino característica de la forma en que Dios obra con sus hijos; sólo su poder puede salvar, pero la manifestación de ese poder depende directamente de los esfuerzos y obediencia del hombre.
Doctrina y Convenios 103:27–28. ¿Por qué el Señor requiere de su pueblo la voluntad de sacrificarlo todo, hasta la vida, si fuere necesario?
En Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 58:2–4, se encuentra una explicación sobre el sacrificio.
Doctrina y Convenios 103:31. ¿Quién tiene la culpa cuando no se obtiene lo que se desea del Señor?
Al no recibir del Señor lo que desea, una persona sólo puede culparse a sí misma. El Señor nos dice: “Pedid y recibiréis; pero los hombres no siempre obedecen mi voluntad.”
Debemos determinar cuál es la voluntad del Señor; Él espera que las personas se purifiquen y se limpien del pecado antes de pedir (véase Doctrina y Convenios 50:28–29). Primero, tenemos que estar seguros de que lo que pedimos es justo, y luego debemos proceder a pedirlo (véase 3 Nefi 18:20). Debemos resistir el mal y someternos obedientemente al Señor antes de pretender que Él derrame sobre nosotros sus bendiciones (véase Santiago 4:7).
Sección 104
El orden de la Iglesia para el beneficio de los pobres
Antecedentes históricos
En abril de 1834, los miembros de la Iglesia que estaban en Kirtland se prepararon para ir a Independence, Misuri, para redimir a Sión y volver a establecer a los santos en sus tierras. En aquel momento, la Iglesia estaba en grandes dificultades económicas, y el Profeta había enviado a algunos hermanos para juntar fondos a fin de aliviar la carga que soportaban en Kirtland y Sión.
Conforme a una revelación que se había recibido en marzo de 1832, todas las comunidades de la Iglesia que había en Ohio y Misuri estaban tratando de aplicar la Orden Unida bajo su sola dirección administrativa (véase Doctrina y Convenios 78:3); no obstante, debido a los problemas económicos existentes en Kirtland, era aconsejable que se disolviera la orden allí. En consecuencia, el 10 de abril se convocó un consejo de la Orden Unida “en el cual se acordó que la orden [en Kirtland] se disolviera y que cada uno recibiera su mayordomía” (History of the Church, 2:49).
El 23 de abril de 1834, el profeta José Smith recibió lo que hoy leemos como la sección 104 de Doctrina y Convenios, la cual tiene como tema central las instrucciones del Señor concernientes al liderazgo temporal de Sión y el orden de la Iglesia para el beneficio de los pobres: “Reunión en consejo con los élderes Sidney Rigdon, Frederick G. Williams, Newel K. Whitney, John Johnson y Oliverio Cowdery, nos unimos en oración solicitando al Señor que ayudara al élder Zebedeo Coltrin a tener influencia sobre el hermano Jacob Myers, para obtener el dinero que ha ido a pedir prestado para nosotros, o hacerlo venir a este lugar y traerlo él mismo; también recibió lo siguiente: ‘. . . y vi que la sección 104 de Doctrina y Convenios.’” (History of the Church, 2:54).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 104:1–10. La Orden Unida fue establecida mediante un convenio
El Señor explicó que la Orden Unida se había establecido para beneficio de la Iglesia y para la “salvación de los hombres” hasta la segunda venida de Cristo (vers. 1). Todos los que ingresaron a la orden lo hicieron con una “promesa inmutable e inalterable” (vers. 2). Ingresar a la orden requería que el hombre entrara en un pacto solemne de aceptar la ley de consagración, cuyos principios se comentan en la Explicación E, en el Apéndice. La ley de consagración es la ley del reino celestial, y los que ingresaron a esta estaban sujetos a un pacto. La desobediencia al mismo acarrearía la exaltación eterna; y la negligencia, severos castigos. El Señor describió las graves consecuencias de haber quebrantado esta ley, y esas descripciones aparecen en Doctrina y Convenios 78:11–12; 82:21; 101:3–10.
Doctrina y Convenios 104:9. ¿Qué son los “bofetones de Satanás”?
El élder Bruce R. McConkie escribió: “Ser entregado a los bofetones de Satanás es estar sujeto a su poder, es ser entregado a él habiendo sido despojado de todo el poder del sacerdocio, de toda justicia y santidad, de manera que Lucifer queda libre para atormentar, perseguir y afligir sin impedimento alguno a la persona. Cuando la protección se quita, las bofetadas y maldiciones de Satanás, tanto en este mundo como en el venidero, acarrean una angustia indescriptible que se bien representa por el fuego y el azufre. Así sufren los condenados al infierno. Quienes violaron sus pactos con relación a la Orden Unida en los primeros días de esta dispensación han de ser interrogados de los bofetones de Satanás hasta el día de la redención (Doctrina y Convenios 78:12; 82:20–21; 104:9–10). Un destino semejante (además de la destrucción corporal) está decretado contra los que han sido sellados para vida eterna de manera que se les han hecho firmes su vocación y elección (véase 2 Pedro 1:10), y posteriormente se vuelvan al pecado (Doctrina y Convenios 131:5, 132:19–26).” (Mormon Doctrine, pág. 108.)
Doctrina y Convenios 104:13–15. El Señor creó la tierra y todas las cosas que en ella hay, todo lo cual le pertenece
Como Creador y proveedor de todo, el Señor ha dado al hombre la mayordomía para obrar en la tierra y hacerla fructificar. En Doctrina y Convenios 104:13–15 se establecen acuerdos para el uso y transferencia de los bienes terrenales, en realidad todo le pertenece al Señor. El presidente Spencer W. Kimball relató la siguiente plática que tuvo con un amigo suyo acerca de los bienes de este, al explicar la ley establecida por el principio relativo a la propiedad de la tierra y sus recursos:
“Mi amigo encontró que su casa tenía una de una colina cubierta de hierba; en ese momento, el sol ocultaba tras las montañas. Observó su vasto y bello dominio, y señalando al norte, me preguntó: ‘Véase esa arboleada en la distancia’. Podía verlas claramente aquel lago que brilla con la luz del sol? Aquello también era suyo.
“Y el barranco aquel que se ve al sur.’ Nos dimos vuelta y fijamos la vista en la distancia, mientras él señalaba tres arroyos, silos y las casas de campo situadas al este. Indicando con un gesto su gran extensión, se jactó: ‘Desde la arboleada, abarcando parte del lago, del barranco, de la casa y demás construcciones, todo es mío. . .’
“Entonces le pregunté en qué juicio había obtenido todo. El título de propiedad se remontaba a la adjudicación de tierras por parte del gobierno de épocas pasadas. Su abogado le había asegurado que el título estaba totalmente libre de gravámenes.
“‘¿Y de quién lo obtuvo el gobierno?’, le pregunté. ‘¿Cuánto pagó por la tierra?’
“En aquel momento recordó la valiente declaración de Pablo: ‘Porque del Señor es la tierra y su plenitud’ (1 Corintios 10:26). . .
“Luego, le pregunté: ‘¿Provenía el título de Dios, el Creador de la tierra y el dueño de todo? ¿Se le pagó por él? ¿Le vendieron, arrendaron o regalaron la tierra? Si fue un regalo, ¿quién la regaló? Si la compraste, ¿qué diste a cambio de ella? Si la arrendaste, ¿tienes al día los pagos?’
“Después agregué: ‘¿Cuánto costaron estas tierras? ¿Con qué las compraste?’
“‘Con dinero’, me contestó.
“‘¿Y de dónde sacaste el dinero?’
“‘Lo gané con el sudor de mi frente, trabajando con todas mis fuerzas!’
“‘Entonces, le pregunté: ¿Y de dónde salieron tus fuerzas para trabajar y tus glándulas para sudar?’
“‘Me habló de la alimentación.’
“‘¿Y cuál es el origen de los alimentos?, ¿cómo se producen?’
“‘Los produce la tierra, con el sol, la atmósfera, el agua. . .’
“‘¿Y quién puso aquí todos esos elementos?’
“A continuación, cité al salmista: ‘Abundante lluvia esparciste, oh Dios; y tu heredad exhausta tú la renanimaste’ (Salmos 68:9).
“‘Si la tierra no es tuya, ¿entonces qué tipo de retribución le das a su arrendador por sus concesiones?. . .’
“Después le dije: ‘No creo que se encuentre en la Sagrada Escritura ningún pasaje en el que Dios dijera: “Te doy el título de esta tierra incondicionalmente; es tuya y la puedes regalar, conservar, vender, destrozar o explotar como quieras”. No hay ningún pasaje que diga eso, pero en cambio está este de Salmos: “. . . los que esperan en Jehová. . . heredarán la tierra” (Salmos 37:9).
“‘Y recuerdo que en el concilio de los cielos nuestro Creador hizo este convenio con todos nosotros: “Descenderemos, pues hay espacio allá; y tomaremos de estos materiales y haremos una tierra sobre la cual éstos puedan morar” (Abraham 3:24).
“‘Parece que más bien se trata de un alquiler por el cual se tiene que pagar un renta, que de un título absoluto de propiedad” (En Conference Report, abril de 1968, págs. 73–74).
El presidente J. Reuben Clark, hijo, explicó en más detalle las palabras de la relación de este principio con la Orden Unida y la ley de consagración: “El principio básico de todas las revelaciones que se dieron con respecto a la Orden Unida es que todo lo que tenemos pertenece al Señor; por lo tanto, el Señor puede mandarnos a todos a consagrar los bienes que poseemos para proveer para los necesitados y edificar a Sión” (Doctrina y Convenios 104:14–15).
El presidente Spencer W. Kimball explicó el alcance de las mayordomías y de las responsabilidades con propósito al cual deben ser dedicadas:
“En la Iglesia, una mayordomía es una sagrada confianza espiritual o temporal por la cual se tiene que rendir cuentas. A causa de que todas las cosas le pertenecen al Señor, somos mayordomos sobre nuestro cuerpo, mente, familia y propiedades (véase Doctrina y Convenios 104:11–15). Un mayordomo fiel es aquel que ejerce justo dominio, cuida de los que dependen de él y provee el necesitado. (Véase Doctrina y Convenios 105:15–18).
“Estos principios gobiernan las actividades de los Servicios de Bienestar. ¡Ojalá que ayudamos todos a aprender, obedecer y enseñar estos principios! Líderes, enseñadlos a vuestros miembros, padres, enseñadlos a vuestras familias. Solamente si aplicamos estas verdades podremos acercarnos al ideal de Sión.” (Los Servicios de Bienestar: El evangelio en acción, Liahona, febrero de 1978, págs. 111–112.)
Doctrina y Convenios 104:15–16, 18. “Debe hacerse según mi propia manera”
El presidente Marion G. Romney explicó la relación que existe entre lo que pertenece al Señor, o sea, absolutamente todo, y la responsabilidad que tiene el hombre de cuidar de los santos necesitados según la manera del Señor, diciendo:
“. . . el Señor reclama la tierra como cosa suya. . . no es nuestro ni el derecho de poseer y gobernar independientemente de Él. No importa cuántas joyas, cuánto dinero, o cuántos terrenos u otras propiedades poseamos, éstos no son exclusivamente nuestros. Son del Señor. También nos dice que posee no todas las bendiciones que tenemos y que nos hace mayordomos sobre ellas, responsables ante Él. Pone bien de manifiesto que su propósito es proveer para sus santos, pero requiere que se haga a su manera, la cual es ayudar a los que no tienen. Habiéndonos hecho mayordomos, nos da nuestras bendiciones, y entonces nos explica la condición de que si aceptamos estas bendiciones y nos negamos a contribuir con nuestra parte para el cuidado de los necesitados. . . vamos a donde dice que iremos. . . [Véase el versículo 18].” (Los servicios básicos del Plan de Bienestar, Liahona, agosto de 1979, pág. 145.)
El presidente Harold B. Lee explicó cómo “los pobres serán exaltados” y “los ricos se humillarán” (vers. 16): “Al decirnos que los pobres serán exaltados, la definición que tenemos para esto es ‘elevados hasta una condición de dignidad, gozo y éxito’. Ésa es la definición que hemos tomado. Y en cuanto a que los ricos son humillados, no se una idea de naturaleza comunista ni socialista, sino que significa que quienes van a la cabeza, los que tienen habilidades, que cuentan con medios, que están deseosos en bondad de ayudar a los demás, se ponen a trabajar al lado de otros que tienen necesidades, y juntos solucionamos sus problemas” (Church News, 16 de julio de 1966, pág. 15).
Doctrina y Convenios 104:17. “La tierra está llena, y hay suficiente y de sobra”
El presidente Ezra Taft Benson explicó que quienes cuestionan la validez del versículo 17, especialmente al considerar que la población de la tierra continúa aumentando, están en error:
“Los llamados de los hombres de negocios, de la prensa, del crecimiento demográfico reflejan falta de fe en los beneficios de la tierra de Dios. La tierra puede producir lo suficiente para alimentar al mundo; los números pequeños no destruyen la paz. Sólo la rectitud puede asegurarla. Después de todo, solamente había un pequeño número de pobladores en la tierra cuando Caín interrumpió la paz de su familia dando muerte a Abel. Por otra parte, toda la ciudad de Enoc fue pacífica; y fue llevada al cielo porque estaba habitada por gente justa.
“Y con respecto a limitar el índice de crecimiento de la población para asegurarnos abundancia de bendiciones, el Señor respondió a esa falsedad en Doctrina y Convenios, cuando expresó:
‘Porque la tierra está llena, y hay suficiente y de sobra; sí, yo preparé todas las cosas y he concedido a los hijos de los hombres que sean sus propios agentes’ (Doctrina y Convenios 104:17).
“Una de las razones por las que hay hambre en algunas partes del mundo es que los hombres malvados han usado a los gobiernos para limitar la libertad que los hombres necesitan para producir abundantemente.
“Por otra parte, muchos de aquellos que desean frustrar los propósitos de Dios de que sus hijos espirituales reciban tabernáculos mortales, y lo intentan tratando de implementar mundialmente el control de la natalidad, son los mismos que respaldan a los hijos de pobres que no pueden alimentarse y hambre, y recurren a un medio para curar los resultados de la iniquidad que ellos mismos sostienen.” (En Conference Report, abril de 1969, pág. 12.)
Doctrina y Convenios 104:19–46. “Y ahora. . . concerniente a los bienes de la orden”
Smith y Sjodahl escribieron lo siguiente: “En estos versículos se dan instrucciones específicas con respecto a las mayordomías. Se pide a Sidney Rigdon a cargo de la imprenta” (vers. 20); a Martin Harris, en su lugar de Granville, se le dio un trozo de tierra (vers. 24); además, tenía que administrar un negocio de publicaciones, bajo la dirección del Profeta (vers. 26). A Oliver Cowdery y Frederick G. Williams se les puso a cargo de la imprenta (vers. 30); John Johnson debía dedicarse a vender solares (vers. 36); a Newell Whitney se le encargó el establecimiento mercantil (vers. 39); y José Smith quedó a cargo del terreno del templo (vers. 43); también debía cuidar de su padre (vers. 45), pues el Señor reconoce el deber de los hijos de proveer para sus padres, así como el deber de los padres de proveer para sus hijos” (Commentary, pág. 673).
Doctrina y Convenios 104:47–53. ¿Por qué se disolvió la sociedad entre la Orden Unida de Kirtland y la de Sión?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó: “La distancia entre ambos lugares era demasiado grande para que pudieran tener unidad de propósito en todas las cosas. Cada una de las órdenes tenía que organizarse a nombre de los hermanos que residían en el lugar, y los negocios debían efectuarse en los mismos nombres. Esta separación y disolución del orden original se produjo también por causa de la transgresión y la codicia de algunos. Los participantes tenían que comprender que toda la propiedad era del Señor, y por lo tanto, ellos eran mayordomos ante el Señor; de otro modo su fe era vana. Y todo tenía que hacerse con el fin de establecer la Iglesia y reino de Dios en la tierra, y de preparar al pueblo para la época en la que el Señor vendría a morar en ella [véase el vers. 59]” (Church History and Modern Revelation, 1:489–490).
Doctrina y Convenios 104:58–59. ¿Por qué especificó el Señor la razón por la que quería que se imprimieran las revelaciones?
El Señor mandó que los miembros de la Orden Unida publicaran sus revelaciones y luego explicó el propósito. Las revelaciones le eran “dadas para edificar mi iglesia en los siglos de la tierra, y preparar mi pueblo para el tiempo, muy cercano ya, en que moraré con ellos” (vers. 59).
El presidente Joseph F. Smith, después de hablar de la Biblia y del Libro de Mormón y explicar como ambos libros dan testimonio de que Jesús es el Cristo, agregó: “¿Es esto todo? No. Tenemos otro libro, Doctrina y Convenios, que contiene revelaciones recibidas de Dios mediante el profeta José Smith, un contemporáneo nuestro. Contiene las palabras de Cristo declarando que Él fue el mismo que vino a los judíos, que fue levantado en la cruz y puesto en sepulcro, que rompió las ligaduras de la muerte y que salió de la tumba. . . Aquí, entonces, tenemos otro testimonio de esta divinidad; y en razón de estos tres testimonios tres testigos” (En Journal of Discourses, 19:262).
Doctrina y Convenios 104:60–70. ¿Por qué indicó el Señor que debía haber dos tesorerías?
El presidente J. Reuben Clark, hijo, comentó el propósito de las tesorerías y la forma en la que hoy día se aplica ese principio en la Iglesia:
“El Señor creó dos instituciones para el manejo del dinero: una se conocía como la tesorería sagrada, en la cual se recibían las aportaciones del pueblo con propósitos sagrados. . . Aunque no es muy claro, parece que esa tesorería debía guardar los fondos provenientes de las contribuciones de las revelaciones, el Libro de Mormón, la Perla de Gran Precio y otras similares, mayordomía que se les había asignado a José Smith y a otros (Doctrina y Convenios 104:60–66).
“El Señor también indicó la creación de ‘otra tesorería’, de la que irían a parar los ingresos generales que llegaren a la Iglesia, tales como contribuciones de dinero y aquellas entradas que demandaren del mejoramiento y la salvación, a diferencia de los restos de las consagraciones originales y los excedentes que se originaran al poner en práctica esa responsabilidad (Doctrina y Convenios 72:11 y versículos siguientes).
“En lugar de las dos tesorerías (la ‘tesorería sagrada’ y la ‘otra tesorería’), tenemos los fondos generales de la Iglesia.
“Así que podéis ver, hermanos, que en muchos de sus puntos fundamentales, aplicamos, de acuerdo con el desarrollo actual del Plan de Bienestar, los puntos esenciales de la Orden Unida.” (En Conference Report, oct. de 1942, págs. 56–58).
Doctrina y Convenios 104:71–77. ¿En qué forma debían administrarse los fondos sagrados?
El dinero del tesoro debía gastarse solamente con el consentimiento común de los miembros que integraban la orden. En la obra del Señor no debía existir injusto dominio (véase Doctrina y Convenios 121:39). Si los bienes de Dios se administraban en forma adecuada, era probable que la tesorería finalmente alcanzara a tener una gran cantidad de dinero, y esos fondos usados para propósitos justos, podrían beneficiar verdaderamente a todos los miembros de la orden.
Refiriéndose a ese fondo, el presidente Lorenzo Snow explicó que “estará disponible para las emergencias más extremas. Luego, cuando alguien cualquier contratiempo, como el que a alguien se le quemara la casa, o fracasara o tuviera dificultades en su negocio, esa persona podría dirigirse al tesorero y decirle: ‘Necesito cierta cantidad de dinero para ayudarme en mi mayordomía. ¿No la he administrado en forma prudente? ¿Puede usted tener confianza en mí? ¿Acaso he usado mal los medios puestos en mis manos? ¿No los he manejado bien? Si es así, deme lo que necesito para ayudarme en mi mayordomía, o para establecer esta industria que resulta indispensable para los intereses generales de todos’. En ese caso, se le debe dar lo que pide. Se le tiene confianza en razón de su conducta pasada y del curso que ha seguido; tiene derecho a usar su talento de acuerdo con la luz del espíritu que lleva dentro.
Compre cabalmente las circunstancias en las que se ha colocado y se conduce de acuerdo con las obligaciones que descansan sobre él; se le considera un mayordomo prudente y ahorrativo, y se le ayuda en su mayordomía con lo que necesite de dinero para que tenga lo que debe tener” (En Journal of Discourses, 20:370–371).
Doctrina y Convenios 104:78–80. “Que os humilléis. . . ablandaré el corazón de vuestros acreedores”
Muy a menudo, al enfrentarse un gran problema en la vida, intentamos resolverlo con nuestro propio esfuerzo. Tal confianza en sí mismos no digna de cristianos, pero hay otro principio de fe que debemos aplicar, y es el de apoyarnos en el Señor. Ejemplo de esto es el de Alma el Joven. Al presentarse él y los cuatro hijos de Mosíah, el ángel le dijo que había sido enviado porque “el Señor ha oído las oraciones de su pueblo, y también oraciones de su siervo, Alma, que es tu padre” (Mosíah 27:14).
Alma fue su padre, un hombre humilde quien tenía gran y fervorosa fe en Dios, y recurriendo al poder de Dios en busca de ayuda, y ese poder fue otorgado porque se envolvió el poder de la fe.
En los versículos 78–80, el Señor enseña el mismo principio. Aunque las deudas deben haber parecido casi imposibles de pagar, los líderes recibieron el mandamiento de obtener “esta bendición por vuestra diligencia, humildad y oración de fe” (vers. 79). Si ellos lo hacían, el Señor cumplía la promesa que les había hecho de ablandar el corazón de sus acreedores (vers. 80).
Doctrina y Convenios 104:78, 83. Si pagaban todas sus deudas, el Señor los libraría de su servidumbre
El presidente N. Eldon Tanner dio instrucciones a los miembros para ayudarlos a evitar deudas innecesarias. La mayoría de los que tienen esas dificultades las tienen porque no han establecido sus valores de acuerdo con un orden de prioridad “evangélico” en sus responsabilidades económicas:
“Una parte importante. . . es especificar los diferentes tipos de deudas; la mayoría de nosotros existen dos clases: la deuda común y la deuda por inversiones o negocios. La deuda común es la que se contrae al comprar a crédito cosas de uso o consumo diario, como por ejemplo, ropa, artículos para el hogar, muebles, etc. Este tipo de deuda está respaldado por nuestras entradas futuras, y puede ser muy peligrosa; si perdemos el trabajo o quedamos inhabilitados para hacerlo, o nos encontramos en una situación de emergencia cualquiera, podemos tener serias dificultades para cumplir con nuestras obligaciones económicas.
Cuando pagamos en cuotas, estamos utilizando la forma más cara de comprar, pues el precio de los artículos debemos agregar al alto interés que nos cobran.
“Comprendo que, a veces, ésta es la única forma en que un matrimonio puede satisfacer sus necesidades; pero queremos advertiros que no compréis más de lo estrictamente necesario, y que paguéis vuestras deudas a la brevedad posible. Cuando el dinero es escaso, tratad de evitar la carga excesiva de los intereses.
“En cuanto a contraer deudas por inversiones o negocios, éstas deben tener un propósito tal que no pongan en peligro la seguridad económica de la familia. No invirtáis en aventuras de especulación. Esta forma de inversión puede convertirse en un vicio. Muchas son las fortunas que han desaparecido por causa del apetito incontrolable de acumular cada vez más riquezas. Podemos aprender de los errores del pasado y evitar deslizarnos con nuestro tiempo, energías y salud a un apetito voraz por adquirir bienes materiales.
“El presidente Kimball nos ha dado este consejo, digno de que lo meditemos profundamente:
‘El Señor nos ha bendecido como pueblo con una prosperidad inigualada en la historia. Los recursos puestos a nuestra disposición son buenos y necesarios para nuestro trabajo sobre la tierra. Pero me temo que muchos de nosotros, nos hemos apartado rebaños, manadas, tierras, graneros y todas clases de riquezas, las hemos codiciado o adorado como dioses falsos que cada vez ejercen un poder más firme y determinado sobre nosotros. ¿Poseemos acaso más bienes de lo que nuestra fe puede soportar? Mucha. . . gente. . . dedica la mayor parte de su tiempo laburando al servicio de su propia imagen, lo que incluye suficiente dinero, casas, inversiones, propiedades, créditos, mobiliario, automóviles y demás riquezas similares, que les garantizarán la seguridad carnal a lo largo de lo que esperan sea una vida larga y feliz.
‘Se olvida así el hecho de que nuestra asignación es utilizar esa abundancia de recursos en nuestra familia y obrumbres para edificar el reino de Dios. . .’ (Liahona, agosto de 1977, pág. 3.)
“Como testimonio personal, quisiera agregar a las palabras del presidente Kimball lo siguiente: No conozco ningún caso en el que se hayan obtenido o aumentado la paz de conciencia y la felicidad por amasar una fortuna que sobrepasa las necesidades y los deseos razonables de una familia.” (La administración financiera, Liahona, enero de 1980, págs. 150–151.)
El élder Franklin D. Richards enseñó cinco principios para librarse de las deudas:
“‘Saldar las deudas y mantenerse libre de otras nuevas requiere la aplicación de ciertos principios básicos que debemos seguir, tanto individualmente como en la vida familiar. Por ejemplo:
“‘1. Debemos vivir dentro de nuestros ingresos.
“‘2. Preparar y usar un presupuesto de gastos, tanto de corto como de largo plazo.
“‘3. Ahorrar regularmente una parte de nuestros ingresos.
“‘4. Sí es indispensable usar el crédito, hacerlo con prudencia. Si es posible, pagarlo antes de que se cumpla otro gasto costear cuan caro, a menos que cualquier otra cosa se pague al contado.
“‘5. Conservar y aumentar los bienes, por medio de una adecuada planificación.
“Yo sé que siguiendo estos sencillos principios es posible mantenerse libre de deudas. Y ¿qué consecuencias nos traerá esto desde el punto de vista personal y familiar? El presidente Heber J. Grant dijo:
“‘Si hay algo que puede brindar paz y satisfacción al corazón humano y a la familia, es el vivir dentro de nuestros ingresos, y si hay algo destructivo y desalentador es el tener deudas y obligaciones que no se puedan saldar’ (Relief Society Magazine, mayo de 1932, pág. 302).” (Véase también “Preferiremos materialmente”, Liahona, agosto de 1979, pág. 55.)
Sección 105
Revelación para el Campo de Sión
Antecedentes históricos
En octubre y noviembre de 1833, los miembros de la Iglesia que estaban en el condado de Jackson fueron expulsados de sus hogares por la presión del populacho. El 16 de diciembre de 1833, José Smith recibió una revelación en la que el Señor explica por qué permitió que éstos fueran expulsados (véase Doctrina y Convenios 101:1–9). (Smith, Elementos de la Historia de la Iglesia, págs. 177–178.)
Como parte de aquella revelación, se instó a los santos mediante una parábola a que “. . . reunieran la fuerza de la casa del Señor, mis jóvenes, y también los de edad madura entre mis siervos, los cuales constituyen la fuerza de mi casa, salvo los que he indicado que permanezcan”, dijo el Señor, “e id luego a la tierra de mi viña y rescatad mi viña, porque es mía; la he comprado con dinero” (Doctrina y Convenios 101:55–56)” (Smith, Essentials in Church History, pág. 143). El Señor explicó esa parábola en una revelación dada el 24 de febrero de 1834 (véase Doctrina y Convenios 103:21–34).
En consecuencia, “José Smith se reunió con el sumo consejo en Kirtland el 24 de febrero de 1834. El tema principal en la mente de todos los presentes era cómo proporcionar socorro y restaurar a los santos que estaban en Sión amenazados por el populacho. En esa reunión, a la que concurrieron unas cuarenta hermanas más, el grupo escuchó atentamente a Parley P. Pratt y Lyman Wight, recién llegados de Sión, quienes solicitaban que se socorriera a los santos.
“Todos estaban en silencio cuando el Profeta se puso de pie y declaró que con el fin de obedecer lo que se le había dicho en una revelación, tenía la intención de ir a Sión para ayudar a redimirla. Pidió la aprobación del consejo. Hubo consentimiento unánime. Pidió voluntarios. Se levantaron cuarenta manos. . .
“La revelación a la que el Profeta se refirió le daba la administración de que hiciera lo posible por reclutar a quinientos hombres. Debían ser jóvenes y hombres de edad mediana. Si, debido a la mala voluntad de la gente se viera en la necesidad de aceptar menos, no debía comenzar el viaje hasta no contar con un mínimo de cien hombres. Dirigido por José Smith y Parley P. Pratt, cuatro parejas de élderes debían de buscar voluntarios para ir a la redención de Sión. Dos días después José y Parley estaban en camino hacia el Este buscando voluntarios y amigos. Durante un mes trabajaron diligentemente para obtener la ayuda requerida. Para ese entonces había 125 voluntarios.” (Young, “Here Is Brigham. . .”, pág. 89.)
Una vez listo para emprender la marcha desde Kirtland, el grupo contaba ya con casi 150 hombres. Esta cantidad aumentó hasta unos 200 para cuando finalmente llegó a Misuri (Hyde and Susan Easton Black, The Lord Needed a Prophet, pág. 76; Roberts, Comprehensive History of the Church, 1:358).
El Campo de Sión (la compañía de Sión) llegó al río Fishing, en Misuri, el 19 de junio de 1834. Dos días después, “. . . el sábado, 21 de junio, el coronel Sconce y otros dos destacados ciudadanos del condado de Ray visitaron al profeta José y ofrecieron conocer sus intenciones, declarando: ‘Vemos que hay un Poder Superior que protege a su gente’. El coronel Sconce confesó que él había encabezado un grupo armado para prenderlo, pero que una tormenta de relámpagos lo había detenido en su intento. El Profeta, con toda la suavidad y dignidad que siempre fueron rasgos sobresalientes de su personalidad y de su carácter, impresionara favorablemente a los que lo escuchaban, respondió que había venido para atender las necesidades de sus hermanos afligidos, que en quejones material no lastimaría a nadie. Luego se puso con claridad y con lujo de detalles lo que sabía sobre las dificultades que estaban pasando sus hermanos, y al terminar, los tres hombres conmovidos, le extendieron una mano de confraternidad y declararon que usarían todo medio disponible para ayudar a los santos del pueblo” (Cannon, Life of Joseph Smith, pág. 108).
“Al llegar el Campo de Sión a las cercanías del condado de Jackson, se comenzó a negociar con el gobernador Dunklin, pidiéndole que cumpliera con su promesa de llamar a la milicia en número suficiente para asegurar que se devolvieran las tierras a los santos que estaban exiliados. El gobernador admitió la justicia de la demanda, pero expresó el temor de que si procedía en esa forma podría ser causante de una guerra civil, y no se atrevió a llevar a cabo lo que le reconocía ser los deberes de su oficio. Sugirió que la delegación que se había reunido con él instara a sus hermanos a vender sus tierras en el condado de Jackson. Los santos no podían hacer eso sin repudiar las revelaciones que indicaban que el condado era la tierra de su herencia, el lugar de recogimiento del pueblo de Dios y el sitio de la ciudad de Sión. Hacerlo significaría el abandono de sus derechos de establecerse como ciudadanos de los Estados Unidos dondequiera que consideraran apropiado hacerlo y levantar sus casas dentro de las fronteras de la nación.
“Dado que el gobernador no estaba dispuesto a cumplir con sus deberes para con los exiliados llamando a la milicia para que se les devolvieran sus tierras; que los habitantes de la zona oeste de Misuri estaban predispuestos en contra de ellos, y Campo de Sión; que los hombres que componían este campo, como las hermanas que lo acompañaban, se hallaban desprovistos de comida, los santos del Este no habían respondido con suficientes dinero ni suministros para que pudieran valerse ni la ayuda del gobernador y el federal no era propio, comprar otras tierras y defenderlas a pesar de la violencia del populacho, los líderes decidieron disolver dicha compañía y esperar alguna oportunidad futura para la redención de Sión. En consecuencia, fue disuelto el grupo cuando se abatía una gran tormenta en el condado de Clay, el 24 de junio, y se les avisó de su disolución a algunos ciudadanos prominentes del condado de Clay que estaba ocurrido.” (Roberts, Comprehensive History of the Church, 1:359.)
Aunque no se logró el propósito reconocido de la compañía, o sea, el de establecer definitivamente a los santos en sus tierras en Sión, fue de una empresa del todo inútil, sino que sirvió como la fragua en la que el Señor templó el acero de muchos de sus primeros líderes, incluyendo a los que compusieron el Quórum de los Doce Apóstoles poco después.
El élder Delbert L. Stapley dijo: “El Campo de Sión se disolvió el 24 de junio de 1834, después de haber aportado la experiencia que hizo posible el éxodo posterior de más de 20.000 hombres, mujeres y niños desde Nauvoo hasta las montañas Rocosas. . . También constituyó un camino de pruebas —de unos 1600 kilómetros de largo— para los futuros líderes de la Iglesia. Esto quedó evidenciado en el hecho de que cuando los tres testigos del Libro de Mormón ‘buscaron’ a los integrantes del Quórum de los Doce, todos fueron de los que habían integrado el Campo de Sión. Estos hombres habían demostrado estar dispuestos a sacrificarse total e inclusive la vida misma, si el Señor lo mandaba. El El primer Quórum de los Setenta fue igualmente integrado por hombres que siguieron al Profeta hasta Misuri como parte del Campo (la compañía) de Sión” (The Importance of Church History, Brigham Young University Speeches of the Year [Provo, 15 de abril de 1970], pág. 3).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 105:1–2. ¿Por qué se postergó la redención de Sión?
El presidente Lorenzo Snow enseñó que “los santos que estaban en el condado de Jackson y otras localidades rehusaron acatar la orden de consagración y, en consecuencia, se permitió que fuesen expulsados de sus heredades. No podrían retornar en tanto no estuviesen mejor preparados para obedecer la ley de Dios, se les enseñaran mejor sus deberes y aprendieran por experiencia la necesidad de la obediencia. Creo que no tenemos derecho a pensar que vamos a tener el privilegio de regresar para establecer la casa central de Sión mientras no hayamos mostrado obediencia a la ley de consagración. Una cosa es cierta: no el Señor permitirá entrar en el territorio del cual fuimos expulsados, mientras nuestro corazón no esté preparado para honrar esta ley y no nos santifiquemos poniéndola en práctica la verdad” (En Journal of Discourses, 16:276; véase también Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 101:1–8; 96:1).
Doctrina y Convenios 105:4–5. ¿Qué principio se edificará Sión?
Los santos que estaban en Misuri no lograron vivir la ley celestial. Él no se esforzaron en la forma debida para lograr la victoria interior: es imposible depender totalmente del poder de Dios y lograr la victoria mediante sus enemigos (no lograrían la victoria externa). Este es el concepto que el Señor trató de enseñarles cuando dijo: “Esta es Sión: LOS PUROS DE CORAZÓN” (Doctrina y Convenios 97:21).
El hombre solo puede abrazar la ley celestial si la magnifica en ella cuando su corazón es puro. La ley celestial, de acuerdo con el élder Bruce R. McConkie, “es la ley del evangelio, la ley de Cristo, y obedecerla hace aptas a las personas para ser selladas en el reino celestial, regocijándose ante el Espíritu Santo sin mancha, formando así una iglesia sin mancha” (Mormon Doctrine, pág. 117). El élder McConkie también dijo: “Si el hombre obedece la ley celestial en esta vida, goza de un cuerpo y de un espíritu celestial”, pudiendo así vivir en unidad con su Dios y con sus semejantes (Mormon Doctrine, pág. 115).
El élder Joseph F. Smith explicó la importancia de vivir la ley celestial: “Quienes profesan ser Santos de los Últimos Días deben familiarizarse con las leyes del reino celestial, obedecerlas, cumplir con los requisitos de los cielos y escuchar la palabra del Señor, a fin de que Sión pueda ser edificada aceptablemente, y para que podamos gozar de las bendiciones y bendiciones de esta obra. Pues es una obra que recubre sobre los que han sido llamados en esta dispensación. Hemos sido llamados y, si somos fieles, no se aleja para efectuar esta obra. Pero, a pesar de haber sido llamados, si no demostramos fe, seremos rechazados. No digo esto en cuanto a la Iglesia en general, sino a los miembros que la componen” (En Conference Report, abril de 1980, pág. 34).
Doctrina y Convenios 105:9–12. ¿Cuánto esperará el Señor para redimir a Sión?
El Señor ha determinado valerse del hombre para efectuar su obra, pero como respeta el libre albedrío que Él mismo le ha dado, se demora o se acelera la obra de acuerdo con la injusticia o la obediencia de sus hijos respectivamente. En Doctrina y Convenios 105, el Señor menciona que la preparación es esencial para el establecimiento de Sión:
- Los líderes deben prepararse (véanse vers. 9–10).
- Se debe enseñar mejor a los miembros lo que el Señor requiere de ellos (véase vers. 10).
- Los santos deben adquirir experiencia (véase vers. 10). Nadie puede conocer las cosas de Dios sin hacerlas (véase Juan 7:17).
- Los santos deben saber mejor cuál es su deber (véase Doctrina y Convenios 105:10).
- Los líderes y sus esposas deben ser investidos con poder de lo alto (véase vers. 11).
- Deben ser fieles, perseverando con humildad hasta el fin (véase vers. 12).
El presidente J. Reuben Clark, hijo, enseñó que los principios del sistema de bienestar “no están muy apartados” de la Orden Unida, y que los santos tienen que agregarles “amor fraternal” y “proveer las cosas que deben tener los necesitados” (Church News, 8 de agosto de 1951, pág. 15).
Doctrina y Convenios 105:11–12. ¿Qué es una investidura?
La investidura es como un don que se le confiere a una persona y es uno de los mayores dones que Dios da a sus hijos (véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 93:11–17 en cuanto a la relación entre la gracia y la investidura). En la revelación moderna se menciona la investidura como la preparación para las ordenanzas del templo, las que permiten constituirse en investidura.
El presidente Brigham Young explicó lo que dicen de obtener una investidura nos permitirá hacer lo siguiente:
“Vuestra investidura es recibir las ordenanzas en la casa del Señor, para que después de haber sellado esta vida, podáis volver a la presencia del Padre, y al pasar al lado de los ángeles que están puestos como centinelas, podáis presentar las palabras claves, las señales y los signos que corresponden al Santo Sacerdocio, para que alcancéis la exaltación eterna al suponga llegar a fin al infierno” (Discourses of Brigham Young, pág. 416).
¿Por qué los hermanos que debían establecer Sión tienen que recibir una investidura como preparación para su mayordomía? Porque, como enseñó el profeta José Smith: “La investidura. . . tuvo por objeto preparar a los discípulos para sus misiones en el mundo” (Enseñanzas, pág. 336).
El élder Joseph Fielding Smith testificó lo siguiente:
“Al ir al templo, levantamos la mano y prometemos que serviremos al Señor y que viviremos sus mandamientos y que nos mantendremos sin mancha. Si comprendemos lo que estamos haciendo, la investidura nos servirá de protección durante toda la vida, una protección que no tiene el hombre que no va al templo.
“He oído decir a mi padre (Joseph F. Smith) que en momentos de prueba y tentaciones él pensaba en las promesas y convenios que había hecho en la casa del Señor y que se sentía fortalecido para resistir. . . Esta protección es lo que se busca con estas ceremonias, al menos en parte. Ellas nos libran ahora y nos exaltan en el más allá, si es que las honramos. Sé que se recibe esta protección, pues yo también la he experimentado, tal como otros miles, al recordar sus obligaciones.» (The Pearl of Great Price, Utah Genealogical and Historical Magazine, julio de 1930, pág. 103.)
Doctrina y Convenios 105:11–12, 18, 33. ¿Existe una diferencia entre la investidura dada en Kirtland y la investidura otorgada hoy a los miembros dignos?
El Templo de Kirtland no estaba destinado a ser el lugar en el que se otorgaran todas las ordenanzas de la investidura, tal como se han dado en los templos construidos desde entonces. Ni siquiera se requería la ordenanza del bautismo por los muertos en el Templo de Kirtland. El Señor quiso que se construyera un edificio santo en el cual no se llevara a cabo nada más que la obra del establecimiento de su reino, porque todavía había algunas llaves del sacerdocio que no se habían restaurado. La investidura de que los primeros élderes de la Iglesia recibirían “su investidura de lo alto en mi casa. . . en . . . Kirtland” (Doctrina y Convenios 105:33) se refería a las llaves y a la presencia del Espíritu del Señor y las manifestaciones que acompañarían la dedicación del templo.
El Espíritu que se derramó sobre los santos en la dedicación fue el mismo que se manifestó en el Pentecostés entre los Apóstoles (véase Hechos 2). Aquella investidura les fue prometida a los élderes de los últimos días: serán investidos “así como mis apóstoles en Jerusalén” (Doctrina y Convenios 95:9). “Una investidura, la toma era necesario entonces, también fue dada”, escribió el presidente Joseph Fielding Smith. “Esa investidura no era tan completa como la investidura revelada más adelante” (Doctrina de Salvación, 2:242).
Doctrina y Convenios 105:13. ¿Cuánto durará el “corto tiempo” antes del establecimiento de Sión?
La mayoría de nosotros no llamará “corto tiempo” a un período de más de 150 años (vers. 13); eso tiempo sólo es corto desde la perspectiva que tiene el Señor. En esos 150 años, la Iglesia ha tenido éxito en sus esfuerzos dirigidos a satisfacer las condiciones requeridas por el Señor (véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 105:9–12). El presidente Spencer W. Kimball dijo que la Iglesia había tenido suficiente madurez para avanzar con rapidez en su progreso espiritual. En su discurso final de la conferencia general de abril de 1979, expresó:
“Mis hermanos, me parece muy claro, y ciertamente estoy convencido de que la Iglesia se encuentra en un estado de desarrollo y madurez, en que por fin estamos listos para llevar a cabo un gran esfuerzo y avance. Se han tomado ya abundantes decisiones, y otras están pendientes todavía, y creo que esas decisiones desde el punto de vista de la organización abrirán el camino. Pero las que son básicas o necesarias para nuestro progreso como pueblo son las que tienen que tomar los miembros de la Iglesia en forma individual. El adelanto que logre la Iglesia será consecuencia de los pasos gigantescos que demos individualmente.
“Hemos descansado demasiado en algunas mesetas; es hora de que retomemos el sendero hacia adelante y hacia arriba. Venzamos completamente nuestro temor de agredirnos a nuestro prójimo e influir en él, ya sea en nuestra propia familia, barrio o vecindario. En algunas oportunidades, nos hemos visto desviados de objetivos fundamentales en los que ahora debemos poner nuestra atención a fin de estar en condiciones de progresar, tanto en forma individual como colectiva.
“El esfuerzo de cada miembro, aunque parezca insignificante, puede contribuir a lograr un progreso nunca visto hasta ahora. . .
“Hermanos, ¿estamos listos para hacer estas cosas, aparentemente insignificantes, de las que pueden emanar grandes bendiciones? ¿Creo que lo estamos! Pienso que la Iglesia del Señor se encuentra al borde de una gran manifestación de espiritualidad. Nuestro propio desarrollo espiritual será la clave para el aumento numérico que debe tener lugar en el reino. La Iglesia se encuentra actualmente lista para lograr cosas que hace sólo unos pocos años hubieran sido imposibles; y del mismo modo estamos listos los miembros. Si aceptáis mi consejo, llegaréis a sentir que existe una buena disposición que está latente entre nuestro pueblo y que debemos poner en movimiento.” (Véase Liahona, agosto de 1979, págs. 118–119).
Doctrina y Convenios 105:24. ¿Se justifica que uno busque el poder de Dios?
En una ocasión se le preguntó al presidente Kimball si alguien que viviera en perfecta armonía con el Señor, por ejemplo, quienes alcanzaran gran hospitalidad al Maestro, Santiago (Jacobo) y Juan preguntaron: “¿Quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?” (Lucas 9:54). En épocas de persecución injusta, o de dificultades, parecía natural que los justos tuvieran ese derecho. Pero como Jesús aconsejó a los discípulos, así también advirtió a los santos que abstuvieran de tales “obras poderosas” (Doctrina y Convenios 105:24) de juicio. El Salvador repitió el mandamiento de que todos, los miembros o los que no lo sean, por igual, deben recordar que el Padre “le dio [a Cristo] autoridad de hacer juicio” (Juan 5:27) y que recuerden lo que dijo Pablo: “No os venguéis vosotros mismos, antes dad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:19).
Doctrina y Convenios 105:28–32. “Es mi voluntad que se compren estos terrenos”
Durante los turbulentos días de persecución en el condado de Jackson, Misuri, el Señor dio un nuevo mandato a los santos. El presidente Joseph Fielding Smith explicó que el juicio y la razón de esta petición:
“Se mandó que los santos continuaran con la compra de terrenos en el condado de Jackson y en las zonas circunvecinas, pues era la voluntad del Señor que esos terrenos se compraran y se consagraran a Él. Si seguían comprando terrenos y luego los enemigos venían contra ellos, y los ejércitos de Israel estarían justificados en reclamar la posesión de sus tierras y echar allá a los terros del enemigo (véase Ezequiel 26:4). Antes de poder hacer esto, el ejército del Señor debía llegar a ser muy grande a fin de que sus “pabellones sean imponentes a los ojos de todas las naciones” (Doctrina y Convenios 105:31).
“El mensaje de este mandamiento se resume en que los santos debían tener títulos de las propiedades en el condado de Jackson y de los terrenos vecinos, pero al momento de la redención llegaría en el futuro, cuando la Iglesia llegase a ser muy grande. Entonces, cuando resultase apropiado, el Señor pelearía sus batallas. Aparentemente, esto sucederá cuando los reinos de este mundo se vieran forzados a reconocer que ‘el reino de Sión de ese hecho el reino de nuestro Dios y su Cristo; sujetémonos, pues, a sus leyes’ (Doctrina y Convenios 105:32). Otros pasajes parecerían indicar que las naciones reconocerán a Sión como el reino de Dios cuando nuestro Redentor venga a tomar su lugar como Rey de reyes.” (Church History and Modern Revelation, 2:5.)
Doctrina y Convenios 105:34. La revocación de la ley de consagración
La ley de Sión mencionada en Doctrina y Convenios 105:34 es la ley de consagración y el establecimiento de la Orden Unida. El presidente J. Reuben Clark, hijo, explicó la razón por la que el Señor revocó esta ley y también explicó el sentido de la frase “después de su redención” (vers. 34).
“En la gran revelación dada cerca del río Fishing, en circunstancias en que los santos se encontraban esparcidos y, algunas veces, hasta eran cazados como animales salvajes, sus propiedades perdidas, su organización casi paralizada, heridas mental y espiritualmente, pendiente sobre su cabeza la condena del Señor por causa de su infidelidad —por no decir iniquidad— y ‘Sión’ casi totalmente destruida, fue que el Señor dijo lo siguiente:
“‘Y que los mandamientos que he dado en cuanto a Sión y su ley se ejecuten y se cumplan después de su redención’ (vers. 34).
“Es interesante notar que el Señor prácticamente nunca más volvió a mencionar la Orden Unida en sus revelaciones dirigidas al Profeta. La gente había tenido la oportunidad de cumplirla y había fracasado. Entonces, dio la ley del diezmo en una revelación otorgada en Misuri mismo, en Sión (el 8 de julio de 1838, Sec. 119 del Libro de Doctrina y Convenios). . .
“Por consiguiente, el Señor mandó que la ley que había dado, en cuanto al establecimiento de la Orden Unida en Sión, debía ‘ejecutarse y cumplirse’ después de la redención de Sión, o sea, según el significado de esa palabra en ese caso, se refería al restablecimiento del pueblo en Misuri. Esto no se ha efectuado todavía.” (“The United Order and Law of Consecration as Set Out in the Revelations of the Lord”, Church News, 15 de septiembre de 1945, pág. 9.)
Sección 106
“Para que seáis hijos de luz”
Antecedentes históricos
En un viaje de visita a las ramas de la Iglesia a principios de 1834, el profeta José Smith se detuvo en Freedom, Nueva York. Aquí lo alojó Warren A. Cowdery, hermano de Oliverio (había ocho hijos en la familia Cowdery: Warren era el mayor y Oliverio el menor). El Profeta escribió que había estado en casa de Warren, donde “gozamos de bendiciones temporales y espirituales, todas las que necesitábamos o éramos dignos de recibir” (History of the Church, 2:42).
La visita del Profeta, así como la influencia de Oliverio, que había estado llevando una correspondencia con su hermano acerca del tema de la religión, dio como resultado la conversión de Warren Cowdery. Mediante los esfuerzos del Profeta y de otros miembros de la Iglesia, se estableció una rama en Freedom, en la cual Warren fue llamado a presidir.
Durante este otoño, el Profeta estuvo muy ocupado, pero sobre todo en el mes de noviembre [en los Estados Unidos, el otoño comienza en septiembre y el invierno, en diciembre]. “Estando ya a fines del mes”, escribió, “y dado que los élderes comenzaron a volver, hice preparativos para empezar la Escuela de los Élderes, donde podrían recibir instrucción en cuanto a las grandes cosas de Dios durante el próximo invierno” (History of the Church, 2:169). El Profeta continuó haciendo preparativos para la escuela, todavía preocupado por la necesidad de liderazgo espiritual e instrucción que tenían las ramas alejadas de Kirtland. El 25 de noviembre recibió la revelación que está en Doctrina y Convenios 106.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 106:3. “El obrero es digno de su salario”
Las responsabilidades de Warren A. Cowdery no se limitaban al pueblo de Freedom, sino que se extendían a las “regiones circunvecinas” (vers. 1) y a los “condados adyacentes” (vers. 2). Freedom estaba en el condado de Cattaraugus, Nueva York, y había santos en Perrysburg y Palmersville, también en el mismo condado. En el condado de Chautauqua, al oeste, había santos en los pueblos de Westfield y Villanova; y en el condado de Livingston, que estaba al noroeste de Freedom, había santos en Genesee, Avon y Lima. Lima está a 24 kilómetros de Manchester, Nueva York, donde la obra comenzó. Así que, probablemente, había miembros viviendo en pueblos pequeños por toda la parte occidental del estado.
Dado el tamaño de la región que Warren Cowdery tenía que dirigir, y el tiempo que se requería para llevar a cabo esta responsabilidad, el Señor le prometió todo lo necesario, “porque el obrero es digno de su salario” (vers. 3).
Doctrina y Convenios 106:4–5. ¿Cómo puede venir de sorpresa un acontecimiento de la magnitud de la Segunda Venida?
La gente del mundo será la que se sorprenda por la venida repentina del Señor. Los santos, por otra parte, deben estar preparados y esperando gozosos. Pablo escribió a los santos que, en relación a la Segunda Venida, “vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día” (1 Tes. 5:4–5; véase también 1 Pedro 3:10).
“Ceñirse los lomos” (Doctrina y Convenios 106:5) es una expresión que significa prepararse, tal como se explica en Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 36:8. Quienes estén preparados no, o en otras palabras, los que son los hijos de luz, no se sorprenderán por la venida del Maestro, y esa venida no los tomará desprevenidos.
Doctrina y Convenios 106:6. “Si continúa siendo un testigo fiel”
Lamentablemente, Warren A. Cowdery no permaneció fiel. Finalmente se mudó a Kirtland, Ohio, y le dieron trabajo en la imprenta, posteriormente llegando a editar el periódico Messenger and Advocate. En 1837, pero al igual que muchos de los miembros de la Iglesia apostatada, se juntó con otros disidentes como Warren Parrish, John F. Boynton, Leonard Rich, Luke Johnson y Stephen Burnett. Warren Cowdery, como algunos de esos que entonces, se rebeló contra el Profeta y se apartó de la Iglesia.
Sección 107
Organización de los quórumes del sacerdocio
Antecedentes históricos
El 14 de febrero de 1835, los Tres Testigos del Libro de Mormón, Oliverio Cowdery, David Whitmer y Martin Harris, bajo la dirección de José Smith, eligieron al primer Quórum de los Doce Apóstoles en esta dispensación. Poco después, durante una reunión de los Doce, los élderes Orson Hyde y William M’Lellin, en función de secretarios, anotaron lo siguiente:
“Esta noche (12 de marzo de 1835), los Doce se reunieron, y el concilio inició su deliberación bajo la dirección del presidente José Smith. El propósito que emprenderíamos nuestra primera misión, a través de los estados del Este, hasta el océano Atlántico, y que tuviésemos conferencias en las varias ramas de la Iglesia con el fin de disponer todo lo necesario para el bienestar de las mismas.
“Se propuso que los Doce salieran de Kirtland el 4 de mayo, propuesta que se aceptó unánimemente. . .
“Esta tarde (28 de marzo de 1835), los Doce se reunieron de nuevo y tuvieron una reunión de confesión general. Al repasar nuestros pasos, nos sentimos satisfechos, pero queremos confesar que no hemos comprendido la importancia de nuestro llamamiento en el grado en que deberíamos; hemos sido superficiales y presuntuosos y en muchas cosas nos hemos equivocado. Por todo esto hemos pedido el perdón de nuestro Padre Celestial. Y en lo que hayamos ofligido o lastimado a la Presidencia, pedimos su perdón. Se acordó en el momento en que debíamos separarnos, y sólo Dios sabe cuándo nos volveremos a reunir. Por lo tanto, deseamos preguntar a quien hemos reconocido como nuestro Profeta y vidente, que consulte a Dios en nombre nuestro y obtenga una revelación (si es su voluntad) a fin de poder leerla y meditarla cuando nos hayamos separado, para que recibamos consuelo. Nuestra dignidad no es la que nos insta a hacer esta petición, sino nuestra indignidad. Unánimemente hemos pedido a Dios, nuestro Padre Celestial, que nos conceda, mediante su Vidente, una revelación en cuanto a Su voluntad concerniente a nuestro deber durante la próxima etapa, una gran revelación que nos haga regocijar, nos consuele en la adversidad e ilumine nuestra esperanza en medio de la predicación de la tinieblas.” (History of the Church, 2:209–210).
El profeta [los consultó al Señor y recibió, en 28 de marzo de 1835, los primeros cincuenta y ocho versículos de esta sección (excepto los versículos 53–55, que eran parte de una bendición que José Smith le dio a su padre el 18 de diciembre de 1833). Los dos párrafos contenidos en esta revelación fueron revelados en otras ocasiones. (Véase History of the Church, 2:210; Smith, Enseñanzas, págs. 39–42.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 107:1. ¿Por qué se mencionan dos sacerdocios si José Smith enseñó que “todo sacerdocio es según el orden de Melquisedec”?
Muchas personas están familiarizadas con la declaración del Profeta de que “todo sacerdocio es según el orden de Melquisedec” (Enseñanzas, pág. 216), y se preguntan cómo puede concordar esta declaración con el primer versículo de Doctrina y Convenios 107. La lectura detenida de toda esta declaración del Profeta muestra que no hay tal contradicción. Su declaración respecto a que todo sacerdocio es según el orden de Melquisedec se dio como respuesta a una pregunta relativa a la historia del Antiguo Testamento: “Respuesta a la pregunta: ‘¿Fue quitado el Sacerdocio de Melquisedec cuando murió Moisés?’ Todo sacerdocio es según el orden de Melquisedec, pero tiene diferentes partes o grados. La parte que le permitió a Moisés hablar con Dios cara a cara fue quitada; más permaneció la parte que comprendía el ministerio de ángeles. Todos los profetas tuvieron el Sacerdocio de Melquisedec; Dios mismo los ordenó” (Enseñanzas, pág. 216).
El profeta José Smith enseñó también lo siguiente: “Sin embargo, aunque hay dos sacerdocios, el Sacerdocio de Melquisedec comprende el de Aarón o Levítico, que le es cabeza principal y tiene la autoridad más alta que pertenece al sacerdocio, así como las ramas de un árbol son partes de las raíces que lo fundan hasta la última postrera hoja que habrá sobre la tierra; y es la melodía por el cual todo cuanto existe, tanto el poder como el don de cualquier sacerdocio, importante es resultado de ellos” (Enseñanzas, pág. 198; véase también Doctrina y Convenios 107:14).
Doctrina y Convenios 107:1. ¿Son lo mismo los Sacerdocios Aarónico y Levítico?
El élder Bruce R. McConkie respondió a la pregunta en la forma siguiente:
“Cuando el Señor dio los mandamientos temporales, el evangelio preparatorio para capacitar a Israel para la época en que nuevamente gozaría de la plenitud del evangelio, confirió un orden menor del sacerdocio para administrar esta ley menor (Heb. 7:12). Este sacerdocio menor (Doctrina y Convenios 85:11) se les confirió a Aarón y a sus descendientes varones (Ex. 28; 29; 40; Lev. 11:1; 3:2; 13:2; Núm. 18) y les servirá como ‘. . . sacerdocio perpetuo, por sus generaciones’ (Ex. 40:15; Núm. 25:10–13). También se le confirió a la mayoría de la casa de Leví, a los varones entre 30 y 50 años de edad (Núm. 3; 4). De ahí que se le llame Aarónico o Levítico; los dos nombres son sinónimos (Doctrina y Convenios 107:1, 6, 10).
“Aarón y sus descendientes tenían las llaves del Sacerdocio Aarónico y actuaban con plena majestad y poder en orden levítico. Muchas de sus funciones eran equivalentes a las de los obispos y presbíteros de esta dispensación. A pesar de que los demás levitas tenían la plenitud del Sacerdocio Aarónico (Heb. 7:5) y participaban en los sacrificios, no tenían las llaves del ministerio Aarónico; muchas de sus funciones correspondían a las de los maestros y diáconos de esta dispensación. (Núm. 3; 4; 2 Crónicas 29; Mal. 3:3; Doctrina y Convenios 13; Doctrina de Salvación, 3:105–107)” (Mormon Doctrine, págs. 9–10).
Doctrina y Convenios 107:5. El sacerdocio es mayor que cualquiera de sus oficios
El apóstol Bruce R. McConkie escribió lo siguiente:
“El sacerdocio es mayor que cualquiera de sus oficios. Ningún oficio añade poder, dignidad o autoridad al sacerdocio. Todos los oficios forman del sacerdocio sus derechos, privilegios, gracias y poderes. Este principio se puede representar con un círculo dividido en segmentos. El sacerdocio es el círculo; los segmentos son los llamamientos u oficios en el sacerdocio. Todo aquel que sirva en un segmento del círculo puede poseer el poder de todo el círculo. Nadie puede tener uno de los oficios sin primero tener el sacerdocio mismo.
“Es así que el sacerdocio se confiere al individuo digno, y luego se le ordena a los distintos oficios en ese sacerdocio. Y así es que todos los oficios del sacerdocio y los cargos de la Iglesia están específicamente designados como apéndices del sacerdocio. Es decir que se derivan de él, lo complementan y son menos importantes que este sacerdocio. (Doctrina y Convenios 84:29–30; 107:5). Es lógico suponer que es superior y más importante tener el Sacerdocio de Melquisedec, por ejemplo, que tener cualquiera de los oficios de ese sacerdocio. . .
“Además, no se alcanza en un oficio a otro dentro del Sacerdocio de Melquisedec. Todo el que tenga tanto sacerdocio cuenta con autoridad como el Presidente de la Iglesia, aunque estos oficiales tienen responsabilidades administrativas en el reino. Es lógico suponer también que todo poseedor del Sacerdocio de Melquisedec podría efectuar cualquier función de asignar al que el fuere las llaves del reino.” (Mormon Doctrine, págs. 505–596.)
Doctrina y Convenios 107:8–12. Importancia de la presidencia del Sacerdocio de Melquisedec
El Sacerdocio de Melquisedec tiene una presidencia que preside sobre todos los poseedores de ese sacerdocio: la presidencia del Sacerdocio de Melquisedec (la Primera Presidencia) que el Señor revela su voluntad al hombre. “. . . Que el Sacerdocio de Melquisedec no era sino el Sacerdocio del Hijo de Dios; que hay ciertas ordenanzas que pertenecen al sacerdocio, de las cuales emanarán ciertos resultados; que los tres Presidentes o la Presidencia están sobre la Iglesia, y las revelaciones de la disposición y voluntad de Dios para la Iglesia deben venir por medio de la Presidencia. Tal es el orden celestial, así como el poder y privilegio de este sacerdocio” (Enseñanzas, pág. 130).
Doctrina y Convenios 107:15–17. Un descendiente literal de Aarón tiene el derecho de ser Obispo Presidente de la Iglesia
La sección Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 68:15–21 aporta una explicación respecto a este punto.
Doctrina y Convenios 107:18. El Sacerdocio de Melquisedec tiene las llaves de todas las bendiciones espirituales de la Iglesia
Por medio del Sacerdocio de Melquisedec los hijos del Señor pueden, al cabo del tiempo, alcanzar la divinidad.
El presidente Spencer W. Kimball declaró lo siguiente ante la Iglesia, en cuanto al sacerdocio: “Este constituye el medio por el cual el Señor se sirve del hombre para lograr la salvación de las almas. Sin el poder del sacerdocio, el ser humano estaría perdido. Sólo mediante dicho poder tiene ‘las llaves de todas las bendiciones espirituales de la Iglesia’, de todas las bendiciones de este tiempo, de los cielos y manifestaciones celestiales (véase Doctrina y Convenios 107:18–19), para poder entrar en el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio celestial, y progresar de hijos sellados a él en una unión eterna; asimismo a hijos sellados a él en una unión eterna; asimismo a hijos sellados a él en una unión eterna; así se nos ha prometido que su posteridad eterna es mayor que la posteridad de las arenas de la mar. Ése es el sacerdocio eterno del Señor” (véase Liahona, diciembre de 1975, pág. 18).
Doctrina y Convenios 107:18–19. ¿Cuál es la gran bendición que puede alcanzar el fiel poseedor del sacerdocio?
“Se nos dice en una revelación moderna (Doctrina y Convenios 107:18–19) que el sacerdocio mayor según el orden del Hijo de Dios . . . nos dio tiene el poder de ver ángeles ministrantes, sino también el poder de ver y rendirnos de Padre, para que mediante el poder y las manifestaciones del Espíritu de Dios los ángeles podamos prepararnos para entrar en la presencia de Dios el Padre en el mundo venidero y gozar de comunión continua con El, y ser coronados con la gloria del reino celestial, para gozar de nuestro lugar y llamamiento a través de toda la eternidad, junto con todos los que poseerán el sacerdocio en los mundos eternos.” (Orson Pratt, en Journal of Discourses, 18:363; véase también Doctrina y Convenios 76:50–70; 84:19–22; Hebreos 12:22–24.)
Doctrina y Convenios 107:22. ¿Cuál es el cuerpo que elige al Presidente de la Iglesia?
El presidente Harold B. Lee dijo en una conferencia general: “Todos los miembros de la Primera Presidencia y los Doce son sostenidos regularmente como ‘profetas, videntes y reveladores’, como lo habéis hecho hoy día; lo cual significa que cualquiera de los Apóstoles escogidos y ordenados para presidir en la Iglesia si fuera escogido por el cuerpo [el Quórum de los Doce], nombrado y ordenado a ese oficio, y sostenido por la confianza, la fe y las oraciones de la Iglesia. . . y en la condición de que fuera el miembro de mayor antigüedad, o sea, el presidente de ese cuerpo (véase Doctrina y Convenios 107:22)” (véase Liahona, oct. de 1970, pág. 2).
Doctrina y Convenios 107:20. Las llaves del Sacerdocio Aarónico
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 13.
Doctrina y Convenios 107:22–26. ¿Son iguales en autoridad los Quórumes de la Primera Presidencia, de los Doce y del Primer Quórum de los Setenta?
Los autores de un comentario sobre las Escrituras, Smith y Sjodahl, explican que “no puede haber nunca, al mismo tiempo, dos quórumes de igual autoridad. Por lo tanto, en la revelación en la que leemos que los Doce Apóstoles forman un quórum de igual autoridad que la Primera Presidencia, y que los Setenta forman uno de igual autoridad al de los Doce, se debe entender que esta condición de igualdad tiene vigencia sólo cuando el quórum normalmente de más autoridad deja de existir por alguna razón. Cuando desaparezca la Primera Presidencia por la muerte del Presidente, entonces los Apóstoles se convierten en el quórum que preside en la Iglesia, con todo el poder de organizar de nuevo la Primera Presidencia, ocasión en la que dicho quórum vuelve a ocupar su estado de segundo cuerpo en la Iglesia. Lo mismo acontece con los Setenta: ellos llegan a tener la misma autoridad que los otros dos quórumes si éstos dejan de existir. Por supuesto, esto sólo se aplica al Primer Quórum de los Setenta y no a los demás quórumes de setentas” (Commentary, pág. 700).
Doctrina y Convenios 107:23. Los Doce Apóstoles son testigos especiales
El presidente Joseph Fielding Smith dijo lo siguiente respecto a los Doce Apóstoles:
“Estos doce hombres constituyen el Quórum del Consejo de Apóstoles en la Iglesia en esa época, y actualmente no hay sino un Consejo de Apóstoles en la Iglesia. Estos doce hombres están investidos con poder y la responsabilidad de ordenar como los testigos especiales de Cristo. Tienen el derecho de recibir la inspiración y orientación necesaria del Espíritu Santo para prepararlos y capacitarlos para esa misión divina.
“En virtud del sacerdocio y el don del Espíritu de Cristo, todos los hombres llegan a ser testigos de Cristo. De hecho, eso es precisamente lo que debe ser todo élder en la Iglesia, pero hay un llamamiento especial que se les da a los Doce testigos especiales, el cual los distingue de los otros testigos de la Iglesia en la naturaleza de su llamamiento como testigos. Estos doce hombres poseen la plenitud de la autoridad, llaves y sacerdocios a fin de abrir el camino para la predicación del evangelio a toda nación, familia y lengua. Otros que van, salen bajo su dirección y están sujetos a ellos. Esta obra de organización está en sus manos, y bajo la dirección de la Primera Presidencia son llamados para dirigir todos los asuntos de la Iglesia y la predicación del evangelio a toda criatura.” (Véase Doctrina de Salvación, 3:138).
Doctrina y Convenios 107:27–32. Importancia de la unidad
El presidente Lorenzo Snow describió la unidad en los consejos directivos de la Iglesia: Dijo: “Éstos son mis consejeros. Somos uno; somos muy unidos. . . Y aquí tenemos doce hombres base nosotros: doce Apóstoles. A muchos de estos hermanos nosotros los conocemos personalmente. . . No discutimos y hay mucha unidad entre nosotros. No nos calumniamos; cumplimos con nuestras responsabilidades, y estamos unidos de alma y corazón. ¿Por qué? No para enriquecernos, sino para ver qué podemos lograr a favor de la gente, y trabajamos continuamente para ver qué podemos hacer por ellos. Nos reunimos todas las semanas y hablamos respecto a lo que podemos hacer por la gente” (en Conference Report, oct. de 1900, pág. 5).
Doctrina y Convenios 107:32. ¿Cómo evaluar una posible decisión injusta de alguno de los quórumes que presiden?
Si la decisión de uno de los quórumes que presiden en la Iglesia no se considera justa, el asunto puede volverse a tratar ante “una asamblea general de todos varios quórumes” (Doctrina y Convenios 107:32), la cual está formada por la Primera Presidencia, el Quórum de los Doce Apóstoles y el Primer Quórum de los Setenta. Estos cuerpos son “las autoridades espirituales de la Iglesia” (vers. 32), y la única forma de apelar una decisión de uno de estos quórumes es elevarla ante esa asamblea.
Doctrina y Convenios 107:33–34, 38. ¿Cuál es la relación entre los deberes de los Doce y los de los Setenta?
Aunque ambos quórumes tienen el deber de llevar el evangelio al mundo, sus deberes difieren en cuanto a detalle, tal como lo bosquejó el élder Howard W. Hunter:
“Ante el rápido crecimiento de la Iglesia y la pesada carga impuesta sobre los Doce en su deber de dirigir, administrar y enseñar a todas las naciones, es evidente la razón por la que el Señor ordenó el aumento en el número de miembros del Primer Quórum de los Setenta. La reciente decisión tomada por los Apóstoles para incluir a los Setenta bajo su dirección puede recordar el relato histórico relatado por Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Los primeros miembros de la dispensación cristiana que estaban en Jerusalén se quejaban de que las viudas de entre ellos se les atendían como a las de los judíos naturales [la razón de esto parece haber sido que el número de miembros había aumentado con mucha rapidez y los apóstoles daban a basto]. Cuando estos miembros llegaron a los Apóstoles, se sugirió lo siguiente: (Hechos 6:2–4).
“En otras palabras, los Doce expresaron ante la Asamblea que no era razonable que ellos dejaran el oficio de enseñar el evangelio para proveer el sustento diario a las viudas y servir sus mesas. Había otros hombres buenos que podían ocuparse de estos deberes a fin de que los Doce continuaran dedicándose a la tarea de enseñar el evangelio a toda la gente. . .
“En diciembre de 1978, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce tomaron una determinación semejante de que no era ya aconsejable que los Doce ocuparan su tiempo en los detalles de administración de los muchos departamentos de la Iglesia. Designaron de seis hombres, designados como los presidentes del Primer Quórum de los Setenta, la tarea de supervisar esos detalles a fin de que los Doce pudieran dedicar toda su energía a la administración general de la obra, y tal como lo indica Doctrina y Convenios, a ‘edificar la Iglesia y dirigir todos los asuntos de la misma’ (Doctrina y Convenios 107:33).
“Creo firmemente que en el futuro cercano veremos un progreso enorme en cuanto a la predicación del evangelio a todas las naciones, algo que aún no se ha visto en esta dispensación ni en las anteriores. Estoy seguro de que en el futuro podremos examinar lo sucedido como resultado de la decisión tomada recientemente y escribir como Lucas: ‘Y crecía la palabra de Dios’ (Hechos 6:7).” (All Are Alike Unto God, en Speeches of the Year, 1979 [Provo: Brigham Young University Press, 1980], págs. 34–35).
Doctrina y Convenios 107:36–37. Los sumos consejos
“En la época en que se dio esta revelación, había dos sumos consejos establecidos en la Iglesia: Uno en Kirtland, organizado el 17 de febrero de 1834, y el otro en el condado de Clay, Misuri, organizado el 3 de julio del mismo año.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 702.)
El sumo consejo de Kirtland era diferente del otro, tal como lo explicó el presidente John Taylor: “En Kirtland, Ohio, se revelaron muchas cosas importantes, por conducto del Profeta. Había entonces una Primera Presidencia que presidía el sumo consejo en Kirtland. Y ese sumo consejo y otro que estaba en Misuri eran los únicos que existían. Tal como de ahí, cuando ese consejo de Kirtland estaba presidido por José Smith y sus consejeros; por lo tanto, algunas cosas relacionadas con esto eran muy particulares. Se ha dicho que cuando querían saber algo relativo a cualquier principio que se presentara en sus reuniones, la presidencia consultaba al Señor para recibir revelación al respecto en esos temas que les eran difíciles de comprender” (en Journal of Discourses, 19:241).
Después de la organización del sumo consejo de Misuri, el Profeta dijo que “ya que eso sucedía con el uno, podría decir que le efectuaba de igual modo en el otro, y por la misma autoridad. La organización del sumo consejo mediante el cual se tomaban decisiones en cuanto al gobierno del consejo mismo, mediante el cual la voluntad del Señor puede a ser dada a conocer en las acciones importantes, relativa al establecimiento de Sión y de la verdad en la tierra” (History of the Church, 2:124).
“Esto indica la importancia que le daba a la organización del sumo consejo en Sión”, escriben Smith y Sjodahl, dado que el gobierno de la Iglesia no estaría más en peligro de quedar centralizado, sino que se había sentado el precedente de que se requiera un sumo consejo en cada estaca de la Iglesia. “Los sumos consejos establecidos en las estacas los presiden la presidencia de la estaca, y su jurisdicción está limitada a la estaca en la que funcionan” (Commentary, pág. 703).
Otro comentarista mormón dijo: “El Señor indicó que el sumo consejo en Sión (Misuri) constituía quórum igual en autoridad con los asuntos de la Iglesia a los consejos de los Doce [como se compone en las estacas de Sión] (vers. 37). Y así hay un alto sumo consejo en cualquiera de las estacas en tan importante como el de cualquier otra. La autoridad y poder de cualquiera de los sumos consejos de estaca son locales y sólo se extienden dentro de los límites geográficos de la estaca en cuestión” (Sperry, Commentary, pág. 565).
Doctrina y Convenios 107:39. ¿Qué es un ministro evangelista?
El profeta José Smith dijo: “El evangelista es el patriarca, el de mayor edad de la sangre de José o de la descendencia de Abraham. Dondequiera que la Iglesia de Cristo se haya establecido sobre la tierra, allí debe haber un patriarca para el beneficio de la posteridad de los santos, como el tomo que ‘acob cuando da su bendición a sus hijos, etc.’” (Enseñanzas, págs. 179–180; véase Génesis 48; 49:1–27).
Los patriarcas son ordenados para dar bendiciones a los santos que vivan dentro de los límites de las estacas en las que son llamados, o a miembros que no tengan patriarca en la estaca que les corresponda.
Doctrina y Convenios 107:39–52. El sacerdocio patriarcal
El sacerdocio patriarcal se transmite de padre a hijo. El presidente Joseph Fielding Smith explicó el origen y la descendencia directa del sacerdocio:
“En esta revelación (Doctrina y Convenios 107) se reveló algo concerniente al sacerdocio patriarcal y cómo ha llegado hasta nosotros desde la creación del mundo. Con relación a este sacerdocio, el Señor dijo: (Doctrina y Convenios 107:39–43). . .
“. . . A partir de Abraham, la primogenitura se transmitió a Isaac y de él a Jacob, que recibió el nombre de Israel. De Israel pasó a José, el primogénito de Raquel. . . Por lo tanto, la primogenitura y el sacerdocio patriarcal continuaron a través de la descendencia de José. El porqué continúa a través de Efraín y no de Manasés, que era el hermano mayor, no se nos ha dicho, pero podemos tener la certeza de que el Señor tuvo suficiente razón. Desde entonces hasta el presente, esta primogenitura ha correspondido a los descendientes de Efraín. [Véase 1 Crónicas 5:1–2; Jeremías 31:9; Doctrina y Convenios 133:30–34.]
“En la dispensación del cumplimiento de los tiempos, que es la en que vivimos, el Señor reveló este derecho del primogénito en Israel a través del José Smith, padre del Profeta, y él fue el primer patriarca ordenado en esta dispensación. El sacerdocio patriarcal le fue conferido al padre del Profeta a fin de perpetuar la línea patriarcal mayor que aún vivía del Profeta.” (“The Patriarchal Priesthood,” Improvement Era, nov. de 1955, págs. 789–852.)
Hoy día el orden patriarcal no se aplica en la organización de la Iglesia como en épocas anteriores, pero en el reino celestial “el orden patriarcal será el orden de gobierno” (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 559).
Doctrina y Convenios 107:53–57. El gran concilio en Adán-ondi-Ahman
Una de las más grandes asambleas que han tenido lugar fue la convocada por Adán cuando se reunió con los justos de entre su simiente (véase Doctrina y Convenios 107:53–57). Poco tiempo antes de la segunda venida del Salvador se convocará otra asamblea en el valle de Adán-ondi-Ahman (véase Doctrina y Convenios 78, 116).
Los versículos 53 a 55 de la sección 107 provienen de una bendición que José Smith dio a su padre, el 18 de diciembre de 1833 (véase Enseñanzas, págs. 40–41).
Doctrina y Convenios 107:58–63. Los oficiales presidentes se eligen de entre los quórumes
“La palabra revelada de Dios”, dijo el élder James E. Talmage, “ha dispuesto el establecimiento de oficiales administradores que deben proceder o ser nombrados de ‘entre los que son ordenados a los varios oficios de estos dos sacerdocios’. De acuerdo con los principios prevalecientes de orden que caracterizan toda obra divina, el Señor ha mandado que se organicen en quórumes a todos los portadores de sacerdocio para que puedan aprender los deberes de sus llamamientos respectivos y cumplir con ellos.” (Los Artículos de Fe, pág. 233.)
Doctrina y Convenios 107:64–67, 91. En el reino, todos estamos bajo la autoridad del Presidente de la Iglesia
“El Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es el presidente del sacerdocio de Dios en la tierra. . . Todos los demás en el reino de Dios están supeditados a su guía. Sólo él tiene el derecho de recibir revelación para la Iglesia.” (Véase Cuando la hayas convertido. Guía de estudio del Sacerdocio de Melquisedec, 1974, pág. 102.)
El élder John Taylor comentó en cuanto a la autoridad del Presidente de la Iglesia: “El Presidente de la Iglesia preside a todos los patriarcas, presidentes y consejos de la Iglesia; y esta presidencia no depende de la genealogía sino del llamamiento, del orden y de la antigüedad.” (Times and Seasons, 1° de junio de 1845, pág. 922; véase también Doctrina y Convenios 107:91–92.)
Doctrina y Convenios 107:68–75. ¿Cuál es el deber del obispo?
Como mayordomos o pastores del pueblo del Señor, los obispos de la Iglesia ocupan un cargo elevado y sagrado. El presidente Marion G. Romney comentó en cuanto a los deberes de ese oficio:
“Según se inheren en el principio, las asignaciones relativas al oficio [de obispo] pueden clasificarse en cuatro partes principales.
“Primero: el obispo recibe los bienes consagrados de los santos y les indica lo que van a recibir. (Véase Doctrina y Convenios 42:31–34; 72:7–13; 51:13; 58:23; 72:2; 78; 82; 85:1.)
“Segundo, el obispo es un juez en Israel: el pueblo del Señor, juzgando tanto la actuación de los miembros dentro de la Iglesia, como sus necesidades temporales cuando recurran a la Iglesia en busca de ayuda. (Véase Doctrina y Convenios 42:80–82; 58:17–18; 72:17; 107:72.)
“Tercero: el obispo vela por los pobres, encargándose tanto de sus necesidades temporales como espirituales, según sea el caso. (Véase Doctrina y Convenios 38:35; 42:33–35; 39:17; 70:7–8.)
“Cuarto: el obispo es como un agente para la Iglesia, encargándose de cualquier tipo de asunto temporal para el cual fuera llamado por el Señor a través de la Primera Presidencia. (Véase Doctrina y Convenios 51:13–14; 107:68, 71–72.)
“A medida que la Iglesia fue creciendo y los santos adquirieron experiencia, el Señor estableció una diferencia entre las responsabilidades del Obispo Presidente y las de los obispos de los barrios. Hoy día, en los llamamientos del sacerdocio, se pueden encontrar las responsabilidades del obispo de un barrio, divididas en categorías apropiadas principales.
Por excelencia el obispo desempeña ese papel de naturaleza temporal y espiritual que en su conjunto le corresponde únicamente al Obispado Presidente de la Iglesia. A nivel de barrio o estaca, los obispos cumplen esencialmente con la misma responsabilidad que el Obispo Presidente y sus consejeros a nivel general, aunque en un radio de acción más limitado.
En la Iglesia, desde los comienzos de la dispensación de la consagración, la función de un obispo ha estado vinculada esencialmente al mismo tema que se encuentra definido en las revelaciones del siglo pasado ya mencionadas, aunque ha recibido más responsabilidades concernientes a juventud y también como sumo sacerdote presidente del barrio. A pesar de que todas las asignaciones que tienen los obispos son sumamente importantes, la primordial es la de velar por los pobres.” (Véase Liahona, enero de 1980, págs. 153–154.)
Doctrina y Convenios 107:72. El obispo es un “juez en Israel”
En un discurso dado a un grupo de empleados de los Servicios Sociales de la Iglesia, cuya profesión es tratar los problemas emocionales de los miembros, el presidente Spencer W. Kimball enseñó lo siguiente sobre el deber del obispo como juez, comparado al de los oficiales profesionales:
“En virtud de su llamamiento y ordenación, y de haber sido apartado, también llega a ser juez en Israel y tiene la responsabilidad de tomar muchas decisiones a favor de los miembros a su cargo que tratan el progreso de dichas personas. Él tiene las riendas de las actividades espirituales de los miembros a fin de poder darles oportunidades de desarrollo y ayudar sus logros. Decide en cuanto a la dignidad de los miembros y si merecen ciertas bendiciones y privilegios. Tiene la llave de todos los templos en el mundo y es él quien debe usar esa llave para abrir las puertas de los mismos a sus miembros y, mediante el casamiento eterno que allí puedan realizar, darles la oportunidad de alcanzar la vida eterna. . .
“Se dice: ‘Los caminos de Dios no son los del hombre’. Este hombre, el obispo, no tiene que ser instruido en todos los campos del saber, pues tiene la forma de recurrir a la fuente de todo conocimiento. La revelación recibe, no sólo para el profeta, sino para todo hombre digno y justo. Él tiene derecho a la guía divina dentro de su propia jurisdicción. . .
“. . . el obispo puede recurrir a la fuente ilimitada de conocimiento y sabiduría si está en armonía con su Hacedor.” (New Era, septiembre de 1978, págs. 16–17).
Doctrina y Convenios 107:76. ¿Quién puede juzgar a un integrante de la Primera Presidencia?
“El obispo es un juez común en Israel, y los miembros deben responder ante él. En caso de acusación contra alguno de los integrantes de la Primera Presidencia, el caso debe ser juzgado por el obispo presidente y un consejo de sumos sacerdotes.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 2:211.)
En cuanto a la convocatoria del tribunal del Obispo Presidente, el élder John A. Widtsoe dijo:
“El tribunal del Obispo Presidente se compone del obispo nombrado y sus dos consejeros, y doce sumos sacerdotes elegidos especialmente para el caso. Es un tribunal extraordinario, cuyo fallo no hay apelación, que debe convocarse si fuera necesario juzgar a un miembro de la Primera Presidencia por delito o negligencia en el cumplimiento de sus deberes.” (Priesthood and Church Government, pág. 212.)
Doctrina y Convenios 107:77–84. Los tribunales de la Iglesia
El Señor estableció un sistema judicial en la Iglesia para el beneficio de los miembros y para preservar la pureza del evangelio y proteger los derechos de los individuos.
“Se les enseña a los Santos de los Últimos Días a no demandar judicialmente a nadie, aunque se les obligue. La Iglesia tiene un sistema judicial perfecto, y no es necesario que los miembros carguen con los gastos e inconveniencias que implica demandar judicialmente a otra persona. Los maestros orientadores son asesores de paz. Visitan a los miembros en sus casas como amigos y generosamente pueden disipar sus primeros indicios de causa de dificultad entre los miembros. No obstante, en caso de que el asunto puede elevarse ante el tribunal del obispo, donde se escucha la evidencia y donde puede delegarse la decisión al consejo de la estaca, la que entonces es irrevocable, a menos que la Primera Presidencia, después de examinar la evidencia, ordene una revisión del caso. El tribunal del obispo decide, si lo considera necesario, excomulgar a un poseedor del sacerdocio Aarónico, y puede suspender los derechos de miembro a uno que tenga el Sacerdocio de Melquisedec. El sumo consejo puede excomulgar a cualquier miembro.” (Commentary, pág. 710.)
El presidente Joseph Fielding Smith explicó también que “hay varios consejos en la Iglesia. El sumo consejo viajante [Consejo de los Doce] tiene jurisdicción en todo el mundo. Los sumos consejos de las estacas tienen jurisdicción en sus estacas. La Primera Presidencia puede reunirse como tribunal de apelación, y su decisión es inapelable. La Iglesia está organizada de manera que ningún miembro ni oficial, desde el Presidente hasta el miembro más reciente, queda ‘eximido de la justicia y las leyes de Dios’. El tribunal especial, o consejo, presidido por el Obispo Presidente, ha sido convocado en varias ocasiones. El profeta José Smith tuvo que presentarse ante este consejo acusado por el élder Sylvester Smith después del retorno del Campo de Sión. Oliverio Cowdery, David Whitmer y Frederick G. Williams también comparecieron ante este tribunal” (Church History and Modern Revelation, 2:21; véase también Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 102; Explicación I, en el Apéndice).
Doctrina y Convenios 107:85–90. Deberes de los presidentes de los quórumes
El élder David O. McKay enseñó que sobre los presidentes de los quórumes del sacerdocio recaen ciertas responsabilidades:
“Presidentes de los quórumes: El Señor os ha dicho, como podéis leer en la sección 107 de Doctrina y Convenios, que es vuestro deber reuniros con vuestro quórum. Si sois presidentes de quórumes de diáconos, debéis reuniros con doce diáconos y presidiros, intercambiar ideas con ellos y enseñarles sus deberes. ¡Oh, diáconos de todo el mundo! Responded al llamado. Obispos, cumpliendo con vuestro deber, vosotros que ocupáis la presidencia del Sacerdocio Aarónico. Guiad a los jóvenes en este advinimiento. ¿No cumplen? ¿Están inactivos? Si lo están, parte de la finalidad mencionada antes, que afecta al miembro que no tiene nada que hacer, afectará también al quórum de vuestro barrio. Sabedlo: el quórum no ocupará su lugar en los concilios de la Iglesia si no es un grupo activo. Lo mismo se aplica a los maestros, a los presbíteros, a los élderes, a los setentas, a los sumos sacerdotes y a todos” (en Conference Report, oct. de 1909, pág. 92).
Doctrina y Convenios 107:91–92. Los Doce deben seguir al Presidente de la Iglesia, quien tiene las llaves de presidencia sobre todo el sacerdocio
En Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 21:4–7 y en la Explicación F, se menciona la importancia del profeta viviente.
Doctrina y Convenios 107:93–97. Los Setenta y el ministerio
José Smith, el Profeta, describe las responsabilidades dadas a los setentas:
“El Señor dijo, la Iglesia —reunida en consejo— comenzó a seleccionar a ciertas personas para ocupar el oficio de setenta, de entre aquellos que habían ido al Sión conmigo. . . a fin de iniciar la organización del Primer Quórum de los Setenta, de acuerdo con las visiones y revelaciones que yo había recibido. Los Setenta constituirían quórumes viajantes, para ir por toda la tierra según lo mandaran los Doce Apóstoles.” (History of the Church, 2:201–202).
“Si los primeros Setenta están todos ocupados y hay necesidad de más obreros, será el deber de los siete presidentes de los primeros Setenta llamar y ordenar a otros setentas y enviarlos a trabajar en la viña, hasta que, si preciso fuere, hayan ordenado a setenta veces siete y hasta que haya ciento cuarenta y cuatro mil designados en esa forma para el ministerio.” (Enseñanzas, pág. 84.)
Aunque el Primer Quórum de los Setenta fue organizado por José Smith, no siguió funcionando como quórum después del éxodo a Utah. Después de la colocación de los élderes de los EE. UU., en cada estaca se organizaron estos quórumes. Pero a nivel de las Autoridades Generales sólo existía el Primer Concilio de los Setenta, los Primeros Siete Presidentes de los Setenta.
No fue sino hasta la época del presidente Spencer W. Kimball que se comenzó a organizar el Primer Quórum de los Setenta nuevamente como un quórum activo y en funciones. Esto tuvo lugar en la conferencia de octubre de 1975, aunque el quórum completo no se organizó en ese entonces. El plan culminaría el presidente Kimball dijo: “El Primer Quórum de los Setenta se organizará gradualmente y finalmente tendrá setenta miembros. La presidencia de este cuerpo estará constituida por siete miembros” (en Conference Report, oct. de 1975, pág. 3).
Un año después, en la conferencia de octubre de 1976, el presidente Kimball siguió este proceso:
“Hoy presentaremos. . . a otros miembros del Primer Quórum de los Setenta para recibir vuestro voto. . . Estos cambios. . . elevarán a treinta y nueve el número de miembros del Primer Quórum de los Setenta, permitiendo así que el quórum encare muchos asuntos.
“Con estos pasos, los tres quórumes gobernantes de la Iglesia definidos mediante las revelaciones —la Primera Presidencia, el Quórum de los Doce y el Primer Quórum de los Setenta— se han puesto en su lugar tal como fue revelado por el Señor. Esto hará posible manejar eficazmente la pesada carga del presidir y nos preparará para acelerar y apresurar la obra que precederá al día en que el Señor retornará para ocuparse directamente de su Iglesia y reino.” (En Conference Report, oct. de 1976, pág. 10).
Doctrina y Convenios 107:98. Medidas tomadas por el Señor en cuanto a liderazgo general, además de los quórumes que presiden en la Iglesia
A fin de enfrentar las responsabilidades administrativas de la Iglesia según fuera creciendo, en esta revelación se señalan otras llamas dadas directamente por el Señor. Éstas incluyen los tres sumos consejos, presididos por la Primera Presidencia, el quórum de los Doce Apóstoles, y el quórum de los Setenta, además de las Presidencias de Área. También se incluyen los auxiliares generales y los líderes regionales de las Autoridades Generales. Tales líderes son los ex ayudantes del Quórum de los Doce (1941–1976) y los Representantes Regionales de los Doce. En los que han sido llamados a estos cargos han recibido tareas administrativas en el nivel del Señor bajo la dirección del Quórum de los Doce Apóstoles. (Véase Harold B. Lee, en Conference Report, oct. de 1967, págs. 101, 104–105; Spencer W. Kimball, en Conference Report, oct. de 1976, pág. 10.)
Doctrina y Convenios 107:99–100. ¿Qué responsabilidad tienen todos los que aceptan un llamamiento en el sacerdocio?
El presidente Henry D. Moyle destacó claramente que cuando los hermanos aceptan oficios en el sacerdocio, tienen la obligación de comprometerse lleno a efectuar sus deberes y a vivir de acuerdo con todas las leyes de Dios.
“Estoy seguro de que sería preferible para nuestro Padre Celestial que renunciáramos a nuestros cargos —aunque ésta no sea una práctica que fomentemos en la Iglesia— a que fuéramos negligentes en nuestros deberes aun en sus más mínimos detalles. Comprender que nuestro deber es dedicarnos a la obra del Señor nos hace sentir abrumados por la responsabilidad, pero luego de habernos comprometido, no tenemos el privilegio ni el derecho de violar Sus mandamientos, ni siquiera el menor de ellos.
“El Señor espera, y nosotros también, que cada uno viva en esta tierra en completa conformidad con las leyes de Dios tanto como seamos capaces de hacerlo. Las excusas y las justificaciones en cuanto a lo que debamos o no hacer, si están en desacuerdo con la voluntad de Dios, no deben tener lugar en nuestra vida.” (En Conference Report, oct. de 1961, págs. 43–44.)
Doctrina y Convenios 107:100. ¿Qué significa que el perezoso no será digno de permanecer?
Quienes no cumplan con su deber, quienes dejen de lado las responsabilidades del sacerdocio al que han sido ordenados, no serán contados entre los justos que serán dignos de estar en la presencia de Dios (véase Salmos 1:1–5; 24:3–4; Malaquías 3:1–2; Lucas 21:36; Alma 12:12–15; Doctrina y Convenios 45:32).
Sección 108
La obediencia nos trae bendiciones
Antecedentes históricos
Cuando se organizó el Primer Quórum de los Setenta, el 28 de febrero de 1835, muchos miembros de ese cuerpo fueron elegidos de entre el grupo que constituyó lo que se conoció con el nombre de Campo de Sión, grupo que en 1834 había ido en ayuda de los atribulados miembros de la Iglesia que estaban en Misuri. Lyman Sherman, cuya lealtad y fe habían sido puestas a prueba en aquella expedición, fue llamado como uno de los siete presidentes del Primer Quórum de los Setenta.
Un día después de la Navidad de 1835, el profeta José Smith anotó lo siguiente en su diario: “Vino el hermano Lyman Sherman y pidió tener la palabra del Señor por mi intermedio, ‘pues’, dijo, ‘se me ha inspirado a que le haga saber a usted mis sentimientos y deseos, y se me prometió que tendría una revelación que me haría conocer mi deber’” (History of the Church, 2:345).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 108:1. Se le perdona a Lyman Sherman
Smith y Sjodahl explicaron por qué esta revelación tuvo tanto significado para Lyman Sherman:
“En este versículo [vers. 1] y en los dos párrafos siguientes, queda bien claro que Lyman Sherman había estado pasando por una de esas luchas interiores en las que la fe se prueba al máximo. Él había tenido dudas en cuanto a seguir adelante o volverse. Es evidente, además, que había vencido la duda y que había tomado la determinación de seguir en la fe. En ese momento, comprendió que había pecado al ofrecer resistencia a la voz del Señor y que tal vez había perdido su posición entre los hermanos. Torturado por este pensamiento, oyó la voz del Espíritu, que lo susurraba a su alma y que lo instaba a visitar al Profeta y pedir la palabra de Dios mediante Su siervo. La primera confirmación fue: ‘Te son perdonados tus pecados’. ¡Qué gran consuelo para él!; el Profeta nada sabía de la lucha mental que había experimentado el visitarte, ni de la condición en que había quedado. Sin embargo, dijo precisamente lo necesario para restaurar la paz a su corazón turbado. Y además, esta frase la dijo uno que tenía la autoridad del sacerdocio; su valor era incalculable” (Commentary, pág. 713).
Doctrina y Convenios 108:3. La importancia de los convenios
“Todo lo que el Señor requiere de nosotros es estricta obediencia a las leyes de la vida”, enseñó el presidente Brigham Young. “Todo el sacrificio que el Señor pide de su pueblo es estricta obediencia a los convenios que hemos hecho con nuestro Dios, esto es, servirle con un corazón íntegro.” (En Journal of Discourses, 18:246).
Doctrina y Convenios 108:6. ¿Qué es una asamblea solemne?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 95:7.
Doctrina y Convenios 108:4. ¿Cuál era la “asamblea solemne” que el Señor le pidió a Lyman Sherman que esperara?
Cuando se dio la revelación de la sección 108, faltaba poco para que terminara de construirse el Templo de Kirtland, desde donde el 13 de enero de 1836, y hasta poco después de la dedicación, se efectuaron reuniones en las que el Espíritu se hacía sentir en abundancia. Muchos de los santos recibieron revelaciones y vieron o presenciaron celestiales. Cada una de estas reuniones bien podría describirse como de asamblea solemne.
En su diario, el profeta José Smith anotó el desarrollo de las reuniones del 21 y 22 de enero:
“Al anochecer, me reuní con la Presidencia en el salón de clase oeste, en el Templo [de Kirtland], para llevar a cabo la ordenanza de la unción. . . con el aceite consagrado; también se reunieron en los dos salones vecinos los consejos de Kirtland y de Sión, y esperaron orando en tanto que nosotros realizábamos la ordenanza. . .
“Muchos de mis hermanos que recibieron la ordenanza conmigo vieron gloriosas visiones. Los ángeles nos acompañaron, el poder del Altísimo descansó sobre nosotros, la casa se llenó con la gloria de Dios y gritamos Hosanna a Dios y al Cordero. . .
“Viernes 22. Fuimos al salón de clases a la hora usual, pero en lugar de proseguir con nuestros estudios, dedicamos el tiempo a hablar de las gloriosas escenas vividas la noche anterior mientras efectuábamos la ordenanza sagrada de la unción.
“Por la noche nos reunimos el mismo lugar, con el Consejo de los Doce y la Presidencia de los Setenta, quienes iban a recibir esta ordenanza [de unción y bendición]. Los sumos consejos de Kirtland y Sión estaban presentes también.
“Después de iniciar la reunión, la Presidencia consagró el aceite. . .
“Entonces, los Doce procedieron a ungir y bendecir a la Presidencia de los Setenta, y a sellar sobre sus cabezas poder y autoridad para ungir a sus hermanos.” (History of the Church, 2:379, 381–383.)
Esta reunión, en la que Lyman Sherman y sus hermanos de la Presidencia de los Setenta recibieron sus unciones y bendiciones, fue una ocasión en la que se manifestó gran poder espiritual, y resultó ser una experiencia semejante a la vivida el día de Pentecostés. Fue una fuente de fortaleza para ellos al salir a predicar el evangelio.
Doctrina y Convenios 108:7. Cada miembro de la Iglesia debe esforzarse por fortalecer a sus hermanos
La lucha propia de esta vida y la oposición de Satanás en contra de los santos que quieren establecer el reino del Señor nos traen momentos difíciles y desánimo. Muchos miembros tropezarán y desmayarán bajo la carga, pero cada uno puede beneficiarse con la ayuda y el ánimo que le den sus hermanos. El consejo dado al hermano Sherman de fortalecer a sus hermanos en todas las formas posibles se aplica a todos los siervos del Señor (véase Doctrina y Convenios 81:5; Eclesiastés 4:9–10).
Sección 109
Oración dedicatoria del Templo de Kirtland
Antecedentes históricos
Smith y Sjodahl explicaron la gran importancia que tuvo la dedicación del Templo de Kirtland y destacaron algunos de los acontecimientos que la acompañaron:
“La dedicación del Templo de Kirtland, el 27 de marzo de 1836, fue un acontecimiento memorable en la historia de la Iglesia. El edificio se construyó siguiendo las revelaciones recibidas (véase Sección 88; 95:8–9), en un momento en que los santos eran pobres y debían juntar el dinero de sus ofrendas (setenta y setenta mil dólares) representaba un enorme sacrificio personal de fe. ‘Mientras los hermanos trabajaban en sus tareas’, dice Tullidge, ‘las hermanas se ocupaban de los que no tenían alimentos o lo llevaban en yernos de ropa a los obreros que no podían obtenerla de otra manera, invirtiendo todos en forma frugal como el pobre, a fin de que cada moneda se usara para el gran objetivo.’ Y así trabajaron desde el 23 de julio de 1833, en que se colocó la piedra angular, hasta que lo terminaron para la dedicación.
“En la revelación dada el 1° de junio de 1833, el Señor indicó el propósito especial de la construcción de esta casa: ‘Os mandé edificar una casa, en la cual me propongo investir con poder de lo alto a los que he escogido’ (Doctrina y Convenios 95:8). Iba a ser un lugar en el que la Iglesia recibiría un bautismo pentecostal en el fuego del Espíritu Santo [véase Hechos 2]. Era necesario tener una casa especial, consagrada y dedicada con ese fin; de ahí el mandamiento de Dios a los santos con relación a ella.
“Y ahora había llegado el día. La gente se reunió desde temprano, llena de gozo y gratitud, y su expectativa fue recompensada. Las manifestaciones de la presencia divina fueron tales que no dejaban lugar a dudas en la mente de los miembros dignos respecto a la naturaleza de la obra de la que eran parte. Heber C. Kimball relata que durante las ceremonias de dedicación un ángel se hizo presente y se sentó cerca de José Smith, padre, y de Frederick G. Williams, de manera que ellos pudieron verlo claramente. Era alto y tenía ojos negros y cabello blanco; vestía una túnica que le llegaba hasta cerca de los tobillos, y tenía sandalias en los pies. ‘Fue enviado’, dice el presidente Heber C. Kimball, ‘como mensajero para aceptar la dedicación’ (Whitney, Life of Heber C. Kimball, pág. 103). Pocas días después, tuvo lugar una asamblea solemne. . . y se dieron bendiciones. ‘Mientras efectuábamos estas cosas’, dice Heber C. Kimball, ‘el profeta José Smith, Oliverio Cowdery y otros vieron a Juan, el discípulo amado, entre nosotros’ (Ibid., pág. 104). El 6 de abril se efectuó una reunión que se prolongó hasta la entrada la noche. En esa ocasión el espíritu de profecía se derramó sobre los santos, y muchos de ellos se levantaron en testimonio de sus dones; unos de los presentes, en tanto que otros se les unieron, aparecieron ángeles. El élder presidente Heber C. Kimball, ‘se extendió por varias días y lo acompañó un maravilloso espíritu de profecía. Todos fueron inspirados a profetizar durante varias semanas; utilizamos el tiempo en hacer visitas casa por casa, impartiendo el Sacra Cena y bendiciendo por imposición de manos. En los otros al grado que, por las apariencias, uno habría podido suponer que los mismos días claramente habían llegado, y que el Espíritu del Señor se había derramado sobre toda carne’ (Ibid., pág. 105; véase también History of the Church, tomo II, pág. 427).
“Fueron los santos los únicos que estuvieron conscientes de las manifestaciones sobrenaturales de la ocasión. El élder George A. Smith se puso de pie para profetizar, y en ese momento se oyó un ruido semejante al sonido que produce una vendaval. Toda la congregación se puso de pie, y muchos comenzaron a hablar en lenguas y a profetizar. Y curiosamente toda la gente de las cercanías lo reconoció al templo de pisa (yendo el ruido unusual que provenía del edificio) y viendo una luz brillante semejante a un pilar de fuego que descansaba sobre el templo), asombrados por lo que ocurría. Esto continuó hasta que terminó la reunión a las once de la noche.” (History of the Church, tomo II, pág. 428; y Commentary, págs. 720–721.)
Durante el desarrollo de los servicios, Sidney Rigdon habló a la congregación, comenzando una de las reuniones con la lectura de los Salmos 96 y 24. Luego de que los presentes cantaron algunos himnos, el presidente Rigdon habló sobre el pasaje de Mateo 18:18–20 y el poder del sacerdocio para efectuar sellamiento. Se presentaron los distintos quórumes a los miembros para recibir el voto de sostenimiento y luego se procedió a la oración dedicatoria dada por el Profeta. Para sorpresa de algunos, José Smith leyó la oración dedicatoria, la cual había escrito previamente mediante revelación, en lugar de darle espontáneamente; así quedó establecido el modelo de las oraciones dedicatorias (History of the Church, 2:420).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 109:1–5. “Tus siervos han obrado conforme a tu mandamiento”
El presidente George Q. Cannon escribió que el Templo de Kirtland se había construido al precio “de un extremo sacrificio. Se habían dedicado casi tres años a la construcción, y durante este tiempo, los santos habían dado de su sostén y habían trabajado sin cesar para hacer un edificio que sirviera de habitación adecuada a la ministración de visitantes angélicos y del Santo del Israel mismo. Al edificar esta obra había sido preocupación principal del Profeta dado que los santos en Misuri habían demostrado que no se podría levantar una casa del Señor en un futuro cercano en la estaca central de Sión” (Life of Joseph Smith, pág. 204).
El Señor aceptó esta casa (véase Doctrina y Convenios 109:4), tal como se evidencia en las manifestaciones que acompañaron su dedicación y también en la gloriosa visión que aparece en Doctrina y Convenios 110, la cual tuvo lugar poco después.
Doctrina y Convenios 109:7–14. “Una casa de instrucción”
El presidente Joseph Fielding Smith explicó que el Señor mandó que los élderes se organizaran y construyeran una casa de oración, y una casa de instrucción (véase Doctrina y Convenios 88:117–120). Los versículos 9 a 11 citan la revelación dada en ese entonces.
El presidente Widtsoe explicó el significado histórico de esta empresa educativa:
“Es emocionante rememorar nuestra historia de la época del Templo de Kirtland. Los hombres dejaban sus granjas, sus campos y sus tiendas. . . todas las tardes y se reunían en el piso superior, en el altillo del Templo de Kirtland, y allí, en salones, estudiaban varias materias: idiomas, matemáticas, historia, geografía y la palabra de Dios. A veces el profeta se unía al grupo de gente congregada allí con lo que hoy llamamos un programa para la educación de los adultos. Se creía que las personas maduras no podían aprender y no se les daba medios. Desde entonces el mundo ha llegado a conclusiones muy diferentes. Hoy día se considera que los hombres y las mujeres nunca son demasiado viejos para aprender. El poder de adquirir conocimiento permanece en nosotros hasta el último día. De alguna manera nuestros antepasados en la Iglesia entendían eso” (En Conference Report, abr. de 1949, págs. 169).
Doctrina y Convenios 109:10–60. Lograr el cumplimiento de las promesas dadas por revelación
El Profeta rogó al Señor que los santos recibieran las bendiciones prometidas en las revelaciones ya dadas.
- Que la gloria de Dios descansara sobre su pueblo y sobre el Templo de Kirtland (vers. 12–13).
- Que a los que adoraran en el templo se les instruyera adecuadamente (vers. 14).
- Que los santos se regocijaran en el Señor, recibiendo la plenitud del Espíritu Santo (vers. 15).
- Que la casa de Dios llegara a ser todo lo que se quería que fuera y que nada inmundo entrara en ella (véanse vers. 16–20, que son una repetición de los conceptos vertidos en Doctrina y Convenios 88:119–120).
- Que cuando los santos transgredieran, prontamente volvieran al Señor (véase vers. 21).
- Que sus siervos fueran adelante armados con el poder y protegidos por los ángeles a esparcir el evangelio hasta los confines de la tierra (véanse vers. 22–23).
- Que estableciera a Su pueblo para siempre contra todos los enemigos que hicieran contra ellos (véanse vers. 24–33).
- Que sus pecados fueran perdonados (véase vers. 34).
- Que los poderes de Pentecostés descendieran sobre ellos (véanse vers. 35–37).
- Que los siervos de Dios tuvieran poder de pactar y dar testimonio del convenio, en todo el mundo (véanse vers. 38–44).
- Que los siervos de Dios fueran librados de las calamidades destinadas a los malvados y de los castigos prometidos (véanse vers. 45–49).
- Que el Señor tuviera misericordia de las naciones de la tierra, y que ablandara el corazón de los hombres para prepararlos para el mensaje del evangelio (véanse vers. 54–58).
- Que creara más estacas de Sión a fin de que el recogimiento pudiera efectuarse (véanse vers. 59).
(Adaptado de la obra de Sperry, Compendium, págs. 593–596.)
Doctrina y Convenios 109:21. ¿En qué forma se muestra reverencia en la casa del Señor?
El élder Bruce R. McConkie explicó que “la conducta más decorosa posible —desprovista de risotadas, de conversaciones en voz alta, de críticas mordaces, de comentarios frívolos— es lo que siempre se requiere de los hombres y mujeres reverentes en el santuario del Señor. Y lo que se pide de los templos también debe aplicarse a los demás capillas” (Mormon Doctrine, pág. 652).
El presidente Joseph F. Smith también dijo:
“La estimación propia requiere, entre otras cosas, que uno se comporte como un verdadero caballero en la casa de oración. Ninguna persona que se respeta a sí misma irá a una casa dedicada al servicio de Dios a cuchichear, chismear o conversar; es nuestro deber, más bien, reformarnos a nosotros mismos, obtener atención completa al orador y concentrarnos en sus palabras a fin de captar lo que se dice para nuestro beneficio y provecho” (Véase Doctrina del Evangelio, pág. 327).
Doctrina y Convenios 109:22–23. Armados con poder y cuidados por los ángeles
“El Señor está aquí con nosotros”, dijo el presidente Brigham Young, “no en persona, pero sus ángeles nos rodean, y Él está al tanto de todo acto de los hijos de los hombres, como individuos y como naciones. Él está aquí todo mediante sus agentes, los ángeles, y mediante el poder de su Santo Espíritu y sacerdocio, el cual ha restaurado en estos días a los portadores para darles la salvación más perfecta y absoluta a todos los que confíen en Él, cuando estén listos para recibirla; y hasta que estén listos, la obra de preparación debe continuar vigorosamente mientras al mismo tiempo, con paciencia, aprendemos a controlar nuestras almas” (En Journal of Discourses, 11:14).
Doctrina y Convenios 109:25–31. No hay arma que prospere, ni combinación de maldad que triunfe sobre el pueblo de Dios
En el futuro, los santos también enfrentarán oposición y persecución (véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 98:38), y entonces, esta inspirada oración dedicatoria será una fuente de consuelo, pues, como enseñó el profeta José Smith, Satanás reunirá todas sus fuerzas disponibles para detener el reino, pero no prevalecerá: “Ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra; las persecuciones serán comunes, el populacho conspirará, los ejércitos podrán juntarse, la calumnia podrá difamar, mas la verdad de Dios seguirá adelante valerosamente, noble e independiente, hasta que haya penetrado todo continente, visitado toda región, abarcado todo país y resonado en todo clodo, hasta que se cumplan los propósitos de Dios y el gran Jehová diga que la obra está concluida” (History of the Church, 4:540).
Doctrina y Convenios 109:30. ¿Qué se quiere decir con “granizo”?
Véase Doctrina y Convenios 29:16; Ezequiel 38:22; Apocalipsis 16:21.
Doctrina y Convenios 109:47–53. ¿Ha caído la ira del Señor sobre los Estados Unidos en contestación a este ruego?
Como parte de la oración dedicatoria, el Profeta rogó al Señor que recordara a los santos que en Misuri soportaban aflicciones. Rogó que el Señor tuviera misericordia del populacho para que pudiera arrepentirse (vers. 50). Pero pidió que el Señor mostrara su poder en bien de su pueblo, permitiendo que su ira e indignación cayeran sobre los culpables de causar sufrimientos, si éstos no se arrepentían.
Por lo menos en dos ocasiones más, el Profeta predijo que Misuri sufriría grandes castigos porque había permitido que el populacho actuara en contra de los santos. En 1843, el Profeta, estando en Nauvoo, volvió a mencionar la culpa de Misuri y dijo:
“Serán arruinados tal como han oprimido a nosotros, no por los ‘mormones’, no, sino por el diabólico gobierno. Beberán la amarga copa, no servida por los ‘mormones’, sino por alguien más fuerte que ellos mismos. Dios los maldecirá” (History of the Church, 6:95).
Y en una conversación con el general Alexander Doniphan, uno de los pocos amigos de los santos en aquel tiempo, el Profeta dijo:
“La ira de Dios pende sobre el condado. El pueblo de Dios ha sido rudamente expulsado de él, y usted vivirá para ver el día en que será visitado por las espadas. El Señor de los ejércitos lo barrerá con destrucción. Los campos, las granjas y casas serán destruidos, y solamente quedarán las chimeneas para servir de la evidencia” (Roberts, Comprehensive History of the Church, 1:538).
Durante la Guerra Civil, estas profecías se cumplieron de una forma asombrosa, pues el estado de Misuri fue escenario de una destrucción espantosa y muy generalizada (véase Roberts, Comprehensive History of the Church, 1:539–559, en cuanto a un detalle del sufrimiento de Misuri).
Anteriormente, el Señor le había dado un mandamiento al Profeta de que hiciera demanda de indemnización en su estima que llegar hasta el presidente de los Estados Unidos, advirtiendo que si el gobierno no escuchaba sus justas demandas, el Señor “afligiría la nación” (Doctrina y Convenios 101:89). Véase también Doctrina y Convenios 101:85–88. Se buscó indemnización, pero no pudo obtenerse. Fue en razón de esto que el presidente John Taylor profetizó:
“El evangelio revela muchas cosas que otros desconocen. Ya sabía que ocurrirían estos terribles acontecimientos que se venían sobre esa nación antes de estallar la gran guerra fratricida (la Guerra Civil), tanto como sé ahora que ha ocurrido. Y he hablado de ello a muchas personas. Yo sé que una nación como ésta en la que vivimos, una nación que es bendecida con la forma de gobierno más libre, esclarecida y magnífica del mundo en este momento, con privilegios que podrían elevar a la gente hasta el cielo si los mereciera; sé que si no viven de acuerdo con ellos sino que los violan y los pisotean, y desprecian los sagrados principios de la libertad por los que deberían ser gobernados; sé que el castigo estará en proporción directa al conocimiento o la luz que los ciudadanos posean. Lo sé. Y sé, no puedo evitarlo, que hay muchas calamidades muy grandes que están pendientes sobre esta nación. Pero, ¿generé mi profecía para hacer que pase? ¿Dios no lo querrá! Y vosotros, Santos de los Últimos Días, ¿ejerceréis vuestra influencia para lograr un objetivo de ese tipo? ¡Dios no lo permitirá! Sin embargo, no podemos evitar saber estas cosas. Pero nuestro conocimiento de estos asuntos no nos hace los agentes, y no somos nosotros los que haremos que sucedan” (En Journal of Discourses, 22:141–42).
Doctrina y Convenios 109:54–58. En los últimos días el evangelio irá de los Estados Unidos a las demás naciones de la tierra
El presidente George Q. Cannon declaró:
“Dios fundó esta nación en América, y su gobierno, con el propósito de que Sión pudiera establecerse en ella, y que la gente de todas las naciones pudieran venir aquí cantando alabanzas y dando gracias a Dios por haberles dado un camino de escape para salir de las tinieblas y de los males que afligían sus países, con poder llegar a un lugar seguro para que cuando las calamidades y los castigos derramen sobre los habitantes de la tierra, ellos puedan estar en lugares santos y bien escogidos obedeciendo los mandamientos de Dios. ¿Qué mensaje glorioso es éste? Y es el mensaje que llevan los élderes a los oprimidos de las naciones de la tierra que se lamentan en la oscuridad y que no ven un camino de salida. Y no solo los oprimidos escuchan estas buenas nuevas. Los hombres que ocupan puestos destacados y de mando los escucharán, y le darán más importancia a este pueblo extraordinario que ha hecho una obra tan grande y que ahora viaja por el mundo para rescatar del mundo a todo el que quiera escuchar su mensaje; para traerlos con todas sus tradiciones a este lugar que llamamos Sión, donde pueden, mediante el poder unificante del Espíritu de Dios, integrarse y formar un pueblo unido” (En Conference Report, oct. de 1900, pág. 68).
Doctrina y Convenios 109:60. ¿Son gentiles los Santos de los Últimos Días?
El élder Joseph Fielding Smith explicó lo siguiente:
“Recordemos también que somos gentiles. Con esto quiero decir que los Santos de los Últimos Días han recibido sus bendiciones mediante las naciones gentiles. El presidente Brigham Young. . . dijo que José Smith era descendiente de Efraín. Esto es verdad. Sin embargo, José Smith también provenía de linaje gentil. Y de la misma forma la mayoría de los miembros de la Iglesia. Podemos alabar de nuestro linaje y regocijarnos en el hecho de que los patriarcas han declarado que somos de Efraín, pero al mismo tiempo no despreciemos a los gentiles, pues también somos uno de ellos. Si no fuera así, no se cumplirían las Escrituras (1 Nefi 15:13–14; Éter 12:22)” (Way to Perfection, pág. 140).
Doctrina y Convenios 109:61–67. Los “hijos de Judá” y el “resto de Jacob”
El profeta José Smith escribió que al leer el Libro de Mormón todos pueden ver que “nuestros indios de las tribus del Oeste son descendientes de aquel José que fue vendido en Egipto, y que la tierra de América es una de las porciones suya, y a ella vendrán todas las tribus del Israel prometido y aquellos gentiles que cumplan con los requisitos del nuevo convenio. Pero la tribu de Judá volverá a la Jerusalén de Palestina” (véase Doctrina y Convenios 133:8, 13).
Sión, de que habla el Salmo 102, será edificada sobre las Américas. “Y los redimidos del Señor volverán, y vendrán a Sión con alegría, y gozo perpetuo será sobre sus cabezas” (Isaías 35:10).
Entonces se habrá de la abundancia de placer que bien entendieron los santos del Israel antiguo (véanse Jeremías 31:12; Salmos 15; Ezequiel 34:11, 12 y 13).
Estos son testimonios de que el Buen Pastor reconocerá a sus propias ovejas, y las conducirá de todas las naciones donde fueron esparcidas en días obscuros y tenebrosos, hasta Sión y Jerusalén, y muchos otros testimonios también se podrían presentar” (Enseñanzas, págs. 13–14).
Las Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 87:5 tratan el tema de los descendientes de Jacob.
Doctrina y Convenios 109:72. ¿Qué es el reino de Dios?
Véase Doctrina y Convenios 65 y Daniel 2.
Doctrina y Convenios 109:74. ¿Cuándo se derretirán las montañas?
“En la resurrección que se aproxima”, escribió el élder Parley P. Pratt, “y en la ocasión de la gloriosa venida de Jesucristo, la tierra será sometida a cambios en su aspecto físico, en el clima, en el suelo, en lo que produzca, y en su gobierno político, moral y espiritual.
“Las montañas se nivelarán, sus valles se alzarán, sus ciénagas y lugares infestados serán drenados y se tornarán salubres, en tanto que sus desiertos ardientes y sus regiones polares serán recuperados y se tornarán templados y fructíferos.” (Key to the Science of Theology, pág. 132; véase Doctrina y Convenios 133:19–25.)
Doctrina y Convenios 109:75–76. ¿Cuándo serán arrebatados los justos?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 88:95–98.
Doctrina y Convenios 109:79. ¿Qué son los serafines?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 38:1.
Doctrina y Convenios 109:79–80. “Ayúdanos por el poder de tu Espíritu”
“La construcción de un templo de Dios en la tierra es la construcción de una ciudadela por los fieles del Príncipe Emanuel (véase Isaías 7:14) en un territorio que reclama para sí el diablo. De ahí la furia de éste cuando el pueblo de Dios construye templos. Pero el Templo de Kirtland sirvió dos fines divinos, además del de Nauvoo, aunque ambos fueron abandonados. En el de los santos expechados por el Señor el Señor dio a conocer su poder para proteger a Su pueblo de los ataques de todos los enemigos. Debido a ese bautismo del Espíritu Santo que recibió en los templos, la Iglesia, a pesar de la persecución, el exilio y la apostasía, ha aumentado en poder espiritual y ha llegado a ser capaz de tener influencia en el mundo como fuerza regeneradora. Pero de no ser por los templos y la comunión con Dios establecida mediante las ceremonias del templo, la Iglesia pudo haber sido vencida en las persecuciones de Misuri e Illinois, tal como pudo haber perecido la Iglesia primitiva en las primeras persecuciones de no haber sido por el poder que recibió el día de Pentecostés.” (Smith y Sjodahl, Commentary, págs. 722–723.)
Sección 110
Mensajeros portadores de llaves
Antecedentes históricos
El entusiasmo era manifiesto en los preparativos que hacían los santos para la dedicación del Templo de Kirtland en marzo del año 1836. El Señor estaba complacido con los sacrificios de los miembros para construir “una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instrucción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios” (Doctrina y Convenios 88:119). Al ser dedicado el edificio, el Señor manifestó su aceptación en forma gloriosa por medio de ofrendas de “poder de lo alto” (Doctrina y Convenios 105:11; véase también History of the Church, 2:427–433; Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 105:11–12, 18, 33).
“Después de la dedicación del templo, casi todos los días se efectuaron reuniones espirituales y de concilio. El domingo 3 de abril de 1836 fue uno de los días más significativos de la historia de la Iglesia.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 2:46).
El Profeta escribió respecto a sus actividades del 3 de abril de 1836, una semana después de la dedicación del templo:
“Asistí a una reunión en la casa del Señor y ayudé a los otros Presidentes de la Iglesia [los dos consejeros en la Primera Presidencia y los presidentes de los quórumes] a acomodar a la congregación, y luego me dediqué a escuchar con atención lo que se decía desde el púlpito. Thomas B. Marsh y David W. Patten hablaron durante la mañana ante una concurrencia compuesta de casi mil personas. Por la tarde, ayudé a los Presidentes a repartir la Cena del Señor [la Santa Cena] a los allí congregados, recibiéndola de los Doce cuyo privilegio fue el de oficiar en la mesa sacramental. Después de haber efectuado este servicio a mis hermanos, me retiré al púlpito habiendo corrido el velo y con Oliverio Cowdery, me incliné a orar en silencio. Después de levantarnos de la oración, se desplegó ante nosotros la siguiente visión” (History of the Church, 2:434–435).
La sección 110 de Doctrina y Convenios nos relata esa visión.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 110:1–3. ¿Por qué se usan comparaciones en la descripción del Cristo glorificado?
Una descripción completa y exacta del Salvador glorificado es imposible de hacer; pero comparando las cosas indescriptibles del ámbito espiritual con lo que está dentro de la comprensión del hombre, el lector llega a captar un sentimiento bastante correcto en cuanto a la gloria y aspecto del Salvador. Cada metáfora y comparación, en su contexto, extiende la idea que ver a Tenía uno la gloria del Salvador. El lenguaje que usó el Profeta en su descripción es semejante al de las descripciones encontradas en Isaías (véase Isaías 6:1–8) y por Juan el Revelador (véase Apocalipsis 1:13–17).
Doctrina y Convenios 110:7. ¿Qué relación había entre el sacrificio de los santos en la edificación del Templo de Kirtland y la aparición del Salvador?
El profeta José Smith enseñó que si un hombre aspira a lograr las llaves del reino que conducen a la vida eterna, debe sacrificar todas las cosas (véase Enseñanzas, pág. 394).
El élder Franklin D. Richards hizo una relación directa entre el sacrificio de los santos en la construcción del templo y lo que sucedió después:
“Los santos hicieron todo lo que pudieron en la construcción del edificio y luego se dispersaron temporalmente para trabajar en distintos lugares, y el Señor entendió como una prueba que era necesario para finalizar la construcción. Él les pagó su deuda mediante el sacrificio de todo lo que tenían. Y cuando hubimos hecho todo lo que podíamos hacer, ¡oh, qué gozo! saber que el Señor había aceptado la obra, cuando se puso de pie sobre el barandal del templo y conversó con el profeta José y con Oliverio y les reveló sus deberes, y les dijo que el evangelio debía salir de allí a todas las naciones de la tierra.” (En Conference Report, abril de 1898, pág. 17.)
Doctrina y Convenios 110:7–10. “Qué ‘fama’ del templo era la que se extendiera hasta los países extranjeros?”
La construcción en sí del Templo de Kirtland fue mejor que los santos fueron capaces de hacer. El sacrificio personal y comunitario de ellos en la construcción del edificio ha adquirido fama. Muchas de las mujeres hicieron el sacrificio de donar sus juegos de loza, para que los trituraran y mezclaran con el revoque que se usó en la obra y brilló a la casa de Dios. No obstante, ni la artesanía ni el sacrificio fue lo que el Señor tuvo en mente cuando habló de la “fama” del templo (vers. 10), pues la aparición de huéspedes celestiales que vinieron con una gloria indescriptible y restauraron las importantísimas llaves para la salvación y los poderes correspondientes a las mismas eclipsó todo lo que era de origen terrenal.
El élder Joseph Fielding Smith escribió lo siguiente:
“Lo que ocurrió [en el Templo de Kirtland] el 3 de abril de 1836 se ha extendido por toda la tierra. Miles y decenas de miles, incluso cientos de miles han sido bendecidos por causa de lo que ocurrió en esa ocasión. No sólo los miles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, sino miles y más miles que no son miembros de la Iglesia, han sentido el impacto de las bendiciones que llegaron en aquel momento y que se han extendido por toda la tierra. Y aunque tal vez no lo sepan, han sentido esa influencia [del Espíritu de Elías al planear, por ejemplo], y muchos de ellos han efectuado una obra maravillosa por causa de lo que allí ocurrió y gracias al cumplimiento de esa predicción (Doctrina y Convenios 110:7–10) hecha por el Hijo de Dios” (En Conference Report, abril de 1936, pág. 73).
Doctrina y Convenios 110:11. Las llaves del recogimiento de Israel y su sumo impartidor a los de todas las naciones de la tierra
Entre las obras más grandes de todos los tiempos está el recogimiento de Israel en los últimos días. De hecho, el profeta José Smith lo identificó como la mayor obra del reino:
“Tanto como han escrito los profetas desde los días del justo Abel hasta el último que ha dejado un testimonio acerca para nuestra consideración, al hablar de la salvación de Israel en los últimos días, inmediatamente nos hace ver que dicha salvación consiste en la obra del recogimiento” (Véase Enseñanzas, pág. 95).
Por esta razón Moisés regresó a la tierra con las llaves del recogimiento, tal como lo explicó el élder Bruce R. McConkie:
“El gran legislador de Israel, el profeta cuya vida era semejante a la del Mesías mismo, el que libertó a Israel del cautiverio en Egipto y lo llevó hasta la tierra de promisión, vino a José Smith y Oliverio Cowdery el 3 de abril de 1836, en el Templo de Kirtland. Les entregó: (1) las llaves del recogimiento de Israel de las cuatro partes de la tierra y (2) las llaves ‘de la conducción de las diez tribus desde el país del norte’ (Doctrina y Convenios 110:11).”
“Desde entonces, con un poder que aumenta día a día y con gran gloria, hemos reunido, como si fuera de su cautiverio en Egipto, a Efraín disperso y a algunos, inicialmente juntándolos en las colinas y montañas de América, pero ahora en las estacas de Sión en los diversos naciones de la tierra. El recogimiento de Israel es una realidad. Cuando retornen las diez tribus, vendrán bajo la guía del Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pues él tiene ahora y tendrá entonces las llaves de la presidencia y la dirección de esta obra portentosa.” (“This Final Glorious Gospel Dispensation”, Ensign, abril de 1980, pág. 22).
Doctrina y Convenios 110:11. ¿Dónde están las diez tribus perdidas?
El presidente Joseph Fielding Smith escribió lo siguiente:
“Si estas tribus están o no en el norte, no estoy preparado para decirlo. Tal como dije antes, están perdidas, y en tanto que el Señor así lo quiera, no se hallarán. Todo lo que sé al respecto es lo que el Señor ha revelado, y Él declara que vendrán del norte. También ha dejado bien en claro bien definido que este grupo perdido no es el mismo que el de los israelitas esparcidos por todas partes que están recogiendo” (Signs of the Times, pág. 186; véase también Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 133:26–34).
Doctrina y Convenios 110:12. ¿Quién es el Elías que entregó la dispensación del evangelio de Abraham? ¿Qué fue lo que restauró?
El presidente Joseph Fielding Smith escribió así:
“Lucas revela la venida del ángel Gabriel a Zacarías, padre de Juan el Bautista, con el anuncio del nacimiento de nuestro Señor y Salvador.
‘Gabriel . . . fue el Elías prometido’” (Enseñanzas, pág. 182).
Luego hallamos en la revelación dada al profeta José Smith en agosto de 1830, que fue Elías quien se presentó ante Zacarías y anunció el nacimiento de Juan el Bautista (véase Doctrina y Convenios 27:6–7).
“Este es el mismo Elías que tenía las llaves de la dispensación de Abraham y que se presentó ante el profeta José Smith y Oliverio Cowdery el 3 de abril de 1836, en el Templo de Kirtland, y quien restauró las llaves de la dispensación de Abraham.” (Answers to Gospel Questions, 3:139–140).
Después de citar el pasaje de Doctrina y Convenios 27:6–21, el presidente Joseph Fielding Smith indicó que el nombre Gabriel y el título Elías correspondían a la misma persona:
“Basándonos en estos pasajes, aprendemos que Noé es Gabriel y que el profeta José Smith en su llamamiento de Elías y restauró las llaves de la dispensación en la que el Señor pactó con Abraham y su posteridad, hasta las últimas generaciones” (Answers to Gospel Questions, 3:140).
El élder Bruce R. McConkie explicó qué fue lo que Elías restauró a la tierra:
“Y bien, ¿qué era el evangelio de Abraham? Es obvio que era la sanción, la misión, la investidura y el poder, el mensaje de salvación dado a Abraham. . .
Era una promesa divina de que toda en el mundo como fruto de él su simiente continuaría. . .
‘Así tenemos que el evangelio de Abraham fue el del matrimonio celestial. . . era un evangelio de comisión para proveer linaje para la parte electa de todos los espíritus preexistentes, un evangelio para proveer una familia en la eternidad a los que vivan la plenitud de la ley celestial. Este poder y comisión es lo que restauró Elías, y en consecuencia los justos entre todas las generaciones futuras tienen la seguridad de las bendiciones de continuidad de la simiente para siempre, tal como se prometió a Abraham en la antigüedad.” (Doctrina y Convenios 132:7) (Mormon Doctrine, págs. 219–220).
