¿Cuál es Tu Destino?

Aprecio—Una Señal de Madurez


El aprecio por las personas y los acontecimientos que llegan a nuestras vidas es sumamente importante porque es la manera en que Dios nos ayuda a crecer. La madurez suprema consiste en ser capaces de sentir y expresar aprecio, siendo plenamente conscientes del valor y la importancia de algo y mostrando gratitud por ello. ¿Qué siente Dios respecto al aprecio? En Doctrina y Convenios leemos: “Y en nada ofende el hombre a Dios, o contra ninguno se enciende su ira, sino contra los que no confiesan su mano en todas las cosas, y no obedecen sus mandamientos.” (D. y C. 59:21).

¿Te gustaría provocar la ira de Dios contra ti? ¿Te gustaría que Dios estuviera enojado contigo? Puede ocurrir, y sucederá, si no mostramos aprecio y gratitud. ¿Por qué la falta de aprecio ofende a Dios y enciende su ira? No porque Él necesite ver y oír nuestro aprecio y gratitud, sino porque Él sabe que la ausencia de aprecio en cualquier persona causa estancamiento personal. Nuestro crecimiento y nuestro progreso se retrasan cuando no sentimos ni expresamos nuestro aprecio. Pensemos por unos momentos en ocasiones y situaciones en las que verdaderamente decimos: “Te doy gracias, Dios, por las personas y los acontecimientos que han llegado a nuestras vidas y han hecho posible que podamos desarrollarnos, crecer y madurar; por todas las personas, por todas las condiciones y por todas las circunstancias que nos permiten apreciar a los seres humanos y las situaciones por lo que pueden hacer y por lo que significarán para nosotros.”

Cuando conversamos con los misioneros, a menudo les pedimos que se pongan de pie y nos digan de dónde son, que expresen su testimonio y que nos hablen de sus compañeros y de sus padres. Esta es una experiencia maravillosa para aprender acerca de ellos, de sus procesos de pensamiento y de cuáles son sus valores.

Recuerdo a un misionero que se puso de pie y dijo: “He estado en el campo misional nueve meses y he tenido cinco compañeros.” Con el mentón tembloroso y la voz entrecortada dijo: “Ni una sola vez en nueve meses he tenido un compañero que me dijera que me amaba o que apreciaba lo que estaba haciendo por él. Espero y ruego que algún día, de alguna manera, tenga un compañero que me diga que me ama y que me aprecia.”

No importa de dónde vengamos, no importa cuáles sean nuestras condiciones familiares, debemos aprender y sentir aprecio por aquellas circunstancias que pueden edificarnos y elevarnos.

Recuerdo a otro misionero que dijo: “Dos semanas antes de ir a ver a mi obispo para decirle que estaba listo para salir al campo misional, tuve algunas dudas. Tenía algunas preguntas sobre el futuro e incluso sobre la Iglesia. Entré en la sala y interrumpí a mi padre, que estaba viendo televisión, y dije: ‘Papá, no estoy tan seguro acerca de José Smith. No estoy tan seguro de saber que la Iglesia es verdadera. No estoy tan seguro de querer salir a representarla. Tengo muchas preguntas y tengo muchas dudas.’ Cuando dije eso, mi padre se levantó, apagó la televisión, tomó el cigarrillo que tenía en la mano y lo aplastó en el cenicero, tomó la lata de cerveza que tenía en la otra mano y la puso sobre la mesa, y dijo: ‘Hijo, quiero que sepas que no hago mucho al respecto, pero sé que la Iglesia de Jesucristo es verdadera y que José Smith es un profeta. Quiero que me escuches decirlo porque lo sé mejor que cualquier otra cosa en este mundo.’ ” Este joven entonces dijo…

“Quiero que mi padre sepa que lo aprecio. Él tiene algunos hábitos de los que no está orgulloso. Tiene algunos hábitos de los que yo no estoy orgulloso. Pero él es mi padre y tiene un testimonio, y yo lo amo.”