Con tales bendiciones nuevamente restauradas, el camino estaba abierto para ensanchar al Israel esparcido los principios de salvación. Sin embargo, los planes del Señor quedarían aún más allá en el poder del altar que estaba en manos de Elías el Profeta no hubiese venido inmediatamente. El poder de Elías el Profeta permite a Israel tener esos principios aquí y en el más allá.
Doctrina y Convenios 110:13–14. La venida de Elías el Profeta
El presidente Joseph Fielding Smith explicó el significado especial de la predicción de Malaquías cumplida el 3 de abril de 1836:
Eidersheim, en su obra The Temple, dice:
“Hasta el día de hoy, en cada hogar judío, en cierta parte de su celebración de la Pascua [cuando beben la ‘tercera copa’], se abre la puerta para entrar a Elías el Profeta como precursor del Mesías, al mismo tiempo que se leen pasajes apropiados que profetizan la destrucción de todas las naciones paganas. Es una coincidencia notable que, al instituir su propia Cena, el Señor Jesús utilizó ese mismo simbolismo de la ‘tercera copa’, pero en lugar de relacionarlo con castigos y destrucción, lo eligió intencionadamente con amor”.
“Fue el 3 de abril de 1836, cuando los judíos en sus hogares durante la Pascua abrían sus puertas para que entrara Elías el Profeta. Éste los bendijo en el Templo, pero no en los hogares de los judíos. El Profeta escribió: ‘Aparecióse Elías el Profeta y dijo: He aquí, ha llegado el tiempo del cumplimiento de lo que fue declarado por la boca de Malaquías —testificando que él [Elías] debía ser enviado, antes que viniera el día grande y terrible del Señor— para volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres, para que no viniera y heriera la tierra con maldición. Por tanto, se confieren las llaves de esta dispensación en vuestras manos; y sabréis que este es el día grande y terrible del Señor que está cerca, sí, en las puertas’ (Doctrina y Convenios 110:13–16).
Este pasaje indica que el cumplimiento de la profecía de Malaquías concerniente al regreso de Elías ya se ha realizado.”
“Por tanto, la promesa está cumplida; Elías ha venido, y con ello se han abierto las puertas de la salvación eterna para todos los hombres, con la restauración del poder de sellamiento que liga la tierra y el cielo, que une a los padres con los hijos y a los hijos con los padres, en esta y en todas las dispensaciones del evangelio.” (Citado en Doctrina de Salvación, 2:93–94).
Doctrina y Convenios 110:16. ¿Cuál es la urgente responsabilidad que tienen los Santos de los Últimos Días debido a la misión de Elías?
El profeta José Smith dijo:
“La Biblia dice: ‘Yo os envío al profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera de destrucción hiera la tierra.’
‘La expresión literal que se lee aquí debería ser traducida por ligar o sellar. Pero, ¿cuál es el objeto de esta importante misión? ¿o cómo se va a cumplir? Las llaves se deben entregar, el espíritu de Elías ha de venir, se tendrá que establecer el evangelio, los santos de Dios han de ser reunidos, Sión edificada y los santos deben venir como salvadores sobre el monte de Sión.
‘Pero, ¿cómo van a ser salvadores sobre el monte de Sión? Edificando sus templos, originando sus pilas bautismales y yendo a recibir todas las ordenanzas, bautismos, confirmaciones, lavamientos, unciones, ordenaciones y poder de ligar en bien de todos sus progenitores que han muerto, a fin de redimirlos para que puedan salir en la primera resurrección y ser elevados con ellos a tronos de gloria; y en esto consiste la cadena que unirá el corazón de los padres a los hijos, y de los hijos a los padres, y esto cumple la misión de Elías. Y quisiera Dios que este templo ya estuviese terminado, para que pudiéramos entrar en él y nos pusiéramos a trabajar y mejorar nuestro tiempo, y emplear los poderes para ligar mientras estén en la tierra.”
“Es poco el tiempo de que disponen los santos para salvar y redimir a sus muertos, y reunir a sus parientes vivos, para que también éstos puedan salvarse, antes que sea herida la tierra y descienda sobre el mundo la consumación decretada.” (Véase Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 407–408.)
Doctrina y Convenios 110:16. “Por esto podéis saber”
El Señor ha revelado mediante el testimonio directo de varios ángeles, que su venida no está muy lejana. En su primera visita a José Smith, Moroni citó varias promesas proféticas tomadas de la Biblia, diciendo que estaban a punto de cumplirse. Elías el Profeta dio testimonio directo de que su venida no sólo daba cumplimiento a la profecía de Malaquías, sino que era una señal de que el día grande y terrible estaba a la puerta (véase José Smith—Historia 40, 45–45; José Smith—Mateo 39).
El presidente Joseph Fielding Smith habló en cuanto a la venida de Elías el Profeta y dijo en una conferencia general:
“Si el día grande y terrible del Señor estaba cerca —a la mano— cuando vino Elías el Profeta hace 130 años [esto discursó lo dio en 1966], estamos un siglo más próximos hoy día. Mas algunos dirán:
‘¿Elías? . . . te equivocas! Cierto es que han pasado estos años, pero . . . ¡acaso no estamos mejor hoy que antes! En cuanto a los descubrimientos, las invenciones, nuestro conocimiento y sabiduría. Ciertamente, te equivocaste! Así pensamos y seguimos gozando por su cumplimiento parcial, y porque el evangelio sigue en pie en el mundo a su seguidor que ha de venir.’ Haciendo caso omiso de esas personas, escuchad lo que tienen que decir esos hombres sabios de la tierra. ‘Han tenido épocas peores’, dicen. ‘Ustedes se equivocan al pensar que hay hoy más calamidades que antes. No hay más terremotos, la tierra siempre se ha estado sacudiendo, sólo que ahora tenemos más facilidad para recabar la información. . . Estas no son señales de los tiempos. Las cosas no son distintas de lo que eran antes.’ Y así la gente rehúsa tomar en cuenta las advertencias que el Señor bondadosamente les da, y así dan cumplimiento a las Escrituras. Pedro dijo que se dirían tales cosas y advirtió a la gente que tuviera cuidado. . . No debemos seguir indiferentes y olvidarnos de todo lo que el Señor nos ha dado como advertencia. Os digo: ‘Velad pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir nuestro Señor’ (Mateo cap. 24).” (En Conference Report, abril de 1966, pág. 15.)
Doctrina y Convenios 110:16. ¿Qué significación tienen las llaves que trajo Elías el Profeta?
El presidente Joseph Fielding Smith explicó por qué es tan importante el poder de sellar restaurado por Elías:
“¿Cuál fue la naturaleza de esta restauración? Consistió en conferir sobre hombres de esta dispensación el poder de sellar correspondiente al sacerdocio, mediante el cual todas las cosas son selladas en los cielos así como en la tierra. Concedió autoridad a José Smith para realizar en el Templo de Dios todas las ordenanzas esenciales para la salvación tanto de los vivos como de los muertos.
“Mediante el poder de este sacerdocio que Elías el Profeta confirió, el esposo y la esposa pueden ser sellados o casados por la eternidad; los hijos, igualmente, pueden ser sellados a sus padres; de este modo la familia se torna eterna y la muerte no separa a sus integrantes. Este es el gran principio que salvará al mundo de su destrucción total.
“Vicariamente, los muertos pueden alcanzar las bendiciones del evangelio: el bautismo, la confirmación, la ordenación y las bendiciones más altas que son selladas sobre los templos de los santos, por virtud de la autoridad restaurada por Elías el Profeta. A través de la restauración de estas llaves, la obra del Señor quedó plenamente organizada antes de la venida de Jesucristo en toda su gloria.
“Estas llaves abarcan el poder de unir, de sellar, que fueron entregadas, de Sión de las naciones y sus afluentes, y son tan amplias que alcanzan toda dispensación y toda era del mundo. Validadas especialmente a la obra de los templos, tanto para los vivos como para los muertos. Ellas son la autoridad con la que se prepara a los hombres para entrar en el reino celestial y ser coronados como hijos y herederos de Dios.
“Estas llaves abarcan el poder para sellar a esposos y esposas por esta vida y la eternidad. Comprenden el poder de sellar los hijos a los padres, es la llave de adopción mediante la cual la organización familiar queda intacta para siempre. Este es el poder que salvará al obediente de la maldición que vendrá a la venida del día grande y terrible del Señor. Mediante estas llaves los corazones de los hijos se han vuelto hacia los padres.” (Doctrina de Salvación, 2:110–111; versión revisada).
Sección 111
El mayor tesoro
Antecedentes históricos
Entender la historia de la época en la que se recibió esta revelación ayuda a apreciarla más. Lo que de otra manera bien podría considerarse una revelación relativamente insignificante y breve, se convierte en una lección espiritual profunda para los santos de todos los tiempos.
El Templo de Kirtland se había terminado de construir y se había dedicado en marzo de 1836, dejando a los miembros en Kirtland y en otros lugares de la Iglesia empobrecidos y con grandes deudas. Además, los problemas en Sión (Misuri) también habían diezmado los recursos espirituales y temporales de la Iglesia, la cual para entonces tenía seis años de existencia. José Smith, Sidney Rigdon, Oliverio Cowdery y Hyrum Smith salieron de Kirtland a fines de julio y fueron a Salem, en Massachusetts. Alquilaron una casa, predicaron públicamente y fueron de casa en casa para enseñar el evangelio. Durante su estancia en Salem, el Señor le dio lo que conocemos como Doctrina y Convenios 111. (Véase History of the Church, 2:464–465).
En los anales de la Iglesia, el Profeta no indicó la razón por la que hicieron el viaje a la región de Nueva Inglaterra y Salem, pero el élder Brigham H. Roberts dio la siguiente explicación de las circunstancias:
“Ebenezer Robinson, durante muchos años fiel y destacado élder de la Iglesia y socio en Nauvoo de Don Carlos, hermano del Profeta, en una edición del Times and Seasons del cual era editor, relata que el viaje a Salem fue el resultado de las circunstancias siguientes: Había llegado a Kirtland un hermano apellidado Burgess declarando que sabía que en cierta casa en Salem había una gran cantidad de dinero que se había escondido allí y que había pertenecido a una viuda (entonces fallecida) y consideraba que él era el único que sabía de ello y de la casa en cuestión. Habiendo apagado las declaraciones de Burgess como verídicas, los hermanos hicieron el viaje para procurar la obtención del tesoro, si es que existía. Pero al llegar a Massachusetts, Burgess recibió a los hermanos en Salem, pero declaró que el tiempo había producido tales cambios en la ciudad que no tenía certeza de cuál era la casa que se buscaba, ‘y se marchó de allí’.” (Comprehensive History of the Church, 1:411.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 111:1–6. “No estoy disgustado… no obstantes vuestros errores anteriores”
Evidentemente, los motivos del profeta José Smith para seguir las sugerencias del hermano Burgess fueron sinceros. No fue un intento egoísta, sino más bien un esfuerzo por mejorar la situación financiera de la Iglesia y aliviar la deuda personal. José Smith era muy honorable y su conducta fue el resultado de su amor hacia los santos y hacia la Iglesia. Les parecía que con un golpe de suerte la Iglesia podría obtener suficiente dinero para salir de sus deudas y atender a los santos que estaban en grandes necesidades en Kirtland y Sión. Los líderes principales no tenían intención de obtener ganancia personal de este viaje. Por esta razón el Señor no estaba disgustado con el viaje “no obstante [sus] imprudencias” (vers. 1).
Pocos años antes el Profeta había recibido consejo del Señor respecto a las deudas de la Iglesia (véase Doctrina y Convenios 104:78–80; también Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 104:78–80). En aquel entonces, se les dijo que se humillaban y mediante la diligencia y la oración, buscaban con fe el alivio de sus cargas económicas, el Señor les daría medios para salvarlos. La imprudencia era que en aquel momento, gravemente endeudados, los líderes intentaban resolver sus dificultades inmediatas mediante sus propios esfuerzos, sin buscar la ayuda del Señor. Él les recordó que la iban a recibir en la capacidad de pagar sus deudas y que trataría con misericordia a Sión (véanse los vers. 5–6).
Los esfuerzos de aquellos hermanos eran encomiables y su motivación era honorable y justa, por esa razón no habían incurrido en el disgusto del Señor. Pero habían sido negligentes al no incluirlo a Él en la solución del problema, y esto fue ciertamente imprudente.
El Señor permitió que el Profeta fuera a Salem, quizá sin hallar un tesoro de mucho más valor para el reino que aquel por el cual habían viajado: había muchas almas que el Señor sabía que aceptarían el evangelio. Su conversión beneficiaría muchísimo la obra del Señor porque esos nuevos miembros unieran sus esfuerzos a los de los santos y contribuirían generosamente a la causa de Sión.
El tesoro al que se hace referencia en la revelación se obtuvo, tal como lo atestiguan entre los escritos de Erastus Snow:
“Hasta ese momento (6 de julio de 1841) yo tenía pensado pasar el verano en el campo y volver a casa en Nauvoo a fines del otoño para cumplir con el consejo que me diera el presidente José Smith cuando salí de allí en noviembre pasado. Pero el presidente Hyrum y William Law, que habían ido al este hasta Salem, Massachusetts, y que habían pasado por Filadelfia en el viaje de regreso a la casa, me aconsejaron que no regresara a Nauvoo en otro sino que fuera inmediatamente a Salem con el hermano Winchester, y que tratara de establecer el reino en aquella ciudad. Partieron nos dejaron una copia de una revelación recibida en 1836 respecto a la gente de aquel pueblo, en la que el Señor decía que tenía allí a muchas personas a las que congregaría en su reino en su propio y debido tiempo. Ellos dejaron que pensaban que el templo del Señor debería construirse allí. Aunque me sentía ansioso de volver a casa en el otoño y pensaba que el permanecer allí me requería la providencia aguardé que tenía en el Oeste, sentí deseos de hacer la voluntad del Señor, o Fe afortunadamente para conocer su voluntad, y Su espíritu comenzó de inmediato a obrar en Salem. También pensé en los Apóstoles que por suertes fueron llamadas a predicar entre las doce tribus. Por lo tanto, después de escribir un par de hojas de los opiones, en una Nauvoo y en la otra Salem, oré por la paz que Dios me mostrara, y elegí Salem en el papel adonde debía ir. Saqué dos veces seguidas la cédula de Salem. Resolví seguir mi plan, y en el viaje hice algunos asuntos pendientes. En los primeros meses del invierno aprobó que fuera yo a los campos recientemente preparados por los misioneros Brigham Young, Heber C. Kimball y Orson Hyde, entre otros, en esa parte del país. Y el hermano Winchester y yo hicimos arreglos para salir hacia Salem. A fines de enero llegué a esa ciudad y me reuní con él. Muy pronto después de nuestra llegada, comenzamos a predicar públicamente y el Señor bendijo su palabra.” (Journal of Erastus Snow [1841–1847], Departmento Histórico de la Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City, págs. 3–5).
Algunas anotaciones posteriores de este diario personal revelan que el número pasó bastante a más de cien personas desde su llegada a Salem hasta su retorno a Nauvoo, el 11 de abril de 1843. Por ejemplo, en la página 27 del diario, el élder Snow indicó que había noventa miembros en la Rama de Salem; la fecha de la anotación es el 28 de mayo de 1842.
Doctrina y Convenios 111:4. ¿Cuándo se les dará a los santos la ciudad de Salem al punto de que ellos tengan “influencia en ella”?
“Cuando llegue el Milenio, todos los reinos de la tierra pasarán a formar el reino del Hijo de Dios, y Él administrará el gobierno por medio de sus siervos fieles. Algunos tendrán autoridad sobre cinco ciudades, otros sobre diez, etc.” (Lucas 19:17). (Smith and Sjodahl, Commentary, pág. 29.)
Doctrina y Convenios 111:8. Dios dirige a sus siervos mediante el poder de su Espíritu
Los siervos justos del Señor que buscan Su guía en las decisiones que toman saben, mediante la paz que sienten, que sus acciones están en armonía con la voluntad de Él. Siendo sensibles al Espíritu, los del pueblo del Señor pueden ser guiados por Él continuamente (véase Alma 58:11; Doctrina y Convenios 6:22–23; 8:2–3). Este versículo también sirve para hacernos recordar que cuando seguimos el poder apacible del Espíritu, sabemos dónde quiere el Señor que estemos.
Doctrina y Convenios 111:9. ¿Quiénes son los antiguos habitantes de Salem?
El élder B. H. Roberts dijo que las instrucciones del Señor respecto a averiguar datos sobre los antiguos habitantes de Salem se dieron “sin duda teniendo presente la obtención de la genealogía y la redención de las generaciones que allí habían vivido antes; de manera que aunque vemos que por un momento las debilidades de estos hermanos quedaron al descubierto en este viaje, vemos también que el Señor les hizo notar, y manifestó Su poder y sabiduría haciendo dirigir la atención de sus siervos hacia los tesoros verdaderos que Él quería que ellos buscaran, es decir, la salvación de los hombres, tanto de los vivos como de los muertos.” (Comprehensive History of the Church, 1:412).
El versículo 9 de esta sección también fue de gran importancia para el Profeta por causa de su contacto especial con la gente de Salem. Smith y Sjodahl indicaron que “saber la historia de un pueblo tal vez será el conocimiento más útil que un misionero puede adquirir, además de un conocimiento a fondo de los principios del evangelio, pero ‘los antiguos habitantes’ se refieren en particular a los antepasados del Profeta. La revelación se recibió en Salem, capital del condado de Essex, Massachusetts. En ese condado se había establecido Robert Smith, el primer colonizador de la familia Smith que llegó a América. Tuve también la residencia de muchos más de los inmigrantes cuyos descendientes se unieron a la Iglesia. En Salem se guardaban los registros de todos los pueblos del condado. Y los anales de los Smith, entre otros, estaban allí. La genealogía evidentemente estaba incluida en las averiguaciones que tenían que hacer sobre los ‘antiguos habitantes’, con un propósito que se manifestó más adelante: el de la salvación de los muertos.” (Commentary, pág. 729).
Sección 112
La palabra del Señor dirigida a los Doce
Antecedentes históricos
Antes de recibir esta revelación, el Profeta escribió en su diario que la situación en Kirtland durante este período era de plena discusión, contención y apostasía. Las especulaciones financieras habían hecho que la Kirtland Safety Society (Sociedad de ahorros de Kirtland), que era la institución financiera de la Iglesia, fracasara. Muchas personas, aun algunos de los líderes, culpaban al Profeta de tales problemas. El profeta José Smith escribió lo siguiente:
“En estas circunstancias, y sólo a pocas semanas antes de la reunión que los Doce esperaban tener de todo el Quórum, (puesto que algunos habían estado ausentes por cierto tiempo), Dios me reveló que había que hacer algo distinto para la salvación de la Iglesia. Y alrededor del 1° de junio de 1837, Heber C. Kimball, uno de los Doce, fue apartado mediante el espíritu de profecía y revelación, de la oración y la imposición de manos de la Primera Presidencia, para presidir en una misión en Inglaterra, siendo ésta la primera misión extranjera de la Iglesia de Cristo en los últimos días.” (History of the Church, 2:489.)
El presidente Joseph Fielding Smith escribió sobre las circunstancias que prevalecían cuando se recibió la revelación que se encuentra en Doctrina y Convenios 112:
“El día en que los misioneros predicaron los primeros sermones en Inglaterra —el 23 de julio de 1837— el Señor dio a José Smith una revelación dirigida a Thomas B. Marsh, que era el Presidente del Consejo de los Doce Apóstoles. En esa revelación se daban instrucciones al élder Marsh para enseñar a sus hermanos del consejo y para explicarles sus deberes y responsabilidades en la proclamación del evangelio. Algunos de los Doce Apóstoles habían abandonado su responsabilidad y se habían dedicado a la especulación financiera. . . los años que precedieron a 1837 fueron años de grandes especulaciones en todos los Estados Unidos y el élder Heber C. Kimball indicó cómo esta corriente había afectado a Kirtland, al punto de que algunos de los hermanos habían pedido prestadas grandes sumas de dinero para entrar en el mundo de los negocios, a costa de su ministerio. Luego, cuando se desvaneció la prosperidad falsa, quedaron en la ruina y comenzaron a culpar al profeta José Smith. Esta revelación dirigida a Thomas B. Marsh era una advertencia y un llamado para hacer volver a los hermanos a la línea del deber como Apóstoles de Jesucristo.” (Church History and Modern Revelation, 2:7; véase también History of the Church, 2:498–499).
Los primeros doce versículos de esta sección van dirigidos personalmente a Thomas B. Marsh dándole consuelo, consejo y amonestación. El resto de la sección contiene las instrucciones que debía presentar a los Doce.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 112:1. ¿Quiénes eran los hermanos de Thomas B. Marsh?
El 14 de febrero de 1835 quedó organizado el primer Quórum de los Doce en esta dispensación. Sus miembros fueron elegidos para ser testigos especiales del Salvador ante el mundo. Como no había precedentes en base a los cuales organizarse, los Doce fueron dispuestos por antigüedad de acuerdo con su edad. El élder Thomas B. Marsh, siendo el mayor, fue nombrado Presidente del Quórum y así fue responsable por los otros once. En épocas posteriores se estableció que la fecha de ordenación determinara la antigüedad en el Quórum.
Doctrina y Convenios 112:6. “Sea señalada tu morada en Sión”
“En 1832, Thomas B. Marsh recibió una herencia —unas 13 hectáreas— sobre el río Big Blue, en Misuri, y allí levantó una casa de troncos, muy cómoda. Cuando los santos fueron expulsados del condado de Jackson, él fue al condado de Lafayette, en tanto que la mayoría se fue para el de Clay. Después de una prolongada visita a Kirtland, regresó a su hogar a orillas del río Fishing, condado de Clay. En 1836 edificó una casa en Far West. En junio de 1837 nuevamente visitó Kirtland. Era necesario para el éxito de su misión a Inglaterra que Thomas B. Marsh estuviera en completa armonía con el Profeta.” (Smith and Sjodahl, Commentary, pág. 733.)
Doctrina y Convenios 112:6. ¿Publicó algo Thomas B. Marsh?
Publicar no sólo significa producir material escrito. En el diccionario, el primer sentido de “mar” es “hacer pública una cosa; revelar lo que estaba secreto”.
El segundo significado del vocablo publicar es evidente que el presidente Thomas B. Marsh debía cumplir su llamamiento apostólico enseñando así como comprendiendo los principios que había estado ocultos al mundo por causa de la maldad e indiferencia de la gente (véase también Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 112:8).
Doctrina y Convenios 112:7. ¿Sirvió Thomas B. Marsh en “muchas naciones”?
Cuatro días después de recibir esta revelación, el profeta José Smith, junto con Sidney Rigdon y Thomas B. Marsh, inició el viaje hacia Canadá para visitar a los miembros de la Iglesia de aquella nación (véase History of the Church, 2:502).
En este versículo queda bien claro que el Señor tenía otras oportunidades reservadas para Thomas B. Marsh de dar testimonio a otras naciones. Sin embargo, no se concretaron dado que posteriormente Marsh apostató y abandonó la Iglesia. (Véase Notas y comentario sobre el vers. 10.)
Doctrina y Convenios 112:8–9. ¿Era Thomas B. Marsh un potente orador?
El presidente Thomas B. Marsh tenía la capacidad de ser un potente orador. En 1836, poco más de un año antes que fuera revelada la sección 112 de Doctrina y Convenios, “él entregaba el comité seleccionado para aprobar resoluciones en beneficio de los santos exiliados, en una reunión efectuada en la ciudad de Liberty. En aquella ocasión, habló de la persecución que habían sufrido los santos, y lo hizo en forma elocuente, que el general Atchinson y otros se conmovieron hasta las lágrimas.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 733.)
No se conoce ninguna otra ocasión en que el presidente Marsh haya demostrado esta cualidad de orador desde que se dio la revelación hasta que apostató, poco más de un año después. Su caso es otro ejemplo de una promesa que no se cumplió plenamente por causa de la infidelidad de una persona.
Doctrina y Convenios 112:10. ¿Qué importancia tiene la humildad en los cargos de la Iglesia?
La humildad siempre es un requisito para tener éxito en cualquier cargo que una persona ocupe en la Iglesia, tal como el presidente Harold B. Lee lo expresó en el siguiente relato:
“Recuerdo una conferencia de estaca, hace algunos años, en la que un joven fue llamado a ocupar un cargo importante. Cuando se le pidió que dijera unas palabras, en vez del testimonio humilde que esperábamos de él, escuchamos un discurso dramático pronunciado más bien de modo altivo. Cuando hubo terminado la reunión y nos dirigíamos a nuestras casas respectivas, uno de los miembros del sumo consejo me dijo lo siguiente al oído, refiriéndose al joven por su nombre: ‘Cuando subió al púlpito esa mañana, subió completamente solo’.” (En Conference Report, octubre de 1966, pág. 17.)
El orgullo del presidente Thomas B. Marsh fue la causa de su apostasía. Su excomunión es un punzante recordatorio de que el Señor ha aconsejado que si los miembros no son humildes, Él los humillará. De acuerdo con José Smith, si Thomas B. Marsh hubiera sido más humilde, no habría caído. Comenzó desafiando la justa decisión del sumo consejo y de la Primera Presidencia, en un caso trivial en el que estaba involucrada su esposa, y terminó traicionando a la Iglesia” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 733).
Todo Santo de los Últimos Días debe considerar seriamente la amonestación de ser humilde y de orar, tanto como cualquier otro deber, de modo que el hombre pierda puntos ante Dios, puesto que es sólo cuando uno se siente humilde que está dispuesto a acudir a Dios y a ser guiado de la mano de Él.
Doctrina y Convenios 112:11–12. Mandato de orar por los Doce y amonestarlos
Destacando el poder de la oración cuando la acompaña la amonestación, Smith y Sjodahl dijeron:
“Nuestra Señor da instrucciones al Presidente del Consejo de seguir orando por los miembros del mismo, y también añade que el orar debe ser ‘severamente’. La amonestación sin la oración no da buenos resultados. El Señor promete que se compadecerá de ellos después de las tribulaciones que sin duda han de pasar (vers. 13) por haber caído en muchas tentaciones. Entonces, si no endurecen su corazón, serán corregidos y sanos.
“Orson Hyde, que se había llenado en la espíritu especulativo, reconoció abiertamente sus faltas y pidió perdón. Parley P. Pratt también había caído sujeto al mal espíritu de la contención, pero dijo: ‘Fui ante el hermano José Smith, llorando, y con el corazón quebrantado y el espíritu contrito confesé mis errores. El me perdonó sinceramente, por él y por mí me bendijo.’ Otros no se arrepintieron. Luke S. Johnson, Lyman E. Johnson y John F. Boynton fueron rechazados y perdieron su lugar en la hermandad el 3 de septiembre de 1837, antes de cumplirse el mes y medio de haberse recibido esta revelación.” (Commentary, pág. 734.)
Doctrina y Convenios 112:14. ¿Qué significa tomar la cruz?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 23:6.
Doctrina y Convenios 112:15. ¿Tendrá José Smith las llaves para siempre?
Se han dado tres interpretaciones de la promesa del Señor al profeta José Smith de que siempre tendría las llaves que había recibido.
La primera la da el presidente Joseph Fielding Smith:
“Cuando se recibió esta revelación, algunos de los miembros del Consejo de los Apóstoles estaban en abierta rebelión y habían demostrado un espíritu muy antagónico al Profeta. El Señor intentó recalcar el hecho de que el Profeta era el que poseía las llaves de esta dispensación y que las tendría hasta Su venida. En una revelación anterior (Doctrina y Convenios 43:4–7), el Señor dijo que ellos estaban en manos de José Smith y que si él llegaba a transgredir y perderlas, esas llaves se entregarían a otro. En aquel tiempo de desunión y desconfianza, puesto a prueba mediante dificultades y sufrimiento, pero en julio de 1837 ya había demostrado su integridad en toda clase de tribulaciones, y el Señor declaró que las llaves nunca le serían quitadas. El Señor quiso recalcar en la mente de los Apóstoles y otros miembros de los consejos de la Iglesia, que Él no se había olvidado de su Profeta y que estaría con él hasta el fin.” (Church History and Modern Revelation, 2:72–73.)
Sin embargo, significando el sentido de que éstas palabras no se limitaban sólo a José Smith, se puede entender que cuando el Señor habló a José Smith, sus declaraciones tenían que ver con el llamamiento que el Profeta tenía como Presidente de la Iglesia. En este sentido, esas palabras se aplican a todos los que posteriormente ocuparían ese oficio (véase Doctrina y Convenios 21:1–7). Se han dado las llaves del reino al Presidente de la Iglesia, y nunca se le quitarán hasta que el Señor venga.
Sin embargo, también se puede decir que “José Smith fue llamado para estar a la cabeza de la dispensación del cumplimiento de los tiempos, antes de la segunda venida del Hijo de Dios” (Smith, Answers to Gospel Questions, 4:15). Así que, además de tener las llaves del reino, el profeta José Smith tenía las llaves de esta dispensación, y esas llaves nunca le serán quitadas. El presidente Brigham Young dijo:
“Las llaves del sacerdocio se entregaron a José Smith para establecer el reino de Dios, y siempre iban a permanecer con él” (Discourses of Brigham Young, pág. 138).
Esta es la tercera explicación de lo que el Señor quiso decir con las palabras que dirigió al presidente Thomas B. Marsh.
Doctrina y Convenios 112:17–19. Los Doce tenían que ir a donde José Smith, Hyrum Smith y Sidney Rigdon no podían ir
Tal es el caso del versículo 17 se refiere a la Primera Presidencia del consejo estaba constituida cuando se dio la revelación. Cuando la Primera Presidencia fue organizada por primera vez, Jesse Gause y Sidney Rigdon fueron llamados consejeros de José. Después de la apostasía de Jesse Gause (véase Antecedentes históricos de Doctrina y Convenios 81), la Presidencia se reorganizó en 1833 con Frederick G. Williams como segundo consejero. En una conferencia efectuada en Far West, Misuri, el 7 de noviembre de 1837, Frederick G. Williams fue remplazado por Hyrum Smith (véase History of the Church, 2:522–523*).
Los Doce deben llevar la obra a todo el mundo bajo la guía de la Primera Presidencia, dado que no es posible que el quórum que preside haga toda la obra sin la cooperación de otros.
Doctrina y Convenios 112:20. ¿En qué sentido eran los de la Primera Presidencia consejeros de los Doce?
El presidente Joseph Fielding Smith lo explicó así:
“Los de la Primera Presidencia, dijo el Señor, serían como consejeros de los Doce. Con esto quiso decir que los Doce no harían la obra sin el consejo y la guía de la Primera Presidencia.” (Church History and Modern Revelation, 2:73.)
Doctrina y Convenios 112:23–24. Un día de tribulación
“Esta proclamación debería hacernos reflexionar seriamente aun en esta época”, escribió el presidente Joseph Fielding Smith.
“Si las iniquidades cubrían la tierra en 1837, ésta ciertamente se ha hundido en la obscuridad desde ese entonces. Si aquél fue un día de iniquidad, y el Señor testificó de ello en varias revelaciones, entonces lo es más hoy día. Se nos ha dicho que recordemos que vendría el día cuando la paz sería quitada de la tierra y el diablo tendría poder sobre su propio dominio” (Doctrina y Convenios 1:35).
Ciertamente ese día ha llegado. Hemos visto días de dolor y lágrimas, un día de ira y un día en el que los habitantes de la tierra, y aun así ellos no se arrepienten. Hemos visto venir plagas desde ese día, como un torrente; y sin embargo, sabemos que no hemos visto el fin. Aun habrá plagas, derramamiento de sangre y llanto hasta que finalmente la tierra quede limpia de toda iniquidad.” (Church History and Modern Revelation, 2:74.)
Doctrina y Convenios 112:24–26. “Empezará sobre mi casa primero”
El Señor no satisfará con que se defina lo que es Sión, al Señor advirtió a los santos que solamente si satisfacían los requisitos establecidos por Él podrían ser dignos de ser su pueblo escogido y protegido. Si no los satisfacía como pueblo, sus habitantes no tenían promesa alguna (véase Doctrina y Convenios 97:21–27).
“Si los Santos de los Últimos Días no dejan de ser mundanales y comienzan a reformarse y a efectuar la obra que el Padre les ha dado para hacer, Él los reprobará y también serán borrados y considerados siervos inútiles.” (En Journal of Discourses, 18:262.)
El presidente Joseph Fielding Smith dijo:
“Si los miembros de la Iglesia obedecen fielmente los mandamientos, no recibirán los castigos a pesar de que las naciones sean castigadas; si no lo hacen, entonces hemos recibido la advertencia de que nosotros también, como el resto del mundo, sufriremos Sión su toda justicia.” (Progress of Man, pág. 468.)
El presidente Wilford Woodruff recalcó:
“Sión no va a ser quitada de su lugar. El Señor intercederá con ‘sus fuertes’ (véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 90:36–37), y Sión pecará, la castigará hasta que se purifique ante Él.
“No intento decir cuánto pero vamos a enfrentar todos nosotros antes de la venida del Hijo del Hombre. Eso dependerá de nuestra conducta.” (En Millennial Star, 2 de septiembre de 1889, pág. 547.)
Doctrina y Convenios 112:30–32. La dispensación del cumplimiento de los tiempos
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 128:18.
Doctrina y Convenios 112:33. ¿En qué forma pueden los líderes escapar de la sangre de esta generación?
El presidente John Taylor explicó su entendimiento de cómo los líderes escapan de “la sangre de esta generación” (Doctrina y Convenios 112:33):
“…deseo declarar a los Doce, a los setentas, y a los élderes, que ellos no son responsables de que el mundo acepte o rechace la palabra que Dios les ha dado para transmitir. Es apropiado que emprendan sus misiones animados por fe, conocimiento, sinceridad e inteligencia, con oración y fe, vayan como mensajeros ante el mundo, declaren a las naciones las buenas nuevas del evangelio del Hijo de Dios; y luego, en testimonio de su fidelidad, sacúdanse el polvo de sus pies y sean limpios de la sangre de esta generación. En lo que concierne a su deber, ellos habrán cumplido su misión.” (En Journal of Discourses, 24:289.)
Sección 113
Interpretación de pasajes del libro de Isaías
Antecedentes históricos
En enero de 1838, el profeta José Smith huyó de Kirtland a fin de escapar de los enemigos que intentaban matarlo, dirigiéndose a Far West, Misuri, adonde llegó el 14 de marzo de 1838. Él relató lo siguiente, respecto a los acontecimientos ocurridos pocos después de su llegada, se tomó de su historia personal:
“El 14 de marzo [de 1838], al aproximarnos a Far West, muchos de los hermanos salieron a recibirnos y con los brazos abiertos nos acogieron en su seno. Inmediatamente fuimos recibidos bajo el techo hospitalario de la casa del hermano George W. Harris, quien nos trató con toda bondad, y descansamos con mucha satisfacción después del viaje tan largo y cansador. Los hermanos nos dieron todo lo que necesitábamos para estar cómodos y bien atendidos.
“Después de haber estado allí dos o tres días, llegó mi hermano Samuel con su familia.” (History of the Church, 3:18–9.)
Dentro de esta misma autobiografía, y por la misma época que estamos anotando, se encuentran, sin que sepamos la razón, algunas explicaciones del libro de Isaías. No se sabe quién había propuesto las interrogantes; es posible que el Profeta las haya hecho al Señor para su propio beneficio. Se sabe que la última pregunta la hizo Elias Higbee. Las explicaciones o respuestas se recibieron directamente del Señor y ahora constituyen la sección 113 que fue publicada por primera vez en la edición de Doctrina y Convenios de 1876 (en inglés).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 113:1–2. ¿Por qué se menciona a Cristo como “tronco de Isaí”?
“Dado que el linaje de Isaí es el linaje de los reyes desde la época de David en adelante, ¿hay dudas respecto a quién es este tronco?” (Rasmussen, Introduction to the Old Testament, 2:45.)
Tanto el tronco como el renuevo son Cristo (véase Jeremías 23:5–6; 33:15–17); estos términos se refieren a que Él es del linaje de David, hijo de Isaí (véase Hechos 2:30; 13:22–23; Romanos 1:3; Lucas 1:32).
Doctrina y Convenios 113:3–6. ¿Quiénes son la “vara” y la “raíz”?
Sperry escribió concerniente a estos dos términos:
“Yo siempre he supuesto que la ‘vara’ era José Smith, y que el Profeta, por modestia, vaciló en identificarse directamente como tal. Ninguno de nosotros pondrá en tela de juicio el hecho de que él estaba destinado a llegar a ser un gran siervo en las manos de Cristo. Además, suponiendo que él fuera la ‘vara’ o descendiente de Isaí, ¿quién bien encaja con la misión de Moroni de explicarle el papel que le correspondía en la gran visión que tuvo Isaías. Como ‘vara’ o ‘siervo en las manos de Cristo’, José Smith encaja perfectamente en la profecía de Isaías y es fácil entender la razón por la que Moroni citó y explicó el capítulo 11 del libro del profeta [véase José Smith—Historia 40].”
“A pesar de razonar así, todavía existe la inquietud de que se debería disponer de mayores evidencias de que José Smith era la ‘vara’. Creo que esta prueba se encuentra en Doctrina y Convenios 113:5–6.
‘A fin de elevar esta explicación en forma inteligente, leamos en Isaías 11:10:
“‘Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa.’
“Es obvio que la ‘raíz de Isaí’ es un hombre, un descendiente de Isaí y José (como lo explica el Señor), el cual parece tener una gran misión para efectuar con relación al recogimiento del resto de Israel, tal como está explicado en Isaías 11:11–16. Yo pienso que la ‘vara’ mencionada en el versículo 1 y la ‘raíz’ del versículo 10 son el ‘siervo en las manos de Cristo, que, por parte desciende de Isaí, como de Efraín, de la casa de José’. Se puede ver que en el versículo 6 parece estar mejor definido como ‘un descendiente de Isaí, así como de José, a quien por derecho pertenecen el sacerdocio y las llaves del reino, y será por pendón y para el recogimiento de mi pueblo en los postreros días’ (cursiva agregada). No hay nadie a quien se aplique mejor la descripción de las palabras que aparecen en cursiva que a José Smith (Doctrina y Convenios 27:12–13; 86:8–11; 110:1–16; 115:18–19). Por linaje tiene el sacerdocio y sus llaves, y ciertamente nadie discute el hecho de que las llaves del recogimiento del pueblo del Señor le fueron conferidas por Moisés en el Templo de Kirtland el 3 de abril de 1836.”
(“The Problem of the ‘Rod’ and the ‘Root of Jesse’ in Isaiah 11,” Improvement Era, oct. de 1966, págs. 869, 914–915.)
En ciertos pasajes, se menciona a Cristo como la “raíz de David” (Apocalipsis 5:5; 22:16). De acuerdo con el élder Bruce R. McConkie, “Esta designación significa que Jesús, el Hijo de David, estaba por encima de éste, y era la raíz o la fuente de la que dicho rey de Israel obtuvo su reino y potestad” (Mormon Doctrine, pág. 657; véase también Mateo 22:44–45).
La explicación de Isaías 11:10 que se da en Doctrina y Convenios, sección 113, implica firmemente que aunque Cristo es la raíz de David, no es la raíz de Isaí mencionada por Isaías. Hay dos razones para llegar a esta conclusión. Primero, el Señor señala en el versículo 2 a Cristo como al tronco de Isaí y no dice que es la raíz. Segundo, el versículo 6 indica que la raíz de Isaí es un siervo de Cristo a quien se han dado “en los últimos días las llaves para congregar al pueblo de Cristo”.
Doctrina y Convenios 113:9–10. El recogimiento de Israel
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 45:64–75; 109:61–67; 110:11.
Sección 114
Revelación dirigida a David W. Patten
Antecedentes históricos
El profeta José Smith recibió esta revelación el 17 de abril de 1838 a favor de David W. Patten, en Far West, Misuri (véase History of the Church, 3:23). El élder Patten era uno de los primeros Apóstoles y, “con el élder Thomas B. Marsh, mantuvo una influencia positiva y firme en medio de la oposición presentada por hermanos desleales, incluyendo a tres que habían sido llamados a presidir: David Whitmer, William W. Phelps y John Whitmer. El Señor llamó al élder Patten para que pusiera en orden sus negocios tan pronto como fuera posible, dispusiera de su mercadería y se preparara para ir en una misión en la primavera siguiente, junto con otros hermanos, a predicar el evangelio. ‘Porque de cierto, así dice el Señor, por cuanto hay entre vosotros algunos que niegan mi nombre, se instalará a otros en lugar de ellos y recibirán su obispado. Amén’. El élder Patten, obediente a esta revelación, dio los pasos necesarios para cumplir con su llamamiento. Sin embargo, ocurrieron hechos que cambiaron la naturaleza de su misión antes de la llegada de la siguiente primavera.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 2:85.)
En octubre de 1838, las persecuciones del populacho en Misuri estaban poniendo en peligro no sólo las propiedades de los santos sino también su vida. Un grupo secuestró a tres personas y amenazó con matarlas, diciendo después que volverían a la mañana siguiente para quemar las casas de los misioneros y obligarlos a irse de allí. El Profeta le asignó al élder Patten la dirección de setenta y cinco voluntarios contra el populacho de treinta o cuarenta, esperando vencerlos sin derramamiento de sangre y liberar a los prisioneros. En este enfrentamiento, el élder Patten fue herido de un tiro en el estómago y murió aquella misma noche. El Profeta dijo: “Era uno de los Doce Apóstoles y murió tal como había vivido: como un hombre de Dios, con la firme convicción de una resurrección gloriosa en un mundo en el que los populachos no tienen poder ni lugar.” (History of the Church, 3:171.)
El élder Orson Pratt, bajo la dirección del presidente Brigham Young, agregó la sección 114 a Doctrina y Convenios en el año 1876.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 114:1. ¿Cuál es la misión asignada a los Doce?
Los Doce debían salir de Far West el 26 de abril de 1839 para ir a Inglaterra. Pero antes de que pudieran hacerlo, el 25 de octubre del año anterior, el élder David W. Patten había muerto en la batalla del río Crooked (véase DyC 118; History of the Church, 3:170–171, 336–339).
Doctrina y Convenios 114:2. Varios riegan la obra del Señor
Durante el mismo mes en que se recibió esta revelación, abril de 1838, fueron excomulgados varios de los principales hermanos de la Iglesia. El presidente George Q. Cannon dice lo siguiente sobre los acontecimientos de los primeros meses de aquel año:
“Mientras el Profeta viajaba hacia Misuri, después de escapar del populacho en Kirtland en enero de 1838, el 5 de febrero se llevó a cabo una asamblea general de los santos que estaban en Far West. En ella David Whitmer, John Whitmer y William W. Phelps fueron rechazados como presidencia local. Y pocos días más tarde, Thomas B. Marsh y David W. Patten, de los Doce, fueron designados para ocupar como presidencia hasta que llegara el Profeta.
Oliver Cowdery también había sido suspendido en sus funciones. Cuatro días antes de la llegada de José Smith, W. W. Phelps y John Whitmer fueron excomulgados por el sumo consejo de Far West, porque persistieron en su conducta de los principales cristianos básicos.
“Mientras el Profeta se encontraba al lugar de residencia de los santos en Misuri, ésta era la triste situación que prevalecía entre ellos…
“El 12 de abril de 1838, el sumo consejo de Far West encontró a Oliver Cowdery culpable de pecados graves por los que no había mostrado arrepentimiento, y fue excomulgado. Ante el mismo tribunal, al día siguiente, David Whitmer fue acusado de desobediencia a la palabra de Sabiduría y de conducta anticristiana, y él también fue excomulgado. Luke Johnson, Lyman E. Johnson y John F. Boynton fueron excomulgados casi al mismo tiempo, y menos de un mes más tarde lo mismo le sucedió a William E. McLellin (todos eran miembros del Quórum de los Doce).
“Fue un día triste para José aquel en que perdió el compañerismo de estos hombres que habían estado con él durante muchas tribulaciones y que habían participado junto a él en las gloriosas esperanzas de los asuntos celestiales. Pero no eran sino ramas muertas, perjudiciales para el árbol que crecía, y era necesario podarlas.” (Life of Joseph Smith, págs. 237–238.)
Doctrina y Convenios 114:2. ¿Qué quiere decir obispado?
El Señor dijo que quienes no eran fieles serían reemplazados en sus obispados. El élder Bruce R. McConkie explicó el término obispado: Es “cualquier oficio o puesto de importancia en la Iglesia, todo oficio de supervisión en el cual se administren asuntos importantes… Así que los asuntos administrados por un obispo, constituyen su obispado. Por el mismo motivo, los miembros del Consejo de los Doce —que tienen las llaves del reino y el poder para dirigir todos los asuntos de la Iglesia— sirven en su obispado.” (Mormon Doctrine, pág. 89.)
Sección 115
“Porque así se llamará mi Iglesia en los postreros días”
Antecedentes históricos
Esta revelación se recibió nueve días después de la que aparece en la sección 114, y está dirigida a los oficiales y miembros de la Iglesia, particularmente a la Primera Presidencia y al Obispado Presidente.
El profeta José Smith anotó en sus anales que el 26 de abril de 1838 recibió esta revelación estando en Far West, Misuri, y dijo que la misma explicaba “la voluntad de Dios concerniente al desarrollo del lugar y la construcción de la Casa del Señor” (véase History of the Church, 3:23).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 115:1. La Primera Presidencia
Las Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 112:17–19 explican cómo se llegó a la organización de la Primera Presidencia.
Doctrina y Convenios 115:1. ¿Tuvo José Smith otros consejeros además de Sidney Rigdon y Hyrum Smith?
En una conferencia efectuada en Kirtland, Ohio, el 3 de septiembre de 1837, Oliverio Cowdery, Joseph Smith, padre, Hyrum Smith y John Smith fueron sostenidos como consejeros auxiliares.
Cuando se dio la revelación de Doctrina y Convenios 115, Joseph Smith, (el padre del Profeta) y John Smith estaban sirviendo como consejeros auxiliares (26 de abril de 1838). Hyrum Smith había tomado el lugar de Frederick G. Williams en la Primera Presidencia, y Oliverio Cowdery había perdido su condición de miembro de la Iglesia (véase History of the Church, pág. 569).
Posteriormente, en Nauvoo, otros sirvieron como consejeros del Profeta: John C. Bennett (sirvió durante un corto período porque Sidney Rigdon estaba enfermo), William Law y Anasay Lyman (véase History of the Church, 4:255, 264; 282–286, 311).
Doctrina y Convenios 115:3–4. El nombre oficial de la Iglesia
El élder B. H. Roberts comentó respecto al significado de dar un nombre a la Iglesia:
“Se observarán que en los versículos tres y cuatro de esta revelación, el Señor le da a la Iglesia el nombre de oficial: ‘La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días’. Antes de esa fecha, se conocía como ‘La Iglesia de Cristo’, ‘La Iglesia de Jesucristo’, ‘La Iglesia de Dios’; y en una conferencia de líderes efectuada en Kirtland, en mayo de 1834 (véase Church History, tomo 2, págs. 62–63), recibió el nombre de La Iglesia de los Santos de los Últimos Días. Todos estos nombres fueron descartados al recibirse esta revelación y, desde entonces, el que se dio en ella se ha reconocido como el nombre oficial de la Iglesia, aunque en modo usual se llama ‘La Iglesia Mormona’, ‘La Iglesia de Cristo’, etc. La propiedad del nombre oficial salta a la vista, y el Señor ha encontrado un hermoso reconocimiento de la relación existente entre Él mismo y Jesucristo y la organización, como entre los santos y su organización. Es ‘La Iglesia de Jesucristo’. Es del Señor; Él es su dueño; Él la organiza. Es la receptora de Su verdad. Es el sistema por el cual Él revela todas las verdades espirituales que desea que los hombres conozcan. Es el medio por el cual los miembros se perfeccionan y se lleva a cabo la obra del ministerio. Es Él en todos esos sentidos. Pero es una institución que también pertenece a los santos: es su refugio ante la confusión y duda religiosas del mundo; es su instructor en cuanto a principios, doctrina y rectitud; es su guía en asuntos de fe y principios morales. Ellos son copartícipes del plan de Jesucristo, propiedad que queda reconocida de manera muy hermosa en la última parte del título: ‘La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días’, lo cual equivale a ‘La Iglesia de Jesucristo’, y ‘La Iglesia de los Santos de los Últimos Días’.” (History of the Church, 3:23–24; véase también 3 Nefi 27:7–8.)
Doctrina y Convenios 115:5. ¿En qué forma será la Iglesia un estandarte a las naciones?
En los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, el élder John A. Widtsoe escribió:
“¿Cuál es nuestra misión ante el mundo? Yo me he aferrado a las Escrituras en busca de la respuesta y la he encontrado tanto en las Escrituras antiguas como en las modernas: Es que la Iglesia de Cristo en toda época debe ser un estandarte para las naciones, un estandarte hacia el cual las naciones, todos los pueblos y todos los hombres puedan dirigirse en su intento de buscar la seguridad, la paz y la felicidad.
“Nuestra gran misión es… ser un estandarte para todo el mundo. Y decimos sin vacilar que los que cumplan con ese ideal encontrarán lo que la mayoría de las personas desean más en la vida. Sabemos que es una declaración atrevida, tremendamente osada, decir que un pequeño grupo de personas que están en los valles de estas montañas, al que a menudo se le juzga mal y a veces no se le trata muy bien, pueda llegar a ser el medio por el cual todo el mundo humano puede obtener la paz y la felicidad; pero así es. No soy yo quien lo dice. Es la palabra del Señor, tanto en las épocas antiguas como en las actuales [véase Isaías 62:10–12]. Si el mundo aceptara nuestros ideales, pondría fin todo lo que podemos en nuestras oraciones y tenemos la esperanza de recibir.
“Permitidme decir que la Iglesia en sí no puede ser este estandarte. Dado que ella está integrada por individuos, es responsabilidad de cada miembro hacer que se le reconozca así. Yo debo ser un estandarte en mi propia vida. Debo comportarme tal manera que mi vida sea un estandarte digno de ser seguido por quienes buscan la fe, el valor y el amor.” (En Conference Report, abril de 1940, pág. 37.)
Doctrina y Convenios 115:6. ¿Dónde encontramos refugio?
Este pasaje responde a la interrogante de muchos Santos de los Últimos Días que se preguntan si deben dejar su residencia y mudarse a Salt Lake City, Utah, o al condado de Jackson, Misuri. Han oído que Sión será el lugar de refugio en tiempos de tribulación, y se preguntan si los miembros que no vivan cerca de la cabecera de la Iglesia estarán seguros. Aquí el Señor declara específicamente que Sión y sus estacas proveerán defensa y refugio cuando venga la tormenta.
Los líderes de la Iglesia han aconsejado reiteradamente que los miembros actuales deben congregarse en sus respectivas unidades en sus propias naciones hasta poder llegar a ser estacas y lugares firmes de defensa espiritual. La instrucción para el recogimiento proviene de la Primera Presidencia, tal como nos lo recordó el presidente Harold B. Lee:
“Mas la especificación de los lugares de recogimiento se da en otra revelación a la que me gustaría dirigir vuestra atención. Después de designar ciertos lugares para que los santos de esa época pudieran congregarse, el Señor agregó:
‘Hasta que llegue el día en que no haya más lugar para ellos; y entonces les señalaré otros lugares’ [Doctrina y Convenios 101:21].
“Así, claramente, el Señor ha dado a los líderes de la Iglesia la responsabilidad de dirigir el recogimiento, y ellos revelarán su voluntad en cuanto a dónde y cuándo debe ocurrir tal recogimiento en el futuro. Sería bueno que antes que llegaran los aterradores acontecimientos que vendrán como cumplimiento de todas las promesas de Dios y las predicciones que penden sobre nosotros, que los miembros de todos los lugares de la tierra se preparen y esperaran recibir las instrucciones que procederán de la Primera Presidencia de esta Iglesia referentes a dónde se congregarán, y que no se preocuparan mientras el Señor no les dé esa revelación por medio de la autoridad debida.” (En Conference Report, abril de 1948, pág. 55.)
La congregación de Sión se trata también en Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 45:64–75 y 101:20–22.
Doctrina y Convenios 115:7–16. ¿Por qué no se construyó un templo en Far West?
Smith y Sydnall explicaron por qué no se cumplió este mandamiento:
“En esa época había en Far West unas 150 casas, y entre éstas había tiendas, hoteles y una linda escuela. La ciudad había florecido, como por arte de magia, en medio de una pradera ondulada. En nuestros días se ha convertido en una gran ciudad, en la cual se habría acumulado la historia de todos los continentes, sin lugar a duda. La bondad y la honestidad de los Santos de los Últimos Días habían ganado el respeto de los habitantes de sus alrededores.
“Las piedras angulares del templo se colocaron el 4 de julio de 1838. Dice un historiador que más de 500 hombres hicieron en medio día la excavación que medía 36 m por 24 m y 1,5 m de profundidad. Se hizo muy poco más dado que la tormenta de la persecución se desató con toda su furia y los santos que vivían allí nuevamente fueron al exilio.” (Commentary, pág. 742.)
Doctrina y Convenios 115:17–19. La edificación de Far West
En revelaciones anteriores el Señor había dado instrucciones de no congregarse con prisa (véase Doctrina y Convenios 58:56; 63:24; 101:68). Ahora los instaba a hacerlo rápidamente en Far West. Smith y Sydnall sugirieron una razón posible para este cambio:
“Es muy probable que si los santos se hubieran congregado en mayor número afirmando sus estacas y ciudades más rápidamente, los enemigos habrían tenido menos poder para atacarlos. En el pasaje de Doctrina y Convenios 117:1–6 se puede deducir que no cumplieron su deber en este sentido.” (Commentary, pág. 743.)
Sección 116
Lugar del gran concilio
Antecedentes históricos
En el año 1876, el élder Orson Pratt, ante la petición del presidente Brigham Young, incluyó en Doctrina y Convenios esta sección, la cual se tomó de una anotación hecha en la historia del profeta José Smith.
Aunque no fue una revelación que se recibiera en la misma forma que las demás secciones de Doctrina y Convenios, es claramente una revelación directa de Dios y, por lo tanto, digna de ocupar este lugar. La historia en que aparece en la historia de José Smith, es la siguiente:
“Viernes, 18 de mayo.— Salí de Far West en compañía de Sidney Rigdon, Thomas B. Marsh, David W. Patten, el obispo Partridge, Elias Higbee, Simeon Carter, Alanson Ripley y muchos otros, con el fin de visitar la región del norte y observar la zona para una estaca de Sión, eligiendo lugares y estableciendo reclamos legales de terrenos para facilitar el recogimiento de los santos, para el bienestar de los pobres, para apoyar a la Iglesia de Dios. . . .
Sábado 19.— Esta mañana alcanzamos nuestras tiendas e iniciamos la marcha, cruzando el río Grand, donde se junta con Honey Creek, en la balsadera de Nelson. El río Grand es amplio, hermoso y sus aguas son claras y rápidas durante la primavera, y suficientemente hondas en la parte baja para la navegación de vapores y otros barcos. En la desembocadura de Honey Creek hay un buen lugar para desembarcar. Seguimos nuestro curso río arriba, la mayor parte del tiempo entre bosques, aproximadamente por unas 18 millas [unos 30 km], hasta llegar a la casa del coronel Lyman Wight. Este vive al pie de Tower Hill (Colina de la Torre), nombre que da al lugar por motivo de las ruinas de un antiguo altar o torre nefita que se hallaba allí. En ese paraje pasamos el domingo.
“En la tarde, caminé río arriba poco más de media milla, acompañado del presidente Rigdon y mi secretario, George W. Robinson, con objeto de seleccionar el sitio de una ciudad cerca de dicha balsadera en el distrito de Daviess. Los hermanos conocían aquel lugar como Spring Hill, pero de la boca del Señor recibí el nombre de Adán-ondi-Ahmán, porque es el lugar, dijo Él, en el cual Adán vendrá a visitar a su pueblo, o donde se sentará el Anciano de Días, como lo anunció Daniel el profeta.” (History of the Church, 3:34–35.)
En otra ocasión, el Profeta escribió referente a este lugar:
“Adán-ondi-Ahmán está al norte del río Grand, en el condado de Daviess, en Misuri, a unas veinticinco millas [unos cuarenta kilómetros] al norte de Far West. Está situado sobre un terreno elevado, lo cual hace del lugar un sitio sublime. . . y desde el cual se aprecia el río y una gran extensión del territorio circundante. Indudablemente, se trata de un hermoso lugar.” (History of the Church, 3:39.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 116:1. ¿Qué propósito tiene el concilio que presidirá Adán?
El élder Joseph Fielding Smith dijo que el concilio mencionado en Adán-ondi-Ahmán, y que está profetizado en Daniel 7:9–14, será “el mayor en importancia para este mundo. En esta ocasión se transferirá la autoridad del usurpador e impostor, Lucifer, al Rey por derecho, Jesucristo. Se juzgará, y todos los que hayan tenido llaves darán su informe y entregarán sus mayordomías, a medida que les sea requerida. Adán dirigirá ese juicio y luego dará su informe, como poseedor de las llaves de esta tierra, ante su Oficial Superior, Jesucristo. Nuestro Señor entonces tomará las riendas del mando; se impartirán instrucciones al sacerdocio; y el que, devendrá a reinar, será oficialmente declarado rey por la voz del sacerdocio allí congregado. Este gran concilio de sacerdotes estará integrado no sólo por los que son fieles y que ahora viven en la tierra, sino también por los profetas y apóstoles de la antigüedad, que han tenido autoridad para presidir. Tal vez haya otros, pero si es así, estarán allí por llamamiento, dado que se tratará de un concilio oficial convocado para ocuparse de asuntos sumamente importantes relativos al destino de esta tierra.
“Cuando se efectúe esta reunión, el mundo no lo sabrá. La mayoría de los miembros de la Iglesia tampoco lo sabrán, aunque se les llevará a cabo como preparación para la venida de nuestro Salvador Jesucristo en las nubes de gloria, tal como ha dicho el profeta José Smith. El mundo no puede saberlo; los santos no pueden saberlo —a menos que se trate de aquellos a quienes oficialmente se llame a concurrir al concilio—; dado que el mismo precederá a la venida de Jesucristo como el ladrón en la noche, sin que nadie lo sepa.” (Way to Perfection, págs. 290–291.)
Sección 117
Revelación dirigida a William Marks, Newel K. Whitney y Oliver Granger
Antecedentes históricos
Esta revelación es la primera de cuatro revelaciones que recibió el Profeta el 8 de julio de 1838 en Far West, Misuri. El orden que siguen en Doctrina y Convenios no es el mismo en que aparecen en la historia de José Smith.
“El Señor había mandado a los santos que se reunieran para edificar Far West rápidamente (véase Doctrina y Convenios 115:17). Un grupo de 515 hombres, conocido como la Compañía de Kirtland, salió de esa ciudad el 6 de julio de 1838 hacia Sión. El 14 de septiembre, parece que quedaban solamente 260 personas; las demás se habían apartado del grupo inicial. La compañía llegó a Adán-ondi-Ahmán el 4 de octubre. Ni Marks ni Whitney ni Granger la integraban. (Granger ya estaba en Far West. Él fue quien llevó esta revelación a Marks y Whitney, que estaban en Kirtland, y recibió instrucciones de volver rápidamente a la zona de Sión.) José Smith, que se encontraba en Far West, no tenía manera de saber en ese momento quién había salido hacia Sión; pero el Señor lo sabía. De ahí que en esta revelación Él… mande a William Marks y a Newel K. Whitney ir a Sión e impartió instrucciones concernientes a las propiedades de los santos en Kirtland.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 744.)
Mapa:
La Iglesia tenía centros poblados en Adán-ondi-Ahmán y Far West, Misuri.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 117:1–6. Las propiedades de Kirtland
“En Kirtland había propiedades que pertenecían a los miembros y otras que eran de la Iglesia. Muchos santos permanecían allá, reacios a sacrificar sus intereses temporales. Nuestro Señor consiste que esa inclinación es pecado (vers. 4), e insta a los miembros de esa época a arrepentirse y a entregar esos bienes para liquidar las deudas de la Iglesia (vers. 5). También les promete recompensarlos por todo el sacrificio que hagan.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 744.)
El Señor menciona que William Marks y Newel K. Whitney no querían renunciar a sus propiedades en Kirtland y obedecer el mandamiento de ir a Misuri. Los versículos 4 y 5 de la sección 117 implican que parte de esa propiedad tal vez fuera de la Iglesia, dado que Newel K. Whitney era obispo en Kirtland, y es posible que tuviera la mayordomía de tales bienes. Sea como fuere, el Señor reprendió severamente a aquellos hombres por olvidar el valor relativo de esas cosas. El presidente Joseph Fielding Smith comentó lo siguiente: “Es evidente que aquellos hombres habían caído bajo las garras de la especulación y de las tentaciones tan prevalecientes en Kirtland en 1837, y que fueron motivo de la caída de muchos destacados hermanos de la Iglesia. No obstante, no habían perdido su fe, y cuando el Señor les llamó la atención, procedieron a obedecer Su mandato.” (Church History and Modern Revelation, 2:96.)
Doctrina y Convenios 117:6–7. Dios tiene poder sobre la tierra y todo lo que transcurre en ella
Quienes se alineen con el Señor finalmente prosperarán. Dios tiene poder sobre todo y hará que todo suceda para bien de los que obran dignamente y sigan sus consejos (véase Doctrina y Convenios 90:24).
Con referencia a la seguridad que el pueblo del Señor tiene con respecto al sostén que Él les da, el élder John Taylor dijo: “A mí me tienen sin cuidado los acontecimientos que ocurrirán, y todas las dificultades, pruebas y sufrimientos que los santos han de enfrentar. Estas cosas están en manos de Dios. El dicta los asuntos relativos a la familia humana y dirige y controla todo. Y lo único importante y lo que nosotros, su pueblo, tenemos que hacer es buscar a Dios y aferrarnos a Él a fin de estar en armonía con Él y buscar su guía, sus bendiciones y el Espíritu Santo para que nos lleve por la senda correcta. Entonces no importa con qué ni con quién tengamos que enfrentarnos: Dios nos dará la fortaleza que necesitamos.” (En Journal of Discourses, 18:281.)
Doctrina y Convenios 117:7. ¿Han visto florecer los yermos los Santos de los Últimos Días?
“Estas promesas se han cumplido milagrosamente, como podemos ver en la historia de los Santos de los Últimos Días. Allí, donde se hallaba el desierto, la tierra ha sido bendecida, ha aumentado la humedad del aire, y el clima se ha templado. Ya no existe más lo que se llamó ‘el gran desierto de los Estados Unidos’. En su lugar se encuentra una numerosa población que crece a pasos agigantados, centros industriales y mercados concurridos. Y esta maravilla moderna la logró el establecimiento de la Iglesia en las montañas.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 745.)
Doctrina y Convenios 117:8. Adán-ondi-Ahmán: el lugar donde vivió Adán
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 116.
Doctrina y Convenios 117:8. ¿Qué quiso decir el Señor con “codiciar lo que no es más que una gota”?
Quienes intentaron conservar sus bienes en Kirtland cuando el Señor los mandó salir de allí para reunirse con el resto de los santos en Sión, fueron sumamente imprudentes. ¡Cuán insignificante es un pedazo de tierra comparado con lo que el Señor tiene para dar a su pueblo! Además, ¿no ayudará el Señor a quienes sigan su voluntad? ¿No obtendrán tierras o lo que necesiten, según Él considere prudente? (Véase Marcos 10:28–30.) El presidente Spencer W. Kimball enseñó lo siguiente:
“Una vez, a un hombre que yo conozco se le llamó a servir en un cargo en la Iglesia, pero no lo aceptó porque consideraba que sus inversiones requerían demasiada dedicación y que no tenía tiempo para servir en la obra del Señor. Así perdió la oportunidad de trabajar al servicio de Dios por ir en busca de Mamón [las riquezas], y en la actualidad es millonario.
“Pero hace poco me enteré de un hecho muy interesante: si un hombre posee oro por valor de un millón de dólares al precio actual, dicho oro en su totalidad existente en mil miligramos, parte de todo el oro que existe en la delgada corteza terrestre. Esa cantidad representa el oro que cae por término medio en el área de un acre de tierra; por tanto, el oro es totalmente inocente.”
Pero hay más aún: el Señor, quien creó toda la tierra y tiene todo bajo su cuidado, él creó muchas tierras y planetas, “mundos sin número” (Moisés 1:33); y cuando este hombre recibió su llamamiento y convenio del sacerdocio (DyC 84:33–34), recibió también la promesa del Señor: “todo lo que mi Padre tiene le será dado” (versículo 38). El desdén de todas esas grandes promesas por obtener un cordel de oro y seguridad material constituye un error de juicio y un desperdicio de proporciones colosales. Lo hecho de pensar que mi condición se conformó con tan poco me produce verdadera tristeza; el alma siente pesares tremendos hasta muchísimo más valor.” (Véase Liahona, agosto de 1977, pág. 3.)
Doctrina y Convenios 117:8. ¿Dónde queda Olaha Shinehah?
El presidente Joseph Fielding Smith escribió que “las llanuras de Olaha Shinehah, en el lugar donde vivió Adán, debe de ser parte de Adán-ondi-Ahmán, o estar en sus proximidades. Este nombre probablemente fue tomado del idioma de Adán. Podemos decir, sin crear mucha controversia, que éste es el nombre que Adán le dio a ese lugar o, al menos, podemos suponerlo una buena conjetura, debido a que, de acuerdo con el Libro de Abraham, es el nombre dado al sol (Abraham 3:13); es también el nombre que se aplicaba a Kirtland cuando el Señor deseaba que en una revelación no se reconociera la ciudad a la que se refería (sección 82). El élder Hyrum M. Sjodahl comentó respecto a ese nombre: ‘Shinehah significa sol, y Olaha posiblemente sea una derivación del vocablo Olee, que es “la luna” (Abraham 3:13). Si así es, las llanuras de Olaha Shinehah serían las Llanuras de la Luna y del Sol, llamadas así posiblemente por las observaciones astronómicas desde allí se harían.’ Por los escritos de Moisés aprendemos que el Señor reveló a los antiguos gran conocimiento concerniente a los astros y que “mediante revelaciones y el Urim y Tumim Abraham recibió información muy extensa concerniente a los cielos y a los planetas regentes, o estrellas. También se reveló mediante José Smith que Matusalén estaba familiarizado con las estrellas así como otros profetas antediluvianos, incluso el mismo Adán. De manera que es razonable suponer que el nombre vale ser dado a conocer información muy importante con relación a las estrellas de nuestro universo.” (Church History and Modern Revelation, 2:97–98.)
Doctrina y Convenios 117:11. ¿Qué era la banda nicolaita y por qué relacionó el Señor a Newel K. Whitney con la misma?
Muchos eruditos creen que los nicolaitas de la época del Nuevo Testamento eran seguidores de Nicolás (véase Hechos 6:5), que era uno de los siete asignados por la Iglesia en Jerusalén para supervisar la distribución de alimentos y sostén. Algunos de ellos ligan importantemente la iglesia de esa época con que Nicolás apostató del verdadero evangelio y estableció una secta propia: los nicolaitas (Interpreter’s Dictionary of the Bible, 3:548).
Un erudito escribió lo siguiente en cuanto a las creencias de los nicolaitas: “Parece que creían que se permitía comer la carne que se sacrificaba a los ídolos y también fornicar, contrario al decreto del Evangelio que se expresa en Hechos 15:20, 29. . . En una época de persecución en la que comer o no comer lo sacrificado a los ídolos era una prueba de fidelidad, ellos persuadieron a muchos de que eso era algo indiferente. (Apocalipsis 2:13, 14.) Eso era un intento de reintroducir en la Iglesia Cristiana la inmoralidad de las orgías de las festividades idólatras, acercando las enseñanzas de aquellos festines a las reuniones de la Iglesia Cristiana; y todo esto se hizo, en efecto, presente, no como simple indulgencia del apetito carnal, sino como parte de un sistema supuestamente respaldado por una ‘doctrina’ y acompañado por el alarde de una iluminación profética.” (Smith, Commentary of the Bible, pág. 447.)
El élder Bruce R. McConkie escribió que “en los nicolaitas hoy día o las teorías de la Iglesia que intentan mantener su posición en la Iglesia al igual que no siguen viviendo según la manera del mundo… la designación sirve para describir a los que desean que su nombre esté en las listas de la Iglesia, pero no quieren dedicarse a la causa del evangelio con sinceridad.” (Doctrinal New Testament Commentary, 3:446.)
Siendo obispo, el élder Newel K. Whitney presidió la distribución de alimentos y bienes en Kirtland. Si Nicolás en la época antigua se apartó de un llamamiento sagrado para llevar una vida mundana, la referencia implica que Newel K. Whitney estaba a punto de hacer lo mismo y, por lo tanto, era digno de la acusación de participar de aquel mismo espíritu. Su deber como obispo era aceptar las consagraciones de los miembros para sus respectivas mayordomías. Él motivo que tenía para permanecer en Kirtland había dejado de ser puro porque había puesto su corazón en las cosas del mundo, demostrando así una disposición semejante a la de la banda nicolaita de la antigüedad.
Doctrina y Convenios 117:11. Ser obispo no de nombre sino de hecho
En 1951, J. Reuben Clark, hijo, fue llamado como segundo consejero en la Primera Presidencia, siendo el presidente David O. McKay. Anteriormente, había ha servido como Primer Consejero del presidente George Albert Smith. Un hombre de menos grandeza espiritual habría considerado que esto era un descenso de rango y una razón para sentirse ofendido. Sin embargo, el presidente Clark no se ofendió y en esa ocasión enseñó una gran lección a los santos haciendo la declaración de que “en el servicio del Señor, no importa dónde se sirve, sino de qué manera se sirve” (en Conference Report, abril de 1951, pág. 154).
La posición eclesiástica no garantiza la exaltación. La gente será juzgada por la forma en que sirva al Señor y no por la posición que ocupe. Son los pensamientos, las palabras, las obras y los sentimientos lo que importa (véase 2 Nefi 9:14; Mosíah 4:30; Alma 12:14; Doctrina y Convenios 137:9).
Doctrina y Convenios 117:12–15. Se honra a Oliver Granger
“Oliver Granger, un hombre de fe y de habilidad en los negocios, dos cualidades que constituyen una combinación poco común, pensaba que la compañía Kirtland era una de las empresas más grandes desde la organización de la Iglesia y firmemente creía que Dios los bendeciría por aquel sacrificio (History of the Church, tomo III, pág. 96). Cuando el Profeta huyó de Kirtland, designó a Granger como su representante de negocios y tan bien realizó éste su tarea que fue encomendado por otros hombres de negocios. En una conferencia realizada en Quincy, del 4 al 6 de mayo de 1839, fue designado para regresar a Kirtland y ocuparse del Templo y de la Iglesia en aquella ciudad. Esto queda claro en los versículos finales de esta revelación. Su nombre será reconocido por sus fieles servicios como comerciante, habiendo santificado su talento al servicio del Señor.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 746.)
Aunque Oliver Granger no es conocido hoy como lo eran entre los líderes de la Iglesia en aquellos primeros tiempos, con que el Señor recuerde su nombre es ya suficiente honor y bendición.
Sección 118
La revelación dirigida a los Doce
Antecedentes históricos
Esta revelación es otra de las cuatro que se le manifestaron al Profeta en Far West, Misuri, el 8 de julio de 1838, en respuesta a la súplica: “Indícanos, oh Señor, tu voluntad en cuanto a los Doce” (History of the Church, 3:46).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 118:1. “Convóquese una conferencia inmediatamente”
En la historia de José Smith, bajo el título de “Actas de una reunión de los Doce”, aparece la anotación siguiente:
“Far West, 8 de julio de 1838. Conferencia de los Doce Apóstoles reunidos en Far West, según la revelación dada el 8 de julio de 1838 [la sección 118]. Presentes: Thomas B. Marsh, David W. Patten, Brigham Young, Parley P. Pratt y William Smith; presidió T. B. Marsh.
“Primera resolución: Que se haga venir inmediatamente a Far West a las personas que van a ocupar los lugares de los que han apostatado y que han sido excomulgados; que también se cite a dicha reunión a los de los Doce que no estén presentes.
“Segunda resolución: Que Thomas B. Marsh notifique a Wilford Woodruff, que Parley P. Pratt notifique a Orson Pratt y que el presidente Rigdon notifique a Willard Richards, quien se encuentra actualmente en Inglaterra.
“Se votó y aprobó que el presidente Marsh publique lo mismo en el próximo número de The Elders’ Journal.
“El presidente Rigdon impartió consejos en relación a lo necesario para abastecer a las familias de los Doce durante el tiempo en que éstos trabajaran en la causa del Redentor y los exhortó a enseñar a sus conversos a trasladarse sin demora a los lugares de recogimiento y vivir allí estrictamente según la ley de Dios.” (History of the Church, 3:47.)
Los Apóstoles y los profetas son el fundamento de la Iglesia (véase Efesios 2:19–20), y el Señor deseó que el Quórum siguiera funcionando sin demora, lo cual constituye otra evidencia más de la importancia que el Señor da a los quórumes que presiden.
Doctrina y Convenios 118:2. ¿Qué era lo que Thomas B. Marsh había de publicar?
En tanto que el resto de los Doce debía salir a predicar el evangelio (véase Doctrina y Convenios 118:3), el presidente Thomas B. Marsh debía continuar publicando el Elders’ Journal, responsabilidad que tuvo mientras se encontraba en Kirtland, Ohio. El Elders’ Journal tuvo corta vida, habiéndose sido publicados dos ediciones entre 1837 hasta agosto de 1838. (Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 112:6.)
Doctrina y Convenios 118:4–5. ¿Pudieron los Doce salir de Far West el día señalado?
Al parecer, los pobladores de Misuri conocían el mandamiento del Señor a sus siervos de que debían reunirse el 26 de abril de 1839, casi un año después, y estaban resueltos a impedir la obra de los Doce y de la obra del mormonismo. Durante el tiempo que transcurrió entre la revelación y el día señalado, “toda la Iglesia fue expulsada del estado de Misuri, y si se sabía que una persona era miembro de la Iglesia, era como si ya estuviera muerta; y así era especialmente en el caso de los Doce. Al llegar el momento de colocar la piedra angular del Templo, tal como se había instruido mediante revelación, la Iglesia estaba en Illinois, dado que había sido arrojada de Misuri por un decreto del gobernador. José y Hyrum Smith y Parley P. Pratt, estaban encarcelados en Misuri por causa del testimonio de Jesús. Al acercarse el tiempo en que debía llevarse a cabo la tarea designada en Far West, no sabían lo que se debía hacer. Por revelación se había dado a los Doce el mandamiento de regresar a Far West el 26 de abril para poner la piedra angular del Templo del Señor. Era una obra que tenían que realizar. Los habitantes de Misuri habían jurado por todos los dioses de la eternidad que si esa alguna revelación dada mediante José Smith había de cumplirse, ésa no se cumpliría, pues juraron que sería una tarea imposible de efectuar en el día y la fecha señalados. El sentimiento general que reinaba en la Iglesia, según me consta, era que por motivo de las circunstancias que los rodeaban, era imposible llevar a cabo la obra; y el Señor aceptaría la intención por el hecho.” (Wilford Woodruff, en Journal of Discourses, 13:159.)
Pero nada había de detener a los Apóstoles para cumplir con lo que se les había mandado: “La noche del 25 de abril de 1839, el pequeño grupo de Apóstoles, junto con una pequeña compañía de hermanos fieles, sumos sacerdotes, élderes y presbíteros, llegaron a Far West. Poco después de la medianoche, en la madrugada del 26 de abril, se reunieron en el terreno del templo y allí efectuaron una conferencia.” (Smith, Church History and Modern Revelation, págs. 196–197.)
Presidió Brigham Young; John Taylor, el secretario, escribió lo siguiente:
“El consejo se dirigió al lugar donde se levantará la Casa del Señor. Se cantó parte de un himno referente a la misión de los Doce, después de lo cual se hizo lo siguiente:
“El élder Alpheus Cutler, constructor principal del edificio, de conformidad con la revelación, puso la piedra angular de la Casa del Señor, haciendo rodar una gran piedra hasta colocarla cerca de la esquina suroeste.
“Estaban presentes los siguientes integrantes del Quórum de los Doce: Brigham Young, Heber C. Kimball, Orson Pratt, John E. Page y John Taylor, los que procedieron a ordenar a Wilford Woodruff y a George A. Smith. . . para ocupar el lugar de los que habían caído.” (History of the Church, 3:336–338.)
Después que varios de los Apóstoles hubieron ofrecido oraciones, los presentes cantaron “Adán-ondi-Ahmán” y se fueron del lugar.
Doctrina y Convenios 118:6. ¿Quiénes de los Doce habían caído?
Se alistaba una labor apostólica de la Iglesia y habían sido excomulgados los élderes William E. McLellin, Luke S. Johnson, John F. Boynton y Lyman E. Johnson. Todos habían sido apóstoles. El Quórum de los Doce en esta dispensación, el cual fue organizado el 14 de febrero de 1835 (véase History of the Church, 2:209; 331–32). Uno de los reemplazantes, John E. Page, también apostataría, pero los otros tres permanecieron fieles y leales (véase Doctrina y Convenios 118:6). De los tres reemplazantes, John Taylor y Wilford Woodruff, llegaron a ser posteriormente Presidentes de la Iglesia. John Taylor fue ordenado Apóstol en Far West el 19 de diciembre de 1838. Wilford Woodruff fue ordenado en la reunión efectuada aquella mañana en Far West, el 26 de abril de 1839.
Sección 119
La ley del diezmo
Antecedentes históricos
El profeta José Smith recibió la revelación referente al diezmo el 8 de julio de 1838 en Far West, Misuri. La revelación vino en respuesta a la súplica: “Oh, Señor, indica a tu siervo cuánto requieres de las propiedades de tu pueblo como diezmo” (History of the Church, 3:44).
El presidente Joseph Fielding Smith explicó lo siguiente: “El Señor había dado a la Iglesia la ley de la consagración y el mandamiento a los miembros, principalmente a los oficiales, de hacer un convenio inquebrantable y eterno de consagrar sus bienes y recibir mayordomías, dado que ésa es la ley del reino celestial. Muchos de los que entraron en ese pacto solemne lo quebrantaron y, al hacerlo, acarrearon tanto sobre sí mismos como sobre sus hermanos severo castigo y gran persecución. Por tanto, esa ley celestial tuvo que ser revocada temporalmente o hasta que llegara el tiempo de la redención de Sión. Sufriendo intensamente por causa de las deudas y la falta de medios para cumplir con sus obligaciones, José Smith y Oliverio Cowdery oraron pidiendo al Señor (en solemne oración —el 29 de noviembre de 1834—) que, de todo lo que el Señor les diera, darían la décima parte en calidad de ofrenda para que se repartiera entre los pobres; también pidieron que sus hijos y los hijos de sus hijos obedecieran esta ley. (H. C., 2:174–175.) Sin embargo, llegó a ser necesario que la ley se diera a toda la Iglesia, de manera que el Profeta dio pidiendo instrucción. La respuesta que recibió fue la revelación que contiene la sección 119 de Doctrina y Convenios” (Church History and Modern Revelation, 2:90–91).
Aunque el diezmo se había mencionado en otras revelaciones anteriores, esta revelación estableció una nueva ley escrita que reemplazaba la ley de consagración, la cual había sido revocada por el Señor. “La ley del diezmo, tal como se entiende hoy día, no se había dado a la Iglesia antes de esta revelación. El vocablo ‘diezmo’ empleado en la oración… y en revelaciones anteriores (64:23; 85:3; 97:11) había significado no sólo la décima parte, sino toda ‘ofrenda voluntaria’ o ‘aportes’ a los fondos de la Iglesia.” (Encabezamiento de Doctrina y Convenios 119, [edición 1981]; véase también Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 749.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 119:1. ¿Qué se quiso decir con bienes sobrantes?
El élder Franklin D. Richards dijo:
“Consideremos un momento esta palabra: ‘sobrante’. ¿Qué significa si se aplica a las personas y a sus bienes? ‘Sobrante’ no puede significar lo que es indispensablemente necesario para un propósito dado, sino lo que está por encima de lo que el pueblo haya hecho falta para ese propósito. ¿Se nos pide que entreguemos todo lo que nos quede del nombre para su familia? Esta parece ser la primera razón por la cual trabajamos para adquirir bienes, y, como hasta el momento en que esta revelación se dio, todas las obras públicas y la recolección de todos los fondos públicos se habían llevado a cabo mediante consagración, ¿no eran los ‘bienes sobrantes’ los que quedaban de excedentes después de proporcionar lo que hacía falta para la subsistencia con ciertas comodidades? En vista de lo que había ocurrido y de los hechos subsiguientes, ¿qué más podía ser? ¿Podríamos entenderlo de otra forma al considerar las circunstancias en las que se dio esta revelación en Far West, en julio de 1838?”
“Al estudiar este tema, me ha resultado imposible encontrar otra definición del vocablo ‘sobrante’, en el sentido en que se emplea en esta revelación, que la que he dado. He advertido que así lo entendieron y lo anotaron los obispos y las demás personas en aquellos días, así como el mismo profeta José, quien sin duda era el más capaz y el mejor intérprete de esta revelación.” (En Journal of Discourses, 23:313.)
El presidente Joseph Fielding Smith explicó que en la actualidad no se les pide a los miembros de la Iglesia todos sus bienes sobrantes pero que la obligación que tienen de pagar el diezmo sí es importante: “En tiempos más recientes, la Iglesia no ha mandado a sus miembros dar todos sus bienes sobrantes a ésta, sino que ha sido el requisito, según el pacto, de pagar la décima parte. Es notable cuántas excusas pueden dar y cuántas interpretaciones pueden hacer muchos miembros de la Iglesia con respecto a lo que constituye la décima parte. Sin embargo, está escrito que con la vara que midamos se nos medirá también a nosotros. Si no somos generosos con el Señor, Él tal vez no lo sea con nosotros, o, en otras palabras, tal vez retenga sus bendiciones. Además, tenemos entre nosotros a aquellos que esperan la venida de la ley de consagración con la idea de que cuando llegue ese día se beneficiarán al repartirse en igualdad la riqueza de los demás miembros de la Iglesia; pero lo cierto es que todos los que no pagan la ley del diezmo no tendrán derecho a participar en los convenios de la ley de consagración, y cuando llegue el momento de establecer Sión y el día de la redención de la tierra, esas personas serán desarraigadas por sus propios hechos” (Church History and Modern Revelation, 2:92).
Doctrina y Convenios 119:2–3. ¿Qué propósito tiene la ley del diezmo?
Por ahora, la ley del diezmo es una ley preparatoria, según lo explicó el élder Orson F. Whitney: “La ley del diezmo se dio para que reemplazara, por ahora, la ley mayor que se conoce como la ley de consagración [Doctrina y Convenios 42:30–42], la cual tiene por objeto santificar a los del pueblo del Señor y prepararlos para que se les dé un lugar en el mundo celestial” (véase Doctrina y Convenios 78:7). Con esa finalidad se proyectó a fin de suprimir el egoísmo, la codicia, el orgullo, la envidia, la pobreza y todos los males que se derivan de esas condiciones, puesto que ninguna de esas imperfecciones se podrá admitir en el reino de los cielos. Tuvo como fin instituir un orden de igualdad, y por consiguiente, de unidad, en el que todas las personas, cada una en la tarea para la cual es más apta, “buscaría el bienestar de su prójimo y haría todas sus cosas con la mira puesta únicamente a Dios” (véase Doctrina y Convenios 82:19). … Poco después de la organización de la Iglesia, los Santos de los Últimos Días se dedicaron a llevarla a la práctica; pero su falta de experiencia les impidió vivirla debidamente. Tanto el egoísmo interno como la persecución externa impidieron que se cumpliera a la perfección. Por eso, el Señor revocó la ley de consagración [véase la sección 105] y dio a su pueblo una ley menor, más fácil de vivir, pero que, al igual que la otra, señala una meta grande y gloriosa en lo futuro. La ley menor, o sea, la ley del diezmo, es como un maestro de escuela, un agente disciplinario, cuya finalidad es llevar finalmente a los miembros de la Iglesia a la práctica de la ley mayor, y conservar mientras tanto sus corazones lo bastante puros para que la reciban cuando ésta vuelva a ponerse en vigencia. Los que obedezcan la ley del diezmo estarán preparados para vivir la ley de consagración; los que no lo hagan no lo estarán. Ésta es la verdad en pocas palabras” (en Conference Report, abril de 1931, págs. 65–66).
Doctrina y Convenios 119:4. ¿Qué se quiere indicar cuando se habla de diezmo honesto?
El élder John A. Widtsoe explicó que “diezmo significa la décima parte. Los que dan menos de la décima parte en realidad no están pagando el diezmo; son contribuyentes menores a la causa del Señor en los últimos días. Diezmo significa la décima parte del ingreso, el interés o el aumento de la persona. El comerciante debe pagar el diezmo del ingreso neto que le quede al fin del año; el granjero debe pagar el diezmo del ingreso neto de las ganancias obtenidas con el producto de su granja; el asalariado debe pagar el diezmo del sueldo o salario que gane. Los nueve décimos partes restantes paga sus gastos corrientes, sus impuestos, saca para sus ahorros, etc. El sacar del ingreso para los gastos del diario vivir, así como para pagar los impuestos y hacer otros gastos similares y luego pagar diezmos de lo que queda, no concuerda con la ley del Señor. Con tal sistema, se tendrían la mayoría de la gente no le retribuiría nada de lo que Dios le había dado. En realidad, no hay lugar para malentendidos con respecto al pago de los diezmos, pues las reglas son sencillas y fáciles de entender. Si la naturaleza de la actividad o de negocio requiere interpretación especial, el pagador de diezmos debe consultar con el padre de su barrio, el cual es el obispo” (Evidences and Reconciliations, 2:86; cursiva agregada).
Doctrina y Convenios 119:5–6. Advertencia a los que desobedecen la ley del diezmo
La desobediencia no sólo influye en las bendiciones personales que podemos recibir ahora, sino que tiene gran importancia en la determinación de la herencia eterna que nos espera. El élder Melvin J. Ballard dio este consejo: “¿Acaso no esperamos tener una herencia en el reino celestial sobre esta tierra cuando ésta se encuentre en su estado redimido y santificado? (Doctrina y Convenios 88:25–26; 130:9,11.) ¿Cuáles son las condiciones bajo las cuales podemos obtener dicha herencia? La ley del diezmo es la ley que nos hace acreedores a recibir esa herencia; no cuando a ella. Ninguna persona que no pague su diezmo podrá esperar tener una herencia en esta tierra celestial, ya que por medio del pago honrado de éste, cada persona establece su derecho y se hace merecedora de esa herencia, la cual no puede asegurar bajo ninguna otra condición, sino cumpliendo con este y otros requerimientos justos; y esta ley es de una de las más esenciales” (en Conference Report, octubre de 1929, pág. 51).
Doctrina y Convenios 119:7. El diezmo, un “modelo” y una prueba para las clases de Sión
La revelación de la sección 119 estableció el principio del diezmo de “modelo” para todas las estacas de Sión (Doctrina y Convenios 119:7).
El presidente Joseph F. Smith testificó en cuanto al valor de la ley del diezmo como prueba entre los Santos: “Por este principio (diezmos) se pondrá a prueba la lealtad por parte de todos los pueblos; por este principio se podrá saber quiénes están a favor de la Iglesia y del reino de Dios y quiénes contra; pero los que no son leales en este principio —los que no están dispuestos a hacer la voluntad de Dios y guardar sus mandamientos— y con ello santificar la tierra de Sión a Dios y aquellos que se oponen a este principio y se han privado de las bendiciones de Sión. Este principio es de mucha importancia, porque por medio de él se salvan los fieles o infieles” (Doctrina del Evangelio, pág. 219).
Sección 120
Disposición de los fondos de la Iglesia
Antecedentes históricos
Al establecer la ley de los diezmos en esta dispensación (véase Doctrina y Convenios 119), el Señor explicó de quién era la responsabilidad de administrar los diezmos de la Iglesia. El 8 de julio de 1838, el profeta José Smith recibió la revelación “en la que se daba a conocer la forma de disponer de los bienes entregados en calidad de diezmos tal como se les denomina en la revelación anterior” (History of the Church, 3:44).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 120:1. ¿En qué forma se administran los diezmos en la Iglesia?
En abril de 1911, la Primera Presidencia de la Iglesia (Joseph F. Smith, Anthon H. Lund y John H. Smith) dio la siguiente explicación en cuanto a la forma de dar cuenta de los diezmos recibidos: “El tema de los ingresos de la Iglesia puede mencionarse con provecho quizás. Los Santos de los Últimos Días creen en el diezmo. Es un principio de su fe. Es una observancia antigua que se remonta a la época patriarcal, según lo relata la Biblia (Gén. 14:20; Lev. 27:30; Mal. 3:8–10; Heb. 7:9). Fue establecida en la Iglesia en 1838. Tanto la forma de pago como su distribución se reveló por autoridad divina, y esto se ha dado a conocer en los libros de la Iglesia desde entonces. Las mismas autoridades de la Iglesia cumplen este deber religiosamente. No es propiedad del Presidente, y él no lo reclama ni recolecta; son los obispos locales de los barrios respectivos los que reciben el diezmo y expiden un comprobante de pago; ellos a su vez están bajo la supervisión del presidente de estaca local. El Obispado Presidente administra todo el ingreso, puesto en esta bajo su dirección. En sus oficinas existen registros completos del pago anual de diezmos. Todo pagador de diezmos tiene su registro en esa oficina. Se lleva un detallado registro de todos los ingresos y de todos los egresos. Todos los años, un comité de auditoría, compuesto de hombres conocidos por su independencia de carácter y su integridad profesional —los cuales no son de las autoridades de la Iglesia—, escogidos por la conferencia general, inspeccionan minuciosamente dicho registro y presentan un informe de sus observaciones que representa la Iglesia; son no propiedad del Presidente de la Iglesia ni de sus asociados, ni del Obispado Presidente ni de los obispos locales; pertenecen a la Iglesia y se usan para los fines de la misma (J. Reuben Clark, Messages of the First Presidency, 4:228–229).
El presidente J. Reuben Clark, hijo, explicó la forma en que se administran los diezmos: “Bajo la dirección de la Primera Presidencia, se prepara un presupuesto lo más cercano posible al primero del año, el cual incluye todos los gastos que se proponen hacer con los fondos de los diezmos. Este presupuesto es el resultado de un detenido análisis de los departamentos que son responsables del empleo de los fondos.
“El presupuesto se presenta al Consejo Encargado de la Disposición de los Gastos de los Diezmos, el cual está constituido, como lo especifica la revelación, por la Primera Presidencia, el Consejo de los Doce y el Obispado Presidente. Este consejo estudia y analiza el presupuesto presentado y aprueba o rechaza —según sea el caso— los diversos puntos del mismo y finalmente lo aprueba.
“El presupuesto aprobado por este consejo se entrega al Comité de Administración de Gastos. Este comité a su vez aprueba y autoriza el uso de los fondos de los diezmos. De manera que se lleva un control estricto de todo dinero que se entrega a la Iglesia. Nada de ese dinero se gasta sin la aprobación y la autorización de ese comité.” (En Conference Report, octubre de 1943, pág. 12.)
Quienes pagan diezmos lo hacen con fe de que los fondos se emplearán de la debida forma y según lo que haga falta en el reino del Señor. Los aportes a otros fondos de la Iglesia se destinan a aspectos específicos de la obra del Señor, los cuales los donantes conceden de antemano, como por ejemplo el fondo de bienestar, el de la obra misional y el de construcción.
Sección 121
La constitución del sacerdocio
Antecedentes históricos
El 27 de octubre de 1838, Lilburn W. Boggs, gobernador de Misuri, expidió la ignominiosa orden de exterminio que en parte decía: “Se debe tratar a los mormones como a enemigos y, si es necesario, deben ser exterminados o expulsados del estado para el bien público” (History of the Church, 3:175). Cuatro días más tarde, el Profeta y varios líderes de la Iglesia fueron entregados, mediante traición, en manos de los insurianos que vivían en Far West. Durante las semanas subsiguientes, José y sus compañeros fueron objeto de maltratos e insultos, y los obligaron a caminar hasta Independence y luego a Richmond; y el 30 de noviembre de 1838, fueron encerrados en la cárcel de Liberty, en Misuri (véase History of the Church, 3:188–189, 215). Estos hombres no habían sido declarados culpables de delito alguno; sin embargo, los tuvieron varios meses en prisión.
El profeta José Smith y sus compañeros (Hyrum Smith, Lyman Wight, Caleb Baldwin, Alexander McRae y, durante parte del tiempo, Sidney Rigdon) se rieron mucho mientras estuvieron en la cárcel esperando el juicio por acusaciones falsas: “Durante el tiempo que pasaron allí, fueron víctimas de muchos actos inhumanos. La ración diaria de alimentos que recibían era insuficiente e inadecuada; en ocasiones, sólo la inspiración del Señor los salvó de consumir alimentos envenenados, los que no siempre pudieron evitar. (Alexander McRae dijo: ‘No podíamos comer aquello sin daño; eso nos obligaba al hambre’ [Roberts, Comprehensive History of the Church, 1:521].)
“La cárcel no tenía calabozos adecuados para dormir, de manera que se vieron forzados a buscar descanso en camas de paja armadas sobre tablas o sobre las piedras del piso. Se les permitía muy poco contacto con el mundo exterior, especialmente durante el primer mes de reclusión. Y aquello ocurría en los momentos críticos en que los miembros de la Iglesia sufrían la persecución más intensa en Misuri y necesitaban desesperadamente a su Profeta y líder.” (Dyer, Refiner’s Fire, págs. 275–276.)
De vez en cuando, les permitían recibir en la cárcel visitas de amigos y se les concedía enviar y recibir correspondencia. Entre el 20 y el 25 de marzo de 1839, el Profeta dictó una extensa epístola, la cual fue firmada por todos los que estaban allí encarcelados en realidad fueron dos cartas, aunque el Profeta describió la segunda como la continuación de la primera). Con respecto a ese mensaje, el presidente Joseph Fielding Smith dijo: “Aquella fue una de las cartas más notables que haya escrito jamás hombre alguno. En realidad, fue el resultado de la inspiración recibida con humildad. Es una oración, una profecía y una respuesta que se recibió por revelación del Señor. Nadie sino un alma noble, llena del espíritu del amor de Cristo, pudo haber escrito algo así. Considerando los sufrimientos que padecieron, no debe sorprendernos que el Profeta haya clamado pidiendo alivio para su alma angustiada. No obstante, en su ferviente súplica, se percibe un espíritu de tolerancia y amor hacia sus semejantes” (Church History and Modern Revelation, 2:176).
De ese mensaje se extrajeron las secciones 121, 122 y 123, que se incluyeron en la edición de 1876 de Doctrina y Convenios, la cual publicó el élder Orson Pratt bajo la dirección del presidente Brigham Young. La edición de 1876 fue la primera que se publicó en capítulos de las secciones mencionadas que fue aprobada como Escritura en la conferencia de la Iglesia de octubre de 1880. (El contenido de las cartas está escrito en History of the Church, 3:289–305.)
En la relación de las cartas que se publicó en el Times and Seasons, no se incluyen algunas partes de las cartas originales que no están en Doctrina y Convenios. La Iglesia Reorganizada señaló ese hecho y pensó en tal idea de juicio lo que hace constar en Doctrina y Convenios. Pero las cartas originales, que actualmente se encuentran en los archivos de la Iglesia, comprueban que las tres secciones de Doctrina y Convenios son completas. (B. H. Roberts, Defense of the Faith and the Saints, 2:358; Deseret Evening News, 2 de junio de 1896, pág. 4.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 121:1–5. ¿Por qué empleó el Profeta las expresiones pabellón y morada oculta?
“Los que escribieron los libros que componen la Biblia emplearon expresiones como ésas. [En la versión inglesa de la Biblia, en el Salmo 18:11, dice ‘su pabellón a su alrededor’, donde en castellano dice ‘por cortina suya alrededor de sí’.] Teniendo esto en cuenta, podemos ver que cuando David dice: ‘Puso tinieblas por su escondedero, por cortinas suyas alrededor de sí; oscuridad de aguas, nubes de los cielos’ (Salmo 18:11), considera este las tinieblas de las nubes cargadas de agua como las cortinas de una tienda, o pabellón, la cual Jehová mora en Su majestad. Los relámpagos, el granizo y el viento son sus mensajeros. El profeta José, empleando ese concepto grandioso y poético, eleva una súplica al Señor, implorándole se manifieste en Su poder para que libre a los miembros de la Iglesia de las manos de sus enemigos.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 753.)
Doctrina y Convenios 121:7. ¿Hay lugar en el plan divino para la adversidad y la aflicción?
De la adversidad que surge en la vida, se puede sacar beneficio, tal como lo dijo el élder James E. Faust: “En el dolor [hemos] la agonía y en el heroico esfuerzo de vivir, pasamos por el fuego purificador, y aquellas insignificancias de nuestra vida se derretirán como escoria y harán que nuestra fe brille intacta y fuerte. En esta forma, la imagen divina puede reflejarse desde el alma. Es por la purificación resultante de nuestros sufrimientos que nos acercamos a Dios, y en las agonías de la vida, parece ser que escuchamos mejor el dulce y apacible susurro del Divino Pastor” (“El fuego purificador”, Liahona, agosto de 1979, pág. 76).
Hay quienes erróneamente creen que sus aflicciones son castigos divinos. Pero hay una gran diferencia entre la fuente de la tribulación y el provecho que se puede sacar de ésta:
“Desafortunadamente, algunas de nuestras tribulaciones más grandes son el resultado de nuestras propias imprudencias y debilidades, y suceden a causa de nuestro descuido, debilidad y transgresión” (James E. Faust, “El fuego purificador”, Liahona, agosto de 1979, pág. 78). Otras aflicciones son el resultado de la naturaleza propia y de la corruptibilidad del cuerpo mortal, el cual está sujeto tanto a enfermedades como a anomalías fisiológicas. Otras causas encuentran su base en los medios elegidos por los inicuos en el mal uso del libre albedrío. Finalmente, los castigos de Dios ejercidos sobre los malvados causan hambres, pestes, terremotos y otras tribulaciones.
No se nos asignó determinar la causa de la tribulación personal, dado que los miembros de la Iglesia de todas las épocas han sufrido adversidades y aflicciones, sin descubrir de qué manera se vale el Señor de las tribulaciones de la vida para sus perfeccionarnos. Refiriéndose al encarcelamiento y a las otras terribles injusticias que padeció José Smith, el presidente Brigham Young dijo que el Profeta “había progresado más hacia la perfección en treinta y ocho años —por causa de las terribles aflicciones que sufrió y superó con la ayuda del Señor— que si hubiera podido lograr en mil años sin ellas” (Journal of Discourses, 2:7).
Refiriéndose a su tribulación, el Profeta dijo: “…como Pablo, siento deseos de gloriarme en la tribulación” (Doctrina y Convenios 127:2). La vida del Salvador es el ejemplo perfecto de la perseverancia en las tribulaciones (véase Doctrina y Convenios 122:7–8). El detalle importante de todo el asunto es: Si podemos tener al Salvador, o al Profeta, de modelo de resistencia en la tribulación, podremos tener esperanza y fortaleza para soportar las aflicciones propias.
El élder Marion G. Romney dijo: “A todos… los que están siendo probados en los difíciles senderos del Señor les digo: Ánimos; refinad vuestras espíritus y fortaleced vuestra fe. En las lecciones que nos enseñaron de modo tan notable, por precepto y ejemplo, nuestro predicador y maestro, el Señor Jesucristo, y su Profeta de la restauración, José Smith, tenemos una fuente de inspiración en la cual podemos encontrar consuelo y esperanza.
“Si podemos sobrellevar nuestras aflicciones con el entendimiento, la fe, el valor y el espíritu con que ellos sobrellevaron las suyas, seremos fortalecidos y recibiremos consuelo en muchas formas. Nos libraremos del tormento que acompaña al equivocado concepto de que todo sufrimiento viene como castigo por la transgresión.”
“Podemos recibir confianza de la promesa del Señor de que ‘el que es fiel en la tribulación tendrá mayor gozo en el reino de Dios.’
“Por lo pronto no podéis ver con vuestros ojos naturales el designio de vuestro Dios concerniente a las cosas que más de verdad habéis de ver, y la gloria que seguirá después de mucha tribulación.
“Porque tras mucha tribulación vienen las bendiciones…” (Doctrina y Convenios 58:2–4.)” (En Conference Report, octubre de 1969, pág. 59.)
Doctrina y Convenios 121:11–25. ¿Cuál es la posición del miembro que cae en la apostasía?
El élder George Q. Cannon enseñó lo siguiente: “Los miembros de la Iglesia no deben imaginar que el permanecer siempre en el favor de Dios sea algo que esté asegurado; porque si no son consistentes, podrán permanecer siempre fieles. Si pierden el Espíritu Santo, y cometen transgresiones, desde ese momento, su excomunión de la obra de Dios deja de creerse y temer. Sólo pasan un corto tiempo antes de que tales personas nieguen la fe. Tal vez no nieguen que la obra fue una vez verdadera o que los líderes fueron una vez siervos de Dios, pero pondrán un límite y dirán: ‘En este momento [una fecha determinada], la obra fue verdadera y los líderes obraban bien, pero, después de eso, se desviaron del camino recto’, siendo eso exactamente aquí en el cual ellos mismos cometieron algún acto o actos por los que fueron reprendidos de Dios y mataron el crecimiento de aquel conocimiento que se les había otorgado. Esto ha sucedido en numerosas ocasiones en el pasado… Es claro que son ellos quienes han transgredido, por lo que han alejado así el Espíritu del Señor. Además, en el mismo momento en que han dicho que la Iglesia de Dios se ha desviado, ellos mismos han sido culpables de transgresión” (Knowledge, without the Aid of the Spirit of the Lord, Not Sufficient to Save, Millennial Star, 8 de agosto de 1863, págs. 505–506).
Doctrina y Convenios 121:15–16. ¿Prosperan los enemigos de la Iglesia?
El élder Heber J. Grant dijo: “Nuestros enemigos nunca han hecho cosa alguna que haya hecho daño a esta obra de Dios y nunca lo harán. Miro a mi alrededor, he medido y preguntado: ¿Dónde están los hombres o la influencia de poder y prestigio que obraron contra los Santos de los Últimos Días? ¿Dónde está la reputación de honor y valor de los gobernadores de Misuri e Illinois, los jueces y todos los demás que vinieron a Utah en misiones especiales contra los Santos de los Últimos Días? ¿Dónde está el pueblo que los honra? No se les halla parte alguna… ¿Dónde están los hombres que han atacado esta obra? ¿Dónde está su influencia? Se han desvanecido como el rocío ante los rayos del sol. Los Santos de los Últimos Días no tenemos que temer, porque Dios continuará respaldando esta obra. Él sostendrá lo justo. Si somos leales, verídicos y dignos de este evangelio, del cual Dios nos ha dado un testimonio, no hay peligro de que el mundo nos lastime. Nunca nos lastimará… mortal alguno, sino nosotros mismos” (en Conference Report, abril de 1909, pág. 119).
Doctrina y Convenios 121:21. ¿Castiga Dios a generaciones posteriores por los pecados de sus padres?
El presidente Joseph F. Smith declaró que “si puede hacerlo, el infiel enseña infidelidad a sus hijos. El fornicario criará una posteridad justa y pura. Esparcirá sobre sus descendientes las semillas de la inmundicia y la malicia si acaso no de muerte y destrucción, las cuales continuarán de generación en descendencia sobre los hijos de sus hijos hasta la tercera y la cuarta generación. Es perfectamente natural que los hijos hereden las tendencias y actitudes de los padres, y si éstos siembran las semillas de la corrupción, del delito y de tantas enfermedades repugnantes, sus hijos cosecharán los frutos de todo eso. No de acuerdo con los deseos de Dios, pues eso es que los hombres no deseen de Dios, pero lo tanto, no transmitan las consecuencias de sus pecados a los hijos de ellos, sino que guarden Sus mandamientos y les liberen del pecado y de la triste moral los efectos de sus abusos a sus hijos. Pero como los hijos de Adán han sido negligentes en mantener sus convenios con Dios y obedecer sus leyes, se castiga a los hijos por los pecados de los padres hasta la tercera y la cuarta generación” (en Conference Report, oct. 1912, pág. 9; véase también Doctrina y Convenios 124:50–52).
Doctrina y Convenios 121:26. ¿Qué quiso decir el Profeta al hablar del “inefable don del Espíritu Santo”?
Esta sección y las dos que siguen son extractos tomados de las cartas que escribió el profeta José Smith desde la cárcel de Liberty. Los comentaristas que preceden a este pasaje, y que no se incluyen en Doctrina y Convenios, resultarán útiles para entender los conceptos referentes a los dones del Espíritu Santo:
“… las cosas de Dios son profundas y sólo se pueden descubrir con el tiempo, la experiencia y los pensamientos cuidadosos, serios y solemnes. Tu mente, ¡oh hombre!, si quieres llevar un alma a la salvación, debe elevarse a la altura del último cielo y escudriñar y contemplar el abismo más oscuro y la ancha expansión de la eternidad: debes tener comunión con Dios. ¡Cuán dóciles y nobles son los pensamientos de Dios que las vanas imaginaciones del corazón humano! Nada más que un necio jugaría con las almas de los hombres.
“¡Cuán vanas e insignificantes han sido nuestros espíritus, nuestras conferencias, nuestros consejos, nuestras reuniones, nuestras conversaciones privadas así como públicas: demasiado bajas, malvadas y vulgares, demasiado [indignas] para el respeto y carácter de aquellos que Dios ha llamado y escogido, de acuerdo con los propósitos de su voluntad desde antes de la fundación del mundo! Nos ha llamado para tener las llaves de los misterios de aquellas cosas que se han guardado ocultas desde la fundación del mundo hasta ahora. Algunos han publicado un poco de estas cosas, muchas de las cuales serán derramadas desde los cielos sobre la cabeza de los niños, sí, sobre los débiles, desconocidos y despreciados de la tierra. Os rogamos, pues, hermanos, que seáis pacientes con aquellos que se sienten menos dignos que vosotros, y a la vez exhortamos a que se efectúe una reforma en todos vosotros, viejos así como jóvenes, maestros y discípulos, nobles y plebeyos, ricos y pobres, esclavos y libres, hombres y mujeres. Dondequiera que estemos, sea coronada nuestra cabeza con el honor, sobriedad, candor, benevolencia, virtud, pureza, mansedumbre y sencillez. En una palabra, seamos como niños pequeños, sin malicia, engaño o hipocresía.
“Hermanos míos, aunque después de vuestras tribulaciones, hacéis estas cosas, y ejercitáis fervor la caridad y la fe a la vista de Dios constantemente, y sigue Doctrina y Convenios 121:26–32.” (Enseñanzas, págs. 161–162.)
Doctrina y Convenios 121:26–32. ¿Gozan los Santos de los Últimos Días del Espíritu Santo que nunca antes se han dado al hombre?
El don del Espíritu Santo se ha conferido a todo santo fiel desde que el mundo tuvo su origen. Lo que indica el versículo 26 es que en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, todas las llaves, poderes y principios conocidos en dispensaciones pasadas individualmente ahora se conocen colectivamente. Además, la organización revelada del reino terrenal, es, como lo expresó el presidente Harold B. Lee, “más perfeccionada que en dispensaciones pretéritas” (Stand Ye in Holy Places, pág. 273; véase también la pág. 232).
Doctrina y Convenios 121:28. ¿Debemos preocuparnos por la identidad de los dioses del cielo?
El presidente Wilford Woodruff aconsejó enfáticamente respecto a este asunto: “Quiero decir a todo Israel: Cesad de preocuparos en cuanto a quién es Dios, quién es Adán, quién es Cristo, quién es Jehová. Por el cielo mismo, dejad esas cosas. ¿Por qué preocuparos respecto a ellas? Dios se ha revelado al hombre, y cuando se cumpla la sección 121 de Doctrina y Convenios, se revelará al hombre si hay un Dios o muchos dioses, así como tronos y dominios, principados y poderes. ¿Por qué preocuparnos entonces respecto a estas cosas? Dios es Dios. Cristo es Cristo. El Espíritu Santo es el Espíritu Santo. Eso debiera bastar para vosotros por a mí. Si queremos saber más, esperemos hasta llegar al lugar donde Dios se encuentra en persona” (En Millennial Star, 6 de junio de 1895, págs. 355–356).
Doctrina y Convenios 121:33. ¿Se derramará sobre los Santos de los Últimos Días todavía más conocimiento?
El presidente Joseph Fielding Smith enseñó que “desde el mismo principio, Satanás se ha esforzado, mediante sus emisarios, por destruir esta obra y evitar que la Iglesia reciba revelación. El Señor ha dado a la Iglesia conocimiento y guía aplicados al progreso de los miembros. Todavía hay mucho conocimiento que hasta ahora se ha retenido, muchas grandes e importantes verdades que se nos darán a conocer cuando estemos preparados para recibirlas. El Señor ha prometido dar a los fieles que sean diligentes delante del Señor revelación y mandamientos no pocos” (Doctrina y Convenios 59:4)” (Church History and Modern Revelation, 2:177).
El presidente Spencer W. Kimball testificó que la Iglesia recibe revelaciones constantemente: “Hay quienes suponen que la inspiración y encauzamiento de estas anales sagrados concluyó ‘el fin de los profetas’. Mas nuevamente testificamos ante el mundo que la revelación continúa y que las bóvedas y los archivos de la Iglesia atesoran esas revelaciones que se manifiestan más y más en cada día” (En Conference Report, abril de 1977, pág. 115; Ensign, mayo de 1977, pág. 78).
Doctrina y Convenios 121:34. ¿Quiénes son los muchos llamados y pocos los escogidos?
El presidente Joseph Fielding Smith lo explicó así: “Entiendo que el llamamiento que se da en este pasaje de Doctrina y Convenios se refiere al llamamiento al sacerdocio, que es el más alto que se confiere en la Iglesia en esta dispensación. Se dice que ‘muchos son llamados, pero pocos son escogidos’. El Señor desea que todo hombre le sirva” (En Conference Report, octubre de 1945, pág. 97).
El élder Bruce R. McConkie indicó que el llamamiento se extiende a todos los miembros de la Iglesia:
“Ser llamado es ser miembro de la Iglesia y del reino de Dios en la tierra; es ser contado con los santos; es aceptar el evangelio y recibir el convenio del arrepentimiento; es tener parte en la Sión terrenal; es nacer de nuevo, ser hijo o hija del Señor Jesucristo; es ser contado en la familia de la fe; es estar en senda que conduce a la vida eterna y en la esperanza de la gloria eterna; es tener una promesa condicional de vida eterna; es ser heredero de todas las bendiciones del evangelio, lo es, siempre que haya obediencia continua a las leyes y ordenanzas del mismo.
“En la estructura total de este sistema, se dan llamamientos individuales a las personas a cargos de confianza y responsabilidad, pero éstos son simples asignaciones de trabajo en la obra del Señor, en lugares determinados, durante un tiempo y una temporada. El llamado mismo a la causa del evangelio no está reservado a los Apóstoles y a los profetas ni a los grandes y poderosos de Israel; se da para todos los miembros de la Iglesia.” (Doctrinal New Testament Commentary, 3:336.)
Doctrina y Convenios 121:34–40. ¿Por qué no son escogidos?
El presidente N. Eldon Tanner interpretó ese pasaje y dijo que se refiere a los que no honran su sacerdocio ni se valen de él en la debida forma:
“Conozco muchos casos en los que el hombre ha ido dejando gradualmente de honrar su sacerdocio hasta dejar de ir a la Iglesia y volverse inactivo. Como resultado, el hombre que ha sido activo pierde su testimonio y el Espíritu del Señor se aparta de él; en seguida, comienza a criticar a los que tienen autoridad y a perseguir a los miembros de la Iglesia, luego se vuelve apóstata y lucha contra Dios” (en Conference Report, abril de 1970, pág. 52).
En otra ocasión, el presidente Tanner habló de la íntima relación que existe entre la virtud de la persona de ser digna de confianza y responsable con el hecho de ser escogido o no serlo:
“No debemos ser así de confianza, sino siempre de confianza. Seamos fieles en las cosas pequeñas así como en las grandes… ¡Se nos puede dar cualquier asignación, ya sea un discurso de 2 minutos y medio, la orientación familiar, una visita a los enfermos, o un llamamiento como misionero regular de estaca!
“Recordad: ‘…muchos son los llamados, [y] pocos los escogidos.’ ¿Y por qué no son escogidos?
“Porque [la] grado han puesto su corazón en las cosas de este mundo, y [aspiran] tanto a los honores de los hombres…” (Doctrina y Convenios 121:34–35) y no son dignos de confianza.” (“Confianza”, Liahona, octubre de 1974, pág. 3.)
El análisis minucioso de Doctrina y Convenios 121:34–35 muestra una relación de causa y efecto entre ciertas formas de conducta y el hecho de ser escogido o no.
Esta reacción en cadena ilustra por qué algunas personas son llamadas pero no son escogidas.
Cuando el corazón:
- Está puesto en las cosas del mundo, o
- Aspira a los honores de los hombres,
Actúan en forma perjudicial para su progreso espiritual, incluyendo el hecho de:
- Frustrar sus propósitos.
- Satisfacer su orgullo y vanas ambiciones.
- Ejercer injusto dominio sobre los demás.
Esta conducta hace que:
- Los cielos se retiren de ellos.
- Se ofenda al Espíritu del Señor.
- Se acabe la autoridad o poder de tal hombre.
La cadena se podría expresar positivamente para contestar al interrogante: “¿Cómo se llega a ser escogido?”
Si el corazón de los hombres:
- Está puesto en las cosas de Dios, y ellos
- Aspiran a la aprobación de Él,
Actuarán en forma beneficiosa para el desarrollo espiritual, incluyendo:
- El arrepentimiento de sus pecados.
- La humildad personal.
- La búsqueda, ante todo, del reino de Dios.
- El poner en práctica el amor y la caridad hacia los demás.
Esta conducta hará que:
- Los cielos se acerquen.
- El Espíritu del Señor también se acerque.
- Haya un aumento de poder y autoridad.
Doctrina y Convenios 121:38. ¿Qué significa dar coces contra el aguijón?
El aguijón aquí se refiere a la aguijada, la cual es una vara larga con punta de hierro que los boyeros usan para arrear a los bueyes. El presidente Harold B. Lee explicó la forma metafórica en que el Señor emplea este término en la enseñanza del principio de la obediencia:
“Sin duda, éstos son los aguijones del evangelio. Me preguntó si no serán aquéllos que… el presidente J. Reuben Clark, hijo, calificó de ‘pequeñas restricciones’. Las restricciones de la Palabra de Sabiduría, las restricciones impuestas en la observancia del día de reposo, los mandamientos contra los juegos de naipes, las restricciones que imponen la aplicación diaria de bienestar… Estas son las restricciones contra las cuales algunas personas se rebelan y con las que se están constantemente dando coces: los ‘aguijones’ del evangelio…
“Estas [personas] son las que luego comienzan a frustrarse y a los santos y finalmente ‘a coces contra Dios’” (En Conference Report, octubre de 1947, págs. 65–66.)
Doctrina y Convenios 121:39. ¿Por qué la mayoría de los hombres tiene dificultad para ejercer o manejar el poder?
El élder Orson F. Whitney habló del mal empleo del poder e hizo notar que no todas las personas caen en esa tentación: “No todas las personas que ocupan un cargo abusan de los privilegios de dicho cargo, y quien sirva a Dios humilde y fielmente nunca lo hará, porque en el momento en que ceda a la tentación de hacerlo, dejará de ser servidor. Pero lamentablemente hay muchos que usan mal las funciones de su oficio y prostituyen todo poder y privilegio por la mera satisfacción de sus propios egosísmos y hacen daño y vergüenza a sus semejantes. Es peligroso poner a algunas personas en cargos de poder, ya que se envanecen tanto con la idea de su grandeza e importancia que por fuerza no hacen pensar en su divino fallo al máximo, al cual el menor pinchazo revuelve y destroza para siempre. Un pequeño oficio y un poquito de autoridad son suficientes para envenenar a algunos y dejarlos enteramente inservibles para ocuparse del deber” (en Rich, Scrapbook of Mormon Literature, 2:511–512).
Doctrina y Convenios 121:41–46. Guía para tener más poder e influencia del sacerdocio
La justa aplicación de los principios revelados aquí dan al poseedor del sacerdocio un mayor poder por medio de la aprobación del Espíritu Santo. El Señor también revela la clave de la pérdida del poder del poseedor. Si el hombre sufre una reducción de la influencia del Espíritu Santo o que ésta se retire de él (manifestado por contención, desunión o rebelión), en ese instante sabe que ha estado ejerciendo injusto dominio (Véase Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 759).
Una de las pruebas decisivas del debido uso de la autoridad del sacerdocio de un poseedor de este poder es la forma en que lo ejerce en las relaciones familiares o en su propio hogar, como expresó el presidente Hugh B. Brown: “Me gustaría decir a vosotros, padres, que nuestra conducta en el hogar determina en gran medida nuestra dignidad de poseer y ejercer el sacerdocio, el cual es el poder de Dios delegado al hombre. Cada casa persona puede hacer una presentación cuando está en público, pero la integridad del individuo se pone a prueba en el hogar. El verdadero hombre se manifiesta en el uso o conocer en el alcance de su poder en el hogar. Un dictador no borrará una falta ni garantizará la existencia de una virtud” (en Conference Report, abril de 1962, pág. 88).
Doctrina y Convenios 121:43. ¿Qué significa “reprendiendo en la ocasión con severidad”?
La severidad empleada en la expresión en la ocasión que deba; y es pero no es permanente. En este caso significa hacerlo lo más pronto posible; temporal y determinada; la mayor brevedad, orden, rápidamente.
Doctrina y Convenios 121:45. “…que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente”
Engalanar significa decorar, embellecer o adornar. Si la virtud engalana todos los pensamientos de las personas, se eliminarán los pecados de inmoralidad, falta de honradez, codicia, etc. Los pensamientos que tenemos producen en efecto directo sobre nuestras acciones.
Los líderes de la Iglesia nos han exhortado a no permitirnos dar cabida en nuestra mente a pensamientos impuros, dado que las consecuencias de los mismos pueden ser muy graves. Recientemente, el presidente Spencer W. Kimball expuso una declaración básica en cuanto a la moralidad, e hizo notar que los antiguos apóstoles y profetas condenaron los diversos tipos de transgresiones morales:
“Los primeros apóstoles y profetas mencionan numerosos pecados que consideraban censurables; muchos eran pecados sexuales: el adulterio, las inclinaciones contranaturales, la lascivia, la infidelidad, la incontinencia, las relaciones indecentes, la impureza, las relaciones impropias, la fornicación. También incluyen todas las relaciones sexuales extramatrimoniales: los manoseos, la perversión sexual, la masturbación y la obsesión sexual, ya sea en pensamiento o de palabra; están incluidos todos los pecados secretos y cada uno de los pensamientos y acciones inmaduros e impuros.”
Hacia el final de su exposición, instó a los miembros de la Iglesia a conservarse limpios y virtuosos:
“¡Cómo oramos por vosotros en cada reunión que tenemos, y cómo en cada mañana en nuestros hogares y en la intimidad de nuestras recámaras! Oramos por vosotros a fin de que podáis manteneros limpios. Limpios —y queremos decir limpios desde el principio hasta el fin—, libres de todas las feas manchas del mundo que trata de socorramos —las drogas, la bebida, el cigarrillo, la desobediencia de palabra y la pornografía—, todas esas cosas de las cuales no tenéis que participar. No debéis entregar vuestra pureza a ninguna de ellas.
“Vestíos de toda la armadura de Dios (Efesios 6:11). Observad todas vuestras oraciones personales y familiares, obedeced estrictamente la Palabra de Sabiduría, cumplid con todos vuestros deberes familiares y, sobre todo, tened vuestra vida limpia y libre de todo pensamiento y acción impuros. Evitad toda relación que pueda degradaros y rebajar las normas elevadas de rectitud que se os han establecido. Entonces vuestra vida se desarrollará suavemente y la paz y el gozo os rodearán.” (Véase “Vestíos de toda armadura de Dios”, Ensign, febrero de 1981, págs. 189, 195.)
Doctrina y Convenios 121:45. “…entonces tu confianza será fuerte en la presencia de Dios”
El élder James E. Talmage dijo que “todo hombre puede ingresar en el grado más alto del reino celestial si sus actos han sido de naturaleza tal que le permitan estar cómodo allí” (Hugh B. Brown, Seek to Know the Shepherd [Brigham Young University, Devotional de la Vida, 9 de diciembre de 1959], pág. 5).
El presidente Marion G. Romney agregó: “No podemos llegar al cielo sin vivir las leyes del cielo, y las leyes del cielo son puras. Es tan imposible para nosotros entrar en el reino celestial sin pureza como lo sería nadar en el agua sin mojarnos.” (Conference Report, abril de 1954, pág. 55.)
Si vivimos de acuerdo con los principios de la pureza, nos vestiremos de poder y autoridad, tal como lo prometió el Señor a los fieles en la sección 121.
Doctrina y Convenios 121:45–46. ¿Cuáles son las manifestaciones de la caridad y la virtud?
Los últimos versículos de la sección 121 contienen una sublime y constituyen el mensaje central de toda ella. Si se entienden bien, estas frases deben elevar a todo miembro de la Iglesia hacia pensamientos más refinados, a expresiones más llenas de consideración y amor, a actos más nobles y generosos. Las recompensas por poseer la caridad y la virtud son:
- Mayor confianza en la presencia de Dios.
- La bendición de la doctrina del sacerdocio en el alma, como un don del cielo (ya que no se recibe de ninguna otra forma).
- Gran poder y confianza firme en el ejercicio de la mayordomía del sacerdocio, resultante de la potente compañía de un miembro de la Trinidad.
En el corazón de todo miembro de la Iglesia puede brotar un gran anhelo espiritual, mas no se puede concebir mayor manifestación del amor de Dios y de confianza en sus siervos dignos que el poder descrito en este mensaje del Señor, al final de la sección 121.
Ningún poseedor del sacerdocio debe contentarse mientras no sienta el cumplimiento de esta promesa.
Sección 122
“Todas estas cosas te servirán de experiencia”
Antecedentes históricos
Los cinco meses de cárcel, los ultrajes, la mala alimentación y la reclusión que el Profeta y sus amigos soportaron en el sucio y maloliente calabozo de la cárcel de Liberty en Misuri contrastan indiscutiblemente con la sublime epístola que el Profeta envió a los afligidos miembros de la Iglesia, la cual escribió en el espacio de cinco días y terminó aproximadamente el 25 de marzo de 1839. La epístola comprende las secciones 121, 122 y 123 de Doctrina y Convenios (véase Antecedentes históricos de Doctrina y Convenios 121).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 122:1. ¿Hasta qué punto es objeto de burla el nombre de José Smith?
La Iglesia y reino de Dios se ha extendido al punto de que hoy en día se está estableciendo en todo el mundo. Dondequiera que la Iglesia está instalada, Satanás procura contrarrestar su influencia. Se han escrito miles de volantes y de folletos contra la Iglesia para difamar el nombre y la misión de José Smith, y hay docenas de libros que contienen acusaciones y mofas contra su nombre. Le han llamado hombre fraudulento, impostor, un alucinado e instrumento de Satanás. Pero como lo dijo el presidente Kimball, además de dar cumplimiento a las profecías, esa atención negativa que se le ha prestado es una buena señal: “También nos damos cuenta de que estamos progresando, porque la atención del mundo se presta al adversario… Ésta ha sido la porción del pueblo del Señor desde el principio y no será diferente en nuestra época.” (En Conference Report, abril de 1980, pág. 6; Ensign, mayo de 1980, pág. 6.) En verdad, el mismo José fue hecho objeto de burla, y las fuerzas del infierno están desatadas contra su enemigo declarado, aunque en vano.
Doctrina y Convenios 122:3. Los traidores que apostataron lucharán sin éxito contra José Smith
Quien verdaderamente conoce a un profeta, quien le ve en su llamamiento profético y quien ha sido testigo de que el manto de autoridad efectivamente recae en su persona deseará darle su amor, su apoyo y su protección. Los fieles reconocen el testimonio de un traidor por lo que éste es en realidad.
“Los Santos de los Últimos Días que conocían personalmente al Profeta, con muy pocas excepciones, permanecieron leales a él. Hubo algunos traidores en Nauvoo. Uno de los consejeros del Profeta se convirtió en su acérrimo enemigo e intentó quitarle la vida. Hubo otro que no le apoyó con lealtad. Otros, que habían sido sus amigos, se unieron a los enemigos de la Iglesia y procuraron llevarla a la muerte, pero la gran mayoría de la gente permaneció leal a él.”
“La influencia de los traidores le produjo grandes angustias, le llevó a la cárcel y finalmente a la muerte; sin embargo, su voz habla por medio de las obras y es más terrible y desconcertante para sus enemigos que el rugido del león feroz; y el Señor no le abandonó ni siquiera en la muerte. Los de su pueblo le ensalzaron, le reverencian, y el Señor no le desamparó.” (Smith, Church History and Modern Revelation, 2:181.)
Doctrina y Convenios 122:5–7. ¿Cuál es el propósito de un sufrimiento intenso tal como el que José Smith como para los miembros de la Iglesia de la actualidad?
Hablando de la época en que José Smith estuvo encarcelado en Liberty, el élder Orson F. Whitney destacó lo que los miembros de la Iglesia pueden aprender del ejemplo del Profeta:
“El Profeta estaba en un calabozo [Liberty, Misuri] por causa del evangelio. Clamó a Dios, ‘¿qué manda y somete al diablo?’ [véase 121:4], y Dios respondió diciéndole que sus sufrimientos no serían más ‘que por un breve momento.’ ‘No eres aún como Job’, le dijo el Señor, ‘no contienden en contra de ti tus amigos’. Se recordará que los amigos de Job trataron de convencerlo de que debía haber hecho algo malo, pues de otro modo no hubieran sobrevenido aquellas pruebas. Pero Job no había hecho nada malo. Esa fue la razón que Satanás intentaba destruirlo. Dios a José: ‘Si te es requerido pasar tribulaciones; si te encuentras en peligro entre fieras animales o fieras; si estás en peligro entre ladrones; si peligros en tierra o mar… si el viento huracanado se hace tu enemigo; si los cielos se ennegrecen y todos los elementos se combinan para obstaculizar tu viaje, y, sobre todo, si las puertas mismas del infierno se abren de par en par para tragarte, entendido, hijo mío, que todas esas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien’.”
“Esa es la razón. Es para nuestro desarrollo, nuestra purificación, nuestro progreso, nuestro aprendizaje y adelanto que nos abrimos paso entre las olas embravecidas de los pesares y la desdicha; y seremos más fuertes y mejores una vez que hayamos atravesado las aguas y hayamos llegado a la orilla más lejana.” (Improvement Era, noviembre de 1918, págs. 5–6.)
Doctrina y Convenios 122:8. “¿Eres tú mayor que él?”
El Profeta, tanto en esos momentos como antes de su encarcelamiento en Liberty, había sufrido intensamente a manos de sus enemigos. En efecto, el Salvador le dijo que se alegrara, que Él entendía exactamente lo que José estaba padeciendo, dado que Él había sufrido mucho más. Ningún ser mortal pudo haber dado tales palabras de consuelo al gran Profeta de esta dispensación. La pregunta es de naturaleza consoladora. Nunca nadie podrá insinuar delante del Señor que se le ha pedido demasiado. El Maestro sobrepasó todo sufrimiento que jamás ser humano alguno podría soportar.
Doctrina y Convenios 122:9. ¿Había una hora señalada para que José Smith muriera?
El presidente Joseph Fielding Smith escribió lo siguiente:
“El Señor dijo que había límites establecidos que los enemigos no podían traspasar. El Señor conocía el límite de los días de la vida de José, y, pese a las aflicciones, las persecuciones y el odio del mundo, sus días no se acortarían. Por lo tanto, no debía temer lo que hicieran los hombres, porque, por su fidelidad, Dios estaría con él para siempre jamás. Allí estaba la promesa que le consoló: que el sufrimiento y el odio de sus enemigos no iban a acortar su vida antes del momento señalado. En esa promesa se manifiesta un presagio de su martirio una vez que su obra hubiera terminado.” (Church History and Modern Revelation, 2:182.)
Sección 123
Es menester dejar constancia de la persecución
Antecedentes históricos
La sección 123 de Doctrina y Convenios es parte de la epístola que José Smith escribió a la Iglesia mientras se hallaba preso en la cárcel de Liberty, Misuri (véase Antecedentes históricos de Doctrina y Convenios 121).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 123:1–6. ¿Cuál fue la finalidad del deber de recopilar los documentos y las publicaciones de los que persiguen a la Iglesia?
El presidente Joseph Fielding Smith escribió lo siguiente:
“Si en la ley del justo castigo muchas veces tarda en cumplirse, es segura. El Señor prometió castigar a sus enemigos y darles su justa recompensa por todo el mal que habían cometido contra sus siervos. El castigo por el pecado no siempre se recibe en esta vida; la mayor parte del mismo se reserva generalmente para un día futuro. A fin de que se llevara un registro tanto en la tierra como en el cielo, el Señor mandó (Sección 123) que se recopilará todo lo que sufriera de todos los hechos, sufrimientos y abusos que personas del estado de Misuri ocasionaron a los miembros de la Iglesia. Además, se debía llevar un registro de todos los bienes destruidos, de los daños sufridos tanto moral como físicamente y en la propiedad de los santos. También debían recopilarse y guardarse los nombres de los que participaron en esas maldades y asesinatos. Se organizaría un comité para que se encargara de reunir la evidencia y conservarla en un archivo. Esa información se presentaría ante el gobierno de los Estados Unidos cuando la Iglesia buscara justicia en la cabecera de dicho gobierno. Si no se obtenía indemnización allí, entonces la evidencia quedaría como testimonio contra los culpables ante el Tribunal Eterno que juzgará a todos los hombres y todas las cosas.
“Esa recopilación de información no debía limitarse a los hechos cometidos en Misuri, sino que debía abarcar las maldades, las falsedades y los hechos de los que lucharan contra la verdad a lo largo de todo el tiempo. Debían recopilarse los artículos que se escribieran en revistas y periódicos, en enciclopedias, todas las historias difamatorias y demás escritos por el estilo a fin de tener ‘la concatenación completa de perversidad diabólica e imposiciones nefastas y asesinas que se han cometido contra este pueblo’ para publicarlos no sólo al mundo entero, sino para presentarlos a los jefes de gobierno en todo su aspecto tenebroso e infernal como el último esfuerzo que nuestro Padre Celestial nos ha mandado hacer, antes que podamos reclamar plena y cabalmente el cumplimiento de esa promesa que se llama de su ‘morada oculta’; y también para que toda la nación
Doctrina y Convenios 123:7–12. El propósito del deber de recopilar las publicaciones antinormonas
El Señor declaró que era un deber imperativo recopilar las declaraciones difamatorias, porque, como lo destacan Smith y Sjodahl, Él “sabía que los miembros de la Iglesia eran no culpables de los delitos de que los culpaban sus enemigos y que no creían en doctrinas falsas como era el decir de la gente, mas como afirmaban ser el pueblo de Dios, su reivindicación era, hasta cierto punto, la reivindicación de Dios. Si un amo tiene un siervo que es acusado falsamente de un delito que no ha cometido, al reivindicarse éste, reivindica a su amo, dado que su carácter refleja en cierta medida el carácter del amo. Tal es el modo, tal el siervo”.
“Los engaños que son enviados a ministrar a los miembros de la Iglesia tienen el derecho de saber si tales acusaciones son verdaderas o falsas. . . .
“A veces, el silencio es más elocuente que las palabras; pero en aquellos momentos que preciso exponer a los acusadores y perjuros bajo las candilejas de la opinión pública, dado que las esposas y los hijos tendrían derecho a conocer la verdad.” (Commentary, págs. 764–765.)
Doctrina y Convenios 123:11–14. ¿Quiénes se beneficiarán al enterarse de las injusticias cometidas contra los miembros de la Iglesia?
En el mundo hay millones de personas que sufren por doctrinas degradadas y enseñanzas que sirven a sus propios intereses. Cuando se cometen injusticias contra la Iglesia, es sumamente importante que se haga una exposición clara y justa de la verdad. Hay en el mundo muchas personas honradas que tergiversan la verdad y propagan mentiras acerca del reino de Dios sencillamente porque han recibido mala información. Por lo tanto, es deber imperativo de los miembros de la Iglesia conservar sin mancha el nombre de ésta manteniéndose vigilantes, siendo valientes en la defensa de la reputación de la Iglesia y corrigiendo los conceptos erróneos que se diseminen por allí, a fin de presentar a los puros de corazón la verdad que necesitan.
Si bien los miembros de la Iglesia deben aborrecer el pecado y deben hacer todo lo que esté a su alcance por combatir a los que intenten obstaculizar el avance del reino, el Señor ha mandado a los santos a mostrar amor aun para con los enemigos de la Iglesia. El presidente Spencer W. Kimball finalizó un discurso con este ruego: “Hermanos y hermanas, orad por quienes critican a la Iglesia; amad a vuestros enemigos; guardaos fijos y temerosos en la senda recta y angosta; utilizad sabiduría y buen juicio en lo que digáis y hagáis, para no dar pretexto a otros para que os critiquen o tengan un mal concepto de la Iglesia. No os sorprendáis ni desaniméis si tenéis que enfrentaros con grandes pruebas y tribulaciones. Esta obra, que Satanás trata en vano de destruir, es la que Dios ha puesto sobre la tierra para elevar a la humanidad” (Liahona, julio de 1980, pág. 7).
Doctrina y Convenios 123:15. ¿Tienen los registros del presente algún valor para las generaciones futuras?
Con el transcurso de los años al darse a conocer las terribles injusticias cometidas en Misuri por medio de los registros que se han conservado y de la paciencia y rectitud de los santos de Dios, la verdad ha triunfado. El momento de ese día se hace sentir en un discurso que el presidente Kimball dio a los miembros de la Iglesia:
“Después de nuestra última conferencia, recibimos un beneplácito mensaje de parte del gobernador Christopher S. Bond, gobernador del estado de Misuri, quien nos comunicó que ha abrogado la orden ejecutiva N° 44 antes de existencia del gobernador Lilburn W. Boggs, en la cual se decretaba el exterminio de los mormones en el estado de Misuri y la expulsión de ellos ese lugar. El gobernador Bond, actual gobernador del estado, dice:
‘Yo, Christopher S. Bond, gobernador del estado de Misuri, expreso nuestro profundo pesar por esta orden de 1838, y, por medio de la presente, dejo sin efecto la Orden Ejecutiva N° 44, fechada el 27 de octubre de 1838, expedida por el gobernador Lilburn W. Boggs.’
‘Al gobernador Bond y al pueblo de Misuri hacemos llegar nuestro profundo reconocimiento y aprecio por ese decreto revocatorio y por la relación amistosa que al presente existe entre los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y el pueblo de Misuri.
“Actualmente, tenemos en ese estado cinco estacas en cincuenta y una comunidades, con aproximadamente 15.000 miembros de la Iglesia, los que, confiamos, sean ciudadanos obedientes a las leyes del estado de Misuri. Gracias, gobernador Bond.” (En Conference Report, octubre de 1976, págs. 4–5; Ensign, noviembre de 1976, pág. 4.)
Sección 124
Una proclamación solemne: Se establece el orden del sacerdocio
Antecedentes históricos
“Casi la totalidad de los santos que fueron expulsados del estado de Misuri durante el invierno de 1838–1839 huyeron hacia Illinois y Iowa. La mayoría de ellos se fijaron en Quincy, Illinois, a unos 320 kilómetros de distancia de Far West, y allí fueron bien acogidos. El gobernador Carlin de Illinois, los legisladores y los mismos ciudadanos competían entre sí por prestarles ayuda y brindarles comprensión y amistades.
“Entre los ciudadanos prominentes que en ese entonces prestaron ayuda a los miembros de la Iglesia, estaban Daniel H. Wells, oriundo de Trenton, Nueva York, y el Dr. Isaac Galland. Daniel H. Wells, que era el propietario de cierta extensión de tierra, dividió estas terrenos, los cuales ofreció a los recién llegados prácticamente según las condiciones que ellos propusieran. Además, el Dr. Galland les vendió sus tierras a un precio módico y en condiciones sumamente ventajosas para los miembros de la Iglesia.
“El Profeta llegó a Quincy el 22 de abril de 1839 y, dos días después, se celebró un Consejo en el que se decidió que la Iglesia se trasladara al condado de Commerce, Illinois, que posteriormente llegó a ser Nauvoo y otros lo fueron al establecerse en las tierras del Dr. Galland, cerca de Commerce. Ese lugar no tardó en convertirse en el sitio central de fe y de recogimiento de los santos y se le cambió el nombre por el de Nauvoo. En 1841, cuando se manifestó esta revelación, esa hermosa ciudad tenía casi 3.000 habitantes. El cuerpo legislativo de Illinois otorgó el permiso legal por medio del cual se concedía a Nauvoo un gobierno municipal independiente, con autoridad para integrar una milicia y constituir una universidad. Se estaba a punto de construir un templo. Los miembros de la Iglesia que estaban esparcidos comenzaban a congregarse, y las colonias que se habían establecido en Illinois comenzaban a crecer rápidamente. La misión de Gran Bretaña se adelantó con mucho éxito. Tales eran, en general, las condiciones que reinaban cuando se manifestó esta revelación. La Iglesia tuvo un momento de respiro. Hubo calma antes de la siguiente tormenta.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 768.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 124:1. “Las cosas débiles de la tierra”
Véase Notas y comentario de Doctrina y Convenios 1:19–20, 23.
Doctrina y Convenios 124:2–6. “…llamado para hacer… una proclamación solemne… a todas las naciones”
El cumplimiento de este mandato del Señor no se produjo hasta 1845. Cierto número de personas debía ayudar a preparar el documento, pero, por motivo de las circunstancias que se presentaron, no pudo llevarse a cabo sino hasta más adelante cuando lo emitieron los Doce (véase History of the Church, 6:80; 7:320, 558). Ezra Taft Benson, presidente del Quórum de los Doce, reafirmó el mensaje de la proclamación al mundo:
“Hoy hablaré de doctrina, a modo de amonestación y de testimonio, y lo haré con la autoridad del Santo Apostolado, cuya responsabilidad es proclamar el mensaje del Señor en todo el mundo y a todo pueblo. Cada uno de mis hermanos del Consejo de los Doce tiene la misma responsabilidad que yo tengo de declarar estas cosas al mundo y de dar fe de ellas a todas las personas.
“Hacia fines del ministerio mortal del profeta José Smith, el Señor le dio el mandamiento siguiente: ‘…eres llamado para hacer… una proclamación solemne de mi evangelio… a todos los reyes del mundo, hasta los cuatro ángulos… y a todas las naciones de la tierra’ (Doctrina y Convenios 124:2–3). De eso, que debía invitarlos a recibir la luz de la verdad y emplear los medios de ellos para edificar el reino de Dios sobre la tierra.
“Con el espíritu que él mismo manifestó, el 6 de abril de 1845, y poco después del martirio del profeta José Smith y su hermano Hyrum, los Doce proclamaron… a todos los hombres en todas partes.” (En Conference Report, abril de 1975, pág. 121.)
“Considero apropiado decir que es nuestro deber observar las grandes verdades expresadas en esa declaración y proclamarlas de nuevo al mundo.
“A los gobernantes y a los pueblos de todas las naciones, declaro otra vez solemnemente que el Dios del cielo ha establecido en su reino de los últimos días sobre la tierra un cumplimiento de las profecías; santos ángeles se han comunicado nuevamente con los hombres en la tierra; Dios se ha revelado otra vez desde los cielos y ha restaurado su Santo Sacerdocio en la tierra con el poder para administrar todas las sagradas ordenanzas necesarias para la exaltación de los hijos. Su Iglesia se ha edificado de nuevo entre los hombres con todos los dones espirituales que se poseían en la antigüedad. Todo esto se ha hecho en preparación para la segunda venida de Cristo. El día grande y terrible del Señor está cerca. En preparación para ese gran acontecimiento y como medio de escapar de los castigos inminentes, se han enviado y se siguen enviando a los naciones de la tierra a mensajeros inspirados que llevan este testimonio y amonestación.”
“Las naciones de la tierra continúan en sus pecaminosos e injustos caminos. Gran parte del limitado conocimiento con que los hombres han sido bendecidos se ha empleado para crear mayor género humano en lugar de servir para beneficiar a los hijos de los hombres conforme a la intención del Señor. Las dos grandes guerras mundiales, con los infructuosos esfuerzos por lograr una paz perdurable, constituyen una seria evidencia de que la paz y la bondad de la tierra como consecuencia de la iniquidad de la gente. Las naciones no pueden perdurar en el pecado; perecerán; sucumbirán, pero el reino de Dios perdurará para siempre.
“Por lo tanto, como humildes siervos del Señor, hacemos un llamado a los líderes de las naciones y les instamos a humillarse ante Dios, a buscar su inspiración y guía; llamamos a los gobernantes y pueblos a arrepentirse de sus pecados y de sus malos caminos. Volveos al Señor, buscad su perdón y con humildad a su reino. No hay otro modo. Si lo hacéis esto, vuestros pecados os serán perdonados, gozaremos de una paz permanente y formaremos parte del reino de Dios en preparación para la segunda venida de Cristo. Pero si rehusáis arrepentiros y aceptar el testimonio de los mensajeros inspirados y uniros al reino de Dios, entonces recaerán sobre vosotros los terribles castigos y calamidades prometidas a los inicuos. . . .
“Cuando la voz de amonestación se hace oír, siempre va acompañada del testimonio. En la gran declaración que hicieron los Apóstoles del Señor Jesucristo en 1845, se proclamó el testimonio que se cita a continuación, el cual nosotros, los Apóstoles de la actualidad, reiteramos como el nuestro.
“‘Por consiguiente, declaramos a los vivos y a los muertos, a esclavos y a libres, que el Dios Todopoderoso nos ha hablado en esta época. Y lo sabemos.
“‘Él nos ha conferido el Santo Sacerdocio y el Apostolado, y las llaves del reino de Dios sobre la tierra y el poder de restaurar todas las cosas tal como lo prometieron los santos profetas de antaño. Y lo sabemos.
“‘Él ha revelado el origen y los registros de los primitivos habitantes de América y su destino futuro. Y lo sabemos.
“‘Él ha revelado la plenitud del evangelio en estos últimos días, en beneficio de toda nación, raza y lengua. Y lo sabemos.
“‘Él nos ha mandado dar testimonio de ello, y lo predicamos a toda nación, raza y lengua, declarando que los que crean y sean bautizados serán salvos, y los que no crean serán condenados. Y lo sabemos.
“‘El también ha dicho que si ellos no se arrepienten y no aceptan el conocimiento de la verdad… si no abandonan los asesinatos, las mentiras, el orgullo, las supercherías sacerdotales, la prostitución y las abominaciones secretas, pronto desaparecerán de la faz de la tierra y serán echados al infierno. Y lo sabemos.
“‘Él ha dicho que cuando el evangelio en toda su plenitud sea predicado a todas las naciones como testimonio, Él vendrá y, con Él, todos los santos, para reinar sobre la tierra por mil años. Y lo sabemos.
“‘Él ha dicho que no vendrá en su gloria y destruirá a los malvados hasta que no se hayan hecho estas amonestaciones y los preparativos para recibirlo. Y lo sabemos.
“‘Los cielos y la tierra pasarán, pero ni una jota ni una tilde de su palabra revelada dejarán de cumplirse.’
“‘Por lo tanto, nuevamente exhortamos a todo pueblo: Arrepentíos y bautizaos en el nombre de Jesucristo para la remisión de los pecados, y recibiréis el Espíritu Santo y conoceréis la verdad y seréis contados con la casa de Israel.’” (Messages of the First Presidency, 1:263–264.)
(En Conference Report, octubre de 1975, págs. 46–49; Ensign, noviembre de 1975, págs. 32–34.)
De cuando en cuando, se han publicado otras proclamaciones referentes a la Iglesia, al mensaje y a las misiones de ésta, pero esa primera declaración ejemplifica mejor el mandato del Señor de la revelación de Doctrina y Convenios. (Para ver un ejemplo reciente de una proclamación oficial del Quórum de los Doce, véase Church News, 12 de abril de 1980, págs. 3–4; véase también Conference Report, abril de 1980, págs. 75–77 o Ensign, mayo de 1980, págs. 52–53.)
Doctrina y Convenios 124:7. Todos los líderes de la tierra “son como la hierba”
“Se insta a los siervos del Señor a proclamar el evangelio a reyes y a gobernantes sin sentir temor, pues éstos ‘son como la hierba’. El poder y la gloria que tienen son temporales. El evangelio es el único factor permanente en la historia humana. El sacerdocio es eterno.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 769.)
Doctrina y Convenios 124:12–14. Robert B. Thompson es llamado a ayudar en la redacción de la proclamación
En mayo de 1841, Robert B. Thompson fue llamado como editor adjunto del Times and Seasons en Nauvoo. Sirvió en ese cargo hasta agosto de 1841, fecha en que murió, a los treinta años de edad, sin haber podido cumplir con el encargo divino. (Véase History of the Church, 4:411–412.)
Doctrina y Convenios 124:15. “…bendito es mi siervo Hyrum Smith”
El presidente Heber J. Grant dijo:
“Ningún hombre en esta Iglesia ha deseado más hacer el bien que Hyrum Smith, el patriarca, el hermano del profeta. Él me dijo que de entre todos los hombres a los que ella conoció en su niñez en Nauvoo, admiraba a Hyrum Smith más que a todos por causa de su total integridad y devoción a Dios, y su lealtad al Profeta de Dios.” (En Conference Report, octubre de 1926, pág. 84.)
Doctrina y Convenios 124:16–17. ¿Por qué encomendó el Señor a John C. Bennett una conducta posteriormente infiel?
El Señor enjugó la responsabilidad del trágico fin de John C. Bennett a la Iglesia y su apostasía final para explicar por qué Él Señor lo encomendó:
“[John C. Bennett] era un hombre educado que tenía preparación y poseía muchos dones y talentos. Era médico, profesor universitario y general de brigada. El 27 de julio de 1840, ofreció sus servicios a la Iglesia. El profeta José respondió invitándolo a ir a Commerce, si estaba dispuesto a hacerlo, pero le advirtió al mismo tiempo que no esperara exaltación “en esta generación” por la devoción a la causa de la verdad y a un pueblo sufridor; ni tampoco debía esperar riquezas materiales, sólo la aprobación de Dios. El resultado de la correspondencia que intercambiaron fue que se unió a la Iglesia y llegó a ocupar puestos prominentes entre los santos. Sin embargo, su asociación con el pueblo de Dios fue de corta duración. El 25 de mayo de 1842, se le notificó que los líderes de la Iglesia ya no lo reconocían más como miembro, por motivo de su vida impura. Poco después, la Iglesia tomó medidas en contra de él. Entonces se convirtió en uno de los más amargos enemigos de la Iglesia. Sus calumnias, sus mentiras y sus ataques sin escrúpulos —incluyendo perjurio e intento de asesinato— fueron los medios de que se valió para azuzar la opinión pública a tal punto que abrió las puertas a la posibilidad de que se produjera la tragedia de Carthage.
“Por qué, entonces, apareció su nombre en esta sección, como el de un ayudante en confianza de José? John Taylor aporta la respuesta a esta pregunta. Dice: ‘Con respecto a John C. Bennett, yo le conocí bien. En una época fue un buen hombre, pero cedió a la tentación y cometió adulterio y fue excomulgado de la Iglesia por su iniquidad’ (History of the Church, tomo V, pág. 81). En el momento en que se le manifestó la revelación, era un hombre bueno, pero fue vencido por el adversario que lo esclavizó de diversos pecados carnales. Es el caso de ‘aquel que alce su talón contra ti. . . . no fallará al recompensar su aceptación y el poder de Aquel que conocía lo que había en su corazón’” (Commentary, págs. 770–771).
El Señor no retiene las bendiciones presentes por causa de una futura conducta pecaminosa. Bendijo al rey David mientras éste fue fiel y no le retuvo oportunidad, aunque conocía de antemano las transgresiones que en lo futuro cometería con Betsabé. En tanto se obedezca, se reciben las bendiciones. Con la perspectiva de la historia, uno podría sentirse tentado a preguntar por qué el Señor escogió a hombres que a la larga tropezarían para que fuesen líderes de la Iglesia, pero se debe recordar que, en el momento de su llamamiento, eran fieles.
Doctrina y Convenios 124:22–24, 56–83, 119–121. Edificar una casa de hospedaje donde los extranjeros pudieran reflexionar sobre la palabra del Señor
“El Espíritu de revelación dirige a los santos a construir un buen hotel para alojar a los extranjeros. No hay mayor incentivo para que los viajeros visiten un lugar que un buen hotel en el cual alojarse. Esta revelación demuestra que el Señor quería que los turistas del mundo visitaran a los santos y los conocieran de cerca. No debían rodearse de un muro que los aislara. No tenían nada que esconder del mundo.” (Smith y Sjodahl, Commentary, págs. 772–773.)
Doctrina y Convenios 124:25–27. “…edificad una casa a mi nombre, para que en ella more el Altísimo”
La construcción del Templo de Nauvoo fue el quinto intento de los Santos de los Últimos Días de edificar una casa del Señor. El primer intento fue en el condado de Jackson, Misuri; luego en Kirtland, Ohio; y, en seguida, en Far West y Adán-ondi-Ahmán, en Misuri; y, por último, en Nauvoo, Illinois. Solamente el Templo de Kirtland se terminó antes de que el de Nauvoo, pero fue profanado; al respecto, Brigham Young explicó lo siguiente: “Los miembros de la Iglesia tuvieron que huir por causa del pueblo, con gran esfuerzo y duro trabajo, encontraron lugares en Misuri donde pusieron las piedras angulares de templos, en Sión y sus estacas; y luego tuvieron que emprender la retirada e irse a Illinois para salvar la vida de los que pudieran salir vivos de Misuri, lugar donde mataron al apóstol David W. Patten con muchos de sus amigos, y donde José y Hyrum y muchos otros fueron arrojados a repugnantes calabozos y alimentados con carne humana. Pero antes de que todo eso ocurriera, el Templo de Kirtland cayó en manos de hombres inicuos que lo profanaron, como lo fue el Templo de Jerusalén y, en consecuencia, el Padre y el Hijo lo reconocieron ya como suyo” (Journal of Discourses, 2:32).
Doctrina y Convenios 124:28. ¿Qué significa “la plenitud del sacerdocio”?
El presidente Joseph Fielding Smith escribió lo siguiente: “José Smith dijo… ‘si un hombre recibe la plenitud del sacerdocio de Dios, debe relacionarla con Jesús la obtuvo, o sea, obedeciendo todos los mandamientos y sujetándose a todas las ordenanzas de la casa del Señor’. (History of the Church, 5:424.)
“Esperar que entendamos eso. Si queremos la plenitud del sacerdocio de Dios, entonces debemos recibir y guardar las ordenanzas de la casa del Señor.” (Doctrina de Salvación, tomo 3, pág. 140.)
Permítame exponerlo de otra forma. No importa qué oficio tengáis en esta Iglesia; podréis ser Apóstol, patriarca, sumo sacerdote o cualquier otro, pero no podréis recibir la plenitud del sacerdocio mientras no vayáis al templo del Señor y recibáis esas ordenanzas de las que habla el Profeta. Nadie puede recibir la plenitud del sacerdocio fuera del templo del Señor. Hubo una época en que ello era posible, pues el Señor podía darla en las cumbres de los montes; sin duda, fue allí donde Moisés la recibió y donde también la recibió Elías el Profeta; y el Señor dijo que, en los días de pobreza, cuando no había casa preparada en la cual recibir esas ordenanzas, éstas se podían recibir en las cumbres de los montes. Pero ahora tenéis que ir a la casa del Señor porque no podéis recibir la plenitud del sacerdocio a menos que vayáis allí.” (Elijah the Prophet, págs. 45–46.)
Doctrina y Convenios 124:29–36. Bautismos vicarios por los muertos
Estos versículos son la primera mención en las Escrituras de los últimos días referente al bautismo por los muertos. En una carta dirigida al Quórum de los Doce, de fecha 19 de octubre de 1840, el profeta José Smith dijo:
“Supongo que la doctrina del ‘bautismo por los muertos’ haya llegado a vuestros oídos antes de ahora, y quizá [haya] ocasionado algunas preguntas en vuestras mentes respecto de ella. En esta comunicación, no puedo daros toda la información que desearíais recibir sobre el tema; pero aparte del conocimiento que existe independientemente de la Biblia, quisiera decir que verdaderamente se practicaba en las iglesias antiguas; y S. Pablo trata de comprobar la doctrina de la resurrección por medio de dicha práctica, y dice: ‘De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?’ (1 Corintios 15:29.)
“Por primer vez mencioné la doctrina cuando públicamente cuando prediqué en los funerales de la hermana Seymour Brunson; y desde entonces he dado instrucciones generales sobre el tema en la Iglesia. Los antiguos santos se vieron obligados a bautizarse por sus muertos, que en su opinión habrían aceptado el evangelio si hubiesen tenido el privilegio de oírlo, quienes ya lo habrán recibido en el espíritu, por conducto de aquellos que fueron comisionados para predicárselos mientras estuvieron en prisión.
“Sin extenderme más en cuanto al tema, que vosotros probablemente veréis que es algo de la escala más extensa de lo que algunos han imaginado. Pero como el cumplimiento de este rito quedará limitado más particularmente a este lugar, no será necesario entrar en detalles; a la vez, siempre me da gusto comunicar cuanta información llega a mis manos, pero el espacio no me lo permite.”
(Enseñanzas, págs. 214–215.)
La revelación explica que la ordenanza del bautismo por los muertos se debe efectuar solamente en un lugar designado por el Señor. El efectuar dicha ordenanza fuera del templo fue admisible solamente en circunstancias especiales, como por ejemplo, antes de que se terminara el Templo de Nauvoo, el Señor permitió que la ordenanza se realizara en el río Misisipí. En octubre de 1841, el Profeta anunció que no se efectuarán más bautismos por los muertos hasta que se terminara la pila bautismal del templo. Ésta se terminó en noviembre, y los bautismos se reiniciaron el veintinueve de ese mes (véase Doctrina y Convenios 124:27–30).
Doctrina y Convenios 124:37–38. Las ordenanzas del templo en la antigüedad
El presidente Joseph Fielding Smith escribió lo siguiente: “En los versículos 37–39 (sec. 124), se pone en evidencia la importancia de las ordenanzas de la casa del Señor, donde se nos hace saber que se mandó a Moisés que edificara un templo portátil, llamado generalmente tabernáculo, el cual pudieran llevar consigo por el desierto. Ese tabernáculo es el mismo donde el joven Samuel escuchó la voz del Señor. (1 Samuel, capítulos 1 al 3.) Ese edificio sagrado fue posteriormente reemplazado por el Templo de Salomón. Muchas veces la gente se pregunta: ‘¿De qué índole eran las ordenanzas que se realizaban antiguamente en esos edificios?’ El Señor lo explica en los versículos citados anteriormente.
Cierto es que en el antiguo Israel no tenían hoy en plenitud de las ordenanzas como tenemos hoy en día, y es muy probable que la mayor parte —si acaso no toda— de lo que tuvieron el privilegio de efectuar haya pertenecido al Sacerdocio Aarónico. (Véase Doctrina y Convenios 84:21–26.) En los templos de los tiempos antiguos, tampoco trabajaron por la salvación de los muertos. Esa obra estaba reservada para después de la visita del Salvador al mundo de los espíritus, donde abrió la puerta de la prisión e hizo llevar el evangelio a los espíritus encarcelados” (Church History and Modern Revelation, 2:268).
Doctrina y Convenios 124:39–40. ¿Por qué se da al pueblo del Señor el mandamiento de construir templos?
El profeta José Smith enseñó que es designio eterno que se edifiquen templos a fin de proveer un lugar sagrado en el cual se puedan efectuar las ordenanzas del sacerdocio:
“¿Qué objeto podría tener el recogimiento de los judíos o el pueblo de Dios, en cualquier época del mundo?
“El objeto principal debe tener una casa al Señor, en la cual podría revelar a su pueblo las ordenanzas de su casa y las glorias de su reino, y enseñar a la gente el camino de la salvación; porque hay ciertas ordenanzas y principios que, para poder ser eficazmente practicados, deben efectuarse en un lugar o casa edificada para tal propósito.
“Se determinó en los concilios celestiales, antes que el mundo fuese, que los principios y leyes del sacerdocio se guardarían para siempre y serían revelados en toda época del mundo. Jesús instituyó un plan que recoja a los judíos, mas no superior alguno, pues toda ley, principio, poder y ordenanza que existían cuando el evangelio se instituyó sobre la tierra deben atenerse ni cambiarse las ordenanzas que fueron instituidas en los cielos antes de la fundación del mundo, en el sacerdocio, para la salvación de los hombres. Todos tienen que salvarse de acuerdo con los mismos principios.
“Dios prescribe el mismo fin con recoger a su pueblo en los últimos días: la edificación de una casa al Señor, una casa donde puedan ser preparados para las ordenanzas e investiduras, lavamientos, unciones, etc. Una de las ordenanzas de la casa del Señor es el bautismo por los muertos. Dios decretó antes de la fundación del mundo que dicha ordenanza se administrase en una pila bautismal para ese fin en la casa del Señor.” (Enseñanzas, págs. 375–376.)
Doctrina y Convenios 124:40–44. Que se construya una casa “para que en ella pueda yo revelar mis ordenanzas a mi pueblo”
Después de instruir a los líderes de la Iglesia en cuanto a las ordenanzas del templo, el profeta José Smith declaró que solamente las personas de inclinación espiritual comprenderían cabalmente esas ordenanzas y que éstas tenían que ser reveladas en el templo:
“…Las comunicaciones que revela a este grupo fueron de cosas espirituales, y sólo los de ánimo espiritual las habrían de recibir; y nada se revela a estos hombres que no se habrá de saber a todos los santos de los últimos días, en cuanto estén preparados para recibirlo, y se preparen un lugar propio para comunicarlas, si, aún al más débil de los santos. Por lo tanto, sean diligentes los santos en edificar el templo y todas las cosas que Dios les ha mandado o les mande erigir; y esperen su tiempo con paciencia, llenos de mansedumbre y fe, recordando a Isaías el fin, con el firme conocimiento de que todas las cosas que han tratado en este concilio siempre son gobernadas por el principio de la revelación.” (Enseñanzas, pág. 217.)
Doctrina y Convenios 124:45. “Y si los de mi pueblo escuchan mi voz”
Las revelaciones de Dios vienen por medio de sus siervos escogidos. Las palabras de éstos señalan claramente la conducta que conduce a la salvación. Para prestar atención a sus palabras, particularmente las del Profeta viviente, acarreará la pérdida de incontables bendiciones, como lo explicó el presidente George Q. Cannon:
“¿Podemos hacer algo mejor que mostrar respeto a nuestros líderes, siervos de su Señor, tratándolos con reverencia, pidiendo su consejo y buscando su guía? Sé que oramos a Dios por el bien de Él, para que sea inspirado de lo alto. ¿Creéis en vuestras oraciones? ¿Creéis que Dios lo inspira? ¿O le inspira? Espero que lo creáis; y confío en que, por experimentar ese sentimiento, os sintáis impulsados a una manera mejor de vivir. . . Diremos que amamos a nuestros deseos guardados; estimamos correcto ser guiados en asuntos de doctrina, etc.; pero en otros asuntos, que son tan importantes y necesarios para la salvación y conservación de este pueblo, no deseamos que se nos guíe. Santos de los Últimos Días, eso no puede ser. No podéis apartaros de esta autoridad y seguir siendo Santos de los Últimos Días, porque os desasistís de la Iglesia de Dios, puesto que todo lo que tenéis se basa en el reconocimiento de esta autoridad.” (En Conference Report, abril de 1900, pág. 13.)
Doctrina y Convenios 124:46–48. Y si los de mi pueblo “no escuchan mi voz”
“En general, los miembros de la Iglesia trabajaron diligentemente y con gran abnegación en la construcción del templo, pero el espíritu de apostasía se apoderó de muchos de los que ocupaban puestos de liderazgo en Nauvoo, tal como había sucedido en el condado de Jackson y en Kirtland. Profanaron el santuario y todo lo que en él había. Acarrearon sobre sí y sobre la Iglesia ira, indignación y juicios (vers. 48). Por causa de la desobediencia de la isla, la Iglesia fue sometida a otro zarandeo mediante el cual se separó la cizaña del trigo.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 779.)
Doctrina y Convenios 124:49–55. Cuando los enemigos estorban la obra
El presidente Charles W. Penrose explicó lo que sucede cuando se impide a los miembros de la Iglesia cumplir un mandamiento de Dios: “El Señor dice que siempre que da un mandamiento a los hijos de los hombres, no importa de qué se trate, y éstos se esfuerzan todo lo que pueden por cumplir el mandamiento y se disponen a hacer lo que se les ha mandado, pero sus enemigos o alguna otra circunstancia se lo impiden, Él no lo requiere más de parte de ellos y acepta su ofrenda. Así ha sucedido en el pasado y sucederá en el futuro, y deberíamos recordarlo. Si Dios da un mandamiento y nosotros no lo obedecemos, Él lo revoca y revoca las bendiciones. Si Él nos da un mandamiento de efectuar determinadas cosas y no podemos cumplirlo ya sea por leyes que nos prohíben realizarlo o porque otras personas nos lo impidan por la fuerza, el Señor no requerirá más de nosotros sino que aceptará nuestra ofrenda y visitará a su iglesia con indignación a los que impidan a su pueblo hacer lo que Él les mandó.” (En Conference Report, abril de 1924, págs. 13–14.)
Doctrina y Convenios 124:84. “…ambición impura en su propio criterio en lugar del consejo que yo ordené”
Almon Babbitt recibió un llamado del Señor por autoridad del Profeta y por causa de su conducta, el Señor comparó al hecho de levantar un becerro de oro. Como lo explican Smith y Sjodahl:
“Por lo visto, ‘la principal ambición de Almon Babbitt era la de hacer dinero’. . . aconsejó a los santos salir de Nauvoo, en contra del consejo de los líderes de la Iglesia. Tal vez estaba interesado en la venta de tierras en alguna otra parte. Cuando en 1848, cuando los miembros de la Iglesia salieron de Nauvoo, Babbitt fue nombrado uno de los encargados de los bienes raíces en unas manos de los deudores y propiedades abandonadas para que las vendieran al mejor precio asequible. Podemos deducir la forma en que cumplió con ese deber de las palabras de Heber C. Kimball, las cuales se mencionan a continuación: ‘Mi casa se vendió en 170 dólares. El dinero de la venta se había de emplear en ayudar a congregar a los miembros de la Iglesia, pero supo que Almon W. Babbitt se lo guardó en su propio bolsillo.’” (Journal of Discourses, tomo VIII, pág. 350)” (Commentary, pág. 784.)
Doctrina y Convenios 124:87–90, 97–102. ¿Obedeció William Law la palabra del Señor y recibió por eso las bendiciones prometidas?
“A William Law se le ofrecieron oportunidades maravillosas, las cuales desaprovechó y no aprovechó. Si hubiera hecho fielmente lo que Dios le encomendó, habría recibido las bendiciones prometidas, pero al no obedecer al Señor, ni siquiera su llamamiento a la Primera Presidencia pudo salvarlo de caer. Al perder el Espíritu de Dios, se convirtió en uno de los más encarnizados enemigos de la Iglesia. Los apóstatas y los perseguidores se juntaron a su alrededor, y él intentó formar su propia iglesia.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 785.)
Doctrina y Convenios 124:91–96. ¿Qué derechos especiales fueron otorgados a Hyrum Smith?
Joseph Smith, padre del Profeta, fue el primer patriarca de la Iglesia en esta dispensación. Lo sucedió en calidad de patriarca su hijo Hyrum. Además, Hyrum serviría en el oficio de segundo élder de la Iglesia. Tras citar Doctrina y Convenios 124:94, el presidente Joseph Fielding Smith dijo:
“Esa fue una bendición especial que se otorgó a Hyrum Smith y, al aceptarla, pasó a ocupar el lugar de Oliverio Cowdery, a quien esas llaves se habían conferido anteriormente. Se debe tener presente que cada vez que el Señor reveló el sacerdocio y las llaves del mismo desde los cielos, Oliverio Cowdery estuvo al lado de José Smith en la presencia de mensajeros celestiales y recibió, al igual que José, toda esa autoridad. La poseían conjuntamente; José Smith como el ‘primer élder de la Iglesia y Oliverio como tal ‘segundo’ élder. Así se estableció plenamente la ley referente a los testigos, pues había dos testigos con la autoridad, las llaves y la presidencia a la cabeza de ésta, la mayor de todas las dispensaciones. Cuando, por transgresión, Oliverio Cowdery perdió esa bendición maravillosa y gloriosa, y Hyrum Smith fue elegido por revelación del Señor para ocupar el lugar de aquél, el Señor llamó a éste con las palabras que se citan a continuación [Doctrina y Convenios 124:95–96].
“Y así, de acuerdo con la promesa, el Señor despejó la visión de Hyrum Smith y le mostró aquellas cosas que eran necesarias para que llenara los requisitos de ese cargo glorioso y así se le preparó, por medio de los dones del Espíritu, de la autoridad, mediante las cuales él, Hyrum Smith, quedaría asociado con su hermano menor como testigo, portador de la verdad y el nuevo testamento del Señor, el Señor Jesucristo.” (Doctrines of Salvation, tomo I, págs. 51–52.)
La mención de que el nombre de Hyrum se guardaría “en memoria honorable de generación en generación” se ha cumplido cabalmente (Doctrina y Convenios 124:96).
Doctrina y Convenios 124:103–10. ¿Por qué se dio una amonestación a Sidney Rigdon?
Smith y Sjodahl exponen algunos antecedentes históricos de esa amonestación:
“Según la información general, Sidney Rigdon se encontraba en cierto grado bajo la influencia del espíritu de apostasía. Se dice que cuando estaba en la cárcel de Liberty, dijo a sus compañeros de prisión que los sufrimientos del Señor no habían sido nada en comparación con los del él y que mientras los fieles miembros de la Iglesia se esforzaban denodadamente por terminar el Templo de Nauvoo, él no les había dado ninguna palabra de aliento. Como consecuencia de esa disposición de ánimo, no tenía buena salud. Como los corintios que participaban indignamente de la Santa Cena (1 Cor. 11:30), estaba ‘enfermo y debilitado’. Por lo tanto, el Señor le señala la causa de sus males y le promete sanarlo si cumple con su deber y apoya al Profeta como un verdadero consejero.”
“Pocos meses después de esa revelación, Sidney Rigdon tuvo una experiencia notable. Su hija Eliza enfermó de gravedad, y el médico que la atendía afirmó que había muerto; pero poco después de fallecer, se incorporó en el lecho y dijo que había vuelto para dar un mensaje del Señor. Entonces pidió que la familia se reuniera a su alrededor. A su hermana Nancy y le dijo: ‘Está en tu corazón negar esta obra; pero si lo haces, ¡el Señor dice que será para la condenación de tu alma!’ A su hermana Sarah le dijo: ‘Sólo tenemos una ocasión de morir, y yo preferiría morir ahora y no en otro momento’. Después de hablar un poco más, se desvaneció, pero volvió a recuperar el sentido. A la noche siguiente, llamó a su padre y le dijo que el Señor la sanaría si él dejaba de llorar por ella. Sidney Rigdon contó esa manifestación del poder de Dios en el transcurso de una reunión pública efectuada el 29 de agosto de 1842 y añadió su firme determinación de ser leal al profeta José y a la Iglesia. En la misma ocasión, Hyrum Smith le recordó a Sidney Rigdon el contenido de esta revelación, en la que el Señor Rigdon que si Sidney se muda a la ciudad y defiende la verdad, será sanado; e indicó que la mejoría del estado de salud de Sidney era el cumplimiento de esa revelación (History of the Church, tomo V, págs. 121–123). Sin embargo, pese a todo, Rigdon finalmente se extravió. No obstante, no llegó tan lejos en la iniquidad, en lo que sí Sidney, John Rigdon, quien se unió a la Iglesia, que Sidney nunca fue enemigo de la Iglesia.” (Commentary, págs. 788–789; véase también History of the Church, 5:121–123.)
Doctrina y Convenios 124:115–118. ¿En qué consistieron la necesidad y las malas obras de Robert D. Foster?
Sperry escribió: “Lamentablemente, Foster fue otro de los que resistió atención al consejo del Señor. Después de que le habló el Profeta hizo promesas de obediencia, pero cuando, fue uno de los desleales que hizo falsas acusaciones en contra de José Smith, y aun conspiró para hacer matar al Profeta” (Compendium, pág. 744).
Doctrina y Convenios 124:127–146. La relación que hay entre el ‘profeta’ y ‘patriarca’
“Hyrum Smith fue nombrado para ser patriarca de la Iglesia en tanto que José Smith fue nombrado para ser ‘el élder presidente de toda mi iglesia’. La forma en que está expresado el llamamiento de Hyrum (véase Doctrina y Convenios 124:124) ha llevado erróneamente a algunos a sostener la idea de que el oficio de Patriarca de la Iglesia excede al de Presidente de la misma. Después de la muerte de José y de Hyrum, William Smith, hermano menor de José, fue llamado al oficio de Patriarca. Más adelante, algunos apóstatas sostuvieron que Hyrum tenía tanto a la misma estatura sobre Brigham Young y los demás miembros del Quórum de los Doce. En 1845, John Taylor, que entonces era miembro del Quórum de los Doce, contestó a esa demanda:
“Leemos que ‘el deber del Presidente del oficio del sumo sacerdocio es presidir a toda la Iglesia, y ser semejante a Moisés’ (Doctrina y Convenios 107:91). Allí vemos que es evidente que el presidente de la Iglesia, y no el patriarca, es llamado de Dios para presidir.
“El presidente de la Iglesia preside ante todos los patriarcas, los presidentes y los consejos de la Iglesia; y esa presidencia no depende tanto de la línea de descendencia como del llamamiento, del orden y de la precedencia por antigüedad. Todo lo que enseñaron los hermanos de Jesús [véase Mateo 13:55] y Juan era su discípulo amado; sin embargo, Pedro. . . [recibió] las llaves y presidió a toda la Iglesia. El hermano William estaba en el Quórum de los Doce, pero no era el presidente de los Doce en dicha su hermano, ni lo fue después; y si la ordenación de patriarca lo hubiera convertido en presidente de la Iglesia, esa acción hubiera convertido en presidentes de la Iglesia a José Smith, padre, y a Hyrum Smith, en lugar de José.”
“El hermano William comprende el asunto, y si no fuera por la necedad de algunos hombres, no habría necesidad de hacer estas aclaraciones.” (En Times and Seasons, 1° de junio de 1845, págs. 921–922.) Ya para entonces, Brigham Young había sido elegido por el Señor para presidir a los Doce (véase Doctrina y Convenios 124:127).
Doctrina y Convenios 124:127–30. El Consejo de los Doce Apóstoles
Véase Doctrina y Convenios 107:33–34, 38 y Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 107:23.
Doctrina y Convenios 124:130. “Nadie le quita su sacerdocio”
Aunque el élder David W. Patten estaba muerto, su sacerdocio seguía vigente, como lo expuso el presidente John Taylor:
“Pero el hecho de que haya muerto no acarrea cambio alguno en relación a su sacerdocio. Él lo tiene en los cielos tal como lo tuvo en la tierra. . .
“. . . si el sacerdocio ejerce la autoridad en el tiempo de esta tierra y en la eternidad, si los quórumes de esta clase se organizan en la tierra y este sacerdocio no les es quitado sino que sigue con ellos en los cielos, no creo que deseemos alterar el orden del sacerdocio en la tierra; y, por lo visto, es indispensable que conservemos sagrados estos principios de perpetuidad y continuidad entre nosotros.” (Gospel Kingdom, pág. 185.)
Doctrina y Convenios 124:131–132. El sumo consejo
Véase Doctrina y Convenios 102 y Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 107:36–37.
Doctrina y Convenios 124:133–137. “Quórum de sumos sacerdotes” y “el quórum de élderes”
El presidente Joseph F. Smith explicó el lugar que ocupan los quórumes de sumos sacerdotes y de élderes en las estacas y la función de ellos:
“En cada estaca de Sión, tenemos una organización que se llama quórum de sumos sacerdotes, a la cual pertenecen todos los sumos sacerdotes de las iglesias, incluyendo a la presidencia y a los miembros del sumo consejo de la estaca, y también a los obispos y sus consejeros, a todos los patriarcas y a todos los demás que hayan sido ordenados al oficio de sumo sacerdote en la Iglesia. . . Pero es el deber de sus quórumes y de sumos sacerdotes actuar en su llamamiento y no permanecer en haras nada y ser indiferentes a los intereses de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ni indiferentes a la obra de la salvación de las almas de las personas. Se espera que este quórum del sacerdocio, en las diversas estacas de Sión, vele por todos los intereses de la estaca; esto es, que enseñe la justicia; que se encargue de observar que quienes tengan la autoridad de presidir en las estacas de Sión sean hombres rectos, honrados, puros y humildes y aptos para los puestos que sean llamados a ocupar. En forma, este consejo del sacerdocio constituye un consejo de poder e influencia en la Iglesia. . .
“. . . un consejo o quórum de élderes está constituido por 96 élderes. En cada estaca, puede haber un número de consejos o quórumes de élderes. . . El deber de los integrantes de este quórum es ser ministros residentes; estar listos para responder al llamado de los oficiales que presiden en la Iglesia y en la estaca; trabajar en el ministerio en el lugar en que residen o ir a cualquier otro llamamiento que les sea requerido, ya sea trabajar en los templos o . . . al ser llamado, ‘junto con los setentas, a predicar el evangelio al mundo.’” (En Conference Report, octubre de 1904, págs. 3–4; véase también la Explicación M, en el Apéndice.)
Doctrina y Convenios 124:138–142. Los Setenta, el Obispado Presidente y el Sacerdocio Menor
En la Explicación Y y en las Notas y comentario de Doctrina y Convenios 68:13–21; 107:15–17, 68–75, 93–97, se analizan tanto los oficios como los quórumes del sacerdocio.
Doctrina y Convenios 124:143–145. “Aprobar en mi conferencia, los nombres”
La presentación de un nuevo Presidente de la Iglesia (es decir, la reorganización de la Primera Presidencia) sigue el modelo de una asamblea solemne, el cual se empleó por primera vez en Kirtland, Ohio, el 27 de marzo de 1836 (Véase History of the Church, 2:411, 416–418; véase también Orson Pratt en Journal of Discourses, 19:118). La manera de dirigir las asambleas solemnes se dio a la Iglesia “por revelación, el orden de las cosas tal como existió en los días antiguos, en la dispensación de los patriarcas antediluvianos y su orden de gobierno” (Orson Pratt, en Journal of Discourses, 22:36).
En la reorganización de la Primera Presidencia después de la muerte del presidente Brigham Young, el presidente John Taylor fue sostenido mediante voto. “Los votos se tomaron primeramente en cada quórum y, habiendo votado afirmativamente cada quórum, entonces se tomó el voto de los presidentes de los diversos quórumes y luego el de todos los quórumes y de la congregación de hombres, mujeres y niños.” (John Taylor, en Journal of Discourses, 22:40; véase también Roberts, Life of John Taylor, págs. 339–341.)
El presidente J. Reuben Clark, hijo, en Conference Report, abril de 1951, pág. 136:
“Al ejercer el privilegio de sostener o de rehusar sostener a sus oficiales, los miembros de la Iglesia actúan de acuerdo con el principio del derecho común” (véase Notas y comentario de Doctrina y Convenios 26:2).
Sección 125
La voluntad de Dios para los santos de Iowa
Antecedentes históricos
No todos los miembros de la Iglesia que fueron expulsados de Misuri encontraron asilo en Illinois. Algunos se afincaron en Iowa, al otro lado del Misisipí, frente a Nauvoo. La revelación en que se les dio tal indicación vino en respuesta a una pregunta respecto a si debían quedarse en Iowa o congregarse sobre la ribera del lado de Illinois. Uno de los primeros en sugerir a los miembros de la Iglesia la idea de establecerse en Iowa fue el Dr. Isaac Galland, quien había vendido la tierra en la cual se construyó Nauvoo. El presidente Joseph Fielding Smith escribió lo siguiente: “En una carta que envió a David W. Rogers, el Sr. Galland sugería que los miembros de la Iglesia se establecieran en lo que en esa época era el territorio de Iowa, pues opinaba que allí, bajo la jurisdicción de los Estados Unidos, estarían mejor protegidos de los populachos que en cualquiera de los estados de la Federación, ‘donde el asesinato, la rapiña y el hurto son admirables (!); rasgos de carácter del demagogo y donde los peores villanos frecuentemente alcanzan los puestos más altos’. También escribió al gobernador Robert Lucas, de Iowa, que hablaba conociendo a los ‘mormones’ en Ohio, y hablaba altamente de ellos como buenos ciudadanos” (véase Elementos de la Historia de la Iglesia, pág. 380).
El terreno de Iowa se ofreció en 1839, así como también el éxodo desde Misuri. La revelación de la sección 125 de Doctrina y Convenios se recibió en 1841, cuando muchos de los miembros de la Iglesia ya se habían establecido en Iowa y se dirigía a ellos. Antes de la llegada de los Santos de los Últimos Días, había en el condado de Lee, Iowa, 2,839 residentes. Hacia 1846, el número había ascendido a 12,860 habitantes, muchos de los cuales eran Santos de los Últimos Días.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 125:1. El preguntar a Dios abre las puertas a la revelación
Este versículo es una de las preguntas del profeta José Smith al Señor en la cual le pide más luz y conocimiento. El prototipo de la revelación es cuando la persona que desea recibir una respuesta del Señor eleva una oración a Él y le pide con humildad y con fe; entonces el Señor responde a esa debida petición. “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). El Señor explicó que quienes permanecen en las tinieblas se encuentran en ese estado porque no consultan ni piden al Señor o le piden impropiamente. Tal como lo explicó Santiago: “…no tenéis lo que deseáis, porque no pedís” (Santiago 4:2).
Doctrina y Convenios 125:2. ¿Se consideró Iowa como una residencia permanente?
El Señor dijo a los santos: “…congréguense en los lugares que les señalaré” en preparación “para lo que está reservado para una época que está por venir” (Doctrina y Convenios 125:2). En esa forma, en esta revelación de marzo de 1841 se presagiaba el éxodo de los Santos de los Últimos Días hacia las montañas Rocosas, el cual se produciría en los años 1846–47. Iowa fue lugar temporal de recogimiento para quienes fueron expulsados de sus casas en Illinois.
Doctrina y Convenios 125:3. ¿De dónde proviene el nombre de Zarahemla? ¿Dónde estaba esa ciudad?
Se ignora el significado exacto del vocablo Zarahemla. Este proviene del relato del Libro de Mormón del pueblo que llegó a las Américas después de que Jerusalén en la época del rey Sedequías fue llevada cautiva a Babilonia. Se llamaron el pueblo de Zarahemla, que era el nombre de su líder; vivieron en la ciudad llamada Zarahemla, a orillas del río llamado Sidón (véase Omní 1:12–19).
Era común en los tiempos del Libro de Mormón “dar a sus tierras, ciudades y lugares sus nombres, el nombre de su primer poseedor” (Alma 8:7). Entre los Santos de los Últimos Días, se volvió una costumbre dar a sus colonias nombres tomados del Libro de Mormón. Por ejemplo, en el estado de Utah, encontramos ciudades con el nombre de Nephi [Nefi], Moroni, Manti [Manti] y Bountiful [Abundancia].
Una de las primeras colonias que recibió su nombre de esa manera fue Zarahemla, en Nashville, condado de Lee, Iowa. “Esta colonia fue fundada por los miembros de la Iglesia en 1839, en las tierras altas, aproximadamente a un kilómetro y medio al oeste del río Misisipí, cerca de Montrose y frente a Nauvoo, Illinois. La Iglesia había comprado una gran extensión de tierras en esa región. En una conferencia que se realizó en Zarahemla el 7 de agosto de 1841, setecientos cincuenta miembros de la Iglesia estuvieron representados, de los cuales trescientos veintiséis vivían en Zarahemla. Pero cuando los Santos salieron hacia las montañas Rocosas, la ciudad desapareció.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 796.)
Doctrina y Convenios 125:4. ¿Qué importancia se le daba a la ciudad de Nashville?
El presidente Joseph Fielding Smith escribió: “También adquirieron extensos terrenos del otro lado del del río, en el territorio de Iowa. Se compró la aldea de Nashville, en el condado de Lee, con ocho mil hectáreas contiguas, así como otros lugares frente a Nauvoo. El Profeta instruyó que allí se edificara una ciudad con el nombre de Zarahemla. Varios de los miembros de la Iglesia se habían establecido en esos terrenos cuando fueron expulsados de Misuri, y parecía ser un sitio adecuado para una colonia permanente.
» .. .Parecía que se tenía por objeto que los Santos de los Ultimos Dias se extendieran ampliamente y formaran organizaciones en varias partes de la región.» (Elementos de Historia de la Iglesia, págs. 282-283.)
El plan se abandonó después que se organizó una estaca en Iowa el 5 de octubre de 1839, bajo la dirección del élder John Smith, tío del Profeta. Poco después, el 6 de enero de 1842, la estaca se disolvió, pero el hermano Smith siguió presidiendo a los santos en Iowa, cuyo número siguió aumentando por motivo de los inmigrantes que llegaban, hasta el éxodo a Utah. (Véase 1981 Church Almanac, pág. 140.)
Sección 126
Brigham Young: Bienamado del Señor
Antecedentes históricos
“En julio de 1841, los Apóstoles comenzaron a volver a Nauvoo luego de cumplir sus misiones en Europa; el retorno de ellos fue un gran consuelo para el Profeta en aquellos momentos de aflicción. En una conferencia especial que tuvo lugar en Nauvoo el 16 de agosto de 1841, poco después del regreso de los Doce, José declaró a los que se encontraban allí reunidos que había llegado el momento en que los Apóstoles debían ocupar su lugar al lado de la Primera Presidencia. Habían sido fieles, habían soportado la carga y el calor del día al llevar la victoria del evangelio a las naciones de la tierra y era justo que, después de eso, se quedaran en su país para trabajar en Sión.” (Cannon, Life of Joseph Smith, pág. 374.)
Aunque ya no se requería a Brigham Young que dejara a su familia, él cumplió algunas misiones de corto plazo: una por los estados de los Estados Unidos de aquella época para refutar las calumnias que habían diseminado John C. Bennett y otros apóstatas (septiembre de 1842 a noviembre de ese mismo año); una misión al este del país para recaudar donaciones para el Mesón de Nauvoo y el Templo de Nauvoo (de junio al 23 de octubre de 1843). Unos años más tarde se postuló como candidato a la presidencia de los Estados Unidos (21 de mayo al 6 de agosto de 1844) (Wade Whitney, Life of Heber C. Kimball, págs. 330–331, 334–337, 342).
Además de poder pasar mucho más tiempo con su familia después de esta revelación de lo que le había sido posible en los años anteriores, Brigham Young también estuvo cerca del profeta José la mayor parte del tiempo (veintiocho de los últimos treinta y seis meses de la vida de José).
Es evidente que el Señor, conociendo el futuro de Brigham Young y el futuro de la Iglesia, mantuvo a Brigham cerca de José para que aprendiera las lecciones fundamentales que tendría que saber para dirigir la Iglesia tras la muerte de José. Era apropiado que el Señor le hablara a este siervo obediente, mediante el profeta José Smith, en su propia casa.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 126:1. Tiempo de aprendizaje y de preparación
El Señor llamó a Brigham Young para que permaneciera en Nauvoo y dirigiera la obra en calidad de Presidente del Quórum de los Doce. La sabiduría de tal paso quedó claramente manifestada en años posteriores cuando Brigham Young fue elegido por el Señor para suceder a José Smith. El profeta José fue la inspiración principal de la vida de Brigham Young; no había dolor demasiado intenso, ni inconveniente demasiado grande que le impidiera estar donde estaba José y aprender de él. Hablando de los momentos que pasó en presencia del Profeta, Brigham Young dijo una vez: “En los días del profeta José Smith, esos momentos fueron para mí más valiosos que toda la riqueza del mundo. No me importaba el grado de mi pobreza —si yo tenía que pedir prestado para alimentar a mi esposa e hijos, nunca dejé pasar de largo oportunidad alguna para aprender lo que el Profeta tenia que ensenarme» (en Nibley, Brigham Young, pág. 28).
Doctrina y Convenios 126:2–3. El afán y el sacrificio de Brigham Young le fueron contados por justicia
Dijo el presidente Brigham Young: “Llegué a esta Iglesia en la primavera de 1832. Antes de ser bautizado, fui a una misión a Canadá y pagué mis propios gastos. Y desde cuando fui bautizado hasta los días de nuestro pesar y aflicción con el martirio de José y de Hyrum, no hubo verano en el que yo no hubiera andado viajando y predicando, y lo único que recibí de la Iglesia, durante más de doce años, y el único pago que alguna vez me dio el Profeta, que yo recuerde ahora, fue en 1842, cuando el hermano José me envió la mitad de un lechón [cochinillo de leche] que los hermanos le habían regalado. Yo no se lo pedí” (en Journal of Discourses, 4:34).
A lo largo de su vida como miembro y Apóstol, Brigham Young dio generosamente sin pensar en ganancia personal. Se mantuvo económicamente tanto en su país como en el extranjero y su familia no dependió de nadie. Además, ayudó a financiar la obra con el producto de su propio trabajo a todos los lugares a los cuales iba (véase Journal of Discourses, 4:34–35).
Brigham Young fue el vivo ejemplo del principio espiritual que enseñó el profeta José Smith: “La religión que no requiere el sacrificio de todas las cosas no tiene suficiente poder para producir la fe necesaria para la vida y la salvación” (Lectures on Faith, 6:7).
Sección 127
El Templo de Nauvoo y el bautismo por los muertos
Antecedentes históricos
Ya para el 10 de agosto de 1840, en el poderoso discurso pronunciado en el funeral de Seymour Brunson, el Profeta introdujo el principio del bautismo por los muertos ante una congregación compuesta de miembros de la Iglesia. Desde entonces, éste fue tema frecuente de los discursos que daban los líderes de la Iglesia, y se efectuaron bautismos por los muertos en el río Misisipí (véase Joseph Smith Letter Book [libro de correspondencia de José Smith], 6 de noviembre de 1838 a 9 de febrero de 1844, Historical Department, The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, Salt Lake City, págs. 190–196; véase también Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 124:29–36).
En agosto, las actas de la conferencia general de la Iglesia que se llevó a cabo en Nauvoo el 3 de octubre de 1841 indican que el Profeta declaró que era la voluntad del Señor que cesaran los bautismos por los muertos hasta que se pudieran efectuar en su casa (véase History of the Church, 4:426). Los primeros bautismos por los muertos efectuados en el Templo de Nauvoo, que aún no se había terminado, comenzaron a efectuarse el domingo 21 de noviembre de 1841 (véase History of the Church, 4:454).
Hacia el verano de 1842, la persecución había aumentado al punto de que el profeta José Smith se vio obligado a esconderse para conservar la vida. Recibió revelación mientras se encontraba escondido en la casa del hermano Taylor, padre de John Taylor. Al paso que recibía revelaciones que aclaraban el orden del bautismo por los muertos en la casa del Señor, el Profeta enviaba instrucciones por carta a los miembros de la Iglesia, como lo indican los párrafos anteriores.
Antes de que el profeta José enviara a los miembros de la Iglesia esta revelación y la sección 128 de Doctrina y Convenios, una persona desconocida intentó dar muerte al que había sido gobernador de Misuri, el Sr. Boggs. Se acusó del hecho a Orrin Porter Rockwell, un mormón, y a José Smith de ser su cómplice. Los residentes de Misuri inmediatamente tomaron medidas para que el gobernador de Illinois, Thomas Carlin, entregara por extradición a José Smith a Misuri para responder a esas falsas acusaciones. “Eso fue una conspiración para hacer volver al Profeta a Misuri y entregarlo en manos del populacho. El gobernador Carlin, de Illinois, se unió a esa conjuración en contra de todo principio legal, como se supo posteriormente en el juicio que se efectuó en Springfield [Illinois]. . . .
Desde su escondite, el Profeta envió estas dos cartas (las secciones 127 y 128 de Doctrina y Convenios) por revelación a la Iglesia” (Smith, Church History and Modern Revelation, 2:238).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 127:1. ¿Por qué los enemigos de José Smith le persiguieron sin tener causa?
El presidente Brigham Young preguntó: “¿Por qué fue perseguido de vecindario en vecindario, de ciudad en ciudad, de estado en estado y, por último, asesinado? Porque recibía revelaciones del Padre y del Hijo y le ministraban ángeles santos; porque publicó al mundo la voluntad del Señor referente a sus hijos en la tierra. Repito, ¿por qué fue perseguido? Porque reveló al género humano una religión tan sencilla y tan fácil de entender, compatible con la Biblia y verdadera. Es ahora como lo fue en los tiempos del Salvador; que la gente crea y ponga en práctica estos principios sencillos y divinos, y será como lo fue en el mundo antiguo” (en Journal of Discourses, 18:231).
Doctrina y Convenios 127:1. “Las más negras de las falsedades”
En el transcurso de su vida, el profeta José Smith fue acusado de muchas perversidades: el error hecho al lanzar una acusación en contra de él equivalía a establecer dicha acusación como verdadera. En tal imprudencia llegó a caer el profeta mormón. Él nunca quebrantó la ley (de haberlo hecho, no se habría negado a someterse a ella), pero muchos se presentaron ante los tribunales, juraron en falso y mintieron contra el Profeta; los tribunales caían como evidencia esos testimonios y se negaron al testimonio en favor del Profeta. Al enterarse de quiénes eran los testigos falsos, el presidente José Smith hablaba invitando a la Iglesia a designarlos, los apodos que usaban los falsos predicadores, o simplemente el nombre por el cual el testigo perjuro había presentado (véase History of the Church, 3:211–213). Verdaderamente Satanás lanzaba su corazón sobre los hombres intentando destruir al ungido del Señor.
El presidente Brigham Young dijo de las persecuciones dirigidas contra José Smith: “José, nuestro profeta, fue acosado, desolado, atacado y perseguido, y aunque en estos Estados Unidos se promulgó una ley que pesara en su contra, dado que nunca violó ley alguna, según lo que sé con seguridad, fue acusado en cuarenta y seis delitos, y en todos esos casos hubo un ‘Sr. Clérigo’ [un ministro religioso o un predicador] a la cabeza del populacho que lo buscaba y perseguía. Cuando José y Hyrum fueron asesinados en la cárcel de Carthage, la turba de hombres de rostros pintarrajeados estaba dirigida por un predicador” (en Journal of Discourses, 14:199).
“En cuarenta y siete enjuiciamientos hechos a José Smith, nunca se probó que hubiera sido culpable de haber violado las leyes de su país. Lo acusaron de traición porque no participó en las maldades de los bárbaros” (Brigham Young, en Journal of Discourses, 10:111).
Doctrina y Convenios 127:1. “…he dejado mis asuntos en manos de agentes y empleados”
En las ocasiones en que el Profeta se vio obligado a huir para salvar la vida, tuvo por fuerza que dejar sus asuntos de negocios en manos de amigos o personas en los que confiaba. Uno de ellos fue Oliver K. Granger, quien administró los asuntos financieros del Profeta después que José salió de Kirtland en enero de 1838 (véase Doctrina y Convenios 117:12–15; History of the Church, 3:164–165).
Aunque no se dan los nombres de los agentes y empleados que aquí se mencionan, se sabe que William W. Phelps, William Clayton, Willard Richards y James Sloan eran secretarios en la oficina del Profeta en ese tiempo.
Doctrina y Convenios 127:2. La preordenación de José Smith suponía sus futuras pruebas en la vida
El presidente Brigham Young dijo que “se decretó, en los concilios de la eternidad, mucho antes que se establecieran los fundamentos de la tierra, que él [José Smith] sería el hombre que, en esta la última dispensación de este mundo, sacaría a luz la palabra de Dios a la gente y recibiría la plenitud de las llaves y el poder del Sacerdocio del Hijo de Dios. . . fue preordenado en la eternidad para presidir en esta última dispensación” (en Journal of Discourses, 7:289–290). Como el único propósito de Satanás es malograr la obra de Dios, se sabía de antemano que el Profeta estaba destinado a sufrir pruebas y persecución.
Doctrina y Convenios 127:4. ¿Por qué recibieron los miembros de la Iglesia el mandato de terminar el Templo de Nauvoo?
En 1842, empezaba, tanto para el Profeta como para los miembros de la Iglesia, una etapa de persecución que bien pudo haber dado a éstos la razón para dejar de trabajar en un edificio que tal vez nunca llegarían a usar. De hecho, la última etapa de la construcción del templo se terminó después que todos ellos debieron de evacuar Nauvoo en 1846. No obstante, durante toda la persecución, se mostraron grandes heroísmos y sacrificios para sostener la fe y en los años de sufrimiento y muerte que les sobrevinieron, se sintieron inspirados a seguir la obra tal como antes de que se dedicara otro templo del Señor.
Doctrina y Convenios 127:6–7. El deber de llevar un registro de la obra por los muertos: el principio de una doctrina trascendental
Desde el principio del mundo, ningún pueblo en ninguna época de la historia de esta tierra ha recibido una mayordomía como la de los Santos de los Últimos Días. En el meridiano de los tiempos, los santos también efectuaron la obra por los muertos (véase 1 Corintios 15:29), pero los Santos de los Últimos Días tenemos la responsabilidad de efectuar la mayor parte de la obra de la salvación de los muertos. En estos versículos, el Señor expuso un método de orden y exactitud en la ejecución de esa obra.
Doctrina y Convenios 127:7. “…a fin de que todo lo que… liguéis en la tierra, sea ligado en los cielos”
“Lo que se liga o sella en los templos del Señor,” escribió el presidente Joseph Fielding Smith, “es también sellado en los cielos. Esa es la gran autoridad que restauró [el Profeta]. También abarca las ordenanzas tanto de los vivos como por los muertos. El Profeta dijo que todas las ordenanzas para los vivientes se deben hacer también por todos los muertos que tienen derecho a la plenitud de la exaltación” (Church History and Modern Revelation, 2:329).
Doctrina y Convenios 127:8. ¿Qué estaba a punto de restaurarse a la tierra en 1842?
Durante la etapa de Nauvoo, el Señor otorgó conocimiento y llaves para el casamiento temporal y eterno (véase Doctrina y Convenios 132), templos para efectuar ordenanzas sagradas, investiduras y bautismos por los muertos (véase Doctrina y Convenios 124 a 128).
Doctrina y Convenios 127:9. ¿Qué sentido tiene que los registros rápido acceso a ellos. Ciertamente esa forma de se lleven ordenadamente?
Los archivos del templo contienen los nombres y las fechas de las ordenanzas de todas las personas por las cuales se ha efectuado la obra del templo en la dispensación actual. Esos importantes datos se conservan en computadoras a fin de facilitar el rápido acceso a ellos. Ciertamente esa forma de llevar los registros da cumplimiento a lo requerido por el Señor cuando dijo: «Guárdense en orden todos los registros» (Doctrina y Convenios 127:9).
Sección 128
El bautismo por los muertos
Antecedentes históricos
Las circunstancias que rodearon la manifestación de esta revelación se comentan en Antecedentes históricos de Doctrina y Convenios 127. La sección 128 es la segunda carta que escribió el Profeta en la misma ocasión. El tema de la obra por los muertos se trata más detalladamente en la Explicación O, en el Apéndice.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 128:2–4. ¿Qué sucede si las ordenanzas no se registran en la debida forma?
El élder Rudger Clawson explicó la sagrada obligación de llevar registros precisos de las ordenanzas:
“En los primeros días de la Iglesia, el Señor reveló algunos de los básicos pasos por los muertos que se llevaron a cabo, en los cuales no hubo testigos y de los que no se llevó registro, razón por la cual tuvieron que ser realizados de nuevo. Sabemos que hoy en día se presta gran atención a este asunto en los templos y que se debe suministrar ayuda efectiva para hacer esto…
Ciertamente ésta es una obra grandiosa y magnífica y no es menos importante que estas ordenanzas se hagan con meticulosamente en los libros y se guarden en los archivos del templo, para que salgan a la luz en el momento oportuno. Por medio de esos registros, se juzgará a aquellos que hayan ido a esa casa. El Señor no aceptará nada de lo que se haga en el templo si no se anota en la debida forma y si no hay quienes atestigüen que se llevó a cabo”
(Conference Report, abril de 1900, págs. 43–44).
Doctrina y Convenios 128:6–9. ¿En qué forma encara la declaración de Juan la obra por los muertos?
El profeta José Smith citó las palabras de Juan (Apocalipsis 20:12) y expuso una explicación de ese pasaje en Doctrina y Convenios 128:7–9. Los registros de la obra sagrada que se lleva a cabo en los templos del Señor constituirán un testimonio en el juicio de los muertos.
El élder Bruce R. McConkie añadió que los Escrituras serán un patrón de medida en el juicio y que el libro de la vida que se abrirá es, en sentido figurado, “nuestra propia vida, nuestra obra, el relato de nuestros actos transcrito en nuestras almas, una historia de nuestra obediencia o desobediencia escrita en nuestros cuerpos. Literalmente, es el registro que se lleva en los cielos de los nombres y de los actos justos de los fieles” (Mormon Doctrine, pág. 97).
Doctrina y Convenios 128:8–12. ¿En qué forma la obra por los muertos une los cielos y la tierra?
La importancia de los registros hace urgente el grado sumo el hecho de que los Santos de los Últimos Días honren su compromiso con los muertos de realizar la obra por ellos y de que dicha obra se registre “en la tierra” a fin de que se registre “en los cielos… porque de los libros serán juzgados vuestros muertos” (Doctrina y Convenios 128:8).
Esa ligación de las cosas en los cielos que se llevan a cabo en la tierra se efectúa por el poder del sacerdocio de Dios, y el poder de sellar y ligar es, en un sentido de la palabra, “las llaves del reino” (Doctrina y Convenios 128:14).
Todo acto de ligar gira sobre el propio poder y autoridad de Dios. De no ser así, toda acto, toda ordenanza que se realice y toda intención justa de una persona resulta inútil.
Doctrina y Convenios 128:12–13. ¿En qué forma es el bautismo por los muertos una ordenanza simbólica?
El presidente Joseph Fielding Smith enseñó lo siguiente:
“El Señor ha puesto en los templos la pila bautismal debajo de los cimientos, o sea, debajo del nivel del suelo o superficie de la tierra. Esto es simbólico, dado que los muertos están en sus tumbas y nosotros trabajamos por los muertos efectuando bautismos por ellos. Además, el bautismo también simboliza la muerte y la resurrección; de hecho, es virtualmente una resurrección de la vida de pecado o de la muerte espiritual, a la de la vida espiritual. (Véase Doctrina y Convenios 29:41–45.) Por lo tanto, una vez que los muertos han recibido esta ordenanza que se ha efectuado por ellos, se considera que son llevados de nueva a la presencia de Dios, tal como esta doctrina se aplica a los vivientes (Church History and Modern Revelation, 3:332).
El simbolismo de la pila bautismal también tiene sentido para los vivientes. Pablo enseñó que la persona debe dar muerte al hombre carnal (pecaminoso), es decir, darle fin y convertirlo en una persona nueva (véase Romanos 6:1–7). Este “viejo hombre” del pecado (Romanos 6:6) es sepultado en la pila bautismal, a semejanza de la tumba, y la persona así recién nacida sale del agua a una nueva inmersión total en el agua a semejanza del nacimiento en el mundo (véase Moisés 6:59–60); también con sentido análogamente de simbolismo del bautismo, véase Doctrina de Salvación, capítulo 17).
Doctrina y Convenios 128:14–18. ¿Por qué es el bautismo por los muertos un principio importante del evangelio?
El profeta José Smith explicó tres principios esenciales del evangelio:
1. La salvación de los muertos y los vivos es “esencial para nuestra salvación”, es decir, los que han muerto no pueden ser perfeccionados sin nosotros ni nosotros sin ellos. Los muertos y los vivientes son perfeccionados así en Cristo (véase Doctrina y Convenios 128:15).
2. El bautismo por los muertos es el tema “más glorioso de todos los que pertenecen al evangelio” (vers. 17). Pocos principios presentan con más claridad el amor y la misericordia de un Padre Celestial que todo lo sabe. Allí donde las iglesias de los hombres no proveen para la salvación de aquellos cuyos cuerpos y espíritus están separados por la muerte, la Iglesia del Señor representa este glorioso plan de Dios. Como lo dijo el presidente Rudger Clawson:
“¡Ah, la belleza de la justicia y la misericordia de Dios, que no hace acepción de personas! Y téngase presente que lo que se requiere para salvar a un ser viviente se requiere para salvar al que ha fallecido” (Conference Report, octubre de 1931, pág. 79).
3. El bautismo por los muertos servirá para evitar que la tierra sea herida con una maldición. Como lo enseñó el presidente Joseph Fielding Smith:
“Si Elías [el Profeta] no hubiera venido, comprendemos, con toda propiedad, que toda la obra de épocas pasadas de poco habría servido, pues el Señor dijo que toda la tierra, bajo tales condiciones, sería consumida totalmente en su venida. Por lo tanto, su misión fue de una importancia trascendental para el mundo. No se trata solamente del sellamiento del bautismo por los muertos, sino también del sellamiento de los padres y de los hijos a los padres, de forma que hubiera una ‘unión perfecta y completa, y un eslabonamiento de todas las dispensaciones, llaves, poderes y glorias’ desde el principio hasta el fin del tiempo.
“Si este poder de sellar no estuviera en la tierra, entonces reinaría la confusión, y el desorden ocuparía el lugar del orden el día en que el Señor venga, y, naturalmente, esto no podría ser, pues todas las cosas son gobernadas y controladas por una ley perfecta en el reino de Dios.
“¿Por qué sería consumida la tierra? Sencillamente porque si no hubiese un eslabón entre los padres y los hijos —el cual es la obra por los muertos— entonces todos quedarían desarraigados; toda la obra de Dios fracasaría y quedaría en nada. Tal condición, por supuesto, no puede ser.” (Doctrina de Salvación, tomo II, págs. 113–114).
Doctrina y Convenios 128:18. “La dispensación del cumplimiento de los tiempos”
El élder Charles W. Penrose explicó que “en esta dispensación, la más grande y la mayor de todas, se juntarán en una todas las cosas que son en Cristo: no sólo su pueblo que se haya esparcido de las diversas naciones para edificar Sion y preparar el lugar para Sus pies, sino las huestes de los que han muerto, a las que traerá consigo. No habrá sólo un recogimiento de los del pueblo de Sion, sino que las verdades gloriosas que se han manifestado en épocas pasadas todas serán restauradas en esta dispensación en la cual vendrán a conocer las cosas que se han conservado ocultas desde la fundación del mundo, porque el Señor así lo ha prometido; y sus promesas nunca dejan de cumplirse. Esta dispensación, en la cual se caracteriza por una gran obra de consumación de los propósitos del Todopoderoso” (Conference Report, octubre de 1911, págs. 48–49; véase también Doctrina y Convenios 27:5–13; 124:41; 128:19–24).
Doctrina y Convenios 128:19–23. Un llamado al regocijo
Bajo la inspiración del Espíritu, el profeta se sintió gozoso y bendecido por el evangelio de la restauración. En su carta, usó lenguaje poético para expresar su gozo, empleando varias frases tomadas de las Escrituras. El profeta, después de describir la obra por los muertos, se sintió inspirado a proclamar un cántico de gozo; y, como ejemplo perfecto, acomodó los versículos 19, 22 y 23 para señalar la semejanza de la composición a la de los salmos en esta parte de la carta del Profeta.
Ahora, ¿qué óimos en el evangelio que hemos recibido?
¡Una voz de alegría!
Una voz de misericordia del cielo,
y una voz de verdad que brota de la tierra;
[cotejar con Salmo 85:11; Isaías 29:3–4, 11–14; 2 Nefi 27:6–29]
gozosas nuevas para los muertos;
una voz de alegría para los vivos y los muertos;
buenas nuevas de gran gozo [cotejar con Lucas 2:10].
¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies de los que traen alegres nuevas de cosas buenas, y que dicen a Sión:
He aquí, tu Dios reina! [cotejar con Isaías 52:7.]
¡Como el rocío del Carmelo descenderá sobre ellos el conocimiento de Dios!
Hermanos, ¿no hemos de seguir adelante en una causa tan grande?
Avanzad, en vez de retroceder.
¡Valor, hermanos; es el adelante, adelante hacia la victoria!
¡Regocíjense vuestros corazones y llenaos de alegría!
¡Proclamad la tierra en canto!
¡Alcen los muertos himnos de alabanza eterna al inmortal Dios!
¡Rey Emmanuel que, antes de existir el mundo,
decretó lo que nos habilitaría para redimirlos de su prisión;
porque los presos quedarán libres!
¡Griten de gozo las montañas,
y todos vosotros, valles, clamad en voz alta;
y todos vosotros, mares y tierra seca,
proclamad las maravillas de vuestro Rey Eterno!
¡Ríos, arroyos y riachuelos, corred con alegría!
¡Alaben al Señor los bosques y todos los árboles del campo;
y vosotras, rocas sólidas, llorad de gozo!
¡Canten en unión el sol, la luna y las estrellas del alba;
y den voces de alegría todos los hijos de Dios! [Cotejar con Job 38:7.]
¡Declaren para siempre jamás su nombre las creaciones eternas!
“Y otra vez digo: ¡Cuán gloriosa es la voz que oímos de los cielos, que proclama en nuestros oídos gloria y salvación, honra, inmortalidad y vida eterna; reinos, principados y potestades!” (Compendium, pág. 681–683).
Doctrina y Convenios 128:20–21. ¿Estaba José Smith familiarizado con los líderes de dispensaciones pasadas?
El profeta José cantó alabanzas a la bondad de Dios por derramar sus bendiciones sobre los Santos de los Últimos Días y mencionó a algunos de los líderes del sacerdocio de épocas pasadas que trajeron las llaves de esas bendiciones para esta dispensación. El élder John Taylor, comentando las razones que explican estos hechos, preguntó:
“¿Por qué habían de alternar todas esas personas con todas esas dispensaciones y por qué todas podrían comunicarse con José Smith? Porque él estaba a la cabeza de la dispensación del cumplimiento de los tiempos, la cual comprende todas las diversas dispensaciones que ha habido en la tierra y bajo los cielos de los mundos eternos y el sacerdocio que ofició temporal y eternamente declararon que había llegado el momento de dar a conocer todas esas cosas, todos se combinaron para entregar las llaves de sus respectivas misiones, a fin de que pudiera estar totalmente apto —mediante la información y la ayuda que le proporcionaron cada uno de esos personajes— para presentar el evangelio en toda su plenitud, esto es, la dispensación del cumplimiento de los tiempos, en la que, como lo dice el apóstol Pablo, se reunirán ‘todas las cosas en Cristo, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra’ (véase Efesios 1:10). En consecuencia, ocupó esa posición, y de ahí se desprende su conocimiento de todas esas diversas dispensaciones de los hombres que ejercieron ministerio en ellas. Si fuerais a preguntarle a José qué aspecto tenía Adán, él os lo diría sin titubear; os indicaría su tamaño y aspecto y todo lo relativo a él. También hubiera podido responder cómo son Pedro, Santiago y Juan, y él os lo hubiera dicho. ¿Por qué? Porque los vio” (Journal of Discourses, 18:325–326).
Doctrina y Convenios 128:22. ¿Qué urgencia tiene “una causa tan grande”?
El profeta José Smith no ha sido el único profeta cuyos pensamientos han girado intensamente en torno a la urgencia de la obra por los muertos (véase Doctrina y Convenios 128:1); el presidente Spencer W. Kimball ha tenido sentimientos semejantes para con los miembros de la Iglesia de esa época:
“Como lo dije anteriormente, la mayoría de los miembros de la Iglesia son conscientes de nuestro intenso interés en la obra misional y de los esfuerzos que hemos hecho en muchos países para la redicación y la prédica del evangelio, al igual que la preparación de misioneros para que lleven las buenas nuevas de la restauración del evangelio a los confines de la tierra.
Siento que existe la misma urgencia acerca de la obra vicaria que se lleva a cabo en los templos, considerando que ambos esfuerzos son similares. Les he dicho a mis hermanos de las Autoridades Generales que esta obra por los muertos constituye mi constante preocupación” (El verdadero camino, Liahona, agosto de 1978, pág. 2).
En otra conferencia, el presidente Kimball habló en cuanto a la necesidad de acelerar la obra aún más:
“Creo que en los años que vienen vamos a construir muchos templos, comenzará el período más intensivo de edificación de templos de la historia de la Iglesia. La construcción de estos templos deberá ir acompañada de extraordinaria actividad en la investigación genealógica por parte de todos los miembros de la Iglesia.
“Sabemos que es de suma urgencia que llevemos a cabo esta gran obra, y alentamos a los miembros a aceptar su responsabilidad en ella; esto lo hacen escribiendo su historia personal y familiar, participando en el programa de extracción de nombres cuando son llamados para hacerlo, completando su investigación de las cuatro generaciones y luego continuando con la investigación familiar a los efectos de redimir a sus familiares fallecidos.” (La Obra del Señor seguirá adelante, Liahona, julio de 1980, pág. 6).
Doctrina y Convenios 128:23. ¿Por qué manifestó el Profeta tanto regocijo por la obra salvadora?
El élder Orson Pratt dijo: “Estamos dispuestos a viajar por el mundo entero para salvar a los vivientes; estamos dispuestos a construir templos y a administrar las ordenanzas para salvar a los muertos; estamos dispuestos a ir a los mundos eternos a predicar a toda criatura que no se haya colocado a sí misma más allá del alcance de la misericordia. Estamos dispuestos a trabajar tanto en este mundo como en el venidero con el fin de salvar a las personas.
“… Regocijémonos de que haya llegado el día de la dispensación del cumplimiento de los tiempos. Regocíjense los vivientes; regocíjense los difuntos. Regocíjense los cielos y la tierra. ¡Canten hosanna y gloria a Dios en los cielos todas las creaciones! Porque Él ha traído salvación, gloria, honor, inmortalidad y vida eterna a los oídos hijos de los hombres. Amén.” (En Journal of Discourses, 7:90–91).
Doctrina y Convenios 128:24. ¿Quiénes son los hijos de Leví y en qué consiste su ofrenda en justicia?
Históricamente, los hijos de Leví, incluyendo a los sumos sacerdotes, los sacerdotes y los levitas (véase Éxodo 20), eran los guardianes de la casa de Dios y eran responsables de efectuar en ésta las ordenanzas sagradas (véase Éxodo 25–28; Números 8:24–26; 10:21). En la actualidad, los hijos de Leví son los llamados por el Señor para “edificar mi iglesia” y los que “son fieles hasta obtener estos dos sacerdocios de los cuales he hablado, y magnificar su llamamiento, son santificados por el Espíritu para la renovación de sus cuerpos” (Doctrina y Convenios 84:31–33). Son los respectivos representantes del “evangelio preparatorio” (Doctrina y Convenios 84:26–27) y del “sacerdocio mayor” y de sus ordenanzas (por decir, el templo) en las que “se manifiesta el poder de Dios” (Doctrina y Convenios 84:19–21).
Si los siervos del Señor de hoy en día trabajan fielmente en esta santa mayordomía, llegan a ser los “hijos de Moisés y de Aarón, y la descendencia de Abraham, y la iglesia y reino, y los elegidos de Dios” (Doctrina y Convenios 84:34).
Al servir al Señor los fieles miembros de la Iglesia en estas santas ordenanzas, llegan a ser salvadores en el monte de Sión (véase Abdías 1:21) de los vivos y de los muertos. El sacrificio que ofrecen por medio de su servicio será parte de esa “ofrenda en justicia”, la cual los hijos de Leví —incluyendo a los de Moisés y los de Aarón— presentarán al Señor antes de la venida de Cristo.
Ningún pueblo ha tenido la oportunidad de hacer tanto bien durante su vida como los Santos de los Últimos Días. Sin embargo, si no realizan esa obra, “ponen en peligro su propia salvación” (véase Enseñanzas, pág. 332; véase también las págs. 441–442). Los muertos no pueden recibir las ordenanzas que los llevan a la salvación eterna si los vivos las efectúan por ellos. Y los que viven no pueden unirse a sus antepasados a fin de alcanzar la salvación completa si los redimidos no llevan a cabo la sagrada responsabilidad de hacerlo. Al terminar el capítulo 128, el profeta recalcó sus palabras de regocijo y alabanza por la obra que se está realizando y por la oportunidad de servir al Señor en tan importante tarea. Ninguna otra obra puede ser más digna del esfuerzo y sacrificio de los Santos de los Últimos Días. El Santo de los Últimos Días debería sentir la premura de la obra y consumir y agotar su vida en un desprendido abnegado servicio (véase Doctrina y Convenios 123:13).
Sección 129
Las llaves para discernir si una ministración angélica proviene de Dios
Antecedentes históricos
En los primeros días de la Iglesia, una gran curiosidad giró en torno al tema de los ángeles, los espíritus y los seres resucitados. Por la época en que José Smith recibió esta revelación, había ido a visitarle un hombre que decía haber visto a un ángel. El Profeta contó:
“En Kirtland, fue a verme un hombre que me contó que había visto a un ángel, y me describió la forma en que estaba vestido. Le dije que no había visto a ángel alguno y que no había tal clase de ropas en el cielo. Se enfureció y salió a la calle, donde ordenó que cayera fuego del cielo para que me consumiera. Yo reí y le dije: Usted es un profeta de Baal; su dios no le oye; salte y lastímese. Él se volvió a invocar fuego del cielo para consumir mi casa” (History of the Church, 5:267–268).
En Doctrina y Convenios 129, se nos explica la diferencia que hay entre los ángeles que han pasado por esta vida y han resucitado y aquellos que todavía son espíritus. También se nos dan tres claves “mediante las cuales podrás saber si una ministración procede de Dios” (vers. 9).
Hay evidencias de que el profeta José Smith conocía estas llaves o claves para distinguir entre los mensajeros de Dios y los del diablo mucho antes de que esta revelación fuera escrita. Anteriormente en la historia de la Iglesia, Miguel había ayudado al Profeta a detectar a Satanás, el que se apareció a José como ángel de luz (véase Doctrina y Convenios 128:20). Nada más se sabe en cuanto al incidente y no se sabe si el Profeta aprendió estas claves en aquel momento. Sin embargo, el diario personal de Wilford Woodruff indica que él (Wilford) las aprendió de José Smith en 1839 (véase Journal of Wilford Woodruff, tomo 2, 27 de junio de 1839, Departamento Histórico, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City).
En un discurso que el profeta José Smith dio a los Doce el 2 de julio de 1839, les enseñó: “Un ángel de Dios jamás tiene las alas. Algunos dirán que han visto un espíritu; que les ofreció la mano, mas no la tocaron. Esto es mentira. En primer lugar, no es según el plan de Dios: un espíritu no puede venir sino lleno de gloria; un ángel tiene carne y huesos; y vemos su gloria. El diablo puede aparecerse como ángel de luz. Perdía a Dios que os lo revele; si es del diablo, éste huirá de vosotros; si es de Dios, Él se manifestará o lo hará manifiesto. Podemos recurrir a Jesús y preguntar: Él puede darnos toda información” (Enseñanzas, págs. 188–189).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 129:1–3. ¿Qué diferencia hay entre un “espíritu” y un “ángel”?
Dios se vale de muchos mensajeros que están a su servicio. En un sentido, todos son ángeles, como lo explicó el presidente George Q. Cannon: “En el sentido más amplio, todo ser que actúa como mensajero de nuestro Padre Celestial es un ángel, ya sea un dios, un varón resucitado o el espíritu de un hombre justo; el término se emplea en todos esos sentidos en las Escrituras antiguas. En el sentido más estricto y limitado, un ángel es, como lo explica el profeta José Smith, un personaje resucitado que tiene un cuerpo de carne y huesos; pero se debe tener presente que ninguno de los ángeles que se aparecieron a los hombres antes de la muerte del Salvador pudo haber sido así, dado que ninguno de ellos había resucitado, porque Él fue las primicias de los que durmieron” (véase 1 Corintios 15:20). El término se aplica, pues, a seres que antes de dar su amor corporal mortal, por ejemplo: al hermano de Jared, a Abraham, a Moisés, a Elías, y a “otros ángeles, levitas y a muchos otros” (Gems of Thought, Juvenile Instructor, 15 de enero de 1891, pág. 53).
Tal como se emplea en Doctrina y Convenios 129, el término ángel se limita a personas resucitadas que tienen un cuerpo de carne y huesos y a seres trasladados (“varones hechos perfectos”). Los espíritus son hijos de Dios que todavía no han pasado por la vida terrenal, y por lo tanto, no tienen todavía cuerpo como el nuestro; también existen los espíritus de aquellos que han terminado su labor mortal y son los espíritus desencarnados. En un discurso que pronunció en Nauvoo, José Smith explicó la diferencia que hay entre un ángel y un espíritu ministrante: un ángel es “un espíritu envuelto en un cuerpo resucitado o trasladado que ejerce su ministerio a favor de los espíritus desencarnados”, y un espíritu ministrante es “un espíritu desencarnado que visita a los espíritus desencarnados, y ejerce su ministerio a favor de ellos. Jesucristo se tornó en espíritu ministrante (mientras su cuerpo reposaba en la tumba) para con los espíritus que estaban encarcelados, a fin de desempeñar una parte muy importante de su misión, sin la cual Él no hubiera podido perfeccionar su obra, ni entrar en su reposo. Después de su resurrección, apareció a los discípulos como un ángel [un ser resucitado]” (History of the Church, 4:425; véase también 1 Pedro 3:18–20 y Enseñanzas, pág. 230).
Doctrina y Convenios 129:3. ¿Qué quiere decir la frase “los espíritus de hombres justos hechos perfectos”?
Ninguna persona mortal vive una vida perfecta. Sin embargo, hay quienes dirigen su vida y la conforman de tal manera al evangelio que, antes de que su vida llegue a su fin, llegan a ser la clase de personas que las Escrituras califican de “hombres justos”. Pero ser justo no es cualidad suficiente para los espíritus de los hombres que dejan esta vida. “Sed, pues, vosotros perfectos” es el mandamiento del Salvador (Mateo 5:48). De ahí que las Escrituras hablen de “hombres justos hechos perfectos mediante la mediación del nuevo convenio” (Doctrina y Convenios 76:69; cursiva agregada).
Doctrina y Convenios 129:4. Cualquiera que sea su estado y condición, los ángeles son mensajeros de Dios
“Hay ángeles de diversas llamas y estados”, escribió el presidente David W. Penrose. Y prosiguió diciendo:
“Los ángeles son mensajeros de Dios, ya sea que estén ministrando como espíritus que no han tomado aún un cuerpo mortal, elegidos según su capacidad para la obra requerida, o espíritus desencarnados, o varones trasladados o como seres resucitados. Son representantes de Dios de diversos grados de inteligencia, poder y autoridad; actúan bajo la dirección de superiores y están sujetos a la ley y al orden de sus seres respectivos. Elías el Profeta, que apareció con Moisés en el Monte de la Transfiguración, era varón trasladado. Moisés, en aquel tiempo, era varón trasladado o espíritu ministrante que apareció al Salvador; ambos actuaron en calidad de ángeles (Lucas 9:28–33). Los del grupo de seres trasladados de Enoc sin duda aparecieron como ángeles en manifestaciones a los patriarcas de las cuales se nos habla en Génesis (véase Génesis 21:17; 22:11; 32:1).
“Los ángeles que poseen mucha autoridad han sido investidos, en ocasiones especiales, con el derecho de representar a Dios personalmente, y se ha reconocido como si se tratase de Dios mismo, tal como los embajadores reales de soberanos terrenales han actuado muchas veces a lo largo de la historia del mundo. El “Ángel” que se menciona en Éxodo 23:20–22 era uno de esos seres. También lo fue el ángel que ya se ha mencionado y que ejerció su ministerio ante Juan en la isla de Patmos y que empleó los nombres y los títulos del Hijo de Dios (Apocalipsis 1:1).” (Who and What Are the Angels?, Improvement Era, agosto de 1912, pág. 950.)
Doctrina y Convenios 129:4–7. ¿Qué sentido tiene el estrechar la mano?
Si el mensajero es un personaje resucitado cuya carne se siente al estrecharle la mano, es, según la definición que da aquí el profeta José Smith, un ángel de Dios. Pero un espíritu no puede estrechar la mano dado que no posee ni carne ni huesos con los cuales hacerlo. Si un espíritu simulara poder hacer algo que no puede hacer, ello sería un engaño, y el que lo intente no sería un “varón justo” (vers. 6); por lo tanto, si es justo, cuando se le extienda la mano. Ese es el medio por el cual se puede distinguir a un ángel (un mensajero con un cuerpo resucitado) de un espíritu justo enviado de Dios.
Doctrina y Convenios 129:8–9. “El diablo como ángel de luz”
Así como hay espíritus justos que trabajan en la obra de Dios, también hay espíritus malos que trabajan para destruir esta obra. “Esos son ángeles caídos”, explicó el presidente Charles W. Penrose, “que fueron expulsados por transgresión, como se menciona en Judas (versículo 6), siendo el principal de ellos entre éstos Lucifer o Satanás, que en muchas ocasiones ha procurado mostrarse como un ‘ángel de luz’ para tentar y desviar al hombre, y que llegó a tentar al Hijo de Dios, pero fracasó en sus esfuerzos tal como Moisés y el profeta José Smith. (Véase Lucas 4:1–13; Moisés 1:12–22; Doctrina y Convenios 128:20.) Ese gran personaje espíritu era un ángel de Dios en su ‘primer estado’, pero nunca ha tenido un cuerpo de carne; sin embargo, tenía autoridad delante de Dios; en calidad de espíritu antes de rebelarse y ser arrojado de la presencia de Dios. (Doctrina y Convenios 76:25–28.)” (Who and What Are the Angels?, pág. 951.)
Satanás intenta agradar imitando la luz que acompaña al espíritu de un hombre justo hecho perfecto, que viene en su gloria como mensajero, “porque sólo de esa manera se puede aparecer” (Doctrina y Convenios 129:6). Los hombres justos deben aprender a desenmascarar al diablo en todas sus ángeles. El profeta José Smith dijo una vez: “Los espíritus inicuo tienen sus limitaciones, límites y leyes por medio de las que se gobiernan… Y es muy evidente que poseen un poder que sólo aquellos que poseen el sacerdocio son capaces de dominar” (History of the Church, 4:581).
Aunque la razón de ello no se conoce, el profeta José Smith enseña que cuando se ofrezca la mano al diablo para que la estreche, “no ofrecerá la suya” (Doctrina y Convenios 129:8). El error tal vez no sería nada dado que el diablo es un espíritu y no tiene cuerpo de carne y huesos; por lo tanto, sólo se puede distinguir en esta forma de un espíritu justo o un ángel enviado de Dios. El hombre prudente no intentará engañar (véase Doctrina y Convenios 129:7); en cambio, un ángel de Satanás no cejará en sus intentos de engañar.
Sección 130
Instrucciones
Antecedentes históricos
“El 2 de abril de 1843, el profeta José concurrió a una reunión en la cual habló Orson Hyde, quien, refiriéndose a la venida del Salvador, dijo: ‘Cuando Él venga, seremos como Él, etc. Aparecerá montado en un caballo blanco, como un guerrero, y tal vez tengamos algo de ese mismo espíritu. Nuestro Dios es un guerrero. Nuestro es el privilegio de que el Padre y el Hijo moren en nuestro corazón’.
“A la hora de la comida, el Profeta dirigió la atención de Orson Hyde a esas declaraciones y le dijo que le aportaría algunas correcciones. Orson Hyde respondió que las recibiría con gratitud, luego de lo cual el Profeta dio las explicaciones que se encuentran en esta porción (versículos 1–17), primero en privado y luego en la reunión.” (Smith y Sjodahl, Commentary, págs. 812–813.)
Posteriormente, esa noche, después de la reunión, el Profeta respondió a algunas preguntas y dio más instrucciones, las cuales se encuentran en Doctrina y Convenios 130:18–23.
Esta sección contiene importantes instrucciones y principios doctrinales que el profeta José aprendió de Dios por revelación. No es de sorprenderse que para los primeros miembros de la Iglesia fuera un regocijo estar en compañía del Profeta.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 130:1. ¿Qué apariencia tendrá el Salvador cuando vuelva a esta tierra?
Este y otros versículos (véase Hechos 1:11; Doctrina y Convenios 45:48–52; 88:95) aclaran que el Salvador, cuando venga, se mostrará tal como lo hizo en su primera aparición entre los hombres: como hombre. Sin embargo, su cuerpo será un cuerpo resucitado, glorificado y de carne y huesos (véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 133:46–51).
Doctrina y Convenios 130:3. ¿Cuál es la interpretación correcta de Juan 14:23?
En este pasaje se citan las palabras de Jesús que indican que Él y su Padre vendrán al hombre y morarán con él. El profeta José explicó que esa declaración debe entenderse literalmente y no en sentido figurado. Es la promesa de que el Padre y el Hijo visitarán a la persona (véase Enseñanzas, págs. 176–180); véase también Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 88:3–4).
Doctrina y Convenios 130:4–7. La relatividad del tiempo
Varios pasajes de las Escrituras indican que la forma en que percibimos el tiempo en la tierra tal vez no sea la forma en que el tiempo en realidad es en el universo. En Alma 40:8, se nos dice que sólo para los hombres está medido el tiempo y que para Dios todo el tiempo es como un día. En otros pasajes de las Escrituras, se nos dice que todas las cosas están presentes ante los ojos del Señor (véase Doctrina y Convenios 38:2; Moisés 1:6). Los versículos 4 a 7 de la sección 130 también lo repiten al enseñarnos que lo pasado, lo presente y lo futuro están continuamente delante del Señor y que el tiempo es relativo al planeta en el cual se vive.
Solamente en el siglo veinte se ha comenzado, en el campo de la física, a hablar del tiempo y del espacio en una forma que concuerda con esas declaraciones reveladoras. A comienzos del presente siglo, Albert Einstein planteó lo que se conoce como la teoría de la relatividad. Einstein expuso que lo que los hombres habían supuesto como verdades absolutas en el mundo material —espacio, gravedad, velocidad, movimiento, tiempo— no lo eran en absoluto, sino que todas estaban relacionadas entre sí y dependían unas de otras de acuerdo con su relatividad. En la actualidad, los físicos convienen en que el cuadro de referencia de una persona con relación al tiempo variará según su posición relativa en el espacio.
Einstein también mostró que si un cuerpo se mueve a alta velocidad (aproximándose a la velocidad de la luz, que es de 300,000 kilómetros por segundo), el tiempo de ese cuerpo disminuye en relación al tiempo de un cuerpo que está en la tierra; y que, para el cuerpo en movimiento, el espacio se contrae. De otras palabras, el tiempo y el espacio no son cosas separadas, sino que están relacionadas. Los físicos llaman a este fenómeno continuum espacio-tiempo. En las teorías relativistas, existen cuatro dimensiones, de las cuales la cuarta es el tiempo. Si un cosmonauta fuese al viajar por el espacio a velocidades cercanas a la velocidad de la luz, aunque a él le pareciera perfectamente normal, a otro que estuviera en la tierra le parecería que el reloj de aquél estuviera marchando más lentamente, como si el corazón del ángel le estuviera latiendo más lentamente, como si él mismo o el cosmonauta se le hubiera vuelto más lento, etc. En realidad, el viaje espacial envuelve efectos tan realmente que la persona que se quedara en la tierra. Aunque la mente tiende a rechazar tales conceptos, la teoría de Einstein indica que los hombres son víctimas de sus propias percepciones limitadas. La realidad del hombre es producto de su posición relativa en el continuum espacio-tiempo.
De acuerdo con esta teoría, si un ser alcanzara la velocidad de la luz, para ese ser todo el espacio se contraería al punto de que éste estaría “aquí” para él, y el todo el tiempo disminuiría su marcha hasta que para él llegara a ser el “presente”. En las descripciones de Dios, se emplean términos relacionados con la luz para describir su naturaleza. Él es un ser de luz y gloria. La teoría de la relatividad indica que, para un ser de luz, ¡todo el espacio y todo el tiempo sería el presente! Por increíble que eso parezca, los experimentos cada vez más complejos que se están realizando siguen respaldando la descripción teórica de Einstein de las realidades del universo.
Leal Woodbury, decano del Colegio Universitario de Bellas Artes y Comunicaciones de la Universidad Brigham Young, en un discurso patrocinado por el Sistema Educativo de la Iglesia, habló de la percepción del tiempo que tiene el hombre y de la percepción del tiempo que tiene Dios, y dijo:
“La evidencia indica que Dios… Percibe el tiempo como nosotros percibimos el espacio. De ahí que ‘… todas las cosas están delante de él, y todas las cosas están alrededor de él; y él está sobre todas las cosas, y en todas las cosas, y por y en medio de todas las cosas, y circunda todas las cosas …’. (Doctrina y Convenios 88:41.) El tiempo, como el espacio, está continuamente delante del Señor. …
“…Ahora percibimos la música en el tiempo como el hombre ciego percibe la forma en el espacio: en secuencia. Él explora con sus dedos, apreciando la forma, la textura, los contornos, el ritmo. Conserva cada percepción en su mente, una a una, añadiendo secuencialmente una a otra, hasta que sintetiza su concepto de lo que ese objeto debe parecer en el espacio. Usted y yo no hacemos eso. Percibimos un objeto sin tardanza alguna. Sencillamente lo miramos y, hasta cierto grado, lo ‘conocemos’. No lo vamos percibiendo poco a poco, en secuencia, añadiendo un detalle al otro, sino que al mirarlo y oírlo podemos distinguirle de cualquier otro objeto.
“Sugerir que Dios percibe el tiempo en forma tan instantánea como nosotros percibimos el espacio. Para nosotros, el tiempo resulta difícil. Al acercarse a más elevados, somos tan ciegos respecto al tiempo como lo es el no vidente con relación al espacio. Percibimos el tiempo en la misma manera en que percibimos la música: en secuencia. Exploramos el ritmo, el tono, la armonía, la amplitud, las cadencias, el tema, las modulaciones, los pasajes contrastantes. Y, perdiendo de vista las percepciones sintetizadas y múltiples de nuestra mente, reconstruimos nuestra impresión de la música de manera secuencial para que pueda encajar en un marco espacio-temporal que nos es familiar. La música y el espacio son para nosotros unidimensionales: el tiempo es secuencia para nosotros.”
“Igualmente completa está nuestra visión ante el Señor. Nosotros la examinamos (la vida) en secuencia o en orden sucesivo porque somos ciegos al tiempo. Pero el Señor, que percibe el tiempo como espacio, nos ve tal como somos, no como vamos llegando a ser. Para Él, somos seres sin tiempo. Estamos continuamente delante de Él: con la totalidad de nuestra psiquis, personalidad, cuerpo, decisiones y conducta.” (Continually before the Lord, Commissioner’s Lecture Series [Provo: Brigham Young University Press, 1974], págs. 5–6.)
La teoría de Einstein sólo es una teoría, a aunque está siendo constantemente respaldada como representación válida de la realidad. La forma en que Dios obra a través de la inmensidad del espacio y la eternidad del tiempo no se ha revelado en detalle, pero la información que se ha dado al hombre concuerda con lo que los físicos están descubriendo con respecto a la correlación que existe entre el espacio y el tiempo. Aunque no se puede comprender terminantemente en qué forma obra Dios, los físicos modernos indican que dado que Él es en realidad ser de luz, entonces lo pasado, lo presente y lo futuro están continuamente delante de Él.
Doctrina y Convenios 130:5. ¿Quiénes son los ángeles que ministran en la tierra y de dónde vienen?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 129:1–4.
Doctrina y Convenios 130:6–8. ¿Dónde viven los ángeles de Dios? ¿Cómo es ese lugar?
Los ángeles viven “en la presencia de Dios” (Doctrina y Convenios 130:7). Como consejeros del Altísimo, ejercen su ministerio entre los hijos de Él. El pasaje de las Escrituras nos dicen que el lugar donde moran Dios y los ángeles es un gran “Urim y Tumim” (vers. 8). Todo lo necesario para la gloria de los ángeles se manifiesta a ellos en ese lugar: lo pasado, lo presente y lo futuro.
Doctrina y Convenios 130:9. ¿Cuál es el destino de esta tierra y de los que morarán en ella?
Dijo el presidente Brigham Young: “Cuando [la tierra] sea celestializada, será como el sol y estará preparada para ser habitación de los santos, y será llevada de nuevo a la presencia del Padre y del Hijo. Entonces se tornará en un cuerpo opaco como lo es el sol, sino que será como las estrellas del firmamento, llenas de luz y de gloria. Será un cielo puro. La luna la comparará, en ese estado celestial, a un mar de vidrio” (Journal of Discourses, 7:163).
En otra ocasión dijo: “Estará tierna, cuando sea purificada y santificada, o celestializada, será como el mar de vidrio. Y se podrá mirar, mirándola, conocer lo pasado, lo presente y lo futuro. Nadie, aparte de los seres celestializados, gozará de este privilegio. Ellos mirarán en la tierra, y lo que deseen saber les será mostrado, tal como uno ve el rostro al mirarse en un espejo” (Brigham Young, en Journal of Discourses, 9:87).
Doctrina y Convenios 130:10. ¿Cuál es el destino de todos los seres celestializados?
Los ángeles se encuentran en un estado en el que poseen “todas las cosas para su gloria” (Doctrina y Convenios 130:7). Lo mismo se aplica a Dios y a todos los seres exaltados. Quienes obtengan la gloria celestial obtendrán el conocimiento de todos los reinos inferiores, o “los reinos de un orden menor” de aquél en el cual habiten (vers. 9). Además, como se declara en el versículo 10, recibirán un Urim y Tumim en forma de una “piedrecita blanca”. Esta piedrecita viene a ser el medio por el cual “se harán a conocer cosas pertenecientes al orden superior de reinos” (vers. 10). Las personas se preparan inicialmente para estas grandes bendiciones al obedecer los mandamientos de Dios y recibir una investidura en la casa de Dios, como lo explicó el presidente Joseph Fielding Smith:
“Las ordenanzas del templo, las investiduras y los sellamientos pertenecen a la exaltación en el reino celestial, donde están los hijos e hijas de Dios. Los hijos e hijas de Dios no están afuera, en algún otro reino. Los hijos e hijas de Dios entran en la casa, pertenecen a la casa, tienen acceso al hogar. ‘En la casa de mi Padre muchas moradas hay’. Los hijos e hijas tienen acceso al hogar donde Él mora, y no podéis recibir ese acceso hasta que vayáis al templo. ¿Por qué? Porque debéis recibir ciertas palabras claves, así como hacer convenios mediante los cuales podáis entrar. Si tratáis de entrar en la casa, y la puerta está cerrada, y no tenéis la llave, ¿cómo vais a entrar? En el templo recibís la llave que os permitirá entrar.
‘…vosotros no podéis encontrar una llave en la calle, porque nunca se perderá esa llave que abre las puertas que permiten la entrada en las moradas de nuestro Padre. Debéis ir a donde se entrega la llave. Y, si lo deseáis, cada uno podrá obtener la llave; pero después de recibirla, la podréis perder al seros nuevamente quitada, a menos que permanezcáis en el acuerdo que hicisteis cuando fuisteis a la casa del Señor.’” (Doctrina de Salvación, tomo II, pág. 38).
Doctrina y Convenios 130:12–13. El comienzo de las dificultades en la Carolina del Sur
La sección 87 anuncia una guerra entre los sectores del Norte y los del Sur de los Estados Unidos. El profeta José Smith se enteró de esta guerra que se avecinaba en el día de Navidad del año 1832, y estos versículos escritos once años después fueron la segunda manifestación de ese mismo espíritu. (Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 87:1.)
Doctrina y Convenios 130:14–17. ¿Cuándo retornará Jesús a la tierra?
Los antiguos discípulos le preguntaron lo mismo a Jesús poco antes de su muerte (véase Mateo 24:3; José Smith—Mateo 4:9). En esa ocasión, Él les dijo que ni los ángeles de los cielos conocen el hecho exacto (véase Mateo 24:36; José Smith—Mateo 4:40).
No obstante, el Señor sí reveló señales que fueron indicio de esa gran acontecimiento para que los discípulos reconozcan su proximidad.
En los últimos días, el Señor dio al profeta José Smith una respuesta semejante, indicando las señales precisas que precederán a la Segunda Venida. El profeta José Smith escribió:
“En una ocasión estaba orando muy sinceramente sobre este punto, y una voz me declaró: ‘Hijo mío, si vives hasta tener ochenta y cinco años de edad, verás la faz del Hijo del Hombre’. Tuve que sacar mis propias consecuencias respecto del asunto; y me tomé la libertad de concluir que si vivía hasta ese tiempo, entonces el Señor aparecería. Pero no digo si Él se manifestará o si yo iré a donde Él está. Yo profetizo en el nombre del Señor Dios, y así se escriba, que el Hijo del Hombre no vendrá en las nubes del cielo hasta que yo tenga ochenta y cinco años de edad…
“Juda ha de volver, Jerusalén ha de ser reedificada, junto con el templo, y debe salir agua de debajo del templo y ha de ser sanadas las aguas del Mar Muerto. Se precisará algún tiempo para reedificar las murallas de la ciudad, el templo, etc., y todo debe hacerse antes que el Hijo del Hombre aparezca. Habrá guerras y rumores de guerras, señales arriba en los cielos y abajo en la tierra, el sol se tornará en tinieblas y la luna en sangre, habrá terremotos en diversos lugares, los mares se saldrán de sus límites y entonces aparecerá en el cielo la gran señal del Hijo del Hombre. ¿Pero qué hará el Hijo del Hombre? Dirán que es un planeta o una cometa, etc. Pero el Hijo del Hombre vendrá como la señal de la venida del Hijo del Hombre, que será como la luz de la mañana que aparece en el oriente.” (Enseñanzas, págs. 346–348; véase también History of the Church, 5:336–337 y Doctrina y Convenios 43:20–27.)
Doctrina y Convenios 130:18–19. “…se levantará con nosotros en la resurrección”
“Es correcto deducir que el progreso espiritual e intelectual se puede alcanzar sólo por medio de la obediencia a las leyes sobre las cuales se basa”, escribió el élder Albert E. Bowen. “Si el hombre alcanza un buen desarrollo de su personalidad en esta vida por medio de su diligencia, su observancia de los principios correctos, su disciplina mental y espiritual, ciertamente no es irrazonable suponer que eso le será de gran ayuda y ventaja al progresar en la vida en la cual ingrese después de la muerte. Por el contrario, si por apatía o pecado trunca su realización personal en esta vida, hasta ese punto se encontrará en desventaja al penetrar en el mundo.” (En Conference Report, octubre de 1937, pág. 86.)
Doctrina y Convenios 130:20–21. ¿De qué ley dependen todas las bendiciones de Dios?
La obediencia es la ley básica de los cielos, y la obediencia a determinadas leyes resulta en determinadas bendiciones, culminando con la más elevada de las bendiciones, como lo explicó el presidente Marion G. Romney:
“La perfección de la cual depende la exaltación, repito, es un asunto individual. Depende de la observancia de las leyes celestiales en su aplicación a la vida en la tierra. La Palabra de Sabiduría es una de las cuales, como también lo son la castidad, el diezmo, la santificación del día de reposo, la oración, la honradez, la laboriosidad, el amor a Dios y a los semejantes, la paciencia, la bondad, la caridad y todos los demás principios y ordenanzas del evangelio de Jesucristo. Toda persona que observe una o más de esas leyes recibirá las bendiciones que en ellas se basan, y cada miembro de la Iglesia que con toda la energía de su alma procure diligentemente vivirlas todas recibirá las bendiciones de que ellas dependen. La vida eterna, el mayor de los dones de Dios, es esa bendición, la cual se recibirá si se vive el evangelio, no hace mucho siglo al día, sin considerar estatus ni premios, ni lo que los demás piensen, digan o hagan.” (En Conference Report, octubre de 1956, págs. 15–16; véase también la Explicación G, en el Apéndice.)
Sección 131
Las llaves de la exaltación
Antecedentes históricos
El 16 de mayo de 1843, el profeta José Smith, junto con William Clayton y otros cuatro hermanos, salió de Nauvoo hacia Ramus, Illinois, a unos 35 kilómetros de distancia en dirección sudeste. Esa misma noche, José y William estuvieron en casa de Benjamin F. Johnson, y allí, antes de retirarse a descansar, el Profeta impartió instrucciones acerca del sacerdocio al hermano y a la hermana Johnson. Al aparecer aquella velada, se dirigió a William Clayton, le puso una mano sobre la rodilla y dijo: “Su vida está escondida con Cristo en Dios y también la de todos los santos. Nada ni el pecado impedirán que pueda evitar que usted herede la vida eterna porque está sellado por el poder del sacerdocio para la vida eterna, habiendo dado el paso necesario con esa fe” (History of the Church, 5:391).
Después de hacer otras observaciones personales, el Profeta dio al hermano Clayton el mensaje que se encuentra en Doctrina y Convenios 131:1–4.
A la mañana siguiente, el 17 de mayo de 1843, el profeta José habló sobre el texto del capítulo 1 de 2 Pedro e indicó que aún más conocimiento posee una persona, tanto más poder adquiere. En esa reunión matinal, se dieron los versículos 5 y 6 (véase History of the Church, 5:392). Cuatro días después, en el Templo de Nauvoo, el Profeta volvió a hablar en cuanto al poder del conocimiento y al principio de “hacer firme” o asegurar la propia vocación y elección.
En la noche del 17 de mayo, el Profeta fue a escuchar la prédica de un metodista. Posteriormente, hizo algunas correcciones a lo que se había dicho, algunas de las cuales se encuentran en la sección 131, versículos 7 y 8 (véase History of the Church, 5:392–393).
Los tres puntos de instrucción que dio el Profeta el 16 y el 17 de mayo de 1843 se combinaron posteriormente en una sección, la que, en 1876, el élder Orson Pratt, que actuaba bajo la dirección del presidente Brigham Young, incorporó a Doctrina y Convenios.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 131:1. ¿Cuáles son los tres grados que hay en el reino celestial?
El Señor no ha revelado a la Iglesia quiénes vivirán en dos de los tres grados del reino celestial. Por lo tanto, toda discusión sobre este tema viene a ser conjetura o especulación. Sin embargo, mucho se ha dicho con respecto al grado más alto del reino celestial, o la exaltación, porque allí los hijos e hijas de Dios desean que vivan todos los suyos si éstos guardan Sus mandamientos. En Doctrina y Convenios 76:50–70, el Señor describe los requisitos y las aptitudes indispensables para alcanzar el grado más alto en el reino celestial.
Doctrina y Convenios 131:2. ¿En qué consiste el “nuevo y sempiterno convenio del matrimonio”?
El élder George Q. Cannon enseñó en cuanto a la naturaleza eterna del amor y del cómo, mediante el poder del sacerdocio, ese amor puede tener vigencia eterna:
“Nosotros creemos que cuando un hombre y una mujer se unen como marido y mujer, y se aman, sus corazones y sus sentimientos son uno, que ese amor perdura tanto como la eternidad misma y que, al sobrevenirles la muerte, ésta no extingue ni enfría ese amor, sino que lo enciende y lo hace más ardiente, una llama más pura que perdura por la eternidad. Creemos que si este hombre y esta mujer están con nosotros, y nuestra asociación con ellos será una de las principales alegrías de los cielos hacia los cuales nos dirigimos con prisa… Dios ha dado la ley del sacerdocio sempiterno por medio del cual se establecen vínculos que se consagran y se resumen, los que serán tan perdurables como los mismos somos perdurables, es decir, como nuestras naturalezas espirituales. Y así, los que estuvieren unidos, y los que sus hijos morarían juntos y se asociarán eternamente. Eso, como lo he dicho, constituirá una de las principales alegrías de los cielos; y esperamos esa ocasión con pleno regocijo” (Journal of Discourses, 14:320–321; véase también Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 22:1; 132:13–18).
Cuando esta sección se añadió a Doctrina y Convenios, el élder Orson Pratt, bajo la dirección del presidente Brigham Young, insertó en el versículo 2 la frase explicativa encerrada entre corchetes.
Doctrina y Convenios 131:4. ¿Qué es progenie eterna?
Quienes cumplan con el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio y preserven fielmente hasta el fin obtendrán el derecho de llegar a ser padres eternos. El profeta José Smith, al hablar a William Clayton las palabras de paz de los versículos 1 al 4, dijo:
“A menos que un hombre y su esposa entren en un convenio sempiterno, mientras se hallaren en este estado de probación, y sean unidos por las eternidades, mediante el poder y la autoridad del Santo Sacerdocio, cesará de aumentar cuando mueran; es decir, no tendrán hijos después de la resurrección. Pero aquellos que se casen por el poder y la autoridad del sacerdocio en esta vida, y siguen adelante sin cometer el pecado contra el Espíritu Santo, continuarán aumentando y teniendo hijos en la gloria celestial.” (Enseñanzas, pág. 306; véase también History of the Church, 5:391.)
El 30 de junio de 1916, la Primera Presidencia de la Iglesia (Joseph F. Smith, Anthon H. Lund y Charles W. Penrose) declaró:
“Hasta donde se nos han dado a conocer las etapas del progreso eterno por revelación divina, hemos de comprender que sólo los seres resucitados y glorificados pueden llegar a tener hijos espirituales. Únicamente esas almas exaltadas han alcanzado la madurez en la trayectoria designada de la vida eterna, y los hijos espirituales que tengan en los mundos eternos pasarán en la debida secuencia por los diversos estados o etapas por las que los padres glorificados han alcanzado la exaltación.” (Clark, Messages of the First Presidency, 5:34).
El presidente Spencer W. Kimball enseñó que el derecho de tener progenie eterna depende directamente de la forma en que las personas guarden su convenio matrimonial:
“Un muchacho dijo que de todas maneras esperaba alcanzar la exaltación en el reino celestial como uno de los mensajeros del Señor, sin tener que casarse; lo que pasa es que él no comprende. Nadie que rechace el convenio del matrimonio celestial puede alcanzar la exaltación en el reino celestial de Dios.
“En la gloria celestial hay tres grados o niveles; y para alcanzar el más alto, el hombre tiene que entrar en este orden del sacerdocio [es decir, el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio];
“y si no lo hace, no puede obtenerlo.
“Podrá entrar en el otro, pero ése es el límite de su reino; no puede tener progenie.” (Doctrina y Convenios 131:1–4.)
“No puede tener progenie! ¡No puede tener exaltación!”
También en la sección 132 de Doctrina y Convenios, el Señor dice:
“…nadie puede rechazar este convenio y entrar en mi gloria” (Doctrina y Convenios 132:4).
“¡Nadie! No importa cuán justos hayan sido, cuán inteligentes o cuánta conocimiento tengan. Nadie entrará en esta gloria más alta sin adherirse enteramente en el convenio, y esto significa el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio.” (“Importancia del matrimonio celestial”, Liahona, octubre de 1980, pág. 6.)
Doctrina y Convenios 131:5. ¿Qué es “la palabra profética más segura”?
El élder Bruce R. McConkie dijo: “Los miembros de la Iglesia que se vuelcan enteramente a la justicia, viviendo conforme a toda palabra que sale de la boca de Dios, hacen firme su vocación y elección. Es decir, reciben la palabra profética más segura, la cual significa que el Señor sella la exaltación de ellos mientras todavía están en esta vida. Pedro resumió la senda de la justicia que debe seguir todo santo a fin de asegurar su llamamiento y elección, y luego (refiriéndose a la experiencia vivida en el monte de la Transfiguración con el Salvador, Santiago y Juan) dijo que ellos tres habían recibido esa palabra profética más segura (2 Pedro 1)…
“Los que son así favorecidos del Señor son sellados contra toda suerte de pecado y blasfemia excepto la blasfemia contra el Espíritu Santo y el derramamiento de sangre inocente. Es decir, tienen asegurada su exaltación; su vocación y elección se han “hecho firmes” al asegurarse porque han obedecido la plenitud de las leyes de Dios y han vencido al mundo.” (Mormon Doctrine, págs. 109–110; véase también Doctrina y Convenios 132:17, 26; Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 76:53.)
Doctrina y Convenios 131:6. ¿Qué importancia tiene el conocimiento?
El profeta José Smith declaró: “…El hombre no puede ser salvo sino al paso que adquiere conocimiento, porque si no obtiene conocimiento, algún poder maligno lo dominará en el otro mundo; porque los espíritus malos tendrán más conocimiento y, por consiguiente, más poder que muchos de los hombres que se hallan en el mundo. De modo que se precisa la revelación para que nos ayude y nos dé conocimiento de las cosas de Dios” (Enseñanzas, pág. 264).
La revelación del versículo 6 se aplica a todo conocimiento, pero de forma especial al conocimiento en relación con el versículo 5. En ese contexto, el conocimiento a que se hace referencia es la palabra profética más segura (vers. 5), y de ello se deduce que nadie puede ser salvo sin ese conocimiento. Eso no quiere decir que la recepción de la palabra profética más segura deba tener lugar en esta vida, pero es un principio verdadero el hecho de que nadie puede salvarse (alcanzar la exaltación) sin asegurar o hacer firme su vocación y elección, o sea, sin recibir la palabra profética más segura.
Doctrina y Convenios 131:7. ¿Es eterna toda la materia?
“Los elementos con los cuales se formó la tierra”, dijo el élder Orson Pratt, “son tan eternos como los elementos que integran la persona gloriosa del Señor mismo. … Este Ser, al formar la tierra, no la formó de algo que no existía, sino que la hizo de los elementos que habían existido eternamente; éstos nunca tuvieron principio ni habrá partícula de sustancia que ahora exista que tenga fin. Ha tantas partículas en la actualidad como las hubo en cualquier período previo y las habrá en la proyección de la eternidad. La sustancia no tuvo principio. Decir que las leyes no tuvieron principio sería otra cosa. Algunas leyes pueden haber sido eternas, en tanto que otras pudieron haber tenido un legislador. Pero la tierra se formó de elementos eternos y no será para ser habitada, y Dios la pobló con criaturas que Él mismo formó.” (En Journal of Discourses, 19:286.)
En esto, así como en el asunto de la relatividad y del tiempo (véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 130:4–7), las revelaciones del Profeta están en perfecta armonía con los estudios actuales de la ciencia. En la primera mitad del siglo diecinueve, la mayoría de las hombres de ciencia creían que la materia podía ser creada y destruida. Pero ahora los científicos concuerdan en que la materia y la energía son formas diversas de lo mismo y que ni la materia ni la energía se puede convertir en energía y la energía en materia, ninguna de las dos puede ser creada ni destruida.
Sección 132
El matrimonio: Un convenio eterno
Antecedentes históricos
En marzo de 1843, el Profeta habló a William Clayton respecto al matrimonio eterno, esto es, dos meses antes de que la revelación que hoy tenemos en Doctrina y Convenios 132 se hiciera constar por escrito. Evidentemente, el Profeta sabía cuál era la voluntad del Señor con respecto al matrimonio plural dentro de los límites del nuevo y sempiterno convenio ya en el año 1831 (véase History of the Church, 5:xxxix). Hablaba de ese principio doctrinal con su hermano Hyrum en presencia de William Clayton y Hyrum dijo: “Si escribieras la revelación referente al matrimonio celestial, yo la llevaré y se la leeré a Emma; creo que puedo convencerla de la veracidad de ella y así tendrás tranquilidad” (History of the Church, 5:xxxix).
El Profeta consintió y pidió a William Clayton que consigne la revelación en el cual asentara por escrito; pero arguyó ante “la amplia petición” de su hermano de que el Profeta usara el Urim y Tumim para recordar la revelación exacta, José respondió que no necesitaba ese instrumento “porque conocía la revelación de principio a fin” (History of the Church, 5:xxxix). Al terminar de dictarla, William Clayton la leyó lentamente, y José dijo que era exacta.
El obispo Newel K. Whitney oyó la lectura de la revelación y pidió permiso al profeta José Smith para hacerla copiar. Con la aprobación del Profeta, el obispo Whitney le envió al día siguiente a Joseph C. Kingsbury para que hiciera la copia. Los hermanos Kingsbury y Clayton compararon línea por línea el texto de la copia con el original y vieron que era correcto.
La revelación se había recibido antes de julio de 1843, fecha en que se puso por escrito por primera vez, pero no se dio a conocer públicamente sino hasta que el élder Orson Pratt, bajo la dirección del presidente Brigham Young, la dio a conocer el 29 de agosto de 1852. Finalmente, en 1876, se incluyó en Doctrina y Convenios.