Ese tipo de aprecio, ese tipo de madurez, no solo ayudará a un misionero a crecer y desarrollarse, sino que también será un gran ancla en los caminos de la vida.

La pregunta más común que los misioneros me hacen es: “Élder Ashton, ¿qué puedo hacer para que mi madre o mi padre o mi hermano o mi hermana sean más activos en la Iglesia? Me doy cuenta ahora de lo que se están perdiendo y de lo que necesitan. ¿Qué puedo hacer para que sean activos en la Iglesia? ¿Qué puedo hacer para que lleguen a ser miembros de la Iglesia?” En cada caso y en cada situación he tomado la oportunidad de decir: “La mejor manera de lograr que los miembros de tu familia sean activos en la Iglesia o lleguen a ser miembros es hacerles saber que los aprecias por lo que hacen y por lo que representan, y decirles cuánto los amas.” Necesitamos expresar aprecio de manera continua, amar a los miembros de la familia y a los vecinos para acercarlos a la Iglesia.

El Salvador ha indicado en todo lo que ha hecho la importancia de la gratitud, de la acción de gracias y del aprecio. He aquí unas breves citas de las Escrituras:

“Tomó la copa, y dio gracias.” (Mateo 26:27.)

“Tomó los siete panes y los peces, y dio gracias.” (Mateo 15:36.)

“Darás gracias al Señor tu Dios en todas las cosas.” (D. y C. 59:7.)

“Debéis dar gracias a Dios en el Espíritu por cualquier bendición con que seáis bendecidos.” (D. y C. 46:32.)

“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, … y sed agradecidos.” (Colosenses 3:15.)

“De cierto os digo, amigos míos, no temáis, antes consolad vuestros corazones; sí, alegraos siempre, y en todo dad gracias.” (D. y C. 98:1.)

“Cuando te levantes por la mañana, da gracias a Dios con todo tu corazón.” (Alma 37:37.)

¡Qué gran día será en nuestras vidas cuando podamos apreciar la bendición del aprecio y lo que significa para nosotros!

El aprecio por el compañero, el aprecio por el ser querido, el aprecio por el esposo y la esposa es tan importante. Es un ingrediente de suma importancia en un matrimonio feliz. Muchas familias, muchos matrimonios, se destruyen debido a la falta de aprecio. Las personas más maduras y exitosas que participan en el matrimonio son aquellas que entienden el aprecio. ¿Es de extrañar que Dios haya dicho que tenemos dos cosas principales que hacer si queremos evitar su ira: guardar los mandamientos y confesar su mano en todas las cosas? (Véase D. y C. 59:21.) ¡Qué fortaleza es tener un compañero que aprecia, siente y expresa aprecio! ¿Cuántas veces has oído decir: “Mi matrimonio terminó principalmente porque mi esposo (o esposa) no apreciaba nada de lo que yo hacía por él. No importaba lo que hiciera, no había aprecio!”

El amor de Dios por nosotros fue tan grande que pudo soportar y contemplar los sufrimientos de su Hijo Unigénito. Deberíamos estar eternamente agradecidos de que Dios nos haya dado a su Hijo, nuestro Salvador y Redentor. Sin Él y sin su amor y sacrificio, jamás podríamos ser glorificados en su presencia eterna. El mayor de todos los dones, y aquel por el cual deberíamos sentir mayor aprecio, es el don de su Hijo para nosotros, con propósitos y realizaciones que hoy comprendemos muy poco, pero que deberíamos entender mejor con cada hora que pasa.

¿Cómo mostramos aprecio por los grandes dones de Dios? ¿Cómo mostramos aprecio por los dones de los padres, hermanos y hermanas, compañeros, amigos y asociados? Con nuestras vidas, con nuestras obras, con nuestras palabras y mediante la disposición de confesar su mano en este y en todos los demás grandes dones.

Se nos dice que Dios es un Dios celoso—celoso no sea que ignoremos y no mostremos aprecio por su mayor don de todos. “Alabad al Señor, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia.” (Salmo 106:1.)

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