Smith y Sjodahl señalaron que la revelación tiene dos secciones principales: “La primera, que comprende los versículos 3–33, trata principalmente el principio del matrimonio celestial, o casamiento por tiempo y toda la eternidad; la segunda, que está integrada por los versículos restantes, trata el matrimonio plural. La doctrina del matrimonio celestial permanece vigente. La Iglesia abandonó la práctica del matrimonio plural por medio del voto de aceptación de la Iglesia, en la conferencia que se llevó a cabo el 6 de octubre de 1890, del Manifiesto del presidente Woodruff (Commentary, pág. 821; véase también Antecedentes históricos de la Declaración Oficial 1).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 132:1–2. “Por cuanto te has dirigido a mí”
Por esas palabras de introducción, es evidente que el Profeta había sometido el asunto del matrimonio a ferviente oración, como lo hacía con los asuntos que lo desconcertaban y acerca de los cuales deseaba conocer la voluntad del Señor. No entendía por qué los patriarcas antiguos y también David y Salomón pudieron hallar gracia ante el Señor al vivir en una forma contraria a ciertas normas morales de los tiempos modernos. Por eso, preguntó al Señor pidiendo luz acerca del tema. El élder B. H. Roberts (History of the Church, tomo V, Intr., pág. 29) indica que, en el año de 1831, cuando el Profeta estaba estudiando la vida de los patriarcas del Antiguo Testamento, en el transcurso de la revisión de la Biblia, se sintió inspirado a elevar la oración a la que se hace alusión en el primer versículo, aunque en ese entonces no la puso por escrito.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 821.)
Doctrina y Convenios 132:1. ¿Qué son las concubinas?
El élder Bruce R. McConkie definió la palabra concubina, la cual se emplea corrientemente en el Antiguo Testamento, en la forma siguiente:
“Antiguamente se les consideraba esposas secundarias, esto es, esposas que, en el sistema de castas que en aquel entonces predominaba, no tenían el mismo rango de aquellas a las cuales no se denominaba concubinas. No hubo concubinas en la práctica del matrimonio plural en esta dispensación, porque el sistema de castas que hacía designar a algunas esposas de ese modo no existió.” (Mormon Doctrine, pág. 155.)
Doctrina y Convenios 132:3–6. “…si no lo cumples, serás condenado”
El “nuevo y sempiterno convenio” (Doctrina y Convenios 132:4) es el convenio del matrimonio celestial, tal como lo expuso claramente el presidente Spencer W. Kimball:
“Aunque en este mundo son relativamente pocas las personas que lo comprenden, el nuevo y sempiterno convenio es la ordenanza del matrimonio en el Santo Templo, efectuada por aquellos que tienen las llaves legítimas y autorizadas. Esta gloriosa bendición está al alcance de todas las personas de esta tierra.” (“Los templos y el matrimonio eterno”, Liahona, enero de 1975, pág. 4.)
El Señor recalca la importancia de aceptar este convenio al repetir la forma enfática en que el Señor expresa lo siguiente:
“…todos aquellos a quienes se revela este ley, tienen que obedecerla” (Doctrina y Convenios 132:3).
“…y si no lo cumples, serás condenado” (vers. 4).
“…nadie puede rechazar este convenio y entrar en mi gloria” (vers. 6).
“…todos los que quieran recibir una bendición de mi mano han de obedecer la ley” (vers. 5).
“…el que reciba la plenitud de ella [de mi gloria] deberá cumplir, y cumplirá la ley” (vers. 6).
La repetición de un concepto cinco veces en cuatro versículos debería bastar para indicar con qué intensidad el Señor desea grabar este principio en la mente de los miembros de la Iglesia. El presidente Kimball recalca firmemente cómo deben los Santos considerar este mandamiento (véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 131:4), pues quienes rechacen este convenio son en realidad condenados o detenidos, en su progreso eterno, dado que no heredan las bendiciones de la progenie eterna.
Doctrina y Convenios 132:4. ¿Serán condenadas aquellas personas que no tengan la oportunidad de casarse en esta vida?
El presidente Spencer W. Kimball habló con claridad a las personas que no tienen la oportunidad de casarse en esta vida: “Sé que hay muchos jóvenes que aparentemente no han tenido éxito en su realización total. Algunos han cumplido una misión, otros han completado sus estudios y, sin embargo, ya ha pasado el período de mayor oportunidad para el casamiento. El tiempo ha transcurrido y, aunque lucían buena apariencia, deseables y eficientes, se encuentran solos. A vosotros os decimos:
“Estáis haciendo una gran contribución al servir a vuestras familias, a la Iglesia y al mundo. Debéis recordar que el Señor os ama, y también la Iglesia. A las mujeres solamente podemos deciros que no tenemos control sobre los latidos del corazón de los hombres; pero oramos para que encontréis la plenitud en vuestra vida. Y mientras tanto os prometemos que, en lo que concierne a la eternidad, ninguna alma será privada de las bendiciones a que tenga derecho y que no haya perdido por incumplimiento o por falta propia. Alentamos a hombres y mujeres a mantenerse asociados, bien vestidos, informados de lo que acontece en el mundo, atractivos mental, espiritual y físicamente, y en forma especial, en lo que concierne al amor. En esas condiciones es que pueden apoyarse plenamente en las promesas del Señor, relativas a estas bendiciones celestiales.” (“Importancia del matrimonio celestial”, Liahona, octubre de 1980, págs. 4–5.)
Doctrina y Convenios 132:7. ¿Qué significa ser “sellados por el Santo Espíritu de la promesa”?
En una amplia explicación de la función del Espíritu Santo, el élder Bruce R. McConkie comentó este versículo en la forma siguiente:
“El Espíritu Santo es Santo Espíritu. Es el Santo Espíritu que se promete en el bautismo, o, en otras palabras, el Santo Espíritu de la Promesa. Este añade un nombre-título significativo que la recepción prometida del Santo Espíritu —como en el día de Pentecostés— es el don más grande que una persona puede recibir en esta vida.
“El don del Espíritu Santo es el derecho de contar con la compañía constante de ese miembro de la Trinidad, derecho que se basa en la fidelidad de la persona que lo recibe; se nos otorga con la promesa de que recibiremos revelación y seremos santificados si somos verídicos y fieles y si vivimos de forma tal que podamos hacernos merecedores de tener la compañía de ese Santo Espíritu, el cual no morará en un templo impuro. (1 Corintios 3:16–17; 6:19; Moisés 2:37; Helamán 4:24.) El cumplimiento de la promesa es condicional: si después de recibir la promesa obedecemos el mandamiento, entonces la compañía ese miembro de la Trinidad; al no hay otra manera de obtenerlo.
“Una de las funciones asignadas y delegadas al Santo Espíritu es la de sellar, y las expresiones que encontramos a continuación son idénticas en contenido:
—‘Ser sellado por el Santo Espíritu de la Promesa’;
—‘Ser justificado por el Espíritu’;
—‘Ser aprobado por Dios’;
—‘Ser ratificado por el Espíritu Santo’.
“En consecuencia, cualquiera acto que sea sellado por el Santo Espíritu de la promesa, ya sea justificado por el Espíritu, un acto aprobado por Dios y ratificado por el Espíritu Santo, no se puede cambiar o transferir y será válido en el más allá, en el mundo eterno, mientras que todas las cosas no ratificadas por el Espíritu serán anuladas y dejarán de existir cuando el Señor en esto este” (Doctrina y Convenios 132:7).
“Como ejemplo específico que el bautismo, el participar de la Santa Cena, el ordenamiento al sacerdocio, el casamiento y todo convenio que el hombre haga con el Señor —aparte de todos los demás ‘contratos, vínculos, compromisos, compromisos, votos, efectuaciones, uniones, asociaciones o aspiraciones’ (vers. 7)— deben efectuarse en justicia y para las personas que sean dignas de recibir las bendiciones en cuestión; lo que no se efectúe de ese modo no tendrá valor ni será sellado en la eternidad.
“Dado que el ‘el Consolador sabe todas las cosas’ (Doctrina y Convenios 42:17), es lógico suponer que no es posible mentir al Espíritu y de ese modo obtener una bendición que en realidad no se ha ganado y que, por tanto, no se merece, como lo aprendieron por triste y funesta experiencia Ananías y Safira. (Hechos 5:1–11.) Y así tenemos que esta determinación de que todas las cosas deben ser selladas por el Santo Espíritu de la Promesa, para que tengan ‘eficacia, virtud o fuerza… en la resurrección de los muertos [o] después’ (Doctrina y Convenios 132:7) es el estándar del Señor de tratar con absoluta imparcialidad a todos las personas y dar a todos los seres humanos exactamente lo que merezcan, sin añadir ni quitar.” (Doctrinal New Testament Commentary, 3:333–335; véase también Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 76:53; 131:5, 6.)
Doctrina y Convenios 132:7. ¿Quién tiene todas las llaves del sacerdocio?
En un discurso que pronunció en una conferencia general, el élder William Critchlow, hijo, expuso lo siguiente:
“Solamente un hombre a la vez tiene el privilegio de poseer todas las llaves del sacerdocio que corresponden al reino de Dios. El Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es ese hombre” (En Conference Report, abril de 1963, pág. 32; véase también Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 21:4–5). El profeta puede delegar estos poderes de sellar a otras personas, como, por ejemplo, otras Autoridades Generales o los obreros del templo, pero él tiene las llaves constantemente, y no hay hombre que pueda quitárselas.
Doctrina y Convenios 132:8–14. “Y todas las cosas que hay en el mundo… serán derribadas”
“El importante principio aquí que se enseña es que todas las instituciones que hay en este mundo, que no hayan sido instituidas por ley divina sino por designio humano, dejarán de existir. … Los gobiernos hechos por los hombres serán arrasados, como son arrasados por las olas los castillos de arena que los niños construyen en la playa. Las religiones y las iglesias de los hombres serán tragadas por las olas de la muerte, y no quedará tras de ellas ninguna señal de su existencia. Todas las instituciones sociales que no sean aprobadas por Dios dejarán de ser. Por otra parte, toda institución fundada por la palabra de Dios perdurará por toda la eternidad. La Iglesia permanecerá. La familia también permanecerá. Todas las organizaciones de las que Dios es el autor son eternas.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 824.)
Doctrina y Convenios 132:15–18. “…si un hombre se casa… en el mundo”
Después de citar Doctrina y Convenios 132:15–18, el presidente Spencer W. Kimball dijo:
“Desgraciadamente, hay aquellos que, por no entender bien el plan del Señor, creen que el matrimonio hecho por los hombres en esta vida es válido para toda la eternidad. Pero no lo es. Sabemos bien que la muerte pone fin a nuestra existencia, pues menos el conocimiento de que la vida continúa más allá de la disolución del cadáver es darse cuenta de que el matrimonio y la vida familiar, tan gratos y felices en muchos hogares, terminarán con la muerte porque no se siguieron las instrucciones de Dios, o porque se rechazó su palabra después de haberla comprendido.
“Está clara en la declaración del Señor que los hombres y las mujeres justos recibirán los designios de abandonos de sus obras. Ahora, si no cumplen con la debida, no serán condenados según el concepto de la terminología comúnmente aceptada, pero se enfrentarán a muchas limitaciones y privaciones, y no podrán alcanzar el reino más elevado. Llegarán a ser siervos ministrantes para aquellos que cumplieron con todas las leyes y vivieron todos los mandamientos.
“A continuación, el Señor se refiere a las excelentes personas que vivieron dignamente pero que no hicieron sus contratos eternos:
‘Porque estos ángeles no se sujetaron a mi ley; por tanto, no se les puede engrandecer, sino que permanecen separados y solitarios, sin exaltación, en un estado de salvación, todo lo cual es eternidad; y adelante no son dioses, sino ángeles de Dios para siempre jamás’ (Doctrina y Convenios 132:17 [revisión 1981]).
“¡Cuán concluyente! ¡Cuán limitativo! Y llegamos a darnos cuenta que una y más veces en esta vida y cuando debemos prepararnos para comparecer ante Dios, ¡Cuán solitaria e infructuosa será la llamada ‘bendita soltería’ a través de la eternidad! ¡Cuán triste verse separado, solitario y apartado de las innumerables etapas, cuando, si se habrá cumplido con los requisitos, tener un feliz matrimonio eterno, efectuado en el templo por la debida autoridad, y continuar para siempre un gozo y una felicidad en aumento, junto con el progreso hacia la condición divina…
“¿Estáis dispuestos a arriesgar vuestra eternidad, vuestra grande y continua felicidad, vuestro privilegio de ver a Dios y morar en su presencia? ¿Estáis dispuestos a renunciar a estas grandes bendiciones y privilegios por la falta de investigación, de estudio y meditación? ¿Por el prejuicio, los conceptos erróneos y la falta de conocimiento? ¿Estáis dispuestos a quedaros solos eternamente, llevando una existencia solitaria y sirviendo a otros? ¿Estáis dispuestos a renunciar a vuestros hijos, cuando inmeran ellos o vosotros, y dejarlos huérfanos…? ¿Estáis dispuestos a pasar por la eternidad en la más absoluta soledad, cuando os puede ‘ser añadida’ sobre todas las más grandes alegrías que podáis haber experimentado en la vida, siendo éstas aumentadas, multiplicadas, eternizadas? ¿Estáis dispuestos, como los seducidos, a pasar alto y rechazar estas grandes verdades? Sinceramente os ruego que hagáis hoy una pausa, que os meditéis estas cosas y que en seguida procedáis con espíritu de oración a hacer eterno vuestro feliz matrimonio. Amigos nuestros, os rogamos que no paséis por alto este llamamiento. Os suplico que abráis los ojos y veáis, que descubráis y oigáis y escuchéis.” (Véase “Los templos y el matrimonio eterno”, Liahona, enero de 1975, pág. 5.)
Doctrina y Convenios 132:16. ¿Cuán importante es casarse ahora por la debida autoridad?
El élder James E. Talmage escribió: “En la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento.” Si las personas en el mundo de los espíritus están preparadas para recibir el evangelio, deberán esperar el momento en que se efectúe la ordenanza del matrimonio eterno mediante el poder y autoridad del santo sacerdocio, en el cual está comprendido el poder para sellar en matrimonio por esta vida así como por la eternidad” (Jesús el Cristo, págs. 577–578; véase también Mateo 22:30; Doctrina y Convenios Marcos 12:25).
Doctrina y Convenios 132:19–22. ¿En qué forma alcanza una persona la plenitud de la gloria de Dios?
En las revelaciones de Doctrina y Convenios se encuentran todas las leyes necesarias para la exaltación. En la sección 132, se revela la ley de la exaltación. La cual es el matrimonio celestial, basado en el cumplimiento de los demás pasos necesarios para la vida eterna: la fe, el arrepentimiento, el bautismo, y el sacerdocio y demás.
El lograr un matrimonio celestial es un proceso que comienza con el hecho de hacer un convenio y que sigue con el de guardar dicho convenio. Esos convenios son contratos que se hacen entre dos partes; éstos son válidos sólo cuando ambas partes cumplen su compromiso respectivo. Un convenio o pacto es una fórmula que se puede expresar con expresiones como “si… entonces…”. Si se cumplen ciertas condiciones, entonces se reciben ciertas promesas. Los versículos 19 a 22 constituyen esa fórmula.
| Si los cónyuges: | Entonces: |
| 1. se casan de acuerdo con la ley y la palabra del Señor, | heredarán “tronos, reinos, principados, potestades y dominios, toda altura y toda profundidad” (vers. 19); |
| 2. se casan por medio de alguien que tiene las llaves del sacerdocio, | “pasarán por los ángeles” hacia su exaltación (vers. 19); |
| 3. sellan su casamiento mediante el Santo Espíritu de la Promesa, | serán dioses mediante el Santo Espíritu de la Promesa, |
| 4. permanecen en el convenio, | tendrán “continuación de las vidas” (vers. 22). |
Algunos miembros de la Iglesia creen, equivocadamente, que el casamiento en el templo basta para llenar los requisitos del convenio; pero el casamiento en el templo es tan sólo el primero de los requisitos de éste. El sujetarse al convenio al punto de que el Santo Espíritu selle las promesas del matrimonio eterno sobre una pareja requiere una dedicación de toda la vida a la rectitud y justicia (véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 132:7).
El élder Bruce R. McConkie enseñó que el “bautismo es la puerta que se abre al reino celestial; el matrimonio celestial es la puerta que se abre a la exaltación en el más alto cielo dentro del mundo celestial” (Doctrina y Convenios 131:1–4). Pero obtener la salvación después del bautismo es necesario guardar los mandamientos de Dios y perseverar hasta el fin (2 Nefi 31:17–21); para alcanzar la exaltación después del matrimonio celestial es necesario continuar en la misma devoción y rectitud. Quienes se han casado en el templo por la eternidad saben que la ceremonia misma no da expresamente condición a la recepción de todas las bendiciones prometidas a la constante fidelidad de ambos cónyuges.
“El hacer firme” o asegurar la propia vocación y elección es un agregado al matrimonio celestial y resulta de la devoción constante y completa a la rectitud. Quienes se han casado en el templo y han cumplido en todo lo que el Señor ha mandado pueden tener la certeza de que han obtenido la exaltación, a menos que desobedezcan los mandamientos de Dios y el convenio del matrimonio que han hecho por sí mismos.” (Mormon Doctrine, pág. 118.)
Doctrina y Convenios 132:19. ¿Qué es el Libro de la Vida del Cordero?
El élder Bruce R. McConkie explicó que “en un sentido literal, el libro de la vida o Libro de la Vida del Cordero es el registro que lleva Dios en los cielos, el cual contiene los nombres de los fieles y en relación con los justos convenios y obras hechos.” (Doctrina y Convenios 128:6–7; Salmos 69:28; Apocalipsis 3:5; 21:27). El libro de la vida de él libro que contiene los nombres de los que heredarán la vida eterna; es el libro de la vida eterna (Daniel 12:1–4; Hebreos 12:23; Doctrina y Convenios 76:68; 132:19.) “Es el libro de los nombres de los santificados, a saber, los del mundo celestial” (Doctrina y Convenios 88:2). Los nombres de los santos fieles se inscriben en el libro de la vida mientras todavía se hallan en la vida terrenal. (Lucas 10:20; Filipenses 4:3; Enseñanzas, pág. 3.) Mas esos nombres son borrados en caso de iniquidad. (Apocalipsis 13:8; 20:15; 21:27.)” (Mormon Doctrine, pág. 97; la frase “sangre inocente” se explica en Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 132:27.)
Doctrina y Convenios 132:22–25. ¿Qué es la “continuación de las vidas”? ¿Qué son las “muertes”?
El élder Bruce R. McConkie enseño que “quienes alcanzan la vida eterna (la exaltación) también alcanzan todas las cosas, lo cual quiere decir que en la resurrección tienen ‘aumento’ eterno, una continuación de las simientes’, una ‘continuación de las vidas’. Su progenie espiritual ‘continuará siendo tan numerosa como las estrellas; o, si se pusiera a contar las arenas en las playas del mar, no podrías numerarlas” (Doctrina y Convenios 131:1–4; 132:19–25, 30, 55)” (Mormon Doctrine, pág. 238; véase también Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 131:4).
El presidente Joseph Fielding Smith explicó además que “el término ‘muertes’ que aquí se menciona se refiere a la muerte o separación de todos los que rechazan este convenio eterno del matrimonio, por lo que se les negará el poder de la exaltación y la continuación de su posteridad. El hecho de que se niegue el tener posteridad y la organización de la familia conduce a las ‘muertes’, o sea, al fin del aumento o procreación en la vida venidera” (Church History and Modern Revelation, 2:360; véase también McConkie, Mormon Doctrine, pág. 283).
Doctrina y Convenios 132:26–27. ¿Asegura el matrimonio en el templo la exaltación de las personas, pese a la forma en que vivan?
Algunas personas han intentado distorsionar el sentido de estos versículos insinuando que al casarse en el templo, uno tiene ya asegurada la exaltación. A ese razonamiento se refirió Pedro cuando dijo: “…tuercen… las… Escrituras… para su propia perdición” (2 Pedro 3:16). El presidente Harold B. Lee indicó que un matrimonio en el templo puede ser perfeccionado y sellado para la eternidad, pero que no hay garantía de ello en la ceremonia misma:
“Algunas personas tienen el concepto equivocado de que si de alguna manera pueden entrar en la casa del Señor y casarse, cuentan con la seguridad de alcanzar la exaltación no importa qué hagan, y, para sustentar su forma de pensar, citan la sección 132, versículo 26. Pero eso no es lo que indica el Señor. El Señor reserva su exaltación a los que demuestren ser fieles, justos y verdaderos a los cielos” (Cram for Life’s Final Examination, Brigham Young University Speeches of the Year, Provo, 5 de enero de 1954, pág. 7). El presidente Joseph Fielding Smith comentó lo siguiente:
“El versículo 26 de la sección 132 es el pasaje más mal interpretado de las Escrituras. El Señor nunca ha prometido a ningún alma que será llevada a la exaltación sin el espíritu de arrepentimiento. A pesar de que el arrepentimiento no se menciona en este pasaje, aun así, está y debe ser comprendido. Me extraña que todos conozcan el versículo 26, pero me parece que nunca han leído o escuchado Mateo 12:31–32, donde el Señor nos dice que sólo el pecado más grave nos puede excluir de la exaltación misma cosa que encontramos en el versículo 26 de la sección 132. …
“Así que debemos deducir que aquellos de quienes se habla en el versículo 26 son los que, habiendo pecado, se han arrepentido completamente y están dispuestos a pagar el precio de sus pecados; de otro modo, no tendrían las bendiciones de la exaltación. Es absolutamente necesario el arrepentimiento para obtener el perdón, y la persona que haya pecado debe ser limpiada.” (Doctrina de Salvación, tomo II, págs. 88, 89.)
La frase clave de “…y son sellados por el Santo Espíritu de la promesa” (Doctrina y Convenios 132:26) muestra que el sellamiento está relacionado con el hecho de “hacer firme” o asegurar la propia vocación y elección (Véase Doctrina y Convenios 76:53; 131:5; 132:7).
Hablando específicamente de la promesa que encontramos en Doctrina y Convenios 132:26, el élder Bruce R. McConkie dijo:
“El hacer firme o asegurar la propia vocación y elección viene después del matrimonio celestial y deriva de él. La vida eterna no existe ni puede existir para el hombre solo o la mujer sola, porque su misma naturaleza consiste en la continuación de la unidad familiar en la eternidad. Por eso, la revelación referente al matrimonio habla tanto del matrimonio celestial (en el que se dan las promesas de la vida eterna con la condición de recibirlas si son fieles) como del hecho de hacer firme o asegurar la propia vocación y elección (en el que se dan las promesas incondicionales de la vida eterna) en la misma frase, en la cual también se dice que quienes cometan pecados (con la excepción de blasfemar el que vierten sangre inocente) después de ser sellados para vida eterna, aún alcanzan la exaltación. Y después de eso veremos, es después de haber hecho firme o asegurado su vocación y elección” (Doctrina y Convenios 132:19–20).
“Luego, la revelación [vers. 26] habla de aquellos que han sellado su vida para vida eterna y, habiendo dado el matrimonio celestial y de hacer segura la propia vocación y elección, dice: ‘De cierto, de cierto te digo, cuando cometen cualquier matrimonio con una mujer conforme a mi palabra, son sellados por el Santo Espíritu de la promesa, de acuerdo con mi precepto’; es decir, si ambos están casados se les asegura su vocación y elección. … ‘saldrán en la primera resurrección y entrarán en su exaltación’” (Doctrinal New Testament Commentary, 3:343–344).
Si uno hace firme o asegura su propia vocación y elección y esa promesa le es sellada por el Santo Espíritu de la Promesa —siguiendo diciendo el élder McConkie— ello no significa que pueda pecar impunemente. “¿Qué sucedería si quienes han recibido la seguridad de su vocación y elección ganantemente? Supongamos que se descarriaran y siguieran el camino de la iniquidad o que lucharan contra la verdad y se rebelaran contra Dios. ¿Qué les sucedería?
“Es evidente que todos los hombres pecan, antes y después del bautismo, y también antes y después de hacer firme o segura su vocación y elección. Ha habido solamente un hombre sin pecado: El Señor Jesús, que era el propio Hijo de Dios.
“Así, en la revelación que anuncia el establecimiento de la Iglesia restaurada en esa época, el Señor dice: ‘Pero existe la posibilidad de que el hombre caiga de la gracia y se aleje del Dios viviente; por lo tanto, cuídese la Iglesia y o se simiente, no sea que caiga en tentación; si y c fuere endurecido sus son santificados” (Doctrina y Convenios 20:32–34).
“Los profetas y Apóstoles desde Adán y Enoc en adelante, y todos los hombres, ya sea que hayan sido purificados y santificados del pecado o no, siguen sujetos al pecado y, de hecho, pecan. A pesar de que después de haber tenido las visiones de la eternidad y de haber sido sellados por aquel Santo Espíritu de la Promesa que ha asegurado su vocación y elección. Dado que a estos escogidos se les ha asegurado la promesa de la vida eterna, y dado que nada impuro puede entrar en el ‘reino’ del Padre (3 Nefi 27:19), ‘ni morar en su presencia’ (Moisés 6:57), se juzga sólo con los pecados cometidos después de ser sellados para vida eterna”.
“Es obvio que todavía tienen vigencia las leyes del arrepentimiento y cuanto mayor luz tenga una persona, tanto más busca el don del arrepentimiento, más se esfuerza por librarse del pecado. A veces vemos cómo desobedece la voluntad divina y se sujeta al Maestro del Pecado, que es Lucifer. Es lógico suponer que los pecados de los que temen a Dios y de los justos son perdonados continuamente porque se arrepienten y buscan al Señor de nuevo cada día o cada hora.
“Y, de hecho, la bendición de tener asegurada la propia vocación y elección es un motivo alentador para evitar el pecado y una defensa contra futuras caídas. Por ese largo camino de obediencia y pureza los males y pecados serán tan bendecidos, y los santificados alcanzarán tan camino y elaborarán la corona de vida que será pura y brillante, adornada con las joyas de justicia y de santidad, y la fortaleza que les traerá gozo y felicidad eternos.” (Doctrinal New Testament Commentary, 3:342–343.)
Doctrina y Convenios 132:26. ¿Qué son los bofetones de Satanás?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 76:72.
Doctrina y Convenios 132:27. ¿En qué consiste la blasfemia contra el Espíritu Santo?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 76:31, 35, 37–39.
Doctrina y Convenios 132:27. ¿Qué es “sangre inocente”?
Tal como aparece en las Escrituras, “sangre inocente” tiene un significado más preciso que el que habitualmente se le adjudica. Por último, como lo ha señalado el élder Bruce R. McConkie, la única sangre verdaderamente inocente es la del Salvador:
“La sangre inocente es la de Cristo; y quienes blasfeman contra el Espíritu Santo, y se declaran impíamente en oposición a Él (Mateo 12:31–32), crucifican a Su persona así mismos al Hijo de Dios’ y lo exponen a vituperio (Hebreos 6:6). En otras palabras, se trata de personas que han crucificado a Cristo habiendo tenido un conocimiento perfecto de que Él es el Hijo de Dios” (Doctrinal New Testament Commentary, 3:345).
Otros pasajes de las Escrituras enseñan que quienes dan muerte a los fieles del Señor también derraman sangre inocente (véase Mosíah 17:10; Doctrina y Convenios 135:4; véase también la declaración del presidente Joseph Fielding Smith que se encuentra en Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 76:35). En otras palabras, los que luchan contra los profetas en realidad luchan contra Aquel a quien los profetas sirven. Así tenemos que aunque el asesinato de cualquier tipo es un pecado sumamente grave, no todos los que cometen son culpables de derramar “sangre inocente”, por lo que no llegan a ser hijos de perdición.
Doctrina y Convenios 132:29–33. “Ve, pues, y haz las obras de Abraham”
En estos versículos, el Señor responde a la pregunta del Profeta en cuanto a Abraham y los demás patriarcas de la antigüedad tenían justificación en tener muchas esposas (véase Doctrina y Convenios 132:1). El Señor exaltó diciendo que Abraham ha tratado en su exaltación porque recibió fielmente las promesas y los mandamientos del Señor. Por eso el Señor manda a los santos de esta época, y en especial a los hombres, a que ellos que “hagan las obras de Abraham”.
El presidente Spencer W. Kimball explicó:
“…Abraham fue fiel a Dios en todos los aspectos. Es conocida la instancia en que entregó a Dios ‘los diezmos de todo’. ¿Pensáis acaso que a él le sería más fácil ser justo de lo que es para nosotros? ¿Pensáis que el Señor le brindara a Abraham más ayuda que a nosotros para que pudiera llegar a ser un gran hombre? ¿O creéis que podemos no llegar a ser como él fue si tan sólo aprendemos a amar a Dios el lugar principal en nuestra vida? Os testifico que podemos llegar a ser como Abraham, que ahora, como resultado de su valentía, ‘…ha entrado en su exaltación y se sienta sobre su trono’ (Doctrina y Convenios 132:29). ¿Es acaso tal exaltación una bendición reservada solamente para las Autoridades Generales o los presidentes de estaca, o los presidentes de quórumes, o los obispos? No, no lo es. Es una bendición reservada para todos aquellos que se preparen abandonando sus pecados, recibiendo verdaderamente el Espíritu Santo y siguiendo el ejemplo establecido por Abraham.
“Si los miembros de la Iglesia pudieran tan sólo tener la misma integridad, la obediencia, la rectitud, la fe y el servicio que Abraham tuvo! Si los padres buscaran las mismas bendiciones que buscó Abraham, también ellos podrían recibir la revelación, los convenios, las promesas y las recompensas eternas que él recibió.” (El ejemplo de Abraham, Liahona, diciembre de 1975, pág. 4.)
Doctrina y Convenios 132:34, 65. “Sara le dio a Agar por esposa a Abraham”
Estos versículos se comprenden mejor después de leer Génesis 16:1–3, los que indican que Sara siguió una costumbre de la época. Por motivo de que ella no podía concebir, dio a su sierva a su marido para así poder tener “hijos de ella” (vers. 2). Esta revelación del Señor aclara que Dios mandó a Abraham aceptar la recomendación de Sara y tomar a Agar por esposa.
Doctrina y Convenios 132:37. “…han entrado en su exaltación”
El élder Bruce R. McConkie añadió una explicación importante a este versículo:
“Los que decimos de Abraham, Isaac y Jacob decimos también de Sara, Rebeca y Raquel, las esposas que tuvieron legítimamente al lado de ellos y que junto con ellos fueron fieles en todas las cosas. Los hombres no se salvan solos, y las mujeres no alcanzan una plenitud eterna sino mediante la continuación de la unidad de la familia en la eternidad. La salvación es un asunto de familia” (Mothers in Israel and Daughters of Zion, Ensign, mayo de 1978, pág. 37).
Doctrina y Convenios 132:38–39. “…en nada pecaron sino en las cosas que no recibieron de mí”
En el caso de David, este pasaje se refiere explícitamente a Betsabé, esposa de Urías, la cual David tomó para sí sin permiso del Señor.
La historia de David es una tragedia y una lección para todos los hijos de Dios, pues representa a un hombre que subió a la cúspide del favor de Dios y cayó al abismo de la iniquidad. Poseía todo lo que esta vida puede ofrecer, pero, por indiferencia y desobediencia, perdió todo, aun exaltación y la oportunidad de estar eternamente con su Padre Celestial. El élder Bruce R. McConkie explicó las circunstancias especiales que ocasionaron el castigo de David:
“En cuanto al hecho de que el poder de sellar no puede sellar a una persona para vida eterna si en lo futuro comete asesinato y con ese pecado muere sin arrepentimiento (no en relación a la sangre de Cristo, sino a la sangre de cualquier individuo que haya asesinado ilegalmente y en malicia), el Profeta dice: ‘El asesino, por ejemplo, el que derrama sangre inocente, no puede recibir perdón. A menos que soliciten porque el arrepentimiento de las manos de Dios, con lágrimas, por el asesinato de Urías; pero no pudo lograrlo, sino por medio del infierno: le fue prometido que su alma no permanecería para siempre en el infierno.’
“Aunque David fue rey, nunca tuvo el espíritu y poder de Elías el Profeta ni la plenitud del sacerdocio; y el sacerdocio que recibió, el levítico y el reino de David, le serán quitados y dados a otro cuyo nombre será David, y que ha de ser levantado de su linaje en los últimos días” (Enseñanzas, pág. 419). Así, aunque la expiación del Señor cubra todos los pecados, el asesinato, si es cometido a sangre fría, todas las promesas quedan sin efecto y va a un reino telestial (Apocalipsis 21:8; Doctrina y Convenios 76:103), porque cuando fue sellado para vida eterna, no fue con condiciones. El sellamiento no se aplicaría en caso de asesinato.” (Doctrinal New Testament Commentary, 3:347.)
Doctrina y Convenios 132:41–44. El pecado de adulterio
Smith y Sjodahl escribieron:
“El Profeta, en su oración respecto a este tema, había pedido información al Señor referente a la razón por la que los patriarcas del Antiguo Testamento eran justificados en sus relaciones domésticas. La respuesta fue la definición que aquí se da con respecto al adulterio. El matrimonio plural, dice la revelación, “…no es adulterio, sino que viola el convenio del matrimonio es cometer ese acto; el castigo del cual es ser destruido (vers. 41, 52); pero Dios mismo ejecutará ese castigo (vers. 54)” (Commentary, pág. 833).
Doctrina y Convenios 132:46. ¿Puede romperse el sello de un casamiento en el templo?
Los miembros de la Iglesia deben entender claramente que el poder de sellar es también el poder de quitar el sello. Ese poder lo posee el Presidente de la Iglesia, tal como ha sido el caso en todas las dispensaciones (véase Mateo 16:19). Con respecto a este poder de sellar y de cancelar los sellamientos de un matrimonio en el templo, el élder Bruce R. McConkie escribió:
“Hablando con propiedad, no hay tal cosa como divorcio del templo. En esta época, los divorcios son asuntos civiles que resuelven los tribunales de la tierra; pero luego del divorcio civil de personas que se han casado por la eternidad en el templo, si las circunstancias son lo suficientemente serias para justificarlo, el Presidente de la Iglesia tiene el poder para anular los sellamientos en cuestión. Él tiene las llaves y el poder para ligar y desatar en la tierra y en los cielos (Mateo 16:19; Doctrina y Convenios 132:46; Doctrina de Salvación, tomo II, pág. 78)” (Mormon Doctrine, págs. 110–111).
Doctrina y Convenios 132:46. ¿Puede el Presidente de la Iglesia perdonar pecados?
Por último, solamente Dios puede perdonar los pecados, pero por inspiración, un siervo del Señor puede declarar al pecador su perdón. En el sentido más amplio, el élder Bruce R. McConkie explicó esta doctrina:
“Siempre se requiere la revelación del Señor para remitir los pecados o para retenerlos. Dado que Dios es quien debe limpiarlos y purificar el alma humana, uno de sus doce apóstoles sacerdotales para hacerlo debe tener su autorización y aprobación, y ésta viene por revelación de su Santo Espíritu. En muchos casos, en esta dispensación, mediante revelación, el Señor ha hecho saber que los pecados de ciertas personas han sido perdonados. (Doctrina y Convenios 60:7; 62:2; 62:3; 64:3.)
“Consecuentemente, se sigue que el Señor, al dirigir a sus Apóstoles que actúen por Él, usando Su poder, el cual es el sacerdocio, y de ese modo retener o remitir pecados, ellos así lo harán, y los pecados o bien serán efectivamente o no, según se encuentren con El. Véase Mateo 16:13–20; 17:1–9; 18:18.”
“Ese mismo poder apostólico siempre se encuentra presente en la Iglesia verdadera; de ahí que el Señor le había dicho a José Smith: ‘…te he confiado las llaves y el poder del sacerdocio… y [los] pecados [que] remitas en la tierra, serán eternamente remitidos en los cielos; y cuyos pecados retengas en la tierra, serán retenidos en los cielos’ (Doctrina y Convenios 132:45–46.)” (Doctrinal New Testament Commentary, 1:857–858).
El presidente Spencer W. Kimball explicó cómo el Presidente desempeña una función en el proceso de obtener perdón:
“El pecador debe buscar el perdón de la Iglesia por medio del obispo, pues no hay presbítero ni élder que esté autorizado para así actuar por la Iglesia. El Señor tiene un plan ordenado y constante, y en el cada persona que se encuentra en las estacas tiene un obispo quien, por la misma naturaleza de su llamamiento y de su ordenación, es un ‘juez en Israel’. El obispo se interesa mejor amigo en la tierra; él escucha los problemas, juzga en cuanto a la seriedad del caso y luego determina el grado de arrepentimiento que debe requerir y decide si por medio de éste se podrá lograr el perdón. Esto lo hace como representante terrenal de Dios: como el maestro médico, el maestro sicólogo, el maestro psiquiatra. Si es suficiente el arrepentimiento, quizás desista del castigo, lo cual es similar a perdonar. El obispo no afirma tener autoridad para absolver los pecados, sino que comparte la carga del pecador, retira el castigo y alivia la tensión y el sufrimiento; y también puede asegurar una continuación de la actividad de la persona, manteniendo todo el asunto en la mayor de las confidencias” (“Vestidos de toda la armadura de Dios…”, Liahona, febrero de 1981, pág. 194).
Doctrina y Convenios 132:49–50. La exaltación confirmada a José Smith
El profeta José Smith recibió la promesa de la vida eterna: se le aseguró su vocación y elección. Dios hace la misma promesa a todos sus hijos si ellos le obedecen. En el versículo 50, se explica por qué el profeta José recibió esta promesa. Él estaba dispuesto a sacrificar todo lo que tenía. Fue buscado y perseguido, presentado ante tribunales de hombres, y se vio arrancado del seno de su familia y sus seres queridos; y todo porque había testificado que los cielos no estaban cerrados y que Dios había su casa visible. El Profeta José es el gran ejemplo de los hombres que están obrando con pureza y fidelidad.
Doctrina y Convenios 132:50–56. ¿De qué se le mandó a Emma no participar?
Ni aquí ni en ninguna otra parte se da indicación de en cuanto a lo que el Señor había mandado a José que ofreciera a su esposa, pero el contexto sugiere que fue una prueba de fe semejante a la gran prueba de la fe de Abraham cuando el Señor le mandó sacrificar a Isaac. Más allá de eso, no tiene fundamento hacer especulaciones, pues la historia guardó silencio. Sin embargo, se le dio a Emma consejos adicionales, incluyendo los mandamientos de que recibiera “a todas las que han sido dadas a mi siervo José” (Doctrina y Convenios 132:52), que obedeciera la voz del Señor (vers. 53), que permaneciera si uniera a José (vers. 54) y que le perdonara sus ofensas (vers. 56). Además, el Señor le hizo advertencias en cuanto a rechazar estos mandamientos y también le hizo promesas por obedecerlos.
El presidente Wilford Woodruff, que trató de cerca la negación ulterior de Emma de que José hubiera practicado el matrimonio plural:
“Se dice que Emma Smith, la viuda del Profeta, sostuvo hasta el momento de su muerte que su esposo no tuvo nada que ver con el orden plural de matrimonio, sino que fue Brigham Young quien lo inició. La práctica. Doy testimonio ante Dios, ángeles y hombres que José Smith recibió esa revelación; y doy testimonio de que Emma Smith dio a su marido José en matrimonio a varias mujeres mientras él todavía vivía, algunas de las cuales viven en esta ciudad y quizás de las que posiblemente están presentes en esta congregación y quienes, si se las llamara, confirmarían mis palabras. Pero, he aquí, ¡dimos hablar de publicaciones que afirman que José Smith no tuvo nada que ver con estas cosas. El mismo José Smith organizó cada investidura de nuestra Iglesia y reveló las mismas a la Iglesia y vive hasta recibir cada llave del Sacerdocio Aarónico y de Melquisedec de manos de los hombres que las tuvieron en la vida mortal y que las tienen en la eternidad” (en Journal of Discourses, 23:131).
Doctrina y Convenios 132:59. ¿Cómo fue llamado Aarón?
El élder Bruce R. McConkie escribió lo siguiente:
“El llamamiento de Aarón al ministerio levítico representa el ejemplo perfecto de la elección de agentes legales para efectuar la obra del Señor. Desde aquel entonces, la legalidad de la administración sacerdotal se ha determinado por el hecho de si el que profesa el ministerio ha sido o no llamado por Dios, como lo fue Aarón” (Heb. 5:4; Doctrina y Convenios 27:8; 132:59), esto es, mediante revelación y ordenación, y con plena aprobación del conjunto de los verdaderos adoradores del Señor” (Mormon Doctrine, pág. 9).
Doctrina y Convenios 132:60–64. La ley del sacerdocio
“Aquí se reitera la verdad de que todo lo que se hace en el nombre de Dios, de acuerdo con su ley y bajo su dirección, no puede ser pecado. Lo que la ley humana considera un delito puede ser como puede no ser —desde el punto de vista divino— un pecado. A veces, el Inocente muere en el Calvario porque los criminales han actuado de juez y jurado.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 835).
Sección 133
Apéndice revelado por el Señor para el libro de Doctrina y Convenios
Antecedentes históricos
El 1 de noviembre de 1831, se realizó una conferencia especial en Hiram, Ohio. Antes de esa fecha, se habían recibido muchas revelaciones que fueron conducidas por José Smith, y la recopilación de éstas, a fin de ser publicadas, fue uno de los temas principales que se aprobaron en la conferencia.
Antecedentes históricos de Doctrina y Convenios 1. La recopilación debía aparecer bajo el título del Libro de Mandamientos; sin embargo, todos los ejemplares de éste —excepto unos pocos— fueron destruidos por los populachos en el condado de Jackson (véase Antecedentes históricos de Doctrina y Convenios 98). Como posteriormente se recibieron otras revelaciones, se publicó una nueva recopilación en Ohio bajo el título de Doctrina y Convenios.
El profeta José Smith describió la decisión que se tomó en la conferencia como se cita a continuación:
“En la conferencia se decidió que el élder Oliver Cowdery llevara los mandamientos y las revelaciones a Independence, Misuri, para que se imprimieran, que los que los ordenara y los tuviera dispuestos para, cuando él estuviera preparado para el futuro, que fuera posible, debía producirse antes del 15 del mes [noviembre] o en esa fecha o más tarde. En la ocasión, había muchos asuntos que los élderes querían saber referentes a la predicación del evangelio a los habitantes de la tierra y en cuanto al recogimiento. Por lo tanto, a fin de andar en la luz verdadera y de recibir instrucción de lo alto, el 3 de noviembre de 1831, me dirigí al Señor y recibí la importante revelación que refiero a continuación, la cual se agregó posteriormente al libro de Doctrina y Convenios con el nombre de el Apéndice, y cita a continuación la sección 133” (History of the Church, 1:229).
El élder John A. Widtsoe explicó que “el Apéndice [Doctrina y Convenios 133] sirve de complemento para la introducción [la sección 1]. Las dos secciones juntas abarcan el contenido del libro de manera resumida. Un apéndice es lo que el autor piensa que se debe agregar para profundizar lo que está en un libro, para hacerlo más enfático, para corroborarlo o explicarlo en contenido ampliando los detalles” (Messages of the Doctrine and Covenants, pág. 17).
Algunos de los temas principales que presenta el Señor en esta revelación están resumidos en el décimo Artículo de Fe.
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 133:1. Una colección de conceptos claves
Todo pasaje de las Escrituras forma parte de la trama de conceptos del evangelio. La impresión de la inclinación del Señor con respecto al modo de registrar las Escrituras no ha sido agrupada por temas los conceptos, sino entremezclados a lo largo de los escritos sagrados en forma diseminada. Solamente un estudio diligente y el deseo de aplicar las enseñanzas de ese modo pueden proporcionar una comprensión cabal. Cuánto más ahondamos en las Escrituras tanto más nos familiarizamos con su forma de expresión, así como con los conceptos que desatan un sinnúmero de asociaciones en nuestra mente y alma. Por ejemplo, la frase “alargar el paso” (véase Doctrina y Convenios 133:16, 37, 18) será tan lógico concepto tan conocido para tantos miembros de la Iglesia que sólo basta decir “hay que alargar el…” para que ellos completen instantáneamente la frase.
La sección 133 contiene un número poco común de conceptos claves que dan por sentado que se tiene conocimiento de otros pasajes de las Escrituras. La sección está escrita en lo que podríamos denominar “taquigrafía literaria”. No se está al tanto de conceptos tales como el que el Señor vendrá a su templo (véase Doctrina y Convenios 133:2), Babilonia (véanse los vers. 4–7, 14), la parábola de las diez vírgenes (véase vers. 10), el relato referente a la esposa de Lot (véase vers. 15), el Cordero en pie sobre el monte de Sión (véase vers. 18) o la época en que Jesús se pondrá de pie sobre el monte de los Olivos (véase vers. 20), se perderán importantes discernimientos referentes a lo que el Señor dice en esta sección. Por lo tanto, el comentario de esta sección se dirigirá al contexto esencial de esos pasajes claves de las Escrituras a fin de ayudar al lector a apreciar mejor los conceptos que ellos encierran.
Doctrina y Convenios 133:1, 16. ¿A quién dirige el Señor esta revelación?
La revelación está dirigida a los miembros de la Iglesia (véase Doctrina y Convenios 133:1) y a los habitantes de la tierra (véase vers. 16). Comprende esos versículos con el prefacio que se dio en la misma conferencia (véase Doctrina y Convenios 1:1–4).
Doctrina y Convenios 133:2. ¿Ha venido el Señor súbitamente a su templo?
El tiempo verbal que se emplea en el versículo 2 indica que la aparición del Señor sería aún en una fecha futura al mes de noviembre de 1831.
El élder Orson Pratt respondió a la pregunta en cuanto a la venida del Señor a su templo:
“Leemos en las Escrituras de la divina evidencia de que el Señor nuestro Dios vendrá a su templo en los últimos días. … En el capítulo tres de Malaquías está escrito que vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis’. Este pasaje no se refiere a la primera venida del Mesías, o sea, que no se refiere a la época en que vendría en la carne. Se refiere al Señor Jesucristo mismo ‘en los últimos días’ cuando el Señor nuevamente tendrá ‘una casa, o un templo, erigido con sus manos mortales’” (en Journal of Discourses, 13:274).
Smith y Sjodahl señalaron que la aparición aquí prometida tiene más de una forma de cumplirse:
“Está profetizado que el Señor vendrá repentinamente a Su templo. Se apareció en el Templo de Kirtland y ministró en favor de él en 1836; luego la profecía tendrá también un sentido más amplio, y el Señor vendrá, sin duda alguna, a Su templo, que será erigido en el valle y limpiará la plata’, limpiando la casa de Israel y a los hijos de Leví. Esa venida será separada y diferente de la gran venida en las nubes del cielo cuando Él aparecerá con poder y gran gloria (Malaquías 3:2) en juicio sobre el mundo con una maldición (vers. 2) sobre todas las naciones que olvidan a Dios. Esta venida será para bendición y beneficio de los más fieles de Sus santos y cuando venga en su venganza sobre la faz de la tierra (véase Doctrina y Convenios 1:12–14), será precedido por una señal (Mateo 24:30; Sec. 88:93), del modo que todos los pueblos la verán y se derramará el castigo sobre los malvados” (Commentary, pág. 840).
Doctrina y Convenios 133:3. “…desnudará su santo brazo”
El brazo es símbolo de fuerza y poder. Lo referente a que el Señor desnudará su brazo quiere decir que dará a conocer su fuerza y su poder ante los ojos del mundo. (Véase Éxodo 15:1–18 donde se da un ejemplo de esto); véase también Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 1:52; 35:8–10.)
Doctrina y Convenios 133:3. ¿Qué significa que todas las naciones “verán la salvación de su Dios”?
“‘Que… verán la salvación de su Dios’ significa que todas las naciones verán la victoria o salvación que el Todopoderoso traerá en favor de su pueblo (Isaías 12:2; 52:10).” (Sperry, Compendium, pág. 300.)
Doctrina y Convenios 133:4. “Por tanto, preparaos, preparaos”
Las Escrituras y los profetas vivientes enseñan que, como pueblo, los miembros de la Iglesia deben esforzarse por alcanzar tres metas importantes mientras se preparan para la Segunda Venida.
1. La preparación.
El presidente Harold B. Lee señaló tres pasos de preparación para la Segunda Venida: “Esta preparación demanda, primero, que, para recibir al Señor, se enseñe a su pueblo en cuanto a la personalidad y la naturaleza de Dios y de su Hijo Jesucristo.
“¿Cómo se puede salir al encuentro de alguien cuya identidad se desconoce? ¿Cómo puede uno prepararse para reunirse con una persona de la cual nada se sabe? ¿Cómo se puede preparar para encontrarse con un ser cuya personalidad no puede comprenderse? …
“A mi modo de pensar, hay otro requisito que cumplir en esa preparación para recibir al Señor al inicio de su reinado milenario, el cual es la necesidad imperiosa de que la gente aprenda a aceptar la divinidad de la misión de Jesús como Salvador del mundo (véase Alma 11:37, 40). …
“…Debemos aceptar la misión divina del profeta José Smith como el instrumento mediante el cual se efectuó la restauración del evangelio y la organización de la Iglesia de Jesucristo. Para estar preparados para el reinado milenario, cada miembro de la Iglesia debe recibir un testimonio —cada cual por sí mismo— de la divinidad de la establecida por José Smith. … [Como lo dijo Heber C. Kimball:] ‘Llegará el día en que un hombre alguna mujer alguna podrá seguir adelante por la fe prestada. Cada uno tendrá que ser guiado por la luz que haya dentro de sí mismo’.” (En Conference Report, octubre de 1956, págs. 61–62.)
2. La santificación.
El deber imprescindible de cada persona es limpiarse de toda impureza del mundo.
“Santificarse es tornarse puro, limpio y sin mancha; es estar libre de la sangre y los pecados del mundo; es llegar a ser una nueva criatura del Espíritu Santo, un nuevo cuerpo ha nacido por haber nacido de nuevo del Espíritu. La santificación es un estado de santidad, el cual se alcanza sólo por medio del arrepentimiento de los pecados y las ordenanzas del evangelio. El plan de salvación es el sistema y el medio provisto mediante el cual las personas pueden santificar sus almas y llegar a ser dignas de una herencia celestial.
“La santificación es doctrina básica del evangelio (Doctrina y Convenios 20:31–34); ciertamente, la razón fundamental por la cual se manda a las personas a creer, arrepentirse y bautizarse es para que sean santificadas por la recepción del Espíritu Santo y así puedan comparecer sin mancha ante el tribunal de Cristo. (Véase 3 Nefi 27:19–21).” (Mormon Doctrine, pág. 675.)
Dado que las Escrituras enseñan que nada impuro puede morar en la presencia del Señor (véase Moisés 6:57), es claro que los miembros de la Iglesia deben ser santificados.
3. El recogimiento.
En un discurso que pronunció el 27 de febrero de 1977, en Lima, Perú, el élder Bruce R. McConkie explicó el espíritu de la congregación de Israel en Sion en esta dispensación:
“Al congregar a Israel se cumplen dos propósitos: en primer lugar, aquellos que han escogido a Cristo como su Pastor, que han tomado sobre sí el nombre del Salvador en las aguas del bautismo, que buscan ser guiados por su Espíritu en el presente y también ser herederos de la gloria celestial en la vida venidera, necesitan reunirse para fortalecerse los unos a los otros y ayudarse mutuamente a perfeccionar su vida; y, segundo, las personas que aspiran al más alto galardón en la eternidad necesitan estar donde puedan recibir las bendiciones de la casa del Señor, tanto para sí como para sus antepasados que murieron sin el conocimiento del evangelio, pero que lo hubieran recibido con todo su corazón si hubiesen tenido la oportunidad de oír las buenas nuevas.
“En los primeros días de esta dispensación, esto significaba reunirse donde estaba la casa del Señor, en las cumbres de las montañas de los Estados Unidos. Solamente allí se encontraban los santos lo suficientemente fuertes para poder fortalecerse mutuamente; solamente allí existían templos del Altísimo donde se podían efectuar en su plenitud las ordenanzas del evangelio para la exaltación.
“Gracias a la providencia de Aquel que sabe todas las cosas, la providencia del que dispersó a Israel y que ahora está nuevamente reuniendo a su pueblo bienamado, ha llegado el día en que el rebaño del Señor está alcanzando todos los rincones de la tierra. Aún no estamos establecidos en todas las naciones, pero ciertamente lo estaremos antes de que Cristo venga por segunda vez.
“Como dice el Libro de Mormón, en los últimos días ‘la iglesia del Señor… se extendía ampliamente sobre toda la superficie de la tierra. . .’ ‘y el poder del Cordero de Dios descendió sobre los santos. . . y sobre el pueblo del convenio del Señor, que se hallaban dispersados. . . y tenían por armas la justicia y el poder de Dios en gran gloria’ (1 Nefi 14:12–14).
“Estamos viviendo en un nuevo día. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se está convirtiendo rápidamente en una Iglesia mundial; congregaciones de santos se hallan en 90 países y en crecimiento. Entre los santos, o se están muy pronto construyendo, el poder del Señor está extendiendo su obra de salvación a todo el mundo; se están construyendo templos dondequiera que se necesitan…” (Véase “Para que el testimonio salga de Sión”, Liahona, septiembre de 1977, pág. 14.)
Doctrina y Convenios 133:5, 14. Babilonia
En la época del Antiguo Testamento, el vocablo representaba tanto la ciudad como la nación en la que había mucha iniquidad y gloria mundana, nación que esclavizó a Israel. Por causa de ese hecho histórico, Babilonia llegó a ser símbolo de esclavitud física y espiritual, una representación del pecado, de la iniquidad, de la perversidad y del mal, y símbolo principal del mundo y de todo lo mundano. Se manda a los seguidores de Cristo salir de Babilonia y huir espiritualmente al refugio de Sión, la cual está constituida por los puros de corazón. (Véase Navas y comentario sobre Doctrina y Convenios 35:11; 86:1–7; véase también la Explicación F, en el Apéndice.)
Doctrina y Convenios 133:5. ¿Qué quiere decir “los vasos del Señor”?
Sólo los sacerdotes autorizados que eran dignos tocaban los vasos que empleaban en el templo los antiguos israelitas. Desde entonces, se ha usado la frase: “Sed limpios los que lleváis los vasos del Señor” (Doctrina y Convenios 133:5) para representar la dignidad moral y pureza con que todos los portadores del sacerdocio deben actuar.
Doctrina y Convenios 133:6. ¿Qué son las asambleas solemnes?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 95:7.
Doctrina y Convenios 133:8, 16, 37. ¿Qué quiso decir el Señor con el mandato “llamad a todas las naciones”?
Con respecto al sentido de la frase “llamad a todas las naciones”, el presidente Spencer W. Kimball ha dicho:
“Os pregunto el significado de las palabras del Señor cuando, hablando en el Monte de los Olivos, les dijo a sus Apóstoles al tiempo de partir:
‘…y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra’ (Hechos 1:8). Fueron éstas sus últimas palabras antes de partir hacia la morada celestial.
‘¿Cuál es el significado de la expresión “hasta lo último de la tierra”? Él había recorrido ya la región que conocían los Apóstoles. ¿Se trataba de la gente de Judea? ¿O de la de Samaria? ¿O de los pocos millones del Cercano Oriente? ¿Hasta dónde llegaba “lo último de la tierra”? ¿Se refería a los millones que pueblan ahora los Estados Unidos? ¿Incluía acaso a los millones de habitantes de Grecia, Italia, de los alrededores del Mediterráneo, de Europa Central? ¿O a todas las personas que entonces poblaban el mundo y a todos los espíritus que vendrán a la tierra en los siglos futuros? ¿Será que no hemos concedido suficiente importancia a aquellas palabras ni a su significado? ¿Cómo podemos sentirnos satisfechos con cien mil conversos, habiendo más de cuatro mil millones de individuos que viven en el mundo y que necesitan del evangelio?
“… He notado en mí que el Señor escogió sus palabras cuando dijo: ‘todas las naciones’, ‘toda la tierra’, ‘lo último de la tierra’, ‘toda lengua’, ‘todo pueblo’, ‘toda alma’, ‘todo el mundo’, ‘muchas tierras’.
“Seguramente hay una importancia fundamental en esas palabras!
“Ciertamente sus ovejas no se limitaban a los miles que le rodeaban y con quienes estaba diariamente en contacto. Se trataba de una familia universal, un redil internacional universal.
“Me pregunto si estamos haciendo todo lo que podemos. ¿Estamos satisfechos con nuestra forma de enseñar a todo el mundo? Hemos estado realizando la obra proselitista durante 144 años; ¿estamos preparados para acelerar el paso?, ¿para ampliar nuestra perspectiva?
“Recordemos que Dios es nuestro aliado, nuestro jefe supremo. Él hizo los planes y dio el mandato…
“Hermanos, considero que una vez que hayamos hecho todo lo que podamos, el Señor hallará el modo de abrir las puertas. Tengo fe en ello. Tal es mi fe.
“Creo que el Señor puede hacer cualquier cosa que disponga.
“Estoy convencido sin razón para dudar que Él ha de abrir puertas si no estamos preparados para pasar por ellas. ¿Por qué habría Él de dejar la Cortina de Hierro o la Cortina de Bambú o cualquier otra cortina si todavía no estamos preparados para traspasarlas?” (Véase “Vead [id] por todo el mundo”, Liahona, noviembre de 1974, págs. 2, 3.)
Doctrina y Convenios 133:8. ¿Por qué quedan los judíos para el final siendo ellos de la sangre de Israel?
De entre las doce tribus de Israel, la de Judá tuvo el privilegio de ser la que recibiría al Hijo de Dios cuando naciera en esta tierra. Uno de los relatos más tristes que contienen las Escrituras es el del rechazo que dio la mayor parte de los judíos (que son la casa de Judá) a su Rey. Por motivo de que, como nación, los judíos no aceptaron a Rey de Israel, el evangelio fue quitado de ellos y dado a los gentiles; pero casi el amor que el Salvador tiene hacia todo Israel, el evangelio se llevará nuevamente a la tribu de Judá antes de la segunda venida del Salvador (véase 1 Nefi 13:42; Éter 13:12). Los que primero recibieron al Maestro lo recibirán de nuevo, pero esta vez serán los últimos en recibirlo.
Doctrina y Convenios 133:10, 19. “… el Esposo viene… Prepararos!”
El versículo 10 de la sección 133 de Doctrina y Convenios se refiere a la parábola de las diez vírgenes (véase Mateo 25:1–3), de la que el élder James E. Talmage dijo: “La historia está basada en las costumbres matrimoniales del día, con las cuales estaban familiarizados los atentos oyentes del Señor. Era común, y todavía lo es en esos tierras, particularmente con relación a la fiesta de bodas entre las clases ricas, que el esposo, acompañado de sus amigos, saliera en procesión a la casa de la desposada y más tarde la condujera a su nuevo hogar en medio de un numeroso séquito compuesto de padrinos, madrinas, parientes y amigos. Al proceder la compañía nupcial al son de alegres melodías, se le podían incorporar pequeños grupos que se habían reunido para esperar en sitios convenientes a lo largo del camino y particularmente cerca de la casa, de donde salían compañías organizadas para recibir a la procesión que se aproximaba. Las bodas solían efectuarse en las tardes y en las noches, y el uso forzoso de antorchas y lámparas no sólo iluminaba la escena, sino que también le impartía belleza adicional” (Jesús el Cristo, págs. 607–608).
A menudo, por la magnitud de las procesiones nupciales, como se ha descrito anteriormente, el esposo tardaba largo tiempo en llegar. Las acompañantes de la novia llevaban una pequeña lámpara y una provisión de aceite a fin de estar preparadas para iluminar el camino cuando llegara el grupo nupcial.
El presidente Kimball enseñó que el aceite que llenará las vírgenes prudentes y el que las insensatas no tenían representa la rectitud personal (véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 45:56–57).
Los pasajes siguientes relacionan la parábola con la Segunda Venida: Doctrina y Convenios 45:56–59; 63:53–54.
Doctrina y Convenios 133:11. ¿Cuándo vendrá Cristo a dar comienzo a su reinado milenario?
El élder Bruce R. McConkie expuso una serie de interrogantes en relación a la segunda venida de Cristo y a la época en que ocurrirá:
“Pregunta: ¿Sabe alguien, o lo sabrá alguien, en qué momento vendrá el Señor? Respuesta: Él y el día, la hora. No en cuanto a en qué generación, sí.
“Pregunta: ¿Quiénes sabrán en qué generación? Respuesta: Los santos, los hijos de luz, los que pueden interpretar las señales de los tiempos, los que adoran la palabra del Señor a fin de no ser engañados.
“Pablo enseñó a los Tesalonicenses que ‘el día del Señor vendrá así como… los hijos de luz’, es decir, inesperadamente y sin aviso; pero, para los ‘hijos de luz’, el Señor no vendrá ‘como ladrón en la noche’, pues ellos están alertas a los tiempos y las estaciones relacionados con su venida (1 Tesalonicenses 4:13–18; 5:1–7). Así, aunque los santos no conocen la fecha, están al tanto de la estación en que se producirá ese acontecimiento. Así como la mujer siente los dolores que anuncian el parto inminente, del mismo modo los santos que interpretan las señales de los tiempos, sabrán discernir en el otro sea el momento exacto del suceso, pero ambos se darán cuenta de que el momento se aproxima.” (Doctrinal New Testament Commentary, 1:665–666; véase también Mateo 24:36, 42; Doctrina y Convenios 45:39, 49:7; 77:6, 12; 130:14–17.)
Doctrina y Convenios 133:12–13. Sión y Jerusalén como lugares de congregación
“Los gentiles que aceptaron el evangelio recibieron el mandamiento de congregarse (vers. 12) en Sión, y los de la casa de Judá habrán de huir a Jerusalén (vers. 13). Esto está en armonía con la predicción de Isaías y Miqueas de que de Sión saldría la ley y de Jerusalén la palabra del Señor; porque desde estos dos lugares centrales el Señor juzgará. Jerusalén será edificada de nuevo y llegará a ser una ciudad santa, la capital de Judá, y Sión será la capital y la ciudad de nuestro Dios, para Efraín y sus compañeros” (véase Doctrina y Convenios 133:34). Ambas ciudades serán asiento del gobierno en concordancia uno con el otro y el Señor morará en ambas.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 841.)
Doctrina y Convenios 133:13. ¿Qué significa “los montes de la casa del Señor”?
En esta sección el vocablo montaña siempre que se encuentra en Miqueas 4:1, el presidente Harold B. Lee explicó así: “La expresión ‘el monte de la casa del Señor’, tal como aquí se indica, tenía sin duda se refería tanto a un lugar determinado en un pueblo particular de Sión como también a la obra del Señor en todas partes del mundo.” (Stand Ye in Holy Places, pág. 255.)
Otros líderes de la Iglesia también han enseñado que el monte de la casa del Señor es el templo. El élder Erastus Snow dijo: “El monte de la casa del Señor es una frase muy singular y probablemente el Profeta la empleó porque era una forma común de expresión en Israel en la época de David y en la de muchos de los profetas varios cientos de años después de esto. De modo que, al hablar del monte de Moríah, sobre el cual se edificó el templo de Salomón, se decía ese sitio designado que era el monte o la casa del Señor. Moríah es un cerro en Jerusalén sobre el que David eligió el lugar del Templo y sobre el cual su hijo Salomón lo construyó. Y se le llamó el monte de la casa del Señor” (en Journal of Discourses, 16:202).
El élder Bruce R. McConkie explicó que la frase tiene más de un significado:
“El monte de la casa del Señor es el monte donde se levanta el templo de Dios. [Isaías 22–3 citado; véase también Miqueas 4:1–2; 2 Nefi 12:2–3.]
“Esta gran profecía, como sucede a menudo, está sujeta a la ley de cumplimiento múltiple. 1. En Salt Lake City y otros lugares montañosos, se han erigido templos, dando pleno y verdadero sentido a la frase, y representantes de todas las naciones acuden a ellos a aprender de Dios y de sus vías. . . 2. Pero aún no se les todavía futuro [cuando la casa del Señor se ha de edificar sobre ‘monte de Sión’], el cual es la ‘ciudad de la Nueva Jerusalén’ en el condado de Jackson, Misuri. (Doctrina y Convenios 84:2–4.) El monte de Sión en el sentido literal de la casa del Señor donde se erija ese templo glorioso. 3. Cuando los judíos huyan a Jerusalén, será a los montes de la casa del Señor (Doctrina y Convenios 133:13), porque un templo se ha de edificar allí también como parte de la obra de la gran era de la Restauración (Ezequiel 37:24–28).
“La ley no puede salir de Sión ni la palabra del Señor de Jerusalén, en todo el sentido milenario con que Isaías lo previó y lo anunció, mientras esas dos templos no se construyan en la antigua y la nueva Jerusalén.” (Mormon Doctrine, págs. 517–518.)
Doctrina y Convenios 133:14–15. “…no mire hacia atrás el que salga”
Lot, sobrino de Abraham, vivió en Sodoma y Gomorra, otras ciudades de tan extremada iniquidad que han llegado a ser símbolo del mundo y su maldad. Lot recibió el mandato de huir de allí junto con su familia. Cuando huían, la esposa de Lot miró hacia atrás (probablemente regresó a Sodoma y Gomorra; véase Lucas 17:31–32) y fue destruida. (Véase Génesis 19:15–26.) En su contexto, esta referencia es clara: Una vez que una persona abandona el mundo, no puede volverse atrás, ya que, si lo hace, puede caer en la destrucción que espera a Babilonia.
Doctrina y Convenios 133:17, 36. ¿Quién es el “ángel… que pone en medio del cielo”?
Este pasaje contiene otro ejemplo claro. El lenguaje usado en el versículo se emplea de Apocalipsis 14:6–7. Aunque en la Iglesia muchos comentaristas han relacionado esa profecía del Apocalipsis con la restauración del Libro de Mormón por medio del ángel Moroni, el élder Bruce R. McConkie indicó que aunque la promesa incluye a Moroni no se limita a él.
“En cuanto a la obra misma de la Restauración: ¿Qué ángel efectuó estos actos poderosos que dieron comienzo a la salvación de todos los hombres de todas las edades? En el sentido más pleno, fue Cristo, quien restauró su evangelio, quien vino con otros seres justos y valientes del pasado, como el Padre Eterno lo había prometido (Doctrina y Convenios 133:36; 27:5–14).
“Es tradicional (y verdadero!) responder: Moroni, hijo de Mormón, quien ahora es un ángel resucitado, el que tiene las llaves del “palo de Efraín” (Doctrina y Convenios 27:5), el que entregó mediante su ministerio a la luz el Libro de Mormón. El restablecimiento del evangelio sempiterno (Doctrina y Convenios 133:57), que en él está el mensaje de Dios para la salvación de todos los habitantes de la tierra; y de los testigos del Señor que declaran en actualidad este mensaje del evangelio a toda nación, tribu, lengua y pueblo. . .
“Pero otros ángeles hablarán de nuevo: aún: Moisés, Elías, Elías el Profeta, Gabriel, Rafael y ‘diversos ángeles. . . todos ellos declarando su dispensación, sus honores, su majestad y gloria, y el poder de su sacerdocio; dando línea sobre línea, precepto sobre precepto; un poco aquí, y otro poco allí’ (Doctrina y Convenios 128:21).
“Así, el ángel Moroni trajo el mensaje, esto es, la palabra; pero otros ángeles trajeron las llaves y el sacerdocio, el poder. Y en el análisis final, la plenitud del evangelio sempiterno consta de todas las verdades y los poderes necesarios para permitir a los hombres obtener la plenitud de la salvación en el cielo.” (Doctrinal New Testament Commentary, 3:528–530.)
Doctrina y Convenios 133:18. ¿Quiénes son los 144.000?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 77:11.
Doctrina y Convenios 133:20–22. ¿Cuántas veces aparecerá el Señor?
El élder Charles W. Penrose explicó que Cristo aparecerá varias veces, a saber: a los santos congregados en Sión, a los judíos congregados nuevamente en su tierra y al resto del mundo.
“Entre los que se han mencionado primero de esos tres grupos, el Señor aparecerá primero; y ese acontecimiento pasará inadvertido para el resto del mundo. Vendrá al tiempo preparado para Él, y sus fieles contemplarán su rostro, escucharán su voz y verán su gloria. De sus propios labios recibirán más sagradas instrucciones en cuanto al desarrollo y embellecimiento de Sión y también con respecto a la expansión y la firme estabilidad de su reino.
“Su siguiente aparición será entre los afligidos hijos de Judá que para entonces casi habrán sido vencidos. En el momento crítico de su destino, cuando las tropas enemigas de varias naciones estén asolando la ciudad y todos los horrores de la guerra estén cayendo sobre el pueblo de Jerusalén, Él pondrá sus pies sobre el monte de los Olivos, el cual se partirá en dos al tocarlo Él. Acompañado de su hueste celestial, derribará y destruirá a todos los ejércitos de los gentiles, y se mostrará a los judíos como el poderoso Libertador y Conquistador anhelado largamente pero cegado por su raza. Y cuando el amor, la gratitud, la sorpresa y la admiración llenen el corazón de los judíos, el Salvador les mostrará las señales de crucifixión y se darán a conocer como Jesús de Nazaret a quien repudiaron y al que sus padres dieron muerte. Entonces irán lágrimas y apartará de las almas de ellos, y será quitado ‘el endurecimiento que ha acontecido a Israel en parte’ [véase Romanos 11:25]. ‘Habrá un manantial abierto para la casa de David’ [véase Zacarías 13:1] ‘y un corazón para’ para Dios ‘en un día’. Serán bautizados para remisión de sus pecados, recibirán el don del Espíritu Santo, y el gobierno de Dios será establecido con poder y será también reconocido por toda nación” (Orson Pratt, en Journal of Discourses, 18:65–66).
“La aparición culminante del Señor será luego de todas esas opciones mencionadas anteriormente. Mas, ¿quién podrá describirla en la lengua de los mortales? La lengua del hombre vacila, y la pluma cae de la mano del escritor al transportarse su mente en la contemplación de la majestad sublime y terrible de su venida vengadora que les impondrá y reinará en calidad de Rey de toda la tierra.” (“The Second Advent,” Millennial Star, 10 de septiembre de 1859, págs. 582–583.)
Otras revelaciones indican que Cristo se mostrará en otras dos ocasiones especiales a los santos de Sión. Una será para aceptar el templo dedicado allí, y la otra será en el concilio que tendrá lugar en Adam-ondi-Ahman (véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 116:1).
Doctrina y Convenios 133:23–24. ¿Se volverán a juntar los continentes?
El Génesis indica que, al principio de la historia del mundo, las masas de tierra estaban unidas. Moisés escribió que uno de los tataranietos de Sem se llamaba Péleg (vocablo hebreo que significa “división”) porque “en sus días se dividió la tierra” (Génesis 10:25). Muchos eruditos han interpretado ese pasaje señalando que eso significa que se produjo alguna clase de división política o cultural, pero los profetas modernos han enseñado que se debe interpretar literalmente.
En un artículo que se publicó a comienzos de esta dispensación, bajo la dirección del profeta José Smith, dice: “El Dios Eterno ha declarado que el gran abismo, o sea, los mares profundos, serán arrojados a los países del norte y que la tierra de Sión y la de Jerusalén se unirán, como lo estuvieron antes de ser separadas en los días de Péleg. ¡No es de extrañar que la mente se sorprenda ante el estruendo de los últimos días!” (The Last Days’ Evening and Morning Star, febrero de 1833, pág. 1.)
El presidente Joseph Fielding Smith añadió lo siguiente con respecto a los últimos días: “Sin embargo, si la tierra va a ser restaurada a la forma que tenía al principio, entonces toda la superficie de la tierra estará nuevamente en un solo lugar como lo estaba antes de los tiempos de Péleg cuando se produjo la gran división. Europa, África y las islas del mar, incluyendo Australia, Nueva Zelanda y otras del océano Pacífico deben juntarse tal como al principio” (Answers to Gospel Questions, 5:74).
Aunque en los círculos científicos se ha especulado durante muchos años con respecto a la época en que los continentes se unieron, hasta fines de la década de 1950 la mayoría de los hombres de ciencia consideraba estas teorías con gran escepticismo. En 1967 se anunció el Año Geofísico Internacional. Hombres de ciencia de muchas disciplinas y de todas partes del mundo se unieron en un estudio de la tierra. Lo que se produjo fue una revolución en el pensamiento científico. En la introducción de un libro sobre el desplazamiento de los continentes publicado por la revista The Scientific American, un comentarista describió este cambio radical:
“Anteriormente, la mayoría de los hombres de ciencia consideraban que la tierra era rígida y que sus continentes estaban fijos, pero ahora se observa que la superficie de nuestro planeta actúa de manera lenta y lentamente y se ve a los continentes como ‘balsas’ que flotan en un ‘mar’ o masa más densa. Los movimientos repentinos, llamados de los terremotos, se explican naturalmente; reinterpretando los conceptos sobre la montaña y el valle, y en general extendiendo el conocimiento sobre los fenómenos relacionados con la geología.” (The Scientific American, 1971.)
“Esta revolución científica, como otras anteriores a ella, comenzó a insinuarse hace mucho tiempo, pero sólo a fines de la década de 1960 comenzó a tener éxito. En la reunión geofísica de todo el mundo que se llevó a cabo en agosto de 1971, se dejó en claro que la noción del desplazamiento de los continentes, que hacía solo años no se consideraba una herejía, había llegado a ser la convicción de la gran mayoría.” (Commentary of Jarvis.)
Aunque los científicos establecen la época de esa división de la tierra en una fecha muy anterior a la que indica la cronología bíblica, la creencia de una sola masa de tierra es ampliamente aceptada. Esta revelación de la sección 133 de Doctrina y Convenios anuncia que en algún momento, en lo futuro, la unidad geográfica será restaurada.
Doctrina y Convenios 133:26–34. ¿Qué saben los santos respecto a las diez tribus perdidas?
El élder Bruce R. McConkie resumió la historia y destino final de las diez tribus. Dijo:
“Cuando Salmanasar invadió el Reino de Israel (aproximadamente en el año 721 a. de J. C.), llevó cautivas a Asiria a las diez tribus que la integraban dicho reino. Desde allí, fueron conducidas a las tierras del norte, y se les ha llamado las tribus perdidas porque están perdidas para el conocimiento de otros pueblos. (1 Nefi 22:4.) No sabemos dónde se encuentran ni la condición de esa parte de las diez tribus que fue llevada a la región del norte” (Compendium, pág. 88).
“Esdras, en su escrito apócrifo, escribió la siguiente versión de la huida de las diez tribus desde Asiria: ‘Esas son las diez tribus que fueron hechas prisioneras, sacadas de su propia tierra en la época del rey Oseas cuando Salmanasar, rey de Asiria, las llevó cautivas, y las transportó sobre las aguas y así entraron en otra tierra. Pero se asentaron entre ellos diciendo que dejarían a la multitud de los paganos e irían a un país lejano, donde nadie había morado nunca, para guardar allí sus estatutos, los cuales nunca guardaron en su propia tierra. Y entraron en el Éufrates por el paso angosto del río. Porque el Altísimo les mostró señales y contuvo las aguas hasta que hubieron pasado. Pues a través de aquella región había un camino muy largo que recorrer, a saber, de un año y medio; y aquella región se llama Arseret. Y vivieron allí hasta épocas posteriores; y, ahora, cuando comiencen a volver, el Altísimo nuevamente detendrá las aguas para que puedan pasar” (Apócrifa, 2 Esdras 13:40–47; la traducción no es oficial).
“Comentando al respecto, el élder George Reynolds escribió…
‘¿Es acaso el todo improbable que en ese largo viaje de un año y medio, como lo expone Esdras, desde la tierra de su cautiverio en Asiria hasta el helado norte, algún grupo apóstata de Israel se haya apartado del grupo principal, olvidando a su Dios, y poco a poco se haya mezclado con las naciones al llegar donde se le llevara para quedar con la simiente prometida a todas las naciones de la tierra? El resto que se encuentra en el Libro de Mormón de una sola familia de esta misma casa, su desobediencia, su salida del seno de Sión, su degeneración y la enemistad entre los miembros de la misma familia son, al los términos, un ejemplo pequeño de lo que puede haber acontecido en una escala mayor en los grupos de israelitas que quedaron muchos meses después de la dispersión de Israel y de Judá.’” (The Story of the Book of Mormon, págs. 505–506).
“Las tribus perdidas no están perdidas para el Señor. En todas partes de la tierra se encuentran sus profetas y líderes inspirados. Tuvieron su Moisés y su Lehi, fueron guiados por el espíritu de revelación, y su fe, su ley de Moisés y llevaron consigo las visiones y los juicios que del Señor les había dado en épocas anteriores. Después de muchos cientos de años, según algunos de nuestro pueblo declaran, el mismo Señor resucitado los visitó y siguió su ministerio entre ellos luego de haber hecho lo en el continente americano entre los nefitas. (3 Nefi 16:1–4; 17:4.) Obviamente, les enseñó en la misma forma las mismas verdades que dio a sus discípulos tanto en Jerusalén y en el continente americano. E indudablemente ellos escribieron sus enseñanzas, formando así libros de Escrituras comparables a la Biblia y al Libro de Mormón. (2 Nefi 29:12–14.)
‘A su debido tiempo, las tribus perdidas de Israel retornarán y vendrán a Sión, las hojas de Efraín para recibir sus bendiciones. Este gran acto de congregación ocurrirá bajo la dirección del Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, puesto que él tiene las llaves. . . Las llaves son el derecho de presidir, el poder de dirigir y, por mandato del poder, las tribus perdidas regresarán, con ‘sus profetas y Escrituras, y serán coronadas con gloria, sí, en Sión, por mano de los siervos del Señor, los hijos de Efraín’ (Doctrina y Convenios 133:26–35).
“En la conferencia general de octubre de 1916, el élder James E. Talmage hizo la siguiente predicción: ‘Las tribus perdidas no están perdidas para el Señor; serán traídas como ha profetizado; y los que aguardan, algunos que están viviendo —sí, algunos que aquí están presentes— que vivirán para leer los libros de las tribus perdidas de Israel, los cuales serán uno con las revelaciones de los judíos y de los nefitas, y los otros relatos de su Libro de Mormón, aun como el Señor ha profetizado; y esos anales que traen las tribus, quienes aunque perdidas para los hombres aún serán descubiertas, relatarán la visita del Cristo resucitado entre ellos, después que se hubo manifestado a los nefitas sobre este continente’” (Articles of Faith, págs. 566–567). Mormon Doctrine, págs. 455–458.)
En cuanto a la función de Juan el Amado entre las diez tribus perdidas, véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 7:3–6.
Doctrina y Convenios 133:27. ¿Qué es la calzada que se levantará en medio del gran mar?
El hecho de que el “gran mar” significa el océano o un cuerpo de agua se confirma en el Antiguo Testamento, donde el profeta Isaías también lo menciona (véase Isaías 51:10; véase también Génesis 7:11).
El Señor no ha dado a conocer cómo se levantará una calzada en medio del gran mar para que las tribus perdidas vengan a Sión. Sin embargo, un interesante paralelo es el relato del paso de los hijos de Israel en las aguas del mar Rojo. Con Faraón y sus ejércitos a la espalda y el mar Rojo frente a ellos, los israelitas quedaron en un callejón sin salida. Pero el Señor ocurrió un milagro: se abrió una calzada en medio del mar e Israel cruzó sobre tierra seca. (Véase Éxodo 14; Isaías 11:15–16.)
No está bien claro cómo traerá el Señor a las diez tribus a Sión, pero que lo hará es cosa bien segura.
Doctrina y Convenios 133:35. ¿En qué fueron santificados los judíos?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 45:51–53.
Doctrina y Convenios 133:46–51. ¿Por qué se vestirá el Señor de rojo en la Segunda Venida?
En los versículos 50 al 52 de esta sección se explica que el Señor se ciñó para pisar el lagar del juicio. Ludlow indicó cómo esta función del Señor se ilustra con sus ropas rojas: “En los tiempos antiguos, en algunas partes del mundo era acostumbrado pisar la uva para exprimir el zumo, y el que lo hacía poniéndose los racimos en grandes recipientes (cubas) donde caminaba sobre ellos, produciendo así el mosto. Naturalmente, la ropa de esas personas que ‘pisaban el lagar’ se manchaba con el zumo de la uva y se teñían con el color de esa fruta. Cuando el Salvador aparezca en los últimos días, su ropa será roja ‘como del que ha pisado el lagar’ (Doctrina y Convenios 133:48) ‘se oirá su voz: He pisado yo solo el lagar’ (Doctrina y Convenios 133:50)” (Companion, 1:678).
El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “Isaías describió ese gran día en que vendrá el Señor con su ropa, o atavío, rojo y rojo y rojo para vengarse de los impíos. (Isaías 64:1–6.) Ese será un día de lloro para los malvados y un día de alegría para todos los que hayan obedecido sus mandamientos. Que nadie piense que esto es sólo lenguaje figurado, es literal, y tan ciertamente como que vivimos, ese día de ira vendrá cuando la copa de iniquidad esté desbordante. Hemos recibido muchas advertencias. El gran día del Milenio vendrá. Las tumbas serán consumidas, y la paz y la rectitud morarán en la faz de la tierra durante mil años” (Church History and Modern Revelation, 1:191–192).
Doctrina y Convenios 133:49. ¿Cuán grande es la gloria de Dios?
Cuando el Señor venga por segunda vez, lo hará en la plenitud de su gloria. En las lenguas humanas no hay otras palabras que puedan explicar para la comprensión del hombre lo que quiere decir la expresión “la plenitud de la gloria de Dios”.
Sin embargo, las Escrituras explican el efecto de la plenitud de la gloria de Dios sobre la tierra y sobre sus habitantes cuando el Señor venga la segunda vez:
- Los montes se derretirán ante su presencia (véase Doctrina y Convenios 133:40, 44; Miqueas 1:4).
- Las aguas hervirán (véase Doctrina y Convenios 133:41).
- Todas las naciones temblarán ante su presencia (véase Doctrina y Convenios 133:42).
- Él se mostrará, la luna retendrá su luz y las estrellas serán arrojadas de sus lugares (véase Doctrina y Convenios 133:49).
- Los malvados serán quemados por el resplandor o fuego de la gloria del Señor (véase Malaquías 4:1–3; 2 Tesalonicenses 2:8).
Doctrina y Convenios 133:54–55. ¿Quién resucitó junto con el Salvador?
“No sólo se levantó Cristo de entre los muertos, sino que otros que se levantaron de la tumba fueron vistos: hombres y mujeres justos que murieron antes de Cristo y que tuvieron el privilegio de levantarse con Él. No creo que la resurrección de entonces haya sido general. Creo que tuvo efecto solamente sobre aquellos que, mientras estuvieron en la tierra, demostraron estar dispuestos a hacer todo por el reino de Dios y para quienes ni los bienes materiales ni el honor ni la vida misma fueron demasiado preciosos para impedirles llevar a cabo los propósitos de Dios.” (Anthony H. Lund, en Conference Report, abril de 1904, pág. 6.)
Doctrina y Convenios 133:56. Se abrirán las tumbas de los santos dormidos.
El élder James E. Talmage comentó sobre este gran acontecimiento, diciendo: “Expresamente se afirma que muchos sepulcros entregarán sus muertos al tiempo del advenimiento glorioso de Cristo, y que los justos que han dormido, junto con muchos que no habrán muerto, serán arrebatados para recibir al Señor. Esto fue escrito a los santos de Tesalónica [véase 1 Tesalonicenses 4:14–16]” (Artículos de Fe, pág. 426).
Doctrina y Convenios 133:57–60. El evangelio se envía por medio de aquellos que el mundo considera débiles.
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 1:17–20, 23.
Doctrina y Convenios 133:59. “Trillará a las naciones”
“Esta expresión [trillará a las naciones] se encuentra también en Habacuc 3:12. En la antigüedad, la trilla se efectuaba pisando el grano sobre la era. La salida de los mensajeros que llevan el evangelio entre las naciones es como el pisar las gavillas sobre el suelo firme. Los valiosos granos se van juntando esmeradamente; y se deja la paja.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 186.)
Doctrina y Convenios 133:63–74. ¿Qué consecuencia enfrentarán “los que no escuchen la voz del Señor”?
Llegará el día en que los malvados verán su insensatez y los castigos de Dios vendrán sobre ellos. Ciertamente Moroni dijo: “Los insensatos se harán burla, mas se lamentarán” (Éter 12:26). El Señor no permitirá que los impíos se junten en la heredad de los justos. (Véase Doctrina y Convenios 1:14; 63:54, 1 Nefi 14:14; 22:15–21; Hechos 3:22–23; José Smith—Historia 40.)
Doctrina y Convenios 133:64. ¿Qué significa la expresión “no les dejará raíz ni rama”?
“Esta expresión significa sencillamente que los malvados y las personas indiferentes que rechacen el evangelio de Jesucristo no tendrán vínculo familiar patriarcal: ni raíz (antepasados o progenitores) ni rama (hijos o posteridad). Esas personas no pueden ser recibidas en el reino del gloria celestial de los seres resucitados, sino que deben contentarse con bendiciones menores.” (Theodore M. Burton, en Conference Report, octubre de 1967, pág. 81.)
Doctrina y Convenios 133:65–74.
Algunos pasajes similares a Doctrina y Convenios 133:65–74 se encuentran en Isaías 56:6; 50:2–3; 2 Nefi 28:32; Doctrina y Convenios 18:9; 19:5; 84:78; Mateo 8:12.
Doctrina y Convenios 133:71. ¿Por qué se rechaza a los profetas?
El presidente Spencer W. Kimball comentó las distintas razones por las que la gente rechaza a los profetas:
“A través de los siglos se utilizaron diversas pretextos para rechazar a estos mensajeros divinos. Fueron negados porque el profeta procedía de un lugar sin importancia: ‘¿De Nazaret puede salir algo de bueno?’ (Juan 1:46.) Jesús también se enfrentó con la pregunta: ‘¿No es éste el hijo del carpintero?’ (Mateo 13:55.) De un modo u otro, el método más rápido para rechazar a los santos profetas ha sido crear un pretexto, por más falso y absurdo que sea, para descartar al hombre junto con su mensaje. Los profetas que no eran locuaces fueron despreciados…
“Podemos preguntarnos cuán a menudo las personas primero rechazan a los profetas porque les desdénan, y finalmente les desprecian más porque los han rechazado. Aun así, ¿por qué otro motivo es tan completo el registro de rechazos? El valor que se les da a las cosas humanas suele ser tan complicado que aun la gente buena se deja de la verdad por preocuparse más por las cosas del mundo…”
“A veces la gente se aferra de tal modo a los honores y las posesiones de este mundo que no puede aprender las lecciones de la gente mayor necesidad. Las verdades eternas allí son rechazadas, para dar lugar a las filosofías de los hombres que son más fáciles de obedecer; y esta es otra causa para rechazar a los profetas.
“A pesar de las muchas excusas para apoyar este rechazo, existe una razón principal que el discípulo debe considerar y que no debe dejarse de lado. Los bienes y preocupaciones temporales y los honores del mundo son todos determinados por una persuasiva minoría que pretende hablar por la mayoría…
“Los santos profetas no sólo han rehusado seguir las erradas tendencias humanas, sino que han condenado esos errores. No es de extrañar entonces que la reacción de la gente a esas enseñanzas no haya sido de indiferencia; a menudo fueron rechazados porque ellos recharzaron primero las maldades de su propio sociedad.
“Estos pretextos para impugnar a los profetas no son válidos. Debemos aprender a usar la observación como prueba de validez de que Dios a menudo ha elegido dar a conocer su obra sacándola de la obscuridad al animar; incluso Él mismo dijo que así será (véase Doctrina y Convenios 1:30). El hecho de que algo se encuentre entre nosotros no significa entonces lo reconozcamos como lo que es; podemos pasar diariamente junto a un museo o una galería de arte, sin tener conocimiento de lo que hay dentro.
“El problema del rechazo viene como consecuencia del conocer personalmente a los profetas, ya que éstos son siempre el hijo o el vecino de alguien; son ellos quienes del pueblo y no traídos espectacularmente desde otro planeta. . .
“Claro que el rechazo de los santos profetas se produce porque el corazón del pueblo se encuentra endurecido, ya que éste es el modelo por su sociedad. Pero aun cuando el endurecimiento es rápido, también puede ser útil. ¿Quién, por ejemplo, habría previsto hace veinte años un son común del aborto en la sociedad actual? Cómo lo mandó la doctrina malignidad del diablo, esa práctica ‘complica a la mente carnal’ (véase Alma 30:53).
“Los profetas tienen un modo de conmover esa mente. A menudo los hombres acusan de dureza y de estar ansiosos de perder algo para luego poder decir: ‘Yo lo predije’. Los profetas que yo he conocido son los hombres más buenos; es como consecuencia de su integridad y del amor que sienten por sus semejantes que no pueden modificar el mensaje del Señor tan sólo para complacer al pueblo. Jamás harán algo semejante. Estoy sumamente agradecido de que los profetas no anhelen la popularidad.” (“Los profetas”, Liahona, agosto de 1978, págs. 121–122.)
Doctrina y Convenios 133:73. Los impíos irán a las tinieblas de afuera
El élder Bruce R. McConkie describió las tinieblas de afuera diciendo que son el infierno: “Tan terriblemente densa es la obscuridad que envuelve la mente de estos espíritus, tal totalmente se ha apartado de su conciencia la luz del evangelio, que aun no gozan del plan de salvación y tienen poca esperanza de adelanto y progreso mediante la gracia salvadora de Cristo. El infierno es, literalmente, un lugar de obscuridad, desdichado y aborrecible luz, que sepulta al malvado y se deleita en la iniquidad” (Mormon Doctrine, págs. 551–552).
Sección 134
Los gobiernos y las leyes de la tierra
Antecedentes históricos
El 17 de agosto de 1835, se realizó una asamblea general de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Kirtland, Ohio, la cual tuvo por objeto la aceptación formal de la recopilación de las revelaciones recibidas por medio del Profeta, para imprimirse como la primera edición de Doctrina y Convenios. Después que los quórumes del sacerdocio y la congregación aceptaron unánimemente las revelaciones, “el élder William W. Phelps se puso de pie y leyó un artículo preparado por Oliver Cowdery referente al matrimonio. Se dispuso por voto unánime que este también fuera publicado en el tomo de las revelaciones. Luego, el presidente Oliverio Cowdery nuevamente se puso de pie y leyó el artículo en cuanto a ‘gobiernos y leyes en general’, y éste también recibió el voto de aprobación para que se publicara en el libro de las revelaciones. Ninguno de esos artículos fue una revelación a la iglesia” (Smith, Church History and Modern Revelation, 2:30).
El artículo referente al gobierno se incluyó en la edición de Doctrina y Convenios como declaración de creencia y como refutación a las acusaciones que los enemigos de la Iglesia habían hecho en contra de los miembros de ésta. “La razón por la cual se escribió el artículo sobre ‘gobiernos y leyes en general’ estriba en el hecho de que los enconados enemigos de los Santos de los Últimos Días habían acusado a éstos, tanto en Misuri como en otros lugares, de ser opositores de la ley y del orden. Se les había acusado de establecer leyes opuestas a las del país” (Smith, Church History and Modern Revelation, 2:30–31).
Esta declaración de creencia se ha incluido en las ediciones de Doctrina y Convenios desde que fue propuesta en 1835. Cuando se leyó y se sometió a voto, “el profeta José Smith y su segundo consejero, Frederick G. Williams, andaban viajando por Canadá en una gira misional, y el Profeta no regresó a Kirtland hasta el domingo 23 de agosto, una semana después de que la asamblea se había efectuado. Dado que en la asamblea se había aprobado por voto unánime que se publicaran Doctrina y Convenios tanto este artículo sobre gobiernos como el otro sobre el matrimonio, el Profeta aprobó la decisión y permitió que así se hiciera.
“Se debe tener en cuenta que en las actas, y también en la introducción de este artículo referente a gobiernos, los hermanos tuvieron cuidado de señalar que esta declaración fue aceptada como la creencia u “opinión” de los oficiales de la Iglesia y no como revelación. Por lo tanto, no ocupa el mismo lugar en la doctrina de la Iglesia que el que ocupan las revelaciones.” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 852.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 134:1. “Dios instituyó los gobiernos para el beneficio del hombre”
El principio de gobierno lo dio el Señor, pero Él no instituyó todas las formas de gobierno. Smith y Sjodahl hicieron notar que “en el principio mismo, el Señor reveló a Adán una perfecta de gobierno, la cual se instituyó ‘para el beneficio del hombre’; mas nosotros no creemos que todos los gobiernos, o cualquier gobierno hecho por el hombre, los haya instituido Dios, aunque el Señor pone su mano sobre ellos. Desde hace mucho tiempo desde el momento en que el Señor estableció su gobierno con Adán, en toda ocasión en que ha mandó enseñar principios correctos a sus hijos, hasta que los hombres comenzaron a rebelarse y apartarse. (Véase Moisés 5:12–13.)
“Desde ese tiempo en adelante, los hombres usurparon la autoridad para gobernar, y salvo pocas excepciones desde entonces, los gobiernos terrenales han sido y son de hombres, y se ha echado la guía de la mano del Señor por revelación y la autoridad investida en sus siervos. Llegará el día —y está cercano en que se gobierne de nuevo la tierra en la forma tal como los gobiernos de los hombres y por ellos serán lugar legítimo dentro de los reyes y Señor de señores.” (Commentary, págs. 852–853.)
Algunos se preguntaron por qué el Señor les pide a las personas que se sujeten a gobiernos inicuos; ¿es mejor tener un gobierno malo que no tener ninguno? En la conferencia de abril de 1881, el élder Erastus Snow explicó la razón: “La anarquía… ¿debo decir que es el peor de los sistemas de gobierno? No: La anarquía es la ausencia de todo tipo de gobierno; es lo opuesto a la orden; es el colmo de la confusión; es el resultado de la libertad desenfrenada, lo contrario a la verdadera libertad. El apóstol Pablo de carácter apostólico no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas’ (Romanos 13:1). Al primera vista, esta declaración nos sorprende. Aun el monopolio del poder, como en el caso de los zares, o el monopolio de la autoridad en manos de la aristocracia, como en otras partes de Europa, la incompetencia y a veces la torpeza de una república como la nuestra [refiriéndose al gobierno de los Estados Unidos en aquella época] es mucho mejor que no tener ningún gobierno. Y por esta razón, dice el apóstol Pablo, ‘porque no hay autoridad sino de parte de Dios’, y las que hay, por Dios han sido establecidas’; no es que sean siempre la mejor forma de gobierno para la gente, ni que den libertad al género humano, sino que cualquier forma de gobierno —todas ellas— es mejor que no tener ningún gobierno, teniendo la tendencia —como la tienen— a controlar las pasiones de la naturaleza humana y a… establecer y mantener el orden en mayor o menor grado; si no tener un monopolio que tener muchos; y la opresión de un monarca es tolerable, pero la de un populacho, donde cada hombre es su propia ley y su mayor asesor, su propio poder para poner en vigencia su voluntad, es la peor forma de gobierno” (en Journal of Discourses, 22:151).
Doctrina y Convenios 134:1. Dios responsabiliza a los hombres por sus actos al decretar las leyes y administrarlas
El profeta José Smith dijo que la responsabilidad y la justicia se aplican tanto a los gobiernos como a las personas individualmente: “No tenemos que dudar de la sabiduría e inteligencia del Gran Jehová. Él aplicará la justicia o la misericordia a todas las naciones de acuerdo con sus conocimientos, así como con los medios que obtienen inteligencia, con las leyes por las cuales se hayan gobernado, con las facilidades con que hayan contado para conseguir información correcta y con los inescrutables designios de Él con respecto a la familia humana” (History of the Church, 4:595). El presidente John Taylor agregó: “Si todos los hombres serían llevados a juicio por toda palabra y acto secreto, con cuánta mayor razón serán tenidos en cuenta delante de Dios y del santo sacerdocio los hechos públicos de los hombres al servicio público” (en Journal of Discourses, 20:42–43).
Doctrina y Convenios 134:2. El gobierno y el albedrío del hombre
El élder John A. Widtsoe, que fue miembro del Quórum de los Doce, explicó la importancia de la función del gobierno en la protección del albedrío del hombre: “Creemos que Dios instituyó los gobiernos (Doctrina y Convenios 134:1; 58:21); que la libertad individual es necesaria (134:2). No se debiera aprobar la ley que quite a las personas el derecho de elegir libremente. Las personas tienen el derecho de obedecer o desobedecer la ley con las penas y luego de haber desobedecido la ley, aceptar el juicio de la ley y el castigo que le corresponda.” (Rational Theology, pág. 145.)
También dijo que “debemos reconocer que los derechos de la propiedad son fundamentales para las libertades humanas”, y citó las palabras del miembro de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, George Sutherland, oriundo de Utah, que dijo: “No es el derecho a la propiedad lo que se protege, sino el derecho a la propiedad. La propiedad, en sí misma, no tiene derechos. Pero la persona —el ser humano— tiene tres grandes derechos igualmente sagrados ante toda interferencia arbitraria: el derecho a la vida, el derecho a la libertad y el derecho a su propiedad. Esos tres derechos están tan íntimamente ligados unos con otros que son esencialmente un solo derecho. Dar a una persona la vida, pero negarle la libertad, es quitarle todo lo que hace que valga la pena vivir. Darle libertad, pero quitarle la propiedad que es el fruto y el emblema de su libertad, es dejarle esclavo” (George Sutherland, discurso pronunciado ante la Asociación de Abogados del estado de Nueva York, 21 de enero de 1921) (en Conference Report, octubre de 1962, pág. 66).
Doctrina y Convenios 134:3. “…se debe buscar y sostener… a quienes administren la ley con equidad y justicia”
Muchos líderes de la Iglesia han hablado en cuanto a la importancia de que los miembros de la Iglesia elijan a hombres justos para que administren los asuntos del gobierno. En enero de 1928, la Primera Presidencia emitió una declaración oficial referente a la responsabilidad de los miembros de la Iglesia de elegir y apoyar a líderes cívicos rectos, la cual el presidente Anthony W. Ivins en la conferencia de octubre del mismo año:
“Las leyes que se promulgan para la protección de la sociedad no tienen valor alguno si no se administran con rectitud y justicia, y no se pueden administrar con rectitud y justicia si ocupan los puestos administrativos hombres deshonestos.
“El Señor dice: ‘Cuando el inicuo gobierna, el pueblo se lamenta’. En todas las comunidades, en todos los partidos políticos, en todos los credos, hay hombres buenos, prudentes y de espíritu patriótico. Ninguno, sino esos hombres, debe ser elegido…
“Sin leyes benéficas que se apliquen rectamente, se socavan los cimientos de la sociedad, reina la anarquía y se producen el caos y la aniquilación.
“Invitamos a todos los hombres y mujeres de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en todo el mundo a honrar las leyes de Dios y a obedecer y respaldar la ley del país; e invitamos a los hombres y a las mujeres buenos de todas partes, de todos los credos, de toda afiliación política, raza y condición a unirse a nosotros en un esfuerzo por poner en marcha las palabras de Lincoln, el gran emancipador, a fin de que nuestro país [cualquiera que sea] continúe siendo una luz al mundo, una nación temerosa de Dios y respetuosa de la ley” (En Conference Report, octubre de 1928, pág. 14.)
El presidente Ezra Taft Benson expuso que todos los miembros deben familiarizarse con cuestiones cívicas y políticas antes de escoger a un candidato o líder político: “No sólo debemos buscar líderes humildes de corazón, dignos y valientes, sino que debemos escoger toda propuesta que tenga que ver con el bienestar nacional o local de acuerdo con cuatro normas:
“Primero, es la idea, la norma o propuesta recta de acuerdo con el evangelio de Jesucristo?…
“Segundo, ¿es correcta al respaldar la norma del Señor en cuanto al gobierno constitucional?…
“Tercero, ¿…es correcta al compararse con los consejos de los profetas vivientes de Dios?…
“Cuarto, ¿qué efecto tendrá sobre la libertad y el carácter de la nación si se adopta ésta o aquella norma?” (In Our Prophets and Principles, págs. 69–70.)
Doctrina y Convenios 134:4, 9. La relación entre la religión y las leyes humanas
Es una clara y definida enseñanza de la Iglesia que las personas deben tener la libertad de adorar como les plazca. El presidente Heber J. Grant dijo:
“Uno de los Artículos de Fe fundamentales promulgados por el profeta José Smith fue: ‘Nosotros reclamamos el derecho de adorar a Dios Todopoderoso conforme a los dictados de nuestra propia conciencia, y concedemos a todos los hombres el mismo privilegio: adoren cómo, donde o lo que deseen’.
“No pero reclamamos derecho alguno ni prerrogativa alguna de interferir con ningún otro pueblo.” (En Conference Report, abril de 1921, pág. 203.)
El élder John A. Widtsoe escribió que el profeta José Smith dijo que “un hombre no debería ser garantizado a sus ciudadanos el libre ejercicio de la conciencia. Los asuntos de fe o práctica religiosa no se deben obstaculizar a menos que se opongan a leyes formuladas para el bien común. No debe mezclarse la influencia religiosa con el gobierno civil” (Joseph Smith, pág. 215).
Doctrina y Convenios 134:5. “Sostener y apoyar a los gobiernos respectivos de los países donde residan”
El duodécimo Artículo de Fe dice: “Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley”.
El presidente David O. McKay dijo: “Las tres palabras importantes que se emplean en el duodécimo Artículo de Fe expresan la actitud apropiada de los miembros de la Iglesia con respecto a la ley. Esas palabras son: obedecer, honrar y sostener. El artículo no dice que creemos en la sumisión a la ley. La obediencia supone una actitud superior a la simple sumisión, puesto que la sumisión tiene sus raíces en la buena intención; la sumisión puede surgir del egoísmo o de la pobreza espiritual. Aunque tanto la obediencia como la sumisión suponen la restricción de la propia voluntad, somos obedientes sólo por un sentido del bien; somos sumisos por un sentido de necesidad.
“El honor expresa un acto o actitud de un inferior hacia un superior. Cuando se aplica a las leyes, se entiende en el sentido de considerarlas con honor. Así, pues, el honrar la ley, la observancia de la ley, es una actitud de reverencia, no sólo de obediencia.
“Sostener la ley, entonces, es manifestar la lealtad, es hacer cosa alguna que la debilite o la torne ineficaz.
“Obedecemos la ley porque debemos;
“Honramos la ley porque es necesaria y porque florece la sociedad.
“Sostenemos la ley al obedecer con respeto.” (En Conference Report, abril de 1937, pág. 28.)
Podría surgir una situación en la cual al obedecer la ley de Dios uno violara la ley territorial o del país. El élder James E. Talmage dijo: “Muchas veces se ha preguntado más o menos lo siguiente: Si la ley y a sus miembros individuales: En caso de haber un conflicto entre lo que requiere la palabra revelada de Dios y lo que impone la ley secular, ¿cuál de estas autoridades obedecerían los miembros de la Iglesia? Por vía de respuesta se pueden citar las palabras de Cristo: Es el deber del pueblo dar a ‘César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios’. En la actualidad no se ha establecido sobre la tierra el reino de los cielos, como poder terrenal, con un rey soberano que ejerza autoridad directa y personal en asuntos temporales. Las ramas de la Iglesia, como tales, y los miembros que las integran, son súbditos de los varios gobiernos dentro de cuyos distintos confines existen las organizaciones de la Iglesia. En esta época de comparativa cultura y libertad no hay razón para creer que de una manera directa se obstruyera el derecho de la adoración privada y la devoción individual. En todas las naciones civilizadas, se concede a la gente el derecho de orar y este derecho está protegido por lo que propiamente puede llamarse una ley común del mundo humano. Ninguna alma sincera queda privada de la comunicación con su Dios; y, estando abierta esta vía de comunicación, se puede pedir un alivio de leyes gravosas, así como retribución por ultrajes sufridos, a aquel Poder que domina las naciones” (Artículos de Fe, págs. 464–465).
Doctrina y Convenios 134:5–6. “No convienen la sedición ni la rebelión a ningún ciudadano”
El presidente N. Eldon Tanner habló concerniente al asunto de enfrentar leyes injustas:
“Muchos dudan de que ciertas leyes promulgadas por sus respectivos gobernantes sean constitucionales, aunque las hayan instituido autoridades del país, y consideran, por ende, que pueden desafiarlas y desobedecerlas.
“Abraham Lincoln dijo: ‘Si existen leyes injustas, deben abrogarse a la mayor brevedad posible; no obstante, mientras continúen en vigencia, deben observarse’.
“Y tal es la actitud de la Iglesia con respecto a la observancia de la ley. . .
“No hay justificación para los individuos que quebrantan las leyes o que intentan hacerlas valer por su propia mano. . .
“El deber de los ciudadanos de cualquier país es recordar que tienen responsabilidades individuales que deben ajustarse a las leyes del país en que viven. . .” (“Las leyes de Dios”, Liahona, febrero de 1976, pág. 70.)
El presidente Joseph Fielding Smith también enseñó que la rebelión no es el camino aprobado para los miembros de la Iglesia: “No puede considerarse que un miembro de la Iglesia esté preparado para una vida semejante en la eternidad, si establece desobediencia en contra de la ley. No armoniza con el Señor, por ende, con su Iglesia; pues, a las potestades existentes, hasta que reine el gran orden de reinar. . .” (Doctrina y Convenios 58:22.) Y será vindicado uno de esos días” (Liahona, diciembre de 1971, pág. 2).
La única excepción a este principio sería cuando el Señor dirigiera a su pueblo, por medio de sus profetas, a tomar una posición contraria a la del gobierno. De no ser así, reconocer la autoridad del gobierno establecido.
Doctrina y Convenios 134:6–7. “Las leyes humanas. . . y las leyes divinas. . . por las cuales el hombre se hace responsable ante su Creador”
El presidente Brigham Young enseñó: “Recordad que el Señor nos hace a todos responsables de nuestra conducta aquí. Él hizo responsable de sus actos a nuestro padre Adán y nos hace responsables a nosotros de nuestros propios actos en proporción al lugar que ocupamos. Los reyes de la tierra tendrán que rendir cuentas ante Dios por su proceder en el cumplimiento de sus deberes reales. Los reyes son cabeza de naciones, los gobernadores son cabeza de las provincias; del mismo modo, los padres o esposos son gobernadores de su propia casa y deben actuar de conformidad con esa posición” (History of the Church, 3:309).
El presidente Wilford Woodruff afirmó: “Diré que todos los reyes, emperadores, jueces y todos los hombres, justos y malvados, tienen que ir al mundo de los espíritus y rendir cuenta ante el juicio de Dios. Todos tienen que dar cuenta de sus hechos en esta vida” (en Millennial Star, 24 de noviembre de 1890, pág. 741).
Como parte de esa responsabilidad ante Dios, los mandatarios políticos tienen la obligación de otorgar a todos los hombres el libre ejercicio de su libertad y responsabilidad ante Dios. El presidente Wilford Woodruff añadió: “Dios no bendecirá a rey alguno, a ningún emperador ni presidente que no defienda con sus súbditos los derechos y privilegios que libertan que ver con su relación personal con Dios, los cuales el Padre mismo les ha dado. En todos los casos en que a los súbditos se les prive de sus derechos, se hará responsables de ello a quienes los gobiernen” (Deseret Weekly News, 19 de abril de 1890, pág. 561).
Doctrina y Convenios 134:8. “Todo hombre debe adelantarse y. . . procurar que se castigue a los que infrinjan las leyes buenas”
Dijo el élder James E. Talmage: “Ahora bien, el Señor ha provisto que los de esta Iglesia vivan de acuerdo con la ley, y Él distingue entre la ley que pertenece a la Iglesia y la que llamamos secular o civil y territorial, pero requiere obediencia a ambas. Mi amor por mi hermano en esta Iglesia no debe cegar ni me interponga entre él y un veredicto justo. Esta Iglesia no es una organización como la de las combinaciones secretas de la antigüedad, las cuales el Señor ha dicho que aborrece y cuyos miembros se hacían promesas de unirse y de protegerse uno al otro unían por medio de un juramento de que se encubrirán mutuamente sus delitos y de que se excusarán unos a otros de los asesinatos y todo lo que era impuro. No es una organización así. El Señor lo sea, no sería de Él” (En Conference Report, octubre de 1920, pág. 63).
Doctrina y Convenios 134:9. La separación entre la Iglesia y el Estado
La Iglesia sostiene el principio establecido por la Constitución de los Estados Unidos de que la religión y el estado deben mantenerse separados. La Primera Presidencia (integrada entonces por José F. Smith, John R. Winder y Anthon H. Lund) declaró lo siguiente en el año 1907:
“La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días apoya el principio de la separación entre la iglesia y el estado, y de la no interferencia de la autoridad eclesiástica en los asuntos políticos y de la libertad e independencia absolutas del individuo en el cumplimiento de sus deberes políticos. . .
“Declaramos que en principio y norma, favorecemos:
“La separación total entre iglesia y estado;
“que la iglesia no ejerza influencia sobre el estado;
“que la religión no interfiera en las funciones del estado;
“que el estado no interfiera en las funciones de la iglesia ni en el libre ejercicio de la religión;
“la libertad absoluta del individuo del dominio de la autoridad eclesiástica en los asuntos políticos.
“La igualdad de todas las iglesias ante la ley.” (En Clark, Messages of the First Presidency, 4:153.)
Doctrina y Convenios 134:10. “Toda sociedad religiosa tiene el derecho de disciplinar a sus miembros. . . si. . . atañe a su confraternidad y buenos antecedentes”
El élder John A. Widtsoe escribió que “ningún oficial de la Iglesia tiene autoridad fuera de lo que corresponde a la iglesia” (Priesthood and Church Government, pág. 62), y que “la Iglesia puede juzgar a los ofensores solamente en relación a su calidad de miembros. Todo otro castigo queda en manos de las tribunales civiles. Los miembros de la Iglesia pueden ser suspendidos en sus derechos o excomulgados” (Priesthood and Church Government, pág. 209).
Doctrina y Convenios 134:11. “Todo hombre queda justificado en defenderse a sí mismo”
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 98:16–48.
Doctrina y Convenios 134:12. “No. . . es propio meterse con los esclavos”
Aunque la indiscutible posición de la Iglesia es que la esclavitud es mala y contraria a los derechos fundamentales del hombre, el profeta José Smith enseñó que cuando un gobierno tolera la esclavitud, no es la posición de la Iglesia intentar derribar ese orden establecido: “. . . es el deber del élder, al entrar en una casa, saludar al amo de esa casa; y si logra su consentimiento, entonces podrá predicar a todos los que se hallan en dicha casa; pero si no recibe su consentimiento, no debe ir a sus esclavos o siervos, mas sea la responsabilidad sobre la cabeza del amo de esa casa; y las consecuencias y culpabilidad de aquella casa no quedan ya sobre los vestid os del élder. . . Mas si el amo de esa casa da su consentimiento, el élder podrá predicar a su familia, a su esposa, sus hijos y sus criados o criadas, o sus esclavos. . .” (Enseñanzas, pág. 100).
En 1834, cuando se escribió esta declaración, los enemigos de los miembros de la Iglesia que vivían en Misuri a menudo acusaban a éstos de procurar abolir la esclavitud. Dado que Misuri ingresó en la Unión como un estado esclavista, este asunto encendió a los habitantes de la región. Doctrina y Convenios 132:12 fue una respuesta a las acusaciones levantadas contra los Santos de los Últimos Días.
Sección 135
Homenaje a los mártires
Antecedentes históricos
El martes 25 de junio de 1844, José y Hyrum Smith se presentaron a las autoridades de Illinois para ser trasladados bajo arresto a Carthage. El gobernador Thomas Ford reunió esa mañana a la milicia e informó que José y Hyrum “eran hombres peligrosos en la comunidad y quedaban presos hasta que se afirmara contra ellos, pero que estaban en peligro de su ley” (History of the Church, 6:563). A John Taylor y a Willard Richards se les permitió quedarse con José y Hyrum en la celda.
El miércoles veintiséis, el gobernador Ford reunió con José Smith y le dijo que él no había convocado al populacho armado y se aseguró de que se encargaría de que se protegiera a los prisioneros (véase History of the Church, 6:577–578).
El jueves 27, el gobernador Ford fue a Nauvoo, donde reprendió severamente a los miembros de la Iglesia en un discurso público e hizo que sus tropas blandieran las espadas en forma amenazante. El gobernador y las tropas salieron de Nauvoo a eso de las 6:30 de la tarde.
En el mismo momento en que el gobernador y sus tropas hacían sus amenazas públicas en Nauvoo, el Profeta y su hermano Hyrum eran asesinados en Carthage. A eso de las 5:00 de la tarde, el populacho, integrado principalmente por los Carthage Greys (la milicia), asaltó la cárcel. Hyrum Smith fue herido por una bala en el rostro y recibió varios balazos más; cayó al suelo diciendo: “¡Soy hombre muerto!”. John Taylor fue herido en varias partes del cuerpo, pero al caer, pudo rodar y meterse debajo de una cama. José Smith herido en la espalda cuando caía de pie con el pecho por un tiro que venía desde afuera. Cayó muerto desde la ventana hacia afuera. (Véase History of the Church, 6:602–618.)
John Taylor y Willard Richards, miembros del Quórum de los Doce, fueron testigos oculares del martirio de los profetas del Señor y cada uno escribió un relato de los hechos. El relato que se encuentra en Doctrina y Convenios 135 fue escrito por el entonces élder John Taylor, quien desempeñaba junto con sus amados hermanos en esa tragedia custodiar en Carthage a los profetas José y Hyrum Smith. En el relato se dice que cuando las balas atravesaron el cuerpo de José, este cayó por la ventana y exclamó gravemente las palabras “¡Oh Señor, Dios mío!”. Este suceso se cumplió con el testimonio que había dado José de que sellaría su testimonio con su sangre.
Su devoción y disposición de ánimo, así como la de su compañero, Willard Richards, dan firme testimonio de su integridad y la convicción de ambas de la veracidad de la misión del profeta José Smith” (Smith y Sjodahl, Commentary, pág. 855; véase también History of the Church, 6:629–634; “Loor al Profeta”, Himnos de Sión 190).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 135:1. ¿Fue necesario que Hyrum sellara su testimonio con sangre?
El presidente Joseph Fielding Smith, nieto de Hyrum Smith, explicó:
“El profeta José Smith confirió a Hyrum Smith todas las llaves, la autoridad y los dones del sacerdocio que él, el Profeta, tenía y que anteriormente había tenido Oliverio Cowdery. El Señor también reveló a Hyrum Smith todo lo que era necesario para hacer de él completamente, y al máximo grado, un testigo junto con su hermano José, como profeta, vidente, revelador y presidente de la Iglesia y para estar, también junto con su hermano José, a la diestra de esa dispensación, por el tiempo y la eternidad, como testigo de Jesucristo.
“Así vemos que Hyrum Smith llegó a ser Presidente de la Iglesia junto con José Smith, lugar que Oliverio Cowdery pudo haber tenido si no hubiera flaqueado y caído de su elevada posición. Firmemente sostengo la opinión de que si Oliverio Cowdery hubiese permanecido fiel a sus convenios y obligaciones como testigo junto con José Smith y si hubiera retenido su autoridad y lugar, él, y no Hyrum Smith, habría ido con José Smith de prisionero y al martirio en Carthage.
“El sellamiento del testimonio por medio del derramamiento de sangre no habría sido completo sólo con la muerte del profeta José Smith; se requirió la muerte de Hyrum Smith, quien, juntamente con él, poseía las llaves de esta dispensación. Era necesario que estos mártires sellasen su testimonio con su sangre, a fin de que a ellos se les ‘honrara, y los inicuos fueran condenados’” (Véase Doctrina de Salvación, tomo I, págs. 208–209; véase también Doctrina y Convenios 136:39; Hebreos 9:16–17.)
Doctrina y Convenios 135:2. ¿Por qué resultó ileso Willard Richards?
“El Dr. Richards se salvó milagrosamente. A pesar de ser un hombre de gran talla y de haber estado en medio de una lluvia de balas, salió ileso, con la excepción de un leve rozamiento en el lóbulo de la oreja izquierda. Ese fue el cumplimiento literal de una profecía hecha por José Smith un año antes, que llegaría el día en que las balas volarían a su alrededor (refiriéndose a Willard Richards) como granizo y que le virarían la cara a sus amigos a derecha e izquierda, pero que no habría rotura alguna en su vestimenta.” (History of the Church, 6:619.)
Doctrina y Convenios 135:3. José Smith ha hecho más por la salvación del hombre en este mundo que cualquier otro con la sola excepción de Jesús
Esta osada declaración ha hecho que algunos críticos de la Iglesia digan que los Santos de los Últimos Días piensan más de José Smith que del Salvador. Esos críticos pasan por alto el hecho de que los miembros de la Iglesia reverencian con reverencia al Profeta por motivo de lo que hizo para que ellos comprendieran a Jesucristo y su misión.
Al pensar en los grandes profetas y líderes como Adán, Moisés, Isaías, Abraham y Nefi, ¿es realmente justificable decir que José Smith hizo más que cualquiera de ellos por la salvación de los hombres? La respuesta es un rotundo sí. ¿Por qué el profeta José Smith hizo obra más grande que ellos en rectitud o dedicación, por solamente Jesús hizo más por la salvación de los hombres que lo que hizo el Profeta, como lo evidencia lo que llevó a cabo bajo la dirección del Señor, lo cual se menciona a continuación:
— Enseñó conceptos correctos referentes a la naturaleza del Padre y del Hijo.
— Tradujo y publicó el Libro de Mormón mediante el poder de Dios.
— Fue el medio por el cual fueron restaurados el Sacerdocio de Aarón y el de Melquisedec.
— Organizó nuevamente sobre la tierra la Iglesia de Jesucristo bajo la dirección del Salvador.
— Reveló el verdadero sentido de Sión, su lugar en los últimos días y las leyes mediante las cuales será gobernada.
— Recibió más de cien revelaciones y las publicó en Doctrina y Convenios.
— Trabajó en la traducción de la Biblia, restauró pasajes perdidos y corrigió traducciones erróneas de ella.
— Estableció colonias de Santos de los Últimos Días, les enseñó principios de orden social, de planeamiento urbanístico, económico y demás, aparte de enseñarles principios espirituales.
— Restauró las llaves y el conocimiento de las ordenanzas del templo, tanto para los vivos como para los muertos.
— Recibió las llaves de la Restauración de manos de Moisés, Elías y Elías el Profeta.
— Inició un programa misional en el que han participado decenas de millares de misioneros y el cual ha resultado en la conversión de millones de personas en países de todo el mundo.
— Tradujo, por la inspiración de Dios, papiros provenientes de Egipto, los que contenían algunos escritos de Abraham.
— El Señor reveló por medio de José Smith muchos principios y conceptos que habían estado perdidos o que habían sido adulterados a lo largo de los siglos. Entonces el profeta José Smith:
• Explicó la relación del hombre para con Dios.
• Explicó las diferencias que hay entre el Sacerdocio Aarónico y el de Melquisedec.
• Explicó los diferentes oficios del sacerdocio, los deberes de cada uno y la forma en que están organizados.
• Expuso la organización apropiada, el nombre, la función y la finalidad de la Iglesia de Jesucristo.
• Enseñó que el hombre está en la tierra en un estado probatorio para labrar su propia salvación.
• Recibió una revelación del conocimiento de los tres grados de gloria y lo que se debe hacer para prepararse para vivir una vez más con Dios.
• Explicó la naturaleza y orden de la resurrección.
• Explicó el efecto salvador de ciertas ordenanzas que se pueden efectuar vicariamente a favor de quienes no las recibieron en la tierra.
• Expuso los principios referentes al establecimiento de Sión, a la naturaleza de los sucesos que tendrán lugar en el Milenio, al reino de Dios y cómo finalmente será establecido en la tierra.
• Aclaró el conocimiento tocante a la Apostasía y por qué se produjo ésta.
• Señaló el cumplimiento de diversas profecías.
• Anunció la venida de Elías el Profeta y explicó su misión.
• Enseñó que el matrimonio tiene por objeto ser eterno y que la unidad familiar continúa más allá de la tumba.
• Ejemplificó la función de un profeta viviente.
• Restauró el entendimiento del principio de la unción de los enfermos en el nombre del Señor por medio del poder del Santo Sacerdocio.
Siguió la guía del Señor, construyó templos y enseñó las ordenanzas para los vivos y para los muertos.
Sacó a luz el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y el material que contiene la Perla de Gran Precio.
Estableció los deberes de los miembros de la Iglesia y las leyes mediante las cuales se gobierna la Iglesia.
Enseñó el principio del acuerdo común.
Explicó la función que desempeña Satanás en el plan del evangelio.
Dio a los Santos de los Últimos Días los principios del Señor por medio de los cuales se puede evitar ser engañado en esta vida.
Enseñó la verdadera naturaleza de la expiación de Cristo y su relación con los principios de la justicia y la misericordia.
Explicó el significado del convenio de la Santa Cena.
Explicó la naturaleza de los dones espirituales y el papel del Espíritu Santo.
Aclaró la función de la mujer en el reino de Dios.
Recibió la revelación del juramento y convenio del sacerdocio.
Realzó la necesidad de la obra misional en el plan del Señor.
Recibió del Señor la Palabra de Sabiduría.
Instituyó la ley del diezmo, la ley de consagración de la propiedad y mayordomía, y la ley de sacrificio y obediencia.
Llevó a cabo todo eso bajo la dirección de Jesucristo y por Él; pero José Smith fue el instrumento escogido del Señor para que esas cosas se llevaran a cabo. Esa es la razón por la cual se puede decir con toda verdad que el Profeta hizo más por la salvación del género humano que cualquier otra persona con excepción del Salvador mismo.
Doctrina y Convenios 135:3. ¿Contiene el Libro de Mormón la plenitud del evangelio sempiterna?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 20:9.
Doctrina y Convenios 135:5. ¿Qué es un testador? ¿Por qué es preciso que se produzca la muerte para que un testamento tenga vigencia?
El testador es quien deja un testamento. Este tiene validez sólo después de la muerte del testador. En tanto que el testador viva, el testamento no tiene validez legal. El empleo del vocablo testador en relación al evangelio denota a uno que provee al hombre el testimonio de los convenios de Dios. Esos convenios son su testamento para la humanidad. El testamento del profeta José Smith fue que Dios reveló por medio de él el poder de sellar, mediante el cual “todos los convenios, contratos, vínculos, compromisos, juramentos, votos, efectuaciones, uniones, asociaciones o aspiraciones” estarán vigentes y serán reconocidos como válidos en los mundos eternos (Doctrina y Convenios 132:7). En una forma especial, la muerte del testador pone un sello de validez sobre su testamento. Si José y Hyrum Smith hubieran sido la fraudulencia que algunos han dicho, no habrían estado dispuestos a morir para sellar su testimonio con su sangre. Con su muerte, quedó reivindicado su testamento.
El Señor reveló al presidente Brigham Young que fue necesario que el Profeta sellara su testimonio con su sangre (véase Doctrina y Convenios 136:39). El presidente Joseph Fielding Smith dijo que ese sello serviría posteriormente de testimonio: “El derramamiento de la sangre de ellos también selló ese testimonio sobre un mundo incrédulo y ese testimonio se levantará de testigo ante el tribunal contra todos los que hayan rechazado sus palabras de vida eterna” (“The Martyrs”, Improvement Era, junio de 1944, pág. 365).
Sección 136
La organización del Campamento de Sión
Antecedentes históricos
Con la muerte del profeta José Smith en Carthage, Illinois, la dirección de la Iglesia quedó en manos del Quórum de los Doce. Brigham Young, como el más antiguo en el apostolado, era Presidente del Quórum. La oposición de los enemigos de la Iglesia, la cual había concluido al Martirio, no se apaciguó con la muerte del Profeta. Una vez más el populacho se levantó contra los santos, la paz se terminó y se vieron amenazadas las vidas de muchos. El presidente Young siguió adelante con los planes que el profeta José Smith había iniciado de llevar a los santos a las Montañas Rocosas, donde esperaban encontrar tierra grande de paz. En febrero de 1846, bajo la dirección de los Doce, los miembros de la Iglesia comenzaron su éxodo de Nauvoo, Illinois, y cruzaron el río Misisipí para entrar en Iowa. Al atravesar ese territorio, rumbo al oeste, iban estableciendo “campamentos” para los que irían detrás de ellos. Pasaron el invierno de 1846–47 en Winter Quarters (el “Invernadero”), que hoy en día lleva el nombre de Florence, estado de Nebraska. Cuando se encontraban acampados allí, el presidente Brigham Young recibió una revelación del Señor.
El élder B. H. Roberts explica las circunstancias en que se recibió esta revelación: “El gran éxodo de la Iglesia constituía el final del éxodo de los Estados Unidos, no quedó concluido. Una tema de muchas reuniones de consejo de las autoridades que presidían era el eje central de la conversación dondequiera que dos o tres se encontraran. Finalmente, en Winter Quarters, el día 14 de enero de 1847, se cristalizaron las ideas al respecto en la mente de Brigham Young y anunció ‘la palabra y voluntad del Señor’ con respecto a la marcha de los Campamentos de Israel hacia el oeste” (Comprehensive History of the Church, 3:154–155).
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 136:1–3. ¿Cómo se organizó el Campamento de Israel?
Smith y Sjodahl dicen: “Los Santos de los Últimos Días fueron expulsados de sus hogares en Nauvoo en las circunstancias más difíciles, en condiciones de extrema pobreza y casi sin nada, ya que sus enemigos los habían despojado. Por lo tanto, era sumamente necesaria una revelación del Señor para guiarlos en el viaje hacia las Montañas Rocosas. El Señor no los abandonó en aquellos momentos de aflicción y dio al presidente Brigham Young esta revelación para guiarlos en su viaje y amonestarlos a obedecer sus mandamientos. Todos los miembros de la Iglesia debían organizarse en compañías y se les requería observar fielmente los mandamientos a fin de poder tener la guía de su Espíritu en todas las circunstancias difíciles que tendrían que enfrentar. Esas compañías habían de organizarse de acuerdo con el orden que se siguió en el Campamento de Sión en su notable marcha desde Kirtland hasta Misuri, con capitanes sobre cien, sobre cincuenta y sobre diez, y todo bajo la dirección del Consejo de los Apóstoles” (Commentary, pág. 857).
Doctrina y Convenios 136:4–11. Los santos deben ser ordenados conforme a los convenios
Dicen Smith y Sjodahl: “Cuán esencial era que, en aquellos días de tribulación, los santos anduvieran conforme a los convenios al viajar hacia el lugar donde se establecerían. Además, era preciso que se proveyeran lo mejor que pudieran de animales de tiro, de carros y provisiones, pues el viaje sería sumamente difícil. Por necesidad, algunos se quedarían atrás en forma de irse, de prepararse para la siguiente división de emigrantes. Era preciso decidir quiénes partirían entonces y a quiénes convenía más quedarse y esperar hasta un momento más oportuno. Los que se quedaran debían plantar y esperar la cosecha. Cada compañía debía llevar una porción igual de los medios para el beneficio de todos. Los que tenían provisiones debían compartirlas con los que no las tenían, con el verdadero espíritu de caridad y fe. Había entre ellos viudas y huérfanos, y se les expresaba las familias de los que se habían ido con el ‘Batallón Mormón’. Si se seguían esas instrucciones, el Señor manifestaría sus bendiciones sobre ellos; tendrían rebaños y hatos, y sus campos producirían” (Commentary, págs. 858–859).
Doctrina y Convenios 136:18–27. Sión será redimida
Smith y Sjodahl escribieron: “Los mismos de la Iglesia se sentían desilusionados, si es que no estaban desanimados del todo, porque Sión no se había redimido. Sin duda, era una prueba para la fe de algunos verse en camino hacia una región desconocida en medio de las Montañas Rocosas. Todo lo que habían oído de aquel territorio era desalentador y la redención de Sión parecía más lejos y más remota que nunca en su opinión. Ahora tenían que animarse, pues el Señor no había olvidado a Sión y ésta sería redimida en el tiempo señalado por el Señor. Por lo tanto, convenía que los miembros obedecieran la amonestación y no procuraran aprovecharse de los demás; ni los desanimaran en su recompensa. El Señor los guiaría tal como guió a los hijos de Israel y tendrían la presencia de santos de esta época como tuvo a los de la antigüedad. Cada persona debía respetar los derechos y los bienes de los demás, y todos debían ser mayordomos sabios” (Commentary, pág. 860; véase Notas y comentario de Doctrina y Convenios 103:15–20).
Doctrina y Convenios 136:22. ¿Se puede comparar al antiguo Israel con el moderno?
El presidente Anthony W. Ivins explicó las semejanzas y las diferencias entre el éxodo de los miembros de la Iglesia al oeste y el éxodo realizado por Israel antiguo. Señaló que la lenta y laboriosa caminata de los Santos de los Últimos Días hacia el oeste fue un logro mayor que el del antiguo pueblo de Israel en su éxodo de Egipto.
“Reconociendo la imposibilidad de reconciliarse con sus semejantes y resueltos a encontrar un lugar donde pudieran adorar al Señor sin ser molestados, este Moisés moderno [Brigham Young] y sus compañeros volvieron la mirada hacia el oeste; y después de un viaje sin paralelo en la historia del mundo, encontraron sitio en estas montañas y valles donde ahora está radicada la cabecera de la Iglesia.
“Cierto es que Moisés sacó a los israelitas del cautiverio en Egipto; los puritanos abandonaron sus hogares en el viejo mundo y desembarcaron en Plymouth Rock [en Norteamérica].
“La fuerza que impulsó a esos dos grandes movimientos, que tanto han significado para el mundo y sus moradores, es semejante, pero las circunstancias bajo las que se realizaron fueron enteramente diferentes.
“Los israelitas salían de una esclavitud humillante y dolorosa y retornaban a su antiguo país, la tierra de sus padres. Los de los últimos días dejaban sus casas, las tierras de sus padres, e iban a tierras desconocidas, a un lugar no habitado por el hombre civilizado.
“Los israelitas eran un pueblo de una sola raza, por lo que influían en el logro de sus fines la unidad racial, cultural y antepasados. Los Santos de los Últimos Días eran un pueblo integrado por personas que provenían de diversas naciones con diferentes idiomas, costumbres y tradiciones.
“El antiguo Israel quedaba separado de su destino sólo por unos 480 kilómetros de distancia en línea directa, un territorio por el que habían pasado grandes ejércitos desde los tiempos antiguos. Los pioneros ‘mormones’ viajaron por sendas que pocas personas habían recorrido y caminaron más de 1.600 kilómetros de distancia.
“Grandes manifestaciones tangibles del poder del Señor acompañaron al Israel antiguo en su viaje y su por aliento lo consoló y más aún envío del cielo. Los modernos ‘mormones’ anduvieron por el providendo de víveres para sus necesidades cotidianas mediante el fruto de sus propias manos.
“Al llegar a su destino, el Israel antiguo encontró ciudades ya edificadas: viñas y huertos plantados, y rebaños y hatos que el Señor entregó en sus manos. El Israel moderno encontró un yermo que sólo podía usarse y hacerse fructífero por medio de enormes esfuerzos.
“De manera que me siento justificado en declarar que los antiguos no tuvieron parangón en la historia del mundo.” (En Conference Report, abril de 1922, págs. 36–37.)
Doctrina y Convenios 136:28. ¿Por qué dijo el Señor instruirás a la gente de cantar y bailar?
Smith y Sjodahl escribieron: “Dado que el Señor sabía que los miembros de la Iglesia se cansarían y se desanimarían en el transcurso del viaje, les brindó un medio por el cual podrían superar el abatimiento y el desánimo. Debían alabar al Señor con cantos, con música, con baile y con oración de alabanza y acción de gracias. Este consejo se siguió: después que se preparaba el campamento para la noche, frecuentemente alguien que tenía violín [u otro instrumento] proporcionaba la música para el baile y el canto de himnos y melodías preferidos por el grupo, y así se reanimaban” (Commentary, pág. 860).
Doctrina y Convenios 136:31. Puestos a prueba en todas las cosas
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 101:4–5; 122.
Doctrina y Convenios 136:34–36. ¿Sobrevinieron calamidades a los Estados Unidos por causa de las persecuciones a los Santos de los Últimos Días?
El élder B. H. Roberts vio en hechos posteriores el cumplimiento de los versículos 34–36 en la sección 136. Después de citar el pasaje de 3 Nefi 16:10, él dijo:
“Hubo un día en que el Señor manifestó su desagrado sobre los Estados Unidos y sobre su gobierno porque expulsaron a los Santos del Señor de su heredad en Misuri y en Illinois, y fueron injustamente asesinados sus profetas, José y Hyrum Smith, y echados de su heredad los santos por el populacho, mientras que los gobernadores de esos estados permitían que los delitos quedaran impunes.
“‘Y en aquel día en que se vuelvan sus corazones de mí, dice el Señor, y se nieguen a escuchar mi voz, y no obedezcan a mis palabras, y se eleven en el orgullo de sus corazones por encima de todas las naciones, y por encima de todo el pueblo de la tierra, y se llenen de toda clase de mentiras, y engaños, y de envidias, y de contiendas, y de malicia, y de toda clase de iniquidades, he aquí, dice el Señor, los visitaré con una gran calamidad.’
“Esto se cumplió cuando los Estados Unidos se sumergieron en una guerra civil en la que hermano se levantó contra hermano, y la tierra se bañó en sangre humana, exactamente como se profetizó en la Sección 87 de Doctrina y Convenios. El castigo de los Estados Unidos por haber echado de su seno a los profetas del Señor y a sus santos se cumplió literalmente, así como lo indicó el Salvador en cuanto a lo que le sucedería a los gentiles rechazaran el evangelio, el élder Roberts dijo:
“‘He aquí, eso es lo que hizo el pueblo de los Estados Unidos cuando echó a los santos de su seno y los expatrió, por lo que éstos se vieron obligados a buscar refugio en otra parte, en un territorio que, en aquel tiempo cuando nuestros antepasados entraron en él —el valle del gran Lago Salado—, no formaba parte de los Estados Unidos de América, sino que era territorio mexicano.
“‘Escuchad esto: esa revelación que no entendemos a menudo, pero que contiene algunas joyas de información. ‘Es la palabra y voluntad del Señor’ dada al presidente Brigham Young en Winter Quarters, y entre otras cosas, dice esto: [Doctrina y Convenios 136:34–36].
“‘Creo que en aquel tiempo nuestro país no se arrepintió de las maldades que habían cometido en ese y en otros casos, puesto que siguió inmediatamente a esta proclamación la guerra con México, en la que por lo menos uno de los regimientos seleccionados de la parte este de Illinois fue casi totalmente aniquilado; y fue casi el único encuentro desastroso que tuvimos en esa guerra.
“‘Luego vino la terrible guerra civil en los años 1861 y 1865 [la Guerra de Secesión Norteamericana] en los que, creo yo, la mano de Dios castigó severamente a los Estados Unidos de América en cumplimiento de la asombrosa predicción del profeta José Smith en cuanto a las calamidades que sobrevendrían a la nación.” (En Conference Report, octubre de 1922, págs. 17–18.)
Desde la Guerra de Secesión, los Estados Unidos han tomado parte en cinco grandes conflictos: la guerra con España, las dos guerras mundiales y las guerras de Corea y de Vietnam. No sólo las guerras han servido como instrumento de aflicción: el desastre económico, los desastres naturales y otras calamidades han atormentado al país. La promesa profética es que si la gente de esta nación no sirve al Dios de la tierra, que es Jesucristo, será exterminada (véase Éter 2:10). Hasta el presente, no ha habido un arrepentimiento nacional por los pecados pasados ni del presente, por lo que el Señor continúa afligiendo a la nación, procurando llevar a la gente al arrepentimiento. En el versículo 42 de la sección 136, el Señor recuerda a los santos que tienen la misma obligación de obedecer los mandamientos.
Doctrina y Convenios 136:38–40. “Muchos se han maravillado a causa de su muerte”
El presidente George Albert Smith habló en cuanto a la necesidad del martirio: “Bajo la dirección del Señor, él [José Smith] organizó la iglesia de Cristo con apóstoles, profetas, pastores, maestros, evangelistas, etc., tal como la Iglesia debía estar organizada, para seguir así hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe. Ejerció su ministerio entre la gente, bendijo a los enfermos y amó las almas de los hijos de los hombres. Pero, como sucedió con profetas que el Señor levantó anteriormente, fue preciso en este caso que su siervo sellara su testimonio con su propia sangre. No se encontrará en los anales de la historia página más patética que la que contiene las últimas palabras de nuestro amado profeta José Smith. Él sabía que pronto moriría; comprendía que la misión de su vida se había cumplido. Había dado las llaves de los dones y las bendiciones de Dios al pueblo, y el Padre continuaba dándole sus bendiciones. Finalmente, comprendió que su obra estaba a punto de terminar.” (En Conference Report, abril de 1904, pág. 63.)
Sección 137
La visión del reino celestial
Antecedentes históricos
El Templo de Kirtland casi se había terminado para enero de 1836. Durante muchas semanas antes de la dedicación, la cual se llevó a cabo el 27 de marzo de 1836, los hermanos tuvieron clases y reuniones en el edificio. El 21 de enero de 1836, se efectuó una reunión muy importante en el cuarto superior del segundo cuadrante, el cual se encontraba al frente del piso y que bien había usado para estudiar el idioma hebreo. Referente a esa reunión, el Profeta escribió lo siguiente:
“Alumbrados por la luz de las velas, me reuní con los hermanos de la Presidencia en el cuarto occidental del templo para proceder a efectuar la ordenanza de la unción de la cabeza con aceite consagrado, también los consejos de los setenta y de Sión se hallaban reunidos en los dos salones adyacentes y esperaban con ardiente anhelo mientras nosotros procedíamos a efectuar la ordenanza mencionada. Yo tomé el aceite con la mano izquierda, mi padre estaba sentado delante de mí y el resto de la Presidencia formaba un círculo a su alrededor. Entonces elevamos la mano derecha hacia el cielo y bendijimos el aceite y lo consagramos en el nombre de Jesucristo.
“Luego pusimos las manos sobre mi anciano padre e invocamos las bendiciones de los cielos. Entonces le ungí la cabeza con aceite consagrado y sellé muchas bendiciones sobre él. Los miembros de la Presidencia, por turnos, le pusieron las manos sobre la cabeza, comenzando por el mayor, hasta que todos le hubieron impuesto las manos y pronunciado sobre él las bendiciones que el Señor puso en su corazón, todos bendiciéndolo para ser nuestro Patriarca, para ungir nuestras cabezas y atestiguar todos los deberes correspondientes a ese oficio. Los miembros de la Presidencia tomaron entonces asiento, por turnos, comenzando por el mayor, conforme a su edad, y recibieron su unción y bendición de manos de mi padre. Cuando llegó mi turno, mi padre me ungió la cabeza y selló sobre mí la bendición de Moisés por las bendiciones de la tierra y las bendiciones del cielo arriba; y me dio todas las bendiciones de los últimos días tal como Moisés lo guió en la tierra antigua; también, las bendiciones de Abraham, de Isaac y de Jacob. Todos los de la Presidencia pusieron sus manos sobre mí y pronunciaron sobre mi cabeza muchas profecías y bendiciones, muchas de las cuales no revelaré en este momento. Pero, como dijo Pablo, también lo digo yo, vengamos a las visiones y a las revelaciones” (véase 2 Corintios 12:1). (History of the Church, 2:379–380.)
Aquella noche hubo en la ocasión de gran revelación. Además de la visión del reino celestial dada al Profeta José Smith también vio en salvador de pie en medio de los Doce Apóstoles que se encontraban trabajando en tierras extranjeras y vio a los Doce y a la Presidencia en el reino celestial. Muchos de los otros hermanos tuvieron visiones gloriosas y recibieron la ministración de ángeles. Algunos vieron el rostro del Salvador mientras el espíritu de profecía y revelación se derramaba sobre ellos con gran poder. (Véase History of the Church, 2:381–382.)
La visión del reino celestial, que ahora es Doctrina y Convenios 137, no formó parte de los cuatro libros canónicos sino hasta el año 1976. Durante la conferencia general de abril de ese año, la Iglesia votó unánimemente en aceptación de esta visión y de la visión de la redención de los muertos (Doctrina y Convenios 138) como Escritura autorizada. Estas revelaciones se incluyeron primeramente en la Perla de Gran Precio, pero cuando se aprobó la publicación de una nueva edición de Doctrina y Convenios, se determinó añadir ambas revelaciones como las secciones 137 y 138 de Doctrina y Convenios. Tomaron esa decisión la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce. (Véase Church News, 2 de junio de 1979, pág. 3.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 137:1. ¿Qué quiso decir el Profeta al expresar “mas si fue en el cuerpo o fuera del cuerpo, no puedo decirlo”?
El apóstol Pablo hizo una declaración semejante al describir una revelación que tuvo (véase 2 Corintios 12:3). Cuando el Señor da revelaciones al hombre, las comunica por medio del poder del Espíritu Santo al espíritu del hombre (véase 1 Corintios 2:9–14).
El profeta José Smith enseñó un principio fundamental en cuanto a la revelación: “Todas las cosas que Dios en su infinita sabiduría ha considerado digno y propio revelarnos mientras nos hallamos en el estado mortal, en lo que concierne a nuestros cuerpos mortales, nos son reveladas en lo abstracto, e independientes de afinidad con este tabernáculo mortal, pero son reveladas a nuestros espíritus precisamente como si no tuviésemos cuerpos; y las revelaciones que salvarán a nuestros espíritus salvarán nuestros cuerpos. Dios nos las revela en vista de que no hay disolución eterna del cuerpo o tabernáculo” (Enseñanzas, pág. 440).
Cuando el Profeta escribió su visión de los tres grados de gloria, dijo que “fueron abiertos nuestros ojos e iluminados nuestros entendimientos por el poder del Espíritu, al grado de poder ver y comprender las cosas de Dios” (Doctrina y Convenios 76:12). Moisés, al escribir sus grandes revelaciones, indicó que no vio con sus ojos naturales sino con los espirituales (véase Moisés 1:11). Más adelante, en su relato de lo que vio, dice que “pudo discernirlos por el Espíritu de Dios” (Moisés 1:28). Con respecto a la visión que tuvo, Enoc dijo que vio “cosas que el ojo natural no puede ver” (Moisés 6:36).
En una descripción que hizo el élder Orson Pratt de la Primera Visión del profeta José Smith, dijo: “Cuando [la luz] fue vista [José Smith—Historia 16] sobre él, le produjo una sensación muy particular en el cuerpo; de inmediato se une fuente fue arrebatada de los objetos naturales que le rodeaban, y fue envuelto en una visión celestial” (en James B. Allen, “Eight Contemporary Accounts of Joseph Smith’s First Vision: What Do We Learn from Them?”, Improvement Era, abril de 1970, pág. 10). Cuando el Señor da tales revelaciones a los hombres, éstos son envueltos por el Espíritu y se llenan de su gloria al punto que se abstraen de las cosas del mundo natural.
Doctrina y Convenios 137:2–3. ¿Por qué la presencia de Dios se describe como “llamas circundantes de fuego”?
El profeta José Smith enseñó que la naturaleza de Dios es luz, fuego y gloria. En su relato de la Primera Visión, escribió que el fulgor y la gloria de Dios “no admiten descripción” (José Smith—Historia 17). También enseña que “Dios Todopoderoso vive en fuegos eternos; carne y sangre no pueden ir allí, pues la corrupción es devorada por el fuego. Nuestros Dios es fuego consumidor” (Hebreos 12:29).
“‘Los que se inmortal moran en fuegos eternos’” (Enseñanzas, pág. 456). El presidente Joseph Fielding Smith dijo que un cuerpo celestial está lleno de gloria y de poder: “Dios es lleno de energía y si nosotros, los mortales, fuésemos a su presencia, las ondas que su Espíritu nos protegería, nos consumiríamos. Así tanta energía hay en un cuerpo celestial” (Seek Ye Earnestly, pág. 275).
Doctrina y Convenios 137:5–8. La salvación de Alvin, hermano de José Smith
Alvin Smith fue el primero de los hijos de José Smith, padre, y de Lucy Mack Smith. Nació el 11 de febrero de 1798, unos siete años antes que José. Murió el 19 de noviembre de 1823, tres meses antes de cumplir los 25 años. Su madre anotó en el diario personal que “Alvin manifestó… mayor celo y ansiedad, por decirlo así, con respecto a los anales [las planchas del Libro de Mormón] que el que mostró jamás cualquier de los demás de la familia” (véase Smith, History of Joseph Smith, pág. 49*).
El profeta José Smith amaba y respetaba mucho a Alvin. Al enterarse de la necesidad del bautismo y de las demás ordenanzas de salvación para poder alcanzar la exaltación, José se preocupó por el bienestar eterno de Alvin. Esta revelación fue fuente de gran gozo y consuelo para José al enterarse del amor y la misericordia de Dios al brindar la posibilidad de alcanzar la salvación a todos sus hijos. El Señor ha provisto los medios para que Alvin Smith y todos los que han muerto sin el conocimiento del evangelio, y que lo habrían recibido con gozo y fe dado corazón si se les hubiese permitido permanecer en la vida terrenal, puedan tener la plenitud de sus bendiciones en los mundos eternos (véase Doctrina y Convenios 137:7).
Doctrina y Convenios 137:5. La salvación de Joseph Smith, padre, y de Lucy Mack Smith
El Profeta vio en visión a su padre y a su madre en el reino celestial. Por supuesto, esta fue una visión de un acontecimiento futuro, dado que ellos todavía vivían en este mundo. De hecho, el padre del Profeta estaba en la misma habitación que él cuando ocurrió la visión (véase Antecedentes históricos de Doctrina y Convenios 137).
Doctrina y Convenios 137:7–9. ¿En base a qué se juzgará al género humano?
Los verdaderos deseos que lleva una persona en su corazón son la clave de su futuro. Para el que ha recibido las leyes de Dios, la obediencia a esas leyes pone de manifiesto sus verdaderos anhelos. Para quien no tiene esas leyes, los deseos de su corazón determinan si recibirá o no el evangelio cuando se le dé la oportunidad de recibirlo, ya sea en esta vida o en la venidera. En cualquiera de los casos, los deseos del corazón de uno determinan la forma en que se reacciona al evangelio y esto forma la base justa y recta sobre la que uno será juzgado. Todos aquellos cuyos corazones sean rectos recibirán el evangelio y vivirán de acuerdo con él cuando tengan la oportunidad y serán “herederos del reino celestial de Dios” (vers. 7). La obra vicaria de las ordenanzas se efectúa en el templo por las personas que, como Alvin Smith, no tuvieron la oportunidad de recibirlas en su estado mortal. Los medios de salvación se extienden a todos los hijos de Dios (véase Alma 41:3–15).
Doctrina y Convenios 137:10. “Todos los niños que mueren antes de llegar a la edad de responsabilidad se salvan en el reino de los cielos”
A continuación hay algunas preguntas que nos hacemos frecuentemente en cuanto al estado de los niños que mueren antes de llegar a la edad de responsabilidad:
El élder Bruce R. McConkie respondió así: “La respuesta a esta pregunta es un resonante sí! se repite en ecos que resuenan eternamente por el universo, puesto que Jesús enseñó esto a sus discípulos; Mormón lo repitió una y otra vez; muchos de los profetas han hablado de ello, y ésta se implícito en el plan de salvación. Si no fuera así, la aplicación de la redención no podría tener ni límites ni fin. Por ello, como es natural, la Visión del Reino Celestial que tuvo José Smith lo contiene esta declaración: ‘Y también vi que todos los niños que mueren antes de llegar a la edad de responsabilidad se salvan en el reino de los cielos’ (Doctrina y Convenios 137:10).
“A veces se pregunta si esto se aplica a los niños de todas las razas, y por supuesto, la respuesta es que la declaración se refiere a todos los niños quiere decir exactamente eso: todos los niños. No hay restricciones de raza, pueblo ni lengua; los niños pequeños son inocentes y todos viven en Cristo y son salvos por Él, por medio de su expiación…
“Se salvan por medio de la Expiación y porque están limpios de pecado; han venido de Dios en absoluta pureza; en este mundo no se ensucian con pecado alguno y, por consiguiente, en la misma pureza en que llegaron, se van. Las personas que están en edad de responsabilidad, en cambio, tienen que purificarse mediante el arrepentimiento, el bautismo y la obediencia. Los que no son responsables del pecado nunca caen espiritualmente, o sea, que nunca tienen que ser redimidos de una caída espiritual. De ahí la expresión de que los niños pequeños viven en Cristo…
“Verdaderamente es una de las partes más dulces y más satisfactorias para el alma de toda la doctrina del evangelio. También es una de las verdades de la divina misión del profeta José Smith, pues, en tiempo, los fieros evangelistas del cristianismo vociferaban desde sus púlpitos, proclamando que el camino al infierno estaba pavimentado de pequeños cráneos infantiles, porque sus descuidados padres los habían dejado sin el bautismo de bautizadores. Las declaraciones de José Smith, registradas en la revelación de los últimos días, llegaron como refrescantes brisas de verdad pura: los niños pequeños son salvos. Demos gracias a Dios por habernos revelado su voluntad concerniente a los puros e inocentes almas.” (Véase “La salvación de los niños”, Liahona, marzo de 1978, págs. 60–61.)
Aunque los niños pequeños serán salvos, ¿significa ello que tendrán vida eterna?
El élder McConkie explicó los términos salvación y vida eterna: “Vida eterna es la vida en el más alto grado del mundo celestial; es exaltación; es el nombre de la clase de vida que Dios vive y consiste en una continuidad de la unidad familiar en la eternidad… Los niños se salvarán en el reino celestial. Salvación significa vida eterna; ambos términos son sinónimos y tienen el mismo significado. José Smith dijo: ‘La salvación consiste en la gloria, la autoridad, la majestad, el poder y el dominio que Dios posee; no es ni más ni menos que eso’ (Lectures on Faith, págs. 63–67). Nosotros nos referimos a esa salvación como a la exaltación —lo cual es— pero todas las Escrituras la llaman salvación. Solamente como tres pasajes donde el término salvación significa algo inferior a la exaltación” (Véase “La salvación de los niños”, pág. 7).
El presidente Joseph Fielding Smith dio la explicación siguiente con respecto al mismo principio:
“El Señor les dará a estos niños el privilegio de todas las bendiciones de sellamiento que pertenecen a la exaltación.
“Todos fuimos espíritus maduros antes de que naciéramos, y los cuerpos de todos los niños que crezcan después de la resurrección hasta la completa estatura del espíritu, y mediante su obediencia, todas las bendiciones serán suyas, lo mismo que si hubieran vivido hasta la madurez y las hubieran recibido en la tierra.
“El Señor es justo y no privará a persona alguna de una bendición, simplemente porque murió antes de poder recibirla. Sería manifiestamente injusto privar a una persona del privilegio de recibir todas las bendiciones de la exaltación en el cielo por el mero hecho de haber muerto en la infancia…
“Los niños que mueren en la infancia no serán privados de ninguna bendición. Cuando crezcan, después de la resurrección, hasta la completa madurez del espíritu, tendrán derecho a todas las bendiciones a que pudieran haber sido acreedores si hubieran tenido el privilegio de permanecer aquí y recibirlas…” (Doctrina de Salvación, 2:51; véase también Mosíah 15:25.)
¿Por qué algunos niños mueren y otros viven? ¿Están en mejor situación los que mueren que los que viven?
El élder McConkie respondió a estas preguntas en palabras claras y comprensibles.
“Podemos estar seguros de que todas las cosas son controladas y gobernadas por Aquel de quien somos hijos espirituales. El conoce el fin desde el principio y nos da las pruebas y dificultades de acuerdo con lo que sabe que necesitamos. El presidente Joseph Fielding Smith me dijo una vez que debemos suponer que el Señor sabe y dispone de antemano quiénes morirán en la infancia y quiénes quedarán aquí para pasar las pruebas que necesiten. Esto va de acuerdo con las palabras de José Smith: ‘El Señor se lleva a muchos, aun en su infancia, a fin de que puedan verse libres de la envidia del hombre, y de las angustias y maldades de este mundo. Son demasiado puros, demasiado bellos para vivir sobre la tierra’ (Enseñanzas, pág. 237). En el plan de por sobreentendido que aquellos de nosotros que hemos llegado y pasado la edad de responsabilidad estamos aquí porque necesitamos las pruebas a las cuales nos somete; necesitamos sobreponernos a la condición del mundo y al mismo estado de pureza que los niños pequeños.” (La salvación de los niños, pág. 8.)
¿Serán probados algunos de los niños que mueren antes de la edad de responsabilidad en la gran prueba con probados otros seres mortales?
El presidente Joseph Fielding Smith dijo que: “Satanás no puede tentar en esta vida a los niños pequeños, ni en el mundo espiritual, ni después de la resurrección. Los niños pequeños que mueren antes de haber llegado a la edad de responsabilidad, no serán tentados” (Doctrina de Salvación, tomo III, pág. 65; véase también Doctrina y Convenios 29:47; 45:58).
¿Cuál será el estado de los niños en la resurrección?
El presidente Joseph F. Smith explicó: “José Smith enseñó la doctrina de que el niño pequeño que muere se levantará como niño en la resurrección; e indicando a la madre de un niño sin vida, le dijo: ‘Usted tendrá el gozo, el placer y la satisfacción de criar a ese niño, después de su resurrección, hasta que alcance la estatura completa de su espíritu’. Hay restitución, hay crecimiento, hay desarrollo después de la resurrección de la muerte. A menudo me parece a mí alma un caudal de felicidad, de gozo y de agradecimiento. Gracias al Señor que nos ha revelado estos principios” (Doctrina del Evangelio, pág. 449).
Sección 138
La visión de la redención de los muertos
Antecedentes históricos
El presidente Joseph F. Smith estuvo muy enfermo durante los últimos seis meses de su vida y pasó la mayor parte de ese tiempo sin salir de su habitación. El élder Joseph Fielding Smith, hijo del anterior, pasó muchos días junto a su padre, escribiendo sus notas al dictado, haciendo tareas por él, y llevándolo de vez en cuando en algunas salidas (véase Smith y Stewart, Life of Joseph Fielding Smith, pág. 200). Aunque estaba enfermo, seguía constantemente en comunión con el Señor. En la conferencia de octubre de 1918, seis semanas antes de morir, dijo:
“Como sabéis la mayoría de vosotros, he estado soportando el asedio de una enfermedad muy grave durante los últimos cinco meses. En esta ocasión me sería imposible tomar mucho tiempo para expresar los sentimientos y deseos de mi corazón en la forma en que querría hacerlo, pero siento que es mi deber, si es posible, estar presente…
“…Aunque debilitado en el cuerpo, mi mente está bien clara en cuanto a mi deber y en relación a las tareas y responsabilidades que descansan sobre los Santos de los Últimos Días. Siempre me siento interesado en el progreso de la obra del Señor, en la prosperidad del pueblo de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en el mundo…
“No voy a intentar, ni me atrevería, hablar sobre muchas cosas que en esta mañana me vienen a la mente, y dejaré para algún momento futuro, si es que el Señor así lo dispone, el declarar algo de lo que tengo en la mente y en el corazón. No he vivido solo durante estos cinco meses. He vivido en el espíritu de oración, de súplica, de fe y de determinación. Y he estado en comunión con el Espíritu del Señor continuamente.” (En Conference Report, oct. de 1918, pág. 2.)
Dos semanas después de la conferencia general, el élder Joseph Fielding Smith escribió la visión según se lo iba dictando su padre (véase Smith y Stewart, Life of Joseph Fielding Smith, pág. 201). Después de haber sido aprobada por los consejos de la Primera Presidencia y por el Quórum de los Doce, fue publicada en la revista Improvement Era, en diciembre de 1918, págs. 166–170.
Durante la conferencia de abril de 1976, fue aceptada como escritura y aprobada para ser publicada en la Perla de Gran Precio. En junio de 1979, la Primera Presidencia anunció que pasaría a ser la sección 138 de Doctrina y Convenios. (Véase Antecedentes históricos de Doctrina y Convenios 137.)
Notas y comentario
Doctrina y Convenios 138:1–11. El meditar sobre el contenido de las Escrituras frecuentemente constituye un requisito para recibir revelación
Nefi estaba meditando sobre las enseñanzas impartidas por su padre, Lehi, cuando recibió la gran revelación que aparece en 1 Nefi 11–14. José Smith y Sidney Rigdon estaban meditando sobre un pasaje del Evangelio de Juan cuando recibieron la trascendente visión que aparece en Doctrina y Convenios 76 (véase Doctrina y Convenios 76:15–19). En su consejo dirigido a los lectores del Libro de Mormón, Moroni explicó que toda persona puede obtener revelación personal en cuanto a la veracidad del libro, si lo lee, recordando la misericordia de Dios para con sus hijos, meditando todo eso en su corazón y luego preguntando al Señor en oración para que le dé un testimonio personal de ello (véase Moroni 10:3–5).
Las revelaciones llegan a quienes están preparados mental y espiritualmente. El élder Harold B. Lee dijo en cuanto a la necesidad de tal preparación:
“El presidente McKay relató a los Doce una experiencia interesante. Dijo que es muy importante estar atentos a los susurros del Espíritu, y sabemos que cuando esos susurros vienen, es un don y un privilegio tenerlos. Llegan cuando nos encontramos tranquilos y bajo la presión de las obligaciones… Entonces el Presidente aprovechó la ocasión para relatarnos una experiencia en la vida del obispo John Wells, en otro tiempo integrante del Obispado Presidente.
“El hermano John Wells tenía un hijo que murió trágicamente arrollado por un tren. Fue una gran prueba para la familia Wells, y el presidente McKay se interesó por ellos y preparó muchos de los informes que actualmente utilizamos.
Su hijo fue arrollado por un tren de carga y murió y la hermana Wells estaba inconsolable: le informó a la madre durante los tres días anteriores al funeral; no recibió ningún consuelo durante el mismo, y estaba honda y desesperada. Un día, poco después de los servicios fúnebres, mientras se encontraba descansando en su cama, durante la siesta por la tarde, indicó que ella le apareció su hijo y le dijo: ‘Madre, no te lamentes, no llores; estoy muy bien’. Le explicó ella no entendía cómo había sucedido el accidente; le dijo que él había dado vuelta al silla de partida y entonces había procurado, como de costumbre, sujetarse del pasamanos del tren de carga, pero al intentar hacerlo su pie se enganchó en una raíz y no alcanzó a agarrar la barra, cayendo su cuerpo bajo el tren. Claramente había sido un accidente. Ahora escuchad esto: Él dijo que tan pronto se dio cuenta de que estaba en otro lugar, procuró ver a su padre, pero no pudo llegar a él. Su padre estaba tan ocupado con las responsabilidades de la oficina que no pudo responder al llamado. Por lo tanto, vino a su madre y le dijo: ‘Dile a papá que sé muy bien y no quiero que llore más’.
“Luego el Presidente declaró que lo que quiso decir es que cuando estamos tranquilos en la cama —sea que somos más susceptibles a esas cosas, y que en lo que al respecto, sus mejores impresiones llegan después de levantarse en la mañana, cuando están descansados y pensando en las tareas del día. Es entonces cuando las impresiones vienen con más claridad, como si se oyera una voz. Esas impresiones son correctas. Si estamos tranquilos por algo y lo meditamos, si vivimos de forma tal que nuestras mentes pueden ser impresionadas, el mensaje nos llega más fácilmente. Él dijo que, entre todas las cosas, la mejor influencia, la más inspiradora de todas, la influencia que ejerce el Espíritu del Señor en nuestro espíritu es tan real como cuando levantamos el teléfono para comunicarnos con alguien.” (Prayer [discurso dado ante el cuerpo docente de CES], Universidad Brigham Young [Provo, 6 de julio de 1955], págs. 14–16.)
El estudiar y meditar sobre las Escrituras prepara la mente y el corazón del individuo para recibir lo que viene del Espíritu. En esas condiciones uno puede estar preparado para recibir instrucción de lo alto.
Doctrina y Convenios 138:7–10. Los escritos de Pedro
Cuando el profeta José Smith hizo su traducción inspirada de la Biblia, introdujo cambios en el pasaje de 1 Pedro 3:18–20 y 1 Pedro 4:6, lo cual fue resultado de meditar al respecto.
Doctrina y Convenios 136:11. ¿Qué quiso decir el presidente Smith al expresar “fueron abiertos los ojos de mi entendimiento”?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 137:1.
Doctrina y Convenios 138:12–17. ¿Se salvará mucha gente en el reino celestial?
En su visión, el presidente Smith vio a “gran compañía innumerable” (vers. 12) de espíritus que habían “partido de la vida terrenal” (vers. 4). Eran éstos los herederos celestiales que habían vivido en la tierra desde la época de Adán hasta la venida de Cristo. Hay grandes multitudes de seres que han vivido desde entonces y otros que todavía vivirán que también serán herederos de la gloria celestial. Del total de personas que vivan en la tierra, las que alcancen la gloria celestial pueden constituir un porcentaje pequeño, pero en número serán millones los que heredarán la gloria del sol. Además de los que llenen los requisitos para la gloria de este reino en virtud de su fidelidad en esta vida o en el mundo de los espíritus, habrá millones de niños que murieron antes de llegar a la edad de responsabilidad. (Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 137:10.)
El presidente Spencer W. Kimball dijo en una reunión general del sacerdocio, respecto al gran potencial para la exaltación:
“Hermanos, hay tenemos aquí a 225.000 personas. Supongo que esos 225.000 podemos llegar a ser dioses. Parece haber suficiente espacio en el universo. Y el Señor ha demostrado que sabe cómo hacerlo. Creo que Él podría hacerlo, o probablemente nos permitiría ayudar a hacer mundos para todos nosotros, para cada uno de estos 225.000.
“Piensan las posibilidades, en el potencial que hay. Cada pequeño que acaba de nacer se convierte en heredero de este gran programa glorioso. Al creer conocer a uno que programa glorioso. Al creer completo, viven todos los mandamientos del Señor, y son llamados hijos de Dios, y van adelante con este gran programa —pasan más allá de los ángeles, más allá de los ángeles y de los dioses que están esperando allá. Van a su exaltación.” (En Conference Report, oct. de 1975, pág. 120.)
Doctrina y Convenios 138:14–17. ¿Puede una persona saber, antes de morir, que alcanzará la exaltación?
Uno puede recibir en esta vida la seguridad de que alcanzará la vida eterna, aunque no se ejerce derecho alguno sobre tal bendición mientras se permanezca en la vida terrenal.
José Smith enseñó: “No quiero que se me entienda que el hombre es exaltado en esta vida, que es ya perfecto. No; el hombre tiene que superar el mal y la tentación en esta vida, y entonces podrá ser exaltado. Uno puede saber, fiel a los convenios que se preservan hasta el fin, dejarán esta vida con la garantía absoluta de una vida eterna.
“No hay motivo de equivocación, de duda ni de incertidumbre en nuestra mente. A aquellos que hayán sido ervidos y fieles en esta vida, no les pasará por alto en la vida venidera. Si guardan los mandamientos aquí, y se van de aquí con un testimonio firme y verdadero de nuestra doctrina, Dios, recibirán la herencia de una vida eterna. Con esto que queremos decir que los que conocen al Señor y han sido sinceros y fieles aquí, deben ser bendecidos en todas las cosas al momento en que pasen a la siguiente existencia. Hijo del hombre perfecto: el Señor Jesucristo, Hijo de Dios.
“Muchas almas justas que han alcanzado cierta perfección, muchas personas buenas que han sido fieles y han vivido la ley, han dejado esta vida con la seguridad de la herencia de una vida eterna. Pero hay muchas cosas que ellos deben hacer y harán más allá de la tumba para merecer la plenitud del reino del Padre, en ese glorioso día final cuando el gran Rey les diga: ‘Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo’ (Mat. 25:34).
“Lo que quiero decir es que cuando los santos de Dios siguen el derrotero de la justicia; cuando obtienen un testimonio de la verdad y la divinidad de la obra del Señor; cuando guardan sus mandamientos y superan al mundo; —cuando lo primero en su vida es el reino de Dios— y esto no significa que sean perfectos—, al dejar esta vida obtendrán la vida eterna en el reino de nuestro Padre Celestial y llegarán a ser perfectos como Dios y Jesucristo lo son.” (En Liahona, feb. de 1977, págs. 55–56.)
Doctrina y Convenios 138:15–19, 50. ¿En qué sentido la separación entre el cuerpo y el espíritu se considera un cautiverio? ¿Por qué es necesaria la redención de los lazos de la muerte para tener una plenitud de gozo?
El profeta José Smith enseñó respecto a la importancia del cuerpo mortal: “Vivimos a este mundo con objeto de obtener un cuerpo y poder presentar por medio de Dios en el reino celestial. El gran plan de la felicidad consiste en tener un cuerpo. El diablo no tiene cuerpo y en esto consiste su castigo. Se delata cuando puede poseer el cuerpo de un hombre; y cuando al Salvador lo echó afuera, pidió permiso para entrar en el hato de puercos, mostrando que prefería poseer el cuerpo de los cerdos antes de no tener ninguno.
“Todos los seres que poseen cuerpos, tienen dominio sobre los que no los tienen.” (Enseñanzas, pág. 217.)
Como los espíritus desencarnados no pueden alcanzar una plenitud de gozo hasta la resurrección (véase Doctrina y Convenios 93:33–34), consideran que su estadía en el mundo de los espíritus —separando la unidad del cuerpo y el espíritu— es un cautiverio. El élder Bruce R. McConkie dijo que “la plenitud de gozo consiste en obtener una plenitud de gozo, es decir en el gozo del Señor (Doctrina y Convenios 51:19). . . La plenitud de gozo se encuentra solamente entre los seres resucitados glorificados.” (Mormon Doctrine, pág. 397.)
Quienes alcancen la exaltación tendrán el privilegio de engendrar hijos espirituales en las eternidades (véase Doctrina y Convenios 131:1–4; 132:19–20). Esa plenitud eterna es posible sólo tras haber resucitado y alcanzado a tener un cuerpo glorificado. El élder Bruce R. McConkie escribió:
“Aquellos que no alcancen la plenitud de gloria y quienes aún no puedan ser lo que Dios es porque no están en unión con otras cosas, se les conoce como a un Dios . . .
“… mediante la rectitud y fidelidad de los hombres y mujeres que guardan los mandamientos de Dios, éstos resucitarán con cuerpos celestiales, preparados para entrar en la gloria eterna. . . en el reino celestial de Dios. Y para ellos, mediante su preparación, habrá hijos espirituales. . .
“. . . Cuando se nos otorgue el poder de crear, sin fin, y nuestra descendencia crezca y se multiplique a través de épocas futuras, allá [nuestra descendencia] tendrá una tierra en el debido tiempo, semejante a ésta, en la cual también podrán obtener cuerpos terrenales y pasar por todas las experiencias que nosotros hemos pasado. . . En relación a ellos ocuparemos la posición que ocupa Dios en cuanto a nosotros y así tendremos el privilegio más glorioso y maravilloso que puede venir a cualquiera de los hijos e hijas de Dios.” (Mellini I. Ballard, págs. 211–212.)
Quienes estén en total condición ciertamente tendrán una plenitud de gozo. Tal será la recompensa de los que el presidente Smith en el capítulo esperando la llegada de Hijo de Dios, el cual romperá las ligaduras de la muerte y les proveerá resurrección y una plenitud de gozo en el reino de Dios.
Doctrina y Convenios 138:27–37, 57. La obra misional en el mundo de los espíritus
El presidente Wilford Woodruff dijo que en la obra del ministerio en el mundo de los espíritus, “cada apóstol, cada setenta, cada élder, etc., que ha muerto en la fe, tan pronto como pasa al otro lado del velo, entra en la obra del ministerio, y hay mil oportunidades más de predicar allá que aquí. . . Tienen una obra que efectuar al otro lado del velo; necesitan hombres, y los llaman” (en Journal of Discourses, 22:334).
En un discurso dado en los servicios fúnebres de Mary A. Freeze, el presidente Joseph F. Smith dijo que “…los discípulos que han fallecido en esta dispensación… están predicando el mismo evangelio que ellos obedecieron y predicaron aquí, a los que se hallan en tinieblas en el mundo de los espíritus. Y el que tuvieron el conocimiento antes de morir. De predicárseles el evangelio; nosotros no podemos perfeccionarnos sin ellos; ellos no pueden perfeccionarse sin nosotros.
“Ahora bien, de todos estos millones de espíritus que han vivido en la tierra y han muerto sin el conocimiento del evangelio, de generación en generación desde el principio del mundo, podemos estar seguros de que por lo menos entre éstos la mitad son mujeres. ¿Quién va a predicar el evangelio a las mujeres? ¿Quién va a llevar el testimonio de Jesucristo al corazón de las mujeres que han muerto sin el conocimiento del evangelio? Según mi modo de pensar, la respuesta es fácil. Estas buenas hermanas han sido apartadas, ordenadas para la obra, llamadas y autorizadas por la autoridad del santo sacerdocio para ministrar a las de su propio sexo en la casa de Dios, en bien de los vivos y de los muertos, estarán plenamente autorizadas y facultadas para predicar el evangelio y ministrar a las mujeres mientras los élderes y profetas lo prediquen a los hombres. Las cosas por las que pasamos aquí son una semejanza de las cosas de Dios y de la vida venidera. Existe una semejanza muy grande entre los propósitos de Dios según se manifiestan aquí y sus propósitos cuales Él lleva a efecto en su grande obra. Todos estamos autorizados para predicar el evangelio y hablar de las cosas de la rectitud y la verdad en esta obra, aquí, no estaremos después que hayamos fallecido, sino continuarán ejerciendo los derechos que recibieron aquí bajo el sacerdocio del Hijo de Dios para ministrar en bien de la salvación de aquellos que han muerto sin el conocimiento de la verdad.” (Doctrina del Evangelio, págs. 453–454.)
Doctrina y Convenios 138:31. “Los mensajeros. . . salieron a declarar el día aceptable del Señor, y a proclamar la libertad a los cautivos”
Esta frase proviene de los escritos de Isaías (véase Isaías 61:1), y Jesús la usó dos veces al dirigirse a su pueblo, Nazaret, como el Mesías. El élder Bruce R. McConkie indicó que la frase “día aceptable del Señor” se refiere al “tiempo aceptado, aprobado, designado, aprobado y señalado, en el orden divino de las cosas, para una obra particular que tiene que hacerse”, y que la profecía de Isaías de que Cristo haría esto al decir de “publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel” (Isaías 61:1) se refería “no a libertad a los hombres de algún tipo de prisión, sino al ministerio de libertad y perdón que se estaba preparando para los que habían muerto. La misión de Jesús no fue sólo para los que vivían en el tiempo; Él también debía llevar el evangelio, las buenas nuevas de salvación, a los espíritus que estaban en prisión. Aquellos que estaban ‘amontonados como se amontona la sombra en mazmorra’, los que habían estado ‘encarcelados’ en prisión, ‘sufridos de muchos días’ serían visitados por el que tenía la llave para librarlos (Isaías 24:22)” (Doctrinal New Testament Commentary, 1:161). El presidente Smith vio ese tiempo, que era el día aceptable del Señor, en esta visión.
Doctrina y Convenios 138:32. ¿Cuál es el estado de los que reciben el evangelio en el mundo de los espíritus?
Las Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 137:7–9 comentan el destino de los que mueren en sus pecados sin conocer la verdad. En Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 76:72–74 se explica el destino de los que mueren en sus pecados, habiendo rechazado a los profetas.
Doctrina y Convenios 138:33–34, 58–59. La obra vicaria por sí sola no garantiza la salvación de los que están en el mundo de los espíritus
Se enseñan los principios de fe y arrepentimiento en el mundo de los espíritus. Los espíritus de los que han fallecido también aprenden “todos los demás principios del evangelio” que necesitan “a fin de habilitarles” para ser juzgados conforme a los hombres en carne (Doctrina y Convenios 138:34; cursiva agregada). Ellos serán juzgados de acuerdo con la doctrina y la diligencia que pongan desde la palabra de Dios. Si no tuvieron oportunidad de recibir el evangelio en esta vida, y si por su libertad de escoger se arrepienten y se sujetan a las leyes de Dios al aprenderlas en el mundo de los espíritus, entonces recibirán el beneficio de las ordenanzas vicarias que efectúen los vivientes en beneficio suyo. De otro modo, las ordenanzas vicarias ningún efecto tienen.
El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “Si una persona, bajo todo punto de vista, ha recibido bien las bendiciones y éstas le fueron negadas durante su vida mortal, entonces, en cualquier momento después de su fallecimiento, las ordenanzas pueden ser realizadas. Si esta persona tuvo la oportunidad de recibir esas bendiciones y las rehúsa, y fuese a causa de aplazamientos, postergaciones o falta de fe, entonces no tendrá derecho a ellas y es muy dudoso que la obra por ella tenga validez, hágase la semana o a los mil años. El Señor ha declarado que el que preserva hasta el fin será salvo, y el que hace o sea negligente en relación a estas bendiciones hasta la muerte, habiendo tenido la oportunidad, no será digno de ellas” (Doctrina de Salvación, 2:169; véase también Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 76:72–74).
Doctrina y Convenios 138:47. ¿Qué quiere decir “plantar en el corazón de los hijos las promesas hechas a los padres”?
El presidente Joseph Fielding Smith identificó las “promesas hechas a los padres” como la promesa del Señor que se hizo “mediante Enoc, Isaías y los profetas, a las naciones de la tierra, de que vendría el día en el cual los muertos serían redimidos. La conversión del corazón de los hijos se cumple en la realización de la obra vicaria del templo y en la preparación de sus genealogías” (Doctrina de Salvación, 2:145).
En la vida anterior a este estado terrenal, se hicieron promesas concernientes a la salvación de los que no tendrían las bendiciones del evangelio durante su vida mortal. El presidente Kimball dijo que en la existencia premortal “vosotros y yo hicimos un compromiso solemne, un juramento, de que haríamos todo lo que el Señor nos mandara” (Church News, 18 de ene. de 1975, pág. 3). Ciertamente los santos han recibido el mandamiento de buscar información para identificar a sus muertos y efectuar las ordenanzas por ellos (véase Smith, Enseñanzas, pág. 441; Doctrina y Convenios 128:15).
Doctrina y Convenios 138:48. ¿Por qué la tierra será “herida con una maldición” y quedará “enteramente desolada” cuando venga Cristo si la redención de los muertos no se ha efectuado?
Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 128:14–18.
Doctrina y Convenios 138:51. El Señor dio a los santos justos el poder de salir en la resurrección
En la conferencia general de la Iglesia, el presidente Spencer W. Kimball dio la enseñanza impartida por el presidente Brigham Young acerca de la resurrección:
El presidente Brigham Young, segundo presidente de esta dispensación, dijo lo siguiente: “Esta es la dispensación de la resurrección y de la redención, de la salvación y exaltación, y de todas las ministraciones. Pero eso no es el caso. Poseemos todas las ordenanzas que deben ser administradas más allá de este mundo. Se queréis saber cuáles son, y voy a mencionar una. No tenemos, ni podemos recibir aquí, la ordenanza ni las llaves para la resurrección” (Journal of Discourses, 15:137).
“¿Tenemos acaso las llaves de la resurrección? ¿Podríamos regresar a la tierra como seres inmortales? ¿Podrían hacerlo vuestros padres, abuelos, vuestros antepasados? Mi madre murió cuando yo tenía once años, mi padre, cuando tenía unos veinte años. Mucho los extrañé a ambos y si hubiera tenido el poder de hacer resucitar, como lo tuvo el Salvador del mundo, me habría sentido tentado a tratar de tenerlos a mi lado por más tiempo. He hablado en muchos funerales en bien de personas a quienes he conocido, a quienes he querido mucho, a quienes he servido y he ayudado de alguna manera; pero jamás hemos oído a nadie que pudiera resucitar a los muertos, con la excepción de Jesucristo.
“Se darán [las llaves] a aquellos que hayan pasado de este estado de acción, y hayan recibido de nuevo su cuerpo. . . Ellos serán ordenados para resucitar a los santos, por aquellos que tienen las llaves de la resurrección, tal como nosotros mismos recibimos la ordenanza del bautismo y luego las llaves de la autoridad para bautizar a otros para la remisión de sus pecados. La resurrección es una de las ordenanzas que no podemos recibir aquí sobre la tierra, y hay muchas otras.” (Journal of Discourses, 15:137.)
El presidente Brigham Young también enseñó que “alguna persona que tenga las llaves de la resurrección, habiendo pasado anteriormente por esa prueba, recibirá el encargo de resucitar de nuestros cuerpos” (Journal of Discourses, 9:139).
Doctrina y Convenios 138:52. “Y en adelante [continuarán] sus labores”
El Señor dijo: “Ésta es mi obra y mi gloria: llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39; cursiva agregada). Los que son coronados de inmortalidad y vida eterna continuarán trabajando en los mundos eternos. La meta del hombre es llegar a ser como Dios, y el Señor ha dicho: “No tienen fin mis obras” (Moisés 1:38); seguramente las obras de los exaltados también entrarán en la “descanso” del Señor significa entrar en la plenitud de la gloria de Dios (véase Doctrina y Convenios 84:24) donde todas las cosas son conocidas y penalidades del estado mortal. Sin embargo, no significa cesación de trabajo ni inactividad, sino más bien la gloria de la actividad perfecta.
Doctrina y Convenios 138:53–56. Los grandes líderes del reino del Señor en los últimos tiempos fueron reservados para venir en la dispensación final
A Abraham se le dijo que él era uno de los grandes y nobles espíritus que fueron ordenados en la vida premortal para ser un líder en el reino de Dios en esta tierra (véase Abraham 3:23). El presidente Joseph F. Smith vio en visión que muchos siervos escogidos de esta dispensación también estaban entre esos espíritus nobles. El Señor los mantuvo en el mundo espiritual donde aprendieron y se prepararon para venir a establecer los cimientos de su gran obra de los últimos días. El profeta José Smith una vez dijo que “todo hombre que recibe el llamamiento de ejercer su ministerio entre los habitantes del mundo, fue ordenado precisamente para ese propósito en el gran concilio celestial antes que este mundo fuese” (Enseñanzas, págs. 453–454).
Declaración oficial 1
El manifiesto
Antecedentes históricos
La primera ley norteamericana contra la práctica de la poligamia fue aprobada dieciocho años después de que el élder Orson Pratt hizo anuncio oficial de la doctrina, el día 29 de agosto de 1852 (véase Antecedentes históricos sobre Doctrina y Convenios 132). Stephen Harding, gobernador del territorio de Utah, es el que pudo conseguir que Justin R. Morrill, senador de Vermont, introdujera el anteproyecto de ley en el congreso norteamericano. El presidente Abraham Lincoln aprobó la ley el 8 de julio de 1862. El acto antipoligamo de 1862 definía que unirse en matrimonio a más de una esposa “constituía la bigamia, y señalaba como castigo una multa de quinientos dólares y cinco años de cárcel” (Smith, Elementos de la historia de la Iglesia, pág. 588). Esta enmienda fue la primera de una serie de anteproyectos introducidos contra los mormones durante los siguientes veinticinco años, quedando la mayoría de ellos sin aprobación (véase Roberts, Comprehensive History of the Church, 5:433–441, 601–611).
En 1874, la Iglesia decidió presentar un caso para poner a prueba la validez de la ley de 1862. George C. Bates, el fiscal de los Estados Unidos para el estado de Utah, y George Q. Cannon, de la Primera Presidencia, convinieron en que si la Corte Suprema declaraba que la ley era anticonstitucional, dado que ésta infringía las declaraciones sobre la libertad religiosa provistas en la Constitución. La Primera Presidencia invitó a George Reynolds a servir como caso de prueba y él mismo aportó la evidencia necesaria para su condenación. El 15 de mayo de 1879, la Corte Suprema de los Estados Unidos falló en contra de Reynolds. Basaban sus conclusiones en que, aunque la libertad religiosa está protegida por la Constitución, este instrumento no otorgaba al individuo el derecho de cometer ningún acto inmoral o criminal que le autorizara una doctrina religiosa.
Cuando la Corte Suprema de la nación dio su dictamen sobre la constitucionalidad de la resolución de 1862, se agravó la persecución contra los que practicaban la poligamia. En marzo de 1882, el Congreso aprobó la ley Edmunds. Esta ley proscribía a quienes seguían esta práctica, declarando que era ilegal que esos individuos desempeñaran cargos o puestos de confianza públicos (véase Smith, Elementos de la historia de la Iglesia, págs. 625–626). Cinco años más tarde, en 1887, el Congreso aprobó la ley Edmunds-Tucker. Esta ley disincorporó la Iglesia, disolvió el Fondo Perpetuo de Emigración, entregó la propiedad de la Iglesia al gobierno para beneficio de las escuelas públicas de Utah y abolió el derecho de voto a las mujeres.
Durante estos duros tiempos de prueba, el presidente John Taylor falleció en Kaysville, Utah, el día 25 de julio de 1887, donde se había refugiado, y la autoridad de la Iglesia recayó sobre Wilford Woodruff.
Por casi un año antes de la publicación del Manifiesto de 1890, el presidente Wilford Woodruff había prohibido la realización de casamientos polígamos en la Casa de Investiduras (véase Clark, Messages of the First Presidency, 3:193). Pero esta prohibición no se hizo pública.
El hecho de no dar a conocer a los enemigos de la Iglesia que ya no se daba la autorización para contraer los casamientos polígamos fue causa de preocupación para muchos de los santos, tal como lo explicó en una ocasión el presidente George Q. Cannon: “Al presidente Woodruff y a otros de nosotros nos han pedido cientos de veces; puedo decir que a mí me han pedido veintenas de veces que hiciéramos algún anuncio. Algunos de nuestros hermanos principales han dicho: ‘Dado que ya no tenemos permiso para efectuar casamientos polígamos, ¿por qué no podemos beneficiarnos dando a conocer esa decisión? ¿Por qué no podemos decirlo al mundo a fin de que nos prive de provecho?’ Nuestros enemigos sostienen constantemente que todavía la practicamos en secreto y nos culpan de deshonestos y evasivos. Bien, si realmente hemos dejado fin al asunto y no se extiende permiso para que un hombre tome más de una esposa, ¿por qué no darlo a conocer al mundo y aprovechar el bien que resulte de tal conocimiento?’” No han dicho estas palabras repetidas veces. Pero en ningún momento nos parece que el Espíritu indicara que se debía hacer así. Hemos esperado que el Señor dé sus instrucciones al respecto” (en Millennial Star, 24 de octubre, edición de 1890).
El 24 de septiembre de 1890, el presidente Wilford Woodruff se reunió con sus dos consejeros y los Doce Apóstoles para examinar “un tema importante”. El día 25 de ese mes el Presidente escribió lo siguiente: “He llegado a un punto en la historia de mi vida, como presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en que por necesidad debo actuar para la salvación temporal de la Iglesia. El gobierno de los Estados Unidos ha adoptado una actitud firme y ha aprobado leyes para estorbar a los Santos de los Últimos Días en lo que se refiere a la poligamia o unión patriarcal del matrimonio. Después de orar al Señor y pedir Su dirección, he emitido la siguiente proclamación, respaldada por mis dos consejeros y los Doce Apóstoles [sigue entonces el Manifiesto]” (véase Clark, Messages of the First Presidency, 3:192).
El día 6 de octubre de 1890, durante la conferencia general, Lorenzo Snow, Presidente del Quórum de los Doce, presentó el Manifiesto al cuerpo de la Iglesia. Fue aceptado por unanimidad.
Sin embargo, algunos sostuvieron que el presidente Woodruff cedió ante la presión y que el Señor realmente no le había revelado que prohibiera la poligamia. El hecho de que esta declaración no mencionara específicamente la revelación como razón para dejar la práctica parece haber suscitado las críticas. Un año más tarde, en una conferencia trimestral realizada en Brigham City, Utah, el presidente Woodruff dio testimonio de que tomó ésa decisión de terminar la práctica del matrimonio plural:
“He recibido algunas revelaciones… muy importantes, y os diré lo que el Señor me ha dicho. Deseo dirigir vuestra atención a lo que se ha denominado ‘El Manifiesto’. El Señor me ha dado mediante revelación que hay muchos miembros de la Iglesia por todo el mundo. Sé que muchos de ellos se preguntan en su corazón por causa de ese manifiesto y también por cuál es el testimonio de la Presidencia de esta Iglesia y los Doce en relación con este asunto. Desde que pedí esta revelación he oído que muchos se sienten perturbados acerca de ello, que piensan que no se recibió ninguna revelación de Dios que nos llevara a dejarlo. Escuchad lo que el Señor me ha dicho sobre este tema:
‘Ahora, el Señor me ha mandado hacer algo y yo lo he hecho. Se me mandó en la conferencia de Brigham City del domingo pasado, y haré lo mismo aquí hoy. El Señor me ha dicho que pregunte algo a los Santos de los Últimos Días y me ha hecho ya decirlo que ellos escuchen lo que dije y respondan a la pregunta que les propone mediante el Espíritu y el poder de Dios, todos contestarán al mismo tiempo y todos estarán de acuerdo en cuanto a la misma pregunta.’
‘La pregunta es: ¿Cuál es el curso más sabio que donde debían caminar los Santos de los Últimos Días? ¿Continuar la práctica de la poligamia y desafiar las leyes del país en contra y cuando tienen la oposición de setenta millones de personas, aun a costa de la desolación y pérdida de todos los templos, y la cesación de todas las ordenanzas que en ellos se efectúan, tanto para vivos como para muertos, y el encarcelamiento de la Primera Presidencia, los Doce, los jefes de familia de la Iglesia y la confiscación de su propiedad privada (aunque todos éstos por sí solos dejarán la práctica); o, después de haber sufrido y pasado por lo que hemos pasado por causa de nuestra fidelidad a este principio dejaremos de practicarlo y nos someteremos a las leyes?
‘El Señor ha mostrado que los profetas, apóstoles y padres permanecerán en sus lugares para poder instruir a la gente y atender los asuntos de la Iglesia, y rogarán también que los templos quedaran en manos de los santos a fin de efectuar las ordenanzas del evangelio en bien de vivos y los muertos?
‘El Señor me mostró en visión y por revelación exactamente lo que acontecería si no cesáramos esta práctica. Si no la hubiéramos dejado, no contarías con el hermano Merrill (ni con otros hermanos, obreros en el templo de Logan); todas las ordenanzas habrían cesado en la tierra de Sión. La confusión prevalecería en Israel y muchos hombres estarían en la cárcel. Esta dificultad habría sobrevenido a toda la Iglesia y nos habrían forzado a dejar la práctica. Y bien, la pregunta entonces es si deberíamos dejar de practicarla en esta forma, o en la forma en la que el Señor ha manifestado, permitiendo así que los profetas, apóstoles y padres de familia sigan como hombres libres, y que los templos queden en manos de nuestro pueblo a fin de que los muertos sean redimidos…’
‘Vi claramente lo que habría sucedido si no se hacía algo. He sentido este espíritu durante largo tiempo. Pero quiero decir esto: yo habría permitido que los templos fuesen arrebatados de nuestras manos; yo habría aceptado ir a la prisión, y habría dejado que todos los demás también lo hicieran, si el Dios del cielo no me hubiera mandado hacer lo que hice. Y cuando llegó el momento en que recibí el mandato, todo fue claro. Fue el Señor el Señor y escribió lo que el Señor mandó que se escribiese. Lo presenté ante mis hermanos: los Doce, el hermano Cannon el hermano George Q. Cannon, el hermano Joseph F. Smith, y los Doce Apóstoles. Más fácil me sería intentar desviar de su curso a un ejército de banderado, que intentar desviar a estos hermanos de un curso que ellos consideraran equivocado. Ellos se pusieron de acuerdo conmigo, y diez mil Santos de los Últimos Días también estuvieron de acuerdo… ¿Por qué? Por que fueron inspirados por el Espíritu de Dios y por las revelaciones de Jesucristo.” (Discourses of Wilford Woodruff, págs. 214–216.)
Algunas personas continuaron practicando la poligamia fuera de las fronteras de los Estados Unidos. Muchos Santos de los Últimos Días, incluyendo algunos líderes, viajaron a México o Canadá para contraer matrimonio plural, creyendo que el Manifiesto no se aplicaba fuera de los Estados Unidos. Algunos de estos hermanos se creyeron justificados en que podían efectuar nuevos casamientos polígamos fuera de los Estados Unidos. Finalmente, el 8 de enero de 1900, el presidente Lorenzo Snow, que había sucedido al presidente Woodruff, declaró:
“La Iglesia ha abandonado en forma absoluta la práctica de la poligamia, o la celebración de casamientos polígamos en este estado o en cualquier otro, y no hay miembro alguno con autoridad alguna para efectuar estos casamientos o para entrar en ese tipo de relación” (en “Statements Are Effected by First Presidency,” Millennial Star, 4 de enero de 1900, pág. 75).
Otros que rehusaron seguir el mandamiento del Señor sostuvieron que el Manifiesto fue emitido sólo para mantener buenas relaciones públicas y que los líderes de la Iglesia en secreto todavía efectuaban casamientos polígamos y respaldaban la práctica. A fin de aclarar tales falsedades, el presidente Joseph F. Smith, sucesor del presidente Lorenzo Snow, hizo la siguiente declaración oficial en la conferencia general:
“Ahora voy a presentar un asunto que es fuera de lo común y lo hago porque tengo la convicción y siento que debo hacerlo. Me he tomado la libertad de escribir lo que deseo presentar, a fin de registrar las palabras exactas que me gustaría transmitir y a fin de que no haya malos entendidos ni me citen equivocadamente…
“Por cuanto se han hecho circular numerosos informes al respecto de que se han efectuado matrimonios polígamos en contravención a la declaración oficial del presidente Woodruff del 26 de septiembre de 1890, comúnmente llamada el Manifiesto, expedido por el citado presidente Woodruff y aprobada por la Iglesia durante su conferencia general del 6 de octubre de 1890, en el cual se prohíbe todo matrimonio que violare la ley del país, yo, Joseph F. Smith, presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, por la presente afirmo y declaro que ningún matrimonio de esta naturaleza se ha efectuado con la aprobación, consentimiento o conocimiento de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
“Y por la presente anuncio que todo matrimonio de esta naturaleza está prohibido; y cualquier oficial o miembro de la Iglesia que intente solemnizar o contraer esa forma de matrimonio, será considerado transgresor de los preceptos de la Iglesia, y juzgado de acuerdo con las leyes y reglamentos de la misma, y excomulgado.” (En Conference Report, abril de 1904; citado en Elementos de la historia de la Iglesia, págs. 665–666.)
Siete años más tarde, el presidente Joseph F. Smith nuevamente dio énfasis a la posición de la Iglesia: “Y otra cosa, tal como hemos anunciado en conferencias anteriores —como lo anunció el presidente Woodruff, y el presidente Snow, y como yo y mis consejeros hemos vuelto a anunciar, y fue confirmado por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días—, la poligamia ha cesado en la Iglesia. No hay un solo hombre en esta Iglesia, o en ninguna otra parte, que tenga autoridad para efectuar un casamiento [polígamo] en absoluto! No hay hombre o mujer en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días autorizado para contraer un matrimonio polígamo. No está permitido, y nos hemos esforzado a lo máximo para evitar que los hombres sean desviados por alguna persona astuta que los lleve a una condición lamentable, prohibida por las conferencias y la voz de la Iglesia, condición que en cierta medida ha acarreado reproche sobre el pueblo de la Iglesia!” (En Conference Report, abril de 1911, pág. 4).
Desde aquel día, cada presidente de la Iglesia ha repetido la posición oficial de ésta, declarando que la doctrina de la Iglesia es en contra de la práctica de la poligamia.
Declaración oficial 2
Todo miembro digno
Antecedentes históricos
Desde la dispensación de Adán hasta la dispensación del cumplimiento de los tiempos, ha habido un grupo de personas a las que no se permitía tener el sacerdocio de Dios. La base doctrinal de esta norma se encuentra en Abraham 1:21–27. La razón para esta restricción el Señor la ha mantenido secreta y creemos que en su debido tiempo Él la dará a conocer.
El primero de junio de 1978, el Salvador le reveló al presidente Spencer W. Kimball que la restricción a ese linaje en cuanto a los derechos del sacerdocio quedaba anulada. El élder Bruce R. McConkie describió la súplica especial que acercó la revelación:
“Aconteció que en el primer día de junio de 1978, la Primera Presidencia y los Doce Apóstoles, tras analizar detenidamente la propuesta y cada uno de los principios que comprendía ésta, se allegaron al Señor buscando una revelación. El presidente Kimball ofreció la oración, siendo una de esas ocasiones en que se ora con gran inspiración. Todos conocemos la declaración que se lee en Doctrina y Convenios que si oramos mediante el poder del Espíritu, recibiremos respuestas a nuestras oraciones y se nos indicará lo que debemos pedir (Doctrina y Convenios 50:30–31). Al presidente Kimball se le indicó lo que debía pedir. Oró por el poder del Espíritu, habiendo entre la Presidencia y los Doce una unidad perfecta y una completa hermandad. La unidad perfecta se selló por oración.
“Y cuando el presidente Kimball terminó su oración, el Señor dio una revelación por el poder del Espíritu Santo. . .
“En esta ocasión, a causa de la intensidad del pedido y de la oración que el tiempo y la hora habían llegado, el Señor en su providencia derramó el Espíritu Santo sobre la Primera Presidencia y los Doce de una manera majestuosa y maravillosa, jamás experimentada por ninguno de los presentes. La revelación fue recibida por el Presidente de la Iglesia, y también por cada uno de los presentes en forma individual. Se encontraban allí reunidos trece miembros del Consejo de los Doce y los tres de la Primera Presidencia. El resultado fue que no solo el presidente Kimball, sino cada uno de nosotros, supo en forma independiente, mediante revelación directa y personal, que había llegado el momento de hacer partícipes del evangelio y de todas sus bendiciones, así como de todas sus obligaciones, incluyendo el sacerdocio y todas las bendiciones de la casa del Señor, a todos los miembros de toda nación, color y raza, incluso a aquellos de la raza negra. En ningún momento hubo duda alguna y los murmullos de ninguna índole en cuanto al mensaje que se recibía.
“La revelación vino al Presidente de la Iglesia, y de acuerdo con el gobierno de la Iglesia fue anunciada por él; se anunció ocho días más tarde con la firma de la Primera Presidencia. Pero en este caso, además de haberlo recibido el hombre que lo anunciaría a la Iglesia y a todo el mundo, aquel que fue sostenido como portavoz de Dios en la tierra, la revelación llegó a cada miembro del grupo que le nombrado. Todos lo sabíamos en el templo.
“A juicio mío el Señor lo hizo en esta forma porque fue una revelación de tanta trascendencia e importancia, una que cambiaría el rumbo entero de la Iglesia, tanto en su manera de proceder como en su administración; una que afectaría tanto a los vivos como a los muertos; una que afectaría la relación total que ahora tienen esos dos mundos; una, diría yo, de tal significado que el Señor quiso tener testigos independientes que pudieran dar fe de lo que había acontecido.” (McConkie, “All Are Alike Unto God,” Symposium on the Book of Mormon, pág. 2; véase también Curso de estudio del Libro de Mormón para el alumno de seminario, Unidad siete, págs. 13–14).
El 30 de septiembre de 1978, el presidente N. Eldon Tanner, bajo la dirección del presidente Kimball, presentó a la Iglesia la declaración oficial de la revelación. En esa conferencia los miembros de la Iglesia la sostuvieron y aprobaron unánimemente. (Véase Conference Report, oct. de 1978, pág. 22.)
El élder Bruce R. McConkie explicó que esta revelación “afecta nuestra obra misional y toda nuestra prédica a nivel mundial. Afecta nuestra investigación genealógica y todas las ordenanzas del templo. Afecta lo que está sucediendo en el mundo de los espíritus, porque el evangelio se predicará allí preparado a los hombres para recibir las ordenanzas vicarias que los harán herederos de la salvación y la exaltación. Ésta es una revelación de trascendencia eterna” (“All Are Alike unto God,” pág. 2).
Ciertamente el amor de Dios para con sus hijos es universal, pues cada uno es obra de sus manos, y Él bendecirá y glorificará a todos los que honren el sacerdocio y obedezcan su voz.
La voz de amonestación
Introducción
En todas las épocas en que se ha levantado el estandarte del evangelio de Cristo, el Señor ha llamado y autorizado a sus siervos a llevar el mensaje de salvación a los que no lo tienen y amonestarlos, con una voz alegre por los principios salvadores que enseña, con una voz que expresa verdades eternas y llama a los que son sinceros para que ingresen en la familia de creyentes cuya esperanza está basada en el Redentor; una voz que advierte del pesar y los juicios que esperan a los que rechazan el mensaje. En los últimos días el Señor nuevamente ha llamado a sus siervos para que vayan a toda nación, tribu, lengua y pueblo a hacer sonar la trompeta de amonestación por mandato de Dios. La tarea divina dada a la Iglesia es evidente, y si se efectúa en forma apropiada, deja sin excusa a los hijos de los hombres. No es solamente un deseo divino que la voz de amonestación se oiga en todo el mundo; es un mandato.
¿Qué es una voz de amonestación?
El antiguo Israel maduró mediante la adversidad sufrida en el cautiverio en Egipto, y mediante el gran profeta Moisés, el Señor le dio el aliento de vida. Mientras ese gran ejército de discípulos inseguros andaba por el desierto durante cuarenta años, se tocaba una trompeta cuyo sonido se podía oír en todo el campamento (véase Levítico 25:9). Esta trompeta tenía un sonido muy fuerte (véase Éxodo 19:16) y era la alarma que despertaba a Israel y que invitaba a la acción en tiempos de guerra o de peligro (véase Números 10:9; Ezequiel 33:3) y en tiempos de jubileo y celebración (véase Levítico 25:9). El Señor ha usado el símbolo de la trompeta y el de levantar una voz de amonestación (véase Doctrina y Convenios 63:37) para indicar el llamado al arrepentimiento, a la defensa contra hombres malos y de malas intenciones, a la batalla en la guerra de la justicia contra el mal. En resumen, hoy día la voz de amonestación le da al mundo claras señales de la restauración del evangelio. El mensaje de Doctrina y Convenios, que es de jubileo y celebración para los justos, es en cambio una amonestación para los malvados, alertándolos del inminente peligro que cierne sobre los impenitentes y que se verificará cuando venga el Rey del cielo. En verdad, para los justos es una voz de alegría anunciando las grandes bendiciones que acompañan a quien vive el evangelio así como también el próximo advenimiento del Príncipe de Paz. Pero para quienes no quieren escuchar, es una voz que anuncia juicios y calamidades.
Por última vez la trompeta advierte al campo terrenal (en ese sentido el campo) de que si no se arrepiente, no solo soportará miseria y condena espiritual, sino que enfrentará el castigo de Dios.
Le parece una audacia que a la Iglesia se le piense que sobre nuestros hombros descansa la responsabilidad de llevar el mensaje de salvación al mundo, ¿a todo el mundo?
¿Le parece que es demasiado grande la tarea? La población de la Iglesia en 1980 constituía solamente un milésimo de la población mundial (véase Ensign, abril de 1980, pág. 15). En otras palabras, solamente una persona de cada mil habitantes de la tierra era miembro de la Iglesia. Pero se debe tener presente que nuestra tarea no es convertir a cada persona, sino dar a todos la oportunidad de escuchar la voz de amonestación, de escuchar el mensaje de salvación para que luego decidan por sí mismos.
Aunque la tarea parece abrumadora al principio, Doctrina y Convenios no deja dudas de que esto es exactamente lo que el Señor espera de sus santos. Estudie los pasajes siguientes y responda a las preguntas en una hoja separada:
Doctrina y Convenios 1:1-4. ¿A quién va dirigida la voz de amonestación en los últimos días? ¿Mediante quién debe darse?
El diagrama siguiente muestra las relaciones mencionadas en este pasaje. ¿Qué implicaciones tiene el pasaje a su criterio?
Doctrina y Convenios 1:11–14. Si su casa se incendiara y sus familiares estuvieran durmiendo, ignorantes del peligro, ¿no sentiría un deseo incontrolable de salvarlos? ¿Qué desastre espiritual va a desatarse sobre los habitantes de la tierra? ¿Qué obligaciones tiene usted en este caso?
Doctrina y Convenios 1:17–18. ¿Cuál es una de las razones principales por las que fue necesario que hubiera una Restauración? ¿Es José Smith la única persona que recibió esta responsabilidad? ¿Quiénes son los “otros” mencionados en el versículo 18?
Doctrina y Convenios 1:34–35. El Señor dice que quiere dar a conocer todas esas cosas a los hombres. ¿Qué medios usa para hacerlo? ¿Por qué el Señor no se muestra en la cumbre de una montaña ante todos y les advierte directamente?
Doctrina y Convenios 1:37. ¿Qué tendría que hacer usted si aceptara seriamente el mandamiento de levantar la voz de amonestación?
¿A quién se da la voz de amonestación y por qué?
Antes que el Salvador venga en nubes de gloria para reclamar lo suyo, la voz de amonestación debe levantada a todos los hombres, pues Él dijo: “Irá… por todo el mundo, y a quienes les escoja de entre las naciones. . . . Por tanto, id a todas las naciones y dad testimonio de ellas de la tierra, para que sean juzgadas” (Doctrina y Convenios 43:23, 25). El Señor amonesta a aquellos que no oyeren la voz del Señor, ni la voz de sus siervos, ni darán atención a las palabras de los profetas, ni a las palabras y a los dones del Espíritu Santo al pueblo” (Doctrina y Convenios 1:14, 17). Al mismo tiempo, Él ha señalado la responsabilidad de los siervos para proclamar el mensaje de salvación: “Porque yo el Señor no hablo en vano, y no os envío para que profeticéis ni prediquéis ni amonestéis a este pueblo, sino según sea por mí y por mi Espíritu. Y si lo hacen, aunque pasaren los cielos y la tierra, mi palabra no pasará, sino que toda será cumplida, sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo” (Doctrina y Convenios 1:38).
El mundo está confundido, y los hombres de todas las naciones van de un lado a otro sin saber lo que buscan, en tanto que las fuerzas del mal provenientes de todas partes atrapan y esclavizan a los hijos e hijas de Dios. El Señor conocía el gran peligro que enfrentarían sus siervos y envió voces de advertencia mediante sus siervos autorizados. Una de esas voces la levantó el presidente Ezra Taft Benson en la conferencia general, cuando instó a los líderes de las naciones a abandonar las malas sendas y a humillarse ante el Dios del cielo. Les advirtió que si los respectivos pueblos no se arrepentían, habría juicios terribles y calamidades, y los malvados que “sembraron viento” recogerían torbellinos (véase Oseas 8:7).
“La voz de amonestación se da a todos los pueblos por boca de sus siervos. Si no se obedecen las amonestaciones, los ángeles de la destrucción avanzarán y la mano desatada del Dios Todopoderoso los herirá sin saber de dónde viene cómo fue decretado, hasta que consuman todos. Tendrán sus recompensas indescriptibles sufrimientos, a menos que se arrepientan con un humilde reconocimiento. La consecuencia será ser una destrucción aún más terrible de la que tendrá lugar en la última gran guerra, a menos que los gobernantes y los pueblos se arrepientan y abandonen las maldades y costumbres de los hombres. Dios no será burlado: No permitirá los pecados de la inmoralidad sexual, la borrachera ni los vicios que se adelantan al estado, los homicidios de los hijos de los hombres, el descuido de las leyes de Sus sagrados mandamientos, ni que los mensajes de sus siervos caigan en oídos sordos, sin castigar a los que cometan tales maldades. Las naciones del mundo no pueden existir en el pecado; la vía de escape es clara. Las inmutables leyes de Dios permanecen inconmovibles en los cielos; cuando los hombres y las naciones rehusan ajustarse a ellas, se aplicará la pena y serán desechadas. El pecado requiere su castigo.” (Discursos de conferencias generales 1973–1975, pág. 283).
Nunca ha habido tanta necesidad en el mundo como ahora de que las verdades de salvación que afirma el evangelio de los días del hombre que se está llamando a una cantidad cada vez mayor de obreros para llevar el mensaje de la Restauración a todo pueblo. El presidente Spencer W. Kimball destacó la presente y futura de que la voz de amonestación sea escuchada en todas las naciones: “Hemos establecido nuevas misiones que cubren gran parte del mundo, y ahora dirigimos la campaña misionera centrada en dar un golpe poderoso hacia el evangelio con los hijos de Adán tras las ‘cortinas de hierro y de bambú’. Debemos prepararnos para llevar el mensaje de oportunidad; las lámparas de cierta preparación parpadean y el resplandor y se de puede llegar más rápidamente de lo que pensamos.” (Véase Liahona, mayo de 1974, pág. 4.)
El presidente Kimball destacó que Dios tiene el poder para efectuar lo que parece estar fuera del alcance humano: “Recuerden que el Espíritu del Señor está sobre Su pueblo, el cual ha sido llamado por el Señor para llevar Su evangelio. Y mientras estemos con el Señor, nada hay imposible para nosotros. Él tiene poder para ablandar corazones y abrir puertas.
‘Recordemos el éxodo de los hijos de Israel al cruzar el mar Rojo, que era imposible de cruzar.
‘Recordemos cómo Dios desvió un río y tomó la inexpugnable ciudad de Babilonia.
‘Recordemos a la familia de Lehi llegando a la tierra prometida. . . .
‘Sé con toda seguridad que el Señor puede abrir las puertas del mundo.
‘Mas no tengamos razón para que el Señor abra puertas si no estamos preparados para pasar por ellas.
‘Creo que hay quienes que podrían ayudar a los Apóstoles a abrirlas, quebrantemos completamente la oposición, confiando solamente los justos para con los hombres.” (En mi reino se extiende, pág. 150.)
Y de entre el quórum de los Doce, uno testificó: “¿Qué no nos responderá el Señor si nos preparamos y si comprometemos sinceramente a servirlo?”
No hay mano que pueda detener la obra
Encontramos en el libro de Daniel uno de los más bellos símbolos de la restauración del evangelio en los últimos días, acontecimiento de profundo significado para la humanidad entera. El profeta Daniel interpretó el sueño del rey de Babilonia Nabucodonosor, cuyo sueño era el de levantaba una imagen que tenía la cabeza de oro, el pecho y sus brazos de plata, el vientre de bronce, las piernas de hierro, los pies y los dedos en parte de hierro y en parte de arcilla. Vio que de una montaña se cortó una piedra, no con manos, y que comenzó a rodar y golpear la imagen, rompiéndola en pedazos, los cuales eran como paja arrojada al viento. La piedra, representando la Restauración de la Iglesia y del reino de Dios, llegó a ser una gran montaña y llenó la tierra (véase Daniel 2:31–36).
El cumplimiento de la profecía de Daniel puede verse en el crecimiento de la Iglesia anunciado por el presidente Spencer W. Kimball: “Se calcula que se requerirá 117 años, desde 1830 a 1947, para alcanzar al millón de miembros. Luego se empleé dieciséis años, desde 1947 a 1963, para llegar al segundo millón de miembros, y nueve años, de 1963 a 1972, para alcanzar al tercer millón”. (En Conference Report, oct. de 1976, pág. 4.) El cuarto millón se alcanzó sólo seis años después, en 1978.
Se vio que la gran piedra había rodado y golpeado a los reinos de este mundo desmenuzándolos. El adversario en suponen constante oposición y de la promesa de que sus dominios finalmente serán derrocados mediante el poder de la Restauración. Por lo tanto, cree el diablo que su tiempo es corto y frustrará la obra de Dios (véase Doctrina y Convenios 3:3). Doctrina y Convenios enseña que Satanás inspira a los hombres de influencia para que unas unas fuerzas destructoras contra el reino de Dios. Nefi vio en una visión la época en que el reino de Satanás reunió a multitudes para luchar contra la Iglesia del Cordero (véase 1 Nefi 14:13). Sin embargo, el Señor dijo: “No hay arma que se forme contra ti que prospere, y toda mi sabiduría está potencie en la justicia” (Doctrina y Convenios 71:9–10).
De los últimos días del mundo, el presidente Kimball declaró: “El evangelio del Señor continuará adelante; la Iglesia, los que, al hacerlo, no pueden dejar de crecer. Millones de seres del mundo libres en toda su extensión, pues algún día tendrán que humillarse ante el trono del Todopoderoso, confesando que Jesús es el Cristo y que ésta es su obra. Mientras tanto, nos sorprendáis si a medida que la piedra vista por Daniel continúa avanzando, surgen fuerzas que destruirla” (Véase Daniel cap. 2).
(Véase Liahona, feb. de 1981, págs. 24–25).
La voz de amonestación no se puede detener. El profeta José Smith dijo: “Ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra; las persecuciones encarnizáran, el populacho podrá conspirar, los ejércitos podrán juntarse, la calumnia podrá difamar, mas la verdad de Dios seguirá adelante valeros, noble e independientemente, hasta que haya penetrado todo continente, visitado toda región, abarcado toda país y resonado con toda ola, hasta que se cumplan los propósitos de Dios, y el gran Jehová diga: La obra está concluida.” (Lecciones para el seminario de preparación para el templo, pág. 32.)
¿Quién dará la voz de amonestación?
La trompeta de Dios debe sonar ante cada nación, reino, lengua y pueblo diciendo: “Temed a Dios y dad gloria porque su juicio ha llegado” (Doctrina y Convenios 88:104). Los élderes de la Iglesia han recibido la responsabilidad de elevar la voz de amonestación (véase Doctrina y Convenios 43:15, 19–20, 28).
El Señor ha encargado a la Iglesia que amoneste a los pueblos, todo miembro es responsable de ser misionero, de tomar la trompeta y hacer sonar la alarma a fin de que:
(1) los malvados queden sin excusa;
(2) ellos mismos se limpien de la sangre y pecados de esta generación; y
(3) los justos de todas las naciones se reúnan para gozar de las bendiciones de salvación y escapen al castigo de Dios.
Usando la idea del atalaya en la torre, el profeta Ezequiel enseñó el principio de la responsabilidad personal que acompaña a la recepción del evangelio (véase Ezequiel 3:17–19). Doctrina y Convenios enseña con igual claridad que se ha dado esta responsabilidad no sólo a los profetas. Hablando a los élderes de la Iglesia, el Señor dijo: “He aquí, os envié para testificar y enseñar al pueblo, y conviene que todo hombre que ha sido amonestado amoneste a su prójimo. Por tanto, quedan sin excusa, y sus pecados descansan sobre su propia cabeza” (Doctrina y Convenios 88:81–82).
¿Quién tiene en la Iglesia del Señor la responsabilidad de hacer sonar la trompeta de advertencia o amonestación para alertar al mundo? El presidente Spencer W. Kimball dijo:
“He aquí algunos antes me preguntaron: ‘¿Debe todo joven miembro de la Iglesia salir a cumplir una misión?’ Yo respondí con la respuesta que el Señor ha dado: ‘Sí, todo joven debe salir de misionero.’ El Señor así lo espera, y si no es digno de salir al misionero, entonces debe inmediatamente comenzar a hacerse digno. El Señor nos ha instruido: ‘Enviad a los élderes de mi Iglesia a las naciones donde se encuentren lejos; a las islas del mar; enviad a los países extranjeros; llamad a todas las naciones, primeramente entre los gentiles y después entre los judíos’ (Doctrina y Convenios 133:8).
“No todo misionero joven de la Iglesia quien está en edad de servir misiones debe hacerlo como misionero de dos años; el mundo como miembro de la Iglesia, todos debemos ser misioneros. Una tercera parte no es ‘todo joven’. Quizá algunas damas pregunten: ‘¿Debe cada mujer joven, cada padre y madre, cada miembro de la Iglesia, salir como misionero?’ Nuevamente, el Señor ha provisto la respuesta: ‘Sí, cada varón, mujer y niña, cada joven y cada pueblo debe ser misionero, cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de dar testimonio de las verdades del evangelio que se nos han dado. Todos tenemos parientes, vecinos, amigos y compañeros de trabajo, y es nuestra responsabilidad enseñarles las verdades del evangelio, tanto por precepto como por ejemplo. Las Escrituras indican claramente que todos los miembros de la Iglesia son responsables de realizar la obra misional:
“‘…y le conviene a cada ser que ha sido amonestado, amonestar a su prójimo’ (Doctrina y Convenios 88:81).
“‘Si no hubiera conversos, la Iglesia se marchitaría y moriría, pero quizás la razón más grande para realizar la obra misional es dar al mundo la oportunidad de escuchar y aceptar el evangelio. Las Escrituras están repletas de mandamientos y promesas y llamamientos y recompensas por enseñar el evangelio. Deliberadamente no se habla palabra mandamiento porque parece ser un mandato insistente el cual no podemos escapar ni eludir ni racionalmente evadir. Además, el mandamiento es claro: no sólo todos los miembros de su Iglesia debemos hacer el servicio misional, sino que debemos llevar el evangelio a todos los hijos de nuestro Padre Celestial en esta tierra.’ (Liahona, nov. de 1977, págs. 1 y 2.) No hay quien escape la tarea de levantar la voz de amonestación.”
En el bautismo, usted ha hecho un solemne convenio con el Señor. Parte del mismo incluye la promesa de “ser testigo de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar en que estuvieseis, aun hasta la muerte” (Mosíah 18:9).
¿Qué significará para usted el fiel cumplimiento de este convenio?
Todos los domingos al participar de la Santa Cena, usted nuevamente afirma con solemnidad que está dando testimonio de algo (véase Doctrina y Convenios 20:77, 79). ¿De qué da testimonio y qué significa ese testimonio para la obra misional?
Cristo nos dio la asignación de ir a todo el mundo (véase Mateo 28:19–20), y el presidente Kimball nos ha instado a aceptar ese encargo literalmente y a cumplirlo. Lo que usted haga en este sentido puede ser de gran significado si se dedica de buena voluntad a la tarea.
Resumen
Potente, terrible en juicio, gloriosa en destino, la Iglesia ha sido cortada de un monte, no con mano, y está rodando para llenar la tierra. Ciertamente el reino de Dios está haciendo sonar la trompeta, y todo oído oirá, todo ojo verá y todo corazón será penetrado. Las únicas preguntas que quedan sin contestar son aquellas que solamente puede responder cada miembro de la Iglesia: ¿Serviré? ¿Viviré de acuerdo con cada palabra que procede de la boca de Dios? (Véase Doctrina y Convenios 98:11.) Por lo tanto, ahora es el momento de decidir, y si ya no se ha tomado la decisión, sencillamente ¡hágalo!
El establecimiento de Sión
Introducción
El profeta José Smith escribió respecto del establecimiento de Sión y su importancia:
“El establecimiento de Sión es una causa que ha interesado al pueblo de Dios en todas las edades; en tanto que los profetas, reyes y justos han tratado con gozo particular. Ha mirado adelante, con gloriosa expectación, hacia el día en el que ahora vivimos; e inspirados por deseos y gozosas expectaciones, han cantado, escrito y profetizado acerca de esta época; pero murieron sin verla. Nosotros somos el pueblo favorecido que Dios ha elegido para llevar a cabo la gloria de los últimos días; a nosotros nos es permitido verlos, participar en ella y ayudar a extender esta gloria de los últimos días, ‘la dispensación del cumplimiento de los tiempos’, en la cual Dios reunirá en una todas las cosas, ‘así las que están en los cielos, como las que están en la tierra’; cuando los santos de Dios serán recogidos de toda nación, tribu, lengua y pueblo; y los judíos serán juntados en uno, y también serán reunidos los indios para ser instruidos, como lo anunciaron los profetas. El Espíritu de Dios también morará con su pueblo y se apartará del resto de las naciones, y serán reunidos ‘todas las cosas en Cristo’, las que están en los cielos, como las que están en la tierra. El sacerdocio celestial se unirá con el terrenal para realizar estos grandes propósitos; y mientras nosotros nos hallamos unidos en esa causa común de extender el reino de Dios, los portadores del sacerdocio celestial no están inactivos, el Espíritu de Dios descenderá de lo alto y morará entre nosotros. Las bendiciones del Altísimo descenderán sobre nuestras generaciones, y nuestros nombres pasarán a las generaciones futuras; nuestros hijos e hijas llenarán los llamarán bienaventurados; y las generaciones que han de nacer contemplarán con alegría particular las escenas que hemos conocido, las privaciones que hemos aguantado, el celo incansable que hemos manifestado, las casi invencibles dificultades que hemos tenido que enfrentar para poner los cimientos de una obra que ha de producir la gloria y bendiciones que se realizarán; obra que Dios y los ángeles han considerado con gozo por muchas generaciones; que encendió las almas de los antiguos patriarcas y profetas; que está destinada a efectuar la destrucción de los poderes de las tinieblas, la renovación de la tierra, la gloria de Dios y la salvación de la familia humana.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 282–284.)
Los temas destacados en Doctrina y Convenios es el establecimiento de Sión. Muchas de las revelaciones giran alrededor de la condición doctrinal descrita por el profeta José Smith.
Sión: Los puros de corazón
En Doctrina y Convenios se encuentra la definición más sencilla y más clara de “Sión” que podemos encontrar en las Escrituras: “Porque ésta es Sión: LOS PUROS DE CORAZÓN” (Doctrina y Convenios 97:21).
El presidente Stephen L. Richards amplió esta definición así:
“Se dice pocas cosas más sagradas para un Santo de los Últimos Días que mencionar el nombre y distinción entre Sión y el mundo. Ambas palabras son algo opuestas porque se emplean con varias significaciones: ambas tienen aplicación geográfica y también se aplican con sentido teológico y moral.
“Para el propósito que me atañe hoy, veré a Sión como condición y no como lugar, y al mundo de igual manera. . . . Por tanto, de cierto, así dice el Señor: Regocíjese Sión, porque ésta es Sión: LOS PUROS DE CORAZÓN.” (Doctrina y Convenios 97:21).
“No hay cercas alrededor de Sión ni del mundo, pero para una persona con discernimiento, están separados más aún de lo que estarían si estuvieran rodeados de murallas altas, imposibles de escalar. Los conceptos, la filosofía y los propósitos básicos varían completamente entre uno y otro. La filosofía del mundo es arrogante, egoísta, materialista y escéptica. La filosofía de Sión encierra la humildad, no la servidumbre, sino el reconocimiento voluntario de la soberanía de Dios y el deseo de depender de su providencia.” (Véase Preparad la vía del Señor, pág. 1.)
El élder Bruce R. McConkie resumió una definición semejante: “Sión es la gente; Sión es los santos de Dios; Sión es aquellos que se han bautizado; Sión es aquellos que han recibido el Espíritu Santo; Sión es aquellos que guardan los mandamientos; Sión es los justos; o en otras palabras y tal como lo dice nuestra revelación: ‘Sión es LOS PUROS DE CORAZÓN’ (Doctrina y Convenios 97:21).” (“Come: Let Israel Build Zion”, Ensign, mayo de 1977, pág. 117.)
Las siguientes referencias proveen más luz sobre el principio de Sión: ¿Qué nos dice que debemos hacer?
Doctrina y Convenios 82:19. ¿Qué nos dice que debemos hacer para lograr la meta de Sión?
Doctrina y Convenios 97:10–19. ¿Qué importancia tienen los templos en el establecimiento de Sión como pueblo?
Doctrina y Convenios 124:54. ¿Qué promesa se hace a los puros de corazón?
Doctrina y Convenios 97:21. Si “Sión” y los “puros de corazón” son conceptos equivalentes, ¿cómo se pueden parafrasear los pasajes que encontramos en Mateo 5:8; Salmos 24:3; y Doctrina y Convenios 101:17–18?
Antiguamente se establecieron comunidades de Sión
Las personas que viven los principios de Sión siempre se esfuerzan por establecer una comunidad en la que rigen esos principios en la vida personal y en la sociedad de los hijos de Dios. El arquetipo de esas sociedades de Sión es la ciudad de Enoc, tal como la describe el élder Bruce R. McConkie:
“Se han establecido muchas veces centros de Sión. Desde los días de Adán hasta el presente, siempre que ha habido hombres que obedecieran su voz y guardaran sus mandamientos, siempre que los santos han servido al Señor con todo su corazón —Sión ha existido en la tierra—.
“El primer relato de las Escrituras que se refiere a Sión se relaciona con Enoc y su pueblo. Este profeta, poseedor de una fe y un poder extraordinarios, fue poderoso delante de Adán. Aquellos eran días de iniquidad, maldad, oscuridad espiritual y rebelión; de guerra y desolación; días que presagiaban la purificación de la tierra por medio de las aguas.
“Sin embargo, Enoc era fiel, y vio al Señor y habló con Él cara a cara, como un hombre habla con otro (véase Moisés 7:4). . . . Enoc hizo conversos y reunió una congregación de creyentes cuya fe llegó a ser tan grande que ‘el Señor vino y habitó con su pueblo, y moraron en justicia’, y fueron bendecidos desde lo alto. ‘Y el Señor llamó SIÓN a su pueblo, porque eran uno en corazón y voluntad, y vivían en justicia; y no había pobres entre ellos’. (Véase Moisés 7:16, 18.)
“Después que el Señor llamó a su pueblo Sión, las Escrituras dicen que Enoc ‘edificó una ciudad que se llamó la Ciudad de Santidad, a saber, Sión; que Sión fue llevada al cielo’ y Dios la llevó a su propio seno, y desde entonces se extendió el dicho: ‘SION HA HUIDO’ (Moisés 7:19, 21, 69).
“Después que el pueblo del Señor fue trasladado . . . otros pueblos se convirtieron y desearon ‘emular la rectitud, buscaron ‘la ciudad que tenía fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios’ (véase Hebreos 11:10), y fueron arrebatados hasta Sión por los poderes del cielo’. (Moisés 7:27.)
“Ésta misma Sión, que fue llevada a los cielos, va a volver durante el Milenio, cuando el Señor la traiga, y sus habitantes se reunirán con los de la Nueva Jerusalén, que será establecida entonces.” (Véase Moisés 7:62–63.) (Véase Liahona, sep. de 1977, págs. 13–14.)
Otras comunidades de este tipo fueron establecidas por breve tiempo entre el pueblo de Dios. Un grupo establecido por los Apóstoles de Cristo después de la Ascensión “era de un corazón y un alma” y tenían “todas las cosas en común” (Hechos 4:32), tal como el pueblo de Enoc. El Libro de Mormón nos cuenta de otra comunidad semejante establecida como consecuencia de la visita del Salvador a los nefitas. Este pueblo tenía “todas las cosas en común, como hombre obrando en justicia uno con otro” (3 Nefi 26:19; véase también 4 Nefi 1–2). Como el pueblo de Enoc, estos nefitas no tenían contenciones entre sí “a causa del amor de Dios que moraba en el corazón del pueblo” (4 Nefi 15).
Doctrina y Convenios provee información adicional en cuanto a estos antiguos pueblos llamados Sión. Enoc “vio al Señor y anduvo con él, y oyó delante de su faz continuamente” (Doctrina y Convenios 107:49), y el pueblo de Enoc fue llevado al seno del Salvador (véase Doctrina y Convenios 38:4). Solamente las Escrituras de los últimos días se encuentran la sorprendente promesa de que Enoc y su pueblo volverán a la tierra cuando se establezca la Sión de ésta dispensación; para permanecer durante un período de mil años (véase Moisés 7:63–64; Doctrina y Convenios 45:12, 48).
Sión: El destino prometido a los justos
El establecimiento de Sión donde más ha sido posible en todas las dispensaciones. Sin embargo, algunos individualmente han buscado la justicia y la pureza de corazón. La medida de los hombres puros del haber aprendido el establecimiento de una sociedad que pueda llamarse Sión, que se caracteriza por la unidad, la paz y el amor fraternal. El Señor dijo: “Porque no hay pobre entre ellos” (Moisés 7:18).
Matusalén, hijo de Enoc, fue llamado para salir de Sión y quedar en la tierra para predicar la rectitud y ser el progenitor de Noé (véase Moisés 8:2–3). Noé, nieto suyo, era un “hombre justo” (Moisés 8:9; Génesis 6:9) y llegó a ser “heredero de la justicia que viene por la fe” (Hebreos 11:7). Melquisedec era un hombre de fe que obró rectamente (éxodo 8:27, traducción de José Smith de Génesis 14:26). Los habitantes de su ciudad intentaron establecer una sociedad como la de Enoc y lo consiguieron (traducción de José Smith, Génesis 14:34). Abraham, un hombre que había “seguido la justicia” (Abraham 1:2), recibió el mandamiento de recordar los días de Enoc (traducción de José Smith, Génesis 13:14) y de “esperar ‘la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios’” (Hebreos 11:10).
Los patriarcas y profetas obtuvieron las bendiciones de Sión mediante su rectitud individual (véase Doctrina y Convenios 133:52–55). Esta promesa se confirmó en éstos, los días de preparación para la Segunda Venida.
“Por tanto, escudriñad animosamente y dejad que os muestre mi sabiduría, la sabiduría de aquel que decís es el Dios de Sión; pues soy herrmana, porque fueron separados de la tierra y a quienes recibí —una ciudad reservada hasta que venga un día de justicia, un día anhelado por todos los hombres santos, y no lo hallaron a causa de la maldad y abominaciones; y confesaron que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra; mas recibieron la promesa de que lo hallarían y lo verían en la carne.” (Doctrina y Convenios 45:11–14.)
Designaciones geográficas de Sión: lugares de refugio
A la antigua Jerusalén, y particularmente el sitio del templo en aquella ciudad, se le ha llamado el Monte de Sión (véase 2 Samuel 5:7–9; 1 Reyes 8:1); Isaías 29:7–8), y los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días han usado el término Sión para identificar sus lugares de residencia, pero tal como se usa en Doctrina y Convenios, Sión más comúnmente se refiere a la gente y a su condición de pureza, y al lugar central de Sión en los últimos días, esto es, el condado de Jackson, Misuri. (Véase Talmage, Articles of Faith, cap. 19.)
Aunque Sión se menciona en otros pasajes (véase 3 Nefi 21:21–25; Ether 13:2–12; Moisés 7:61–64), solamente en Doctrina y Convenios pueden encontrarse las instrucciones relativas a su establecimiento, sus leyes y principios y su ubicación. El profeta José Smith enseñó que la Nueva Jerusalén será el centro de las comunidades tipo Sión edificadas en preparación para el Milenio. La Nueva Jerusalén será llamada “una ciudad santa”. (Véase Ether 13:3–10.)
El sitio geográfico designado por revelación para Sión fue el condado de Jackson, Misuri (véase Doctrina y Convenios 45:66–67; 57:1–3). La Nueva Jerusalén será el lugar central (véase Doctrina y Convenios 57:3) o centro administrativo, o capital del reino de Sión (véase Dyer, Who’s Who in the Doctrine and Covenants, págs. 99–104; History of the Church, 5:212). También se le llama “Monte de Sión” (Doctrina y Convenios 84:2) y “Montaña del Señor” (History of the Church, 6:319). A partir de los comienzos de la Nueva Jerusalén, se irá extendiendo el establecimiento de otras comunidades de Sión por todo el mundo. Las estacas de Sión serán el medio por el cual las comunidades de Sión se prepararán y fortalecerán (véase Doctrina y Convenios 82:14, 101:21, 133:9). Sión se extenderá hasta llenar toda la América del Norte y la del Sur (Véase History of the Church, 6:318–319) y finalmente toda la tierra (véase Brigham Young, en Journal of Discourses, 9:138).
En su visión del futuro, Enoc vio que debido a las grandes tribulaciones que vendrán, se precisará un medio para preservar al pueblo del Señor en los últimos días. Ese medio era congregar a los electos en Sión (Moisés 7:61–62). Doctrina y Convenios declara: “En aquellos del verdadero ‘lugar central’, las estacas también servirán ‘por defensa y por refugio contra la tempestad, y contra la ira, cuando sea derramada sin mezcla sobre toda la tierra’” (véase Doctrina y Convenios 115:6). El profeta enseñó el mismo principio diciendo que: “Si Sión y su un lugar de rescate, tendremos que caer, porque se acerca la hora en que el sol se oscurecerá y la luna se volverá sangr; y las estrellas del cielo caerán y la tierra bamboleará de un lado a otro. Y si esto llega a suceder, y si no nos hallamos establecidos y reunidos en los lugares que Dios ha señalado, vamos a caer a pesar de nuestras profesiones anteriores y nuestra gran amor por la Biblia; porque no podremos sostenernos; no podremos salvarnos, porque Dios recogerá a sus santos de entre los impíos, y entonces vendrán la desolación y la destrucción; y nadie se librará sino los puros de corazón que fueren recogidos” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 78).
En otra ocasión el profeta José Smith dijo lo siguiente:
“‘Nuestro objeto principal debe ser la edificación de Sión. Cuando vengan las guerras, tendremos que huir a Sión. La proclamación es que nos demos prisa. La última revelación dice: ‘No tendréis de haber ido por toda la tierra, antes que vengan estas cosas.’
“‘No tardará en llegar el tiempo en que ningún hombre gozará de paz sino en Sión y sus estacas.
“‘Y que los hombres busquen la vida de sus propios hijos, el hermano asesinando a su hermano, las mujeres matando a sus propios hijos y las hijas atentando contra la vida de sus madres. Y ejércitos aprestados contra ejércitos, y el suelo ensangrentado. Fuego. El Hijo del Hombre ha dicho que la madre se levantará contra la hija, y la hija contra la madre. Estas cosas están a nuestras puertas. Seguirán a los santos de Dios de ciudad en ciudad. Satanás se enfurecerá, y el espíritu de envidia desatará el fuego de ira. No se cuál punto sucederán estas cosas; pero sabiendo de ellas, de ellas me prepararé. El Evangelio la voz y testificará de ellas. Por cuánto tiempo levantará cosechas buenas, y se evitará el hambre, no sé. Cuando la Iglesia esté en paz, sabed que el verano está próximo.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 188.)
Las Escrituras testifican que en los días previos a la Segunda Venida, el mundo se hallará en caos y confusión. Las guerras, los rumores de guerras y la contienda internacional causarán un tiempo de gran castigo y confusión. Tan grandes serán los disturbios en el mundo que el corazón de los hombres desfallecerá. (Véase Doctrina y Convenios 45:26.)
Al leer los problemas que se avecinan, ¿desea estar en vida cuando lleguen? Si es así, entonces entienda también un aspecto de las promesas proféticas. Una voz va el Señor ha hecho promesas que deben darle fe y esperanza.
1 Nefi 22:15–17, 19, 22. ¿Por qué los justos no deben temer?
2 Nefi 30:1. ¿Qué sucederá con aquellos que se mantengan dignos?
Moisés 7:61. ¿Cuáles son las promesas que Dios ofrece a su pueblo en medio de la gran destrucción?
Doctrina y Convenios 35:15. ¿En qué está la promesa de liberación en los últimos días?
Doctrina y Convenios 45:66. ¿Cuáles son las frases que se usan para describir a Sión?
Doctrina y Convenios 45:67–70. ¿Qué promete se extiende a Sión?
Doctrina y Convenios 101:21, Doctrina y Convenios 115:5–6. ¿Será el condado de Jackson el único lugar seguro en las pruebas venideras?
Tal como lo expresó el presidente Stephen L. Richards, Sión es primordialmente una condición espiritual, no un lugar. Hay muchos lugares llamados Sión, pero son llamados así porque son o serán lugares de congregación para el pueblo que recibe el nombre de Sión. Tal como usted ha leído, el profeta José Smith dijo: “Sión Sión sin un lugar de rescate, tendremos que caer,” y “Nuestro objeto principal debe ser la edificación de Sión” (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 78, 188).
¿Está usted listo para congregarse en Sión? ¿Considera que el establecimiento de Sión es su objetivo principal? ¿Por dónde debe comenzar? ¿A dónde va? La respuesta es muy sencilla si recuerda la definición básica de Sión. Es un estado interior y es allí donde debe comenzar. Es un asunto de gran importancia en nuestro tiempo, pues el Señor ha dicho: «La venganza vendrá sobre los impíos de repente, como el torbellino; y ¿quién podrá escapar de ella?» (Doctrina y Convenios 97:22.)
¿No es eso lo que le gustaría saber? ¿Quién escapará la destrucción de esa época? El Señor dio la respuesta (véase Doctrina y Convenios 97:25-28), y es de suma importancia que la entendamos.
Poniendo el cimiento
En el Libro de Mormón, publicado en 1830, y más adelante el registro de Enoc, que se encuentra en el libro de Moisés, los primeros santos leyeron las profecías de que Sión nuevamente se establecería en estos últimos días (véase, por ejemplo, 3 Nefi 21:22-28; 1 Nefi 13:42; Moisés 7:61-64). El Señor además prometió bendiciones a los que intentaran establecer Sión en estas días (véase 1 Nefi 13:37), y en las primeras revelaciones José Smith específicamente se le mandaba al pueblo que procurara sacar la ley y establecer la causa de Sión (Doctrina y Convenios 6:6; 11:6; 12:6).
No nos sorprende, entonces, que el Profeta y la gente comenzaran a prepararse para recibir ese mandamiento y pedir permiso para establecer la ciudad.
En junio de 1831, el Profeta y los primeros que se habían ordenado al Sacerdocio Mayor recibieron instrucciones que no entendieron plenamente porque no tenían alguna referencia en las Escrituras ni experiencia en su aplicación. El Señor dijo que sabía de antemano respecto a Sión: “Por lo pronto no os dejo ver con vuestros ojos naturales el designio de vuestro Dios concerniente a las cosas que vendrán más adelante, y la gloria que seguirá después de mucha tribulación” (Doctrina y Convenios 58:3-6).
Cuando el Señor mandó a los santos establecer en aquella parte de Misuri, su propósito no era precisamente edificar una ciudad: “Porque tras mucha tribulación vienen las bendiciones. Por tanto, viene el día en que seréis coronados con mucha gloria; la hora no es aún, más está cerca. Recordad esto que os digo de antemano, para que lo consideréis en el corazón y recibáis lo que está por venir. He aquí, de cierto os digo, por estas causas os he enviado: para que obedezcáis, y vuestros corazones estén preparados para testificar de las cosas que han de venir; y para que se os honre con poder al fin del mundo y dar testimonio de la obra sobre la cual se hallará la Sión de Dios” (Doctrina y Convenios 58:4-7).
Pero los santos cometieron un grave error. Supusieron que podían construir Sión sin establecer un pueblo puro de corazón. Pasaron por alto las continuas advertencias del Señor, y las muchas expulsándolos del centro de Sión.
En noviembre de 1833 los santos casi habían completado su éxodo del condado de Jackson. Pasaron los cuatro años siguientes, años de prueba y dificultades, en otros tres condados de Misuri y finalmente fueron expulsados de Misuri (véase History of the Church, 3:175). Todo esto, de acuerdo con la revelación, fue la consecuencia de la transgresión del pueblo (véase Doctrina y Convenios 101:1-2; 103:3-4).
Algunas personas llenaban los requisitos personales para que se les considerara dignas del nombre “Pueblo de Sión”; pero la mayoría no lo era (véase Doctrina y Convenios 105:1-2). Era necesario que la gente y la Iglesia estuvieran preparadas, bajo la dirección de los profetas, para volver a edificar Sión. El Señor reveló las condiciones requeridas para la reedificación o establecimiento de la ciudad. Declaró que la Iglesia debía esperar “un corto tiempo” (Doctrina y Convenios 105:9) a fin de que “mi pueblo sea instruido con mayor perfección… sepa más perfectamente en lo concerniente a su deber y las cosas que de sus manos requiero” (Doctrina y Convenios 105:10). También tenía que ser “investidos con poder de lo alto” (Doctrina y Convenios 105:11) y tratar de obtener “gracia en los ojos del pueblo, hasta que el ejército de Israel llegue a ser muy grande” (Doctrina y Convenios 105:26). Finalmente, el Señor dijo que la Iglesia, su ejército, debía santificarse delante de Él… para que los reinos de este mundo se vean constreñidos a reconocer que el reino de Sión es de hecho el reino de nuestro Dios y su Cristo. (Doctrina y Convenios 105:31-32.)
Ha pasado casi un siglo y medio desde que se abandonó el lugar de Sión, y la Iglesia se ha estado esforzando por llenarse de justicia y pureza delante del Señor. La Iglesia está preparando a su pueblo, enseñándole con mayor perfección y obediencia y aprendiendo las cosas del Señor. Todos los santos con poder adelantarán un número creciente de templos, tal como el Señor requirió (véase Doctrina y Convenios 105:33-37).
El élder Bruce R. McConkie dijo lo siguiente acerca del establecimiento de Sión:
“El recogimiento de Israel y el establecimiento de Sión en los últimos días están divididos en tres períodos o fases. La primera ya ha pasado. Ahora estamos en la segunda; y la tercera se encuentra en el futuro.
“Fase I — Desde la primera visión de José Smith, hasta el momento en que los santos fueron expulsados del centro de Sión en el condado de Jackson. Este período se extendió desde la venida de Moisés el 3 de abril de 1836, hasta el fin del establecimiento de la Iglesia en Kirtland y en el Canadá, un período de casi 25 años.
“Fase II — Desde la creación de estacas de Sión en zonas de ultramar, comenzando en la década de 1950, hasta la segunda venida del Hijo del Hombre, donde un período desconocido encasillado.
“Fase III — Desde la segunda venida de nuestro Señor hasta que el reino sea perfeccionado y las condiciones de la tierra la tierra como las aguas del mar (véase 2 Nefi 21:9), y desde entonces el inicio del Milenio, un período de mil años.” (Discurso pronunciado en la Conferencia de Área de Lima, Perú, “Come, Let Israel Build Zion”, pág. 115.)
El élder McConkie enseñó que el presente establecimiento de estacas por toda la tierra forma parte esencial de la preparación necesaria para establecer la ciudad y la tierra de Sión.
“Hasta el momento, el Señor ha dejado sobre nosotros la responsabilidad de poner los cimientos del futuro. Se nos ha comisionado para preparar un pueblo para la segunda venida del Hijo del Hombre. Se nos ha llamada a predicar el evangelio a toda nación, reino, lengua y pueblo. Se nos ha mandado poner los cimientos de Sión y tener todo listo para el reinado de Cristo, que nuevamente coronará la ciudad santa con su presencia y gloria.
‘… En muchas partes de la tierra se están organizando estacas. Con respecto a ellas, quisiéramos que reiteráramos sobre la siguiente: Una estaca es parte de Sión; no es posible organizar una estaca sin crear parte de Sión. . . . Las estacas tienen límites geográficos, y crearlas es establecer una Ciudad Santa.
“Cada estaca en la tierra es el lugar de congregación para el rebaño del Señor dentro de sus límites. El lugar de congregación para los peruanos están en las estacas de Sión que hay en Perú, y en las que se formarán en el futuro. El lugar de congregación para los chilenos está en Chile; para los bolivianos, en Bolivia; para los coreanos, en Corea; para cada persona, en su propio país. Al pueblo de Israel, dispersado entre todas las naciones de la tierra, se le llama a congregarse con el rebaño de Cristo en las estacas de Sión que estén establecidas en esas naciones. . . .
“Esto significa que Israel será congregado uno por uno, familia por familia, en las estacas de Sión que están establecidas sobre toda la faz de la tierra, para que ésta pueda ser bendecida con los frutos del evangelio.
“Por lo tanto, este es el consejo de los líderes de la Iglesia: Edifiquemos Sión, pero edifiquémosla en el lugar donde Dios nos ha hecho nacer, donde nos ha dado patria, familia y amigos. Sión está aquí en dondequiera estén, y los santos que la componen son y deben ser una influencia para el bien de todas estas naciones. Y no olvidéis que Dios bendecirá a toda nación que enderece sus vías y haga un esfuerzo por adelantar la obra del Señor.” (Ibid., págs. 116, 118.)
Los siguientes pasajes de Doctrina y Convenios aumentan nuestra comprensión respecto a los preparativos que está haciendo la Iglesia para alcanzar la sociedad de Sión.
Doctrina y Convenios 6:6; 11:6; 12:6. ¿Cuál es el mandato del Señor concerniente a Sión?
Doctrina y Convenios 63:29–31. ¿Cuál es el requisito establecido para la obtención de pureza de Sión?
Doctrina y Convenios 109:59; 115:6. ¿Cuáles son los lugares de Sión? ¿Qué promesas hay en relación con los mismos?
Doctrina y Convenios 124:36. ¿Cuál es la obra especial que se efectuará en esos lugares?
Estableciendo la Sión de los últimos días
Los preparativos para la construcción de Sión continúan en los programas de la Iglesia, pero la preparación individual es el aspecto más importante. El presidente Spencer W. Kimball nos habló de nuestra responsabilidad de hacer preparativos para establecer a Sión mediante el sacrificio y la consagración:
“Por muchos años se nos ha enseñado que nuestro trabajo, nuestras esperanzas y aspiraciones en esta obra deben lograr como uno de sus fines importantes la edificación de una Sión de los últimos días, una Sión caracterizada por el amor, la armonía y la paz, una Sión en la cual los hijos del Señor sean como uno solo.
“Este día [de poder y redención] vendrá; y es nuestro destino hacer nuestra parte para que así sea. ¿No os motiva acaso a alargar vuestro paso y acelerar la marcha a hacer lo que esté de vuestra parte en la gran obra de satisfacción del reino? A mí, sí. Hace que me regocije con las muchas oportunidades de servicio y sacrificio que están a mi alcance y al de mi familia para cumplir con nuestra responsabilidad en el establecimiento de Sión. . . .
“El tiempo que requiera cumplir con todo lo que atañe a Sión queda estrictamente sujeto a la forma en que nosotros la vivamos, pues la creación de Sión ‘comienza en el corazón de cada persona’. (Journal of Discourses, 9:283.) Los profetas previeron el hecho de que nos llevaría algún tiempo aprender nuestras lecciones. En 1863 Brigham Young declaró:
‘Si este pueblo fuera Sión, llevaría de espaldas los santos mandamientos que Dios nos ha dado, busca la riqueza individual y deja de luchar por los intereses del reino de Dios, es posible que permanezcamos en la condición actual por mucho tiempo, quizás por un período mucho más largo de lo que se ha previsto.’ (Journal of Discourses, 11:102.)
“Sión sólo puede edificarse entre los que son puros de corazón, no entre un pueblo dividido por la envidia y la avaricia, sino entre lo puro y altruista. Tampoco entre un pueblo que es puro en apariencia, sino puro de corazón. Sión debe ser edificada por no entregarse a él; no debe estar ensimismado ni por la seguridad de la carne, ni paralizado por el materialismo. No, Sión no pertenece a un nivel bajo, sino a uno alto, en el cual se exalta la mente y se santifica el corazón.
“Sión sólo se establece ‘buscando cada cual el bienestar de su prójimo, y haciendo todas las cosas con la mira de glorificar a Dios’ (Doctrina y Convenios 82:19). De la manera en que lo intentemos, y los que sean puros de corazón y trabajen Sión podrán establecerla, porque el obrero en Sión trabajará para Sión, porque si trabaja por dinero, perecerá. (2 Nefi 26:31.)
“Lamentablemente, vivimos en un mundo que en su mayoría rechaza los valores de Sión. Babilonia nunca podrá ni podrá comprender a Sión. . . .” (Véase Liahona, ago. de 1978, págs. 127–129.)
El presidente Kimball dio instrucción concreta concerniente a las cosas que deben hacerse en la vida de cada uno de nosotros para edificar Sión:
“‘Aun cuando es importante tener esta imagen en la vida, el definir y redefinir los conceptos de Sión, debe hacerse un esfuerzo decidido y constante de todo miembro de la Iglesia. No importa cuál sea el costo ni el sacrificio, debemos hacerlo. Ese es uno de mis lemas favoritos: ‘¡Hazlo!’. Quisiera sugerir tres cosas fundamentales que debemos hacer si es que deseamos ‘edificar nuevamente a Sión’, y en las cuales debemos comprometernos, aquellos de nosotros que trabajamos para establecerla:
“‘Primero, debemos eliminar la tendencia al egoísmo, el cual atrapa el alma, endurece el corazón y oscurece la mente. . . .
“‘Es imperioso que hagamos el egoísmo a un lado en nuestra familia, en nuestro trabajo y en nuestras ocupaciones profesionales, así como en los asuntos de la Iglesia.
“‘Segundo, debemos cooperar completamente unos con otros y trabajar en mutua armonía. Debe haber unanimidad en nuestras decisiones y unidad en nuestras acciones. Tras instar a los santos a que amen a su hermano como a sí mismos (véase Doctrina y Convenios 38:24), el Señor concluye sus instrucciones dadas a los miembros en una conferencia, con estas potentes palabras:
“‘He aquí, esto os lo he dado por parábola, y es esto: Yo soy Yo; y os digo: Sed uno; y si no sois uno, no sois míos’ (Doctrina y Convenios 38:27). . . .
“‘Tercero, debemos postrarnos ante el altar y sacrificar todo lo que el Señor nos requiera.
Comenzamos por ofrecer un “corazón quebrantado y un espíritu contrito”. Después, damos lo mejor de nuestros esfuerzos en nuestras asignaciones y llamamientos; aprendemos nuestro deber y lo ponemos en práctica plenamente. Por último, consagramos nuestro tiempo, talento y nuestros medios económicos según nos lo pidan nuestros líderes y según nos lo indique la inspiración del Espíritu. En la Iglesia, como sucede también en el sistema de bienestar, podemos dar expresión a cada una de nuestras bendiciones y aún dentro de nuestros justos deseos, a cada uno de nuestros impulsos. De que actuemos con voluntades puras, padres, maestros de maestros, obispos, vecindades, visitadores, madres, amas de casa o amigas, siempre existe la amplia oportunidad de demostrar que nosotros mismos. Al hacerlo, vemos el sacrificio trae sus bendiciones del cielo y, al final, llegamos a la conclusión de que no nos resultó pesado sacrificarnos.” (Véase Liahona, ago. de 1978, págs. 129–30.)
Resumen
El Señor nos ha dado requisitos para obtener la bendición de Sión. Todos los que sean puros de corazón, humildes y fieles pueden ser parte de ella. Sión sólo puede ser edificada entre los que son puros de corazón. El Espíritu del Señor debe morar en ellos. El Señor ha dicho que Sión no puede edificarse a menos que Él venga y more en su pueblo. “Porque si no sois uno, no sois míos” (Doctrina y Convenios 38:27). Los profetas modernos han declarado que Sión puede establecerse en cualquier parte donde haya santos que sean de un solo corazón y una sola mente, y que vivan en justicia, sin pobres entre ellos.
El presidente José Smith explicó: “Cuando el pueblo del Señor sea tan puro que pueda establecer otra vez una sociedad que merezca el nombre ‘Sión’, comenzando en el condado de Jackson, Misuri, con la Nueva Jerusalén. La Iglesia está trabajando directamente para ayudar a los santos a cumplir este glorioso destino. Si, como aconsejó el profeta José Smith, los santos ‘tienen como objetivo principal el establecimiento de Sión’ (History of the Church, 3:390), entonces contemplarán el cumplimiento de la profecía de Moroni a José Smith, de que ‘el evangelio en toda su plenitud . . . se predicará con autoridad, a todas las naciones para poder preparar un pueblo para el reinado milenario’ (History of the Church, 4:237).
El siguiente consejo dado por el presidente Brigham Young puede motivar a los santos a establecer Sión:
“‘Cuando decidamos hacer una Sión, lo lograremos. Y esta obra comienza en el corazón de cada individuo. Cuando el pueblo de familia decide hacer de su casa una Sión, debe formar la iniciativa, pero en menos que él mismo el sea espíritu de Sión, le será imposible lograr esta buena obra. Antes de poder santificar a la familia, debe santificarse a sí mismo, y así recibirá la ayuda de Dios para lograrlo.
“‘Dios ha tocado a todo lo necesario para que se establezca a Sión en la Tierra, lo único que falta es que la gente se decida. Podemos hacer una Sión de Dios en la Tierra a voluntad nuestra, y de la misma principio que rige el que podamos cosechar un campo trigo, o construir una casa en la que haya existido. No ha habido época en la cual no se haya existido, ni material prima en cantidad suficiente. Lo único que ha faltado es el espíritu de que la voluntad de que sea Sión pueda ser edificada donde el pueblo de Dios se una en espíritu y propósito de establecerla. Tan pronto como se complete este propósito, la Sión del Señor se levantará. Si los santos esperan que la Sión que existió, en cualquier momento se puede edificar una Sión de Dios en la tierra.” (Discourses of Brigham Young, pág. 118.)
La revelación personal
Introducción
Una de las grandes contribuciones de Doctrina y Convenios es que ayuda a entender el proceso mediante el cual se recibe revelación personal. Todo individuo siente la necesidad de ayuda que está más allá de sí mismo, a fin de encontrar respuesta a los grandes interrogantes y problemas de la vida. Pero a veces, nuestra inexperiencia en cuanto al proceso de la revelación nos hace equivocarnos en cuanto a cómo se recibirá tal ayuda. El esfuerzo sincero y la experiencia son requisitos para aprender a comunicarse con Dios. El presidente Joseph F. Smith aconsejó en cuanto a la revelación:
“Es la generación mala y adúltera la que busca señales. Mostradme Santos de los Últimos Días quienes que tengan que nutrirse con milagros, señales y visiones a fin de conservarse firmes en la Iglesia, y os mostraré miembros de la Iglesia que no son rectas ante Dios y que andan por caminos resbaladizos. No es por manifestaciones milagrosas dadas a nosotros que seremos establecidos en la verdad, sino mediante la humildad y la fiel obediencia a los mandamientos y leyes de Dios. Cuando me inicié en el ministerio en mi juventud, frecuentemente iba y le pedía al Señor que me manifestara alguna cosa maravillosa, a fin de que pudiese recibir un testimonio. Pero el Señor no me concedió milagros, y me mostró la verdad, línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí, hasta que me hizo saber la verdad desde la corona de mi cabeza hasta la planta de mis pies, hasta que fui completamente depurado de la duda y del temor. No tuvo que enviar a un ángel de los cielos para hacerlo, ni tuvo que hablar con trompeta de arcángel. Mediante el susurro de la voz apacible y delicada del Espíritu del Dios viviente, Él me dio el testimonio que poseo; y por este principio y poder dará a todos los hijos de los hombres un conocimiento de la verdad que permanecerá con ellos, y los hará conocer la verdad como Dios la conoce, y cumplir con la voluntad del Padre como Cristo la cumple; y ningún número de manifestaciones maravillosas realizarán este jamás. Es la obediencia, la humildad y sumisión a los requisitos del cielo y a ese orden establecido en el reino de Dios sobre la tierra lo que establecerá a los hombres en la verdad. Estos podrán recibir visitas de ángeles; podrán hablar en lenguas, sanar a los enfermos mediante la imposición de manos, podrán tener visiones y sueños, pero a menos que sean fieles y puros de corazón, serán del presa para el adversario de sus almas, el cual los conducirá a las tinieblas y a la incredulidad como resultado del juicio de otros.” (Doctrina del Evangelio, pág. 7.)
¿Qué es la revelación?
Las Escrituras contienen muchos ejemplos de los distintos medios que el Señor usa para comunicarse con sus hijos. El presidente Marion G. Romney mencionó varias formas en que se reciben revelaciones:
“Así como la oración es el medio por el cual el hombre se dirige al Señor, la revelación es el medio por el cual Dios se comunica con el hombre. Al hacer esto, Él usa varios medios. La palabra, por ejemplo, fue el método que Él usó para responder a la oración de Adán. Adán y Eva ‘oyeron la voz de Jehová Dios hablando en dirección del Jardín de Edén’ (Moisés 5:4; subrayado agregado).
“Además de hablar por su palabra, a veces el Señor aparece personalmente:
‘José Smith nos dio su testimonio de que el Padre y el Hijo se le aparecieron en persona:
“‘…vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí.
“‘…Vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!’ (José Smith—Historia 1:16-17).”
“Algunas veces el Señor envía representantes personales para llevar Su mensaje. Por ejemplo, el ángel Moroni muchas veces para instruir al profeta José Smith (véase José Smith—Historia 28-59).
“En otras ocasiones, el Señor se ha comunicado con el hombre por medio de visiones y sueños, por ejemplo: el sueño de Daniel y la visión de Enós.
‘Enós dijo: “La voz del Señor de nuevo penetró mi entendimiento, diciendo: Visitaré a tus hermanos según su diligencia en guardar mis mandamientos” (Enós 10).’
“Yo puedo testificar sobre esta forma de revelación, porque la experimenté.
“Ahora yo sé, mis hermanos y amigos, y doy testimonio de que la revelación del Señor viene a través de la palabra, por visiones personales, por medio de mensajeros enviados por Él, mediante sueños y visiones, y por la voz del Espíritu que habla a nuestra mente.
“Sin embargo, por lo general, las revelaciones vienen por medio de ‘la voz apacible y suave’ (Doctrina y Convenios 85:6).” (Liahona, agosto de 1978, págs. 78-79, 80.)
Doctrina y Convenios dice también sobre esta voz apacible y suave: “Sí, he aquí, hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morará en tu corazón. Ahora, he aquí, éste es el espíritu de revelación.” (Doctrina y Convenios 8:2-3.)
El élder Bruce R. McConkie dijo que “esta revelación habla del Espíritu que se dirige al espíritu, del Espíritu Santo que habla al espíritu que está dentro de mí, en una forma que es incomprensible para la mente; pero es clara para el espíritu y transmite un conocimiento, una inteligencia, aporta la verdad y da un discernimiento seguro de las cosas de Dios”. (Liahona, mayo de 1981, pág. 7.)
La instrumentalidad del Espíritu Santo en el proceso de la revelación la afirmó el profeta José Smith cuando dijo: “Ningún hombre puede recibir el Espíritu Santo sin recibir revelaciones. El Espíritu Santo es un revelador.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 405.)
Doctrina y Convenios provee instrucción adicional relativa a este medio de revelación, que es el más usual.
Doctrina y Convenios 6:15, 23. Oliverio Cowdery había buscado un testimonio de la veracidad de las planchas del Libro de Mormón. Aquí el Señor le recuerda que le dio una revelación. ¿Por qué el Señor se comunicó con él? ¿En qué forma lo hizo? ¿Qué consuelo obtuvo de la respuesta?
Doctrina y Convenios 11:12. Hyrum, el hermano del Profeta, recibió instrucciones respecto de la influencia del Espíritu Santo. ¿Qué es lo que se siente cuando se recibe dirección del Espíritu?
Doctrina y Convenios 11:13. ¿Qué consuelo y apoyo le darán a Hyrum esas impresiones? Muchos ejemplos que encontramos en Doctrina y Convenios enseñan cómo el individuo debe comunicarse con el Señor a fin de obtener revelaciones.
Doctrina y Convenios 19:28. ¿En qué forma se le mandó a Martin Harris comunicarse con el Señor?
Doctrina y Convenios 20:47. ¿Qué clase de exhortación debemos recibir como miembros de la Iglesia?
Doctrina y Convenios 23:6. ¿Qué debemos hacer “ante el mundo”?
Doctrina y Convenios 68:28. ¿Qué responsabilidad tienen los padres en cuanto a enseñar a los hijos a comunicarse con Dios?
Doctrina y Convenios 121:36. ¿Bajo qué principios se pueden manejar los “poderes del cielo”?
Doctrina y Convenios 121:45-46. ¿Qué requisitos se mencionan aquí para prepararnos para que nos comuniquemos con Dios?
Oliverio Cowdery debía cooperar y ayudar con la traducción del Libro de Mormón y recibió el poder para hacerlo (véase Doctrina y Convenios 8). Pero él no pudo recibir revelación porque no entendía cuál era su parte en cuanto a comunicarse con Dios.
¿Qué lecciones se pueden aprender en base a la experiencia de él?
Doctrina y Convenios 9:6-7. ¿Qué suposición incorrecta hizo Oliverio en cuanto a la revelación?
Doctrina y Convenios 9:8-9. ¿Qué papel desempeña el libre albedrío en la revelación? ¿Cómo vendría la respuesta después de ejercerse el albedrío?
Si deseamos obtener revelaciones
La actitud y el esfuerzo son elementos muy importantes que contribuyen a la revelación personal. El presidente Spencer W. Kimball enseñó que el albedrío del hombre es sumamente importante en esto: “El Señor no va a obligar a la gente a creer en Él, y los que no crean no recibirán revelación. Si se sienten satisfechos de sus propias deducciones e interpretaciones limitadas, por supuesto que el Señor los entregará al destino que ellos mismos han elegido.” (Liahona, octubre de 1977, págs. 65.)
Doctrina y Convenios repite un tema muy conocido en las Escrituras, relativo a la forma en que uno solicita revelación: “Si pides, recibirás revelación tras revelación, conocimiento sobre conocimiento, a fin de que puedas conocer los misterios de Dios y las cosas apacibles, aquello que trae gozo, aquello que trae la vida al Padre en el cielo” (Doctrina y Convenios 42:61).
“Pedid al Padre en mi nombre, creyendo en fe que recibiréis, y tendréis el Espíritu Santo, que os manifiesta todas las cosas que son convenientes a los hijos de los hombres” (Doctrina y Convenios 18:18; véase también Doctrina y Convenios 88:63-65).
El presidente Marion G. Romney explicó que pedir es de vital importancia para obtener revelaciones personales. Dijo que son tantos los “medios de comunicación más importantes que el hombre conoce. . . El primero es la oración, el modo por el cual el hombre se dirige a Dios; y el segundo, la revelación, el medio por el cual Dios se comunica con el hombre. . .
“Frecuentemente, es necesario orar para pedir bendiciones específicas, pero deben incluirse expresiones de gratitud, alabanza y adoración. . .
“Se destaca la importancia de la oración, dado que es el mandamiento que Dios ha repetido al hombre con más frecuencia. . .
“La oración es la llave que abre la puerta y permite que Cristo entre en nuestra vida.
“‘He aquí’, dice el Señor, ‘Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo’. (Apoc. 3:20.)” (Liahona, agosto de 1978, págs. 75, 78, 79.)
El presidente Spencer W. Kimball dio la siguiente instrucción en cuanto a la forma de mejorar las oraciones personales:
“Me gusta particularmente el himno que entre otras cosas dice: ‘Guarda que del alma el ansia suba’ (Himnos de Sión, 129). Es un gran privilegio poder hablar con nuestro Padre Celestial por medio de la oración. A veces hablamos tan rápido que la oración comienza con la primera oración en voz alta de un jovencito. Espero que nuestras oraciones no sean en su mayor parte silenciosas; pero cuando no podamos orar en voz alta, es bueno que tengamos una oración en la mente y en el corazón.
“No vaciléis jamás en reunir a vuestra familia para orar, especialmente en los momentos en que se necesita algo más que la oración familiar de todos los días. Cuanto mayor sea la necesidad, tanto más debemos orar.
“Vuestros pequeños aprenderán a dirigirse a su Padre Celestial al escucharos orar, y pronto se darán cuenta de si vuestras oraciones son sinceras; si en cambio éstas son un rito rápido y mecanizado, esto será lo que aprenderán a hacer.
“Aunque parezca difícil hacerlo, al orar debemos hacer un esfuerzo por comunicarnos con Dios, hablando muy sinceramente, en lugar de preocuparnos por lo que estén pensando quienes nos escuchan. Para esto nos basta con el ‘amén’, que es señal de que aprueban y sienten todo lo que se ha dicho. Por supuesto, se debe tener en cuenta el lugar donde se ora para pedir nuestras necesidades, y éste es el motivo por el cual no podemos limitarnos a las oraciones familiares ni de grupos.
“Para algunas cosas, es mejor orar en privado, donde no hay que tener en cuenta ni el tiempo ni el carácter confidencial de lo que decimos. Es en ese momento especial de devoción en lo confiamos todo al Señor, El quizás tampoco nos dé todas las bendiciones que necesitamos. Después de todo, si estamos hablando con un Padre que lo sabe todo, ¿por qué hemos de ocultarle sentimientos y pensamientos que pueden afectar nuestras necesidades y bendiciones?
“Tampoco sería mala idea detenernos y concentrarnos por un momento al terminar nuestras oraciones, para tratar de escuchar, recordando siempre que debemos decir como el Salvador: ‘Pero no sea como yo quiero, sino como tú’ (Lucas 22:42).” (Véase Liahona, enero de 1980, págs. 4-5.)
La obtención de revelaciones: la preparación personal
Para recibir revelaciones, uno debe hacerse más sensible espiritualmente y prepararse continuamente. El élder Boyd K. Packer bosquejó algunas pautas para esa preparación:
“Guardad la Palabra de Sabiduría. Leed las Escrituras.
“Escuchad a vuestros padres y a los líderes de la Iglesia.
“Permaneced apartados de los lugares y cosas que el sentido común os indique que os privan de recibir inspiración.
“Desarrollad vuestra propia capacidad espiritual.
“Aprended a apartaros de los elementos que perturban, de toda interferencia.
“Evitad los sustitutos y lo que no es verdadero.
“Aprended a ser inspirados y dirigidos por el Espíritu Santo. . .
“Si sabéis cómo orar y oráis con constancia, me refiero a escuchar espiritualmente, podréis navegar tanto en medio de buen tiempo como de tormentas, ya sea en época de paz o de guerra, y llegar a destino seguro.
“El acto de orar puede ser algo muy difícil, porque aun mucho os enseñamos en cuanto a él, hablando mucho de la parte relacionada con el ‘pedir’; quizás no os hayamos enseñado lo suficiente en lo tocante a ‘recibir’. Eso algo sumamente privado, individual; algo que uno debe aprender por sí mismo.” (Liahona, agosto de 1981, pág. 7.)
La base de la preparación personal está en que uno sea digno recipiente de la dirección del Espíritu. Este requisito se enseña en Doctrina y Convenios así como en otros pasajes de las Escrituras:
“Que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente” (Doctrina y Convenios 121:45).
“Reposen en vuestro mente las solemnidades de la eternidad” (Doctrina y Convenios 43:34).
Los pensamientos de cada uno son componentes muy importantes de la preparación. El presidente Marion G. Romney describió cómo afecta nuestra capacidad espiritual:
“Como siempre lo ha sido, la mayor lucha que tiene lugar en el mundo hoy día es por las almas de los hombres. Cada uno de nosotros participa personalmente en ella, usando como armas aquello que ha almacenado en su mente. En otras palabras, el campo de batalla para cada persona está dentro de sí misma, ya que es inevitable que uno se incline hacia aquello que domina sus pensamientos. Hace siglos el sabio Salomón declaró esta gran verdad: ‘… cual es su pensamiento en su corazón, tal es él’ (Prov. 23:7).
“Si queremos dejar a un lado las codicias de la carne y formar a nosotros y para nuestros hijos un carácter noble y grande, debemos atesorar tanto en nuestra mente como en las suyas principios dignos que sean motivo de reflexión y meditación.
“Estoy convencido, mis queridos hermanos, de que es absurdo esperar escapar las codicias del mundo sin sustituirlas en nuestras pensamientos con las cosas de valor espiritual.” (Liahona, julio de 1980, págs. 106, 107.)
La obtención de revelación mediante el esfuerzo personal
El profeta José Smith recalcó la importancia de la experiencia personal respecto a la revelación: “A los reveladores de las experiencias de otros, a los recuerdos de otras almas, podrá ordinariamente alcanzarse sólo por la revelación que uno mismo haya recibido con Dios. Debes recibir las cosas así con fe si es que puede obtener por la revelación, mediante las ordenanzas que Dios ha establecido para ese propósito” (Enseñanzas, pág. 400).
También dijo que al “conocer y entender el Espíritu de Dios, podréis ejercer en el principio de la revelación hasta que lleguéis a ser perfectos en Cristo Jesús” (Enseñanzas, pág. 179).
A pesar de las enseñanzas de los profetas y de las Escrituras de que la comunicación o revelación viene a la mente y al corazón (véase Doctrina y Convenios 8:2), que el Espíritu habla al espíritu, muchos no reconocen la manera en que se manifiesta, y esperan recibir el mensaje venga de una forma natural o física. El élder Boyd K. Packer describió la forma en la que el Espíritu se comunica:
“He llegado a saber que la inspiración se manifiesta más como un sentimiento que como un sonido. . .
“El Señor tiene una forma de hacer que la inteligencia pura penetre en nuestra mente para impulsarnos y guiarnos, y también para enseñarnos y ponernos sobre aviso, y vosotros podéis llegar a saber lo que les sucede que se forma instantánea. Vuestra es la responsabilidad de aprender a recibir tal inspiración.” (Liahona, enero de 1980, págs. 29, 30.)
En otra ocasión el élder Boyd K. Packer respondió a una pregunta que se hacen a menudo los miembros de la Iglesia: ¿Cómo saber cuándo se ha recibido revelación?
“Con respecto a la revelación, todos recibimos la enseñanza de que la revelación se encuentra disponible para cada uno de nosotros en forma individual. La pregunta que más a menudo se me hace sobre este tema es: ¿Cómo sé cuándo he recibido una revelación? He estado orando y ayunando acerca del problema; no obstante, no sé lo que debo hacer. ¿Cómo puedo saber en realidad si he recibido la inspiración necesaria para no cometer un error?
“Primero, ¿le lleváis vuestros problemas al Señor y le pedís que Él le decida por vosotros? O ¿los acaso trabajáis, leéis las Escrituras, meditáis, oráis, y luego tomáis vosotros mismos la decisión? Poned el problema basado en lo que vosotros sabéis que está bien y lo que está mal y luego tomad vuestra decisión; después de hecho eso, preguntadle al Señor si la decisión que habéis tomado es correcta o incorrecta. Recordad siempre lo que Él le dijo a Oliverio Cowdery acerca de examinar los problemas por sí mismo.
“Os suplico que pongáis atención en lo siguiente: si en forma irresponsable le pedimos a nuestro obispo o presidente de rama, o incluso al Señor, que tome decisiones por nosotros, demostraremos tener muy poca autosuficiencia. Pensad en lo que implica cada vez que hacéis que alguien tome una decisión por vosotros.
“Creo que también debería mencionar otra cosa, y espero que lo que voy a decir no sea mal interpretado. Muy a menudo nos encontramos con jóvenes que oran y oran fervientemente acerca de lo que deben decidir por sí mismos. Por ejemplo, supongamos que una pareja dispone de dinero necesario para comprar una casa y ambos suponen que ellos han orado incansablemente con respecto al estilo de la casa que deben adquirir. Y supongamos que el obispo ora también para que el Señor tal vez no le importen los estilos de las casas? Que otras personas elijan el estilo de su casa o de su automóvil, más bien nos vemos enfrentados a un problema de madurez espiritual que sólo se resuelve con el desarrollo de la autosuficiencia espiritual. Hay tantas cosas en las cuales podemos hacer no simplemente lo que queremos.
“No obstante, hay muchas cosas que le encomendamos directamente al Señor. Si habéis de construir una casa, sed entonces honestos, dejad los materiales que vengan de parte del edificio y haced un trabajo decente para construirla. Cuando os mudéis a la casa, vivid rectamente, eso es lo que realmente importa.
“En algunas oportunidades he tenido que afirmar a algunas personas que el Señor deliberadamente aprobaría de buena gana lo que tenían intenciones de hacer, aun cuando quisieran hacerlo sólo por darse un gusto. Les extrañó ver la reacción de culpabilidad de algunas personas cuando quieren hacer algo que es el sueño de hacerlo, aunque sea un acto de algo justo. El Señor es muy generoso con la libertad que nos brinda. Cuando más aprendamos a hacer lo justo, más autosuficientes seremos espiritualmente y mayor será nuestra libertad e independencia.
“‘Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres’ (Juan 8:31-32).” (Véase Liahona, abril de 1976, pág. 83.)
El presidente Marion G. Romney reafirmó su experiencia con este principio divino de la autosuficiencia espiritual con las palabras siguientes:
“Al enfrentarme con un problema, sopeso mentalmente, con humildad, las soluciones posibles y llego a una conclusión respecto a cuál de ellas es la mejor. Luego, presento al Señor mi problema, mediante la oración, y le expreso mi deseo de elegir bien y según mi juicio aquello que considero la mejor solución. Luego le pido que si he elegido bien, me haga sentir el ardor en el pecho que prometió a Oliverio Cowdery. En el momento en que la claridad…
…y la paz vienen a mi mente, sé que el Señor está diciendo ‘sí’. Si tengo un ‘estupor de pensamiento’, sé que está diciendo ‘no’. En este caso, intento otra vez, siguiendo el mismo proceder.
“En conclusión, repito: Sé cuándo el Señor responde mis oraciones y lo sé por la forma en que me siento.
“Cuando aprendamos a distinguir entre la inspiración del Espíritu del Señor y nuestras propias esperanzas y deseos carentes de inspiración, no podemos cometer errores. De esto testifico.” (New Era, oct. de 1975, pág. 35.)
Obteniendo revelación “línea sobre línea”
Doctrina y Convenios enseña claramente que en su mayoría la revelación viene al individuo “línea sobre línea, precepto tras precepto” (Doctrina y Convenios 98:12), y que el crecimiento espiritual es un proceso más que un acontecimiento y que se alcanza “revelación tras revelación” (Doctrina y Convenios 42:61). A menudo, las personas se sienten impacientes porque les parece que no reciben respuestas a sus oraciones. Otras veces se sienten descontentas porque las respuestas no son lo que esperaban. Un apóstol moderno, el élder Boyd K. Packer, nos dio el siguiente consejo:
“La mayoría de la gente busca el consejo de los presidentes de estaca, presidentes de rama, obispos y otros líderes, al igual que aquellos que vienen a vernos a nosotros, los Autoridades Generales, no lo hacen porque se encuentran en apuros o no saben la diferencia entre lo bueno y lo malo; lo hacen porque están tentados a hacer algo que íntimamente saben que es equivocado y quieren reafirmarse en su decisión.
“Personalmente me he visto en la misma situación y he tenido que orar y meditar mucho antes de encontrar la mejor forma de resolver el problema. En lo que me es personal, he llegado a la conclusión de que de ninguna forma podemos forzar las decisiones importantes.” (Véase Liahona, abril de 1976, pág. 22.)
En otra ocasión el élder Packer dijo:
“En ocasiones lucháis con un determinado problema por algún razón no tenéis ninguna contestación, y os preguntáis: ‘¿Qué sucede? ¿Qué es lo que estoy haciendo mal?’ Es posible que no estéis haciendo nada mal, sino que la inspiración os está haciendo lo correcto durante la cantidad de tiempo suficiente. Recordad que no podéis forzar las cosas espirituales.
“A menudo nos sentimos confundidos simplemente porque no estamos dispuestos a aceptar una respuesta negativa. . .
“Tened presentes algunas preguntas complejas, a medida que transitáis por la vida, y meditad y orad en forma silente y persistente en cuanto a ellas.
“La respuesta quizás no os llegue como un relámpago, sino que tal vez se manifieste en forma de una pequeña inspiración aquí y allá, ‘línea sobre línea, precepto tras precepto’ (Doctrina y Convenios 98:12).
“Algunas respuestas las encontramos leyendo las Escrituras o escuchando a determinados oradores; y algunas veces, cuando sea importante, habrá respuestas que vendrán por intermedio de una inspiración en verdad directa, tan potente y nítida que resultará inconfundible.” (Liahona, enero de 1980, págs. 31, 32.)
Las siguientes preguntas pueden ayudarnos a evaluar nuestras oraciones:
- ¿Buscamos respuestas sin esfuerzo alguno de parte nuestra?
- ¿Esperamos que se nos conteste a través de medios especiales o espectaculares?
- ¿Vendrán las respuestas si no seguimos lo que nos dicta el sentido común y las normas del bien en las que todos estamos familiarizados?
- ¿Oramos sinceramente?
- ¿Prestamos atención y buscamos las respuestas?
- ¿Hemos hecho los preparativos adecuados?
- ¿Nos mostramos agradecidos al Señor?
- ¿Realmente queremos que se nos responda?
El presidente Spencer W. Kimball nos dio consejos para ayudarnos a contestar estas preguntas. Estudiadlos detenidamente y considerad sus implicaciones en sus propios esfuerzos dirigidos a recibir revelación:
“La mayoría de nosotros nos vemos enfrentados constantemente con importantes decisiones; pero el Señor nos ha dado una forma para poder tomarlas juiciosamente. Si la duda que nos asedia refiere a la universidad que debemos asistir, la ocupación que debemos aceptar, el lugar donde viviremos, la persona con quien nos casaremos, o cualquier otra que sea esencial para nuestra vida, debemos hacer todo lo posible por decidirlo primeramente. A menudo hacemos como Oliverio Cowdery y queremos obtener respuesta sin haber ningún esfuerzo de nuestra parte. . . (Véase Doctrina y Convenios 9:7–9.)
“El Señor contesta siempre nuestras oraciones, pero generalmente no se comunica con manifestaciones espectaculares; como la aparición de un ángel o una voz celestial que nos hable. A menudo nuestros pedidos son tan absurdos que el Señor tiene que decirnos: ‘No juegues con esas cosas; no pidas lo que no debes’ (Doctrina y Convenios 8:10).
“Junto con la fe, debemos poner en práctica las obras. Será totalmente inútil pedirle al Señor que nos diera el conocimiento si no estuviésemos dispuestos a tratar de adquirirlo, a estudiarlo, a tener claridad de pensamiento y retener todo aquello que hemos aprendido. En forma similar, sería fútil pedirle al Señor que nos protegiera si nos ponemos en peligro innecesariamente, si bebemos o comemos sustancias nocivas.
¿Podemos pedirle que nos dé cosas por las cuales no hacemos ningún esfuerzo? . . . La fe sin obras es muerta. . . (Sant. 2:20.)
“Vosotros, los que oráis de vez en cuando, ¿por qué no hacerlo más regularmente, más a menudo, y con mayor devoción? El os tiene tan lejos en el escaso, o la vida tan corta, o el resultado tan débil? . . .
“En vuestras oraciones secas, ¿os presentáis con vuestra alma desnuda, o la disfrazáis e importunáis a Dios para que vuestras virtudes? ¿Tratáis de hacer resaltar vuestra bondad y de esconder vuestras pecados con un cubierta de falsedad? ¿O suplicáis misericordia al Rey de la Providencia?
“¿Obtendréis respuesta a vuestras oraciones? Si no es así, quizás no estáis haciendo lo necesario. . . ¿Ofrecéis unas pocas palabras bonitas y frases gastadas, o tratáis de hablar intimamente con el Señor? ¿Oráis sólo de vez en cuando, cuando deberíais hacerlo en forma regular y constante?
“Cuando oráis, ¿os limitáis a hablar, o también escucháis?…
“…¿Sabéis escuchar, interpretar, comprender?
El Señor llama a nuestra puerta y no se retira; pero tampoco nos obligará jamás a recibirlo; si nos apartamos, somos nosotros quienes lo hacemos y no Él. Y si alguna vez no recibimos respuesta a nuestras oraciones, debemos examinar nuestra propia vida en procura del motivo: Quizás hayamos hecho algo que no debíamos o dejado de hacer algo que se esperaba de nosotros, algo que nos dificultó o nubló nuestra vista. . .
[Cuando tratamos de acercarnos a Dios], mostrándonos humildes, desnudando nuestra alma y limpiando nuestra vida, y elevamos una súplica sincera, nuestras oraciones son siempre contestadas. . .
“Cuando recibisteis la confirmación, se os mandó recibir al Espíritu Santo. Él no estaba obligado a buscaros. El Señor dice: ‘Visitaré a tus hermanos según su diligencia en guardar mis mandamientos’ (Enós 1:10). Si nuestra vida está bajo control y es limpia, si estamos esforzándonos y cultivándonos, el Espíritu Santo vendrá, y podremos retenerlo y tener la paz que su presencia imparte.
“¿Dais gracias o meramente pedís favores? ¿O sois como los leprosos que iban por el camino? Pidieron misericordia y fueron sanados, pero no volvieron a dar las gracias al generoso Salvador.”
(Véase “La oración”, Liahona, mayo de 1980, págs. 3–5.)
Resumen
Todos los que anhelen evitar grandes fracasos en la vida terrenal necesitan recibir revelaciones personales. Saber algo respecto a los medios que el Señor utiliza para comunicarse con sus hijos hace posible que recibamos tal comunicación. Saber qué debemos hacer para obtener revelaciones nos ayuda a prepararnos y a recibirlas. Es muy importante saber las cosas de Dios. El profeta José Smith dijo:
“Escudriñad las Escrituras, escudriñad las revelaciones que publicamos y pedid a vuestro Padre Celestial, en el nombre de su Hijo Jesús, que os manifieste la verdad; y si lo hacéis con el ojo fijo en su gloria, no dudando nada, Él os responderá por el poder de su Santo Espíritu. Entonces podréis saber por vosotros mismos y no por otro. No tendréis entonces que depender del hombre para saber de Dios, ni habrá lugar para la especulación.” (Enseñanzas, pág. 7.)
Doctrina y Convenios nos ayuda a comprender mejor a Jesucristo
Introducción
La meta de todo fiel Santo de los Últimos Días es obtener la vida eterna y vivir en la presencia de Dios. Dado que por Adán todos los hombres hemos caído y hemos quedado sujetos al pecado y a la corrupción, todos dependemos de la expiación de Cristo, por ser la única forma de obtener la vida eterna, el más grande de los dones de Dios (véase Doctrina y Convenios 6:13; 14:7). Doctrina y Convenios ayuda a que entendamos al Salvador: su papel, sus atributos divinos, su misión y su segunda venida. Todo ello se enseña en una forma concisa y clara en este libro. Este texto de Escrituras también enseña la relación que debe existir entre el hombre y Cristo y la responsabilidad del primero de obtener la vida eterna.
La misión eterna de Jesucristo
El poderoso Elohim es el Padre de los espíritus de todos los hombres que han vivido y que vivirán en la tierra. Sus hijos espirituales son ciertamente innumerables. Entre esta imponente hueste, en la vida preexistente, se destacó uno semejante a Dios el Eterno Padre (véase Abraham 3:24) que fue conocido por los nombres de Jehová y de Gran Yo Soy (véase Doctrina y Convenios 29:1; 39:1; 109:34, 42, 56; 110:3–4; 128:9). Fue Él que vino a la tierra como Jesús, el Salvador de la humanidad. Doctrina y Convenios nos aclara la misión eterna del Salvador.
Jehová fue el primogénito entre los hijos espirituales de Elohim (véase Doctrina y Convenios 93:21), y como tal, llegó a ser el heredero legal de todo lo que el Padre tiene. Fue así como sobre el gran Jehová recaýó la responsabilidad de ejecutar el plan de salvación escogido por el Padre, a través del cual el resto de sus hijos espirituales pudieran tener la oportunidad —mediante obediencia— de llegar a ser coherederos con el Primogénito (véase Hugh B. Brown, Conference Report, oct. de 1965, pág. 92).
El Salvador es el creador de todas las cosas. Doctrina y Convenios enseña este principio (véase Doctrina y Convenios 14:9; 29:31; 38:3; 45:1; 76:24; 93:10; 95:7).
Concerniente al estado o posición preterrenal del Salvador, el élder Bruce R. McConkie declaró:
“Creemos, y yo testifico, que Jesucristo es el Primogénito de los hijos espirituales de Elohim, que es Dios, nuestro Padre Celestial. Creemos que mientras vivió en el mundo preexistente, en virtud de su gran inteligencia, de su progreso y obediencia, alcanzó el estado de un Dios. Y entonces llegó a ser, bajo la dirección del Padre, el Creador de este mundo y de todas las cosas que en él hay, así como también el Creador de mundos incontables.
“Creemos que Él es el Jehová del Antiguo Testamento; creemos también que Él que Dios el Padre trató con todos los antiguos profetas, revelándoles su voluntad y el plan de salvación.
“Cristo dio el evangelio a los primeros hombres comenzando con Adán y siguiéndolo con los descendientes de éste, de una dispensación a otra, hasta el presente. Y todo lo que se ha dado como parte del evangelio y todo lo que se relaciona de alguna forma con la gloria del propósito de la tierra testifican de Cristo y de su misión divina.” (En Conference Report, oct. de 1948, págs. 23–24.)
El Salvador es la luz del mundo. El Espíritu, que es característica del Salvador, el élder Bruce R. McConkie lo describió al decir que proviene de nuestro Señor; es la Luz del Mundo. Ellos son:
“1. Mediante su Luz, Cristo gobierna y controla el universo y da vida a todo lo que en él hay (véase Doctrina y Convenios 88:6–10).
“2. A través de esta Luz que llena la inmensidad —y también mediante el poder del Espíritu Santo a algunas personas fieles— alumbra la mente y vivifica el entendimiento (véase Doctrina y Convenios 88:11).
“3. Por su propia vida recta, inmaculada y perfecta en la preexistencia, en la tierra y en la gloria después de resucitado, da un ejemplo perfecto y es capaz de decir a todos los hombres: ‘Vengan a mí’ (Doctrina y Convenios 45:5).
“4. Todo lo comprendemos de la Luz de Cristo es limitado”, dijo el élder McConkie. Y continuó: “Los poderes y la capacidad finitos y mortales no pueden entender lo que es infinito. Pero conocemos ciertos principios básicos, entre los que se encuentran éstos:
“1. Que es la luz que procede de la presencia y persona de Dios y que llena la inmensidad y, por lo tanto, se encuentra en todas partes (véase Doctrina y Convenios 88:12).
“2. Que es la que ejecuta el poder de Dios, la ley por la cual todas las cosas se gobiernan (véase Doctrina y Convenios 88:13).
“3. Que el poder divino que da vida a todas las cosas, y que si se retirara por completo, no habría vida (véase Doctrina y Convenios 88:13).
“4. Que ilumina la mente y vivifica el entendimiento de todo el que nace en este mundo (véase Doctrina y Convenios 84:46).
“5. Que insta a todos los hombres a hacer lo bueno, a menos que se rebelen contra la luz y la verdad, y en este caso, el Espíritu se retira (véase Doctrina y Convenios 88:7; 93:9).
“6. Que quienes escuchan su voz aceptan a Cristo, reciben su evangelio, se bautizan y obtienen el don del Espíritu Santo. (Mormón 7:2–18; Doctrina y Convenios 84:43–53; 88:7–13)” (The Promised Messiah, págs. 28–39).
Doctrina y Convenios respalda todo lo dicho por el élder McConkie.
Los atributos eternos de Jesucristo
El Salvador posee atributos o cualidades divinas que están desarrolladas al máximo en Él debido a su total obediencia a la voluntad del Padre (véase Doctrina y Convenios 93:11–17; véase también Nefos y comentarios sobre esos versículos en este manual). Allí se verá una explicación de cómo el Salvador obtuvo la plenitud de los atributos del Padre.) Es imperativo que el hombre entienda estos atributos a fin de poder ejercer fe en Dios. El profeta José Smith explicó lo siguiente:
“El propósito que tuvo Dios al hacer conocer sus atributos a la familia humana fue el que los conocieran pudieran ejercer fe en Él, y de ese modo alcanzar la vida eterna. Pues si entre una idea de hombre para lo que Dios es, la mente del hombre no podría tener fe en Él para lograr la vida eterna.” (Lectures on Faith, 4:2.)
Algunos de los atributos del Señor que mencionó el profeta José Smith son del conocimiento, la fe o poder, la justicia, el poder de castigar, la misericordia y la verdad (véase Lectures on Faith, 4:41–43). Doctrina y Convenios testifica en cuanto a esos atributos y ayuda a aumentar el entendimiento que uno pueda tener de muchos de ellos.
El conocimiento del Salvador, y de los principios eternos que Él enseñó al Señor para Dios al Padre siempre son inmutables. Esta enseñanza se repite constantemente en Doctrina y Convenios así como en otras Escrituras (véase Mormón 8:17; Moroni 7:22). Hablando con respecto al error de pensar que Dios todavía aprende, el élder Bruce R. McConkie dijo:
“Y aún hay aquellos que apoyan la teoría casi increíble de que Dios es un alumno eterno matriculado en la Universidad del Universo, donde diligentemente se ocupa en aprender nuevas verdades y acumular conocimientos nuevos y extraños.
“Resulta despreciable —casi una blasfemia— degradar al Señor Dios Omnipotente diciendo que es un ídolo, una imagen o una entidad de espíritu, o que simplemente está aprendiendo sin poder llegar al conocimiento de toda la verdad” (véase 2 Timoteo 3:7). (Liahona, febrero de 1981, pág. 107.)
El conocimiento que Dios posee incluye el pasado, el presente y el futuro (véase Doctrina y Convenios 130:7). La historia de la pérdida de las 116 páginas manuscritas de la traducción del Libro de Mormón es un buen ejemplo del conocimiento que Dios tiene de las cosas (véase Palabras de Mormón, 3–7; Doctrina y Convenios secciones 3 y 10).
Cristo es omnipotente. Siendo perfectamente obediente a la voluntad del Padre, Jesús efectuó la Expiación y, según sus propias palabras, fue investido del poder para ello (véase Doctrina y Convenios 19:3; 49:6; 61:1).
Doctrina y Convenios, como otros libros canónicos, da testimonio de que la Trinidad posee todo poder. “No hay nada en el universo con suficiente poder para ‘detener mi mano’” (Doctrina y Convenios 38:33). El sublime poder se utiliza siempre de acuerdo con la doctrina y convenios, y en la mayoría de los casos para dar testimonio del poder de Dios en las obras a que lo usa para bendecir a su pueblo.
Cristo es la fuente de justicia y los castigos justos. Una de las cosas más reconfortantes que aprendemos de Él en Doctrina y Convenios es el conocimiento de que en algún momento todo mejorará y que se hará justicia; que algo que entristece en los días mortales tiene una plan para hacerse comprensible, justo, necesario y, de alguna manera, correcto para los que aman a Dios.
En los pasajes más llenos de misericordia de Doctrina y Convenios, el Señor da testimonio de que Él es un Dios justo, y que todos los hombres serán elevados o juzgados, recibiendo bendiciones por las obediencias y castigos por todas las transgresiones de las que no se hayan arrepentido (véase, por ejemplo, Doctrina y Convenios 3:4; 10:28; 39:16–18; 82:4; 84:102; 107:84; 109:77).
La misericordia de Cristo. Conocer el grandioso poder de Dios y sus promesas continuas de juzgar a los hombres sería de por sí bastante intimidante o desanimador si no supiéramos que Él también posee amor y misericordia perfectos. Además de las muchas promesas de misericordia y perdón para el que se arrepiente (véase, por ejemplo, Doctrina y Convenios 3:10; 29:18, 34; 54:6; 61:2; 76:5; 88:40), Doctrina y Convenios contiene algunas de las expresiones más tiernas y afectuosas del Salvador dirigidas a sus siervos y a su pueblo:
“Sé fiel y diligente. . . y te estrecharé entre los brazos de mi amor” (Doctrina y Convenios 6:20).
“No temáis, mis hijos, ni os dejéis de hacer lo bueno” (Doctrina y Convenios 6:33).
“No temáis, rebañito” (Doctrina y Convenios 6:34).
“Desde ahora os llamaré mis amigos” (Doctrina y Convenios 84:77).
“Mis llamas amigos, porque sois mis amigos” (Doctrina y Convenios 93:45).
“También os amo también así como. . . y yo os he amado” (Doctrina y Convenios 93:51).
Cristo es la verdad. Doctrina y Convenios contribuye considerablemente a la comprensión de esta atribución, dado que en este libro se revela que la verdad es la luz (véase Doctrina y Convenios 84:45; 88:6–7), la verdad es eterna (véase Doctrina y Convenios 88:66); la verdad es el conocimiento de las cosas como son, como eran y como han de ser (véase Doctrina y Convenios 93:24).
El élder Bruce R. McConkie explicó lo siguiente:
“Cristo es la Verdad, significando esto que Él es la personificación de toda verdad. ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida’ (Juan 14:6; Éter 12:41); ‘Yo soy el Espíritu de verdad’ (Doctrina y Convenios 93:26). Él es el paladín de la verdad, el dador de la verdad, el defensor de la verdad. Su palabra es verdad y todas sus obras se sujetan a ella.” (Mormon Doctrine, pág. 810; véase también Doctrina y Convenios 93:12–13, 16, 20, 28, 36).
Todas las Escrituras dan testimonio y enseñan en cuanto a los atributos de Dios, y Doctrina y Convenios es uno de los cinco libros canónicos con potente voz en este testimonio.
El profeta José Smith enseñó que una de las cosas necesarias para la fe era tener una “idea correcta del carácter, perfecciones y atributos [de Dios]” (Lectures on Faith, 3:4; cursiva agregada). Luego explicó por qué es así:
“El conocimiento de estos atributos del carácter divino es esencial a fin de que la fe de cualquier ser racional se pueda centrar en el plan eterno que Dios ha revelado para la salvación. Pues si, en primer lugar, uno no cree que sea Dios, es decir, el Creador y quien mantiene todas las cosas, no podrá tener fe en Él. En segundo lugar, si tememos que hubiese una mayor que Él que pudiera frustrar todas sus promesas, como los dioses de los paganos, fuera incapaz de cumplir sus promesas. Pero viendo que es el Dios Supremo, de eternidad en eternidad, que es omnisciente en todas las cosas, no puede existir ese temor en la mente de quienes ponen en Él su confianza, de manera que en cuanto a esto su fe puede ser firme” (Lectures on Faith, 3:19).
El mismo principio se aplica a los hombres: si no pudiéramos creer que es misericordioso, nos mostraríamos tan conscientes de nuestras fallas que perderíamos completamente la esperanza de alcanzar la salvación.
Al principio, parece sencillo, y muchos aprenden que han llegado a poseer una idea correcta de los atributos de Dios. Pero con frecuencia se oyen expresiones, aun entre los más activos y más devotos Santos de los Últimos Días, que denotan ideas equivocadas de la comprensión del carácter y atributos divinos. Lejos de ejemplos siguientes y luego se puede identificar qué característica o atributo de Dios está en tela de juicio:
- “¿Por qué me dio Dios este defecto? Nunca voy a poder casarme.
B. El obispo me entrevistó después de las reuniones y me preguntó si había pensado cumplir una misión. Sé que todo joven tiene esa obligación, pero nosotros no. El obispo sugirió que orara al respecto, pero tengo miedo de hacerlo. ¿Y si la respuesta es ‘sí’? ¡Yo no quiero salir en una misión!
C. Antes de quedar embarazada, el médico me tuvo bajo fuerte medicación por un tumor que tenía. Ahora el obstetra me dice que han aumentado las posibilidades de que el bebé nazca con retardo mental debido a dicho medicamento. Este médico no es miembro de la Iglesia e insiste en que debo hacerme un aborto. Me rebelo ante la idea, pero… ¿y si el bebé no nace sano?
D. No he participado de la Santa Cena por tres años. Cometí una transgresión moral, y aunque le confesé al obispo e hice todo lo que él me sugirió, y me he arrepentido honestamente, todavía me siendo indigno de tomarla. No sé si algún día podré volver a hacerlo.
E. Tengo un problema muy serio que no he podido resolver. He orado al respecto durante casi un año. He rogado al Señor que me diera una respuesta, pero no ha sucedido nada. ¿Por qué no me responde?
Cada uno de los casos citados ilustra la pérdida de fe en uno de los atributos de Dios. Aunque estas personas tal vez se sorprenderían si se les dijera que así es, cada una de ellas duda de algún aspecto de la naturaleza de Dios. Están poniendo en duda Su poder de producir un cambio en su vida, Su sabiduría en permitir que las cosas sucedan tal como suceden, Su amor, Su longanimidad, Su perdón, Su interés en ellas. Estas personas podrían reaccionar de otra forma en cuanto a sus problemas si tuvieran fe en los atributos del Salvador.
- Comprendo que se me ha dado un cuerpo en el cual se perderán fácilmente hermosos, pero el estudio que he hecho respecto al Salvador me convence de que lo que a Él realmente le interesa es la belleza interior. Si la clase de cuerpo que tengo fuera importante para mi salvación, entonces Él me habría dado un cuerpo diferente. Trataré de ser lo más atractiva posible, pero me esforzaré aún más por ser una persona espiritualmente hermosa.
- Honestamente puedo decir que no quiero salir en una misión regular; y, como mujer, no es algo que se requiera de mí. Pero si el Señor quiere que yo vaya, entonces quiero que Él me ayude a prepararme. Si Él desea que me quede, también lo aceptaré y seguiré sirviéndole fielmente en donde Él me necesite.
- La voluntad del Señor respecto al aborto es clara y no da lugar a dudas. No voy a poner fin a esa preciosa vida que hay en mí. Mi esposo y yo seguiremos orando al Señor y ayunando durante el resto del embarazo para que todo ande bien. Voy a recibir una bendición de mi esposo. Y si es la voluntad del Salvador que el bebé nazca con un defecto, entonces tendré fe en que eso será lo mejor, tanto para mí como para mi familia y para el bebé mismo.
- Cristo sufrió una agonía infinita, tanto en el Jardín del Getsemaní como en la cruz, a fin de pagar el precio del pecado. Las condiciones que se exigen para que sea válida la Redención en el caso de transgresiones serias como la mía son rigurosas, pero ya si los he satisfecho, tal como sinceramente he estado haciendo, ¿no estoy negándome a recibir lo que logró la Expiación si rehuso perdonarme a mí mismo? Si Cristo dice que su misericordia es suficiente para purificarme, ¿cómo puedo negar su palabra?
- He orado y he buscado sinceramente una respuesta a mi problema, y el hecho de no haberla recibido puede tener varios motivos. Sé que Dios sabe todo lo referente a mí y a mi problema. Sé que Dios tiene todo poder y puede hacer lo que se requiera. Sé que su amor hacia mí es perfecto. Por lo tanto, la razón de que nada haya sucedido no es que Él no se interese. No es que no sepa qué hacer o que no pueda hacerlo. Debe de haber una buena razón por la que no me ha contestado. Tal vez yo necesite más fe, más arrepentimiento. O tal vez sea una forma de enseñarme algo más importante. No voy a desesperar, sino que continuaré perseverando, confiando en su juicio respecto a cuándo será mejor que yo reciba respuesta.
La misión eterna de Jesucristo
Solamente mediante Cristo es posible la salvación. Como Jesucristo era Dios aun en el estado mortal, poseía poderes y habilidades que ninguna otra persona ha tenido jamás. Era el Unigénito de Dios y poseía los poderes y la inteligencia de Dios mismo. Era perfecto en su naturaleza. En consecuencia pudo cargar con los pecados de todos los demás seres, sufrir por ellos para que, si se arrepentían, no tuvieran que sufrir ellos.
Jesús no sólo tenía la capacidad de sufrir por los pecados de todos sus hermanos y hermanas, sino que estaba dispuesto a hacerlo, demostrando así su gran amor. Efectuó esa redención mediante un acto voluntario llamado la Expiación, en el que tomó sobre sí los pecados de todo el género humano. El intenso sufrimiento del Salvador comenzó en el Jardín de Getsemaní y finalizó en el Calvario. Lucas describió el sufrimiento del Señor en el Jardín como de tal intensidad que “era su sudor como grandes gotas de sangre” (Lucas 22:44). Muchos eruditos dicen que este pasaje debe tomarse literalmente y no literal, es decir, que Jesús transpiró copiosamente sangre de sus poros emana sangre. Doctrina y Convenios contiene muchos pasajes en los que se apoya esta visión del sufrimiento de Cristo, del que soportó nuestro Señor y que fue de tal magnitud que manifestó su perfectísimo amor por toda la humanidad (véase Doctrina y Convenios 19:15-19; 76:69).
Cristo sufrió como solamente un Dios puede sufrir, tanto corporal como espiritualmente. Por voluntad propia bebió la copa (véase Lucas 22:42). En aquel solitario Jardín de Getsemaní, consagrado por su presencia, “sufrió el dolor de todos los hombres, a fin de que todo hombre pueda arrepentirse y venir a Él” (Doctrina y Convenios 18:11). El élder Marion G. Romney expresa la intensidad de su sufrimiento con estas palabras:
“Jesús… fue al Jardín de Getsemaní. Allí fue donde sufrió con más intensidad. Sufrió muchísimo en la cruz, por supuesto; pero otros hombres habrían muerto crucificados; de hecho, al morir Él en la cruz había un hombre a cada lado suyo que padecía una suerte similar. Pero ningún hombre, ni grupo de hombres, ni todos los hombres puestos juntos, han sufrido nunca lo que el Redentor sufrió en el Jardín.” (En Conference Report, oct. de 1953, pág. 86).
El élder Tovey también dijo: “El sufrimiento que aceptó soportar, y que soportó, equivalía al sufrimiento combinado de todos los hombres” (En Conference Report, oct. de 1969, pág. 57; cursiva agregada).
Doctrina y Convenios testifica que Jesús, en el momento de la Expiación, descendió por debajo de todas las cosas —queriendo decir que sufrió la agonía del infierno por todos los hombres para que ellos no sufran si se arrepienten (véase Doctrina y Convenios 88:6; 122:8).
No hay quien sufra hasta ese punto, no hay pecado, no hay dolor, no hay sufrimiento que Él no pueda comprender. Conoce la debilidad de cada individuo. Comprende perfectamente por qué la persona misma, y sabe “cómo socorrer a los que son tentados” (Doctrina y Convenios 62:1).
Relación del hombre con Cristo
Mediante la expiación de Cristo, todos los hijos de Dios pueden obtener la salvación. Es responsabilidad de cada persona arrepentirse, creer en Cristo y luego perdurar mediante hasta el fin (véase Doctrina y Convenios 20:29).
La expiación de Cristo, combinada con una obediencia individual fiel, hace posible que el hombre llegue a ser hijo de Él (véase Doctrina y Convenios 39:4–6; 11:30; 88:5).
En Doctrina y Convenios se exhorta a todos los hombres a que tomen sobre sí Su nombre, pues sólo en Su nombre hay salvación: “Tomad sobre vosotros el nombre de Cristo, y declarad la verdad con toda circunspección. Y cuantos se arrepientan y se bauticen en mi nombre —el cual es Jesucristo— y perseveren hasta el fin, tales serán salvos. He aquí, Jesucristo es el nombre dado por el Padre, y no hay otro nombre dado, mediante el cual el hombre pueda ser salvo. . . por tanto, si no se alzan el nombre por el cual son llamados, no hay lugar para ellos en el reino de mi padre” (Doctrina y Convenios 18:21–25). Quienes creen en su nombre y obedecen sus mandamientos encontrarán descanso (véase Doctrina y Convenios 38:4), el cual equivale a la vida eterna en su presencia (véase Doctrina y Convenios 45:3–5).
La venida de Cristo en su gloria
El 3 de abril de 1836 Elías el Profeta se le apareció en el Templo de Kirtland a José Smith y a Oliverio Cowdery en cumplimiento de la profecía hecha por Malaquías (véase Malaquías 4:5–6; Doctrina y Convenios 110:13–16).
El profeta Elías testificó que había venido para dar a los miembros de la Iglesia seguridad “que el día grande y terrible del Señor está cerca, aun a las puertas” (Doctrina y Convenios 110:16). La venida de Cristo en gloria (véase Doctrina y Convenios 34:7–8) para reinar con los justos durante mil años (véase Doctrina y Convenios 29:11, 17) es un acontecimiento anhelado por los santos de todas las dispensaciones. Esta dispensación tiene el privilegio de hacer los preparativos finales para su venida y de asegurar que el reino de Dios esté preparado para recibirlo (véase Doctrina y Convenios 65:6). Antes que venga Cristo, habrá miembros de la Iglesia que digan que Cristo demora su venida y, en consecuencia, no estarán preparados (véase Doctrina y Convenios 45:26). Corresponde a todos vivir como si el Salvador fuera a venir mañana (véase Doctrina y Convenios 64:23), pues quienes estén preparados no tienen necesidad de temer.
Doctrina y Convenios es como un manual con instrucciones referentes a la Segunda Venida. Está llena de profecías, promesas, advertencias y nuevas revelaciones referentes a las calamidades que precederán a esa venida gloriosa, a la Segunda Venida en sí y a las condiciones que prevalecerán durante el reino milenial del Salvador. La Explicación H trata con mayor detalle este mismo tema.
Resumen
Doctrina y Convenios da testimonio de Cristo. Así como el Libro de Mormón es un segundo testigo de Cristo, también lo es Doctrina y Convenios. Ambas escrituras podrían catalogarse de la misma forma. Contienen, además de las palabras de Cristo, las que fueron pronunciadas por el Padre Celestial, quien da testimonio de Su Hijo y enseña que Él es el Salvador del mundo.
En los momentos mortales de Cristo, y después de Su muerte, testifican que Él resucitó de entre los muertos incorrupto; que fue visto como el Unigénito de Dios en la carne; que sufrió tentaciones, dolores, proclamó el evangelio e invitó a todos a venir a Él, arrepentirse y recibir las ordenanzas del evangelio. En Doctrina y Convenios el Salvador testifica que padeció el sufrimiento de todos los hombres y que efectuó una expiación perfecta; que fue crucificado, sepultado y que fue al mundo de los espíritus donde declaró su evangelio eterno y la doctrina de la resurrección a una innumerable compañía de espíritus de hombres justos; y llamó y comisionó a mensajeros para que enseñaran a los espíritus de los malvados y desobedientes.
En este libro el Señor también dice que el tercer día después de su muerte, se levantó otra vez y apareció a muchos, incluyendo a los nefitas en el continente americano y a las diez tribus, que ascendió al cielo donde se sienta en gloria a la diestra de su Padre y que promete venir de nuevo a reinar con los santos justos durante mil años.
Doctrina y Convenios es una fuente de gran fortaleza y al exponer nuevos aspectos ayuda a que uno acreciente el conocimiento que tiene del Salvador en todo aspecto. Es un texto de Escrituras que los Santos de los Últimos Días deben estudiar con dedicación.
Vencer el pecado y obtener el perdón
Introducción
Las bendiciones y beneficios de la Expiación son el perdón de los pecados mediante el arrepentimiento, la santificación mediante la obediencia a las leyes y mandamientos de Dios, y la esperanza de obtener la vida eterna en la presencia de Dios.
El propósito de esta sección es ayudar a comprender lo que Doctrina y Convenios dice respecto al arrepentimiento, al perdón y a la santificación. Solamente mediante la comprensión de estos tres principios y su aplicación, se puede alcanzar la vida eterna y vivir en la presencia de Dios.
Arrepentimiento y expiación de los pecados
Doctrina y Convenios establece que Dios no puede “considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia” (Doctrina y Convenios 1:31). Sin embargo, para los humildes y sumisos ante el Señor hay una forma de vencer el pecado y sus trágicos efectos, y poder en esa forma recibir la aprobación del Señor. El procedimiento mediante el que se vence el pecado es el arrepentimiento, segundo principio del evangelio de Jesucristo.
El presidente David O. McKay dijo que “. . . el todo principio y ordenanza del evangelio de Jesucristo es significativo y tiene carácter contributivo al progreso, la felicidad y la vida eterna del hombre, pero el arrepentimiento es fundamental para la salvación de la familia humana y el principio del progreso eternamente aplicable del arrepentimiento. Si el individuo puede ser salvo. Sin él, nadie puede tener progreso”. (Gospel Ideals, pág. 13.)
El arrepentimiento tiene plena validez y poder si no fuera por la Expiación. Mediante su sufrimiento, el Salvador pagó los pecados de todos los seres humanos “para que no perezcan si se arrepienten” (Doctrina y Convenios 19:16). No es el arrepentimiento mismo el que satisface el precio del pecado. No habrá esfuerzo, acción o sufrimiento profundo que sea suficiente para salvar a una persona si no se hubiera llevado a cabo el sacrificio expiatorio. Nadie, aparte de Jesús, ha vivido una vida que le haga merecedor de alcanzar el derecho de retornar a la presencia del Padre, porque, como lo destacó el Profeta en la oración dedicatoria del Templo de Kirtland, “todos los hombres pecan” (Doctrina y Convenios 109:34).
Por eso es que todos los hombres están destituidos de la gloria de Dios (véase Romanos 3:23). Como Dios no puede considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia (véase Alma 45:16), es decir, que no puede dejar de tenerlo en cuenta o no puede excusarlo en forma alguna, tuvo que haber una forma de pagar un precio por los pecados. Parte de ese precio fue el sufrimiento del Señor, de tal intensidad que hizo que Jesús “mi alma fue por todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera” (Doctrina y Convenios 19:18). Ningún ser mortal pudo haber pagado ese precio, pues tal como enseñó Amulek, era necesario que fuera “un sacrificio infinito y eterno” (Alma 34:10).
Doctrina y Convenios añade su voz a la de las demás Escrituras para hacer esta distinción: No es el arrepentimiento en sí lo que salva al hombre. Es la sangre de Jesucristo que lo salva. El arrepentimiento es la condición requerida para que la Expiación pueda aplicarse en beneficio de una persona determinada.
Una persona no se salva únicamente mediante sus propias obras. Las Escrituras enseñan que no es así. Tal como lo escribió Enós: “. . . sabes que es por la gracia que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos” (2 Nefi 25:23). Jesús se describe a sí mismo como abogado o el que defiende la causa de otros (véase Doctrina y Convenios 45:3).
Usualmente, cuando un abogado defiende un caso, lo hace partiendo de la base de que el cliente no es culpable de las acusaciones. Tal no es el caso en el plan de salvación. Todos somos culpables; todos hemos transgredido (véase Romanos 3:23). ¿Quién podría defender a una persona en base a la ausencia de culpa? Jesús actúa como abogado no dirigiendo la atención del Juez hacia la perfección del hombre, sino a la propia. Destaca la sangre derramada en el sacrificio expiatorio y ruega al Padre que se perdone al penitente, pues éste ha cumplido con las condiciones impuestas por Cristo y ha llegado a ser Su hermano (véase Doctrina y Convenios 45:3–5*).
Aunque el arrepentimiento es uno de los pasos más importantes que podemos dar, debemos reconocer que es un punto de retorno. Si consideramos que el punto de partida es el lugar en el que estábamos antes de pecar, y que el arrepentimiento es un momento de regreso, se podría representar así:
| Pecado | → | Arrepentimiento | → | Rectitud |
Pero, desde otro punto de vista, podríamos decir que el arrepentimiento es meramente un punto de retorno al punto original de partida.
Este progreso se podría representar en esta forma:
| Rebelión y transgresión | → | Pecado | → | Arrepentimiento | → | Perfección |
El progreso hacia la exaltación no puede ocurrir hasta que hayamos vuelto a la rectitud y, por lo tanto, es absolutamente importante que todos nos arrepintamos. El verdadero arrepentimiento nos lleva de nuevo a hacer lo que debimos haber hecho siempre.
Los efectos de la expiación de Cristo en la vida de uno dependen de su arrepentimiento (véase Doctrina y Convenios 18:12). Quienes no se arrepienten y no guardan los mandamientos sufrirán (véase Doctrina y Convenios 19:4). Doctrina y Convenios enseña que el principio tan importante, o sea, el del perdón de los pecados cuando existe el arrepentimiento, también se enseña en el mundo de los espíritus (véase Doctrina y Convenios 138:19).
Toda persona tiene la responsabilidad de abandonar el pecado y obedecer los mandamientos del Señor. El élder Spencer W. Kimball declaró: “Cuando pensamos en el gran sacrificio de nuestro Señor Jesucristo y en los sufrimientos que padeció por nosotros, seríamos muy ingratos si no lo apreciáramos hasta donde nuestras fuerzas no lo permitieran. Él sufrió y murió por nosotros; sin embargo, si no nos arrepentimos, toda su angustia y dolor por nosotros son en vano” (El Milagro del Perdón, pág. 145).
Perdonar para ser perdonado
Durante su ministerio mortal el Salvador enseñó mediante precepto y ejemplo que el perdón otorgado a los demás es condición necesaria para obtener perdón para sí mismo (véase Mateo 5:23–24; 6:12, 14–15; 18:21–35; Juan 8:1–11). Una de las grandes contribuciones de Doctrina y Convenios es que recalca y aclara este principio. Pronunciando palabras inequívocas, el Salvador dijo que la falta de deseo de perdonar a los demás es una maldad (Doctrina y Convenios 64:8) y que quien “no perdona las ofensas de su hermano queda condenado ante el Señor, porque en él permanece el mayor pecado” (Doctrina y Convenios 64:9; cursiva agregada). Y luego, para que nadie diga que tal principio se aplica a algunos pecados pero no a otros considerados realmente graves, el Señor resumió el alcance de la ley diciendo: “Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres” (Doctrina y Convenios 64:10; cursiva agregada).
En medio de las terribles persecuciones sufridas en el condado de Jackson, el Señor reveló las leyes de la venganza y el perdón (véase Doctrina y Convenios 98; Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 98).
El principio del arrepentimiento es tan importante que el hombre que libra bien en evaluar en qué punto se encuentra en este momento. Pidió el presidente: “Alimentar malos sentimientos y rencor hacia alguien nos hace más daño a nosotros que a la persona que nos ha hecho mal? No importa cuán mercedes sean esos sentimientos, si no se puede perdonar, según el Señor usted tiene el pecado mayor. ‘La forma suprema del amor es el perdón’, dijo el élder Marion D. Hanks.”
“¿Cómo reaccionamos cuando si nos ofende, se nos calumnia, se nos trata injustamente o con dureza, o cuando se pecan contra nosotros, nos acusa falsamente, se nos rechaza o nos lastiman los que amamos y rechazan nuestras actividades? ¿Nos resentimos, amargamos o guardamos rencor? ¿O resolvemos el problema lo más posible hacerlo, perdonamos y nos libramos de la carga?”
“La reacción que tengamos ante tales situaciones puede determinar la naturaleza y calidad de nuestra vida aquí y eternamente. Una amiga valiente, cuya fe se había intensificado mediante muchas aflicciones, me dijo hace pocas horas: ‘La humillación de pedir venir antes de la exaltación’ (véase Doctrina y Convenios 29:2; 61:2; 136:33).”
“Se requiere que perdonemos. Nuestra salvación depende de ello.”
“Se dice que el presidente Brigham Young dijo que quien se ofende cuando no hay intención de ofender es un necio, que quien se ofende cuando hay intención de ofensa realmente es un necio. Explicó luego que hay dos caminos a seguir cuando a uno lo muerde una serpiente de cascabel. Impulsados por la ira, el temor o el deseo de venganza, podemos perseguirla y darle muerte. O podemos tratar sin demora de extraer el veneno inyectado. Si seguimos el último, es posible que sobrevivamos, pero si tratamos de seguir el primer camino, desfalleceremos antes de lograrlo.” (“Even as Christ Forgave”, New Era, junio de 1974, págs. 4–5.)
El siguiente relato tomado de la vida del presidente George Albert Smith ilustra los efectos del perdón en la vida del ofensor y del ofendido:
“Cuando George Albert Smith era joven, se alistó en la Guardia Nacional de Utah (Utah National Guard). Siendo un buen jinete y teniendo un caballo excelente, se destacaba en las maniobras de guerra que se efectuaban. . . . Algunos de sus amigos lo instaron a presentarse como candidato a un puesto en la guardia, y así lo hizo.
“Durante las semanas subsiguientes corrieron rumores, instigados por otro joven al que él había considerado un amigo, de que se estaba tratando de ganar el puesto mediante artimañas.
“En parte debido a esos rumores, el sargento Smith no obtuvo suficientes votos de sus compañeros de tropa. De manera que rehusó el ascenso al que se creía merecedor. Esto lo llenó de amargura y odio hacia el amigo que había sido tan injusto con él.
“Fue a una reunión de la Iglesia y trató de olvidar todo el asunto, pero tenía el corazón lleno de rencor. No se sentía digno como para participar de la Santa Cena. Después de meditar y orar, el hermano George Albert Smith llegó a la conclusión de que él también estaba equivocado en alimentar aquel rencor.
“Decidió librarse de la carga de odio que parecía estar produciéndole más daño que el suyo enemigo. Cruzó la calle y entró directamente en la oficina del joven que había esparcido los rumores. Al entrar, el compañero levantó los brazos como en defensa propia. Sin duda esperaba una pelea. Sabía bien que había dañado seriamente al amigo.
“Pero George Albert Smith no había ido a pelear. Por el contrario, le habló con voz suave y libre de rencor.
“‘Hermano’, dijo, ‘quiero que me perdones por haberte olvidado tal como lo he hecho en estas semanas pasadas”.
“El autor de los rumores inmediatamente cambió de actitud. ‘Hermano Smith’, dijo, ‘tú no tienes que pedir perdón. Es a ti a quien tienes que perdonar’. A causa del valor y fuerza espiritual de George Albert Smith, el corazón del joven se ablandó completamente. Se arrepintió de su mala conducta, y posteriormente él y el hermano Smith fueron una vez más buenos amigos.”
(Merlo J. Pusey, “The Inner Strength of a Leader,” Instructor, junio de 1965, pág. 232.)
El perdón de nuestros propios pecados
Hay una ley eterna que dice que nada impuro puede morar en la presencia de Dios (véase Moisés 6:57; 1 Nefi 10:21; Alma 7:21). Fue por esta razón que Pablo dijo: “Por cuanto todos pecaron… están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Sin embargo, si nos arrepentimos y perdonamos a los demás, nuestros propios pecados son perdonados y se hace válido el precio que el Redentor pagó por nosotros. Las Escrituras y los profetas dan testimonio de que solo mediante la sangre expiatoria de Cristo uno puede ser limpiado de sus pecados, sino quedan nulos los efectos de la transgresión y uno puede llegar a ser santo y sin mancha, capaz de volver a la presencia de Dios. El procedimiento mediante el cual se efectúa esta purificación se llama santificación.
Doctrina y Convenios, junto con los demás, enseña la necesidad de obtener las bendiciones de la santificación: “Santifícate delante de mí” dijo el Señor (Doctrina y Convenios 43:16). “Por tanto, preparaos, purificaos; en mí pueblo; santificaos” (Doctrina y Convenios 133:4). Esta libro canónica de los últimos días enseña que para que uno pueda gozar de la gloria celestial y vivir en la presencia de Dios, debe santificarse (véase Doctrina y Convenios 76:21; 88:22; 88:28).
Podríamos preguntarnos: ¿Qué es la santificación? ¿Mediante qué procedimiento llegamos a santificarnos?
La santificación es la purificación del individuo cuando se libra del pecado. El élder Bruce R. McConkie lo explicó así:
“Ser santificado es volverse limpio, puro y sin mancha; ser libre de la sangre y pecados del mundo; convertirse en un nuevo ser por medio del Espíritu Santo, alguien cuyo cuerpo se ha renovado por medio del renacimiento del espíritu. La santificación es un estado de santidad que se alcanza solo acatando las leyes y ordenanzas del evangelio. El plan de salvación es el medio por el que los hombres pueden santificarse y volverse dignos de recibir una herencia celestial” (Mormon Doctrine, pág. 675).
Una de las grandes aspiraciones de todo verdadero Santo de los Últimos Días es llegar a ser puro para poder ver al Salvador y saber que podrá vivir en la presencia de Dios el Padre. El proceso de santificación, mediante el cual uno se purifica y puede alcanzar esas grandes bendiciones, se enseña en Doctrina y Convenios. Primero, la persona debe tener el deseo de arrepentirse y aceptar la plenitud del evangelio de Jesucristo (véase Doctrina y Convenios 39:18; 133:62). Debe sentir el deseo de vivir “de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Doctrina y Convenios 84:44). Todos los poseedores del sacerdocio deben estar dispuestos a servir a sus semejantes y magnificar sus llamamientos en dicho sacerdocio (véase Doctrina y Convenios 84:33). Además, se requiere tener un espíritu humilde y sumiso puesto que el Señor disciplina a sus hijos para que sean rectos (véase Doctrina y Convenios 105:9) y purga la iniquidad que pueda haber entre ellos (véase Doctrina y Convenios 43:11). Quien cumpla con esos pasos se vuelve del pecado mediante el poder del Espíritu Santo, pues, de acuerdo con Doctrina y Convenios, el Espíritu Santo es el Santificador (véase Doctrina y Convenios 19:31; 55:1; 84:33*).
Una vez que la persona se santifique, dejará de llevar la carga de sus pecados. Uno puede saber de sí mismo que está perdonado y purificado. El presidente Daniel H. Wells, consejero del presidente Brigham Young, dijo que “el mejor testimonio que una persona puede tener de que el Señor ha perdonado sus pecados es saber que ha abandonado las malas obras. Lo sabe entonces, pues Dios ha prometido perdonar a todo el que cumpla con los requisitos del evangelio y se aparte del mal” (En Journal of Discourses, 15:89).
El presidente Harold B. Lee también enseñó en concordancia a todos los que se arrepienten verdaderamente de sus pecados: “Una vez que uno haya hecho todo lo que está a su alcance por enmendar las faltas, y ha determinado que nunca las repetirá, puede alcanzar la paz interior que le hace saber que se le han perdonado los pecados” (Church News, 2 de septiembre de 1972, pág. 7).
Una vez que desescansen en su arrepentimiento, se andan en el desierto al pecado y se preguntan si pueden volver a la luz y amor de su Salvador, Doctrina y Convenios ofrece un testimonio de que se es posible lograrlo. Los que se arrepienten llenan la promesa de las bendiciones de ser guiados por el Espíritu y ser recompensados con la paz interior. Estas promesas se encuentran en las Escrituras: “Paz de recompensas para los que hacen obras justas: ‘paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero’” (Doctrina y Convenios 59:23).
Solamente cuando uno se ha librado del pecado puede encontrar verdadera paz en esta vida. La tarea del Consolador consiste en dar paz a todos los que se acercan a Cristo y se santifican por medio de su sangre. El presidente Spencer W. Kimball escribió sobre la esperanza que esta promesa debe dar a cada persona:
“En el libro del Apocalipsis está escrito que el que venciere comerá ‘del árbol de la vida’, recibirá ‘la corona de la vida’, ‘no sufrirá daño de la segunda muerte’. Comerá ‘del maná escondido’, recibirá ‘una piedrecita blanca’ y ‘un nombre nuevo’, así como ‘autoridad sobre las naciones’. Será vestido de ‘vestiduras blancas’ y no será borrado ‘su nombre’. ‘Al que venciere le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono’ (Apocalipsis 3:21; cursiva agregada). ¡Cuán gloriosas y abundantes son las promesas para los que vencen!
“‘Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son?’, preguntó uno de los ancianos en la visión del apóstol Juan; y la respuesta fue: ‘Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo’ (Apocalipsis 7:13–15).
“Tal parecería que estos no siempre habían sido perfectos. Habían andado con ropas sucias y con muchas debilidades, más ahora habían vencido y habían lavado sus ropas sucias en la sangre del Cordero. Ahora se hallaban limpios y purificados, como se indica en las bendiciones prometidas.” (El Milagro del Perdón, pág. 362.)
El Señor expresa claramente la promesa: “Al que se arrepienta y se santifique ante el Señor, se dará la vida eterna” (Doctrina y Convenios 133:62).
“Como si viniera de mi propia boca”:
El ministerio de los profetas
Introducción
“Un profeta necesita ser algo más que un sacerdote, ministro o élder. Su voz se convierte en la de Dios mismo”, dijo el presidente Spencer W. Kimball en la conferencia de abril de 1970 (Liahona, octubre de 1970, pág. 9).
Nuestro Padre Celestial no quiso que sus hijos lucharan solos con los problemas de la vida en esta tierra. Ni fue su intención exponerlos a la influencia de Satanás sin guías Suya y ayuda divinas. Por lo tanto, antes que el mundo fuese creado, Dios llamó a Sus hijos más fieles y espiritualmente dotados como profetas y reveladores. Asignó a cada uno de estos profetas el venir a la tierra en un momento particular y en circunstancias en las que Él sabía que sus talentos serían de mayor beneficio para Su reino y para la humanidad en general.
Desde el principio mismo los profetas han tenido la tarea solemne de levantar la voz de amonestación, de ver en Sión los tiempos futuros y revelar la voluntad de Dios. De ahí que estos hombres elegidos por Dios son llamados profetas (predicen lo que vendrá), videntes (pueden ver en cualquier período de tiempo lo referente a los hijos de Dios) y reveladores (anuncian la voluntad de Dios).
A menudo los profetas no son bien recibidos por la gente a la que predican (véase Mateo 13:57). La reacción popular ante Enoc fue que “hay una cosa extraña en la tierra; ha venido un demente entre nosotros” (Moisés 6:38). Los judíos pusieron en tela de juicio la autoridad de Jesús como profeta con la crítica interrogante: “¿No es éste el hijo del carpintero?” (Mateo 13:55). Para los de mente mundana resulta tan presuntuoso proclamar que Dios se ha comunicado con el hombre, que rechazan inmediatamente el mensaje apenas lo oyen.
El élder Neal A. Maxwell comentó en una conferencia general que quien sale que hubieran dicho de Noé si las noticias televisadas, pero afanasen en la descripción del arca día tras día (véase Liahona, febrero de 1981, pág. 24). Pero el mensaje de un profeta no deja de ser cierto por el hecho de que no sea agradable o aceptado por la gente.
En Doctrina y Convenios el Señor a menudo da hincapié en la importancia del ministerio de los profetas y el lugar que ellos ocupan en la Iglesia de Jesucristo. Con la gran apostasía, ya no se enviaban profetas a ministrar entre los hombres, y durante la Edad Media, el mundo cristiano perdió el concepto del papel que desempeñan los profetas en el plan del Señor. Ese conocimiento se restauró con el llamamiento del profeta José Smith. Doctrina y Convenios restablece la voluntad del Señor concerniente a los profetas, dando a conocer a los profetas entre los justos y a las naciones y haciéndoles saber sus obligaciones para con ellos.
El Señor respalda a sus profetas
Doctrina y Convenios revela muchos aspectos importantes relacionados al hecho de tener un profeta viviente y del lugar que ocupa en la Iglesia. De estos aspectos ninguno es más importante que el propio punto de vista del Señor respecto a los profetas, el cual se expone claramente en Doctrina y Convenios. El papel del profeta es comunicar al pueblo la voluntad del Señor. Al hacerlo, habla el Señor mismo hubiera hablado. En el prefacio, por ejemplo, el Señor advirtió que todos los que no rehusaran escuchar a los apóstoles y profetas serían desarraigados (véase Doctrina y Convenios 1:14). Luego prometió el cumplimiento de todas sus palabras, agregando que no importa si estas palabras vienen directamente de Él o por medio de sus siervos, pues en cualquier caso “es lo mismo” (Doctrina y Convenios 1:38; cursiva agregada). El día en que se organizó la Iglesia, el Señor mandó que los miembros prestaran atención a las palabras del Profeta, diciendo “porque recibiréis su palabra con toda fe y paciencia como si viniera de mi propia boca” (Doctrina y Convenios 21:5; cursiva agregada).
Cuando sus siervos hablan en su nombre, para Él es como si Él mismo hablara en persona. De acuerdo con sus propias palabras, no hay diferencia en la validez del mensaje.
Los siguientes pasajes ponen de relieve la estima y consideración del Salvador hacia sus profetas. Muchos de esos mensajes en los libros canónicos y responden a las preguntas en una hoja suelta.
Doctrina y Convenios 1:17–14. ¿En qué forma puede uno mandar la voz del Señor? ¿Cuál será el resultado de se ha profetizado si el mundo rechaza esa voz?
Doctrina y Convenios 1:38. ¿Qué opinión el Señor da sobre la voz de Sus profetas?
Doctrina y Convenios 18:30–36. ¿De quién son las palabras que hablan los profetas?
Doctrina y Convenios 21:4–6. ¿Qué bendiciones se prometen si la Iglesia presta atención a las palabras del profeta con vislumbre de la boca del Señor?
Doctrina y Convenios 50:36; 108:1. ¿Cuál es otra bendición que se recibe por prestar atención a las palabras del profeta?
Doctrina y Convenios 52:9. ¿Qué importancia tienen para nosotros las enseñanzas de los apóstoles y profetas?
Doctrina y Convenios 56:14. ¿Qué puede hacer el Señor mediante sus profetas en Sion?
Doctrina y Convenios 58:8. ¿Qué testimonio da el Señor en cuanto a sus profetas?
Doctrina y Convenios 84:36. ¿A quién aceptamos al aceptar a los profetas?
Doctrina y Convenios 90:5. ¿En qué forma se relaciona esta advertencia con Doctrina y Convenios 21:6?
Doctrina y Convenios 124:45–46. ¿Qué podría quitar de su lugar a los santos?
Doctrina y Convenios 133:70–71. ¿Cuál será el resultado si el mundo rechaza las palabras de los profetas?
El oráculo viviente: El portavoz de Dios en todas las cosas
Una vez que se entiende la importancia del lugar que ocupa el profeta en el plan de Dios para sus hijos, no es de sorprender que una de las metas principales de Satanás sea restar importancia a la autoridad de estos oráculos. En una Iglesia hay quienes creen que un profeta debería dar instrucciones solo en asuntos espirituales. Todo Santo de los Últimos Días debe entender claramente que la tierra y su plenitud pertenecen al Señor y que su profeta, que es el Presidente de la Iglesia del Salvador en la tierra, debe hablar sobre cualquier tema que el Señor le indique.
El élder John A. Widtsoe escribió lo siguiente:
“Impulsado por el Espíritu del Señor, el hombre llamado como profeta asume el mandato profético y habla como portavoz del Señor. Entonces puede interpretar la palabra de Dios, aplicarla a las condiciones de la época, ver, predecir los acontecimientos, prevenir contra males inminentes. . . . Tales declaraciones inspiradas tienen valor para todos los que creen que la obra de los últimos días vino mediante la revelación y que por este medio es dirigida”. (Evidences and Reconciliations, 1:182.)
El élder Ezra Taft Benson dijo: “Si estamos viviendo el evangelio, sentiremos en el corazón que la Primera Presidencia de la Iglesia no sólo tiene el derecho sino la obligación bajo mandato del cielo de aconsejar sobre cualquier tema que afecte el bienestar temporal o espiritual de los Santos de los Últimos Días”. (En Conference Report, octubre de 1950, pág. 148.)
Este consejo inspirado llega a los miembros de la Iglesia por lo menos en dos formas. Primera, cada seis meses la Iglesia celebra conferencias generales durante la que los siervos del Señor imparten consejos inspirados. El Señor advierte que quienes no prestan atención en esas conferencias “serán desarraigados de entre el pueblo” (Doctrina y Convenios 1:14). Segunda, los santos deben leer lo que los profetas enseñen (véase Doctrina y Convenios 52:9, 36). Incluyendo no solamente las Escrituras sino discursos de conferencias, los mensajes de la Primera Presidencia en Liahona y los boletines que se distribuyen entre los líderes del sacerdocio para ser leídos a los santos en las reuniones.
Algunas critican al profeta por hablar referente a cuestiones políticas o económicas, pero estas materias también están bajo el control del Señor, quien gobierna todas las cosas por medio de su palabra. El mundo debería escuchar esta solemne advertencia hecha por el Señor (véase Doctrina y Convenios 121:16–22).
Ya sea que el rechazo se manifieste con una abierta oposición al profeta, o haciendo caso omiso de su consejo, o simplemente mediante su negligencia, las sanciones de rechazar a los siervos del Señor son severas: “Y quienes rechazan los oráculos de Dios, tengan cuidado como los estimen, no sea que los menosprecien, y con ello incurran en la condenación” (Doctrina y Convenios 90:5).
En respuesta a la pregunta de si se considera apostasía que un discípulo de Caen el punto de vista del profeta, el élder George Q. Cannon declaró: “Un amigo… quería saber… si consideramos que una diferencia de opinión en un miembro de la Iglesia y las autoridades de ella es apostasía. . . . Respondimos que no hablaríamos dicho que una diferencia de opinión entre un hombre y las autoridades constituya apostasía porque quien comprometerse con las personas puede diferir en su forma de pensar con las autoridades de la Iglesia y no ser un apóstata. Pero no podemos concebir que esa persona publique esas diferencias de opinión y mediante discusiones, razonamientos falsos y ruegos intente arraigarlas entre el pueblo para producir divisiones y descontentos con el fin de desacreditar a las autoridades de la Iglesia. . . . Tal conducta es apostasía. Además, dijimos que aun cuando una persona honestamente difiera de opinión con las autoridades porque no alcanza a entender el asunto, tiene que tener sumo cuidado en cuanto a la forma en que actúa en relación con tales diferencias, o corre el riesgo de que el adversario se aproveche de él y pronto llegue a estar lleno del espíritu de apostasía, y se encuentre luchando contra Dios y la autoridad que Él ha puesto aquí para gobernar su Iglesia” (Deseret News Weekly, 3 de noviembre de 1869, pág. 457; cursiva agregada.)
El Señor enseña en estas primeras revelaciones que Él tiene tal confianza en sus siervos, que considera sus palabras inspiradas como si fueran las Suyas propias. Este principio, llamado investidura divina de autoridad, está representado por las palabras del Señor dirigidas a Moisés: “…obedecerán tu mandato cual si fuese mío” (Moisés 1:25; cursiva agregada).
Preguntas que comúnmente se hacen en cuanto a los profetas
Los profetas de Dios no alegan ser infalibles, ni que todo lo que dicen o hacen sea lo que el Señor diría o haría. Sólo cuando actúan de acuerdo con la voluntad del Señor llegan a ser portavoces de Él. Ningún Presidente de la Iglesia ha dudado en declarar que tiene debilidades y flaquezas humanas; sin embargo, todos creen en el respaldo que el Señor da a sus siervos, hacer importante reflexionar en cuanto a cómo el Señor aclara el consejo de los profetas. A continuación aparecen algunas de las preguntas más comunes:
¿Es inspirado todo lo que dice el profeta?
Cierta vez le hicieron a José Smith esa misma pregunta, y respondió: “Un profeta es profeta sólo cuando actúa como tal” (History of the Church, 5:265).
El élder John A. Widtsoe citó esas palabras de José Smith: “Esta declaración establece una pauta para diferenciar la actuación (la conducta) y las palabras oficiales y las no oficiales de los líderes de la Iglesia. En esa declaración el profeta José Smith reconoció que tiene el derecho y a la vez el deber, como Presidente y Profeta de la Iglesia, bajo la inspiración del Señor, de hablar autorizada y oficialmente para esclarecer y guiar a la Iglesia. Pero también reconoce que tiene el derecho, como otros hombres, de trabajar, de descansar, de divertirse; de conversar, hacer comentarios, expresar opiniones y escuchar las opiniones de otros; de aconsejar y bendecir como cualquier miembro de la Iglesia” (Evidences and Reconciliations, 1:182).
El élder Widtsoe siguió diciendo, sin embargo, que las “opiniones personales [de un profeta] son más dignas de consideración que las opiniones de otros hombres de mayores dotes y experiencia pero carentes del poder del oficio profético. . . . Los puntos de vista personales de un hombre así en cuanto a cualquier tema importante deben merecer respetuosa atención” (Evidences and Reconciliations, 1:183–84).
¿Está el profeta alguna vez a la Iglesia?
El Señor no permitirá que el Presidente de la Iglesia lleve a la gente al pecado o a la apostasía.
El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “Ahora, hermanos, creo que hay una cosa que podemos aclarar plenamente. Ni el Presidente de la Iglesia, ni la Primera Presidencia, ni este cuerpo y los Doce Apóstoles en conjunto, desviarán jamás a los santos ni emitirán consejos al mundo que sean contrarios a la voluntad del Señor”. (Liahona, marzo de 1973, pág. 18.)
El presidente J. Reuben Clark, hijo, nos amonestó: “Nunca cometeréis un error siguiendo las instrucciones y el consejo de aquel que está a la cabeza como portavoz de Dios en la tierra”. (En Conference Report, oct. de 1945, pág. 166.)
El élder Ezra Taft Benson añadió su voz a otros testimonios: “Seguid atentamente al Profeta, pues el Señor no permitirá nunca que su profeta desvíe a esta Iglesia. Vivamos en comunión con el Espíritu, para poder poner a prueba todo consejo”. (En Conference Report, oct. de 1966, pág. 123.)
Las expresiones de amor y confianza en el profeta viviente y el deseo de sostener a quien el Señor ha elegido resultarán en grandes bendiciones, una de las cuales es el perdón de los pecados (véase Doctrina y Convenios 50:36; 56:14; 108:1).
¿Cuándo hay que considerar como Escrituras las palabras de los profetas?
El Señor dijo: “Y éste es el mismo que para ellos: Hablarán conforme son inspiré el Espíritu Santo. Y lo que hablaron cuando eran inspirados por el Espíritu Santo, será Escritura, será la voluntad del Señor y será la intención del Señor, será la palabra del Señor, será la voz del Señor, y el poder de Dios para salvación” (Doctrina y Convenios 68:3-4).
Aunque quienes integran la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce son hombres profetas, videntes y reveladores, sólo el Presidente de la Iglesia, dijo el presidente J. Reuben Clark, hijo, “es el sumo Sacerdote Presidente y como tal, el Profeta, Vidente y Revelador para la Iglesia, y solamente él tiene el derecho de recibir revelaciones para la Iglesia, ya sean estas doctrinarias, o sean interpretaciones autorizadas de las Escrituras y serán oficiales para la Iglesia, de acuerdo a la doctrina existente de la Iglesia. Él es el único portavoz de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en la Iglesia o fuera de ella. Solamente él puede declarar la voluntad de Dios para su pueblo. Ningún otro ocupa lugar otra iglesia o en el mundo que ejerce derecho de dar prerrogativas” (Church News, 31 de julio de 1954, pág. 10).
El presidente Clark además explicó cómo uno puede saber si un profeta ha sido inspirado por el Espíritu Santo: “Podemos discernir si los oradores han sido inspirados por el Espíritu Santo sólo si nosotros mismos también lo somos. ‘En cierto modo, esto nos hace a nosotros responsables de determinar cuándo es que hablan bajo esas condiciones’”. (Church News, 31 de julio de 1954, pág. 9.)
¿Tiene el profeta que iniciar sus palabras con la frase “Así dice el Señor” cuando habla como profeta?
La respuesta es no. El presidente J. Reuben Clark, hijo, dijo: “Hay quienes insisten en que a menos que un profeta del Señor declare ‘Así dice el Señor’, el mensaje no debe tomarse como revelación. Éstas es una equivocación muy larga, porque algunas de nuestras revelaciones modernas. . . . incluyen estas palabras, hay muchas otras que no”. (Church News, 31 de julio de 1954, pág. 10; cursiva agregada.)
¿No significa renunciar al libre albedrío el hecho de seguir el consejo del profeta?
El élder Marion G. Romney respondió a la pregunta de la siguiente forma: «Como respuesta a una polémica de que seguir ese curso [seguir a la Primera Presidencia] equivale a sacrificar nuestro propio albedrío, suponiendo que una persona se encontrase en un bosque, con la visibilidad limitada por el denso verdor que lo rodea. ¿Estaría sacrificando su albedrío al seguir las instrucciones de alguien que estuviese sobre una torre mirando directamente? Para mí, nuestros líderes son verdaderos vigías sobre las torres de Sión, y aquellos que siguen su consejo están ejerciendo su albedrío con la misma libertad que el hombre que se encontraba en el bosque. Así pues, yo acepto como un hecho, sin ninguna reserva, que esta Iglesia la dirige el Señor Jesucristo, y que Él nos guía a través de hombres escogidos para dirigir a su pueblo. Yo creo que Él les comunica su voluntad, y que ellos, sintiendo la influencia de su Espíritu, nos aconsejan…
“Que todos podamos tener el don y el valor de ser leales a la verdad y leales a los hombres que Dios ha escogido para dirigir la causa de la verdad.” (En Conference Report, abril de 1942, pág. 20.)
Resumen
El profeta revela la voluntad de Dios, es un maestro de la verdad y de las leyes sagradas. El lugar de los santos en Sión dependerá, en gran medida, de su voluntad para dar oídos a los consejos del profeta. El presidente Harold B. Lee describe la única seguridad que puede encontrarse en épocas difíciles:
“Tememos que ese pasar por tiempos difíciles, que el Señor ordenó será cumplido con su objetivo en cuanto a esta Iglesia y al mundo que la rodea. Sin embargo, la fe, la dispensación, la guía y la fuerza para preservar Sión vendrán sólo restaurándose por medio de su voluntad. El evangelio fue restaurado por el poder de la Santa Almendra; vendrá el mismo poder al escuchar y seguir las palabras del profeta de Dios. Por todas partes. Dentro de la Iglesia habrá influencias destructivas. Harold, como dijo el presidente Lee: ‘Hipócritas que profesan la religión pero que secretamente están repletos de huesos de muertos’ (véase Mateo 23:27). Otros profesan ser miembros pero secretamente están conspirando y procurando que el pueblo no siga los líderes que el Señor ha establecido para presidir en esta Iglesia.
“La única seguridad que tenemos ahora como miembros de esta Iglesia es hacer exactamente lo que el Señor dijo a la Iglesia aquel día en que se organizó. Debemos aprender a prestar atención a todas las palabras y mandamientos que el Señor nos dará por medio de su profeta, y recibirlos ‘con toda fe y paciencia como si vinieran de mi propia boca’ (véase Doctrina y Convenios 21:4–5). Habrá algunas cosas que requerirán fe y paciencia. Podrá no gustaros lo que venga de las autoridades de la Iglesia. Podrá contradecir vuestros puntos de vista sociales o políticos. Podrá condenar vuestra vida social. Pero si escucháis estas cosas como si vinieran de la boca del Señor, fe y paciencia, la promesa es que. . . . ‘las puertas del infierno no prevalecerán contra vosotros; si, y Dios el Señor dispersará los poderes de las tinieblas de ante vosotros, y harás sacudir los cielos para vuestro bien y para la gloria de su nombre’. (Doctrina y Convenios 21:6–7) (En Conference Report, octubre de 1970, pág. 152.)
La clave de la vida eterna es seguir al profeta viviente, obedecer su consejo a medida que él revela la voluntad del Señor. El élder Bruce R. McConkie declaró: “Aceptemos entonces —y lo mismo hagan todos los hombres que aspiran a ser dignos ante el Señor y a sus profetas, escuchemos sus enseñanzas y esforcémonos por ser como ellos, pues está escrito: ‘El que recibe a un profeta en cuanto a profeta, recompensa de profeta recibirá’ (Mateo 10:41). Y la recompensa de un profeta es la vida eterna en el reino de Dios”. (The Promised Messiah, pág. 41.)
Tal vez le resulte al joven difícil aceptar la idea, a fin de comprender mejor lo que quiere decir la afirmación: “Sé que es un profeta”.
“Escuché a la juventud dar un elocuente testimonio en nuestra reunión. Con gran sinceridad y con los ojos llenos de lágrimas, dijo fervientemente: ‘Sé con todo mi corazón que el presidente Spencer W. Kimball es un verdadero profeta de Dios’. Sus palabras me dieron en qué pensar.
“Yo conocía bien a esta joven y a su familia, tan bien como para saber que poco antes había estado en conflicto con sus padres. Todavía no tenía dieciséis años, y revelaba entre sus amigos de su edad un lenguaje que no tenían, porque lo había aprendido mediante sus padres. Les contaba a sus amigas, una de las cuales era mi hija, que continuamente engañaba a sus padres diciéndoles que iba a casa de una amiga, o que estaba trabajando, cuando en realidad se encontraba en casa de otra persona para verse con el muchacho.
“El presidente Spencer W. Kimball dijo: ‘A fin de evitar las dificultades y posible tentación, los padres de los jóvenes deberían recomendar a sus hijos que pospongan por lo menos hasta la edad de los dieciséis años o más, y aún entonces se debe emplear un cuidadoso juicio en las selecciones que se hacen y en la seriedad de la relación. Los jóvenes deben todavía tratar de limitar los contactos demasiado cercanos durante varios años, puesto que el muchacho saldrá a una misión cuando tenga diecinueve años’. (Liahona, febrero de 1981, págs. 109–91.)
“La joven había dicho: ‘Sé que el presidente Kimball es un profeta’, y yo me preguntaba si en realidad lo sabía.
“El presidente Kimball también dijo: ‘Los mentirosos y los que engañan son deshonestos y ajenos a nuestra forma de ser. La deshonestidad de todo tipo es sumamente reprochable’. (En Conference Report, abril de 1975, pág. 6.)
“La joven había dicho: ‘Sé que el presidente Kimball es un profeta’, y yo me preguntaba si en realidad lo sabía.
“Pensé en las palabras del Salvador: ‘¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?’ (Lucas 6:46), palabras que el presidente Kimball en las conferencias (véase, por ejemplo, Liahona, febrero de 1976, y febrero de 1979). Aplicándolas a los profetas, se podría decir: ¿Por qué me llamáis profeta de Dios y no hacéis las cosas que os aconsejo hacer?
‘Aquéllí testimonio me dio mucho en qué pensar’.”
Naturaleza y propósito de la ley
Introducción
Uno de los aspectos significativos de esta existencia terrenal es que hay leyes que gobiernan todas las cosas. Las leyes dan orden y propósito al universo y dan a los santos la oportunidad de progresar y ser felices. Por lo tanto, necesitamos entender la naturaleza de la ley, su origen, los medios por los cuales podemos saber si las leyes son verdaderas, el resultado de la aplicación de las leyes o de lo que se puede alcanzar obedeciendo las leyes de Dios, y cómo el Señor ha aconsejado a sus hijos a actuar en relación a las leyes a fin de poder obtener los mayores beneficios.
Doctrina y Convenios, posiblemente con más claridad que cualquier otro libro canónico, ayuda a los santos a entender la naturaleza, el propósito y los efectos de la ley.
La naturaleza eterna de la ley
Doctrina y Convenios enseña que “A todos los reinos se ha dado una ley; y. . . no hay espacio en el que no haya reino” (Doctrina y Convenios 88:36–37). Así vemos que claro que todo en la vasta inmensidad del espacio está bajo la influencia de la ley. Todo se controla, gobierna y sostiene por medio de leyes. Nada es arbitrario ni se abandona a la casualidad. “Una causa produce invariablemente el mismo resultado.” Los mandamientos y la ley eterna “son inmutables y eternos” (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 433).
La verdad de esta enseñanza está respaldada tanto por las revelaciones de Dios como por las observaciones científicas efectuadas por el hombre. A medida que la humanidad progresa en el canal de la ciencia infinita, se tornará cada vez más evidente con el universo hay orden y que todas las cosas se gobiernan mediante leyes armoniosas e inmutables. Desde el núcleo del átomo hasta la enorme inmensidad del espacio existe un orden universal.
El presidente Brigham Young enseñó que “no hay ser en todas las eternidades que no sea gobernado por leyes” (Discourses of Brigham Young, pág. 11). El élder Bruce R. McConkie expresó el mismo concepto cuando dijo que Cristo “gobierna y es gobernado por leyes” (Mormon Doctrine, pág. 432). Dijo después, por ejemplo, que está obligado cuando sus hijos hacen lo que Él dice (véase Doctrina y Convenios 82:10). Está obligado a cumplir sus promesas, pues es un Ser totalmente íntegro que se sujeta enteramente a las leyes de la justicia. Es un Ser celestial y se somete a la ley celestial, pues todo ser “que no es capaz de soportar la ley de un reino celestial, no puede soportar una gloria celestial” (Doctrina y Convenios 88:22).
El presidente John Taylor dijo: “Dios es inmutable, y también lo son sus leyes en todas sus sumas, y en todas sus aplicaciones. Y puesto que Él mismo es la esencia de la ley, el legislador, el sustentador de la ley, todas esas leyes son ternas en todas sus aplicaciones, en todos los cuerpos y materias y a través de todo el espacio. Sería imposible para Él violar la ley, porque de hacerlo estaría obrando contra su propia dignidad, poder, principios, gloria, exaltación y existencia.” (Mediation and Atonement, pág. 168; cursiva agregada.)
Doctrina y Convenios 88:36–39. ¿Qué alcance e influencia tienen las leyes de Dios? ¿Qué hay que hacer para estar justificados?
Doctrina y Convenios 88:34. Dios posee todo poder porque está en perfecta armonía con la ley eterna. ¿Qué necesidad hay entonces de que nosotros aprendamos a someternos por completo a sus leyes? ¿Cuál es el beneficio que recibimos?
Doctrina y Convenios 59:4. El Señor promete que bendecirá a quienes estén en Sión, y también les dará muchos mandamientos. ¿Piensas usted que los mandamientos de Dios son libertades o restricciones?
¿En qué forma le ayudan estas pasajes a entender que las leyes y mandamientos son bendiciones?
Cristo es el legislador
En Doctrina y Convenios se enseña que Cristo, en la preexistencia, sobresalía entre los miembros de la familia del Padre. Creó esta tierra bajo la dirección de Él (véase Moisés 1:27–32) y recibió autoridad para ser el Dios de ella. Actuando con el poder y la autoridad del Hijo de su Padre, el Salvador controla, rige y gobierna los asuntos de esta tierra. Como el Dios de este mundo, Cristo estableció leyes, de acuerdo con la voluntad del Padre, para el beneficio y progreso de toda la familia humana. Es el legislador de los hombres (véase Doctrina y Convenios 38:22; 64:13). Cristo enseñó a los fieles diciendo: “Yo soy la ley” (3 Nefi 15:9), queriendo decir que Él es la representación y la fuente de toda ley para la humanidad. No sólo es la fuente de la ley y de los mandamientos dados a los hombres, sino que posee la ley, y el poder de organizar, para todo el universo.
Esta doctrina se enseña con más claridad en Doctrina y Convenios que en cualquier otro de los libros canónicos. Él declaró a los discípulos que era “el camino, la verdad, y la vida” (Juan 14:6). La mayoría de los eruditos suponen que por “la vida” quiere decir Resurrección, pero Doctrina y Convenios claramente enseña que la resurrección es solamente parte de su significado. Jesús es “la vida” en una forma mucho más profunda y amplia. Un estudio detenido del pasaje de Doctrina y Convenios 88:6–13 revela lo siguiente en cuanto a Cristo como la fuente de la ley y la luz y la vida:
Cristo es la fuente de una energía infinita y radiante llamada “la luz de Cristo” (vers. 7) que viene “de la presencia de Dios para llenar la inmensidad del espacio” (vers. 12).
Cristo es la luz y el poder que llena el sol, la luna, las estrellas y la tierra (véase vers. 7–10).
Esta luz de Cristo no sólo está en todas las cosas, sino que es la fuente de vida para todas las cosas (véase vers. 13).
De alguna manera, esta energía que emana de Dios y toma su nombre de Jesucristo también es la “ley por la cual se gobiernan todas las cosas” (vers. 13; cursiva agregada).
En otras palabras, si por alguna razón la luz de Cristo se extinguiera, no habría ley, ni orden, ni organización, ni vida en el universo. Todo caería en caos universal. Pablo ve hacia ese mismo entendimiento cuando dijo que Cristo “sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3). Por esta razón el hombre se apoya en Él para tener luz. Él no sólo la fuente de ley, sino que es la ley.
El profeta José Smith enseñó el mismo cuando dijo: “Dios, hablando en medio de espíritu y gloria, porque era más inteligente, consideró propio instituir leyes por medio de las cuales los demás podrían tener el privilegio de avanzar como Él lo había hecho”. (Enseñanzas, pág. 248.)
El propósito de Dios al dar leyes a los hombres
Esta tierra es un lugar en el cual el hombre recibe la oportunidad de aprender, de progresar y de adquirir las características del Padre Celestial. En la vida premortal, todos vimos la grandeza, la perfección y el propio estado exaltado que tenía Dios, y deseamos ser como Él, y Él también lo quiso.
Las leyes de Dios son exactas e inmutables y se revelan al hombre con un propósito definido: Ayudarlo a obtener la exaltación. El profeta José Smith enseñó que “el Gran Padre del universo vela por toda la familia humana con paternal amor y consideración” (Enseñanzas, pág. 265), y que “Dios jamás dará a su pueblo ninguna ordenanza o mandamiento que no lleve consigo la posibilidad de darle al hombre la felicidad que Él desea que tenga aquellos que los reciban” (véase Enseñanzas, pág. 264).
El profeta también dijo: “Todo lo que Dios ordena es justo, no importa lo que sea, aunque podamos ver la razón de ello sólo hasta mucho después que se hayan verificado los hechos”. (Enseñanzas, pág. 312.)
Dios da leyes y mandamientos a sus hijos porque son los únicos medios por los que pueden llegar a ser como Él. El profeta José Smith enseñó así:
“Creemos que Dios se dignó hablar desde los cielos y declaró su voluntad concerniente a la familia humana, para darle leyes justas y santas, reglamentar su conducta y llevarla por un camino directo, a fin de que en el debido tiempo pudiese tomarla a sí mismo y hacerla coheredera con su Hijo. . . .
“. . . Dios ha dado ciertas leyes a la familia humana que son suficientes, si se observan, para prepararla, a fin de heredar este gozo. Concluimos, pues, que para este propósito, nos ha dado Dios sus leyes.” (Enseñanzas, pág. 58.)
La certeza de las promesas y consecuencias de la ley
Doctrina y Convenios enseña que todas las bendiciones se basan en leyes: “Cuando recibimos cualquier bendición determinada, es debido a la ley que la asegura; la obtención de esa bendición. Si no se cumple con las límites y condiciones de la ley, no tiene derecho de recibir las bendiciones correspondientes a ella.” Este tema se repite una y otra vez en Doctrina y Convenios (véase Doctrina y Convenios 82:10; 88:38–39; 130:20–21; 132:5).
Dios ha dicho que nadie puede ir a Él si no es mediante sus leyes.
El sino que obedece sus leyes, en conceptos fieles, conocerá a Dios y llegará a ser como Él, teniendo la vida eterna. (Véase Doctrina y Convenios 132:11–12, 21–25, 32; Juan 17:3.) Es sólo mediante la obediencia a la ley que el pueblo llega a ser santificado. Aquellos que por su propia voluntad se someten a la ley se gobiernan mediante las leyes de Dios son preservados, protegidos y santificados mediante la aplicación de esas leyes. Los que no viven las leyes de Dios no pueden ser santificados por el Salvador mediante esas leyes. Por lo tanto, deben heredar un reino que no es el celestial. Todos podemos permanecer y cumplir en la ley del reino que herede (véase Doctrina y Convenios 88:21–24; 34–35).
El presidente Wilford Woodruff dijo en cuanto a los principios de progreso y herencia basados en la ley: “El Dios del cielo ha revelado su voluntad al hombre en esta última dispensación; y de acuerdo con la ley de Dios mediante las cuales puede llegar a glorificarse y salvarse en un reino de gloria. Porque todos los seres tienen sus propias leyes. Y hay leyes que gobiernan todo el universo. Cualquiera que sea la ley que uno observe, es la ley preservado por esa ley y recibe la recompensa que ella asegura al que la cumple. Es la voluntad de Dios que todos sus hijos obedezcan la ley mayor, para que puedan recibir la gloria más alta que está dispuesta para todos los seres inmortales, pero a la vez les ha dado el albedrío, para que escojan la ley que van a obedecer” (Millennial Star, 20 de diciembre de 1886, pág. 801).
El siguiente diagrama ilustra las consecuencias de obedecer o rechazar las leyes dadas por Dios:
Se nos ha dado la ley de Dios
│
├─ Rechazamos la ley → No obedecemos → Nos apartamos de Dios — no hay garantías → No adquirimos atributos divinos → No podemos conocer a Dios ni ser santificados
│
└─ Aceptamos la ley → Obedecemos la ley → La ley nos gobierna, protege y santifica → Adquirimos los atributos divinos → Llegamos a conocer a Dios → La vida eterna
(Gráfico lateral:)
Alcanzamos una gloria menor, de acuerdo con la ley que vivimos.
Considere lo siguiente:
- Doctrina y Convenios 130:20–132:5. ¿Qué condición hay para recibir cualquier bendición de Dios?
- Doctrina y Convenios 132:17–21, 25. ¿Cuál es el único medio de alcanzar la gloria de Dios?
- Doctrina y Convenios 88:21–24. ¿Qué es lo que determina la gloria que recibiremos en el más allá?
- Doctrina y Convenios 88:34–35. ¿Cómo podemos santificarnos? ¿Qué puede impedir que nos santifiquemos?
¿Cómo actuar ante la ley?
A menudo el Señor ha exhortado a su pueblo a aprender sus leyes y a enseñárselas a otros para que todos puedan mejorarse y alcanzar las bendiciones correspondientes (véase Doctrina y Convenios 42:12–13; 93:53; 107:99–100). Los que son sus discípulos recibirán sus leyes y las obedecerán (véase Doctrina y Convenios 41:5; 42:22). También obedecerán las leyes de la tierra en la que viven (véase Doctrina y Convenios 58:21–22; 98:4–7; 134:5–6).
El profeta José Smith enseñó que “la felicidad es el objeto y propósito de nuestra existencia; y también será el fin de ella si seguimos el camino que nos conduce a la felicidad; y este camino es virtud, justicia, fidelidad, santidad y obediencia a todos los mandamientos de Dios” (Enseñanzas, pág. 312).
El presidente Brigham Young reafirmó esta enseñanza cuando expresó que “quienes aman la ley del Señor y obedecen sus mandamientos gozan de gran paz” (Discourses of Brigham Young, pág. 223).
Doctrina y Convenios enseña que los Santos de los Últimos Días tienen una responsabilidad particular de vivir conforme a los principios de justicia, porque viven en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, en la que Dios ha restaurado y reunido las llaves, poderes y conocimiento de todas las dispensaciones (véase Doctrina y Convenios 27:12–13; 128:18).
“Toda llave, poder y autoridad que se hayan dado al hombre y que resulten necesarios para su salvación eterna ya se han restaurado en esta dispensación” (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 200). Los Santos de los Últimos Días son los recipientes de tan grandes bendiciones, y el Señor ha dicho que “de aquel a quien mucho se da, mucho se requiere” (Doctrina y Convenios 82:3).
El élder George Albert Smith explicó la naturaleza de la responsabilidad que recae sobre los Santos de los Últimos Días como resultado de lo que han recibido: “No seremos juzgados como a nuestros hermanos del mundo, sino de acuerdo con las mayores oportunidades que se nos han dado. Estaremos entre los que han recibido la palabra del Señor. . . y si cumplimos con ellas, significará vida eterna para nosotros, pero si no, el resultado será condenación”. (En Conference Report, oct. de 1906, pág. 47.)
El salmista escribió: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley!” (Salmo 119:97). ¿Es éste un sentimiento que compartes, o a veces te molesta que Dios nos haya dado leyes? Una de las mentiras de Satanás que más éxito tiene es que los mandamientos de Dios resultan restrictivos, limitantes, severos. Él quisiera hacernos creer que la libertad se encuentra fuera de la obediencia, no dentro de ella.
El evangelio revela claramente el principio eterno de que únicamente la obediencia a la ley confirma la bendición de la libertad (véase Doctrina y Convenios 130:20–21). La desobediencia a la ley requiere castigos, los que un Padre amoroso ordena para purgar las almas de sus hijos y quitarles todo aquello que destruye su progreso.
Cuando una persona se aparta de la forma que el Señor ha señalado, entonces está dispuesta a buscar de acuerdo con la ley que corresponde al reino en el cual desea estar.
El plan del Señor es ley; y, como lo declaró Nefi en el sueño de Lehi (1 Nefi 8:34–35; 11:25), es como un árbol de luz en una nube de tinieblas. Si la seguimos, evitamos mucha desdicha y pena y podemos obtener todo lo bueno, de lo cual la vida eterna es lo más preciado. Jesús enseñó: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31–32).
Respecto a la libertad que procede de la obediencia, el élder Boyd K. Packer dijo: “La obediencia es algo que Dios jamás exigirá por la fuerza. La acepta cuando obedecemos voluntariamente, y en cambio, nos da tanta libertad como nunca hemos soñado. Esta es la libertad de sentir y saber, la libertad de hacer y la libertad de ser; por lo menos mil veces más de lo que le damos a Él. . .
“La obediencia es una llave para el libre albedrío. . . es la puerta de la libertad. . .” (“Obediencia”, discurso dado en la Universidad Brigham Young, 7 de diciembre de 1971; cursiva agregada.)
El Salvador enseñó la relación entre la obediencia y la verdadera libertad (véase Juan 8:31–32). Ese proceso se podría representar en la forma siguiente:
Si perseveramos en su palabra (obediencia),
llegamos a ser sus discípulos,
que recibimos la verdad,
que nos hace libres.
La verdad es la clave de la libertad, y el discipulado es la clave de la verdad y la obediencia es la clave del discipulado.
El élder Spencer W. Kimball dijo de los que se burlan de esto y sostienen que lo que se requiere es obediencia ciega:
“¡Obedecer! ¡Escuchar! ¡Por cierto un requisito difícil! A menudo oímos decir: ‘No quiero que nadie me diga qué ropa usar, qué comer o qué beber! Nadie me dice lo que tengo que hacer los domingos o cómo disponer de mi dinero! ¡Hago lo que me plazca! ¡Yo no obedezco ciegamente!’
“Obediencia ciega! ¡Qué poco comprendida!. . .
“Cuando los hombres llaman ‘ciega’ a toda la fe y a toda la obediencia, ¿no intentan así cubrir sus propias debilidades? ¿No están buscando una excusa para justificar su propia desobediencia?
“Algunos hombres obedecen estrictamente la ley de impuestos y los pagan antes del vencimiento del plazo, pero se justifican a sí mismos cuando no cumplen en el día de reposo o no pagan los diezmos a tiempo, es que tienen dos pagos. En el primer caso, puede costarles sólo la pérdida de libertad o de crédito; pero si no abren la puerta a la pérdida del alma. La ley espiritual acarrea castigos tan ciertos como la ley temporal. La diferencia principal radica en la rapidez con la que se aplican, puesto que el Señor es tan paciente.
“Rara vez se cataloga como desobediencia ciega el primer caso; sin embargo, a veces se considera insensata la que se da a los mandamientos espirituales.
“Es obediencia ciega al que un alumno siga un curso de estudios y asista a clase y se prepare para obtener su título? Tal vez si estudiara establecería otras normas más fáciles para alcanzar la graduación, pero obedece todos los requisitos ya establecidos y así sea que entiende bien o no su propósito.
“¿Es obediencia ciega el que haga caso al cartel que dice: ‘Peligro, alto voltaje’, o que se abstenga de ir en el juicio de expertos que conocen el riesgo?
“¿Es obediencia ciega cuando un viajero en avión se ajusta el cinturón cuando se enciende la señal, o se confían en la experiencia y el criterio de los que conocen más los riesgos y peligros?
“¿Es obediencia ciega el niño que con regocijo y alegría sale de la casa de la madre hacia los brazos extendidos de su sonriente padre, o es la confianza implícita en un padre lleno de amor que ciertamente lo recibirá en los brazos y que ama al hijo más que a la vida misma?
“¿Es obediencia ciega cuando un enfermo toma un medicamento de mal gusto prescrito por el médico, o cuando entrega su cuerpo al bisturí del cirujano, o es que se trata de obedecer con fe a alguien en quien se puede depositar confianza?. . .
“Es, finalmente, obediencia ciega cuando nosotros, con nuestra visión tan limitada, con nuestro conocimiento rudimentario, con nuestros deseos egoístas, nuestra doble intención y demandas carnales, aceptamos la guía y obedecemos los mandatos de nuestro amoroso Padre que nos engendró, que creó un mundo para nosotros, nos ama y tiene un plan para nosotros. . . y cuyo mayor gozo y gloria es llevar a toda la inmortalidad y la vida eterna de sus hijos?” (En Conference Report, oct. de 1954, págs. 51–53.)
Resumen
Las Escrituras nos enseñan el valor de la ley divina y las bendiciones que resultan de obedecerla, pero especialmente en Doctrina y Convenios los santos aprenden en cuanto a la naturaleza, el propósito y la fuente de la ley. Sabiendo que en los últimos días el mundo atacaría severamente las leyes divinas, el Señor reveló los beneficios de obedecerlas. Enseñó que mediante la obediencia a sus leyes sus hijos se liberan del pecado, de la debilidad, las tinieblas y la desesperación; que consiguen vencer a todos sus enemigos y obtienen el poder para alcanzar todo deseo justo de su corazón. De esta forma, se libran de todo impedimento que no les permita seguir adelante o que pueda doblegarlos. Por lo tanto, habiendo llegado a ser libres e independientes y teniendo la habilidad de vivir de acuerdo con todas las leyes de Dios, los hijos obedientes tienen a su disposición los poderes del universo para usarlos y obtener una plenitud de gozo que durará para siempre jamás.
Los postreros días
Introducción
Aproximadamente unos tres mil años antes del nacimiento de Cristo, el Señor le mostró al gran profeta Enoc, en una visión, el destino del mundo y de sus habitantes. Enoc vio la venida del Hijo del Hombre en el meridiano de los tiempos, su crucifixión y su gloriosa resurrección, “y todas las cosas, aun hasta el fin del mundo” (Moisés 7:67; véase también Moisés 7:20–67). Enoc vio gran iniquidad sobre la faz de la tierra y preguntó al Señor: “¿Cuándo descansará la tierra?” y “¿No vendrás otra vez a la tierra?” (Moisés 7:58–59). El Señor le respondió diciendo: “Vivo yo, que vendré en los últimos días. . . y llegará el día en que descansará la tierra. . .” (Moisés 7:60–61).
Hoy los santos viven en “los últimos días” (Doctrina y Convenios 86:4). Este es un período de iniquidades y tribulaciones, de calamidades y gran tribulación (véase Moisés 7:60–61; Doctrina y Convenios 1:17; Lucas 21:25), pero es también un período de restauración, en el que el Señor está efectuando una restitución espiritual y temporal de las bendiciones de todas las épocas anteriores (véase Doctrina y Convenios 121:27–31; Doctrina y Convenios 128:18; Moisés 7:62; Hechos 3:21). En esta época, la obra del Señor triunfará y finalmente llenará toda la tierra (véase Doctrina y Convenios 84:97–102; Daniel 2:28–44; Moisés 7:62–65).
Esta generación se encuentra al final del sexto “día” de la historia de la tierra (véase Doctrina y Convenios 77:6–7; Abraham 3:4; Pedro 3:8). Ahora es el “anochecer del sábado” que precede al gran día de reposo que durará mil años (véase McConkie, Doctrinal New Testament Commentary, 3:485–86; Smith, Teachings, pág. 86). Es el deber de esta generación preparar el camino para la segunda venida del Señor. Los santos deben obedecer los principios del evangelio y saber cuáles son las señales de los tiempos, a fin de poder soportar las pruebas y dificultades de esta dispensación, reconocer las señales de su venida y prepararse para recibirlo como su pueblo cuando Él venga. Doctrina y Convenios alza las profecías del pasado concernientes a los últimos días, y aporta muchas profecías nuevas tales como las que los santos pueden reconocer la época de la venida del Señor, a fin de que no los sorprenda como ladrón (véase 1 Tesalonicenses 5:4). No sólo enseña a reconocer la inminencia de la venida del Señor, sino que también declara que es lo que hay que hacer para estar preparado para recibir al Señor cuando venga.
Las Escrituras aportan información autorizada referente a los últimos días
Todo el que emprenda el estudio de los últimos días debe usar las Escrituras como fuente primaria. A los que son dignos y humildes, las Escrituras hablan claramente respecto a los acontecimientos por venir y a la senda que uno debe seguir en estos tiempos.
El presidente Harold B. Lee nos aconsejó que diéramos prioridad en nuestro estudio a las Escrituras:
“Circulan entre nosotros muchos escritos que hablan de las calamidades que están por sobrevenirnos; algunos de éstos se han publicado como si fuesen necesarios para prevenir al mundo de los horrores que están por acogernos, y muchos de ellos provienen de fuentes en las que no se puede tener plena confianza.
“…no sería necesario que aparecieran tales publicaciones para que estuviésemos sobre aviso si estuviésemos familiarizados con lo que las Escrituras ya nos han dicho con toda claridad.” (Liahona, septiembre de 1973, pág. 33.)
Además, el presidente Lee aconsejó a los santos, brindándoles guía para asegurar fe profética en quien decidan confiar para vuestra guía:
“Leed el capítulo 24 de Mateo, particularmente la Versión Inspirada tal como se encuentra en la Perla de Gran Precio. (José Smith—Mateo.) Después leed la sección 45 de Doctrina y Convenios. El Señor, no el hombre, ha documentado las señales de los tiempos.
“A continuación, acudid a las secciones 101 y 133 de Doctrina y Convenios y oid el recuento de acontecimientos que paso por paso llevan a la venida del Señor.
“Por último, leed las promesas que el Señor les hace a aquellos que guardan los mandamientos cuando estos juicios desciendan sobre los inicuos, tal como se encuentran escritos en Doctrina y Convenios, sección 38.
“Hermanos, esto es lo que se ha escrito y merece vuestra atención; los demás tal vez provengan de aquellos cuya información no sea de la más confianza y cuyos motivos sean dudosos. . .” (Véase Liahona, septiembre de 1973, pág. 33.)
Doctrina y Convenios aporta mucha información y profecía en cuanto a los últimos días. Siguiendo sus enseñanzas y las de otras Escrituras, los santos pueden estar ampliamente informados y preparados para los acontecimientos del futuro.
Señales que precederán la segunda venida del Señor
El Señor ha dado conocimiento a los hombres de la tierra para que puedan estar alertas y prepararse para los grandes acontecimientos de los últimos días (incluyendo el retorno suyo a la tierra, con poder y gloria). Quienes conozcan las señales y sigan el consejo de los profetas estarán preparados para encarar los desafíos de esta época crucial y estarán “esperando que llegue el gran día del Señor” (Doctrina y Convenios 45:39; véase también Moisés 7:62). No serán sorprendidos por sorpresa, sino que sabiamente estarán esperando la venida del Señor.
Las señales de la venida del Señor pueden calificarse en dos categorías principales:
1️⃣ Las señales que son parte de la restauración del evangelio y su esparcimiento por el mundo, y
2️⃣ Las señales que son parte del aumento de maldad, las calamidades y los castigos que vendrán sobre el mundo. Estos dos movimientos están ocurriendo simultáneamente en los últimos días.
El presidente Spencer W. Kimball dijo que “el progreso de la Iglesia irá acompañado del aumento de la iniquidad entre los hombres” y, citando las palabras de Brigham Young, “en proporción al crecimiento del evangelio entre las naciones de la tierra, así aumentará también el poder de Satanás en la tierra” (En Church News, 30 de junio de 1979, pág. 5).
Los santos, por medio de la luz que arrojan las enseñanzas de Doctrina y Convenios así como otras Escrituras, deben aprender las señales de los tiempos y estar alertas para reconocer la época del retorno del Señor (véase Doctrina y Convenios 68:11). Aunque nadie sabe el día ni la hora, ni lo sabrá hasta que el Señor venga (véase Doctrina y Convenios 49:7), si tratamos de detectar esas señales y prestar oído a los profetas, uno puede estar preparado para recibir al Señor.
El presidente Joseph Fielding Smith dijo:
“Durante los últimos cincuenta y seis años han ocurrido muchas cosas que han dado a los fieles miembros de la Iglesia la seguridad de que la venida del Señor está próxima. El evangelio se ha restaurado. La Iglesia se ha organizado plenamente. El sacerdocio se ha conferido al hombre. Se ha revelado mucho acerca de las dispensaciones que ha habido en la tierra, sus llaves y autoridad se han entregado a la Iglesia. Israel se está congregando en la tierra de Sión; los judíos están volviendo a Jerusalén. El evangelio se está predicando al mundo como testimonio ante toda nación. Se están edificando templos, y las ordenanzas para los muertos se están efectuando en ellos. El corazón de los hijos se ha vuelto hacia los padres, y los hijos están buscando los nombres de sus antepasados. . . . Los convenios que el Señor prometió hacer con Israel en los últimos días se han revelado, y miles de integrantes del Israel congregado han participado de ellos. Así la obra del Señor avanza, y todas estas cosas son señales de la proximidad de nuestro Señor.” (En Conference Report, abril de 1966, págs. 12–13.)
¿Por qué el Señor no ha revelado el momento exacto de su retorno?
Doctrina y Convenios 45:24–25, 28. El Señor dijo que los judíos permanecerían esparcidos hasta que se cumpliera el tiempo de los gentiles. ¿Qué dijo el Señor para mostrar cuándo comenzarían a congregarse otra vez?
Doctrina y Convenios 45:36–38. ¿Qué lección deduce el Señor mediante la parábola de la higuera?
Doctrina y Convenios 71:1, 14–20. ¿Qué puede uno hacer para ayudar a preparar el mundo para el regreso del Señor?
Dos grandes categorías de señales
Doctrina y Convenios contiene mucha información en cuanto a ambas categorías de señales de la Segunda Venida: la restauración del reino y las calamidades que vendrán.
La restauración y promulgación del evangelio.
Esta dispensación es el tiempo en que el Señor está restaurando y juntando todas las “llaves, poderes y glorias. . . desde los días de Adán hasta el tiempo presente” (Doctrina y Convenios 128:18). La Restauración se mencionó antiguamente como una de las señales que precederían el retorno del Salvador (véase Hechos 3:19–21; Efesios 1:10; Apocalipsis 14:6–7). Como parte de la restauración del fin del mundo, el Señor dijo que el evangelio sería “predicado. . . para testimonio a todas las naciones” (Mateo 24:14). El Señor indicó en 1833 que había enviado a su ángel a entregar el evangelio al hombre a fin de que se predicara a todo el mundo antes de su venida en su gloria (véase Doctrina y Convenios 133:36–40).
El élder Bruce R. McConkie escribió en cuanto a este período de restauración: “El período precedente al Milenio recibe el nombre de últimos días. Es el período específico, o tiempo, en que ocurrió lo necesario para preparar la Segunda Venida. Los últimos días son los días de la dispensación del cumplimiento de los tiempos, los días en que aparecen las señales de la Segunda Venida, los días de la restauración de todas las cosas, los días que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo” (Hechos 3:21). Ahora estamos viviendo en ese período, y la gran restitución o Restauración está en marcha (Mormon Doctrine, pág. 431).
Cuando mensajeros divinos entregaron llaves importantes del sacerdocio al profeta José Smith en el Templo de Kirtland, le dijeron que esta era una señal por la cual “podrás saber que el día grande y terrible del Señor está cerca, aun a las puertas” (Doctrina y Convenios 110:16). La restauración de esas llaves hizo posible el cumplimiento de la obra necesaria para preparar el retorno del Hijo de Dios.
El Señor indicó que en la última dispensación llamaría obreros a su viña por última vez, pues es la “hora undécima” (Doctrina y Convenios 33:3; véase también Doctrina y Convenios 43:28–29) antes de su venida a medianoche (véase Mateo 25:6) para el inicio del día de reposo de la tierra. Durante esa hora final, la voz de advertencia irá a todo pueblo mediante los siervos del Señor, quien llamará al arrepentimiento y preparará su inminente regreso (véase Doctrina y Convenios 1:1–5; 11–12). La Iglesia se ha restaurado y constituye el reino de Dios; éste se esparcirá con poder hasta llenar toda la tierra y hasta que Cristo regrese para reinar en el fin de los días y que el desierto establecido en la tierra en su condición paradisíaca (véase Doctrina y Convenios 65:1–6 y el discurso del rey Benjamín).
Como parte de la obra de preparación, la doctrina de Enoc enseña que el Señor recogerá a la casa de Israel dispersa (véase Doctrina y Convenios 110:11). Los profetas han testificado de la congregación literal de Israel y el retorno de las diez tribus (véase Doctrina y Convenios 110:11; 133:26–34); los judíos congregarán en su tierra (véase Doctrina y Convenios 45:16–25, 43–44); y los santos se reunirán al final de los tiempos y “florecerá como la rosa” (Doctrina y Convenios 49:24; véase también Doctrina y Convenios 58:18–20; Nefi 15:54). A medida que el evangelio se esparza, Israel se congregará y “florecerá” (Doctrina y Convenios 49:25). La Nueva Jerusalén se edificará en América y será “la morada del Señor, una ciudad de refugio, un lugar de seguridad para los santos del Altísimo” (Doctrina y Convenios 45:66; véase también el Artículo de Fe 10), y los justos de todas las naciones se congregarán con gozo en Sión (véase Doctrina y Convenios 45:66–71). Para investirse a su pueblo con una plenitud de bendiciones, el Señor hará que se levante un gran templo en la Nueva Jerusalén, el cual será rendido y el que se llenará de su gloria (véase Doctrina y Convenios 36:8; 42:35–36; 84:4–5).
Aumento del mal y las calamidades y los castigos que vendrán sobre el mundo.
Muchos antiguos profetas vieron este día y profetizaron que habría gran iniquidad y conmoción (véase 1 Nefi 14:7–12; 2 Nefi 28:3–14, 20–23; Mormón 8:26–41). En su Prefacio de Doctrina y Convenios, el Señor habla de la maldad del mundo en esta época (véase Doctrina y Convenios 1:13–16). El hecho de que el mundo esté rechazando sus enseñanzas está profetizado. El hombre en la maldad, las guerras y las conmociones de la tierra. El Señor ha dicho que, a causa de la iniquidad de los habitantes de este mundo, Él los castigará (véase Doctrina y Convenios 1:13, 15–16; 35:36–39; 124:1; 45:26, 31; 63:33; 84:96–97; 112:23–26).
Condenado a calamidad que inevitablemente vendrá sobre los habitantes de la tierra a causa de sus iniquidades, el Señor llama al profeta José Smith y le dio las llaves, poderes y bendiciones del evangelio, para que mediante la restauración muchos pudieran apartarse del mundo y librarse del castigo (véase también Doctrina y Convenios 1:17–23). Los que escuchen el mensaje del evangelio serán preservados, pero quienes lo rechacen enfrentarán gran tribulación y pesad. Todos estos acontecimientos son parte de las señales profetizadas de la proximidad de la segunda venida del Señor.
El resultado de la iniquidad
Lo siguiente está ocurriendo entre los que rechazan el evangelio:
Pérdida del Espíritu del Señor. (Véase Doctrina y Convenios 63:32–34.) El presidente Joseph Fielding Smith dijo:
“Ahora el Señor ha retirado su Espíritu del mundo, pero no permitirá que esta sea la escena en vuestra mente. El Espíritu que ha quitado del mundo no es el Espíritu Santo (pues el mundo nunca lo tuvo) sino la luz de la verdad, mencionada en nuestras Escrituras como Espíritu de Cristo, el cual se da a toda persona que viene a este mundo, y que se encuentra escrito en la sección 84 de Doctrina y Convenios.
“A causa de la iniquidad del mundo, ese Espíritu se ha retirado, y cuando el Espíritu del Señor deje de influir en los hombres, el espíritu de Satanás toma su lugar.
“El diablo tiene poder sobre su propio dominio, y el Espíritu del Señor se ha retirado. No porque el Señor lo desee sino por causa de la iniquidad de los hombres…” (“The Predicted Judgments,” Brigham Young University Speeches of the Year [Provo], 24 de marzo de 1967, págs. 5–6.)
Se quita la paz de la tierra (véase Doctrina y Convenios 1:35). A medida que el Señor retira su Espíritu de la tierra, los hombres se llenarán de odio, el espíritu de Satanás y las huestes de maldad aumentarán. El presidente Joseph Fielding Smith dijo:
“La paz se ha quitado de la tierra y los hombres se llenan de odio; los hermanos buscarán la vida de sus hijos, el hermano asesinará a su hermano, las mujeres matando a sus niños, y los hijos atentando contra la vida de sus madres, y los ejércitos apresados contra ejércitos de naciones, desolación y fiebres. El Hijo del Hombre está cerca y se rebelará contra la hija, y la hija contra la madre. Estas cosas están a nuestras puertas. Las palabras de los santos de Dios de cuidado deben escucharse. La ira de Dios se enfurecerá, y el espíritu del diablo está ahora llenando la tierra. No se quién pronto sucederán estas cosas…” (Enseñanzas, pág. 188.)
El Señor llama al arrepentimiento mediante calamidades naturales. Cuando Juan el Revelador vio los acontecimientos del sexto sello (el sexto período de mil años; véase Doctrina y Convenios 77:6–7), entre ellos vio grandes desastres naturales (véase Apocalipsis 6:12–13). En Doctrina y Convenios, el Señor reveló específicamente que además de proclamar su palabra al mundo mediante sus siervos, Él mismo llamará a los malvados con su propia voz y con “la voz de trueno, y la voz de relámpagos y temblores; y por medio de tempestades y de hambres y pestilencias de todas clases” (Doctrina y Convenios 43:25; véase vers. 22–27). Advirtió que el instrumento de esas calamidades naturales seguirá el testimonio de sus siervos (véase Doctrina y Convenios 88:88–91; los análisis y comentario sobre Doctrina y Convenios 43:17–25; 88:87–91).
El élder Melvin J. Ballard dijo que quería “llamar la atención de los santos, y ciertamente si pudiera al mundo entero, al hecho de que Dios está hablando mediante los elementos. Los terremotos, el mar bramando fuera de sus costas, causando la destrucción que hemos visto, es la voz de Dios gritando arrepentimiento a esta generación, una generación que solamente en parte ha prestado atención a la voz de los siervos del Señor”. (En Conference Report, oct. de 1929, pág. 31.)
El presidente Brigham Young, hablando de las calamidades de las cuales Doctrina y Convenios profetiza, dijo: “¿Pensáis que hoy día hay calamidades entre los pueblos del extranjero? No muchas. Todo lo que hemos sabido y todo lo que hemos vivido es apenas un prefacio del sermón que se predicará. Cuando cesen de expresarse el testimonio de los líderes, y el Señor les diga: ‘Volved a vuestras casas; ahora yo predicaré mis propios sermones a las naciones de la tierra, . . .’ [entonces] será predicada gran fuego y espada, tempestades, terremotos, granizo, lluvia, truenos y relámpagos y destrucción. ¿Qué importa quién predique el sermón del arrepentimiento? Diréis que escucháis mis sufragios, ahora idealizaros por la gente, que se hundirán en la tierra, sepultando a los habitantes. El mar se levantará sobre los seres, tapando a ciudades, ciudades. El Señor se expresará por las naciones, y una se levantará contra la otra, una nación contra otro reino, y los estados contra los estados, dentro de nuestra propia tierra y en tierras lejanas” (Journal of Discourses).
Una y otra vez el Señor ha advertido a los habitantes de la tierra que si su iniquidad continúa, la plenitud de la ira del Señor será desatada sobre el mundo (véase 1 Nefi 22:16–17; Éter 2:8–10; Doctrina y Convenios 1:13; 97:22–24; 133:52–51).
Doctrina y Convenios es una rica fuente de conocimiento en cuanto a los últimos días y a los preparativos que precederán la venida de Cristo.
Lea las siguientes referencias y responda a las preguntas:
Doctrina y Convenios 1:35–36. ¿Sobre quiénes tendrá poder el diablo en los últimos días?
Doctrina y Convenios 29:17, 19, 21; 133:63–74. ¿Por qué castigará el Señor a los inicuos?
Doctrina y Convenios 101:10–11; 103:1–3. ¿Cuándo descargará el Señor su ira sobre los inicuos?
Doctrina y Convenios 86:4–7. ¿Por qué, cuando la iglesia estaba en sus comienzos, fue una bendición para los santos el hecho de que el Señor no hiciera justicia a pesar de la oposición del mundo al progreso de su obra?
Doctrina y Convenios 87:6. ¿En qué forma las naciones poderosas serán subyugadas a fin de que el evangelio reine en la tierra?
Doctrina y Convenios 112:23–26. ¿Dónde comenzará a aplicarse la venganza del Señor?
Doctrina y Convenios 35:13–14. ¿Por qué los humildes siervos de Dios podrán soportar el ataque de los inicuos?
Doctrina y Convenios 86:4–7; 88:84. ¿Qué quiso decir el Señor en la parábola del trigo y la cizaña al expresar que separaría una cosa de otra y que ataría la cizaña en manojos y prendería fuego al campo?
Doctrina y Convenios 115:6. ¿Dónde encontrarán los santos un lugar de refugio en medio de las calamidades de los últimos días?
Doctrina y Convenios 45:66–71. ¿Qué condiciones existirán en la ciudad de la Nueva Jerusalén para preservar y proteger a los Santos?
Explicando la parábola de las diez vírgenes (véase Mateo 25:1–13), el élder Spencer W. Kimball dijo:
“¡A medianoche! Precisamente a la hora más oscura, cuando menos lo esperaban, vino el esposo. Cuando el mundo esté lleno de tribulación y se escuche ay, parezca que el tiempo ya ha pasado y que la espera ya es inútil, entonces vendrá Cristo” (La fe procede al milagro, pág. 255). “¿De qué modo podemos aplicar esto a la necesidad de ejercer fe en Dios en los tiempos de tribulación que se avecinan? Lea 3 Nefi 1:4–21 teniendo presente esta cita.”
El Señor preservará a su pueblo
Aunque la Iglesia del Señor en los últimos días continuará su curso entre una oposición severa y grandes calamidades, el Señor ha prometido que preservará a su pueblo. Parte de la felicidad que los hijos de Dios tienen que pasar en este estado terrenal es la de vivir en medio de las dificultades para ver si serán fieles tan en tiempo de prosperidad como de carencias. El élder Bruce R. McConkie explicó una de las razones por las que el Señor permite que ocurran calamidades:
“Las pruebas en esta vida son para todos los hombres, santos y pecadores por igual. A veces las pruebas y dificultades de los hijos del convenio evangélico exceden las impuestas sobre la gente del mundo. A Abraham se le pidió que sacrificara a su propio hijo. El y su familia dejaron sus tierras y riquezas para vivir en el desierto. A los santos de todas las épocas se les ha llamado consagrar todo al altar, incluso a veces la vida misma. . .
“A veces el pueblo del Señor es perseguido y hostigado. A veces Dios deliberadamente deja que sus fieles sufran, tanto física como espiritualmente, para probarlos en todo y ver si permanecen en su convenio, aun hasta la muerte, a fin de que sean dignos de recibir la vida eterna. Si tal es el deseo de cualquier de nosotros, así sea.”
“Pero sea lo que sea, cualquiera cosa que nos sobrevenga en esta vida dura solo un instante, y si somos fieles, Dios finalmente nos glorificará en lo alto. Todas nuestras pérdidas y sufrimientos serán recompensados en la resurrección.” (En Conference Report, oct. de 1976, págs. 158–60.)
El profeta José Smith enseñó que los santos no deben pensar que han de escapar todas las calamidades de los últimos días que afectarán a los inicuos. Muchos de los justos soportarán dificultades y sufrimiento por causa de las debilidades de la carne, pero de todos modos serán salvos en el reino de Dios (véase History of the Church, 4:11). Aun de “apenas escaparán” (Doctrina y Convenios 63:34), el Señor ha prometido que preservará a su pueblo en medio de los juicios que finalmente destruirán a los malvados (véase Doctrina y Convenios 35:13–14; 63:33–37; 1 Nefi 22:15, 17, 22–23). Aun en medio de las tribulaciones, los santos deben recordar que el consejo del Señor es ser pacientes y tener fe en que recibirán su recompensa cuando Él venga (véase Doctrina y Convenios 54:10). El pronto derramará su ira e indignación sobre las naciones inicuas para salvar a su pueblo Israel. Hasta ese entonces, aconseja a los santos a tener calma y confianza en el conocimiento de que el Dios y Dios de toda carne está en sus manos y bajo su control (véase Doctrina y Convenios 101:10–16). “He aquí” les promete la tierra y va a “ejercer los poderes del cielo” (Doctrina y Convenios 84:118–119) para preservar a sus santos.
Cómo escapar del castigo que envía Dios
El Señor ha prometido que preservará a su pueblo en los últimos días. La pregunta que cada miembro de la Iglesia debería contestar es: ¿Cómo puedo ser contado entre los que serán protegidos por el Señor? Esa pregunta se contesta muy claramente en Doctrina y Convenios: Depende de la dignidad de cada uno. El Señor ha dicho: “. . . si estáis preparados, no temeréis” (Doctrina y Convenios 38:30). La preparación esencial es arrepentirse, recibir el evangelio y ser santificado obedeciendo sus preceptos (véase Doctrina y Convenios 39:17–18). En los primeros días de esta dispensación, los santos fueron perseguidos por su falta de fidelidad (véase Doctrina y Convenios 101:6–8). El Señor ha dicho que quien no sea “purificado y santificado el día” (Doctrina y Convenios 38:8). Se ha advertido a los santos a no enredarse en el pecado (véase Doctrina y Convenios 88:86).
Después de sufrir mucho en manos del populacho en Misurí, se prometió a los santos que prevalecerían contra sus enemigos a partir de aquel momento y que el momento ya había pasado en que prevalecerían si observaban todas las palabras que el Señor les había dado (véase Doctrina y Convenios 105:13–19).
Lo mismo se aplica hoy día. Aunque pueda haber persecuciones y castigos, el Señor ha prometido librar a los justos de los juicios y castigos que Él derramará sobre el mundo (véase Doctrina y Convenios 97:21–26; 133:4–7, 14). El élder Joseph Fielding Smith enseñó estos mismos principios en la conferencia general de octubre de 1940:
“Podemos escapar por medio de la obediencia y el evangelio de Jesucristo. ¿Escaparemos? Cuando veo cuán entre los Santos de los Últimos Días la violación de las leyes del Señor, tiemblio. He llamado a todos al arrepentimiento en las estacas de Sión durante treinta años, exhortándol a pueblo a volverse hacia el Señor, a guardar sus mandamientos, a santificar el día de reposo, a pagar su diezmo fiel, a hacer todo lo que el Señor les ha mandado hacer y advertir con toda palabra que procede de la boca de Dios.
“Haciendo todo eso escaparemos las calamidades. Voy a repetir lo que he dicho antes, aunque por esto algunos me han criticado severamente: que sólo porque estemos en este país no significa que tengamos salida para escapar, ni que tengamos base para salvarnos y así escapar las calamidades, destrucción, plagas y pestilencias, ni del fuego devorador ni de la espada ni de la guerra, a menos que nos arrepintamos y obedezcamos los mandamientos del Señor, pues está escrito en estas revelaciones.
“De manera que llamo al arrepentimiento a los Santos de los Últimos Días y al pueblo de los Estados Unidos, así como a todos los pueblos de la tierra. Vivamos de acuerdo con la ley divina y obedezcamos los mandamientos que el Señor ha dado.” (En Conference Report, oct. de 1940, pág. 17.)
Un año más tarde atacaba Pearl Harbor y los Estados Unidos entraban en la Segunda Guerra Mundial.
El presidente Wilford Woodruff dijo que quienes honraren el sacerdocio serán los únicos con derecho a la protección del Señor: “¿Podéis indicarme dónde están los que serán protegidos ante las calamidades y juicios de ahora están a las puertas? Yo os lo indicaré. Los poseedores del sacerdocio de Dios que honran su sacerdocio y que son dignos de sus bendiciones. Los mismos tendrán esta salvaguardia y protección. Son los únicos entre los seres mortales. No hay otro pueblo que logre el derecho de ser protegido de los castigos que están por sobrevenir. Ni siquiera este pueblo escapará en su totalidad. La destrucción vendrá como la de Sodoma y Gomorra. Y nadie, ni el sacerdocio, estará libre de su furia” (Young Women’s Journal, agosto de 1894, pág. 512).
Poco antes de su muerte, los discípulos de Jesús le preguntaron “. . . ¿cuál es la señal de tu venida, y del fin del mundo, o la destrucción de los inicuos, que es el fin del mundo?” (José Smith—Mateo 1:4). En respuesta, el Señor dio el discurso que encontramos en Mateo 24 y 25.
Encontramos la primera parte del discurso en Mateo 24 y también en la Perla de Gran Precio, en la traducción inspirada que hizo José Smith de Mateo 24 (véase José Smith—Mateo). Muchos han sondeado Mateo 25, que contiene tres parábolas, como una parte de ese discurso. Las parábolas son la de las diez vírgenes (véase Mateo 25:1–13), la de los talentos (véase Mateo 25:14–30) y la de las ovejas y los cabritos (véase Mateo 25:31–46). En otras palabras, estas parábolas eran parte de la respuesta del Señor a los discípulos en relación al fin del mundo. Por esta razón han calificado como las parábolas de la Segunda Venida.
Parábolas de los últimos días
A fin de estar mejor preparados para Su regreso, lea y estudie estas parábolas detenidamente, a medida que responde a las preguntas siguientes:
La parábola de las diez vírgenes. (Véase Mateo 25:1–13.)
¿A qué época se refiere el “entonces” (vers. 1)? (Véase Mateo 24:42; Doctrina y Convenios 45:56.)
¿Quiénes en el Señor? ¿Qué simboliza la boda? (Véase Apocalipsis 19:7–9; Doctrina y Convenios 33:17; 88:92.)
¿A qué hora llegó el Esposo? Añade algún concepto sobre tal pasaje de Doctrina y Convenios 33:33.
Las vírgenes son símbolo de pureza, dedicación y fidelidad (véase, por ejemplo, Apocalipsis 14:4).
¿A quién representan las vírgenes? ¿Está el mundo esperando al Esposo?
Es obvio que el aceite es un factor importantísimo en la parábola. ¿Qué representa? En otras palabras, ¿qué es lo que tenían las cinco prudentes que no tenían las insensatas? (Véase Doctrina y Convenios 45:56–57.)
¿Cómo se “compra” aceite extra? (Véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 45:56–57.)
La parábola de los talentos. (Véase Mateo 25:14–30.)
¿A quién representa el hombre que viajó a un país lejano? ¿Quiénes son los siervos?
A menudo esta parábola se utiliza para enseñar que deberíamos desarrollar nuestros talentos, pero en ella no se trata de la habilidad que uno tiene sino de sumas de dinero que no pertenecían a los siervos pero que fueron puestas bajo su custodia. En otras palabras, la lección que enseña tiene que ver con un importante principio del evangelio. ¿Cuál es? (Véase Doctrina y Convenios 104: 17–18, 54–57, 70.)
Compara la alabanza y promesa del Amo hacia el siervo que había recibido cinco talentos, y lo que le dijo al que había recibido dos. ¿Qué conclusión sacamos? (Véase Mateo 25:21, 23.)
¿En qué momento el Amo llama “malo” al siervo que no usa un talento? ¿Y si lo hubiera duplicado? ¿Qué recompensa habría tenido? (Véase Mateo 25:26.)
¿Qué implica el servilismo? ¿En cuanto a nuestra preparación para la Segunda Venida? (Compare con Doctrina y Convenios 82:3–4; 107:99–100.)
La parábola de las ovejas y los cabritos. (Véase Mateo 25:31–46.) “Una de las escenas más familiares y lindas de ver en el Cercano Oriente es la del pastor que guía a sus ovejas llevándolas a pastar. . . . El hombre cuenta con que sus ovejas lo sigan, y ellas, a su vez, esperan que él no las abandone.” (Mackie, Bible Manners and Customs, pág. 330.) Por otra parte, las cabras son más bien agresivas y nada dóciles, independientes más que sumisas, y no dependen del cuidado protector del pastor como las ovejas.
¿Qué añade esta información que nos ayuda a entender el simbolismo de esta parábola? ¿Cuál es la relación entre lo que se enseña en el versículo 40 y lo que se enseña en Mosíah 2:17 y Doctrina y Convenios 1:102?
Ahora aplique el mensaje de estas parábolas a su preparación para la venida de Cristo. El Señor recalca en ellas tres grandes cualidades: el poder espiritual, la mayordomía y el servicio cristiano. La promesa del Señor es “si estáis preparados no temeréis” (Doctrina y Convenios 38:30). ¿En qué manera podría hoy prepararse para ser una de esas vírgenes prudentes (véase Mateo 25:1–13), un “buen siervo fiel” (Mateo 25:23) y una de las ovejas a las que el Señor dice: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34)?
La Iglesia debe permanecer independiente del mundo
El Señor ha dicho que en medio de las tribulaciones de los últimos días la Iglesia debe “sostenerse independiente de todas las otras criaturas bajo el mundo celestial” (Doctrina y Convenios 78:14). Al comentar esto, el élder Bruce R. McConkie explicó que “la Iglesia, que administra el evangelio, y los santos que lo han recibido, deben ser independientes de los poderes del mal en la tierra, mientras obran su salvación, tanto temporal como espiritualmente, con temor y temblor ante el Señor.
“Recordad que las tribulaciones . . . nos acechan en lo porvenir.
“La paz ha desaparecido en la tierra; los ángeles de destrucción han sido retenidos, pero no enviarán sus espadas hasta que venga el Príncipe de Paz para destruir a los inicuos e inaugurar el gran Milenio. . .
“Debemos cuidar de nuestra propia salud, cultivar nuestros propios huertos, almacenar nuestros propios alimentos, educarnos y prepararnos para hacernos cargo de los asuntos diarios de la vida. Ninguna otra persona puede ni robar nuestra salvación por nosotros, ni temporal ni espiritualmente.
“Estamos aquí sobre la tierra para satisfacer las necesidades de nuestras familias. Los maridos tienen la obligación de mantener a sus esposas, los padres de mantener a sus hijos, y los hijos de mantener a sus padres ancianos o desvalidos, los hermanos de mantenerse los unos a los otros, así como los parientes de ayudarse mutuamente.
“La Iglesia tiene el propósito de ayudar a los santos a cuidar de sí mismos, y donde se hace necesario, proveerles de medios y de artículos de primera necesidad, para evitar que acudan a los programas de caridad, o se echen a otros males mundanales. A fin de ayudar a cuidar de los necesitados, la Iglesia debe operar granjas, cultivar viñedos, dirigir lecherías y fábricas, y hacer muchas otras cosas, todo ello de una manera que las mantenga independientes de los poderes del mal en el mundo.
“No sabemos cuándo han de sobrevenirnos las calamidades y dificultades de los últimos días, ya sea individualmente o a grupos de santos. El Señor nos oculta a propósito el día y la hora de Su venida y de las tribulaciones que la han de preceder, y lo hace como parte de nuestra probación en la mortalidad. Simplemente nos dice que vigilemos y estemos listos.
“Podemos tener la seguridad de que si hemos hecho todo lo posible a fin de prepararnos para lo que aceche en el porvenir, Él nos ayudará con cualquier otra cosa que sea necesario hacer.
“De ningún modo todos los santos se verán libres de aquel día de desolación que ha de venir, pero sí de quienes no hay ni esperanza de perfección, y ninguno promete seguridad, excepto para aquellos que aman al Señor y procuran hacer todo lo que Él manda.” (Liahona, agosto de 1979, págs. 139–41.)
Condiciones de la época de la venida de Cristo
Cuando el Señor habló con los Apóstoles en el Monte de los Olivos, tres días antes de su crucifixión, contestó sus preguntas en cuanto al tiempo de su segunda venida y el fin del mundo. Dijo que esa época sería como los días de Noé, en que la tierra estaba corrompida y llena de violencia y en que los pensamientos e intenciones de los hombres eran continuamente malos y sólo buscaban satisfacer sus intereses egoístas sin recordar que dependían de Dios (véase Moisés 8:21–22, 28–30). En tanto que el mundo siga degenerándose, los santos de Dios continuarán estableciendo a Sión aparte del mundo y de sus corrupciones (véase Doctrina y Convenios 63:54; 1 Nefi 14:7). El élder Bruce R. McConkie declaró que una de las “más tristes herejías de nuestro tiempo es pensar que el Milenio se iniciará porque los hombres aprenderán a vivir en paz. . . o que las plagas y desolaciones anunciadas de los últimos días pueden, en alguna manera, evitarse” (En Conference Report, abril de 1979, págs. 131–32).
En cambio, el Señor dará inicio al Milenio descargando su venganza y destrucción sobre los malvados y librando y redimiendo a sus santos (véase Doctrina y Convenios 133:51-52.)
Cristo se muestra a la humanidad
Cuando el Señor regrese, se mostrará a grupos determinados y luego culminará su retorno mostrándose con gran poder, majestad y gloria, de tal manera que todo el mundo lo verá (véase Doctrina y Convenios 133:17–22 y 101:22–23). Hay cuatro apariciones del Señor que los profetas han mencionado con particular interés: dos de ellas serán a los santos; una será ante los judíos; y la cuarta será su venida final ante el mundo.
La aparición en la Nueva Jerusalén.
El Señor “vendrá súbitamente a su templo” (Doctrina y Convenios 133:2), templo que se construirá en el condado de Jackson, Misurí (véase Doctrina y Convenios 84:1–5, 57–59; 101:15–16). El élder Charles W. Penrose dijo que el Señor primero se mostrará a los santos y “esa visita será desconocida para el resto del mundo. Vendrá al templo preparado para Él, y sus fieles verán su rostro, escucharán su voz y contemplarán su gloria. De sus propios labios recibirán más instrucciones para el desarrollo y belleza de Sión y para la extensión y estabilidad de su reino”. (Millennial Star, 10 de septiembre de 1859, págs. 582–83.)
La aparición en Adam-ondi-Ahman.
El Señor se encontrará con una asamblea solemne en el condado de Davies, Misurí, a la que concurrirán y asistirán los que hayan tenido las llaves del sacerdocio desde las dispensaciones y otros que sean dignos de permanecer allí. El profeta José Smith enseñó: “Daniel, en el séptimo capítulo de su profecía, profetizó de este concilio y de los grandes eventos que se realizarán antes de que venga nuestro padre Adán o Miguel. Este llamará a sus hijos y celebrará un concilio con ellos para prepararlos para la venida del Hijo del Hombre. Él (Adán) será el padre de la familia humana y tiene y sentará sobre los espíritus de todos los hombres y todos los que han tenido las llaves del sacerdocio en la tierra en este gran concilio” (Enseñanzas, pág. 183).
El élder Joseph Fielding Smith escribió lo siguiente:
“Dentro de pocos años se realizará otra asamblea de sumos sacerdotes y de miembros del sacerdocio, presidida por el mismo viejo Adán-don-Miguel. Adán, el Anciano de Días, de nuevo estará presente en esta asamblea. Entonces se sentará, cumpliendo la profecía de Daniel, y allí delante de él se levantarán aquellos que tuvieron las llaves de todas las dispensaciones y rendirán cuenta de su mayordomía y el primer patriarca de la raza, al que fueron las llaves de la salvación. Este será un día de juicio y preparación. . .
“En este concilio Cristo tomará oficialmente las riendas del gobierno en la tierra; y el reino y los dominios y la grandeza del reino debajo de los cielos serán entregados a los santos del Altísimo. . .
“Hasta que se realice este gran concilio, Satanás estará al mando de las naciones de la tierra; pero en ese momento los tronos serán avasallados y el gobierno del hombre llegará al fin. . . Entonces se les dará el mando a los santos del Altísimo. . .
“[Este concilio] precederá la venida de Jesús; ‘escritos como ladrón en la noche, y será oculto para el mundo.’” (Way to Perfection, págs. 289–291.)
El presidente Lorenzo Snow, hablando de los que vivirán en el condado de Jackson en ese momento, dijo: “Si no habéis visto al Señor hasta ese entonces, podéis esperar verlo muy pronto, verlo, comer y beber con Él, de la misma manera a vuestra casa tal como se le invitaba cuando estuvo aquí antes” (Deseret News, 15 de junio de 1901, pág. 1).
La aparición en el Monte de los Olivos.
La aparición del Salvador ante los judíos se producirá cuando Jerusalén y sus alrededores estén sitiados por muchas naciones.
Al fin de una guerra larga y costosa, conocida como la batalla de Armagedón, los judíos huirán al Monte de los Olivos buscando seguridad. Allí aparecerá el Salvador. (Véase Doctrina y Convenios 45:48–53; 77:15; 133:35; Apocalipsis 11:1–3; Zacarías 14:1–9.)
El élder Parley P. Pratt resumió los acontecimientos asociados con esa aparición:
“Zacarías, capítulo 14, nos ha dicho mucho concerniente a la gran batalla y derrocamiento de las naciones que lucharán contra Jerusalén, y dijo claramente que el Señor vendrá en el momento preciso de su derrota; sí, de hecho, aun en el momento en que estén tomando Jerusalén y ya hayan logrado apoderarse de media ciudad, saquear sus casas y tomar a sus mujeres. Entonces, el pueblo y sus Mesías tan esperado aparecerán repentinamente, se pondrá de pie sobre el Monte de los Olivos, un poco al este de Jerusalén, para hacer frente a esas naciones y liberar a los judíos. Zacarías dice que el Monte de los Olivos se partirá en dos desde oriente a occidente, y la mitad del monte caerá hacia el norte y la otra mitad hacia el sur, formando un enorme valle o abismo, en el cual entrarán los judíos buscando protección de sus enemigos, tal como cuando huyeron de Egipto en los días de Uzías, rey de Judá. En ese momento vendrá el Señor y sus santos con Él. Entonces los judíos verán al Mesías que esperaban, que por fin podrá liberar al pueblo, como tanto desearon y pidieron. El destruido las iniquidades de ellos y los enemigos de su pueblo; y entonces ellos clamarán: ¿Qué son esas heridas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos. Luego levantarán la voz y llorarán amargamente por ellos, como el que llora a su hijo unigénito, y habrá grande llanto, dolor y amargura, porque reconocerán a Jesús como su Libertador y reconocerán como su Mesías. Al descubrir las cicatrices de las heridas que hicieron en sus manos, pies y costado, reconocerán que este fue el Jesús de Nazaret, el Rey de los Judíos, el hombre que por tanto tiempo rechazaron. Entonces los profetas que le amenazaron y llorarán, Adán clamará por separado, y sus esposas aparte. Pero, gracias al cielo, habrá fin para su llanto, porque el Señor perdonará sus iniquidades y los limpiará de su impureza. Jerusalén será una ciudad santa desde entonces en adelante.” (Voice of Warning, pág. 129.)
La Segunda Venida: la aparición ante todo el mundo.
A medida que se aproxima la Segunda Venida, muchas señales irán presagiando ese acontecimiento mundial. Una de las últimas señales es la señal del Hijo del Hombre (véase Doctrina y Convenios 88:90; José Smith—Mateo 36). El profeta José Smith dijo: “. . . entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre. ¿Pero qué hará el mundo? Dirán que es un planeta o un cometa, etc. Pero el Hijo del Hombre vendrá como la señal de la vela del Hijo del Hombre, que será como la hoja de hacha que aparece en el oriente” (Enseñanzas, págs. 347–48).
Luego de la señal, “. . . habrá silencio en el cielo por el espacio de media hora; e inmediatamente después se desplegará el velo del cielo y el Señor se mostrará” (Doctrina y Convenios 88:95). Tan grande será la gloria del poder de su venida que la tierra temblará, el sol se oscurecerá y su rostro avergonzado, las montañas se derretirán y las aguas del mar hervirán (véase Doctrina y Convenios 133:40–42, 49; 101:25). El brillo de su gloriosa presencia consumirá y destruirá todo lo que sea corruptible (véase Doctrina y Convenios 5:19; 101:24–25). El Señor vestirá ropas ensangrentadas simbolizando su gran sacrificio expiatorio y los castigos que tiene destinados para los malvados (véase Doctrina y Convenios 133:48–51).
En este día tan esperado el pueblo del Señor recibirá la recompensa por su fidelidad y perseverancia (véase Doctrina y Convenios 54:10; 133:52–53). Tanto los justos que vivan como los difuntos que merezcan ser arrebatados para encontrar al Señor en el aire y ser recompensados de acuerdo con sus obras, en tanto que los malvados serán destruidos y arrojados a las tinieblas de afuera (véase Doctrina y Convenios 88:96–97; 101:89–91). Este será el “gran y terrible día del Señor” (véase Doctrina y Convenios 110:14, 16).
Resumen
A lo largo de la historia el Señor ha aconsejado a su pueblo que se prepare para el tiempo de su venida y exhorte al mundo a hacerlo otro tanto. Los mismos preparativos necesarios para soportar las pruebas y tribulaciones de los últimos días serán necesarios para soportar la presencia del Señor cuando venga.
Al tiempo de la venida del Señor se cumplirá la parábola de las diez vírgenes, y los que “hayan tomado al Espíritu Santo por guía . . . aguantarán el día” (Doctrina y Convenios 45:57).
El presidente Hugh B. Brown, hablando en una reunión general del sacerdocio en 1967, dijo que esta era la época en la que la juventud debía prepararse para una era llena de dificultades, pero a la vez una era en la que las fuerzas de Dios finalmente prevalecerán y se afirmará la gloria al reino del Señor. Su consejo a los jóvenes del sacerdocio es una admonición apropiada para el estudio de este tema:
“Me parece que de todas las señales de los tiempos (y son inquietantes y están en todas partes), ésta es una de las más significativas de todas: que la iglesia de Jesucristo, el reino de Dios, está juntando fuerzas y alistándose para lo que ha de venir. . .
“Digo que esto en un sentido es una de las señales de los tiempos. A vos que me estáis escuchando, y gustaría dirigiros a los jóvenes, veo aquellos que estamos envejeciendo moriremos y debemos tener la antorcha a vosotros. Vosotros debéis tener la fe para mantenerla en alto. . .
“Espero que todo joven que esté al alcance de mi voz resuelva hoy mismo: ‘Voy a mantenerme limpio. Voy a servir al Señor. Voy a prepararme en todo lo posible para servir en el futuro, porque estaré preparado cuando se lleve a cabo la batalla final’.
“Y algunos de vosotros, jóvenes, vais a participar en esa batalla. Algunos de vosotros vais a vivir en la época de prueba final, la que viene y está más cerca de nosotros de lo que imaginamos. . .
“Quiero deciros, hermanos, que, en medio de todas las dificultades, las incertidumbres, el tumulto y el caos a través de los cuales está pasando el mundo, casi inadvertido se ha establecido un reino, un reino en el que preside Dios el Padre, y en el que Jesús el Cristo es el Rey. Ese reino se está extendiendo, tal como dije, casi inadvertido, pero con poder y fuerza tales que detendrán abruptamente al enemigo, aun en el transcurso de vuestra vida. . .
“…os insto a poner vuestras casas en orden, a poner vuestras vidas en orden, y a alistaros para lo que viene. Y Dios nos bendecirá y nos sostendrá en nuestros esfuerzos.” (En Conference Report, oct. de 1967, págs. 115–16.)
Jueces en Israel velan por la Iglesia
Introducción
El Señor escoge a mayordomos de entre los miembros de su Iglesia y les encarga proveer oportunidades para los demás, oportunidades que los ayudarán en su progreso eterno. Él también da a estos mayordomos la responsabilidad de dictar juicios mediante los que se limpia la Iglesia de iniquidad y por los que las almas errantes pueden volver a hacerse dignas. Esta Explicación trata las responsabilidades específicas de estos líderes, que son también jueces, y el valor de su obra. Doctrina y Convenios bosqueja los dones y llaves que el Señor ha dado a estos jueces en Israel para ayudarlos a efectuar sus deberes, y explica la manera en que el Señor desea que cumplan con su llamamiento. Se mencionan las leyes de justicia del Señor y también cómo funciona el sistema judicial de la Iglesia y su importancia. Doctrina y Convenios es de vital importancia para determinar la forma en que este aspecto de la obra del Señor debe llevarse a cabo, pues aporta las instrucciones necesarias para aplicar los principios eternos a las necesidades y condiciones particulares de los santos en esta dispensación.
¿Quiénes son los jueces en el reino de Dios?
El Señor asignó las responsabilidades de juzgar a su pueblo a los líderes locales y a las Autoridades Generales (véase Doctrina y Convenios 68:22; 102:2, 9–12, 28–32; 107:33–34, 91–92). El presidente Spencer W. Kimball escribió con respecto a la responsabilidad que el Señor ha dado a sus líderes escogidos:
“La Presidencia de la Iglesia y los Doce Apóstoles administran los asuntos de la Iglesia de Jesucristo, con la ayuda de otras y numerosas Autoridades Generales, así como por medio de los presidentes de estaca y misión y los obispos. Estos hombres son los pastores del rebaño. El Señor ha instalado a estos hombres para que dirijan su reino sobre la tierra, y sobre ellos ha conferido autoridad y responsabilidad, cada cual en su esfera particular. Él ha dado a estos hombres el Sacerdocio de Melquisedec, el cual es su propio poder y autoridad que Él les delega. Él reconoce y ratifica los hechos de estos siervos escogidos y ungidos.” (El Milagro del Perdón, pág. 333.)
En relación a los procedimientos judiciales del reino del Señor, el presidente Kimball escribió lo siguiente:
“Cuando se ordena al obispo para que desempeñe ese cargo, él queda constituido un juez en Israel pero con los de su propio barrio, pero no así con los que no se hallan bajo su jurisdicción. El presidente de estaca, al ser apartado, queda constituido un juez de los miembros de la estaca a quienes él va a presidir. En igual manera, un presidente de rama y un presidente de misión tienen responsabilidades algo similares. Las Autoridades Generales, desde luego, tienen jurisdicción general, y es su deber hacer juicio en ciertos casos.” (Ibid., págs. 273–74.)
Doctrina y Convenios indica que sentarse como juez entre el pueblo del Señor es una de las responsabilidades principales del obispo (véase Doctrina y Convenios 58:17–18; 64:40; 107:68, 72, 74–75). Otros, además de los obispos, reciben esta responsabilidad dentro de los límites de sus mayordomías (véase Doctrina y Convenios 46:27; El Milagro del Perdón, cap. 21, encabezamiento 5).
Dios es el juez de todos y dirige a los que ha elegido para ser jueces de su pueblo (véase Doctrina y Convenios 58:20).
Los dones y llaves del oficio
El Señor dijo que “el juez de la iglesia, y a cuantos Dios llamare y ordenare para velar por la iglesia” (Doctrina y Convenios 46:27) les es dado mediante el Espíritu un don especial para ayudarlos en la solemne e importante responsabilidad de desempeñarse como jueces de su pueblo. Les es dado discernir todos los dones donde el Espíritu los determina sin ser guiados por hombres. Pueden recurrir a Dios y recibir guía mediante revelaciones a fin de cumplir adecuadamente con sus mayordomías.
Cuando Juan el Bautista vino a José Smith y Oliver Cowdery y les confirió el Sacerdocio Aarónico, les dijo que ese sacerdocio tenía “las llaves… del evangelio de arrepentimiento” (Doctrina y Convenios 13:1). Dado que el obispo es el presidente del Sacerdocio Aarónico de su barrio (véase Doctrina y Convenios 107:13–15), tiene las llaves del arrepentimiento para la gente del barrio. Quienes deseen arrepentirse de sus pecados pueden recibir gran ayuda de parte del obispo, puesto que es él el que el Señor ha elegido y designado para ser representante en tales asuntos. No sólo es útil al obispo cuando uno intenta arrepentirse, sino que es necesario en el caso de pecados graves, los que necesitan confesarse ante el oficial que corresponda para poder recibir perdón. El obispo es el oficial del sacerdocio mediante quien se utilizan generalmente las llaves del arrepentimiento. Hay otros a quien el Señor ha designado que también pueden actuar en esa función. El presidente Spencer W. Kimball enseñó que “no toda persona ni todo poseedor del sacerdocio está autorizado para recibir del transgresor las confesiones sagradas de sus culpas. El Señor ha organizado un programa definido y completo. Todo miembro de la Iglesia es responsable ante una autoridad eclesiástica. En el barrio es el obispo; en la rama, un presidente; en la estaca o misión, un presidente; y en el escalafón mayor de autoridad de la Iglesia, las Autoridades Generales, con la Primera Presidencia y los Doce Apóstoles a la cabeza” (véase El Milagro del Perdón, pág. 335). El procedimiento mediante el cual los miembros de la Iglesia pueden alcanzar el perdón se contempla más abajo.
Tal como se ha indicado, cada juez en el reino del Señor tiene autoridad solamente sobre aquellos que están dentro de los límites de su jurisdicción eclesiástica. Dentro de estos límites, su responsabilidad de actuar como jueces entra dentro de dos categorías principales:
(1) Determinar la dignidad de una persona para recibir ciertas bendiciones y oportunidades en la Iglesia del Señor, y
(2) determinar las consecuencias que debe sufrir por haber pecado. A continuación se concentrará una explicación de estos dos aspectos un poco más amplia para ayudarle a comprender mejor la mayordomía de un juez en Israel.
Determinar la dignidad para recibir bendiciones
Doctrina y Convenios dice que todo el que desee unirse a la Iglesia del Señor debe hacerlo si es humilde y da testimonio “ante la iglesia” de que ha satisfecho las normas apropiadas (Doctrina y Convenios 20:37). Es responsabilidad de los jueces del Señor determinar si una persona ha satisfecho esas condiciones y puede ser bautizada. El Señor ha dado a los jueces de la Iglesia la autoridad de extender a todas las personas la oportunidad de recibir las grandes bendiciones del evangelio, único medio por el cual el hombre volverá a la presencia de Dios (véase Doctrina y Convenios 112:28; 84:74; Juan 3:5).
También es responsabilidad de los jueces del Señor determinar la dignidad de las personas para recibir ordenanzas como miembro de la Iglesia del Señor. En los primeros tiempos de esta dispensación, todo el que viajaba de una de las iglesias a otra tenía que llevar un certificado de su obispo para testificar que era digno de ser “recibido como… obrero fiel” (Doctrina y Convenios 72:17–18, 25–26).
Es necesario que las personas tengan una entrevista con su obispo para determinar si están viviendo de acuerdo con las normas de la Iglesia antes de que reciban oportunidades de ocupar puestos de responsabilidad. En los casos que supervisan directamente el obispo o el presidente de estaca, éstos deben efectuar la entrevista y hacer el llamamiento.
Uno de los grandes privilegios de esta vida, que se alcanza sólo después de requerir una recomendación del obispo, es el de entrar al templo para recibir las bendiciones que allí se imparten. El Señor advirtió al Profeta que los líderes de la Iglesia tenían la obligación de evitar que las personas indignas entraran al templo. Esta fue una de las condiciones que se estableció en Doctrina y Convenios 97:15, donde dice: “…y no permite que entre en el templo cosa inmunda para profanarla…”
“Cuando el obispo es ordenado, queda constituido un juez de sus miembros. Él posee las llaves de los templos, y ninguno de los miembros de su barrio puede entrar en uno de ellos sin que el obispo dé vuelta a la llave.” (El Milagro del Perdón, pág. 334.)
El privilegio de efectuar ordenanzas del sacerdocio también está bajo el control de los que tienen las llaves del sacerdocio. El obispo tiene estas llaves en su barrio, el presidente de la estaca en esta, y, de modo similar, los presidentes de rama, de misión etc. Para que un hombre efectúe una ordenanza o reciba una recomendación para entrar al templo, se requiere autorización dada por quienes tienen las llaves.
De este modo las bendiciones y oportunidades del reino del Señor están bajo la mayordomía de los jueces llamados por el Señor. Todo el que quiera recibir estas bendiciones debe hacerlo sólo con la aprobación de los jueces en Israel (véase Doctrina y Convenios 107:72).
Determinar las consecuencias del pecado
El presidente Spencer W. Kimball dio instrucciones respecto a aquellos cuyos pecados hacen que tengan necesidad del arrepentimiento y del perdón, y la relación que ellos tienen con los jueces del Señor:
“Para lograr esto, cuando el pecado es de proporciones mayores, hay dos perdones que el impetrante debe obtener: El perdón del Señor y el perdón de las leyes del Señor por conducto de sus autoridades correspondientes. . . .
“El Señor perdonará al que verdaderamente se arrepienta; pero antes que el Señor pueda perdonar, el pecador debe abrir su corazón con toda contrición y humildad, ‘descargando la conciencia’, porque el Señor perdona ver dentro de nuestras almas mismas. Y puesto que hay leyes y normas en la Iglesia, debe hacerse una declaración del pecado a los que han sido debidamente nombrados en ella.
“La función de la Iglesia es perdonar pecados. En la Iglesia, en el asunto del perdón, se divide en dos: (1) Imponer el castigo correspondiente, privar de algún llamamiento, iniciar la acción oficial en cuanto a su membresía o cualquiera cosa que requiera según las leyes de la Iglesia; y (2) al mismo tiempo, perdonar al transgresor hallado en transgresión. Cualquiera de los dos pasos hechos y sin hechos dan fin a la acción disciplinaria de la Iglesia, debe hacerse a la luz de todos los hechos y la inspiración que puede venir a los que van a determinar el fallo. De ahí la importancia de que el transgresor arrepentido haga una confesión completa al autoridad correspondiente.” (El Milagro del Perdón, págs. 333–334.)
Doctrina y Convenios enseña que el obispo, como “juez en Israel”, debe juzgar a los transgresores (Doctrina y Convenios 107:72). El presidente Spencer W. Kimball además enseñó que al dictar su juicio, el obispo:
“. . . deberá mirarlo por los hechos, y mediante el poder del discernimiento que se suya, si la naturaleza del pecado y el grado de arrepentimiento manifestado justifican el perdón. Podrá juzgar si el pecado debe ser de bastante gravedad, el grado de arrepentimiento de ser suficientemente intenso, el daño, publicidad y perjuicios causados, de proporciones tan considerables que será necesario referir el caso a un tribunal de la Iglesia, según el procedimiento que el Señor ha dictado. Toda esta responsabilidad descansa sobre los hombros del obispo. Los maestros de seminarios, los directores de institutos, los que funcionan en las organizaciones auxiliares, y otros que obran en la Iglesia, pueden ejercer una gran influencia muy potente en las personas conturbadas impartiendo sabios consejos y comprensión compasiva, pero carecen de la autoridad y la jurisdicción eclesiásticas, y no deben intentar pasar por alto el obispo, sino enviar al pecador a su obispo, el cual determinará el grado de confesión pública y disciplina que se estime necesarias.” (El Milagro del Perdón, págs. 335–336.)
Los obispos pueden quitar las sanciones, pero no pueden perdonar la remisión de los pecados. Ése es un derecho del Señor. El presidente Kimball aclaró este concepto diciendo:
“Aunque hay en la Iglesia muchos oficiales eclesiásticos cuyo cargos los autorizan y les requieren que actúen como jueces, la autoridad de estos llamamientos no les da la facultad necesaria para que perdonen o remitan pecados. . . .
“El obispo, y otros que desempeñan cargos comparables, pueden perdonar en el sentido de pasar por alto los castigos. En nuestra libre interpretación a veces llamamos ‘perdón’ a este acto, pero no es perdón en el sentido de ‘borrar’ o absolver. La exclusión del castigo significa, sin embargo, que no ha necesitado volver a juzgar al individuo por el mismo error, y que puede ser activo y gozar de la confraternidad de los miembros de la Iglesia. Al recibir la confesión y al excluir los castigos, el obispo está representando al Señor. Ayuda a llevar la carga, alivia al apremio y tensión que pesan sobre el transgresor y le asegura la continuación de su actividad en la Iglesia.
“El Señor, sin embargo, es el que perdona el pecado.” (Véase El Milagro del Perdón, pág. 340.)
Consecuencias de violar las leyes del Señor
Muchos en el reino del Señor reciben reprensión y sobre las leyes de Él y la aplicación de las mismas, pero nadie está por encima de su ley (véase Doctrina y Convenios 20:80; 107:84). Todos los miembros están sujetos a los requisitos de esa ley y todos reciben las bendiciones prometidas si se someten a ella. El Salvador enseñó que las leyes del evangelio son inmutables. Si una persona se halla fuera del evangelio del Señor y desea hallar algún nombre que actúa mal, que se siente, o un élder, etc., hay un tribunal que juzgará el caso con el correr del tiempo, hay una autoridad ante la cual pueden ser juzgados. No hay tanto, que nadie se vuelva contra la causa de Dios y diga que en el campo que lleva a la destrucción, actuando alguien ha actuado mal. El alma que peca debe sobrellevar su propio castigo. Si se aparta de senda de su deber, no va a destruir el evangelio de Jesucristo, ni siquiera un solo principio de la verdad eterna, puesto que seguirá siendo el mismo; y elello enviará de seguro contra vosotros el fuego. “Y si en ese caso, los tendré que arrastrar mis propios pecados y no los de los demás. . . . Lo mismo sucede con todos los hombres” (Millennial Star, dic. de 1844, pág. 111).
Quien elija actuar en contra de las leyes de Dios se encuentra ante una alternativa: arrepentirse y permitir que la expiación de Cristo satisfaga las demandas de la justicia, o no arrepentirse y satisfacer la justicia mediante el propio sufrimiento y la pérdida de todas las bendiciones. Lo primero lleva a la vida eterna. Lo último a ser desechado de la presencia de Dios en las eternidades (véase Alma 42:16).
Si alguien que ha pecado se arrepiente plenamente, la expiación de Cristo permite que la ley de la misericordia tenga efecto y se libre de toda sanción demandada por la ley de la justicia. El arrepentimiento no se produce sin algo de dolor. Quien escoge pecar no puede evitar el dolor. Si no hubiera castigo, el arrepentimiento no sería posible (véase Alma 42:16). Aun así, arrepintiéndose el hombre puede recibir el perdón de pecados (véase Doctrina y Convenios 58:42–43; 61:2; 64:7).
El presidente Spencer W. Kimball escribió sobre el castigo de los pecados cuando el hombre no se arrepiente:
“Todo desvío del camino recto es grave. El que viola una ley se hace culpable de todas, dicen las Escrituras (Santiago 2:10). Sin embargo, existen ofensas menores que, aun cuando el Señor, ni sus siervos, ni la Iglesia pueden pasar por alto, no se castigan severamente. Por otra parte, hay pecados graves que deben considerarse con la asistencia de un tribunal y los cuales ponen en peligro la posición del pecador en la Iglesia.
“Los castigos que la Iglesia impone por causa del pecado incluyen privaciones, tales como la suspensión de los privilegios del templo, de ascenso en el sacerdocio, de tener cargos en la Iglesia y otras oportunidades de prestar servicio y de perfeccionarse. Estas privaciones resultan de los errores que no siempre se castigan tomando medidas severas, pero los cuales hacen al ofensor indigno de dirigir y recibir altos honores y bendiciones en el reino de Dios. Todos éstos son retrasos en nuestro desarrollo porque la persona recae sobre sí misma. . . .
“Si él [el líder del sacerdocio] considera a alguien indigno de recibir estos gloriosos privilegios del templo, puede castigarlo reteniendo este privilegio. Se suspenden muchas otras bendiciones a fin de dar tiempo al individuo para que eleve su manera de vivir a la altura de la norma requerida. Así que, la privación es el método acostumbrado de disciplina en la Iglesia. En casos extremos. . . el transgresor quedará privado de la actividad y participación en la Iglesia hasta que el sacerdote lo haga separar totalmente de la Iglesia mediante la excomunión.” (Véase El Milagro del Perdón, págs. 334–335.)
El presidente Kimball también explicó que los líderes tienen la responsabilidad de tratar a los miembros que se hallan en transgresión según las leyes del reino de Dios, y, en ausencia del arrepentimiento, de retirarle la confraternidad o privilegios. Pero no tienen “autoridad para juzgar a los hombres en los asuntos que sólo tienen la propiedad de la vida, ni para quitarles los bienes de este mundo, ni poner en peligro la vida o el cuerpo, ni imponer sobre ellos castigos físicos” (Doctrina y Convenios 134:10).
Mucha son las preguntas que se hacen respecto a cómo ancinar a los transgresores de la ley de Dios. Las siguientes son algunas de las más corrientes:
¿Por qué es necesaria la confesión como parte del arrepentimiento y del perdón? El Señor la requiere (véase Doctrina y Convenios 19:20; 58:42–43; 61:2; Mosíah 26:29; I Juan 1:9; Proverbios 28:13). Al confesar, el miembro demuestra su deseo de someterse a la voluntad de Dios, su humildad y deseo sincero de recibir perdón.
“Conociendo el corazón de los hombres, así como sus intenciones y habilidades para arrepentirse y regenerarse, el Señor, antes de perdonar, espera hasta que el arrepentimiento haya madurado. El transgresor debe tener un ‘corazón quebrantado y un espíritu contrito,’ y estar dispuesto a humillarse y hacer todo lo que sea requerido. La confesión de sus pecados a los mayordomos y la autoridad pertinente de la Iglesia es uno de los requisitos establecidos por el Señor.” (Kimball, El Milagro del Perdón, pág. 179.)
El líder al que se le hace la confesión queda como testigo de que el arrepentimiento ha ocurrido (Doctrina y Convenios 6:28; 2 Corintios 13:1).
Confesando el transgresor demuestra que no está tratando de esconder sus pecados y vivir una mentira (véase Doctrina y Convenios 121:37).
El líder al que se le hace la confesión puede ayudar al transgresor en su lucha por resistir la tentación relacionada con las transgresiones y puede ayudarlo a completar todos los pasos que debe dar para ser totalmente perdonado. El obispo Robert L. Simpson dijo:
“Muy pocos hombres, si los ha habido, tienen la fortaleza para ascender solos esa colina, y quiero que se piense que se todo cuesta arriba. Se requiere la ayuda de alguien que verdaderamente os ame, alguien que haya sido divinamente comisionado para ayudaros confidencial, silenciosa y certeramente; y quisiera recalcar la palabra confidencial porque, como dije antes, Satanás ha difundido el falso rumor de que muy raras veces se guardan las confidencias.” (Véase Liahona, enero de 1978, pág. 35.)
¿Ante quién se debe confesar? El presidente Stephen L. Richards dijo que la confesión debe hacerse “ante el Señor, naturalmente, pues su ley ha sido violada. A las personas agraviadas y si es necesario compensar el daño causado. Y luego, ciertamente, al representante del Señor, su juez en Israel, bajo cuya jurisdicción eclesiástica vive el ofensor. . . .
“. . . el orden de la Iglesia dicta que la confesión se haga ante el obispo.” (En Conferencia Report, abril de 1954, págs. 111–12.)
El presidente Spencer W. Kimball escribió lo siguiente:
“Muchos sinceros confesores que por largo tiempo habían sofocado su conciencia, provisionalmente por lo menos, con unas pocas palabras de disculpa dichas a su obispo o presidente de rama, se dan cuenta de que no fue suficiente confesión de sus pecados. Pero yo he enseñado mi pueblo y al Padre Celestial —insistiendo en decir— ‘yo he todo cuanto se necesita’. Esto no es verdad cuando se trata de un pecado mayor. En este caso se requieren dos clases de perdón para traer paz al transgresor: la primera, de las autoridades correspondientes de la Iglesia del Señor, y la segunda, del Señor mismo” (El Milagro del Perdón, pág. 179).
El élder Bruce R. McConkie escribió:
“Para alcanzar el perdón hay que confesar todos los pecados al Señor. El pecador debe abrir su corazón al Todopoderoso y con sincer pena declarar el error de sus pasos y rogar que se le dé gracia.” (Véase Doctrina y Convenios 64:7.)
“Además, los pecados que muestran bajeza moral —pecados serios por los que se podría convocar a los tribunales de la Iglesia para que se ponga a juicio la conducta eclesiástica del transgresor— deben confesarse ante el oficial que corresponda.” (Mormon Doctrine, págs. 292–293.)
La confesión y la información recibida de un miembro se mantienen en carácter estrictamente confidencial.
¿Qué sucede si una persona peca seriamente y no está dispuesta a confesar? Lea en Doctrina y Convenios 41:5; 42:88, 75–77; 58:60; 64:12; Miqueas 3:7–36; Moroni 6:7.
¿Qué valor tienen los tribunales de la Iglesia? Los tribunales de la Iglesia se convocan para fomentar el bienestar espiritual de los miembros y mantener el más alto nivel de pureza en la Iglesia (véase Doctrina y Convenios 64:12–13). Los tribunales proveen camino para que el pecador abandone el pecado y quede en buena posición ante el Señor y su Iglesia. Los que componen los tribunales están interesados en el bienestar espiritual del miembro que es juzgado. Los tribunales de la Iglesia son tribunales de amor.
El élder Robert L. Simpson nos dice:
“Finalmente, la persona encuentra nueva seguridad en la libertad que produce al usar su habilidad de dejar el problema tras de sí. Se le quita una carga de encima; se saca otra barrera del camino a la exaltación. La nueva paz interior reemplaza al corazón atribulado, y así antes se halla libertad, ahora se halla conciencia limpia. Cuando una transgresión grave requiera el enfrentamiento con un tribunal, os prometo, queridos amigos, que el procedimientos es bondadoso y fraternal. El sistema judicial de la Iglesia es justo. Tal como se ha dicho en muchas ocasiones, estos son tribunales de amor con el único objetivo de brindar ayuda a los miembros de la Iglesia a fin de que vuelvan a la senda debida. En el plan del Padre Celestial no hay intención de menoscabar a sus hijos. Todo se ha planeado para facilitar nuestro regreso, no para obstaculizarlo.” (Cast Your Burden upon the Lord, en Speeches of the Year, 1974 [Brigham Young University Press, 1975], págs. 57–58.)
¿En razón de qué se puede convocar un tribunal de la Iglesia?
Cuando se presenta cualquiera de las circunstancias siguientes se puede convocar al tribunal de la Iglesia para considerar el asunto:
- Una conducta anticristiana.
- Violación deliberada de las normas y convenios de la Iglesia, o que la persona manifiesta a través de su actitud que ya no cree en la Iglesia.
- Asociación con cultos apóstatas.
- Graves infracciones del código moral. (Esto incluye la fornicación, adulterio, el aborto, la homosexualidad, el incesto, el abuso sexual de los niños. También incluye la crueldad contra los miembros de la familia, el robo, la malversación de los fondos de la Iglesia o de otras personas, y otros pecados que tienen que ver con la moral.)
En algunas ocasiones la convocatoria de los tribunales es obligatoria. Tales casos son:
- El asesinato.
- La conducta que pone en peligro la fe de otros miembros de la Iglesia.
- Graves transgresiones que son conocidas públicamente.
- Pecados serios cometidos cuando el transgresor ocupa cargos de responsabilidad en la Iglesia.
- Casos reiterados de mala conducta.
- Otras situaciones en las que el Espíritu del Señor así lo indique.
No es necesario convocar un tribunal cuando los miembros son totalmente inactivos en la Iglesia (a menos que estén influyendo en otros hacia la apostasía, o si presentan por escrito una solicitud de excomunión). No se debe convocar un tribunal para juzgar a un miembro que esté concurriendo a otra Iglesia a menos que se trate de un culto apóstata. (Véase Cursos de estudio de la Sociedad de Socorro, 1978–1979, págs. 41–44.)
¿Qué tribunales hay en la Iglesia y qué jurisdicción tiene cada uno? Hay tres clases de tribunales en la Iglesia:
- El tribunal del obispo (véase Doctrina y Convenios 107:68–72).
- El tribunal del sumo consejo de la estaca (véase Doctrina y Convenios 102:1–23).
- El tribunal de la Primera Presidencia (Doctrina y Convenios 107:78–81; 68:22–24).
El tribunal del obispo, integrado por el obispo y sus consejeros, tiene autoridad sobre todos los miembros del barrio. El tribunal del sumo consejo de la estaca y el sumo consejo, tiene jurisdicción sobre todos los miembros de la estaca. La Primera Presidencia y el Consejo de los Doce forman el tribunal de la Primera Presidencia y pueden resolver el caso de cualquier miembro de la Iglesia. Se puede apelar la decisión del tribunal sobre cualquier miembro de la Iglesia. Se puede apelar el juicio del tribunal del obispo ante el tribunal del sumo consejo y la de éste ante el tribunal de la Primera Presidencia (véase Doctrina y Convenios 102:27; 107:78). Todos estos tribunales tienen el poder de suspender los derechos de miembro o excomulgar. Sin embargo, el tribunal del obispo sólo puede excomulgar a quienes no tengan el Sacerdocio de Melquisedec. (Véase Cursos de estudio de la Sociedad de Socorro, 1978–1979, págs. 41–44.)
¿Cuáles son los resultados posibles de la acción de un tribunal de la Iglesia?
Los tribunales pueden tomar cuatro decisiones: la exoneración, un período de prueba, la suspensión de derechos, o la excomunión.
La exoneración significa que el tribunal puede llegar a la conclusión de que la persona es inocente de los cargos y que no hay necesidad de tomar ninguna medida.
Período de prueba significa que el obispo u otro juez determinará las metas y el curso de acción que seguirá la persona para demostrar su arrepentimiento. Si la persona cumple con las condiciones, no se requerirá nada más. Sin embargo, si no muestra verdadero arrepentimiento, el tribunal de la Iglesia puede convocarse de nuevo para tomar otra determinación.
La suspensión de derechos de miembro significa que la persona que así es sancionada pierde las bendiciones que se obtienen por medio de la actividad y participación en la Iglesia. Puede concurrir a las reuniones (excepto a las del sacerdocio y a las de auxilios de la Iglesia), pero no puede dar discursos ni orar o dar oración en reuniones. No puede participar de la Santa Cena, ni tener una recomendación para ir al templo, ni ocupar un cargo en la Iglesia, ni tampoco puede ejercer el sacerdocio en forma alguna. Sin embargo, se le permite pagar los diezmos y ofrendas y, si ha recibido la investidura, se le permite seguir usando el garment del templo.
La excomunión es la sanción que se aplica a los miembros y que en muchos pasajes de Doctrina y Convenios se le llama también expulsar o desarraigar (véase Doctrina y Convenios 41:5; 42:21, 23; 26, 28, 37, 73; DyC 1:14; 58:8; 56:10; 81:5; 104:9; 133:63; Doctrina y Convenios 20:38). Concerniente a la excomunión, el presidente Spencer W. Kimball dijo:
“En las Escrituras se habla de ‘expulsar’ o ‘desarraigar’ a los miembros de la Iglesia, o causar que sus nombres sean ‘borrados’. Esto se refiere a la excomunión. Este terrible paso significa que el individuo queda completamente separado de la Iglesia. La persona que es excomulgada pierde su lugar como miembro de la Iglesia con todas las bendiciones consiguientes. Con frecuencia, el excomulgado, se halla en peor situación que antes de unirse a la Iglesia. Ha perdido al Espíritu Santo, su sacerdocio, sus derechos al templo y sellamientos, sus privilegios y su derecho a la vida eterna. Es de más triste que pudiera padecer pobreza, persecución, enfermedades y aun la muerte. Un verdadero Santo de los Últimos Días preferiría mucho mejor ver a uno de sus seres amados en el féretro que excomulgado de la Iglesia. Si el que ha sido expulsado no experimentara esta sensación de soledad e impotencia y pérdida excesiva, sería una evidencia de que no entendió el significado de la excomunión.
“El que es excomulgado no tiene ningún privilegio en la Iglesia. No puede asistir a la reunión de sacerdocio (ya que no posee el sacerdocio); no puede participar de la Santa Cena, ni prestar servicio en los cargos de la Iglesia, ofrecer oraciones ante la congregación o hablar en las reuniones; no puede pagar diezmos sino en ciertas condiciones, según lo que determine el obispo. Se le ha ‘desarraigado,’ ‘expulsado’ y puesto en las manos del Señor para el juicio final. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!’ (Hebreos 10:31).” (El Milagro del Perdón, págs. 336, 337.)
¿Qué sucede si la persona suspendida o excomulgada se arrepiente?
El élder Kimball enseñó que cuando se le suspenden los derechos a un miembro, queda en sus manos que “continúe en sus esfuerzos por ser fiel y se muestre digno de hacer todo lo que normalmente se le permitiría hacer. Cuando esto se ha hecho suficientemente, a satisfacción del tribunal de la Iglesia que impuso el castigo, generalmente se puede restaurar la mano de confraternidad al que ha errando y permitirle actividad y participación completas.” (El Milagro del Perdón, pág. 336.)
El élder Kimball siguió diciendo que “existe la posibilidad de que un excomulgado vuelva a las bendiciones de la Iglesia con todos sus derechos de miembro, cosa que se puede lograr únicamente por medio del bautismo después de un arrepentimiento satisfactorio. El camino es difícil y áspero, y sin la ayuda del Espíritu Santo para susurrar y suplicar, advertir y alentar, la subida de la persona es infinitamente más difícil si el fuera a arrepentirse de haber perdido el Espíritu Santo, su poder como miembro y la confraternidad de los santos. El tiempo requerido es usualmente largo, largo en extremo, como lo afirmarán aquellos que han luchado por volver. Cualquiera de los que finalmente han sido restaurados dará el mismo consejo: ‘Arrepentíos primero; no te permitas llegar a la excomunión si hay manera posible de salvarte de esa siniestra calamidad!’” (El Milagro del Perdón, pág. 337.)
¿Deben los miembros recurrir a las autoridades civiles o eclesiásticas para resolver sus problemas?
“Los miembros de la Iglesia deben intentar remediar sus propias dificultades lejos de traerlas ante la Iglesia. Los maestros orientadores deben procurar, si es posible, reconciliaciones amistosas entre miembros en litigio. Cuando estos medios, que son los mejores, fracasan, entonces las disputas deben llevarse ante los oficiales de la Iglesia para que los líderes las examinen y tomen una determinación.” (Widstoe, Priesthood and Church Government, págs. 206–207.)
“La corte de la Iglesia nunca debe contradecir a las decisiones de las cortes civiles, ni se ocupará de asuntos cubiertos por los estatutos de la ley civil, a no ser en casos en los que la iniquidad y depravación son evidentemente manifestadas. En tales casos la persona puede ser condenada en ambas cortes.” (Widstoe, Priesthood and Church Government, págs. 206–207.)
Lea Doctrina y Convenios 42:78–93; 1 Corintios 6:1–8.
Sugerencias para evitar el engaño
Introducción
Desde los concilios realizados en el mundo preexistente, Lucifer ha procurado “la miseria de todo el género humano” (2 Nefi 2:18). “Pretendió destruir el albedrío del hombre” (Moisés 4:3) y “engañar y cegar a los hombres y llevarlos cautivos. . . a cuantos no quieran escuchar [la] voz [del Señor]” (Moisés 4:4). El presidente Joseph F. Smith advirtió a los santos que Satanás continúa sus obras:
“No olvidéis que el diablo tiene gran poder en la tierra, y que por todos los medios busca oscurecer la mente de los hombres y luego los ofrece falsedad y engaño con apariencias de la verdad. Satanás es un hábil imitador y, a medida que la verdad del evangelio se da al mundo en mayor abundancia, él esparce doctrinas falsas. Sed conscientes de sus sutiles acechanzas y no adquiriréis nada sin discernimiento, deseo y la muerte espiritual. Se le ha llamado el ‘padre de las mentiras’, pues a través de la falsedad, la hipocresía, el halago y las falsas apariencias, si le fuera posible, engañaría a todos los hombres y mujeres de la tierra.” (Ensign, oct. 1902, pág. 562.)
El Señor ha advertido que en los últimos días falsos profetas y falsos Cristos procurarán engañar al mundo y que el poder de Satanás sería tan grande que engañaría, si fuere posible, aun a los mismos escogidos, que son los escogidos conforme al convenio” (véase José Smith—Mateo 22). Es importante entender los principios que nos permitirán evitar que Satanás nos engañe.
Los dones y frutos del Espíritu en la Iglesia de Cristo
En diciembre de 1839 el profeta José Smith, que había ido a Washington, D. C., a buscar reparación a los daños sufridos por los santos, se entrevistó con el presidente de los Estados Unidos. En la entrevista se le preguntó al Profeta en qué diferíamos de las religiones de la época. La respuesta fue que todas las diferencias podían resumirse en una más importante, la cual es que nosotros poseemos el don del Espíritu Santo (véase History of the Church, 4:42*).
Doctrina y Convenios provee la guía más completa de los dones del Espíritu (véase Doctrina y Convenios 46:13–25; compárese con 1 Corintios 12:7–10 y Moroni 10:8–17).
Haga una lista de los dones del Espíritu mencionados en Doctrina y Convenios 46:13–25.
- Versículo 13. ___________________________
- Versículo 14. ___________________________
- Versículo 15. ___________________________
- Versículo 16. ___________________________
- Versículo 17. ___________________________
- Versículo 18. ___________________________
- Versículo 19. ___________________________
- Versículo 20. ___________________________
- Versículo 21. ___________________________
- Versículo 22. ___________________________
- Versículo 23. ___________________________
- Versículo 24. ___________________________
- Versículo 25. ___________________________
La importancia de conocer los dones y obras del Espíritu queda demostrada en la advertencia que hizo el Señor antes de indicar cuáles son: “Cuidaos a fin de que no os engañen; y para que no seáis engañados, buscad diligentemente los mejores dones, recordando siempre que son dados” (Doctrina y Convenios 46:8).
El profeta José Smith dijo que la manifestación de los dones del Espíritu en la dispensación pública sino es bien para beneficio de quienes ya eran creyentes “entonces esforzaos por establecer la obra de Dios” (véase History of the Church, 5:27–29; Enseñanzas, págs. 294–301). La autoridad de los dones espirituales siempre ha sido concedida para bendecir e iluminar a los miembros de la Iglesia, no para que se exhiban.
El élder Joseph Fielding Smith comparó los dones del Espíritu con las bendiciones del Espíritu Santo con los que no los merecen:
“Cuanto más busquemos conocer las cosas que el Señor nos ha revelado, tanto más probable será que seamos desviados porque todo falso maestro procurará desviarnos de toda verdad, tratando de conducirnos por caminos de error para confundirnos con lo que el Señor ha declarado en las revelaciones que ha hecho. Es sumamente importante que conozcamos las escrituras y obedezcamos todos los mandamientos del Señor se vuelve vulnerable al engaño porque el Espíritu del Señor no está con él para guiarlo, dirigirlo y para mostrarle el camino de la verdad y la justicia. De ahí que ese se encuentra con un concepto erróneo y lo acepta porque no entiende la diferencia entre la verdad y el error. Quiero deciros que en este mundo hay mucho error que se acepta como si fuera la verdad. Corresponde a todos nosotros buscar a Dios y, como lo dijo el Profeta, acercarnos a Él. Y cuanto más intentemos hacer su voluntad, más luz recibiremos y menos será el peligro de que seamos engañados” (En Conference Report, abril de 1940, págs. 98–99.)
Algunas manifestaciones no son del Espíritu
Usando como guía Doctrina y Convenios, el élder Marion G. Romney aportó las siguientes reglas para ayudarnos a discernir las diferencias de manifestaciones:
“En la declaración hecha en la revelación sobre los dones espirituales, ‘… a algunos les es dado por el Espíritu Santo discernir las diversidades de operaciones, si es que son de Dios, … y a otros, discernir espíritus’ [Doctrina y Convenios 46:16, 23], parece ser que hay algunas manifestaciones sobrenaturales que no se producen mediante el poder del Espíritu Santo. La verdad es que hay muchas que no provienen de esa fuente. El mundo está lleno de falsificaciones y de engaños. Siempre ha sido así. . . .
“El Señor advirtió a los santos que andaran rectamente ante Él, haciendo todas las cosas con oración y acción de gracias para no ser. . . ‘seducidos por espíritus malos, ni por doctrinas de demonios, ni por los mandamientos de los hombres’ [Doctrina y Convenios 46:7].
“Estas citas no sólo apoyan la posición de que existen manifestaciones falsas del Espíritu, sino también ayudan a organizar ideas de las mismas. Sin embargo, no se requiere que nos basemos solamente en estas implicaciones, que son claras, pues el Señor declara específicamente que algunos de los engaños ‘son de los hombres y otros de los demonios’ [Doctrina y Convenios 46:7].
“Algunas de estas imitaciones son tan obvias que con facilidad pueden detectarse, otras imitan muy bien las verdaderas manifestaciones del Espíritu. En consecuencia, confunden y engañan a la gente. Sin una clave, uno no puede diferenciar entre lo genuino y lo falso.” (En Conference Report, abril de 1956, pág. 70.)
La diferencia entre las manifestaciones del Espíritu y las imitaciones
El profeta José Smith recalcó la importancia de poder discernir o diferenciar entre las manifestaciones del Espíritu y las imitaciones, entre lo genuino y lo falso:
“El hombre debe tener el don del discernimiento de espíritus antes de poder sacar a la luz del día esa influencia infernal y descubrir al mundo en todo su aspecto diabólico, hórrido y destructor del alma; ningún palabra pervertida más a los hijos de los hombres que esta bajo la influencia de un espíritu falso creyendo que tienen el Espíritu de Dios. Miles han sentido la influencia de su terrible poder y perniciosos efectos. Se han emprendido largas peregrinaciones, se han hecho penitencias, y el dolor, la miseria y la ruina han seguido sus huellas; naciones han sido trastornadas, reinos derribados, provincias asoladas y la sangre, la matanza y la desolación han sido la vestidura con que se ha cubierto” (Enseñanzas, pág. 248).
Doctrina y Convenios expone el siguiente principio que es sencillo y poderoso a la vez: “Y lo que es edificado no es de Dios, y es tinieblas. Lo que es de Dios es luz; y el que recibe luz y la preserva en Dios, recibe más luz, y esa luz aumenta más y más en proporción hasta el día perfecto. . . . Y lo que es de Dios da luz a la verdad, a fin de que podáis discernir las tinieblas de entre vosotros” (Doctrina y Convenios 50:23–25).
La manifestación de los dones espirituales es para la edificación del pueblo de Dios. Pero hay manifestaciones de poder sobrenatural que se dan fuera de la Iglesia, y hay hombres que reclaman tener poderes espirituales. El élder Marion G. Romney, al hablar acerca del principio de los dones espirituales, dijo:
“Esta es una prueba clave. . . los dones del espíritu se manifiestan mediante el poder del Espíritu Santo, y si el don del Espíritu Santo las manifestaciones de sus dones no llegan. . .
“Así se que quien nunca recibió el del Espíritu Santo no puede obrar milagros mediante su poder.
“Y bien, sabemos que hay sólo una forma de obtener el don del Espíritu Santo, y es mediante las ordenanzas prescritas de bautismo por inmersión para la remisión de los pecados y la imposición de las manos para otorgar el don del Espíritu Santo.” (En Conference Report, abril de 1956, pág. 72.)
Los que pervierten las leyes del Señor
En la Iglesia primitiva se advirtió a los miembros que se cuidaran de los “lobos” en el rebaño, los que pervertirían el evangelio de Cristo (Hechos 20:29). El presidente Harold B. Lee advirtió que estas amonestaciones tienen vigencia hoy día:
“Hay entre nosotros algunos que actúan como lobos; con ello me refiero a algunas personas que profesan ser miembros de esta Iglesia y que no perdonan al rebaño. Entre los propios miembros de la Iglesia se están levantando hombres que pervierten con sus palabras. Me refiero a los que tergiversan lo correcto y con obstinación se aferran a lo malo o incorrecto a fin de alejar de la Iglesia a los miembros débiles o desprevenidos para llevarlos tras ellos.
“Nosotros en la actualidad nos maravillamos, igual que el apóstol Pablo, de que algunos miembros se alejen tan rápidamente de aquellos que les enseñaron el evangelio así como de las enseñanzas verdaderas del evangelio de Cristo, que se desvían hacia algo que corrompe las verdaderas doctrinas y las vuelven prácticas inicuas.” (Véase Liahona, septiembre de 1973, pág. 30; véase Gál. 1:6–12.)
El presidente Joseph F. Smith describió a los que por lo general son responsables de presentar ideas y afirmaciones falsas a los miembros de la Iglesia:
“Entre los Santos de los Últimos Días la predicación de doctrinas falsas disfrazadas como verdades del evangelio puede esperarse prácticamente sólo de dos clases de personas. Ellas son:
“Primero: el ignorante irremediable, cuya falta de inteligencia al seguir es sólo igual a la de ceguera que sólo hace un débil esfuerzo, si es que lo hace, de aprender leyendo y estudiando. Los que sufren una enfermedad terrible que puede llegar a ser un mal incurable: la pereza.
“Segundo: los orgullosos cuyo entendimiento se ha oscurecido por su propia presunción; los que interpretan las reglas de acuerdo con su propio criterio; los que se rigen por sus propias leyes, creen únicos jueces de los hechos y que son más ignorantes que los primeros.” (Juvenile Instructor, diciembre de 1906, págs. 178.)
Claves para discernir la verdad del error
Con semejantes fuerzas en marcha en la Iglesia, uno debe aprender a combatir a Satanás. El élder Marion G. Romney presentó una lista de pautas para ayudar a distinguir entre la verdad divina y aquello que simula serlo:
“Todo lo que se afirme ser parte del evangelio de Jesucristo puede ser puesto a prueba:
“1. ¿Proviene de la sabiduría de los hombres o fue revelado desde el cielo? Si se originó en la sabiduría del hombre, no es de Dios. . . .
“2. ¿Lleva la enseñanza la etiqueta apropiada? . . . Si cualquier enseñanza que pretende ser de Cristo viene bajo otra etiqueta, podemos saber que no es de Dios. . . .
“3. . . . La enseñanza no sólo debe venir bajo la etiqueta apropiada, sino que debe concordar con los principios del evangelio de Jesucristo.
“4. . . . Viene por las vías establecidas y apropiadas de la Iglesia?” (En Conference Report, octubre de 1960, págs. 76–77.)
Un examen más minucioso de las cuatro pruebas sugeridas por el élder Romney demostrará ser útiles a cualquier persona que busque evitar el engaño.
1. ¿Es de Dios o del hombre? El enemigo siempre se encuentra en Doctrina y Convenios: “Mas en todo se os manda pedir a Dios, el cual da liberalmente; y que el Espíritu os testifique, os dijere o que hiciereis con toda santidad de corazón, andando rectamente ante mí, considerando el fin de vuestra salvación, haciendo todas las cosas con oración y acción de gracias, para que no seáis seducidos por espíritus malos, ni por doctrinas de demonios, ni los mandamientos de los hombres; porque unos son de los hombres y otros de los demonios” (Doctrina y Convenios 46:7).
El élder Romney señaló que muchos están familiarizados “con la gran doctrina enseñada por Pablo de que las cosas de Dios se disiernen mediante el poder de Dios, y que las cosas de los hombres se entienden mediante la sabiduría de los hombres. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14).
“No tenemos necesidad de ser engañados por el conocimiento del mundo; podemos discernir, sin duda, a todas doctrinas que están fundadas en dicha sabiduría.” (En Conference Report, oct. de 1960, pág. 77.)
2. Porta la enseñanza la etiqueta adecuada? Aunque algunas afirmen representar a Cristo por lo general lo hacen bajo la apariencia de otra autoridad, una denominación, especial o sectaria: “Así mismo, os digo que ya ningún evangelio o doctrina vendrá en adelante por revelación o por el don del Espíritu Santo, sino por ordenación por alguien que tenga autoridad, y se le enseñe que tiene autoridad, y que ha sido debidamente ordenado por las autoridades de la Iglesia” (Doctrina y Convenios 42:11).
El élder Romney preguntó: “¿Cómo puede alguien aceptar doctrinas de una autoridad proveniente de alguna fuente secreta declarada para la Iglesia? El Señor no pudo haber explicado con más claridad que la autoridad debe venir mediante el orden establecido y que el Presidente de la Iglesia está a la cabeza de ese orden”. (En Conference Report, oct. de 1960, pág. 77.)
El presidente Harold B. Lee advirtió que algunas personas no sigan la línea de autoridad de la Iglesia:
“Os exhortamos, poseedores del sacerdocio, a que desechéis cualquier cosa semejante [doctrinas falsas] y rechacéis a las personas que se presentan diciendo que han experimentado cierta clase de manifestación ‘maravillosa’ y que tratan de guiar a la gente por un sendero que no es el indicado por la cabecera de la Iglesia.
“Como dije, no deja de asombrarme cuán crédulos son algunos de nuestros miembros en propagar estos sueños, historias o visiones sensacionales, alegando que algunos han sido dadas a los líderes de la Iglesia, pasados o presentes, y supuestamente contienen el diario personal de alguna persona, sin previamente verificar el informe en las autoridades correspondientes de la Iglesia.
“Si nuestra gente desea ser guiada con seguridad durante estos tiempos turbulentos de engaños y rumores falsos, deben seguir a sus líderes y buscar la guía del Espíritu del Señor, a fin de evitar ser presa de astutos manipuladores que, con argumentos falaces, tratan de llamar la atención y ganar seguidores para satisfacer sus propias inclinaciones y algunas veces sus motivos siniestros.” (Discursos de conferencias generales 1970–1972, págs. 312–313.)
A veces, personas de renombre en una determinada materia exponen sus puntos de vista en cuanto a religión, y se toman en cuenta con gran respeto por causa de su gran conocimiento en ese campo. El élder Boyd K. Packer nos advirtió en cuanto a este tipo de personas que citan cosas del reino:
“Muchos gigantes académicos resultan al mismo tiempo pigmeos espirituales, y si ése es el caso, son también normalmente débiles. Este tipo de persona puede convertirse en miembro autonominado del grupo determinado a destruir las obras de Dios.
“Cuidado con el testimonio de quien es inmaduro, irreverente o inmoral, que destroza y no tiene nada para poner en lugar de lo que echa abajo.” (En Conference Report, abril de 1974, pág. 138.)
¿Concuerda la enseñanza con los principios del evangelio de Jesucristo?
Aunque una persona mantenga que su mensaje es de Dios o aprobado por la Iglesia, si no está de acuerdo con la doctrina establecida, no puede considerarlo así. Los libros canónicos y la instrucción dada por los profetas vivientes son la vara medidora con la que deben evaluarse las enseñanzas del evangelio. El presidente Joseph Fielding Smith recalcó la importancia de basarse en las Escrituras para juzgar:
“No importa qué esté escrito, o lo que cualquier haya dicho; o si alguien que se halle en lo más alto haya dicho algo y el Espíritu Santo no lo concuerda con la verdad, podemos rechazarlo. Las palabras y las enseñanzas de cualquiera de los hombres de la Iglesia, ya sea muerto o vivo, deben medirse por las normas de los libros canónicos de la Iglesia.” (Doctrina de Salvación, 3:191.)
En Doctrina y Convenios 49:15–22 podemos ver un ejemplo de la guía que dan las Escrituras en los asuntos de problemas doctrinales. Esta revelación se recibió para refutar las doctrinas falsas que enseñaban los shakers, uno de los cuales se habían convertido a la Iglesia. Después de leer esta revelación, anote los cinco principios erróneos que se mencionan en el pasaje:
¿Viene la enseñanza por las vías establecidas y apropiadas de la Iglesia?
En la época de la organización de la Iglesia en esta dispensación, el Señor enseñó a los santos la importancia del Profeta y Presidente de la Iglesia:
“Por tanto, vosotros, refiriéndose a la iglesia, dad oído a todas sus palabras y mandamientos que os dará según los reciba, andando delante de mí con toda santidad; porque recibiréis su palabra con toda fe y paciencia como si viniera de mi propia boca. Porque si hacéis estas cosas, las puertas del infierno no prevalecerán contra vosotros; sí, y Dios el Señor dispersará los poderes de las tinieblas de ante vosotros, y hará sacudir los cielos para vuestro bien y para la gloria de su nombre.” (Doctrina y Convenios 21:4–6.)
Quienes alegan tener nuevas doctrinas lo hacen fuera del orden establecido en el reino del Señor. El profeta José Smith advirtió a los santos a principios de esta dispensación en cuanto a los que intentaran manejarse fuera de los límites de la mayordomía dada a ellos por el Señor:
“Permítame informarle que es contrario al sistema de Dios que un miembro de la Iglesia, o cualquiera otro, reciba instrucciones para los que poseen una autoridad mayor que la de ellos; por consiguiente, desde luego verá usted la impropiedad de hacerles caso; mas si una persona tiene una visión o recibe la visita de un mensajero celestial, debe ser para su propio beneficio e instrucción, porque los principios, gobierno y doctrinas fundamentales de la Iglesia están comprendidos en las llaves del reino.” (Enseñanzas, págs. 18–19.)
El presidente Joseph F. Smith dio la siguiente enseñanza respecto a quienes se apartan del principio del orden establecido divinamente:
“En el mismo momento en que las personas revelan en cualquier otra fuente, se vuelven vulnerables a la influencia seductora de Satanás y se ponen en una situación que puede conducirles a ser siervos del diablo. Pierden de vista el verdadero orden mediante el cual se puede gozar de las bendiciones del sacerdocio. Se apartan del dominio del reino de Dios y se ubican en un terreno peligroso. Siempre que veáis a un hombre que sostiene haber recibido revelación directa del Señor para la Iglesia, aparte del y en la línea del sacerdocio, podéis considerarlo un impostor” (en Journal of Discourses, 24:189–190).
Doctrina y Convenios da muchas sugerencias para evitar el engaño. Las pasajes siguientes proveen un resumen de los principios comentados.
Doctrina y Convenios 45:56–57. ¿Quién podrá aguantar el día del Señor? ¿Qué será lo que les ayudará a evitar el engaño?
Doctrina y Convenios 52:14–19. ¿Cuál es el modelo dado aquí “para que no seáis engañados”? (Compárese con Doctrina y Convenios 46:8–27.)
Doctrina y Convenios 52:15. ¿Cuáles son los dos principios que aquí se revelan?
Doctrina y Convenios 52:17. ¿Qué se espera de los humildes y fieles produzcan?
Resumen
Las dos declaraciones siguientes resumen las claves dadas para evitar el engaño. El profeta José Smith escribió lo siguiente:
“La gran dificultad radica en la ignorancia de la naturaleza de los espíritus, de las leyes mediante las que son gobernados y las señales mediante las que pueden ser conocidos. Si se requiere el Espíritu de Dios para conocer las cosas de Dios (y el espíritu del diablo solamente puede ser desenmascarado por ese medio), entonces tenemos como consecuencia natural que a menos que una persona o personas tengan la comunicación de revelación de Dios mostrando la operación del espíritu, deben permanecer eternamente en la oscuridad acerca de estos principios. . . . No importa lo que podamos pensar de la revelación . . . en ella no podemos saber ni entender cosa alguna de Dios, o del diablo” (History of the Church 4:573–574).
Segundo, en 1913 la Primera Presidencia de la época (Joseph F. Smith, Anthon H. Lund y Charles W. Penrose) escribió en cuanto a los que hacen alegaciones falsas o declaran doctrinas erróneas:
“Cuando las visiones, sueños, lenguas, profecías, impresiones o cualquier otro extraordinario o inspiración transmiten algo que no está en armonía con las revelaciones aceptadas por la Iglesia, los Santos de los Últimos Días deben saber que no son de Dios por más verosímiles que parezcan. También deben entender que las instrucciones para guiar la Iglesia vendrán por revelación, por intermedio de la cabeza de la Iglesia. Todos los miembros fieles tienen derecho a recibir inspiración del Espíritu Santo para sus propias vidas, para sus familias y para aquellos miembros que están bajo su dirección debido al cargo que ocupan. Pero no se les confiere como algo autorizado o digno de confianza algo que esté en desacuerdo con aquello que viene de Dios mediante la cabeza de la Iglesia. Los miembros de la Iglesia pueden recibir guía divina o revelación en cuanto a sí mismos, pero las manifestaciones espirituales, pero esto no les da autoridad para dirigir a otros, y no deben aceptar cuando sea contrario a las convicciones, doctrina, disciplina o hechos conocidos, dados o demostrados, o el sentido común. Ningún miembro de la Iglesia tiene derecho a inducir a otros para que se empeñen en especulaciones o hechos interesantes en empresas de cualquier tipo mediante engaños o alegatos de revelación divina, visiones, o sueños, especialmente si están en oposición a la voz de la autoridad reconocida, ya sea local o general. La Iglesia del Señor es una ‘casa de orden’ (véase Doctrina y Convenios 88:119) y no se gobierna mediante manifestaciones de orden individuales, sino por el orden y poder del Santo Sacerdocio, a cuyos poseedores en la Iglesia por voz y voto y en las conferencias generales.
“La historia de la Iglesia contiene muchas de estas supuestas revelaciones que pretenden haber recibido impostores y gente fanática. En cada ocasión, estas personas que creyeron en las revelaciones y que trataron de llevar a otras personas a aceptarlas tuvieron como resultado la desilusión, la tristeza y el desastre. Como consecuencia hubo pérdida de dinero y a veces la ruina total.
“No os dejéis guiar por ningún espíritu o influencia que contradiga la autoridad establecida, que contradiga los descubrimientos o principios científicos verdaderos, o que os aparte de las declaraciones de las autoridades constituidas de la Iglesia. El Espíritu Santo no contradice sus propias revelaciones. La verdadera religión concuerda consigo misma. La devoción fanática es con frecuencia la manta del error. Los consejos que el Señor ha dado mediante las personas a quienes Él ha llamado pueden seguiros con toda seguridad. Por lo tanto, Santos de los Últimos Días, observad estas palabras de amonestación!” (Clark, Messages of the First Presidency, 4:285–286).
“Buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe”
Introducción
El profeta José Smith enseñó que “en la resurrección, algunos serán levantados para ser ángeles, otros para ser Dioses” (Enseñanzas, pág. 381). Todos los que reciben el evangelio deberían tener como deseo principal el de elevarse hasta alcanzar el estado santo de la divinidad, de llegar a ser como Dios. Ese es el objetivo más grande del estado mortal. Sin duda, el logro de esa meta requiere los esfuerzos más diligentes, tanto en esta vida como después de la resurrección. Uno de los aspectos más importantes en la obtención de esa meta es aprender cuáles son los principios del evangelio que debemos aplicar para alcanzar la exaltación en el reino de Dios. “En el conocimiento se funda el poder”, dijo el profeta José Smith. “Dios tiene más poder que todos los demás seres, porque tiene más conocimiento, y es por eso que todos dependemos de Él, y Él tiene poder sobre todo.” (History of the Church, 5:340.)
En las muchas declaraciones que encontramos en Doctrina y Convenios, el Señor les dice a los santos que busquen conocimiento, entendimiento y sabiduría, y habla de esos atributos como parte de Su naturaleza. Dios sabe cuán importante es que sus hijos obtengan conocimiento de la verdad, pues no pueden aplicar los principios de rectitud que les permitirán llegar a ser como Él, mientras no los aprendan.
Todos deben buscar conocimiento, con toda diligencia
Doctrina y Convenios aclara muy bien que el Señor quiere que su pueblo esté bien informado: “No busquéis riquezas sino sabiduría” (Doctrina y Convenios 6:7; 11:7). “Y os mando que os enseñéis el uno al otro la doctrina del reino” (Doctrina y Convenios 88:77). “Enseñaos el uno al otro palabras de sabiduría; sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (Doctrina y Convenios 88:118). “[Debeis] estudiar y aprender, y familiarizarse con todos los libros buenos y con los idiomas, lenguas y pueblos” (Doctrina y Convenios 90:15). “Lograd conocimiento de la historia, y de los países y reinos, y de las leyes de Dios y de los hombres” (Doctrina y Convenios 93:53). “Aprenda, pues, todo varón su deber” (Doctrina y Convenios 107:99). “Aprenda sabiduría el ignorante” (Doctrina y Convenios 136:32).
Los líderes de la Iglesia siempre han enseñado la importancia de obtener conocimiento y la influencia que éste tiene en el progreso personal. El presidente Brigham Young dijo que “la religión de los Santos de los Últimos Días, aunque no la comprendan del todo, los impulsaba a buscar conocimiento diligentemente. Nadie hay otro pueblo más ansioso de ver, oír y entender y retener la verdad” (Discourses of Brigham Young, pág. 247). También dijo: “Es deber de los Santos de los Últimos Días, especialmente de los varones, dar a sus hijos la mejor educación religiosa, tanto la de los libros del mundo como de las revelaciones del Señor”. (En Journal of Discourses, 17:45.)
La revelación ha establecido líneas para la adquisición de la educación temporal y espiritual. De acuerdo, el presidente Hugh B. Brown aconsejó a los estudiantes de la Iglesia: “Busquen la educación en los dos campos, el espiritual y el temporal, y trabajen para alcanzar la excelencia tanto en uno como en el otro” (En Conference Report, abril de 1968, pág. 100).
Hablando de las ilimitadas esferas de en las que se puede adquirir conocimiento, el presidente David O. McKay dijo: “La Iglesia respalda la educación. El mismo propósito de su organización es formar la verdad entre los hombres. A los miembros de la Iglesia se les amonesta adquirir conocimiento mediante el estudio y también por la revelación y buscar todo lo que es virtuoso, digno, de buena reputación. Al decir eso no quiere decir que hay ningún límite de dogma o credo, sino que se los deja libres para aventurarse en las esferas del infinito”. (En Conference Report, abril de 1968, pág. 93.)
La Iglesia no sólo enseña la importancia de la educación, sino que es un medio eficaz para ayudar a los miembros a progresar en su conocimiento de la verdad. Al principio de esta dispensación, el Señor mandó que los santos se enseñaran el uno al otro y organizaran escuelas y clases (véase Doctrina y Convenios 55:4; 88:78–79, 118–127). El ejemplo de la ciudad de Nauvoo proveía un sistema educativo que unía todos los grados, desde la escuela primaria hasta niveles universitarios (véase Bennett, Restored Church, págs. 159). Cuantos pioneros se establecieron en la zona occidental de lo que posteriormente llegó a ser los Estados Unidos. Las colonias formaron escuelas para niños y adultos, enseñando temas religiosos y seculares. Con el influjo de personas que no eran mormonas a la zona y el surgimiento de las escuelas públicas, la Iglesia estableció seminarios e institutos de religión al mismo tiempo que respaldaba a las instituciones seculares. Hoy día la Iglesia tiene un sistema educativo mundial que fomenta la educación de los miembros sin asumir la responsabilidad de la educación pública patrocinada por los estados.
El conocimiento es un requisito necesario para el progreso y la salvación
El Profeta enseñó que “Dios, hallándose en medio de espíritu y gloria, porque era más inteligente, consideró propio instituir leyes por medio de las cuales los demás podrían tener el privilegio de avanzar como Él lo había hecho. La revelación que entre Dios y nosotros existe nos coloca en situación tal, que podemos ampliar nuestro conocimiento. Él tiene el poder de instituir leyes para instruir a las inteligencias más débiles, a fin de que puedan ser exaltados como Él, y recibir una gloria tras otra, así como todo conocimiento, poder, gloria e inteligencia que se requiere para salvamos del poder de los espíritus” (Enseñanzas, pág. 439).
El conocimiento es necesario para poder obtener la salvación. De hecho, el hombre no se puede salvar antes de obtener conocimiento de las cosas de Dios (véase Enseñanzas, pág. 263). Doctrina y Convenios enseña: “Es imposible que el hombre se salve en la ignorancia” (Doctrina y Convenios 131:6). Por eso debe establecer prioridades en la búsqueda de conocimiento. El élder Spencer W. Kimball dijo:
“En la enseñanza apropiada, el conocimiento de Dios y su programa ocupan el primer lugar, siendo el camino hacia la vida eterna. Y en segundo lugar, está el conocimiento de materias seculares, que también son muy importantes. El Creador mismo establece la secuencia y define el orden apropiado. . . . ‘La ignorancia de que habla el Señor al decir ‘Es imposible que el hombre se salve en la ignorancia’ (Doctrina y Convenios 131:6) es la falta de conocimiento básico del reino de Dios y su justicia.” (Life’s Directions, págs. 175, 180.)
Una de las razones por las que el conocimiento es tan importante es que la salvación consiste en llegar a ser como Dios; y Dios tiene todo conocimiento (véase Doctrina y Convenios 38:2; 93:36–37; 2 Nefi 9:29; y Lectures on Faith, 7:16). Aunque la tarea de progresar hasta obtener el conocimiento que Dios tiene parece tan grande, es posible lograrla (véase Doctrina y Convenios 50:24; 76:55–56; y Nefi 27:27; Mateo 5:48).
Una de los atributos de Jesucristo es la verdad (véase Explicación D). El Padre dijo que Cristo está “lleno de gracia y de verdad” (Moisés 5:52). El Salvador dijo de sí mismo: “Yo soy el Espíritu de verdad” (Doctrina y Convenios 93:26). Si vamos a ser como Él y recibir de su plenitud (véase Doctrina y Convenios 93:20), entonces debemos recibir finalmente la verdad del Padre. En otras palabras, para ser como Dios tenemos que tener todo conocimiento.
“Nos parece ésta una tarea tan grande, que es casi imposible de alcanzar? Si le parece que la idea causa desánimo, recuerde que este progreso, como todo progreso espiritual, es un proceso que se efectúa paso a paso. Concerniente a nuestro potencial y los métodos por los cuales podemos alcanzarlo, el profeta José Smith enseñó lo siguiente:
“Cuando subís por una escalera, tenéis que empezar desde abajo y ascender por los pasos hasta que lleguéis a la cima; y así es con los principios del evangelio: Tenéis que empezar por el primero, y seguir adelante hasta aprender todos los principios que atañen a la exaltación. Pero no los aprenderéis sino hasta mucho después que hayáis pasado por el velo. No todo se va a aprender en esta morada; la obra de aprender nuestra salvación y exaltación aún más allá de la tumba será grande.” (Enseñanzas, págs. 430–431.)
Los pasajes siguientes tienen que ver con la obtención de una plenitud de conocimiento:
Doctrina y Convenios 93:12–14, 19–20. ¿Cómo recibió Cristo su plenitud? ¿Qué se aplica respecto a nosotros?
Doctrina y Convenios 98:12. ¿Cómo se obtiene la plenitud de conocimiento?
Doctrina y Convenios 50:40. ¿Encuentra algún consuelo en esta declaración relativa a nuestra naturaleza?
Doctrina y Convenios 130:18–19. Aunque no podemos aprender todo en esta vida, ¿qué ventaja hay en obtener conocimiento, diligentemente, en tanto que estamos aquí?
El conocimiento por el cual se obtiene la salvación incluye principios y aplicación
La declaración del profeta José Smith enseña que una persona no sólo debe obtener conocimiento como parte de su progreso, sino que también debe desarrollar la capacidad para vivir de acuerdo con los principios que aprende. Debe desarrollar fe, capacidad y habilidades. Debe saber cómo aplicar su conocimiento. El presidente David O. McKay dijo que “una cosa es obtener conocimiento, y aplicarlos es otra muy diferente. La sabiduría es la aplicación correcta del conocimiento, y la verdadera educación, es lo que la Iglesia fomenta, consiste en aplicar el conocimiento para desarrollar un carácter que sea semejante al de Dios”. (En Conference Report, abril de 1968, pág. 93.)
Hay una gran diferencia entre recoger información de la mente y desarrollar las habilidades necesarias para usar eficazmente ese conocimiento. Ambas son necesarias. El conocimiento en sí, sin aplicación, resulta insuficiente; sin embargo, es un requisito para el desarrollo de la capacidad y las habilidades tanto en asuntos espirituales como temporales. Verdaderamente es una frase que define el tipo de vida que Dios tiene. Cuando alguien desarrolla la capacidad de vivir y de actuar como Él, entonces también tendrá la vida eterna.
En Doctrina y Convenios encontramos que “la gloria de Dios es la inteligencia” (Doctrina y Convenios 93:36).
El presidente Joseph F. Smith, hablando de la diferencia entre el conocimiento y la inteligencia, dijo: “Existe una diferencia entre conocimiento e inteligencia pura. Satanás posee conocimiento, mucho más del que nosotros tenemos, pero carece de inteligencia; de lo contrario, sería obediente a los principios de verdad y justicia. Conozco a hombres que tienen conocimiento, que entienden los principios del evangelio, quizás tan bien como vosotros, que son excelentes razonadores, pero carecen de la cualidad esencial de la inteligencia pura. No quieren aceptar el evangelio ni obedecer los mandamientos. La inteligencia pura comprende no sólo el conocimiento, sino también el poder para aplicar ese conocimiento debidamente.” (Doctrina del Evangelio, pág. 56.)
El presidente David O. McKay expresó el deseo de que el hombre tenga mucho conocimiento, “si junto a ese conocimiento no tiene la nobleza de alma que lo impulse a tratar con justicia a sus semejantes, a practicar la virtud y la honradez en su vida, no es un hombre verdaderamente educado” (Instructor, agosto de 1961, pág. 253.)
La verdadera educación da a la persona una gran capacidad de discernir la verdad. Los que son verdaderamente sabios conocen y aman la verdad, porque han aprendido a usar el conocimiento correctamente. La verdadera sabiduría se encuentra en llegar a ser como Dios, y eso sólo puede lograrse mediante el uso correcto del conocimiento. El profeta José Smith enseñó que el conocimiento puede llegar a ser un gran poder, y que el hombre debe aprender a usar ese poder de manera digna y correcta. El conocimiento es poder, y ese poder puede ser de gran beneficio o de gran destrucción.
El conocimiento es poder y puede ser de gran beneficio para resistir al adversario
Para indicar las consecuencias de la falta de conocimiento, el profeta José Smith explicó el valor que tiene el conocimiento para triunfar contra el mal:
“El hombre no puede ser salvo sino a paso que adquiera conocimiento, porque si no obtiene conocimiento, algún poder maligno lo dominará en el otro mundo; porque los espíritus malos poseen más conocimiento y, por consiguiente, más poder que muchos de los hombres que se hallan en el mundo. De modo que se precisa la revelación para que Dios nos ayude a ver las cosas de Dios y las cosas de Dios” (Enseñanzas, pág. 264).
El Salvador enseñó que el conocimiento de la verdad hará libres a los hombres (Juan 8:31–32). Esta verdad libera, en las palabras del élder Bruce R. McConkie, consiste en estar “libres del poder condenatorio de la doctrina falsa, libres de la esclavitud del deseo y la lujuria, libres de las trampas del pecado, libres de la esclavitud de todo mal y de toda influencia corrupta y de todo poder restritivo y obstaculizante, libres de seguir adelante hasta la libertad ilimitada que gozan en su plenitud sólo los seres glorificados”. (Doctrinal New Testament Commentary, 1:456–57.)
Doctrina y Convenios 50:25. Según lo que dijo el Señor, ¿cuál es uno de los grandes beneficios que se obtienen por conocer la verdad?
Doctrina y Convenios 50:35. ¿Cómo podemos obtener poder para vencer todas las cosas que no son ordenadas por Dios?
Doctrina y Convenios 88:27–78. En los pasajes de Doctrina y Convenios 93:12–14, 19–20, encontramos que podemos llegar a la plenitud y gozo de gracia en gracia. ¿Cuál es una de las formas en que podemos tener la gracia de Dios?
¿Qué conocimiento se le manda obtener a los santos?
El hombre no puede ser salvo si ignora los principios de exaltación en el reino de Dios. También es cierto que aunque los asuntos del reino se establecieron de sus justos principios dependen tener prioridad, los santos deben estudiar y aprender de todas las muchas y diferentes materias (véase Doctrina y Convenios 88:78–79). El presidente Spencer W. Kimball, hablando sobre el tema, dijo:
“El conocimiento secular, por importante que sea, no puede salvar al alma. Ni abrir las puertas del reino celestial ni crear un mundo ni hacer que el hombre alcance un estado divino, pero puede ser útil en un orden de importancia. He aprendido de establecer una orden de vital importancia, ha encontrado el camino hacia la vida eterna y puede aplicarlo sólo su estudio del evangelio.”
“… ¿Veis por qué debemos hacer que la instrucción espiritual ocupe el primer lugar? . . . ¿Veis que el conocimiento espiritual se puede complementar con el secular en esta vida y en las eternidades, pero que éste sin el fundamento espiritual no es sino espuma sobre la leche, una sombra que pasa veloz?”
“No os engañéis! No es necesario elegir entre los dos, sino ponerlos en orden de importancia, pues hay oportunidad de obtener ambos al mismo tiempo. ¿Os dais cuenta de por qué los cursos de seminario deben recibir una atención de preferencia sobre los temas escolares? Lo mismo se aplica a los cursos de instituto sobre los universitarios, y al estudio de las Escrituras sobre el estudio de los textos escritos por el hombre.” (En Life’s Directions, págs. 184, 190.)
El presidente Brigham Young dijo al respecto:
“Son muchas las ramas de la educación; hay quienes estudian idiomas; otros, leyes. Algunos estudian física; otros, astronomía o distintas ramas de la ciencia. . . . Pero nuestro estudio favorito debe ser el que particularmente les corresponde a los élderes de Israel: la teología. Todo élder debería planear su gran teología, encender esa ciencia mejor que todas las demás.” (Discourses of Brigham Young, pág. 258.)
El Señor instruyó a los primeros santos de esta dispensación a estudiar una diversidad de temas a fin de que pudieran tener poder para llevar a cabo eficazmente su obra y ser económicamente autosuficiente para cubrir sus necesidades (véase Doctrina y Convenios 88:78–79, 90:15; 93:53).
El profeta José Smith dijo que la verdad es el “mormonismo” (véase Enseñanzas, pág. 163), y posteriormente el presidente Joseph F. Smith amplió esta declaración cuando dijo:
“Creemos en todo lo que es la verdad, no importa a qué ciencia se refiera. No hay ningún principio de verdad que posea cualquier secta o denominación religiosa en el mundo, que nosotros no aceptemos con gusto ni rechacemos. Estamos deseosos de recibir la verdad, venga de dónde venga, pues la verdad perdurará y prevalecerá.” (En Conference Report, abril de 1909, pág. 7.)
El evangelio no aconseja a los santos a limitar sus estudios sólo a la religión. Aunque los estudios religiosos son sumamente importantes, no deben limitar la búsqueda de conocimiento útil. El presidente Brigham Young dio a los santos el siguiente consejo: “Escojan los estudios que les enseñen los principios fundamentales de la vida eterna, y luego que continúen por las ramas de la educación que sirvan para su bien temporal y espiritual.” (Journal of Discourses, 8:9.)
Lo que el Señor espera de sus hijos es que estudien lo que saben sus padres. Cuando se hayan familiarizado bien con su idioma, que estudien otros y se familiaricen plenamente con las costumbres, modales, leyes, gobiernos y literatura de distintas naciones, pueblos y lenguas. Que también aprendan todo lo que puedan sobre artes y ciencias y cómo aplicar ese conocimiento para su propio beneficio. Que estudien lo que está en la tierra, debajo de la tierra y en los cielos” (En Journal of Discourses, 8:9.)
Si un persona tiene un orden de prioridad, el Señor le dará poder para obtener conocimiento de todo lo que desee y que sea para su bien: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será añadido, incluyendo el conocimiento que busquéis, os será añadido” (Smith, Juvenile Instructor, oct. de 1903, pág. 627.)
Los pasajes de las Escrituras y las palabras de las Autoridades Generales citadas anteriormente dejan bien en claro que se aconseja a todo miembro de la Iglesia a continuar conquistando, a través de su vida, el conocimiento y la verdad en todos los campos. Esa búsqueda del saber puede hacer que una persona vaya a universidades y a otros centros de estudio, a escuelas especializadas o a adquirir una especialidad como pericia. La educación que prepara a una persona para obtener un remunerativo que le permita mantenerse decorosamente a su familia es sumamente importante y debe tener prioridad en la vida del individuo.
Pero a veces los miembros que en la educación espiritual debe dejarse de lado durante un tiempo para poder atender las demandas de la educación secular. Algunos de los estudiantes de los institutos de religión dejarán sus clases, diciendo que no se pueden mantener al día con los demás estudios. Algunos de los que cursan estudios de posgrado descuidan la lectura de las Escrituras y aun la asistencia en la Iglesia debido a la presión que sobre ellos ejercen los demás estudios.
Tales decisiones no son de grado sabio y demuestran que no se entiende correctamente la manera en que se debe obtener la luz de Jesucristo o el Espíritu de verdad y la fuente de toda luz y conocimiento (véase Doctrina y Convenios 88:11; 93:26). Si uno deliberadamente elige pasar por alto la fuente de la verdad al establecer lo que para él es de mayor importancia, andará en tinieblas, no importa cuánto conocimiento intelectual pueda adquirir. El obtener conocimiento secular, pasando por alto el espiritual, a menudo hace que la persona tenga más confianza en sí misma o en las enseñanzas de los hombres que en la revelación. El profeta Jacob nos advirtió al respecto cuando dijo que temía que la gente tuviera conocimiento “y se hace una ley para sí mismos de Dios” (véase 2 Nefi 9:28–29). También señaló que quienes se enorgullecen por causa de su saber están en peligro de que el Señor desprecie (véase 2 Nefi 9:42). Ésa es una forma dura de expresarse, pero quizás sea la única forma de que las personas piensen seriamente al establecer lo que es de mayor importancia en su educación. A menos que una persona esté dispuesta a reconocer su necesidad del conocimiento de Dios y su habilidad para obtenerlo por sí misma (Jacob lo llamó “la fuente de toda rectitud y de toda vida”), Dios “no les abrirá” y, añadió Jacob, “las cosas sagradas que [Él] no desea sean despreciadas por los hombres” (véase Jacob 4:12–14).
En Doctrina y Convenios encontramos la aseveración a este concepto. Dos mandamientos sugieren equilibrio: “Buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (Doctrina y Convenios 88:118); y cuando los santos se enseñen el uno al otro la doctrina del reino diligentemente, obtendrán también la gracia de Dios y entonces serán “instruidos más perfectamente” en las ciencias del mundo (véase Doctrina y Convenios 88:78).
Tal como lo dijo el presidente Kimball, no se nos pide elegir entre el saber espiritual y secular, sino que cada uno de ellos le dé orden de importancia que les corresponde y los pongamos en la perspectiva adecuada.
El proceso mediante el cual se obtiene el conocimiento y la inteligencia
Así como sucede con la adquisición de todos los rasgos de carácter y las habilidades, la obtención de conocimiento es un proceso de crecimiento que se lleva a cabo paso a paso. La mejor manera de aprender es “línea por línea, precepto por precepto” (véase Doctrina y Convenios 98:12; 128:21; 2 Nefi 28:30; Isaías 28:10). Se progresa de lo pequeño hacia lo grande, de lo simple a lo más difícil, de la leche a la carne (véase Doctrina y Convenios 19:22; 50:40; 1 Corintios 3:2; Hebreos 5:12–14). El profeta José Smith dijo: “El Señor trata a esta gente como lo tiene pensado para un hijo, comunicando luz, inteligencia y el conocimiento de sus caminos al paso que pueda recibirlos” (Enseñanzas, pág. 372).
El Señor aconsejó que los que tienen entendimiento instruyan a los que no lo tienen (véase Doctrina y Convenios 88:77–79, 118; 43:8). También dijo a su pueblo que debía obtener conocimiento mediante el estudio diligente (véase Doctrina y Convenios 90:15; 131:18–19) y la aplicación de la veracidad de sus enseñanzas. (Véase Juan 7:17.) En Doctrina y Convenios encontramos que el Señor nos mandó: “Buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (Doctrina y Convenios 88:118).
El caso de Oliverio Cowdery nos sirve de ayuda para comprender lo que se refirió el Señor cuando dijo que debe buscar el conocimiento mediante el estudio y la fe. Durante la traducción del Libro de Mormón, Oliverio solicitó que se le permitiera traducir, y el Señor lo otorgó ese privilegio. Sin embargo, fracasó en su intento, y el Señor entonces le enseñó un principio importante. A fin de haber podido entender los caracteres que había en las planchas que intentó traducir, Oliverio debió haberlos estudiado en su mente, llegado a una conclusión y luego pedir al Señor la confirmación de la misma. Si su corazón hubiera estado bien orientado interiormente, hubiera reconocido si su decisión era correcta o no. Aplicando ese mismo principio, todos pueden entender mediante el estudio y la fe. Tal conocimiento se obtiene cuando después de un esfuerzo diligente para estudiar un principio recibimos la revelación que nos confirma su verdad, de que aumente nuestro conocimiento y nos enseñe la manera de aplicarlo, o, por lo contrario, nos indica que estamos equivocados.
El profeta José Smith enseñó que “Dios es la fuente de toda sabiduría y entendimiento” y que “la mejor manera de obtener verdad y sabiduría no es por conjeturas en sentar de los doctos, sino en fe a Dios y en aprender de enseñanzas divinas” (Enseñanzas, págs. 60, 231); véase también Nefi’s admonición, “buscad y obtendréis” (1 Nefi 15:8–11; 17:41). El Señor declaró que quienes le humillan y prestan atención a su palabra recibirán “más luz; y a los que no dan atención a ella les será quitada, incluso la luz que han recibido” (Doctrina y Convenios 1:33; 50:23–24).
El proceso de adquirir conocimiento continúa mientras los discípulos del Señor puedan recibir y entender lo que el Espíritu les manifiesta e irse a obrar en obediencia. Es la “luz de Cristo” la que ilumina los ojos y vivifica el entendimiento (véase Doctrina y Convenios 88:11). El Señor le dijo a Hyrum Smith: “Te daré mi Espíritu, el cual iluminará tu mente y llenará tu alma de gozo” (Doctrina y Convenios 11:13). Sin embargo, esa luz no se obtiene sin un esfuerzo de parte del individuo.
Las Escrituras indican que se adquiere inteligencia mediante “la diligencia y obediencia” (Doctrina y Convenios 130:19). “La luz y verdad desechan a aquel inicuo” (Doctrina y Convenios 93:37). De manera que el que busque luz y verdad debe vivir rectamente, pues “la inteligencia se allega a la inteligencia; la sabiduría recibe a la sabiduría; la verdad abraza a la verdad; la virtud ama a la virtud; la luz se allega a la luz” (Doctrina y Convenios 88:40).
Resumen
Nada puede impedir que el Señor “derrame conocimiento desde el cielo” sobre los justos que buscan la verdad (Doctrina y Convenios 121:33). El Señor ha prometido a su pueblo que si es digno (véase Doctrina y Convenios 50:29–30), recibirá, si así lo pide, “revelación sobre revelación, conocimiento sobre conocimiento” (Doctrina y Convenios 42:61). Él les dijo a los líderes de la Iglesia que “se os enseñará de lo alto” (Doctrina y Convenios 43:16). El Señor verdaderamente enseñará y dirigirá mediante la revelación a aquellos que escuchen sus palabras. Sin embargo, no enseñará mediante la revelación aquello que uno puede obtener por razón de sus propios esfuerzos. La revelación complementa e incrementa los esfuerzos diligentes (véase Doctrina y Convenios 9:7–9; 130:19–21). Doctrina y Convenios da testimonio a todos de que Dios manda a su pueblo a obtener conocimiento, a educarse, a progresar en el logro de la verdad; pero también enseña la forma correcta de hacerlo, para que sea del mayor provecho.
La ley de consagración y mayordomía
Introducción
La ley de consagración y mayordomía es la más elevada manifestación de vivir el evangelio. Muchos consideran a esta ley sólo como un programa de naturaleza temporal, pero es también un mandamiento espiritual (véase Doctrina y Convenios 29:35). Los requisitos para vivir una vida celestial son también el cimiento para tener éxito en la práctica de este orden antiguo y santo de la aplicación del evangelio. Es la base sobre la que Sión, la Nueva Jerusalén, se va a establecer o sobre la que se completarán los preparativos para el glorioso reinado mesiánico (véase Explicación B).
El presidente George Q. Cannon proféticamente declaró la necesidad y circunstancias que traerán la reimplantación de la ley de consagración:
“Llegará el día en que debamos obedecer la que se nos ha revelado a los profetas como la orden de Enoc, cuando no habrá ni ricos ni pobres entre los Santos de los Últimos Días, cuando la riqueza no será una tentación, cuando la riqueza no será su amo, sino cuando el hombre amará a su prójimo como a sí mismo, cuando toda persona trabajará por el bienestar de todos como por el propio. Ese día vendrá y deberemos prepararnos de corazón para cuando llegue, hermanos, pues a medida que la riqueza tienda a aumentar, cada vez más la necesidad de la institución de esa orden. A medida que la riqueza aumente, no habrá paz, pues la riqueza produce la desigualdad y de la desigualdad nace la miseria y de la miseria el crimen. Cuanto más grande y sin duda Dios, a su tiempo y su forma, inspirará a su siervo [el profeta] a promulgar nuevamente entre nosotros” (En Journal of Discourses, 15:207).
La consagración: Una ley celestial
De acuerdo con lo registrado en Doctrina y Convenios, los primeros intentos para establecer Sión en esta dispensación fracasaron debido a la transgresión y porque los santos no estaban “unidos conforme a la unión que requiere la ley del reino celestial; y no se puede edificar a Sión sino de acuerdo con los principios de la ley del reino celestial” (Doctrina y Convenios 105:4–5). Estos principios son parte de la ley de Cristo para preparar a los santificados para la gloria celestial (véase Doctrina y Convenios 88:20–21). El desarrollo de la dignidad personal es la forma por la cual se alcanzan las bendiciones de Sión y, en el debido tiempo, el mundo celestial. “Porque esta es Sión: LOS PUROS DE CORAZÓN” (Doctrina y Convenios 97:21).
Las Escrituras definen algunas de las características de los que se esfuerzan por vivir los principios de Sión. La unidad es de importancia principal: “Si no sois uno, no sois míos”, dijo el Señor (Doctrina y Convenios 38:27). Sión requiere que todos sean de “corazones y mentes unánimes” (Doctrina y Convenios 45:65).
El presidente Spencer W. Kimball reafirmó la importancia de desarrollar la unidad (véase Explicación B).
Otra de las características de una sociedad de Sión es que la gente “tenía todas las cosas en común” (véase 3 Nefi 26:19; 4 Nefi 1:3). La expresión sirve para describir la forma en que se aplicaba la ley de consagración. (Véase sección 1–5.)
El sacrificio es el principio mediante el cual las personas pueden vivir de acuerdo con la ley de consagración. El élder Bruce R. McConkie explicó la relación entre sacrificio y consagración y la obligación de convenios de obedecer ambos:
“En la consecuencia, ahora, os hablaré de algunos de los principios de sacrificio y consagración que los verdaderos santos deben acatar si verdaderamente desean ir juntos a Dios y Cristo y obtener un patrimonio con los fieles santos de la antigüedad.
“… La ley de sacrificio es una ley celestial, así también la ley de consagración…
“El sacrificio y la consagración están inseparablemente entrelazadas. La ley de consagración nos indica que consagremos nuestro tiempo, nuestros talentos, nuestros dineros y propiedades, a la causa de la Iglesia; todo lo cual debe estar disponible hasta donde sea necesario para aumentar los intereses del Señor en la tierra.
“La ley de sacrificio nos dice que debemos estar dispuestos a sacrificar todo lo que tenemos en favor de la verdad: nuestro carácter y reputación, nuestro honor, nuestra fama, nuestro buen nombre entre los hombres, nuestras casas, tierras y familias; todo, aun nuestra vida misma si es necesario.”
“José Smith dijo: ‘Una religión que no requiera el sacrificio de todas las cosas nunca tendrá el poder suficiente para formar la fe necesaria para conducir al hombre a la vida y a la salvación’” (Lectures on Faith, pág. 58).
“No siempre se pide que los hombres sacrifiquen sus vidas, sino que estén dispuestos a hacerlo. En cambio, en esta época de tiempo, el sacrificio que el Señor requiere de los Santos de los Últimos Días es el de dar de su tiempo, talentos, medios y toda cosa con que el Señor los haya bendecido, a edificación del reino terrenal del Señor. Todos somos llamados para sacrificar gran parte de lo que poseemos y, por el momento, son solamente pocos mártires en la causa de la religión revelada.
“Pero lo que en relatos nos enseña es que para ganar la salvación celestial, debemos ser capaces de vivir totalmente esas leyes y estamos llamados para hacerlo. Contenido en esta está la realidad de que debemos, de hecho, vivir esas leyes como si en nuestros días lo hiciéramos.
“Para mí está perfectamente claro que el Señor espera mucho más de nosotros de lo que estamos dando cuando se nos pide. Nosotros no somos como las demás personas. ¡Somos los santos de Dios y les tenemos las revelaciones del cielo! ‘A quien mucho se da, mucho se requiere’ (Doctrina y Convenios 82:3). El reino de Dios debe ser lo más importante en nuestra vida.” (Véase Discursos de conferencias generales, 1973–1975, págs. 248, 249.)
Lo que acaba de leer deberá darle motivo para meditar seriamente y hacerse una examen de conciencia. Mediante las Escrituras sabemos que Sión será establecida de nuevo antes de la venida del Salvador. Y sabemos que la ley de consagración será la que regirá la vida en Sión. Acaba de leer respecto a las actitudes que proveen el cimiento para la ley de consagración y Sión. Detenidamente pregúntese lo siguiente en relación con las palabras de las Autoridades Generales citadas anteriormente:
- ¿Estoy contribuyendo en favor o en contra del espíritu de unidad en el hogar? ¿y en el barrio o rama? ¿y en la Iglesia en general?
- ¿Está su vida verdaderamente en armonía con el Espíritu Santo, en forma tal que podría contribuir a una unidad de pensamiento y acción en el reino?
- ¿Tiene realmente una actitud de consagración? La preocupación principal en su vida ¿es la de consagrar todo lo que tiene o aquello con lo que será bendecido, para el establecimiento de Sión y de la Iglesia en la tierra?
- ¿Tiene suficiente confianza en su compromiso para poder decir con propiedad: “Estoy dispuesto a sacrificar cualquier cosa y todo por Dios”?
Estas preguntas sirven para que meditemos seriamente, especialmente si tomamos en cuenta la experiencia de los primeros santos. Ellos estaban deseosos de establecer Sión y pensaban que eran dignos de hacerlo, y sin embargo, fracasaron.
Lea Doctrina y Convenios 101:1–8 y 105:1–6.
Basándose en estos pasajes, anote las razones por las que los santos fracasaron en aquel intento.
- _______________________________ (101:2)
- _______________________________ (101:2)
- _______________________________ (101:6)
- _______________________________ (101:6)
- _______________________________ (101:6)
- _______________________________ (101:6)
- _______________________________ (101:7)
- _______________________________ (105:3)
- _______________________________ (105:3)
- ______________________________ (105:3)
- ______________________________ (105:3)
- ______________________________ (105:4)
¿Existen algunos de estos problemas entre los santos de hoy día? O, más específicamente, ¿hay en su vida alguno de esos problemas? Si es así, ello podría estorbar su habilidad de vivir la ley de consagración. Si Sión es de los puros de corazón, ¿dónde es el mejor lugar para comenzar a establecer Sión?
Los fundamentos de la consagración
El presidente Marion G. Romney introdujo las bases de la consagración cuando dijo:
“El principio básico y la razón por la que se dio la ley de consagración es que todo lo que tenemos le pertenece al Señor; por lo tanto, el Señor puede pedirnos toda o parte de la propiedad que poseemos, porque toda ella le pertenece.” (Doctrina y Convenios 104:14–17, 54–57.) (“Los principios de la ley de consagración,” Ensign, febrero de 1980, pág. 2.)
Las revelaciones que se encuentran en Doctrina y Convenios hacen hincapié en este importante principio: “Y he hecho rica a la tierra, y he aquí, es el estrado de mis pies; por tanto, de nuevo pondré mi pie sobre ella” (Doctrina y Convenios 38:17). “Y conviene que las riquezas de la tierra sean mías para dar; mas cuidado del orgullo, no sea que lleguéis a ser como los nefitas de la antigüedad” (Doctrina y Convenios 38:39). “Y ninguno de vosotros diga que es suyo; porque no ha de llamarse suyo, no, ni parte alguna” (Doctrina y Convenios 104:70).
La injusta distribución de las posesiones causa mucha dificultad. El Señor ha dicho: “Pero no se ha dispuesto que un hombre posea más que otro; por consiguiente, el mundo yace en el pecado” (Doctrina y Convenios 49:20).
El presidente Marion G. Romney explicó la relación existente entre esos principios básicos y la ley revelada para aplicar la consagración entre los santos:
“En estos versículos [sec. 42] el Señor reveló los principios básicos de la orden unida, su programa para eliminar las desigualdades entre los hombres. Está basada en el concepto fundamental de que la tierra y todas las cosas que en ella hay pertenecen al Señor, y que los hombres que poseen bienes terrenales son suspensarios ante el mismo Dios…
“Pero tiene que hacerse según el plan de su manera.” (Doctrina y Convenios 104:14–16.)
“En su manera de hacer las cosas, se advierten dos principios cardinales: (1) consagración, y (2) mayordomía.
“Para entrar en la orden unida, uno consagraba todas sus posesiones a la Iglesia para recibir un ‘convenio y título’ (véase Doctrina y Convenios 42:30) que no podían ser disueltos, lo cual significaba que se depositaba totalmente de ellas, entregándolas a la Iglesia.” (“El propósito de los servicios de bienestar de la Iglesia,” Liahona, oct. de 1977, pág. 80.)
Reconocer que el Señor es el justo dueño de todas las cosas es la norma de una vida recta mediante la cual una persona maneja sus intereses temporales y ayuda con las necesidades del reino.
Las bases fundamentales de la mayordomía
Recibir una mayordomía. Una vez que se consagraba todo a la Iglesia, la persona establecía base para recibir una mayordomía y aceptar la responsabilidad total por la misma. El presidente Romney describió este procedimiento en la forma siguiente:
“El consagrador recibía de la Iglesia una mayordomía mediante un sistema similar. Esta mayordomía podía ser de mayor o menor volumen que su consagración original, y tenía como objeto hacer que todo hombre fuera igual conforme a las características de Sión, conforme a sus circunstancias y también a sus deseos y necesidades” (véase Doctrina y Convenios 51:3). (Ibid., pág. 80.)
Una revelación posterior volvió a reafirmar este principio recordando que la justicia debe ser la base para recibir una mayordomía. El Señor dijo que debía darse “a cada hombre según sus necesidades y necesidades, si éstos son justos” (Doctrina y Convenios 82:17).
Al comienzo de este programa entre los santos en Misuri, surgió la interrogante de quién determinaría la cantidad de propiedad que la Iglesia le devolvería al que consagraba sus bienes. El profeta José Smith proveyó las siguientes pautas:
“Voy a dar respuesta a sus preguntas respecto a la consagración de bienes: En primer lugar, no conviene entrar en muchos detalles en el asunto de hacer inventos. El hecho es éste: La ley de la Iglesia obliga a un hombre a hacer la consagración al obispo, antes de poder ser considerado heredero legal del reino de Sión; y esto también debe ser sin compulsión; y a menos que haga esto, no puede ser reconocido ante el Señor en los registros de la Iglesia. Por tanto, diré con más particularidad que todo hombre debe ser su propio juez respecto de lo que ha de participar, y cuánto debe retener, y qué que de en manos del obispo. Me refiero a aquellos de consagrar más de lo que necesitan para el sostenimiento de sí mismos y sus familias.
“Este asunto de la consagración debe hacerse por consentimiento mutuo de ambas partes; porque si se obliga al hombre a ceder debe ceder cuánto debe tener cada hombre, y éste se ve obligado a cumplir con la decisión del obispo, es igual a un gobierno de un rey; por otra parte, permitir que cada hombre diga cuánto ha de ceder, si se ve obligado a ceder y hacer según ha pedido, es desobediencia y disensión y caerá en el olvido. El hecho es que cada hombre debe estar dispuesto libremente a consagrar todo su propiedad al Señor, para el bien de todos, y dejarlo al obispo y sus consejeros determinar la cantidad que será necesario retener para el sostenimiento de sí mismo y familia, y también la manera de aplicar el resto de los bienes para beneficio de los pobres y necesidades del reino. De este modo, si se hace conforme a las leyes del Señor, cada hombre será igual, y sus familias también; y así se establecerá Sión, y las leyes de Sión, y el Señor tendrá deleite en Su pueblo, y será Su pueblo y Él será su Dios. Si esto se logra, vosotros, y la humanidad a la buena voluntad.”
“Consiguientemente, las personas cuando consagran bienes al obispo de Sión, y entonces se recibe una herencia, deben razonablemente mostrar al obispo que necesita lo que pide. En caso de que las dos partes no puedan llegar a un acuerdo mutuo, el obispo nada tendrá que ver respecto al citar esa consagración, y el asunto debe presentarse ante el consejo de doce sumos sacerdotes. El obispo no debe formar parte de este consejo, pero sí presentará el caso ante ellos.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 21–22.)
Las revelaciones que describen la parte de mayordomía como “igual” (Doctrina y Convenios 51:3; véase también Doctrina y Convenios 70:14) no significan igualdad en el sentido de ser exactamente lo mismo. El presidente Reuben Clark, hijo, explicó:
“Uno de los conceptos que algunos de los miembros no entienden plenamente es éste: Continuamente se hace referencia en las revelaciones a la igualdad entre los hermanos, pero pienso que encontraréis solamente un lugar donde verdaderamente se describe esa igualdad, aunque otros versículos hacen referencia a ella. Esa revelación (Doctrina y Convenios 51:3) afirma que cada hombre debe ser ‘igual según su familia, conforme a sus circunstancias, carencias y necesidades’ (véase también Doctrina y Convenios 82:17; 78:5–6). Obviamente no se trata de una igualdad ‘exacta’. Se trata de ‘igualdad que variará en el mismo grado que sus circunstancias, su familia y sus necesidades’.” (En Mi reino se establecerá, págs. 102–103.)
Repase las instrucciones dadas la Doctrina y Convenios para determinar la mayordomía de la persona.
Doctrina y Convenios 42:32–33. Ponga particular atención a las expresiones “suficiente para él y su familia” y “todo hombre que esté necesitado sea abastecido ampliamente… de acuerdo con sus necesidades”.
¿Se preocupaban u honraban justo si uno llevaba lo suficiente para mantenerse a su familia?
Doctrina y Convenios 48:6. ¿Tiene el Señor en cuenta el tamaño de la familia y edad de sus integrantes?
Doctrina y Convenios trata ampliamente el principio de la mayordomía.
Doctrina y Convenios 42:32. ¿De quién requiere responsabilidad el Señor? ¿Debe la persona considerar la porción recibida como si perteneciera al Señor o como propia?
Doctrina y Convenios 82:17. ¿A quién se le da la responsabilidad del manejo de la mayordomía?
Doctrina y Convenios 104:11. ¿Cuántos santos se espera que reciban mayordomías?
La mayordomía es particular; no es una propiedad manual.
El que consagra, o sea, el mayordomo, debía recibir una “escritura que le asegurara su porción [su mayordomía] para que pueda retenerla” (Doctrina y Convenios 51:4). Aunque ese bien reconocido todas las cosas le pertenecen al Señor, una mayordomía representa una sagrada entrega con afiliación a la persona, de lo que es de Dios. La mayordomía se le da una escritura de propiedad, de manera que la persona, mediante su libre albedrío, sea responsable de lo que se le ha confiado. La escritura protege al individuo si deja de satisfacer las condiciones de participación como mayordomo (véase Doctrina y Convenios 51:4). La mayordomía era propiedad privada en relación con la consagración, pero el derecho de entrega pertenecía a Dios.
El presidente Marion G. Romney afirmó la importancia de esta condición de consagración:
“Este procedimiento preservó el don de hombre el derecho de ser propietario privado y administrador de sus bienes. Más aún, el principio fundamental de ese sistema era el derecho a la propiedad privada. Cada miembro de la Iglesia era dueño de su herencia, o mayordomía, con absoluta facultades, que podía traspasar, conservar y proteger, de variadas maneras administrar como suya, y la Iglesia no era propietaria de todos los bienes; tal como lo explicó el profeta José, la ley bajo la orden unida no era una vida comunal.”
“No obstante, el propósito consistía en que el miembro administrara su propiedad de tal forma que le permitiera mantenerse a sí mismo y a su familia…” (“El propósito de los servicios de bienestar de la Iglesia”, Liahona, oct. de 1977, pág. 80.)
La responsabilidad por las mayordomías.
“El Señor requiere de la mano de todo mayordomo, que dé cuenta de su mayordomía, tanto en esta vida como en la eternidad. Porque el que es fiel y sabio en esta vida es considerado digno de heredar las mansiones preparadas para él por el Padre.” (Doctrina y Convenios 72:3–4.)
El presidente Spencer W. Kimball define el sentido y alcance de las mayordomías:
“En la Iglesia una mayordomía es una asignación espiritual o temporal por la cual se tienen que rendir cuentas. A causa de que todas las cosas le pertenecen al Señor, somos mayordomos sobre nuestro cuerpo, mente, familia y propiedades (véase Doctrina y Convenios 104:11–15). Un mayordomo fiel es aquel que ejerce justo dominio, cuida de los suyos y cuida del pobre y del necesitado (véase Doctrina y Convenios 104:15–18).” (“Los servicios de bienestar: El evangelio en acción”. (Liahona, feb. de 1978, pág. 111.)
Administración de la ley: La orden unida
El Señor mandó que “es necesario que haya una organización de mi pueblo, a fin de reglamentar y establecer los asuntos del depósito para los pobres” (Doctrina y Convenios 78:3), y esta organización la debían conducir todos los que constituían esa orden. El vocablo orden se usó para describir la sociedad y organización establecida sobre un convenio, para aplicar la ley de consagración y mayordomía a los santos. Los límites jurisdiccionales y territoriales se establecieron para coincidir con los de la estaca (véase Doctrina y Convenios 104:47–49). La frase “orden unida” quiere decir que los santos, después de organizarse mediante un convenio en una orden o sociedad (estaca), se unieron en la práctica de la ley de consagración como un sistema temporal y económico bajo el cual debían vivir.
Sobrantes y excedentes: almacén y tesorerías.
El presidente J. Reuben Clark, hijo, explicó las diferentes clases de sobrantes y excedentes consagrados de esa ley. También usó Doctrina y Convenios para explicar el propósito para el cual debían utilizarse y el sistema establecido para administrarlos y protegerlos:
“La parte de la propiedad de una persona que no se le devolvía, en caso de que tuviera más de la necesaria… se convertía en propiedad común de la Iglesia, y dicha propiedad común se utilizaba para ayudar a las obras de la Iglesia. En las revelaciones se habla al respecto como ‘el resto’ de la propiedad del hombre.” (Doctrina y Convenios 42:34–36.)
“La parte de la propiedad de una persona que no se le devolvía, en caso de que tuviera más de la necesaria… se convertía en propiedad común de la Iglesia, y dicha propiedad común se utilizaba para ayudar a las obras de la Iglesia.”
El Señor dispuso que parte de los materiales que habían de almacenarse fuesen para formar porciones, como se deja dicho anteriormente, para cuidar de los pobres (Doctrina y Convenios 78:3), las viudas y los huérfanos (Doctrina y Convenios 83:6), así como para los líderes que obraban en el ministerio, los cuales debían pagar por lo que recibían en esta forma; el precio, en no sus obras fieles satisfacerían la deuda ante el obispo (Doctrina y Convenios 72:11).
El informe transcríbió el tiempo y se desarrolló el sistema del almacén: una se llamaba la Tesorería Sagrada, en la cual se iba a depositar “el producto de las cosas sagradas, para propósitos sacrosantos”.
Aunque no está muy claro, tal parece que en esta tesorería se iban a depositar los excedentes derivados de la publicación de las revelaciones, el Libro de Mormón, la Perla de Gran Precio y otras cosas similares, mayordomía que se había dado a José y a otros (Doctrina y Convenios 104:60–66).
“El Señor también dispuso que se formara ‘Otra Tesorería’, en ésta se depositaban los ingresos generales de la Iglesia, tales como obsequios en dinero y los ingresos derivados del mejoramiento de las mayordomías, a distinción del sobrante de las mayordomías originales, y el sobrante derivado de la operación de sus mayordomías.” (Doctrina y Convenios 104:67–68.) (En Mi reino se entenderá, págs. 103–104.)
“Teniendo todas las cosas en común.” La frase tomada de Hechos 4:32 (véase también Hechos 2:44; 3 Nefi 4:3; y 4 Nefi 1:3), se refiere a los que vivían la ley de consagración en los tiempos antiguos. Algunas personas que han reflexionado respecto al vocablo común piensan que se trata de un tipo de organización social en forma comunal o un “comunismo cristiano”. Esta interpretación es errónea. El profeta José Smith definió claramente la verdadera naturaleza de tener todas las cosas en común:
“Prediqué durante casi una hora sobre el capítulo dos de Hechos, donde los hermanos lo disparatado de tener los bienes en común [propiedades en común]. En Nauvoo cada persona se despojaría de sus pertenencias [bienes].” (History of the Church, 6:37–38.)
Cada mayordomía se considera propiedad privada (véase sección L-4), y el resto y excedente, consagrado para el almacén, es lo que se convierte en “bienes comunes de toda la iglesia” (véase Doctrina y Convenios 82:18). Se menciona como “bienes comunes” porque todos los miembros de la orden tienen acceso a ellos, de acuerdo con sus justas “necesidades” y “necesidades”, incluyendo la necesidad de mejorar su mayordomía (véase Doctrina y Convenios 82:17–18).
Frecuentemente se ha confundido el trabajo igual en las revelaciones registradas en Doctrina y Convenios: “En vuestras consagraciones seréis iguales las unas también” (Doctrina y Convenios 78:5). “Y seréis iguales en las cosas terrenales, no podréis ser iguales en la consecución de cosas celestiales” (Doctrina y Convenios 78:6). “Señalan… su porción a este pueblo, a cada hombre igual, según su familia, conforme a sus circunstancias, carencias y necesidades” (Doctrina y Convenios 51:3). El Señor dio su definición del vocablo “igual”: “Y seréis iguales, o en otras palabras, tendréis el mismo derecho a los bienes, para el mejoramiento de vuestras mayordomías, cada hombre de acuerdo con sus necesidades y necesidades, si éstos son justos.” (Doctrina y Convenios 82:17–19.)
“En la orden unida, después que los miembros del convenio eran revalidados en todas las cosas en común o recursos para la administración de las mayordomías. Mediante derechos de herencia mutuamente compartidos, todos eran ‘iguales’ (Doctrina y Convenios 51:9), o en otras palabras, tenían igual acceso. El procedimiento para determinar a qué relación se accedía consistía en que todos los que participaban en la orden dieran su aprobación y consentimiento (véase Doctrina y Convenios 104:70–71).
El obispo y administrador de la tierra. El obispo es el supervisor y administrador de la ley de consagración y mayordomía. La consagración inicial y el arreglo de mayordomía se hacen ante él (véase Doctrina y Convenios 42:31–33; 51:3–5; 53:4, 35). En la comunidad de Sión, el obispo señala la herencia (véase Doctrina y Convenios 48:6; 57:5; 85:1; 124:21). También tiene la responsabilidad de la dirección del almacén (véase Doctrina y Convenios 42:34; 51:3; 72:9–10). Una de las responsabilidades más importantes del obispo es la de ocuparse de las necesidades de los pobres (véase Doctrina y Convenios 42:33–35; 79:83; 84:112), de las viudas y de los huérfanos. Como juez en Israel (véase Doctrina y Convenios 107:74), el obispo también recibía el informe de la mayordomía de cada miembro de la orden unida y evaluando periódico (véase Doctrina y Convenios 72:5–7).
La organización del Señor, diferente de la organización del mundo
Algunas personas han dicho que la práctica de la ley de consagración y la orden unida son sólo una clase de socialismo o comunismo religioso. Otros afirman que siguió las filosofías económicas que existían en la época de José Smith, debido a los experimentos comunales de la nueva religión. Tales suposiciones son erróneas. El profeta José Smith, después de asistir a una presentación sobre el socialismo, en septiembre de 1843, en Nauvoo, declaró que “no creía en la doctrina”. (History of the Church, 6:33.) En nuestro día, el élder Marion G. Romney explicó las diferencias entre los programas del sistema revelado de la orden unida, y los socialistas de la siguiente manera:
“La base fundamental de la orden unida es creer en Dios y aceptar como don de Señor de la tierra y el autor de la orden unida.
“El socialismo es completamente materialista, y se basa en la sabiduría del hombre, y no en la de Dios. Aun cuando todos los socialistas no son ateos, no buscan, ni en la teoría ni en la práctica, al Señor para establecer su justicia.
“La orden unida se pone en práctica voluntariamente. Los miembros consagran sus bienes a la Iglesia de Dios.
“El socialismo es un sistema político de gobierno que no somete sus miembros actúan por su propia voluntad.
“. . . La orden unida se basa en el principio de propiedad privada y administración personal de individuos.
“Por consiguiente, tanto en la práctica como en la pertenencia y manejo de la propiedad, la orden unida conserva para los hombres su libre albedrío, que es un don de Dios, mientras el socialismo se lo priva.
“La orden unida es antipolítica.
“El socialismo es sumamente político. Tanto en la teoría como en la práctica, está casi expuesto a, y empapado de, la corrupción que lleva al fin al despotismo. . . . y tiene como objeto inerte reducir el libre albedrío del hombre.
“En un pueblo justo uno de los requisitos para vivir en Sión es la igualdad de los bienes temporales. Según dicen los socialistas, esa sistema eliminará las males de la motivación de las ganancias.
“La orden unida hace que el pobre se haga rico a través del servicio y el rico sienta humildad. En el proceso los dos se santifican. El pobre se libra de sus tristes actitudes de la pobreza, lo cual le permite sin tantos problemas alcanzar su máximo potencial, tanto temporal como espiritual. El rico, por consagración y por compartir sus bienes con los menos favorecidos, por fuerza sin uso de su propia voluntad, pone de manifiesto la caridad por los semejantes caracterizada por Mormón, como ‘el amor puro de Cristo’.” (Moroni 7:47.) (En Conference Report, abril de 1966, pág. 97.)
El presidente J. Reuben Clark, hijo, con igual claridad aclara la posición de la Iglesia sobre estos dos sistemas diferentes:
“Generalmente se refieren a los ordenantes de la orden unida, la cual no es un sistema comunal. La orden unida y el comunismo no son sinónimos. El comunismo es el polo opuesto de la orden unida. No hay ninguna duda al respecto, y las personas que afirman lo contrario no saben lo que dicen, lo han comprendido o la malinterpretan completamente.” (En Conference Report, octubre de 1943, pág. 11.)
El presidente Marion G. Romney nos advirtió sobre las continuas imitaciones del adversario:
“En este mundo moderno plagado de falsificaciones del plan del Señor, no debemos engañarnos que podemos dejar a un lado las obligaciones con los pobres y los necesitados descansando nuestra responsabilidad en los programas de gobierno u otras instituciones públicas de ayuda. Solamente dando voluntariamente amor sin reservas a nuestro prójimo podemos adquirir la caridad, el puro amor de Cristo.” (Moroni 7:47.) (En Conference Report, octubre de 1972, págs. 115; o Ensign, enero de 1973, pág. 98.)
Someterse a tales imitaciones puede traer serias repercusiones para el libre albedrío y la independencia de la persona y del sistema administrativo. El presidente Romney explicó el tema a los santos de la siguiente manera:
“La gran diferencia que hay entre lo que se da voluntariamente a la Iglesia, por amor a Dios y a nuestros semejantes, y la contribución obligatoria que tenemos que hacer en cumplimiento de leyes gubernamentales, es la misma que hay entre la libertad y la esclavitud.
“Cuando amamos al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, mente y ser, amaremos a nuestros hermanos como a nosotros mismos y voluntariamente, ejerciendo nuestro libre albedrío, daremos lo que tenemos para ayudar en su mantenimiento.” (En Conference Report, abril de 1976, págs. 164–165; o Ensign, mayo de 1976, págs. 120–121.)
El presidente Romney nos habló luego de las sabias instrucciones dadas por el presidente J. Reuben Clark, hijo, quien nos aconsejó sobre los sustitutos del mundo:
“El socorro desmedido ha producido en cientos, miles, si no millones, de personas a lo largo de una holgazanería, el sentimiento de que el mundo tiene la obligación de mantenerlos.
“La sociedad no tiene por qué mantener a nadie en una vida de ociosidad, tenga la edad que tenga. Nunca leí ni una sola frase en las Sagradas Escrituras, en donde se fomente o siquiera se permita algo así. En el pasaje inmediato San Pablo nos exhorta grandes grupos de personas: ‘El que no quiere hacer nada, y mantenerse libre.’” (En Conference Report, abril de 1938, pág. 106; o Ensign, mayo de 1976, pág. 98.)
El presidente Romney finalmente agregó una verdadera perspectiva al estudio de estos dos sistemas:
“Tanto la historia como la profecía, y quiero agregar, el sentido común, testifican del hecho de que ninguna civilización puede sobrevivir si sigue cursos trazados por tergiversadores, cursos que ahora se implantan como programas gubernamentales de ‘beneficencia pública’ en todo el mundo.
“Babilonia será destruida y Sión será su caída (véase Doctrina y Convenios 116); pero no caigá nuestra mundo, pues Sión no caerá con ella, porque será edificada sobre los principios del evangelio y los altos estándares, y del trabajo diligente, tal como Dios lo ha mandado.
“Al prepararnos para la edificación de Sión, no debemos apartarnos de los principios básicos sobre los cuales se basan los servicios de bienestar de nuestra Iglesia: el amor a Dios y a los semejantes, así como al trabajo.” (Los servicios de bienestar comienzan en nosotros, Liahona, agosto de 1978, pág. 139.)
La historia de la consagración
“El Señor estableció la orden unida en todo lugar donde encontró un pueblo que aceptara y viviera sus mandamientos. La estableció entre el pueblo de Enoc, y de ese se declaró:
“Y el Señor bendijo la tierra, y fueron bendecidos sobre las montañas, y en los lugares altos, y florecieron.
“Y el Señor llamó a su pueblo SIÓN, porque eran uno de corazón y voluntad, y vivían en justicia; y no había pobres entre ellos.” (Moisés 7:17–18.) (Marion G. Romney, “El propósito de los servicios de bienestar”, Liahona, oct. de 1977, págs. 79–80.)
En las Escrituras se encuentra registrado el éxito de la implantación de la ley de consagración entre otros grupos desde los días de Enoc. Según la revisión que José Smith hizo a la Biblia, Melquisedec era, según el orden del pacto que Dios hizo con Enoc, el encargado del almacen de Dios. En el registro del Nuevo Testamento, la orden de consagración se estableció entre los miembros después de la ascensión del Salvador. Eran “de un corazón y un alma” y “tenían todas las cosas en común” (Hechos 4:32). Este testimonio provee testimonio adicional de la práctica de la ley indicando que “se repartía a cada uno según su necesidad” (Hechos 4:35). Un tercer grupo se identifica en el Libro de Mormón después de la aparición del Señor resucitado: “Y tenían todas las cosas en común, todo hombre obrando en justicia uno con otro” (3 Nefi 26:19; véase también 4 Nefi 1:3).
La ley de consagración se restauró en esta última dispensación el 9 de febrero de 1831 en una revelación conocida como “la ley” (véase Doctrina y Convenios 42:22). Muchas de las instrucciones que dieron sus principios, práctica y organización fueron ampliadas durante el período de implantación en Misuri. El Señor reveló que no conviene su establecimiento que el tiempo y las circunstancias lo permitirían que su aplicación fuera llevada por los santos de esa época, porque sus esfuerzos servirían para poner los cimientos para la culminación futura de la obra divina (véase Doctrina y Convenios 58:4–7). El presidente J. Reuben Clark, hijo, resumió así los obstáculos que impidieron el éxito en aquella era:
“Por más de cien años los santos creyeron, y con razón, que aunque la ley de consagración se descontinuó su práctica, por orden del Señor, el principio en sí no fue revocado y todavía es obligatorio.” (Church News, 8 de agosto de 1951, pág. 3.)
Después que los santos se trasladaron al Oeste, establecieron programas en el período comprendido entre la década de 1850 y 1870, muchos de los cuales fueron designados con el nombre de orden unida. El presidente Brigham Young fomentó varias clases de programas temporales que se establecieron sobre la mayoría de los principios básicos de la consagración. En 1882 la Primera Presidencia dijo a los santos que debido a los beneficios que se obtenían con los programas existentes, la aplicación plena de la ley de consagración quedaría para el futuro. Después de hablar respecto a los principios de la ley de consagración, el presidente John Taylor y sus consejeros escribieron:
“Este es un sencillo bosquejo de cómo serán las cosas con respecto a algunos de estos asuntos, cuando la ley de Dios se ponga plenamente en vigencia. Nuestras relaciones con el mundo y nuestras propias imperfecciones impiden el establecimiento de ese sistema en el momento presente, y por lo tanto, tal como declaró José en días anteriores, no puede ponerse en práctica todavía.” (En Clark, Messages of the First Presidency, 2:339.)
Preparación para la consagración
La orden unida y las leyes pertinentes a la misma no se pondrán en vigencia plenamente hasta la redención de Sión (la Nueva Jerusalén). A fin de que no haya ningún malentendido, el presidente J. Reuben Clark, hijo, definió la frase “redención de Sión” en la forma siguiente:
“En el sentido en el que el Señor usó el término Sión, la ‘redención’ quiere decir el restablecimiento del pueblo en Misuri, lo cual todavía no se ha llevado a cabo”. (The United Order and the Law of Consecration As Set Out in the Revelations of the Lord, Church News, 15 de oct. de 1945, pág. 9.)
La obra del reino hoy día es la preparación para ese gran acontecimiento. Los programas temporales actuales de la Iglesia de bienestar y preparación preceden la práctica de la consagración. El presidente Marion G. Romney explicó el uso de los principios de consagración como una escuela preparatoria:
“Desde mis comienzos en los servicios de bienestar de la Iglesia, he tenido la firme convicción de que lo que estamos haciendo es en preparación para el restablecimiento de la ley de consagración y mayordomía que se requiere bajo la orden unida. Si pudiéramos recordar siempre que éste es el ideal por el que trabajamos, jamás nos desorientaríamos en esta gran obra. Lo que tenemos ante nosotros no es nuevo; es tan antiguo como el evangelio mismo.
“La implantación de la orden unida debe conformar a la revelación, esperar hasta la redención de Sión (véase Doctrina y Convenios 105:34). Mientras tanto, a medida que aprendemos y nos perfeccionamos y ganamos experiencia, debemos implantar los principios de la orden unida hasta donde estén incluidos en los requisitos actuales de la Iglesia, tales como el diezmo, las ofrendas de ayuno, los proyectos de bienestar, los almacenes y otros principios y prácticas. A través de estos programas debemos, como individuos, implantar en nuestra propia vida las bases de la orden unida.”
«La ley de los diezmos, por ejemplo, nos brinda una gran oportunidad de implantar el principio de consagración y mayordomía. Cuando se instituyó esta ley cuatro años después de suspenderse el experimento de la orden unida, el Señor requirió de su Iglesia que pusiera ‘toda su propiedad sobrante… en manos del obispo (Doctrina y Convenios 119:1), y de que de allí en adelante los miembros deberán pagar “la décima parte de todo su interés anual” (Doctrina y Convenios 119:4). Esto, tal vez, todavía vigente, implica por lo menos hasta cierto grado, el principio de mayordomía. La orden unida dependía en manos de cada persona la propiedad y administración de bienes de los cuales extrae y produce para satisfacer sus necesidades y las de su familia. Utilizo una vez más las palabras del presidente Clark:
“Así es que… en sus grandes principios básicos encontramos en el plan de bienestar… la esencia misma de la orden unida.” (En Conference Report, octubre de 1942, págs. 57–58.)
“Es entonces evidente que cuando los principios de diezmo y ayuno se observaron propiamente y el plan de bienestar alcanzó un desarrollo completo poniéndosele en absoluto funcionamiento, no estamos muy lejos de poner en práctica los grandes fundamentos de la orden unida” (Ibid., pág. 57). En única limitación a la que nos enfrentamos está en nosotros mismos.” (El propósito de los servicios de bienestar de la Iglesia, Liahona, octubre de 1977.)
A medida que los santos sigan este programa, continuarán desarrollando las características que les permitirán nuevamente establecer Sión en todo el mundo. El élder Bruce R. McConkie explicó cómo estos principios llevarán a la Iglesia a la redención de Sión:
“Como santos del Altísimo, haremos lo posible para que la Iglesia se sostenga independientemente de todas las otras organizaciones de la sociedad” (Doctrina y Convenios 78:14). Nuestra única esperanza es librarnos de la esclavitud del pecado, desechando de las cadenas de la pobreza y dependencia del mundo, a fin de que el reino de Dios pueda ir adelante y florecer en el mundo.
“Confiando siempre en el Señor, debemos hacernos independientes del mundo, librándonos al mismo tiempo de nosotros mismos y utilizando el albedrío que Dios nos ha dado, debemos resolver nuestros propios problemas económicos y temporales.
“Debemos cuidar de nuestra propia salud, cultivar nuestros propios huertos, almacenar nuestros propios alimentos, educarnos y prepararnos para hacernos cargo de los asuntos diarios de la vida. Ninguna otra persona puede obrar nuestra salvación por nosotros, ni temporal ni espiritualmente.
“Estamos aquí sobre la tierra para satisfacer las necesidades de nuestras familias. Los maridos tienen la obligación de mantener a sus esposas, los padres de mantener a sus hijos, los hijos deben mantener a sus padres ancianos o desviados, los hermanos de mantenerse los unos a los otros, así como los parientes de ayudarse mutuamente.
“La Iglesia tiene el propósito de ayudar a los santos a cuidar de sí mismos y, donde se haga necesario, proveer alimentos, ropa y artículos de primera necesidad, para evitar que caudan a los programas de caridad y otros males mundanales. A fin de ayudar a cuidar de los necesitados, la Iglesia debe operar granjas, cultivar huertos, lecherías y fábricas, y hacer muchas otras cosas, todo ello en una manera que la mantenga independiente de los poderes del mal en el mundo.” (Independiente de todas las otras criaturas, Liahona, agosto de 1979, pág. 140.)
La necesidad de la preparación espiritual
Aunque el programa de la Iglesia es el instrumento de preparación para la futura Sión, su éxito depende directamente de la preparación personal y del logro de cada miembro. El presidente Spencer W. Kimball explicó lo que debemos hacer para estar listos para practicar la ley:
“De manera que, a fin de tener una mejor comprensión de este proceso e indicar firmemente los principios específicos incluidos en esta obra, permítame repetirlos los que, según creo, son sus verdades fundamentales.
“Primero es el amor. La medida de nuestro amor por nuestro prójimo y, en gran parte, la medida de nuestro amor por el Señor, se ve en lo que hacemos el uno por el otro y por el pobre y el desdichado.
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13:34–35; véase también Moroni 7:44–48; Lucas 10:25–37 y 14:12–13.)
“Segundo es el servicio. Servir es humillarse, socorrer a los que necesiten socorro, impartiendo de sus bienes a los pobres, extendiendo, dando de comer al hambriento, sufriendo toda clase de aflicciones por amor de Cristo” (Alma 1:3).
“La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.” (Santiago 1:27.)
“Tercero es el trabajo. El trabajo acarrea felicidad, autosatisfacción y prosperidad. Es el medio para alcanzar todos los logros; es lo opuesto a la ociosidad, y nos libra de todo trabajo barato (véase Génesis 3:19). El tratar de obtener nuestro bienestar temporal, social, emocional o espiritual por medio de alguna violación del principio del trabajo es ignorar los mandamientos de Dios y, al hacerlo, es apartarse de la vida de los miembros de la Iglesia.” (Véase Doctrina y Convenios 42:42; 75:29; 68:30–32; 56:17.)
“Cuarto es la autosuficiencia. El Señor ha mandado a la Iglesia y a sus miembros a que sean autosuficientes e independientes.” (Véase Doctrina y Convenios 78:13–14.)
“La responsabilidad por el bienestar social, emocional, espiritual, físico y económico de cada persona descansa primeramente sobre sí misma, segundo sobre su familia, y tercero sobre la Iglesia si se es un miembro fiel.
“Ningún fiel Santo de los Últimos Días que esté física o emocionalmente capacitado deberá voluntariamente la carga de su propio bienestar o del de su familia a otra persona, sino que mientras pueda, bajo la inspiración del Señor y con sus propios esfuerzos, se abastecerá a sí mismo y a su familia con las necesidades espirituales y temporales de la vida.” (Véase 1 Timoteo 5:8.)
“Quinto es la consagración, la cual comprende el sacrificio. La consagración es donar el tiempo, talentos y los medios para cuidar a aquellos que lo necesiten —ya sea espiritual o temporalmente— y edificar el reino de Dios. En los servicios de bienestar, los miembros consagran cuando trabajan en los proyectos de producción, donan materiales a las Industrias Deseret, comparten sus talentos profesionales, dan una generosa ofrenda de diezmos y responden a los proyectos de servicio del barrio y de los quórumes; consagran su tiempo en su hogar o en la orientación familiar. Consagramos cuando damos de nosotros mismos.
“Sexto es la mayordomía. En la Iglesia una mayordomía es una asignación ganada espiritual o temporal por la cual se tiene que rendir cuentas. A causa de que todas las cosas le pertenecen al Señor, somos mayordomos sobre nuestro cuerpo, mente, familia y propiedades (véase Doctrina y Convenios 104:11–15). Un mayordomo fiel es aquel que ejerce justo dominio, cuida de los suyos y cuida del pobre y del necesitado (véase Doctrina y Convenios 104:15–18).
“Estos principios gobiernan las actividades de los servicios de bienestar: ¡Ojalá que podamos todos aprender, obedecer y enseñar estos principios! Líderes, enseñadlos a vuestros miembros; padres, enseñadlos a vuestras familias. Solamente si aplicamos estas verdades podremos acercarnos al ideal de Sión.
“Sión es un nombre dado por el Señor al pueblo del convenio, cuyos miembros se caracterizan por la pureza de su corazón y la fidelidad en cuidar del pobre, el necesitado y el desdichado (véase Doctrina y Convenios 97:21).
“Y el Señor llamó a su pueblo SIÓN, porque eran uno de corazón y voluntad, y vivían en justicia; y no había pobres entre ellos” (Moisés 7:18).
“El orden más elevado de la sociedad del sacerdocio está basado en las obras de amor, servicio, trabajo, autosuficiencia y mayordomía, todas las cuales quedan circunscritas en el convenio de consagración.” (Los servicios de bienestar: El evangelio en acción, Liahona, feb. de 1978.)
Algunos posponen su cumplimiento porque piensan que solamente cuando los santos vayan a Misuri será necesario vivir una vida de consagración. Otros sostienen que como en el presente no tenemos la Nueva Jerusalén, no pueden vivir la ley de consagración, ni siquiera en su espíritu. El presidente Lorenzo Snow dijo que el pueblo del Señor debe prepararse muy bien antes de que se le ordene vivir plenamente la ley unida, que fue hecha y ordenada como ley para todos, y a todos se les ordenó que la obedecieran, todos los que tuvieran en esa época el privilegio de ir a la tierra de Misuri para recibir una herencia. Pero eso, según lo creo, se aplica no sólo a los que fueron a la tierra de Misuri sino al pueblo de Dios en cualquier parte. Allí donde haya un pueblo de Dios, se puede implantar los principios de la orden unida si se aceptan y se obedecen.
Algunos habían pensado que los que fueron a Misuri debían obedecer la orden unida. Creo que eso es demasiado. Sería muy extraño que los Santos de los Últimos Días, que viven de acuerdo con el evangelio, no tuvieran el privilegio de unirse de acuerdo con los principios de la ley celestial, y que el condado de Jackson fuera el único lugar donde se pueda observar esta ley (en Journal of Discourses, 19:343; cursiva agregada).
En un comentario humorístico pero tristemente verdadero respecto a los problemas que las personas enfrentan al tratar de vivir de acuerdo con la ley de consagración, el presidente Brigham Young relató sus primeras experiencias cuando se intentó implantar entre ellos la ley de consagración:
“Yo estaba presente cuando se recibió la revelación… en 1831, y recuerdo con claridad la reacción con las hermanos. . . . Se pidió que yo fuera por las ramas de la Iglesia y averiguara cuál era el excedente de bienes que tenían los miembros, con lo cual llevar adelante la construcción del templo que establecíamos en Far West. En consecuencia fui de un lugar a otro por la región, antes de emprender el viaje, le pregunté al hermano José: ‘¿Quién juzgará qué es lo que se considera bienes sobrantes?’ Me contestó: ‘Que cada miembro juzgue por sí mismo’.
“Entonces le respondí: ‘Iré y les pediré su propiedad sobrante’. Y así lo hice. Encontré que la gente decía que estaba dispuesta a hacer lo que se les pidiera, pero cuando les pregunté cuáles eran sus bienes sobrantes, la mayoría de los hombres que eran dueños de tierras y ganados respondían: Yo tengo tantas hectáreas de tierra y tengo tantos hijos, y quiero que cada uno de ellos tenga treinta hectáreas para sí; por lo tanto, no me sobra nada.
“O si no: Yo tengo tantas hijas y no creo que no voy a poder darles más de quince hectáreas a cada cual. ‘Bien, pero entonces les sobran unas 120 hectáreas’. ‘Sí, pero tengo un cuñado que pronto vendrá a vivir con nosotros, y él dependerá de mí para poder vivir; también viene el sobrino de mi esposa y es muy pobre, y yo tendré que darle tierras para una granja después que llegue’. Luego llegué al siguiente, y éste tenía más tierra y ganado del que necesitaba para pasar bien. Es común, y probablemente cierto, los hombres me decían que eran jóvenes que habían de comenzar a criar familia: ‘No tenemos hijos, pero pensamos tener varios, y si es así, querremos darle treinta hectáreas a cada uno. No nos sobrará nada’. ‘¿Cuántos ganado tiene?’ ‘Tanto’. ‘¿Cuántos caballos, etc.?’ Tantos, pero ya he pensado en lo que voy a hacer con ellos y no tengo todo dispuesto.’
“Algunos, que quizás sentían el deseo de dar una buena suma a los bienes sobrantes, dijeron: Cuando traigan una vaca que consideraban propiedad sobrante, la vaca generalmente estaba preñada, o era vieja y sin leche o estaba coja; y cuando traían una oveja que se había de ofrecer, la oveja era tuerta o tenía una pata quebrada. Lo que la gente traía como ofrenda a la Iglesia en la época de la ley de consagración era casi siempre el peor de sus animales. Era como ofrecerle al Señor lo que le sobraba.” (Journal of Discourses, 2:306–7.)
Resumen
El presidente Lorenzo Snow recalcó la importancia del libre albedrío de las personas en llevar adelante la obra de consagración:
“En todo lo correspondiente a la gloria celestial no puede haber nada que se lleve a cabo forzadamente. Debemos actuar por inspiración del Espíritu del Señor. No podemos hacer nada obligados, por importante que sean las bendiciones que podríamos lograr. No podemos vivir por la fuerza la ley celestial; debemos hacerlo por nosotros mismos, por nuestra propia libre voluntad. Y hagamos lo que hagamos en relación con los principios de la orden unida, debemos hacerlo porque lo deseamos. Algunos de nosotros damos más de lo que la ley del diezmo requiere, y de esa manera ponemos en práctica el espíritu de la orden unida” (en Journal of Discourses, 19:364).
El presidente Spencer W. Kimball hizo una advertencia que debería ser el lema para todos los que desean vivir en una orden unida e implantar en su vida la ley de consagración y mayordomía:
“Vivimos en un mundo que rechaza en gran escala los valores de Sión. Babilonia nunca fue ni podrá llegar a ser parte de Sión”. (“Convirtámonos en puros de corazón”, Liahona, agosto de 1978, pág. 129.)
“Cuando practicamos los preceptos, doctrinas y programas de los servicios de bienestar, los frutos de nuestra labor se ponen de manifiesto en el desarrollo de Sión.” (Spencer W. Kimball, “Los frutos de nuestras labores”, Liahona, febrero de 1979, pág. 114.)
Y el presidente Marion G. Romney resumió el tema con estas palabras: “Vivimos en los últimos días. Vivimos en los días que los profetas anunciaron desde el tiempo de Enoc hasta el presente. Vivimos en la época que precede a la segunda venida del Señor Jesucristo. Procuremos estar preparados y vivir de tal manera que podamos ser independientes de todas las otras criaturas bajo del reino celestial (véase Doctrina y Convenios 78:14). Eso es lo que debemos hacer…
“…Lo que debemos hacer por último es ser capaces y estar dispuestos a consagrar todo lo que tenemos al establecimiento del reino de Dios, y a cuidar de nuestros semejantes. Haciéndolo, estaremos listos para la venida del Mesías.” (En Conference Report, abril de 1975, págs. 165–166.)
El sacerdocio y gobierno de la Iglesia: Parte 1
Introducción
La fuerza más poderosa conocida por el hombre, en el tiempo o en la eternidad, es el santo sacerdocio (véase N. Eldon Tanner, Liahona, enero de 1980). Mediante esa fuerza se creó la tierra y los planetas se sostienen en sus órbitas, pero más impresionante para la mente del hombre es el conocimiento de que tener “el poder del Sacerdocio de Melquisedec es tener el poder de ‘vidas sin fin’” (History of the Church, 5:554).
Mediante la autoridad del Sacerdocio de Melquisedec, la Iglesia y el reino de Dios en la tierra funcionan, se administran y progresan triunfalmente hacia su destino preordenado.
¿Cuál es el significado y propósito del sacerdocio? ¿En qué forma está organizada y se gobierna la Iglesia mediante el sacerdocio? ¿Por qué es tan importante la voluntad del Señor a los miembros de la Iglesia mediante el sacerdocio? Doctrina y Convenios no sólo responde a estas preguntas sino que en cierto sentido podría considerarse como un manual sobre el sacerdocio, revelado por la voluntad divina. En esta sección y en la Explicación N examinaremos la doctrina y convenios del sacerdocio, particularmente en tres aspectos principales: el significado del sacerdocio, la organización del sacerdocio y el gobierno y administración de la Iglesia (los cuales se analizarán en la Explicación N).
¿Qué es el sacerdocio?
Por respeto al nombre de Dios y para evitar hacer de Él un nombre algo común, el nombre del sacerdocio se cambió de Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios, a Sacerdocio de Melquisedec, dado que “Melquisedec fue gran sumo sacerdote” (Doctrina y Convenios 107:2; véase también vers. 1–4).
¿Qué es el sacerdocio? El Sacerdocio de Melquisedec es el propio poder de Dios, confiado a sus siervos autorizados, el que les permite hablar y actuar en representación de Él en el desempeño y administración de todo convenio, contrato, voto, ordenanza o propósito que Él tiene para la eficacia, virtud y bendición de sus hijos fieles, sellado por el Espíritu Santo sobre la cabeza de los santos en este mundo y en el venidero (véase Doctrina y Convenios 132:6–7).
Todas las oraciones dirigidas a la salvación del hombre serían en vano sin las santas ordenanzas efectuadas por los que han sido ungidos y apartados para que reciban el poder del sacerdocio. Toda esperanza sería inútil sin la voz de los siervos autorizados y escogidos de hablar en el nombre del Señor con el fin de guiar a Sus hijos por las sendas que llevan a la exaltación y otorgar las prometidas bendiciones de la eternidad (véase Doctrina y Convenios 130:20–21).
En resumen, el sacerdocio es el poder divino necesario para que cada hijo o hija de Dios se eleve desde una vida de obediencia, mediante la perfecta misión del Redentor, a una vida inmaculada de esplendor en la presencia eterna de su Padre eterno.
Los poderes y llaves asociados al sacerdocio
Recibir el Sacerdocio de Melquisedec constituye una gran responsabilidad. El presidente Joseph Fielding Smith dijo:
“Tener el sacerdocio no es algo sin importancia o que se puede tomar a la ligera. Se trata de manejar el poder y autoridad que el Señor nos ha dado al abrir los cielos en esta época para que todas las bendiciones eternas de las cuales gozan los que poseen el sacerdocio, puedan ser conferidas a los hombres en la tierra.” (En Conference Report, oct. de 1971, pág. 108; Ensign, dic. de 1971, pág. 98.)
No sólo recibimos el poder y la autoridad de actuar en el nombre de Dios cuando se nos confiere el sacerdocio, sino que también recibimos su investidura, o don, de bendiciones espirituales.
Cuando el Señor llamó a Edward Partridge para que recibiera el Sacerdocio de Melquisedec, le dijo:
“Y pondré sobre ti mi mano por conducto de las de mi siervo Sidney Rigdon, y recibirás mi Espíritu, el Espíritu Santo, sí, el Consolador, que te enseñará las cosas apacibles del reino” (Doctrina y Convenios 36:2).
Comentando sobre este pasaje, el élder Harold B. Lee dijo:
“¿Entendéis el significado de esas palabras?”
Cuando a una persona se le ordena por la debida autoridad, es como si el Señor mismo estuviera imponiendo las manos sobre ella por medio de su siervo autorizado, para que pueda recibir los dones e investiduras del Espíritu bajo su jurisdicción y administración.”
(Church News, 8 de julio de 1861, pág. 5.)
Mientras piensas en lo que significa ser un digno poseedor del sacerdocio, comprende que cuando se le da a un hombre el sacerdocio, éste recibe una rica investidura del Espíritu, la cual le permite administrar los asuntos de su propia vida y de la vida de los suyos. ¡Piénsese en ello! Cuando un poseedor del sacerdocio, investido con el mando de la justicia, pone las manos sobre otra persona y pronuncia una bendición de guía en una ordenanza o por una llamamiento, o para su salud, el Espíritu del Señor se derrama abundantemente y santifica lo hecho y revela la naturaleza de la investidura.
Si buscara poder todo el mundo, ¿podría encontrar una posesión de mayor valor? Recordarás que Simón, el mago, reconoció su valor y ofreció dinero a Pedro para obtener ese poder, diciendo: “Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo” (Hechos 8:19).
La compra del poder santo revelado sólo se puede efectuar mediante la fiel obediencia a las leyes y ordenanzas del evangelio. En el momento en que un hombre piense en obtenerlo por conveniencia, el “Espíritu del Señor [lo] quitará de en medio y [Dios lo] entregará al poder de Satanás” (véase Doctrina y Convenios 121:37). Nadie puede falsificar el poder del sacerdocio o autoridad dada al hombre” (Doctrina y Convenios 121:37). Nadie puede falsificar el sacerdocio, aunque el hombre pueda ser engañado, el Espíritu no (véase Doctrina y Convenios 45:47). Por lo tanto, el sacerdocio sólo actúa “conforme a los principios de justicia” (Doctrina y Convenios 121:36).
Inherente en el sacerdocio se halla el principio de la representación. El sacerdocio es la autoridad delegada por Dios, y de la larga asociación con sus poderes que capacita a los que poseen cumplir con sus deberes y tienen el espíritu de un llamamiento, sus oficios e investiduras, y sus palabras son los compromisos de un siervo como si Dios mismo los estuviera haciendo y diciendo lo que sus siervos autorizados dicen y hacen en Su nombre.
Es necesario establecer una diferencia entre los derechos del sacerdocio en general y las llaves del mismo. Cuando se le otorga el sacerdocio a un hombre digno, éste recibe una investidura de poder; sin embargo, el alcance de este poder lo determinan las llaves que él haya recibido. El presidente Joseph F. Smith lo explicó así:
“En general el sacerdocio es la autoridad dada al hombre para actuar por Dios. Todo hombre que ha sido ordenado a algún oficio en el sacerdocio recibe esta autoridad.
“Pero es necesario que todo acto efectuado bajo esa autoridad se lleve a cabo en el lugar y tiempo adecuados, en la forma correcta y según el orden establecido. El poder para dirigir esas funciones constituye las llaves del sacerdocio. Es un principio de orden que estas llaves estén en poder de sólo una persona a la vez, el Profeta y Presidente de la Iglesia. El puede delegar una parte de este poder, en cuyo caso la persona que la recibe tiene las llaves de esa función en particular. Por lo tanto, el presidente de un templo, el presidente de una estaca, el obispo de un barrio, el presidente de una misión, el presidente de un quórum, tiene cada uno de ellos las llaves de las funciones efectuadas en esa organización o lugar particular. Su sacerdocio no aumenta ni disminuye, y, lamentablemente especial, pues el sacerdocio de un setenta que preside una misión no es mayor que el de quien trabaja bajo su dirección; y el sacerdocio del presidente de un quórum de élderes, por ejemplo, no es más que el de cualquiera de los miembros de ese quórum. Pero tienen el poder de dirigir las obras efectuadas en la misión o en el quórum, en otras palabras, las llaves de esa división de la obra. Así es en todos los oficios del sacerdocio; una distinción debe establecerse entre la autoridad general y la dirección de las tareas efectuadas por esa autoridad.”
(Improvement Era, enero de 1901, pág. 230.)
Las llaves para manejar el reino no se obtienen automáticamente. Cuando se restauró el sacerdocio por medio de Juan el Bautista y luego por Pedro, Santiago y Juan a José Smith y Oliver Cowdery, no se les restauró en ese momento el derecho de usar el sacerdocio en todas las ordenanzas del evangelio, sino que requería la visita del Padre, el Hijo, el Profeta, Moisés, Elías y otros a conferir las llaves que ellos poseían a fin de poder usar el poder del plan del ministerio. Sin la restauración de esas llaves, la obra del Señor se habría frustrado y la tierra consumida al tiempo de la segunda venida del Señor (véase Doctrina y Convenios 21; 128:17).
Al derecho de usar los poderes del sacerdocio conferidos al hombre por el mismo Dios se le llama las llaves del sacerdocio. Estas llaves son necesarias para presidir en el sacerdocio y gobernar la Iglesia. La autoridad que actúa bajo las llaves del sacerdocio puede utilizarlas para bendecir a su familia y a otros que surjan en necesidad, mientras que otras se otorgan para cumplir llamamientos o asignaciones especiales.
Generalmente, cuando se habla de las llaves del sacerdocio, se refieren a llaves de dignidad y presidencia, no sólo a llaves de llamamiento. Cada una de las llaves se recibe como parte del poder general del sacerdocio. La canon de esta idea no es completamente exacta.
El derecho de presidir corresponde al Sacerdocio de Melquisedec; es poder del mismo. Todo poseedor de este sacerdocio puede presidir en justicia en su familia. Pero para presidir en otros puestos en el reino, se le debe entregar las correspondientes llaves especiales para el período de servicio al cual se le llame.
El presidente Joseph Fielding Smith aclaró este concepto en su última discursión en una reunión del sacerdocio de una conferencia general. Dijo:
“Os hablaré brevemente sobre el sacerdocio y las llaves que el Señor confió sobre nosotros en esta última dispensación del evangelio.
“Poseemos el santo Sacerdocio de Melquisedec, que es el poder y la autoridad de Dios delegados al hombre en la tierra para actuar en todo lo relacionado con la salvación del hombre.
“También poseemos las llaves del reino de Dios sobre la tierra, el cual es la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
“Estas llaves son el derecho de presidir, son el poder y la autoridad para gobernar y dirigir todos los asuntos del Señor sobre la tierra; Los que las poseen tienen el poder para gobernar y controlar la manera en que todos los demás puedan servir en el sacerdocio. Todos nosotros podemos poseer el sacerdocio, pero únicamente podemos usarlo según nos lo autoricen aquellos que poseen las llaves.” (Discursos de Conferencias Generales 1970–1972, pág. 279.)
Estas llaves “pertenecen” particularmente al oficio de la Primera Presidencia. Recordando la necesidad de que los miembros mantengan la vista sobre aquellos que tienen estas llaves, el presidente Smith continuó diciendo:
“Ahora permitidme decir, muy clara y enfáticamente, que tenemos el santo sacerdocio, que las llaves del reino de Dios están aquí, y que se encuentran únicamente en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
“Por mandato de revelación dada a José Smith, el Señor dijo que estas llaves ‘corresponden a la Presidencia del Sumo Sacerdocio’ (Doctrina y Convenios 81:2), y también que ‘quien recibe mi palabra, me recibe a mí; y quien me recibe a mí recibe a los de la Primera Presidencia, a quienes he enviado’ (Doctrina y Convenios 112:20).” (Ibid., pág. 279.)
En otras palabras, todos los que tienen las llaves del sacerdocio, tanto generales como específicas, las poseen bajo la dirección del profeta viviente. Él puede restringir o quitar esas llaves en cualquier momento.
Es importante que todo poseedor del sacerdocio comprenda las llaves que posee. Por haber recibido el Sacerdocio de Melquisedec, tiene las llaves para ejercer ese sacerdocio para el bien y bendición de sí mismo y de su familia. También tiene las llaves para actuar en la presidencia de su casa. Puede ejercer el sacerdocio para bendecir y consolar a los necesitados, como por ejemplo a los enfermos, si así se le pide. El obispo, por otra parte, tiene las llaves de presidencia del barrio, y aunque algún otro miembro del sacerdocio, por fe, debe bautizar, él confirma a los miembros de la Iglesia bajo la dirección de las llaves de su sacerdocio.
En cuestión las llaves hacen que ciertos élderes tengan una autoridad especial para efectuar esos deberes eclesiásticos. Debe quedar claro que las llaves del sacerdocio son necesarias para que alguien presida en cualquier puesto, sea en la Iglesia, en el quórum o en el hogar. Algunas llaves, como las llaves del poder de la resurrección, todavía no están en poder de ningún hombre.
No importa qué llaves se han dado, el mensaje principal de Doctrina y Convenios en cuanto al poder del sacerdocio es que solamente puede ejercerse y controlarse en base a principios justos (véase Doctrina y Convenios 121:36). Esta doctrina fundamental del sacerdocio es una de las más importantes contribuciones de la revelación moderna, pues la historia del mundo está llena de ejemplos de individuos que han reclamado tener autoridad de Dios y actuar en su nombre, pero que se han conducido sobre principios injustos.
Después de repasar ciertos principios de justicia necesarios para el ejercicio adecuado del sacerdocio, el Profeta reveló la promesa divina a los que fiel y humildemente se sujetan a ellos:
“…la doctrina del sacerdocio destilará sobre tu alma como rocío del cielo” (Doctrina y Convenios 121:45).
Entender la doctrina del sacerdocio requiere un total reconocimiento de los principios sobre los que la promesa se funda. El Profeta reveló los principios que constituyen esta doctrina:
1. “…muchos son los llamados, y pocos los escogidos…” (Doctrina y Convenios 121:34). A veces el título que se les da a los hombres no llegue a ser elegido, a fin de entender las circunstancias que lo califican para serlo. En Doctrina y Convenios 121:34–40, encontramos el bosquejo que el Señor hace de la razón por la que tan pocos son elegidos. El hombre se descalifica a sí mismo mediante una inadecuada actitud interior. Si el deseo principal de un hombre es tener las cosas del mundo y aspirar a los honores de los hombres, se corrompe el corazón, y tal hombre ofenderá al Espíritu y perderá los poderes del sacerdocio. Sin el poder del sacerdocio, el hombre no puede ser elegido por el Señor.
Como poseedores ordenados del sacerdocio debemos determinar mediante nuestros pensamientos y nuestra conducta si vamos a ser elegidos para la vida eterna o no. Somos nosotros quienes elegimos si somos o no entre los elegidos. Si somos rechazados será como consecuencia de nuestra propia desobediencia.
2. La desobediencia ofende al Espíritu y hace que los cielos se retiren del hombre injusto (véase Doctrina y Convenios 121:37). Ésta única relación entre el Espíritu y el sacerdocio. “Y, ¡ay! al sacerdote, como recordará por haberlo leído en Doctrina y Convenios 36:2, lo acompañará una investidura del Espíritu y actúa sólo bajo principios justos. Por lo tanto, si un hombre ejerce injustamente su autoridad, si ofendió al Espíritu y pierde el poder del sacerdocio (véase Doctrina y Convenios 121:37–40).
3. Una de las llaves del poder del sacerdocio es si los deseos principales del hombre están orientados a las cosas del espíritu de verdad, o no.
Para poder determinarlo, considérense los párrafos siguientes:
¿Conoce a alguien cuyas vidas están tan absorbidas por los asuntos materiales? ¿Conoce a jóvenes o profesores que están tan envueltos en sus estudios que ponen a un lado su actividad en la Iglesia? ¿Conoce a portadores del sacerdocio que están tan dedicados a la obra cívica y comunal que han dejado sus responsabilidades familiares y de quórum? ¿Conoce casos en que el deporte o los intereses personales han llegado a ser una obsesión para una persona, de modo que ya no tiene tiempo para la obra del Señor?
Este tema ha sido motivo de inspiración para un poeta:
Encadenado en la desesperación quedó, prisionero de la pasión,
de alcanzar los honores de los hombres;
ése fue su meta y su ambición,
y ése fue el premio que recibió.
A sus hijos… los perdió.
La lección aprendida demasiado tarde:
El cielo entrega al hombre los poderes por medio de una perfecta justicia.
4. “Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por la persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero” (Doctrina y Convenios 121:41). También se asocian la bondad y el conocimiento puro, mostrando caridad hacia todos los hombres y engrandeciendo los pensamientos por medio de la virtud en forma incesante (véase Doctrina y Convenios 121:41–45).
La base de la perfección es una estrecha relación con el Señor. Debemos poder sentir el amor de Dios en el corazón mediante el don y el poder del Espíritu Santo. Está claro, el amor puro de Cristo (véase Moroni 7:47), es el don de Dios y, por lo tanto, no es una posesión innata. Se alcanza solamente siendo un verdadero seguidor del Maestro y orando al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que seáis llenos de este amor” (Moroni 7:48; cursiva agregada).
Buscando apropiadamente esa investidura del Espíritu en nuestra vida, podemos, según las palabras de Pedro, ser “participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4). Expresándolo de otra forma, mediante oraciones fieles, constantes y sinceras y por medio de una vida recta, podemos, mediante la gracia de Dios, llegar a reflejar estos elementos de divinidad en la vida (véase Doctrina y Convenios 84:33–38).
5. Cuando una persona es justa, puede hacer que la doctrina del sacerdocio inunde poco a poco su alma. El proceso del que hablamos abarca más allá de la simple comprensión de los principios de servicio; comprende la asimilación de la naturaleza divina a medida que nos volvemos semejantes a nuestro Padre Eterno.
El Señor presentó en una revelación registrada en Doctrina y Convenios 121:45–46 que si el amor en nuestros corazones hacia los demás, y si los pensamientos virtuosos saturan nuestras vidas, entonces nuestra confianza se tornará fuerte en la presencia de Dios, con el tiempo y de forma voluntaria. La doctrina del sacerdocio destilará sobre nuestra alma y la paz y doctrina será por nuestro deleite.
El presidente Brigham Young enseñó que el sacerdocio “durante todo el día para compartirlo con los demás como templos del Dios vivo son comparables con Dios” (Journal of Discourses, 10:57). El Espíritu Santo será nuestro compañero constante y guía. Podremos, con Su ayuda, reclamar la promesa del Señor de un reino sobre el cual se presidirá eternamente.
Mediante la rectitud y la verdadera obediencia, el dominio, “sin ser compelido fluirá hacia ti para siempre jamás” (Doctrina y Convenios 121:46).
¿Puede pensarse en una meta más elevada o en una recompensa más gloriosa? Para resumir:
“Es doctrina de que quienes tengan este poder y autoridad serán elegidos para recibir una herencia de vida eterna si ejercen su sacerdocio en base a principios de justicia, si andan en la luz, si guardan los mandamientos, si ponen primero en su vida el reino de Dios y dejan que los intereses temporales ocupen el segundo lugar, si sirven en el reino con la vista puesta en la gloria de Dios.
Es doctrina de que aunque los hombres tienen los derechos del sacerdocio que se les han conferido, no obtendrán sus bendiciones eternas si los usan para fines injustos, si pecan, si lo desdeñan es más importante para ellos que las cosas del Espíritu. … Muchos son llamados al sacerdocio, pero pocos son los escogidos para la vida eterna.” (“What is the Doctrine of the Priesthood?”, Improvement Era, feb. de 1961, pág. 115.)
Divisiones del sacerdocio
Los poderes del santo sacerdocio están comprendidos en “dos divisiones o cabezas principales; una es el Sacerdocio de Melquisedec, y la otra es el Sacerdocio Aarónico…” (Doctrina y Convenios 107:6).
El Sacerdocio Aarónico, organizado a nivel local, incluye (1) un quórum de diáconos, integrado por doce diáconos presididos por uno de ellos al que se le llama como presidente del quórum; (2) un quórum de maestros, constituido por veinticuatro miembros, dirigidos por un presidente llamado de entre ellos; y (3) un quórum de presbíteros comprendido por cuarenta y ocho miembros. Hay una diferencia en cuanto a la dirección del quórum de presbíteros y es que el obispo es el presidente de ese quórum y es también el presidente del Sacerdocio Aarónico en la unidad local de la Iglesia (el barrio). Aunque el obispo es considerado el más alto del Sacerdocio Aarónico, es un apéndice del mismo sacerdocio (véase Doctrina y Convenios 84:29); por lo tanto, es necesario que sea un sumo sacerdote digno, que puede recibir la presidencia de la Estaca y el sumo consejo y aprecie la Primera Presidencia de la Iglesia. (Véase Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 130–131.)
Estos quórumes del sacerdocio menor deben servir a la Iglesia y enseñar a sus miembros los principios del servicio y el sacerdocio para llevar a las responsabilidades y bendiciones del Sacerdocio de Melquisedec.
Aunque se divide en los Sacerdocios de Melquisedec y de Aarón, es importante que se entienda que todo sacerdocio es de Melquisedec, y que el Sacerdocio Aarónico es un apéndice del mismo. “… Por tanto, considerando la Iglesia en su conjunto, podemos justamente llamarlo un solo sacerdocio” (Enseñanzas, pág. 131). En general, las funciones y deberes del Sacerdocio Aarónico difieren de los del Sacerdocio de Melquisedec en que incluyen comunión con ellos (véase Doctrina y Convenios 107:6); (2) tener llaves y poderes para administrar las ordenanzas carnales dadas por Moisés y la ley de la época en que el pueblo carecía de fe (véase Doctrina y Convenios 84:26–27); (3) Hermanar a sus miembros y prepararlos en todo lo relativo al servicio en el sacerdocio para que un día puedan estar preparados y convenir con el Sacerdocio de Melquisedec (Véase Joseph Fielding Smith, Discursos de conferencias generales 1970–1972, pág. 103).
El presidente Marion G. Romney añadió más claridad a esta última declaración, diciendo: “Para la regla general, los hombres grandes y buenos han sido muchas veces grandes y nobles que establecieron en su enseñanza la grandeza cuando tenían la edad de estar en el Sacerdocio Aarónico.” (En Conference Report, abril de 1978, pág. 59.)
El élder Orson Pratt resumió la función del Sacerdocio Aarónico diciendo: “El Sacerdocio de Aarón, siendo un apéndice del sacerdocio mayor, tiene poder para encargarse de las ordenanzas temporales, tales como el bautismo para la remisión de los pecados, la administración de la Santa Cena, y para atender las cosas temporales para beneficio del pueblo de Dios. Entre las funciones propias a este sacerdocio menor está el tener comunión con ángeles santos que pueden venir enviados de los cielos” (en Journal of Discourses, 18:363–64).
El Sacerdocio de Melquisedec es de poder maravilloso mediante el cual el Dios del cielo controla el universo y atiende todas las necesidades del hombre. Dentro de su amplio horizonte se encuentra comprendido todo poder, oficio, ordenanza y principio relativo a la salvación y exaltación del hombre. Al sacerdocio mayor se le ha llamado también el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios, Santo Sacerdocio, Sacerdocio de Melquisedec y sacerdocio mayor (véase Doctrina y Convenios 107:1–9). Su organización entre los hombres ha variado, de acuerdo a sus necesidades, a través de la historia de los tratos de Dios con sus hijos. En los primeros tiempos de la historia del Antiguo Testamento, es bien evidente que el orden patriarcal del sacerdocio era el tipo de gobierno administrativo de la Iglesia (véase Doctrina y Convenios 107:53–56). Sin embargo, hoy día una organización diferente es la que se encarga del mismo poder del sacerdocio.
La presencia del santo sacerdocio es esencial en toda dispensación y sin él no se puede otorgar manifestación alguna de los dones y poderes celestiales. El reino de Dios funciona y se maneja mediante el sacerdocio.
El profeta José Smith dijo: “Algunos dicen que el reino de Dios no quedó establecido sobre la tierra sino hasta el día de Pentecostés, y que Juan el Bautista no predicó el bautismo de arrepentimiento para la remisión de los pecados; pero yo declaro, en el nombre del Señor, que desde los días de Adán hasta el tiempo actual, el reino de Dios ha estado en el mundo, siempre que ha habido un hombre justo sobre la tierra a quien Dios haya revelado su palabra y conferido poder y autoridad para administrar en su nombre; y donde ha habido un sacerdote de Dios —un ministro que ejerce la autoridad de Dios para administrar las ordenanzas de Dios y oficiar en el sacerdocio de Dios— allí ha existido el reino de Dios…” (Enseñanzas, pág. 332).
Por lo tanto, es mandato perentorio que un hombre tienda las llaves, poderes y administraciones que corresponden al Sacerdocio de Melquisedec, tiene las llaves del reino y el poder de bendecir al mundo por la predicación del Evangelio. Presidente de la Iglesia (véase Harold B. Lee, Conference Report, abril de 1958). De acuerdo con esta definición, las llaves de presidencia están incluidas en el Sacerdocio de Melquisedec, y sin ese poder de Dios, el progreso del reino se vería malogrado por los poderes del adversario.
Los quórumes del sacerdocio
Aunque en todos los libros de las Escrituras se hace referencia a los distintos oficios del sacerdocio, se encuentra en Doctrina y Convenios un muy claro bosquejo de los quórumes y sus funciones. El élder John A. Widtsoe definió al quórum como “un grupo definido de hombres, poseedores del mismo oficio en el sacerdocio, organizado para avanzar más eficazmente la obra de la cual el sacerdocio es el responsable en la Iglesia” (Priesthood and Church Government, pág. 134).
El obispo maneja los asuntos de los quórumes del Sacerdocio Aarónico a nivel local, guiándolos en la obra de capacitar a cada uno de los miembros, y supervisando todos los asuntos temporales de los miembros del barrio.
El presidente de estaca es el oficial local que preside el Sacerdocio de Melquisedec y dirige la obra del Señor en todo lo respecta a necesidades espirituales de la estaca.
La organización de los quórumes de la Iglesia tiene dos propósitos. Uno es de organizar el cuerpo del sacerdocio en fuerzas de trabajo eficaces para efectuar la obra del Señor en la tierra. El segundo propósito es formar una hermandad suficientemente fuerte para asegurar la libertad espiritual y los derechos de sus miembros en unidad y confianza en que cada hermano pueda aprender de su deber, aplicar su conocimiento en el servicio digno a sus semejantes y vencer al mundo.
Si este espíritu de hermandad se cultiva en forma apropiada y se aplica sabia y generosamente, “no habrá para el hombre que posee el sacerdocio organización más admirable” (Widtsoe, Priesthood and Church Government, pág. 138).
El élder Harold B. Lee citó a Rudger Clawson, que fue segundo consejero en la Primera Presidencia y miembro del Consejo de los Doce, quien en cierta oportunidad dijo: “Los hermanos a quienes se les ordena en el sacerdocio, tanto Aarónico como de Melquisedec, quedan organizados en quórumes a fin de que tanto mayores como jóvenes puedan aprender y familiarizarse con el oficio del sacerdocio que poseen, con sus llaves y autoridades: el radio de acción de cada quórum, y sus limitaciones. Al escoger el método para dirigir las reuniones, siempre se debe tener este propósito en mente.” (Church News, 8 de julio de 1961, pág. 11).
En resumen, “…los quórumes del sacerdocio tienen que cuidar constantemente de los necesitados, no sólo hasta que se solucionen sus problemas temporales, sino también los espirituales” (véase Marion G. Romney, “El sacerdocio y los servicios de bienestar”, Liahona, feb. de 1978, pág. 116).
El presidente David O. McKay también enseñó cómo funcionan los quórumes del sacerdocio en su cometido de ayudar a otras personas: “Es deber de los líderes de los quórumes del sacerdocio cuidar de sus miembros y enseñarles sus deberes. Pueden hacerlo independientemente del obispo, el cual no lo hará porque es su responsabilidad y el deber preparar a sus miembros. Los llamamientos en el sacerdocio, en el campo para servir en el terreno espiritual o temporal, están preparados y tienen su base en el sacerdocio” (Enseñanzas, pág. 141).
Los oficios del sacerdocio
El oficio de élder es un dignatario del sacerdocio mayor (véase Doctrina y Convenios 84:29). El quórum de élderes se organiza a nivel de barrio o de rama y sus miembros. Cuando a un hermano se le ordena a ese oficio, le confiere primeramente el Sacerdocio de Melquisedec, y luego la ordenación al oficio de élder en ese sacerdocio. El Sacerdocio de Melquisedec se confiere una vez a cada hombre, ya que después que lo recibió, tiene todo el poder del sacerdocio. Luego de esa ordenación, si se le llama a otro oficio en el sacerdocio mayor, no se le confiere más el sacerdocio, sino que recibe las llaves necesarias correspondientes al nuevo llamamiento.
El oficio de setenta también es un oficio del sacerdocio mayor. Su quórum se organiza a nivel de estaca, con la participación de todos los barrios y con un máximo de setenta miembros. La presidencia está formada por siete miembros; uno de ellos recibe la designación de presidente mayor. El presidente de estaca es el encargado de llamar y apartar a estos presidentes. La mayoría de los setentas se correlacionará la actividad misional de todos los quórumes del sacerdocio y será activos en la prédica del evangelio en el mundo. Además, tal como sucede con cada quórum del sacerdocio mayor, el quórum de los setenta debe llevar los programas del sacerdocio se pongan en práctica en los hogares de los integrantes del quórum.
Los sumos sacerdotes tienen las llaves de presidencia en las unidades del reino, y por eso que a las Autoridades Generales, las presidencias de estaca, los obispados y patriarcas se les ordenan sumos sacerdotes. El quórum de sumos sacerdotes está integrado por todos los sumos sacerdotes de la estaca, sin número tope. La presidencia de estaca Constituye la presidencia del quórum, aunque generalmente cada barrio o rama tiene un líder de grupo que ayuda en la administración de los asuntos del quórum.
Los patriarcas tienen un oficio especial en el Sacerdocio de Melquisedec. El patriarca es llamado para dar bendiciones patriarcales a los miembros de la Iglesia y para sellar sobre ellos bendiciones especiales. El término usado en las Escrituras para referirse al patriarca es evangelista (véase Enseñanzas, págs. 179–180). No hay quórum de patriarcas; estos hermanos trabajan bajo la dirección de las Autoridades Generales, por medio del presidente de estaca.
A nivel de las Autoridades Generales, la organización del sacerdocio está compuesta por tres quórumes: el Primer Quórum de los Setenta, el Quórum de los Doce Apóstoles y el Quórum de la Primera Presidencia.
El Primer Quórum de los Setenta se compone de Autoridades Generales, y aunque está organizado en la misma forma general que los quórumes de setentas locales, su función es distinta. El llamamiento de estos setenta los lleva a viajar por el mundo y presidir la obra de promulgar el evangelio a todo pueblo (véase Doctrina y Convenios 124:138–140). Esta obra se lleva a cabo bajo la dirección de los Doce Apóstoles (véase Doctrina y Convenios 107:34; véase también History of the Church, 2:431–432).
Reciben el llamamiento sagrado de Apóstoles al recibir el llamamiento de ser “testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo” (Doctrina y Convenios 107:23), lo cual hace que este oficio sea diferente de todos los demás oficios del sacerdocio. El quórum que ellos integran es “igual en autoridad y poder” al Quórum de la Primera Presidencia (véase Doctrina y Convenios 107:24; Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 107:22–26).
El Quórum de los Doce comprende todos los oficios menores de la Iglesia, y como quórum, los Doce tienen en común todas las llaves y autoridad del sacerdocio mayor. Por medio de la presidencia unánime de orden y se separa la primera presidencia como portavoz del Señor para declarar la doctrina del reino. El Quórum de los Doce asume el lugar de la Primera Presidencia para servir como cuerpo legislador de la Iglesia. Debe además ser el que pueda llamar a otros Apóstoles, además de aquellos que el Profeta lo considere necesario para el adelanto del reino. Sin embargo, no son miembros del quórum. (Véase Widtsoe, Priesthood and Church Government, págs. 260–263; o N. Eldon Tanner, Liahona, oct. de 1980, págs. 64–65.)
El Sumo Sacerdote Presidente, o Presidente de la Iglesia, es el oficio mayor del sacerdocio que se le puede otorgar a un hombre. Él habla por el Señor y lo representa en los asuntos de los hombres —de todos los hombres— en la tierra. Él llama a consejeros para que sirvan junto con él, y juntos integran el Quórum de la Primera Presidencia de la Iglesia (véase Doctrina y Convenios 107:22). Este quórum preside todos los asuntos de la Iglesia.
Resumen
En Doctrina y Convenios se encuentran registradas revelaciones que dan a los Santos de los Últimos Días una idea más clara del sacerdocio y de sus funciones. Leyendo sus secciones podemos aprender el nombre del sacerdocio, sus divisiones, sus llaves, los principios sobre los que funciona, su doctrina, su organización y sus poderes. Dado que el sacerdocio es el poder de Dios y el poder mediante el cual los hombres obran a Él, estas revelaciones son una de las mayores bendiciones de la Restauración.
Al final de la gran revelación respecto al sacerdocio (Doctrina y Convenios 107), el Señor declara solemnemente:
“Aprenda, pues, todo varón su deber, así como a obrar con toda diligencia en el oficio al cual fuere nombrado. El que es perezoso o no será considerado digno de obrar; por consiguiente, no se aprobará su obra y se presentará aprobado, no será considerado digno de permanecer. Así sea. Amén.” (Doctrina y Convenios 107:99–100).
El peso y compromiso personal del deber lo que hace que la Iglesia siga marchando adelante hacia su gran destino. Si fracasamos en cumplir con nuestra obligación, será imposible escapar de perder almas. Este es un principio que se aplica a todos los miembros de la Iglesia, a hombres y a mujeres por igual. A las organizaciones tales como la Primaria, la Sociedad de Socorro, las Escuelas Dominicales y el Sacerdocio las designamos como organizaciones auxiliares.
¿Auxiliares de qué? La respuesta es, naturalmente, auxiliares del sacerdocio. Por lo tanto el cometido de aprender nuestro deber y cumplir fielmente con nuestro oficio será válido para una maestra de la Primaria como para un poseedor del sacerdocio. El élder Marion D. Hanks contó un relato maravilloso que ilustra la importancia de que cada alma tome en serio los llamamientos del sacerdocio:
“Usemos el nombre de Diana para llamar a una joven hermana que dejó su hogar para ir a una ciudad cercana en busca de empleo. Tenía un gran deseo de asistir a la universidad y necesitaba fondos para lograr su ambición. Como sucede muchas veces, no encontró trabajo, y al paso del tiempo se iba desanimando más y más. Entonces, por esas vueltas de la vida, llegó a estar bajo la influencia de una persona sin escrúpulos, quien aprovechándose de la soledad y juventud de Diana y del hecho de que no podía entender el peligro, la llevó a cometer un pecado moral.
La experiencia fue horrible para ella, que regresó a su casa con el corazón destrozado al contarle la tragedia a su madre, y después de algún tiempo, a su obispo.
Hubo consejo, compasión, amonestación, dirección, cariño y bendición. Diana, de regreso en su casa, comenzó a aprender y a conocer el dolor del remordimiento y la bendición de la gratitud por la gracia, bondad y misericordia de Dios. Pero, un día tuvo necesidad de hablar nuevamente con el obispo para informarle que su enfermedad y trágica experiencia ahora esperaban un hijo. La situación cambiaba. Diana recibió más consejos para ayudarla a enfrentarse con esta nueva situación. Se pensó en muchas posibilidades, incluso en el Programa de Servicios Sociales de la Iglesia, pero Diana lo declinó al final; permanecería en su pueblo, esperando el nacimiento de su hijo. Trataron de disuadirla en vista de los problemas que tendría que enfrentar, pero Diana decidió quedarse, especialmente debida a la enfermedad que aquejaba a su madre viuda.
“Diana se levantó en la siguiente reunión de ayuno y testimonios y explicó su condición. Reconoció su falta y pidió que la perdonaran. Les dijo: ‘Me gustaría caminar por las calles de este pueblo sabiendo que tienen compasión por mí y me perdonan. Pero si no pueden hacerlo —dijo—, no lloren por mí ni mi madre; el Señor y yo ya me enseñó caminos muy diferentes de los que tomé, y por favor no le guarden rencor a mi bebé. Él no tiene la culpa’. Su dicho llenó de agradecimiento su corazón por el conocimiento personal que tan amorosamente había obtenido, pero que agotaba grandemente, de la importancia de la misión salvadora de Jesucristo. Entonces se sentó.
“El hermano que me relató la historia observó la reacción de la congregación y pudo ver muchos ojos llenos de lágrimas y muchos hombres y mujeres humildes, ‘pero no hubo nadie que tirara una piedra —dijo—. Nadie discutió con ella ni interrumpió la reunión en ese momento para no romper el ambiente de respeto, interés y gratitud a Dios’.
“El obispo se levantó, pero no condujo la reunión; en vez de hacerlo, dijo: ‘Hermanos, la historia de Diana nos ha entristecido y conmovido a todos. Ella ha aceptado con valor y humildad toda la responsabilidad de su situación. Efecto imaginariamente ha colocado en la pared de la capilla una lista de pecados en la cual aparece solamente su nombre. Actuando heroicamente, no puede dejar así; por lo menos debería escribirse un nombre más, el nombre del que era en parte responsable de esa desgracia, aunque este lejísimos ocurrió el incidente. El nombre tres y su condición a todos ustedes. Es el de su obispo.
Verán —dijo—, si yo hubiera llevado a cabo completamente los deberes de mi llamamiento aceptado las oportunidades de mi posición, tal vez hubiera podido evitar esta desgracia’.
“Entonces el obispo habló de la conversación que había tenido con Diana y su madre antes de que la primera partiera para la ciudad en busca de trabajo. Dijo que había hablado con algunos de sus compañeros, y con su esposa, expresando su preocupación por el bienestar de Diana. Se había sentido preocupado por la falta de experiencia y soledad en que se vería la joven. Había también hablado, según nos dijo, con el Señor sobre todas estas cosas.
‘Pero después —dijo—, no hice nada. No le escribí una nota a su nuevo obispo. No hablé por teléfono. No viajé unos cuantos kilómetros hasta su ciudad. Solamente esperé y oré pidiendo que Diana estuviera bien allá sola. No sé si lo que hubiera podido haber hecho, pero siento, que si hubiera sido el tipo de obispo que debiera haber sido, se podría haber evitado este triste incidente.
“Mis hermanos, no sé durante cuánto tiempo voy a ser obispo de este barrio. Pero, hermanos, sea, si hay algo que yo pueda hacer para impedirlo, no volverá a suceder nada parecido a alguien que esté bajo mi protección.”
El obispo se sentó con lágrimas en los ojos. Su consejero se levantó y dijo: “¡Amamos al obispo. Es uno de los mejores y más escrupulosos hombres que jamás he conocido. No puedo dejar su nombre de la lista sin agregar el mío. Verán, el obispo sí habló con sus compañeros. Me habló a mí de este asunto. Creo que pensó que como ocasionalmente viajo por negocios a la ciudad, podría encontrar la manera de llamar o visitar a Diana para ver si se hallaba bien. Podía haberlo hecho, pero siempre estaba corriendo de un lugar a otro y no me tomé el tiempo para hacerlo. Yo también hablé con otras personas. Le mencioné mi preocupación a mi esposa. Casi me avergoncé de decirles que hablé con el Señor y le pedí que ayudara a Diana. Y Dios me contestó. No sé qué hubiera sucedido si hubiera hecho lo que debía, pero siento que tal vez pude haber evitado esta desgracia.”
“Hermanos, no sé durante cuánto tiempo serviré en este obispado, pero les aseguro que mientras esté en esta posición, si hay algo que pueda hacer para impedirlo, no volverá a suceder.”
La presidenta de las Mujeres Jóvenes se levantó y relató una historia similar. El consejero del obispo a cargo de esa organización auxiliar había hablado con ella, lo cual la había dejado pensando mucho en el caso.
“La última persona que se levantó fue un hombre que se expresó de modo breve, sin lágrimas. Era el que su compañero de orientación familiar. Indicó que los habían asignado al hogar en que vivían Diana y su madre, pero que habían fallado en sus visitas y no hicieron ningún esfuerzo por ser la clase de maestros que señalaban las revelaciones de Dios.
“No sé durante cuánto tiempo seré maestro orientador, pero mientras lo sea, no dejaré de visitar mensualmente ningún hogar, y trataré de ser la clase de maestro que el Señor desea.”
Terminó la reunión, y el maravilloso hombre que me relató esta gran experiencia me dijo: “Hermano Hanks, pienso que no hubiéramos podido comprender más claramente la importancia de los llamamientos de los líderes y de las organizaciones de la Iglesia si el Señor mismo hubiera bajado para repetir sus instrucciones a los contritos de que ‘ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros… sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan’ (1 Corintios 12:21, 25–26). Jamás podríamos haber comprendido con más claridad”.
“Hace unos cuantos años el presidente Joseph Anderson y yo tuvimos el privilegio de viajar con el presidente Reuben Clark, hijo, a un solemne seminario en St. George, Utah. En el camino le relaté esta historia, que había sucedido no recientemente. Pensé durante largo y tierno tiempo en las lágrimas en los ojos me dijo: ‘Hermano Hanks, esa es la historia más significativa que he escuchado para ilustrar la importancia de desempeñar dignamente con nuestras obligaciones en la Iglesia. Cuando la haya pasado durante suficiente tiempo, compártela con los demás en experiencias’.
Ahora he pensado durante mucho tiempo y todavía la repito. Es una historia que habla de nosotros, de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser al establecer su reino y permitirnos las bendiciones del servicio dentro de él. Ahora oro que esta historia con vosotros y pido a Dios que nos bendiga a todos para comprender sus implicaciones y actuar de acuerdo con ellas, en el nombre de Jesucristo. Amén.” (CR, abril de 1966, págs. 151–153.)
El sacerdocio y gobierno de la Iglesia: Parte 2
Introducción
El gobierno de la Iglesia debe proveer lo necesario para el bienestar espiritual y temporal de sus miembros al máximo posible bajo las leyes de la tierra allí donde la Iglesia se encuentre. No tiene otro propósito que el de bendecir la vida de los miembros organizando los esfuerzos individuales para que lleguen a ser una sociedad hermosa que vive en armonía. A diferencia de los gobiernos de los hombres, el gobierno de Dios existe para dar al individuo más poder y ayudarlo a asegurar su exaltación. El tipo de gobierno que existe en el reino de Dios se aclarará en la Explicación M, donde se examina el significado y la organización del sacerdocio. En cambio, esta parte (Explicación N) está dedicada a examinar en qué forma actúa el sacerdocio en el manejo de los asuntos del reino.
El gobierno de Dios: Un orden teocrático de sacerdocio
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es una teocracia. Está dirigida por Dios mediante revelación directa. Aunque todos los miembros pueden recibir revelación personal relacionada con su vida, las revelaciones necesarias para la administración del gobierno del reino terrenal las reciben solamente los siervos autorizados por el Señor. Estos hombres y mujeres son “…llamados[s] de Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que puedan[n] predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas” (quinto Artículo de Fe). El poder de acción de la organización de gobierno de la Iglesia es la revelación; la organización misma es el sacerdocio, o gobierno de Dios.
A la Iglesia frecuentemente se la menciona como un reino. El rey es el Salvador Jesucristo. Pero, por el momento, Él no reclamará el derecho de reinar hasta tanto no se juzgue su reinado mediante el milenio.
¿Es la Iglesia una democracia? Esta pregunta no es lo mismo que preguntar si la Iglesia es democrática o no. Una democracia es una “doctrina política fundada en la intervención del pueblo en el gobierno. Predominio del pueblo en el gobierno de un Estado” (Diccionario de la lengua española. Real Academia Española). En otras palabras, se puede decir que una organización es democrática si la voluntad y los derechos de la gente, o de los miembros que la integran, son siempre el principal interés y nunca se ejerce la fuerza. Ante tal criterio, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es idealmente democrática, aunque no es una democracia, pues uno de los elementos fundamentales del gobierno de la Iglesia es el ejercicio de la ley del consentimiento común. Esta ley concede a los miembros el privilegio de votar para sostener o rehusar a cualquier persona que haya de presidir sobre ellos (véase Doctrina y Convenios 20:65; 28:13).
El élder Orson F. Whitney explicó cómo el orden democrático del consentimiento común y la forma en que se aplica en una teocracia de la siguiente manera:
“La verdadera libertad del hombre, su derecho de adorar tal como se lo dicte la conciencia, y de actuar en todas las cosas como lo considere conveniente, —principio que ha venido desde el pasado eterno, que se opuso a Lucifer por intentar destruir ese derecho— es parte integral de la ley perfecta de la Libertad. Como toda libertad de expresión, y queda claro que el sacerdocio no coacciona. Su propósito es libertar. Hace tres años por mandato el hombre justo y directo…
“Hablando de la palabra del Señor que vino a él y a su colaborador en la granja de Peter Whitmer, padre, en Fayette, condado de Séneca, Nueva York, diciéndoles que se ordenaran el uno al otro al oficio de élder, el Profeta dijo:
‘Sin embargo, se nos mandó posponer esta ordenación nuestra hasta el momento en que fuera propio reunir a nuestros hermanos, los que ya habían sido bautizados y los que serían bautizados, para que tuviésemos aprobación de parte de ellos respecto a nuestro proceder de ordenarnos mutuamente, y para perder los que decidieran mediante el voto si nos aceptaban o no como maestros espirituales…’
“Alguien dirá: ¡Cómo! ¿Después que estos hombres se han comunicado con seres celestiales y recibido de ellos mandamientos para su conducción; después de que han recibido autoridad divina para predicar el evangelio, administrar las ordenanzas y establecer una vez más sobre la tierra la planta ausente Iglesia de Cristo? ¿Después de todo esto deben ir ante el pueblo y pedir su consentimiento para organizarse y presidir sobre ellos como cuerpo religioso? Sí, esa es precisamente la situación. A pesar de todas esas gloriosas manifestaciones, ellos no estaban plenamente capacitados para ocupar las altas posiciones a las que divinamente se les había llamado. Faltaba un elemento: el consentimiento del pueblo. Hasta que ese consentimiento no se diera, no podría existir la Iglesia como cuerpo con miembros y aquellos hombres como sus autoridades presidentes. El Gran Gobernante nunca ha forzado a nadie del pueblo a que acepte a un oficial presidente que no desee apoyar y sostener, ya sea a nivel de rama, barrio, estaca o Autoridad General.
“Felizmente para nosotros, los hermanos que se encontraban con José y Oliverio en aquel memorable 6 de abril de 1830, aprobaron sus ordenaciones y ‘decidieron por votación’ aceptarlos como sus ‘maestros espirituales’.
“Pero supongamos que hubiera sido de otro modo y que los hermanos en cuestión hubieran levantado las manos en contra, en lugar de a favor. ¿Cuál hubiera sido el resultado? ¡Qué rápido podría haber quitado de José y Oliverio su sacerdocio y, por consiguiente, sus dones de poder! El Espíritu de profecía y revelación los habría dejado. De hecho, mucho si no hubiera invalidado el hecho de que estos dos poseían el sacerdocio; pero en la práctica los habría dejado sin poder. Habrían tenido las llaves del sacerdocio, pero no el derecho de ejercerlas sobre los demás; sus hermanos no fueron los que les dieron el sacerdocio, ni los hicieron profetas y videntes, y ellos habrían permanecido así a pesar de cualquier oposición por parte de los miembros. El evangelio, el sacerdocio y las llaves del reino de los cielos no se dan junto con el derecho de ser miembros de la Iglesia. Jesús confiere el que está a la cabeza de la Iglesia, Jesucristo, en persona o alguien a quien Él ha delegado, y sin su consentimiento ningún poder sobre la tierra o bajo la tierra podrá quitarlos.”
“Pero el resultado, si la votación hubiera sido desfavorable, habría sido claro: los hermanos y hermanas que esperaban ser miembros en la Iglesia se habrían cerrado la puerta en su propia cara, se habrían negado al más preciado privilegio, se habrían privado de los inestimables bendiciones que provienen del ejercicio de los dones y poderes que poseen los hombres divinamente comisionados para iniciar esa gran obra de los últimos días.” (Orson F. Whitney, CR, octubre de 1930, págs. 46–47.)
Por lo tanto, en principio y en práctica la Iglesia es democrática, mas como organización no es una democracia sino una teocracia. El élder Harold B. Lee destacó lo siguiente:
“Algunas veces oímos decir que la Iglesia es una democracia. Bien, no es tal cosa. Democracia significa un gobierno en donde la autoridad descansa en el pueblo: el derecho de nominar, el derecho de relevar, de cambiar. La Iglesia no es una democracia. Se parece más a un reino que a un sistema democrático, y sin embargo no es un reinado, con excepción de que aceptamos al Señor como rey, el cual tiene bajo su dirección a un hombre que actúa en su nombre y es su portavoz. Es una organización que se define exactamente como teocracia, lo cual significa que es semejante a un reino según la definición que el mundo le daría, y sin embargo se parezca a una democracia”. (The Place of the Living Prophet, Seer and Revelator, discurso dado al personal docente de seminarios e institutos de religión el 6 de julio de 1964, págs. 2–3.)
Miembro del reino
El gobierno de la Iglesia incluye el establecimiento de una norma que define los requisitos necesarios para ser miembro en el reino. Algunas personas critican a la Iglesia cuando toma ciertas determinaciones contra sus miembros, diciendo que no es justo que la Iglesia tenga ese poder. Pero toda organización en una sociedad libre tiene el derecho de determinar los requisitos y reglas por los cuales sus miembros se regirán, siempre que no estén en desacuerdo con las leyes del país. Mediante revelación directa el Señor dio a conocer que ciertas ofensas pueden poner en peligro el derecho de los miembros de participar en el reino (véase, por ejemplo, Doctrina y Convenios 42:78–93; 85:11).
No tomar ninguna medida con los miembros que violan ciertas leyes, dejaría al mundo la falsa idea de que la Iglesia enseña una norma y permite que sus miembros vivan de acuerdo con otra.
El Señor también reveló los requisitos necesarios para ingresar a la Iglesia (véase Doctrina y Convenios 20:37). Sin esa revelación directa, nadie en la Iglesia tendría el derecho de establecer o cambiar estas condiciones así como tampoco las que se exigen para mantener la condición de miembro. La casa de Dios es una casa de orden, y aunque Él es la cabeza del reino, Él es el único que tiene el derecho de decidir quién ingresará y permanecerá en su reino.
Conferencias
Las conferencias generales representan ante los miembros de la Iglesia, reúnense y presentan ante los oficiales en cada ramo o quórum y las autoridades generales y locales, para tomar decisiones y expresar un voto de sostenimiento. Mediante ese voto, cada miembro participa en un procedimiento democrático único de la Iglesia. El Señor mandó que estas conferencias se efectúen a menudo para el progreso y unidad del reino (véase Doctrina y Convenios 20:61–62). En ellas los oficiales que presiden y dirigen y los miembros de la Iglesia. El Señor revela su voluntad en estos tiempos, tal como lo hizo en la antigüedad.
El reino terrenal es un prototipo del reino celestial
La fuente de todo gozo es vivir las leyes de Dios que nos dio con ese mismo fin. Dado que estas leyes se transmiten a los santos por medio del gobierno de Dios, los siervos del Señor desempeñan un papel vital como guardianes de la felicidad y el bienestar de los santos. Es útil recordar que como siervos de la Iglesia bendecimos la vida de los demás por medio del servicio generoso y que a cambio también recibimos como recompensas más amor y gozo.
Resulta apropiado hacer una analogía: Dado que el reino terrenal de Dios es un prototipo del reino celestial, el gozo que se experimenta a través del servicio que se rinde en la Iglesia en el estado mortal no es sino un reflejo de lo que se gozará en las esferas celestiales. Además, el reino terrenal no es meramente un símbolo del celestial, sino que en realidad es una extensión del mismo. En la tierra los siervos del Señor viven el gozo más elevado cuando están comprometidos en su servicio a Él. En otras palabras, si la plenitud de gozo está en el servicio de los seres glorificados cuya existencia es exaltada por la presencia de Dios, entonces el mayor gozo disponible para los seres mortales es servir en la extensión terrenal de su reino.
La relación directa entre los reinos terrenal y celestial la mencionó Jesús en su oración: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). Llevando la analogía un poco más lejos, el miembro de la Iglesia que busca la guía de su líder simbólicamente está buscando a su Dios. El gobierno de la Iglesia es el medio que el Señor ha provisto para que una persona, mediante la obediencia a las leyes, se califique como hijo de Cristo, como un digno candidato de un lugar en su reino, donde el orden perfecto se manifiesta a través de un gobierno irreprochable inspirado por el amor puro del Salvador por la humanidad.
En su sabiduría el Señor estableció varios oficios en el sacerdocio y en la Iglesia para ayudar a administrar sus leyes y para dilatar el reino. Todos los oficios en el sacerdocio son importantes para la función general de organización, pero el reino terrenal se da a conocer y se edifica mediante el sacerdocio.
El Profeta y la Presidencia de la Iglesia
La función del portavoz del Señor está relacionada con la del sacerdocio. Todas las leyes y funciones del sacerdocio vienen del Señor y se efectúan de acuerdo con la norma de actuación de la persona. El profeta es el único autorizado a hablar por el Señor y a dar mandamientos a la Iglesia (véase Doctrina y Convenios 107:8–9).
Los hermanos de la Iglesia son llamados y “escogidos por el cuerpo mismo, por ordenados a ese oficio, y sostenidos por la confianza, y fe de los miembros de la Iglesia, que los han aceptado” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 70).
El profeta, vidente y revelador de la Iglesia, es entonces, el presidente de la Iglesia y el único vicario viviente de Dios, a quien el Señor revela lo que es necesario para el manejo de la Iglesia (Widtsoe, Priesthood and Church Government, pág. 131). Él posee todas las llaves del reino, incluyendo las llaves de sellar en los cielos y en la tierra y de éstas las llaves se delegan a otros oficiales según sus obligaciones o mayordomías. Todos los poderes de sellar, incluyendo los del nuevo y sempiterno convenio del matrimonio (véase Doctrina y Convenios 131:2), dependen de las llaves que el Señor al profeta, vidente y revelador.
La llave que sólo la presidencia tiene y que no se puede delegar a otras personas, es la de declarar la intención y voluntad del Señor por vía de mandamiento y doctrina para la Iglesia. Sin embargo, una vez que esto se declara, los miembros del Quórum de los Doce y otras autoridades generales sostienen la declaración y la promulgan entre los miembros de la Iglesia (véase Explicación E en cuanto a un comentario de la misión del Profeta.)
Aunque los inicuos se burlen y el mundo se ría en la duda, el Señor habla la palabra de paz al corazón de los justos y hace que sus hechos ardan al sonido de la voz del Ungido. No se dispersará una hueste de Santos de los Últimos Días donde “Te amamos, Señor nuestras gracias” (Himnos de Sión, 178).
Consejos del sacerdocio
En abril de 1979 se anunció la organización de los consejos del sacerdocio en todos los niveles y ello marcó un importante paso en el adelanto de todos los asuntos del reino bajo la dirección del sacerdocio (véase Ezra Taft Benson, “El gobierno de la Iglesia por medio de los consejos”, Liahona, agosto de 1979, págs. 126–132). Este paso significó el cumplimiento de una profecía hecha por el presidente Joseph F. Smith que dice: “Esperamos ver el día, si vivimos el tiempo suficiente y si alguno de nosotros no vivirá, cuando todo consejo del sacerdocio en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días entenderá cuál es su deber, asumirá su responsabilidad, magnificará su llamamiento y ocupará su lugar en la Iglesia hasta el máximo, de acuerdo con la inteligencia y habilidad que posea. Cuando llegue ese día, no habrá tanta necesidad de obrar que hoy efectúan las organizaciones auxiliares, porque los quórumes regulares del sacerdocio lo harán”. (Véase Doctrina del Evangelio, pág. 154.)
Los consejos del sacerdocio son únicos en el mundo. Se apartan de la pompa y la ceremonia. Se levantan en oposición al orgullo y poder de los hombres. Son el faro sobre un monte, guiando a los santos de Dios a través de aguas turbulentas, de manera que puedan sortear con seguridad las rocas de destrucción e iniquidad. En esencia, los consejos son órganos oficiales de acuerdo con el principio de la unidad inspirada descrito por el élder Ronald E. Poelman: “El significado de los consejos divinos en la dinámica de administración de la Iglesia divina. Se congrega para recibir la ley del Señor por medio de aquellos que poseen autoridad para administrar Su palabra y para aprender a gobernar a la Iglesia y ajustar todas las cosas delante del Señor” (véase Doctrina y Convenios 41:2–3). La fuerza y efectividad del consejo se derivan de la coordinación y diversidad de talentos individuales, no de una “mayoría común”. (“Clave para satisfacer las necesidades temporales y espirituales”, Liahona, julio de 1980, pág. 152.)
Por medio de sus oficiales, para lograr la meta de “…perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:12–13).
Esta asignación y mayordomía de la Iglesia se lleva a cabo mediante los consejos de la Iglesia. Las decisiones de estos consejos deben ser unánimes, a fin de que el espíritu de unidad ejerza en las acciones del gobierno de la Iglesia (véase Doctrina y Convenios 107:27). Esa unidad que se manifiesta en el reino terrenal del Señor, es un prototipo del modelo del cielo. El élder Ronald E. Poelman describió cómo se alcanza esa unidad: “La unidad en los asuntos temporales, así como en los espirituales, es esencial para nuestro éxito. Por medio de la oración y discusión se debe obtener en cada paso el acuerdo de todos los miembros del consejo a fin de lograr aquella unidad que es un requisito previo para recibir la ayuda del Señor. Para ser esperanzados, debemos tomar el divino acuerdo y no por compromiso. Los participantes no son abogados competentes representando criterios estrechos, sino más bien miembros constituyentes de un cuerpo unificado” (“Clave para satisfacer las necesidades temporales y espirituales”, Liahona, julio de 1980, pág. 152.)
Organización del consejo del sacerdocio
El gobierno de la Iglesia actúa por medio de consejos de la Iglesia, es decir, “multirregionales”, regionales, de estaca, de barrio y de familia. Esta organización de consejos satisface las necesidades de la Iglesia desde lo astralidad más alta hasta el miembro más nuevo. Stephen L. Richards, consejero de David O. McKay en la Primera Presidencia de la Iglesia, dijo:
“Tal como yo lo veo, la esencia de nuestro gobierno en la Iglesia es que se basa en consejos. El Consejo de la Primera Presidencia, el Consejo de los Doce, el consejo de la presidencia de estaca… el consejo del obispado… He tenido suficiente de la experiencia para reconocer el valor de los consejos. . . Veo la sabiduría, la sabiduría de Dios en la creación de los consejos; gobernar según un reflejo espiritual bajo el cual actuamos, se pueden reunir hombres con diferentes puntos de vista y muy distintas culturas, y bajo la influencia de ese espíritu, aconsejándose mutuamente, pueden llegar a un acuerdo.” (En Conference Report, oct. de 1953, pág. 86.)
El propósito fundamental de los consejos no ha cambiado desde los días del profeta José Smith: Son para “facilitar en gran manera la comunicación y la unidad a los diversos niveles de la Iglesia, lo cual contribuirá a que el reino siga adelante” (Ezra Taft Benson, “El gobierno de la Iglesia por medio de los consejos”, Liahona, abril de 1979, pág. 126).
La mayoría de los consejos en cada nivel “es preciso que sean completos en el sentido de que representen todos los programas de la Iglesia para que así exista un cuerpo encargado de correlacionar, coordinar, planificar, y tomar resoluciones en todos los asuntos eclesiásticos y temporales (ibid., pág. 127). En otras palabras, la Iglesia debe continuar trabajando,
El consejo coordinador de la Iglesia
El consejo coordinador de la Iglesia está integrado por la Primera Presidencia, el Quórum de los Doce y el Quórum de los Setenta y presidentes de área. Este consejo representa la unidad administrativa de la Iglesia y sirve de enlace entre las autoridades generales y las locales.
Este consejo establece las normas de la Iglesia, actualiza las excepciones a éstas, las autoriza para que aquéllas se pongan en práctica y resuelve cualquier dificultad que pueda existir a nivel del consejo de área. (Véase Ezra Taft Benson, “El gobierno de la Iglesia”, Liahona, agosto de 1979, págs. 126–132.)
El consejo de área
Un miembro del Primer Quórum de los Setenta está a la cabeza del consejo de área integrado por los Representantes Regionales que son el vínculo entre las Autoridades Generales de la Iglesia y los líderes de las estacas. En virtud de su llamamiento, presiden sobre las misiones a concurrir a estas reuniones, tanto como el director de servicios de bienestar del área, el director del Sistema Educativo de la Iglesia del área, y otras personas siempre que se considere necesario. (Ibid.) El consejo de área desarrolla los planes para la aplicación de las pautas concernientes a las estacas. Se invita a los presidentes de estacas a asistir a las reuniones cuando ellas tienen que ver con sus obligaciones y mayordomías.
El consejo multirregional
Una Autoridad General dirige el consejo multirregional, el cual funciona del mismo modo que un consejo de área. El director de servicios de bienestar del área asiste cuando es necesario, como así también los “Representantes Regionales de las regiones afectadas, y el director de servicios de bienestar de la multirregión. El director del consejo de obispos de estaca y la presidenta de la Sociedad de Socorro de estaca en uno de los consejos regionales… asisten como miembros cuando se tratan asuntos de servicios de bienestar” (Ibid.)
El consejo regional
El consejo regional consiste en el Representante Regional y los presidentes de estaca de la región. Se puede pedir que asistan un director del consejo de obispos de estaca y una presidenta de la Sociedad de Socorro de estaca, designados por el Representante Regional, cuando se tratan asuntos de bienestar. (Ibid.)
Los consejos de estacas
Hay dos grupos que se reúnen a nivel de estaca y que son parte del sistema de consejos: El comité de bienestar de estaca y el consejo de correlación.
El presidente de estaca dirige el comité de bienestar, ayudado por los demás miembros de la presidencia, el sumo consejo y la presidencia de la Sociedad de Socorro de estaca; todos ellos son miembros de este comité.
Los miembros del comité de correlación son los mismos que los del comité de bienestar más el presidente mayor del quórum de setenta y los presidentes o líderes de las mesas auxiliares de estaca.
Los consejos de barrios
Los consejos de barrio son semejantes a los consejos de estaca: están compuestos por el consejo de bienestar del barrio y el consejo de correlación.
El consejo de familia
“La familia es la unidad básica del reino de Dios sobre la tierra” (Spencer W. Kimball, Liahona, de 1978, pág. 69). Como la familia es la organización más importante en la eternidad, el consejo de familia es también primordial, especialmente en su aspecto eterno. Fue justamente en un consejo de familia donde se reveló el plan de salvación a todos los hijos de Dios.
El padre dirige el consejo de familia, o la madre si el padre no está presente. Su propósito es mantener y desarrollar la unidad y la solidaridad familiar. Se reúne tan a menudo como resulte necesario y su influencia tiene consecuencias eternas. Los padres deben recordar que la “obra más importante que podrán realizar se dentro de los límites del hogar” (Lee, Ye Are the Light of the World, pág. 80). La unidad familiar y la solidaridad no sólo deben ser la meta del consejo de familia sino convertirse en realidad como resultado de él. El fracaso en esa mayordomía no es aceptable, ya que algunas de las amonestaciones más severas que jamás se hayan expresado fueron por esa causa (véase Doctrina y Convenios 93:41–44, 47–49).
Los consejos de la Iglesia deben correlacionar la actividad del sacerdocio en todos los niveles y asegurarse de que los programas respalden eficazmente al hogar. Sin tal correlación se produciría lo contrario.
Administración del sacerdocio a nivel individual
En ninguna otra ocasión es tan evidente el milagro del Sacerdocio de Melquisedec que cuando un hombre justo y digno lo ejerce con toda la energía de su alma para salvarse a sí mismo y a su familia. Es una prueba notable de la gracia divina el que este don maravilloso sea dado a los hombres. El sacerdocio no es un poder impersonal que cae como un manto sobre la Iglesia. Es la autoridad misma del Dios de los cielos, extendida individualmente a sus hijos dignos. Tal confianza no se debe acarrear con ligereza, pues, aunque Dios es un Dios de amor, también es un Dios de justicia y no será burlado (véase Doctrina y Convenios 104:6; 63:58). El élder George Q. Cannon habló de la responsabilidad que trae junto a sí el recibir el sacerdocio: “Debemos honrar el Sacerdocio que tenemos o ese sacerdocio, en lugar de glorificarnos, será el medio para condenarnos. En lugar de darnos exaltación a la diestra de Dios, fin para el cual ese don nos lleva iría a abismos de miseria y pesar tal como nunca habríamos conocido si no hubiéramos recibido ni fracasado en honrarlo. Es algo que causa temor recibir el Sacerdocio de Dios y no magnificarlo, y el poder y sentimientos personales de honor que se nos otorga alguna dignidad o que lo coloquen en una posición por encima de los demás hombres y hermanas, sino con el entendimiento de que si no cumple con las responsabilidades que vienen con él, irá a las profundidades de la miseria y la angustia” (Gospel Truth, 1:22).
¿Qué significa magnificar un llamamiento en el sacerdocio?
Todo poseedor del sacerdocio que desee que el Señor lo apruebe debe ser fiel “hasta obtener esos dos sacerdocios de los cuales he hablado, y magnific[a]r su llamamiento” (Doctrina y Convenios 84:33). Naturalmente, si se ordena a un hombre, éste recibe el sacerdocio, pero entonces debe magnificar el llamamiento que tiene en él. El profeta José Smith enseñó que magnificar un llamamiento significaba “elevarlo en dignidad e importancia, hacerlo honorable y digno de encomio ante los ojos de todos los hombres, aumentarlo y fortalecerlo, permitir que la luz del cielo brille a través de él. ¿Y cómo podemos magnificar un llamamiento? Sencillamente efectuando el servicio que corresponde al mismo”. (Cita hecha en un discurso dado por el élder Thomas S. Monson, en Conference Report, Conferencia de Área Británica 1971, pág. 145.)
El presidente Joseph Fielding Smith llevó el concepto un paso más adelante al expresar lo siguiente:
“Los oficios del sacerdocio, o llamamientos, son asignaciones ministeriales para efectuar servicios especialmente asignados. Y la forma de magnificar estos llamamientos es efectuar la obra requerida en el oficio en cuestión.
“No importa qué oficio tenemos, siempre que seamos fieles a nuestras obligaciones. Un oficio no es mayor que otro, aunque por razones administrativas a un poseedor del sacerdocio se le puede llamar a presidir y dirigir las labores de otro.” (En Conference Report, oct. de 1970.)
Quizás resulte útil hacer una analogía. Un lente de aumento tiene dos capacidades. Puede amplificar los rayos de luz para que un objeto se vea más grande y también puede concentrar los rayos de luz y darles más poder. Cuando un hermano magnifica su llamamiento en el sacerdocio, hace lo mismo. Aumenta el llamamiento, lo expande, lo hace más pleno y útil. También enfoca la luz y la energía que posee sobre problemas definidos para poder resolverlos en la manera del Señor. Este proceso también se aplica a los llamamientos que reciben las mujeres, pues aunque ellas no tienen llamamientos en el sacerdocio, reciben llamamientos del sacerdocio. A medida que una persona magnifica su llamamiento, el Señor a su vez la magnifica haciéndola más fuerte, más capaz y más sabia en el uso de los dones y poderes que obtiene mediante el sacerdocio. De esa manera el proceso comienza nuevamente. Cuanto más hace una persona de hacer por causa de las bendiciones del Señor.
El proceso de magnificar los llamamientos es el ejercicio del juramento, y convenio del sacerdocio. Cuando se lleva el sacerdocio a un hermano, se da con un juramento y él lo recibe mediante un convenio (véase Notas y comentario sobre Doctrina y Convenios 84:33–41). Si un hombre hace el convenio de magnificar sus llamamientos en el sacerdocio (véase Doctrina y Convenios 84:33) y se compromete a “vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Doctrina y Convenios 84:44), entonces al ser fiel jura un juramento de lealtad al Señor, de santificar y purificar su vida y la de su familia. De igual modo, el Señor hace un juramento de que el hombre recibirá la vida eterna. Es el mismo tiene (véase Doctrina y Convenios 84:38).
Si ha entendido lo explicado anteriormente podrá comprender sin problemas que quien reciba el sacerdocio está bajo solemne voto de vivir por la palabra de Dios.
Al contemplar la gravedad de tal pacto, lea y medite un revelador consejo del Señor dada al presidente John Taylor:
“Mis siervos poseedores del sacerdocio, a quienes sostuve y honré, habrán de honrarme y obedecer mis leyes, y las leyes de mi santo sacerdocio, o no serán considerados dignos de poseerlo, así dice el Señor. Que se humillen ante mí y no asienten en su voluntad sino en la mía, pues si ellos mis siervos, a quienes escogí, llamé e investí con el espíritu y los dones de sus diversos llamamientos, y con los poderes respectivos, no me reconocen, no los reconoceré a ellos, dice el Señor; por lo tanto los poseedores del sacerdocio deben honrarme y obedecerme.
Y exhorto a mi sacerdocio y a todo mi pueblo a arrepentirse de todos sus pecados y omisiones, de su codicia, orgullo y obstinación y de todas sus iniquidades con las cuales pecan contra mí, y que procuren con toda humildad cumplir mi ley, oh poseedores del sacerdocio, mis santos y mi pueblo. Y amonesto a vosotros jefes de familia a poner vuestras casas en orden de acuerdo con la ley de Dios, y a atender los diversos deberes y responsabilidades que a ésa os ata. Sed limpios, purificad vuestras almas de mí, y expurgar la iniquidad de vuestros hogares, de la vuestra familia y de cualquiera otra persona que esté alojada en vuestra casa. Y os bendeciré y acompañaré, dice el Señor, y os reuniréis en vuestros lugares santos donde os congregaréis para orar ante mí, y pediréis por las cosas que son justas y rectas, y yo escucharé vuestras oraciones, y mi espíritu y poder estarán con vosotros; mis bendiciones descansarán sobre vosotros, sobre vuestras familias, vuestras moradas y hogares, sobre vuestras manadas, rebaños y campos, vuestros sembradíos y vuestras vidas, y sobre todo lo que os pertenezca. Y vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios; y vuestros enemigos no tendrán dominio sobre vosotros, pues yo os preservaré y a ellos confundiré, dice el Señor, y no perecerán por el poder de vuestros enemigos. Mi palabra continuará adelante y mi obra se habrá de llevar a cabo; mi Sión será establecida, y mi gobierno, en medio de la tierra prevalecerán ante mi pueblo, y todas las naciones habrán de testificar ante mí. Así sea. Amén.” (B. H. Roberts, Life of John Taylor, págs. 350–351.)
Resumen
Uno de los temas principales de Doctrina y Convenios es aquél de “edificar y preservar a sus santos: … ‘¿Qué poder hay que detenga las olas? Tan inútil será el hombre que se alce en oposición a la Iglesia de Dios, como el que detuviera las olas del mar’”. (History of the Church, 2:489).
El sacerdocio representa el poder por el cual toda la obra del Padre Eterno y de su Hijo Jesucristo se lleva a cabo. No hay labor importante ni bendición que el hombre pueda recibir que no esté vinculada con el sacerdocio y con el poder del Señor.
El sacerdocio es, en sí mismo, eterno, así como el Evangelio lo es. Es el medio por el cual los hombres son elevados, fortalecidos y santificados. Es el instrumento de su progreso. Los hombres no pueden lograr la exaltación sin el sacerdocio, porque sin él el hombre no puede recibir las ordenanzas que lo preparan para la vida eterna.
En tal estado favorecido, el hombre está preparado para vivir “…de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Doctrina y Convenios 84:44) y, por lo tanto, la promesa del Señor de la vida eterna y la gloria de Dios llega a ser posesión personal del mayordomo fiel. Eso es lo que significa mantener firme el llamamiento y la elección (véase 2 Pedro 1:10) y tener paz en esta tierra y vida eterna en el mundo venidero (véase Marion G. Romney, “Magnificad vuestros llamamientos en el sacerdocio”, Liahona, sept. de 1974, págs. 37–39.)
Salvación para los muertos
Introducción
“La más grande de las responsabilidades puesta por Dios sobre nosotros en este mundo, es la de buscar, mediante la investigación genealógica, a nuestros muertos y efectuar por ellos la obra en el templo.” (History of the Church, 6:313.)
El apóstol Pablo escribió que hay algunos asuntos doctrinales que sólo se pueden discernir espiritualmente (véase 1 Corintios 2:14). El tema de la salvación de los muertos es uno de ellos. El conocimiento que poseen los Santos de los Últimos Días sobre esta doctrina tan importante depende casi enteramente de las revelaciones registradas en Doctrina y Convenios. Es un tema que sólo lo pueden entender las personas que gozan de una mente espiritual y, sin embargo, su alcance es tan grande que incluye a todos los hijos de nuestro Padre Celestial, vivos y difuntos.
El mundo de los espíritus
Para entender la doctrina de la salvación de los muertos, debemos primeramente entender dónde se encuentran los seres queridos que han fallecido. El presidente Brigham Young enseñó que cuando las personas fallecen, “todos pasan por el velo de este estado al mundo de los espíritus; y vivir allí esperando su destino final” (Discourses of Brigham Young, pág. 376). Este mundo de los espíritus, como él enseñó, es la casa real de nosotros:
“No está más allá del sol, sino que: está en esta tierra, la cual se organizó para la gente que vivió, que vive y que vivirá en ella…”
“¿Dónde está el mundo de los espíritus? Está aquí mismo. ¿Véase juntos los espíritus buenos y los malos? Sí, así es. ¿Habitan en su uno reino? Sí, es el país del sol. No van más allá de los límites de la tierra. Pero no van.” (Discourses of Brigham Young, pág. 376, cursiva agregada.)
El presidente Young continuó su declaración aclarando la condición de convivencia que existe en el mundo de los espíritus entre los inicuos y los justos:
“No hay duda que parece extraño que santos y pecadores vayan al mismo lugar y moren en el mismo mundo. Pero esto es lo que pasa aquí en este mundo. Veis a los Santos de los Últimos Días que han venido a estos valles, que forman una gran comunidad, y sin embargo están en el mismo mundo entre otras comunidades. . .
“Todos se encuentran en el mundo de los espíritus, allí están el profeta y el patriarca; los hombres justos, y los inicuos.” (En JD 6:294.)
Debe quedar bien claro que aunque los inicuos y los justos vivan juntos en el mundo de los espíritus, tal como sucede en este estado mortal, no significa que los justos actúen como los malvados, ni que los malvados gocen de las bendiciones otorgadas a los justos. Pero los justos pueden predicar el evangelio a los inicuos y si éstos aceptan honradamente las verdades de salvación, ellos también pueden reclamar las bendiciones del Señor a las cuales nos hemos hecho acreedores. El élder Bruce R. McConkie escribió lo siguiente:
“Así, aunque hay dos esferas dentro del mismo mundo de los espíritus, existe cierta convivencia entre los justos y los inicuos que habitan en esas esferas. Y cuando los espíritus de los inicuos se arrepienten, dejan su prisión y se unen a los justos en el paraíso. Es por eso que José Smith dijo: ‘… Hades, seol, paraíso, espíritus encarcelados; todos representan una misma cosa: el mundo de los espíritus. Los justos y los inicuos van todos al mismo mundo de espíritus hasta el tiempo de su resurrección’.” (Enseñanzas, págs. 379–7; Mormon Doctrine, pág. 762.)
El estado en el cual los espíritus de los inicuos se encuentran es descrito en Alma 40:3–4 y en Mosíah 2:38. El profeta José Smith dijo: “La gran miseria de los espíritus que han partido y están en el mundo de los espíritus, donde van después de la muerte, es saber que no han alcanzado la gloria que otros gozan y que pudieron alcanzar ellos mismos, y ellos son sus propios fiscales.” (History of the Church, 5:426.)
Doctrina y Convenios es la fuente principal de conocimiento concerniente a lo que ocurrió con el Salvador del mundo de los espíritus. Durante los tres días en que su cuerpo estuvo en la tumba, Jesús visitó a los espíritus que estaban en el paraíso. Se apareció solamente a los justos, a los que enseñó la plenitud de su evangelio. De entre la enorme hueste organizó a las misiones para proclamar el evangelio a los espíritus encarcelados (véase Doctrina y Convenios 138:18–20, 29–31).
El mismo evangelio que se enseña a los vivos se enseña en el mundo de los espíritus. La obra misional en el mundo de los espíritus es el mismo que presentan los siervos del Señor en la tierra. Con la restauración del evangelio, el Señor les dio a sus siervos que deben abrir la boca y llamar al arrepentimiento y preparar el reino de los cielos cerca. Dijo que la predicación debía ir en el mandamiento de arrepentirse y bautizarse en agua y fuego para que “las puertas del infierno no prevalezcan contra de nosotros” (Doctrina y Convenios 33:33). Ese es exactamente el mensaje que predica el que está en el mundo de los espíritus y ese reino le promete una igual bendición. Si “infierno” se refiere al sufrimiento que experimentan las consecuencias naturales del pecado en los espíritus, la promesa es que, si los espíritus aceptan el evangelio y reciben las ordenanzas vicarias del bautismo, investidura, etc., efectuadas por ellos en esta tierra, las puertas del infierno no prevalecerán en su contra, es decir, que la prisión espiritual no tendrá poder para retener a los que acepten el evangelio en el mundo de los espíritus.
Los que nunca oyeron el evangelio en su estado mortal, reciben esa oportunidad, de manera que si lo aceptan plenamente, pueden ser herederos del reino celestial (véase Doctrina y Convenios 137:7–9). A los que tuvieron la oportunidad de escuchar el evangelio estando en la carne pero lo rechazaron, a causa de las presiones sociales o por cualquier otro motivo, se les redimirá nuevamente a fin de que puedan ser redimidos de su miseria, aunque su conversión y gozo no alcanzarán el reino terrestre. De otro modo heredarán un reino telestial. (La explicación de por qué la gente que ha recibido el evangelio y lo ha rechazado en el estado mortal sólo puede heredar el reino terrestre, se encuentra en Notas y Comentario sobre Doctrina y Convenios 76:72–74.)
Los espíritus de los justos, aquellos que se convirtieron al evangelio en la prisión de los espíritus, tienen que esperar hasta que se efectúe para ellos la obra del templo (véase Smith, Doctrina de Salvación, tomo II, pág. 217). Estos fieles desearían no poder progresar plenamente porque, aunque tuvieron fe y se arrepintieron en su condición de espíritus, no se deben llevar a cabo las ordenanzas como el bautismo y la confirmación en la tierra aunque sea mediante vicarios. Ellos también esperan el día de la redención. Hablando sobre esta demora el presidente Spencer W. Kimball dijo: “La mayoría de nosotros ha tenido que esperar por algo o a alguien durante un minuto, una hora, un día, una semana o incluso un año. ¿Os imagináis cómo han de sentirse nuestros antepasados, algunos de los cuales quizás hayan estado esperando décadas, e incluso siglos, a fin de que se efectúe por ellos la obra vicaria?” (“¿Y por qué peligramos?”, Liahona, julio de 1977, pág. 4.)
Si ha sido miembro de la Iglesia durante mucho tiempo probablemente esté familiarizado con la frase “salvar a los muertos de Sión”, la cual se usa a menudo relacionada con la genealogía y la obra en el templo. Esta no es una frase, sino una descripción muy real del poder salvador de la obra por los muertos.
“Puede imaginarse la frustración que sentiría si aceptara el evangelio en el mundo de los espíritus, pero no pudiera entrar en el paraíso por tener que esperar hasta que alguno de sus descendientes se sintiera motivado a hacer la obra en el templo?
Imagina a sus propios abuelos deseando unir a su familia porque no se han efectuado las ordenanzas por ellos. Piense en los antepasados que fueron fieles al evangelio, que aceptaron el mensaje de los misioneros, que obraron en rectitud, que enseñaron y sirvieron, y que luego murieron y fueron al mundo de los espíritus a predicar y enseñar a los miembros de su familia. Se encuentran encarcelados en la prisión de los espíritus, la que, como hemos visto, también recibe el nombre de “infierno”.”
¿Comprende ahora qué es lo que se encuentra revelado en Doctrina y Convenios y lo que los profetas dicen al respecto? Realmente puede sacar del infierno a muchas personas efectuando la obra por ellas. Naturalmente, usted no puede determinar si aceptarán el evangelio o no en el mundo de los espíritus; pero si lo hacen, dependen de nosotros, que seamos aquí, para lograr la salvación. Nosotros somos la clave de esa salvación.
El presidente Wilford Woodruff enseñó que tenemos las llaves para la redención de los muertos y que la negligencia respecto a esa obra acarreará pesar en el futuro:
“Todos tienen la gran responsabilidad de redimir a sus muertos. No dejéis de lado esa obra. Si lo hacéis sufriréis por ello. Cualquier persona que sea negligente en cuanto a la redención de sus difuntos, para los cuales tiene el poder de oficiar aquí, padecerá por esa causa. Al llegar al otro lado del velo, si habéis entrado en los templos y redimido a vuestros progenitores mediante las ordenanzas de la Casa de Dios, tendréis las llaves de su redención de eternidad en eternidad. ¡No abandonéis esa obra!”
(En Conference Report, abril de 1898, pág. 90.)
La misión de Elías el Profeta
La primera revelación que se encuentra registrada en Doctrina y Convenios se produjo unos siete años antes de la restauración de la Iglesia. Esa revelación es la clave para entender correctamente el propósito de la dispensación del cumplimiento de los tiempos (véase Doctrina y Convenios 2). Moroni reveló las siguientes promesas:
- El sacerdocio sería revelado mediante Elías el Profeta.
- Elías el Profeta pondría en el corazón de los hijos el amor hacia los padres.
- La tierra sería destruida en la Segunda Venida si el corazón de los hijos y el de los padres no se volvieran unos hacia otros (véase Doctrina y Convenios 2:79; 128:17).
El profeta José Smith explicó que Elías el Profeta vendría “porque él tiene las llaves de la autoridad para administrar en todas las ordenanzas del sacerdocio” (Enseñanzas, pág. 285). A esta declaración agregó el presidente Joseph Fielding Smith:
“A fin de poder recibir el poder del sellar, el cual se conserva en los cielos, y por medio del cual pasamos por las agencias de los dioses hacia la exaltación, tuvo que venir el padre Elías el Profeta, el cual tiene ese poder en la tierra, pues el Señor se lo había dado” (Elijah the Prophet, pág. 36).
El presidente Joseph Fielding Smith también dijo: “El poder sellador de Elías el Profeta hace posible tanto la unión de las familias, de generación en generación, hasta el principio. Y bien, si ese gran poder y las autoridades no estuviesen aquí, entonces la obra de los sellamientos, por medio de la cual las bendiciones familiares son preservadas, no podría ser efectuada; en ese caso, faltaría el poder unificante mediante el cual todas las bendiciones se unen en los cielos, así como en la tierra. De ser así, la tierra sería herida con una maldición…” (Ibid.)
El élder Joseph Fielding Smith dijo que las llaves del poder sellador que se ejercen en los templos son “el poder mediante el cual podemos obtener el conocimiento de la verdad, la oportunidad de recibir las ordenanzas de sellamiento del sacerdocio relacionadas con la exaltación. Según esas promesas, los hijos, en los últimos días, deben realizar todas esas ordenanzas en bien de sus difuntos.” (Véase Improvement Era, julio de 1922, pág. 829.)
El presidente Smith dijo que la tierra sería destruida en la Segunda Venida “sencillamente porque no hubiese un eslabón entre los padres y los hijos —el cual es la obra por los muertos— entonces todos quedaríamos rechazados; toda la obra de Dios fracasaría y quedaría en la nada. Tal condición, por supuesto, no puede ser” (Doctrina de Salvación, tomo II, pág. 114).
Antes de que Elías viniera y trajera las llaves del sacerdocio para efectuar la obra por los muertos, era necesario erigir un templo. Durante un período de tres años comprendido entre 1833 y 1836, los santos trabajaron con gran sacrificio para construir un templo aceptable para el Señor. El 3 de abril de 1836, Elías el Profeta vino en cumplimiento de la profecía hecha por Malaquías (véase Malaquías 4:5–6; Doctrina y Convenios 110:14–16).
¿En qué forma los muertos pueden recibir las ordenanzas de salvación?
Cuando el Salvador fue al mundo de los espíritus, organizó a los que habían sido fieles y los comisionó para proclamar su evangelio. Debían enseñar la fe en Cristo, el arrepentimiento, el bautismo para la remisión de los pecados, el Espíritu Santo, y “todos los demás principios del evangelio que le eran menester conocer, a fin de habilitarles” como herederos de la salvación (Doctrina y Convenios 138:33–34).
Una de las revelaciones más significativas dadas al profeta José Smith fue en relación a la ordenanza del bautismo vicario por los muertos. En Nauvoo, Illinois, en septiembre de 1842, una de las epístolas que el Profeta escribió a los santos (Doctrina y Convenios 128) detalló la gloria de la doctrina que debía ponerse en práctica.
En ese modo, las revelaciones que se encuentran en Doctrina y Convenios son mucho más que un simple registro histórico de acontecimientos del pasado. Son la palabra viva de Dios que enseña a sus hijos las ordenanzas de salvación por los difuntos. De acuerdo con el profeta José Smith, esta doctrina es absolutamente necesaria, no sólo para el bien de los santos sino también para el reino. Enseñó que los santos deben seguir adelante “edificando… templos, ordenando… pilas bautismales y yendo a recibir todas las ordenanzas, lavamientos, confirmaciones, lavamientos, unciones, ordenaciones y poder de ligar en bien de todos sus progenitores que han muerto, a fin de redimirlos para que puedan salir en la primera resurrección y ser elevados con las coronas de gloria; y en esto recae la cadena que unirá el corazón de los padres a los hijos y los hijos a los padres, y esto cumple la misión de Elías. . .
“Es poco el tiempo de que disponen los santos para salvar y redimir a sus muertos, y reunir a sus parientes vivos para que también éstos puedan salvarse, antes de que se hiera la tierra y la desolación se abata en el mundo la consumación decretada.
“Yo aconsejaría a todos los santos a que se pusieran a trabajar con todas sus fuerzas para juntar y enseñar a todos sus parientes vivos, a fin de que sean ligados y se salven, y estén preparados para el día en que saldrá el ángel destructor. . .” (Enseñanzas, págs. 407–408).
Además el Profeta declaró: “No sólo es necesario que os bauticéis por vuestros muertos, sino que recibáis por ellos todas las ordenanzas, las mismas que vosotros habéis recibido para vuestra propia salvación” (History of the Church, 6:365; cursiva agregada). Todas las ordenanzas abarcan el bautismo, ordenaciones en el sacerdocio, investiduras y sellamientos. La misión de Elías comprende el bautismo vicario por los muertos, pero en realidad es más que eso.
Una vez recibida la revelación del bautismo por los muertos, los santos se dieron cuenta de que se debía hacerse la obra por sus progenitores. “Al principio no determinaron quién debía bautizarse por quién, y los hombres se bautizaban por mujeres y las mujeres por hombres. Eso se corrigió posteriormente.” (Packer, Holy Temple, pág. 217.)
Los santos sabían que las familias tenían que estar unidas mediante sellamientos, pero no entendían ese principio, algunos santos se sellaron a los profetas, una práctica que posteriormente se cambió mediante una revelación dada al presidente Wilford Woodruff. La cita siguiente se ha tomado del discurso del presidente Woodruff anunciando la revelación, y nos muestra la esencia de este cambio:
“Al consultar al Señor para saber quién debía adoptarme (éramos adoptados o sellados a los profetas y apóstoles), el Espíritu de Dios me dijo: ‘¿No tienes un padre que te engendró?’ Si —dije—, lo tengo. ‘Entonces ¿por qué no lo honras? ¿Por qué no te sellas a él?’ ‘Sí’—dije—, así debe ser. ‘Entonces ve al altar de tu padre y siéllelo a su padre, y a su vez de generación en generación.’ Y es la obra que quiero que todo el que presida en un templo de mi casa haga desde este día en adelante y para siempre, a menos que el Señor Todopoderoso mande otra cosa, y ese es el deber de sellarse a sus padres’” (The Law of Adoption, Deseret Weekly, 21 de abril de 1894, pág. 543).
Este revelación establecía claramente que cada persona debe ser sellada a sus propios progenitores. En esa forma su corazón se vuelve hacia ellos, y ellos hacia sus descendientes.
De qué manera el corazón del hombre puede volverse a sus antepasados
La salvación de los que viven depende en gran parte del interés que muestren por sus gran antepasados fallecidos. En Doctrina y Convenios leemos que “ellos sin nosotros no pueden ser perfeccionados, ni tampoco podemos nosotros ser perfeccionados sin nuestros muertos” (Doctrina y Convenios 128:15).
Las ordenanzas en favor de los muertos sólo se pueden llevar a cabo una vez que éstos se hayan identificado en forma correcta. Esta identificación es uno de los propósitos principales de la investigación genealógica en la Iglesia. La investigación en sí no es el medio para llegar a un fin, el de enviar los nombres al templo a fin de que la obra se pueda efectuar. Algunos elementos importantes de la identificación de los nombres que se envían al templo son: (1) Nombre completo de cada persona; (2) Fechas de nacimiento, casamiento y defunción; y (4) Parentesco (padres, hermanos, cónyuges, hijos).
Se comienza anotando nuestra propia información; luego, la de los padres; en tercer lugar, la de los abuelos; cuarto, la de los bisabuelos. Esto se puede obtener preguntando a padres y abuelos que todavía viven y luego se puede recurrir a otras fuentes de información. Para ayudar a los santos a reunir esa información necesaria, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días mantiene la biblioteca genealógica más grande del mundo, con sucursales en muchos estados. También mantiene un servicio de pedidos por correo de alcance casi mundial. En 1978 se inició un programa de extracción de nombres a fin de extraer todos los nombres de los archivos civiles para ponerlos en el archivo de nombres para la obra en el templo.
Se ha solicitado a todas las familias de la Iglesia, que tengan a bien enviar hojas de grupos familiares de las cuatro primeras generaciones de sus antepasados. Esta asignación no se ha dado meramente como una recomendación sino como una obligación en el sacerdocio. Completar esta asignación no pone fin a la obligación que cada persona tiene para con sus antepasados. El presidente Wilford Woodruff dijo:
“Queremos que desde ahora en adelante los Santos de los Últimos Días averigüen su genealogía a través de las generaciones como les sea posible, y que se sellen a sus padres. Sellad los hijos a sus padres y formad una cadena tan larga como sea posible.” (“The Law of Adoption”, pág. 543.)
Más recientemente, el élder Mark E. Petersen dijo a las Autoridades Generales:
“Debemos buscar nuestra genealogía tan atrás en el tiempo como nos sea posible. Las cuatro generaciones no es suficiente. Tenemos el programa de extracción de nombres y no es débil, pero ello no nos quita nuestra responsabilidad personal. Nuestra investigación nos pondrá en contacto con el programa de extracción de nombres y eso está bien, pero no nos eximirá de nuestra responsabilidad, sino que será una ayuda a nuestros esfuerzos.” (Reunión de la mesa general de Autoridades Generales, 7 de octubre de 1980.)
El élder Boyd K. Packer escribió lo siguiente:
“La extracción de nombres es una parte importante de la obra genealógica. Sin embargo, esto no les quita a los miembros la responsabilidad de buscar a sus antepasados. Todos somos responsables, individualmente, de unir a nuestras familias en el orden adecuado” (Holy Temple, pág. 228.)
Dos fuerzas
La misión de Elías el Profeta era la de volver el corazón de los padres hacia los hijos y el de los hijos hacia los padres (véase Malaquías 4:5–6). Las fuerzas satánicas que existen en el mundo de hoy están obrando directamente en oposición a esa misión. De una forma u otra procuran destruir la unidad familiar, especialmente el amor y el respeto entre padres e hijos.
El propósito de la Iglesia es enseñar la necesidad de unir las familias por medio del sacerdocio, las ordenanzas del templo y las genealogías. Al hacerlo, el corazón de los padres se vuelve hacia el de los hijos. Hay gran evidencia de que el Señor está uniendo las familias se un por medio de las ordenanzas de sellamiento que se efectúan en los templos, como afectan la inspiración de la obra genealógica por sus seres queridos fallecidos y viven ahora, cooperación y unidad. La misión de Elías el Profeta comenzó volviendo el corazón de los padres hacia sus hijos para que éstos no se pierdan por la influencia del adversario.
Sin embargo, hay otras fuerzas que influyen. Hablando de estos tiempos, Jesús profetizó:
“Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.” (Lucas 12:53.)
Y los enemigos del hombre serán los de su casa” (Mateo 10:36). La evidencia de esa influencia de oposición se ve en familias divididas por la contención, las separaciones y el divorcio. Tan grave es este problema que el presidente Spencer W. Kimball advirtió:
“Muchas de las restricciones sociales que en el pasado ayudaron a mantener y apuntalar a la familia están diluyéndose y desapareciendo. Llegará un momento en que sólo aquellos que crean profunda y activamente en la familia podrán preservar a la suya en medio de las iniquidades que nos rodean.” (“La familia puede ser eterna”, Liahona, feb. de 1981, pág. 5.)
Al comienzo de estas dispensaciones los hermanos enseñaron que en el mundo de los espíritus, tal como en la tierra, los justos viven en unidades familiares (véase Heber C. Kimball, Journal of Discourses, 4:135–136). Algunas familias tal vez no vivan juntas porque la obra de las ordenanzas no se ha hecho por ellas. Muchos de los corazones de esos padres están ansiosos esperando que su posteridad que vive en la tierra y que todavía no ha completado el sagrado cometido que tiene que se hagan las ordenanzas del templo por sus progenitores. Estos se ven imposibilitados de unir a sus familias.
Por su negligencia o diligencia, el hombre contribuye a la disolución o a la unión de su propia unidad familiar. “Alguien”, dijo el presidente Wilford Woodruff, “tiene que actuar por ellos vicariamente, en la carne, a fin de que puedan ser juzgados de acuerdo con los hombres en la carne y participen en la primera resurrección.” (Discourses of Wilford Woodruff, pág. 149.)
Resumen
La obra vicaria convierte en salvadores de los muertos a quienes la efectúan. No debe causar sorpresa que el profeta José Smith afirmara:
“¿…no tenemos acaso razón para estar tan agradecidos? Avanzad, en vez de retroceder, ¡valor, hermanos!; e id adelante, adelante a la victoria! ¡Regocijaos en vuestros corazones, y que la tierra alabe! ¡Proclamad la tierra en canto! ¡Alcen los muertos himnos de alabanza eterna al Rey Emanuel que, antes de existir el mundo, decretó lo que nos habilitaría para redimirlos de su prisión; porque los muertos pueden hablar!
“. . . Ofrecemos, pues, como Iglesia y como pueblo, y como Santos de los Últimos Días, una ofrenda al Señor en justicia; presentamos en un templo santo, cuando quede terminado, un libro que contenga el registro de nuestros muertos, el cual sea digno de toda aceptación.” (Doctrina y Convenios 128:22, 24.)
Si la obra que se tiene que hacer aquí es de tanta urgencia para los que ya han fallecido, es de esperar que los espíritus de los difuntos tengan gran interés en los esfuerzos de sus descendientes en hacer la obra genealógica y que tal vez cooperen en ciertas cosas donde han fracasado todos los intentos. El élder Orson Pratt dio testimonio del hecho de que tal tipo de ayuda tal vez se esté recibiendo:
“Preguntáis cómo vamos a obtener las genealogías de nuestros antepasados a fin de hacer por ellos esta obra de que cuando vivieron no tuvieron la oportunidad de hacerla, y ahora como espíritus en prisión les es imposible? Respondemos que debe ser dados los santos diseminados en todas las naciones investigan, tanto como sea posible, registros de familia y sus genealogías, y su parentela viva y difunta. Y si lo hiciesen diligente y logrado de la información disponible, e ido al templo del Altísimo, se haría lo que se requiere de los vivos en bien de los muertos, Dios nos mostrará, mediante sus profetas y videntes, y por medio de mensajeros santos y ángeles, las genealogías de nuestros padres, de generación en generación hasta el principio, o hasta el tiempo en que los poderes y llaves y ordenanzas del sacerdocio se unieron sobre la tierra” (Celestial Marriage, The Seer, sept. de 1853, pág. 141).
El élder Melvin J. Ballard nos relata una maravillosa experiencia de algo que sucedió en su propia familia:
“Recuerdo una experiencia de mi propio padre. ¡Cómo esperábamos que se terminara la construcción del Templo de Logan! Muy pronto se iba a dedicar. Mi padre había trabajado en aquel edificio desde el comienzo de la obra y mis recuerdos se remontan a la época en que llevaba la comida todos los días, mientras él cerraba piedras desde la cantera. ¡Cómo esperábamos aquel momento! Recuerdo como papá, al mismo tiempo que trabajaba en la obra, hacía todos los esfuerzos posibles por obtener información sobre sus parientes. Era el tema de su oración matinal y nocturna y pedía al Señor que le abriera el camino para poder obtener información concerniente a sus antepasados muertos.
“El día antes de la dedicación mientras se encontraba llenando recomendaciones para los miembros de su barrio, dos hombres se acercaron para pedir su servicio, dos señores ya entrados en años llegaron caminando por las calles de Logan, se acercaron a las dos hermanas menores y y dirigiéndose a mi madre, uno de ellos le entregó un diario y le dijo:
“‘Lléveselo esto a tu padre. No se lo entregues a nadie más. Anda rápido y no lo pierdas.’
“La niña corrió a su casa. ‘Vi mientras se dirigía a ver a mi padre, mamita la vio y le pidió el diario que llevaba, pero ella le respondió: “No, debo dárselo a papá y a nadie más.”’
“Entonces se fue a la cantera donde estaba papá y le entregó el diario. Cuando miró hacia la calle, los dos viajeros habían desaparecido. Nadie más los había visto. Sin más dirigimos la atención al diario. Se trataba del The Newbury Weekly News, publicado en Inglaterra, de donde provenía mi padre, con fecha el 15 de mayo de 1884; y había llegado a nuestras manos el 18 de mayo de 1884, tres días después de su publicación. Nos sentimos muy sorprendidos, pues no había medio terrenal para que hubiera traído a nosotros en tan poco tiempo, de manera que nuestra curiosidad mayor entonces la ocupó.
“Examinábamos. Fue así que descubrimos una página con el artículo de un periodista del diario, que había ido de vacaciones por los valles y fue uno de éstos había visitado un viejo cementerio. Las curiosas inscripciones de las tumbas lo llevaron a escribir lo que encontró sobre las viejas lápidas, incluyendo algunos versos. También había agregado los nombres, las fechas de nacimiento, defunción, etc., llenando casi toda la página.
“Se trataba del viejo cementerio donde la familia Ballard había enterrado a sus difuntos durante generaciones y muchos de los parientes inmediatos cuyos últimos se mi padre se mencionaban allí.”
“Cuando ese episodio se contó al presidente Merrill del Templo de Logan, éste dijo: ‘Queda usted autorizado a efectuar la obra por todas esas personas porque usted recibió esto mediante mensajeros del Señor.’”
“No hay duda de que los muertos que ya hayan recibido el evangelio en el mundo de los espíritus están listos y ansiosos a escribir este artículo preparando así el camino para que mi padre obtuviera la información que buscaba, y así serían en vosotros si sois sinceros en esta obra, os ayudarán y podréis recoger información mucho más allá de lo que habéis esperado. Os diré lo que sucederá. Cuando hayamos llevado al punto de no poder seguir más, los nombres de aquellos de entre los justos que han recibido el evangelio en el mundo de los espíritus se revelarán mediante vuestros parientes fallecidos. Pero solamente se revelarán los nombres de los que hayan recibido el evangelio.” (En la obra de Hinckley, Melvin Joseph Ballard, págs. 249–251.)
























